Está en la página 1de 228

NUEVE CAMINOS

HACIA LA
PAZ INTERIOR

Una terapia basada


en Un curso
de milagros y el eneagrama

ANTHONY FALIKOWSKI

Gaia Ediciones

1
Título original: Higher Reality Therapy

Traducción: Blanca González Villegas

© 2010, Anthony Falikowski


Publicado originalmente en Reino Unido en 2010 por O Books
The Bothy, Deershot Lodge, Park Lane, Ropley, Hants, SO24 0BE, Reino Unido

Publicado por acuerdo con O Books

De la presente edición en castellano:


© Gaia Ediciones, 2010
Alquimia, 6 - 28933 Móstoles (Madrid) - España
Tels.: 91 614 53 46 - 91 614 58 49 - Fax: 91 618 40 12
www.alfaomega.es - E-mail: alfaomega@alfaomega.es

Primera edición E-Book: noviembre de 2011

Déposito legal: M. 5.826-2011


I.S.B.N.: 978-84-8445-383-3

Impreso en España por: Artes Gráficas COFÁS, S.A. Móstoles (Madrid)

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus
titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear
algún fragmento de esta obra.

2
Índice
PREFACIO

PRIMERA PARTE
Introducción: Filosofía terapéutica para la mente atormentada
1. Los errores de la psicología del sentido común
2. Personalidad y esencia
3. Génesis y proyecciones del ego-personalidad

SEGUNDA PARTE: La esencia perdida y la dinámica del carácter. Dinámica del ego en los distintos
tipos caracterológicos.

4. Uno: el perfeccionista
5. Dos: el dador desinteresado
6. Tres: la estrella
7. Cuatro: el individualista convencido
8. Cinco: el pensador observador
9. Seis: el leal comprometido
10. Siete: el joven perpetuo
11. Ocho: el inconformista poderoso
12. Nueve: el pacificador desprendido

TERCERA PARTE:
13. Terapéutica general. Recomendaciones para conseguir la paz interior

CUARTA PARTE
14. Implicaciones para la terapia de la realidad convencional

APÉNDICE: Autodiagnóstico del tipo caracterológico

NOTAS

3
Prefacio

NUEVE CAMINOS HACIA LA PAZ INTERIOR es un libro inteligente, pero accesible, diseñado para
aliviar el sufrimiento psicológico mediante unas nuevas y revolucionarias aplicaciones terapéuticas
de la filosofía y psicología metafísica. Este proyecto, que es absolutamente único en su enfoque
ecléctico, constituye de regreso al futuro.

Combina las tradiciones antiguas con otras más recientes, tanto orientales como occidentales, con
la psicología moderna y con las nuevas formas emergentes de la práctica espiritual. Ofrece una
provechosa alternativa para aquellas personas a las que la psicoterapia convencional no ha servido
de ayuda. Es una posibilidad para los que se sienten distanciados de las religiones organizadas al no
encontrar descanso para sus mentes atormentadas en el dogma ni en el ritual. Y también las
personas que sufren de males psicológicos crónicos o difusos, pero que aún no están preparadas
para buscar tratamiento profesional, se beneficiarán de este libro.

Lo que ofrecemos es un programa de autosanación espiritual. Nuestro objetivo consiste en lograr


una mejoría de la higiene psicológica de la personalidad. El proceso estriba en conseguir una mayor
paz mental.

Nueve caminos hacia la paz interior constan de cuatro partes. En la primera se introduce el problema
del sufrimiento psicológico. Al cuestionar las presunciones de sentido común que la gente tiene
acerca de la psicología de estímulo-respuesta y al demostrar cómo es la mente la que construye la
realidad se llega a la conclusión de que, en gran medida, somos los arquitectos de nuestra propia
desdicha. Ésa es la parte negativa. La parte positiva es que cambiando nuestra forma de pensar
podemos cambiar nuestra percepción de la realidad y, con ello, nuestro bienestar emocional y
psicológico. También podemos llegar a recordar la verdadera identidad de nuestro espíritu.
La primera parte explica cómo nuestros modos imperfectos de ver la vida evolucionaron cuando
todos nos separamos de nuestro Ser Esencial, eso que algunos denominan el Ser Superior. Cuando
recordamos nuestra verdadera identidad, cuando nos hacemos más conscientes de nuestra
esencia, nos curamos. La consciencia es siempre curativa.
En la segunda parte del libro exploramos nueve formas diferentes en las que las personas se apartan
psicológicamente de su naturaleza esencial como consecuencia de sus experiencias en la primera
infancia. Cada forma se desarrolla para convertirse en una perspectiva alternativa del mundo que
eventualmente cristaliza en un tipo caracterológico específico. Estos tipos tienen unos números y
unos nombres para facilitar su identificación (por ejemplo, el tipo ocho: el inconformista poderoso).
Cada tipo caracterológico aparece descrito según cómo tuvo lugar la «pérdida de la esencia», cuáles
fueron las perspectivas del mundo y las estrategias compensadoras del ego que se desarrollaron en
respuesta a esa esencia perdida, cuáles son las manifestaciones sanas y enfermizas de cada tipo y
qué elementos de sombra deben ser tratados. Como conclusión para cada uno de los tipos aparece

4
una sección titulada Recomendaciones terapéuticas para favorecer la higiene psicológica y
encontrar la paz interior. Con la intención de ayudar a los lectores a saber qué recomendaciones son
las más apropiadas para ellos incluimos en el apéndice un autodiagnóstico del tipo caracterológico
que deben rellenar. La lectura de la descripción más detallada de cada uno de los tipos en los
diferentes capítulos les permitirá verificar el suyo.

