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Encontrados, alcanzados, transformados

Una de las invitaciones que hace el Santo Padre es releer nuestra historia personal y verificarla a la
luz de la mirada del Amor de Dios. Si bien es cierto nuestra vocación religiosa es iniciativa pura y
exclusiva de Dios, Él ha querido contar con la respuesta de cada persona elegida queriéndonos
hacer entender que la libertad es un don entregado y no reclamado.
Cuando Dios entra en la vida de cada ser humano esa vida es transformada y pensada como parte de
la Historia de Salvación. Quienes fuimos llamados a seguir tras los pasos del Verbo somos esos
protagonistas indiscutibles de esa Historia, pero como aquellos discípulos que buscan la luz en el
camino de la Iglesia.
La vida en el Espíritu no pierde actualidad, se abre al misterio para ayudarnos a conocer y percibir
la realidad a partir de Dios. Esa realidad no es solo “conocimiento” en cuanto saber sino impulso
para el cambio de mentalidad y conversión del corazón: es lo que llama el Santo Padre “un proceso
continuo de conocimiento en el Amor hacia Dios, hacia uno mismo y hacia el hermano. Entrar
dentro de ese proceso que el Papa dice es poner todas las fuerzas propias para entrar en el
dinamismo de la revelación y la recreación del Amor. De ahí que esa revelación y esa recreación
tienen un nombre y un rostro. Nada puede hacerse sin el profundo deseo de seguir a Jesucristo. He
aquí el rostro y el nombre. Ahora bien seguir a Jesucristo es una tarea sería y comprometida. Hoy la
vida religiosa no es ajena a “ciertas Contaminaciones” tales como la comodidad, la afirmación de
un YO en manera desmedida, la necesidad de “saberse reconocido” por lo que se sabe olvidándose,
en algunos casos, que el signo por el cual se nos reconocerá como discípulos es el amor y el perdón.
Seguir a Jesucristo es seguir el camino de las Bienaventuranzas, pero no solo para saberlas sino para
ser Bienaventurados que viven el Amor y Sirven a la manera de Jesús. He ahí el llamado a la
Vida Consagrada en ENCARNAR el modo de existir y actuar de Jesús como Verbo Encarnado ante
el Padre y los hermanos.
Asumir su estilo de vida, asimilar sus actitudes, dejarse guiar por el Espíritu de Dios, tener sus
mismos sentimientos y escala de Valores (1 Mandamiento y haciendo la Voluntad del Padre) es
haber sido encontrado, alcanzado y transformado por la Verdad de Cristo.
Si nos preguntamos que significa ser encontrados, alcanzados y transformados por Cristo? La
respuesta nos indica un proceso hecho por el Señor y pensado para nosotros. Responder a esa
`pregunta es tomar conciencia de que nos ha buscado ¿por qué lo hizo? Por la simple y sencilla
razón de que para el Padre somos importantes. Me viene a la mente la imagen del Buen Pastor que
sale y busca a la oveja perdida y herida y sale a buscarla porque se encuentra perdida e
imposibilitada de retomar, por sí sola, el Verdadero Camino.
Ser alcanzados por Cristo supone, a mi modo de ver, comprender la importancia de detenerse.
Muchas veces llevamos vidas alocadas, muy dispersas, llenas de ruido que nos “impermeabilizan”
de las cosas de Dios. Si caemos en la “impermeabilización” corremos el riesgo de
“acostumbrarnos” a Dios y a sus cosas perdiendo el sabor que cada consagrado tiene para salar.
Permanecer en Cristo es detenernos para ser alcanzados, inundados y unidos por Él. Permanecer en
Cristo es detenerse para contemplar la belleza a la que estamos invitados a mirarle sin temor y a
dejarnos mirar por él. Quien quiere permanecer en Cristo debe vivir escondido en Cristo. Ser
consagrados nos convierte en su total pertenencia. Es Él el que cuenta, es Él el que enseña, es Él el
que reina hasta el punto que nuestro amor adquiere la característica de lo esponsal. Encontrarnos
con Cristo nos invita a ser dinámicos, creativos, no rutinarios, es más diría que nos invita a ser
Cristocéntricos teniéndole como el SUMO BIEN y esto solo se hará en la medida en que nuestro
comunión con Él se convierta desde un simple conocimiento a la experiencia más maravillosa que
podemos tener. Esto solo es posible si facilitamos el crecimiento en la intimidad con Jesús.
Leer pag. 27 lo dicho por el Santo Padre.
El Papa anima a tener la “inquietud del corazón”. Es ese corazón inquieto del cual hablaba San
Agustín que busca porque ha sido encontrado, alcanzado y transformado por la “inquietud del
Amor”. Ha probado el gusto del Amor de Dios y por eso lo persigue apasionadamente.

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