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Amores en red
Relaciones afectivas en la era Internet
Diego Levis
2ª edición, 1ª electrónica
(C) Diego Levis, 2002, 2015, 2018
Sivel Ediciones, Bs.As. 2018
El autor:
Diego Levis (Buenos Aires 1954), es Licenciado en Estudios Cinematográficos y
Audiovisuales (Université de Paris VIII), Licenciado en Ciencias de la Información y
doctor en Ciencias de la Comunicación (Universidad Autónoma de Barcelona,1997). Es
autor, entre otros, de “Los videojuegos un fenómeno de masas” Paidós 1997, “La
pantalla ubicua. Comunicación en la sociedad digital” Ciccus/LaCrujía 1999 y “Arte y
computadoras. Del pigmento al Bit” Enciclopedia Latinoamericana de Comunicación y
Cultura, Norma 2001 y coautor, entre otros, de “¿Hacia la herramienta educativa
universal? Aprender y enseñar en tiempos de Internet” Ciccus/La Crujía 2000.
Actualmente es profesor titular de la Universidad de Buenos Aires
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Relaciones afectivas en la era Internet
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Índice
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Interferencias y deslumbramientos
El horror en uno mismo
8. La ilusión de transparencia
El ayer en el hoy: pudor e hipocresía
Del otro lado del espejo. Mirar los ojos del (des)conocido
Amor globo, amor despojo
Lejos y sin embargo cerca
La pantalla biombo
La pantalla escaparate
Yo, tú y él
9. Cuando se rompe el espejo. Aproximaciones y alejamientos.
Cuando el deseo genera temor
De cuando caen las máscaras
Cuando la atracción genera confusión
Mitos de uso individual
Breves apuntes sobre sexualidad y libertad
La derrota del silencio o el ciclo del desamor
De cuando el deseo vence efímeramente al temor
10. Soledades en compañía (dos)
Máscaras fuera de la red
Encuentro con la memoria
Red de comunicación y no espacio mesiánico
Acrobacias con red
Guía de Emoticones
Bibliografía
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intimidad de los interesados, son los nombres de todos ellos y en algunos casos
también ciertos datos circunstanciales. Por lo demás, y a pesar del tono
deliberadamente ligero con que están escritas las páginas que siguen, pues no
por riguroso ha de ser un texto aburrido, he abordado el tema con el cuidado y
rigor que se merece cuestión tan decisiva en la vida de todos nosotros como lo
es el amor.
Es mi intención y mi deseo que al leer estas páginas pase el lector un
buen rato y que de paso conozca algo más sobre algunos de los distintos
caminos que toman las relaciones afectivas en estos tiempos de Internet (en
el paisaje Violencia, SIDA, Virtualidad, Soledad).
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Volver: Veinte años son muchos
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La aparición de Internet
Internet, al margen de las apologías tecnocráticas y la especulación
financiera que existen a su alrededor, es una formidable herramienta para la
comunicación humana que me sirvió para recuperar olvidadas querencias.
Mis primeras incursiones en la Red fueron decepcionantes. En aquella
época cursaba en Barcelona el segundo año de mi doctorado y ya había
empezado a trabajar sobre cuestiones relacionadas con la comunicación digital
(videojuegos y realidad virtual). Con algunas dificultades, y saltándome algún
que otro escalón administrativo, a pesar de la escasa predisposición de las
autoridades de mi departamento académico conseguí que la universidad en la
que estudiaba me proporcionará acceso a Internet.
Yo había leído bastante sobre las “maravillas” de los usos de la Red y la
simplicidad con la que se podía acceder a ellos. Pero nada era como me lo
habían contado. Utilizar el programa de correo electrónico que me había
proporcionado el centro de cálculos de la universidad (PINE sobre el protocolo
de conexión Telnet) me resultaba complicadísimo. En la Web ( World Wide
Web) al principio las cosas tampoco me iban mucho mejor. Encontrar lo que
buscaba era difícil y cuando “navegaba” a la “deriva” pocas veces llegaba a
destinos atractivos. El desconcierto duró poco. Sumando equivocaciones
terminé por arreglármelas con el programa de correo electrónico - que
afortunadamente pronto fue reemplazado por opciones más “amigables” -, y a
medida que acumulaba horas de conexión empecé a descubrir sitios
interesantes en la web.
Aunque no de un modo muy regular todavía, me “carteaba” por email
con personas de diferentes partes del mundo. Un día me enteré que los
principales diarios argentinos habían empezado a editar una versión electrónica
en la Red. Probablemente fue entonces cuando se empezó a fraguar mi
regreso.
La lectura frecuente de los diarios hizo que empezará a recuperar la
actualidad periodística de Argentina, tan ausente hasta entonces de mi vida. El
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Soledades en Compañía
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que nos rodea. Acostumbrados a ver el mundo a través de una pantalla, cada
vez nos cuesta más ver a nuestro lado, mirar a nuestros semejantes. Las
pantallas nos asedian y nos atrapan, y hay a quienes les sirven de refugio ante
una vida que les resulta poco atractiva y, a veces también, amenazante. En la
pantalla, como si fuera el espejo de la bruja de Blancanieves, buscamos
respuestas sobre aquello que somos y deseamos o tememos ser, sin darnos
cuenta que lo que nos devuelve es una imagen deformante que, apartándonos
de la mirada del otro, sólo nos dice lo que creemos ser.
Pasamos horas acompañados por la presencia luminosa de una
pantalla. Pantallas en casa, pantallas en el trabajo, pantallas en la calle, en los
bares, en los bancos, en el supermercado, en el metro, en el coche y en el
colectivo, pantallas de bolsillo en las agendas electrónicas, en las calculadoras
y en los teléfonos móviles, las pantallas nos seducen ocupando un espacio
creciente de nuestro tiempo, de nuestras vidas. Las pantallas nos ofrecen una
visión restringida y controlada de la realidad y de este modo ejercen una eficaz,
casi imperceptible labor de vigilancia que se complementa con la presencia
cada vez más generalizada de cámaras de video en espacios públicos que
reproducen nuestros movimientos en otras pantallas detrás de las cuales
siempre hay alguna persona mirando.
Importa poco el lugar, lo determinante, lo significativo es la atracción
casi hipnótica que ejerce sobre nosotros el centelleo de una pantalla
encendida. La pantalla acerca pero también separa. En Internet, en tanto
espacio comunicacional, esta paradoja implica el peligro de crear una ilusión de
comunicación total que lleve al aislamiento en la compulsiva, conmovedora,
búsqueda de algunos usuarios por mantenerse siempre conectados, como si
esto en sí mismo fuera condición suficiente para estar permanentemente
comunicados ¿Con quiénes? ¿Para qué?
Relaciones que crecen en la red
En agosto de 1999 viajé para mis vacaciones a Buenos Aires. Una
tarde de mucho frío y lluvia quedé con una amiga pintora en “El Taller”, un bar
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Escríbeme.
Pd. te mando un archivo adjunto con una foto digital. No es muy
buena, pero al menos se me ve. Un beso en tus ojos bailarines.”
¿Estaban enamorados? Quién sabe. Para Fromm el apasionamiento
inicial sólo muestra el grado de soledad y no la intensidad del amor. Todos
sabemos, o creemos saber que es el amor, todos sabemos bien lo que es la
soledad y tenemos bastante claro que es un amigo, aunque muchas veces el
lenguaje cotidiano nos confunda y llamemos amigos a simples conocidos.
Pueden engañarnos haciéndonos ver lo que no es, podemos engañarnos
viendo lo que queremos ver y hablar de amor cuando en realidad nos referimos
a una relación exclusivamente sexual. Pero así como aceptamos sin demasiados
reparos el sexo sin amor, nos resulta más difícil concebir (olvidándonos de
Platón) el amor romántico sin sexo.
La cuestión no es menor en las relaciones afectivas a través de
Internet. No son pocos quienes utilizan la Red como un vehículo para
mantener, pantalla mediante, contactos sexuales construidos con imágenes
(fotos, videos en vivo o pregrabados, dibujos) y palabras (escritas o habladas).
Tecno-onanismo para tiempos de SIDA. Muchas veces las relaciones nacidas o
desarrolladas en la Red culminan en encuentros muy reales de los que pueden
surgir maravillosas historias de amor, pasiones pasajeras, amistades y también
momentos desagradables aderezados de mucha desilusión.
Diferente es el caso de personas que, como Horacio y Alicia, se
conocen previamente y utilizan el correo electrónico y el chat para ir tejiendo
entre ellos intensos lazos afectivos, en ocasiones bajo la forma de una
apasionada historia de amor, al amparo de la pantalla de la computadora.
La situación es casi banal. Dos personas se conocen y son atravesados
por una ráfaga de amor que los une. Sienten que no pueden vivir el uno sin el
otro, pero al cabo de un tiempo uno de ellos debe viajar. En muchas ocasiones
el tiempo previsto de la separación es prolongado pues viven en diferentes
ciudades, en diferentes países. Pero no están dispuestos a resignar su amor.
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Entrando en el ciberespacio
La Plaza
Hasta hace alrededor de una década Internet aparecía en los discursos
mediáticos (y también académicos) como un espacio virgen a conquistar, en el
que la realización de Utopía aparecía como posible. Lejos del cumplimiento de
estas visiones tecno-libertarias, la Red es hoy escenario de estrategias
económicas y políticas de los principales centros de poder 2.
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dólares diarios). Para ellos sólo existen palabras altisonantes de promesas que
nunca se cumplirán porque no hay ninguna intención de que se cumplan.
Para sus más activos propagandistas, Internet es un medio para hacer
dinero, Dios todopoderoso de la globalización. Las proclamas sobre la
construcción de un mundo mejor son lemas atractivos creados por expertos en
mercadotecnia para asegurar un crecimiento continuo del número de usuarios
de la red que garantice el incremento de las ganancias de los accionistas de las
empresas del sector. Las más activas y valorizadas de una “nueva economía”
que se sostiene fundamentalmente en las viejas prácticas de la especulación
financiera y la generación de plusvalía en el trabajo asalariado (y similares).
La premisa es Internet para todos. Todos tenemos que estar
conectados, comunicados; todo el tiempo, en todos los lugares y para hacer
todo: para trabajar, para estudiar, para comprar, para divertirnos, para
relacionarnos, para enamorarnos. El acceso universal a la Red es condición
necesaria para alcanzar la armonía universal que promete la comunicación
digital, predican interesadamente los portadores de la buena nueva digital con
el beneplácito entusiasta de empresas y gobiernos. Atrás, casi en el olvido,
quedan los cientos de millones de personas que pasan hambre, carecen de
agua potable, de servicios de salud, de vivienda, de educación. Se les promete,
retóricamente y sin demasiada convicción, acceso a Internet en un futuro
cercano (¿les es verdaderamente necesario?) pero nadie parece preocuparse
por mejorar sus condiciones de vida cotidiana. Se puede entender, al fin y al
cabo son improbables clientes de los centros comerciales que se expanden en
los confines dorados de la Tierra.
Más allá de los discursos y documentos de empresas, instituciones y
organismos públicos y privados, Internet, afortunadamente, no es el espacio
restringido a los negocios con el que sueñan algunos de sus más activos y
ambiciosos promotores. Es una plaza, en el sentido cabal del término: un
espacio abierto para el encuentro y el intercambio, en el que hay espacios
para fiestas y mercadillos, buhoneros y poetas, para tramposos y filósofos,
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(Internet Relay Chat) que fue creada en 1980 que requiere programas
específicos denominados clientes de chat (el más utilizado es el mIRC) y
programas de mensajería instantánea y chat que ofrecen la posibilidad de crear
listas de personas con las que se desea mantenerse comunicado a través de la
Red. Los más populares programas de este tipo son el ICQ, un programa de
origen israelí creado en 1996, y el MSN Messenger 3, de Microsoft, que
permiten saber en todo momento que miembros de la lista personal de cada
usuario están conectados y dispuestos a intercambiar mensajes, lo cual facilita
el contacto continuo entre conocidos y amigos. El IRC y las mensajerías
automáticas permiten grabar las “conversaciones” en archivos de texto, lo cual
no es posible en los web-chats.
“ No me acuerdo como empecé, ni porqué. La primera vez que chatée
fue en Río Negro, antes de venir a estudiar a Buenos Aires. Hará cinco, seis
años. Empecé con IRC a través de Telnet, con pantalla negra y letras rojas,
nada que ver con los chats que ofrecen hoy los portales. Era difícil mantener
una conversación porque todo el tiempo entraba y salía gente, y otros
hablaban de cosas que yo no entendía. No había ninguna posibilidad de
mantener conversaciones privadas”. Débora es una periodista joven que
combina el ejercicio de su profesión con la preparación de un profesorado en
gimnasia rítmica. Tiene veintítres años y es de una pequeña ciudad de la
provincia patagónica de Río Negro dedicada al cultivo de manzanas. En Buenos
Aires vive con su abuela en uno de los barrios más elegantes de la ciudad.
