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Sociología de la vida cotidiana *

Samuel F. Velarde **

Hablar de la vida cotidiana desde un punto de vista


sociológico podría parecer una especie de tautología,
o por así decirlo, de una gran obviedad. Sin embargo
mi intención en esta charla, es darle a la sociología
un carácter más dinámico en cuanto a su aplicación;
insistir, sobre todo para aquellos que la estudian, en
que la sociología no es un cúmulo de teorías que se
usen nada más para pensar en lo macro (estado,
estructura, aparatos de estado, institución) y que
tampoco es una ciencia de las relaciones humanas en
términos funcionalistas; sino que nos sirve para ir
desmenuzando el acontecer social, explicarnos
fenómenos micros como los profundos acontecimientos de
nuestras relaciones sociales, esto con mucha ricura
teórica y de pensamiento, así pues esto sería el
"observar" nuestra vida cotidiana. Que sería el tema
central de mi exposición.

Muchos grandes pensadores han hablado de la vida


cotidiana, así lo que hoy diré, es solamente una breve
y sencilla reflexión acerca de la misma, donde no
precisamente voy a teorizar sobre ella, sino más bien
sembrar en ustedes la curiosidad para que cada uno
desde su perspectiva y carrera, pueda verla,
analizarla, sentirla, criticarla y por que no,
fomentar espacios nuevos en nuestra vida cotidiana,
para hacerla más congruente, libre, espontánea, en
fin.

¿Pero que es la vida cotidiana?, Agnes Heller decía


que era " el espejo de la historia", también la define
"como el conjunto de actividades que caracterizan la
reproducción de los hombres particulares, los cuales
crean la posibilidad de la reproducción social…es la
forma real en que se viven los valores, creencias,
aspiraciones y necesidades". Así pues la vida
cotidiana son nuestras vivencias diarias, repletas de
significados, intereses y estrategias diría Irving
Goffman, estrategias entendidas como esa serie de
comportamientos que nos permiten crear la red personal
de caminos por los cuales diariamente transitamos y
construimos nuestras relaciones sociales.

¿Pero cual es la importancia de observar y analizar la


vida cotidiana?, ¿acaso la vida cotidiana (y aquí va
implícita la nuestra) no es parte natural de nuestra
rutina bio-psico-social, de una sociedad ya
establecida y donde la vida cotidiana es eso, mecánica
algo inamovible y casi predestinada?. Estas
características serían como la visión ciega de la vida
cotidiana, esa que nos otorga el sistema establecido,
pero hay que ir más allá.

La vida cotidiana si como dice Heller es el espejo de


la historia, entonces es la riqueza de la sociedad, es
decir, la esencia de cómo podemos explicar lo
subrepticio de lo que está encima y entender la raíz;
observar la vida cotidiana es poder entender el por
qué de mis sin fin de comportamientos, del por qué
pienso en determinadas situaciones diferente, del por
qué actúo de manera distinta en un funeral y en pocos
minutos al dirigirme a la fiesta soy distinto. La vida
cotidiana es nuestro ser milimétricamente dividido en
los diferentes roles que hacen nuestro modus
vivendi.Henry Lefevbre, sociólogo marxista famoso en
los sesentas y setentas, nos habla de situaciones " la
vida cotidiana es reconocer y entender
comportamientos, costumbres, proyección de
necesidades, captar cambios a partir del uso de los
espacios y tiempos concretos".

Y lo importante de la sociología de la vida cotidiana,


es precisamente ver si ésta la hemos construido a
partir de prácticas de libertad o convicción propias,
o si las condiciones de un sistema capitalista en
ocasiones no muy justo o racional nos lo ha impuesto.
Y es aquí donde se nos dificulta observarnos nosotros
mismos, autocalificar mi vida diaria, saber si mis
necesidades corresponden a mi realidad o si también se
me imponen para continuar reproduciendo una
cotidianidad ajena a mí.

Hay un autor que prácticamente lo acabo de descubrir


Guy Debord, artista, cineasta y escritor francés,
murió en 1999 a los 68 años, es el creador de la
Internacional Situacionista, el plantea que los seres
humanos podemos vivir situaciones diferentes si somos
los suficientemente libres para promoverlas, no llevar
precisamente una vida lineal y enajenada, sino hacer
de la vida cotidiana una extensa dimensión de nuestra
creatividad artística. ¿ Acaso no podemos intentar
pintar, escribir, tocar un instrumento musical,
caminar en un parque, juntarnos un lunes o martes a
charlar con los amigos?, ¿no podremos intentar tener
una vida cotidiana rica y prolifera?. Creo que Debord,
nos muestra desde una perspectiva muy artística y tal
vez esbnobista y hasta revolucionaria pero no por ello
inaplicable, que la vida cotidiana puede ser
liberadora más que esclavizante.

Ya sabemos pues qué es la vida cotidiana, ahora como


estudiosos de las ciencias sociales ¿como aprender a
observar a la vida cotidiana?, ¿ que lupa, lente o
imaginación sociología ( diría Wrigth Mills) usar en
esta esplendorosa y seductora actividad de observar?.
Nuestra vida cotidiana está repleta de emociones y es
aquí, donde podríamos encontrar por ejemplo, nuestras
necesidades religiosas, místicas o espirituales; y
explicarnos para entender los comportamientos o
simbolismos religiosos; esos usos y costumbres de
católicos, mormones, adventistas, testigos de Jehová,
que visten, actúan, reflejan una moral y actitud ante
la vida, cada uno muy particular. O nuestra total
apatía por la ecología, al no saber nada de nuestra
relación armónica con la naturaleza y sin embargo en
verano, buscar la sombra de un árbol.

¿Y la vida cotidiana urbana? , donde vemos a


pedigüeños, en su vinculación casi de performance con
nosotros; al darnos una demostración de miseria,
malabarismo, o mostrarnos patéticamente una pierna
casi en estado putrefacto, para provocarnos algún
sentimiento que redunde en una moneda. O a la señora
de estilo "narco" que hace de su vida vanidosa y
rutinaria toda una actuación banal de su cotidianidad
material.

O el universitario que asiste a una clase y luego se


pregunta el para qué de los contendido de la misma, si
para nada tienen que ver con su realidad micro social,
porque no entiende el discurso que maneja el profesor
o se hablan de cosas raras tan distantes de "mis
necesidades como alumno". Donde tan solo deseo tener
un título pero no interesa si me llevo conocimiento,
al sistema le importa el título (¿sera?) no el
conocimiento.

Ver la vida cotidiana es "meterse" en los modus


vivend, de los individuos, es desenredar lo que
aparentemente es normal y percatarse de lo simbólico
de cada estilo de vida, es darse cuenta de que existe
un sistema social que te atosiga con una serie de
normas a cumplir, o que te obliga a que disminuyas tu
capacidad de asombro. El estudio de lo cotidiano es
comprender insisto, los nudos que mantienen la red
social. Finalmente todo esto con un propósito
sumamente definido, reflexionar hasta que punto la
vida cotidiana te facilita ser un individuo libre y
que puedas diseñar tu proyecto de vida. Es decir,
revolucionar nuestras vidas cotidianas y promover o
exponer visiones diferentes de comportamientos y
compromisos propios, que pudieran (porque no decirlo),
ir construyendo una cotidianidad más intensa y llena
de perspectivas individuales y sociales.

