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“Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro la enfermedad es casi incurable”, Voltaire.

En el año 1967, Jacques Lacan advirtió, de manera casi oracular, el futuro sombrío que se
manifestaría en el mundo occidental, donde el porvenir esperanzador prometido por los
mercados comunes encontraría su envés a partir de la manifestación más extrema de los
procesos de exclusión social. “Se trata del advenimiento, correlativo a la universalización
del sujeto procedente de la ciencia, del fenómeno fundamental cuya erupción puso en
evidencia el campo de concentración. Quién no ve que el nazismo sólo tuvo aquí el valor de
un reactivo precursor”1.

Bajo esta perspectiva es verificable cómo la globalización fue acompañando el incremento


de la desigualdad y el de los fenómenos segregativos, el incremento del racismo como así
también el resurgimiento de líderes mesiánicos, supuestos dueños de la verdad que los
hace, por estructura, enemigos declarados de la democracia como así también del
psicoanálisis.

A partir de estas coordenadas, los analistas que abrevamos en la enseñanza de Lacan,


contamos con una brújula para orientarnos acerca de cómo intervenir en los debates
políticos y sociales, debates que si bien se alejan de la práctica analítica clásica, no son
ajenas al discurso analítico. Nuestra intervención, si intenta incidir en la realidad política,
deberá prescindir de la subordinación a modelos afines a la Iglesia o el Ejército.

El desafío es el de hacer converger de la buena manera una articulación posible entre el


psicoanálisis y la política, permitiendo establecer los dos campos (también podría decir los
dos discursos), el de la política, que frente a la emergencia de lo real, intenta en forma
permanente ir a la búsqueda del sentido y el del psicoanálisis que está llamado a soportar el
sin-sentido.

¿Cómo intervenir en el debate político?

Uno de los aportes subversivos del psicoanálisis es haber anunciado que no hay Otro del
Otro. Frente a este dolor cuasi-existencial, el totalitarismo, ya sea de izquierda o de
derecha, si bien con fundamentaciones antagónicas, aspira a reabsorber la división de la
verdad para instaurar el reino del Uno. Esa aspiración, que evoca el discurso paranoico del
padre schreberiano, tiene en su horizonte el anhelo de construir una sociedad disciplinada.

Una sociedad disciplinada habitada por sujetos disciplinados suelen compartir,


identificación mediante, el culto a la personalidad y la devoción incuestionable hacia el líder
que suele encarnar el rasgo unario, constituyéndose en versiones caricaturescas del
bigotito del Führer.

No hay que olvidar que un sujeto tomado por la identificación alienada al Ideal suele abdicar
de la moral y de la ética.

Es sabido que la política promueve fenómenos identificatorios a partir del uso específico que
hace de las palabras y de las imágenes.

Como contrapartida, el discurso analítico promueve la producción y caída de los S1 que


gobiernan al sujeto y desde donde se lo gobierna, y es por esta razón que es de esperar que
se constituya, para el analizado, en un antídoto contra la tentación de inscribirse en un
colectivo que asume un mismo objeto como Ideal del yo.

Aceptando esta disyunción de discursos, es de esperar que el psicoanalista, al participar en


los debates políticos, deba ser no solo un aguerrido defensor de los derechos humanos, sino
que también deberá oponerse a cualquier discurso o acción segregativa o discriminativa.

Es esperable que con nuestro decir podamos incidir para que en el campo político se
respeten a ultranza la articulación entre normas y particularidades individuales.

Los analistas debemos estar advertidos que nuestra acción en la ciudad, nuestra incidencia
en el discurso político, debe promover una acción que le haga la contra a aquellos
regímenes políticos que usan, de manera maliciosa, los instrumentos de la democracia, a
condición de renegar de los valores republicanos.

Es de esperar que el psicoanálisis pueda contribuir con su quehacer a la construcción de un


espacio simbólico en que se manifiesten los intercambios discursivos para la producción de
una nueva significación, que permita instalar en la sociedad nuevas categorías conceptuales
para la comprensión y promoción de alternativas superadoras a los impasses que encuentra
el hecho social.

Una perspectiva política democrática que deberíamos promover, así lo entiendo, sería
aquella que diferencia el gobierno del estado, que respeta la libertad de expresión y el
pluralismo, y que provee las herramientas necesarias para pensar el hecho social.

El intento de llevar el psicoanálisis a la política siempre está a merced de que la política


partidaria desvirtúe al psicoanálisis y nos haga perder el rumbo a los psicoanalistas.

Es un riesgo frente al cual, creo, no debemos retroceder, es una exigencia que debemos
enfrentar.

Los analistas, como sostiene Eric Laurent, “tienen que pasar de su lugar como un
especialista de la des-identificación a la del analista ciudadano (…) Los analistas han de
entender que hay una comunidad de intereses entre el discurso analítico y la democracia,
¡pero entenderlo de verdad!”2.

Es de esperar que podamos contribuir en un debate que promueva la comunidad de


intereses entre la democracia, como modo de organización de la comunidad política y el
discurso analítico, que promueve la utopía de una comunidad antisegregativa, que
promueve una comunidad que soporte las excepciones.

Es una forma de oponernos a la preocupante tendencia a descalificar la opinión diferente


con un ataque estigmatizante al propio ser de aquél que la sostiene.

Nuestra apuesta: No a la segregación. Sí a la conversación. Ya que nuestra divisa no debe


olvidar que “no hay normas. Todos los hombres son excepciones a una regla que no existe”
(Fernando Pessoa).

Oscar Zack es psicoanalista, reside en Buenos Aires.


AME Miembro de la EOL y de la AMP, Docente del Instituto Clinico de Buenos Aires
(ICdeBA), Docente de la Maestría en Clínica Psicoanalítica de la Universidad de San Martín
(UNSAM), autor de varios libros, entre ellos Vigencia de las Neurosis (Grama Ediciones) y
Vigencia de las Psicosis (Grama Ediciones).

Notas bibliográficas:

1
Lacan, J., Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. Otros
escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012.

2
Laurent, E., “El analista ciudadano”, en Psicoanálisis y salud mental, Tres Haches,
Argentina, 2000.

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