Está en la página 1de 14

Introducción.

1. Antecedentes ideológicos.
1.1. Aplastad a la canalla!

1.2. Enciclopedistas.

1.3. Ni gentes opulentas ni mendigos!

2. Antecedentes Políticos.
2.1. Síntomas de Revolución.
2.1.1. Primer síntoma de revolución.

2.1.2. Segundo síntoma de revolución.

2.1.3. Tercer síntoma de revolución.

2.1.4. Cuarto síntoma de revolución.

2.2. Mentalidad revolucionaria.

3. Reacción feudal.

4. No, señor, es una revolución.

1
Introducción.
La revolución francesa fue en mayor medida el paso de la sociedad
estamental, heredera del feudalismo, a la sociedad capitalista, basada en una
economía de mercado. La burguesía ascendente y conciente de su nuevo rol
en la sociedad, desplazó del poder a la aristocracia y a la monarquía absoluta.
Los revolucionarios franceses no sólo crearon un nuevo modelo de sociedad y
estado, sino que difundieron un nuevo modo de pensar por la mayor parte del
mundo.
El siguiente trabajo estudia los acontecimientos previos a la revolución,
analizando el contexto social en el que se desarrollo y dedicando un especial
apartado a las culturas políticas que tanto influenciaron este acontecimiento.
Pues a mi entender el desglose ideológico de esta revolución, es de vital
importancia para la historia de la humanidad, servirá para conocer el pasado,
pero sobre todo para comprender el presente.

Como hemos mencionado, la burguesía que aquí será expuesta levanta


sus cimientos sobre la sociedad feudal, los nuevos mercados internacionales le
ofrecen al burgués un nuevo campo de actividad comercial con lo cual
acrecienta su elemento revolucionario, que no es otro que el capital, la cruel
opresión al trabajador que dicta la burguesía no se distingue del abuso
presentado por el antiguo señor feudal. De esta manera el burgués genera a su
antagonista, el proletariado.

Bajo estas premisas se desarrollará el siguiente trabajo, intentando por


todos los medios, ser lo más claro y conciso posible, a fin de evitar
confusiones.

2
1. Antecedentes ideológicos.
1.1. Aplastad a la canalla!
Las demandas de la burguesía habían sido planteadas mucho antes de
la revolución. Durante la primera mitad del siglo XVIII, gozaban de una gran
influencia personajes como Voltaire y Montesquieu, pertenecientes a la vieja
generación de los escritores políticos de la burguesía francesa.
Voltaire (1694-1778) era famoso por sus manifestaciones iracundas y
apasionadas contra el régimen de la servidumbre y contra la iglesia,
“destrozaba y quemaba como un rayo”1. Voltaire exigía la tolerancia religiosa, la
libertad de palabra, de prensa, la inviolabilidad de la persona, al tiempo que
exponía “aplastad a la canalla”, refiriéndose a la iglesia católica imperante en
Francia. Ya con sus primeros versos, fue recluido en la Bastilla y, apenas
liberado, tuvo que huir a Inglaterra. Durante su vida, se vio en la necesidad de
deambular por el extranjero. Voltaire estimaba que “el populacho debe
mantenerse en la más severa obediencia” que para el pueblo simple, la religión
es incluso útil, y él mismo, en su hacienda, erigió un monumento con la
inscripción: “A dios, de Voltaire”. “Si dios no existiera, habría que inventarlo”,
exponía. En pocas palabras, Voltaire esperaba el cambio de las normas
existentes, no de le revolución, sino de un soberano ilustrado-filosófico.
Aún así influyó, a lo mejor sin quererlo, en la revolución más importante
a nivel cultural de la humanidad.
Montesquieu (1689-1755) era presidente del parlamento en Burdeos. Su
obra más reconocida, Del espíritu de las leyes, la escribió en el transcurso de
treinta años y, cuando apareció, tuvo un éxito tan grande que durante su vida
se imprimieron veintidós ediciones de este libro. Desarrolló la teoría de la
separación de poderes, la cual estimaba que la tarea principal de rey es solo la
de vigilar el cumplimiento de las leyes. El poder legislativo pertenece a los
representantes de las clases pudientes. El rey, según Montesquieu, tenía el
derecho de imponer el veto a las leyes confeccionadas por el Parlamento.
Esta teoría limitaba el poder del rey en beneficio de la burguesía.
Montesquieu promovió ante la burguesía francesa la perspectiva de obtener
una influencia semejante a la que tenía la burguesía en Inglaterra.

1
HERZEN, Alexander, trad. de Olga Novikova y José Carlos Lechado. Pasado y pensamientos. Madrid:
Tecnos, 1994. p. 15
3
1.2. Enciclopedistas.
A mediados de 1751, aparecen en Francia los primeros tomos de la
“Enciclopedia de las ciencias, de las artes y de los oficios”, al frente de la
cual estaban Diderot y d’Alambert en la mencionada obra podemos encontrar
colaboraciones de Voltaire, Montesquieu y a Jean-Jacques Rousseau
escribiendo artículos sobre música.
En esta enciclopedia se ofrecía una descripción de las diversas
producciones en Francia, de las diferentes manufacturas, de la agricultura, etc.
La burguesía deseaba mostrar todos los progresos que había alcanzado. Pero
la razón por la cual nos vemos forzados a incluir esta obra dentro de los
antecedentes ideológicos de la revolución, es por su carácter político de
combate, Diderot y d’Alambert declararon una lucha asidua contra la iglesia
católica, sometieron a una crítica implacable las instituciones del régimen
feudal. Por estas inclinaciones el Consejo Real dispuso la destrucción total de
los primeros tomos de la enciclopedia, sin embargo su último tomo apareció en
vísperas de la revolución y el Consejo no tuvo nada que hacer.
El idealismo excesivo que promulgaban los enciclopedistas en cuanto al
desarrollo de la sociedad, hizo que sus ideas políticas se perdieran, pues estos
suponían que la evolución social depende solo de los progresos de la razón.

1.3. Ni gentes opulentas ni mendigos!


La demanda de una república, la teoría de que la fuente de poder es el
propio pueblo y de que éste no puede confiar a nadie el poder, fue promovida
por el representante de la democracia pequeño-burguesa, Juan Jacobo
Rousseau (1712-1778). Testigo de la lucha entre clases desde pequeño, en su
libro, “Del origen de la desigualdad”, expone: …“El primero que concibió la
idea de crear una parcela de tierra y decir; esto es mío, y que encontró gente
suficiente ingenua para que se lo creyeran, éste fue el auténtico fundador de la
sociedad ciudadana. De cuantos delitos, guerras, asesinatos, desgracias y
horrores hubiera desembarazado al género aquel que, arrancado las estacas y
llenando las zanjas hubiera gritado: cuidado, no deis crédito a este estafador;
pereceréis si olvidáis que la tierra pertenece a todos”...

4
Aún así, Rousseau se ve obligado a reconocer la propiedad privada, solo
estima que es necesario limitarla, “que todos tengan suficiente y que nadie
tenga demasiado”.
En su obra más prestigiosa, “El contrato social”, esgrime quizá la idea
más resonante de la época; donde a juicio del autor, la sociedad y el estado
nacen mediante el convenio mutuo entre las diversas personas, en beneficio de
sus intereses comunes. El depositario del poder “el soberano” es el propio
pueblo. El ideal de Rousseau es la república democrática de pequeños
propietarios en la que cada familia produce todo lo que necesita para ella.
Rousseau, nunca pensó en instaurar una sociedad igualitaria, sino en
corregir la injusticia social, reducir las diferencias. Su ideal era confusamente
compartido por las masas parisinas, las cuales reclamaban el derecho a la
existencia, pero naturalmente, no presentaban una justificación teórica de este
derecho. Esta perspectiva esta especialmente expuesta en la petición de los
“Sans-culottes”, del 2 de Septiembre de 1793, donde pretenden; “fijar los
beneficios de la industria y los beneficios del comercio por una tasa general y
limitando la extensión de las explotaciones agrícolas, sino llegando a imponer
una tasa a las fortunas”2.
Sus ideas influyen en los sectores burgueses, sobre todo en las masas
campesinas democráticas, que aspiraron a destruir el feudalismo, que no le
temían a las calamidades del capitalismo.