“La primera vez que usé un chat en la web no podía creer que
hubiera estado chateando tanto tiempo con el IRC. Era tan frío... Los chats de
ahora ofrecen más posibilidades para expresar los sentimientos gracias a las
caritas... los emoticones. Son mucho más visuales, más entretenidos y se
puede charlar en privado, lo que no se podía hacer en el IRC por Telnet.
Además mientras chateas tienes la posibilidad de navegar y hacer otras cosas a
la vez. No tienes que dedicarte exclusivamente al chat. De todos modos ahora
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Conociéndose
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Los publicistas conocen bien la fuerza de todo esto, tanto como para
convertir el “amor” en un importante argumento de venta. “Entra en el reino
del amor, busca a tu alma gemela y enamórate locamente” sugiere con
elocuencia la presentación de un canal de chat de un portal de renombre. El
tema está ahí, en el aire. “No es justamente en un chat donde vas a encontrar
el amor de tu vida” responde un anuncio de una conocida marca de coches,
publicado en los diarios de Buenos Aires durante enero de 2001. La aplastante
banalidad que impone la lógica de mercado que todo lo inunda.
Quizás, como dice el anuncio, chatear no sea el mejor modo de
encontrar el amor, pero para quienes ansían amar y ser amados todos los
caminos son válidos. ¿Incluso comprarse un coche? Pero el chat también
puede ser una vía para alejarse del ser amado, o al menos de la pareja con la
que se está más o menos comprometido; que de eso se habla bastante, de
mujeres y hombres que se sienten engañados cuando sus parejas mantienen
relaciones continuadas a través de Internet. Una ambivalente, desconcertante
sensación de celos, alimentada por la existencia inquietante de ese “alguien”
sin rostro que espera detrás de la pantalla. Y aunque la pantalla impide todo
contacto físico, la separación es muchas veces temporal, pues más de una vez
aquello que empieza como un simple escarceo de insinuaciones, promesas
vagas y procacidades termina en un encuentro carnal, que no de almas (salvo
excepciones, claro está).
Los casos se repiten, algunos aparecen como historias recurrentes,
leyendas urbanas alimentadas por artículos en la prensa o programas de
televisión. Los relatos de este tipo ocupan parte de los mitos que rodean a la
Red, y ejercen verdadera fascinación sobre algunos de los recién llegados.
Atraídos por cierta sensación de vértigo entremezclada con la diversión de la
osadía no tardan en establecer relaciones eróticas en la red desafiando el
compromiso de fidelidad que (en principio) implica toda relación de pareja, sea
noviazgo o convivencia marital, buscando aquello que por un motivo u otro
sienten que les falta.
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- Hombre, sí que lo digo. En realidad, por ahora, sólo conocí a dos. Ellos
trataron de ser más que amigos, así que lo dejamos – En este punto Pedro
volvió a entrar en la conversación.
- En el chat intentas suplir en otra persona las carencias que encuentras en
tu pareja. En el amante virtual buscas a alguien que te ofrezca cosas que
no puede hacer un amante físico. Quizás me equivoco. Para mí escribir
para ella es como hacer literatura. Es como si mis sentimientos se
convirtieran en los de una mujer que quiere ser bella. En general no
miento, pero si en el chat la ocasión requiere mentir o contar una historia
fantástica, ahí estoy, dispuesto a escribir lo que sea. Me considero a mí
mismo como un animador social, un animador virtual. A veces pienso que
debería haber cursos para formar gente que anime foros y chats.
- ¿Ella te cuenta sus sentimientos o tú improvisas?
- A veces me los cuenta, a veces improviso. Eso sí, antes de enviar algo le
pregunto si está de acuerdo con lo que he escrito, si se ajusta a sus
pensamientos. Si se ajusta, p’adelante; si no le gusta, no lo envío. Ella es
la que compone las historias y yo soy el que las redacto. Tengo que decir
que nunca me he conectado solo a un chat, nunca, nunca. A principio de
curso entramos en el juego este y aquí estamos.
- ¿Nunca nadie se dio cuenta que eras un hombre?
- ¡Qué va! – intervino aquí Maite
- Nunca – afirmó con serenidad él. ¿Qué diría sobre esto Paco, que se
mostraba tan seguro de poder detectar siempre si su interlocutor era
hombre o mujer, cualquiera sea la máscara que utilice?
- ¿Cuándo quedas personalmente con alguien a través del chat, qué esperas
encontrar?
- Una amistad, nada más. Apenas los veo les digo que tengo novio. Uso la
idea romántica porque así encuentro más amistades. Mi novio no sabe
nada de esto del chat.
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memoria tampoco te recordaba. ¿En qué lugar, en qué ciudad lees este
mensaje? Un beso.”
“Me sorprendió que contestaras, en realidad me sorprende que esté
escribiéndote cuando no sé quien sos, cuando en realidad cuando abrí ese
mail vacío, puteé y me pregunté porqué carajo tengo que recibir mails de
gente que ni conozco, forwards que me importan poco o nada, y ese tipo de
cosas. Pero me intrigó y acá estoy. Leo esto en Buenos Aires, ¿Y vos?? Un
beso”.
“En Buenos Aires también. Intrigado, como vos, por estar
escribiéndote. Los caminos pasan más cerca de lo que a veces uno imagina.
Los pasillos del ciberespacio son amplios e intrincados, uno aparece y
desaparece sin dejar indicios. Ojalá siga sintiendo tu presencia invisible, casi
onírica”.
Era la primera vez que, salvo por cuestiones profesionales, me escribía
con alguien a quien no conocía. Nunca le oculté mi nombre ni tampoco a que
me dedicaba. Ella estudiaba derecho. Seguramente era muy joven. Nunca
alcancé a saber si el extraño nombre que usaba era realmente el suyo. Nos
escribimos una o dos veces más, cuando le dije mi edad no me volvió a
escribir. Me faltó una máscara adecuada . ¿Tenía algún sentido ponerme una?
Sobre el poder de seducción de la palabra escrita pueden testimoniar
generaciones enteras de mujeres y hombres enamorados, ricos y pobres,
cultos o iletrados. Al calor de poemas y cartas de amor han crecido pasiones
memorables y amores anónimos. Verbos floridos palpitando en el pecho de los
amantes, siempre aguardando una nueva carta, un nuevo verso. La ansiedad
de la espera, el palpitar del corazón agitado al abrir el sobre, el rugor del papel
perfumado, la emoción y la intensidad de cada palabra reflejada en el trazo,
de todo esto y de algunas otras cosas estaban hechos los languidecientes
romances epistolares de antes de Internet. El email y el chat refuerzan este
tipo de relaciones a distancia dándoles una agilidad que hace posible
mantenerlas vivas y florecientes de una manera natural.
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“Alicia amor: tus dos últimos mensajes llegaron sin nada escrito. En el
primero mandaste de vuelta mi carta de ayer y este último está
completamente vacío. Lo único que tienes que hacer es pulsar donde pone
“nuevo mensaje” y después escribir en donde pone "para" o "to" la dirección a
la que mandas el mensaje, escribes el texto de tu mensaje y cuando termines
aprietas "enviar" o "send". Recién entonces te conectas a Internet. Puedes
escribir sin estar conectada, sino te va a resultar muy caro por el coste del
teléfono.
Espero que mis instrucciones sirvan para facilitarte las cosas. Hay más
cosas pero esto es lo básico. Cada programa de email tiene características
diferentes. Si sigues teniendo problemas escríbeme diciéndome que programa
tienes. Un beso grandote”
Alicia, siempre que podía, contestaba los mensajes de Horacio el
mismo día en que los recibía. Así fue durante semanas, durante meses.
“Respuesta con ganas de llegar. Me imagino cuánto te reirás con mis
torpezas informáticas. Todo esto me divierte mucho aunque me deja exhausta.
Aprieto veinte o treinta botones a tontas y a locas y luego bajo desolada hacia
mi cuarto.
La verdad es que hoy no tuve un buen día, aunque no fue malo del
todo. El título de mi mail anterior "Qué difícil es" no se refiere sólo al correo
sino que tiene connotaciones más metafísicas.
Ayer hubo gente cenando en casa. Gente que quiero y valoro, pero se
quedaron hasta muy tarde y yo me sentía algo mal y cansada. Me decías que
comenzaste bien tu trabajo y me encanta. Yo también estoy disfrutando del
mío, aunque reconozco que todavía siento algo de angustia porque como te
dije, me cuesta acomodarme a mi nueva realidad económica y llego a fin de
mes justo, justo con lo justo. Debería conseguir vender un cuadro cada tanto y
tener cinco o seis alumnos más para estar cómoda. Pero es difícil, las cosas acá
están muy paradas. Horacio ojalá que mi cariño (no me atrevo todavía a decir
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amor) sea como un colchoncito que te da tibieza. Aquí estoy, para cualquier
cosa. Escribime. Me encanta sentarme y encontrar tus mensajes.
Besos, besos, besos... Alicia”.
Al día siguiente utilizó un tono un poco más íntimo.
“Hola: Aquí, hoy hace un día de sol primaveral y Mariana, una amiga ,
me propone ir juntas al Parque japonés para ver florecer las azaleas. Tengo
una debilidad por las flores y ese lugar es casi un paraíso: miles y miles de
azaleas florecidas rojas, blancas, rosadas. Si Dios existe, seguramente está
allí. Bueno dulzura, te abrazo y te beso muchas veces. Escribime, contame si
recibiste mi email de ayer. Tengo dudas con la máquina todo el tiempo, pero la
venceré a fuerza de empecinamiento. Hoy estoy mejor que ayer, que estaba
más o menos marchita. Te quiero. Alicia”
La respuesta de Horacio revelaba su deseo de estar con ella, lo
doloroso que le resultaba la distancia
“¿Cómo está la pintora de mis sueños? Hace un calor sofocante,
desértico, y te extraño. Hace dos días que no pongo nuestro disco. Una
semana desde que llegué de Buenos Aires. Una eternidad. Los días pasan
cansinos y a la vez expectantes, como esperando que surja algo, algo
definitivo. No son buenas las noches de inquietud cuando uno está solo. A lo
lejos surges tú, estás riendo. Te abrazo. Nos besamos suavemente, con
ternura honda. Respiro. Te sonrío. Te quiero. Te doy un beso grandote,
grandote”
Esa noche hablaron por teléfono.
“Buen día hermosa. Tu llamada me alegró los sueños. Oír tu voz cálida
fue como recibir la ternura de caricias antes de dormir. Maravilloso aparato el
teléfono que permite sentir la cercanía en la distancia. Algún día pasearemos
juntos por Palermo. No es casual que seas una pintora de tan sutil sensibilidad.
Ayer no andaba del todo bien. Pero fue transitorio. Que hoy sea para ti un día
pleno. Un beso que apenas roza tus labios. Horacio”
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Malentendidos
Los saltos involuntarios del “mouse”, aunque fáciles de controlar, son
un peligro siempre presente en los tecno-romances. Después de este incidente
nimio, sin aparentes consecuencias, la relación pareció estabilizarse en una
amistad marcada por el cariño pero en la que tenía poco lugar el amor. Se
contaban lo que habían hecho en el día, como habían estado, pero rara vez
hablaban de ellos, de lo que sentían el uno por el otro.
El email es un buen espacio para los malentendidos. La precipitación
de las respuestas, la falta de sedimentación de las palabras y de los
sentimientos que ellas producen y expresan, hace que muchas veces se escriba
aquello, que sin una sonrisa y una mirada que lo acompañe, es mejor callar.
Para evitar malos tragos en los emails es aconsejable no dar por supuesto
nada, no omitir ningún detalle, aclarar todos los matices y olvidarse de la ironía,
sobre todo si uno no maneja con destreza las sutilezas del lenguaje.
La precipitación en el correo electrónico, tan cercana a la incontinencia
verbal, es poco recomendable. Dani, mi compañero de penas y alegrías en la
Casa de Oficios, dice que nunca hay que enviar un email sin dejarlo reposar
antes. Hay que darle un tiempo, releerlo y recién entonces mandarlo. Sobre
todo si su contenido es importante.
Un buen amigo mío hubiera hecho bien en seguir el consejo pues por
atolondrado se quedo sin novia. Que lo que voy a contar fue tan triste y
doloroso para ellos como divertido puede llegar a resultar para nosotros.