En la tercera parte ofrecemos una serie de recomendaciones terapéuticas globales apropiadas para
todos los tipos. En esta sección es donde se pone de relieve el valor de la comprensión y la
indulgencia. Cuando reconocemos el hecho de que todos hemos sido presa de las distorsiones
defensivas de la personalidad del ego en un esfuerzo por sobrellevar nuestro sufrimiento psicológico
nos resulta más fácil vernos a nosotros mismos en los demás. Al hacerlo aprendemos a perdonarlos.
Las ideas de esta sección están en gran medida inspiradas en Un curso de milagros.

En la cuarta parte del libro se descubren las principales ventajas de la terapia de la realidad superior.
Utilizamos conceptos filosóficos y psicoespirituales extraídos de los análisis caracterológicos
anteriores para señalar las limitaciones de la terapia de la realidad convencional de William Glasser,
una modalidad que utilizan hoy en día 75.000 terapeutas de todo el mundo. Se demuestra que la
teoría de Glasser y la práctica de su psicoterapia son poco más que un reflejo de sus propias
preferencias psicológicas de tipo ocho. Queda claro que mi innovador enfoque permite una
amplitud, una profundidad y un crecimiento espiritual que la terapia de la realidad convencional no
permite, pues dados sus supuestos es incapaz de hacerlo. También se hace evidente que la falta
de perspectiva espiritual de la terapia de la realidad convencional provoca en los terapeutas que la
practican los mismos problemas que intentan aliviar en sus clientes, lo que constituye sin duda un
asunto extremadamente serio.
Si eres un terapeuta interesado en la dimensión espiritual de la vida, alguien que busca una
perspectiva más amplia para favorecer una mejor higiene psicológica, una persona en búsqueda
espiritual o simplemente un individuo que intenta reducir el estrés y la ansiedad para obtener una
mayor paz mental, la terapia de la realidad superior es lo tuyo.
Como conclusión deseo dar las gracias a todas aquellas personas cuyas valiosas ideas y enseñanzas
han contribuido al desarrollo de este libro. A lo largo de los años he asistido a muchos talleres,
seminarios y conferencias impartidos por profesores de eneagrama como Don Riso, Russ Hudson,
Jerry Wagner y Helen Palmer. Todos me han ilustrado acerca de la función del ego y la psicodinámica
espiritual. Su influencia en mi obra es evidente a lo largo de todo el libro. Sandra Maitri, Claudio
Naranjo, A. H. Almaas y Richard Rohr son otros maestros de eneagrama de cuyas obras también me
he beneficiado.
Por lo que respecta a la otra fuente principal de inspiración de este libro, Ken Wapnick, de la
Foundation for Inner Peace de Temecula, California (EE.UU.), ha conseguido que Un curso de
milagros me resulte comprensible y accesible. Mis últimos veinte años de estudio de Un curso de
milagros habrían sido mucho menos productivos sin las reflexiones que me ha proporcionado Ken
en sus libros, seminarios y material instructivo. Es un profesor de gran talento y me siento
verdaderamente agradecido por sus contribuciones.

5
También quiero dar las gracias a las innumerables personas que han mostrado interés por mis poco
ortodoxas y bastante inusuales búsquedas intelectuales, en especial a mis alumnos y colegas del
Sheridan College. Observar los beneficios transformadores que han extraído de las ideas y
reflexiones expuestas en este libro me confirma que estoy en el camino correcto.
Por supuesto, me es imposible dar las gracias personalmente a intelectuales inmortales como Freud,
Jung, Nietzsche, Sartre, Pia get, Kant, Platón, Sócrates, Buda, Chuang Tzu, los estoicos, los epicúreos
y todos los místicos espiri- tuales que han tenido su parte en la idea y la redacción de este libro. La
inclusión de su genio tendrá que bastar como expresión de mi gratitud.
¡Es un placer para mí ser su chico de los recados!

6
Primera parte

Introducción Filosofía terapéutica


para la mente atormentada

Vana es la palabra del filósofo que no cura ninguno de los sufrimientos del hombre.

Epicuro

Yo enseño el sufrimiento... y la forma de salir de él.


Buda

SIGLOS ATRÁS EL VENERABLE BUDA sacó en conclusión que la vida es sufrimiento. Sufrimos cuando
envejecemos y nos deterioramos. Sufrimos con la enfermedad. Sufrimos en el proceso de la muerte
y sufrimos como consecuencia de nuestro apego a las personas y cosas de este mundo.
Constantemente nos preocupa la posibilidad de que lo que queremos, o aquello que creemos
necesitar con tanta desesperación, no esté a nuestra disposición o lleguemos a perderlo.
Nos angustia la impermanencia de las cosas y, con ello, la posibilidad de que lo que hemos
conseguido vaya a tener una corta duración o sea olvidado.
Más aún, nos atemoriza vernos separados de aquellas cosas que hacen que la vida merezca la pena
y sin las cuales no tiene sentido continuar. Y aunque no nos asuste la posibilidad de una futura
separación, a menudo experimentamos desagrado en el momento presente. Muchas veces nos
sentimos aburridos y frustrados o enfadados e iracundos contra el mundo.
Aunque sin duda todos tenemos momentos de felicidad, alegría y emoción en nuestra vida, siempre
está ahí la percepción subconsciente de que los buenos ratos no pueden durar para siempre. El
dolor mental está justo al doblar la esquina y lo sabemos.
Ahora bien, si el sufrimiento al que hacía referencia Buda fuera patológico, quizá la idea de que
todos los que padecen un dolor psicológico podrían sencillamente acudir a un terapeuta mental y
recibir alivio nos proporcionaría algo de consuelo. A lo mejor algún pequeño medicamento
estimulante como el Prozac nos podría ayudar a superar los momentos difíciles. El problema es que
el sufrimiento no es algo que suceda ocasionalmente, sino que es una parte importante de
la condición humana. No se trata de una disfunción excepcional, sino que, para la mayoría de
nosotros, es un permanente estado mental.
La buena noticia que nos ofrece Buda es que afirma haber descubierto la causa de este sufrimiento.
Surge del anhelo. Defiende que lo único que tenemos que hacer es dejar de anhelar desechando
nuestro apego por las posesiones terrenales. Hacerlo nos aliviaría en gran medida de nuestra
angustia autoproducida. Eso hace que el budismo no sea sólo una religión sino también una forma