Ahí está pues, una tarea interesante para el


sociólogo, escudriñar la vida diaria, darle un sentido
más categórico, para descubrir y proponer. Cuando se
habla de la crisis de las ciencias sociales y en
especial de la sociología al reducirse en apariencia
su campo de estudio (aparte de su práctica), la
sociedad del siglo XXI comienza a vislumbrarse con
algo de positivo y que nos da a los sociólogos mucho
por hacer: un hombre y una mujer con intereses
comunes, poco visto en otras etapas históricas; tal
vez nuestras vidas cotidianas se entrelazan en un
espacio donde el hombre y la mujer son víctimas de las
apariencias y del odio. Veamos pues como caminar
juntos y donde comenzar a construir situaciones
diferentes, espacios distintos, cotidianidades
compartibles, para forjar una vida cotidiana colectiva
mucho mejor.
* Ponencia presentada en el Ciclo Temáticas, Problemáticas en Sociología
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 4 abril 2006-04-08

** Sociólogo, profesor de Sociología en la UACJ

Bibliografía

Balderas, Domínguez Jorge, Mujeres antros y estigmas de la noche


juarense, ICHICULT 2002

GonzálezAréchiga Bernardo Creando situaciones sin


retorno http://www.sistema.itesm.mx.egap/situacionista

Goffman Erving, La presentación de la persona en la vida cotidiana,


Amorrorrtu editores 1993, Buenos Aires

Heller, Agnes Historia y vida cotidiana, Ed. Grijalbo, México

En: http://sincronia.cucsh.udg.mx/velardew06.htm

SOCIOLOGIAS DE LA VIDA COTIDIANA


Manuel Canales Cerón (1)

PRESENTACIÓN

El siguiente texto pretende dar una visión de las llamadas "sociologías de la vida
cotidiana". Los trabajos de Goffman, Garfinkel, P. Berger, T. Luckmann, entre
muchos otros, conectan con lo que en metodología se desarrolla como técnicas
cualitativas (o abiertas, emic o estructurales). No se pretende, por el carácter
mismo de las producciones englobadas bajo el rótulo "sociologías de la
cotidianeidad", una estructuración exhaustiva de las corrientes que la cruzan.
Simplemente, hay un intento de señalar los ejes básicos que ordenan una
discusión de lo pretendido como "sociología de la cotidianeidad".
Hemos dividido la exposición en cinco partes. En la primera, se propone que
cualquiera sea la corriente, todas las sociologías analizadas suponen una
consideración de lo social como sustentado en el plano intersubjetivo. La
cotidianeidad, como "objeto" investigable sociológicamente, es del orden de la
inter o transubjetividad. En la segunda, se propone una acotación, dentro de lo
intersubjetivo, del fenómeno propiamente cotidiano. Se propone que la
cotidianeidad define un tipo de obervaciones de los sujetos, signadas por la
"obviedad". En ese punto, se sustenta la pertinencia sociológica de lo cotidiano:
en lo obvio y normal, la sociedad se subjetiviza y la subjetividad queda
socializada del modo característico de la reproducción: la sociedad se
reproduce como transparencia y, así, se naturaliza.

En la tercera, se propone un eje de división básico entre las corrientes


implicadas. Se propone que la sociología de la vida cotidiana puede ser
entendida como una "sociología del conocimiento" del sentido común, o bien
como una sociología de los discursos". La diferencia tiene que ver con una
posición fenomenológica o con una posición crítica. La distinción se articula
sobre el par "saber/deber". En la cuarta parte se desarrollan los hitos básicos de
las sociologías de la vida cotidiana que ponen el acento en el "saber común
implicado en un evento cotidiano. Básicamente, se enuncia la propuesta de
Garfinkel y se profundiza en la propuesta clásica de Berger y Luckmann. En la
quinta y última, se desarrolla el planteamiento crítico o interpretativo de los
fenómenos cotidianos, como un caso paradigmático del proceso ideológico. En
general, se recupera la escuela de la sospecha (Marx, Nietszche y Freud) y se
profundiza en el planteamiento crítico de Jesús Ibañez sobre los discursos
cotidianos.

INTRODUCCION
"Si, parece que los goles son importantes para la gente"
(Enzo Carrera)
La sociología de la vida cotidiana no designa un "campo" ni, propiamente, una
subdisciplina dentro de la ya discutible disciplinariedad de la Sociología. En este
mismo texto, se encuentran secciones como "sociología política", "sociología de
la juventud", "sociología de la familia", "sociología del trabajo", "sociología del
consumidor", "sociología de la cultura", "sociología de género", etc. La "vida
cotidiana" como tema de ciencia o academias, es rastreable en todas ellas. Y lo
que es más sustantivo, no es rastreable sino al interior de aquellas (entre otras).
En vez de designar un "campo", designa un nivel de observables en cada uno de
esos campos. Es el estudio de la dimensión (trans)subjetiva del "trabajo", "la
política", "lo juvenil", etc. Ese es el "objeto" que discierne lo mismo el
interaccionismo simbólico, la fenomenología de Shutz y Berger , la
etnometodología de Garfinkel, y las sociologías de la comunicación como la de
Habermas y de Ibañez. Es en ese nivel donde comienzan a aflorar campos
propiamente como el que cubre el objeto "conversación" (en teoría) y el
instrumental "análisis de discurso" (en metodología).

1. LO SOCIAL: PROCESOS INTERSUBJETIVOS

La cotidianeidad como esfera de vivencias; la cotidianeidad como "vida


cotidiana"

Las sociologías de la vida cotidiana, suponen un aserto sociológico fuerte y


compartido: una pregunta al fenómeno social (a los fenómenos sociales) que es
original, que funda una perspectiva que entiende a la sociedad estructural y
procesualmente vinculada a la "subjetividad". Lo social se soportaría siempre
entre sujetos -que observan, que creen, que dicen o responden-; ese sería además
el, o uno de los, puntos críticos de lo social. Lugar de instalación y/o de quiebre
de lo social.

Una sociología de la vida cotidiana, por lo mismo, funda sus raíces en la


tendencia de lo que desde Weber conocemos como la "sociología comprensiva" -
del "sentido" de la conciencia, de la cultura o de la comunicación-. Antes que
Weber, en la misma tendencia, Dilthey y su fundación de las Ciencias del
Espíritu, que proporciona el propio concepto de "vivencia significativa". Con
todo, una sociología de la vida cotidiana sólo es posible cuando se piensa a la
sociología como ciencia cuyo "objeto" es sujeto: la sociedad habla, y ese hablar
sería la frontera de lo social y la distinción de los sistemas "sociales" humanos.
Así lo señala Buckley en su diferenciación de lo social-humano como agregación
de complejidad por el "habla". En la misma dirección, se encuentra toda la
corriente teórica que discute la cuestión del "segundo orden" y de la
"reflexividad" de los sistemas sociales (Maturana y Varela, Varela, Fon Voerster,
Navarro, Ibañez).

Es lo que Berger y Luckmann tematizan como "una segunda naturaleza" en que


sólo hay sujetos. Una realidad, entre comillas, subjetiva.

Lo cotidiano designa un conjunto de "vivencias": esto es, de unas entidades que


ocurren para y entre sujetos. Lo cotidiano no designa un conjunto de "hechos" en
su sentido "objetivo" clásico. No pueden estar sino dentro del dominio subjetivo.
Son objetivas -como las instituciones o normas en Durkheim- sólo a condición de
estar inscritas en el dominio de las subjetividades -los "hechos sociales" son
"dichos", "cosas dichas", en la formulación de Bordieu-.

No hay "cosas" cotidianas. Todo lo que puede ser llamado cotidiano


(/extracotidiano) ocurre para una subjetividad que lo vivencia. No hay modo de
aludir a la cotidianeidad sin esta referencia determinante a su estructura como
"mundo-de-vida", como "vida" cotidiana; esfera de realidad para un sujeto:
realidad significante, realidad como sentido, realidad del discurso, realidad de los
gestos, realidad simbólica.

Lo cotidiano son fenómenos que existen como tales, previamente al observador


sociológico. Fenómenos para los sujetos que investiga o sobre los que teoriza.
Hechos "ya vistos": dotados de un significado y sentido, interpretados por el
saber común. La sociología sería así una interpretación segunda. Interpretaría
interpretaciones; observaría observaciones; hablaría de hablas.

