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DIOS ES AMOR

samypaxz@live.com

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INDICE

PROLOGO

 EL AMOR DE DIOS EN LA CREACIÓN.

 EL PANTEISMO IGNORA EL AMOR DE DIOS.

 EL ATEISMO RECHAZA EL AMOR DE DIOS.

 CIENCIA HUMANA Y FE, EN LA CREACIÓN.

 EL AMOR DE DIOS, ES VIDA PERFECTA.

 EL AMOR DE DIOS ES TRIDIMENCIONAL.

 LA FECUNDIDAD DEL AMOR DE DIOS.

 EL AMOR DE DIOS EN LA IGLESIA.

 LA EXPANSION DEL AMOR DE DIOS.

 EL AMOR DE DIOS SE MORTIFICA.

 TRASCENDENCIA DEL AMOR DE DIOS.

 HIMNO AL AMOR DE DIOS.

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PROLOGO.

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu
Santo, estén con todos los que lean alguna vez este trabajo de un creyente que quiere
amar infinitamente más a Dios. 2 Corintios 13, 13.

1- Este libro no es una prueba de las grandes verdades del Cristianismo, sino una
descripción, una analogía del Amor de Dios en la creación, siguiendo el camino de la
verdad y de la vida; Jesucristo.

El gran arcano de los misterios divinos, no puede conocerse solo por medio de la razón;
sino que solo se puede conocer plenamente, por el camino de la revelación.

Una vez en posesión de estas verdades que vamos a tratar, la razón puede sin embargo,
ofrecer argumentos para demostrar que “ellas” no solo no son contrarias a la razón, ni
destructoras de la naturaleza; sino que están acomodadas al temperamento científico
de la inteligencia y a la perfección de todo lo que hay de mejor en la naturaleza. Tal es
el propósito de este trabajo; hacer desde nuestras limitaciones humanas, una
descripción analógica de las Verdades Reveladas, empezando por lo evidente en
nuestro entorno, expresándolas primero científicamente, y luego en términos de
biología. Por eso, este libro también podría llamarse “una biología sobrenatural”.

En la selección de esta analogía, procurare mantener un permanente contacto con el


gran patrimonio de la Sagrada Tradición, y también con el Texto Bíblico, que está lleno
de “relación” entre la vida natural y la sobrenatural, pues el amor de Dios no admite
ninguna frontera. Por eso nuestra mirada debe estar puesta no en hipótesis, sino en
principios perdurables que no son solamente Científicos o Biológicos, sino Metafísicos y
Espirituales.

En estos días de hambre intelectual, “donde hay un océano de conocimientos, con un


centímetro de profundidad” las mentes están muriendo de inanición por falta de
verdades, como los cuerpos en días de hambre física mueren por falta de pan. En tales
momentos, cuando el hambre, sea intelectual o física, y corroe a cada ser, no es
esencial el demostrar qué venenos deben evitarse o qué alimentos haya de comerse;
basta presentar el alimento. Es decir: ¡La palabra de Dios viva y eficaz!

En Amos 8, 11-12, dice el Señor Yahvé: He aquí que vienen días en que yo mandare
hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yahvé.

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Entonces vagaran de mar a mar, andarán errantes de norte a levante en busca de la
palabra de Yahvé, pero no la encontrarán.

2- Sin embargo: por ahora; en un acto extraordinario de la Divina Providencia, Dios nos
ha permitido que estemos aquí: yo escribiendo, y tú leyendo; para compartir los
misterios de la Fe de la Esperanza y del Amor, en Cristo Jesús Nuestro Señor.

Como Catequista y Misionero de la Iglesia Universal, no es para menos que empiece


con el # 1 del Catecismo de la Iglesia Católica, donde hace una extraordinaria
recapitulación de lo que quiero aquí tratar, y dice;

Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura


bondad ha creado libremente al Hombre para que tenga parte en su vida
bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, está cerca del Hombre. Le
llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a
todos los Hombres, que el pecado disperso, a la unidad de su familia, La Iglesia. Lo hace
mediante su Hijo que envió como Redentor y Salvador al llagar la plenitud de los
tiempos. En El, y Por El, llama a los Hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de
adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaventurada.

La esencia de Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo, es una COMUNION ETERNA EN EL AMOR.
Por eso en el Evangelio de San Marcos 1, 9-11 dice; Y sucedió que por aquellos días,
vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto
salió del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma,
bajaba a él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: “TU ERES MI HIJO AMADO, EN TI
ME COMPLAZCO”.

Con esta palabra del Santo evangelio de San Marcos, quiero decirle amigo lector, que
de Dios podemos meditar infinidad de cualidades, porque él es: Todopoderoso,
Omnipresente, Sabio, Santo, Eterno, Inteligente, etc… Pero la cualidad Divina que más
queremos destacar en este libro, es EL AMOR, amor, que hace de la Santísima trinidad
el misterio más grande y al cual todos nosotros los Hombres estamos llamados a conocer
y a disfrutar.

Los católicos adoramos a Dios diciendo; Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, como
era en el principio, ahora, y siempre, por los siglos de los siglos, Amen. Reconociendo
en verdad; que Dios es Padre, Hijo, y Espíritu Santo, tres personas distintas, pero un solo
Dios verdadero. “En el Amor”.

El Catecismo de la Iglesia Católica, en el # 221 dice: San Juan ira todavía más lejos al
afirmar; “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8.16) Así, el ser mismo de Dios, es Amor. Al enviar en la

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plenitud de los tiempos a su Hijo único y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más
Íntimo; “El Mismo” es una eterna comunicación de amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo; y
nos ha destinado a participar en “EL”. Es decir, en su Amor.

EL AMOR DE DIOS EN LA CREACIÓN.


Dios crea por amor, y sigue amando lo que creo, si Dios no nos amara, no nos habría
creado. La Sagrada Biblia en Sabiduría 11, 24. Dice; Amas a todos los seres y no
aborreces nada de lo que hiciste, pues si algo odiaras no lo habrías creado.

El Salmo 8, 4-10, dice; Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que
pusiste, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de Él
tu cuides? Apenas inferior a un “dios” lo hiciste, coronándolo de gloria y esplendor; señor
lo hiciste de las obras de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies. Ovejas y bueyes, juntos,
y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar que circulan por las
sendas de los mares. ¡Yahvé, Señor nuestro, que glorioso es tu nombre en toda la tierra!

Si hay “algo” en lo cual DIOS HA MANIFESTADO SU AMOR es en el acto de la Creación


del Universo, de la Tierra, y del Hombre, “porque su amor es efectivo” por eso en este
tema acerca del Amor de Dios, meditaremos, cómo, todos los elementos creados,
tienen la fuerza del Amor Divino en el cual existieron, existen y existirán.

Tomando algunas partes del Catecismo de la Iglesia Católica desde el # 279, dice: Con
las palabras “en el principio, Dios creo el cielo y la tierra” comienza la Sagrada Escritura.
El símbolo de la fe las recoge confesando a Dios Padre Todopoderoso como “el Creador
del cielo y de la tierra”, “de todo lo visible y lo invisible”.

La creación es el fundamento de “todos los designios salvíficos de Dios”, “el comienzo


de la historia de la salvación” que culmina en Cristo. Inversamente, el Misterio de Cristo
es la luz decisiva sobre el Misterio de la creación; así revela el fin, en vista del cual “al
principio, Dios creo el cielo y la tierra, pues desde el principio, Dios preveía la gloria de
la nueva creación en Cristo.

La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los


fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe
cristiana a la pregunta básica que los hombres de todos los tiempos se han formulado:
¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es nuestro origen? ¿Cuál es nuestro fin?

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¿De dónde viene y a donde va todo lo que existe? Las dos cuestiones, la del origen y la
del fin, son inseparables. Son decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida
y nuestro obrar.

La cuestión sobre los orígenes del mundo y del hombre es objeto de numerosas
investigaciones científicas, que han enriquecido magníficamente nuestros
conocimientos sobre la edad y las dimensiones del cosmos, el devenir de las formas
vivientes, y la aparición del hombre. Estos descubrimientos nos invitan a admirar más la
grandeza del Creador, a darle gracias por todas sus obras y por la inteligencia y la
sabiduría que da a los sabios e investigadores.

De ahí que los Astrónomos, los Antropólogos, los Historiadores, los Matemáticos, los
Físicos, los Biólogos, y también los filósofos, pueden decir como el Rey Salomón en
Sabiduría 7, 17-21; “Fue Yahvé quien me concedió el conocimiento verdadero de
cuanto existe, quien me dio a conocer la estructura del mundo y las propiedades de los
elementos… porque la que todo lo hizo, “La Sabiduría” me lo enseñó.

El gran interés que despiertan estas investigaciones está fuertemente estimulado por una
cuestión de otro orden, y que supera el dominio propio de las ciencias naturales. No se
trata solo de saber “cuándo y cómo” ha surgido materialmente el cosmos, ni cuando
apareció el hombre; sino que más bien se trata de descubrir cuál es el sentido de tal
origen: si está gobernado por el azar, un destino ciego, una necesidad anónima, o bien
por un ser trascendente, inteligente y bueno que lo ha hecho todo por amor y al cual
podemos llamar Dios.

Y si el mundo procede de la sabiduría y de la bondad de Dios, ¿Por qué existe el mal?


¿De dónde viene? ¿Quién es responsable de el? ¿Dónde está la posibilidad de liberarse
del mal? En otras palabras; ¿Por qué la imperfección? ¿Cuál es la razón para las
tragedias? ¿Por qué existe la muerte? ¿Y las enfermedades? Etc… Estas búsquedas son
inherentes al hombre que en su libertad usa lo más fino de su capacidad.

La inteligencia humana puede ciertamente encontrar por sí misma una respuesta a la


cuestión de los orígenes. En efecto, la existencia de Dios Creador puede ser conocida
con certeza por sus obras, gracias a la luz de la razón humana, aunque este
conocimiento es con frecuencia oscurecido y desfigurado por el error.

De ahí es que la fe Cristiana viene a confirmar y a esclarecer la razón para la justa


inteligencia de esta verdad.

En Hebreos, 11, 3, dice el Sagrado Texto; Por la Fe sabemos que el universo fue formado
por la Palabra de Dios, lo visible, de lo invisible.

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La verdad de la creación es tan importante para toda la vida humana, que Dios, en su
ternura, quiso revelar a su pueblo todo lo que es saludable conocer a este respecto.

La Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia, no cesan de enseñar y celebrar esta


verdad fundamental: “El mundo ha sido creado para la gloria de Dios”. Y con San
Buenaventura, podemos afirmar; Dios ha creado todas las cosas, no para aumentar su
gloria, sino para manifestarla y comunicarla. Porque Dios no tiene otra razón para crear
que su amor y su bondad.

Santo Tomas de Aquino dice: ¡Abierta su mano con la llave del amor, surgieron todas las
cosas!

El Concilio Vaticano I dice; En su bondad y por su fuerza poderosa, no para aumentar su


bienaventuranza, ni para adquirir su perfección, sino para manifestarla por los bienes
que otorga a sus criaturas, el solo verdadero Dios, en su libérrimo designio, en el
comienzo del tiempo, creo de la nada a la vez una y otra criatura, la espiritual y la
corporal.

La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de


su bondad para las cuales el mundo ha sido creado. Hacer de nosotros los hombres
“Hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para
alabanza de la gloria de su gracia” “Porque la gloria de Dios es el Hombre vivo, y la vida
del Hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la
vida a todos los seres que viven en la tierra”; ¡Cuanto más la manifestación del Padre
por el Verbo procurara la vida a los que ven a Dios!

El fin último de la creación es que Dios, Creador de todos los seres, sea por fin “todo en
todos” procurando al mismo tiempo, su gloria y nuestra felicidad.

Creemos que Dios creo el mundo según su sabiduría. Este no es producto de una
necesidad cualquiera, de un destino ciego, o del azar. Creemos que procede de la
voluntad libre de Dios que ha querido hacer participar a las creaturas de su ser, de su
sabiduría y de su bondad.

En Apocalipsis 4, 11, San Juan Escribe: “Porque tú has creado todas las cosas; por tu
voluntad lo que no existía, fue creado”.

El Salmo 104, 24, exclama; “¡Cuan numerosas son tus obras, Señor! Todas las has hecho
con sabiduría”.

Y el Salmo 145, 9, dice; “Bueno es el Señor para con todos, y sus ternuras sobre todas sus
obras”.
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También creemos que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna ayuda para crear.
La creación tampoco es una emanación necesaria de la substancia divina. Dios crea
libremente de la nada.

San Teófilo de Antioquia, afirma: ¿Qué tendría de extraordinario si Dios hubiera sacado
el mundo de una materia preexistente? Un artífice humano, cuando se le da un material,
hace de Él todo lo que quiere. Mientras que el poder de Dios se muestra precisamente
cuando parte de “la nada” para hacer todo lo que quiere.

La fe en la creación “DE LA NADA” está atestiguada en la Escritura como una verdad


llena de promesa y de esperanza. En 2 Macabeos 7, 22-23. 28. Vemos como la Madre
de los Macabeos los anima al martirio, diciéndoles: Yo no sé cómo aparecieron en mis
entrañas, ni fui yo quien les regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los
elementos de cada uno. Pues así el Creador del mundo, el que modelo al hombre en su
nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, les devolverá el espíritu y la vida
con misericordia, porque ahora no miran por ustedes mismos a causa de sus leyes… Te
ruego Hijo que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que “a
partir de la nada, lo hizo Dios” y que también el género humano ha llegado así a la
existencia.

Puesto que Dios puede crear de la nada… Él puede por el Espíritu Santo, dar la vida del
alma a los pecadores creando en ellos un corazón puro, y la vida del cuerpo a los
difuntos mediante la resurrección. Dios “da la vida a los muertos, y llama a las cosas que
no son, para que sean”. Y puesto que por su Palabra, pudo hacer resplandecer la luz en
las tinieblas, puede también dar la luz de la fe a los que lo ignoran.

Porque Dios crea con sabiduría, la creación esta ordenada; “Tu oh Señor todo lo
dispusiste con peso, numero, y medida. Creada en el Verbo, y por el Verbo eterno, a
“Imagen del Dios invisible” la creación está destinada, dirigida al hombre, Imagen de
Dios, y llamado a una relación personal con El.

Nuestra inteligencia, participando en la luz del Entendimiento Divino, puede entender lo


que Dios nos dice por su creación, ciertamente no sin gran esfuerzo y en un espíritu de
humildad y de respeto ante el Creador y su obra. Salida de la bondad Divina, la creación
participa en esa bondad. “Y vio Dios que era bueno… muy bueno”. Gen, c. 1.

La creación es querida por Dios como un don dirigido al hombre, como una herencia
que le es destinada y confiada.

Dios es infinitamente más grande que todas sus obras: Su majestad es más alta que los
cielos, su grandeza no tiene medida. Pero porque es el creador soberano y libre, causa

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primera de todo lo que existe, está presente en lo más íntimo de sus criaturas: como dice
San Pablo; En el vivimos, nos movemos, y existimos. O como también medita San
Agustín; Dios es la cima de lo más alto que hay en mí, y está en lo más hondo de mi
intimidad.

Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le da el ser y


el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar, y la lleva a su
término. Reconocer esta dependencia completa con respecto al Creador es fuente de
sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza.

La creación tiene su bondad y su perfección propias, pero no salió plenamente


acabada de las manos del Creador. “Fue creada en estado de vía” hacia una
perfección ultima todavía por alcanzar, a la que Dios la destinó.

Llamamos Divina Providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su
creación hacia esta última perfección: Dios guarda y gobierna por su gran amor todo lo
que creó, “alcanzando con su fuerza de un extremo al otro del mundo y disponiéndolo
todo con dulzura”. Porque todo está desnudo y patente a sus ojos, incluso lo que la
acción libre de las criaturas producirá.

El testimonio de la Sagrada Escritura es unánime: la solicitud de la divina providencia es


CONCRETA E INMEDIATA; tiene cuidado de todo, de las cosas pequeñas en la historia
del mundo, y hasta de los grandes acontecimientos del cosmos.

Jesús pide un abandono filial en la providencia del Padre celestial que cuida de las más
pequeñas necesidades de sus Hijos: “No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué
vamos a comer?, ¿Qué vamos a beber?... Su Padre celestial, ya sabe que tienen
necesidad de todo eso. Busquen primero el Reino de Dios y su Justicia, y todas esas
cosas se les darán por añadidura. Mt 6, 31-33.

Ahora bien; Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su realización se sirve
también del concurso de las criaturas. Esto no es un signo de debilidad, sino de la
grandeza y bondad de Dios Todopoderoso. Porque Dios no da solamente a sus criaturas
la existencia, les da también la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y
principios unas de otras y de cooperar así a la realización de su designio.

Se equivocan, quienes afirman que existe la predestinación al bien o al mal, y quienes


sostienen que el hombre es un espécimen limitado por fuerzas obscuras desconocidas,
y estando coaccionada su libertad, a imagen de un robot programado, no podría
decidir por sí mismo. El hombre es un ser libre, y solo puede ser esclavo de su
egocentrismo.

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Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia
confiándoles la responsabilidad de “someter la tierra” y dominarla. Dios da así a los
hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la Creación y
perfeccionar su armonía, para su bien y el de sus prójimos.

Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden


entrar libremente en el plan divino no solo por sus acciones y sus oraciones, sino también
por sus sufrimientos.

Es una verdad inseparable de la fe en Dios creador: que Dios actúa en las obras de sus
criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas segundas: San Pablo dirá a
los Filipenses 2, 13. Dios es quien obra en ustedes el querer y el obrar, como bien le
parece.

Esta verdad, lejos de disminuir la dignidad de la criatura, la realza. Sacada de la nada


por el poder, la sabiduría y la bondad de Dios, no puede nada si está separada de su

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origen, “porque sin el creador la criatura se diluye” y menos aún puede ella alcanzar su
fin último sin la ayuda de la gracia divina.

Si Dios Padre Todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de
todas sus criaturas, ¿Por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como
inevitable, tan dolorosa como misteriosa, no se puede dar una respuesta simple.

El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la


creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del
hombre con sus alianzas, con la encarnación redentora de su Hijo, con el don del
Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la
llamada a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente,
pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o rechazar.

No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión
del mal.

Pero ¿por qué Dios no creo un mundo tan perfecto, en el que no pudiera existir ningún
mal? En su poder Infinito, Dios podría siempre crear algo mejor. Sin embargo, en su
sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente crear al mundo “en estado de vía”
hacia su perfección ultima. Este devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con
la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto, lo
menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza, también las
destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe también el mal físico, mientras la
creación no haya alcanzado su perfección.

Los Ángeles y los Hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino
último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho
pecaron. Y así fue como entro el mal moral en el mundo, incomparablemente más grave
que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa
del mal moral. Sin embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y
misteriosamente, sabe sacar del mismo mal, el bien.

San Agustín afirma; Porque el Dios Todopoderoso… por ser soberanamente bueno, no
permitiría jamás que en sus obras existiera algún mal, si El no fuera suficientemente
poderoso y bueno como para hacer surgir un bien del mismo mal.

Así, con el tiempo, se puede descubrir que Dios en su providencia todopoderosa, puede
sacar un bien de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas:
“No fueron ustedes, dice José a sus hermanos, los que me enviaron a Egipto, sino Dios…

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aunque ustedes pensaban hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer
sobrevivir a un pueblo numeroso” Gen, 45, 8; y 50, 20.

Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de
Dios, causado por los pecados de todos los hombres; Dios, por la súper-abundancia de
su gracia, saco el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención.

Sin embargo, no por esto, el mal se convierte en un bien.

San Pablo a los romanos; 8, 28 dice; “Todo sucede para bien de los que aman a Dios.

El testimonio de los Santos no cesa de confirmar esta verdad: Santa Catalina de Siena
dice a “los que se escandalizan y se revelan por lo que les sucede”. Todo procede del
amor, todo está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea
con este fin.

Santo Tomas Moro, poco antes de su martirio, consuela a su hija: “Nada puede pasarme
que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en
realidad lo mejor.

Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los caminos
de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Solo al final, cuando tenga fin
nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios “cara a cara” nos serán
plenamente conocidos los caminos por los cuales, incluso a través de los dramas del
mal y del pecado, Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat
definitivo, en vista del cual creo el cielo y la tierra.

Antes de que continuemos hablando de la ciencia, de la Fe, y de la vida en todas sus


manifestaciones por el Amor de Dios, ahora dedicaremos un tiempo suficiente y
necesario, para analizar el pensamiento “Mítico-religioso” que algunas filosofías, han
tenido a través de la historia humana desde muy antiguo, con respecto a la “Existencia”
del universo y del hombre.

Pero para poder entrar con plena confianza, en esta intrincada humana cada vez más
profunda, hago una pequeña aclaración: pues mi interés no es atacar algún
comportamiento ya tradicional en algunas culturas, por ejemplo: asiáticas… Lo que
pasa es que así como la Iglesia Católica presenta el rostro y anuncia la Verdad
revelada, de la misma manera podemos ver también aquí, qué otras “cosmovisiones
filosóficas o teóricas” existen con relación al mundo, a la existencia del ser humano, y
a la afirmación o a la negación de alguna clase de Ser superior que crea, que odia, o

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que ama. Y esto es clave para nuestra visión afirmativa o negativa del Amor de Dios y
de los efectos que tiene en nuestra vida.

Y estas teorías entendidas, como las más conocidas y divulgadas en el mundo, entre
muchas otras, vendrían siendo dos. Son concepciones filosóficas que recapitulan de
alguna manera a todas las demás… Y son las siguientes:

(1) EL PANTEISMO ORIENTAL.


(2) EL MATERIALISMO ATEO.

EL PANTEISMO IGNORA EL AMOR DE DIOS.


EL Panteísmo del Griego, Pan=Todo y Theos=Dios. Es una corriente filosófica y de
pensamiento oriental, que viene de la religión Hinduista, y ahora se va extendiendo por
el mundo entero, a través de un movimiento llamado, Nueva Era. Consiste su doctrina
en creer que Dios y el Mundo material son una sola cosa, es decir; lo material y lo
espiritual sería una sola entidad. No hay nada que no sea Dios, porque según este, las
Criaturas son en su conjunto, “DIOS”. No se trata de un Dios personal, lleno de amor,
cercano al hombre y todopoderoso, sino que es una fuerza difusa, una totalidad, el
universo eterno.

Esta concepción acerca de la existencia del Universo y del Hombre, es un


“Egocentrismo radical” que pretende auto liberarse en una cosmovisión que cuanto
mucho, reconoce la existencia de una “Imperfección Humana”. Y por lo tanto, no existe
creación, tampoco pecado, ni un Ser Superior Personal al cual Debemos Reverencia y
cuentas de nuestros actos buenos o malos.

Según este concepto de la existencia, la Religión debería consistir en el auto poderío,


en la satisfacción de nuestro potencial divino, para así alcanzar la mejor condición
posible de ser y felicidad, unidos con el resto de la humanidad y del cosmos, con quien
ya somos uno, por nuestra dimensión divina.

El panteísmo siempre lleva consigo, “Politeísmo”, que significa la adoración de personas,


entidades y fuerzas de la naturaleza, con el fin de alcanzar la iluminación. Igualmente
carga algo que se llama “La Ley Del Karma” afirmando que el universo, “no Dios”, según
el comportamiento del individuo, es el que da premios y castigos. Y por último, como
parte de esta maquinaria doctrinal, propone “La Reencarnación” que consistiría en la
transmigración del “yo personal=alma” al momento de morir a otros cuerpos “minerales,
vegetales, animales, o personas”. Estas existencias cíclicas, mejoran o empeoran de

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acuerdo al buen o mal comportamiento moral del sujeto, y cambiando de cuerpo
muchas veces en la vida, tienen como finalidad, llegar a ser uno con la divinidad. Que
en este caso sería el cosmos.

Los Gurúes o Maestros de estas doctrinas, afirman incluso, que figuras históricas como
Confucio, Moisés, Buda, Jesús, Mahoma, Gandhi, Sai Baba, Dalai Lama, Krishnamurti,
etc… Serian seres que a través de la reencarnación han vuelto a la vida, para iluminar
a la humanidad en los métodos de auto superación e iluminación.

Por eso también para un budista, el mejor culto a Dios, es el respeto al Hombre y a la
Naturaleza. No se adora a un Dios personal, sino a la misma persona, y esto a través de
Mantras=Oraciones repetidas, y el Yoga=Unión total, con el fin de llegar al estado
Nirvana=Iluminación, o unión con El Todo=Dios, que es “el Hombre y el Universo”.

Esta actitud, es la del hombre que pretende ser “dios” por su iniciativa propia, es una
especie de auto-idolatría antropológica, que sin contar para nada con la ayuda de la
Gracia de un Dios personal, busca su auto-liberación.

El Panteísmo, presenta el Humanismo cósmico como una alternativa de la premisa de


que TODO ES UNO, concluye para definir al hombre y a la humanidad como si fueran
una sola cosa. Los seres humanos no son otra cosa que “energía congelada, aparente
solidificación del pensamiento”. Afirma: que el hombre, es el que se hace Dios a través
de la “transformación de la conciencia” y desarrollar adecuadamente sus
potencialidades internas e ilimitadas.

Una de las metas de esta doctrina en occidente, es, introducir al hombre, en lo que se
llama: “un nuevo paradigma”, es decir, una forma totalmente nueva de verse a sí mismo
y de percibir la realidad. Según eso, el hombre para realizarse plenamente y transformar
su mundo, tendría que darse cuenta de que él es parte de un ser cósmico, único, que
está en plena evolución hacia la conciencia plena de sí.

Cada uno de nosotros podría decir; “yo soy dios” en el sentido más radical de la palabra.
El Hombre sería una parte de la fuerza divina, consecuentemente el mismo seria Divino.
Así concede a cada individuo el poder de “determinar” la realidad, creando su propia
verdad. Nosotros seriamos una sola cosa con ese uno, por eso tendríamos un acceso
ilimitado al potencial de Dios. No habría “muchos seres” en este mundo, solo UNO que
se llama, HUMANISMO.

Desde la década de los años 1960, en Europa y las tres Américas, a través del
gnosticismo, han sido inducidas masivamente diversas ideas de cambio basadas en la
experiencia de sí mismo, en el Esoterismo, y en fenómenos ocultos que buscan en las

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personas una nueva “conciencia integral”. Esto ha traído una nueva visión del mundo:
todo es uno, Dios y el mundo, el espíritu y la materia, el hombre y la naturaleza, el cuerpo
y el alma, el yo y el tú, es lo que en síntesis define a LA NUEVA ERA como tal, que se
conoce como: Conspiración Acuario, New Age, o Tercer Milenio.

Este movimiento se produce entre personas de todas las clases sociales: desde negocios
de comida dietética y grupos de meditación, hasta partidos políticos, empresarios,
cantantes, deportistas, actores, periodistas, etc… No tiene fundamento, ni domicilio
social, ni líderes, ni dogmas; es una espiritualidad sin Dios, ni gracia. Propone el
nacimiento de un “hombre nuevo” que vivirá en armonía con el universo; a base de
auto ayuda y recetas de cocina, tarot, física cuántica, budismo, zen, ecología, etc…
Todo lo cual puede corromper grandemente a nuestro mundo occidental y latino.

La nueva era es lo más viejo que existe, y ahora sienta sus bases en las Filosofías
Orientales, en el Ocultismo, en el Espiritismo, y en la Masonería; pero sobre todo en el
Gnosticismo, el cual se transformó en una gran plataforma para toda clase de usos y de
abusos. De hecho, históricamente el Gnosticismo es el movimiento que más ha
penetrado a la Iglesia Católica, en estos 20 siglos con sus doctrinas y comportamientos.

Debo decir que la palabra “Gnosis” viene del griego; y significa, “Conocimiento”. Este
movimiento surgió en el lejano oriente, en los confines de Persia-Irán, unos cinco siglos
antes de Cristo, desde sus inicios pregona un “dios” andrógino y perverso, el cual habría
creado el universo.

Desde la época de los Apóstoles, predican el autoconocimiento, exaltando la razón


humana y atribuyéndole poderes extraordinarios. El Gnosticismo busca un conocimiento
intuitivo de Dios y de las cosas divinas, de esa manera creen poseer los secretos del
cielo y de la tierra.

En la antigüedad fue un movimiento muy agresivo con sus falsas enseñanzas, tanto, que
hasta publicaron una multitud de evangelios apócrifos, actas apostólicas, y varios
comentarios de la sagrada escritura, tratando de confundir a los creyentes de escasa
formación religiosa. Por eso, los Apóstoles y los Padres de la Iglesia tuvieron que
combatirlos enérgicamente.

El Gnosticismo antiguo, ha cambiado sustancialmente; por eso ahora en nuestra época


moderna es una mezcla de filosofías, religiones orientales, y las aspiraciones más
contradictorias de la humanidad, aún más peligrosas y dañinas que en cualquier otra
época de la historia, pues así como la Iglesia expedita cada día más y mejor la Fe, así

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también este movimiento define, cada vez mejor sus perversidades con muchos y
variados argumentos, con el fin de influenciar más a las masas.

El Panteísmo y el Gnosticismo, tomados por La Nueva Era; vienen a consolidar UNA SOLA
DOCTRINA que considera que el Cosmos es energía pura, una totalidad, todo estaría
íntimamente comunicado, no habría individualidad, desaparecería toda línea divisoria
entre materia y espíritu, entre lo visible e invisible, lo natural y lo sobrenatural, entre Dios,
el Hombre, y la Naturaleza. Solo hay una conciencia, estar animado por un espíritu
único, guiado por una conciencia universal, de la que el Hombre, es meramente otro
participante más. Para este movimiento mundial, la realidad se resume en tres palabras;
TODO ES UNO.

Esta reducción de toda la realidad a energía cósmica se apoya en las especulaciones


de la teoría cuántica de Frijot Capra, promotor de la física cuántica, e ideólogo de la
Nueva Era. Él dice al respecto; “Cuando la conciencia humana logre su último estado
de evolución, entenderá que han sido sobrepasados todos los límites y dualismos, todo
lo individual ha quedado de si unido en una identidad única y universal”

A esta negación de un Dios personal sigue como consecuencia lógica, la negación del
“dogma de la creación” que es reemplazado por la “teoría de la evolución” del
Naturalista Charles Darwin, quien afirma; Todo puede llegar a ser Todo. Es decir “Nuestra
Deidad es la eterna constructora del universo, no creado, sino evolucionando
lentamente, surgiendo de su propia esencia, infinita y permanente”.

En mi humilde opinión, la “comunión universal” podría ser aceptable, si el Hombre


reconociera a un Dios Personal que es el Creador de cuanto existe, y a una relación de
amor entre él y cada uno de nosotros, que creyendo en Cristo, podemos llegar a ser sus
Hijos, y por lo tanto, los herederos de su vida bienaventurada.

EL ATEISMO RECHAZA EL AMOR DE DIOS.


EL Materialismo Ateo; es una corriente de pensamiento mundial que existe desde hace
muchos siglos en algunas culturas, pero que tuvo su apogeo principal en el siglo XIX con
su máximo exponente, el Judío Alemán Carlos Marx, en su síntesis “Ideológica” “EL
CAPITAL”.

Marx tomo el pensamiento filosófico de Feuerbach que afirmaba que “Todo lo habido y
por haber, es solo Materia” también toma la corriente filosófica de Hegel que dice que
“No hay verdades eternas” lo que la Iglesia Católica llama Dogmas. Y por último, bebe

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del pensamiento evolucionista de Darwin, quien sostiene que el Hombre es el producto
solo de una lucha entre animales, de entre los cuales gana el más fuerte.

Así es como Carlos Marx desarrolla el materialismo dialectico y filosófico afirmando que
Dios nunca ha existido y que su existencia se debe a falencias psicológicas de las masas
y a la costumbre, lo mismo que sostiene Sigmund Freud, acerca de, algo así como que
“el hombre necesita a un dios” por una carencia psíquica del Hijo con relación a un
Padre o ser superior. Por eso el hombre debe liberarse del hecho de sentirse pequeño y
limitado, para poder así tener un sano y libre desarrollo de su personalidad.

En términos generales: la materia siempre ha existido, y el ser humano está inmerso


dentro de un círculo natural de la evolución, siendo el más afortunado de todos los
animales. Por lo tanto no existe Dios, ni Creación, y mucho menos alma humana.

El significado de la palabra “Ateo o atea” es, “No Dios“. Por eso el comunismo es el más
feroz enemigo de la Iglesia Católica en todo el mundo.

Ahora también, como estamos viviendo la época de la globalización, el Materialismo


se ha unido y es ayudado por LA MASONERÍA, otro enemigo de la Iglesia Católica.

La masonería en síntesis; es un movimiento creado en Inglaterra, en 1717-1721, por


Antonio Sayer, y Jaime Anderson. Y ahora cuenta con personas de todo tipo, a nivel
internacional, que pretende neutralizar todo partidismo político, religioso, sociocultural,
etc… y hacer que haya una confluencia de ideas y de actuaciones, sin tener en cuenta
La Verdad Revelada, las culturas tradicionales, ni las instituciones políticamente
constituidas.

Es una especie de sincretismo o policrácia, una globalización espiritual y material, que


demuele bajo sus pies la sana espiritualidad y los valores morales y éticos de la
sociedad, y esto a una escala internacional.

En los tiempos modernos, en los países donde más tiene éxito la Masonería, la sociedad
se corrompe, y se impone más fácil después el Comunismo, con sus cadenas que
esclavizan y que tratan de destruir incluso hasta la Fe.

En su historia; podemos decir que el comunismo dirigido por Lenin, Trotsky, y José Stalin,
se apodero de Rusia en el año 1917, y acabo con casi todas las comunidades religiosas.
Cerró los seminarios, prohibió la enseñanza de la religión, y empezó una campaña atea
total y sistemática a través de radio, prensa, universidades, colegios, escuelas,
cuarteles, etc… Para implantar en todas partes el ateísmo y convencer a la gente de

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que Dios no existe, y que la religión es el Opio del pueblo, que no lo deja trabajar y
progresar.

Su único Dios es el Gobierno Comunista, y su único Paraíso es el país comunista; donde


la gente vive tan aburrida, que tienen que cercar las fronteras con alambres
electrizados, porque si no, salen todos corriendo.

Así mismo trataron de hacer con España, en el año 1936, cuando el comunismo asesinó
a más de 4.000 sacerdotes y religiosos, incendió más de 300 templos, atormentó y mató
más de 20.000 católicos, destrozó imágenes, quemó conventos, profanó altares, y se
propuso acabar para siempre con la religión en ese país tan creyente, pero los católicos
se unieron, y recuperaron la paz para España.

En 1945, los comunistas rusos, se apoderaron de 7 países: Hungría, Alemania Oriental,


Checoslovaquia, Polonia, Estonia, Letonia, y Lituania. En todos estos países declararon la
más feroz persecución a los católicos, pero muchos prefirieron morir antes que renegar
de Cristo.

En 1960, los comunistas de Fidel Castro, se apoderaron de la Isla de Cuba, cerraron casi
todos los templos, y expulsaron a casi todos los Sacerdotes, y prohibieron la enseñanza
de la religión, robándole a la Iglesia Católica, todos sus colegios, dedicándose a
enseñar, que Dios no existe, y que no hay alma, ni vida eterna.

¡Qué triste ha sido todo eso!

Un campesino de Hungría decía: la diferencia que hay entre una Democracia Ordinaria,
y una Democracia Comunista, es la misma que existe entre una camisa ordinaria, y una
camisa de fuerza.

Cuando un movimiento o partido político fundado sobre las bases del materialismo
marxista toma un país, influye en todos los aspectos de la vida: en el gobierno, en la
educación, en la economía, en la salud y el control de la natalidad, en el arte, en el
trabajo, en el deporte, en los medios de comunicación social, en los recursos naturales,
etc…

Pero sobre todo, se lanza contra la parte religiosa de su pueblo.

Esto es lo que está empezando a pasar en Venezuela, y lo que busca a las buenas o a
las malas, hacer aquí en Colombia, la Guerrilla de las FARC.

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El Santo Padre Juan Pablo II, ha dicho; Los Católicos tienen que saber cuáles son los
errores del Comunismo y saber preferir las verdades del Evangelio, pues tienen el peligro
de dejarse seducir por los gravísimos errores del Marxismo.

En fin: ¿Qué decir además, de todo lo que hizo Adolf Hitler con su terrible violencia?

¡Que Jesús y María nos libren de todo esto!

Hay también algunas otras concepciones un poco más simplistas acerca de la cuestión
en mención, es decir de la creación del universo, y son:

El Maniqueísmo; el cual afirma que La Creación fue el resultado de Dos dioses, los cuales
sostienen una batalla eterna, uno bueno, el otro malo, y que en medio de esa lucha “lo
que existe” resulto de sus agresiones. Esa sería la explicación del bien y del mal en el
mundo.

El Deísmo; es otra doctrina que sostiene que “un” dios al principio creo todo y luego nos
abandonó. Algo así como un relojero que dedica un buen tiempo para componer un
reloj automático, y cuando ya le funciona bien, lo abandona a su suerte.

El Holismo; a su vez, propone una especie de compresión y descompresión del cosmos,


relativamente eterno en Dios. Para esto, nos puede ayudar el ejemplo de un Globo que
se Infla mucho, y luego al no poder soportar más aire, se va desinflando lentamente,
hasta desaparecer.

Hay montones de “concepciones” con respecto a la existencia de las cosas y del


hombre, que no alcanzarían mis pocos años de vida, para estudiarlas a todas.

En la carta a Los Romanos 1, 18-22. San Pablo escribe: En efecto, la Ira Dios se revela
desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad
en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto. Porque
lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través
de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; “Los Ateos”
porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias,
antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: y
¡Jactándose de Sabios, se volvieron Necios!

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FE Y CIENCIA, EN LA CREACION.
Para nosotros los Cristianos Católicos, a través de la Fe, la Creación es obra de la
Santísima Trinidad. Dios el Padre, por su Palabra=Verbo-Jesucristo, y con su Espíritu Santo
de Amor y Sabiduría.

El Sagrado texto del 2do libro de Los Macabeos 7, 28, nos exhorta: Te ruego hijo, que
mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, sepas, que a partir de la nada
lo hizo Dios, y que también el género humano ha llegado así a la existencia.

La Ciencia Humana de los tiempos modernos, también ha ido descubriendo


progresivamente, que el principio y el fin de todas las cosas es Dios. Por eso también la
Ciencia tiene razón cuando actúa con veracidad, investigando el Inmenso Cosmos, y
también cuando maneja una sana antropología acerca del mismo Hombre

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Actualmente un 90% de los Científicos está de acuerdo en que el universo fue creado,
y como consecuencia, también fue extraordinariamente planeado y organizado por
una mente maestra, que conoce perfectamente el pasado, el presente, y el futuro.

Nuestra Fe Católica, no tiene ningún temor ante los descubrimientos de la ciencia.

