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UNIVERSIDAD ABIERTA PARA ADULTOS

(UAPA)

Asignatura:
Ciencias de la educación mención gestión de centros educativos

Tema:

La informática y la educación

Facilitador:

Participante:

Fecha
15 de marzo del 2019
República Dominicana
Realiza un cuadro comparativo sobre el escenario económico, político, social y
educativo en la República Dominicana desde los años 30 hasta la actualidad y su
impacto en las políticas educativas.

Año Escenario Escenario Escenario EscenarioEducativo


Economico politico Social
30

40

Elabora un ensayo sobre el Neoliberalismo y su articulación con las políticas


educativas.

La ideología neoliberal hace notar sus garras en la educación cuando pregona la necesidad de privatizar

la escuela y convertirla en una mercancía, pues según Milton Friedman la educación debe ser un

mercado como cualquiera otro, porque no se justifica que exista un monopolio estatal de la educación,

esto es un perjuicio a los consumidores, puesto que ellos deben y pueden escoger las escuelas donde

quieren que estudien sus hijos, por su parte el estado no debe imponer restricción alguna que se lo

impida.

Para poder estimular este proceso, el estado debe crear auxilios educativos y entregárselos a los

particulares, que los usaran donde mejor les parezca, que obviamente resulta ser la educación privada,

gracias a toda la propaganda que a su favor se despliega en la sociedad[i], o el gobierno contrata con las

instituciones privadas la educación de las clases menos favorecidas, que le quedan debiendo el favor al

propietario del colegio o al politiquero que gestionó el contrato a cambio de unos votos. . Esa es una

propuesta central del neoliberalismo educativo, que ya se aplica en gran parte de los países de América

Latina, como en Colombia, Brasil y Chile.

Pero el proceso de mercantilización de la educación no viene solo, viene acompañado de la imposición de

un nuevo lenguaje que empobrece conceptualmente a la educación en forma catastrófica: la escuela es


una empresa, los rectores son administradores, los profesores son formadores de capital humano, los

estudiantes son usuarios, los padres de familia son clientes y se exalta la noción gerencial de calidad

como resultado de la lógica costo-beneficio. Según esta terminología la escuela no es un lugar en donde

los individuos se forman culturalmente para la vida, es una empresa del conocimiento.

De manera coherente la finalidad clara y precisa de esta nueva empresa consiste en formar individuos

competentes en el mercado. De allí que el aprendizaje es juzgado por su utilidad inmediata, o, según la

jerga de los gurús de moda, por la empleabilidad que ella genere. Bajo esta concepción empresarial la

educación se entiende como una actividad en la que se realiza una inversión a mediano plazo por parte

de los padres de familia en sus hijos, con el fin de cualificar ese capital humano.

Por supuesto, esa cualificación resulta más rentable si se hace en prestigiosas empresas educativas, sin

importar si eso es cierto o no, porque éstas garantizan que al final del ciclo escolar sus hijos sean

competitivos. Por ello, en la educación se ha introducido la noción de competencias, un término que en el

lenguaje neoliberal corresponde a uno de sus significados en castellano, a enfrentamiento y disputa, y ese

es el mismo sentido económico que se le ha dado a ese vocablo. Cuando hablamos de competencias en

el sistema educativo, es evidente la intromisión de intereses económicos capitalistas en el ámbito escolar,

pues evidentemente las que ellos avalan no son las que el pueblo necesita para actuar como ciudadanos

críticos y participativos, como hombres de bien al servicio de sí mismo, de su familia y de su comunidad.

El tipo de competencias que se exigen están referidas a cosas inmediatamente útiles, en términos

laborales, según las lógicas de los empresarios. No se habla, en ninguna parte, de competencias

relacionadas con la capacidad crítica, la autonomía personal, la toma de decisiones, el conocimiento

histórico y social, el desarrollo humano sostenible, el respeto y el cuidado de los recursos naturales, la

cultura autóctona y la formación humanística, porque esos son los saberes que se consideran inútiles,

porque no conviene a sus intereses mercantilistas. Los saberes y destrezas que hacen competentes a

una persona son los que facilitan la lucha en el mercado, para que allí se impongan los más aptos y los

mejor relacionados con los nichos de poder[ii].