Llevaban mi amigo y su novia unos cuantos días de desencuentros y desamor
cuando a él se le ocurrió escribirle ofreciéndole matrimonio. Delicada situación
que requiere extraordinario cuidado, como advierten con justa razón los
manuales sobre la cuestión, “ya que (la carta) podría ser mal interpretada y,
ante la volubilidad del hombre, puede ser mirada con mucho recelo. El
momento de enviar esta carta ha de ser elegido con mucho cuidado,
procurando que llegue en una ocasión en que la mujer esté predispuesta a ello”
(Olariaga, 1959)
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Martín, que ese nombre tendrá aquí mi amigo, nada de esto tuvo en
cuenta cuando le envió a su novia un email anunciándole que se iba a casar en
los meses siguientes. Nada decía en su mensaje acerca de quien era la elegida.
Ella reaccionó con aparente calma al principio. Él continuó con su
desafortunado juego de equívocos hasta que ella, furiosa, le escribió sin dejar
lugar a error que ese era el final de la relación.
“Muchas veces me dijiste que lo que te importaba ante cualquier cosa
era que yo estuviera bien y fuese feliz. Mentira grande. Lo cierto es que no
quiero saber nunca más de ti. Siguiendo un consejo tuyo: debo preservarme y
tú no eres una buena influencia para mi. Esto lo corrobora. Sólo consigues
dañarme. Me parece increíble lo estúpida que he sido todo este tiempo
confiando en ti. Si crees que esta mensaje que escribo es por despecho estás
equivocado. Te escribo este último mensaje para que te des cuenta de tu
inmadurez. Debería haberlo dejado pasar, pero no creo que te merezcas de
momento mi silencio, porque tengo que decirte derechamente las cosas para
que abras los ojos. Te pido que no me llames ni me escribas más, ni a mi
cuenta electrónica ni a mi dirección postal. Olvídate de mi. Adiós ”. De nada le
valieron a Martín las disculpas ni los ruegos. Habían transcurrido apenas dos
días desde aquel lamentado email que quiso ser un sutil pedido de mano y
termino significando el fin de su romance. No volvieron a verse.
No es este un caso excepcional. La casi inmediatez del correo
electrónico acelera el proceso de comunicación epistolar generando algunas
veces la ilusión de estar manteniendo una suerte de conversación escrita. Esto
favorece el envío de notas espontáneas, poco elaboradas, aderezadas de
inevitables traiciones del inconsciente. Sin embargo, la lectura de los emails se
produce en un momento indeterminado, siempre posterior a su envío y propicio
para la atención. El email se puede leer y releer tantas veces como se quiera,
se puede guardar, analizar, mostrar. Está revestido de una leve pátina de
memoria heredada de la correspondencia postal.
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¿A la espera de un amor?
Como saber adonde está el amor sin saber amar ¿O acaso lo sabemos?
Sentir una ráfaga de luz que atraviesa nuestra piel y nos recorre por adentro.
Un cortocircuito inesperado que dulcifica las miradas y las sonrisas, que
acaricia el alma e ilumina el ser embelleciéndonos. Descubrir en nuestro amor
el amor del ser amado que en un encuentro mágico nos completa en su recibir
y en su dar.
“Somos dos que son uno, uno doble, uno amado, uno único e
irrepetible. Es por ti, es por mí, un amor amado, un amor vivido” le escribí hace
unos años a la mujer de mi vida en la dedicatoria de un libro que le regalé.
A menudo, muy a menudo, la mayor parte de nuestras vidas gira
alrededor de la búsqueda del amor, sin saber que así es, sin reconocer ante
nosotros mismos que así es. Nos desviamos del rumbo y dedicamos nuestro
mayor esfuerzo a ganar dinero, a coleccionar amantes, a consumir
compulsivamente, a buscar poder o reconocimiento y cuando lo conseguimos
creemos sentirnos satisfechos. Sin embargo, al mirarnos en el espejo nos
encontramos frente a un rostro de rasgos indefinidos, un casi desconocido que,
alertados, intentamos ocultar rápidamente con una buena capa de maquillaje
capaz de devolvernos la imagen de nosotros mismos que preferimos ver y
mostrar.
Otras veces, en cambio, sin comprender la razón, lloramos en un
rincón nuestro descontento y nuestra angustia. Lo que nos rodea nos resulta
lejano, hueco, las voces suenan como chasquidos, las miradas se desvanecen
antes de acariciarnos con su calor, los cuerpos parecen estatuas con
movimiento, las sonrisas muecas aprendidas, nuestra vida una farsa. Aislados
de nosotros mismos, desconociendo los motivos de nuestro desasosiego
desesperamos a la espera de un milagro, mientras nos lanzamos
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desaforadamente por más: más dinero, más éxito, más velocidad, más sexo al
que casi sistemáticamente confundimos con el amor, sin saber que el sexo por
sí mismo difícilmente conseguirá establecer el imprescindible vínculo que nos
una a nuestro yo y por este camino al mundo, pues cada ser humano contiene
en él la síntesis del universo exterior a su yo.
Escindidos por un malestar persistente que no se explican, deambulan
algunos de los carenciados de amor, persiguiendo compasión en alcoholes y
otras drogas, en rezos de profetas de todas las salvaciones y en violencias
redentoras de sus propias miserias.
Diferente es el caso de quienes la ausencia de amor atormenta sueños
y vigilias. El amor entonces recupera su presencia, hasta llegar a ser una
obsesionante búsqueda para aquellos que desconocen que el encuentro del
amor no es cuestión de mera voluntad.
La primera mirada cómplice, una sonrisa cálida, el roce de una piel se
confunden con el inicio del amor. Las barreras de los cuerpos y las almas de
los necesitados de amor se derrumban deseándose enamorados, entregados al
ensueño de la alegría en cada abrazo, en cada beso que anuncia la proximidad
del amor (o del desengaño). Saben que en el amante fugaz, de la complicidad
de dos cuerpos fusionados, del conocimiento de la intimidad del otro, de sus
sabores y de su aroma, del calor de su piel puede germinar el amor. Pero la
atracción sexual nos engaña. El deseo no es amor, aunque el amor implique
deseo. El amor es una comunión de cuerpos y almas que trasciende al deseo.
“El amor es como la música. Y el sexo como el baile. ¿Entiendes? El
sexo, es el baile del amor. Todo tiene que ver con el ritmo. Todo empieza con
un latido, y ese es el ritmo. El ritmo es el motor que lo impulsa todo. El ritmo
de nuestros cuerpos moviéndose juntos, bailando, o haciendo el amor. Tú, y
yo. La sangre bombeando, tic tac, tic tac, como un reloj, como un
temporizador. Y cuando ese latido es uno: ¡PAM! Una gran explosión. La
armonía, la perfección por un instante”, le hace decir mi hijo Alejo al personaje
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de un guión que escribió para una película que aún no se filmó (Alejo Levis,
2001)
En Internet muchas personas juegan con su pulsión sexual sin
sospechar que quizás lo que buscan es encontrar un amor, hay también quien
sueña abiertamente con encontrar en la Red al amor de su vida y otros salen al
encuentro de un amor que identifican sólo con el sexo.
¿Hacia un mundo sin amor?
Montse, a quien conocimos antes, vivía con plenitud su concepción del
amor que tan bien refleja los rasgos narcisistas que identifican a nuestra
sociedad 6.
A diferencia de tantos otros, que sienten y actúan desde su
desconsideración hacia el otro concebido como objeto (y un profundo
desprecio hacia ellos mismos, pues que es, sino, el narcisismo que una
negación del yo) no le producía ningún conflicto verbalizar, asumir su
narcisismo. El amor, para ella, es un sentimiento hacia uno mismo, un
sentimiento que no se comparte.
En Internet, Montse encontró un medio eficaz para buscar amantes
ocasionales con quienes alimentar su voracidad de cuerpos con los que, en su
ilusión de amor autista, intentaba saciar, desde su profunda incapacidad de
amar, su desesperada necesidad de amor. “Busco tío de Barcelona para sexo
real” solicitaba sin rodeos cuando entraba en un chat. De una inteligencia
punzante, Montse era crispación en estado puro. La facilidad con la que
reaccionaba mal ante cualquier comentario que ella sintiera que ponía en
cuestión algo que había hecho o dicho, hizo que durante algún tiempo sus
profesores en la Casa de Oficios consideraran seriamente la posibilidad de
recomendar su exclusión del curso. A medida que el año fue avanzando, la
situación se fue distendiendo. Terminó siendo una de las alumnas que mejor
provecho sacó de la experiencia.
6 Gilles Lipovetsky desarrolla esta cuestión en La Era del Vacío (1ºedic,en francés
1989). Ver también La Pantalla Ubicua, D.Levis (1999)
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Cada vez es más difícil encontrar a alguien que no conozca a nadie que
esté o haya estado metido en una relación afectiva o sexual nacida o
desarrollada en la Red. Como aquella historia que me contaron de una mujer
joven argentina de origen judío, hija de un empresario textil y una psicoanalista
de prestigio, que entabló una relación a través de Internet con un hombre
israelí del que se enamoró sin haberlo visto nunca, tanto como para decidir
viajar a Israel para casarse con él. Lo malo fue que su prometido había obviado
que formaba parte de un grupo religioso ultraortodoxo. Pequeño detalle. Así
fue como la mujer, a la que llamaremos Ofelia, se encontró recluida en una
casa de la parte vieja de Jerusalem, cumpliendo los estrictos hábitos de vida
que prescribe una tradición que su familia, si alguna vez la siguió, había
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Fue la última vez que la vi. Algunos meses más tarde me escribió
desde España contándome que las cosas le estaban yendo muy bien, que la
relación con su ciber novio no había funcionado pero que tenía un nuevo amor
con quien era muy feliz. Mejor final tuvo la historia de Rolfi, un antiguo
compañero mío del colegio que es funcionario de las Naciones Unidas en Roma.
En uno de sus frecuentes viajes por cuestiones de trabajo estuvo en
México. En las oficinas de la delegación del organismo para el que trabaja
conoció a una de las secretarias, una chica muy atractiva casi veinte años
menor que él. Salieron un par de veces y cuando él tuvo que volver a Italia se
mantuvieron en contacto a través del email y del teléfono. La fuerte atracción
física que Rolfi había sentido por ella se fue transformando con el tiempo en un
amor apasionado. Adriana, que así se llama ella, viajó de vacaciones a Italia, él
volvió a México un par de veces hasta que finalmente comprendieron que no
podían seguir viviendo separados. Hacia abril de 2000, aproximadamente un
año y medio después de conocerse, Adriana viajó a Roma para quedarse.
Desde entonces viven juntos, amándose. A finales de 2003 se casaron y en
enero de 2005 tuvieron su primer hijo.
Diferente es el caso de Vicky, una mujer argentina de treinta y tantos
años, de origen europeo y residente en la próspera zona norte del Gran
Buenos Aires, quien en plena crisis laboral y afectiva entró un día en un canal
de chat de Dinamarca y atraída por la foto de un hombre cuyo aspecto le
recordaba a Mick Jagger comenzó una ciber relación que pronto fue derivando
en romance. “La verdad es que yo estaba muy sola y él también. Era muy
dulce y simpático. Me hacía matar de risa. Pronto el tema se fue poniendo
serio. Él aparecía todos los días en el messenger hasta que al final me la creí.
No parecía un tipo mentiroso y me divertía.” A los cuatro meses de iniciada la
relación, él viajó a Buenos Aires.“El encuentro personal estuvo bien. Me
gustaba fisícamente, y eso es muy importante. Hubo onda. Todo fue muy
rápido Fuimos juntos a Punta del Este y las tres semanas viajé con él a
Dinamarca. Vivía con su madre en plena campiña, a 8 km de un pueblo de
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en el chat con alguien que conozco y nos divertimos un rato, pero sino ya me
aburre. Conocí personalmente a varios tipos del chat. Vas a lo que vas, a
pasarla bien un rato y listo. En general tuve buen rollo con ellos. De tanto en
tanto nos seguimos viendo con alguno pero no pasamos de ahí. En todo este
tiempo, de amor, nada de nada.”
