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Facultad de Psicología

Universidad Nacional de Córdoba

Seminario Feminismos y Psicologías:


Despatriarcalizar, Despatologizar, Decolonizar.

Trabajo Final: “El baño como dispositivo reproductor del


sistema sexo-genérico binario”

Integrantes:
Andino Chávez, Ayelén 36058004
Barrientos, Luciana 32784760
Jusid, Sharon 39079589

Profesora titular:
Maite Rodrigou

Córdoba, 2019
Introducción
El siguiente ensayo propone una aproximación a la temática “el baño como dispositivo
reproductor del sistema sexo-genérico binario”. Se parte desde la idea de que estos
espacios sanitarios no aparecen como neutrales, sino que en cierta forma son el resultado y
manifestación de un orden social basado en relaciones desiguales de poder. En este sentido,
se piensa al sanitario como una espacialidad que genera producción y reproducción de
sentidos, configura subjetividades y, ¿por qué no?, interfiere en determinadas líneas de
pensamiento.
Se plantea como objetivo general explorar y analizar la configuración de los sanitarios -
en los espacios públicos- en base al sistema sexo-genérico binario. En cuanto a los
objetivos específicos, la propuesta es realizar un acercamiento, a partir de los constructos
teóricos de los estudios de género, a la noción de arquitectura en tanto saber-poder que
configura al baño como un dispositivo. Se analizará el diseño arquitectónico de los
sanitarios para dar cuenta de cómo el mismo no sólo divide a las personas de forma binaria
de acuerdo a categorías sexuales, sino que también perpetúa el régimen heteronormativo,
cisgénero, capacitista, excluyendo diversidades sexuales y funcionales y reproduce
determinados roles y estereotipos de género tradicionales.
De esta manera, desandar espacios y construcciones que se presentan como
incuestionables, visibilizar y poner en tensión los discursos que las sustentan y pensar en
otras formas posibles, son algunas de las propuestas, que más que cerrar pretender abrir
nuevos cuestionamientos.
El tema se considera de particular relevancia y alcance en la actualidad, en el marco de
los cambios políticos, sociales y culturales emergentes a partir del significativo avance del
movimiento feminista en los últimos años y la puesta en agenda pública de diversas
cuestiones relacionadas al género y al acceso equitativo a los derechos.

Desarrollo
Baño como dispositivo
Por dispositivo, se hace referencia a un artefacto que dispone una serie de prácticas para
lograr un efecto, en el que cobran importancia las diversas relaciones entre lo explícito y lo
implícito, los discursos y las prácticas.
En este sentido, se entiende como dispositivo un conjunto heterogéneo, el cual se
compone por diferentes discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, leyes,
enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, económicas. De acuerdo a ello,
los elementos que conforman la red de un dispositivo pueden encontrarse tanto en lo dicho
como en lo no-dicho (Foucault, 1991).
El dispositivo, tal como lo ha definido Foucault (2005), es una tecnología social de
poder en donde las prácticas normativas, discursivas y éticas se articulan a un objetivo
estratégico. Esta noción da cuenta de un poder que organiza los fenómenos de la vida sobre
dos ejes: el cuerpo y sus funciones (anatomopolítica del cuerpo) y los fenómenos
poblacionales (biopolítica de las poblaciones).
En este sentido, el autor hace referencia al cuerpo en tanto entidad biopolítica en donde
y a través del cual, se ejerce el control social sobre la vida en la sociedad moderna del
sistema capitalista, en donde lo que importa ante todo es lo biológico, lo somático, lo
corporal.
Desde una mirada feminista se considera que el baño, como espacio, es un dispositivo de
naturalización, invisibilización y segregación de los procesos de producción y reproducción
del género, entendiendo a este último como “la actividad consistente en manejar una
conducta determinada a la luz de conceptos normativos de actitudes y actividades
apropiadas para la categoría sexual de cada persona” (West & Zimmerman,1990, p. 112).
En este mismo sentido, Ana Fernández (2009) sostiene que:
Hablar de diferencias de género alude a los dispositivos de poder por los
cuales -en cada sociedad- las diferencias biológicas han justificado las
desigualdades sociales. En tal sentido, desmarca la cuestión de supuestas
esencias diferentes que instituyen las condiciones masculinas y femeninas en
su desigualdad de oportunidades para colocar la cuestión en la subordinación
política, económica, cultural, emocional-subjetiva y erótica del género
femenino en relación al masculino. Es, por lo tanto, una noción que pone el
centro en la cuestión del poder de un género sobre otro (p. 45-46).