7
de filosofía terapéutica para el alma doliente. No sólo pretende diagnosticar el problema central
de la condición humana e identificar la fuente del problema, sino que también ofrece un
tratamiento para curar la mente atormentada.
Este tratamiento lo podemos encontrar en el Noble Sendero Óctuple, donde la persona trabaja para
obtener sabiduría, corrección moral y concentración mental.
Desde los tiempos de Buda muchos filósofos occidentales han afrontado también el problema del
sufrimiento humano. Particularmente impresionantes son los escritos de los antiguos estoicos,
como Marco Aurelio, Epicteto y Séneca. En la línea de la conminación de Buda a que no nos
aferremos a los objetos transitorios, Marco Aurelio aboga por un concepto similar de desapego
psicológico.
En sus Meditaciones insiste en que «las cosas no tocan el alma, porque son exteriores y
permanecen inmutables; nuestras turbaciones, sin embargo, proceden sólo de la opinión que
llevamos dentro». Creía, como Buda, que la mente puede ser reeducada para que piense de una
forma que reduzca enormemente nuestras perturbaciones psicológicas.
En épocas más recientes los pensadores existencialistas, como Søren Kierkegaard, Rollo, May o
Viktor Frankl, han intentado entender y tratar los temas psicológicos de la ansiedad, la falta de
sentido y la culpa. Frankl, por ejemplo, asevera que podemos encontrar un sentido en cualquier
circunstancia, en todas las circunstancias, de hecho, por muy difíciles y dolorosas que sean y con
independencia del desafío que supongan.
En 1981 Gerd B. Achengach fundó la Asociación Alemana de Filosofía Práctica. Ha hecho grandes
esfuerzos por ayudar a la gente a sortear las dificultades que encuentran en su vida. En la ciudad de
Nueva York, Lou Marinoff ha establecido la Asociación Norteamericana de Profesionales de la
Filosofía, que ofrece a los filósofos formación en consulta y asesoramiento filosófico. Cada vez más
los filósofos están bajando de sus torres de marfil para ayudar a la gente a gestionar sus
dilemas morales y existenciales aplicando la sabiduría antigua a la vida moderna, la racionalidad a
los problemas de la vida.
Inspirado por los profesionales modernos de la filosofía y por todos aquellos pensadores antiguos
que a lo largo de la historia nos han hecho llegar mensajes de esperanza, tengo la intención de
presentar un debate que es, al mismo tiempo, terapéutico y existencial. Te voy a ofrecer una
filosofía transformacional, psicoespiritual, que constituye una forma de terapia de la realidad
superior entendida en un sentido muy amplio.
Mi objetivo último es ayudarte a hallar una mayor paz mental en la sabiduría filosófica. No es mi
sabiduría, sino la sabiduría acumulada a lo largo de los siglos. Los resultados que pueden conseguirse
no los he diseñado yo, sino que son los resultados ya comprobados durante siglos de incorporar el
pensamiento filosófico a la vida diaria. Mi humilde tarea consiste sencillamente en actuar de
mensajero de algunos de los intelectuales inmortales que nos precedieron. Al sintetizar sus
reveladoras ideas y al ayudarte a integrarlas en tu propia vida te permitiré encontrar dirección y
esperanza en un mundo lleno de locura y desesperación. Mi intención es acompañarte a lo largo de
un camino en el que puedes encontrar una mayor libertad psicológica frente a la angustia y una
liberación de la mente atormentada que te ha esclavizado y torturado hasta ahora, la mente
atormentada que te ha impulsado acoger este libro.

8
Mi aseveración de que la sabiduría filosófica puede resultar psicológicamente terapéutica no es
infundada. Sé por propia experiencia que la dulce sabiduría de la filosofía ha producido en mí
efectos transformadores positivos tanto en el plano espiritual como en el psicológico. Además,
durante casi tres décadas he disfrutado del privilegio de enseñar filosofía a miles de estudiantes
universitarios, muchísimos de los cuales han compartido conmigo los beneficios personales de la
búsqueda de la sabiduría, el entendimiento y la verdad. Han sido sus reacciones y su deseo expreso
de más lo que me ha llevado a confiar en el hecho de que la filosofía cura o, cuando menos, alivia
de forma provechosa los dolores existenciales de vivir.
La historia revela los beneficios de aplicar la sabiduría filosófica a la vida diaria. Alejandro Magno
buscó el consejo filosófico de Aristóteles para que le ayudara a tomar decisiones. La reina Cristina
de Suecia contrató los servicios de René Descartes como tutor personal, y el conde de Shaftesbury
pidió consejo al filósofo John Locke. Por tanto, no es sólo mi experiencia personal y profesional sino
también los datos históricos los que demuestran que la filosofía posee una función especial de
dirección e iluminación en el Sturm und Drang de la realidad diaria. Espero que esa función te sirva
de una forma concreta y significativa.

