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UN ACTO DE VIDA Y MUERTE QUE IMPACTO EN UN CONTEXTO

CAMBIANTE
Por. Mariana Vargas

Una ciudad que empieza un nuevo cambio y que se enfrenta a la adopción de


diferentes culturas, gustos y formas de pensar, da vida a un escritor, narrador, crítico y
cineasta que impactó a lo que actualmente se conoce como la sucursal del cielo o la capital
del deporte del país colombiano, un impacto que se difundió antes y después de su muerte
por los países latinoamericanos. El contexto en el que vivió Andrés Caicedo, desarrolló la
vida de este crítico de cine que pensaba que vivir más de 25 años era una insensatez, por lo
que terminó con su vida, generando diferentes posturas sobre su muerte: murió a causa de la
influencia del medio, por lo manifestado en sus escritos o por un acto de rechazo ante el
sistema, es lo que se afirma en el presente ensayo frente a su acto de vida y de muerte.

En un tiempo en el que se postulaba y se desarrollaba un sistema económico de


producción y consumismo en la capital del Valle del Cauca, Luis Andrés Caicedo Estela un
famoso crítico de cine, narrador y cineasta vivió su profesión y pasión. Era una época, que
transcurría en finales de los sesenta e inicios de los setenta, en la que la ciudad de Cali iniciaba
una evolución para convertirse en una de las ciudades más importantes del país. En la
sociedad se veían revoluciones estudiantiles que exigían y promulgaban sus derechos, el
nacimiento del Rock and Roll y el incremento del consumo de drogas. Andrés Caicedo se
desenvolvía en una ciudad que estaba dividida, como bien lo escribe en su publicación ¡Que
Viva la Música! entre norte y sur, donde el norte era la zona de clase alta y la música
imperante era el Rock and Roll, mientras que en el sur se localizaban las personas de clase
media-baja y dominaba el sonido de la salsa, los dos territorios de la ciudad en crecimiento
tenían en común el consumo de drogas y alcohol, pero con la diferencia de la calidad de
donde provenían dichas sustancias, este asunto de las drogas y la música fueron grandes
factores sociales que impactaron en la vida de las personas que habitaban la ciudad de Cali,
influyendo en sus diferentes prácticas sociales y culturales, al punto de llegar a dar un toque
identitario y diferencial a la ciudad.
La música, la moda y el cine ejercieron gran influencia sobre la juventud a través de
factores revolucionarios que se presentaban de manera implícita en sus comunicados,
factores que algunos jóvenes con mayor adquisición logran captar junto con los del exterior
para manifestar su inconformidad. Mientras que los jóvenes con menor capacidad adquisitiva
de recursos económicos para explorar el exterior, se alimentaban de información local, de lo
que llegaba a la ciudad como por ejemplo la salsa o los juegos panamericanos, información
por la que empiezan a rechazar la adopción de una cultural diferente a la que se gestaba como
singular de la población caleña (Coca, 2016).

En un contexto cambiante de sus diferentes estructuras emergía Andrés Caicedo, fue


ese contexto el que formó, desarrolló y sobre todo pudo influir en la vida de Caicedo,
conocido como crítico de cine por la calidad de sus críticas, nació en Cali y creció
entusiasmado por no perder tiempo de su vida porque desde joven sabía que tenía un asunto
con la muerte, es decir, que ya tenía definido su final en la muerte como algo irreversible
(Van der, 2004). Aquel entusiasmo lo demostró en la lectura, la escritura y la mentira, estudió
teatro en la Universidad del Valle, realizó publicaciones en distintos diarios, obtuvo dos
premios literarios, en su fascinación por el cine fundó junto a sus amigos el Cine-Club de
Cali, con la creación de lo que él atribuyó como su mejor cuento “Maternidad”, inicia la
publicación de su revista Ojo al cine, que llegó a ser la más importante del país; después de
escribir su novela ¡Que viva la música!, el mismo día de recibir el primer ejemplar se suicida
(Anciara, 2017).