Hacer género
West y Zimmerman (1990) plantean que se entiende al género como atravesado y
constituido por lo rutinario, metódico y reiterativo, razón por la cual hacer género conlleva
un conjunto de actividades e interacciones perceptivas de carácter micropolítico que
determinan prácticas determinadas como expresiones de la naturaleza femenina y de la
masculina. Si bien los sujetos son los que hacen el género, es un hacer situado en relación a
otros, por lo tanto, el género es un elemento emergente de situaciones sociales es tanto
resultado a partir de varios arreglos sociales.
En última instancia, los autores afirman, entonces, que el género más que un conjunto de
características o roles, se presenta como resultado de prácticas sociales que se encuentran
determinadas por relaciones de poder, la cuales se despliegan en la interacción de los
individuos en un contexto social determinado. De este modo se percibe como natural
mientras se va produciendo como un logro organizado socialmente.
En relación con lo planteado y teniendo en cuenta el desarrollo de Beatriz Preciado
(2000), en el que se presenta un análisis de los baños públicos a partir de una perspectiva de
las políticas del cuerpo, se entiende a los baños como un sitio donde no se va a evacuar
estrictamente, sino a hacer las necesidades de género, es decir se van a reafirmar los
códigos de la masculinidad y feminidad -hegemónicas y heterosexuales- en el espacio
público. Con respecto a ello, West y Zimmerman (1990) afirman:
(...) la segregación sexual de los baños públicos distingue damas de
caballeros en asuntos considerados fundamentalmente biológicos, aun
cuando ambos sean de algún modo similares en lo que respecta al desecho
de productos y su eliminación, estos sitios están dotados de equipamiento
dimórfico (tales como urinales para hombres o instalaciones para el
acicalamiento en el caso de las mujeres, aun cuando ambos sexos pueden
obtener los mismos fines a través de los mismos medios (p.128).
Un ejemplo del equipamiento dimórfico también se puede observar a la hora de
higienizar y cambiar a un niñe en baños públicos, en los cuales, la instalación de los
cambiadores para tal fin aún sigue siendo arbitraria, ya que los mismos se encuentran
mayoritariamente en los baños de mujeres, lo que opera perpetuando los roles de género
tradicionales en el cuidado.
En relación a la demostración de género, Goffman en West y Zimmerman (1990)
plantea que:
La feminidad y masculinidad son considerados prototipos de expresión
esencial, algo que puede ser transmitido fugazmente en cualquier situación
social (...). Los medios a través de los que efectuamos dichas expresiones
son actos convencionalizados y rutinarios que transmiten a los demás cómo
los consideramos, indican nuestra alineación en un encuentro y establecen
tentativamente los términos del contacto para esa situación social (p. 116).
Arquitectura, género y poder.
La división de género que se presenta en los baños en la actualidad no estuvo dada
siempre de la misma manera. Antes del siglo XIX no existía tal división, es a partir de la
Revolución Industrial y con la división sexual del trabajo que se empieza a segregar el
espacio privado para la feminidad y el público para la masculinidad. En paralelo a ello,
siguiendo con dicha estructuración, aparece el establecimiento de los nuevos códigos
conyugales y domésticos, que exigen la redefinición espacial de los géneros.
Segregar espacios para las “feminidades y masculinidades” permite cristalizar al menos
algunos supuestos que sustentan tal división. En principio se puede pensar en dos
clasificaciones identitarias respecto al género, por lo tanto, en un sistema binario, pero
también, y fundamentalmente, configura el sustento del sistema sexo-genérico,
caracterizado por Gayle Rubin en 1975 como un conjunto de acuerdos por el cual la
sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en las