En las siguientes páginas examinaremos en primer lugar el estado ontológico de las cosas que te
afectan psicológicamente. A menudo consideramos que nuestras frustraciones, preocupaciones,
miedos y emociones negativas como la ira son una respuesta a personas y acontecimientos del
mundo exterior. Nos enfrentaremos a la idea de que existe una relación causa-efecto entre una
situación o suceso, pongamos por caso, y la reacción emocional «inevitable» que provoca. Una
forma de pensar equivocada sobre este punto es lo que a menudo hace que las personas se sientan
como víctimas desvalidas. Si mis problemas se originan en el mundo exterior y yo no tengo control
sobre ese mundo, entonces da la sensación de que estoy inevitablemente destinado a sufrir.
Veremos ideas que cuestionarán esa forma de pensar y favorecerán los sentimientos de
potenciación personal. Anticipa con alegría cómo las cadenas restrictivas del victimismo van a ser
pronto cortadas para permitirte más libertad y posibilidades.
Una vez comprobado que existe una alternativa a lo que la psicología lógica del estímulo-respuesta
puede explicar, empezaremos a explorar los numerosos sistemas de pensamiento equivocados e
irracionales que a menudo sirven para convertir a los seres humanos en arquitectos de su propia
desdicha. Porque la desgracia es en gran medida una labor interior, no sólo el producto de fuerzas
externas. Las personas con diferentes tipos de personalidad tienen sus propios sistemas perversos
de lógica existencial que despliegan, quizá, una coherencia y consistencia internas, pero que acaban
inevitablemente minando la salud psicológica. En el psicoanálisis filosófico detallado que
ofreceremos en breve descubriremos patrones de pensamiento y perspectivas psicológicas
disfuncionales que suponen una grave amenaza a la salud y el bienestar emocionales. En el proceso
de esta revelación podrás comprobar cómo la filosofía, junto con un análisis muy profundo de la
psicología de la mente humana, puede realmente cumplir una función higiénica. En este libro nos
estamos implicando en una terapia de la realidad superior.

9
La filosofía auxilia al espíritu humano. Por lo que respecta a la mente, le aporta paz allí donde había
conflicto, verdad allí donde reinó la ilusión. La ilusión, como el conflicto, nos esclavizan
psicológicamente; la verdad nos hace libres. Por eso nuestro objetivo consiste en eliminar la ilusión
y las percepciones erróneas de nuestra vida. Eso nos aportará más paz. Si bien puede que jamás
encontremos la Verdad última, al menos podemos trabajar para eliminar algunos de los
obstáculos que se interponen en nuestro camino para conseguirla.
Probablemente venga bien una aclaración en beneficio de todo aquel que sea un profesional de la
salud mental o esté al tanto de los métodos de asesoramiento psicológico. Lo que se
propone este libro no es una terapia de la realidad convencional, la técnica desarrollada
originalmente por William Glasser en 1965 que se basa en lo que él denomina psicología de la
«teoría de la elección». Lo que viene a continuación tampoco es sencillamente un
perfeccionamiento o un desarrollo de ese mismo proceso. En la terapia de la realidad convencional,
lo primero que hace Glasser es pedir a sus clientes que identifiquen sus deseos. A continuación,
deben describir lo que hacen, dicen y sienten física y emocionalmente en relación con ellos. Tercero,
facilita a los clientes evaluaciones de todo su comportamiento. Les anima a que pregunten si sus
actos les están ayudando o entorpeciendo a la hora de satisfacer sus deseos expresos. Si el
comportamiento no ayuda, les pide que hagan planes de éxito emprendiendo cursos de acción
alternativos. Para Glasser, las necesidades humanas básicas se cubren cuando conseguimos lo que
deseamos. Estas necesidades básicas incluyen la supervivencia, el poder, la diversión, la libertad, la
atención y el sentido de pertenencia. Según Glasser, el grado en el que nuestras necesidades básicas
están cubiertas marca el control efectivo que ejercemos sobre nuestra vida.
El objetivo último de la terapia de la realidad es, por tanto, ayudar a las personas a cambiar y a
ejercer un control más responsable y efectivo de su vida haciendo aquellas cosas que les van a
permitir satisfacer sus necesidades básicas. De forma resumida, éste es el proceso de la terapia de
la realidad convencional.
Estoy plenamente de acuerdo con Glasser en lo que respecta a la vida responsable. Ahora bien, lo
que viene a continuación supone un desafío y una crítica indirecta a muchos de los supuestos
filosóficos básicos que proporcionan la base de la terapia de la realidad convencional. Los datos
concretos de mis preocupaciones teóricas acerca del modelo de Glasser y su empleo de técnicas
psicoterapéuticas los veremos más directamente al final del libro, donde señalo con mayor claridad
las diferencias entre un campo emergente de asesoramiento filosófico, del cual la terapia de la
realidad superior forma parte, y la psicoterapia tradicional.
Este debate tendrá probablemente más interés para los lectores pertenecientes a comunidades
académicas y profesionales que para los legos, de ahí que lo haya colocado al final. Por ahora mi
objetivo no es enzarzarme en ningún debate sobre la metodología o las distinciones teóricas
finas, sino favorecer la higiene psicológica y adelantarme a la necesidad inicial de intervención
psicológica profesional. Tal y como afirma el refrán, más vale prevenir que curar.
Y bien, si la terapia de la realidad superior no es una técnica basada en la acción y diseñada para
lograr que se cubran tus necesidades básicas, ¿en qué consiste? Puedo responder que la terapia de
la realidad superior es un tipo de psicoanálisis filosófico necesario para conseguir uno de sus
objetivos principales: la liberación psicológica. Más que una simple inspección racional y una