El Concilio Vaticano I dijo: Ninguna verdadera disensión puede darse jamás entre la Fe,
y la Razón, porque el mismo Dios que revela los misterios e infunde la Fe, puso dentro
del Alma Humana, la luz de la razón, Dios no puede negarse a sí mismo, ni la verdad
puede contradecir jamás, a la verdad. Aquí deducimos, que la Fe en Dios, es
¡Absolutamente razonable! Es decir, los seres humanos podemos remontarnos a las
realidades espirituales y sublimes, partiendo de la contemplación de los diversos
elementos que tiene el universo, la tierra, y el mismo hombre.

Su Santidad Juan Pablo II en la Universidad de Madrid, dijo; La Ciencia y la Fe, no son


opuestas, sino convergentes en el descubrimiento de la realidad integral, que tiene su
origen en el mismo Dios.

El Concilio Vaticano I, dice también: La misma Santa Madre Iglesia, sostiene y enseña,
que Dios, principio y fin de todas las cosas puede ser conocido con certeza, por la luz
natural de la razón humana, partiendo de las cosas creadas.

A) ¡EL UNIVERSO SEGÚN LA FE!

Las cosas no se hacen solas, es decir; “alguien tiene que hacerlas”. Y ¿quién planearía
todo esto tan maravilloso? Para mí, que ¡El Amor De Dios!

Si unos hoyos en la arena de la playa, no se pueden haber hecho solos: ¿se habrán
hecho “Solas” las, 200.000 Trillones y más, de Estrellas que existen en el universo?

El científico ateo, Carl Sagan, Dice; Nuestro universo actual, tuvo sin duda, un punto de
partida.

En el principio del siglo XXI un 93% de los Astrónomos, aceptan la teoría de que el
universo apareció en un instante de Creación, mediante la violenta explosión de una
bola de fuego, hace unos 15 o 20 mil millones de años luz.

Albert Einstein escribió; La ley del Cosmos revela una inteligencia de tal superioridad,
que comparada con ella, todo pensar humano, es Insignificante.

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James Jeans, matemático y astrónomo, afirma; El Creador del Universo tuvo que ser un
Gran Matemático, porque el movimiento de las Estrellas es tan exacto, que se puede
hacer el almanaque con siglos de anticipación.

Isaac Newton, dice; el conjunto del universo no podía nacer sin el proyecto de un Ser
Súper-Inteligente. Existe alguien que impuso leyes permanentes que rigen el movimiento
de las estrellas. Hay que reconocer la voluntad y el dominio de un ser inteligente y
poderoso.

La Luna está a 384.000 km de la Tierra, y el Sol nos alumbra y nos calienta a 150.000.000
de km de distancia. A ocho minutos de la velocidad de la Luz.

La velocidad de la Luz es de 300.000 km por segundo, y según las leyes de la física de


Einstein, esta velocidad no puede superarse.

La Tierra pesa 6.000.000 de toneladas y tiene 40.000 km de perímetro. El Sol es 1.300.000


veces más grande que la tierra, pero la estrella Antares, es 15.000.000 de veces más
grande que el Sol. A su vez la estrella Alfa, que está a 1.200 años luz de nosotros, es 8.000
billones de veces más grande que nuestro Sol. Y la mayor estrella conocida, que viaja
a millones de años luz de nosotros, es 60 veces más grande que nuestra galaxia la Vía
Láctea.

Nuestro Planeta viaja en torno al Sol, a 30 km por segundo, y el Sol viaja hacia la
constelación de Hércules, a 300 km por segundo. La constelación de Virgo, se aleja de
nosotros, a una velocidad de 1.000 km por segundo. El cumulo de Boyero se desplaza a
100.000 km por segundo, y hay muchas estrellas que se alejan de nosotros, a 276.000
km por segundo, es decir, casi a la velocidad de la luz. ¡Qué cosa más extraordinaria!

El universo, desde la tremenda explosión que genero la creación instantánea, de hace


15 o 20.000.000.000 de años luz, está en expansión, y sabemos por los más serios estudios
científicos de la astronomía moderna, que no es posible una relativa contracción, y por
lo tanto, hasta que Dios quiera el universo se seguirá expandiendo.

Sin embargo aunque el Cosmos es inmenso y a cada momento se expande en el tiempo


y en el espacio, es un ser contingente, pues al no tener en sí mismo la razón de su existir,
debe necesariamente recibir de otro la existencia, y aunque nuestro colosal universo
parezca ilimitado y eterno, al ser mudable y contingente, y al no tener una serie infinita
de seres contingentes que sean su causa, exige como causa suficiente y ultima, un ser
necesario, inmudable, eterno, fuera del tiempo y del espacio; y ese ser necesario es
DIOS.

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Por eso es que “Dios” es el único ser Eterno y Suficiente, que nos puede decir: ¡Yo Soy el
Alfa y la Omega, el Principio y el Fin de todas las Cosas!

En el Evangelio de San Juan 1, 1-5, dice: En el principio existía la Palabra y la Palabra


estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo
se hizo por ella y sin ella no se hizo nada. Lo que se hizo en ella, era la vida, y la vida era
la luz de los Hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

En Colosenses 1, 15-20, dice San Pablo: Cristo es la Imagen de Dios invisible. Primogénito
de toda la creación, porque en EL fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la
tierra, las visibles y las invisibles, tronos, dominaciones, principados, potestades: todo fue
creado por él y para él, Cristo existe con anterioridad a todo, y todo tiene en EL su
consistencia. EL es también la cabeza del cuerpo, de la Iglesia: EL es el principio, el
Primogénito de entre los muertos, para que sea El, el primero en todo, pues Dios tuvo a
bien hacer residir en EL toda la plenitud, y reconciliar por EL y para EL, todas las “Cosas”.

Igualmente en Isaías 44, 24-26 está escrito: Así dice Yahvé, tu redentor, el que te formo
desde el seno. Yo Yahvé, lo he hecho todo, yo, solo, extendí los cielos, yo asenté la
tierra, sin ayuda alguna. Yo hago que fallen las señales de los Magos y que deliren los
Adivinos; hago retroceder a los Sabios y convierto su ciencia “atea” “panteísta” en
necedad. Yo confirmo la palabra de mi Siervo y hago que triunfe el proyecto de mis
mensajeros.

Es así como la Sagrada Biblia empieza en Génesis 1, 1-3, con una afirmación categórica,
y sin ninguna clase de prejuicio ni vacilación: EN EL PRINCIPIO DIOS CREO EL CIELO Y LA
TIERRA. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y UN VIENTO
DE DIOS aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: ¡HAYA LUZ, y HUBO LUZ!

Todas las cosas de la Creación, manifiestan con su existencia y con sus huellas, la
presencia de UN DIOS poderoso, inteligente, y tierno. Pues ¿Cómo explicar la existencia
de los 200.000.000.000 de Galaxias separándose cada una a miles de kilómetros por
segundo de sus vecinas? ¿Y cómo entender la existencia de las 100.000.000.000 de
estrellas de nuestra Galaxia? Además: ¿cómo explicar adecuadamente en una tesis
nuestro extraordinario sistema solar, con sus 10 Planetas?

La gran mayoría de los científicos de hoy, hablan del “Principio Antrópico” según el cual,
las leyes del universo son “exactamente las precisas” para que pueda aparecer el
Hombre sobre la tierra; si hubieran sido otras, ninguno de nosotros estaríamos por aquí.

Este hermoso planeta llamado “Tierra” está compuesto por tres reinos:

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1. MINERAL; Humus, Arenas, Rocas, Carbón, Oro, Cobre, etc...
2. VEGETAL; Hongos, Verduras, Flores, Frutales, Arboles, etc...
3. ANIMAL; Que habitan en el Agua, en la Tierra, y Vuelan…

El paleontólogo Peter Ward y el Astrónomo Donald Brownlee, han examinado los


procesos químicos por los que se pudo originar la vida en la tierra, y los factores
ambientales que protegieron este planeta y que crearon las condiciones para que esa
vida evolucione a formas complejas, y descubrieron, que esta esfera es algo totalmente
único, y supremamente raro en el universo.

De acuerdo con Brownlee y Ward, algunos de los elementos clave que hacen que la
Tierra sea como el Jardín del Edén son:

• La distancia correcta al Sol, que modera las temperaturas.

• La masa apropiada del Sol, que proporciona órbitas planetarias estables en las cuales
los otros planetas del sistema solar no crean un caos orbital.

• La masa planetaria correcta, que permite que la Tierra contenga su atmósfera y sus
océanos.

• Júpiter está localizado a la distancia correcta; el planeta grande actúa como un


neutralizador: protege contra cometas y asteroides que pueden colisionar con la Tierra,
con resultados cataclísmicos.

• Presencia de placas tectónicas que elevan la masa terrestre y contribuyen a aumentar


la biodiversidad.

• Tiene la proporción correcta de océanos.

• Posee una Luna grande, a la distancia correcta, que estabiliza la inclinación de la


Tierra.

• Ha habido pocos impactos catastróficos en la historia terrestre. Al menos dos, y


posiblemente cinco, de tales impactos parecen haber sido responsables de la
extinciones masivas ocurridas; una de éstas tuvo lugar hace 250 millones de años y una
segunda, hace 65 millones de años, que se cree fue responsable de la muerte de los
dinosaurios.

• La cantidad perfecta de carbón; suficiente para sustentar la vida, pero no lo suficiente


como para crear un efecto invernadero como ocurre en Venus.

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• La evolución biológica—la trayectoria que originó la complejidad en las plantas y
animales.

• La posición correcta del sistema solar en la galaxia; no en el centro, donde estaría


sujeta a una radiación intensa.

La tierra es un Planeta tan “raro” que no se parece a ningún otro cuerpo espacial, entre
los 300.000.000.000 que tiene nuestra Galaxia la Vía Láctea.

Condiciones para que la vida se haga más compleja; distancia adecuada al Sol para
que el agua se mantenga liquida, masa adecuada del planeta para retener la
atmosfera y los océanos, un vecino masivo como el Planeta Júpiter que nos salva de los
asteroides más peligrosos, la justa cantidad de carbono que permite el desarrollo de la
vida, etc… En conclusión: ¡Existen demasiadas casualidades, como para negarse a
creer en Dios!

Los elementos de la tabla periódica que la juventud estudia en Química, en los colegios
y universidades del mundo entero, ¡Es algo Extraordinario!

Y así como Dios es extraordinario y cuidadoso en lo inmenso, también es igualmente


maravilloso y delicado en lo pequeño y sencillo. Por ejemplo:

Qué cosa más bonita es el Arco Iris, cuanta exuberancia existe en la variedad de las
flores, que belleza la del agua cristalina y su transformación, cuan hermosa es toda la
vegetación, que riqueza extraordinaria la variedad de las frutas, y que decir de la
particular belleza de nuestra compañera, la mujer? etc…

¡Qué invento más maravilloso es el Huevo de las Aves! Las Abejas utilizan la polarización
de la luz, para guiarse, y la Reina pone 3.000 huevos al día. Las Mariposas tienen 20.000
ojos, hay Mariposas que ven con rayos ultravioleta, como un científico. Una Mosca
mueve sus alas a 480 veces por segundo. Un Murciélago se dirige en la oscuridad, con
una especie de radar que emite ondas ultra sonoras. El ojo del Camaleón puede medir
la distancia exacta de su presa. La Raya de mar suelta descargas eléctricas a su presa
de 220 voltios y 20 amperios. Las Arañas producen al mes, 3 kg de hilo. Los Elefantes se
comunican entre sí a través de agudos Infra sonidos. Etc… Etc… ¡Que Inteligente es Dios!

En Los Hechos de los Apóstoles 17, 24-29, San Pablo enseñando a los Filósofos de Atenas,
les dice; El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de
la tierra, no habita en santuarios fabricados por mano de hombres, ni es servido por
manos humanas, como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el
aliento y todas las cosas. El creo, de un solo principio, todo el linaje humano, para que

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habitara sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del
lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscaran la divinidad, para ver si a
tientas la buscaban y la hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de
nosotros; pues EN EL VIVIMOS, NOS MOVEMOS, Y EXISTIMOS, como han dicho algunos
de ustedes: Porque somos también de su linaje. Si somos, pues, del linaje de Dios, no
debemos pensar que la divinidad sea algo semejante al oro, la plata, o la piedra,
modelados por el arte y el ingenio humano.

Un Gran Filósofo dice al terminar su obra: la organización de la naturaleza, en su


totalidad, nos habla de un autor inteligente. Toda organización, supone un organizador,
pues bien; si en la naturaleza hay seres organizados, es inevitable reconocer la
existencia de una inteligencia organizadora, a la cual podemos llamar, DIOS.

El Catecismo de la Iglesia Católica, desde el # 337, dice: Dios mismo es el que ha creado
el mundo visible en toda su riqueza, su diversidad y su orden. La Sagrada Escritura
presenta la obra del Creador simbólicamente como una secuencia de seis días de
“trabajo divino” que terminan en “el reposo” del día séptimo. El texto Sagrado enseña,
a propósito de la creación, verdades reveladas para nuestra salvación que permiten
“conocer la naturaleza intima de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la
alabanza”.

Nada existe que no deba su existencia a Dios creador. El mundo comenzó cuando fue
sacado de la nada por la Palabra de Dios; todos los seres existentes, toda la naturaleza,
toda la historia humana están enraizados en este acontecimiento primordial: es el origen
gracias al cual el mundo es constituido, y el tiempo ha comenzado.

Toda criatura posee su bondad y su perfección propias. Para cada una de las obras de
los “seis días” se dice: “Y vio Dios que era bueno”. “Por la condición misma de la
creación, todas las cosas están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un
orden”. Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera,
un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe
respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas
despreciando a su Creador, y que además acarree consecuencias nefastas para los
hombres y para su ambiente.

La interdependencia de las criaturas es querida por Dios. El sol, la luna, el cedro y la


florecilla, el águila y el gorrión: las innumerables diversidades y desigualdades significan
que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas de
otras, para complementarse y servirse mutuamente.

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La belleza del universo: el orden y la armonía del mundo creado derivan de la diversidad
de los seres y de las relaciones que entre ellos existen. El hombre las descubre
progresivamente como leyes de la naturaleza que causan la admiración de los sabios.
La belleza de la creación refleja la infinita belleza del Creador. Debe inspirar el respeto
y la sumisión de la inteligencia del hombre y de su voluntad.

La jerarquía de las criaturas esta expresada por el orden de los “seis días”, que va de lo
menos perfecto a lo más perfecto. Dios ama todas sus criaturas, cuida de cada una,
incluso de los pajarillos. Jesús dice: “Vosotros valéis más que muchos pajarillos” o
también: ¡Cuanto más vale un hombre que una oveja!

En la creación Dios puso un fundamento y unas leyes que permanecen estables, en los
cuales el creyente podrá apoyarse con confianza, y que son para él, el signo y garantía
de la fidelidad inquebrantable de la Alianza de Dios. Por su parte, el hombre deberá
permanecer fiel a este fundamento y respetar las leyes que el Creador ha inscrito en la
creación.

Existe una solidaridad entre todas las criaturas por el hecho de que todas tienen el mismo
Creador, y que todas están ordenadas a su gloria. Es así como San Francisco de Asís
Inspirado por el Espíritu de Dios expresa en el siguiente himno, esta verdad:

Altísimo, omnipotente y buen Señor:


Tuyas son la alabanza, la gloria y el honor.
Tan solo Tú eres digno de toda bendición,
Y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Alabado seas mi Señor por todas tus criaturas:


Y en especial por el querido hermano sol;
Que alumbra y abre el día, y es bello en su esplendor;
Y lleva por los cielos noticias de su Autor.

Y por la hermana luna de blanca luz menor;


Y las estrellas claras que tu poder creó,
Tan limpias, tan hermosas, tan vistas como son,
Y brillan en el cielo. Alabado seas mi Señor.

Y por la hermana agua, preciosa en su candor;


Que es útil, casta, humilde. Alabado seas mi Señor.
Por el hermano fuego que alumbra al irse el sol,

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Y es fuerte, hermoso, alegre. Alabado seas mi Señor.

Y por la hermana tierra que es toda bendición;


La hermana madre tierra que da en toda ocasión,
Las hierbas y los frutos y las flores de color.
Y por el aire, las nubes y la calma. Alabado seas mi Señor.

Bendito seas mi Señor;


Por aquellos que perdonan por tu amor,
Y soportan enfermedades y tribulación.

¡Alabad y bendecid a mi Señor!


¡Dando gracias, y sirviéndole humildemente!

El Salmo 104, 1-5, exclama: ¡Bendice, alma mía, a Yahvé! ¡Yahvé, Dios mío, que grande
eres! Vestido de esplendor y majestad, te arropa la luz como un manto, como una tienda
extiendes el cielo, levantas sobre las aguas tus moradas; te sirven las nubes de carroza,
te deslizas sobre las alas del viento; tomas por mensajeros a los vientos, al fuego
llameante por ministro. Sobre sus bases posaste la tierra, inconmovible para siempre
jamás.

¡Y EL HOMBRE...!
DIOS, el único que vive por sí mismo, es TRINIDAD, y por su infinito Amor, ha creado al
Hombre a su Imagen y Semejanza. Por eso, apreciado lector, espero que no te pierdas
el hilo de esta meditación cimentada sobre la Sagrada Biblia, y sobre la Sana Doctrina
de la Iglesia, como sigue:

En el Sagrado libro del Génesis 1, 27, se resume magistralmente este misterio del ser
Humano; Creó, pues, Dios al ser humano A IMAGEN SUYA, a imagen de Dios lo Creó,
macho y hembra los Creó.

El hombre es la cumbre de la obra de la creación. El relato inspirado lo expresa


distinguiendo netamente la creación del hombre y la de las otras criaturas.

¿Y cómo es esto de que el hombre es Imagen y Semejanza de Dios? Pues el que nos
aclara un poco más este misterio, es San Pablo, en su Primera carta a los Tesalonicenses
5, 23, donde dice; Que EL, el Dios de la paz, los santifique plenamente, y que todo su ser,

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EL ESPÍRITU, EL ALMA, Y EL CUERPO, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro
Señor Jesucristo.

Así como Dios es Trino y Uno, la persona Humana También fue creada por EL, de una
forma Tridimensional.

ESPÍRITU: significa, que el Hombre esta ordenado desde su creación a su fin sobrenatural,
a una elevada y gratuita comunión con Dios.

ALMA: designa, lo que hay de más íntimo en el Hombre, y de más valor en él, es el
principio espiritual en el Hombre.

CUERPO: es, como todos vemos y sentimos; Corazón, Sangre, Cerebro, Huesos, Carne,
Piel, Pelo, Uñas, etc.

El científico Silvano Bornoso, dice: hay que reconocer que la complicación del A.D.N es
tan grande, que requiere una Inteligencia Creadora.

¿Qué Científico puede crear una “cámara de video” tan perfecta como el Ojo humano?
¿Cuál técnico puede crear alguna “computadora” tan Inteligente como el Cerebro
humano? ¿Cuál medico puede hacer “un robot” tan perfecto, a la manera como una
Mujer da vida a su Niño? ¿Cuál mecánico puede crear “un motor” tan único como mi
Corazón, que palpita “automáticamente” 70 veces por minuto? Etc…

Los actuales descubrimientos de la Ciencia Humana, están todavía en pañales con


relación a lo que Dios ya Hizo desde hace Miles y Millones de años atrás. Además el ser
humano, lo máximo que puede hacer, es “transformar las cosas” ya creadas por Dios.
SOLO DIOS ES EL CREADOR.

El Catecismo de la Iglesia Católica en los números 365-366, dice; La unidad del alma y
del cuerpo, es tan profunda, que se debe considerar al alma como la “forma” del
cuerpo; es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un
cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas
unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza. La Iglesia enseña que cada
alma espiritual, es directamente creada por Dios “no es producida por los Padres
humanos” y que es inmortal: no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se
unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final.

La palabra “HOMBRE” viene de Humus = Tierra. Por eso también en el libro del Génesis
2, 7, dice la Sagrada Escritura; Entonces Yahvé Dios formo al Hombre con polvo del suelo,
e insuflo en sus narices aliento de vida, y resulto el Hombre un ser viviente.

29
Lo cual viene significando, que el ser Humano es “Espíritu Material” y a la vez “Materia
Espiritual” A Imagen y Semejanza de Jesucristo el primer Adán. Pues Cristo Jesús no fue
formado a nuestra Imagen y Semejanza, sino que más bien, todos nosotros, fuimos
Creados a Imagen y Semejanza de Jesucristo Nuestro Señor.

El Santo Padre Juan Pablo II decía: El misterio de Cristo, se esclarece en el misterio del
Hombre, pero a su vez el misterio del Hombre, se esclarece plenamente, en el misterio
de Cristo.

El Sagrado misterio de la Humanidad Divina de Jesús, es revelado muchas veces en la


Sagrada Biblia, pero tal vez la más nítida es la Teofanía que San Lucas nos presenta en
su Evangelio 3, 21-22. Todo el pueblo se estaba Bautizando “Con Juan” Jesús ya
bautizado, se hallaba en oración, se abrió el cielo, bajo sobre él, el Espíritu Santo, en
forma corporal como una Paloma; y vino una Voz del Cielo: “Tu eres mi Hijo; YO HOY te
he engendrado”. EL HOY DE DIOS Y DE LA PERSONA DE JESUCRISTO ENCARNADO, ES UN
ETERNO PRESENTE.

Con estas meditaciones a la luz de la Fe y también de los argumentos de la razón, incluso


científica, comprendemos que todo lo que vemos y percibimos ha salido del infinito
poder de un Dios que lo ha creado todo y lo ha cuidado por un acto de su amor tierno
y misericordioso.

Santa Magdalena de Pazzis tomaba una hermosa flor entre sus manos y llena de amor
a Dios exclamaba: ¿Conque el buen Dios, desde toda la eternidad, pensó en crear esta
florecita para mí?

El Hombre es la obra más sublime de la expresión divina, pues somos su imagen y su


semejanza, una recapitulación de toda su obra de creación.

San Agustín decía: “Oh Dios: la tierra, el cielo, y todos los seres me están gritando que te
ame. Todo cuanto veo en la tierra y fuera de ella, todo me exhorta y me anima a amarte,
¡oh mi Dios! Porque todo me dice que Tú lo has creado para mí.

Además de la existencia del hombre sobre la tierra, Dios ha creado en el mundo místico-
espiritual, miríadas y miríadas de seres espirituales, por eso el catecismo de la Iglesia
Católica desde el # 328, dice: La existencia de seres espirituales, no corporales, que la
Sagrada Escritura llama habitualmente Ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la
Escritura es tan unánime como la Tradición.

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San Agustín dice respecto a ellos: El nombre de Ángel, indica su oficio, no su naturaleza.
Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un Espíritu; y si preguntas por lo que hace,
te diré que es un Ángel… Con todo su ser, los Ángeles son servidores y mensajeros de
Dios. Porque “contemplan constantemente el rostro del Padre que está en los cielos” son
agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su Palabra.

En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son


criaturas personales e inmortales. Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El
resplandor de su gloria da testimonio de ello.

Desde la infancia hasta más allá de la muerte, la vida humana está rodeada de su
custodia y de su intercesión. Cada fiel tiene a su lado un Ángel como protector y pastor
para conducirlo a la vida. Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la
sociedad bienaventurada de los Ángeles y de los hombres, unidos por el amor en Dios.

31
Entre lo Visible del universo y lo invisible del cielo, Dios ha creado cosas o entes que ni
siquiera podemos imaginarnos que existan, por eso San Pablo dice: Lo que ni el ojo vio,
ni el oído escucho, ni al corazón del hombre se le manifestó, lo que Dios tiene preparado
para los que lo aman. Jesús nos tiene prometido: Yo me voy, pero voy a prepararles un
lugar, y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los tomare conmigo,
para que donde Yo esté, estén también ustedes. ¡Bendito sea Dios!

El salmo 139, 1-18, dice; Tú me escrutas, Yahvé, y me conoces; sabes cuándo me siento
y me levanto, mi pensamiento percibes desde lejos; de camino o acostado, tú lo
adviertes, familiares te son todas mis sendas. Aun no llega la palabra a mi boca, y tú,
Yahvé, la conoces por entero; me rodeas por detrás y por delante, tienes puesta tu mano
sobre mí. Maravilla de ciencia que me supera, tan alta que no puedo alcanzarla.

¿Adónde iré lejos de tu espíritu, a donde podré huir de tu presencia? Si subo hasta el
cielo, allí estas tú, si me acuesto en el seol, allí estas. Si me remonto con las alas de la
aurora, si me instalo en los confines del mar, también allí tu mano me conduce, también
allí me alcanza tu diestra. Si digo: “que me cubra la tiniebla, que la noche me rodee
como un ceñidor” no es tenebrosa la tiniebla para ti, y la noche es luminosa como el
día.

Porque tú has formado mis riñones, me has tejido en el vientre de mi Madre; te doy
gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigios tus obras. Mi aliento conocías
cabalmente, mis huesos no se te ocultaban, cuando era formado en lo secreto, tejido
en las honduras de la tierra. Mi embrión veían tus ojos; en tu libro están inscritos los días
que me has fijado, sin que aun exista el primero.

¡Qué arduos me resultan tus pensamientos, oh Dios, que incontable es su suma! Si los
cuento, son más que la arena; y al terminar, todavía estoy contigo.

B) ¿CIENCIA “CONTRA” LA FE?

Carl Sagan, físico norteamericano de la NASA, fallecido en 1996, era ateo y se hizo
famoso por su serie televisiva Cosmos, donde hablaba de que la ciencia había nacido
cuando los hombres empezaron a librarse de las ideas religiosas supersticiosas. La
historia de la ciencia es, para él, la historia de la lucha continua entre la ciencia y los
prejuicios socio-religiosos. Según su opinión, la religión y concretamente la “Religión
Cristiana” frenó el progreso científico. Según él, ser religioso es sinónimo de ser atrasado,
anticuado y supersticioso.

32
Lo malo es que en muchos colegios y universidades del mundo, los profesores ateos o
agnósticos están convencidos de que la ciencia y la fe son enemigos y así lo enseñan
a sus alumnos. Dicen que la ciencia hace tiempo ha arrinconado y superado las ideas
religiosas, basadas en creaciones de la mente para dar explicaciones humanas a
fenómenos incomprensibles, que ahora la ciencia ha podido resolver, dejando
superadas esas ideas. Pero ¿será eso cierto? ¿Por qué entonces hay grandes científicos
que son creyentes? ¿Por qué muchos grandes sabios han sido ateos y después, a través
de la ciencia, han encontrado a Dios?

Uno de los escollos más importantes para muchos buscadores honestos es la innegable
evidencia, a lo largo de la historia, de que se han hecho cosas terribles en nombre de
la religión… Pero hay que recordar también que se han hecho cosas maravillosas en
nombre de la religión. La Iglesia y las religiones, han jugado un papel muy importante
en el respaldo de la justicia y de la benevolencia.

La Iglesia está hecha de gente caída. El agua pura y limpia de la verdad espiritual, está
colocada en contenedores oxidados. Por eso, hay que mirar más allá de la conducta
de los seres humanos pecadores, para encontrar la verdad. ¿Condenaríamos a un roble,
porque su madera se ha usado para fabricar ataúdes? ¿Culparíamos al aire por permitir
que las mentiras viajen a través de él?

Por otra parte; reconozcamos que gran parte de nuestro sufrimiento y el de nuestro
prójimo, es causado por lo que nos hacemos entre nosotros. Es la humanidad, no Dios,
la que ha inventado cuchillos, flechas, armas, bombas y toda clase de instrumentos de
tortura. La tragedia de un niño atropellado por un conductor ebrio, de una niña violada
por un pervertido, o de un hombre inocente que muere en el campo de batalla,
difícilmente se pueden atribuir a Dios... ¿Debería Dios restringir nuestra libertad para
evitar esa clase de conducta maléfica?

En raras ocasiones lo hace; pero, Dios realiza milagros. Sin embargo en la mayoría de
las veces, la existencia del libre albedrío y del orden en el universo físico, son hechos
inexorables... Tras vivir 33 años como creyente, la ley moral sigue siendo para mí la más
clara señal de la existencia de Dios. Más que eso: apunta hacia un Dios que se preocupa
de los seres humanos, un Dios que es infinitamente bueno y santo.

No hay oposición entre la ciencia y la fe. Porque un mismo Dios ha creado a ambas.
Pero para muchos, todavía es como una lucha sin tregua entre la mente y el corazón.
Muchos materialistas creen que los avances de la ciencia hacen que la religión se
quede obsoleta y afirman que estaríamos mejor sin Dios y sin religión. Otros creyentes,
ante estas ideas, ven los avances de la ciencia como peligrosos, sobre todo, cuando

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van directamente contra la moral como las investigaciones con embriones humanos, la
eutanasia, el aborto, la clonación, la homosexualidad, etc.

¿Daremos la espalda a la ciencia porque a veces se opone a la moral? ¿Daremos la


espalda a la fe, considerando algunas actitudes poco cristianas de los creyentes o
creyendo que no es necesaria? Ambas opciones son peligrosas. Ambas niegan la
verdad del Dios creador. Por eso, debemos aceptar que el Dios de la Biblia, el Dios que
vino a la tierra como uno de nosotros y permanece siempre a nuestro lado en la
Eucaristía, es el mismo Dios del genoma humano y el creador de las leyes del universo,
que los científicos tratan de descubrir. Lo importante es saber que Dios quiere la ciencia
y la fe. Ama a los científicos y ama a los creyentes, porque todos son sus hijos. Y desea
que todos, como hermanos, se den la mano y crean en Él y lo amen, descubriendo
admirados las maravillas que ha dejado en la creación. Dios es amor y nos ama a cada
uno. Por eso, la fe y la ciencia, son dos alas para volar hacia el único Dios que nos
espera más allá de las estrellas.

EL CIENTIFICISMO

Algo que no se puede aceptar es el llamado cientificismo, es decir, que la ciencia tenga
la última palabra en todo. Para muchos la palabra científico es una palabra mágica.
Decir que algo está científicamente demostrado es decir que es algo que ya está
definitivamente aclarado y que nadie puede contradecir. Científico es para muchos
sinónimo de verdadero. Pero ¿será cierto? Harold Brown dice: El conocimiento científico
en cualquier época es lo que los científicos creen como tal en ese momento, pero el
conocimiento científico de una época puede ser rechazado como erróneo en la
siguiente.

Esto ha ocurrido cientos de veces. Durante muchos siglos se creyó “incluso por la
jerarquía de la Iglesia” que la tierra era el centro del universo y que el sol daba vueltas
alrededor de la tierra. Esto era tenido como verdad científica indiscutible. Copérnico
empezó a considerar que era la tierra la que daba vuelta alrededor del sol como si él
fuera el centro del universo; pero ahora sabemos que el sistema solar está en un extremo
de nuestra galaxia, la cual es una de las millones y millones que existen y que, de
ninguna manera, podemos hablar de estar en el centro del universo.

Durante mucho tiempo, se decía que la distancia más corta entre dos puntos era la línea
recta. Pero eso será cierto en cortas distancias; porque a distancias astronómicas, la
línea curva es la más corta, porque los campos gravitacionales impiden ir en línea recta.
Es como si dijéramos que la distancia más corta a Tokio es de una línea recta. ¿Cómo
va a ser recta, si la tierra es redonda? Incluso, conceptos tan normales como el tiempo

34
y el espacio han sido puestos en duda con las teorías de la relatividad de Einstein.
Porque, a grandes distancias y a velocidades de la luz, las cosas cambian, parece que
el tiempo se detiene y el espacio no es tan uniforme como vemos todos los días.

Ya pasó la época en que se pensaba que la ciencia daría respuesta a todos los
problemas humanos y los solucionaría. Se acabó hace tiempo el optimismo de la
ciencia. Cuanto más conoce el hombre, más se da cuenta de lo que le queda por
descubrir. La naturaleza es como un libro abierto, lleno de misterios, tan inalcanzables
que el hombre se queda pequeño ante la simple consideración de la magnitud del
universo o ante la pequeñez infinitesimal de los elementos del átomo. Lo malo está en
presentar ideas como científicas por el hecho de que las dice un científico y no han sido
confirmadas por otros.

Algunos científicos, con el prestigio de sus títulos, quieren hacernos creer que la ciencia
ha arrinconado a la fe y ha eliminado las realidades espirituales, porque nunca las ha
encontrado. Algunos dicen que, si la ciencia no ha descubierto a Dios, es porque no
existe. Pero la ciencia no puede descubrir a Dios, porque sólo trata de lo que puede
observarse, es decir, del mundo material. En cambio, Dios es espiritual y la religión trata
de cosas espirituales, que no pueden ser comprobadas ni rechazadas por la ciencia,
porque son de un orden diferente.

Como diría Collins: No se puede usar la ciencia para tratar de desprestigiar a las grandes
religiones monoteístas del mundo, que descansan en siglos de historia, filosofía moral y
la poderosa evidencia que ofrece el altruismo humano. Es el colmo del orgulloso
científico, afirmar lo contrario. Pero eso deja con un desafío, si la existencia de Dios es
verdad y si son ciertas también ciertas conclusiones de la ciencia sobre el mundo
natural, que no se pueden contradecir entre sí. Debe ser posible lograr una síntesis
armoniosa.

Sin embargo, pareciera que estas dos versiones de fe y ciencia no estuvieran buscando
la armonía sino la guerra. Esto es especialmente patente en la teoría de la evolución de
Darwin. Aquí es donde las batallas se están librando con más furia. Aquí es donde los
malentendidos de ambos lados son profundos. Aquí es donde las apuestas sobre el
futuro del mundo son más altas. Aquí es donde la armonía se necesita con
desesperación.

LA EVOLUCIÓN

La teoría de la evolución es muy antigua. Ya en la Edad Media, santo Tomás de Aquino


y otros grandes teólogos hablaban de que Dios había puesto en la materia las

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cualidades especiales para que pudiera dar lugar a seres vivientes. Algunos eran
partidarios de la teoría de la generación espontánea. Pero estas teorías no tuvieron
mucho arraigo hasta que llegó Charles Darwin.

En 1859, publicó su libro El origen de las especies en el que propuso que todas las
especies vivas descienden de un pequeño grupo de ancestros comunes, quizás de uno
solo. Sostenía que la variación de especies se debía a la selección natural, una especie
de fuerza vital que hacía que la naturaleza fuera eliminando por sí misma a los individuos
más débiles y haciendo que sólo sobrevivieran las especies y los individuos más fuertes.
Al mismo tiempo, sugirió que este proceso de selección natural podía aplicarse también
al hombre. Este tema lo desarrolló en su libro El origen del hombre.

En este libro llega a proponer que los mismos hombres aceleren el progreso de la
humanidad y favorezcan la selección artificial de los seres humanos ¿Cómo? Veamos
lo que escribió: Entre los salvajes, los más débiles de cuerpo o de mente resultan
rápidamente eliminados y los que sobreviven generalmente exhiben un vigoroso estado
de salud... Los hombres civilizados entorpecen el proceso de eliminación de los menos
aptos; promulgamos leyes para los menesterosos y nuestros profesionales de la
medicina ejercitan toda su habilidad para salvar la vida de cada persona hasta el último
momento... De esta manera, los más débiles de las sociedades civilizadas propagan su
debilidad. Y tal obstáculo a la severidad de la selección natural, es manifiestamente
absurdo, porque nadie, que haya presenciado cómo se crían los animales domésticos,
puede dudar de que ese obstáculo sea algo altamente dañino para la raza humana.

Para Darwin, el hombre es solamente un ser biológico, como cualquier otro animal, y
rige también para él la teoría de la selección natural en su proceso evolutivo que
siempre está en marcha. Algunos dirán que vamos hacia el superhombre. El problema
es que estas teorías para muchos científicos son estrictamente verdaderas y, por tanto,
el hombre es sólo fruto de un proceso natural sin ninguna intervención de Dios.

De ahí que, utilizando estas teorías evolucionistas, muchos atacan al cristianismo como
algo anticuado y supersticioso, ya que consideran que está demostrado científicamente
que el hombre viene de sus ancestros antropoides, de modo totalmente natural y en
evolución progresiva al igual que los animales. Mucha gente está convencida de que
Darwin demostró que el hombre procede del mono. Y considera que no creer en esta
teoría de la evolución es señal de oscurantismo y superstición. Pero, en realidad, como
dice Antonino Zichichi, el gran científico italiano miembro de la Academia pontificia de
ciencias, descubridor de la antimateria nuclear, presidente del centro Enrico Fermi de
Roma y presidente de la Federación mundial de científicos, los oscurantistas son los que

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pretenden dar el rango de verdad científica a una teoría, privada de la más elemental
estructura matemática y sin la más mínima base experimental. Los experimentos
irrepetibles no son parte de la ciencia.

Hay que desconfiar de todos los que elaboran teorías, olvidando las pruebas
experimentales reproducibles. Un fenómeno, observado una sola vez y nunca más, no
vale para la ciencia, sino para las fábulas. Una cosa es segura, el hombre ha
permanecido exactamente idéntico desde hace 10.000 años, por lo menos, hasta la
fecha, como si el tiempo se hubiera detenido. No ha habido evolución biológica, pero
sí evolución cultural.

¿Por qué la evolución no ha continuado? Si la evolución tuviera bases científicas serias,


debería estar en condiciones de predecir el valor exacto de los tiempos que
caracterizaron a la evolución humana. Pero estas teorías evolucionistas no tienen
ninguna base matemática, porque no pueden ser reproducidas para constatar lo que
ocurrió en el pasado una sola vez y que no puede ser experimentado de nuevo.

Por eso, es una presunción hablar de evolución humana como una teoría científica que
debe estar confirmada por verificaciones experimentales reproducibles…

Ciertamente existen pruebas de evolución biológica de numerosísimas formas de


materia viviente, pero la evolución biológica de la especie humana va por distinto
camino. Esto por un simple motivo. Entre todas las formas de materia viviente, nosotros
somos la única dotada del extraordinario privilegio de saber descifrar la lógica con que
se ha hecho el mundo. Este privilegio nos distingue de cualquier otra forma de materia
viviente. Por eso, no se puede dar por descontado el mismo principio evolutivo biológico
que sea válido para otras formas vivientes.

Sabemos con certeza que la evolución biológica de la especie humana se ha detenido


hace unos diez mil años. Pero la evolución cultural ha sido muy grande. Un hecho claro
es el de Nueva Guinea. Esos seres humanos quedaron durante miles de años fuera de la
evolución cultural y, en poco tiempo, recuperaron los siglos perdidos y, después de
pocos años, se encuentran ahora en perfecta igualdad con nosotros. Estaban atrasados
culturalmente, pero tenían la misma capacidad biológica. La evolución cultural no
distingue razas. Vale para todos.

Por ello, promover la teoría de la evolución biológica de la especie humana al rango de


teoría científica corroborada por pruebas experimentales para poder negar la
existencia de Dios, es uno de los actos de mistificación cultural más graves que se han
cometido desde que nació la ciencia.