cuales estas necesidades sexuales transformadas, son satisfechas (Rubin, 1996).
Foucault (1991) afirma que la arquitectura es una tecnología de poder, de gobierno. En
ese sentido, la arquitectura puede ser pensada como una forma específica de gobernar los
cuerpos, la forma de habitar, de ordenar los espacios, la circulación y principalmente, de
administrar la visibilidad (Da Silva, 2019).
De acuerdo a ello, “Preciado (2014) sostiene que los objetos arquitectónicos en general y
los sanitarios en particular, pueden ser entendidos como formas específicas de
especialización del poder. Desde esta perspectiva, se reafirma el carácter performativo de la
arquitectura.” (Da Silva, 2019, p.8).
Las construcciones arquitectónicas con las que nos vinculamos no nos reflejan, sino que,
por el contrario, nos ordenan y gestionan nuestras formas de estar y habitar los espacios, y
en estos movimientos nos producen (Da Silva, 2019).
Según Preciado (2000), el modelo arquitectónico moderno funciona como una prótesis
de género, ya que instaura y reproduce las diferencias de las funciones biológicas. En este
sentido, el mingitorio se entiende como una protuberancia arquitectónica que se ajusta al
cuerpo del hombre como un implante de la masculinidad, imponiendo una postura vertical
para orinar, afirmando una performance de masculinidad heterosexual moderna y
constituyéndose este como una tecnología de género. Por ello los urinarios se encuentran
frente a la mirada colectiva, generando vínculos de sociabilidad en los cuales son
reconocidos como hombres.
A partir de principios del siglo XX, la única ley arquitectónica común a toda
construcción de baños de caballeros es la separación de las funciones: orinar de pie en el
urinario y defecar sentado en el inodoro. Dicha separación espacial de funciones genitales y
anales protege contra una posible tentación homosexual, o más bien la condena al ámbito
de la privacidad (Preciado, 2000).
En contraste con la situación que ocurre dentro de los baños de hombres, en el de las
mujeres se reproduce el espacio doméstico, comenzando por el hecho de que los inodoros
se encuentran separados del resto del espacio por paredes y puertas. Con lo que respecta al
hacer de las necesidades fisiológicas, se dispone la posición del cuerpo sentado sin
distinción de lo que vayan a hacer. Asimismo, sostiene Preciado que, estos lugares
funcionan como espacios de vigilancia de la feminidad, tomando como ejemplo al espejo
que dispone al “retoque” de la estética femenina bajo la mirada reguladora de otras mujeres
(Preciado, 2000).
Estos sitios están dotados de un poder performativo. Butler (1993) en Mattio (2011)
afirma que:
La sexuación del cuerpo también es un efecto performativo: las normas
reguladoras del sexo obran de una manera performativa para construir la
materialidad de los cuerpos y, más específicamente, para materializar el sexo
del cuerpo, para materializar la diferencia sexual en aras de consolidar el
imperativo heterosexual (p. 92).
De acuerdo a lo expuesto, no parece menor el valor de la arquitectura en tanto saber-
poder que diseña, construye y ordena los espacios y a través de estos, la vida de los
humanos. El diseño/modelo arquitectónico tradicional, tanto de los baños como de muchos
espacios públicos, es producto de un paradigma universalista y heteronormado que logra
atravesar los cuerpos, constituyendo subjetividades, determinando y moldeando las formas
de ser, hacer y habitar los espacios; y como tal, perpetua un régimen de exclusión.
Por otro lado, no parece menor que, frente a toda esta estructura diseñada para
determinados fines, hay sujetos singulares y, por lo tanto, potencia, estrategias para habitar
de maneras múltiples los espacios, más allá de lo instituido, construyendo dinámicas que
disputan esos sentidos.
Baños y diversidad
A modo de introducción se considera pertinente hacer alusión a la noción de