2. Antecedentes Políticos.
Síntomas de Revolución.

2
SOBOUL, Albert. Las clases sociales de la Revolución Francesa. Madrid: Fundamentos, 1971. p. 94.

5
Primer síntoma de revolución
Desde los primeros momentos de su reinado, Luis XVI hizo notoria su
falta de experiencia, falencia que fue atribuida a la corta edad en la que es
nombrado rey. La mencionada situación logro convertirlo en el hazmerreír de la
corte francesa, sumado al matrimonio con María Antonieta que agravaba los
rumores, dado que el despilfarro monetario de su esposa no hacia otra cosa
que inestabilizar aun más su reinado.

Segundo síntoma de revolución


Anne Robert Jacques Turgot, barón de Laune, toma el control general de
Hacienda, su trayectoria fuera de la política es igualmente reconocida; obras
como “Cartas sobre la biblioteca” y “Elogios de Gournay” dan muestra de ello.
Mientras Turgot toma el control de Hacienda, otros filósofos y economistas
también alcanzan el poder, es así que Dupont de Nemours es nombrado
Inspector de Manufacturas y Condorcet Director de la Casa de Moneda. Turgot
no logro imponer grandes reformas, sí se impuso mejorar el déficit de la nación
entregando a administraciones de impuestos indirectos el patrimonio real y los
correos y transportes. La primera traba en su administración se generó al
liberar el comercio de los granos, que suprimía la Agencia de Trigos y
autorizaba a los campesinos a vender sus granos donde y cuando quisiesen.
La cosecha de 1774 había sido mala y a fines de 1775 el alza provocó grandes
disturbios, en el que interviene Turgot reprimiendo y ahorcando prisioneros, de
esta manera “la guerra de las harinas” concluye y con ella el crédito del
ministro. Los nobles, el clero y el parlamento esta contra su política. Hacia 1776
sustituye la prestación personal para la reparación de caminos por un impuesto
a todos los terratenientes y otro adicto que abolía las corporaciones y se
otorgaba libertar a la industria y al comercio, obviamente es despedido un 12
de Mayo de 1776. En pocas palabras Turgot quiso buscar un equilibrio
financiero reduciendo los gastos.
Clugny toma el control de Hacienda y revoca todos los adictos de Turgot,
al morir el cargo desemboca en Necker que ante el temor de cometer los
mismos errores de Turgot se mueve con cautela y no introduce grandes
cambios en la economía francesa, pensamiento que no mantendrá durante
mucho tiempo.

6
Tercer síntoma de revolución.
Con el estado Francés totalmente endeudado y el rey a merced de la
aristocracia Necker abandona el Ministerio de Hacienda, lo reemplaza Joly de
Fleury y Lefaure d’Ormesson que continúa endeudándose con empréstitos para
soportar las debacles económicas que sufría el país a causa de la Guerra en
América. Finalmente en 1783 Calonne se hace cargo de Hacienda bajo el lema
“si la producción aumenta los ingresos también”, de esta manera ordena obras
en los puertos, construir caminos, etc. Pero debe continuar generando
empréstitos para soportar estos gastos, totalmente ahoga de deudas y decidido
a no presentar la banca rota, no ve otra salida que un esfuerzo fiscal; “que los
privilegiados paguen”. El 20 de Agosto de 1786 manda a Luis XI una memoria
donde propone una reforma de estado, la cual consistía en sustituir las
vigésimas por subvención territorial que pagarían todos los terratenientes, al no
poder cobrarle al Clero, vende una parte de sus derechos feudales y les daría
libertad de comercio a los pequeños burgueses, suprimiría las aduanas
internas y convocaría a asambleas provinciales que serían elegidas por
sufragio. No se aplican debía a la alta influencia que la aristocracia tenia sobre
el rey.