10
evaluación del comportamiento evidente, supone también una inspección detallada del
funcionamiento interno de nuestra mente; más aún, es una reconsideración de nuestro sentido del
yo básico.
Este tipo de análisis en profundidad resulta extraño a la psicología de la teoría de la elección. Tal y
como ilustraremos más adelante, también cuestiona el valor incondicional de empezar con la
satisfacción de los deseos.
Supongamos, por ejemplo, que lo que deseas es inmoral, o que es precisamente aquello que más
puede herirte, pero ni tu terapeuta ni tú os dais cuenta de ello. Sigamos
suponiendo, hipotéticamente, que lo que realmente eres no tiene nada que ver con tu concepto de
ti mismo.
Digamos que tu percepción de ti mismo es un espejismo... ¡Qué lástima! ¿Te imaginas que tus
deseos y tu autoestima estuvieran basados en una autodefinición engañosa, que aquello de lo que
te enorgulleces no existiera o fuera, cuando menos, una distorsión de lo que realmente eres?
Imagina ahora que este espejismo no sea hipotético sino real; que lo cierto es que no sabes quién
eres, que estás engañado acerca de tu verdadera identidad. Dependiendo del lugar del viaje de tu
vida en el que te encuentres, es cierto que puedes estar viviendo en el engaño. Es posible que
necesites seriamente alguna forma de psicoterapia espiritual para descubrir la verdad acerca de ti
mismo.
Ha llegado el momento de que nos tomemos en serio a Sócrates y su «conócete a ti mismo». En las
páginas siguientes te invito a que reexamines el concepto del yo en el que basas tu vida. Puede que
te sorprenda descubrir que no eres lo que te consideras a ti mismo o la persona que crees
ser. Igualmente, iluminador te resultará darte cuenta de que pocas veces te molestan las cosas que
crees y que lo que deseas es a veces exactamente aquello que no necesitas, que aquello que quieres
es precisamente lo que más puede perjudicarte pero que, como le sucede a un niño pequeño, no lo
sabes.

No busques tu Yo en símbolos. No puede haber ningún concepto que signifique lo que tú eres.
Un curso de milagros

Antes de coger velocidad de crucero no tengo más remedio que hacer una advertencia preliminar.
El camino hacia la iluminación filosófica no siempre es fácil. En ocasiones debemos aceptar
revelaciones desagradables. Puede que tengamos que cambiar o abandonar por completo algunas
ideas muy arraigadas. Es posible que nos veamos forzados a variar nuestros compromisos y que
debamos reconstruir de forma consciente unas percepciones de la realidad conformes con los
nuevos valores y creencias.
El renacimiento existencial que nos ofrece la sabiduría filosófica no es indoloro, tal y como sucede
con el nacimiento de un niño. El lado positivo es que muchas madres que han experimentado los
dolores de parto encuentran alegría en el asombro que trae consigo una nueva vida. Alegría y
asombro es lo que tú, el recién nacido filosófico, puedes esperar encontrar en el momento de
renacer. Ese suave resplandor es la paz mental.

11
Al escribir sobre la necesidad de afrontar nuestro lado oscuro antes de encontrar la paz, el antiguo
filósofo chino Chuang Tzu nos cuenta la siguiente historia:
Había un hombre que se sentía tan turbado
al ver su propia sombra
y tan disgustado con sus propios pasos,
que se propuso librarse de ambos.
La forma que encontró para hacerlo fue escapar de ellos.
Se puso en pie y echó a correr.
Sin embargo, cada vez que bajaba el pie,
había dado otro paso,
y su sombra le seguía el ritmo sin la menor dificultad.
El hombre atribuyó su fracaso
a que no corría suficientemente rápido,
así que corrió cada vez más deprisa
y sin parar hasta que finalmente cayó muerto.
No se dio cuenta de que, si se hubiera colocado en un lugar (umbrío,
su sombra se habría desvanecido,
y que si se hubiera sentado y permanecido quieto, no habría (habido más pasos¹.

Por desgracia somos demasiados los que estamos satisfechos con las ilusiones del ego. Hemos
fabricado unos yos que creemos poder mejorar con unos simples ajustes menores..., y echamos a
correr. Creemos que con unas pocas manipulaciones quiroprácticas en el carácter podremos
aliviar nuestro dolor mental, reestructurarnos psicológicamente y ser felices. Estamos demasiado
involucrados en nosotros mismos y no somos capaces de ver más allá. Podríamos denominarlo
ceguera voluntaria, una negativa a ver lo equivocados y engañados que estamos.
Si estamos equivocados en lo que respecta a quiénes somos realmente y lo que está mal en el núcleo
de nuestro ser, no bastará ningún ajuste menor de la personalidad. Lo que hace falta es cirugía
psíquica radical. Una medida así de radical puede posibilitar una nueva forma de ser en el
mundo. ¿No crees que merece la pena? Está claro que el sistema antiguo no ha funcionado. Tu vida
es el testimonio vivo de este hecho.
Nos movemos por la tierra a una velocidad sin precedentes, pero no sabemos ni hemos pensado
adónde vamos ni si allí encontraremos felicidad para nuestras almas atormentadas.
Will Durant

12
1
Los errores de la psicología
del sentido común
A los hombres no les perturban las cosas sino el concepto que tienen de ellas.