Merece algo mejor que esto, pensé. Triste sociedad la que confunde el
amor con el espectáculo de la belleza de cuerpos y rostros jóvenes, la
comunión sexual y emocional de dos cuerpos amándose con una placentera y
eficaz forma de hacer gimnasia, como explícitamente expresaba un mensaje
que leí en un servicio de búsqueda de parejas y amigos
“Dejate llevar... del resto me encargo yo!!! Eso sí, conmigo tienes que
volar, fumar y beber, sino perdemos el tiempo. Busco hombres y mujeres de
no más de treinta años, para tener contacto, con tacto. Atléticos/as como yo,
con experiencia en el tantra y prácticas afines... en fin que no se agoten a los
cuarenta y cinco minutos. A mí me gustan mucho los deportes y el mejor para
mantenerse en forma es, por lejos, el SEXO.. Los demás abstenerse. Las
mujeres tenemos muchos defectos... los hombres sólo dos, todo lo que hacen
y todo lo que dicen. PD: Sólo contestaré a quien me envíe una foto y se ajuste
al perfil descripto.” Su autora, que declaraba tener 24 años, era una mujer
muy atractiva, al menos en la foto que había incluido en su ficha de
presentación en un sitio de relaciones personales
La mecánica de funcionamiento de este tipo de sitios es sencilla. Para
inscribirse, los interesados deben rellenar una ficha con su perfil personal, una
presentación y sus preferencias y si lo desea puede incluir una o más fotos. Los
demás miembros del sitio acceden a las fichas mediante búsquedas a través de
diferentes patrones (edad, sexo, localidad de residencia, etc) y pueden
contactar con quienes deseen a través de un mensaje escrito. Si bien
inicialmente, la práctica totalidad de sitios de búsqueda de contactos personales
eran de acceso y uso gratuito, en los últimos años, en numerosos casos han
comenzado a cobrar una suscripción, sin cuyo pago no es posible comunicarse
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presentaciones que se pueden leer en los sitios web dedicados a los contactos
personales. La edad es lo de menos, desde los dieciocho hasta pasados los
cincuenta, mujeres y hombres de distinta condición y preferencias sexuales
reclaman sexo, a veces, con desespero 10.
“Me llamo Andrea, me gusta el sexo en todas sus formas, chicas,
chicos, gente grande, parejas, todos son bienvenidos quiero pasarla bien sin
rollos ni histeriqueos: SOLO SEXO!!! pajeros y boluditos abstenerse!!! y sin
fotos tambien!!!” 11
escribe con desenfado una chica de veinte años, de
hermoso cuerpo y rostro velado electrónicamente en las fotos que ilustran su
perfil en un sitio argentino dedicado a la búsqueda de este tipo de encuentros.
Son muchas las mujeres que ponen como condición excluyente que
quienes les escriban tengan fotos en su ficha sin considerar la posibilidad de
que las imágenes presentadas en la web no sean verdaderas 12
.
Paradójicamente, tal como sucede en el caso de la chica del rostro velado, en
repetidas ocasiones las personas que exigen fotos a quienes desean
contactarse con ellas, colocan en sus fichas imágenes en las que no se les ve la
cara. Para esto recurren a diferentes medios, hay quienes en lugar de tapar el
rostro publican sólo primeros planos de zonas pudientes presuntamente
propias (en general de los órganos sexuales en imágenes de apabullante
naturalismo), otros incluyen fotos de un formato tan pequeño que es imposible
distinguir los rasgos.
De estas últimas características son las imágenes incluidas en el perfil
de una mujer argentina de 22 años que, a pesar de la práctica inutilidad de las
imágenes que muestra de ella, cierra su presentación escribiendo en
mayúsculas “Excluyente con foto, sólo con foto, únicamente con foto. Sin foto
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no contesto ¡¡¡Please!!!” Ver sin ser visto como oposición del exhibicionismo de
tantas y tantos otros.
Otra veinteañera, que dice tener 23 años y ser de Buenos Aires, de
profundos ojos negros y silueta estilizada según muestran las diez fotos en
posiciones insinuantes que se pueden ver en su ficha en el mismo sitio de
contactos sexuales, advierte sobre el contenido de los mensajes que recibe y,
una vez más, remarca con fuerza la exigencia de foto.
“Hola chicos!! estoy buscando diversión y espero encontrarla acá,
quiero que me escriban chicos con buen físico y lindos (TOTALMENTE
EXCLUYENTE) de entre 20 y 30, que no anden con vueltas y quieran pasar un
momento sexual muy agradable. Solo eso, SEXO, nada de compromiso(...) Los
que escriban por favor pongan cosas coherentes!!!! Nada de boludeces ni se
zarpen porque van a la basura directamente...Y escriban!!! no manden
mensajes vacíos ni tontos. De lo que escriban dependerá de a quien contacte,
tengo muchas ganas de coger pero daría para charlar un rato también, pero
con huecos e inmaduros es medio difícil. SÓLO PERFILES CON FOTO”.
Se trata de una mujer casada que dice tener 47 años y publica cinco fotos
retocadas, pretendidamente de ella, que muestran a una bailarina de cabaret
semidesnuda.
“Amigos: no doy abasto. Son más de mil mensajes y he dado citas por
lo menos por un mes. Ahórrense el trabajo durante septiembre, porque no
podré responderles. Un besito y gracias.
Soy una señora casada, con hijos, seria, culta, distinguida, de
apariencia bastante conservadora, que a esta altura de la vida espera
encontrar aventuras como las que tuvo en la juventud. Busco un hombre,
incluso mas de uno, para vivir a pleno toda mi insaciable capacidad para el
sexo.¡OJO! Histéricos, bebés y otras yerbas, abstenerse. ¡¡SÓLO HOMBRES!!.
Please”
Las palabras y las imágenes con las que se visten muchos de los
participantes en estos sitios de contacto sorprenden por su crudeza. No hay
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para sanar las heridas dejadas por el resentimiento, por el profundo dolor que
se adivina en sus palabras.
“Sólo existe un hombre en mi vida y ya casi es una carga. ¡HOMBRES
NO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! A pesar de estar con mi pareja (hombre), quisiera
compartir mis fantasías con MUJERES, les pido que me escriban aquí y luego
les daré mi dirección de correo electrónico. Tengo muchas ganas de intentarlo,
es en lo único que pienso y deseo....HOMBRES NO, HOMBRES NI PIENSO
CONTESTAR ¿¿LEYERON????”, advierte a los “gritos” (en la red las palabras en
mayúscula se leen como gritos) una joven y hermosa mujer de cabellos rubios
y ojos verdes que dice desear tener hijos, mientras otra casada de 29 años
reclama placer lanzando un desafío:
“Verás muchas incógnitas en mi perfil. Hay una que no está, un
estigma en mi vida: hasta hoy nunca tuve un orgasmo con mi marido. Él no lo
sabe, siempre fingí. Mi lucha se plantea entre no herirlo y seguir con esta
frustración. Soy muy tímida y fui educada en un ambiente riguroso. Por eso no
me animo a conseguirlo con otro hombre......y lo deseo febrilmente. Sé que no
me faltaría con quien hacerlo porque la naturaleza me dotó gratamente. Por
eso antes que nada, necesitas ser muy especial, porque quiero elegir YO”
Reservados y románticos en los sitios de contactos amorosos parecen
en ocasiones algunos hombres, más dados al uso de máscaras para el espíritu
o quizás, sencillamente, más necesitados de amor y de compañía. “ Sobrevivo
en San Telmo... en el corazón de una ciudad fría. Busco algo de calor, alguna
señal... alguna magia” confiesa para conmover un porteño de 42 años con
capacidad para la retórica. Otros, más directos en sus mensajes se muestran
igualmente concisos y parcos en la expresión “ Soy una persona que busca lo
que es amar, querer, sentir lo que es dar, no se puede pedir más” revela un
hombre de 37 años que parece pasearse solo por la vida. Más directo, aunque
muy lejos de la rotundidad con la que escriben algunas mujeres, parece ser un
joven de 24 años que dice de sí mismo “ Soy una buena persona, muy
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creativa, paciente y muy sincero. Me gustan las mujeres que sepan lo que
quieren y que se atrevan”
La red es un buen lugar para revelar preferencias y fantasías sexuales
y también es una posible vía para empezar a materializarlas como el joven de
veinte años que con el rostro todavía oculto presenta públicamente su
confusión “Nene quiere ser mujer. Estoy buscando mujeres o parejas de
mujeres que deseen enseñarme a ser una gata o una mujer en la cama .
A...mmmhhhnnn, en cuanto a los hombres me gustan maduritos para algo
estable.(...) Soy un nene que se encierra en el baño con ropa de mujer y se
masturba pensando de todo (mi familia no sabe nada) a los hombres les digo,
escucho su proposiciones... a pesar de que parece que no soy virgen, nunca
nada, soy re inocente, quien piensa que no es así ,... no sabe lo que se
pierde.”
Un travesti de 31 años solicita su entrada en la “normalidad”
proclamando desde un sitio de contactos sexuales: “Me considero una chica
normal, tranqui , sincera y muy auténtica, trabajo y estudio, llevo una vida
sana y sin vicios, busco un ser que busque una relación que por sobre todas las
cosas se base en la sinceridad , que sea masculino , y buena persona”
Buscar cuerpos a los que amar, cuerpos en los que gozar. El sexo se
mezcla con el amor como escape a la soledad, al desamparo. En la unión
sexual conocemos al ser amado y nos conocemos a nosotros mismos y así
establecemos un puente hacia el resto de la humanidad, pero sin amor el
puente se derrumba en el instante siguiente al placer orgásmico. La confusión
del amor con el sexo hace que “(...) en muchos individuos que no pueden
aliviar de otra manera el estado de separación, la búsqueda del orgasmo sexual
asume un carácter que lo asemeja bastante al alcoholismo o la afición a las
drogas. Se convierte en un desesperado intento de escapar a la angustia que
engendra la separatidad y provoca una sensación cada vez mayor de
separación, puesto que el acto sexual sin amor nunca elimina el abismo que
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Consumidores
Muchas personas al encontrarse físicamente con conocidos de Internet
se sienten defraudados al comprobar que quien está ante ellas no se parece a
quien esperaban hallar. Los casos se repiten. Una antigua alumna mía me
contó su primera experiencia con alguien que había conocido en un chat.
“Antes de quedar habíamos estado escribiéndonos y hablando por
teléfono durante más de dos semanas. Cuando lo vi, no tenía nada que ver
con la persona a la que esperaba encontrar. Siempre se había mostrado
seguro de sí mismo y resultó un tipo miedoso e inseguro. Incluso parecía
distinto al de la foto que me había mandado. Como no hubo feeling, como no
hubo piel, no paso nada, más que hablar, salir, pasarla bien. Después de esa
noche no lo volví a ver. La verdad que lo que hice fue una locura. El tipo tenía
mi teléfono y sabía adonde vivía porque cuando quedamos paso a buscarme
por casa. Por suerte no volvió a aparecer, pero imagínate, si viene y me busca,
sigue insistiendo, me sigue llamando. Ahí es peligroso. Después de ese día no
volvía dar la dirección de casa” Concluyó Lucía reflejando implícitamente uno
de los temores más extendidos respecto a las relaciones en la Red, la
posibilidad que del otro lado de la pantalla surja un ser oscuro y violento.
Cada tanto la prensa habla de casos de mujeres o niños que fueron
asesinados o violados por personas que habían conocido a través de Internet.
Historias de este tipo forman parte de las tantas leyendas urbanas que
acechan la Red. El riesgo existe, pero muchas veces se exagera su dimensión.
Al fin y al cabo en nuestra vida cotidiana corremos también el peligro real de
sufrir agresiones físicas y en demasiadas ocasiones los agresores son personas
cercanas (el maltrato de mujeres y de niños por parte de parientes es tan
habitual –y escondido - que avergüenza). Los depravados no necesitan de la
Red para buscar a sus víctimas, lo que no quita que sea necesario tener un
mínimo de precaución en las relaciones iniciadas a través de Internet. Pero lo
cierto es que en la Red es mucho más habitual la presencia de otra clase de
depradadores.
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Jugar, buscar, encontrar a través del espejo
Chat y comunicación
Chatear no es necesariamente sinónimo de ocultamiento, como
tampoco lo es escribirse a través del correo electrónico. La computadora amplía
las posibilidades inmediatas de comunicación. Una comunicación con
características particulares que muchas veces, es cierto, puede resultar nada
más que un simulacro de diálogo, pero que en otras ocasiones puede servir
como puente para vivir una experiencia comunicativa intensa con personas
conocidas o no que viven lejos o están físicamente alejadas.