Cuarto síntoma de revolución.


Vergennes, encargado de los Negocios en el extranjero es quien
provocará el cortocircuito más grande entre el reino y el pueblo francés.
El desencanto con Inglaterra luego de la guerra de los siete años aún
seguía latiendo entre los franceses, la oportunidad de revancha llegaría el 4 de
Julio de 1776 desde los EEUU, cuando es declarada la independencia de Gran
Bretaña y Silas Deane junto a Benjamín Franklin solicitan apoyo a Francia.
Vergennes hace la vista gorda a las operaciones de suministros a EEUU,
inicialmente Francia no se involucra completamente en la Guerra de América,
situación que se modifica en 1778 cuando decide acabar con los ocultamientos
y formar parte de la Guerra. De la otra orilla esta Inglaterra que pretende
controlar el comercio de los estados neutrales y prohibirles el tráfico con las
colonias enemigas, esto provoca que Holanda entre también en la guerra al
igual que otros pequeños estados que veían aquí un ingreso monetario

7
importante. Finalmente Gran Bretaña abandona las costas americanas, al
firmarse el Tratado de Versalles en 1783 se consagra formalmente la
independencia de EEUU y se le devuelve a Francia Santa Lucia, Tobago y
Senegal. Igualmente Francia firmará en 1786 un tratado de comercio con
Inglaterra.

2.2. Mentalidad revolucionaria.


Son las dificultades de la vida, el temor, la inquietud por el futuro, lo que
provoca en principio un descontento latente y una predisposición a la rebelión
en las masas.
En primer lugar los problemas económicos y sociales muy generales y
que desbordan ampliamente el marco de los Estados, esto acarrea una un
degradación lenta y continúa del nivel de vida. En segundo lugar la “presión
demográfica” mal controlada. A partir de 1770, siendo más numerosas la
población y encontrándose la producción marcada por frecuentes malas
cosechas, se hace difícil alimentar a las masas. Se complica procurar trabajo y
el alza de los precios genera un masivo descontento.
La inquietud por el futuro, la incertidumbre, el descontento, predisponen
la mentalidad revolucionaria. Falta que las masas inquietas puedan hallar las
razones y el porqué de sus miserias. En la Francia absolutista aunque
concientes de las dificultades sociales, las masas escuchaban razones
provenientes de otros sectores sociales, los cuales exponían en una primera
instancia problemas religiosos, ya se tratase de la corrupción de la Iglesia
Católica, o de las herejías de los protestantes. A partir de mediados del siglo
XVIII, los pensadores políticos, entonces llamados “filósofos” acusaron al
régimen político de “feudal”, estas ideas propagadas por miles de libros,
folletos, periódicos, logias masónicas, sociedades de pensamiento de cualquier
tipo, terminaron por introducirse hasta el más remoto de los pueblos.
Sin embargo del descontento general y de un espíritu reivindicativo
ampliamente extendido, a la formación de una mentalidad de agresión, hay un
largo trecho. Las manifestaciones revolucionarias, no están organizadas por
“muchedumbres” sino por “asambleas”. La muchedumbre es un grupo de
personas que se encuentran reunidos en un lugar casualmente, sin la voluntad
común precisa y sin organización. Las asambleas son agrupaciones
8
semivoluntarias que pueden transformarse muy fácilmente en asambleas
revolucionarias, también existen asambleas organizadas intencionalmente. En
ellas la violencia se propaga rápidamente por contagio, se lucha porque se ve
luchar. En caso de victoria, los miembros se sienten solidarios, y tienden a
establecer entre ellos organizaciones permanentes, a fin de asegurar el
resultado recientemente obtenido.

