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ANON - Varios Textos Anarquistas
ANON - Varios Textos Anarquistas
Pero no es un libro superficial. A través de los 15 capítulos que logró concluir Kropotkin antes
de su muerte en 1921, van pasando los diversos intentos que los pensadores han realizado a
través de la historia para expresar y sistematizar los conceptos de Bien y de Mal y sus
derivaciones. Al analizarlos comparativamente, Kropotkin hace alarde de una erudición nada
vacía sino profundamente conocedora y rigurosamente analítica de los temas expuestos. «Casi
todos los pensadores que se han ocupado del origen de la moral han llegado a la conclusión de
que hay en el hombre un sentimiento innato que nos empuja a solidarizarnos con los demás.
Señala Kropotkin la existencia de autores que ligan este sentido moral a la inspiración por el
Creador de la Naturaleza, en tanto que otra línea de pensamiento va uniendo a los que creen
en el instinto moral como algo natural en los animales superiores y en el hombre.
Kropotkin pasa revista minuciosa y crítica al pensamiento cristiano que ha ido apartándose
sistemática y ostensiblemente del mensaje de amor de Jesús de Nazaret, para llegar a los
inconcebibles extremos del cesaropapismo. Con igual minuciosidad examina las ideas del
mundo helénico, las medievales y renacentistas, las de los físicos (Copérnico, Kepler y Galileo),
las de los ingleses del siglo XVII (Hobbes, Spinoza, Locke), el idealismo kantiano, los
enciclopedistas franceses, Darwin y los evolucionistas, Proudhon y los positivistas, la aparición
de la AIT y, por último, el casi olvidado Jean Guyau (1854-1888): «Nos damos cuenta de que
poseemos más ideas y más recursos, más alegrías y más lágrimas de las que son precisas
para nuestra propia conservación y las repartimos con los demás.»
Kropotkin comenzó su obra antes de finalizar el siglo pasado y, como apuntábamos más arriba,
no logró concluirla. Por eso, la aparición en la Biblioteca Júcar de Política, de la obra, con su
complementaria, La moral anarquista, opúsculo escrito en los primeros años de este siglo, es
sumamente útil y esclarecedora, puesto que supone una visión más total y un resumen
revelador del pensamiento kropotkiano.
En resumen podría englobarse en una serie de principios que serían los siguientes:
- La moral oficial está sostenida por la hipocresía social y basa su vigencia en una
superestructura de autoritarismo y servilismo.
- Lo bueno por naturaleza es lo que resulta útil para la especie. Lo malo, lo que antepone el
interés personal al común. Se inferiría de ello que, para el sostenimiento moral del hombre, se
necesitaría en ocasiones de un sustrato de disciplina según Malatesta.
- Egoísmo y altruismo no son conceptos antagónicos: busco mi felicidad, pero lo que me hace
feliz es ayudar eficazmente a un ser humano.
- Parafraseando el viejo precepto evangélico: «No hagas a los demás lo que no quieres que te
hagan a ti», Kropotkin va más allá y nos propone hacer a los demás lo que deseamos que se
haga con nosotros.
- Todos los seres humanos son radical, esencial, realmente, iguales. Si algo rompe esta
igualdad es preciso apartarlo, neutralizarlo, destruirlo.
Cuando Erich Fromm ha analizado las tendencias del hombre al 'eros' o al 'thanatos',
seguramente tuvo a la vista la Ética de kropotkin. Resulta difícil encontrar en la literatura
filosófica una obra más 'erótica', más llena de sentimiento positivo de la vida, más rebosante de
esperanza, de optimismo y de alegría.
www.cnt.es/fal/bicel10.htm
Conociendo a Durruti
por Sofia Comuniello
POR EL RÍO VENÍA, poema de Ana Martínez Sagi, citado por Prada, que a
su vez lo cita del libro "Cantos y poemas de la Guerra Civil de España",
recopilados por Joan Llarch, Producciones Universales, Barcelona, 1978.
Venía tu cuerpo moreno
En el agua rosada del río.
Un viento, de pena callada,
Retorcía los grises olivos.
Venía tu cuerpo moreno,
Inmóvil y frío.
El agua, cantando, pasaba
Por tus dedos rígidos.
¡Venías tan pálido,
soldado, en el río!
La boca cerrada, las manos heladas,
La piel como el lirio;
Y una herida roja, en la frente blanca,
Y una luz de aurora, en los ojos limpios…
¡Qué muerte la tuya, soldado del pueblo,
bravo miliciano, corazón amigo;
qué muerte más dulce, cien brazos de agua
ceñidos en torno de tu rostro lívido!
No venías muerto sobre el agua clara;
Sobre el agua clara, venías dormido:
Un clavel granate, en la sien nevada,
Y en los ojos quietos, dos luceros vivos.
¡Qué pálido y frío,
venía tu cuerpo moreno
sobre el agua rosada del río!
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