En sentido estricto, se puede objetar que estamos ante un modo de
comunicación incompleto. La ausencia de índices corporales así parece
sugerirlo. El único indicio que tenemos de los participantes de un chat son sus
palabras , que separadas de cuerpos e historias personales, sirven como
constancia de la presencia (presumible) de alguien tecleando del otro lado de la
pantalla. Sin embargo, más allá de consideraciones teóricas, el chat es para
una gran parte de sus millones de usuarios una poderosa herramienta de
comunicación y de diversión compartida con otros, sin sospechar que en
muchos casos puede ser para cada uno de ellos un incisivo instrumento de
revelación de aspectos ocultos del propio yo. Porque lo cierto es que cuando
uno juega a cambiar de personalidad, a ocultarse en el brillo engañoso de la
pantalla y en la capacidad dialéctica de su escritura para disfrazarse con un
rostro que no es el propio termina, en algún momento, comunicándose consigo
mismo. Los demás participantes sirven como catalizadores imprescindibles
para la continuidad de la búsqueda.
Todos tenemos la necesidad de generar espacios imaginarios. Todos
tenemos la necesidad (poco asumida) de encontrarnos con nuestras fantasías,
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fantasía de encontrar una nueva pareja, hablamos de ella antes. Hoy sólo
busca divertirse sin por ello negarse a echar una mirada crítica sobre algunos
aspectos de las relaciones que se establecen en la Red.
“Quizá lo que más me impresiona de toda esta historia de los chats es
su "falsedad"... ¿Cómo te diría? Quizás dentro de unos años el hecho de
conocer gente a través de Internet se verá de otra forma, pero hoy por hoy
parece ser que las personas que se conocen a través del chat (sobre todo las
que se encuentran en grupos... las famosas "quedadas") no quieren mezclar
amistades. Es como si existieran dos mundos paralelos: las amistades que se
han generado por las vías, digamos, convencionales y las amistades que se han
generado por Internet. Para estas últimas tienen locales propios de encuentro y
no acostumbran a mezclar los diferentes tipos de amistades. Es como si el
amigo del chat tuviera que esconderse”.
Pero no siempre es así.
Jugar, casarse
Lucía tiene una amiga que se llama Amparo. Cuando hablé con ellas las
dos tenían 21 años. Son amigas desde que empezaron juntas la facultad hace
ahora unos cinco años.
- Estamos conectadas por email absolutamente toda la tarde desde el
trabajo. Nos pasamos todo el tiempo mandándonos mensajitos - cuenta
Amparo. - Cuando entro en un chat charlo con desconocidos y meto mentiras.
-Ahora lo que me gusta hacer cuando estoy en casa aburrida es
conectarme y, mientras espero que baje un email o cualquier otra cosa, entro
en el chat y veo lo que escribe la gente. Por ahí no chateo con nadie, por ahí
no respondo, pero me gusta ver lo que escriben, como se relacionan, lo que
busca uno, lo que busca el otro - explica Lucía. - Un día conocí a un chico por
chat. Chateábamos todas las noches hasta las tres de la mañana, los fines de
semana... después lo conocí personalmente y se lo presenté a Amparo. De eso
hace un año, y desde entonces están de novios - revela.
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propio cuerpo (y al del otro), cualquiera sea la forma que adopte, implica la
abolición del cuerpo de los amantes. La máquina electrónica, incapaz de toda
ternura y de toda seducción, es un imposible sustituto del cuerpo en el juego
amoroso, una compulsiva prolongación de una idea represiva de la sexualidad;
dentro de cierta visión masculina de la intimidad heterosexual constreñida,
como diría Marcuse (1953), bajo la supremacía de la genitalidad.
Pensadores hay que con sutil perspicacia filosofean acerca del atractivo
erótico de la computadora que anuncia la aparición de una relación simbiótica
con la tecnología. Sublimación mucho más profunda de lo que pudiera indicar
el carácter desmesurado y superficial de gran parte de los discursos sobre el
sexo virtual. El mundo reproducido como pura información no sólo fascina a
nuestros ojos y mentes sino que también captura nuestros corazones
aventuran ciertos hacedores de ideas que en su tarea mistificadora repiten una
vez y otra que la computadora nos hace sentir aumentados y más poderosos.
“Nuestros corazones laten en las máquinas. Esto es Eros” concluye el
profesor norteamericano de filosofía Martin Heim (1993:85) en un libro
dedicado a la metafísica de la realidad virtual, publicado por la editorial de la
Universidad de Oxford. El Eros de un sujeto que se ha rendido a su
incapacidad para romper el aislamiento en el que vive, en el cual el otro sólo
existe en cuanto es percibido detrás de una pantalla electrónica, constituida
más que nunca en una barrera insalvable que ahonda la soledad de cada
individuo.
En el (no) espacio digital no existe ni castigo ni contagio, y tampoco
posibilidad alguna de verdadera comunicación erótica. Disueltos los rastros de
toda empatía en sucesiones inacabables de impulsos binarios, apenas perduran
mínimos destellos de una sensualidad imposible, más hija del voluntarismo de
la razón que de la emoción del juego de seducción. A los vínculos les
pedimos, en general, que sean auténticos, calurosos y fuertes, tres condiciones
inalcanzables para cualquier máquina.
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menos, nos habríamos escrito largas cartas sobre papel, muy seguidas al
principio y poco a poco cada vez más espaciadas y hubiéramos hablado
algunas veces por teléfono hasta que finalmente hubiésemos sentido al
otro alejarse indefectiblemente hasta convertirse en un casi
desconocido. Internet nos ha permitido mantenernos cerca, de algún modo
mucho más cerca de lo que llegamos a estar en Buenos Aires cuando nuestros
cuerpos sí lo estaban. Nuestra relación no sólo se ha mantenido como si
estuviera en una nevera, sino que siento que ha madurado, se ha solidificado.
Eso sí, nos falta la cercanía del calor de la piel, indispensable, irreemplazable.
¿Y si cometiera la locura de tomarme un avión? ¿Y si te tomarás vos un
avión ? Te pago el billete, te invito. Rompamos la inercia. No nos dejemos
arrastrar. Olvídate de tus miedos al avión. El miedo no existe, lo creamos
nosotros, así que somos nosotros los que tenemos que desprendernos de él,
sin conflicto sin esfuerzo. Ignorándolo. Si no venís, si no voy, si al final te
enamoras de Ari, o de tu compañero de almuerzos, si renace tu amor por X o
aparece tu príncipe azul, me pondré triste por perderte, pero no por eso
dejarás de estar en mí. No quiero ser motivo de malestar para ti, solamente
de bienestar y alegría. Un beso.”
Alicia, enfrentada al dolor de él, sintió un cosquilleo desagradable ante
la posibilidad de perderlo. Le escribió un mensaje que sólo sirvió para aumentar
en Horacio la sensación de pérdida.
“Lo que te conté era algo halagador para vos. Cuando tuve el acto
fallido no pensaba en hacer el amor con cualquiera sino con vos. Es larga mi
historia con el tema de la sexualidad, y compleja , como para hablarlo hoy y
ahora, pero bueno es así.... Resumiendo, te diría que hasta hace muy poco
tiempo yo tenía pocas ganas de hacer el amor. Eso cambió, o está cambiando,
como si mi cuerpo hubiera despertado. Me gustaría estar con vos, pero es
cierto también, que en este momento -y digo en este momento porque tuve
épocas de abstinencia, mucho más prolongadas- me cuesta no hacer el amor.
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Pero como vos bien decís, lo que tenga que ocurrir será. ¿Estoy confusa?
Quizás sí, porque es confuso lo que me pasa. Te mando un besito.”
Ella, por entonces, no había traspasado todavía la etapa del deseo
mientras que él en esos mismos días había empezado a corretear con una
antigua compañera de trabajo con la que se había encontrado por casualidad
en una conferencia de prensa, según se enteró Alicia tiempo después. Sea
como fuere, mensaje a mensaje, sentían cada vez más intensamente la
necesidad de verse. En aquellos días la idea de hacer un viaje creció y
empezaron a fantasear con encontrarse en Barcelona o en París.
“Me dio alegría y risa la locura del viaje. De pronto camino por la calle
y fantaseo con el viaje y con la ropa que llevaré y con caminar juntos por
¿Barcelona? Para mí sería como estar en las mil y una noches, algo irreal. Hola,
hola, aquí Alicia” le escribió ella entusiasmada cuando surgió la posibilidad del
viaje, pero cuando él le anunció que había reservado los billetes de avión y un
hotel en el Barrio Latino de París para los primeros días del mes siguiente ella
sintió una ola de pánico. El juego empezaba a tornarse peligrosamente real.
Amar a un ser ausente, idealizado, no es lo mismo que enfrentarse al roce de
una piel no familiar, a una sonrisa y a una mirada ya olvidadas. Alicia prefirió la
distancia.
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alto, al menos eso pensaba él. Sin embargo, nada sabía de la adicción de ella a
las drogas como tampoco que tenía diecisiete años ni que vivía en Nueva York
y no en Boston como le había dicho.
“Dejé de chatear durante un año y medio. Quedé muy mal con lo que
me pasó con una chica que conocí en el chat. Hacía un tiempito que no sabía
nada de ella cuando un día abro mi buzón de email y me encuentro con un
mensaje de su madre pidiéndome que la llamara urgente. No sé que carajo
se me cruzó por la cabeza, pero el asunto es que llamé. La mujer me contó
que su hija estaba internada por una sobredosis de coca y no sé que más. El
asunto es que me acusaba a mí de ser el culpable. Yo no entendía nada.
Intenté explicarle que yo no tenía ni siquiera idea de que su hija se drogara,
que yo era un tipo serio, que como se le ocurría pensar que podía tener algo
que ver con algo así, pero ella sin escucharme repetía una y otra vez que por
algo su hija no dejaba de pedir por mí. Cuando mencionó que la piba tenía
apenas diecisiete años me quedé helado, ella a mí me había dicho que tenía
veinticinco. Me di cuenta que todo lo que me había contado sobre ella era pura
mentira. Para colmo, cuando la vieja me comentó que su marido era uno de los
principales empresarios de la construcción de Nueva York sentí que me lo decía
como advertencia. No sé porque pero no podía dejar de asociar al tipo con la
mafia. Me entró un cagazo que para que les voy a contar. Al final, por suerte,
logré convencerla que yo no tenía nada que ver con nada de lo que había
hecho su hija. De la piba no volví a saber nunca nada. Eso sí, como les conté
antes, durante un año y medio no volví a entrar a un chat”.
Idealizados amores de Internet, en los rara vez se filtra la sordidez
cotidiana en la que viven muchos de sus protagonistas, lo cual es de entender
pues de eso mismo se trata, de construir una realidad menos hostil, un espacio
en el que el sueño y la alegría sean posibles. Rumbo equivocado para una
aspiración legítima. Difícil, imposible diría, es que un amor moldeado con
reflejos de nuestra propia imagen sea de utilidad para librarse de la angustia
que nos persigue y nos consume en la soledad del desamor. ¿Cuál es sino el
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lamer las suelas de los zapatos. Varias de las chicas al recibir tan singular
propuesta, alarmadas, corrieron a contárselo a la coordinadora del curso.
En un primer momento se consideró la posibilidad de solicitar su
expulsión, pensando que podía resultar peligroso. Desde un principio tuvimos
claro que no se trataba de una broma de mal gusto, sino que “Suelas” tenía
cierta, por no decir marcada, tendencia al sadomasoquismo. Sin embargo,
pienso que la decisión que se tomó de no darle mayor trascendencia al tema,
aunque un poco arriesgada, fue correcta.
Hacia fin de año, Pablo había conseguido lamer las suelas de los
zapatos de unas cuantas de sus compañeras, que una vez pasado el choque
inicial, fueron accediendo a sus deseos sin que ello tuviera consecuencias
inmediatas en sus vidas ni en el desarrollo normal del curso, no así en la de él
que, sin duda, debió de sentir un enorme placer.
A “Suelas” le gustaba jugar con el personaje tenebroso que había
construido consigo mismo. Poseía un humor sarcástico de tonalidades oscuras y
no dejaba de manifestar abiertamente sus preferencias sexuales, lo cual no
impedía que detrás de sus alardes se adivinara a un chico cálido, tímido y muy
desvalido que escondía su terror en gestos de estudiado cinismo. Entre todos
los alumnos de la Casa de Oficios, “Suelas” destacaba por su habilidad en el
manejo de los ordenadores, lo cual hacía que muchos de sus compañeros
recurrieran a él para que les facilitara secretos sobre el acceso y copia de
juegos, programas y archivos de uso restringido y otras transgresiones a las
reglas de buena urbanidad informática, muchas de ellas unilateralmente
impuestas por las grandes compañías de software. Tenía un sitio web dedicado
al sadomasoquismo y alardeaba de ser capaz de levantar el código de
seguridad de cualquier juego o programa, aunque siempre sospeché que era
más un hacker de palabra que de hechos.