2. LO COTIDIANO: LO OBVIO Y LO CORRIENTE (NORMALMENTE)

Lo "cotidiano"/extracotidiano" distingue dos tipos de vivencias (dos modos en


que la subjetividad conoce y se reconoce). Lo cotidiano de una viviencia puede
ser indicado en dos conceptos: como la normalidad (de la realidad) y como la
obviedad (del mundo). Cómo lo común y como lo corriente. Cada uno de ellos
muestra algo de lo cotidiano.

Lo cotidiano como la vida común y normal

Una vivencia cotidiana no se define, propiamente, por su "recurrencia" aún


cuando aquella nota le sea característica. Mejor se le aproxima el concepto de
"rutina" en lo que tiene de "camino" repetido y, por repetido, conocido hasta la
obviedad.

En la esfera de los eventos cotidianos todo ocurre con la evidencia de lo sabido:


no hay acontecimiento o irrupción de sentido a interpretar. El sujeto observa y se
observa en medio de un mundo-sabido, donde todo ocurre según lo previsto.
Mundo de la obviedad.

Hay dos modos de indicar lo obvio: como lo que no se ve y como lo que se da


por visto. Como lo que no se ve ocurren, por ejemplo, todos los eventos
proverbiales de las escenas del Metro: nadie percibe activamente la extraña
normalidad del anonimato del Metro; cuando aquella se rompe y algún extraño
altera el bullicioso y exigido silencio matinal, la "realidad" se hace atendible,
exige nuestra atención. Todo nuestro saber -incluidos los no pocos deberes- es
revisado para interpretar o cubrir el acontecimiento. La cotidianeidad es por
definición lo que fluye, lo "corriente". En ese fluido de normalidad la conciencia
observadora ni pregunta ni interpreta. Todo ya está situado en su lugar y entre
ellos, el sujeto transcurre sin hacerse presente como el que soporta todas las
distinciones que estructuran esa realidad.

Mientras todo ocurra como está previsto no hay nada por mirar en el sentido
fuerte del término -mirada que interroga, que pregunta, que busca saber-. La
cotidianeidad es particularmente pertinente por esta nota: lo social se hace opaco.
Momento en que lo social es al mismo tiempo más real que nunca -toda la
cotidianeidad es juego de roles, actuación de libretos, desempeños sociales- y
menos visible. La sociedad se reproduce allí como un mundo real, a igual título
que las realidades no sociales. Evidente, deja oscurecida sin embargo su cara
"social" en el sentido que borra su origen: naturalizada, como una realidad "per
se", la sociedad es desempeñada sin ser vista.

La obviedad es el otro concepto que permite dar cuenta del particular estatuto de
las vivencias cotidianas. Obvio es lo que se da por visto; obviada, la sociedad se
instaura en todas las locuciones que suspenden al sujeto que las enuncia. El
observador no se ve en sus observaciones, a las que toma por la realidad; el
observador interior de nuestros sistema, lo olvida: se aliena (Marx) y se reifica
(Berger y Luckmann). La sociedad sedimenta como natural e inmutable fluir de
la realidad.

Opera en el mundo de lo obvio el que enuncia locuciones del tipo "se-dice". Por
ejemplo:

"Los chilenos son flojos"


"En el extranjero valoran mucho al profesional chileno"
"Gracias a este modelo socioeconómico Chile ha progresado bastante"
En todas estas opiniones, el hablante transmite un dicho que construye una
imagen de la realidad. Lo significativo es que todos ellos no necesitan de un
sujeto de enunciación presente y activado. Pueden ser dichos por cualquiera. Son
voces sin origen, sin huellas de enunciación. Observaciones que simulan
Realidad, dejan al sujeto de enunciación como lector. Dada por vista y así no se
ve como algo por ver. Como realidad dada, la sociedad deja de reflexionarse
como sociedad: producida, no natural. Producto de la producción de la sociedad
por los sujetos.

La subjetividad queda así plegada a los programas sociales, sin distancia.


Ausencia radical de reflexividad, en que lo observado es también observado
como tal.

Por ello, la sociología de la vida cotidiana puede entenderse como la pregunta por
las condiciones en que la sociedad se hace subjetiva y la subjetividad es
socializada.

Obvio y normal, la sociedad se reproduce en los cursos de acción por los que se
orientan y motivan los sujetos y se repite, o recita, en los discursos que los
cubren como lo qué "escrito está", como la verdad sin dudas -ni humor, ni ironía,
ni preguntas-.

En rigor no existen fenómenos que se den a los sujetos con esta absoluta e
inequívoca potencia de "verdad". La verosimilitud siempre está flanqueada por
algún resto de duda y nunca falta el que humoriza y divierte la verdad. Sin
embargo, hay eventos que tienden a esta opacidad e inmediatez. Como sea, el
dispositivo de lo obvio y lo normal es el que genera el espacio de la reproducción
social por excelencia. Donde la sociedad "es" supone a un sujeto inmediato en su
aquí-ahora, en el fluir de su vivirse ("verse viviendo").

La reproducción social, como los eventos en que la subjetividad se socializa y la


sociedad se subjetiviza como lo obvio y normal, definen el nivel de observables
propios de esta perspectiva. Social y subjetivo, el intersubjetivo se manifiesta
como el que soporta no sólo la realidad, sino también la "verdad" de esa realidad.
Puente por el que pasa el expediente de la legitimación: real, verdadero, ajustado
a ley y a saber. Acciones tipificadas, instituidas como reales, legitimadas como
correctas o justas.

3. VERDADES Y DEBERES: LA SOCIEDAD COMO REALIDAD, LA


SOCIEDAD COMO RESPONSABILIDAD

Una mínima estructuración del debate por la sociología de la vida cotidiana


puede intentarse con la distinción "saber/deber". Lo obvio puede ser lo mismo un
"saber obvio" o un "deber obvio" (como el derecho natural, como "lo que
corresponde").
En la etnometodología, desde su propia nominación por Garfinkel como "método
del conocimiento común" y en la clásica proposición de Berger y Luckmann
como una "sociología del conocimiento común", el polo "saber" queda resaltado
como el tipo de objetos con los que trata esta perspectiva. En Garfinkel lo que
está en observación es el modo en que llegamos a producir la "realidad" que
damos por cierta y verdadera. Análisis de los procesos de veridicción que
culminan en la obviedad. En Berger y Luckmann, cuyo planteamiento
desarrollaremos en extenso en el apartado siguiente, encontramos una genética
del saber común. La cotidianeidad es el producto de un trabajo de definiciones
compartidas de lo que estableceremos como la realidad y, una vez hecho, deviene
la realidad objetiva(da) en la que nos movemos.

En la sociología crítica, desde Gramsci hasta Ibañez, la pregunta por la


cotidianeidad pone el acento en la doble dimensión de todo saber socialmente
pertinente: son saberes que fundan deberes. Reglas, leyes, mandatos, a los que
el sujeto debe "responder". La cotidianeidad no sería simplemente el espacio de
un intersubjetivo que comparte un saber. El saber es "ideológico" en el sentido
que sus verdades orientan y motivan a sujetos, los rigen como "llamados" que
esperan una respuesta ajustada. La sociedad no es vista, por esta perspectiva,
como un sistema de objetivaciones que han borrado su origen; la sociedad es
vista también como un sistema de comunicación estructurado, como un sistema
de preceptos normativos (que dicen lo que se debe hacer o decir).

La subjetividad no quedaría regulada por la sociedad sólo al nivel de los saberes,


incluido el saberse. Quedaría regulada todavía en un segundo nivel: como
subjetividad inscrita en el orden simbólico que lo reclama como "responsable",
que le supone con el sentido del deber.

Quizás pueda mostrarse la dualidad analizando el doble uso que se da


comúnmente al concepto de "observación": por ejemplo "católico observante"
designa a un sujeto que al mismo tiempo "sabe" o conoce las reglas y que las
"cumple". El saber social está instaurado en esta doble pinza (y por ello, no es lo
mismo errar por ignorancia de la norma que por rebeldía ante la norma).

La disputa anterior incluye a gran parte de lo que habitualmente se entiende por


sociologías de la vida cotidiana. Pero padece de un exceso de estructura en una
conversación en que son frecuentes los pensadores sin estructura. Goffman, por
citar al máximo y al que se ha definido como indefinible, desarrolla la sociología
de la vida cotidiana al análisis del fenómeno en su producirse hasta el detalle.
Análisis de los gestos de la interacción cara-a-cara en que queda revelada la
economía del intercambio subjetivo; análisis de las instituciones en que queda
revelada la economía del poder simbólico.
Aún cuando se aleja de esta disputa central manifiesta, sin embargo, el criterio
básico que hemos propuesto: conoce de lo que todos conocen, revela lo que es
obvio o no-visto "activamente", como aventuraba que ocurriría el propio
Benjamin a escala generalizada con la irrupción de los medios técnicos: el
aparato permite fijar y aislar rasgos que a "simple vista" pasan desapercibidos.

Observar: saber y deber (conocimiento y responsabilidad)

Hemos propuesto que el debate más fructífero en esta discusión es el


discernimiento entre saber y deber. Vamos a mostrar separadamente las
exposiciones más logradas de cada uno de estos planteamientos. En el primer
caso, nos centraremos en el clásico "La construcción social de la realidad" y
referiremos brevemente la Etnometodología. En el segundo caso, nos
centraremos en la proposición de Jesús Ibáñez sobre la sociedad como un "orden
del decir".

Se juegan no sólo dos maneras de concebir el intersubjetivo, en donde la


preocupación por la mediación lingüísticaes lo que les separa, sino también de
concebir la sociedad que allí se reproduce y en donde la preocupación por
la economía del poder simbólico es lo que les separa.

4. LA SOCIEDAD COMO SABER

Esta es la corriente predominante en lo que habitualmente se conoce por


sociología de la vida cotidiana. Las producciones más logradas pueden
identificarse con Berger y Luckman, Harold Garfinkel y en los trabajos de H.
Sackcs, E. Sxchegoff y G. Jefferson en torno al saber conversacional.

Vamos a exponer suscintamente la propuesta etnometodológica y la propuesta de


las teorías conversacionales para detenernos luego en la propuesta
fenomenológica.

La Etnometodología de Harold Garfinkel

Interesa destacar el aporte de esta escuela en la medida que desde el nombre


mismo con que Garfinkel la designa queda evidenciado su interés por los
"métodos del conocimiento común".

La etnometodología, puede definirse como el análisis de los procesos formales


con que el actor cotidiano "entiende" su hacer y su contexto. Sus procedimientos
lógicos, que fundan su certezas y sus evidencias. Al actuar el actor da por
descontado un sinnúmero de saberes que, además, supone conocidos y manejados
en igual sentido por sus interactores. Ese fondo de saber común activado
discriminadamente en cada situación social y cuyo primer enunciado es que es un
saber sabido y dado por tal por los otros, sus reglas y operaciones, es lo que el
etnometodólogo estudia como el fundamento de lo (micro) social. Etno en le
medida que estamos hablando de un saber propio de su sociedad de referencia;
metodología, en la medida que estamos hablando de los procedimientos formales
de conocimiento -y argumentación- manejados por el actor cotidiano.

En este sentido, la etnometodología es el estudio de la condiciones que,


regulando la verdad, sostienen la "normalidad" social: "La etnometodología es el
estudio de los modos en que se organiza el conocimiento que los individuos
tienen de los cursos de acción normales, de sus asuntos habituales, de los
escenarios acostumbrados" (Muro Wolff, 1988:110).

El énfasis básico de la etnometodología es la eficacia autorealizativa de las


"presunciones de verdad", o en términos de Garfinkel, de las "asunciones
incorregibles". Supuesto básico de la interacción social y de la estabilidad
subjetiva sería el asumir colectivo del carácter cierto e incontrarrestable, aún
contra toda evidencia como en el caso del Oráculo de los Azande, de las
evidencias dadas por tales. Profecía autocumplida, reflexividad del decir que
construye el hacer: "La evidencia no se cuestiona" (Wolff, op cit).

"El conocimiento de sentido común de los hechos de la vida social


es para los miembros de la sociedad un conocimiento
institucionalizado del mundo real. No sólo describe una sociedad
que es real para los sujetos sino que, como si fuera una profecía
que se autorealiza, las características de la sociedad real son
producidas por la adhesión motivada de las personas a tales
expectativas de onfo". (Garfinkel 1967:53).
La construcción social de la realidad: la Fenomenología Social de Berger y
Luckmann

De mayor impacto en la tradición sociológica, la obra de Berger y Luckmann "La


construcción social de la realidad", conecta directamente con la pregunta por las
instituciones y roles, conceptos caros a casi todos los planteamientos
sociológicos. Coincidente con la propuesta de Garfinkel, se desplaza, sin
embargo, al núcleo de las preguntas sociológicas y propone un entendimiento de
la vida social como un sistema de escenarios en que los sujetos reconocen una
"realidad" que, al reconocerla, realizan.
Por razones de espacio, parece útil reasumir el planteamiento aludido en un
conjunto de proposiciones fuertes.

a) En su nivel más inmediato la sociedad es un conjunto de acciones tipificadas,


distribuidas por actores también tipificados. Acciones típicas y personas típicas
construirán el fondo del saber común básico para orientar a los sujetos en su
medio social. Sin ellas, la sociedad debería en cada momento volver a fundarse.

b) La tipificación de las acciones que reduce su simbolismo posible, abstrae del


conjunto de los sentidos de acción posible uno o algunos que quedan registrados
como el sentido típico de la acción y de los actores, que reduce entre el conjunto
de sujetos a aquellos competentes para realizarlas; esto es, que marca a los
sujetos en su versatilidad señalándoles con rótulos que les facultan para
desempeñar tales acciones. Es el sustrato del sistema institucional de la sociedad.
Una sociedad es su sistema de instituciones que vienen a fijar los roles que deben
ser conocidos y asumidos.

c) Las tipificaciones de acciones y actores, las instituciones, presentan una


peculiaridad notable: son producidas por un trabajo social de interpretación y
fijación de significado, donde son socialmente producidas o institucionalizadas
pero luego es borrada la huella de su origen, y advienen como "realidad" absoluta
y no contigente. De realidad producida (por el acuerdo intersubjetivo que le
asigna significado a las acciones y a quienes pueden desempeñarlas) deviene
"realidad" sin más: reificada, la realidad producida de las instituciones, se
constituye en realidad a igual título que la realidad física o "natural". En este
proceso, es crucial el mecanismo de la transmisión intergeneracional o, lo que es
lo mismo, la socialización de los nuevos miembros en la enseñanza del mundo
social. Al ser transmitida, la institución borra su génesis social para ser
presentada, y luego representada, como "realidad".

d) Objetivada, la realidad socialmente producida de las instituciones, requiere ser


cubierta por un segundo manto de verdad. Las legitimaciones, desde la puntual
afirmación de verdad de una máxima hasta los grandes relatos que trazan los
universos simbólicos (religiosos, políticos, etc.), vienen a constituir una escritura
de "segundo orden" que afirma a la realidad con la nota de lo "justo" o "bueno".
Así quedan ligadas entre si las instituciones y los diversos órdenes
institucionales, afirmando un "mundo" correlativo a la "subjetividad" que
encuentra en él su identidad y sentido.

e) Tipificación, objetivación y legitimación constituyen los tres ejes de la


producción de la sociedad, vivenciable como realidad compartida. En su
complemento, la "socialización" de la subjetividad puede ser entendida como el
aprendizaje de las instituciones y la inscripción como una identidad en el mundo
que los relatos o universos simbólico proponen. El aprendizaje del mundo social
-o lo que es lo mismo, la inscripción como sujeto de la sociedad- encuentra su
dispositivo básico en la adquisición del "otro generalizado". La sociedad se hace
presente como intersubjetivo genérico y abstracto, como fondo de verdad y
vigilancia para todos los involucrados. Aduciendo el otro generalizado" el sujeto
puede aprenderse como "uno" entre otros, suspendiendo el "yo" en el "se" que
debe dominar todo aquel que quiera ingresar a un determinado mundo
institucional: ¿qué debe saber "uno" en tal situación? Así, la sociedad se muestra
como realidad, con sentido, y en la que cada sujeto encuentra su nombre y sus
recorridos biográficos posibles.

f) En fin, todo el proceso culmina en la escena cotidiana, de la que parte


Garfinkel. Hecha la genética de la verdad asumida como realidad, la vida
cotidiana queda signada como el espacio en que las instituciones sociales se
corresponden punto a punto a las subjetividades que las desempeñan. El mundo
está en orden: la sociedad se reproduce y el sujeto encuentra el sentido.

g) La cotidianeidad pasa a ser así, desde el punto de vista de la subjetividad, el


mundo seguro -"en casa"- en que no hay incertidumbre. Sólo queda regular los
asaltos a esa esfera por las experiencias límites -de la muerte, de la duda, de la
guerra, del sueño- a través de los propios megarelatos que organizan nuestra
visión de mundo.