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Los evolucionistas a ultranza dicen que los organismos simples celulares existen desde
hace 3.500 millones de años, y que los organismos multicelulares existen desde hace
unos setecientos millones de años. Los vertebrados, desde hace unos 400 millones. Los
mamíferos, desde hace unos 200 millones de años. Los primates, desde hace 70 millones
de años. La familia de los simios, llamada Dryopitecos desde hace 20 millones. De esta
familia, habrían salido los chimpancés, gorilas y orangutanes actuales. La otra cadena,
que debe llegar hasta nosotros, tiene anillos faltantes, desarrollos milagrosos e
inexplicables extinciones.

Llegados al homo sapiens neandertal, hace 100.000 años, con un cerebro superior al
nuestro, la teoría evolucionista habla de que hace 40.000 años el homo sapiens
neandertal se extingue de modo inexplicable. Y aparece de modo totalmente
inexplicable, hace 20.000 años el homo sapiens, es decir, nosotros.

Pero una teoría con eslabones perdidos y desapariciones imprevistas no es ciencia ni


teoría científica.

En 1912, los científicos celebraron el encuentro de lo que estaban buscando: el eslabón


perdido entre el orangután y el homo sapiens. En unas canteras de piedra en el condado
de Sussex, en Inglaterra, junto al pueblo de Piltdown, se encontró la parte superior de un
cráneo con una capacidad cerebral superior a la de un mono, pero inferior a la de un
hombre moderno.

Todos los científicos del mundo, empezando por los paleontólogos del Museo británico
de Londres celebraron el hallazgo. A los descubridores se les dio el título de barones de
la Corona inglesa y en el pueblo de Piltdown se erigió un monumento en el lugar del
hallazgo. Al final, resultó que todo había sido una burda falsificación, pero esto se
descubrió en 1953. Durante 40 años, todos los científicos habían creído en una verdad
“científica”, que era falsa. Y a ese supuesto ser mono-hombre le habían dado el nombre
de eoanthropus.

Al descubrirse la mentira, presentaron al hombre de Neanderthal como el eslabón


perdido, a pesar de haberse descubierto que no es un antepasado nuestro, como
habían creído los científicos durante un siglo y medio. Era solo un ejemplar de una
especie extinguida de mono antropomorfo. Actualmente, las teorías darwinistas están
puestas en tela de juicio por muchos científicos serios.

Como diría Isaac Bashevis Singer, que fue premio Nobel de literatura en 1978: Son
muchos los pensadores que han atribuido al ciego mecanismo de la evolución muchos

38
más milagros que todos los que le han sido atribuidos a Dios por todos los teólogos del
mundo.

Juan Pablo II en 1986 decía: Desde el punto de vista de la doctrina de la fe, no se ven
dificultades para explicar el origen del hombre en cuanto al cuerpo mediante la
hipótesis del evolucionismo. Es preciso, sin embargo, añadir que la hipótesis propone
solamente una probabilidad, no una certeza científica. En cambio, la doctrina de la fe
afirma de modo invariable que el alma espiritual del hombre es creada directamente
por Dios. O sea, es posible, según la hipótesis mencionada, que el cuerpo humano,
siguiendo el orden impreso del Creador en las energías de la vida, haya sido preparado
gradualmente en las formas de seres vivientes antecedentes. Pero el alma humana, de
la cual depende en definitiva la humanidad del hombre, siendo espiritual, no puede
haber emergido de la materia.

El mismo Papa en un mensaje a los miembros de la Academia Pontificia de Ciencias, el


22 de octubre de 1966, les decía: Las teorías de la evolución que consideran que el
espíritu surge de las fuerzas de la materia viva o que se trata de un simple epifenómeno
de esta materia, son incompatibles con la verdad sobre el hombre; estas teorías son
incapaces de fundar la dignidad de la persona humana. Al llegar al hombre, nos
encontramos con una diferencia de orden ontológico, ante un salto ontológico
podríamos decir: El momento del paso a lo espiritual no es objeto de observación…
Compete a la teología deducir el sentido del hombre según los designios del Creador.

En resumen, podemos decir que la evolución puede ser perfectamente conciliable con
la religión. Sólo hay que reconocer que Dios-creador fue el que puso en la materia esa
fuerza vital para que pudiera desarrollarse hasta dar lugar a la vida más primitiva y,
después, poco a poco, a seres vivientes más desarrollados hasta llegar a un antropoide,
del cual pudo servirse Dios para darle un alma racional y así convertirlo en ser humano;
no sólo por su inteligencia, sino especialmente por su destino eterno, ya que Dios lo
elevó al orden sobrenatural y lo hizo hijo suyo, creado a su imagen y semejanza.

La fe católica puede aceptar la evolución con tal de aceptar una intervención especial
de Dios en la creación del alma humana. De todos modos, la ciencia nunca podrá
probar de modo científico o experimental el paso del animal al ser humano.

EL MARXISMO.

El materialismo marxista, denominado pretenciosamente “científico”, niega la


espiritualidad del alma humana como si estuviera científicamente demostrado que sólo
existe la materia. Pero las ciencias experimentales no pueden demostrar las realidades

39
espirituales. Son dos campos totalmente diferentes. Sin embargo, todavía hoy muchos
marxistas o materialistas tratan de hablar de cosas espirituales con criterios y métodos
que sólo valen para la ciencia experimental y no para las cosas espirituales. La ciencia
experimental sólo tiene relación con las realidades materiales. Por tanto, la ciencia
experimental no puede apoyar el materialismo, como si sólo existiera la materia, porque
no puede saber si existen o no las cosas espirituales.

Desde la antigüedad hasta la época moderna, el materialismo ha pretendido


presentarse como doctrina científica, haciendo decir a la ciencia mucho más de lo que
realmente puede decir. Afirmar que la materia es eterna y que el pensamiento y la
conciencia humana son puro resultado de combinaciones de la materia y que no existe
nada más que materia, no son, ni podrán ser nunca, conclusiones científicas de ninguna
ciencia experimental. Por eso, no tiene sentido la pregunta de si la materia es eterna o
no. Si todo es fruto de combinaciones automáticas de la materia, ¿dónde queda la
libertad humana? Seríamos robots y todos actuaríamos de la misma manera en las
mismas circunstancias. Y eso no es cierto.

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Carlos Ulises Moulines en su ensayo Por qué no soy materialista, editado en 1977, afirma
que quien dice que sólo existe la materia está diciendo algo que solo una pequeña
minoría de especialistas sabe lo que es. La materia tiene una complejidad fabulosa, sólo
asequible a quienes son especialistas. Y nadie puede dar una respuesta simple y
definitiva sobre lo que es la materia. Ahora se habla de protones, electrones, neutrinos,
neutrones y antimateria… ¿Quién se atreve hoy a definir científicamente de una vez
qué es la materia y que todo se explica por la materia?

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Algunos dicen que la materia es lo que se ve y se toca ¿Quién ve y toca las ondas
electromagnéticas, los campos gravitatorios, los protones, neutrinos o cualquiera de
otras partículas elementales del átomo?

El materialismo sostiene que todo lo material es real y todo lo real es materia,


asegurando que no existe nada que no sea material, pero ¿de dónde saca esta
conclusión?

Mario Bunge publicó su libro “Materialismo y ciencia” en el que enumera algunos


problemas que los materialistas no han resuelto. Entre ellos, la existencia del espíritu o
del alma; la libertad humana, que no puede ser fruto de reacciones fisicoquímicas; la
existencia de valores que guían nuestros actos; la naturaleza del pensamiento o de los
conceptos…

Sir John Eccles, premio Nobel de medicina por sus trabajos acerca del cerebro, ha
afirmado claramente que el materialismo carece de base científica y que los científicos
que lo defienden están en realidad creyendo en una superstición. Porque el
materialismo lleva a negar la libertad y los valores morales, ya que para ellos la
conducta es resultado de estímulos materiales.

Así pues, el marxismo y su ideología científica están en antítesis con la ciencia y sus
valores. El materialismo marxista es totalmente anticientífico, porque nadie puede decir
que no existen las realidades espirituales, simplemente porque no las ha visto ni
observado experimentalmente.

Los que hablan con triunfalismo de que con el progreso científico desaparecerá la
religión y habrá un paraíso marxista terrenal están en un oscurantismo moderno
peligroso.

Basta conocer algunos países donde ha triunfado el comunismo para darnos cuenta por
experiencia de que esos países eran todo menos paraísos. Allí no había libertad, la
gente estaba triste, porque todos desconfiaban de todos, ya que todos podían ser
informantes. Además, el Estado comunista imponía el ateísmo como religión de Estado
sin libertad de opción. En este caso, el opio era el comunismo y no la religión.

Cristo, y no Marx, es el verdadero liberador y el aliado de los pobres. Cristo, y no Marx,


es el que da esperanza a los pueblos.

Los “científicos” marxistas de la URSS sostenían que la fe cristiana había tenido su origen
en un movimiento de esclavos o proletarios oprimidos que inventaron a Dios como un
consuelo. Y estos doctores marxistas publicaron, con el dinero del pueblo, estudios

42
“científicos” sobre la insostenible teoría de que Cristo nunca existió. Por otra parte, los
nazis publicaron otros muchos libros para confirmar “científicamente” que Cristo sí había
existido, pero que no era judío sino ario y que había nacido del adulterio de María con
un soldado romano, que era germano.

En el museo del Instituto para el ateísmo científico de Leningrado, había secciones para
desacreditar la religión cristiana con una serie de razones “científicas”. Ha sido el mayor
empeño mundial en destruir la religión; pero, al llegar la libertad, tras la caída del muro
de Berlín en 1989, comprobaron que todo había sido un enorme fracaso y que los
jóvenes rusos estaban hambrientos de Dios. Los 70 años de educación atea no habían
dado lugar al superhombre, sino a hombres llenos de miedo por la represión policial.

EL COSMOS.

Veamos ahora el orden y la armonía del maravilloso universo en que vivimos. La gran
mayoría de físicos y cosmólogos han llegado a la conclusión de que el universo empezó
en un solo momento. Ahora es comúnmente llamado el big bang. Los cálculos sugieren
que sucedió hace aproximadamente 15 mil millones de años.

Unos datos particularmente importantes sobre lo correcto de esta teoría fueron


proporcionados casi accidentalmente por Arno Penzias y Robert Wilson en 1965, cuando
detectaron lo que parecía un molesto fondo de señales de microondas en todas las
direcciones, en las que apuntaban con su nuevo detector. Después de descartar todas
las demás posibles causas, Penzias y Wilson finalmente se dieron cuenta de que ese
ruido de fondo venía del universo mismo, que representaba precisamente la clase de
radiación que uno esperaría encontrar como consecuencia del big bang y que surgía
de la aniquilación de la materia y la antimateria en los primeros momentos del universo
en explosión… Con base en estas y otras observaciones, los físicos están de acuerdo en
que el universo empezó como un punto de energía pura, infinitamente denso y sin
dimensiones. Las leyes de la física se vienen abajo ante esta circunstancia a la que se
la conoce como “singularidad”.

Al menos, hasta la fecha, los científicos han sido incapaces de interpretar los sucesos
más inmediatos de la explosión que tuvieron lugar en los primeros 1043 segundos (¡un
décimo de un millonésimo de millonésimo de millonésimo de millonésimo de
millonésimo de millonésimo de millonésimo de segundo!).

Después de eso, es posible hacer predicciones sobre los sucesos que tuvieron que
ocurrir en el universo actualmente observable, incluyendo la aniquilación de la materia

43
y la antimateria, la formación de núcleos atómicos estables y, finalmente, la formación
de átomos primariamente de hidrogeno, deuterio y helio.

Si un segundo después del big bang, la velocidad de expansión hubiera sido menor,
incluso en un cien mil millonésimo de millonésimo, el universo se hubiera vuelto a
colapsar antes de que hubiera podido alcanzar su tamaño actual.

Por otro lado, si la velocidad de expansión hubiera sido mayor incluso en una
millonésima parte, las estrellas y los planetas no se hubieran podido formar. Si la
atracción nuclear fuerte, que mantiene juntos a protones y neutrones, hubiera sido
incluso ligeramente más débil, solamente se hubiera formado hidrogeno en el universo.

Si por otro lado, la atracción nuclear fuerte hubiera sido ligeramente más fuerte, todo el
hidrogeno se habría convertido en helio, en vez de ser el 25 por ciento, como ocurrió
casi al principio del big bang y, por lo tanto, los hornos de fusión de las estrellas y su
capacidad de generar elementos pesados nunca hubieran nacido.

Para hacer esta observación más notable, parece que la fuerza nuclear está ajustada
exactamente lo suficiente para que se forme el carbono, que es crítico para las formas
de vida de la tierra. Si la atracción hubiera sido ligeramente más fuerte, todo el carbono
se hubiera convertido en oxígeno.

Si la tierra hubiera estado más cerca del sol, nos moriríamos de calor. Si estuviera más
lejos, moriríamos de frío. Si la tierra fuera tan pequeña como la luna, no habría la
suficiente fuerza de gravedad para retener el aire que es esencial para nuestra vida. Si
la tierra fuese más grande, nuestros músculos no podrían vencer la fuerza de la
gravedad.

Desde las órbitas infinitas de las estrellas hasta el pequeño mundo del átomo, la
naturaleza se rige por unas leyes de orden. Por ejemplo, por cada cuatro partes de
nitrógeno hay una parte de oxígeno en la composición del aire. Otras mezclas serían
peligrosas... Los enormes océanos, con sus billones de seres vivos, comenzarían a
podrirse, si la sal no los preservara de la corrupción. Para esto se requiere un 4%, más o
menos, de sal en el agua. Es la proporción que encontramos en los mares... Dondequiera
que se mire, reina un orden, que no ha podido ser creado por simple azar.

El azar no explica nada. Dice el gran científico F. Hoyle: que el que la vida haya surgido
por azar es menos probable que el que un huracán reconstruya un Avión Boeing 747
despiezado en una cacharrería.

44
Nosotros estamos hechos a partir de tres partículas fundamentales: protón, neutrón y
electrón. Y así cada cosa que existe: el mar, el aire, una flor, una golondrina.

Antonino Zichichi, descubridor de la antimateria nuclear, dice hablando de la física


virtual: En una minúscula partícula de materia está escrita la historia del mundo. De esta
historia sólo sabemos una pequeña parte. Pero todo está escrito allí. Por ejemplo la
longitud de un protón es una décima parte de millonésimo de mil millonésimo de
centímetro. Su masa es apenas ciento sesenta y siete centésimas de millonésimo de mil
millonésimo de mil millonésimo de gramo. Quien esto escribe ha estudiado su estructura.
En el corazón de un protón están escritas las leyes fundamentales de la naturaleza.
Ninguno de nosotros puede decir por qué el creador del mundo ha escogido este
conjunto de leyes y no otras.

En cuanto a la longevidad de estas partículas fundamentales (protón, neutrón y electrón)


según afirman los científicos de la física virtual, es de al menos cien mil por mil millones
de mil millones de mil millones de años. Esto quiere decir que la vida del universo puede
ser inmensamente larga desde nuestra perspectiva humana. La vida del universo hasta
ahora (15.000.000.000 de años aproximadamente) con relación a la vida potencial de
un protón es como un pequeño pestañeo. Y todo esto Dios lo creó para el hombre.

El universo está hecho de modo que pudiera surgir la vida. La fuerza electromagnética
es 137 veces más débil que la fuerza nuclear. El protón con carga positiva pesa 1836
veces más que el electrón con carga negativa de igual valor. Supongamos que el
electrón en lugar de ser 1836 veces más ligero que el protón fuese 2.000 veces, no podría
haber bioquímica adecuada para la vida inteligente.

Si en el universo hubiese 10 veces más masa de la que hay, no podría haber vida
inteligente. Si no hubiese dos maneras distintas de relacionarse las cargas eléctricas sino
una, tampoco habría seres inteligentes en el planeta.

Esto no lo dicen los teólogos sino los cálculos hechos por los científicos. Parece que el
universo tiene una serie de propiedades que no tienen otra justificación, sino llevar a
que todo funcione para llegar a la vida del ser humano inteligente, de acuerdo a un
plan preconcebido. Nosotros decimos que eso sólo se explica por un Dios creador.

Dice Jean Guitton: Cualesquiera que sean los parámetros considerados, la conclusión
es siempre la misma: si se modifica su valor, por poco que sea, suprimimos cualquier
posibilidad de eclosión de la vida. Por eso, las constantes fundamentales, que han
permitido la aparición de la vida, parecen, pues, ajustadas con una precisión
maravillosa... Todo esto no hace sino confirmar mi convicción: ni las galaxias ni sus miles

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de millones de estrellas, ni los planetas y las formas de vida que albergan, son un
accidente o una simple fluctuación del azar. No hemos aparecido, así como así, un
buen día cualquiera, porque un par de dados cósmicos hayan caído bien. Dejemos eso
para quienes no quieren afrontar la verdad de las cifras... La probabilidad matemática
de que el universo haya sido engendrado por azar es prácticamente nula.

JEAN GUITTON, en sus reflexiones, dice: ¿Qué sucedió al principio de los tiempos y que
dio origen a todo lo que hoy existe, a esos árboles, a esas flores, a esos transeúntes que
andan por la calle? ¿Qué fuerza ha dotado al universo de todo lo que existe?... Los
objetos más familiares pueden conducirnos hacia los enigmas más inquietantes.

Por ejemplo: esta llave de hierro que está sobre mi escritorio, delante de mí. Si pudiera
reconstruir la historia de sus átomos, ¿hasta dónde tendría que remontarme?... El metal
de mi llave es tan antiguo como la misma Tierra, cuya edad es hoy estimada en cuatro
mil quinientos millones de años. ¿Significa esto el fin de nuestra investigación? Intuyo
que no. Seguramente es posible remontarse aún más al pasado para encontrar el origen
de la llave... Este pequeño trozo de metal contiene toda la historia del universo, una
historia que comenzó hace miles de millones de años, antes de la formación del sistema
solar... El cerrajero que fabricó la llave no sabía que la materia que martillaba había
nacido en el torbellino ardiente de una nube de hidrógeno primordial.

Debemos remontarnos hasta el origen del propio universo, para encontrarnos así a
quince mil millones (o veinte mil millones) de años atrás. ¿Qué pasó en ese momento?
La física moderna nos dice que el universo nació de una gigantesca explosión que
provocó la expansión de la materia. Todavía hoy podemos observarla; por ejemplo, en
las galaxias. Esas nubes constituidas por centenares de miles de millones de estrellas,
continúan alejándose unas de otras por el empuje de esa explosión inicial...

A partir de ese momento, durante millones de años, el universo será anegado por
radiaciones y por un turbulento plasma de gas. Al cabo de unos cien millones de años,
en medio de inmensos torbellinos de gas, se forman las primeras estrellas. En su seno se
van a fusionar los átomos de hidrógeno y de helio para dar origen a los elementos
pesados, que acabarán apareciendo mucho más tarde, miles de millones de años
después.

Estudiemos ahora la historia de la Tierra. Hace unos 5.000 millones de años que existe.
Después de mil millones de años de existencia, no había en ella más que inmensos
desiertos de lava fundida que vomitaban sin interrupción columnas de vapor y de gas a
varios kilómetros de altura. Poco a poco, esas nubes oscuras se acumularon y formaron

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la primera atmósfera de la Tierra con gas carbónico, amoníaco, óxido de carbono,
nitrógeno e hidrógeno.

Pasaron millones de años. Lentamente, el calor comenzó a decaer, la Tierra se fue


apagando. En ese momento la lava tenía forma de una pasta, tibia aún, sobre la que ya
se podía nadar. El primer continente acababa de nacer. Es entonces cuando ocurrió un
acontecimiento capital: las nubes, que giraban en el cielo, se condensaron y la primera
lluvia del mundo comenzó a caer. Durará siglos. El agua invadió casi todo el planeta,
rompió todas las depresiones hasta que formó el océano primitivo. Durante centenares
de miles de años, olas gigantescas golpearán las rocas.

La Tierra, el cielo y las aguas, estaban todavía vacíos. Sin embargo, las moléculas
primitivas eran constantemente agitadas por las monstruosas tormentas, que se
desencadenaban, quebrantadas incansablemente por la formidable radiación
ultravioleta del sol. En este estadio, surgió lo que parecía un milagro. En el corazón de
este caos, se juntaron y se combinaron algunas moléculas para formar progresivamente
estructuras estables, reflejo de un orden. Ahora una veintena de aminoácidos existía en
los océanos: Eran los primeros ladrillos de la materia viva.

Y podemos preguntarnos: ¿Quién elaboró los planos de la primera molécula de ADN,


portadora del mensaje inicial, que permitió reproducirse a la primera célula viva? La
aventura de la vida está ordenada por un principio organizador Superior, sin duda
alguna.

Dice Jean Guitton: La vida es la historia de un orden cada vez más elevado y general.
Porque, a medida que el universo vuelve a su estado de equilibrio, se las arregla, a pesar
de todo, para crear estructuras cada vez más complejas...

Ilia Prigogine, premio Nobel de química, declaró un día: Lo asombroso es que cada
molécula “sabe” lo que harán las otras moléculas simultáneamente y a distancias
macroscópicas. Nuestros experimentos muestran que las moléculas se comunican.
Todo el mundo acepta esta propiedad en los sistemas vivos, pero es, por lo menos,
inesperada en los sistemas inertes.

Por eso, Francis Crick, premio Nobel de biología por el descubrimiento del ADN, dice: Un
hombre honesto, que estuviera provisto de todo el saber que hoy está a nuestro alcance,
debería afirmar que el origen de la vida parece actualmente provenir del milagro, tantas
condiciones es preciso reunir para establecerla.

Y el mismo Jean Guitton dice: El universo es un vasto pensamiento. En cada partícula,


átomo, molécula o célula de materia, vive y obra, a espalda de todos, una

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omnipresencia. Esto quiere decir que, en efecto, el universo tiene un eje, o mejor, un
sentido. Este sentido profundo se encuentra en su interior, bajo la forma de una causa
transcendente...

Si veo un progreso constante de la materia hacia estados más ordenados; si hay una
evolución de las especies, todo me lleva a pensar que en el fondo mismo del universo,
hay una causa de la armonía de las causas, una inteligencia. La presencia de esta
inteligencia en el corazón mismo de la materia, me aparta para siempre de la
concepción de un universo que habría aparecido por azar, que habría producido la
vida por azar y la inteligencia también por azar...

Tomemos un caso concreto: una célula viva está compuesta de una veintena de
aminoácidos, que forman una cadena compacta. La función de estos aminoácidos
depende, a su vez, de alrededor de 2.000 encimas específicas. Siguiendo el
razonamiento, los biólogos han decidido que la probabilidad de que un millar de
encimas diferentes se unan ordenadamente para formar una célula viva (a lo largo de
una evolución de varios miles de millones de años) es del orden de uno entre 101.000, que
es tanto como decir que la probabilidad es nula.

Otro ejemplo, para que la unión de nucleótidos conduzca por azar a la elaboración de
una molécula de ARN utilizable, es necesario que la naturaleza multiplique a tientas los
ensayos durante al menos 1015 años, es decir, un tiempo cien mil veces más largo que
la edad total de nuestro universo...

Concluyo, diciendo que, al observar la pasmosa complejidad de la vida, el universo es


inteligente, es decir, una inteligencia transcendente “ordenó” (en el mismo instante de
la Creación) la materia que ha dado origen a la vida.

DIOS EXISTE

Una de las conclusiones más ciertas y contundentes del estudio de la armonía y


perfección de tantas maravillas del universo, es que Dios existe, pues el universo no ha
podido ser creado por simple azar o por una materia eterna, como dicen los marxistas.

El universo no es eterno, como lo demuestra claramente la teoría del big bang. Está
demostrado científicamente que todo surgió de una primitiva explosión hace unos 15 o
20 mil millones de años; y el universo, todavía joven, está aún en período de expansión.
La expansión de las galaxias nos lleva a pensar que todas debieron partir de un punto
común. Por eso, la idea de que el universo material se ha creado a sí mismo, parece
absurda. Un solo átomo, aun el más simple, es tan complicado y supone tal inteligencia
que un universo materialista carece de sentido.

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Hoy sabemos que ninguna estrella puede brillar un tiempo infinito. Se le acabaría el
combustible. Un universo eterno es incompatible con la existencia de procesos físicos
irreversibles.

Otro argumento para demostrar que la materia no puede ser eterna es la transformación
de unos elementos radiactivos en otros. Si la materia fuera eterna, ya no quedaría
potasio-40, ni rubidio-87, ni uranio-235, pues ya se habrían transformado totalmente. Si
hoy queda todavía en el mundo potasio y uranio radiactivos, es porque todavía no han
transcurrido los miles de años necesarios para que se transformen en argón y plomo
respectivamente. Se sabe que la mitad del uranio, que contiene una roca, se transforma
en plomo al cabo de 4.000 millones de años.

El sol se está apagando. Su hidrógeno se convierte en helio a un ritmo de 630 toneladas


por segundo. Como conocemos su masa, podemos calcular que la vida del sol es de
cien mil millones de años. Como ya lleva existiendo 5.000 millones de años, le quedan
todavía unos 95 mil millones de años.

Según Paul Davies, profesor de Matemáticas del Kings College de Londres: El fin del
Cosmos se calcula para dentro de cien mil millones de años. La famosa ley de la
entropía condena fatalmente el universo a lo que se ha llamado su muerte térmica.
Todos los procesos del Cosmos se desarrollan en el sentido de que las cantidades de
energía libre o aprovechada van disminuyendo continuamente. A esto se llama el
proceso de degradación de la energía o que cada vez hay menos energía disponible.

La energía total del universo permanece constante en cantidad, pero no en calidad,


pues va degradándose y no haciéndose disponible para más transformaciones. Por eso,
si no admitimos una acción continua de algo o de alguien, fuera del universo, un día el
universo será un universo estático y muerto.

Quizás sea dentro de billones de años, pero el reloj de arena del universo se vacía lenta
e inexorablemente. Según el gran astrónomo Wulf, de la ley de la entropía se sigue la
consecuencia fatal de que el universo algún día debe sucumbir por la muerte térmica.

Por eso, actualmente, ser ateo y rechazar que el universo tuvo un comienzo debido a
una causa exterior, es simplemente ser un ignorante.

Antes, cuando en los siglos XVIII y XIX, la ciencia y la religión se hallaban en conflicto,
a los católicos les llamaban retrógrados, ignorantes y oscurantistas. Ahora, por una
curiosa ironía de los tiempos, estos cariñosos adjetivos los podemos dirigir con mucha
mayor razón a los ateos recalcitrantes, que realmente dan muestras de atraso e
ignorancia, cuando se empeñan en seguir defendiendo la eternidad de la materia a

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pesar de que la ciencia moderna, con pruebas experimentales, nos indica claramente
que la materia tiene una edad y un principio en el existir.

Dice Jean Guitton: El mensaje más importante de la física teórica de los últimos años, es
haber sabido descubrir el origen del universo: un océano de energía “infinita”. Y lo que
los físicos designan con el nombre de simetría perfecta, tiene otro nombre para mí:
enigmático, infinitamente misterioso, omnipotente, originario, creador y perfecto.

No me atrevo a nombrarlo, porque cualquier nombre es imperfecto para designar al SER


sin igual. Y que nosotros los católicos llamamos DIOS.

EL AMOR DE DIOS ES VIDA PERFECTA.


La Vida: una cosa misteriosa que tan íntimamente está unida a los pensamientos, a las
ambiciones, a los placeres y al destino de todos los mortales; La Vida, que a veces
parece el más grande de todos los dones, y en otras, el más pesado y triste de todos; La
Vida, que se introduce con un grito y se despide con un gemido; La Vida, aquello que
más conocemos y que menos conocemos, ¿Qué es? ¿Y dónde está?

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La primera respuesta obvia a esta pregunta nos la suministran los sentidos y los mismos
hechos sencillos que nos rodean, y es una respuesta que por ser un verdadero lugar
común, a menudo escapa a nuestra observación.

La vida se halla primero que todo, asociada en la mente del pueblo a alguna clase de
movimiento o actividad. Si vemos, por ejemplo, un animal que esta inmóvil en el campo,
empezamos a sospechar que tal vez esté muerto; es el movimiento el que nos dice que
el animal está vivo. De igual manera, cuando un niño juega con la exuberancia tan
común a la niñez, decimos que esta “lleno de vida”.

Ahora bien, esta tendencia de nuestra parte de atribuir vida a todo lo que es activo es
solo la explicación cruda y popular de lo que en realidad es la vida.

Y es que la mayoría de las descripciones científicas son apenas afirmaciones de


concepciones populares, medidas y comprobadas numéricamente. La ciencia no
desprecia la noción del hombre de la calle, de que la vida es actividad; solo que
procura hacerla más precisa al determinar la naturaleza exacta de esa actividad. En
otras palabras; establece que la vida es alguna clase de “Actividad Inmanente”.

Es la agregación de la palabra “Inmanente” a la palabra “Actividad”, lo que distingue


la vida de las cosas materiales que también están dotadas de actividad, aunque de una
clase completamente diferente.

Un Automóvil, por ejemplo, está activo mientras se moviliza, y el motor es activo con
determinadas condiciones, “mangueras-gasolina, cables-energía” pero esta actividad
es transitoria, es decir, está fuera de la cosa misma. Una piedra es activa cuando rueda
montaña abajo, pero esta actividad le ha sido comunicada desde afuera.

Las cosas vivas, por el contrario; están dotadas de una actividad desde dentro y no
desde afuera, y cuyo efecto sigue acompañando a la misma cosa como su perfección;
por ejemplo, la nutrición en los animales y el pensamiento en el hombre.

Los Biólogos modernos difieren en su descripción de la actividad inmanente como


característica de la vida, pero en esencia todos insisten en la tendencia preponderante
desde el centro de la periferia, lo cual es la Actividad Inmanente.

Dicen que un cristal crece desde fuera por la agregación de parte a parte, mientras las
partículas vivas crecen desde “dentro” por algún principio interior de unidad y fuente de
movimiento. La “materia con vida” como la de un animal, es diferente de la “materia sin
vida” como el carbón. Y siempre que la “materia sin vida” no hace lo que puede hacer

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la “materia con vida”, esa diferencia debe tener su explicación en algo en el interior del
organismo.

Aun antes del perfeccionamiento de los instrumentos científicos y antes que la tradición
de la ciencia nos hubiera hecho conocer los caracteres dominantes de la vida, los
filósofos de todos los tiempos en la historia del mundo habían sentido vagamente la
necesidad de definir la vida como una actividad desde dentro.

Puede encontrarse una interesante anticipación a la ciencia biológica moderna en los


escritos de Santo Tomas de Aquino el gran Filo-Teólogo del siglo XIII, quien después de
definir la vida como “actividad inmanente” enuncia este principio: cuando más grande
es la actividad inmanente, más alta es la vida.

Esta ley es tan universal y verdadera que puede ser verificada en todas las distintas
jerarquías del universo: a saber; el orden de las plantas, el orden animal, y el orden
humano; y aun el orden angélico.

Pero en el orden químico la meditación se expresara de una manera negativa.

El orden químico, que comprende los diversos elementos tales como el oro, la plata, el
hierro, el hidrógeno, el oxígeno, el fosforo, y demás; no tienen vida, por la sencilla razón
de que no tienen una actividad que les emane desde el interior de sí mismos. Una piedra
no se moverá a menos que sea movida por algún poder desde afuera de sí misma.

Miguel Ángel trabajo durante meses en su Estatua de Moisés. Un día, habiendo dado el
ultimo toque, y sintiéndose satisfecho, se retiró unos pocos pasos para mirar desde cierta
distancia su obra maestra. Allí estaba el gran legislador de los hebreos, fuerte, digno,
majestuoso. Aun el autor se sintió lleno de orgullo, y en un arranque de entusiasmo y con
tono de súplica, golpeo la base de la estatua diciendo: ¿Porque no me hablas? Pero
Moisés no habló. La vida de Moisés era solo aparente. “La vida viene desde dentro” y
todo lo que Miguel Ángel pudo darle, vino desde afuera. La vida es una actividad
interna, y hasta un genio es incapaz de comunicarla a un bloque de mármol. La estatua
es una obra muy hermosa, pero no hay vida en la piedra.

No sucede así con la “Vida en la Planta”, porque en ella si hay “actividad inmanente”.
La planta tiene su boca abierta al seno de la Madre Naturaleza, y toma de ésta aquellos
elementos necesarios a su propia existencia. No crece por la sola adición de parte a
parte como una casa, sino que crece desde dentro por una expansión de sus elementos
vitales. La vida de la planta obra desde el centro; la materia desde la circunferencia. El
principio de vida que hay en el interior de ella es la fuente de una triple actividad que
es característica de toda la vida de la planta.

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1) La planta que sea, tiene el poder de Generación; por medio de algún poder
dinámico en su interior, ella reproduce su clase, como cada nueva primavera y
cada nueva cosecha nos dan testimonio abundante, el Maíz, la Papa, la Arveja,
el Frijol, el Haba... Etc…
2) La planta puede crecer y el poder que la hace crecer es suministrado
misteriosamente desde dentro de la planta misma: como dice Jesús;
“Contemplad los Lirios del campo como crecen”.
3) La vida de la planta puede nutrirse por sí misma, por medio de un principio y poder
que hay en su interior, ella envía hacia fuera sus raíces, tallo, y hojas que son como
emisarios en busca del alimento que ella no acepta por mera agregación, sino
que lo hace propio por medio de una verdadera asimilación.

Y si su propia ley de crecimiento y expansión internos exigen que una piedra sea
apartada de su camino, esta será apartada, o la planta desviara sus raíces como si fuera
consciente de su superioridad sobre el reino inferior en virtud de su actividad inmanente.

Ascendiendo un escalón más, hacia lo alto en la escala de los seres, y aplicando el


principio de; mientras más grande sea la actividad inmanente, más alta será la vida.
Hay una vida más elevada; y esta vida la encontramos en un Animal.

La bestia tiene una vida más plena que la yerba que come, y el Pájaro una vida más
plena que las semillas que recoge por los campos, y esto porque en el animal hay una
doble actividad inmanente agregada a la actividad de la vida de la planta, es decir, la
locomoción y la percepción. El animal, además de la actividad generadora, nutritiva y
poder de crecimiento, que tiene en común con la vida vegetal, tiene un incremento de
actividad inmanente.

1) El Animal puede moverse por sí mismo de lugar a lugar, en busca de pastos más
abundantes y mejores. Nunca es esclavo de su ambiente próximo, como la
planta, que debe aceptar la luz del sol y las sombras tan restringidas como la
naturaleza se las de.
2) El Animal tiene la inmanencia adicional del sentido de la percepción: puede
conocer de una manera sensible las cosas que ve y oye. El Perro puede conocer
la voz de su amo y el Pájaro conoce los cantos de la mañana de sus hermanos
cuando estos van por el aire. En otras palabras, el animal puede poseer una cosa
dentro de sí en una manera mucho más noble que la planta.
3) El Animal puede poseer las cosas en sí mismas, no solo físicamente por
asimilación, sino también mentalmente, por medio del sentido del conocimiento.
Y es en virtud de su percepción sensible de las cosas más que por su poder de

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moverse por sí mismo, por lo que el animal se clasifica en un puesto más alto en
la escala de la “actividad inmanente” superior a las plantas.

Es el incremento de la actividad producida desde dentro, lo que constituye la diferencia.

Subiendo otro escalón en esta jerarquía de la creación, encontramos al “Hombre” una


nueva clase de inmanencia agregada a la que tiene en común tanto con la planta,
como con el animal, es decir, la actividad interna del Pensamiento y la Voluntad. El
principio de vida es la fuente de una nueva clase de actividad no hallada hasta aquí en
todo el reino de la creación, una actividad que, a causa de su misma superioridad, lo
señala como el amo de la creación, y es el poder de pensar y de querer.

1) El Hombre puede reproducir su especie, puede crecer, se puede alimentar por sí


mismo, y en esto es semejante a las plantas y a los vegetales.
2) El Hombre tiene también el poder de locomoción y el poder de ver, gustar, tocar,
oler y oír, y en esto es como el animal.

Pero ningún otro ser es como él, en su capacidad de conocer y amar, de pensar y
querer. En el Hombre, por primera vez en la larga búsqueda de la vida perfecta,
hallamos un ser que retiene en su interior los frutos de la actividad inmanente.

El producto de la actividad inmanente de la planta es la semilla, y el producto de la


actividad inmanente del animal es la especie, y estas continúan su existencia aparte de
su progenitor. Pero en el hombre, el fin de su actividad inmanente que es pensar y
querer, permanecen dentro de sí mismo.

Yo concibo un pensamiento, por ejemplo, “Amor” este pensamiento no tiene tamaño,


ni peso, ni color. Nunca he visto a “Amor” corriendo por una larga pista o sentándose a
una comida. ¿De dónde ha venido la idea? Ha sido “Generada por la Mente” así como
el animal engendra su especie. Hay generación por lo tanto, en la mente, así como hay
generación en la vida de la planta o en la vida del animal, pero aquí la generación, es
espiritual.

Y por el hecho de que su generación y fecundidad son espirituales, el producto de su


generación, permanece en la mente. No cae como la semilla del trébol, ni se separa
de la matriz como el Conejito de su Madre. El embrión del animal hizo una vez parte de
sus padres, pero en el curso necesario de la naturaleza nació un día, esto es, se separó
de la Madre.

Pero en la vida intelectual, la concepción mental tiene lugar y nace un pensamiento de


la mente, pero este siempre permanece dentro de la mente y nunca se separa de ella.

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La inteligencia preserva de tal manera a su crio, que los más grandes pensadores de
todos los tiempos la han llamado la clase más alta de vida sobre la tierra. Este es el
sentido que hay detrás de las palabras del salmista; La vida consiste en conocimiento.

El fin del conocimiento del hombre, no es “éste bien” como en el animal, sino el bien, la
verdad, la belleza, etc… Así, levantándose por encima de las cosas buenas, las cosas
verdaderas y las cosas bellas, se eleva por esa misma razón, por encima de todas las
cosas finitas, a una comunión con lo absoluto que es el Bien, la Verdad y la Belleza. Lo
que se dice de la inteligencia se puede decir de la voluntad. El poder que inclina al
hombre a buscar fines y propósitos, que lo impele a tal y tales amores y odios, gustos y
disgustos, no es solamente algo completamente fuera de él, y por consiguiente algo
completamente material. Las escogencias vienen de su interior.

La piedra no tiene voluntad; su actividad está enteramente determinada por una ley
impuesta a ella desde fuera. Por ejemplo, debe en obediencia servir a la ley de la
gravitación, caer a la tierra cuando es dejada caer desde mi mano.

De igual modo que las cosas materiales son dirigidas hacia sus fines por las leyes de la
naturaleza, así también los animales son dirigidos hacia sus fines por el instinto. Hay una
desesperada monotonía en el trabajo del instinto animal; por esto es por lo que el animal
nunca progresa. El Pájaro nunca mejora la manera de construir su nido, ni cambia el
estilo del romano para encorvar ramas que expresen la penetrante devoción del estilo
gótico. Su actividad es una actividad impuesta, no libre.