Epicteto

Has pagado muy caras tus ilusiones, y nada de lo que has pagado te ha dado la paz.
Un curso de milagros

ANTES DE EMPEZAR a desenmascarar nuestras verdaderas identidades debemos examinar la


psicología del sentido común y demostrar cómo contribuye a nuestros errores en la forma
que tenemos de percibirnos a nosotros mismos y al mundo. Cuando lo hayamos hecho
exploraremos la esencia de la naturaleza humana a la luz del Yo Superior. A partir de ahí
también podremos apreciar mejor las diversas ilusiones del Yo-Ego Inferior. Resultará tristemente
divertido ver lo creativos que pueden ser los seres humanos en sus distorsiones de la realidad.
En nuestro esfuerzo por descubrir los errores básicos de la psicología del sentido común
reflexionemos primero durante un momento acerca del tipo de cosas que las personas
suelen decirse unas a otras en una conversación. Sin duda has escuchado esta frase: «Mi jefe me
está volviendo loco». Puede que sea tu cónyuge quien te vuelva loco. Quizá sean tus hijos. ¿Te has
sentido alguna vez enfadado y frustrado cuando vas o vienes de tu lugar de trabajo? ¿Alguna vez le
has gritado a alguien desde la seguridad de tu coche algo así como «¡Imbécil! ¿Dónde te dieron el
carnet? ¿En una tómbola?». En otras palabras, ¿has sido «víctima» de tu ira en la carretera? ¿El
tráfico te «hace» perder los estribos? ¿Te «vuelve» loco la gente? Si no es así, quizá te haya
estresado un plazo inminente que te ha hecho exclamar algo parecido a: «¡Dios mío, odio que
la gente me venga con exigencias tan irrazonables!». ¿Te «hacen» sentir alterado, preocupado o
perturbado las expectativas exteriores puestas sobre ti? ¿Alguna vez has exclamado con aire
mohíno: «Estoy terriblemente deprimido»? ¿Fue no conseguir el título, el trabajo o el ascenso
deseado lo que te «llevó» a la depresión?
Si has respondido que sí a cualquiera de estas preguntas, implícitamente has aceptado un modelo
psicológico de estímulo-respuesta para tu estado emocional. Es más que probable que creas que
otras personas, cosas y acontecimientos sirven como factores causales que provocan tus
sentimientos. Eso es lo que tiene que ser. Después de todo, no ibas a elegir voluntariamente
volverte loco, ¿no? Ninguna persona racional querría hacerlo.
El modelo de estímulo-respuesta no se limita a las emociones negativas, como podrían sugerir los
ejemplos anteriores. Puede utilizarse con la misma facilidad para explicar afectos positivos. Podrías
sentirte feliz como «resultado» de que la persona más atractiva de la habitación te haya sonreído,

13
pensando que él o ella te ha hecho «sentirte» así. Quizá saltes de alegría «en respuesta a» la noticia
de que te acaba de tocar la lotería. O a lo mejor te sientes excitado «porque» tu equipo favorito
acaba de clasificarse. Su victoria «ha dado lugar» a la emoción que sientes.
En ocasiones el modelo de estímulo-respuesta se presupone en las explicaciones que damos a los
demás cuando intentamos argumentar por qué somos como somos. Podríamos decir, por ejemplo:
«Actúo así porque es como me educaron» o «Creo esto porque es lo que me enseñaron». En otras
palabras, la educación que recibimos en nuestra primera infancia nos «hizo» o «provocó que
seamos» lo que somos hoy en día. Asumimos con ello que somos simplemente «productos» de
nuestro entorno. Cualesquiera que sean nuestros valores, ideales o creencias, alguien los puso allí.
Este pensamiento es coherente con los escritos del filósofo John Locke, que utilizó la noción de una
tablilla en blanco, o tabula rasa, para describir la naturaleza de la mente humana en el momento
del nacimiento.
Escribió:
Supongamos que la mente sea como decimos, un papel en blanco, carente de todo carácter, sin
ninguna idea: ¿cómo se aprovisiona? ¿De dónde obtiene ese vasto almacén que la ocupada e infinita
fantasía del hombre ha pintado sobre ella con una variedad casi inacabable? ¿Cómo consigue todos
los materiales de la razón y el conocimiento? A estas preguntas contesto con una palabra: de la
experiencia. En ella se basa todo nuestro conocimiento; y de ella se deriva en último término¹.

Recogiendo la idea de Locke de que la mente es una tabula rasa en el momento del nacimiento, J.
B. Watson (1878-1958), uno de los fundadores de la psicología contemporánea del conductismo,
postuló que los seres humanos son simplemente una consecuencia de su entorno y que su
comportamiento no es más que un producto de su condicionamiento.
Para subrayar la idea de que el mundo exterior nos conforma y moldea para que lleguemos a ser lo
que somos, escribe lo siguiente:

Dadme una docena de niños sanos, bien formados, y mi propio mundo específico en el que
criarlos, y garantizo que escogeré uno al azar y lo formaré para que se convierta en cualquier
especialista que pudiera yo elegir: médico, abogado, artista, comerciante, jefe, o incluso
mendigo y ladrón, con independencia de sus talentos, inclinaciones, habilidades, vocaciones
o la raza de sus antepasados².

Existe una cierta comodidad perversa en atenerse a la explicación empírica de la mente y el


comportamiento humano. Sin embargo, esta comodidad se obtiene a expensas de la libertad. Si no
soy más que un organismo pasivo, un producto de mi entorno, entonces no puedo ser
razonablemente considerado responsable de mis actos. De hecho, los criminales alegan en su favor
muchas veces las circunstancias desgraciadas o trágicas de su niñez. Dado que el delincuente no
pudo controlar esas circunstancias, y como asumimos que fueron ellas las que de algún modo
condujeron al delito en cuestión, o al menos fueron un determinante causal, la crianza debería
constituir un factor atenuante en las mentes de los que establecen el castigo.

