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ar/192992-la-posverdad-es-la-gran-mentira

La noticia, recuperada del sitio online Página 12, plantea los argumentos que sustentan la necesidad de
una educación en medios que posibilite que los sujetos tengan un grado de control óptimo sobre el uso
que hacen de los medios de comunicación, medios digitales y redes sociales. En otras palabras, ofrecer
pautas de análisis adecuadas y una propuesta pedagógica comunicativa y reflexiva, critica y lúdica para
tomar decisiones autónomas sobre los mensajes que reciben de los diferentes medios. La educación en
medios se funda sobre la idea central de que los medios no son transparentes. Este principio de no
transparencia (Masterman, 1993) es el punto de partida de dicha formación, dirigida a confirmar y a
fortalecer la idea de que los medios no son el simple reflejo de la realidad, sino que están implicados en su
proceso de construcción. Los medios no son espejos que proyectan la imagen fiel de lo que sucede en el
mundo. Por el contrario, sus mensajes presentan siempre puntos de vista particulares y diferentes sobre la
manera en la que las audiencias deben interpretar la realidad.

Particularmente, la televisión ha sido vista por la escuela como una amenaza, cuya influencia
generalmente negativa, debería combatirse. Esta actitud de tinte proteccionista se contrapone a quienes
se mostraban entusiasmados por el potencial ilimitado de los medios, considerados como una oportunidad
para la democratización del saber y de la cultura, y como una expresión de la diversidad cultural y de la
multiplicidad de manifestaciones sociales (Ferrés, 1994). Ambas posturas conviven aún hoy dentro de un
mismo sistema educativo. En esos casos no existe un programa integrador (de todos los medios), ya que
el fin de la educación en medios –en esta percepción– es el lenguaje. Sólo podría pensarse una educación
en medios (en plural) si el lenguaje fuese una herramienta (importante ciertamente), y el objetivo entender
mejor el mundo (mediado y representado en los medios) en el que vivimos.

Con la creciente evolución de las TIC, las personas – especialmente los jóvenes – han abandonado el rol
de simples consumidores para convertirse en productores y comunicadores de mensajes y textos
multimediales y se genera una interacción que se da en distintos espacios y contextos. En la mirada de los
adultos, estos espacios son considerados “reales” y otros “virtuales” mientras que para los jóvenes,
simplemente constituyen diferentes contextos de un continuo donde sus relaciones se desarrollan y
consolidan. A pesar de este hecho existente, la comunicación en línea presenta particularidades que
deben ser consideras, analizadas y comprendidas con el fin de permitir el desarrollo de comunicadores
eficientes. Se torna fundamental que los jóvenes aprendan a reconocer estas características que
reconfiguran ampliamente los contextos sociales donde se mueven. Desde el plano del desarrollo de la
propia identidad, la invisibilidad que ofrece internet permite a los jóvenes explorar distintos aspectos e
incluso, asumir una “identidad virtual”. Esta posibilidad de exploración puede jugar un rol vital en su
desarrollo en términos de auto-revelación o, contrariamente, contribuir al desarrollo de comportamientos
socialmente disruptivos que pueden dañar a otros. De la misma manera, se torna crucial poder repensar
una alfabetización en medios que considere la comunicación interpersonal mediada por TIC donde el foco
sea la comprensión del rol que los medios juegan en las relaciones y la vida social de los jóvenes. Debe
esperarse que los jóvenes puedan comunicarse usando textos, imágenes y sonido y, que a su vez, puedan
estos reflexionar críticamente acerca de sus actos comunicativos. En palabras de Buckingham (2008), “en
el contexto de educación en medios, el objetivo no es principalmente desarrollar habilidades técnicas o
promover la ‘una expresión propia’ sino incentivar un entendimiento más sistemático de cómo funcionan
los medios que promueva formas más reflexivas de sus usos”. (la traducción es mía)

La reflexión acerca de la propia conducta implicará el desarrollo de habilidades relacionadas con la


investigación y con el pensamiento crítico. Estas habilidades, cuando son fomentadas por una educación
en medios, contribuirán al reconocimiento de la necesidad de normas de convivencia, el desarrollo del
sentido de responsabilidad en relación a acciones en línea y ‘offline’ y al reconocimiento de que estas
acciones se reflejarán en las relaciones con otros – aunque esos ‘otros’ se encuentran detrás de una
pantalla.

Por último, la educación en medios debe abogar por el desarrollo de habilidades que permitan cuestionar y
comprender los mensajes y el impacto de los medios. Asimismo, fomentar las capacidades de expresión
que permitan la articulación de ideas a través de distintos mensajes multimediales que conlleven el
potencial de inclusión participativa con la consiguiente responsabilidad que implica ser parte de la cultura
mediática. Esto implicará la habilidad de comunicar de manera efectiva, crítica y socialmente responsable.
Los desafíos para los educadores no son pocos. Por un lado, no existen políticas activas que incluyan a la
educación en medios en el curriculum de forma integrada y, por otro lado, conviven posiciones
encontradas dentro de las mismas instituciones educativas que imposibilitan el desarrollo de lineamientos
claros acerca del impacto – y su consiguiente abordaje – de los medios en la vida de nuestros alumnos. A
mi parecer, se debería comenzar, al menos, por abandonar un tradicional enfoque proteccionista enfocado
en la restricción al acceso y uso de medios digitales en el contexto escolar para, progresivamente,
involucrar actividades mediadas por recursos digitales y TIC que promuevan la confrontación con
multiplicidad de representaciones que estos recursos ofrecen.

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