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In: Paz y Seguridad y Desarrollo. Tomo V.. 1ed. Cidade do México: Universidad Nacional
Autónoma de México, 2016, v. , p. 199-218.
Resumen
Introducción
No importa a quien leas o escuches, una de las pocas verdades hoy asentadas es que
la educación constituye elemento irrenunciable del bienestar humano. De hecho, ninguna
concepción de desarrollo, o cualquier concepto similar, puede prescindir de algún discurso
educativo. De las cañadas zapatistas de Chiapas a la sede del Banco Mundial, en el centro
del sistema-mundo capitalista1 , la defensa de la educación como herramienta de
apoderamiento es una verdad compartida.
1 Immanuel Wallerstein; Análisis de Sistemas-Mundo – una instroducción. Siglo XXI Editores, México, 2005.
conexiones fundamentales con la idea de la emancipación humana, aunque ésta se mantiene
en constante peligro de ser capturada por otros intereses. En una sociedad desfigurada por
la explotación […], la única educación que se merece tal nombre es aquella que forma
gente capaz de tomar parte en su propia liberación.” 2
Educación y Colonialidad
2 Connel citado en Henry A. Giroux; Teoría y Resistencia en Educación: una pedagogía para la oposición.
Siglo XXI Editores, México, 2004, p. 151.
La idea de que las escuelas son instituciones neutrales cuya función es proporcionar
a los estudiantes el conocimiento y las habilidades que necesitan para desempeñarse con
éxito en la sociedad está, hace mucho tiempo, superada. La incapacidad de este modelo en
vincular la escolarización con el orden de explotación multidimensional del sistema-mundo
pareciera ser, hasta cierto punto, intencional; como un discurso de ocultación de las
herramientas ideológicas de un Estado monolítico generador de exclusión y de aquellos que
lo gobiernan.
3 Tubino, Fidel; “La impostergable alteridad: del conflicto a la convivencia intercultural”, Milka Castro-Lucic
(ed.); Los desafíos de la interculturalidad: identidad, política y derecho. Programa Internacional de
Interculturalidad, Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo, Universidad de Chile, Santiago de Chile, 2004,
p. 114.
4Ramírez Castañeda, Elisa; La Educación Indígena en México. Universidad Nacional Autónoma de México –
Programa Universitario México Nación Multicultural, México, 2006.
Interculturalidad Decolonial
6 Albó,Xavier; “Expresión indígena, diglosia y medios de comunicación”, Luis Enrique López e Ingrid Jung
(comps.); Sobre las huellas de la voz. Sociolingüística de la oralidad y la escritura y su relación con la
educación. Ediciones Morata, Madrid, PROEIB-Andes, Cochabamba y DSE, Bonn, 1998.
7 Tapia, Luis; La igualdad es Cogobierno. CIDES-UMSA, ASDI-SAREC y Plural Ediciones, La Paz, 2007, p.
133.
llamar la atención para los peligros de manejar el concepto de multiculturalismo en un
contexto en que el desarrollo del capitalismo corresponde a procesos cada vez más
agresivos de homogeneización. Es fundamental, entonces, percibir que el multiculturalismo
no existe así como planteado, como algo estático, sino en un movimiento de constante
interacción. El concepto de interculturalidad (que si bien pasa por el reconocimiento de la
diversidad cultural, va más allá de él) pareciera ser más adecuado, entonces, para entender
las dinámicas sociales y las relaciones de poder que se ocultan bajo el discurso
multicultural.
10Tubino, Fidel; “Del interculturalismo funcional al interculturalismo crítico”, Mario Samaniego y Carmen
Garbarini (comps.); Rostros y fronteras de la identidad. Universidad Católica de Temuco, Temuco, 2004, p.
157.
12 Viaña, Jorge; “Reconceptualizando la Interculturalidad”, Fondo Indígena; El estado del debate sobre los
derechos de los pueblos indígenas. Construyendo sociedades interculturales en América Latina y el Caribe.
Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América latina y El Caribe, La Paz, 2011, p. 360.
estructuras y relaciones entre grupos humanos que sostienen la inequidad y las diferentes
formas de dominación. Lo nuevo debe ser un proyecto compartido, defendido por y
representativo para todos los grupos humanos, sin que haya imposición o predominio por
parte de alguno de ellos.
La razón para eso es simple. Dado que toda colonialidad del ser pasa
inevitablemente por una colonialidad del saber, mientras no haya equidad en la lucha de
sentidos, no dejará de haber relaciones de colonialidad. Está es la denuncia del autor
afrocolombiano Zapata Olivella en sus muchos romances y ensayos: las cadenas que atan al
subordinado ya no están en sus pies, sino en sus mientes. Decolonizarnos epistémicamente
es el primero paso para romper la condición de subordinación. En este sentido, la
interculturalidad crítica es necesariamente una interculturalidad decolonial.
Para que la traducción sea posible, las culturas subalternas deben identificar
aquellos elementos hegemónicos que se reproducen en su interior y que mantiene la
colonialidad del poder desde su dinámica interna, es decir, desatarse de las cadenas
13 Viaña, Jorge; “Reconceptualizando la Interculturalidad”, Fondo Indígena; El estado del debate sobre los
derechos de los pueblos indígenas. Construyendo sociedades interculturales en América Latina y el Caribe.
Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América latina y El Caribe, La Paz, 2011 y Claros, Luis
y Jorge Viaña; “La interculturalidad como lucha contrahegemónica”, David Mora (ed.); Interculturalidad
crítica y descolonización: fundamentos para el debate. III-CAB, La Paz, 2009.
14de Sousa Santos, Boaventura; Conocer desde el Sur. Para una cultura política emancipatoria. Programa de
Estudios sobre Democracia y Transformación Global, Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales –
UNMSM, Lima, 2006.
15Mignolo, Walter; La Revolución teórica del zapatismo y pensamiento decolonial. CIDECI-Las Casas y
Unitierra Chiapas, San Cristóbal de las Casas, 2008.
mentales que ellas mismas auto-reproducen: la auto-colonización, que es parte fundamental
de la colonización epistémica y simbólica, y a partir de ahí, empezar a deconstruir dichos
elementos. Esta es la primera etapa de la decolonización: la auto-decolonización. Sin
embargo, hay que evitar idealizar a los elementos culturales. Al tratar de invocar un pasado
ancestral anterior a la colonización como único eje de la decolonización, se corre el riesgo
de perder la identidad misma en algo que quedaría más cerca de la arqueología que de “lo
propio” de los grupos humanos actuales.
Sin embargo, la traducción nunca es perfecta, dado que una realidad cultural no es
completamente perceptible e inteligible a un foráneo. Por más convivencia que un
individuo tenga con determinado grupo cultural alterno al suyo, y por más que su forma de
pensar pueda asemejarse a dicho grupo, este individuo difícilmente será capaz de significar
el mundo de la misma forma en que el grupo alterno lo hace. Esto pasa porque cuando un
16 Un ejemplo es el discurso de los derechos humanos. Si bien es una categoría y una construcción que se
deriva de la cultura occidental basada en la percepción eurocéntrica de la condición humana, los derechos
humanos se han vuelto una bandera política fundamental para los pueblos indígenas para resistir al despojo de
sus tierras, al desmantelamiento de sus costumbres y a la negación de que se autogestionen.
sujeto deja su contexto cultural para entremeterse en otro, lo que hace es re-significar la
cultura alterna a partir de su capacidad de percepción y de los valores que trae consigo y
que provienen de otro contexto. No obstante, pienso que la traducción, aunque nunca llegue
a ser completamente equivalente, nos da margen para apostar en la interculturalidad en la
medida en que es perfectible. Es decir, al largo de los ciclos generacionales de organización
intercultural, la traducción irá perfeccionándose, lo que hará la interculturalidad cada vez
más constructiva.
Por lo tanto, la interculturalidad debe ser libertadora, dando a las menores partículas
sociales de la otredad la capacidad de autogestionarse. La autonomía, tan reclamada por los
grupos indígenas latinoamericanos, es un elemento sin el cual la interculturalidad no puede
ser llevada a cabo. El poder de decisión sobre las políticas públicas, sobre como apropiarse
de lo público, sobre como designar la representación y más importante, sobre el contenido
de un posible proyecto de desarrollo, para llamarlo de alguna forma, debe estar centrado en
lo micro, en la gente que conoce sus necesidades inmediatas. La interculturalidad es
autónoma y autonómica, y, por lo tanto, corresponde al fin de las políticas públicas
centralizadas y elaboradas por políticos y burócratas profundamente ignorantes de los
contextos específicos de cada rincón de nuestros países.
Quizás la ética de la vida nunca haya sido tan urgente como ahora. El colapso
ecosistémico global que todos los seres vivos estamos viviendo es el resultado de un patrón
de producción culturalmente ubicado y de un discurso de la modernidad que beneficia a
muy pocos. Es justamente por ignorar las necesidades ajenas de reproducción de la vida
que dicho modelo nos lleva hoy a un marchar histórico cuyo resultado podría ser nuestra
extinción como especie. Pero la ética de la vida no debe agotarse en la reproducción de la
vida humana, sino que, al englobar toda forma de vida, es capaz de dejar vivir a todas las
especies que conformamos este planeta. La interculturalidad, entonces, debe fundamentarse
en el principio inviolable de la ética de la vida.
17Dussel, Enrique; “El reto actual de la ética: detener el proceso destructivo de la vida”, Dieterich, Heinz; Fin
del capitalismo global. El nuevo proyecto histórico. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2000, pp.
197-207.
18 La ética de la formalidad está más preocupada con la forma que con el contenido. Un ejemplo es el
discurso llano de democracia que defienden algunos liberales: democracia es elección, el fondo se vuelve
forma.
Educación e Interculturalidad
Fernández de Castro tiene razón cuando afirma que a través de la educación al niño
se le enseña el poder, encarnado por el maestro y el proyecto educativo del Estado, en la
escuela, y por el padre, en la casa. Sin embargo, enseñarle el poder al niño no es de todo
mal cuando dicho poder se refiere al poder de liberación y de transformación social. Así, si
bien las propuestas pedagógicas más modernas hablan de un niño libre, y por esta razón,
capaz de desarrollar su propio espíritu y conciencia, hay que dejar claro que la escuela es
una herramienta para que los grupos humanos se apropien de su realidad, de su historia y de
su futuro. Esto quiere decir que si bien el desarrollo personal y liberto del niño es
fundamental, esto no debe perjudicar el potencial de la escuela como formadora de agentes
de cambio.
En este sentido, la escuela debe ser una de las primeras herramientas públicas a
interculturalizarse, dado que de ella saldrán individuos cada vez más predispuestos al
proyecto intercultural. Es por esta razón que los grupos subalternos deben apoderarse de las
escuelas que forman a sus niños: para enseñarles a ser radicales en cuanto a su postura
frente a cualquier dominación y al sistema del capital, defendiendo la autogestión, la
decolonización y la interculturalidad.
Para esto, la escuela apoderada por los subalternos debe basarse en lo que se llamó
etnoeducación, que corresponde a un proyecto que visualice y permita el fortalecimiento de
“lo propio” como herramienta de resistencia cultural, de reinvención identitaria y como
estrategia política. Pero el “etno” no debe ser entendido como exclusividad de los grupos
indígenas, sino que debe ser apropiado por todos aquellos grupos subalternos que no
necesariamente se identifiquen con un critério étnico19.
Los indígenas de Oaxaca, junto con algunos académicos, han apuntado un elemento
muy importante en la construcción de la resistencia subalterna y, como consecuencia, para
la interculturalidad: la comunalidad. Fundamentada en una lógica de respeto colectivo, en
la cual las necesidades de la comunidad, aunque no necesariamente compartida por uno, se
vuelven prioridad de todos sus miembros, la comunalidad ha sido un elemento fundamental
de resistencia de los pueblos indígenas frente a la violencia de la dominación y de la orden
del capital. Por ser reciprocidad estructurada en la ayuda mutua, la comunalidad ofrece una
llave de sustento a la interculturalidad y, por lo tanto, debe ser intrumentalizada por la
educación intercultural.