Charlando con él sentí un fuerte sentimiento de compasión. Quien
estaba adelante mío era un niño apaleado que a los 20 años acumulaba toda la
tristeza del mundo. Casi lo primero que me contó fue que había conocido a su
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“ama” en una sala de chat de sadomasoquismo “Las únicas que visito. Eso sí,
nunca me encuentro personalmente con gente del chat si no es alguien a quien
conozca algún conocido mío. Puede ser un tanto peligroso” reconoció “Algunos
amigos tuvieron problemas serios con gente del chat. Casi, casi no la pueden
contar. Ella antes había sido la ama de un amigo, por eso acepté encontrarla.
Para mí fue maravilloso conocerla, nunca antes había sido tan feliz”.
Seguimos hablando durante un buen rato. Me contó que nunca había
estado enamorado, que no sabía lo que era el amor, que seguramente debía de
ser algo bueno y que esperaba conocerlo alguna vez. “Yo nunca hice el
amor” me confesó sin inmutarse. Yo le descreí, pero él me aseguró que era
cierto. “Sí tío, créeme, nunca follé, nunca”. Jamás sabré si me mintió, ¿tiene
importancia? Más allá de los hechos puntuales su dolor era verdadero, su
soledad inconmensurable.
A Blanca, a sus 23 años, le atormentaba su virginidad. No sé si
finalmente habrá conseguido su objetivo de encontrar una persona que,
amándola, la libere de lo que ella vivía como un estigma. Supuesto estigma
que, por cierto, los demás conocían porque ella se encargaba de proclamarlo
en todo momento y situación. No destacaba por su inteligencia ni tampoco por
su simpatía. No era especialmente bella, pero tampoco fea. Era rubia, de ojos
azul claro y un poco rellenita, sin llegar a ser gorda. Aunque parecía agradable,
sé que a sus compañeros de estudios y de trabajo les resultaba especialmente
cargosa, rasgo que con seguridad hubo de alejar a lo largo de su vida a varios
posibles pretendientes .
Su relación con Internet era reciente y una de las primeras cosas que
hizo, como tantos otros principiantes fue dedicarle horas al chat. Según quienes
la conocían, se lanzó a la red con un primordial y único fin: Encontrar novio.
Claro que públicamente nunca lo hubiera reconocido. Ella ante todo, hacía
esfuerzos por mostrarse como una chica de principios. A veces no podía evitar
caer en contradicciones, pero ¿quién no?
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sola que la una. Mi problema es que soy muy idealista y claro, hay cosas que
actualmente parecen estar de más. Una persona idealista suele darse
demasiado contra el suelo. Yo no me cuelgo de un chico sólo por su físico. ¿ A
mí de que me sirve estar con una persona guapísima que sea imbécil o muy
mala persona? No sé, creo que lo que más me atrae de una persona es el
carácter. Al fin y al cabo ves a un montón de gente horrible por ahí y nadie se
muere del susto.
Muchas veces con gente del chat nos damos la dirección de email
directamente. En cambio, el número de teléfono se lo doy a muy pocos. Me he
llevado feas sorpresas. He conocido a tres personas del chat”. El pudor había
ido cayendo, así fue como Blanca revivió en su relato el milagro de los peces y
donde dijo uno se hicieron tres.
”Cuando vi al de Tarragona .... ¡guauu ¡ Fue muy fuerte, yo había
pensado que tendría unos 26 años. La verdad es que no sé si lo que me dice es
cierto, lo único que sé seguro es que es de Tarragona. También quedé con
otro chico que no tenía nada que ver a como me había contado que era, no
coincidía ni siquiera el color de ojos. No le comenté nada, no me pareció
necesario. Después me contó montones de cosas, puro rollo.... Cuando la
gente me está mintiendo me doy cuenta, es como si tuviera un sexto sentido.
Aunque de verdad, a mí al fin y al cabo ni me va ni me viene, es problema
suyo. Lo sigo viendo. Es de Barcelona. El tercero me pareció bastante majo.
Viene desde Bilbao. A mi me gusta mucho la gente de Euzkadi y lo enfatice
mucho. Por ahora nos vimos dos veces y hablamos muy seguido por teléfono.
Con el de Bilbao y con el de aquí charlamos de temas un poco escabrosos, con
el Tarragona prefiero no hacerlo. A los tres les dije desde el principio que yo
quería conocerlos sólo en plan amigos.. Mi hermana me dice siempre que
tengo que dejar las cosas muy claras porque sino das paso a que la gente te
interprete de otra manera. También conozco a uno de Madrid, pero todavía no
vino a Barcelona”.
Buscar, encontrar, acercarse, huir, buscar, encontrar, acercarse, huir....
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La ilusión de transparencia
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esta sensación es tan intensa, tan real que se vive como una bendición, hasta
que, poco a poco, imperceptiblemente, a medida que aumenta nuestro amor y
con él la necesidad de la presencia del otro, el desarraigo físico empieza a
hacer estragos en el alma, y el dolor por la ausencia avanza, imparable, hasta
llegar a ser insoportable. En ese momento, se hace imprescindible mirarse,
tocarse, acariciarse, besarse... Entonces, no hay distancia, no hay obstáculo
que pueda impedir el encuentro.
Y cuando al fin llega ese tan esperado momento, raro es que aquel que
esta allí, ante nosotros, no nos resulte un extraño, a quien, sin embargo, en
ocasiones nos obstinamos en amar, al menos provisionalmente. Otras veces, en
cambio, los amantes virtuales huyen despavoridos ante ese desconocido que
los mira con ojos de asombro y descreimiento.
La preparativos que rodean el encuentro intensifican los sentimientos
de los amantes virtuales que en su turbación tienden a construir castillos de
amor desmesurado. Carmen es el nombre supuesto de una mujer joven de
Vigo que, a través del servicio de contactos de uno de los mayores portales en
castellano, conoció al amor de su vida, al menos eso es lo cuenta.
“Me inscribí en el servicio de contactos por simple curiosidad, para
divertirme un rato. Ni se me pasó por la cabeza que encontraría al amor de mi
vida. Los primeros días recibí muchos mensajes, pero sólo contesté unos
pocos. Hubo uno que me llamó especialmente la atención, era de un tal Nando
que me daba su número de ICQ. Durante los primeros mensajes que nos
mandamos, la verdad es que no lo soporté. Después, y no sé bien cómo ni por
qué, empezamos a jugar (o algo así) a preguntas y respuestas, y parecía que
nos estábamos leyendo la mente. Desde ese momento supe que había algo
especial entre nosotros. A partir de entonces seguimos escribiéndonos, ya
fuera por medio de mails o por ICQ. Al principio tuve mis dudas sobre él, ya
que es casi dos años menor que yo, pero al ir conociéndolo vi que tenía la
madurez de un chico de veinticinco años a pesar de tener sólo veintiuno. Eso
me encantó.
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los ojos, sentir la presencia física del Otro junto a nosotros,¡reírnos juntos!
¡Cómo une la risa compartida!
En las relaciones a través de la Red entre personas que se conocen,
pero por diferentes motivos no se pueden estar juntos, la transparencia
atribuida a la pantalla comienza a separar al individuo real, diluido en la
memoria por el paso del tiempo, de los mensajes que escribe, dando lugar a la
aparición de un inquietante alter ego virtual, que no siempre responde a la
persona que hay detrás de la pantalla.
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corto castaño oscuro, con una única mecha teñida de color que durante el año
fue cambiando, sin ningún orden, del rosa al azul pasando por diferentes tonos
de lila. Buena fumadora de hachís, todas las mañanas, durante las pausas, salía
a fumarse un porro a la explanada de entrada del edificio en donde dábamos
clase. Como todo usuario del chat que se precie cuando entraba en uno se
identificaba con un seudónimo aunque, según me dijo, conservaba su
personalidad.
“Pongo otro nombre pero soy yo. Del chat me gusta que puedes
hablar con la gente de cualquier cosa. De todos modos, tengo siempre la
sensación de que me mienten. Todos son ingenieros o técnicos, gente que
sabe mucho. Hay algunos pesados, empalagosos pero si no te gustan,
cierras la ventana y ya está. Me escribo por email con un chico de Santander,
pero no lo considero mi amigo. A los del chat tampoco los considero amigos
míos. No tengo con ellos ningún tipo de implicación afectiva. Alguna vez me
propusieron de quedar pero yo no acepté. Lo más cerca que estuve fue una
vez que un chico me dijo que se iba a pasar por la facultad una tarde en que
yo iba a una fiesta con unas amigas , pero al final no pasó. Por ahora no tengo
ganas de conocer a gente del chat porque soy muy desconfiada. Cuando estoy
chateando con alguien siempre intento llevar las conversaciones hacia un
terreno en el que no me pueda mentir. No descarto que algún día pueda tener
ganas de conocer a alguna gente del chat. No me cierro. Si veo que es buena
gente aceptaría encontrarme”, concluía entre ingenua y temerariamente
Miriam, mientras yo me decía a mí mismo, sin atreverme a planteárselo a ella,
si es posible evaluar la calidad humana de alguien desconocido sólo a través de
los que nos escribe, cuando además somos conscientes de que todo lo que nos
dice puede ser falso.
Confundida con una diáfana ventana a la realidad a veces y otras con
un dispositivo revelador de almas, con un telescopio hacia el interior de las
cosas y de las personas, con un calidoscopio de mentiras de las que siempre
surgen verdades, con un multiplicador del conocimiento, con un panorama de
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dice la verdad, pero yo confió en esta persona que me buscó para charlar.
Cuando veo que la conversación empieza a tergiversarse, que empieza a
haber mentiras o chistes o algo desubicado, entonces ahí empiezo a dudar. Las
relaciones en el chat muchas veces quedan en la nada. Sin ninguna
explicación, la conversación de un día para el otro se agota, se pierde el
encanto. No dejan ninguna huella. No los conocí, no los vi, no hablé con ellos
por teléfono, quedaron en la virtualidad”. La imagen de timidez de Débora no
responde a su verdadera personalidad, no hace falta ser demasiado perspicaz
para darse cuenta. Cuesta imaginar que tenga problemas para relacionarse
según lo que se puede deducir hablando con ella, pero ese es otro asunto.
“Hace como dos años estuve saliendo con un chico que conocí en el
chat. Todo fue muy raro. Una noche que estaba aburridísima busqué a alguien
en el ICQ. La información que había sobre él era muy escueta, no decía nada
más que el nombre y la edad. El asunto es que, intrigada o aburrida, lo
contacté. No tuvimos un enganche de esos de ponerse a charlar horas y
horas. De hecho no hubo nada. Pasaron cuatro días sin que nos volviéramos a
hablar, y después durante las tres semanas siguientes nos encontrábamos de
vez en cuando en el ICQ como si fuéramos amigos de amigos. Teníamos un
trato muy lejano, hasta que un día hablando de cine, que a mí me gusta
mucho y a él aparentemente también, quedamos en ir a ver juntos no me
acuerdo que película. Fuimos al cine y a tomar algo y no pasó nada. Todo fue
en plan amigos. No hubo flechazo por ninguna de las dos partes. A los tres
días, cuatro me llama, volvemos a salir y ahí fue el enganche.
Otra vuelta estaba navegando como a las tres de la madrugada y en la
ventana del ICQ aparece el mensaje de un chico que me buscaba, que me dice
“Débora ¿qué tal?” Yo, bien agresiva, le contesté “no te conozco” . Él se
disculpó contándome una historia que no sé si era o no cierta. Empezamos a
charlar y al ratito andaba proponiéndome que nos conozcamos. Yo primero le
dije que no tenía ganas. Eran como las cuatro de la mañana y de pronto se me
ocurre largarle un desafío. “A ver que tal machito sos, ¿hasta adonde te
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como el pensador francés Pierre Lévy (2000) pronostican sin atisbos de alarma
en sus palabras que en las primeras décadas del siglo XXI la mayor parte de la
vida social se realizará en el ciberespacio. Bajo los efectos de los efluvios de la
tecnofascinación, Lévy afirma que Internet es simplemente el estadio que
sucede a la ciudad física en el reagrupamiento social de la humanidad.
Entretanto, lejos de esta televida que propugnan los estrategas de las
empresas del sector de las telecomunicaciones y la informática y sus valedores
intelectuales, los usuarios de Internet, en su inmensa mayoría afortunadamente
no renuncian, por ahora, a mantener relaciones físicas, ni tan siquiera con sus
interlocutores virtuales.