Pero en el hombre hay una elección libremente determinada por la persona misma. La
razón destaca uno de entre los miles de blancos posibles y la voluntad escoge “uno” de
entre muchos proyectos diferentes para llegar a ese blanco. La simple palabra
“Gracias” será siempre una refutación al determinismo, porque ella implica que algo
que se ha hecho, posiblemente pudo haberse dejado de hacer.

No solamente la escogencia viene desde adentro, y no del exterior como sucede con
la ley de la gravitación en el caso de la materia, y como sucede en este bien sensible
particular que es una extensión de pasto, por ejemplo en el caso del animal, sino que la
voluntad puede a menudo buscar su objeto en el alma misma y hallar allí reposo. El
amor al deber, la búsqueda de la verdad, y la persecución de ideales intelectuales,
todos estos son algunos de los muchos fines inmanentes o finalidades, que prueban una
vez más, que el hombre tiene una actividad interna que sobrepasa en mucho a la de
las creaturas inferiores, y le da supremacía espiritual sobre ellas.

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Por esto es por lo que el hombre es el amo del universo; por esto es por lo que está en
su derecho encauzar las caídas de agua y sacar de ella energía eléctrica para mover
toda clase de electrodomésticos, hacer de la planta su alimento sazonando cada vez
un plato más exquisito, aprisionar los pájaros para deleitarse en su canto, y servir el
venado en su mesa, etc… Existe una jerarquía de la vida en el universo, y la vida del
hombre es más alta que cualquier otra vida, no porque él tenga poder nutritivo como la
planta, ni porque tenga poder generativo como la bestia, sino porque tiene poder de
pensar y querer libremente como Dios.

Partiendo con una definición muy elemental de la vida como actividad, desarrollando
esta a la luz de los hallazgos de la biología moderna; y finalmente, tomando la ley de
que mientras más grande sea la actividad inmanente, más alta es la vida; hemos
examinado los diversos ordenes de la creación desde el orden químico hasta el hombre,
habiendo encontrado que la ley se verifica en cada uno de esos órdenes: Las plantas
poseen una vida y están por encima de los elementos químicos y los minerales en virtud
de la actividad inmanente de nutrición, del crecimiento y reproducción; los animales
disfrutan de una vida más alta que las plantas a causa de su actividad inmanente
aumentada en la auto locomoción y el sentido de percepción; el hombre posee todavía
una vida más alta a causa de la actividad inmanente doble del pensar y del querer.

Y con todo: en ninguno de estos órdenes puede encontrarse la VIDA PERFECTA, aunque
la vida se hace más perfecta a medida que ascendemos en la escala de la creación.
Cada uno de estos órdenes está marcado con la imperfección a causa de que se hallan
sujetos a una dependencia radical de alguna otra cosa, sea para la conservación o la
continuación de su vida.

La vida de la planta, por ejemplo, no podría nunca continuar sin la ayuda del aire, la luz
del sol, los fosfatos, y demás elementos que recibe de afuera. Además de esto, depende
para la continuación de su vida de otra generación distinta de ella, y para este fin deja
caer su semilla al suelo, donde una nueva planta o un nuevo árbol empieza una
existencia distinta y separada.

El animal de igual manera, está marcado con una imperfección doble, pues depende
de seres externos no solo para el comienzo y conservación de su vida, sino también
para su misma continuidad. El animal no es idealista, porque no podría nunca ejercitar
su percepción sensorial a menos que haya objetos externos a él, así como nunca podría
continuar su vida animal sin la ayuda de otras criaturas que le sirven de alimento. Lo que
constituye una imperfección todavía más importante, es el hecho de que el animal
busca siempre un bien que no es nunca un bien en sí mismo, es decir, el bien, sino

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únicamente “este bien”: un arroyito cristalino, un nuevo forraje, o una presa. El fin de su
conocimiento sensorial como expresión de su propio poder generativo es algo fuera de
El mismo. De modo que La Vida Perfecta, no se encuentra en el animal.

Ni tampoco está la vida perfecta en el hombre así posea la inmanencia adicional de la


facultad del conocimiento y del amor, pues la misma operación de estas facultades
depende de los elementos materiales suministrados por los sentidos. Cuando nacemos,
nuestra mente es como un pizarrón completamente limpio, y si estuviéramos privados
de los cinco sentidos, nunca podríamos conocer. Debemos ir por el mundo visible que
nos rodea y entablar contacto con él por medio de la vista, el tacto, el gusto, el oído y
el olfato, antes que podamos generar ideas como “Justicia” y “Verdad”, y antes de que
amemos esas ideas como ideales.

Aunque el producto de la actividad inmanente del hombre, es decir, el pensamiento,


no cae de El como una semilla de la planta o la progenie del animal, sino que
permanece dentro de El mismo, sin embargo los materiales necesarios para la
elaboración de ese pensamiento los tiene que tomar de afuera. En el hombre existe una
dependencia radical de las cosas externas, y entonces, si queremos encontrar la Vida
Perfecta, tenemos que avanzar más allá del hombre.

¿Pero dónde hallar la vida perfecta? Ciertamente no tenemos derecho a prejuzgar el


caso y decir que no hay vida por encima del hombre, así como una encina no tiene
derecho de decir que no hay vida por encima de ella. Por el contrario, la biología insiste
en el principio de que los seres vivos solo pueden de la vida, y la generación espontánea
es imposible.

Pero si los organismos vienen de un huevo dotado de vida, y las células vivas vienen de
células vivas, ¿Por qué todas las cosas vivas de este universo no habrían de provenir de
una Vida original, la cual debe necesariamente ser Perfecta so pena de nunca contar
ni siquiera para la vida imperfecta de la tierra?

La vida nunca puede venir de abajo, porque de otra manera resultaría que lo más
grande provendría de lo menos grande, y lo que por su naturaleza tiende a la
simplicidad “la materia” vendría a ser lo que por su naturaleza tiende a su complejidad
“la vida”.

Pedro y Juan si caminan en dirección contraria nunca pueden encontrarse. La Razón,


trabajando en el mundo visible, por una simple aplicación del principio de casualidad
asciende hasta la necesidad de esa Vida Perfecta, libre de toda dependencia de todo
lo que es exterior, y esta vida perfecta, la llamamos Dios.

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Como una pirámide poderosa que va desde lo más bajo de la materia hasta el mismo
trono de Dios, existe una inmanencia creciente en las cosas hasta que llegamos a Dios
donde hallamos una actividad inmanente perfecta y por lo tanto una vida perfecta. No
hay imperfección en Dios, ni en el principio ni en el fin de su vida, porque Él no tiene ni
principio, ni fin. Porque Él es el Alfa, o el Principio de las cosas, no tiene necesidad de ir
afuera de sí mismo para buscar los elementos necesarios a su Vida. Porque Él es el
Omega, o el fin de todas las cosas, no necesita mirar hacia otra buscando la continuidad
o perfección de Su Vida. El posee dentro de Sí, la perfección y la plenitud de la Vida.

¿Pero cuál es la naturaleza de esta actividad inmanente en Dios? ¿A qué compararemos


esto? No puede ciertamente ser la actividad de la nutrición como en los animales,
porque Dios no tiene cuerpo. Debe ser alguna actividad espiritual como en nuestra
propia alma, y esto es precisamente lo que es. Guiados por la revelación, conocemos
que la vida interior de Dios es la actividad Inmanente de Su Inteligencia y Su Voluntad,
que son idénticas en su mismo ser.

Debido a que tenemos una substancia espiritual que tiene una inteligencia y una
voluntad, podemos mirar en nosotros mismos, buscando algún débil reflejo de esa gran
vida de Dios, así como yo puedo mirar a la pintura de un atardecer en Noruega para
tener alguna idea de la realidad que él representa. El estudio de nuestra propia alma
revelara en modo semejante la Vida de Dios.

En la prisión de mi cuerpo hay una lámpara que ha sido encendida y que alumbrara por
siempre; esta es mi alma, la fuente de mi vida y el principio por el cual vivo. Mi cuerpo
dejara de vivir en el momento en que esta alma lo abandone. Ahora bien, ¿esta alma,
este espíritu, que hace? Hace dos cosas: piensa y ama.

Primero que todo Piensa. Piensa en cosas más allá de los límites de los sentidos; piensa
en cosas tan espirituales como la Belleza, la Verdad, el Amor, la Fortaleza, el Valor, la
Prudencia… ¿De dónde han venido esas ideas? No han venido enteramente del mundo
exterior, porque nadie ha visto, ni oído, ni tocado la Justicia, la Belleza, la Fortaleza,
aunque sí hemos visto un hombre Justo, una rosa Bella, o un soldado Valiente.

Estas ideas, como vemos, han sido generadas por la mente al igual que una planta
genera una planta de su especie y un animal genera un animal de su especie. La única
diferencia es que, en el caso de la mente, la generación es espiritual.

Ahora bien, esta idea mental, o esta “palabra” como se le ha llamado –pues aun antes
es pronunciada como una palabra interna- ¿Qué es? ¿Es mi alma o es algo distinto de
ella? No es mi alma porque mis pensamientos vienen y van. Yo puedo pensar en el Arte,

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en Dios o en los Negocios. En un momento mi pensamiento se ocupa del gozo, en otro
del dolor; los pensamientos que están en mi mente por un minuto, no están en el
siguiente. Yo olvido las ideas de ayer. Por lo tanto; mis ideas y mi espíritu son distintos el
uno, del otro.

Yo puedo encontrarme contento conmigo mismo, enojado conmigo mismo, puedo


disfrutar con mis propios ensueños y fantasías estando despierto, puedo pasar revista a
mi vida delante de los ojos de mi mente, puedo aun sentirme embarazado por mis
propios errores. En una palabra, mi vida interna es un largo coloquio conmigo mismo, y
sin embargo yo soy uno solo.

El pensamiento, a pesar de ser distinto de mi alma, no está separado de ella; cuando


este se halla presente, mi alma lo ve allí. Yo soy así, a la vez uno, y doble. Hay unidad
de substancia y pluralidad de acción. Aunque de una sola substancia, mi alma es
fecunda, es decir, es capaz de generar pensamiento sin perder nada de sí misma. Se
multiplica sin perder nunca la perfección de su unidad. Aunque yo te diga, o te escriba
mis pensamientos, estos permanecerán conmigo. Yo doy, y sin embargo retengo.
Género y sin embargo no pierdo nada. ¡Cuánto más en el caso de Dios!

EL AMOR DE DIOS ES TRIDIMENCIONAL.


Aquí dependemos de la Palabra revelada de Dios, pues la razón humana, dejada a sí
misma, nunca podría conocer la vida íntima de Dios. San Pablo escribiéndole su primera
carta a los Corintios 2, 10-11, nos dice: Porque a nosotros nos lo revelo Dios por medio
del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿Qué
hombre conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del
mismo modo, nadie conoce a lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios.

El razonamiento que aquí se sigue no es una prueba acerca de la Santísima Trinidad,


sino una analogía y un argumento, para mostrar que la presencia de Dios en medio de
nosotros, con su amor, y como verdad y vida, no es contraria a la razón humana tan
limitada.

Dios es un Espíritu. Su primer acto, es Pensar, pero su pensamiento no es como el nuestro;


no es múltiple. Dios no piensa un pensamiento en un momento y otro en el próximo
momento. El no piensa en ti este momento, y en mí el próximo. En la mente de Dios los
pensamientos no están destinados a nacer para morir, y morir para nacer en seguida.
Todo está presente para El a la vez. En esto, Su pensamiento difiere del nuestro, siempre

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que nuestros pensamientos son distintos, uno siguiendo al otro. En Dios hay solo un
pensamiento; Él no tiene necesidad de otro. Este pensamiento es infinito e igual a El
mismo; alcanza hasta los abismos de todas las cosas que son conocidas o pueden ser
conocidas.

Este pensamiento de Dios único y absoluto, el primogénito del Espíritu de Dios, descansa
eternamente en Su presencia y es una representación exacta de El mismo, o, como ha
dicho San Pablo; “Su Imagen, el esplendor de su gloria, la figura de Su substancia” Este
pensamiento de Dios es una Palabra, así como nuestra mente tiene una palabra interna.

Pero la Palabra de Dios es Una, una por siempre sin ser repetida: la Palabra que San Juan
oyó en los cielos cuando empezó su Evangelio sublime: “En el principio era el Verbo, y
el Verbo era Dios. Él estaba en el Principio con Dios” Y este pensamiento, esta Palabra,
debido a que es generada, se llama un Hijo, pues un hijo
es el producto de la generación aun en el orden físico. Y
el Principio activo de esta generación es llamado Padre,
así como el principio activo de la generación en el orden
físico es llamado Padre. Cuando nuestras mentes
conciben una cosa, esta tiene una representación de esa
cosa en la mente, “verbo mental” así también, cuando el
Padre se concibe a Si mismo, allí está el pensamiento que
subsiste eternamente, la Palabra concebida, el objeto de
la eterna contemplación del Padre.

Frederick William Faber, en éxtasis de contemplación,


dice; Entre el silencio eterno hablo la Palabra sin fin de
Dios; nadie oyó excepto Aquel que siempre habla, ¡Oh
maravilla, oh veneración! No se oye ningún canto ni
sonido, pero en todas partes y a toda hora, en amor, en sabiduría y en poder, habla el
Padre su Palabra querida y eterna. Desde la vasta tranquilidad del Padre, en luz co-igual
fluye la inefablemente dulce palabra con substancia. ¡Oh maravilla, oh veneración! No
se oye ningún canto ni sonido, pero en todas partes y a toda hora, en amor, en sabiduría
y en poder, habla el Padre su Palabra querida y eterna.

Esta Palabra es llamada un Hijo porque es la imagen y semejanza perfecta del Padre:
“Imagen del Dios Invisible” “El resplandor de su Gloria y vivo retrato de su substancia”.
Si un Padre terrenal puede transmitir a su hijo todas las noblezas de su carácter, ¡Cuánto
mas no podrá el Padre celestial comunicar a Su Hijo toda la nobleza con toda la
Perfección y Eternidad de su ser! El Hijo es co-eterno con el Padre. El Padre no es Primero

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y luego piensa; los dos son simultáneos. En Dios todo es presente; todo es incambiable;
nada es nuevo, nada es viejo; nada es añadido, nada es perdido.

Y este pensamiento de Dios es distinto de Dios sin estar separado de Él, como mi
pensamiento es distinto de mi alma sin estar separado de ella. De igual modo que los
rayos de luz salen del Sol sin estar separados de él, como un objeto presentado delante
de un espejo se revela a si mismo sin destruir el original, así también en manera aún más
sublime es el Hijo generado eternamente por un Padre Eterno como distinto de Él, y
nunca separado de Él, y sin embargo no disminuyendo nunca las perfecciones del
Padre.

Así es como el Padre, contemplando Su Imagen, Su Palabra, puede decir en el éxtasis


de la primera y real Paternidad: TU ERES MI HIJO; ESTE DIA TE HE ENGENDRADO. Este día:
en este día de paternidad, es decir, en la duración indivisible de ser sin cambio. Este día:
en este día, Dios piensa y engendra a Su Hijo; hoy, en ese acto que nunca terminara
como nunca empezó.

Fulton J Sheen, dice; Volved al origen del mundo, acumulad siglo sobre siglo, edad sobre
edad, evo sobre evo, eón sobre eón. El Verbo estaba con Dios. Y ese Verbo, Imagen y
Esplendor del Padre, se hizo carne: “Y el Verbo se hizo Carne y habito entre nosotros”. Y
ese Verbo no es otro que JESUCRISTO, la segunda persona de la Santísima Trinidad, el
Verbo que abarca el principio y el fin de todas las cosas: el Verbo que existe antes de
toda la creación; el Verbo que presidio en la creación como el Rey del Universo; el
Verbo hecho Carne en Belén; el Verbo hecho Carne en la Cruz y el Verbo que habita
hecho Carne, Divinidad y Humanidad, en el Sagrario: El Emanuel Eucarístico que nos
espera allí Manso y Humilde.

Y el Viernes Santo de hace 20 siglos no marca el fin de Jesucristo, como no marco el


principio. Es uno de los momentos del Verbo Eterno de Dios. Jesucristo tiene una
prehistoria: la única prehistoria que es realmente prehistoria; una prehistoria que no se
puede estudiar en el limo de los pantanos primitivos, sino en el seno del Padre Eterno. La
prehistoria no ha de estudiarse solamente en las rocas y estratos de la tierra, sino en el
Verbo encarnado que trajo la prehistoria al mundo que aun desde entonces ha fechado
todos los anales de los eventos humanos en dos periodos: el periodo antes de Cristo, y
el periodo después de Cristo. Aun en el caso de que fuéramos a negar Su existencia,
tendríamos que fechar esta negativa como hecha “tantos años” después de su
nacimiento.

Y volviendo a la persona humana; el Hombre no solo piensa. También ama, porque tiene
una voluntad como tiene una Inteligencia. El amor es el segundo acto del alma como

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pensar es el primero. El amor es un movimiento hacia un objeto amado para unir a este
con nosotros mismos. El amor es distinto de mi alma, pues, aunque mi alma existe por
toda mi vida, yo no amo las mismas cosas. También es distinto de mis pensamientos,
pues un pensamiento es sencillamente una mirada o una visión; por ejemplo yo digo,
“Veo” cuando quiero decir “yo entiendo”. El amor por el contrario, no es una mirada
sino un movimiento.

El animal, por ejemplo, gusta de la yerba verde y se mueve hacia ella. Aunque el amor
es distinto del alma y distinto del pensamiento, procede de ambos.

Tomemos un artista por ejemplo: su alma genera una idea; una estatua de la Santísima
Virgen María. Supongamos que su alma se detiene allí. ¿Llegara a ser puesta en piedra
esa idea? Si el artista no ama su idea, nunca tomara el cincel para trabajar. Así el amor
del escultor por su idea viene de su alma, aunque el escultor sea uno solo.

Todo ser ama su perfección. La planta ama la luz del sol, pues esta es su perfección; el
pájaro ama su alimento, pues este es su perfección; el ojo ama el color, pues el color es
su perfección; en el sentido estricto del término, el intelecto ama la verdad, pues la
verdad es su perfección.

La perfección del Padre es el Hijo, o la perfección del Pensador Eterno es el Pensamiento


Eterno. El Padre, por consiguiente, ama al Hijo.

El verdadero amor solo puede ser el fruto del amor subsistente. El amor más noble tiene
dos términos: el que ama y el que es amado. En el amor, los dos términos son recíprocos.
Yo amo y soy amado. Entre mí y el que yo amo hay un lazo. Este no es mi amor; no es
tampoco su amor. Es nuestro amor: el resultante misterioso de dos afectos, un lazo que
encadena y un abrazo donde los corazones laten a un solo gozo. El Padre ama al Hijo y
el Hijo ama al Padre. El amor no solo está en el Padre; no solo está en el Hijo; es algo
entre los dos.

El Padre se embriaga con el Hijo que El engendra, el Hijo se embriaga con el Padre que
lo engendro, se contemplan mutuamente, se aman uno al otro, se dan mutuamente y
se unen en amor, en un amor tan poderoso y tan perfecto y tan fuerte que forma entre
ellos un eslabón vivo, pues el amor en tal estado no puede expresarse con meras
palabras, canticos o gritos apasionados. El amor a tal grado no habla, no grita; se
expresa a sí mismo como nosotros lo hacemos en algunos momentos inefables: por una
inspiración, un suspiro. Y la inspiración del Amor no es pasajera como la nuestra, sino Un
Espíritu Eterno y ese Espíritu Eterno, es el Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima
Trinidad.

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De cómo sea esto, no lo sé yo, pero sí creo en el Testimonio de Dios revelando que el
Espíritu Santo ha sido enviado por Dios a gobernar a la Iglesia: nuestro Señor dijo
“Cuando venga el Espíritu de verdad, él os enseñara todas las verdades” Y de aquí que
la continua sucesión irrompible de la Iglesia desde los días de Cristo hasta nuestros días
es debido no a su organización, pues ella es llevada en frágiles barquillas, sino debido
a la profusión de este Espíritu sobre el Vicario de Cristo, el Papa, y sobre todos los que
pertenecen al Cuerpo Místico de Cristo, es decir nosotros los bautizados.

Tres en una: Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres personas en un solo Dios: ¿Cómo puede ser?
Hay algunos leves vestigios de esta vida en nuestra propia alma. Yo conozco y yo amo.
¿Qué es el conocer? Es el alma actuando en cierta manera. ¿Qué es el amor? Es el alma
actuando en otra manera. Aunque yo soy, aunque yo pienso, aunque yo amo, mi alma
permanece substancialmente una; y aunque Dios piensa y ama, el pensamiento y el
amor permanecen perfectamente con El mismo, no pasando nunca fuera como el fruto
de un árbol o la progenie de un animal. Hay una actividad inmanente perfecta, y por
consiguiente una vida perfecta. DIO ES VIDA.

La Santísima Trinidad es un misterio impenetrable, no contrario a la razón, sino por


encima de esta. Pero si nosotros deseamos algún análisis razonable de que no hay
contradicción entre razón y revelación, entonces podemos tomar la explicación
corriente entre los teólogos del Oeste desde San Agustín, que dice: Así como el tronco,
las hojas y las ramas consiguen formar un solo árbol y no tres; así como los tres ángulos
de un triángulo consiguen formar un solo triangulo y no tres; así como la dirección, el
brillo y el calor del Sol consiguen formar un solo Sol; así como el largo, el ancho y el alto
de mi cuarto forman un solo cuarto; así como el agua, el hielo y el vapor son las tres
manifestaciones de una sola y misma substancia; así como el movimiento, limpidez y
fluidez del agua no componen tres ríos sino uno; así como la forma, el color y el perfume
de la rosa no forman tres rosas sino una; así como nuestra alma, nuestra inteligencia y
nuestra voluntad no forman tres substancias sino una; así como 1 X 1 X 1 son iguales a 1,
y no a 3, así también, de una manera más misteriosa hay tres Personas en un Dios y sin
embargo hay un solo Dios.

Busquemos la vida donde queramos, y no la encontraremos sino en Dios. “Descorramos


los cerrojos que encierran los secretos de la naturaleza; estudiemos el rostro cambiante
de los cielos” La vida no está allí. “Coloquemos nuestro corazón a latir contra el corazón
del crepúsculo, y compartamos su calor contagioso”. La vida no está allí. Dilatemos
nuestra búsqueda de la vida hasta que “la juventud estropeada haya quedado debajo
del montón de años, y los días se hayan deshecho y esfumado como el humo”. Y
tampoco la vida estará allí.

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Solo debemos estar satisfechos donde se “esconden los almenares de la eternidad”,
donde hay vida que es la comunión Infinita de lo Infinito consigo mismo, la Vida Original
de todos los seres, la Vida Eterna de donde han emanado todas esas vidas: Dios, la
vida de todo lo viviente. Por Esta los Ángeles son inmortales; por Esta nuestras almas
tienen una existencia imperecedera; por Esta los animales se mueven y crecen; por Esta
las plantas tienen su ser.

Si Esta Vida Eterna desapareciera, toda la vida terrenal caería nuevamente a la nada,
pues toda la vida que hay en el globo es prestada.

La vida no es un empuje desde abajo sino un don desde arriba; la vida humana no es
la perfección de la vida animal; es una representación imperfecta de la Vida Divina. No
existe la generación espontánea en este mundo, ni natural ni sobrenaturalmente. La
Vida debe venir de la Vida. Cuando regresamos a Esta, Vivimos, cuando nos apartamos
de Ella, morimos: y esa Vida –La Vida Divina- la única Vida que todos buscamos, muchos
sin saberlo, es la Vida de Dios, la Vida dentro de la cual toda Vida descansa: El Padre, El
Hijo, y El Espíritu Santo: ¡Para quien sea toda la gloria y el honor por siempre!

LA FECUNDIDAD DEL AMOR DE DIOS.


Toda vida es entusiasta. La naturaleza de la vida es ser entusiasta, pues toda vida tiende
a difundirse y comunicarse y aun a rebosar sus perfecciones con el fin de que otros
puedan compartir su gozo de vivir. Los griegos antiguos y los filósofos escolásticos
acostumbraban expresar esta verdad en este principio: “Todo lo que es bueno tiende a
difundirse por sí mismo”. En los tiempos modernos esta misma doctrina se pone más a
menudo en lenguaje biológico y se expresa en estas palabras: “Toda vida es fecunda”.
Ambas expresiones, aunque engalanadas de diferente terminología, dicen la misma
verdad, es decir, que la naturaleza de la vida es desparramarse o generar otra vida.

Hay cuatro jerarquías de seres a los cuales puede aplicarse este principio: el químico,
la planta, el animal, y el racional. Aunque no hay vida en el orden químico, existe la
difusión de la bondad que este posee. El agua se difunde en el vapor. El sol se difunde
en luz y calor. El oxígeno, que está en el aire, se difunde en las aguas del mar, haciendo
posible la vida de los peces que allí viven.

En el reino de la planta no solo hay una difusión de la materia, sino también de vida; en
otras palabras, hay una verdadera fecundidad. La encina es buena y se difunde en la
generación de la bellota. El árbol es bueno y se difunde generando frutos; la vid es

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buena y se difunde generando uvas; el rosal es bueno y se difunde generando rosas; la
flor es buena y se difunde produciendo perfume; la planta es buena y se difunde
produciendo otras plantas.

El animal también es bueno y se difunde produciendo otros de su especie. La oveja es


buena, y los campos abundan corderitos retozones; el pájaro es bueno, y el aire se llena
con los dulces trinos de sus parejas. Aun los animales de clase más inferior que
conocemos no son extraños a esta ley. Existe una clase de animal tan pequeño que no
puede ser visto por el ojo limpio sino ayudándolo de modernos microscopios. Es el
paramecio que no tiene sino una célula. Sin embargo, él se mueve; selecciona su
alimento; puede respirar, aunque no tiene pulmones; puede digerir los alimentos, sin
tener estomago; a pesar de no poseer corazón, su alimento circula por toda su
estructura, y sin órganos sensoriales es sensible y responde a los estímulos. El método
usual por el cual estos animales se difunden es por la división de la célula. Se empieza
a formar una nueva célula en la célula madre, y al fin se separa y crece; y esta a su vez
repite el proceso. Así pueden formarse dos o tres generaciones en una hora.

Pero sea que estudiemos la vida de esta paramecia o la de un elefante, el principio


sigue siendo verdadero en el orden animal. La vida es buena y se difunde por sí misma.
La naturaleza no conoce excepciones a la ley de que la vida es fecunda. La vida
engendra otra vida.

El hombre tiene vida y la vida es fecunda. No insistiré en su fecundidad física, porque en


esto es como todo animal: el proceso es el mismo.

Más bien pasamos a esa clase de fecundidad más alta, que solo tenemos los seres
humanos, vale decir, a la generación y difusión del pensamiento. Siempre que
pensamos, la mente engendra una idea de la cosa conocida, que es espiritual como la
facultad en la cual reside. Esta formación de ideas por parte de la mente es una
verdadera generación, el producto de la fecundidad intelectual. La idea generada no
cae fuera de la mente como cae la semilla de la planta, o el fruto del árbol, o la progenie
del animal. La idea permanece en la mente después de haber sido generada, y es
distinta del alma aun cuando no este separada de esta, pues, cuando la idea está
presente, mi alma la busca allí, y cuando está ausente mi alma la busca en la mente.

Pero la mente no es fecunda solamente generando vida intelectual; sino que debido a
que es buena tiende a difundirse. La más alta clase de comunicación es la
comunicación del pensamiento, y es la sublimidad de esta comunicación lo que
constituye la medida de la grandeza no solo de los individuos sino también de la
civilización. Toda enseñanza esta besada en la posibilidad de tal difusión. Es el

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pensamiento el que regula el mundo. EL PENSADOR VIVE POR SIEMPRE, Y EL LABRADOR
MUERE EN UN DIA.

En el orden material, entonces, la difusión es existencial; en el orden de la planta, la


difusión es vital; en el orden animal, la comunicación es sensitiva; y en el orden humano,
la difusión es intelectual. Con el incremento de la vida hay un incremento en la
inmaterialidad y la perfección de su fecundidad. Como una poderosa pirámide que se
levanta hasta su cima, la vida se levanta con una fuerza creciente en la espiritualidad
de su fecundidad. Y, sin embargo, en ninguno de estos órdenes encontramos la fuente
de la fecundidad de la vida.

¿Dónde buscaremos la perfecta fecundidad de la vida? ¿Por qué es fecunda la vida? Si


hay fecundidad imperfecta en la vida imperfecta, ¿no habrá fecundidad perfecta en la
vida perfecta? Si el cuadro que representa la rosa es bello, ¿no será acaso más perfecta
la misma rosa? Si la Inmaculada Concepción pintada por Murillo es inspiradora,
¿habremos de negarle inspiración al artista? Si los rayos del sol son brillantes, ¿no será
acaso más brillante todavía el mismo sol? Si nosotros recibimos solamente la
2.200.000.000-esima parte de la luz del sol, ¿no será que recibimos solamente una débil
participación de lo que es la perfecta fecundidad? De la misma manera –y más
adelante lo ampliare- “Nadie da un amor que no tiene”.

¿No tendrá acaso Vida el dador de Vida? ¿No será Bueno el dador de Bondad? Es Bueno
no con esa vida imperfecta que es mezcla de muerte, ni con esa bondad imperfecta
que es una mezcla de maldad, sino con esa bondad que no es otra cosa que la misma
Bondad. ¿No será acaso fecundo el dador de fecundidad? En las palabras reveladas de
la Sagrada Escritura dice Yahvé: ¿Yo, que hago que otros tengan hijos, no había de
tenerlos también? ¿Yo, que doy generación a otros, habría de ser estéril?

¿Pero cuál es la naturaleza de esta Fecundidad Divina? Si todo lo que es bueno se


difunde a sí mismo, ¿Cuál es la naturaleza de la difusión de la Bondad perfecta? Es doble:
interna y externa. La difusión interna nos es revelada en la Santísima Trinidad. Dios, ya se
ha dicho, es fecundo. Desde toda la eternidad engendra a Su Verbo. El Padre piensa; El
piensa un Pensamiento. Ese Pensamiento es un Verbo, y el Verbo, debido a que es
generado, se llama un Hijo. Este producto infinito de la Fecundidad Infinita
necesariamente es único, porque en la Infinidad del Hijo, la Fecundidad Infinita
encuentra su completa suficiencia. Y siempre que el amor, en su verdadero significado,
es la atracción de aquellos que se comunican en la vida, se sigue necesariamente que
hay un amor permanente entre el Padre y el Hijo, y este amor permanente que es distinto
de ambos, aunque no separado, es el Espíritu Santo.

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Esta difusión de la Vida Infinita en la comunión de la verdad y el bien, no agota la
Fecundidad de Dios. Hay además otras clases de difusión que son libres y externas, y
que dependen de la libre elección del Dios Todopoderoso. Dios no tiene necesidad de
estas manifestaciones externas. No tiene necesidad de espacio para su permanencia,
pues su Vida es Inmensa. No tiene necesidad de tiempo en que existir, Pues Su existencia
es eterna. El encuentra en El mismo la vida de Infinita Variedad, la amable compañía de
las Tres Personas en Dios. Él es su propio templo, Su propia Duración, Su propia Existencia
y su Propio horizonte embriagador. Si El desea crear, o encarnarse, o vivir una Vida
mística, esto lo hace, según las palabras de Santo Tomas de Aquino, “no a cuenta de
utilidad sino de bondad”.

Por el libre impulso de Su Corazón, sin ser obligado, ni por tener el deber, o ser inducido
por los méritos de algún amor, Dios se manifiesta a Si mismo externamente. Él es, por
tanto, el único Ser Libre, porque solo El actúa no por Su propio beneficio, sino en virtud
de Su Bondad. Un ser humano, por ejemplo, que da ser a otro desde su seno generoso,
realiza un acto de plena y absoluta soberanía. Es padre porque ha querido serlo, como
Dios es Creador, Padre y Cabeza, porque ha querido.

Pero aunque Dios quiere libremente revelarse a las creaturas, El solo hace esto
progresivamente. No descorre de una vez el velo que oculta Su Augusta Majestad. El da
en este mundo a sus criaturas pequeños destellos de su gloria, mientras que reserva para
el cielo la plena visión. A medida que los siglos giran en el espacio, Él nos permite captar
una pequeña y furtiva visión de su Grandeza Inefable. Y cada nueva revelación ha
hecho que Él sea mejor conocido y mejor amado.

¿No hemos visto alguna vez la luz del sol pasando por un prisma y notado como esta se
quiebra en siete colores del espectro que van desde el rojo vivo hasta el violeta oscuro?
Exactamente de igual manera que esto, la naturaleza de Dios se quiebra para nuestra
inteligencia en la triple difusión de la vida divina: La Creación, La Encarnación, Y la
Iglesia; Dios brilla a través del prisma de la creación y revela su existencia y sus atributos;
brilla a través del prisma de la Encarnación y revela su Naturaleza interior; brilla a través
del prisma de la Iglesia y revela la Vida de su Hijo Encarnado. Si Dios no hubiera decidido
nunca revelarse por estas manifestaciones progresivas, nosotros nunca habríamos sido
capaces de conocerle bien, así como nunca hubiéramos podido ver los colores ocultos
en la luz blanca del sol a menos que pasaran por un prisma.

El primer acto por el cual Dios revelo Sus riquezas, es la Creación. ¿Pero por qué creo
Dios el mundo? Dios creo el mundo por la misma razón por la que encontramos difícil
mantener un secreto: “Porque es bueno” y la bondad tiende a difundirse por sí misma.

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Dios no pudo mantener el secreto de Sus Perfecciones, y el contar este secreto a la nada,
fue la creación. Dios es bueno y desea que otros compartan Sus Perfecciones. En otras
palabras: ¡EL AMOR DE DIOS RESUME TODAS SUS PERFECCIONES!

Lo que pasa es que toda perfección, según lo ve la mente humana, implica algún objeto
al cual aplicar esa perfección. Nunca podemos decir que un hombre fue un escultor
perfecto, al menos que haya tenido mármol sobre el cual ejercer su arte. Nunca
podríamos decir que Fra Angélico fue un gran pintor, al menos que hubiera tenido un
lienzo donde aplicar sus pinceles.

Ahora bien; Dios es el Artista Infinito. ¿Pero Dios dónde puede encontrar este “objeto”
vasto y profundo en el cual Él pueda ejercer su calidad de artista? ¿Dónde hallar eso
que es tan necesario como necesario es que la Bondad sea bondadosa? ¿Dónde hallar
ese “objeto” que es tan abismal como Su bondad, de modo que ese abismo pueda
gritar al abismo? ¡Dios la ha encontrado!

Desde el centro de su Perfección, El contemplaba eso que es sin belleza, sin forma, sin
tamaño, sin vida, ni nombre, ese “Ser” sin ser, que nosotros llamamos NADA. El oyó el
grito de los mundos que no existían, y el grito de la miseria sin límite llamando a la
bondad sin límites. El encontró que “la nada” era digna de Su maestría de Artista
Consumado; no en el sentido de que esa “nada” fuera una cosa o un objeto o un pedazo
de materia, sino más bien la ausencia de todo ser.

La Eternidad se movió y dijo al tiempo: ¡Empieza!

La Omnipotencia se movió y dijo a la Nada; ¡Se!

La Luz se movió y dijo a las tinieblas: ¡Sea la luz!

El Orden habló y dijo al caos: ¡Gira armoniosamente!

De las puntas de los dedos de Dios salieron los planetas y los mundos; las estrellas fueron
arrojadas a sus esferas en el espacio. Empezó la gran marcha de los mundos, y sin
embargo de toda esta novedad, Su bondad no se aumentó en nada. Había más seres
después de la creación que antes, pero no más ser; había más cosas buenas pero no
más Bondad; había más cosas pero no más Verdad; había más creaturas
misericordiosas pero no más misericordia. ¿Cómo podía haber más, si toda creación no
es más que el reflejo del ser Divino, de la Bondad Divina?

Al contrario y de igual modo que mi propia imagen se revela en un espejo sin destruir
jamás el original, así también, de una manera muy superior, Dios se revela en la creación

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sin perder nada de Sí mismo. No hay
disminución de su substancia al crear, así
como no hay disminución de la sustancia en
un sello cuando deja su impresión en la cera.

Así como las aguas del mar reflejan la luz de la


luna y muestran su encanto, de igual modo
toda la creación revela los atributos de Dios. Y
porque ninguna creatura podía posiblemente
reflejar todas sus Perfecciones, El multiplico y
diversifico las creaturas, de modo que aquello
de que una podía carecer, la otra lo tuviera.

Así la totalidad del universo, como una gran


orquesta compuesta de muchos instrumentos,
proclama Sus perfecciones más que lo que podría hacerlo cualquier creatura sola, por
perfecta que fuera.

Cada objeto que puede discernir la mente del hombre es una letra del Verbo vivo de
Dios. Algunos hombres, siempre niños mentalmente, juegan con letras del alfabeto en
madera como juguetes sin sentido, sin soñar que puedan descifrar algún día la Palabra,
hasta que ya sea muy tarde, cuando desaparezca el universo. Otros hay, que ven
sentido en las letras, y estos son los que aprenden a leer la frase que aparece en primer
plano de la vida: Dios hizo el mundo.

Algún hombre pone su mano sobre barro vil. El barro deja impresas las huellas de su
mano. Dios crea: el acto de creación es común a las Tres Personas: y la huella de la
mano de Dios queda en la creación. Más aun, hay vestigios de las Tres Personas de la
Santísima Trinidad, aunque son vestigios que nunca podremos ver sin la revelación.
¿Comúnmente no atribuimos poder al Padre? ¿No decimos en el Credo: Creo en Dios
Padre Todopoderoso? ¿No atribuimos comúnmente sabiduría al Hijo? ¿No lo llama la
Escritura Sagrada, la Sabiduría Eterna? ¿No atribuimos comúnmente Amor al Espíritu
Santo? ¿La Palabra revelada no lo llama acaso el Espíritu de Amor?

¿Cómo puede alguien demostrar Poder? ¿No es haciendo cosas? Imaginemos entonces
-pues nosotros necesariamente debemos imaginar sucediendo sucesivamente lo que
en Dios ocurre de un solo acto- a Dios el Padre arrojando chispas de fuego en los vastos
reinos del espacio, y esferas y parejas de esferas y hermandades de esferas, en circuitos
de luz. Son hechas una infinidad de cosas, algunas tan pequeñas como granos de arena

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y otras tan grandes como Saturno… ¿Cuándo miramos sobre las obras poderosas que
Dios ha hecho, pensamos alguna vez en el Padre Todopoderoso?

¿Cómo muestra alguien su Sabiduría? ¿No es haciendo leyes? Imaginemos entonces a


Dios el Hijo, en el mismo momento en que estas grandes cosas eran creadas, dándoles
a todas leyes, estableciendo armonía entre los miles de mundos para que no choquen
unos con otros, y dándoles esa gran confianza que hay en el orden en que unas estrellas
giran cerca de otras y los planetas en torno de otros sin una pausa ni salto… ¿Pensamos
alguna vez en la Sabiduría del Hijo en nuestro estudio de las leyes de la naturaleza y
ante la visión del orden y armonía de toda la creación?

¿Y cómo se manifiesta el Amor? ¿No es amando? Pues aquí también podemos


remontarnos a todas las cosas creadas y dirigidas sabiamente, con un gran ingrediente
que si faltara, no existiría nada; es el Amor de Dios Espíritu Santo para que lo ya
establecido Viva, se Mueva, y Exista; en un acto de atenta contemplación desde dentro
de las cosas, como cuando una Madre con esa ternura propia y única alimenta a su
niño. ¿Alguna vez hemos pensado que si no es por el Amor del Espíritu Santo el mismo
universo ya hubiera dejado de existir?

Pero esta manifestación de las riquezas de Dios es muy pobre. Son apenas vestigios de
la Trinidad y no revelaciones, y nosotros jamás conoceríamos que son vestigios, a menos
que conozcamos la Trinidad. Podemos ver, por ejemplo, la pintura de “la Crucifixión” de
Fra Angélico en el convento de San Marcos en Florencia. Yo puedo quedar arrobado
delante de esa gran obra maestra y puedo adivinar algo de la naturaleza del artista, la
profundidad de su inspiración, la excelencia de su técnica, y la belleza de su alma, pero
todavía me queda mucho por aprender de él, que su palabra, su mirada y su misma
persona me revelarían. El solo cuadro nunca me revelaría sus pensamientos internos.

Igual sucede con el Dios Todopoderoso. Las luces blancas de Su naturaleza brillando a
través del prisma de la creación se quiebran en débiles expresiones de Sus Perfecciones
Infinitas. A pesar de lo grande que es la creación, y de lo elocuentemente que las esferas
celestiales proclaman la sabiduría de Dios, sin embargo, no hay nada en esto que revele
la vida interior de Dios.

Una piedra, por ejemplo, se parece a mí en cuanto yo también tengo existencia; una
planta se parece a mí en cuanto yo tengo vida; un animal se parece a mí en cuanto yo
soy consciente, pero no hay nada en el mundo que se parezca a mí en esa única que
hace que yo sea un hombre, es decir, mi inteligencia.

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Así sucede con Dios. Una piedra refleja a Dios, porque tiene existencia; una planta refleja
a Dios, porque es viva; un animal refleja a Dios, porque es consciente; un hombre refleja
a Dios, porque tiene una inteligencia y una voluntad, pero no hay nada que refleje la
vida íntima de Dios, la Divinidad.

De aquí que sean necesarias otras manifestaciones para revelar esta Vida Interior y
perfecta de Dios. Una vez más Dios brilla a través de un prisma, esta vez no por el prisma
de la creación, sino a través del prisma de LA ENCARNACION.

Una noche salió de la quietud de la brisa nocturna, más allá de esas colinas calizas de
Belén, un grito suave, muy suave, el grito de un bebe recién nacido. “El Verbo se hizo
Carne y habito entre nosotros”.

La tierra no escucho el grito, porque la tierra dormía; los hombres no escucharon el grito,
porque no pensaban que un Niño pudiera ser más grande que un hombre; el mar no
escucho el grito, porque el mar estaba lleno de su propia voz; los reyes no escucharon
el grito, porque no sabían que un Rey pudiera nacer en un establo; los imperios no
escucharon el grito, porque los imperios no sabían que un Infante pudiese sostener las
riendas que mueven las galaxias en sus cursos.

Pero los pastores y los filósofos escucharon el grito, porque solo los muy sencillos y los
muy sabios, -nunca el hombre de un libro- saben que el corazón de un Dios puede gritar
en el grito de un Niño. Y vinieron con dones y Adoraron, y tan grande era la majestad
que había en la frente del Niño que yacía delante de ellos, tan grande la dignidad del
bebé, tan poderosa la luz de esos ojos que brillaban como soles celestiales, que no
pudieron más que gritar: “Emmanuel”. Que quiere decir, DIOS CON NOSOTROS. Dios se
revelo a los hombres otra vez. Esta vez El brilló a través del prisma de la Encarnación y
trajo la Vida Divina a la vida humana.

Aquel que nació sin una Madre en el Cielo, nace sin un Padre en la tierra. Aquel que
hizo a su Madre, nace de Su Madre. Aquel que hizo toda Carne, nace de la Carne. Aquel
que es hacedor del sol, se halla debajo del sol; moldeador de la tierra, está sobre la
tierra; el Inefablemente Sabio, es un pequeño Infante. El que llena todo el Universo, está
en un pesebre; el que gobierna las estrellas, se halla mamando en un pecho; el regocijo
de los Cielos, llora; Dios se hace hombre; el Creador, una criatura; el Rico, se vuelve
pobre; la Divinidad esta encarnada; la Majestad subyugada; la Libertad cautiva; la
Eternidad vuelta tiempo; el Amo, un siervo; la Verdad se ve acusada; el Juez, juzgado;
la Justicia, condenada; el Señor, flagelado; el Poder, atado con cuerdas; el Rey,
coronado de espinas; la Salvación, herida; la Vida, muerta. La Palabra Eterna, esta
muda.

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¡Maravilla de Maravillas! ¡Unión de uniones! Tres uniones misteriosas en una: la Divinidad
y la humanidad; la Virginidad y la fecundidad; la Fe y el corazón del hombre. Y aun
cuando viviéramos por toda una eternidad, no sería lo suficientemente larga para que
entendiéramos el misterio del “Hijo que fue un Padre, y de la Madre que fue un Hijo”.
JESÚS Y MARIA.

Por primera vez en la historia del universo redimido, la Vida Divina se ve


hipostáticamente unida a la naturaleza humana. Esa misma vida de Dios que pasa del
Padre al Hijo en la generación eterna de la Trinidad, ahora pasa al mundo y asume una
naturaleza humana como la nuestra, nos congracia con la plenitud de Su Divinidad, y
nos da ese mensaje de esperanza: He venido para que tengan vida, y la tengan en
abundancia; no la vida física que muere, sino la vida espiritual que dura eternamente.

Ahora empiezan los hombres a oír las respuestas a esas terribles preguntas que hacían
los Filósofos Griegos: Si Dios está solo, ¿Cómo es feliz? Si Él es único, ¿en qué piensa? Si
Él es solo, ¿a quién ama? La respuesta fue, La Trinidad. Esa vida interior de Dios, esa
plenitud y fecundidad del Conocimiento y del Amor, es la fuente del arrobamiento
inefable de la compañía de las Tres Personas en un solo Dios.

Y cuando Aquel que trajo el secreto de la Trinidad anduvo en la tierra buscando un sitio
para reposar su Cabeza, mientras los zorros tienen madrigueras y los pájaros sus nidos,
el mundo empezó a entender “cuanto amaba Dios al mundo” para enviar a este Su Hijo
Unigénito.

Y cuando Él contó a los hombres la historia del hijo prodigo y cuando les enseñó a orar
así; “Padre Nuestro”, entonces ellos se dieron cuenta cuan bendito privilegio era ser un
hermano de Jesucristo, y un hijo del Padre.

Y, finalmente, cuando los hombres escucharon un grito, que resonaba por encima de
los hierros que se hundían por entre nervios y músculos de las manos, y se levantaba
solamente para bendecir: “Padre Mío, perdónales, porque no saben lo que hacen”,
empezaron a entender el valor del alma. Fue como si la lección fuera impresa en sus
almas como la lanza en Su Corazón: la lección de que, “Si un hombre es suficiente para
un Dios, entonces Dios debiera ser suficiente para el hombre” como nos dice el gran San
Agustín.

Y sin embargo, si Cristo es el Hijo Eterno de Dios, Dios verdadero y verdadero hombre, si
agregado al misterio de la Trinidad se añade ahora el Misterio de la Encarnación, ¿Cómo
pueden treinta y tres años de morada en la tierra abarcar toda la belleza y revelar su
plenitud? Si una eternidad no es suficiente para contemplar la belleza del Hijo, ¿Cómo

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pudieron treinta y tres años bastar para contemplar la belleza del Verbo hecho carne?
Este pequeño lapso apenas consiguió sugerir las bellezas de esa Vida Divina entre
nosotros.

Por eso, el Amor de Dios está y se manifiesta en la creación, y a lo largo de nuestra


pequeña historia humana, pero; y de una forma particular, “ahora” en la Iglesia.

En forma retrospectiva, presenciemos aquí, esa larga y hermosa Procesión de la Vida:

Primero hay una Procesión Eterna de esa Vida del Padre hacia el Hijo en la unidad del
Espíritu Santo. Luego, por un acto libre de Dios, y proveniente de este Océano Infinito de
la Vida, la vida viene como un esplendor increado. Se produce un relámpago
instantáneo, la primera visibilidad del Dios invisible, y allí aparece esparcido el inmenso
mundo de los Ángeles, vibrando con la luz, y el brillo que los hace aparecer plateados
no es otro que el reflejo de la Vida Divina. Luego se produce la llamarada de una batalla
espantosa, y en medio del centelleo de espadas de arcángeles, el grito de guerra de
Miguel que convoca a sus huestes para la victoria.

La Procesión de la Vida continúa. Se da una orden a la nada, y caen de los dedos de


Dios planetas y galaxias que giran por el espacio. Hay una cosa maravillosa y palpitante
que se mueve ahora por esos planetas, y por la tierra va a descansar en las márgenes
del rio de cuatro corrientes en el edén. Es la vida de Dios en el primer Hombre y en la
primera Mujer. Se produce un movimiento entre los Ángeles caídos, y el paraíso se cubre
de sombras; la vida Divina sale del mundo y un Ángel provisto de una espada fulgurante
se coloca a las puertas del jardín del paraíso para que no vayan ellos a retornar y
comiendo del fruto del árbol de la vida, vivan eternamente.

La procesión de la Vida continúa. Un Ángel parte del Trono Blanco de la Luz y va más
allá del Oeste y más allá de las tinieblas que envuelven la tierra. Sobre las planicies del
espacio describe un círculo y desciende a la ciudad de Nazaret. Allí se hallaba una
virgen de rodillas en sus oraciones matutinas. Levanta su cabeza y ve que un Ángel
bajado del trono de la Luz se encuentra a su lado. “Dios te saluda María, llena de Gracia,
el Señor es Contigo”. Estas no eran palabras. “Eran la Palabra”. El Verbo que había
venido a habitar con ella. “Y el Verbo se hizo Carne y Habito entre nosotros”. Y las alas
del Ángel, al partir arrojaron con su sombra una Cruz en la cueva.

La Procesión de la Vida continua, y la sombra se hace realidad, y un día la Sangre del


Verbo hecho Carne, se coagula en la Cruz del calvario, y un soldado viene y abre el
costado con una lanza.

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La procesión de la Vida continúa: es derramada del costado de Cristo, la Sangre y el
Agua; Sangre, que es el precio de nuestra Redención, y el Agua, la gracia de nuestra
regeneración, ahora en la Iglesia al Bautizarnos.

Y la Procesión de la Vida continúa: ahora; Por Cristo, Con El, y En El, todos los hombres
de buena voluntad vamos nuevamente por el Camino de la Verdad, hacia esa Vida del
Amor de Dios el Inmortal, que es Espíritu. De modo que los que adoran a Dios, deben
hacerlo en Espíritu y en Verdad.

EL AMOR DE DIOS EN LA IGLESIA.


Palestina como espacio, y treinta y tres años como tiempo, no pueden sondear las
profundidades de la Vida Encarnada de Nuestro Señor Jesucristo. Las mentes débiles
sencillamente tuvieron que tener esa Luz brillante: “Yo soy la luz del mundo”, abierta
para ellos. La vida de Cristo debe brillar a través del prisma una vez más, para que pueda
entrar en los corazones diminutos. Y así la Luz blanca, la “Luz de Luz” brilla a través del
prisma de la Iglesia, y Cristo es revelado en Sus Sacramentos.

Y la Iglesia, entiéndase bien, no es una Iglesia en el sentido de una secta; sino que es
Una Esposa, “La Esposa De Cristo”. No es una religión de autoridad en el sentido de que
exija credulidad irracional, sino una religión del Verbo, es decir, de la Palabra Eterna,
que es Dios mismo; pues Pentecostés no fue el descendimiento de un Libro sobre las
cabezas de los Apóstoles, sino de Lenguas de Fuego.

La Iglesia no es solamente una Institución, es una Vida; la continuación, la difusión y la


expansión de la Vida Divina que la Encarnación trajo a la tierra.

LA IGLESIA ES CRISTO Y CRISTO ES LA IGLESIA, y hasta que sea entendida esta ecuación,
no habrá nunca un entendimiento de cómo es que Cristo prolonga su Encarnación más
allá de Galilea y Su infalibilidad más allá de los primeros años de la era Cristiana.

La Encarnación; es la unión del Verbo, con una naturaleza humana individual. La


continuación de la Encarnación es la unión de Cristo con cada naturaleza humana
individual en el mundo. Es decir; si yo sufro o estoy feliz, el mismo Cristo sufre y es feliz no
solo conmigo, sino En Mí. La unión personal de la Encarnación es el preludio de la unión
mística en la Iglesia.

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Al encarnarse el Verbo, asumió un cuerpo humano que vino a ser el instrumento de Su
mensaje, Sus enseñanzas, Sus milagros, y aún Su Redención. Porque poseyó un cuerpo,
Él pudo sufrir como hombre. Y siendo Dios, sus sufrimientos tenían un valor Infinito.

Pero además, el Señor de la Gloria, “asumió” otro cuerpo; esta vez no un cuerpo de
individuo, un cuerpo físico, sino un cuerpo místico, un cuerpo compuesto de todas las
personas Bautizadas, y este cuerpo místico que es La Iglesia, tiene su cabeza en el Cristo
histórico nacido en Belén y crucificado en Jerusalén.

La unión de los dos, es decir, el cuerpo, que son los miembros bautizados bajo Cristo,
constituyen el Cristo Místico, lo que San Agustín llamó el “Cristo total”, o en otros términos,
la Iglesia.

¿No es este el sentido de las palabras de San Pablo “Nadie aborreció jamás a su propia
carne; antes bien la sustenta y cuida, así como también Cristo a su Iglesia; porque
nosotros que la componemos, somos miembros de su cuerpo, formados de su carne y
de sus huesos”? Y este mismo fogoso vaso de elección, cuando él era aún Saulo, ¿no le
trajo esa lección en el momento de su conversión? Saulo odiaba a los cristianos como
pocos hombres los han odiado. Provisto de recomendaciones partió para Damasco
donde apresaría a los que hubiera allí para traerlos a Jerusalén. De repente una luz brilla
en torno suyo, y oye una voz, diciendo: “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?” El calor
del sol del este enciende sus labios y los mueve a hablar, y la nada se atreve a preguntar
el nombre del Omnipotente: ¿Quién eres tú? Y la voz le respondió: Yo Soy Jesús, a quien
tú persigues. Saulo está persiguiendo la Iglesia, y la voz le dice: Yo Soy Jesús, a quien tú
persigues. Cristo y la Iglesia. ¿Son acaso lo mismo? Precisamente, nosotros somos otros
Cristos como un hecho individual, y la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo, como un
hecho social.

Aquí yace la diferencia fundamental entre la Iglesia Católica y todas las demás formas
de cristianismo. Los no católicos creen con la Iglesia Católica que Cristo es Dios, y que
después de Su vida mortal, El ascendió al cielo, pero esto limita la religión solamente a
una relación individual con Cristo.

La Iglesia Católica, por otra parte, sostiene que el hombre no es solo un individuo, sino
también un miembro de la sociedad, y de aquí que la religión sea tanto social como
individual. Esto le enseña al individuo que Cristo vive tan real y verdaderamente ahora
en su nuevo cuerpo místico, como vivió durante Su vida física, aunque, por supuesto, de
otra manera. El Encarnado no se agotó a Si mismo en la Encarnación; es por esto por lo
que Él puede continuar viviendo en una forma nueva; es por esto por lo que Cristo dijo
a Saulo que al perseguir a la Iglesia de Damasco, lo estaba persiguiendo precisamente

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a Él, esto explica las palabras de Nuestro Señor a Pedro, quien, mientras huía de la
persecución, se encontró con el Maestro, y le preguntó: ¿A dónde vas Señor? A lo cual
El respondió; Regreso a Roma a hacerme crucificar.

Así, la constitución de la Iglesia esta modelada sobre el Misterio de la Encarnación. En


Cristo había una naturaleza Divina y otra Humana, y en la Iglesia hay un elemento Divino
y un elemento humano. Lo Divino que hay en ella es Cristo, lo humano es el cuerpo, a
saber, los pobres, y los miembros humanos débiles que la componen. Las naturalezas
Divina y humana en Cristo gozan de unidad, gracias a la Persona Divina; así, también,
la Iglesia es una, aunque esté compuesta de un elemento finito y un elemento Infinito.
Más aun, así como en Cristo había una naturaleza invisible y otra visible, siendo la
Invisible la Naturaleza Divina, y la visible la naturaleza humana, así también en la Iglesia
la Cabeza Invisible es Cristo y el cuerpo visible son los miembros Bautizados.

Aquí es donde encontramos la razón para la misma debilidad de la Iglesia. Al asumir


una naturaleza humana, el Verbo tomó una naturaleza como nosotros en todas las
cosas, menos en el pecado; esta naturaleza estaba sujeta a la debilidad humana, a la
sed en el pozo de Jacob y a la fatiga en Galilea. El cuerpo de la Iglesia, también, aunque
“asumido” por Cristo desde la Encarnación, no está libre de su debilidad, sea física,
moral, o místicamente, siempre que el cuerpo es moral y místico. Los momentos de su
Transfiguración son pocos, pero los momentos de su fatiga son más frecuentes. Y si hay
un escándalo en la Iglesia, y si otro Judas quema sus labios con un beso, yo puedo ver
a Cristo continuando Su vida en la Iglesia, no solo en su fuerza, sino también en su
debilidad.

Y ahora, en cuanto a la infalibilidad de la Iglesia, ¿Qué es esta, sino la misma Infalibilidad


de Cristo? La Iglesia es infalible porque Cristo es la Iglesia. No existe tal cosa de que
Cristo confiera simplemente la inmunidad al error a Su Cuerpo Místico, como alguien
que confiera un diploma o un instrumento público. La infalibilidad es Intrínseca a la
Iglesia, una condición de la misma continuidad de la Vida de Cristo, y el Espíritu Santo
que Él envió para apartarla del error hasta la misma consumación del mundo. Esta
infalibilidad de Cristo es ejercida en la Iglesia a través de medios visibles.

Yo tomo, por ejemplo, la resolución de leer un poema. La resolución es espiritual e


invisible, pero el acto de leer tiene lugar a través de medios materiales y visibles, a saber,
por medio de mis ojos y los nervios ópticos.

Así mismo en la Iglesia el Espíritu de Cristo, que es la Verdad de la Iglesia Invisible, se


expresa así mismo a través de medios visibles, a saber, por medio de una cabeza visible
que es el Vicario de Cristo, el Papa. La verdad es una sola y la misma, solo la expresión

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es diferente, así como un pensamiento es espiritual en mi mente pero vocal en mi
palabra. Es, por lo tanto, una insensatez negarse a aceptar la palabra de la Cabeza
Visible con el argumento de que no es la palabra de la Cabeza Visible, Cristo; con igual
argumento nos podríamos negar a usar nuestra mano porque la está mandando nuestra
voluntad invisible. “Si en una sola carne puede haber dos”, pregunto San Agustín, “¿Por
qué no puede haber dos voces en una sola voz?” Esto ciertamente es el sentido de las
palabras de Nuestro Señor: “El que os escucha a ustedes, a mí me escucha”.

Por el mismo razonamiento soy llevado a la conclusión de que no puede haber sino una
sola Iglesia. En la Sagrada Escritura la Iglesia es llamada el “Cuerpo de Cristo”. Si para
una cabeza es una monstruosidad tener muchos cuerpos, ¿Cómo no había de ser una
monstruosidad espiritual para Cristo que tuviera muchos cuerpos, es decir, muchas
Iglesias enseñando doctrinas contrarias y contradictorias? A la Iglesia también se le
llama en la Escritura “la Esposa de Cristo”, y se dice allí que el matrimonio es un símbolo
material, pues se dice que un marido ama a su esposa como Cristo ama a la Iglesia. Si
constituye adulterio físico que un esposo tenga muchas esposas, ¿no iba a ser un
“Adulterio Espiritual” que Cristo tuviera muchas “esposas”, vale decir, muchas Iglesias?
La misma lógica que nos hace dudar cuando somos niños, de la realidad de Santa Claus
porque vemos diferentes Santa Claus en las diferentes tiendas, nos hace también
concluir cuando somos adultos la imposibilidad de que las muchas sectas sean las
“esposas” y el “Cuerpo de Cristo”. Por la misma necesidad de su operación, la mente
es conducida a buscar la unidad.

Es esta noción de la Iglesia como el Cuerpo de Cristo, que está creciendo en edad,
sabiduría y gracia, hasta “el estado de un varón perfecto, a la medida de la edad
perfecta” de Cristo, es la que nos da la clave para el entendimiento de su vida, de su
oración y sacrificio.

Así como mi cuerpo está compuesto de muchos miembros, manos, pies, cabeza,
arterias, y demás, así también el cuerpo de Cristo, la Iglesia, está compuesta de muchos
miembros. La mano no es el pie, el obispo no es el laico; el corazón no es la arteria, el
Vicario de Cristo no es el sacerdote, y, sin embargo, todos vienen a constituir la armonía
del cuerpo. “Si un miembro padece, todos los miembros se compadecen; y si un
miembro es honrado, todos los miembros se gozan en él”. E igual que en el orden natural
puede hacerse transfusión de sangre de un miembro de la sociedad a otro para salvar
una vida, así también en el orden espiritual, no sangre, pero si oraciones, sacrificios y
penitencias, pueden transfundirse de un alma a otra. Si puede injertarse piel de un
miembro a otro, ¿Por qué no había de poderse injertar mortificaciones?

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Y este acto de injertar, esta transfusión de realidades espirituales a los miembros heridos
y anémicos del Cuerpo Místico, es especialmente el trabajo de aquellas almas que han
dejado el mundo por la paz y sombra del claustro donde se hacen los santos.

A la vista de los Carmelitas, de los Franciscanos y de los Claretianos metidos en sus


celdas, el mundo pregunta: “¿Qué bien hacen ellos?” Porque olvida que ellos están
expiando y haciendo penitencia por los pecados del mundo. Así como es cierto que
una flor es más noble cuando alegra un cuarto oscuro que cuando solo vive su vida
entre las demás flores del jardín, también un ser humano puede ser más noble cuando
sirve a lo que está por encima de él, a saber, al Señor que murió por él, que cuando
sirve a los de la misma especie. Y es este servicio de Señor el que da la paz que el
mundo no puede dar.

La Iglesia, es entonces, la continuación de la Encarnación de Jesucristo. Es el Reino de


Jesucristo: es su trono, su santuario, su tabernáculo. Mejor dicho; es Jesucristo difundido
y comunicado.

Pocos como el Padre Benson, que ha expresado hermosamente esta gran verdad
espiritual de que CRISTO ES LA IGLESIA, diciendo;

Veo a través de los ojos de ella brillar los ojos de Dios, y a través de sus labios escucho
sus palabras. En cada una de sus manos, cuando ella las levanta para bendecir, veo las
heridas que gotearon en el calvario, y sus pies sobre las gradas del altar están signados
con las mismas marcas de aquellos que beso la Magdalena. Cuando la Iglesia me
consuela en el confesionario, oigo la voz que dijo a los pecadores que se marcharan y
no pecaran más; y cuando ella me reprocha y me hace sonrojar de vergüenza, me
aparto temblando con aquellos que se retiraron uno por uno, principiando por los más
ancianos, hasta que Jesús y la penitente quedaron solos. Cuando ella, La Iglesia, lanza
en voz alta su invitación por todo el mundo, oigo el mismo clamor resonando como
aquel que llamó: “Vengan a mi todos y hallaran el descanso para sus almas”. Cuando
aparta a aquellos que dicen servir a ella pero lo hacen para sus intereses, veo la flama
de ira que vapuleo a los mercaderes y los sacó de los patios del templo.

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Y sigue el Padre Benson: Cuando la veo en medio de su pueblo, aplaudida por la
multitud que grita bajo el quemante sol, veo las ramas de palma por encima de su
cabeza, y veo la Ciudad y el Reino de Dios a escaso tiro de piedra, más allá del valle
de cedrón y el jardín de Getsemaní; y cuando la veo apedreada, menospreciada,
abofeteada e infamada, leo en sus ojos el mensaje de que nosotros deberíamos llorar,
no por ella, sino por nosotros mismos y por nuestros hijos, siempre que ella es inmortal y
nosotros mortales después de todo.

Cuando miro su blanco cuerpo, marchito y ensangrentado, huelo una vez más el olor a
ungüentos y la yerba pisoteada del jardín cerca al lugar donde Él fue crucificado, y
escucho las pisadas de los soldados que vinieron a poner la piedra y sentarse a vigilar.
Y, al fin, cuando la veo moverse una vez más a la luz el alba de cada nuevo día, o en la
revelación del crepúsculo, cuando el sol de esta o aquella dinastía se levanta y se pone,
comprendo que Aquel que había muerto, ha resucitado una vez más con salud en Sus
alas, para consolar a aquellos que lloran y restañar los corazones rotos; y que su venida
no es a la vista de todos, sino en las profundidades de la noche como cuando sus
enemigos dormían y quienes lo querían vigilaban de dolor.

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Y cuando contemplo esto entiendo que la Pascua es apenas la repetición de Belén; que
el círculo gira hasta volver a su principio y que la batalla ha de lucharse una vez más;
porque ellos no se persuaden, aunque Cristo resucitara diariamente de entre los
muertos. (R.P. Benson)

Pero si la Iglesia es Jesucristo difundido y comunicado, ¿Cómo es El difundido? ¿Cómo


es comunicado? Él se comunica principalmente por el Santo Sacrificio de la Misa y los
siete sacramentos. La Misa es un acto, no una oración recitada. Es el sacrificio inmortal
de Cristo renovado en nuestros altares. Y los Sacramentos, ¿son apenas mitos? ¡Oh!,
olvidamos que nuestra vida social está entretejida de “sacramentos” en el sentido
amplio de la palabra, por cuanto lo que tienen lo esconden, y muestran lo que ocultan.
El estrechón de manos, o el beso, por ejemplo; no nos irritamos por ello, porque de ser
así no los acostumbraríamos. Un beso puede ser un pobre medio de expresión y en
realidad transmitir el amor; inclusive podemos con un beso traicionar, como lo hizo
Judas. Sin embargo, los verdaderos amantes no piensan que sus besos los dividan, se
interpongan entre ellos y caricaturicen su amor simplemente porque sean externos. El
beso es una expresión de lo que ellos sienten en sus corazones.

Ahora bien, los Sacramentos son el beso de Dios, en el cual, El, no solamente derrama
las riquezas de su amor, sino que santifica el hambre de nuestros sentidos, como también
el pensamiento y nuestras almas.

Los sacramentos son la comunicación de la vida de Dios. Y existe un paralelo entre la


vida física y la vida espiritual.

¿Qué elementos son necesarios para la vida física? ¿No son cinco los elementos
necesarios para la vida física y dos para nuestra vida social? Como individuos
necesitamos primero nacer; segundo, debemos crecer; tercero, debemos nutrirnos;
cuarto, debemos sanar nuestras heridas; y quinto, desterrar toda debilidad o
enfermedad. Como seres sociales debemos primero, tener orden y gobierno; y segundo,
debemos transmitir nuestra vida a la posteridad.

En el orden espiritual, estos siete elementos representan a los sacramentos. Primero,


debemos nacer, este es el Bautismo; segundo, debemos crecer espiritualmente y
alcanzar el estado de madurez cristiana, esta es la Confirmación; tercero, debemos
nutrir nuestras almas con el Pan de la Vida, es decir la Eucaristía, cuarto, debemos sanar
nuestras heridas espirituales, esto es la Reconciliación; quinto, debemos desarraigar
hasta los últimos vestigios de debilidades espirituales, esto es la Extremaunción. Pero
nosotros somos también seres sociales. Necesitamos gobierno y una fuente de unidad y

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de sacerdocio; estas son las Ordenes Sagradas, y como necesitamos continuar la
existencia de la raza; este es el Matrimonio.

Así la vida espiritual es una perfección de la vida física, y los siete sacramentos instituidos
por Cristo son siete canales de esa Vida Divina, cuyo receptáculo es el Calvario del
viernes santo.

Empezando con un simple acto confirmado por la observación diaria, a saber el de que
la vida es fecunda, y entendiendo ese hecho en términos de este principio, “la bondad
se difunde así misma”, hemos sido llevados a un entendimiento mejor y más grande no
solo del mundo material, sino también del mundo espiritual.

Muy sencillo es resumir en tres palabras EL AMOR DE DIOS: y esas tres grandes
manifestaciones de la bondad de Divina son: la Creación, la Encarnación y la Iglesia.

LA EXPANSIÓN DEL AMOR DE DIOS


Un estudio de la naturaleza de la vida nos prepara para entender sus leyes, pues la vida
crece y se desarrolla con un inconfundible despliegue de orden. El proceso ordenado
de la vida es doble. En estricta terminología científica estos procesos son llamados el
anabólico y el catabólico.

En términos más sencillos, la ley anabólica de la vida es que la vida debe consumir
alimento y nutrirse: y la ley catabólica de la vida es que la vida no solamente debe
consumir, sino ser consumida.

En otras palabras, debe renunciar a su vida inferior si ha de vivir una vida más alta y así
escapar a la degeneración, a la decadencia y a la muerte.

La continuación de la vida exige una balanza, o equilibrio entre asimilación, o proceso


que constituye, y desasimilación, o las fuerzas que quitan. De aquí que los científicos
explican que el crecimiento es un equilibrio en favor de la asimilación, y la decadencia
significa un equilibrio en favor de la desasimilación.

En el reino mineral estos dos procesos también se encuentran, aunque en forma


diferente. Los metales se dilatan con el calor y se contraen con el frio. La dilatación es a
la materia lo que el anabolismo es a los organismos, y la contracción es a la materia lo
que el catabolismo es a los organismos.

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Esta es la primera ley que vamos a describir ahora, tanto en el orden material como en
el espiritual, pues es supremamente interesante su análisis, por el hecho de que la vida
debe expandirse y nutrirse.

Primero que todo, la vida de la planta se muestra obediente a esta ley, pues ella va
hasta el reino mineral en busca del alimento que necesita para su existencia. Su bebida
es el agua y su comida los fosfatos y carbonatos de la tierra. Absorbe el agua
contrariando la atracción de la tierra y la hace circular por todo su organismo. Si el reino
mineral que está por debajo de la planta en el orden de la creación fuera eliminado de
la existencia, el reino vegetal pronto cesaría de existir. Si el sol fuera aniquilado; si el
suelo fuera impotente para soltar sus gases y su alimento dentro de las raíces de la
planta; si las nubes no pudieran descargar más su ducha de agua, entonces las flores y
plantas y árboles dejarían de vivir, porque la vida puede vivir solamente por la comunión
con alguna otra cosa distinta.

El animal, debido a que su vida es más alta que la de la planta, tiene aún mayor
necesidad de nutrición. Necesita no solo nutrirse del orden mineral – el aire, la luz del sol
y demás – sino también de la vida de la planta. Desde el mismo momento en que el
animal viene al mundo, hasta que se tiende en el sueño de la muerte, existe la búsqueda
del alimento. El instinto fundamental de su vida es buscar su alimento. En el momento en
que el sol se está poniendo, la Alondra sube al cielo para dar con su canto el último
adiós a esa luz antes que se hunda en la laguna llameante del oeste. Esto es como
cantar su “Te Deum” en acción de gracias por el alimento recibido durante el día de la
bondadosa mano de la Providencia. Los cuadrúpedos rumiando en el campo, el pez
nadando en el océano, el águila remontándose en los aires, van todos en busca del
alimento y de su pan diario, porque, sin saberlo, reconocen que la vida es imposible sin
nutrición, que la vida crece solamente por medio de la vida, y que el gozo de vivir
proviene de la comunión con otra clase de vida.

Y en cuanto al hombre, ¿necesitamos recordar la rigurosa aplicación de esta ley?


Debido a que tenemos un cuerpo, igual que los animales, estamos bajo la necesidad
de alimentar ese cuerpo. Este clama por su propio alimento con el mismo clamor que
un animal. Y el alimento por el cual clama es más delicado, porque el cuerpo humano
es más delicado. Nuestro cuerpo no se contenta, como el animal, con tomar su alimento
del suelo, crudo, sin coser y sazonar. Busca el refinamiento que conviene a una criatura
superior, y al hacerlo así reconoce esa ley universal de la vida: todo ser vivo debe
nutrirse. La vida vive por la vida, y el gozo de vivir se acrecienta por la comunión con
otra clase de vida.

82
Pero el hombre tiene algo más… UN ALMA. Como tiene un cuerpo. ¿Esta parte espiritual
suya demanda alimento que esté por encima de lo material? ¿O el alma puede hallar
su alimento en el reino de la tierra, con sus niñerías y trivialidades? La respuesta del
mundo moderno es que si puede.

El mundo moderno hace un alto a esta ley, de que la vida debe nutrirse por sí misma, y
afirma que el alma puede encontrar un alimento satisfactorio aquí en este gran cosmos
nuestro, sin apelar a ningún otro mundo espiritual. ¿Y cuál es este alimento, que según
se dice, satisfará el alma? El mundo de hoy contesta: es doble.

Primero está la ciencia; hoy manifestada a gran escala a las masas a través de los
grandes medios de comunicación como la radio, la televisión, y el internet… Se dice
que la ciencia satisfará el alma porque satisface el anhelo que tiene el hombre por la
verdad. Le da al hombre el conocimiento del orden y armonía de los cielos, los estratos
de la tierra, la historia de las razas y el auge y caída de las civilizaciones. Esta es la clave
de los grandes secretos del arca de la naturaleza, y como hay naturalidad en torno a
este conocimiento, se busca conservarlo, porque no busca lo que está más allá de la
retorta, es decir; de las señales satelitales y del pequeño microscopio.

La segunda clase de alimento para el alma, de acuerdo con el mundo moderno, es el


servicio a la humanidad. Esto le da al hombre una oportunidad de regocijarse en la
comunión con sus semejantes, y le permite “adorar” en los santuarios que el mismo ha
hecho. Conciertos de rock multitudinarios, partidos de futbol igualmente multitudinarios,
donde existen ídolos que se identifican con sus seguidores… etc. Por eso la expresión
popular de un humanitario, cantante, político, futbolista, artista, es; “YO” di a los pobres,
y ayude las viudas y a los huérfanos. “HE” llevado una vida honesta, hago bien a mi
prójimo. “Mi credo es de servicio social”. Acordémonos del humanismo que nos
propone la Nueva Era con el panteísmo, o quizá también el Materialismo Ateo. Y la
conclusión de todo esto, es, que, el hombre no necesita nada fuera de los hombres para
satisfacer su alma.

¿Pero bastan esta tierra, y los hombres que en ella habitan, para satisfacer la necesidad
de alimento del alma? ¿Son las conclusiones de la ciencia, alimento y nutrición para el
alma, o por el contrario, traen más hambre cuando parecen satisfacer? La ciencia no
puede ser un alimento satisfactorio porque no nos puede dar la libertad que
necesitamos. La ciencia está construida sobre las premisas de un mundo determinado
para ciertos efectos, bajo ciertas condiciones. Hacer un nuevo descubrimiento es
agregar otro eslabón a la red de las cosas, y multiplicar el peso del determinismo al cual

83
el alma aspira escapar en virtud de su naturaleza espiritual. Más aun; ninguna ciencia
puede contestar todos los enigmas de la vida, solo EL AMOR DE DIOS.

Algunas de las preguntas que el Señor hizo al Santo Job, recuerdan la insuficiencia de
un conocimiento de causas naturales: ¿Dónde estabas cuando Yo echaba los cimientos
de la tierra? ¿Qué apoyo tienen sus bases? ¿O quien asentó su piedra angular? ¿Quién
puso diques al mar cuando se derramaba por fuera como quien sale del seno de su
Madre? ¿En qué parte reside la luz, y cuál es el lugar o depósito de las tinieblas? ¿Sabías
tu entonces que hubieses de nacer, y estabas instruido del número de tus días? ¿Quién
es el Padre de la lluvia? ¿O quien engendro las gotas de rocío? ¿Podrás tú por ventura
atar o detener las brillantes estrellas de la pléyade? ¿O puedes desconcertar el giro del
orión? ¿Eres tu acaso el que hace aparecer a su tiempo el lucero de la mañana, o
resplandecer el de la tarde sobre los habitantes de la tierra? ¿Alzaras por ventura tu voz
a las nubes, para mandarles que se deshagan en lluvias abundantes? ¿Despacharas
rayos, y estos marcharan y te dirán a la vuelta: Aquí estamos a tu mandar?

La religión del humanismo es igualmente satisfactoria para saciar el hambre del alma.

Primero que todo: ¿no es una extraña paradoja que los hombres que más ampliamente
claman contra la religión, son los que desean hacer una religión sacada de la
humanidad irreligiosa? La humanidad no puede nunca ser el objeto de la religión por la
misma razón de que si la humanidad mirara hacia su mismo centro, sería tan fría como
un individuo que mira siempre hacia sí mismo. Todavía más, en términos concretos, no
existe tal humanidad. Solo hay hombres; solo Pedro y Pablo, María y Ana, Samuel y
Myriam. Y es una insensatez hablar de “altruismo” si ha de haber solo humanidad, pues
la humanidad no tiene ningún “otro”, con el cual ejercer su beneficencia.

Solo cuando los hombres llaman a Dios “Padre”, pueden llamar a otro “Hermano”, y Dios
no es Padre, a menos que tenga un Hijo. Aun la serpiente del edén sabía que el servicio
de la humanidad no podía satisfacer nunca al hombre. Ella engaño al hombre
diciéndole, no que sería como otros hombres, sino que sería Dios.

Ni la ciencia, ni el servicio a la humanidad pueden entonces satisfacer el hambre del


Alma de un Hombre. No hay nada sobre la tierra que pueda satisfacer esta hambre del
alma en el ser humano, por la misma razón de que se trata de un hambre que no es de
la tierra. Cada clase de vida en este universo exige un alimento apropiado a su
naturaleza. Un canario no consume la misma clase de alimento que una Boa Constrictor,
porque su naturaleza es diferente. Pero el alma del hombre es espiritual en su naturaleza,
y por lo tanto exige un alimento espiritual.