19 Cabe aclarar que si bien “étnico” y “etno” ha sido utilizado para referirse exclusivamente a pueblos
originarios, grupos aborígenes o minorías culturales, en este artículo se entiende lo “étnico” y todo lo que de
él derive como correspondiente a todos los grupos humanos. En otras palabras, defiendo que todos
pertenecemos a un grupo étnico determinado, incluso los mestizos y criollos que en México siguen afirmando
que los grupos étnicos son solamente aquellos que hablan lengua indígena.
Sin embargo, el fortalecer “lo propio” a través de la escuela, en lo que Juan García
Salazar llama educación casa adentro, no es suficiente. La idea del reencuentro de “lo
propio”, dentro del proyecto intercultural, sólo tiene razón de ser en la medida en que sea
capaz de accionar casa afuera. Es decir, la educación casa adentro llevada a cabo por un
determinado grupo humano sólo será benéfica en la construcción de respuestas y soluciones
compartidas en la medida en que posibilite el diálogo con “el otro”. Por esta razón, la
educación debe ser de casa adentro para casa afuera a fin de que pueda dialogar con casas
ajenas, escuchándolas y aprendiendo de ellas. La educación intercultural, entonces, debe
ser capaz de ser endoeducación al mismo tiempo en que es exoeducación. Además, del
proceso educativo intercultural deben egresar individuos no solamente dispuestos y capaces
de dialogar, sino también capaces de identificar elementos y soluciones dadas por otros
grupos culturales a determinadas situaciones y de poder traducirlos a su propia cultura.
20 Según el discurso hegemónico, el conocimiento verdadero era incuestionable porque venía de un método,
llamado científico, que garantizaba la imparcialidad de lo producido; la verdad en dicho discurso es, pues,
monopolio de la ciencia occidental y occidentalizada.
Así como no hay conocimiento universalmente válido, la escuela intercultural debe
ser corresponsable en el apoderamiento de las lenguas silenciadas. Dado que una lengua es
mucho más que un conjunto de morfemas, representando en fondo más bien una forma de
pensar, no será posible cualquier interculturalidad sin que primero todos los grupos
humanos sean capaces de manifestarse legítimamente en las lenguas que mejor traduzcan
en palabras los contenidos de su razonamiento 21. En este sentido, la dualidad “conocimiento
válido”, erigido y sustentado en la falsa verdad universal, y “lenguas válidas para
expresarlo”, que, no por coincidencia, son todas europeas, debe ser combatida22 desde la
escuela intercultural.
Conclusiones
Uslar Pietri, en “Con la cultura hemos topado”, de 1986, preguntase y, por ende,
pregúntanos algo de fundamental centralidad: “[…] ¿hasta dónde cierta idea de la riqueza
está ligada con un tipo determinado de cultura que se manifestó en algunos países como
fenómeno peculiar y que lo que, por comparación, llamamos pobreza es la permanencia, en
21 La dinámica del silenciamiento lingüístico tiene dos etapas: la primera consiste en volver ilegítima el uso
de una determinada lengua, confinándola al uso doméstico o en un contexto comunitario o local muy
restringido; es decir, son lenguas que pierde la validad para la relación con “el otro”, lenguas que, en el
imaginaria social, se vuelven incapaces de apropiarse de lo público. Esta es la etapa de la subalternización de
la lengua materna “del otro”. La segunda etapa consiste en desvalorar la palabra pronunciada por el
colonizado en lengua colonial. En la relación entre el español y lenguas originarias esto queda claro en las
burlas hacia los indígenas, acusándolos de no pronunciar correctamente o de ser poco claros – “Aprende a
hablar y luego vienes a decir algo”, se les dice. Por no poder manifestarse en su propia lengua y que sean
víctimas de desvalorización cuando se manifiestan en la lengua dominante, lo que está ocurriendo es un
silenciamiento “del otro” a través de la colonización lingüística.