3. Reacción feudal.
Cada uno de los intentos de reforma fracasaba rápidamente en la
Francia absolutista, ya que la resistencia de los intereses tradicionales era más

9
fuerte. Pero cada fracaso significaba un paulatino incremento de la fuerza de
los burgueses que día a día iban tomando más protagonismo.
Sin embargo, no se debió a esto el estallido de la revolución, entre
muchas teorías que fueron expuestas con el paso de los años, desarrollaré la
que me parece más oportuna para explicar el porque del estallido de la
revolución; de esta forma deberemos remitirnos a la “reacción feudal”.
La nobleza francesa gozaba de considerables privilegios, como la
exención de impuestos y el derecho a cobrar tributos feudales. Políticamente
estaban excluidos de toda independencia y responsabilidad por la monarquía
absoluta, y económicamente los nobles estaban excluidos del ejercicio del
comercio o cualquier profesión, dependiendo de las rentas de sus propiedades,
de donaciones, pensiones, etc. Debido a sus grandes gastos, inherentes a la
condición nobiliaria, sus ingresos mal administrados no eran suficientes. Se
aferraban a cargos oficiales que la monarquía, descontenta, les otorgaba. Por
todas estas razones, la nobleza no solo irritaba a la clase media francesa al
competir con éxito en la provisión de cargos oficiales, sino que socavaba los
cimientos del estado con su creciente inclinación a apoderarse de la
administración central y provincial.
Los problemas en Francia iban en aumento, por una parte el
campesinado que agotado de pagar tributos va incrementando su fastidio día a
día, por otra parte los problemas financieros, pues como hemos visto, Francia
se vio involucrada en la guerra de la independencia norteamericana, lo que
ocasiono la bancarrota del estado.
La crisis gubernamental brindó una oportunidad a los aristócratas y a los
parlements. Pero una y otros se negaron a pagar sin la contrapartida de un
aumento de privilegios. La primera brecha en el frente absolutista fue abierta
por una selecta pero rebelde “asamblea de notables”, convocada en 1787 para
asentir a las peticiones del gobierno. La segunda, fue convocar a los Estados
Generales, la vieja “asamblea feudal” del reino, de esta manera, la revolución
empezó como un intento aristocrático de recuperar los mandos del Estado.
Este intento fracaso por dos motivos; primero por subestimar las intenciones
independientes del “tercer estado” y segundo por desconocer la profunda crisis
económica y social que alejaba a sus peticiones políticas.

10
La revolución francesa no fue hecha o dirigida por un partido, ni por unos
hombres que trataban de llevar un movimiento sistemático, incluso sería difícil
encontrar en ella líderes de la clase que nos han acostumbrado las siguientes
revoluciones del siglo XX. No obstante, un sorprendente consenso de ideas
entre un grupo social coherente dio una unidad efectiva al movimiento
revolucionario, este grupo era la “burguesía”. Sus ideas liberalistas, impulsadas
por los filósofos y los economistas de la época se propagaron con gran fuerza
por la nación. De esta manera los filósofos pueden ser considerados los
responsables de la revolución.
En su forma más general la ideología de 1789, era masónica. Las
peticiones del burgués, están expresadas en la Declaración de los derechos
del hombre y del ciudadano de 1789, el cual es un manifiesto contra la
sociedad jerárquica y los privilegios del noble, pero no es bajo ningún motivo un
manifiesto a favor de una sociedad democrática o igualitaria. La burguesía no
expresaba solo sus intereses de clase, sino la voluntad general “del pueblo”, al
que se identificaba de manera significativa con “la nación francesa”. En
adelante el rey sería Luis XVI, no por la gracia de dios, rey de Francia y
Navarra, sino por la gracia de dios y la Ley Constitucional del Estado, rey de los
franceses.
Aunque los pobre campesinos y los obreros eran analfabetos,
políticamente modestos e inmaduros y el procedimiento de elección indirecto,
610 hombres, la mayor parte de ellos de aquella clase, fueron elegidos para
representar al tercer estado. Este tercer estado estaba formado por abogados
que desempeñaban un importante papel económico en la Francia provinciana,
cerca de un centenar eran capitalistas y negociantes. La clase media había
luchado arduamente y con éxito para conseguir una representación tan amplia
como la de la nobleza o el clero juntas. Ahora se luchaba en igualdad de
condiciones. Su principal objetivo era convertir los Estados Generales en una
asamblea de diputados individuales que votaran como tales, en vez del
tradicional cuerpo feudal que deliberaba y votaba por órdenes, situación en la
cual la nobleza y el clero siempre sacarían ventaja. Por este motivo se sucede
el primer choque directo revolucionario, unas seis semanas después de la
apertura de los Estados Generales, los comunes, impacientes por adelantarse