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Un amor terrenal no satisfará completamente porque no puede contestar a los anhelos
de un amor perfecto y perdurable; una verdad de ciencia natural no satisfará porque es
apenas un pequeño fragmento de la verdad del orbe completo que la mente busca. Es
solo después de largo tiempo y con mucha dificultad cuando el hombre llega al
conocimiento de todas las verdades naturales. ¿Qué será entonces el alimento que
satisfaga el anhelo de un alma espiritual siempre obsesionada por el Infinito? Si el
hombre hubiera sido creado y dejado en estado de pura naturaleza, su alma se habría
alimentado de un conocimiento y amor de Dios parcial, como pudiera obtener de las
criaturas. Pero, debido a la elevación del hombre a un estado sobrenatural, el desea y
necesita una perfección espiritual más allá de sus capacidades naturales.

El alimento espiritual dado libremente por Dios, fue el conocimiento de la verdad


revelada en Cristo y el amor de todo lo que la “Revelación” implica. Además de esto,
Dios dio un alimento que no es solo una alimentación maravillosa, sino una maravillosa
elevación de nuestra pobre naturaleza hasta una comunión con lo Divino.

Jesucristo es el Pan de Vida; El prometió que lo seria, y cumplió su promesa. La promesa


fue dada en Cafarnaúm: “El Pan que Yo les daré es mi Carne para la Vida del mundo”.
El cumplimiento tuvo lugar la noche antes que muriera, cuando El, que era Señor de
todas las cosas, no tenía nada que dejar en su último testamento, excepto eso que
ninguno más podía dar: A EL MISMO. Y este testamento no fue dado en metáforas
imperfectas y figuras de dicción mal pergeñadas, sino en palabras contundentes y
directas, cortadas como facetas de un Diamante.

ESTE ES MI CUERPO,

ESTA ES MI SANGRE.

Entre Cafarnaúm y la Habitación Alta, entre la promesa del Pan y la dación del Pan,
hubo la pregunta de esos que trabajan por la comida que perece: ¿Cómo puede este
darnos a comer su Carne? Y tanto para aquellos que se apartaron diciendo: “Estas son
palabras duras, y quien las podrá oír”, como para aquellos que se quedaron, diciendo:
Señor, ¿A quién iríamos? No había duda que El Señor quiso decir lo que dijo. Y este ha
sido siempre el titulo singular sobre el cual descansan las doctrinas de la Iglesia Católica:
ella cree que Jesucristo quiso decir lo que dijo, y no otra cosa distinta.

Cuando Nuestro Señor Jesucristo dijo a sus Sacerdotes escogidos, “Quedan perdonados
los pecados a aquellos a quienes ustedes les perdonen”, nosotros creemos, y tenemos
el Sacramento de la Penitencia.

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Y cuando el mismo Señor dijo: “Mi verdad les he dado, pues Yo mismo estaré
continuamente con ustedes hasta la consumación de los siglos”, nosotros creemos, y
tenemos la Infalibilidad Doctrinal.

Por eso cuando el mismo Dios Humanado dijo: “Este es mi cuerpo”, nosotros creemos
que Él quiso decir lo que dijo. Y tenemos la Santísima Eucaristía. No creemos que Él quiso
decir: “Esto ‘significa mi cuerpo’, O, esto ‘significa mi sangre”, pues esto no fue lo que Él
dijo. Desde esa noche memorable hasta ahora, los hombres han creído en el Emmanuel
Eucarístico. En el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Al cabo de casi dos décadas después de la ascensión, encontramos a San Pablo


recordándoles a los Corintios, distantes un mar y una civilización de la cuna del
Cristianismo, que no comieran el Pan o bebieran el Cáliz del Señor indignamente,
porque esto lo hace a uno “reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor”. Ciertamente que
esta advertencia no hubiera si do hecha a ellos, si el Pan y el Vino, no fueran más que
símbolos del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo.

Los años pasan. Un Salvador perseguido debe tener hijos perseguidos, y Aquel que ha
nacido bajo la tierra debe alimentar a Sus hijos bajo la tierra, “en las catacumbas”. Se
levantan las persecuciones y los hijos del Rey de la cueva, cavan hoyos en la tierra
como topos humanos; allí, bajo las calzadas que resonaban con las pisadas de las
legiones irresistibles del Cesar, bajo los fundamentos de los mismos templos de Roma,
estos amadores de la Vida se nutrieron con el Pan de la Vida.

Luego, de las cuevas y cavernas salieron a ser contemplados por las multitudes del
Coliseo con sus dedos volteados hacia abajo. El circo era circular: no había salidas, ni
medios de escape, excepto desde arriba: pero era suficiente. Ellos encararon la muerte
con una sonrisa de gozo en sus labios. Los Lacayos del Cesar esparcieron arena fresca
para ocultar la sangre su sangre, pero no pudieron acallar sus voces. Ellos se levantaron
de los mataderos de los circos de Roma para llegar a los mismos tribunales de la justicia
de Dios para penetrar la niebla de las edades brumosas con un reto bien claro: Al morir,
en nuestra sangre ha sido mezclada la sangre del Dios vivo, y he aquí que vivimos.

Y la Iglesia de la cual ellos “los mártires” han sido miembros militantes, salió también de
sus cuevas y cavernas, y también vivió en libertad, porque su vida, era la Vida de Dios.
Miles de lámparas empezaban a parpadear y miles de luces a saltar de gozo delante
de miles de tabernáculos “sagrarios” en miles de pueblos. Y nadie durante todo este
tiempo pensó en negar la Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía. Estaba reservado
a Berengario negarla formalmente en el año de 1088, negativa de la que más tarde se

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retractó. Solo a partir del principio del siglo 18 el mundo ha desvitalizado la religión, ha
hecho de la Iglesia una estructura, y del Pan de Vida, solo una figura y un símbolo.

Pero en la Iglesia – el cuerpo místico – ha habido siempre una lealtad que no desfallece
en la Presencia Eucarística, no solo en el más humilde de los tabernáculos de alguna
misión extranjera, sino también en la demostración de un Congreso Eucarístico. Es la
Eucaristía lo que constituye esa diferencia.

El centro de la casa de Dios no es un pulpito ni un órgano, sino Cristo mismo; no es una


ciudad, como la Meca, sino una vida; la vida de Dios. La Iglesia no se contenta con
señalar con su dedo a dos mil años atrás, y decir: “Que Cristo sea vuestro ejemplo”. Esto
es todo lo que tiene que ofrecer el moderno cristianismo que es una mezcla de agua y
leche: apenas una memoria de Cristo que vivió dos milenios atrás. No es de extrañar
que esto no satisfaga en los corazones el hambre de realidades.

Si esto fuera todo lo que el cristianismo significa, es decir, un recuerdo, entonces el


recuerdo de Cristo no se diferenciaría nada del recuerdo de Seneca o Cicerón, de
Washington o de Simón Bolívar… Si para nuestras vidas Cristo no significa más que el
ejemplo de su vida hace 2.000 años, entonces es difícil ver cómo fue “El” Dios, y en que
se diferenciaba El de los hombres. Si Jesucristo no tuvo poder para extender “Su vida, Su
influencia, Su gracia, Su cuerpo y Sangre, a través de los siglos hasta su mismo fin,
entonces Él está bajo las mismas limitaciones de todo hombre.

La vida exige más que un recuerdo para sostenerse, y si Cristo es la misma Vida del
cristiano, entonces debe ser más que una simple memoria.

No sería suficiente decir a un animal: “Mira cómo vive la planta, que ella sea tu ejemplo”.
El animal solo come la planta que tiene en frente. Si Cristo ha de ser nuestro Alimento y
nuestra Vida, es propio que Él esté con nosotros, pues es de la misma naturaleza de la
Vida, el ser localizada y concreta. La vida de las plantas, que es el alimento del animal,
no vive en algún planeta distante, y así tampoco Cristo, que es el alimento del alma, no
puede vivir apartado de nosotros como un patrón siempre ausente. Él está con nosotros,
Él está aquí, Él tiene una mirada tierna y llena de amor…

El tabernáculo es la localización de la vida, y es allí, solamente allí, donde los ojos


proscritos del pecador encuentran la salud en las lágrimas expiatorias; solamente allí
son levantados los deseos de la esperanza para mirar más allá del velo; y solamente allí
el corazón flagelado que sangra sin cesar rompe su silencio para invitarnos a su amor
diciendo: ¡Ven a mí, tu que estás cansado y agobiado, YO te daré descanso!

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¡Y que contraste y que triste espectáculo se presenta en las iglesias de nuestros
hermanos separados, quienes han negado que Cristo negara decir lo que dijo, al afirmar
que se daría “EL MISMO” al hombre bajo la apariencia de Pan y Vino! ¡Qué lastimoso es
entrar a sus edificios, “muy hermosos por cierto” solo para encontrar que EL ALMA, o sea,
“CRISTO”, no está allí...! Un hogar no es un hogar al menos que haya moradores; una
Iglesia no es una Iglesia, a menos que Cristo este allí.

Al entrar en tales edificios, uno casi siente que se halla al lado de la tumba en la mañana
de Resurrección y un ángel allí vestido de blanco, diciendo; “EL NO ESTA AQUÍ”.

Pero el proceso de la vida, una vez concedida la revelación, exige no solo la


localización, o Presencia Real de la Vida, sino también la comunión con esa Vida. La
comunión con Dios es un don gratuito, un don que pudo no haberse dado, pero que no
altera el hecho de que una vez dado es algo que se acomoda eminentemente a la
misma naturaleza del hombre. La comunión no es algo contrario al modo de operar de
la naturaleza, sino más bien la corona y gloria de sus procesos ordenados; es una ley
de todos los seres vivos, que no tienen vida perfecta dentro de sí mismos.

Si el mineral pudiera hablar diría a la planta: “Al menos que me ingieras no tendrás vida
en ti” Si la planta pudiera hablar diría al animal: “A menos que me comas, no tendrás
vida en ti”. Si el animal, y la planta y el aire pudieran hablar, dirían al hombre: “Al menos
que nos comas, no tendrás vida en ti”. Con la misma lógica, pero hablando desde arriba
y no desde abajo, porque el alma es espiritual, Jesucristo puede y de hecho dice al
alma: “Si no comen mi carne y no beben mi sangre, no tendrán vida en ustedes”.
Después de llamar al hombre a un fin sobrenatural, Dios dio los medios para este fin, y
entre esos medios el que ahora singularizamos para mostrar como perfecciona la
naturaleza, es la comunión con “El” mismo en la Santísima Eucaristía. La ley de la
transformación opera constantemente por todo el orden de lo natural, pero también lo
podemos encontrar más perfecto en el orden sobrenatural. Lo inferior se transforma por
sí mismo en lo superior. La planta se transforma en el animal cuando es tonada dentro
de este como alimento, pero el hombre se transforma por gracia y por amor, en Cristo,
cuando toma a Cristo en su alma como alimento, pues la cualidad del amor es
transformarse en el objeto amado.

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En el Santo Sacrificio de la Misa, el pan y el vino se cambian en el cuerpo y la sangre de
Cristo. Ha sido aplicada a este acto, la palabra, “Transustanciación”; y ella significa, que
la sustancia del pan se convierte en la sustancia del Cuerpo, y la sustancia del vino se
convierte en la sustancia de la Sangre, pero aún permanecen las apariencias externas
de gusto, color, peso, forma, en una palabra; todas las apariencias sensibles.

Hay una clase de transustanciación que se verifica en la Sagrada Comunión: decimos


“una clase”, porque no es idéntica en todos los aspectos. Cuando yo recibo la Sagrada
Comunión recibo a Cristo; esto no significa que mi sustancia se convierte en Su
sustancia, ni que hay una fusión de las dos. Pero significa que Cristo viene a mí para
vivificarme y transformar mis actividades de modo que yo pueda amar lo que El ama,
odiar lo que El odia, querer lo que Él quiera, y que Sus intereses se vuelvan mis intereses;
sus afectos, mis afectos; sus deseos, mis deseos; En este sentido yo puedo exclamar con
San Pablo: “No soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mi”. Y aunque mis actividades
son transformadas, mi apariencia corporal, mis señas, mi exterior, mi nombre y mi
ocupación permanecen los mismos. Las apariencias permanecen, pero allá en el fondo
de mi alma ha tenido un cambio maravilloso; he dado paso a Cristo: “Cristo vive en mi”.

San Agustín de Hipona ha expresado este pensamiento en la siguiente oración: Oh


verdad, Oh Infinita Belleza, Oh Amor externo, Oh Vida Sobrenatural. Tu que por milagro
y en miles de altares cambias la sustancia del pan y el vino, en Tu cuerpo y Sangre,

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dígnate realizar aun otro cambio. Transforma en Ti mismo a mi espíritu, mi corazón, mi
imaginación y todo mi ser. Que el poder de tu oblación y la permanente serenidad de
Tu Amor opere ese cambio maravilloso en la oscuridad del exilio, hasta el día en que
seremos consumados eternamente en la luz del día sin crepúsculo. Amen

No me sorprendo de que Él se dé a Si mismo como el alimento mío. Después de todo, si


El suministra alimento a los pájaros del aire y a las bestias del bosque en el orden natural
de Su universo, ¿Por qué no había de suministrármelo a mí en lo sobrenatural? Y si la
planta alimentó su semilla antes de que madure, y si los pájaros traen alimento a sus
críos antes que puedan volar, ¿voy a negarle a Él lo que reconozco a una criatura? En
realidad, lo que la Madre dice al niño que tiene en su pecho, es; toma, come, bebe,
este es mi cuerpo dado para ti. Y así como la Madre faltaría a la verdad de los hechos
al decir refiriéndose al alimento de su niño: “esto representa mi cuerpo”. Así también el
señor faltaría a la verdad de los hechos al decir: “Mi Carne es comida en verdad y mi
Sangre es bebida en verdad”, si con esto quisiera indicar que son apenas una
representación de su Cuerpo y su Sangre.

Ciertamente el siervo no es más que el Amo, y lo que una Madre puede hacer en el
orden natural, Dios lo puede hacer en el orden sobrenatural. Y yo creo esta palabra:
“Porque ningún hombre ha hablado antes como este hombre”. Resumiendo; ¿No habría
de ser Cristo en realidad un “Pelicano Divino” que es representado hiriéndose su propio
costado para alimentar a su crio de su propia sustancia?

La Eucaristía es el requisito por el cual necesariamente la vida, que no tiene plenitud en


sí misma, debe nutrirse de otra vida. Y si esto es valedero para el cuerpo, mil veces más
cierto será para el alma, pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si
pierde su alma?

Hallamos una analogía para la Eucaristía no solo en la comunión de la vida con la vida,
sino también en los mismos elementos de la naturaleza que Cristo escogió como la
materia del sacramento. El escogió el pan y el vino, como lo mejor para recordarnos Su
pasión en el sacrificio de la Misa, porque ambos adquieren su estado después de pasar
por una especie de Calvario. El trigo se convierte en pan y las uvas en vino, después de
sufrir una verdadera pasión, en el molino y en el lagar respectivamente.

La Eucaristía, entre los medios que Dios ha provisto a la humanidad para conseguir su
salvación, es una de las más grandes necesidades de nuestra civilización moderna y
cura de todas nuestras enfermedades y canceres. Ella hace resaltar la gran verdad de
que no debemos luchar por la carne que perece, sino por el pan que da Vida Eterna.

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Supongamos que mañana en la mañana toda persona que vive en el mundo recibiera
la Sagrada Comunión. ¿Existirían muchos pobres al lado de pocos ricos? ¿Subsistirían las
guerras entre las naciones y la batalla de los armamentos? ¿Se verían atestados nuestros
juzgados de divorcio con aquellos que intentan desatar los lazos que Dios ha atado?
¿Un hombre levantaría su mano contra su hermano para asesinarlo? ¿Existiría el racismo,
el machismo, el aborto? En el mismo momento en que el mundo entero desayunara con
el Pan de Vida y el Vino que germina Virgen, con un corazón humilde, sería el ideal para
la paz y el amor, que nunca será realizado mientras haya lobos entre las ovejas.

La fe en la Santísima Eucaristía es el remedio para la degeneración “de la mente y del


cuerpo” en el cual está sumergido nuestro mundo contemporáneo. El cual lleno de
errores en muchas de las mentes incluso de las más cultas, y depravaciones del cuerpo
en un nivel a escala de locos, se debate como una madre con dolores de parto, entre
la opción por la muerte, o en la decisión por la vida.

La fe es un ascenso intelectual hacia una verdad basada en la autoridad de Dios


revelándose; y es un don de Dios. Pues hay incrédulos y creyentes, que miran la misma
verdad, de diferente manera: el uno ve simple pan, el otro a Jesús resucitado, porque
tiene la luz adicional que le da la fe.

Hay tres mundos en el templo de este universo; el mundo de la materia, el mundo del
espíritu, y el mundo de la gracia, y ellos constituyen respectivamente “el vestíbulo, el
santuario, y el Santo de los Santos” de la creación. La llave que abre el mundo de la
materia, no es la misma que abre el mundo del espíritu, o el mundo de la gracia. Dios
en su sabiduría ha dado esas tres llaves, y las tres las puede poseer el hombre.

La llave que abre el mundo de la materia o el vestíbulo de la creación, es el


conocimiento sensorial, pues a través de nuestros sentidos, “la visión, el olfato, el tacto,
la audición, Etc. Conocemos las cosas del mundo.

La llave que abre el mundo del espíritu, o el santuario de la creación, es la inteligencia,


que puede conocer la naturaleza intima de las realidades y puede elevarse a un
conocimiento de esas realidades en que nunca sueñan los sentidos; realidades tales
como la verdad, la bondad, la virtud, la justicia, el amor, y la fuente de todas, Dios
mismo.

La llave que abre el orden sobrenatural, el Santo de los Santos, el mundo de la gracia,
es la luz de la Fe, porque; lo que es la luz del sol al ojo, es la Fe a la razón: es la revelación
de una nueva clase de luz del día, la luz del día, de la luz del mundo. La Fe no rebaja la
razón.

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La Fe no significa que tengamos que clausurar nuestra razón, significa que debemos
glorificarla. Un telescopio no destruye la visión del ojo, sino que lo capacita para ver
objetos a más larga distancia; de igual modo, la Fe perfecciona la razón y le revela a
esta todo un campo nuevo de visión, que de otra manera hubiera escapado a ella aun
con los más poderosos instrumentos.

La Fe es un misterio, pero es siempre el misterio lo que hace tan claro todo aquí abajo.
El sol es el misterio del orden natural, porque es la cosa que no podemos ver; es
demasiado brillante, y sin embargo es a la luz del sol como todas las cosas son claras.
Así, también, cuando se introduce un misterio en la religión, es decir, algo por encima
pero no opuesto a la razón, como la Encarnación, todo lo demás que hay en el mundo
se hace claro a la luz de ese misterio.

Por otro lado ¿Qué es la juventud? ¿No es la juventud la cercanía a la fuente de la vida?
¿Y cuál es la fuente terrena de la vida? ¿No son acaso nuestros padres? De aquí
deducimos que un Niño de 9 años es más joven que uno de 12. Esta tres años más cerca
de la fuente de su vida. Y lo mismo: un hombre de 70, es más viejo que uno de 25. Porque
aquel esta 45 años más distante de la fuente de su vida, vale decir, sus padres.

Ser joven, entonces, es cuestión de estar más cerca a la fuente de nuestra vida. Pero
Dios es la fuente última de la Vida. Nada tiene vida sin Él, porque Él es la Vida misma. Se
sigue entonces que cuanto más cerca estemos de Dios más jóvenes vendremos a ser, y
cuanto más distantes estemos de Él, más viejos estaremos. De aquí que yo pueda por el
contrario también imaginar, que una persona se hace más joven a medida que se
vuelve más viejo; en otras palabras, a medida que se hace más viejo en años, se vuelve
más joven por la gran unión con Dios. Esta no es una metáfora inútil ni mera verbosidad
vacía. Se funda en la verdad elemental de que la vida animal no es la clase de vida
más alta.

Tan cierto es eso de que nos hacemos más jóvenes a medida que nos vamos poseyendo
mejor del Amor Divino, que la Iglesia llama “Natalicia”. El día en que mueren los santos:
es su natalicio, por cuanto ese día nacen a la Vida Perfecta con Dios.

¿No llamamos nosotros “nuestro natalicio” el día en que nacemos a la vida imperfecta
de esta tierra? ¿Por qué no había de llamar la Iglesia nuestro natalicio al día en que
nacemos a la Vida Perfecta? El mundo celebra su natalicio en el día que nacemos a la
vida terrena; la Iglesia celebra su natalicio el día en que nacemos a la vida celestial.

Aquí, también, se ve revelada la belleza de la liturgia de la Iglesia. En su calendario, la


Iglesia celebra solamente tres natalicios a la vida física: la Natividad de Nuestro Señor,

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el 25 de Diciembre; la Natividad de La Bendita Madre, el 8 de Septiembre; y la Natividad
de Juan el Bautista, el 25 de Junio. ¿Y por qué solamente las tres?

Porque sus nacimientos físicos fueron sin pecado, mientras todos los demás nacimos con
la mancha de pecado y por tanto muertos espiritualmente. Nuestro Divino Señor, siendo
Dios, fue absolutamente sin pecado; nuestra Bendita Madre fue concebida libre de
pecado, inmaculada; y San Juan el Bautista fue purificado en el vientre de su Madre
durante la Visitación de la Bendita Virgen María.

La fuente de vida no está muy distante. No es necesario viajar por mares desconocidos
en busca de su fuente, pues esa vida; pasa del Padre al Hijo en la Generación Eterna de
la Santísima Trinidad, del Hijo a la naturaleza humana en la Encarnación, de la
Encarnación, a la Iglesia en los Sacramentos, es la Vida que pasa a nosotros en la
Eucaristía.

El mundo de hoy está muriendo de hambre. Hay hambre hoy sobre la tierra igual que
hubo hace algunos años cuando el Rey de Reyes nació. Esta hambre es un hambre de
la Verdad Divina en todas sus formas.

Pero, para convencer al mundo de que entre los medios de salvación uno de los más
poderosos es el pan espiritual que calma el hambre y vence esa ansiedad, le diremos
que, El, el PAN VIVO, nació en la CASA DE PAN, pues ese es el significado que en Hebreo
tiene la palabra “BELEN” y solo dirigiéndonos a la Casa de Pan, “Hoy la Iglesia” es como
disfrutamos intimidades con el Emmanuel, intimidades que sobrepasan en mucho las de
Juan, cuando oía los latidos del Sagrado Corazón, y cuando nos inclinemos a adorar,
veremos la continuidad de “Belén” en el Altar.

EL AMOR DE DIOS SE MORTIFICA.


Toda vida, ya hemos dicho, debe expandirse por medio de la nutrición. La planta debe
vivir y se alimenta de los minerales; el animal debe vivir y se alimenta de las plantas; el
cuerpo del hombre debe vivir y se nutre de las plantas y animales. Pero el hombre tiene
un alma y siempre que esa alma es espiritual exige una clase de alimento espiritual. Este
alimento en general es la Revelación, y en particular, en el orden presente de salvación,
es el gran don de la Eucaristía, que bien pudo no habérsenos dado, pero que fue dado
para que el hombre pueda disfrutar una más íntima comunión con Dios.

Hay sin embargo otro proceso de la vida, a saber: EL CATABOLICO, que corresponde a
la contradicción en el orden mineral. El hierro no solo se expande cuando es calentado,

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sino que se contrae cuando es enfriado. La vida no solamente se nutre sino que viene a
ser el alimento para otra clase de vida. Los diversos órdenes de creación son otras tantas
expresiones diferentes de esta ley. La planta no solamente consume el hidrogeno,
oxigeno, y luz del sol que son necesarios para su vida, sino que a su vez se vuelve
alimento para el animal; el animal no solamente se nutre de las plantas del campo, sino
que incluso da su vida para el hombre a fin de que sea servido como alimento en su
mesa.

Como se puede ver aquí: una vez que un reino superior ha sido nutrido por un reino
inferior, se vuelve, a su vez, el alimento del reino que está por encima de él. Si esta ley
no existiera, toda la vida perecería en la tierra. Si el reino químico en un acto de egoísmo
se negara a darse a las plantas, si el cielo rehusara bendecir la planta con su lluvia, toda
la vida de la planta desaparecería de la tierra. Si la planta en un acto de egoísmo se
negara a darse en alimento al animal en el campo; si la semilla rehusara darse en
alimento a los pájaros; si el mar se negara a alimentar a los peces, entonces toda la vida
animal que hay sobre la tierra se extinguiría. Si los minerales y las plantas y los animales
se negaran a dar sus energías y sus vidas al hombre, entonces toda la vida humana se
extinguiría de la faz de la tierra. En otras palabras, la vida debe no solamente expandirse
por el crecimiento, sino que debe morir por contracción para convertirse en alimento
de la vida superior. Todo el universo sería un mundo de parásitos si las cosas no
renunciaran a sus vidas en beneficio de otros.

¿Pero es justa esta ley de destrucción e inmolación?

Primero que todo: ¿es justo que la vida deba existir para otra vida? Podemos contestar
a esta pregunta, preguntando otra; ¿Tiene la planta vida en si misma? ¿Tiene el animal
una vida perfecta? ¿El mismo hecho de que las plantas y los animales y el hombre
necesiten alimento, no prueba que no tienen ellos una vida perfecta, sino que todos
dependen de otra vida?

Solo Dios tiene una vida perfecta. Si nada tiene vida perfecta, excepto Dios,
¿Negaremos a esta vida imperfecta el derecho de vivir? Y si admitimos el derecho a
vivir, admitiremos también el derecho a vivir a base de un plano inferior de vida.
¿Negaremos la reciprocidad en el orden de las cosas vivas? ¿No es justo que si unas
cosas se nutren de otras, ellas a su vez deban llegar a ser el alimento para algo más
alto? En conclusión: es apenas justo que si las cosas consumen, también deben ser
consumidas; si inmolan, deben también ser inmoladas; si reciben, deben también dar.

¿Cuál es el beneficio y propósito de todo esto? ¿Qué alto propósito pudo haber tenido
Dios al imponer esta ley de inmolación a este universo?

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Él tiene un plan: yo diría un súper-maravilloso plan, que veremos claramente, si lo
estudiamos muy detenidamente: Y SU PLAN ES; dar a cada uno de los reinos, una vida
superior a la que naturalmente poseen. El reino químico, el aire, la luz del sol, los
carbonatos y demás no tienen vida. ¿Pero que les ocurre una vez que entran dentro de
la planta? La planta no los destruye; no los borra de la existencia; no quita nada de su
dignidad; sino que les añade algo. La Planta ennoblece al mineral al asociarlo a su
propia vida, lo hace participar una vida que nunca antes había disfrutado. Da al mineral
nuevas leyes; le confiere la dignidad de la vida de la planta. En otras palabras, lleva la
naturaleza del reino mineral.

El mismo beneficio resulta al reino animal. Así como el mineral renuncia a sí mismo para
vivir una vida más alta en la planta, así también la planta se inmola en beneficio del
animal con el fin de ennoblecer su propia vida en el animal. La planta es descuajada
de raíz del suelo donde estaba asentada; es tomada como pasto por los dientes
devoradores de las bestias; es molida como alimento, y pasa al organismo del animal.
Pero al pasar al animal, no deja de ser vida; si así ocurriera, nunca nutriría al animal. Lo
que ahora sucede es que empieza en este momento a ser gobernada por otras leyes
dirigidas a propósitos nuevos; en una palabra, organizada en forma de células, la planta
comienza ahora a tomar una vida superior, pues ahora ve y oye y es consciente, porque
es “una” con el animal. En otras palabras, su naturaleza ha sido elevada y ha “nacido
de nuevo”. Este es como si dijéramos, su premio por su inmolación.

Así como la planta da su vida para el animal y vive en este, así, tanto ella, como el
animal, dan sus vidas para el hombre, así también ellos viven en el hombre. Y su premio
por la inmolación, es que los tres; minerales, vegetales, y animales, viven en el hombre
con una existencia más grandiosa que la que nunca tuvieron antes. Mueren a sí mismos
al venir a ser el alimento del hombre, y sin embargo viven de nuevo en el hombre de
una manera nueva. Caen dentro de un nuevo gobierno; vienen a ser parte de él, en tal
grado, que estamos en lo cierto al afirmar que el mineral, la planta, y el animal; sienten,
piensan, quieren, y aman, en el Ser Humano.

Sus existencias han sido ennoblecidas; sus vidas, enriquecidas; sus facultades asumen
nuevos poderes. Es decir, su naturaleza es elevada. Y esta es su recompensa por su
inmolación.

¿Pero hay algo que pueda ennoblecer la existencia del hombre? ¿Hay alguien por quien
el hombre pueda morir con el fin de que pueda tener una clase de existencia más alta?
¡Si así no fuera, cuan terrible mundo sería este! No tenemos derecho a decir que no hay

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vida más alta que el hombre, así como la rosa no puede decir que no hay vida más alta
que la suya.

Supongamos que el orden del universo se detuviera en el hombre. Entonces la planta


sería más alta que el hombre, porque la planta podría continuar su existencia continuar
su existencia en una manera más noble dentro del animal; entonces el animal sería más
alto que el hombre, puesto que el animal podría enriquecer su existencia dentro del
mismo hombre.

Ciertamente debe haber alguna naturaleza por encima del hombre dentro de la cual el
hombre pueda introducirse con el fin de que pueda ser sobrenaturalizado. Debe haber
alguna clase de vida más alta que sea la perfección de la vida humana en un grado
inconmensurablemente superior a la perfección de la vida de la planta en el animal. ¿Y
cuál es esta vida?

Es la vida de Dios, una vida infinitamente distante e infinitamente remota de la vida del
hombre. Hemos visto los diferentes procesos por los cuales la creación inferior participa
en la vida superior. Pero cuando reflexionamos en este misterio oculto en Dios desde
toda la eternidad, a saber; “la elevación del hombre para ser un participe de la
naturaleza divina”, no existe nada en la creación que se le parezca.

Podemos ver algunas débiles analogías en los ejemplos ya dados, pues toda criatura,
aun los Ángeles del cielo, por un misterio del Amor de Dios, son llamados a más alta
perfección en Dios. El poder de Dios también se ha manifestado en el hecho de que ha
comunicado la vida en estado de “vía=evolución” libre y gratuitamente a todas las
criaturas intelectuales. Dios pudo haber hecho esta cosa maravillosa en varios modos
posibles, pero su amor nos ha revelado la manera que ha escogido.

Dios mismo se dignó volverse participe de nuestra humanidad con el fin de que nosotros
pudiéramos participar de Su Divinidad. Jesucristo nuestro Señor es el eslabón entre
nosotros y Dios. Debido a que tiene una naturaleza humana, Él es como nosotros en
todas las cosas, excepto en el pecado; debido a que tiene una Naturaleza Divina en la
Unidad de la Persona, Él es Dios. El común denominador entre Él y nosotros, es Su
naturaleza humana. Este es el lazo entre nosotros y la vida de Dios.

Ahora bien, si nosotros hemos de vivir la vida más alta, si hemos de llegar a incorporarnos
en la Vida de Dios, si hemos de ennoblecer nuestra vida, entonces debemos en cierto
modo entrar en la Vida de Jesucristo. Debemos llegar a ser “uno” con El, si queremos
participar en Su Vida.

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¿Pero cómo podemos entrar en esta vida más alta? ¿Cómo podemos participar en la
vida de Cristo? La respuesta es sencilla: debemos seguir lo que parecería ser una ley
universal. Aunque conservando una distinción completa entre naturaleza y gracia,
debemos seguir la misma ley que sigue el mineral al entrar en la vida de la planta, y la
planta al entrar en la vida del animal, es decir; debemos morir a nosotros mismos.

Antes que la planta pueda vivir en el animal debe ser descuajada de sus raíces y “pasar”
en cierto sentido, a través de las fauces de la muerte; antes que pueda pasar al animal;
así mismo, el animal para que pueda entrar en la vida del hombre, debe pasar por el
fuego y agua que constituyen su Getsemaní y su Calvario. Cada cosa debe morir a sí
misma, debe inmolarse a sí misma si ha de tener vida perfecta. Nada “nace” a una vida
superior a menos que nazca “desde arriba”. Si la planta pudiera hablar, diría al mineral:
A menos que nazcas de nuevo no podrás entrar en mi reino. Si el animal pudiera hablar
diría a las plantas y minerales: A menos que nazcas de nuevo no podrás entrar en mi
reino. Estas gradaciones tienen una analogía imperfecta con nuestra vida. Sin embargo
Cristo puede hablar porque Él es el Verbo; Él puede decir al hombre: El que no renace
del agua y de la gracia del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios. Y ese
renacer, es; EL BAUTISMO.

Sumergidos en las aguas regeneradoras de ese sacramento, morimos a nuestras vidas


naturales, y empezamos a vivir vidas espirituales, no como criaturas, sino como
verdaderos hijos en la Familia de la Trinidad, por donde tenemos el derecho de llamar
a Dios, ¡PADRE! De igual modo que la planta muere y es enterrada en su vida de planta,
así también en un modo más eminente, San Pablo nos dice; en el bautismo hemos
quedado sepultados con Cristo, muriendo al pecado: a fin de que así como Cristo
resucito de la muerte a la vida, para gloria del Padre, así también procedamos nosotros
con un nuevo estilo de vida.

El bautismo, entonces, no es un ritual arbitrario; es una ley de la vida, una ley especial
del orden sobrenatural, es cierto, pero al fin una ley. Dios pudo haber usado otros medios
para efectuar nuestra incorporación en su vida, pero lo cierto es que los medios que El
escogió están en consonancia con el orden como opera la naturaleza. La necesidad
del bautismo como medio de salvación eterna, es, entonces, de origen Divino. Fue
Jesucristo mismo quien nos lo dijo así. Pero esto no es un mandato por el hecho de hacer
“un ritual” como muchos quisieran hacernos creer en el mundo moderno.

Mirando hacia atrás desde Su Revelación, podemos ver a toda la naturaleza gritando la
“necesidad del bautismo” en el sentido de que ella exige una muerte como condición
para un nuevo nacimiento. Este proceso de morir con el fin de vivir, que en nosotros se

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inicia en el bautismo, debe continuarse a través de toda la vida cristiana, y este
continuarse a través de toda la vida cristiana es; LA MORTIFICACION.

Este es uno de los aspectos de los procesos metabólicos de la vida cristiana. A menos
que el grano de trigo que cae al suelo muera, permanece estéril.

La facultad de encontrar la vida por medio de la muerte, hace a la semilla más noble
que el Diamante. Al caer al suelo ella pierde su envoltura exterior que es un poder
restrictivo de la vida que hay en su interior. Pero una vez que esta corteza exterior muere
en el suelo, entonces la vida revienta y salen hojas.

Así también, a menos que nosotros muramos al mundo con sus vicios y sus
concupiscencias, no podremos brotar a la vida eterna. Si queremos vivir en una vida
superior, debemos morir a la vida inferior; si vivimos en la vida inferior de este mundo,
morimos a la vida superior con Cristo. Podemos poner toda esta ley en las palabras de
la hermosa paradoja de nuestro Divino Señor: “El que quiera salvar su vida, la perderá,
pero el que pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvara”. Si queremos salvar
nuestra vida, debemos perderla; es decir, si deseamos salvarla para la eternidad
debemos perderla para el tiempo, si queremos salvarla para las mansiones del Padre,
debemos perderla para este mundo sombrío; si deseamos salvarla para una felicidad
perfecta, debemos perderla para los placeres pasajeros de la mortalidad.

Francis Thompson dice: toda primavera tiene su otoño; el nacimiento lleva en si el


germen de la muerte, pero también la muerte tiene en si el germen de la vida. Es la
semilla que cae del árbol para germinar, la lluvia que cae del cielo y trae el verde de
las plantas. El musgo se consume para que el musgo nazca.

Pues no hay nada vivo que no le deba algo a la muerte, y no hay nada que muera sin
que algo surja a la vida, hasta el fin de los tiempos. El tiempo, raíz oculta de todo cambio,
preside el nacimiento y la muerte inseparables en la tierra; porque son dos aunque
parezcan uno.

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¿No ha sido esta, la ley de Cristo? ¿Por qué
vino El a la tierra? Él nos ha dicho: Yo he venido
para que tengan vida, y la tengan en
abundancia. ¿Pero cómo entrego “El” esta
vida? ¡La entrego sufriendo y muriendo!

El, vino a la tierra a dar su vida por la redención


de muchos. Él se llamó a sí mismo “El Buen
Pastor”, y el buen pastor da Su vida por Sus
ovejas. Nadie se la quita, sino que El la da por
Sí mismo.

Y era conveniente que Aquel que trajo la


salvación a todas las naciones necesitara ser
asesinado por Su propio pueblo; esto
concuerda con las ideas humanas de que
quien ofrece su vida deba ser llevado a la
muerte; es natural que quien ama a Sus
enemigos sea matado por sus amigos. Es
natural que quien dijo: “La semilla es la Palabra de Dios”, diera Su Vida como la semilla:
es decir, cayendo a la tierra, y esto fue lo que El hizo en sentido literal.

El Verbo cayó al suelo en dos grandes ocasiones, y en ambas la Vida brotó. El cayó al
suelo primero en la Encarnación -pues nació en una caverna- Y la Vida de Dios se
encontró entre los hombres. El cayó nuevamente en Su Pasión -puesto que cayó en una
tumba- Y se levantó a la vida gloriosa en la inmortalidad de Su Resurrección.

En el monte Sinaí, en medio de truenos y relámpagos, fue dada al mundo una ley de
temor en tablas de piedra, y que decía: “No Mataras”. En medio del cielo cubierto de
tinieblas fue dada una ley de amor al mundo y esta vez no estaba escrita en piedra, sino
en la carne desgarrada de un Salvador Crucificado, y decía: “No temáis a los que matan
el cuerpo, y no pueden matar el alma: temed más bien Al que puede arrojar alma y
cuerpo en el infierno”. Entonces los hombres empezaron a entender que es la vida más
alta la que hay que conservar, y al entender esto, se gloriaron con Pablo en la filosofía
de la mortificación: Morir es una ganancia.

Miremos no solo Su vida sino también Su doctrina; se pone delante de nosotros la misma
ley de inmolación. El mundo moderno no toma con dulzura esta ley de mortificación y
con todo, cae sin saberlo en la inconsecuencia. Ha habido por parte de la religión de

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estos días un gran anhelo por un cristianismo simplificado en el cual no hubiera más
credos ni más dogmas. Es decir un sincretismo, hoy propuesto por la Nueva era.

El mundo moderno desea aceptar del Evangelio unas pocas verdades que a nadie
perjudiquen, y de este modo ha escogido las Bienaventuranzas. El Modernismo habla
de las bienaventuranzas como si estas fueran una especie de conferencia, monótona,
y olvida que las bienaventuranzas contienen más dogma, más mortificación, más
penalidades, más espíritu contrario al modernismo, que cualquier otra cosa del
Evangelio.

El Sermón de la Montaña es apenas el preludio al drama del calvario. Comparemos las


bienaventuranzas con lo que podríamos llamar las bienaventuranzas del mundo; las
unas son la antítesis de las otras.