Andrés escribía para las personas de su ciudad, “describió una sociedad en la que la
moral dependía del contexto y la violencia era un fenómeno habitual (lo mismo que las
injusticias), y en la cual la creciente urbanización destazaba cada vez con más saña a la
naturaleza: ese lugar hermoso, poseedor de tranquilidad y divinidad” (Anciara, 2017), es
decir, que las personas regían por la ideologización cultural de la época, en la que se
naturalizaban los actos violentos, mayormente en la zona sur y oriente, zonas que se iban
poblando cada vez más y se iba perdiendo el verde que rodeaba la ciudad. Por otro lado,
Tibble (2017) manifiesta que era un contestatario que enfrentó a su clase, a su familia, a su
sociedad y a su ciudad por no querer ser manipulado socialmente por esa ideologización que
se gestaba en la ciudad.

No cabe duda que escribir era su pasión, era en lo que se desenvolvía mejor, a través
de sus escritos representaba situaciones, emociones, experiencias y deseos. Tibble (2017)
menciona por una entrevista realizada a Luis Ospina, que era una persona que no se
comunicaba muy bien hablando, era tartamudo, no se expresaba bien, huía de las
conversaciones al punto de decir “no mejor te escribo” para al día siguiente encontrar bajo la
puerta una carta.

La causa de su suicidio es leída de diversas formas: algunos afirman que fue una
representación del “rechazo absoluto de las obligaciones sociales, como garantía de honor de
haber sido absolutamente fiel a sí mismo” (Van der, 2004, p. 113), mientras que otros
mencionan que había logrado su meta y decidió partir definitivamente (Anciara, 2017). Otros
le otorgan un mayor sentido a lo manifestado implícita y explícitamente en sus escritos, frente
a que vivir más de 25 años era una insensatez. Pero también existe una postura que toma más
en cuenta el contexto: “las atribuciones al suicidio no se pueden comprender por fuera de la
estructura de relaciones en la que participan diferentes agentes e instituciones comprometidos
en la producción literaria, críticos, revistas, escritores, lectores, etc., que, por lo demás,
mantienen entre sí relaciones de oposición y de afinidad, por fuera de este espacio, el suicidio
de Andrés Caicedo no habría podido aspirar al reconocimiento ni a la existencia social como
gesto dotado de valor y de prestigio” (Van der, 2004, p. 110).

Frente a la interpretación del suicidio de Andrés Caicedo, no queda más que estar de
acuerdo con Caicedo (2014) cuando menciona que “hay muchas formas de entender a Andrés
Caicedo (p. 207).

En conclusión, fue una persona que más que ser influenciada por el contexto en el
que vivía, influyó sobre las personas a las que le escribía, sobre una ciudad en desarrollo, de
tal forma que al suicidarse generó no sólo dolor sino también un vació en el corazón de sus
lectores y de la literatura colombiana que nadie más pudo llenar. Caicedo dejó un legado, una
historia que contar, un chisme por divulgar, pero más importante Caicedo nació, creció,
sufrió, vivió y murió en su pasión por lo que hacía.

Referencias Bibliográficas

Anciara, L. (2017). Andrés Caicedo, Vida, Obra y Suicidio. Yaconic. Recuperado de


http://www.yaconic.com/andres-caicedo/

Caicedo, L. (2014). Mi cuerpo es una celda (una autobiografía). Bogotá, Colombia:


Alfaguara.

Coca, N. (30 de octubre de 2016). Que viva la música Andrés Caicedo [Mensaje de un
Blog]. Recuperado de http://libroanalisisblog.blogspot.com/2016/10/contexto-
historico.html

Tibble, C. (2017). Las Cartas Silenciadas de Andrés Caicedo. Bogotá, Colombia: Arcadia.
Recuperado de https://www.revistaarcadia.com/periodismo-cultural---revista-
arcadia/articulo/andres-caicedo-sucidio-libro-literatura-40-anos-despues/64734

Van der, F. (2004). Andrés Caicedo: suicidio y consagración. Revista Sociedad y


Economía, (6), 109-132.

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