La potencia del planteamiento es haber situado, de manera inequívoca, el astuto


intersubjetivo de los fenómenos sociales. La sociedad pasa por las subjetividades;
los hechos sociales son del orden del "significado" compartido. Su debilidad
posible nos parece ligada a su dificultad de introducir la dualidad en los
fenómenos de conciencia sobre los que reflexiona. El "sentido común" es más
complejo que el otorgamiento de significado compartido. Se juega allí una
estructura de comunicación en que la transparencia no prima. Las formas de
conciencia lo mismo pueden ser comprendidas (en un sentido fenomenológico
restringido) que interpretadas (en un sentido ideológico o crítico). Y la apuesta de
Berger y Luckmann, en este sentido, es demasiado fuerte: supone que el orden
comunicativo se sustenta en la mutua comprensión de los sujetos. Al contrario,
podría suponerse que el orden comunicativo se soporta fuera de la conciencia de
los sujetos, aunque no fuera del orden de la conciencia: en la dialéctica
ideología/sujeto y, [a su través], en la opción "sujetos de" (que escriben los
significados) y "sujeto a" (los significados en ellos inscritos).

Aplicaciones
El planteamiento reseñado es, quizás, el más ampliamente utilizado en los
estudio de "percepción", "significados" y, en general, en todos los que se sitúan
en la perspectiva emic. En particular es muy utilizado en el estudio de colectivos
a quienes se supone un universo simbólico desconocido por el investigador, tales
como las minorías sociales emergentes. Así puede encontrarse investigaciones en
esta perspectiva en las llamadas "sociología de género", "de la juventud", de
la"ancianidad", de "la niñez", de los "campesinos", de los "mapuches" y, en
general, de todos aquellos nombres que aluden a un otro no oído socialmente.

Particularmente útil es también para el estudio de "comunicaciones fallidas" en


que un agente social supone unas respuestas de otros agentes que no se verifican.
Así por ejemplo, en los estudios de los fracasos de ciertas políticas sociales, en
que se supone que el factor determinante puede ubicarse en diferentes
comprensiones de lo que se esta intercambiando (mal entendidos críticos que
pueden obstaculizar programas de educación y asistencia técnica, de
convocatorias organización y otras similares).

En esa misma lógica tiende a firmar una cierta ideología de dar la voz "a los sin
voz" al disponer de unos instrumentales metodológicos abiertos -entrevistas "en
profundidad", historias de vida", testimonios, etc.- que simulan un espacio de
"toma de la palabra" por el investigado. Ideología que habría que discutir
precisamente en su pretensión liberadora toda vez que la palabra así asumida
sigue siendo una palabra debida al que la ofrece.

5. LOS DEBERES COTIDIANOS: LA SOCIEDAD COMO DEBERES Y


RESPONSABILIDADES

La construcción simultánea de la sociedad y la subjetividad ha dado lugar a una


perspectiva crítica que investiga las condiciones del dominio en ambos lugares.

Escuela de la sospecha, en la feliz formulación de Ricoeur, que analiza e


interpreta las representaciones y las formas de conciencia como síntomas de
otros eventos, como espacio donde se juega la regulación de los deseos e
intereses.

Marx, Freud y Nietzsche constituyen los pivotes desde los que se articula esta
crítica de las formas de conciencia como fenómenos ideológicos. Será con la
"revolución lingüística" en ciencias sociales donde este planteamiento alcance su
formulación más potente. Desde esta perspectiva la sociedad se articula con la
subjetividad en la estructuración de un sistema de recorridos o cursos de acción,
con un sistema de discursos que los cubren y legitiman, que los hacen disponibles
como mandatos o deberes a observar por los sujetos.

El análisis de la cotidianeidad es así coextensivo con el análisis de los discursos


con que los sujetos se pliegan al orden social y encuentran allí su nombre y sus
modelos de actuación.

Cotidianeidad e Ideología

El observador cotidiano comparte un "saber" con otros que le sitúa en una


"realidad" definida en la que lo estatuído son sus deberes y derechos. La
obviedad cubre un campo de mandatos, de llamados que tienen la forma de los
"¡hey tú!", como ilustrara sintéticamente Althusser, a los que cada sujeto
corresponde. La sociedad sería un sistema interpelativo: la subjetividad queda
fijada en su calidad de socialmente responsable. No es un saber inocuo el que
reúne a los sujetos: es un saber moralmente cargado y, a fin de cuentas, plegado
sobre la oposición Bueno/Malo (en el sentido descrito por Nietszche en su obra
"La genealogía de la moral"). No sabríamos como espectadores u observadores
trascendentales; sabríamos como actores y observadores convocados o
interpelados por la autoridad social. Las palabras con que hacemos las
distinciones de nuestro conocimiento estarían todas marcadas por el sello del
poder de la autoridad que las enuncia y los recorridos de la obediencia que
instaura. En palabras de L. Carroll:

"- Cuando yo digo algo, significa lo que quiero que signifique.


- El problema, dijo Alicia un poco molesta, es que los demás estén de acuerdo.
- El problema, dijo Humpty Dumpty en tono despectivo, es saber quien manda. Y
se acabó".
Por la red de verdades la subjetividad queda ligada a la red de deberes sociales.
La primera verdad que instaura la sociedad sería aquella que separa a los
responsables de los no responsables; y dentro de los segundos, a los que escriben
las tablas de deberes y derechos -Dios, la Ley, la opinión pública, en la pionera
formulación de Toennies que recupera casi en los mismo términos Ibáñez- y a los
que fallan o desvían el cumplimiento los herejes, delincuentes, raros o pobres.
Entre ambos, la subjetividad dirigida y lectora que responde lo pedido y
corresponde al mandato como a un desideratum natural.

La cotidianeidad sería el espacio en que la ideología opera como tal: la sociedad


se hace conciencia inscribiendo en la subjetividad el mapa de los caminos
(correctos, torcidos) y la estructura de los nombres (en asociaciones horizontales
o clases de equivalencia -los nosotros- y en asociaciones jerárquicas o clases de
orden). Fijado en dichas asociaciones y orientado por dichos caminos, el sujeto
reproduce la sociedad que se representa.

El tema que rige lo cotidiano, entonces, sería el proceso ideológico: el instaurarse


de las distinciones que organizan las representaciones -"Poderosos son aquellos
que erigieron en ley los nombres de las cosas y, entre los magos de la
abstracción, los que inventaron las categorías" (Nietszche)-, su inscripción en la
subjetividad y su lectura por los sujetos.