Como alguna vez escribí, las voces, las miradas, las caricias actúan
como protección contra el autismo, insanía que conduce, recordémoslo, a la
muerte prematura, y que tantas veces indirectamente parecen promover algu-
nos mensajes y actitudes públicas. “Cualquiera sea la tecnología a la que se re-
curra, existen diferencias notables entre una comunicación cara a cara y la que
se mantiene a través de la mediación de una máquina. El ser humano trasmite
y recibe información sensorial a través de sus gestos, sus miradas, su olfato,
del tacto, todo el cuerpo convertido en un gran órgano de comunicación.(....)
Las máquinas de comunicar apenas pueden proporcionamos un precario, insa-
tisfactorio sustituto de comunicación interpersonal.” (Levis 1999). Idea que no
siempre parecen compartir algunos estudiosos de la comunicación que preten-
diendo amoldar la realidad a sus reflexiones teóricas son capaces de afirmar,
por ejemplo, que, ante enunciados similares, no existe diferencia notable entre
recibir una carta y hablar por teléfono, entre escuchar un disco y asistir a un re-
cital del cantante en cuestión, que tal despropósito escuché decir en un con-
greso a un profesor de una prestigiosa universidad de Barcelona.
Callo el nombre del autor de tal desatino porque no es intención mía
molestar a nadie, sino, bien por el contrario, contribuir a la comprensión de los
fenómenos de la comunicación. Cierto es, y así se lo supe manifestar en su mo-
mento a mi colega, que para quienes como yo vivimos en el dolor de la distan-
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cia, bien diferente nos resulta oír la voz de alguien querido en el teléfono que
leer una carta o un email, ¡ y qué decir de la maravillosa alegría de poder mi-
rarse a los ojos después de un emocionado abrazo!
Sin afectividad, sin considerar su existencia, su importancia primordial,
no hay teoría sobre la comunicación humana que pueda sostenerse ante el más
mínimo análisis. Tampoco cuando se trata de explicar la comunicación mediati-
zada por ordenadores. Al fin y al cabo, del otro lado de la Red siempre hay un
ser humano, incluso si nuestro interlocutor es un programa de inteligencia arti-
ficial.
La ilusión de proximidad que ofrece la pantalla de la computadora, la
inmediatez con la que es posible recibir y enviar mensajes, el tono informal y
distendido de la comunicación contribuyen a crear la sensación de frustración
que sigue a la interrupción del acto comunicativo. Es entonces cuando la falta
del Otro, su ausencia, empieza a sentirse de un modo cada vez más intenso
hasta hacerse insoportable. Al principio basta con reanudar la comunicación a
través de cualquier medio técnico que esté al alcance, pero llega un momento
en que la tecnología más sofisticada imaginable es insuficiente, en el que la
necesidad del ser amado, o de aquel en quien intuimos el amor, hace
inconcebible cualquier otro encuentro que no sea el físico. Allí, en el roce de las
miradas y las pieles, en las sonrisas y en los palpitares, en colores, tonos y
almas, es en donde toda relación define su rumbo. Tarde o temprano.
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Este tipo de encuentros fallidos son los más habituales en la red, como
lo que le pasó a un amigo mío que se estuvo camelando a una mujer a través
del chat y del email durante más de una semana y cuando la vio tuvo ganas de
salir corriendo ahí mismo, y tan poco delicado fue que la pobre, enseguida
comprendió que su cariñoso corresponsal tenía tan sólo existencia virtual pues
el caballero que tenía enfrente sólo deseaba escapar de ella, que había asistido
al encuentro envuelta en los pétalos de rosas y jazmines recibidos en forma de
palabras en la pantalla de su computadora, y a cuyo autor deseaba entregarle
su alma y su cuerpo esa aciaga noche en la que vio el rechazo dibujado en los
ojos azules de ese señor cuarentón que tenía sentado enfrente, mi amigo.
No fue esta la primera ni tampoco la última vez que mi amigo atravesó
los límites de la pantalla para acercarse a una señora o señorita con el único fin
de acostarse con ella, pero si fue esta la única vez en que él se echó para atrás
apenas la vio (o la presintió). Lo cual no quiere decir que el resto de sus
encuentros terminaran en la cama, lo que es seguro es que ninguno terminó
en el amor, ni tan siquiera en el intercambio de una sonrisa cariñosa.
Amar es buscarse en la mirada del otro, encontrarse a sí mismo en los
gestos de ternura, en el encuentro de dos cuerpos, dos almas haciéndose una.
El sucedáneo estéril que construimos en la pantalla nos devuelve una mueca
caricaturesca en la que se refleja el dolor y la tristeza, la angustia de saberse
solo, solo junto a aquel o aquella que acude a la cita con su propia desolación
a cuestas, esperando encontrar un cuerpo disponible en el que ahogar la
tristeza disfrazándola de placer durante el fugaz éxtasis sexual. Después sólo
quedan los despojos. Un revoltijo de lágrimas, vergüenza, culpa, excitación,
esperanza, alegría robada, negación, ropas en el suelo, pieles sudorosas,
sábanas, palabras huecas, promesas incumplidas, y dos personas que seguirán
buscando a la deriva aproximarse a una imagen móvil que cuanto más cerca
parece estar, más se aleja. Identidades diluidas, identidades en permanente
alejamiento.
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“ Me fue imposible poner las palabras del otro, del que me escribía, en
ese tipo. No encajaba con la imagen que me había construido” me explicó
Marta “Ese mediodía fuimos a comer juntos y no lo pude soportar. Al rato me
escapé y nunca más hablé con él. Tiempo después, una vez me contactó en
el chat y yo me oculté, le dije que yo no era yo sino una amiga que estaba de
visita en mi casa”.
Al reflexionar sobre esta experiencia Marta señala que al enviar una
foto con la que queremos ser identificados uno puede mostrar lo que fue, lo
que es o lo que quiere llegar a ser. “La foto que me mandó el tipo debía tener
al menos diez, quince años que lo pasaron por encima. En ese cuerpo todo lo
que me había escrito y dicho se disolvió en la nada. No tengo dudas, la
imagen es importante, vehiculiza el deseo”.
Los niños y los preadolescentes, tan dados a relacionarse por chat, no
se escapan de vivir decepciones y frustraciones similares a las de los adultos
cuando ven por primera vez a sus colegas del chat. Esto es lo que le pasó a
Gabriela, la hija de 12 años de una conocida mía, también psicóloga de
profesión y muy versada en los entresijos del ciberespacio.
Gabriela chatea por la noche antes de cenar. Se conecta sobre todo
con sus compañeras de colegio El verano pasado, mientras estaba con su
mamá de vacaciones en Pinamar, empezó a chatear con un chico de su
edad, Federico. Durante el año siguieron chateando, él la llamaba por teléfono
todas las noches para arreglar la hora del encuentro en la sala de chat.
Un día la mamá de Gabriela recibió un email de la mamá de Federico
proponiéndole organizar entre las dos un encuentro sorpresa para que sus
hijos se conocieran. Quedaron en ir al cine. Fijaron el día, la hora y el lugar en
donde se encontrarían. La mamá de Federico le había enviado una foto a la
mamá de Gabriela para asegurarse que no se perderían. El día acordado
fueron con sus hijos al multicine de un centro comercial de la zona sur del
Gran Buenos Aires y al encontrarse las dos mujeres se saludaron como si se
tratara de un encuentro casual ente viejas conocidas. Enseguida desvelaron a
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sus hijos el motivo del encuentro. Los niños reaccionaron sin saber muy bien
que hacer. Federico, un gordito que no dejaba de comer palomitas de maíz y
de tomar cocacola, se puso rojo como un tomate y Gabriela, muerta de risa,
pellizcó a su mamá y tapándose la cara le dijo : “¡¡ Es un gordo !!” Los chicos
en ningún momento se dirigieron la palabra. La situación no cambió durante la
proyección de la película ni a la salida del cine. El pibe no dejaba de deglutir
pochoclo y cocacola mientras la niña se mantenía inmóvil como una estatua.
Las mamás se hicieron amigas y desde entonces intercambian el relato
de sus experiencias amorosas en la red (sería más apropiado decir “nacidas
en la red”), mientras sus hijos siguen chateando aunque ya no se hablan por
teléfono. La última vez que lo hicieron, Gabriela le pidió a Federico que no la
llame más, “te voy a poner ignore en el msn ¡¡¡¡Eres un gordo ridículo!!!!!!” lo
increpó.
No siempre los encuentros con conocidos de la Red generan
frustración, para esto no hace falta hilar muy fino. Existen también casos en
que se producen sorpresas agradables. Son menos frecuentes pero ahí están.
Me imagino por ejemplo la reacción de los tipos con los que queda Débora
cuando la ven, su rostro transparente de virgen de un cuadro renacentista
debe resultar como un bálsamo para algunos de los afortunados. “En el
encuentro me maravillo de haber hallado a alguien(...). Es un descubrimiento
progresivo (y como una verificación) de las afinidades, complicidades e
intimidades que podré cultivar eternamente (según pienso) con un otro en
trance de convertirse, desde luego, en mi “otro” (...) “ (Barthes 1991:108)
Cuando la atracción genera confusión
La misma Débora tuvo una vez una sensación de este tipo cuando vio
por primera vez a un chico que había conocido a través del chat. Según me
contó la relación empezó cuando un compañero de redacción del diario en el
que trabajaba le comentó que quería presentarle a su cuñado y le dio su
número de ICQ.
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menos que tengas una cámara y así y todo no es lo mismo. Falta el calor de la
presencia”.
Desde entonces Débora se mueve por la red con cautela desconocida.
Aunque no lo dice, el chat condicionó enormemente el desarrollo de esta última
relación Seguramente ella se sentía enamorada, sentía que había encontrado la
persona con la que compartir su vida, esto explica que lo haya llevado a su
pueblo a conocer a sus padres, en cambio para él la mujer con la que se
besaba y probablemente se acostaba, no era la misma con la que se escribía en
el ICQ, aquella a la que él realmente deseaba, el contorno de la imagen que le
devolvía la pantalla, espectro inexistente construido con mucho deseo y
fantasía.
Tras esta ruptura, muy dolorosa para ella, Débora comprendió que en
la Red podemos expresar nuestras ideas y nuestros sentimientos, transmitir
tristezas, alegrías y miedos y que una foto puede ser una aproximación más o
menos válida de nuestro aspecto físico, pero que todo esto no garantiza que
quien está del otro lado de la pantalla no termine armando con todas estas
piezas un modelo propio amasado con sus prejuicios y estereotipos. Y cuando
esto se produce, ay cuando esto se produce, la relación tenderá casi
indefectiblemente hacia el desencuentro.
Mitos de uso individual
La pantalla produce en nosotros una sensación de extrañamiento con
nuestro cuerpo de la que nos cuesta desprendernos. Alimentada por un
imaginario propio, en Internet nuestra intimidad conforma parte de un
espectáculo del que no siempre es fácil desvincularse. Se establece así una
simbiosis que nos impide separar acciones y fantasías, provocando confusión
en nuestra relación con el principio de realidad. Así, separados físicamente de la
pantalla podemos continuar atrapados por los personajes de la ficción
verdadera (o presuntamente verdadera) que construimos en la red con
palabras y deseo. Verdaderos mitos contemporáneos de uso individual.
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(Barthes 1991:210)
Una palabra que representa a otras palabras que nos persiguen en la
memoria dándole forma a un amor que se percibe pleno pero que no lo es, que
no lo puede ser pues el amor más allá de la atracción física inicial necesita
tiempo para hacerse, tiempo para consolidarse. El engaño de la voluntad, la
necesidad, el ánimo de amar. Buscar, encontrar, aproximarse, alejarse,
dolerse. El ciclo completo del desamor persiguiéndonos en la memoria,
urdiendo en su calor espejismos que terminan por desgastar, en la suma de
desengaños y tristezas, nuestra capacidad para reconocer la cercanía del amor,
confundido este con un frustrante acuerdo de voluntades mendicantes de
compañía, condenando a los amantes a caer en la rutina y el desencanto, y
muchas veces en el olvido al que conduce la ruptura.
El recuerdo de perdidas anteriores pegado a la piel, la culpa que de
pequeños nos enseñan a sentir cuando conseguimos espacios de felicidad
entretejida en nuestro corazón. Adiestrados para creernos redentores de todos
los males, de todas las tristezas, de todas las miserias, las nuestras o
enseñados para ver a nuestros semejantes, a todos nuestros semejantes como
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estuvo muy bien las primeras semanas, las de la conquista, luego volví a
sentirme sola. Para sentirme así, prefiero estar sola. Eres hombre libre otra vez.
Y yo mujer libre” Al leer estas líneas se tiene la sensación que lo único que ha
cambiado es el medio tecnológico utilizado. Pero ¿es así? Sospecho que no.