El mundo dice: Bienaventurados los Ricos. Cristo dice: Bienaventurados los pobres de
espíritu.

El mundo dice: Bienaventurados los poderosos. Nuestro Señor dice: Bienaventurados los
mansos.

El mundo dice: Ríe y el mundo reirá contigo. Cristo dice: Bienaventurados los que lloran,
porque serán consolados.

El mundo dice: Ponte de parte de ti mismo o de la mayoría. Cristo dice: Bienaventurados


los que tienen hambre y sed de justicia.

El mundo dice: Vive la vida a tu gusto, goza la juventud, alabado sea el sexo. Cristo dice:
Bienaventurados los que son limpios de corazón.

El mundo dice: En tiempo de paz, prepárate para la guerra. Cristo dice: Bienaventurados
los que trabajan por la paz.

El mundo dice: Bienaventurados los que nunca sufren persecución. Cristo dice:
Bienaventurados los que son perseguidos por mi causa.

El mundo dice: Bienaventurada la popularidad. Cristo dice: Aprendan de mí que soy


manso y humilde de corazón, y hallaran el descanso para sus almas.

Así, muchas de las palabras del Sermón de la Montaña muestran una oposición
irreconciliable entre el mundo y Cristo. El vuelca todas las máximas del mundo así como
volcó las mesas de los mercaderes en el Templo, y dijo abiertamente que Él no era de
este mundo: “Si el mundo, los aborrece, sepan que primero que a ustedes, me aborreció

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a mí. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya, pero como no son del
mundo, sino que al escogerlos, los saque del mundo, por eso el mundo los aborrece”.
Todo modelo que alguna vez erigió el mundo, Él lo vuelca con Ira implacable. Él fue el
Iconoclasta del mundo, que convirtió en añicos sus falsos ídolos. El hablo en el lenguaje
de la paradoja, porque solo la paradoja podía expresar esa oposición entre El mismo, y
el Mundo.

El que se ensalza, dijo El; será abatido. Los primeros, serán los últimos. El despreciado,
será preferido. El vilipendiado, Será honrado. Los necesitados, poseerán todas las cosas.
Los injuriados, serán benditos. Los perseguidos, podrán sufrir pacientemente. Los
blasfemados, oirán las suplicas de sus blasfemos. El débil, será fuerte. El fuerte, será débil.
El tonto, será sabio. Y el sabio, será tonto. El escribió la ley del cristianismo con el ejemplo
de Su propia vida, y esa ley es; la muerte de todas las cosas en su primera etapa, es la
condición necesaria para el progreso indefinido.

Si pudiéramos nosotros aplastar este anhelo de felicidad, que mata toda felicidad; y
perder nuestra vida, nuestra vida solitaria y cerrada para encontrar de nuevo miles de
vidas en aquellos por quienes morimos, entonces hombres y mujeres sostendríamos
nuestro puesto a la derecha en el gran universo de Dios, en donde, en cielo y tierra, por
voluntad y naturaleza, nada vive para sí mismo.

Todo, absolutamente todo, desde lo más alto hasta lo más bajo en la vida, se sacrifica.

El Cordero Divino, desde la fundación del mundo se sacrifica; los Ángeles sirven ante
Dios; el sol, solo brilla para iluminar un mundo; las nubes, tienen como gloria morir en
lluvia; los arroyos presurosos en el océano van a enterrar su contenido; la encina se
ennoblece en el banco del carpintero; el suelo entrega su esencia a las flores; las flores
alimentan a miles de gusanos de terciopelo y estos nacen solo para ser presa de las
aves del cielo… ¡Todos se gastan en otros!

Y el hombre, cuyo doble ser es el nudo místico que hermana al cielo y a la tierra, es
doblemente obligado por ser “gusano como ángel” a ese servicio por el cual tanto
gusanos como ángeles mantienen sus vidas; el hombre, cuya misma respiración es una
doble deuda, ¿rehusara ciertamente ver lo que Dios ha hecho de Él? No, dejémoslo que
se sienta el señor de las criaturas, y que por libre voluntad se sacrifique también como
esas creaturas que por ley natural deben sufrir; que tome su cruz y siga a Cristo el Señor.

Nada resucita, a menos que muera. Al menos que haya un Viernes Santo en nuestras
vidas, nunca habrá un Domingo de Resurrección; al menos que haya una cruz, nunca
habrá una tumba vacía; al menos que haya carne desgarrada, nunca habrá un cuerpo

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glorificado. La corona de espinas es la condición del halo de luz, y cada resurrección
supone una muerte, como cada muerte es el antecedente de la resurrección. A menos
que muramos para el mundo, nunca viviremos en Cristo; a menos que perdamos nuestra
vida, nunca la salvaremos.

Toda la cruz es más fácil de cargar, que una mitad de ella; son solamente las esquirlas
y las sombras las que asustan. No hay tal que podamos dar vueltas eludiendo la cruz;
los brazos extendidos no lo permitirán; debemos trepar sobre ella, y esa ascensión es la
crucifixión.

Nada empieza, nada termina, que no se pague con llanto; porque somos nacidos con
el dolor de otro, y perecemos con el nuestro.

¿Pero cuál es la fuerza que se mueve detrás de esta ley de inmolación? ¿Cuál es la
inspiración de esta ley de que muramos a nosotros mismos para nacer a otra vida? ¿Qué
energía misteriosa inspiró al Verbo Encarnado para hacer que nuestros yo muertos
ascendieran los peldaños hacia una vida superior? ES EL AMOR.

El amor es la inspiración de todo sacrificio. Y el amor, entiéndase bien, no es el deseo


de tener, de apropiarse, de poseer, lo cual es egoísmo. El amor es el deseo de ser tenido,
de ser poseído, de ser habido, es el darse uno mismo al otro.

El símbolo del amor como el mundo lo entiende; es un círculo rodeado continuamente


por sí mismo, pensando solamente en sí mismo.

El símbolo del amor, como Cristo lo entiende; es la cruz con sus brazos extendidos hasta
la eternidad para abrazar a todas las almas dentro de sus aspas.

El amor pecaminoso, como el mundo lo entiende, encuentra su modelo en Judas la


noche de la traición; ¿Qué me dan, si yo se lo entrego?

El amor, en su verdadero sentido, encuentra su modelo en Cristo unas horas después,


cuando, preocupado por sus discípulos, dice a los amigos del traidor, que quemo sus
labios con un beso; “si me buscáis a mí, dejad ir a estos”.

El amor, entonces, es el “darse uno mismo” y mientras nosotros tengamos un cuerpo y


estemos luchando por la salvación, será sinónimo de sacrificio, en el sentido cristiano
de la palabra. El amor se sacrifica por naturaleza, así como el ojo y el oído ven por
naturaleza. Por esto se habla entre enamorados de “flechas” y “dardos” de amor: como
algo que hiere.

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El novio que ama, no va a dar a su novia un anillo de estaño o de bronce, sino de oro o
de platino, porque el oro y el platino conllevan sacrificio; cuestan algo. La Madre que
pasa toda la noche sentada alimentando a su hijito enfermo, no llama a esto, una
penalidad, sino amor.

El día en que los hombres olviden que el amor es sinónimo de sacrificio, ese día
preguntaran qué clase de criatura vanidosa es esa que exige tributo en forma de flores,
o que criatura tan ambiciosa debió ser la que les exigió oro macizo en forma de un anillo
para la boda, así como también preguntaran qué clase de Dios tan cruel es ese que
pide sacrificio y renunciación.

Y si queda algún amante joven en el mundo que quiera hacer algo por el que ama,
entonces yo no encuentro irrazonable, que un Dios amara tanto al mundo, como para
enviar a este Su Hijo Unigénito. Y si un Padre está dispuesto a dar su vida por su hijo,
entonces yo no encuentro irrazonable que el Hijo de Dios hubiera dado su vida por sus
amigos, porque “Nadie tiene amor más grande, que el que da su vida por sus amigos”.

Si todos los amantes tienden a llegar a ser como el amado, entonces no me mostrare
sorprendido de encontrar criaturas que den sus vidas por el Amante Divino; y que
también llegaran a ser a tal grado como El, que como San Francisco o el Padre Pio,
lleven en sus cuerpos los estigmas de la pasión.

El amor es la razón de toda inmolación.

El hombre que ama su vida perfecta en Cristo, morirá a sí mismo, y este morir a sí mismo,
este domesticar sus miembros como tantas bestias salvajes, este ser impreso con la cruz,
es la mortificación.

Jesucristo, entonces no ha dado ninguna ley nueva, cuando dijo que Él debía caer a la
tierra y morir. Apenas enuncio una ley que nuestra experiencia ha verificado miles de
veces, pero que aún no ha aprendido a aplicar a cada rincón del universo, y
particularmente, a esos rincones de nuestra alma que tanto la necesitan.

El amor, sencillamente, debido a que inspira mortificación, es mirado como una tontería,
desde el punto de vista del mundo. Nadie llego a entender completamente a los
amantes, sino los amantes mismos: ellos viven en un universo aparte; respiran otra
atmosfera; hacen lo inesperado, lo irreal, lo irracional, “aun lo tonto”. ESTA ES LA LEY DEL
AMOR.

Chesterton, el biógrafo de San Francisco de Asís, cuenta algo extraordinario: El joven


Francisco Bernardome, fue citado por su padre que compareciera ante el Obispo de

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Asís, por haber derrochado su fortuna en los pobres. Francisco había vendido su propio
caballo y también varios de los rollos de paño de la tienda de su padre, después de
hacer sobre ellos un signo de la cruz para destinarlos a su destino caritativo. Su padre
no entendió está tontería y así fue como le dio a esto un curso legal delante del Obispo.
La respuesta de Francisco fue tan punzante como una lanza. “Hasta hoy” dijo a su padre,
“yo me he llamado Hijo de Pedro Bernardome, pero ahora soy el siervo de Dios”. No
solamente el dinero, sino todo lo que pueda llamarse suyo, yo le restituiré a mi padre,
incluso toda prenda de vestir que él me haya dado. Y se desprendió de todas sus
prendas, quedando solo con un cilicio. Los amontono en el suelo y arrojo el dinero sobre
ellos. Así salió medio desnudo en su sayal por los bosques de invierno, recorriendo los
campos helados en medio de árboles cubiertos de nieve, como un hombre sin padre.

Se hallaba sin un real, sin padres, a todas vistas sin un oficio, sin un plan y esperanza en
el mundo, y sin embargo, mientras andaba por entre los arboles helados, de repente
rompió a cantar. Él se ridiculizo a sí mismo. Era un hecho tan sólido como las piedras del
camino. Se vio a sí mismo como un objeto tan diminuto y visible como una mosca
volando contra un vidrio de una ventana, y esto sin duda constituía una tontería. Y
cuando el miro la palabra “tonto” escrita en letras luminosas delante de él, la misma
palabra empezó a brillar. El continuaría siendo un tonto; se volvería más y más un tonto;
se volvería tan tonto, que devoraría ayuno en la misma medida que los hombres
devoran alimento, y se sumergiría en la pobreza tan incesantemente como los hombres
cavan en busca de oro; y flagelaría su carne tan intensamente como otros hombres la
miman. En una palabra; vendría a ser el tonto de la corte del Rey del Paraíso. ¿Y ahora
donde está nuestro padre Francisco? ¡En el cielo del corazón de Dios!

Si el amor es equivalente a sacrificio, y todo sacrificio es tonto desde el punto de vista


del mundo, Cristo en la cruz es la suprema tontería. Desde el punto de vista del mundo,
Jesús fue el más grande fracasado en la historia; en la medida como el mundo estima
las cosas, El sufrió la más grande derrota.

Primero que todo, Él no podía triunfar y conservar los amigos. Pedro, su apóstol principal,
lo negó delante de una criada; Juan, que aprendió en su pecho, guarda silencio cuando
el Maestro es acusado; Judas a quien El llamo para ser uno de los jueces de las doce
tribus de Israel, lo vende por treinta monedas de plata. En sus cuatro juicios, delante de
los cuatro jueces, El no pudo tener un solo testigo que testimoniara en Su favor. El no
pudo conservar sus amigos, ¿y no es esta, una de las pruebas de nuestro éxito en la
vida?

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Más aún, si Él era Dios, ¿Por qué no trato de ganar el favor de Pilato cuando dijo: No
sabes que tengo el poder de liberarte? Pudo ganar su libertad congraciándose con el
gobernador romano, y no lo hizo. ¡Locura! Grita el mundo.

Si Él es todopoderoso, ¿Por qué no derriba y mata a quienes lo flagelan y se mofan de


el? ¡Locura! Exclama de nuevo el mundo.

Si Él pudo levantar hijos de Israel de los sepulcros, ¿Por qué no podía hacer surgir amigos
en el momento del arresto? ¡Locura! Exclama el mundo.

Si con un milagro Él podía conseguir su libertad ante Herodes, ¿Por qué no obro uno?
¡Locura! Exclama a grito entero el mundo.

Si Él podía sostener al mundo entero sobre la palma de Su mano, ¿Por qué dejo que El
mismo cayera bajo el peso de la cruz? ¡Locura! Exclama el mundo.

Si el toque mágico de Sus manos podía devolver la vista a los ciegos y el oído a los
sordos, ¿Por qué permitió que duros clavos las perforaran? ¡Locura! Dice el mundo.

Si Él pudo probar su Divinidad bajando de la cruz, ¿Por qué no descendió de ella como
Un Rey de su Trono? ¡Locura! Grita el mundo jubiloso.

Como demagogo, EL hubiera tenido éxito; como Dios fue crucificado. La cruz es una
locura y Cristo un fracaso. De aquí que cada amante de Cristo y de Cristo crucificado
debe compartir Su locura. La ley no es diferente para el Discípulo que para el maestro.

El mundo llama loco a todo aquel que abandona sus riquezas y sus amigos, su vino y su
canto, para irse al convento, y cambia sus sedas y comodidades por el cilicio y la
disciplina.

El mundo llama tonto a quien no golpea cuando es golpeado y que no calumnia cuando
es calumniado; porque, ¿no es acaso locura divina, decir; “Si alguno te hiere en la
mejilla derecha, vuelve también la otra”?.

El mundo llama tonto a quien sigue las así llamadas leyes viejas y anticuadas de la
Iglesia sobre la santidad del matrimonio y rechaza los puntos de vista modernos que
ensalzan el libertinaje y la lujuria.

El mundo tilda de tonto, a quien se cuelga de la cruz de la mortificación de los cinco


sentidos, cuando pudiera estar abajo y hacer rodar los dados en compañía de los
soldados para ganar los vestidos de un Dios.

105
Sin embargo, la tontería de Dios es más sabia que los hombres, y la sabiduría de este
mundo es tonta ante los ojos de Dios.

Es solo desde el punto de vista del mundo que nosotros somos tontos como nuestro
Maestro lo fue ante la corte de Herodes. En las palabras de San Pablo: Somos tontos, por
el bien de Dios.

El sentido común nunca conduce a un hombre a la locura; se dice que el sentido común
es cordura, y sin embargo nunca el sentido común escaló montañas y mucho menos se
ha arrojado a los mares.

El sentido común no es violencia, y sin embargo el reino del cielo sufre violencia y el
violento es quien lo arrebata.

El sentido común nunca quita a otro la vida, y sin embargo es perdiendo nuestra vida
como la salvaremos. La vida a menudo puede salvarse poniéndose al borde de la
muerte al saltar un precipicio, pero el sentido común nunca da el salto, y ni siquiera se
atreve a tocar a la puerta del riesgo.

El soldado a veces tiene que abrirse paso para escapar de sus enemigos, pero no debe
tener miedo a la muerte; y el sentido común nunca deja de temer a la muerte. El reino
de los cielos solo puede ser ganado a veces sacándonos un ojo, pero el sentido común,
nunca se lo arranca.

Es el sentido común el que hace morir a un hombre por el temor a la muerte. Es el amor
el que hace que un hombre muera por el deseo de vivir. Como San Maximiliano Kolbe.

Y así también es el amor a Jesucristo y al Crucificado, lo que produce la sabiduría del


cielo al costo de la tontería de la tierra; lo que hace que los hombres arrojen sus vidas
para volver a tomarlas; lo que hace que los hombres vendan sus campos para conseguir
la perla de gran precio; lo que hace que las criaturas tiren el todo por el todo, se rían de
la muerte, y digan con un Santo moderno: “No necesito resignación para morir, sino
resignación para vivir”.

Y con todo; esto, no significa que el Evangelio de Cristo sea un Evangelio del dolor.

El Cardenal Newman, hace la siguiente meditación: Decir que la vida está hecha para
el placer y la felicidad, constituye una manera bien superficial de ver las cosas. Para
aquellos que saben mirar por debajo de la superficie, la vida dice algo completamente
diferente a como lo ve la mayoría. La doctrina de la Cruz lo que hace es enseñar,
aunque de una manera más vigorosa, la mismísima lección que el mundo enseña a los
que viven mucho en él, que tienen mucha experiencia sobre él, y que le conocen bien.
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El mundo es dulce a los labios, pero amargo al gusto. Agrada al principio, pero no al
final. Parece hermoso al exterior, pero hay mal y miseria ocultos en él. Cuando un
hombre ha paseado en él, determinado número de años, exclama con el Predicador,
“Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.

El Evangelio nos impide ver superficialmente o encontrar un gozo transitorio en lo que


vemos; pero a la vez nos impide nuestro gozo inmediato, solo con el fin de suministrarnos
gran gozo posteriormente en la verdad y la plenitud. Solo nos prohíbe empezar con
gozo. Solo nos advierte; si empiezan con placer, terminaran con dolor. Nos ordena
empezar con la Cruz de Cristo, en la cual encontraremos al principio dolor, pero al rato
la paz y el consuelo que levanta hasta la cima del gozo.

Solo son capaces de disfrutar este mundo, los que empiezan con el mundo que no se
ve. Solo son capaces de gozar la belleza de la creación, los que se abstengan del
mundo, y hayan aprendido a no abusar de él.

La mayor razón para que temamos la muerte, es que no nos preparamos nunca para
ella. La mayoría de nosotros morimos una sola vez, cuando debiéramos haber muerto
mil veces, cuando debiéramos haber muerto diariamente. La muerte es cosa terrible
para aquel que muere solamente cuando muere; pero es hermosa, para aquel que
muere antes de morir.

No hay otra manera de entrar a una vida superior, que muriendo a la inferior; no hay
posibilidad de que el hombre disfrute de una existencia ennoblecida en Cristo, a menos
que sea arrancado de la tierra.

La muerte, entonces, nunca viene como un ladrón en la noche, sino que somos nosotros
los que la sorprendemos. “Morimos cada día, para tener éxito.

San Lorenzo de Brindis fue uno de tales optimistas: porque cuando era asado vivo en
una parrilla, en testimonio de su Fe, dijo a sus verdugos con la frialdad de un amante
loco de Cristo; “Voltéenme ahora, porque ya estoy asado por este lado”.

Pero este optimismo puede poseer solo a los locos de Cristo, que arrojan el oro para
cambiarlo por espinas, los palacios por cruces, la escarlata por los vestidos rojos del
escarnio, y empiezan a vivir con un entusiasmo nuevo y enloquecedor en el Amante
que se hizo un Tonto, para que nosotros pudiéramos hacernos Sabios.

TRASCENDENCIA DEL AMOR DE DIOS.


107
Toda vida que no es La Vida, debe luchar por su existencia, pues todas las cosas tienden
hacia el equilibrio entre las fuerzas que construyen y las que destruyen. La vida continúa
viviendo en el individuo mientras existe un balance en favor de la asimilación y en
contra de la desasimilación.

Esto puesto en términos de la jerarquía de la creación significa que la vida continua


mientras un reino más alto domina un reino más bajo.

La planta vive mientras domina el reino mineral, no como algo fuera de ella, sino como
algo asimilado a ella; el animal vive mientras sus poderes dominan los reinos mineral y
vegetal, y el cuerpo del hombre vive mientras domina la vida de estos reinos inferiores.

Aquí de nuevo tomamos un fenómeno de la vida muy comúnmente conocido por


nosotros, y lo usamos como analogía para ilustrar una verdad suprema que nos ha sido
revelada por Dios mismo.

Para hacerlo así, debemos pasar a un orden enteramente diferente, pero la analogía
del orden natural continuara sirviendo como explicación.

Se ha dicho que la vida vive mientras un orden superior domine a un orden inferior. Ahora
bien, el hombre no solamente tiene un cuerpo sino también un alma. Cada uno tiene su
vida. La vida del cuerpo es el alma; la vida del alma es Cristo.

Mientras el alma domina al cuerpo, mientras el hombre sigue los dictados de la razón,
el hombre vive una existencia moral de modo natural. Pero la experiencia corrobora lo
que enseña La Revelación, a saber; que el hombre no puede preservar toda la ley moral
por un periodo largo de tiempo sin caer en pecado.

El hombre, por lo tanto, necesita ayuda de arriba, y ayuda que la naturaleza no puede
suministrar, y esta vida más alta, que da la fuerza al alma, es la gracia. Ella nos hace
Hijos de Dios, participes de la Naturaleza Divina, y herederos del cielo. La gracia es la
vida de Cristo en el alma.

Hemos dicho anteriormente que el hombre vive en forma natural cuando la vida del
alma domina la vida del cuerpo: aquí añadiremos que el hombre vive
sobrenaturalmente mientras la vida de Cristo domine el alma y por ella a toda su
naturaleza. Gracias a esta vida participada de Dios en el alma por medio de la gracia,
el mismo cuerpo humano adquiere una dignidad nueva.

108
La Gracia, no es una mera abstracción teológica vacía de significado y sin ninguna
utilidad. La Gracia, es la vida; la vida de Dios entre los hombres. No es algo que
interrumpa inesperadamente la armonía del universo, sino más bien lo que perfecciona
el universo en su expresión más alta que hay sobre la tierra, a saber, el hombre.

Un tratado sobre la gracia podría llamarse una “Biología Sobrenatural”, pues las leyes
de la vida orgánica son débiles reflejos de las leyes de la vida de la gracia.

La misma noción de biogénesis, en cuanto a la ley de que, toda vida debe venir de una
vida anterior, “no reencarnación” y que no puede ser generada espontáneamente; es
una verdad natural que debiera preparar la mente para la verdad sobrenatural de que
la vida humana nunca puede generar vida divina, sino que la Vida Divina debe ser un
don.

Solo la vida puede dar vida, y solo la Vida, puede venir de la Vida. Es tan cierto para la
biogénesis sobrenatural, como para la natural. La Vida de Dios que es la gracia, es un

109
don puro de Dios al cual no tenemos ningún derecho. Fue dada gratuitamente al hombre
en el primer Adán, y devuelta al hombre por los méritos del segundo Adán, Jesucristo.

Todo el orden de la creación, nos suministra una analogía de la cualidad “dada” de la


gracia. Pues ninguna criatura puede afirmar que “se dio a sí misma” la vida.

Si una roca, digamos la roca de Gibraltar, de repente un día floreciera, sería algo que
trascendería su naturaleza. Si una rosa un día se volviera consciente, y viera, y sintiera,
y tocara, esto sería un acto sobrenatural, un acto completamente indebido a la
naturaleza de la rosa como tal. Si un animal resultara razonando, y hablara palabras de
sabiduría, esto sería un acto sobrenatural, porque no está en la naturaleza del animal el
ser racional.

Así también, en aunque en un modo mucho más riguroso, si el hombre, que por
naturaleza es una criatura de Dios, se vuelve un Hijo de Dios y miembro de la familia de
la trinidad, y hermano de Jesucristo, este es un acto sobrenatural para el hombre, y un
don que sobrepasa todas las exigencias y poderes de su naturaleza, aún más que el
florecer de una piedra, la visión de una rosa, o el razonamiento de un animal.

La gracia hace al hombre más que una nueva criatura, e infinitamente más alto que su
condición anterior, en comparación, a que si de pronto, un animal hablara con la
sabiduría de Aristóteles.

No hay nada en toda la creación igual a ese don por el cual Dios llama al hombre su
hijo, y el hombre llama a Dios su Padre. La diferencia que hay entre la mera vida humana
convertida en deiforme por la gracia, no es de desarrollo, sino de generación. La fuente
de la vida en ambos casos es tan diferente como la paternidad Divina y la paternidad
humana. La distancia que separa algunos minerales del reino vegetal, puede ser solo el
ancho de un cabello; pero la distancia que separa la vida humana y la vida Divina es
infinita. Nadie puede pasar de aquí hasta allí.

Santo Tomas de Aquino nos dice: El menor don de la gracia, es más valioso que todas
las cosas creadas. Todo el oro y las piedras preciosas; todas las mansiones de la tierra;
la fuerza de los navíos; la belleza de las ciudades; el poder de las fuerzas armoniosas de
la naturaleza; el progreso de la tecnología; todo esto, no es más que ruido de campanas
y címbalos comparado al valor de la gracia infundida en el alma, en el momento de su
incorporación a Cristo, en algún sacramento.

Las reuniones de la ONU, el mundial de Futbol, los Juegos Olímpicos, los más grandes
encuentros de Política, o comercio, los conciertos de Música, etc... Todo esto reunido,

110
es de efímera importancia, en un mundo efímero; comparado con la reunión del alma
y Cristo en el pozo del Bautismo.

El mundo, a los ojos de Dios, está dividido en dos clases: los hijos de los hombres y los
hijos de Dios. Todos son llamados a ser hijos de Dios, pero no todos aceptan este don
valioso, creyendo que si toman a Cristo en sus corazones, no podrán tener ninguna otra
cosa además.

Es que olvidan que el todo contiene las partes, y que en la Vida perfecta, nosotros
tenemos los goces de la vida finita en un grado infinito.

Una de las clases de hijos, son nacidos de acuerdo con la carne; la otra de acuerdo con
el Espíritu. Lo nacido de la carne, es carne, pero lo que nace del Espíritu, es Espíritu. El
nacer de la carne, nos incorpora a la vida de Adán; el nacer del Espíritu, “de las aguas
del Espíritu Santo” nos incorpora a la Vida de Cristo. Los hijos de Dios son nacidos dos
veces; los hijos de los hombres, solo una vez. El verdadero renacimiento está en los hijos
de Dios que nacen otra vez, no entrando nuevamente al vientre de sus madres, “pues la
carne de nada aprovecha”, sino naciendo de Dios y viniendo a ser por la gracia del
Bautismo, Sus Hijos y Sus Herederos.

En su calidad de Hijos, los hijos de Dios son herederos del cielo; a su muerte pasan a su
heredad. Los hijos de los hombres solo son herederos de riquezas que el orín consume,
la polilla corroe y son robadas por los ladrones. Los hijos de Dios tienen dentro de sí
mismos la semilla de gloria y felicidad eterna con la perfección misma, pero no ocurre
lo mismo con los hijos de los hombres, ¿pues estos, que esperan?

El alma no poseída por la gracia, no tiene potencias en ella. San Juan en su primera
epístola, 3, 1-2. Dice: Miren que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos Hijos de
Dios, pues ¡Lo somos! Por eso el mundo no nos conoce, porque no lo reconoció a Él.
Queridos; ahora somos Hijos de Dios, y aun no se ha manifestado todavía lo que
seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo
veremos tal cual Es.

Uno se sorprende al analizar porqué en un mundo tan dado a filosofía de la evolución,


partiendo de las teorías de Darwin, no ve la gracia de Jesús como la respuesta a sus
aspiraciones.

Una de las razones para que la evolución sea sostenida con tanto ahínco, es a causa
de las promesas que esta tiene para el futuro; y con todo, todo lo que ella puede dar,
aun en su forma más amplia, es el desdoblamiento de algo que está debajo del hombre.

111
Pero aquí, en la biología sobrenatural, está la promesa y la posibilidad de una gloria
destinada para el hombre, que excede a su misma imaginación:

La posibilidad no de llegar a ser un superman, sino un Hijo de Dios. No hay ninguna


posibilidad en todo el campo de la evolución comparable a las “Nuevas Creaturas” que
emergen del sacramento del bautismo. La verdadera grandeza de la vida no es un
empuje desde abajo, sino un don desde arriba; Yo he venido para que ustedes tengan
vida, y la tengan en abundancia.

Cuando decimos que constituye progreso en la vida el vivir por la vida de Dios, no
queremos decir que algún hombre, en forma natural o por sus propias facultades, sea
capaz de merecer esa Vida en estricta justicia, o que pueda desarrollarse hasta ella tan
naturalmente como la bellota se convierte en encina. La gracia y la gloria en el cielo
están tan relacionados como la bellota y la encina, pero no lo están lo natural y lo
sobrenatural.

Es absolutamente imposible a una criatura participar en la Vida Divina por su propio


poder. La analogía que ya se ha ofrecido, y que señala el progreso gradual observado
en las cosas creadas que van de una naturaleza inferior a una naturaleza superior, es
apenas un ejemplo de que nuestra elevación no es ni irrazonable, ni insostenible, por
una mente científica, y no una prueba de tal elevación.

No podemos convenir que así como los minerales y vegetales emergen a una vida más
alta, por tanto el hombre también; solo podemos sugerir que si Dios eleva al hombre a
una participación con la naturaleza Divina, El de ninguna modo destruye con esto la
naturaleza humana, sino que la perfecciona. Lo más grande, nunca puede venir de lo
menos grande, y este principio se aplica no solamente al orden sobrenatural, sino
también al orden natural.

La vida en el término más amplio, continua viviendo mientras el orden más alto domine
al orden más bajo, y cuando el alma vive por Cristo que es lo eterno, también vive
eternamente. Nosotros somos inmortales en el orden natural porque Dios nunca olvida
que nos hizo; somos inmortales, desde el punto de vista sobrenatural, porque vivimos por
el Cristo Inmortal.

La muerte es precisamente lo inverso a esto, y puede definirse como la dominación de


un orden inferior sobre uno más alto. La planta muere cuando el orden mineral la
domina; un gas venenoso puede matar la planta en el acto, o también la lenta
desintegración de sus tejidos por medio de la absorción del orden mineral, trae
inevitablemente la muerte.

112
El animal muere cuando un orden inferior, sea el animal o el vegetal, lo domina, ya
exclusivamente o combinados los dos órdenes.

Generalmente es la lenta oxidación del organismo lo que trae su muerte. El mismo


alimento que comemos, y el aire que respiramos, traen consigo no solamente la vida,
sino también la muerte. Los productos de desecho de los alimentos envenenan
paulatinamente el sistema y el mismo acto de la nutrición termina por destruir lenta pero
seguramente los tejidos y los órganos, hasta que al final sucumben y se arruinan.

Pero el hombre no tiene solamente un cuerpo sino también un alma. Tanto el cuerpo
como el alma tienen sus vidas; la vida del cuerpo es el alma y la vida del alma es Cristo.
Ahora bien, ¿Cuándo muere el alma? Muere cuando un orden inferior lo domina. ¿Y cuál
es ese orden inferior? “Es el cuerpo”.

Cuando el cuerpo domina el alma, cuando la materia domina al espíritu, cuando


aquello que es bajo domina lo que es elevado, cuando lo que es vicioso domina lo que
es virtuoso; cuando lo más bajo domina lo más alto; entonces el alma muere, y es aquí,
en el orden moral, donde la muerte se llama “pecado”.

Es por esto por lo que las Escrituras Sagradas usan indistintamente los términos pecado
y muerte. Porque la ley de la carne es muerte. El estipendio y paga del pecado es la
muerte del espíritu. Por lo tanto, un hombre puede estar viviendo, aunque está muerto;
puede estar viviendo físicamente, pero hallarse muerto espiritualmente.

Y fue esta idea de la vida más alta de Dios, que el Apóstol San Pablo tuvo en la mente
cuando hablo de aquellos que se llaman vivos pero que en realidad están muertos.

Podemos hacer la representación de los servicios funerales de un hombre que vivió en


unión sacramental y mística con Cristo durante su vida. Su cuerpo está muerto, sin duda;
pero su alma vive, no solamente con la inmortalidad natural que posee, sino con la Vida
de Dios. Y su poniendo que uno de los cargueros que están a su lado se halla en estado
de pecado. A los ojos de Dios hay más muerte en el carguero que en el cadáver. Es este
el que realmente está muerto. Y si nosotros fuéramos verdaderamente espirituales,
lloraríamos sobre él y cantaríamos un Réquiem sobre su alma, en vez de hacerlo sobre
el desaparecido.

La verdadera muerte no es la muerte del cuerpo, sino la muerte del alma: “No teman a
los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma, teman más bien al que puede
arrojar el alma y el cuerpo en el infierno”.

113
El pecado no es, entonces, un membrete arbitrario colgado por la Iglesia a nuestras
acciones. “El pecado es una muerte”. Y en un sentido mucho más amplio podemos
decir que la planta “peca” cuando entrega su vida superior a un orden inferior; podemos
decir que el animal “peca” al permitir que su vida sea dominada por el orden vegetal o
el orden animal. Cuando llegamos al hombre, el pecado adquiere un aspecto doble: es
la pérdida de una vida superior que es un don de Dios, y la dominación ejercida por una
vida inferior que es la de este mundo perecedero.

El pecado, en el sentido más amplio de la palabra, implica; un volver la espalda a Dios


y dirigirnos a las criaturas. Su más grande mal está en que constituye la muerte de la
Vida Divina que se halla en nosotros.

Un gigante poderosísimo que pudiera aplastar el sol y extinguir su luz, no llegaría a


hacerse culpable de un crimen tan grande como el hombre que extingue ya en su alma,
ya en el alma de su prójimo, la misma Vida de Dios. Matar la vida del cuerpo no es nada,
comparado con matar la vida del alma, y es por esto por lo que el pecado es la
repetición de la Crucifixión. Nunca cae el telón en el drama del calvario, porque la
crucifixión no es un mero evento histórico; es también un drama continuo, pues los
pecadores “Crucifican de nuevo en sí mismos al Hijo de Dios y lo exponen al escarnio”.

Nosotros sometemos a juicio a Cristo como lo hizo Pilato, y le Crucificamos tan realmente
como los verdugos. Nuestra conciencia es la sala de audiencias de Pilato, y diariamente
son traídos ante nosotros Barrabas y Cristo. Barrabas comparece representando el vicio,
el asesinato, la blasfemia; Cristo viene como la virtud, el amor, la pureza. ¿A cuál de los
dos libertaremos? Cada vez que escogemos cometer un pecado mortal, estamos
diciendo: ¡Suelta a Barrabas! y para Cristo: ¡Crucifícalo! La voluntad de pecar es el juicio,
y su ejecución es la crucifixión. También nosotros, como Judas, vendemos al Maestro, y
a menudo, por mucho menos de treinta monedas de plata. Traicionamos con un beso,
pues siempre es con una muestra de afecto como negamos. Clavamos las Manos que
están extendidas para bendecir; perforamos con hierro los pies que nos buscan en los
caminos descarriados; taladramos con la lanza al Corazón que jadea tras de nosotros
como el venado tras de la fuente. Y cuando la Crucifixión se ha consumado, cuando se
halla clavado el último clavo y el Rey de Reyes asegurado al patíbulo de contradicción,
nuestra conciencia empieza a temblar como lo hizo la tierra en la primera crucifixión.
Empezamos a entristecernos y a temer que tal vez Aquel que pensamos era solo el hijo
de un carpintero, sea quizás, después de todo, el mismo Hijo de Dios.

Y nos debatimos con nosotros mismos diciendo si debemos buscar arrepentimiento.


Mientras estemos en esta vida, son posibles los cambios de Corazón. Dios ofrece la

114
gracia del arrepentimiento. Pero después de la muerte, cuando no hay cambio, sino un
eterno presente, todo cambio de Corazón, es imposible.

¿Por qué El no corre tras nosotros? ¿Por qué no nos persigue? ¡Ah, olvidamos! ¿Cómo
pueden bendecir las manos que están clavadas? ¿Cómo pueden buscar almas que
están perdidas, los pies que se hallan asegurados? ¿Cómo pueden los labios que han
sido quemados y resecos, hablar palabras de perdón?

Si queremos deshacer la Crucifixión –y la podemos hacer- esto solo lo conseguimos


trabajando mientras tengamos la luz, encaminando nuestros pasos de regreso a los tres
tipos de almas que algún día estuvieron debajo de la cruz. María la Madre de Jesús,
María Magdalena y el Apóstol Juan; Inocencia, Penitencia, y Sacerdocio. ¡Pero es tan
duro volver a esa escena de la Crucifixión! ¡Es tan lesivo a nuestro orgullo! ¡Es tan
humillante! ¡Si, pero es mucho más humillante colgar en ella!

La Redención viene por medio de la humillación. Cristo viene a nosotros humillándose El


mismo. “Se humillo a si mismo haciéndose obediente hasta la muerte; y muerte de Cruz”
y es por medio de la humillación como debemos regresar a Él. Le encontramos a Él al
final de su vida cargando una cruz y Él nos pide que la carguemos también, y esto es
una humillación. Pero: “quien se humilla, será ensalzado”.

Y si rehusamos la humillación que trae el sacramento de la penitencia, no escapamos


a la muerte; esta misericordia apenas la digerimos hasta llegar al juicio.

¿Qué es el juicio? El Juicio puede considerarse tanto desde el punto de vista de Dios,
como desde el punto de vista de nosotros.

Desde el punto de vista de Dios el juicio es un reconocimiento. Aparecen dos almas a


la vista de Dios en el instante después de su muerte. Una en estado de gracia, la otra no.
El Juez mira al alma en estado de gracia. Ve allí una semejanza a Su naturaleza, pues la
gracia es la participación en la Naturaleza Divina. Así como la Madre reconoce a su hijo
por el parecido a su naturaleza, así también Dios conoce a Sus Hijos por la semejanza
de naturaleza. Si estos han Nacido de Él, El los reconocerá. Y viendo en esa alma su
semejanza, el Juez soberano, Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, le dice: “Ven bendito
de mi Padre” Yo te enseñare a orar, diciendo, “Padre Nuestro”. Yo Soy el Hijo Natural; tú
el hijo adoptivo. Ven al Reino que he preparado para ti desde toda la eternidad. La otra
alma, como no posee los rasgos y parecido a la Trinidad, obtiene un recibimiento del
Juez completamente diferente. De igual modo que una Madre sabe que el hijo de su
vecina no es el suyo, porque no tiene la participación de su naturaleza, así también
Jesucristo, viendo que en esa alma no hay participación de su Naturaleza, “además

115
huele a Satanás” solo puede pronunciar esas palabras que significan que no la
reconoce: “No te conozco”. ¡Y es cosa terrible no ser conocido por Dios! Tal es el Juicio
desde el punto de vista Divino.