La cotidianeidad los discursos

Hay que volver al punto de partida: la cotidianeidad como un modo de


"observar". En la esfera de las vivencias cotidianas el sujeto se orienta y se
motiva desde una percepción de lo que es verdadero. Asume la verdad que porta
-en la que cree, "en la que está" como decía Ortega- como realidad. La realidad
ha quedado cubierta por una estructura de verosimilitud -que si no es "la" verdad
logra, sin embargo, simularla- en la que la subjetividad se reconoce como en su
mundo natural (en el sentido de no-social, no instituido, no vigilado). La
ideología se presenta así como los "pensamientos" (en la aguda interpretación de
X. Rubert de Ventós) como las percepciones o representaciones circulantes.

Lo que está escrito -por alguien con poder para hacerlo- queda puesto como lo
que es -fijado como la realidad por alguien con poder para hacerlo-. Lo que se
dice que es, se presenta como lo que es.

Las palabras no reflejarían la verdad o realidad de sus referencias, en cuanto la


harían o producirían. El programa de la pragmática del lenguaje queda así
proyectado en toda su potencia.

El punto crítico sería la constitución de la propia subjetividad en ese orden de


lenguaje y ya no solamente de sus representaciones.

La subjetividad es habla; la sociedad es del orden del decir

Ibáñez concibe los procesos subjetivos como coextensivos a los procesos


discursivos o verbales. La "conciencia" no sería sino el lugar en que un habla
continua operaría; la conciencia sólo sería concebible inscrita en el orden
simbólico; la subjetividad sería el soporte de la enunciación: el sujeto queda
registrado como sujeto de enunciación.

En la misma dirección, Voloshinov había avanzado la imagen de una conciencia


todo el tiempo hablante: aún en lo que habitualmente llamamos silencio, lo que
oiría (y diría) es un habla interior, regida por la misma ideología que regula el
habla exterior o interlocutiva. Imagen con potencia para mostrar a la conciencia
como un diálogo ("La conciencia es del orden del dos", Ibáñez) entre esta
intralocución (lo que el sujeto escucha) y esta interlocución (lo que el sujeto
dice).

La ideología no sería sino, entonces, lo que la subjetividad escucha y a la que


responde. Sistema de interpelaciones que fijan al sujeto y le indican un camino (y
le prohíben otros).

La cotidianeidad define así el segmento de discursos en que la subjetividad se


pliega completamente a la ideología; en la que responde "ciegamente" a lo que
escucha como deberes y posibilidades. Espacio de recitación de la ideología: en
la obviedad, lo que ha sido observado al sujeto es recibido como "realidad" o
"verdad" por el sujeto. Espacio en que se materializa el control social de los
observadores sobre los observados, a los que fijan en unas formas y unas
verdades.

El dominio social operaría de modo emblemático en la escena cotidiana. El


sujeto no reflexionaría la ley -que escucha- como tal. La leería como la verdad.
Hablaría ocupando ajustadamente la lengua, respondería conversamente a la
ideología.

Las cosas quedarían suplantadas por las palabras; los objetos serían
sociológicamente pertinentes en la medida que se cubren de signos en los que se
invierte la subjetividad. Por los signos -que distinguen y al distinguir, valoran- y
por el uso de los signos por el sujeto -que al usarlos queda inscrito en su registro
pues todo decir supone un "yo digo"- queda estructurada la sociedad: los caminos
disponibles y los nombres por los que debe responderse ("Quién eres, dónde vas:
la ideología tiene la forma del poder de la pregunta; toda pregunta comienza
fijando la identidad y la dirección", E. Cannetti, "Masa Y Poder").

Desde esta perspectiva la cotidianeidad sería rota toda vez que algún sujeto
observara al observador: hiciera preguntas a la pregunta, ironizara o divirtiera la
ideología. En cualquier caso que reflexionara los discursos para revelarlos en su
calidad de tales (verdades escritas para ser leídas, leyes dictadas para ser
cumplidas).

La obviedad sería el lugar de los dichos en que su naturaleza enunciativa


quedaría borrada. El rompimiento de la obviedad sería el lugar de la reflexión -en
que la subjetividad que habla, se vuelve sobre lo que escucha y lo interpreta y
revela- como en el ejemplo:
"- Si siempre van a haber ricos y pobres.
- El problema es que son siempre los mismos"
El primer dicho es del rango de lo obvio, el segundo de la reflexividad
humorística. Divierte la verdad, aceptándola en un primer movimiento para
disolverla en un segundo movimiento; cambia la isotopía en el mecanismo
característico del chiste: (igualdad/desigualdad) (intercambiabilidad/no
intercambiabilidad). La obviedad queda revelada pues el chiste la manifiesta en
su rango ideológico.

La obviedad estaría poblada de tópicos, de lugares comunes cubiertos por dichos


corrientes como moneda legal. Del rango de lo obvio serían todos los dichos en
que la enunciación se afirma como un "se dice", "como todos sabemos", "como
decimos habitualmente", "como se dice", "como son las cosas"; o se autoriza en
un decir pragmáticamente validado: "como dijo el papa", "lo que dijo la tele",
"como dice el spot", etc.

En la obviedad se jugaría la pertenencia al grupo que reconoce los tópicos. La


reflexividad y la fisura cotidiana que inaugura, como en los cronopios y famas de
Cortázar o en los juegos irónicos de P. Handke, pone en juego esos tópicos y con
ello la grupalidad que se constituye en su entorno. La correspondencia social (la
sociedad no es sólo la que manda, sino también la administra los valores
aspirados como deseo o interés) se rige por la creencia en la verdad común:
descreído en la sociedad religiosa es el que rompe la obviedad manifestando el
imperio de la ley sagrada al transgredirla; como lo es de dicho o de facto el que
violenta la ley política y así también la manifiesta; como lo es el que no responde
a los reclames de los objetos-signos de la publicidad postmoderna (en el sentido
habermasiano).

Fuera de la obviedad, la subjetividad queda dispuesta a la escritura y ante la


amenaza de la segregación o expulsión: las cotidianeidades, las sociedades
vigentes, se protegen siempre contra el otro que las evidencia como
normatividad.

Sin embargo, para concluir con el radical planteamiento de Ibáñez, un exceso de


ideología y de obviedad afecta la reproducción, en el ciclo largo, del sistema
social. La circulación del sentido, en su repetición armónica, no basta para
regular el cambio: continuamente, la sociedad debe investigarse o, lo que es lo
mismo, abrirse a los restos no codificados de deseo e interés de la subjetividad
para proponerse nuevos signos y nuevos discursos en los que relegar a los
sujetos.
La cotidianeidad debe ser excedida en alguna medida para que la subjetividad
participe de algún grado de libertad, sólo así puede fundarse la responsabilidad
como algo distinto a la obediencia o acatamiento, y para que la cotidianeidad
pueda reproducirse cambiando. La regulación de esos restos de deseo e interés -
que presionan sobre la ley en el lapsus, en la escritura, en la observación, en la
protesta extrasistémica o en la deserción de las masas- sería el dispositivo clave
de la regulación de la dinámica social.

Aplicaciones

La perspectiva reseñada puede encontrarse tras los estudios sobre la "cultura de


masas" y, en general, sobre la llamada "manipulación ideológica". Marcusse,
Adorno, Gramsci, Kosik, Mariategui, Foucault, en el momento crítico. Lyotard y,
sobre todo, Baudrillard en el momento post-crítico son referencias reconocidas
en estas materias.

Con todo, la perspectiva ha dado lugar también a una productiva rama de


investigación social asociada a los sondeos de opinión pública y de motivaciones
del consumidor.

De hecho, esta trás las diferentes escuelas que analizan los discursos de
ciudadanos y consumidores, como respuestas a convocatorias sociales (actuales o
virtuales). Análisis del discurso del "destinatario" para producirlo como tal en la
convocatoria que se le dirigirá.

Así entiende por ejemplo el propio Ibáñez su trabajo como analista de mercados
y elecciones, en general, a través de la técnica del grupo de discusión.

La sociología queda, en esta lógica, evidenciada en su carácter de dispositivo de


observación para el poder. Observa lo obvio entre los sujetos investigados para
revisar la inscripción de la ideología y para informar -en el sentido fuerte de
producir información- de nuevas inscripciones o codificaciones posibles. La
sociología nombra unas técnicas que contribuyen en la tarea de fijación de
verdades y de sujetos a través de la codificación de lo posible. Participa del
proceso ideológico que definiera Baudrillard como "reducción semiológica de lo
simbólico". O, en la estructura y estrategia de las sociedades de clases que
separan a observadores (que definen o ponen los signos y hacen las
convocatorias) de observados (que ponen la energía, que asumen la forma y
responden) que Sismondon resumiera en el concepto de "hyle-morfismo" (hyle,
energía; morfismo: forma).
Sin embargo, abre la posibilidad de una otra sociología -como la que hacía
Gramsci y la que proponía al final Ibáñez- como un observador que interviene en
el flujo de verdades, reflexionando e interpretando, y devolviendo su saber a los
colectivos que investiga. Búsqueda de un saber no codificante, de una palabra no
persuasiva, que asista a los colectivos (posibles) en su propio reflexionarse sobre
la ideología. Como en la imagen del mismo Carroll:

"Vuelto sobre el observador, el observado observa y no sirve. Así


nada sería cotidiano"
(1)Artículo publicado en Dimensiones Actuales de la Sociología. Compiladores Garretón, M,; Mella, O. Bravo y Allende Editores. 1995.

En: http://www.carlosmanzano.net/articulos/Canales.htm

La sociología de la vida cotidiana


En el período de Posguerra, en Hungría, uno de los países satélites del
bloque comunista del este, se funda la Escuela de Budapest por los
sociólogos Georg Lukács y Agnes Heller y nace la vida cotidiana como
objeto de estudio científico. El análisis de las problemáticas sociales desde
la perspectiva de la vida cotidiana constituye a la misma como campo de
conocimiento a la vez que fenómeno social y político. La dificultad del
análisis sociológico estriba precisamente en que el sujeto de conocimiento
es objeto de conocimiento a su vez. Es estudiar un fenómeno que vivimos
de forma irreflexiva y del cual somos parte constitutiva. El trabajo de llevarlo
a un proceso de reflexión tiene consecuencias sobre la forma de
conocimiento de sentido común, lo que se denomina "ruptura
epistemológica".

En este contexto histórico, se pone bajo la lupa la íntima relación entre los
procesos macro sociales y los micro sociales. Se estudia cómo se produce
una cristalización de los elementos estructurales de los procesos sociales
en cada una de las biografías. Esta corriente teórica de pensamiento
científico social nace como manifestación frente al proceso de institución de
las llamadas democracias populares del Régimen Soviético. Se
establecieron gobiernos denominados "Frente Nacional" en los que los
comunistas tenían presencia dominante. En pocos meses, los demás
partidos fueron prohibidos. En un período relativamente corto que va del
año 1946 a 1948, Polonia, la República Democrática de Alemania,
Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria se convirtieron en "estados-
satélite" de la URSS.

Se destaca el carácter irreflexivo de nuestras prácticas y como las pautas


de convivencia social, producto de una construcción social determinada, son
asumidos como del orden natural. Hay una crítica a la producción y uso de
las certezas básicas que emanan del sentido común y de la opinión pública.
Se pone en cuestión el rol naturalizado de las mujeres, la crianza de los
niños y niñas y los roles diferenciados que ejercen hombres y mujeres
basados en el modelo masculino tradicional hegemónico. Hay una crítica
velada al Régimen a través de la puesta en cuestión de sus manifestaciones
en el plano de las prácticas cotidianas.

En la vida cotidiana, principalmente en lo que se denomina proceso de


Socialización Primaria, es donde internalizamos e incorporamos a nuestra
estructura cognitiva las normas que rigen la vida en sociedad (determinada
por el momento histórico social y el lugar que ocupamos de dicho espacio
social) y las transformamos en motivo propio e interior. Transformamos una
estructura objetiva en nuestra propia subjetividad. En este proceso, las
prenociones, estereotipos y juicios de sentido común tienen un fundamento
social vital. Ponen nuestra visión del mundo social y predisposición a la
acción en armonía con lo socialmente esperado en cada uno de los
espacios sociales que habitemos y hablemos.

Más adelante, en el año 1966, los sociólogos Berger y Luckmann desde


Nueva York publican en conjunto la obra "La construcción social de la
realidad". Título radical que pone en relieve que la realidad que
experimentamos es fruto de un proceso dialéctico entre las estructuras
sociales y las interpretaciones subjetivas. El Orden Social es un producto de
la actividad humana pero a través del proceso de construcción social como
realidad objetiva, éste aparece como externo e impuesto a las personas.
Este momento se lo denomina como de institucionalización. Al adquirir
historicidad, adquiere objetividad, se cristaliza en instituciones y se
experimenta como existente por encima y más allá de la acción humana.
Pero, estos autores nos recuerdan que el mundo institucional no es más
que actividad humana objetivada. El mundo social producto humano vuelve
a actuar sobre sus productores y de allí emana su apariencia de natural y
eterno pero allí también se evidencia su lógica dinámica.

La otra cara de la moneda, es que las sociedades son, también, realidad


subjetiva. Berger y Luckmann observan que existen dos momentos de lo
social: el momento de institucionalización donde la realidad se convierte en
mundo social objetivado y el momento de la internalización donde la
realidad objetivada es incorporada por cada uno de los individuos. Este
último proceso se realiza a través de las denominadas socializaciones
primaria y secundaria. Hay una construcción del yo, la identidad y la visión
del mundo en la Socialización Primaria donde la mediación fundamental es
lo afectivo. "La internalización de la sociedad, de la realidad objetiva, implica
el establecimiento subjetivo de una identidad coherente". Luego, en la
Socialización Secundaria, hay una interpretación de cierta variabilidad de
roles en las diferentes instituciones (Escuela, Estado, Trabajo, Iglesia, entre
los más destacados) coherente con las herramientas cognitivas adquiridas
en nuestra Socialización Primaria.

Estos pensadores (Berger y Luckmann) plantean la paradoja fundamental


de la lógica circular de la reproducción social de lo estatuido: "lo social no es
natural pero en su existir se naturaliza". La vida cotidiana está constituida
por un multivariado conjunto de determinaciones económicas, sociales,
políticas e ideológicas que aparecen ocultas mientras las personas vivimos
con los límites del sentido común. Se impone un repliegue sobre lo
individual que obstaculiza la comprensión de nuestra íntima vinculación con
lo colectivo, con lo que está más allá de lo inmediato. Así experimentado, el
mundo social se nos aparece como algo ajeno, extraño o cosificado.

Las mencionadas determinaciones se visibilizan cuando, mediante la


reflexión, podemos dilucidar la génesis y el horizonte de las mismas. Las
herramientas del pensamiento científico social y de la historia social son
potentes para realizar esta operación y contribuir al cambio social desde
nuestras prácticas cotidianas individuales y colectivas.

Jimena Pesquero Bordón, licenciada en Sociología, UBA.


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En: https://www.noticiasnet.com.ar/30331-la-sociologia-de-la-vida-cotidiana

13. ¿Cómo puede ayudarnos la sociología en la


vida cotidiana y en el ejercicio profesional?
diciembre 03, 2016
1. La Sociología trata en forma directa gran cantidad de temas que nos afectan en la vida diaria y en el

ejercicio profesional: la familia, el crimen y el castigo, los delitos y las penas o sanciones, el conflicto, la

violencia, la religión, los fenómenos de institucionalización y de orientación valorativa, la conformidad,

la desviación, la dominación, la sumisión, las nuevas tecnologías, la organización, las estructuras


organizacionales, la cultura organizacional, el desempeño organizacional, las relaciones verticales y

horizontales y las jerarquías que se establecen allí...

2. Muchos aportes y conceptos del conocimiento y de las investigaciones sociológicas hoy son de uso

cotidiano en el mundo de la vida y en el de las organizaciones: líder carismático, clase social, capital

social, anomia, poder, patrones de conducta social y organizacional, procesos motivacionales, intereses,

egoismos y luchas individuales y generacionales, precariedad, racionalidad, razón práctica, acción, entre

otros.

3. La Sociología nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y a nuestra sociedad y el papel que jugamos

en ella. Es claro que cuanto más sepamos acerca del funcionamiento general de nuestra sociedad y sus

diferentes estructuras, jerarquías, grupos, relaciones y acerca del cómo y el por qué de ella, más capacidad

tendremos de conocer, comprender y actuar sobre nuestro futuro.

4. De otra parte, hoy casi todo el mundo acepta que el aumento de la delincuencia y el crimen organizado

está relacionado con problemas sociales, tales como: la descomposición de la familia, la violencia social

e intrafamiliar, la pérdida de valores, el surgimiento de éticas diversas asociadas con el narcotráfico y la

fácil obtención de dinero, el aumento de la pobreza, la precariedad social y laboral y el desempleo y la

existencia de diferencias sociales muy notorias, aspectos estos que impactan como externalidades

negativas a las organizaciones e instituciones establecidas, razón por la cual hay que analizarlos y

manejarlos para mitigar sus estragos en la sociedad.

5. La sociología nos permite hacer conciencia de las diferencias sociales vigentes en nuestra sociedad.

6. La sociología también nos permite saber que entre las diferentes sociedades, y dentro de cada una de

ellas, existen múltiples diferencias sociales y de clase y diversidades culturales, e igualmente, múltiples

grupos y personas con diferentes modos de vida y diferentes modos de pensar y actuar.
7. Todo lo anterior, no sólo aumenta nuestra sensibilidad social y nos enriquece culturalmente, sino que

nos permite saber cuáles son los problemas más acuciantes y así poder actuar en consecuencia.

Para todo ello, la Sociología ha echado mano de dos importantes nociones: habitus y campo.

Por habitus podemos entender esquemas de obrar, pensar y sentir, asociados a la posición que se tenga en

la sociedad. El habitus hace que personas de un entorno social homogéneo tiendan a compartir estilos de

vida parecidos. El habitus es, por así decirlo, la estructura social de nuestra subjetividad, que inicialmente

se constituye en virtud de nuestras primeras experiencias (habitus primario) y más tarde, se reconstituye

con las experiencias de nuestra vida adulta (habitus secundario). Es la forma en la que las estructuras

sociales se internalizan y graban en nuestra mente y nuestro cuerpo por interiorización de la exterioridad

que nos rodea. Es, en pocas palabras, "un sistema de disposiciones perdurables y

transponibles". Disposiciones, esto es, inclinaciones a percibir, sentir, pensar, hacer y saber hacer (como

por ejemplo el hacer y saber hacer contable y /o administrativo).

Este concepto se adoptó/adaptó, por parte de la sociología para superar la dicotomia entre lo objetivo y lo

subjetivo, esto es, entre la posición objetiva que los sujetos ocupan dentro de la estructura social; y la

interiorización o incorporación mental y física de este mundo objetivo, por parte de los sujetos.

Así se procedió, porque por una parte el objetivismo no logra explicar que sujetos en posiciones idénticas

produzcan prácticas diferentes; y, por otra parte, porque el subjetivismo no refleja las regularidades de la

sociedad, lo que permanece inamovible al margen de la voluntad y la conciencia individual.

Por ello es que en Sociología se sustituye esa dicotomía por la relación entre dos formas de existencia de

lo social: 1) las estructuras sociales objetivas construidas en dinámicas históricas (los campos); y 2) las
estructuras sociales interiorizadas e incorporadas por los individuos en forma de sus esquemas de

percepción, valoración, pensamiento y acción (los habitus)

A partir de ahí, se puede comprender, fácilmente, que el habitus viene a ser un sistema de disposiciones

duraderas, que funcionan como esquemas de clasificación para orientar las valoraciones, percepciones y

acciones de los sujetos.

Sin embargo, la acción humana no es una pura reacción mecánica a las condiciones objetivas de

existencia. Éstas son apropiadas y recreadas por los agentes sociales a partir de sus disposiciones. Pero a

su vez, estas disposiciones que cada uno tenemos y que componen lo que podríamos llamar " la vertiente

espontánea de la acción"(v gr: el impulso de dar un abrazo) no brotan del psiquismo individual únicamente,

sino que son conformadas también de acuerdo a las condiciones objetivas de existencia. Por ejemplo,

las aptitudes escolares tanto como las aptitudes económicas, culturales, sociales políticas y o

profesionales exigidas por el capitalismo sólo pueden formarse en determinadas condiciones materiales

de existencia, por eso están distribuidas de manera desigual. En la gestación de las disposiciones

económicas de cálculo, de contabilización de previsión y de gestión, desempeñan un papel crucial

condiciones objetivas como la posesión o no de un empleo asalariado y estable, el nivel de instrucción, el

modo en el que se ha estado expuesto al impacto modernizador del capitalismo y la

globalización neoliberal y a la precariedad social, cultural y laboral que generan. En la gestación de

disposiciones escolares, por ejemplo, es decisiva la influencia ejercida por la herencia cultural . Ésta

determina de manera desigual y diferenciada el grado e exposición de los individuos, en el medio familiar,

a las rutinas intelectuales exigidas después por la escuela y por la sociedad y, por lo tanto, delimita las

posibilidades de que se prosiga y consolide o se interrumpa una trayectoria.

El habitus constituye, entonces, también un conjunto de estructuras tanto estructuradas como

estructurantes. Lo primero, porque implica el proceso mediante el cual los sujetos interiorizan lo social.
Lo segundo, porque funciona como el principio generador y estructurador de prácticas culturales y

representaciones.

Ahora bien, esto no es suficiente. Por otro lado, la noción de campo está fundada sobre la teoría marxista

de que la sociedad está definida por la lucha de clases.

En Sociología un campo es, entonces, un espacio social de acción, de luchas y de influencia, en el que

confluyen relaciones sociales determinadas. Es, en ese sentido, una red de relaciones objetivas entre

posiciones.

Estas posiciones se definen en su existencia, y en las determinaciones que les imprimen a sus ocupantes

(por ejemplo, a los Contadores y/o Administradores en su formación y posibilidades de ejercicio

profesional, entre otros) por su situación actual o potencial en la estructura de distribución de poder o

capital dentro de su respectivo campo; y por sus relaciones objetivas de fuerza y de sentido con las demás

posiciones.

La noción de campo, implica pensar en términos de relaciones. Estas relaciones están definidas por la

posesión o producción de una forma específica de capital, propia del campo en cuestión.

Así, de esa manera, cada campo es en mayor o menor medida autónomo; y la posición dominante o

dominada de los participantes en el interior del campo depende, en algún grado, de las reglas específicas

del mismo.

De esa manera, a no dudarlo, el conjunto estructurado de los campos, que incluye sus influencias

reciprocas y las relaciones de dominación entre ellos, define la estructura y organización social. Conocer

esto permite, por ejemplo, comprender cuáles son los límites del ejercicio profesional, cuáles son las

realidades de ese ejercicio y cuáles las luchas de fuerza y de sentido, reales y simbólicas que se deben
enfrentar en el transcurso de la vida profesional, para no ser llamados al engaño de que el mundo es color

de rosa y que todo se da y se consigue de manera fácil. Recuerden que las alusiones y referentes

sociales unas veces se pierden y las más de las veces se transforman, y debemos estar subidos en el carro

de la historia para adaptarnos a esas transformaciones y no quedarnos rezagados. Recuerden también que

si bien "todo lo sólido se desvanece en el aire" quien no conoce la historia está condenado, no sólo a

repetirla sino a verse relegado, marginado, invisibilizado, desechado, pues en el capitalismo "no hay

almuerzo gratis" y la indiferencia legítima las arbitrariedades sociales.

En: https://obsoged.blogspot.com/2016/12/como-puede-ayudarnos-la-sociologia-en.html

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