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En efecto, la condición M-L presta un servicio importante a los efectos de determinar

bajo qué circunstancias una depreciación (o devaluación en el caso de que fuera


inducida por las propias autoridades monetarias) mejora la posición comercial
externa en términos relativos a un punto de partida. Así, de cumplirse la condición
M-L, cualquiera sea su expresión final, el sistema poseería atributos de estabilidad,
de forma que, por ejemplo, una situación de déficit externo se traduciría en una
demanda neta positiva de cambio extranjero anulable por intermedio de una
depreciación real de la moneda del país que presenta dicho déficit. De no cumplirse
la condición M-L, un país en tal contexto deficitario enfrentaría un escollo penoso en
términos de estabilización; porque o bien encuentra transitoria o permanentemente
fuentes de financiamiento que permitan sostener el déficit externo o finalmente
deberá aceptar un ajuste del ingreso interno de forma que la reducción consecuente
de la demanda por importaciones asociada a aquél sea lo suficientemente grande
para estabilizar el mercado de cambios, habida cuenta de la inoperancia del efecto
precio reflejado en el no cumplimiento de la condición M-L

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