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Apuntes sobre convencionalidad

La reforma constitucional en materia de derechos humanos de 2011 tuvo como uno de sus
principales objetivos abrir el sistema jurídico mexicano al ordenamiento internacional, es decir,
recibir e incorporar al derecho interno con rango constitucional, tratados internacionales y
jurisprudencia de jurisdicciones internacionales que han sido reconocidas por el Estado mexicano.

Este proceso de incorporación de tratados internacionales en el ordenamiento interno, orientado a


ampliar y fortalecer el ámbito de aplicación y protección de los derechos, ha provocado
transformaciones sustanciales no sólo en el plano normativo y jurisprudencial, sino también en la
implementación de políticas públicas y en el campo educativo y cultural.

En este contexto y en la búsqueda de armonizar el ordenamiento interno con el


internacional, una de las principales novedades que trajo consigo la reforma de 2011
versa sobre el control de convencionalidad. El control de convencionalidad es un
concepto relativamente nuevo que ha sido desarrollado por la jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (en adelante CoIDH), y que en términos
generales “consiste en el examen de compatibilidad que siempre debe realizarse entre
los actos y normas nacionales, y la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
sus protocolos adicionales, y la jurisprudencia de la CoIDH”
El término ´control de convencionalidad´ fue utilizado por primera vez por el destacado
jurista mexicano Sergio García Ramírez, que siendo juez de la CoIDH emitió una serie
de votos concurrentes donde se refería al control de convencionalidad como una facultad
de la CoIDH para conocer y decidir un caso aplicando la Convención Americana, tanto
en hechos como en derecho
Desde esos primeros usos del control de convencionalidad, la CoIDH ha venido
desarrollando, ampliando y consolidando los alcances de la doctrina y el concepto
mismo. Actualmente, derivado de las propias sentencias del tribunal
interamericano, ejercer este tipo de control no sólo se refiere a los jueces y a los órganos
vinculados a la administración de justicia, sino también a todas las autoridades del
Estado dentro de sus respectivas competencias y regulaciones procesales.
En nuestro país, el control de convencionalidad ha sido recibido con particular
trascendencia. A partir de la sentencia del Caso Radilla Pacheco vs México emitida por
la CIDH, la Suprema Corte de Justicia de la Nación fijó en el expediente varios 912/2010
su postura sobre el tema, donde en esencia resolvió que el modelo de control de
convencionalidad y constitucionalidad debe adoptarse conforme a los artículos 1, 103,
105 y 133 constitucionales, así como a lo establecido en la propia sentencia, en el que
la CIDH señaló que “…el Poder Judicial debe ejercer un ´control de convencionalidad´
ex offcio entre las normas internas y la Convención Americana…. En esta tarea, el Poder
Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que
del mismo ha hecho la Corte Interamericana, interprete última de la Convención
Americana”.
La Constitución ha dejado de ser la norma suprema de control y validación en materia
de derechos humanos. Hoy en día, mediante la interpretación conforme, el control de
convencionalidad y el principio pro persona, la Constitución y los tratados internacionales
en materia de derechos humanos forman un verdadero bloque de constitucionalidad,
donde se busca que prevalezca el mejor derecho tutelado, ya sea que se encuentre
inserto en una norma constitucional o en un tratado internacional. Si bien el bloque de
constitucionalidad posee una primacía normativa, su eficacia no radica en su jerarquía,
sino en la importancia de su contendido, es decir, en la prevalencia de los derechos
humanos, que ordenan y direccionan el actuar del Estado.
En conclusión, hoy en día nos encontramos inmersos en un complejo proceso de
integración global del Derecho, donde la legitimación de las autoridades y de las políticas
públicas de un Estado democrático depende, en gran medida, de los derechos
fundamentales y de los medios de garantía de protección que ellos reconozcan y
ofrezcan.
En este sentido, el control de convencionalidad y el bloque de constitucionalidad
representan una sólida garantía de defensa de los derechos. Es urgente y necesario que
cada uno de nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, conozcamos, entendamos
y participemos en este proceso de renovación global, y juntos, todas y todos,
coadyuvemos en la construcción de un Estado democrático constitucional más robusto
y plural.

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