discapacidad desde la que se posiciona el presente análisis. Tomando lo planteado por
Toboso y Guzmán (2009) se entiende que la expresión persona con discapacidad no remite
a la falta de capacidades, sino que hace referencia a la puesta en funcionamiento de formas
de hacer que no coinciden con “lo normal”.
Tanto la mirada médica como la mirada capacitista son performativas, ya que actúan en
la producción de la noción del cuerpo normativo. Cada conflicto que se le presenta a la
persona con discapacidad que da cuenta de una barrera del entorno supone una situación
que reproduce la categoría de discapacidad y actúa sobre el cuerpo considerado como no
funcional (Toboso & Guzmán, 2009)
Siguiendo con estos autores, se puede pensar la similitud que opera entre género y
discapacidad en relación a la performatividad. Del mismo modo que en el caso del género,
los actos performativos producen y reproducen la diferencia entre las categorías de hombre
y mujer, en el caso de la discapacidad se produce y reproduce la diferencia entre las
categorías de capacidad y discapacidad.
En este sentido se configura un paralelismo entre la distancia social del cuerpo
normativo y “otros cuerpos”, la centralidad del primero y la posición periférica de los otros;
y el género femenino planteado como la otredad en relación al masculino, en términos
hegemónicos.
Algunos ejemplos que ilustran estas situaciones se visualizan en diversas características
que se presentan en los baños. El baño específico destinado a personas con discapacidad
comúnmente se encuentra en el baño de mujeres. Por otro lado, la disposición de
mingitorios en los baños de hombres se presenta para personas que no tienen diversidad
funcional, por lo tanto, que pueden estar de pie en posición erecta y teniendo una
determinada altura, que excluye, por ejemplo, a las personas de talla baja. Además, sucede
con frecuencia que el baño para personas con diversidad funcional se encuentra cerrado con
llaves. Surge el interrogante, también, si la configuración de un baño específico para
discapacidad no implica en algún sentido una segregación per se. ¿Es posible una
construcción de sanitarios apta para las singularidades de todes?
La mirada capacitista sobre el funcionamiento de los cuerpos es similar a la mirada
androcéntrica, machista y sexista sobre la categoría género. Plantear al sujeto
“discapacitado” como un capacitado deficiente refiere a una devaluación similar a la
concepción que sostiene que la mujer con relación al hombre es incompleta y deficiente
(Toboso & Guzmán, 2009).
Dentro del tópico baños y diversidad es importante dar cuenta de la diversidad de
cuerpos-identidades, no sólo en relación a diversidad funcional, sino también en cuanto a
diversidad de género.
Como se menciona anteriormente, los baños clasificados en las categorías hombre y
mujer dejan afuera a todo un espectro de identidades de género que no forman parte de este
binomio. Esta clasificación, aunque no de manera explícita, refiere a las personas cisgénero,
es decir, aquellas personas cuya identidad de género coincide con la que le asignaron al
nacer. De esta manera, las personas transgénero e intersex quedan afuera de dicha
distribución, pese a toda una legislación existente que avala estas identidades.
En cuanto a las normas que subyacen a los contextos es necesario comprender que
La lucha para rehacer las normas a través de las cuales se experimentan
los cuerpos es crucial, no solo para las políticas concernientes a las
minusvalías , sino también para los movimientos intersex y transgénero, ya
que estos cuestionan los ideales que se imponen sobre cómo deberían ser
los cuerpos.(...) Postular posibilidades más allá de la norma, o incluso,
postular un futuro diferente para la norma misma, es parte del trabajo de la
fantasía, entendiendo como fantasía tomar al cuerpo como punto de partida
para una articulación que no está siempre constreñida por el cuerpo tal como
es (Butler, 2006, p.50).