14
Si bien este tipo de razonamiento tiene una cierta coherencia a primera vista, la fuerza del
argumento se evapora cuando consideramos que no todo el que se encuentra en el mismo conjunto
de circunstancias incurre en los mismos tipos de comportamiento social o delictivo.
Tomemos, por ejemplo, a dos niños que procedan de un mismo hogar desestructurado. Uno de ellos
jura no casarse para evitar la amargura que sufren sus padres y las duras consecuencias que recaen
sobre los hijos. Por el contrario, la otra jura casarse lo antes posible para poder tener una vida
normal con unas relaciones padres-hijos felices. He aquí a dos niños, procedentes del mismo hogar
desestructurado, cuyos resultados emocionales y de comportamiento son diferentes. Uno de ellos
está amargado; el otro es optimista. El primero podría decir que sus actitudes hacia el matrimonio
se formaron en su niñez. El segundo podría decir lo mismo; sin embargo, sus actitudes y sus
comportamientos resultantes serían opuestos.
En último término lo que hace cada uno de los niños en este caso es consecuencia de su libre
elección. Enseguida comprenderemos cómo sucede. Ninguna circunstancia estímulo (por ejemplo,
un hogar desestructurado) conduce necesariamente a una respuesta conductual o emocional
concreta (por ejemplo, una soltería amargada o una criminalidad vengativa). Hay otros factores en
juego.
Llevados al extremo, algunos intentos de escapar de la responsabilidad han dado lugar a crímenes
atroces. En el 2007, en la Universidad Técnica de Virginia (EE. UU.), Cho Seung Hui mató a treinta y
dos estudiantes y no se consideró culpable de sus actos antes de quitarse la vida. Como señaló en un
vídeo que él mismo grabó, los culpables eran otros. Le «estaban forzando» a hacer lo que había que
hacer. Era culpa «de ellos». Otros «le obligaron» a hacer lo que hizo. Él no era más que una víctima
de las circunstancias. Sus palabras fueron: «Me empujasteis hasta un rincón y sólo me dejasteis
una opción. La decisión fue vuestra».
Está claro que el intento de escapar de la responsabilidad, unido a un pensamiento delirante
paranoico, forman una combinación letal y desquiciada. Aunque la mayor parte de la gente no sufre
delirios paranoicos graves, los esfuerzos por huir de la responsabilidad por nuestras acciones
producen a menudo consecuencias serias y, en ocasiones, devastadoras en la vida personal de los
individuos.
Como mínimo, la negativa a aceptar la responsabilidad personal se percibe a menudo como un signo
de inmadurez. Es más, como muchas veces observamos, las comunicaciones humanas degeneran
con frecuencia en peleas a gritos para culpar y recriminar a otras personas. Este juego de echar las
culpas a otro jamás logró reportar ninguna sensación de bienestar.
Cuando los individuos son incapaces de aceptar la responsabilidad en su nivel personal, muchas
veces llevan esa tendencia a sus relaciones más amplias, ya sean familiares, institucionales,
empresariales, gubernamentales o internacionales. Esta tendencia puede tener consecuencias
mundiales catastróficas que, en último término, son producto de fallos personales. Por ejemplo,
unos dirigentes políticos incapaces de aceptar su responsabilidad probablemente no conseguirán
jamás la resolución pacífica de un conflicto internacional. En el problema de Oriente Próximo somos
testigos de cómo la venganza ha sido elevada al nivel de la virtud; el enemigo es casi siempre el
culpable, ya sea Irán, Irak, Israel, Al Qaeda, los palestinos, Inglaterra o Estados Unidos. Los
frecuentes ataques llevados a cabo por cualquiera de las partes en conflicto deben hacerse en

15
nombre de la autodefensa. Estos ataques pueden causar «daños colaterales» (un eufemismo que
significa matar a mujeres y niños no combatientes), pero, como algunos arguyen, es
desgraciadamente el precio que hay que pagar cuando uno está protegiéndose a sí mismo o a sus
intereses. Esta forma de pensar nos hace preguntarnos si el miedo y la paranoia nacionalista se
habrán transmutado en locura mundial. Nuestros dirigentes nos dicen que hay que matar a mujeres
y niños en bien del interés nacional.
Yo opino que podemos establecer un espeluznante paralelismo entre la esquizofrenia paranoica y
asesina de Cho Seung Hui y la matanza deliberada y racionalizada de inocentes en nombre de la
libertad y la democracia, o lo que es peor, en nombre de Dios, de Alá o del Estado. Me pregunto
si Dios sancionaría una matanza así. ¿El que mata en nombre de Dios se convierte en un héroe, un
mártir o un santo o ese asesinato refleja simplemente la forma de pensar de un asesino delirante?
Muchos occidentales se burlan del terrorista suicida de Oriente Próximo al que «lavan el cerebro»
para que piense que, por matarse a sí mismo y a otros inocentes, tendrá garantizado un puesto en
el cielo. Se expresa una preocupación relativamente menor cuando un presidente de
Estados Unidos se considera a sí mismo un defensor de la fe y el agente de la obra de Dios en la
tierra.
Para el observador neutral parece existir una enorme incoherencia en el concepto de asesinato
basado en la fe. Por ahora digamos que sólo Dios sabe la verdad. Lo que sí parece cierto es que
culpar a tu enemigo y esforzarte por matarlo no es probable que consiga unos resultados pacíficos
duraderos. Si los individuos no aceptan la responsabilidad en un nivel personal, es poco probable
que lo hagan en un nivel nacional o internacional. Medio siglo de guerra en Oriente Próximo prueba
mi afirmación. De todas formas, dejemos para otro momento las discusiones acerca de la
psicoterapia global que sería necesaria para establecer la paz mundial. ¡Aquí lo que nos preocupa
es nuestro objetivo, ligeramente más modesto, de la iluminación existencial! Antes de empezar a
cambiar los corazones y las mentes del mundo, trabajemos para cambiar los nuestros.