22 Fernando Garcés explicita esta relación en un ejemplo claro: en determinado punto de la historia de la
humanidad, se consideró que solamente una lengua era capaz de pronunciar y transmitir el conocimiento
proporcionado por Dios. El latín era para el conocimiento de la Biblia lo que el francés, el inglés y el alemán,
sobretodo, son para el conocimiento científico. Son las lenguas que lo validan. Conocimiento en nahua,
aimara y guaraní son dudablemente científicos para el orden colonial y capitalista. Ver: Garcés V., Fernando;
“Las políticas del conocimiento y la colonialidad lingüística y epistémica”, Catherine Walsh (editora);
Pensamiento crítico y matriz (de)colonial: reflexiones latinoamericanas. Ediciones Abya Yala, Quito, 2005,
pp. 146-147.
abierto contraste, de otra forma de vida, de relación, de economía y de mentalidad que ha
sido la predominante por la mayor parte de la historia de la humanidad?”23
Lo que plantea Uslar es claro: ninguna forma de desarrollo puede prescindir del
contexto cultural en que se desenvuelve, pero hay dos cosas menos evidentes en eso.
Primero que quizás la pobreza no exista en sí, sino que es la categorización de alguien
incapaz de entender un contexto cultural diferente del suyo. Si uno crece creyendo que
pobreza es andar sin calzados, en el momento en que vea alguien sin calzados, dirá que esta
persona es pobre. Pero, ¿qué piensa esta persona? ¿Será que ella se concibe como pobre por
no tener calzados? Aunque el ejemplo sea burdo, deja evidente que la construcción de las
categorías riqueza y pobreza, intrínsecas al concepto de desarrollo, no es nada democrática.
Algunos pocos las establecieron y decidieron aplicar a todo el mundo. Teóricos de la
modernidad/colonialidad han aclarado que esta categorización no deja de ser una
jerarquización del mundo bajo una lógica cultural determinada. Y aquí pareciera estar lo
que para mí es fundamental: quizás la pretensión de desarrollarse sea exclusiva de algunos
grupos culturales, mientras en otros ésta esté ausente. Mientras no hablen los subalternos,
dejando claro su concepción de desarrollo, y no sean capaces de autogestionarse, la pobreza
no tendrá fin, dado que de otra forma el desarrollo es sinónimo de imposición.
23 Uslar Pietri, Arturo; “Con la cultura hemos topado”, John Skirius (comp.); El ensayo hispanoamericano del
siglo XX. Fondo de Cultura Económica, México, p. 335.
Ante eso, la interculturalidad debe ser entendida como un proceso y no como algo
dado. Así que la representación lingüística estaría mejor simbolizada en un verbo: en el
interculturalizar. La interculturalidad sería, entonces, el fin utópico, pero realizable, del
proceso intercultural. Interculturalizar es, pues, una forma de comportarse colectivamente.
Es una propuesta ética que puede liberarnos de las muchas relaciones permeadas por la
dominación, así como de la catástrofe ecosistémica que algunas formas de vivir nos están
imponiendo.
Bibliografía
Libros
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de Sousa Santos, Boaventura; Conocer desde el Sur. Para una cultura política
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Mayorga Balcazar (coord.); Desde Adentro: etnoeducación e interculturalidad en el Perú y
América Latina. Centro de Desarrollo Étnico, Lima, primera edición, 2011, 346 pp.
Revistas
Rojas, Axel y Elizabeth Castillo; “Multiculturalismo y políticas educativas en Colombia
¿interculturalizar la educación?”, Revista Educación y Pedagogía, Facultad de Educación,
Universidad de Antioquia, Medellín; vol. 19, núm. 48, mayo-agosto de 2007, pp. 11-24.
Fuentes Electrónicas
UNICEF; “Niñez indígena en México”, página en la web, http://www.unicef.org/mexico/
spanish/ninos_6904.htm