Consideraciones Finales
En un comienzo del proceso del presente trabajo, a partir del desarrollo de Preciado,
desde una perspectiva política del cuerpo, se indaga acerca de las particularidades
morfológicas de los baños, de las características exclusivas de los sanitarios de mujeres y
de varones en relación al proceso de hacer el género, en tanto hacer situado con otres.
Ese planteo llevó al cuestionamiento de la disciplina arquitectura en tanto saber-poder y
al vínculo entre arquitectura y género. A partir de esta búsqueda, en cierta forma
genealógica, se empieza a plantear la idea del baño como un dispositivo, una tecnología
social de poder en donde las prácticas normativas, discursivas y éticas se articulan a un
objetivo estratégico.
Queda cristalizado que, mediante este dispositivo, se naturaliza, segrega e invisibiliza la
producción y reproducción del género a partir del paradigma universalista y
heteronormado, se gobiernan los cuerpos y se administra la vida. Se configura, por lo tanto,
la exclusión de todo aquello que queda por fuera de esta norma: diversidades funcionales y
diversidades sexuales.
Todo este desarrollo invita a reflexionar acerca de los denominados baños mixtos, que
en los últimos tiempos han cobrado relevancia y han sido tema de debate, siendo instalados
en diversos espacios como universidades, centros culturales, bares.
Los baños mixtos surgen como emergente de los avances en términos de derechos en
relación a las diversidades sexuales y de género en el marco de las luchas que viene
sosteniendo el movimiento feminista y la comunidad LGBTIQ+ en los últimos años en toda
América Latina.
En este sentido, el baño mixto, además de poner en cuestión un dispositivo invisibilizado
y naturalizado que reproduce las normativas de género binarias y heterosexuales, de fondo
opera como denuncia de un sistema cis-hetero-patriarcal capitalista.
Por ello, se considera que hablar de baños mixtos posibilita ir más allá del género en
tanto roles y actitudes aprendidas, y poder pensar en la dimensión biopolítica, en tanto
control de los cuerpos, convirtiendo al saber-poder en una agente de transformación de la
vida.
Mediante el saber-poder se configura toda una arquitectura y una tecnología pensada,
diseñada y construida exclusivamente para perpetuar los modos de ser, de hacer y de estar
en el mundo. Se gestiona la vida más allá de una ideología o de la represión, se penetra los
cuerpos y sus funciones.
De acuerdo a lo planteado, como futures profesionales de la salud, es importante poder
poner en tensión las prácticas discursivas que, desde el saber-poder, sostienen y perpetúan
la hegemonía de un sistema que patologiza, medica, discrimina, aísla y condena lo que no
entra dentro de una norma. Es sumamente necesario reflexionar en torno a la perspectiva -
de género- implicada en la praxis de les profesionales psicologues.
Entendiendo que, de acuerdo a los desarrollos actuales de la teoría de género, es
cuestionable hablar de “perspectiva de género”, ya que, de manera explícita o implícita,
todas las perspectivas están atravesadas por el género, se considera fundamental una
formación profesional en el área de la salud en general, y de la salud mental en particular,
que tenga en cuenta los desarrollos de la teoría feminista.
Siendo la psicología una disciplina que considera a la salud mental de manera integral,
constituida por los aspectos biológicos, psicológicos y sociales, que indaga sobre lo
singular en el marco de los procesos colectivos, es imperioso poner en tensión una
formación académica tradicional, descontextualizada de nuestra sociedad y las
problemáticas que la atraviesan.
Es urgente cuestionar los discursos que se sostienen y el orden social que perpetúan, re-
pensar la praxis profesional, el que-hacer de les psicologues para poder estar a la altura de
las necesidades y demandas sociales actuales de una sociedad -en gran parte- en proceso de
cuestionamiento del sistema patriarcal y del machismo como ideología que lo sustenta.
Como futures profesionales, es importante poner de relieve qué clase de profesionales
queremos ser y para qué sociedad, en el marco de un país en el que la violencia hacia las
mujeres y disidencias es noticia de todos los días y en el que se registra un femicidio cada
29 horas.
Lejos de concluir, el desarrollo de este trabajo permite seguir reflexionando, por un lado,
sobre el rol -o roles- de les psicologues en tanto agentes de salud trans-formadores,
construyendo praxis con y para una sociedad con equidad, y en ese marco seguir indagando
acerca de cómo deberían configurarse los baños públicos para que, no sólo no se
reproduzca el binarismo y la normativa heterosexual cisgénero, sino que tampoco estos
espacios excluyan a las diversidades funcionales.
Referencias Bibliográficas
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Da Silva, L. (2019). Espacios en Blanco. Revista de Educación. Subjetivación,
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Mattio, E. (2011). ¿De qué hablamos cuando hablamos de género? Una
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