- El gaucho es un objeto ideal, prototípico. De ahí un dilema: si la figura que el autor
nos propone se ajusta con rigor a ese prototipo, la juzgamos trillada y convencional; si difiere, nos sentimos burlados y defraudados. El arte siempre opta por lo individual, lo concreto; el arte no es platónico. - ¿Qué fin se proponía Hernández? La historia del destino de Martín Fierro, referida por éste. No intuimos los hechos, sino al paisano Martín Fierro contándolos. De ahí que la omisión, o atenuación del color local sea típica de Hernández. No silencia la realidad, pero sólo se refiere a ella en función del carácter del héroe. - La estrafalaria y cándida necesidad de que el Martín Fierro sea épica ha pretendido comprimir, siquiera de un modo simbólico, la historia secular de la patria, con sus generaciones, sus destierros, sus agonías, sus batallas de Tucumán y de Ituzaingó, en las andanzas de un cuchillero de 1870. - Trátase en él (M.F.) de las dolorosas vicisitudes de la vida de un gaucho, en la época de la decadencia y próxima desaparición de este tipo local y transitorio nuestro, ante una organización social que lo aniquila, contadas o cantadas por el mismo protagonista. - No es el procedimiento de Hernández, que presupone deliberadamente la pampa y los hábitos diarios de la pampa, sin detallarlos nunca - omisión verosímil de un gaucho, que habla para otros gauchos. El tema, entiendo, no es la miserable edad de oro que nosotros percibiríamos; es la destitución del narrador, su presente nostalgia. - ¿Qué intención la de Hernández? Contar la historia de Martín Fierro, y en esa historia, su carácter. El cualquiera tiempo pasado, normalmente mejor, del canto II, es la verdad del sentimiento del héroe. La fornida pelea con el negro, en el canto VII, no corresponde ni a la sensación de pelear ni a las momentáneas luces y sombras que rinde la memoria de un hecho, sino al paisano Martín Fierro contándola. Su tema no es la imposible presentación de todos los hechos que atravesaron la conciencia de un hombre, ni tampoco la desfigurada, mínima parte que de ellos puede rescatar el recuerdo, sino la narración del paisano, el hombre que se muestra al contar. El proyecto comporta así una doble invención: la de los episodios y la de los sentimientos de héroe, retrospectivos estos últimos o inmediatos.
“El escritor argentino y la tradición” (1951)
- Según la tradición literaria argentina (Lugones, Rojas), el léxico, los procedimientos, los temas de la poesía gauchesca deben ilustrar al escritor contemporáneo, y son un punto de partida y quizás un arquetipo. - Diferencias entre la poesía de los gauchos y la poesía gauchesca: Los poetas (gauchos) populares del campo y del suburbio versifican temas generales; las penas de amor y de la ausencia, el dolor del amor, y lo hacen en un léxico muy general también; aunque los payadores tratan de expresarse con corrección, desde luego fracasan, pero su propósito es el de hacer de la poesía algo distinguido. En cambio, los poetas gauchescos cultivan un lenguaje deliberadamente popular, que los poetas populares no ensayan. Hay una búsqueda de las palabras nativas, una profusión de color local. A mi entender, Borges quiere decir que los poetas gauchescos fuerzan ese lenguaje popular al punto que no es natural (como vimos en Don Segundo). Los poetas gauchos muestran otra preocupación: abordan temas vernáculos y usan un lenguaje casi correcto, las incorrecciones parten desde la ignorancia. - La poesía gauchesca como artificio: La poesía gauchesca es un género literario tan artificial como cualquier otro. Existe un propósito: el de presentar las composiciones en función del gaucho, como dichas por gauchos, para que el lector las lea con una entonación gauchesca. El Martín Fierro está redactado en un español de entonación gauchesca y no nos deja olvidar durante mucho tiempo que es un gaucho el que canta; abunda en comparaciones tomadas de la vida pastoril (algo parecido pasa en Don Segundo, en los embragues y desembragues). Sin embargo, el pasaje de la payada entre Martín Fierro y el Moreno, se olvida de la preocupación por el color local y escribe en un español general, y habla de grandes temas abstractos, de tiempo, del espacio, del mar, de la noche. - Es arbitraria la idea de que una literatura debe definirse por los rasgos diferenciales del país que la produce; por ende, los escritores deben buscar temas de sus países. El culto argentino del color local es un reciente culto europeo que los nacionalistas deberían rechazar por foráneo. - Don Segundo Sombra abunda en metáforas de un tipo que nada tiene que ver con el habla de la campaña y sí con las metáforas de las lecturas francesas de Güiraldes. Kipling, Mark Twain y las metáforas de los poetas franceses fueron necesarios para este libro argentino, para este libro que no es menos argentino por haber aceptado esas influencias (extranjeras). - Los nacionalistas simulan venerar las capacidades de la mente argentina pero quieren limitar el ejercicio poético de esa mente a algunos pobres temas locales, como si los argentinos sólo pudiéramos hablar de orillas y estancias y no del universo. Los argentinos estamos como en los primeros días de la creación; el hecho de buscar temas y procedimientos europeos es una ilusión, un error; debemos comprender que estamos esencialmente solos, y no podemos jugar a ser europeos. (mmm vos decís, Jorge?) - ¿Cuál es la tradición argentina? Creo que nuestra tradición es toda la cultura occidental, y creo también que tenemos derecho a esta tradición, mayor que el que pueden tener los habitantes de una u otra nación occidental. Podemos manejar todos los temas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas. - Nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara.