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EL LENGUAJE DEL CUERPO

Proyecto Salón Hogar

Cuando hablamos con alguien sólo una pequeña parte de la información que obtenemos de
esa persona procede de sus palabras. Los investigadores han estimado que entre un 60 y
un 70% de lo que comunicamos lo hacemos mediante el lenguaje no verbal; es decir,
gestos, apariencia, postura, mirada y expresión.

Muy a menudo, el efecto de este lenguaje corporal tiene lugar a nivel inconsciente, de
manera que, después de estar sólo un par de minutos conversando con alguien a quien
acabamos de conocer, podemos llegar a la conclusión de que esa persona no es de fiar o no
nos gusta sin que podamos explicar el motivo exacto. Lo más que podemos decir es "tiene
algo que no me gusta". Ese "algo" procede, casi con toda seguridad, de lo que su lenguaje
corporal nos ha transmitido. Y, a la inversa, cuando hablamos con alguien es posible que le
estemos diciendo mucho más de lo que creemos. De este modo, nuestras emociones se ven
influidas por otras personas sin necesidad de decir una sola palabra, pues puede bastar
una determinada postura, mirada y gesticulación para hacernos sentir incómodos,
nerviosos o enfadados, o bien alegres, joviales y optimistas. Por supuesto, esto no quiere
decir que nuestro interlocutor vaya a captar toda la información que estamos
transmitiendo; el grado en que lo haga dependerá de lo bueno que sea a la hora de
interpretar este lenguaje y de la atención que nos esté prestando.

El lenguaje no verbal es en parte innato, en parte imitativo y en parte aprendido.


Generalmente, distintas áreas del cuerpo tienden a trabajar unidas para enviar el mismo
mensaje, aunque a veces es posible enviar mensajes contradictorios, como cuando alguien
está contando una anécdota divertida pero la expresión de su cara es triste. Esto puede ser
debido, por ejemplo, a que mientras habla está pensando en otra cosa, tal vez en lo
siguiente que va a decir, y la expresión de su cara se corresponde con lo que está pensando
y no con lo que está diciendo, de manera que deja perplejo a su interlocutor.

En otras ocasiones, los mensajes son confusos debido que se pueden estar transmitiendo
varias emociones a la vez, como rabia, miedo y ansiedad, que a veces aparecen unidas.

Con los desconocidos nos comunicamos principalmente a través de los ojos. Por ejemplo,
cuando vamos caminando por un pasillo estrecho y nos encontramos con alguien de
frente, primero le miramos a los ojos y luego desviamos la mirada hacia el lado del pasillo
por el que pretendemos pasar. Cuando no se emiten estas señales o no se interpretan
correctamente, lo más probable es que ambas personas acaben manteniendo una especie
de baile a derecha e izquierda hasta aclararse.

Lo que el cuerpo nos dice.

Tienes una cita y vas caminando por la calle para encontrarte con alguien a quien quieres
transmitir una imagen de confianza, amistad y cooperación. Te interesa agradar a esa
persona y causarle una buena impresión. Mientras te mueves mantienes una posición
erguida, pero relajada, el abdomen ligeramente tenso y el pecho algo levantado. Sabes que
si caminas encorvado o encorvada, con los hombros encogidos y la pelvis inclinada hacia
delante (o hacia atrás) no tendrás muchas posibilidades, a no ser, claro está, que seas un
actor cómico. La expresión de tu cara es relajada. Aunque sientes cierto nerviosismo tratas
de controlarlo diciéndote que todo es maravilloso, que te sientes feliz y rezumas encanto
por todos tus poros. Esos pensamientos se reflejan en tu rostro y te ayudan a transmitir la
imagen que deseas. Al doblar la esquina localizas con la mirada el lugar del encuentro y
poco después tus ojos se encuentran con los suyos. Un rápido y ligero movimiento
ascendente y descendente de las cejas justo antes de establecer el contacto ocular tratan
de atraer su mirada hacia tus ojos. Mantienes la mirada durante unos tres segundos, con el
objetivo de obtener información acerca de los sentimientos, actitudes e intenciones de esa
persona, y luego la desvías hacia abajo un instante para volver a levantarla después. Ha
sido un ligero gesto de sumisión que indica que vienes en son de paz y que tu deseo es
cooperar y no tratar de dominar a esa persona. Si lo que pretendes es desconcertarla o
tomarle el pelo levantarás la vista hacia el cielo y si la desvías hacia izquierda o derecha
darás la sensación de rechazo o falta de interés, mientras que si la mantienes fija darás la
impresión de hostilidad, agresividad o deseo de un contacto más íntimo (en las pareja, por
ejemplo, no suele darse esta pausa y mantienen fija la mirada).

La sonrisa.

Por supuesto, no olvidas el poder de una sonrisa. La más apropiada para esta situación
será aquella que muestra ligeramente los dientes superiores, siempre y cuando sea
sincera, pues una sonrisa falsa es muy fácil de descubrir y va causar una mala impresión.

La sonrisa, igual que la mirada, puede decir muchas cosas distintas. No sólo expresa
alegría, sino que también puede indicar ansiedad, inseguridad e incluso hostilidad
enmascarada. Del mismo modo, sus interpretaciones también pueden ser diferentes. Por
ejemplo, una sonrisa puede ser interpretada como signo de amistad y simpatía o bien
hacer que nos preguntemos fastidiados de qué se estará riendo esa persona, e incluso nos
puede llevar a sentir vergüenza. Una sonrisa débil y vacilante que no muestra los dientes y
va acompañada de una mirada de similares características indica timidez e inseguridad.
Puede venir bien usarla ante una persona con baja autoestima para darle seguridad. Es
también una sonrisa que inspira ternura fácilmente, sobre todo si va acompañada de una
mirada franca. La sonrisa que muestra ligeramente los dientes superiores es apropiada
para conocidos, vecinos, etc. Una sonrisa más amplia, que muestra todos los dientes
superiores, en cambio, puede desconcertar a una persona a quien apenas conocemos. Por
otra parte, la sonrisa reprimida puede llevarnos a dar una imagen desastrosa, sobre todo
cuando la otra persona no sabe de qué nos estamos riendo y la interpreta como una burla.
Aunque por lo general suele ser indicio de timidez.

La mirada

Una vez iniciada una conversación es mucha la información que podemos obtener de
nuestro interlocutor si sabemos prestar atención al lenguaje de su cuerpo. Los ojos tienen
una gran importancia y es mucho lo que podemos decir con ellos. No es extraño, por tanto,
escuchar expresiones como "hay miradas que matan", "tenía una mirada de hielo" o "me
abrasó con su mirada". Hay miradas burlonas, miradas iracundas, miradas de sorpresa e
incluso miradas veladas.

Al escuchar, miras atentamente a los ojos de tu interlocutor para demostrarle interés y


atención, mientras que la otra persona suele desviar a menudo la mirada cuando te habla.
Si nos miran fijamente al hablarnos es fácil que nos pongamos nerviosos, sobre todo
porque aparece el dilema de sostener durante demasiado tiempo una mirada, frente a
desviar los ojos, algo que puede ser interpretado como falta de interés. Después, cuando te
dispones a tomar la palabra, desvías la mirada un instante, justo antes de empezar a
hablar, para hacer ver que te dispones a dar una respuesta considerada y meditada. Por
supuesto, la persona con la que hablas no es consciente de todo esto, pero a un nivel sutil
está captando todos estos mensajes y probablemente tiene ya una impresión bastante
favorable ti.

Mientras estáis sentados en la terraza de un café, te alegras de que el día esté nublado,
pues con esas lentillas que te has puesto te molestaría demasiado el sol y sabes que las
gafas también tienen algo que decir. Tienden a producir una impresión negativa, sobre
todo si son oscuras o con cristales brillantes, ya que impiden el acceso a una fuente
importante de información. Pueden dar la sensación de frialdad, distanciamiento o falta de
sinceridad, aunque también transmiten inteligencia, seriedad y autoridad. La persona que
te habla con gafas de sol oscuras está diciéndote lo inaccesible que es y lo difícil que lo
tienes para llegar hasta ella. Dan la sensación de gran reserva y rechazo a entablar una
conversación, aunque, por supuesto, puede tratarse tan sólo de inseguridad. A veces se
utilizan como un modo de esconderse ante la mirada ajena.

El lugar hacia donde dirigimos la mirada dice también mucho. Cuando se trata de personas
que acabamos de conocer se mantiene la mirada dentro del triángulo formado por los ojos
y la nariz, y entre amigos se amplía ese triángulo para incluir la boca. Bajar la mirada por
debajo de la cara tiende a interpretarse como un mayor deseo de intimidad y puede hacer
que una persona, sobre todo si es mujer, se sienta nerviosa o enfadada al verlo como una
insinuación sexual.

El tiempo durante el cual una persona mantiene su mirada puede darnos también algunas
pistas. Las personas inseguras la mantienen menos. Cuando se habla de temas personales
disminuye el contacto visual y cuando alguien nos elogia sucede justo lo contrario.

La primera impresión.

El famoso dicho "la primera impresión es la que cuenta", resulta bastante acertado, de
manera que causar una buena impresión inicial en una entrevista de trabajo puede ser
incluso más importante que el currículum o las buenas referencias. Un estudio realizado
en Reino Unido mostró que la mayoría de las empresas se basan únicamente en la
entrevista como método para contratar personal.

Por lo general, la primera impresión está ya formada a los tres o cuatro minutos de haber
conocido a una persona. En ese corto periodo de tiempo decidimos si nos agrada o
desagrada y si queremos mantener o no algún tipo de relación con ella. Esta opinión tiende
a mantenerse estable a lo largo del tiempo y suele resultar difícil cambiarla, debido a que
implica partir otra vez de cero: evaluar de nuevo toda la información que tenemos de esa
persona, admitir que nos hemos equivocado y llegar a conclusiones diferentes que nos
empujarían a cambiar nuestro comportamiento. Por tanto, es mucho más fácil mantener
siempre la misma opinión, a no ser que nos encontremos con información que es
claramente inconsistente con la impresión que nos hemos formado.
Muchas personas piensan que hay que ser natural y mostrarnos ante los demás tal y como
somos. El problema aparece cuando esto se interpreta como dejar ver los defectos desde el
principio. Y dada la gran importancia que parece tener esta primera impresión, lo más
inteligente es tratar de mostrar la mejor imagen posible de nosotros, que es lo que la
mayoría de la gente intenta hacer, y dejar los defectos para más tarde, de manera que su
impacto será menor si hemos causado una buena impresión (que tenderá a mantenerse)
que si hemos dado una imagen negativa, en cuyo caso, nuestros defectos no harán más que
confirmar la opinión de esa persona, por lo que tenderá a fijarse más en ellos. Y es que la
expresión "el amor es ciego" es muy cierta, pues si consideramos que una persona es
maravillosa, tendrá que hacer algo verdaderamente atroz para que pensemos de otro
modo.

A veces, ni siquiera hace falta ver a una persona para formarnos una opinión favorable o
desfavorable. Si nos describen a alguien como agradable y amable antes de haberlo
conocido, después tendremos una mejor opinión de esa persona que si nos la han descrito
como fría y antipática.

La imagen que queremos dar dependerá también de la situación (entrevista de trabajo,


cita romántica, etc.) y de la persona que tenemos delante. Por ejemplo, si nos
comportamos de forma dominante con una persona tímida e insegura, lo más probable es
que hagamos que se sienta intimidada e incómoda. En general, la gente suele preferir a
quienes tienen (o muestran) niveles de autoestima similares al suyo.

Autoestima y atractivo físico

Durante ese primer encuentro lo que se dice con palabras parece no importar mucho. Lo
mejor es ser un buen oyente, usar correctamente el lenguaje corporal y tener una
apariencia física que resulte atractiva a la otra persona. Las personas más atractivas tienen
más probabilidades de salir bien paradas en una entrevista de trabajo o de ser absueltas
en un juicio, debido a que existe la creencia generalizada de que los más atractivos son
también mejores personas. Es decir, a los que son guapos por fuera también se los
considera "guapos" por dentro.

Por otra parte, lo que pensamos de nosotros mismos ejerce una influencia en la imagen
que damos a los demás. Si piensas: "no soy más que un hombre sencillo a quien todos
consideran un pobre ingenuo" es posible que des una impresión de hostilidad, si esa
concepción que tienes de ti mismo te hace enfadar. Y si piensas "soy sosa y aburrida y los
demás no quieren saber nada de gente así" estarás esperando que los demás te ignoren y
dando una impresión de desconfianza y distanciamiento. Por tanto, los demás nos
juzgarán de acuerdo a cómo nos juzguemos a nosotros mismos. Si pensamos que somos
personas estupendas y encantadoras tenemos muchas probabilidades de que los demás
estén de acuerdo con nosotros.

De este modo, una buena autoestima hará milagros en alguien poco atractivo, porque a
pesar de la importancia que el físico parece tener en nuestra sociedad, la clave del éxito no
está exactamente en él, sino más bien en el buen concepto que estas personas suelen tener
de sí mismas y que les lleva a transmitir una imagen positiva a los demás. Por tanto, aun
siendo poco agraciado, basta con quererse y aceptarse para lograr transmitir una
impresión tan buena como el más atractivo.
Hablar con la cabeza.

Los movimientos afirmativos de cabeza revelan mensajes diferentes según su ritmo.


Cuando son rápidos significa: "entiendo; continúa", o bien pueden indicar que queremos
que esa persona se dé prisa y termine lo que está diciendo. Cuando son moderados nos
están diciendo "comprendo y estoy de acuerdo" y cuando son lentos significan
"comprendo pero estoy un poco confundido" o "no estoy del todo convencido". La
inclinación de cabeza es otra pista que podemos interpretar de diferentes formas. Una
inclinación hacia delante y a un lado significa "te escucho". Y cuando va acompañada de
una sonrisa y contacto visual aumentan los sentimientos de simpatía hacia esa persona y
tiene más probabilidades de recibir apoyo y cooperación. Cuando la inclinación se produce
hacia un lado y hacia atrás quiere decir "estoy pensando tu pregunta" y una clara
inclinación hacia un lado significa "estoy interesado y tal vez atraído".

Espacio personal e invasión.

Nuestro espacio personal íntimo está formado por nuestro cuerpo y una zona a su
alrededor de unos cuantos centímetros. En ese espacio sólo permitimos que entren los
amigos más íntimos, parejas y familiares. Un poco más lejos se sitúa la zona personal
lejana, en la que sólo dejamos entrar a amigos y compañeros con quienes mantenemos una
buena relación. Generalmente no permitimos que los extraños nos toquen o se sitúen
demasiado cerca de nosotros y si invaden nuestro espacio sentimos nerviosismo, enfado,
irritación o temor. A veces, sin embargo, no tenemos más remedio que aguantar esa
invasión, como sucede al viajar en metro o autobús. En esos casos el cuerpo se tensa, se
evita todo contacto ocular y se clava la vista en el infinito, con esa mirada que parece decir
"en realidad no estoy aquí". Relajarse y moverse libremente podría suponer una amenaza
para los demás.

Cuando se produce una invasión del espacio personal, suele retrocederse un paso para
evitarla. Así, es posible encontrarse a veces con situaciones en las que dos personas, una
de las cuales no respeta el espacio de la otra, se van moviendo por toda la habitación en
una especie de baile en la que uno retrocede para poder respirar y el otro avanza porque
siente que está demasiado lejos. En otros casos la invasión tiene lugar conscientemente
para intimidar a la otra persona o ponerla nerviosa y hacer que retroceda mostrando así
sumisión. La mejor manera de separarse de estas personas es dar un paso hacia un lado en
vez de hacia atrás.

Las mujeres suelen sentir menos nerviosismo cuando su zona personal lejana se ve
invadida por mujeres desconocidas, pero reaccionan de forma muy negativa si lo hace un
hombre, interpretándose como una insinuación sexual. Los hombres, en cambio, no suelen
sentirse incómodos cuando una desconocida invade esta zona, aunque también lo
interpretan como un deseo de mayor intimidad. Algo parecido podría decirse del contacto
físico. Si bien las mujeres sólo suelen permitir que quien las toque sea un buen amigo si se
trata de un hombre, a estos no les suele importar que los toque una mujer desconocida.

También existen diferencias según la personalidad, siendo más amplio el espacio personal
de los introvertidos, que necesitan mantener una mayor distancia entre ellos y su
interlocutor.
Rechazo

La persona que interpone un objeto entre ella y nosotros nos está enviando un mensaje
que puede significar varias cosas. Cuando se da también una mirada hostil o inexpresiva,
postura tensa, y poco o nulo movimiento corporal su significado suele ser claro: "será
mejor que te apartes de mi vista inmediatamente", pero si va acompañado de una
expresión amistosa y el cuerpo más relajado, indica que aunque no se va cortar del todo la
comunicación es mejor que vayas con cautela.

En una investigación se vio que cuando un grupo de personas escuchaban a un orador con
los brazos cruzados retenían menos información y tenían una actitud más crítica hacia él.
Cruzar los brazos indica una actitud defensiva y negativa, incertidumbre o inseguridad. Si
se aprieta el puño denota agresividad y si se están apretando los brazos con las manos
señala una gran ansiedad o enfado. Una buena forma de romper estas barreras es ofrecer
algún objeto a esa persona, como un cigarrillo o una bebida.

Una barrera parcial, como agarrarse el brazo con una mano, denota más bien falta de
confianza en vez de rechazo. A veces lo usan las personas inseguras como una forma de
tranquilizarse.

Gestos nerviosos. Hostilidad.

Cuando sentimos ansiedad u hostilidad nuestro lenguaje corporal va a reflejarlo. Sin


embargo, nuestro interlocutor no tiene por qué ser consciente de lo que estamos
sintiendo; simplemente capta "algo" en nosotros que no le gusta. Por ejemplo, una persona
ansiosa o tímida puede comportarse de un modo que otros perciban como frialdad y
rechazo. El miedo puede hacer que nos enfademos con nosotros mismos y transmitir una
imagen de hostilidad. De este modo la persona con la que hablamos puede tener una
impresión de nosotros que no se corresponda con la realidad, a no ser que sea bastante
buena interpretando nuestros gestos.

Cuando estamos nerviosos es muy probable que toquemos precisamente esa parte de
nuestro cuerpo que menos nos gusta. La ansiedad es un sentimiento muy intenso que nos
hace más conscientes de nosotros mismos y, por tanto, también de aquello que no nos
gusta en nosotros. Sin embargo, también puede tener otros significados. Tocarse la boca,
por ejemplo, puede indicar que no nos gusta o bien un temor a decir algo que no debemos.
La persona que se frota las manos nerviosamente parece estar diciendo "tengo miedo de lo
que podría llegar a hacer con mis manos". Los niños se tapan descaradamente las orejas
cuando no quieren oír; los adultos, más discretos, se las tocan.

Tocarse determinadas partes del cuerpo es también una forma de confortarse o relajarse.
Masajearse la nuca, acariciarse el pelo o la barba, humedecerse los labios o chupar algún
objeto, etc., denotan cierto nerviosismo cuando se hace a menudo. Y lo mismo puede
decirse de los pies y dedos inquietos: juguetear con objetos, alisarse la ropa, golpear el
cigarro contra el cenicero aunque no haya ceniza que tirar...

Entre los signos de hostilidad se encuentran golpear el suelo o algún objeto con el pie;
apretar, estirar o pellizcar partes de la cara, o morderse los labios.

Interpretar el lenguaje no verbal.


A pesar de todo lo que podemos comunicar a través del lenguaje del cuerpo, no todo el
mundo sabe interpretar o usar estas señales correctamente. En realidad sólo una minoría
es buena en esto. Las mujeres suelen ser mejores que los hombres a la hora de interpretar
el lenguaje corporal y lo utilizan más para comunicar la importancia de la relación.
También sonríen más, se sienten más atraídas por las personas que sonríen y utilizan más
la mirada (aunque les resulta más incómodo que las miren a ellas).

Las personas introvertidas y reservadas también tienden a ser mejores, debido a que
ejercen un mayor control sobre sus propias emociones y por tanto son más conscientes de
sí mismas. También son más sensibles al comportamiento de los demás, pues utilizan las
señales que estos emiten como una forma de controlar la impresión que están causando.

En cambio, las personas agresivas suelen ser peores que los demás a la hora de interpretar
correctamente estos signos, teniendo mayor tendencia a considerar hostil una expresión
neutra.

El engaño.

Pillar a un mentiroso no es tan fácil como la gente suele creer, sobre todo si le miras a los
ojos, como suelen hacer la mayoría de la personas, porque el mentiroso tiende a centrarse
en su cara para ejercer el control y no ser descubierto. Aun así hay algunos signos que lo
delatan. Se utilizan menos gestos y el cuerpo puede estar prácticamente inmóvil, como si
temiera que fuese a delatar su mentira en cualquier momento. Todos podemos recordar la
rigidez de Bill Clinton mientras negaba haber mantenido relaciones con la becaria. Habría
resultado más creíble si hubiese mostrado las palmas de sus manos, como una forma de
decir que no tiene nada que ocultar. A veces aparecen gestos nerviosos como los ya
mencionados. Tocarse la boca o la nariz como una forma encubierta de taparse una boca
mentirosa; tocarse los ojos como una manera de evitar mirar a quien estamos mintiendo
(tocarse o frotarse los ojos puede indicar también deseos de terminar la conversación por
cualquier motivo). El ojo mentiroso rehuye la mirada, aparta y vuelve a fijar la vista
rápidamente, aumenta el parpadeo y es mayor el tiempo durante el cual los ojos
permanecen cerrados al parpadear. Por supuesto, si estamos ante alguien que, además de
ser un tanto mentiroso, apenas se inmuta ante sus propias mentiras y no se siente culpable
ni ansioso, nos va a resultar bastante difícil desenmascararlo.

Reglas para el éxito del lenguaje no verbal

1. El primer encuentro es muy importante. Una mala impresión inicial no puede


arreglarse con facilidad; es mucho más fácil hacerlo bien desde el principio. No te
preocupes demasiado por lo que dices en un encuentro formal. Para dar una buena
impresión es más efectivo ser un buen oyente que un buen orador.

2. Sé consciente de la impresión que tu aspecto puede provocar en los demás, tanto en


sentido positivo como negativo. Si tu aspecto genera un sentimiento negativo en los
demás, trabaja para cambiarlo. Ten también en cuenta los sentimientos positivos que tu
aspecto puede generar en los demás y utilízalo.

3. No sostengas la mirada durante más de tres segundos al ir a encontrarte con una


persona. Observa cuando estés a unos 5 ó 6 metros y luego interrumpe brevemente el
contacto visual bajando la mirada, a menos que pretendas transmitir falta de interés por la
otra persona o desees confundirla y desconcertarla interrumpiendo el contacto visual
mirando hacia arriba.

4. Sé el primero en utilizar el flash de la ceja. Unos microsegundos antes de iniciar el


contacto visual, tus dejas y las de la otra persona se levantan y caen en un movimiento que
suele durar una quinta parte de segundo. Es lo que se llama el flash de la ceja y sirve para
atraer la atención de la otra persona a los ojos y la cara. Se usa entre personas con un
relación amistosa, pero no entre personas que no se conocen o no mantienen una buena
relación. Contesta siempre al flash de la ceja con otro flash, cuando lo inicie otra persona.
Utilízalo cuando estés a unos 2 ó 3 metros de la persona con quien vas a encontrarte.

5. Utiliza la sonrisa más apropiada para cada ocasión. Sonreír de un modo no adecuado
puede crear tan mala impresión como no sonreír en absoluto.

6. Procura no invadir nunca el espacio personal de la otra persona de manera no


intencionada. N te acerques a más de 45 centímetros, a no ser que tangas una relación de
amistad íntima o de pareja con esa persona.

7. Ten en cuenta que la distancia a la que una persona desea que te sitúes puede variar
según cada persona y cultura. Procura situarte a la distancia correcta.

8. en algunos casos, entrar en el espacio personal de alguien puede ayudar a aumentar el


agrado mutuo, pero sólo debe hacerse si se está elogiando a la otra persona, se le está
dando la enhorabuena, etc. Esto sólo ha de hacerse cuando ya se ha logrado cierta
compenetración con la otra persona.

9. Con desconocidos, nunca permanezcas de pie frente a un hombre ni al lado de una


mujer extraña. Si se trata de un hombre, empieza en una posición semilateral y ve
desplazándote hacia una posición frontal poco a poco. si se trata de una mujer, haz al
contrario, comienza en una posición frontal y ve desplazándote hacia una posición
semilateral.

10. Nunca permanezcas de pie cuando los demás están sentados, a no ser que pretendas
dominarlos o intimidarlos.

11. Evita los sillones hundidos que te obligan a echarte hacia atrás, pues limitarán tu
capacidad para usar el lenguaje no verbal relacionado con la postura.

12. Durante el apretón de manos mira a los ojos de la otra persona, modera la presión que
aplicas y mantén el contacto durante unos 6 segundos. Si deseas transmitir dominio utiliza
un apretón más fuerte y prolongado de lo normal. Si deseas transmitir sensación de
amistad, aplica una presión moderada pero prolonga ligeramente el contacto y mientras le
das la mano sonríe, mantén una expresión facial relajada e inclínate ligeramente hacia
delante.

13. Evita usar gafas con cristales oscuros o con reflejos. Si deseas que te consideren una
persona afable y simpática, usa lentes de contacto en lugar de gafas.
14. Para aumentar la calidez y conseguir la cooperación de la otra persona, utiliza una
ligera inclinación de cabeza hacia un lado, junto con una sonrisa. De este modo, la
disposición para cooperar contigo aumentará mucho.

15. Cuando hables a un grupo procura que tu mirada los incluya a todos. No leas lo que
tienes que decir, memorízalo o utiliza breves notas como recordatorios.

16. Camina tranquilamente, con firmeza y erguido, como si fueras el propietario del lugar
por el que caminas. No vayas deprisa ni furtivamente, tómate tu tiempo para observar el
entorno.

17. Si quieres dominar a otra persona controla su tiempo y su espacio. Hazle esperar, pero
no más de 20 minutos. Si tras ese tiempo aún te está esperando, verá su estatus debilitado.
Utiliza una mirada prolongada para desconcertar a la otra persona. Pero nunca devuelvas
un contacto visual prolongado; en lugar de eso, interrumpe el contacto visual mirando
hacia derecha o izquierda (nunca hacia abajo). Si alguien te hace esperar, no esperes más
de 15 minutos, a menos que haya una razón válida para el retraso.

18. Mantén la mente abierta al acudir al encuentro de una persona. no te formes


demasiadas ideas preconcebidas sobre lo que vas a ver.

19. No prestes atención a los rostros. Las señales del lenguaje no verbal del rostro son las
más fáciles de falsear.

20. Para detectar la ansiedad mira los pies o las manos de la otra persona. Verás que hace
pequeños movimientos nerviosos con ellos. Con los pies dará pequeñas patadas al suelo,
se frotará un pie con otro, restregará las puntas contra el suelo, etc. con las manos
juguetea nerviosamente con el bolígrafo u otro pequeño objeto, se manosea el cabello, se
frota las manos, se toca una oreja, se alisa la ropa, se muerde las uñas, etc. Todos estos son
signos de nerviosismo y tensión interior.

21. Si estás intentando vender algo o cerrar un trato, existen ciertas señales que indican la
buena disposición de l otra persona, como liberación repentina de la tensión, aumento del
contacto visual, mayor proximidad y acariciarse el mentón.

21. Para saber si una amistad es sincera observa los pliegues que se forman en las mejillas
al sonreír, que revelan una sonrisa afectuosa, aumento del contacto físico, imitación
inconsciente de tu postura y gestos y una inclinación lateral de la cabeza durante la
conversación.

22. Para detectar la mentira y el engaño observa si la otra persona gesticula menos de lo
normal y se toca cada vez más. Por ejemplo, al mentir se tocan la nariz, las orejas, los ojos,
el cuello, se frotan las manos. Sobre todo, tocarse la nariz y los ojos puede ser un indicativo
de mentira. Los engaños que van acompañados de hostilidad conllevan movimientos
agresivos de pies, manos o boca (morderse los labios pellizcarse las mejillas, rascarse con
agresividad, etc.)

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