11
a cualquier acción del rey, de los nobles y el clero, constituyeron una Asamblea
Nacional con derecho a reformar la Constitución.
El tercer estado triunfó frente a la resistencia unida del rey y de los
estamentos privilegiados, porque representaba no solo los puntos de vista de
una minoría educada y militante, sino los de otras fuerzas mucho mas
poderosas; los trabajadores pobre de las ciudades.

4. No, señor, es una revolución.


Muchas veces se ha dicho que la caída de la Bastilla fue un estallido en
un cielo sereno. Lo que nos propone que antes de esa situación todo era
12
calma, tanto en Francia como fuera de ella. Es conocida la anécdota que evoca
a un Luis XVI totalmente desinformado de tal suceso, a lo mejor sea un cuento
a lo mejor no, pero es significativa y por ello será expuesta.
Cuenta la historia que el duque de Liancourt apremiado por la reciente
toma de la Bastilla, se dirige al cuarto del rey, luego de exponer la situación,
Luis XVI dice; “¿Pero es una revuelta?” Exclamaba, extrañado la mañana del
15 de Julio de 1789. “No, señor, es una revolución”, le responde el duque.
La toma de la Bastilla se sitúa en un clima de disturbios sociales,
motines y manifestaciones violentas. Su significado le viene, por una parte,
porque consagraba el fracaso de las tentativas hechas por el rey para oponerse
al movimiento revolucionario y porque la fortaleza se consideraba como el
símbolo de la arbitrariedad con la monarquía absoluta.
Ante la toma de la Bastilla, Luis XVI se vio obligado a ceder ante la
oposición a los decretos reales y la tendencia a la sublevación del propio
Ejército Real. El 27 de Junio Luis obligó al clero y a la nobleza a que se unieran
a la Asamblea Nacional. El pueblo parisino responde a estos actos colmando
París de disturbios, un 12 de Julio de 1789. Las multitudes asaltaron y tomaron
la Bastilla, una prisión real que simbolizaba el despotismo de los Borbones, allí
eran encerrados, sin proceso previo quienes resultaban molestos para el
gobierno.
La siguiente secuencia de acontecimientos es muy confusa; y da como
resultado noventa y ocho asaltantes muertos y setenta y tres heridos; mientras
que los defensores tuvieron un solo muerto y tres heridos.

Bibliografía:

EFIMOV, N. Historia social de la Revolución Francesa. Madrid: Miguel


Castellote, 1973. 100 p. (Colección Básica. Historia v. 15)
13
ISBN 84-7259-017-8

GODECHOT, Jacques. Los orígenes de la Revolución Francesa : la toma de la


Bastilla [14 de julio de 1789]. 2a. ed. Barcelona: Península, 1985. 376 p.
(Colección Historia, Ciencia, Sociedad v. 108).
ISBN 84-297-0990-8

HOBSBAWM, Eric. La era de la revolución: 1789-1848. 3a. ed. Buenos Aires:


Crítica, 2003. 344 p. (Biblioteca E. J. Hobsbawm de Historia Contemporánea).
ISBN 987-9317-10-6

LEFEBVRE, Georges, trad. De SILVA DE SALAZAR, María Teresa. La


Revolución Francesa y el Imperio [1787-1815]. México: Fondo de Cultura
Económica, 1970. 294 p. (Breviarios v. 151).

SOBOUL, Albert. Las clases sociales de la Revolución Francesa. Madrid:


Fundamentos, 1971. 230 p. (Colección Ciencia. Serie historia v. 6)

14

También podría gustarte