Desde el punto de vista Humano, también es un reconocimiento; pero es un


reconocimiento de aptitud o ineptitud.
Me anuncian que a mi puerta está un distinguido visitante, pero yo me encuentro en
ropa de trabajo y mis manos y mi cara están sucias. No estoy en condiciones de
presentarme delante de un personaje tan insigne y me niego a verlo hasta que cambie
mi presentación. El alma manchada de pecado actúa en forma muy semejante cuando
va ante el asiento del Juez Divino. Ve por una parte; su Majestad, Su pureza, Su brillantez:
y en la otra; su propia bajeza, sus pecados, su indignidad. Ella no ruega ni discute, ni
pide apelación: le basta con ver; y allá, de sus profundidades, emerge su propio juicio,
“Oh, Señor, yo no soy digna”. El alma que esta manchada de pecados veniales, se
arroja al purgatorio para lavar su túnica bautismal; pero el alma manchada
irremediablemente, el alma muerta por el pecado mortal a la Vida Divina, se arroja al
Infierno en forma tan natural, como una piedra cuando la suelto de mi mano, y cae al
suelo.

¡Se arroja al Infierno! ¿Pero acaso hay un infierno? Ya el mundo moderno no cree en él.
Es un hecho que muchos “de nuestros profetas de hoy” niegan el Infierno, y esto nos
hace preguntar la razón de su negativa. La razón probablemente sea psicológica.

Existen dos orientaciones posibles a un hombre. O el adapta su vida a Dogmas, o debe


adaptar dogmas para su vida. “Si no vivimos como pensamos, pronto empezamos a
pensar cómo vivimos”. Si nuestra vida no se encuentra regulada de acuerdo con el
Evangelio, entonces el pensamiento del Infierno es una clase de pensamiento muy
incómoda, y para dar tranquilidad a mi conciencia debo negarlo.

Debo acomodar un dogma a mi modo de vivir. Y esta verdad la obtenemos de la


experiencia. Algunos creen en el infierno, lo temen y evitan el pecado. Otros aman el
pecado, niegan el infierno, pero con todo; lo temen siempre.

Pero concediendo que tal sea la razón para su negación, estos mismos profetas
preguntaran; ¿cómo sabemos que hay un infierno? Muy claro; porque Jesucristo dijo
que había. O hay un infierno, o la Verdad Infinita es una embustera. No puedo aceptar
la segunda proposición, y entonces debo aceptar la primera. Al hacerlo así, no violento
la libertad de mi razón.

116
Que hay un infierno lo veo claramente por una aplicación muy evidente de una de las
leyes de la física: para cada acción, hay una reacción siempre contraria e igual. Si yo
estiro una cinta elástica tres pulgadas o seis pulgadas, la cinta reaccionara con igual
fuerza, ya a las tres, ya a las seis pulgadas.

Ahora bien, el pecado esta en acción. Está en acción contra un orden, y por esa razón
está provocando una contra ordenación. Hay tres órdenes contra los cuales uno puede
actuar al pecar; primero, el orden de la conciencia individual; segundo, el orden de la
unión de conciencias, o estado; y tercero, la fuente de ambos, Dios.

Si peco contra el primer orden, o sea mi conciencia, opera una reacción que es el
remordimiento de conciencia, y que en hombres normales varía con la gravedad del
pecado cometido. Si peco contra el segundo orden, o el estado, se presenta una
reacción en forma de una multa, o de un encarcelamiento, o de la muerte. Y el castigo
nunca se tasa de acuerdo con el periodo de tiempo que se gasta para cometer el
crimen, sino de acuerdo a la naturaleza del crimen mismo. Puede suceder que no tome
al delincuente para cometer el crimen más que un segundo, y sin embargo el estado le
quite la vida por ese crimen. Por último, si peco contra el tercer orden, o sea la fuente
de los dos anteriores, y lo hago si actúo contra cualquiera de los órdenes, estoy
actuando contra algo infinito. Pero para cada acción existe una reacción siempre
contraria e igual. Habrá, por tanto, una reacción infinita, y una reacción infinita de Dios
es una separación infinita de Él; y una separación infinita de Dios, que es la vida, la
verdad, y el amor, es el Infierno.

¿Por qué iba yo a negar que Dios permite que el alma sea visitada de inquietudes que
ella misma atrajo, si la misma naturaleza así lo testifica? Las prisiones, los asilos y los
hospitales son cortes de justicia donde la naturaleza está arreglando sus cuentas con el
pecado. Hay un juez juzgando allí, donde no se ve un juez visible.

El cielo y el infierno no son ideas posteriores en el Plan Divino actual. No fue por un
segundo acto de su Voluntad y Omnipotencia como Dios creo el cielo y el infierno para
premiar y castigar a aquellos que vivieran o no, de acuerdo a su Ley Divina. No son
meros decretos arbitrarios para remendar el plan original trastornado por el pecado. Es
que no puede haber ley sin sanción, y la sanción es una con la ley, tanto, que están
ligadas entre sí, como el efecto y la causa.

¿Cuál sería la consecuencia si no hubiera infierno en el orden presente de salvación?


Ello significaría que cualquier mal que hiciéramos, sin consideración de su duración, o
del odio que pusiéramos en él, ¿Dios de todas maneras seria indiferente con nuestros
actos?, lo cual equivaldría a que la ley es igual a la falta de la ley.

117
¿Y entonces cual sería la razón de la encarnación del Hijo de Dios? Vino a salvarnos de
¿Qué…? La razón humana, sin la ayuda de la Revelación Divina posiblemente nunca
probaría la existencia del castigo eterno. La razón sugiere, sin embargo, la necesidad
de una sanción eterna para el bien y para el mal.

Todos nuestros malentendidos con respecto al Cielo y al Infierno se fundan en nuestra


incapacidad de ver como se hallan ellos ligados necesariamente con nuestros actos en
el orden moral.

Hay muchos que consideran el cielo como un premio arbitrario, o también al infierno
como un injusto castigo. Pero la verdad es que el cielo en la presente constitución del
mundo de Dios, no es simplemente un premio, sino que es en cierto sentido un “Derecho
de Fe”, el derecho de los herederos, porque al ser bautizados somos sumergidos en la
familia divina y por lo tanto somos herederos del reino de los Cielos en virtud del don de
la Adopción Divina realizada en Cristo Jesús, y aceptada por nosotros a través de la Fe.
Por el contrario; tampoco el infierno es como una represalia Divina. Si pierdo mis ojos,
quedo ciego necesariamente, y si me revelo contra Dios, y rechazo su perdón, y muero
en pecado, debo sufrir el infierno como consecuencia. Así que no es Dios quien me
“hecha” en el infierno, es la voluntad mía que no quiso el cielo. De modo que hay
equidad en la ley humana y por lo tanto, también hay equidad en la ley Divina.

El cielo y el infierno son los resultados naturales e inseparables de los actos buenos o
malos en el orden sobrenatural. Esta vida es el tiempo de la siembra; el juicio será el
tiempo de la cosecha. Así, El gran San Pablo, dice: Porque lo que un hombre siembre,
eso cosechara. Pues si ha sembrado en su carne, de la carne también cosechara
corrupción. Pero si ha sembrado en el espíritu, cosechara vida perdurable.

¿Por qué van las almas al infierno? En último análisis, las almas van al infierno por una
gran razón, y es que; ellas se niegan a amar. El amor perdona todo, excepto una cosa:
el negarse a amar.

Un joven ama a una Virgen. Le hace saber su afecto hacia ella, le prodiga regalos,
derrama sobre ella más de las galanterías ordinarias de la vida, y sin embargo su amor
es rechazado.

Manteniendo puro este amor, él se empeña, pero en vano; ella presta oídos sordos a sus
suplicas. El amor así rechazado por tanto tiempo y despreciado, de repente alcanza un
punto cuando exclamara; “Esta bien, no puede haber más amor, ya estoy cansado;
hemos terminado”. Ha llegado el punto del abandono.

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Dios es el Amante Divino. En su calidad de cazador del Cielo se halla en continua
persecución de las almas, remontándose hasta la eternidad sin edades. Él nos ama con
un Amor Eterno. Cuando empieza el tiempo para un alma individual, Él le da las riquezas
de la naturaleza, lo atrae a Si para que sea un Hijo Adoptivo, lo alimenta con su Propia
Sangre y lo hace el Heredero del Cielo.

Pero esa alma olvidara esa bondad, y sin embargo Dios no olvidara el amor. Persigue al
alma, le envía descontento en lo más profundo de ella para atraerla de nuevo a Él, se
interpone deliberadamente en sus caminos para manifestar su presencia, le envía
embajadores, la mima con gracias medicinales, y todavía el Divino Amor sigue siendo
despreciado. Ya cuando ha sido rechazado más de setenta veces siete, el Amor Divino
abandona la persecución de esa alma que al final de su tiempo le vuelve la espalda, y
exclama; “Esto ha terminado, el Amor no puede más”. ¡Y es cosa bien terrible no ser
amado por Dios! ¡Por el Dios que es Amor!

Este es el infierno. El infierno es un lugar donde no hay amor.

Y se podrá preguntar: ¿Cómo puede el


que es bondad infinita, aquel que vino a la
tierra a perdonar a los pecadores, el que
hizo levantar a la Magdalena y miro
bondadosamente a Pedro, como puede
aquel que es “el Amor mismo” enviar las
almas al infierno? Oh contestadme esta
pregunta: ¿Cómo el sol que tan
tiernamente calienta, puede también
marchitar; como la lluvia que nutre tan
tiernamente, puede también hacer podrir?

HIMNO AL AMOR DE DIOS.


El universo muestra la verdad profunda de
que todas las cosas, desde el grano de
arena en el fondo del mar, hasta los
Ángeles; están cantando un hermoso
himno de la vida al Creador. Este himno
tiene muchos versos, cada uno más
hermoso que el anterior, y todos dirigidos

119
en un clímax hacia el hombre en el orden natural y hacia Cristo en el orden sobrenatural.
Toda la vida se muestra como un proceso de unificación. Conseguir la unidad de la
multiplicidad; la homogeneidad de la heterogeneidad; lo semejante de lo diferente; lo
permanente de lo pasajero. Este es el movimiento fundamental de la vida.

Este mundo sería como un rompecabezas gigantesco si no hubiera fuerzas que juntaran
las piezas. Un mosaico es ininteligible si lo vemos solo en sus detalles, pero adquiere
nueva belleza cuando lo vemos en su unidad. Por ej.; el juego del Ajedrez, no se puede
valorar adecuadamente solo fijándonos en los caballos, es necesario que lo
concibamos de una forma integral teniendo sus 16 piezas empezando por el Rey… Así
la vida es bella solo cuando esta reducida a la unidad.

La planta unifica a los minerales; el animal unifica a las plantas y a los minerales; el
hombre unifica a los tres anteriores. El mineral encuentra que su existencia se
perfecciona en la planta, la planta encuentra su perfección en el animal, y el animal
encuentra que su existencia se perfecciona en el hombre. Estas cosas, que están
separadas en el reino inferior se unifican en el superior. El reino que está por encima,
subsiste por medio del que está debajo, y el que está debajo existe para servir al que
está arriba. De la misma forma que los empleados sirven al jefe, así, en la jerarquía de
la creación, el mineral sirve a la planta, la planta sirve al animal, y todos los tres sirven
al hombre. Cada uno existe para el otro y todos existen para el hombre.

El Hombre, que es el “modelo de los animales”, combina las perfecciones de todos ellos.
Él tiene la existencia de la piedra, la vida de la planta, la conciencia del animal, y
también su propia y peculiar perfección, que es el intelecto y la voluntad. El polvo
cósmico y mineral, las plantas, y los animales gradualmente se unifican en el hombre.
Así, el universo es como una pirámide en la cual encontramos como base la materia
mineral o química y como cima o recapitulación de todo, “El Hombre”.

Todas las cosas señalan al hombre y parecen tender hacia él, pero no por casualidad o
accidente. Todo tiende hacia él, porque todo ha sido hecho para él.

¿Pero porque todo el universo ha de buscar al hombre, y ha de ser su pedestal? ¿Por


qué razón el domina todo lo que ve? El hombre gobierna el universo en virtud de un Don
Divino. A él le fue dada la Carta Magna sobre la Creación en el huerto del paraíso
cuando Dios le dijo; “Crezcan y multiplíquense, llenen la tierra y domínenla, gobiernen
sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, y sobre todos los animales que se
mueven sobre la tierra. Les he dado todas las hierbas, las cuales producen semilla sobre
la tierra, y todos los árboles, los cuales tienen en sí mismos la semilla de su especie, para

120
que les sirvan de alimento a ustedes, y a todos los animales de la tierra, a fin de que
tengan que comer”.

Fue la conciencia de su dominio sobre el universo, lo que movió a David el profeta a


exclamar: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el hijo de Adán, para que de
Él tú cuides? Apenas inferior a un dios lo hiciste, coronándolo de gloria y esplendor; Señor
lo hiciste de las obras de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies: ovejas y bueyes, juntos,
y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar que circulan las
sendas de los mares.

¡Oh Yahvé, Señor nuestro, que glorioso es tu nombre en toda la tierra!

No es debido a que el hombre sea más poderoso que los minerales y los animales, por
lo que puede dominarlos y gobernarlos; es un hecho que no es más poderoso. El rayo o
un Toro puede matarlo: pero el hombre sabe que va a ser matado. Es por “la
trascendencia con respecto a todas las cosas” que el hombre reina sobre todas y cada
una de esos elementos que existen en el tiempo y el espacio.

En otras palabras; es gracias al mandato Divino dado a su alma inmortal, por lo que el
hombre ejerce dominio sobre toda la creación. Es por derecho y no por poder. Él tiene
una clase de vida más alta, y de aquí que pueda subyugar todas las cosas a su voluntad.
¡El mundo es Suyo!

Nada ha llegado tan alto que el hombre no lo haya tomado como presa; sus ojos traen
a la tierra las más altas estrellas; él tiene en pequeño todas las esferas; las hierbas curan
nuestra carne porque hallan su destino en esto, las estrellas vigilan nuestro sueño y la
noche corre el velo que el sol descorre; la música y la luz, ayudan nuestra mente; todas
las cosas son buenas para servir en nuestra carne y ascienden a nuestra mente para ser
causa. Toda cosa esta llena de deberes; las aguas son nuestro medio de navegación;
los caballos nuestros esclavos, mejor dicho: al hombre sirven más siervos de los que
puede contar. las legumbres comida, las uvas bebida; todas sirven a nuestro bien.
¿Tiene uno esa belleza? ¡Y pensar como son de buenas las cosas! George Herbert.

Para el hombre, el dominio de la naturaleza ha sido un proceso lento. Se ha vuelto


particularmente rápido en los dos últimos siglos. En efecto, ha habido más progreso
mecánico en los últimos doscientos años que todo el que hubo hasta entonces en toda
la historia del mundo, y ha habido entre las masas probablemente menos progreso
espiritual en este periodo que en cualquier otro tiempo, pues la prosperidad
necesariamente no implica progreso en las sendas de Dios. El progreso mecánico es un

121
signo de mundanidad, así como el progreso espiritual es un signo de alejamiento del
mundo.

Pero cualquiera que sea la opinión que tengamos sobre este punto, el hecho es que el
hombre está sometiendo el universo cada vez más y poniendo todas las cosas bajo su
domicilio.

Los océanos son atravesados en todos los sentidos con diversidad de barcos, buques, y
submarinos que estudian sus corrientes; se descorren los cielos y se mide el curso de
nuevas estrellas cada vez más distanciadas, con sondas espaciales, cohetes y satélites;
se aprisiona la energía para que lleve nuestros pensamientos de un continente a otro,
por eso se pueden hacer presentaciones espectaculares en el cine, en la televisión, en
la radio, y en las modernas redes de internet, donde, desde una pequeña pantalla se
tiene contacto con el mundo entero y con el espacio exterior; el aire también es
conquistado cada día cuando es atravesado por aviones y helicópteros… Algunas
fuerzas de la naturaleza, que por tanto tiempo parecían fuera del control del hombre,
ahora son unificadas, acondicionadas y dirigidas para sus propios propósitos… Por ej.;
el petróleo, el gas, etc…

Y lo lastimoso de todo esto es que un mundo ingrato, que olvida que Dios cuchicheo
estos secretos escondidos al hombre, exclama: “¡He aquí un conflicto entre la fe y la
religión!” ¿Cómo puede haber conflicto si Dios es la fuente de ambas? ¿Cómo puede
ser la ciencia un enemigo de la religión cuando Dios ordeno al hombre que fuera un
científico, el día en que le dijo que gobernara la tierra y la sometiera a su voluntad?

La verdad es que el hombre alabo a mas a Dios por la naturaleza antes de la edad de
los descubrimientos científicos. Ahora glorifica más el ingenio del hombre que la bondad
de Dios.

Es un hecho que el hombre es el rey del universo visible y todas las cosas fueron creadas
para él. “Todas son vuestras”.

¿Pero cuál era el plan de Dios al crear todas las cosas para el hombre? Ciertamente que
no fue para que ejerciera mera dominación egoísta, pues esto hubiera constituido una
deformidad en el plan de Dios. Dios dio al hombre toda la creación visible a condición
que ejerciera en el hombre de toda la creación, un triple oficio sagrado: el del
SACERDOCIO, PROFETA, Y REY.

Es Sacerdote, porque da a Dios todas las cosas sagradas que una criatura puede dar a
un creador; es Profeta, porque sirve de puente entre lo finito y lo infinito; es Rey, porque
es el amo y Señor de toda la creación visible.

122
Todas las cosas fueron creadas por Dios, pero no todas las cosas pueden hablar.

El mineral oculto en las entrañas de la tierra no tiene lengua; la planta no tiene otra voz
que sus flores; el animal no tiene otro lenguaje que sus gritos. Y como todos son mudos,
necesitan quien hable por ellos a Dios.

Sus voces se podrían quedar a las puertas de las mansiones eternas si el hombre no
tradujera sus sonidos a su propio lenguaje, y les diera el sello de su inteligencia y su
amor.

¿Qué gozo recibe un conquistador de los placidos valles que él ha conquistado, a


menos que oiga un “Viva” en su honor, gritados por miles de gargantas? ¿Qué gozo
recibiría Dios, humanamente hablando, de los minerales, las plantas y los animales, a
menos que haya un acto inteligente de gratitud?

De aquí que Dios haya dado al hombre el poder de unificar todas las cosas consigo por
medio de su intelecto, con el fin de que pudieran ser hombres que hablaran en el
mundo; para que pudiera conocer el mundo, admirarlo, hablar por el mundo, adorar
por el mundo, dar gracias por el mundo, orar por el mundo y como los tres jóvenes en
el horno ardiente, cante un canto de acción de Gracias al Creador del mundo.

Si los minerales pudieran hablar, darían gracias a Dios por su existencia; si las plantas
pudieran hablar, darían gracias a Dios por su vida; si los animales pudieran hablar,
darían gracias a Dios por su perceptibilidad; pero el hombre puede hablar, y en nombre
de todas estas cosas que están por debajo de él, debe dar Gracias Dios. Tal es el noble
oficio del hombre, el portavoz de la creación. ¡Tal es su elevado destino!

El universo es un sacramento. Un sacramento en el sentido estricto del término, es un


signo material usado como medio de convenir la gracia, y que fue instituido por Cristo.
En el sentido amplio de la palabra, todo lo que hay en el mundo es un sacramento por
cuanto es una cosa material usada como medio espiritual de santificación. Toda cosa
es y debiera ser un peldaño hacia Dios: los crepúsculos debieran ser los medios de
recordarnos la belleza de Dios, así como un copo de nieve debiera recordarnos la
pureza de Dios. Las flores, los pájaros, las bestias, los hombres, las mujeres, los niños, la
belleza, el amor, la verdad, todas estas posesiones temporales no son un fin en sí mismas,
solo son medios hacia un fin.

El mundo temporal es un plantío para el mundo eterno, y las mansiones de esta tierra
son imágenes de las mansiones celestiales del Padre. El mundo es apenas un andamio
que las almas escalan hacia el reino de los cielos, y cuando la última de las almas haya

123
subido, este andamio será derribado y quemado con gran fuego, no porque sea bajo,
sino sencillamente porque ya habrá cumplido su obra.

El hombre por tanto, en parte trabaja por su salvación sacramentalizando el universo; el


hombre peca al rehusar sacramentalizarlo, o, en otras palabras, al usar las criaturas
como fines egoístas en vez de usarlas como medio hacia Dios.

El Maniqueísmo “del que hablábamos antes” está equivocado, porque considera la


materia como “un mal” en lugar de un “sacramento”. El Epicureísmo está equivocado
porque considera a “los placeres” como un Dios, en lugar de considerarlos como
medios hacia Dios.

Cuando el hombre sacramentaliza el universo lo ennoblece, porque le da una especie


de transparencia que permite la visión de lo espiritual que hay detrás de lo material.

Los Poetas son maestros en sacramentalizar la creación, pues nunca toman nada
solamente como una expresión material. Los Santos sobrepasan a los poetas en este
don, porque los Santos ven a Dios en todo, o mejor, ven a Dios a través de todo. Los
pobres, los cojos, los ciegos que son para ellos tan transparentes como el vidrio de una
ventana; son revelaciones de Cristo: “Estuve enfermo, preso, y me visitaron”.

¿Por qué había el hombre de estar ligado al oficio de tratar con Dios? ¿Por qué no podía
ser independiente de Dios? El hombre no podía ser independiente de Dios por la misma
razón que un rayo de luz no puede ser independiente del sol. La independencia absoluta
del rayo de luz significaría su destrucción, pues solo en su dependencia del sol esta su
supervivencia. Así mismo acontece con el hombre en relación con Dios.

Aclaremos lo anterior con un ejemplo: Si yo inventara alguna gran máquina que


estuviera destinada no solo a acortar el trabajo humano, sino a añadir gran beneficio
material a la humanidad, el gobierno me daría derechos de patente sobre dicha
invención. Los derechos me harían poseedor de todos los beneficios de mi invención y
me protegerían contra cualquier usurpación ilegal por parte de otros. Ahora bien,
nosotros somos invención de Dios. Por ser invención suya, Él tiene “derechos” sobre
nosotros, lo que quiere decir que Él está en la facultad de servirse de nuestro intelecto y
voluntad, y es este servicio lo que constituye la verdadera perfección y libertad del
hombre y los fundamentos de toda religión.

En otras palabras, Dios tiene derecho a nuestra adoración por la misma razón que todo
autor tiene derecho a una regalía sobre su libro, sobre su máquina, o sobre su empresa:
porque es su creación.

124
Si toda la creación visible se unifica por medio del hombre, ¿no habría de existir alguien
que unificara a todos los hombres en hermandad bajo un Padre común? Si el hombre es
el Rey de toda la creación visible, ¿no habría el hombre de tener un Rey? Si el hombre
es el amo y señor de todo lo que está bajo su mirada, y si todo lo que no tiene su
perfección en sí mismo, encuentra su perfección en una vida más alta, ¿no es natural
que el hombre tenga un Amo y Señor y Rey, en quien encuentre su perfección?

Toda la creación pertenece al hombre por concesión divina, y todos los hombres
pertenecen a Jesucristo por una doble razón:

Primera; porque Él es el Rey por Derecho Divino, nacido del Padre eterno: “El Padre ama
al Hijo y ha puesto todas las cosas en su mano”. Él está sobre todo principado, potestad,
virtud, dominación, y sobre todo nombre, por celebrado que sea, no solo en este siglo,
sino también en el futuro. Dios Padre ha puesto todas las cosas bajo los pies de su Hijo,
pues es en su Hijo Unigénito en quien Dios ha resuelto restablecer todas las cosas. En
otras palabras, “recoger juntas todas las cosas bajo Cristo, como bajo una sola cabeza”.

Pero Cristo es nuestro Rey por una segunda razón: y esta es, porque Él nos ha rescatado
del pecado. Hubo cuatro elementos que contribuyeron a nuestra caída; un hombre
desobediente, Adán; una mujer orgullosa, Eva; un árbol, y el fruto de un árbol. Ahora,
solo Dios en Su Dulce venganza puede usar estos instrumentos de ruina como
instrumentos de reparación, y en su Sabiduría Suprema El escogió los mismos cuatro: un
hombre obediente, Jesús; una virgen humilde, María; un árbol, la Cruz; el fruto del árbol,
Cristo en la eucaristía.

Nosotros somos de Cristo porque este Rey poderoso –Rey no solo por Nacimiento Eterno
y Divino, sino también por conquista- nos ganó a nosotros para Sí mismo en la batalla
del Calvario, el sitio donde tuvo lugar la única y verdadera lucha por la existencia.

No fue una lucha; fue más, fue una batalla; una batalla que no se libró con acero
disparado, sino con sangre derramada; una batalla que no se libró con cinco piedras,
como libro David su batalla con Goliat, sino con cinco heridas, las cicatrices sobre sus
manos, pies y costado; una batalla en la cual la armadura no fue de acero reluciente al
sol de mediodía, sino carne colgando como harapos de purpura bajo un cielo cubierto
de tinieblas; una batalla cuyo grito no fue el ¡Crucifícalo y Mátalo! Sino, el “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen”; una batalla que no se ganó ahorrando una
Vida, sino dándola. Una extraña batalla en la cual, “Aquel a quien hirieron los enemigos,
perdieron su día”. La Cruz es el Trono del Rey de Reyes; su sangre es su Purpura real; su
crucifixión es Su instalación. Y El, ¡el Rey de Reyes, reina desde el signo de la
contradicción!

125
Así como toda la creación gira alrededor del hombre, así también el hombre gira
alrededor de Jesucristo. El hombre es el eje en torno al cual todo el orden de la
naturaleza se mueve; Jesucristo es el eje en torno al cual se mueven todas las cosas
sobrenaturales.

Este es el punto al cual debemos siempre acudir, pues sin Cristo, este mundo nuestro
pierde su inteligibilidad y significado.

El mundo sigue cavando vanamente en la tierra para buscar el Eslabón perdido, cuando
debiera más bien cavar el suelo del Calvario. Sí, debemos buscar el Eslabón; pero no el
eslabón que nos ata a la Nueva Era, sino el eslabón que nos ata a Dios. Nuestro árbol
familiar no parece más hermoso porque haya guirnaldas y duendes colgando en él. El
verdadero árbol de familia, es el Árbol de toda la familia humana – la Cruz- y Jesucristo
es el eslabón, porque solo Él nos une con Dios. El hombre es finito; Dios es infinito. Nada
finito puede ser el puente entre los dos. En caso de que Dios exija una satisfacción
proporcionada al pecado –pues lo finito no tiene nada de común con lo infinito- nada
infinito puede ser el puente colgante, porque no tiene nada en común con lo finito. El
eslabón debe ser algo finito e infinito, y esto es Jesucristo.

Nuestro Señor es; finito en su naturaleza humana e infinito en su naturaleza Divina, y uno
en la Unidad de Su Persona.

Hoy hay cientos de teorías que intentan dar cuenta del origen del hombre y el secreto
de la fuerza que le da dignidad y supremacía sobre la creación inferior. Todas ellas, en
último término, se pueden reducir a dos.

La primera, hace consistir la dignidad del hombre en un empuje desde abajo; y la


segunda, lo hace consistir en un don desde arriba.

La primera, mira a las fuerzas protoplasmáticas y cósmicas; y la segunda, a Dios y a la


gracia Divina.

La primera explicación, solo puede mirar a un futuro de la progenie de los hijos de los
hombres, la segunda, puede mirar al futuro de una progenie de los Hijos de Dios.

La una, mira retrospectivamente a la tierra como fuente del hombre; la otra, mira arriba,
hacia el cielo.

Cuando muere un hombre, el que piensa solamente en términos de la tierra, las hojas
de los arboles ni siquiera cantan un réquiem; para el que piensa en términos del cielo,
cuando muere un hombre hasta la tierra se abre y devuelve sus muertos.

126
Ambos puntos de vista miran a un árbol: pues, como al principio, es un árbol lo que
importa, cuando el hombre se jugó todo un jardín, contra un fruto. Y como el hombre
cayo por causa de un árbol, era justo que fuera redimido por un árbol, pues un árbol es
el enigma de toda la filosofía del universo, y la solución es La Cruz.

Jesucristo, entonces, es, Rey de Reyes, aunque las masas murmuren; “No permitiremos
que este hombre gobierne”. Si ahora Él no ha de ser Rey por Amor, será Rey por Justicia
en su segunda venida.

La paz de Cristo, en el Reino de Cristo; debe reemplazar la apostasía de las naciones y


el vagar de los individuos que han abandonado las fuentes del agua viva y cavando
para ellos cisternas que no pueden dar agua.

Jesucristo debe Reinar: ¿Cómo? Jesucristo Reina en la inteligencia, por medio de su


doctrina; Reina en los corazones, por medio de la caridad; Reina en la vida humana, por
medio de la observancia de sus leyes y la imitación de sus virtudes.

Jesucristo Reina en la familia, constituida por el sacramento del matrimonio; cuando este
es considerado como una institución santa e inviolable; cuando la autoridad de los
Padres representa la de Dios de quien fluye; cuando la obediencia de los Hijos es como
la del Niño Jesús, y cuando toda su conducta se inspire en los ejemplos de la Sagrada
Familia de Nazareth.

Finalmente; El Reina en la sociedad, cuando esta da a Dios el homenaje supremo que


le es debido; cuando la autoridad reconoce en El su origen y norma de conducta.

De igual modo que todas las cosas existen para el hombre, así todos los hombres existen
para Cristo.

¡Cuán inspirada se hallaba el alma de Isaac Newton, cuando descubrió la ley de la


gravedad! El vio estrellas girando alrededor de estrellas más grandes, y luego, al percibir
toda la bóveda de los cielos, sospecho que todo el sistema solar gravitaba en torno a
otro. No había nada aislado en los cielos. Los millones de estrellas que poblaban los
cielos vespertinos y que con infinitud de bujías, no fueron esparcidas por manos
descuidadas, sino que fueron colocadas allí con una ley maravillosa. Y el mundo entero,
se regocija con Newton.

Pero hay sin descifrar, una ley de gravitación aún más sublime.

Al igual que toda la creación se mueve hacia el hombre, así el hombre se mueve hacia
el creador de la creación.

127
La pirámide de la creación que antes no se elevaba más alto que el hombre, asciende
ahora hasta tocar la bóveda del cielo, pues “el Dios-hombre, la corona”.

Con Cristo, el mundo toma un carácter nuevo. Y es, que se convierte en un gran
sacramento; una cosa material usada como medio de santificación espiritual.

En lugar de ser un fin, se vuelve un medio para un fin; lo visible viene a ser la escala por
la cual ascendemos a lo invisible, y la materia se convierte en peldaño hacia lo
espiritual.

El mundo no está destinado a sobrevivir; lo dice 2 San Pedro 3, 1-18.

Y cuando venga el día de los días, cuando el sol no se necesitara más porque el Verbo
será la Luz, entonces Tu, oh Jesucristo, que has sido engendrado para amar al Padre
como como ninguna creatura le ha amado antes, llevaras a todos los hombres, todos
los espíritus de nuevo a Él, y como hombre, depositaras a los pies de tu Padre el botín
de la victoria disfrutando Tu Soberanía, y “Dios estará todo en todos”. Entonces se
cumplirá la oración: Padre, que ellos sean uno, como Tú y Yo, somos Uno.

Tal es el Himno a la Vida: “Todo es de ustedes, ustedes de Cristo, y Cristo de Dios Padre”.
El universo entero es un maravilloso paraíso de perfección, que va desde el átomo, hasta
el hombre: una inmensa cadena eslabonada mutuamente como las medidas de la
música se hallan eslabonadas unas con otras para cautivar el alma con su belleza de
conjunto. Esta es la clase de progreso que tiene alcance y dignidad.

Este es el progreso que no se detiene en el hombre, sino en Dios; un progreso que no


espera que el hombre actúe como una bestia porque ha venido de una de estas, sino
más bien espera que actúe como Dios, porque fue hecho a imagen y semejanza.

Esta es la clase de progreso que no comprende materia inanimada y bruta solamente,


sino materia y espíritu, lo finito y lo infinito; esta es la clase de progreso, que ve todo el
mundo material resumido en el Cuerpo Inmaculado de Cristo, y el cuerpo humano y
angélico resumido en su Alma.

Un progreso que ve las orbitas y las hermandades de orbitas entrelazadas en Cristo, y


que toda la Divinidad por los lazos de la Unión Hipostática: lazo indisoluble, más fuerte
que el espacio y más fuerte que el tiempo; este es un progreso autentico entre el cielo
y la tierra

Porque Cristo Jesús fue el Pontífice entre los dos; esta es la clase de progreso que siempre
tiene sus ojos puestos en un árbol, donde ve al hombre no en la forma terrible de una

128
bestia; sino a Dios
mismo, redimiendo a
un mundo, que a su
nacimiento no le
daría a El más que un
pesebre y a su
muerte la tumba de
un extranjero.

Tres son las


inclinaciones o
tendencias en la vida
de cada ser humano.

1) La vida.
2) La verdad.
3) El amor.

El primer anhelo con


raíces profundas en
el corazón humano:
es el anhelo por la
vida. De todos
nuestros tesoros, es la
vida, el último al que
nosotros
renunciamos. Títulos,
gozos y riquezas,
todos estos dones se
van primero, pues
todos son apenas servidores de la vida. Aun el mismo instinto que mueve a un hombre
a poner su mano delante de él cuando camina en la oscuridad, prueba que está
dispuesto a perder su mano, antes que poner en peligro su vida.

La segunda inclinación fundamental que opera en cada pecho humano: es el deseo de


conocer la verdad. Cada niño es un filósofo en germen. Y una de las primeras preguntas
de un niño en los momentos lucidos de su conciencia, es esta: ¿Por qué? Cuando niños,
destrozamos nuestros juguetes para averiguar qué es lo que los hace moverse. Y cuando
grandes, nunca perdemos el deseo de saber el “por qué” y el “con qué fin”, de las cosas,

129
y con nuestro análisis mental dividimos el mismo juguete del universo entero, para
averiguar. Y sucede que así como nuestro cuerpo clama por el alimento, nuestra alma
clama por la verdad, porque esta es como el pan para el hambre y nadie puede vivir
sin ella.

La tercera inclinación fundamental de la naturaleza humana: es el deseo de amar y ser


amado. Desde el primer día en el jardín del Edén, cuando Dios dijo; “no es bueno que
el hombre este solo” el hombre ha estado sediento, y aun lo está, por el amor. Cuando
niño, es la madre la que satisface sus anhelos; más tarde, son los verdaderos amigos
con quienes podemos contar; posteriormente, es en el sacramento del Matrimonio
donde la persona encuentra “otro” que comparta una vida común y que se consume
amando el fruto de esa unión, “los hijos”. De modo, que “El Amor” es una exigencia de
nuestra naturaleza.

Pero, ¿encontramos existencia, verdad, y amor, plenamente en esta vida? Poseemos


una pequeña porción de vida, una pequeña porción de verdad, y una pequeña porción
de amor, pero; ¿los poseemos en su cabalidad? ¡Claro que no!

La vida: no está enteramente bajo nuestro control. Cada tic tac del reloj, nos acerca a
nuestro fin; “nuestros corazones son apenas tambores golpeando una marcha funeral
hacia la tumba”. “De hora en hora, maduramos más y más; de minuto en minuto nos
podrimos más y más”. Hasta el mismo alimento que comemos, mientras nos nutre,
paulatinamente corroe y desgasta la maquinaria de nuestro cuerpo.

La verdad: aunque es una condición de nuestra naturaleza, también es como un


fantasma, porque mientras más estudiamos, menos sabemos, o menos pensamos que
sabemos. Estudios profundos, abren nuevos campos de visión al estudio, mundos más
allá del nuestro, mundos de gracia, cada uno con sus leyes propias. ¡Cuánto se corrigen
a los prejuicios de la juventud, la búsqueda de la verdad! Santo Tomas de Aquino, la
más grande mentalidad de estos 2.000 años, al final de su vida declaro, que todo lo que
había escrito no era más que paja, comparada con la visión que la Verdad Divina es,
en su infinita simplicidad.

Finalmente, el amor, en su estado perfecto, no puede hallarse en este mundo. Corazones


rotos, hogares arruinados, juicios de divorcio, guerras y revoluciones; todo esto es
prueba elocuente de que el hombre no ha encontrado el amor verdadero y perdurable.
El amor parece muy rico en sus promesas; y sin embargo, después de procesos
misteriosos inmerso en las cosas, llega a un punto de saciedad, y cuando se introduce
el desorden, alcanza el punto del odio. Sin consideración a cuan feliz sea el amor

130
humano, habrá de llegar el día de la separación para quienes se aman, y nada que
termine es perfecto.

Aun cuando somos seres humanos, aun cuando poseemos tres inclinaciones
fundamentales que son las fuentes principales de nuestro ser, sin embargo, no
encontramos realizadas estas inclinaciones sobre la tierra.

La vida, esta mezclada con la muerte;


La verdad, esta mezclada con el error;
Y el amor se suele encontrar en compañía con el odio.

Nuestra vida, entonces, no está en las criaturas;


Nuestra verdad, no está en las palabras habladas;
Y nuestro amor, no está “incluso” en la persona humana.

Un ejemplo: supongamos que voy en busca de la luz; pero si me dirijo a mi cuarto, no


puedo encontrarla, pues no podré encontrar la fuente de la luz, mientras busque en las
sombras. Por eso, la fuente de la luz, no puede ser hallada bajo un escritorio, en una silla,
o en un rincón; pues allí va estar mezclada con la oscuridad. ¿Entonces, donde hallar la
fuente de la luz? Pues debo salir a algo que sea pura luz, es decir; el sol.

Así también, si deseo encontrar la fuente de la vida, y la verdad, y el amor que hay en
este mundo; debo salir a una Vida que no esté mezclada con sombras de muerte, una
Verdad que no está mezclada con las sombras del error, y a un Amor que no esté
mezclado con los nubarrones de odio. Debo llegar hasta lo que es:

La Vida Pura.
La Verdad Pura.
Y el Amor Puro… ¡Que es Dios!

¿Pero dónde hallar la fuente de estas tres realidades? ¿Dónde encontrar, la Vida
Perfecta, la Verdad Perfecta, y el Amor en su estado de Perfección? Es evidente que la
Vida no puede existir con la muerte, la verdad con el error, y el amor con el odio.

Si queremos sondear las profundidades de Dios; que es Vida, Verdad y Amor; lo único
que necesitamos es, internarnos en nuestro propio corazón y nuestra propia experiencia.
Lo mejor de las cosas humanas, son apenas eso, reflejos débiles y lejanos, la fracción
de aquello que en Dios es perfecto.

Si la posesión de la vida nos emociona y nos exalta; si la conquista o descubrimiento de


una verdad nueva, nos trasporta a las alturas del goce intelectual; si el corazón humano
en sus afectos más nobles y puros, tiene la facultad de arrojarnos al éxtasis del deleite.
131
¡Entonces que no hará el Consolador de Corazones! Si un corazón humano puede
aumentar el goce de vivir: ¡Entonces que no podrá el gran Corazón de Dios!

SI LA CHISPA ES TAN BRILLANTE, ¡OH, COMO SERA LA LLAMA!

Atte. Samuel de Jesús Páez Avendaño.


Ramiriquí Boyacá Colombia.
15 de Agosto de 2011.

132
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