De la misma forma, se enfatiza que vivimos en una “sociedad del conocimiento”, en la cual el saber se

convierte en una mercancía como lo advierten Drucker y Castells. Por eso, ahora se habla de las fábricas

del conocimiento, en razón de lo cual las universidades ya no son centros educativos para formar

individuos críticos, reflexivos, pensantes que conozcan sus derechos, sino que las instituciones

universitarias deben ser factorías educativas, cuya meta es vender servicios y obtener ganancias[iii].

Lo paradójico del caso radica en que la tal sociedad del conocimiento es, en verdad, la sociedad de la

ignorancia generalizada y por lo mismo la universidad del conocimiento es aquella en la cual se ha

entronizado como norma la crasa ignorancia de profesores y estudiantes, porque “el espíritu del sabio

enamorado del conocimiento ha pasado ya de moda, junto con el esfuerzo intelectual. Se conserva en las
minorías, como siempre; pero en la mayoría, un título universitario es un posible trampolín hacia un nivel

más alto del mercado de trabajo, no una garantía de refinamiento intelectual”[iv].

En la práctica, se fortalece una universidad de clase para formar a los sectores dominantes, los que van a

dirigir el país, basta observar la procedencia de los tecnócratas neoliberales que han impuesto sus

concepciones políticas y económicas en las dos últimas décadas. Ese círculo cerrado de universidades es

el que da prestigio y competitividad, pero allí ingresan solo unos pocos. Las otras universidades seguirán

existiendo como lo que son, garajes con acreditaciones arregladas por politiqueros para pagar favores

electorales, sin rigor ni exigencia académica, destinados a sectores de la clase media que sueñan con ser

algo más que técnicos o tecnólogos, sueñan con ser “profesionales” pero serán formados para no salir del

montón o tal vez para ser “auto emprendedores” de su propia miseria. Para el resto de la población, que

es la gran mayoría, se ofrece una educación para el trabajo, con la máscara de ser una educación técnica

y tecnológica, que dura poco tiempo, es mediocre, no le cuesta al Estado y lanza al mercado a montones

de trabajadores, aparentemente calificados.

Analiza un caso donde se evidencie el rol de la política educativa en la sociedad del


conocimiento.
Se ha dicho repetidamente que el fin de siglo y la entrada en el nuevo milenio están asociados
a un profundo proceso de transformación social. No estamos viviendo una de las periódicas
crisis coyunturales del modelo capitalista de desarrollo, sino la aparición de nuevas formas de
organización social, económica y política. Desde este punto de vista, la crisis actual es una
crisis estructural caracterizada principalmente por la simultaneidad de las dificultades

de funcionamiento en las instituciones responsables de la cohesión social (crisis del Estado-


Providencia), en las relaciones entre economía y sociedad (crisis del trabajo) y en los modos de
constitución de las identidades individuales y colectivas (crisis del sujeto). Durante algunos
años, esta nueva configuración social fue descripta como post- alguna dimensión de la
sociedad: post–capitalista para Peter Drucker, post-industrial para Touraine, postmoderna
para un amplio conjunto de intelectuales. Más recientemente, sin embargo, comenzó a
difundirse y aceptarse una visión de esta nueva configuración social basada en la idea de

que el rasgo central de la nueva organización social consiste en que el conocimiento y la


información estarían reemplazando a los recursos naturales, a la fuerza y/o al dinero, como
variables clave de la generación y distribución del poder en la sociedad. Los primeros análisis
acerca del papel del conocimiento y de la información como variables centrales del poder
fueron significativamente optimistas en cuanto a sus potencialidades democratizadoras. Alvin
Toffler fue, sin duda, el representante más importante de esta corriente. Sus análisis se
basaban en el carácter esencialmente democrático que tienen tanto la producción como la

distribución de los conocimientos y las informaciones. Según Toffler, el conocimiento es


infinitamente ampliable. Su uso no lo desgasta sino que, al contrario, puede producir aun más
conocimiento. La producción de conocimientos requiere, además, un ambiente de creatividad
y de libertad opuesto a toda tentativa autoritaria o burocrática de control del poder. Desde
esta visión, el uso intensivo de conocimientos produce la disolución de las formas burocráticas
de gestión, porque obliga a renovar permanentemente las líneas de decisión en función de la
acumulación e intercambio de los mismos. Por último, la distribución de conocimientos es
mucho más democrática que la distribución de cualquier otro factor tradicional de poder, ya
que – dice Toffler - el débil y el pobre pueden adquirirlo.

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