Al cabo de pocos días ella le mandó un nuevo mensaje en el que le
decía que lo extrañaba. Paso delicado, el de intentar una reconciliación, que
hoy a casi nadie sorprende ni choca pero que en este caso como en tantos
otros representó un esfuerzo infructuoso. “ No estoy para jueguitos neuróticos”
me comentó él como única explicación de su negativa a reanudar la relación
con aquella mujer.
Incapaces de asumir que el otro no es un objeto sino un sujeto, los dos
seguramente siguen anhelando el amor sin saber que el amor está hecho de la
aceptación del otro, del cuidado y no del capricho, de comprensión y entrega y
no de exigencias, de compañerismo y respeto y no de ofensas, que para el
amor no sirven las pantallas ni los espejos, que nada debe interceder entre las
miradas, las sonrisas y las caricias. Ninguna máscara, ningún disfraz ni antifaz
es útil para amar. A cara descubierta, piel contra piel, así se debe amar, desde
el compromiso con el otro y con uno mismo.
En el amor no hay lugar para el miedo, para ningún miedo, porque el
miedo envenena poco a poco la relación que fue precisamente esto lo que
terminó por desgastar, hasta agotarlo, el amor entre Horacio y Alicia, que
renació efímeramente el mismo día en que él llegó a Buenos Aires, más de un
mes después de haber recibido el último email de ella.
De cuando el deseo vence efímeramente al temor
Horacio había decido no llamar a Alicia, al menos no durante los
primeros días. Quería darse tiempo antes de verla pero no lo tuvo, porque ella
lo llamó la misma mañana en que llegó. Quedaron en encontrarse por la tarde.
Al principio se miraron y se trataron con algo de desconfianza que al poco rato
desapareció. Caminaron largo, charlaron mucho y reaprendieron a reírse
juntos. Por momentos caminaron tomados de la mano pero no se besaron.
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que puedas tener todavía hacia mí, más allá de The other one, escribime, sé
buenito.
El patio esta tarde está sereno y bello como pocas veces. El aire es
celeste y el verde de las hojas tan deslumbrante que hiere los ojos. Y yo aquí,
en la computadora, otra vez, escribiéndote. Me encanta el silencio que hay
hoy en la casa y esta serenidad. Hoy es miércoles y María limpió. La casa
reluce. Durante varios meses no subí a mi estudio y recién hace algunos días
con la preparación de la muestra y cierta paz interna que hace mucho que no
tenía, por suerte, volví. Siento como si hubiera despertado de un sueño, es
muy raro. Como si me hubiera recuperado a mí misma, como si hubiera estado
extraviada. Algún día, cuando nos encontremos, te contaré largamente lo que
me pasó. Fueron muchas cosas.
Fueron meses de crisis y de crecer (ambas palabras se parecen
¿verdad?)
Bueno, me voy a pintar. Escribime, o llamame. Lo necesito.
Un besito. Alicia”
Habían transcurrido cerca de tres meses desde el regreso de Horacio a
Buenos Aires y unas cinco semanas desde la noche en la que él decidió que la
relación había llegado a su fin .
Aproximaciones... alejamientos.
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Soledades en compañía (dos)
“Me pareció que tanto la sabiduría como la vida están hechas de progresos
continuos, de nuevos comienzos, de paciencia”. Marguerite Youcenar en” Alexis o
el tratado del inútil combate”
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Cinco años transcurrieron hasta que se vieron por primera vez. Puede
uno imaginar la dificultad que entrañó para ellos este encuentro tras tanto
tiempo de comunicación no mediada por sus cuerpos. Ella se halló ante un
joven, apenas mayor que su hijo, que a pesar de sus veintiocho años aún vivía
en casa de sus papás. Él descubrió a una mujer alta, poco convencional, no
especialmente bella y con mucha energía interior. Nunca habían hablado de
sus vidas familiares, nunca habían mencionado sus edades y sin embargo,
ninguno de los dos sintió pudor o extrañeza ante la mirada cautelosa, pero
complacida, del otro. Las miradas de Yocasta y de Edipo en ellos.
La corporización de esta relación deserotizada, crecida voluntariamente
al abrigo de cualquier contacto físico, hizo que se acercaran más que nunca.
La relación adquirió nuevos matices pero tuvieron que transcurrir todavía más
de dos largos años antes de que sus pieles se unieran en un primer largo
abrazo amoroso, llevados por un deseo sublimado (o reprimido), contenido,
postergado por años de palabras y de ausencias. Antes, muy pocos días antes,
él había dejado de vivir con su familia.
Al hablar de su joven pareja a Vera en ningún momento se le iluminó
la cara. Tampoco me dijo que estuviera enamorada, ni siquiera lo insinuó.
Simplemente le gustaba estar con él, le hacía bien, le tenía cariño, ¿pero no es
esto amor?.
Si cuento esta historia, entre todas las referidas en este libro la única
que transcurre enteramente fuera de Internet, es para poner de relieve, sin
establecer juicio alguno, que la descorporización de una relación puede ser una
elección voluntaria. Que existen personas que, por los motivos que sean,
viven de espaldas a la velocidad y la aceleración tecnológica y vital que
caracteriza la era Internet, simbolizada por la búsqueda permanente de
instantaneidad (el mal llamado “tiempo real”). Si el relato del romance de Vera
nos choca es en gran medida porque estamos poco acostumbrados a la espera,
movidos tantas veces por la búsqueda casi compulsiva de la satisfacción
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inmediata del deseo, en un camino intrincado que nos conduce desde las
cercanías del placer a los alrededores de Tanatos.
Largamente se nos ha repetido que dejarse llevar por el principio del
placer es “inútil y hasta peligroso en alto grado, para la auto afirmación del
organismo frente a las dificultades del mundo exterior” (Freud 1970:86). Como
si el placer fuera ajeno a la dimensión de lo real, solemos atribuir la
consecución de placer a un abandono momentáneo del principio de la realidad
¿Pero es así?
Pienso que la cuestión pasa por saber si el tipo de satisfacciones que
perseguimos nos resultan verdaderamente placenteras. Cabe la posibilidad de
que muchas veces, inducidos por condicionantes sociales y culturales, no
reconozcamos correctamente nuestras necesidades y nuestros deseos íntimos,
aquello que nos permite gozar plenamente. Cuanto de esto hay en aquellos
que merodean las salas de chat, los espacios de encuentro y los sitios
pornográficos en la Red buscando encontrar el modo de satisfacer un deseo
mal identificado.
No en pocas ocasiones, tendemos a pensar que la novedad es siempre
condición para el placer. Este principio malinterpretado, tantas veces convertido
en prejuicio, tiene efectos traumáticos sobre la vida de muchas personas que
abocadas a una búsqueda compulsiva de nuevos objetos de placer, entran en
una sucesión continua de frustraciones que los termina encerrando en su
propio dilema. Aquel del que sólo podemos huir cuando conseguimos unir
armoniosamente nuestro ser interior con el de nuestros semejantes. Para ello
es necesario antes conocer quienes somos. Sólo así estaremos en condiciones
de presentarnos ante los otros sin máscaras de ningún tipo. Poco importa en
donde estemos. Máscaras nos ponemos en la red, máscaras nos ponemos en la
calle. Ocultar quienes somos porque en realidad pocas veces conocemos
nuestro verdadero rostro.
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15 En este sentido resulta muy gráfico el francés Paul Virilio cuando refiere a las
TIC como Bomba informática nacida “de la bomba atómica y de la necesidad de
disuasión” (1997:101)
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sorpresa, del mismo modo que hoy a nadie le resulta extraño que una pareja
se conozca en una discoteca, en el tren, en la universidad o en un parque,
Acrobacias con red
Han pasado más de cinco años desde que volví a Buenos Aires. Desde
entonces he dado clases en diferentes universidades, escrito un par de libros y
unos cuantos artículos periodísticos. He recuperado mi lenguaje y mi paisaje,
he reconstruido relaciones del pasado y conocido nuevos amores y amigos,
pero también he perdido rincones importantes de mi vida y de mis afectos y
con indescriptible dolor me he alejado físicamente, mas no en el alma ni en el
corazón, de mis dos amados hijos.
En todo este tiempo continué pensando e investigando sobre los usos
sociales de Internet. Sin importarme los vaivenes bursátiles de las empresas
tecnológicas ni las idas y vueltas de la propaganda que rodea a las tecnologías
de la información y la comunicación, he seguido usando intensamente los
recursos que nos ofrece la Red. He buscado y encontrado información de
enorme utilidad para mi trabajo académico y para mi vida cotidiana. A través
del chat y del email, he conseguido mantener una comunicación fluida con mis
alumnos e intercambiado conocimientos con personas a las que no conozco
físicamente, me he escrito frecuentemente con amigos que viven en diferentes
lugares del mundo, he resuelto problemas profesionales y personales y me he
sentido más cerca de mis hijos de lo que dicen los mapas.
No soy el único, por el contrario cada vez somos más quienes usamos
Internet sin preocuparnos demasiado por el destino del rey Midas, cuyo reinado
crea la ilusión de que todo lo que toca Internet de oro se hace.
Internet no es el índice Nasdaq, ni las profecías de los tecno-
predicadores o lo que dice la publicidad comercial y gubernamental, sino lo que
con ella hacen sus usuarios. Y millones, decenas de millones de estos usuarios
usan diferentes aplicaciones de la Red para comunicarse con personas
conocidas o no. A veces lo hacen por cuestiones profesionales o de estudio, en
muchos casos, en cambio, el fin es mantener vivas relaciones afectivas nacidas
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¿Quién es la más bella y hermosa del Reino?” El único gran riesgo es que,
como en el cuento, algún día el espejo nos responda la verdad y, después,
cuando se apague la pantalla, solos ante nuestra mirada, sintamos la ausencia,
todas las ausencias.
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Emoticones
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>:o( Enojado
:-/ Mosqueado
:-II Furioso
:-X Secreto (labios sellados)
:o& Secreto (II) o tiene la lengua trabada
:-* Silencio (boca tapada con mano)
:-# Boca sellada. Censurado
Rasgos de personalidad
|-> Orgulloso
:-$ Codicioso
O:-) Inocente, santo
-<:-) Loco de remate
<:-< Loco
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<:-) Tontorrón
:-r Burlón
:-S Incoherente
(:<) Chismoso
|o -) Cotilla
69:-) Obseso por el sexo
[....] Un abrazo
[[...]] Doble abrazo
F[....] Fuerte abrazo
:-~) Resfriado
|-I Profundamente dormido
|-o Durmiendo (resoplando)
:-O Roncando o con la boca abierta
'':-) Sudoroso
:-? Dubitativo
:-m Meditando
:-P Sacando la lengua
;- {) Coqueteo
:_) Mirando de refilón
#-) De fiesta por la noche
:-9 Relamiéndose
<|-( Engañado como un chino
>:-> Matizando un comentario malicioso
|:-r Chupando
:*) Con algunas copas de más
d:-D-\ < Despidiéndose con la mano
:-C`` ` Vomitando
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:-o Sorprendido
:-O Muy sorprendido
:-C ¡Increíble !
:-{) Mostachón
:-|) Bigotillo
-) Los pelos le tapan los ojos
=:-) Con los pelos de punta
}}}}}}:-) Mucho pelo
”:o) Mechón de pelo
&:) Pelo rebelde
(:I Cabeza de huevo
:>I Nariz punteaguda
:o[+] Dientes bonitos o sonrisa amplia
Personajes
-:-) Punky
-:-( Punky auténtico
#:-o Yuppy sorprendido
#:-O Yuppy cabreado
#:-) Peinado yuppy
<|-) Chino
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Personajes conocidos
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Otros
^D ¡Me gusta!
*<S:-D ¡Fiesta!
(:-& Muy cabreado
:-< Sarcástico o desamparado
<:-< Diabólico
<;-< Satánico lujurioso
/ Burlándose de ti
):-) Cornudo/a asumido/a
:-! Con un pie en la boca
:-(=) Dientes largos
:^( Le han partido la nariz
:*( Nariz aplastada
:-=) Dedos en la nariz
:o*o: Dos caritas dándose un beso
80( Carita inflamada por llorar
:/) Eso no es divertido
#-| Anónimo. Banda en los ojos
@:-) Llevando un turbante
...---... S.O.S.
:%)% Acné
:-OWW Vomitando (II)
.-) Tuerto
+3.-) En el país de los ciegos, el tuerto es el rey
%-) Mareado de estar delante del ordenador mucho tiempo,
pero sonriente
<*{{{{<> Un pescado
8:] Gorila
}=3 Toro
:8) Cerdito
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Bibliografía
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