Aquel que no es capaz de cambiar la estructura de su pensamiento jamás podrá cambiar la realidad.
Anuar el Sadat, presidente asesinado de Egipto

Ya mencioné anteriormente que la huida personal de la responsabilidad se consigue a expensas de


la libertad. Sin embargo, lo cierto es que esta transacción no puede llevarse a cabo. Como dijo Jean
Paul Sartre, el filósofo que acuñó el término existencialismo, todos estamos «condenados a ser
libres».
No hay excusas. Pienses lo que pienses, sientas lo que sientas y hagas lo que hagas, todo es cuestión
de elección, de tu elección.
¿Sigues sin estar convencido? ¿Sigues afirmando que los demás son los responsables de que tú estés
furioso, contento o triste? Entonces, ¿por qué un insulto grosero destroza emocionalmente a una
persona y deja indemne a otra? No es el insulto en sí lo que determina el resultado, sino el valor y
el significado que alguien le atribuye. Si el insulto procede de una persona a quien profesas la

16
máxima admiración y respeto, entonces lo más probable es que te sientas herido por él. Por el
contrario, si viene de alguien a quien consideras un perdedor, una persona por la que sólo sientes
un desdén condescendiente, te deja indemne mientras musitas para tus adentros: «¡A palabras
necias, oídos sordos!».
En esta reacción reconoces implícitamente que tu respuesta emocional ante el insulto depende de
ti, no del atacante verbal. El valor que concedes al insulto determina tu respuesta. La determinación
de este valor es cuestión de elección. Como las personas conceden diferentes valores a los mismos
estímulos (por ejemplo, los insultos), no podemos afirmar que ningún estímulo provoque una
respuesta emocional o psicológica. Es decir, culpar a otro de tus sentimientos es un intento de huida
de la libertad, un intento que resulta, en último término, inútil.
Los seres humanos son psicológicamente libres, lo quieran o no. Nadie más tiene la culpa de cómo
nos sentimos. Entre cualquier estímulo y cualquier respuesta está el individuo que interpreta y
evalúa el comentario, la cosa, el suceso o la situación que se presenta. El individuo que hace esta
interpretación eres tú.
En ocasiones resulta extremadamente difícil aceptar la autoría de nuestros sentimientos, en
especial cuando otros nos han hecho cosas terribles. Supongamos, no lo quiera Dios, que sufriste
abusos en tu infancia, ya fueran físicos o sexuales. Y digamos que estás furioso contra el que te
maltrató. Algunos asegurarían que tu ira es justificable, que no resulta sorprendente que te sientas
así; el maltratador te ha marcado emocionalmente de por vida, o eso es lo que mucha gente creería.
Es cierto que esta línea de pensamiento representa probablemente la norma y que parecería
razonable, dadas las circunstancias. Sin embargo, la ira y las cicatrices emocionales siguen sin ser el
resultado necesario del abuso.
Los acontecimientos terribles que se producen en nuestras vidas pueden superarse perdonando a
los que nos hirieron. Por ejemplo, el papa Juan Pablo II no albergaba ninguna ira ni sed de venganza,
sino que buscaba el entendimiento, cuando acudió a la celda del que había intentado asesinarle
para hacerle saber que le perdonaba por pretender quitarle la vida al pontífice. No quería que su
casi asesino viviera ninguna forma de dolor emocional.
Sin duda la mejor ilustración religiosa de perdón sanador la constituye Jesús de Nazaret. Como a
Sócrates, le acusaron de delinquir con sus enseñanzas, en este caso por proclamar el evangelio del
amor. Por sus esfuerzos, fue condenado a muerte. ¿Se enfadó con sus acusadores? ¿Les deseó que
fueran condenados al infierno por crucificarle injustamente? La historia nos dice que la respuesta a
estas preguntas es no. Podemos imaginar a Jesús alzando la vista al cielo cuando pronunció sus
últimas palabras: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. La respuesta emocional elegida
por un hombre erróneamente acusado y condenado a muerte fue la compasión y el amor. En
nombre de los que le torturaron y le mataron, pidió que fueran perdonados. En comparación con
este dramático ejemplo, ¿qué nimia injusticia, insulto personal o enfrentamiento violento
«justifica» tu airada sed de venganza? ¿Es necesario el desquite para poder cerrar un asunto? ¿Pasas
gran parte del día planeando venganza en tu imaginación? ¿Hacer daño a alguien en represalia
conforma el camino hacia la paz mental? ¿Estaría Jesús de acuerdo? En caso contrario, puede que
haya llegado el momento de volver a elegir la próxima vez que te sientas victimizado.

17
Experimenta con el perdón y observa a ver qué pasa; quizá sea la clave para alcanzar esa paz mental
que hasta ahora te ha eludido. Es evidente que también puedes elegir permanecer enfadado, y con
razón, el resto de tu vida. Muchas personas lo hacen. O puedes decidir sentir la calma curativa que
se experimenta al abandonar los odios recientemente obtenidos o los antiguos, pero no olvidados.
La decisión que tomes en respuesta a la hostilidad dirigida hacia ti tendrá consecuencias duraderas,
muchas de ellas para ti. Ten cuidado y toma la decisión correcta. Tu salud psicológica depende de
ello. Pero, por encima de todo, reconoce que cómo te sientes es en último término una elección
libremente tomada que depende de cómo deseas interpretar los sucesos de tu vida. Las decisiones
que tomes en tu mente controlarán el tipo de vida que vas a encontrar.
Si te daña cualquier cosa exterior, no es la cosa lo que te perturba sino el juicio que haces de ella. Y
está en tu mano limpiar ahora este juicio.
Marco Aurelio, filósofo estoico romano

Ama a tus enemigos, bendice a los que te maldicen, haz el bien a los que te odian y reza por aquellos
que te utilizan y te persiguen.
Jesús de Nazaret

Una de las técnicas de la psicología contemporánea que recoge las nociones de «libre elección» e
«interpretación» es la terapia racional emotivo-conductual de Albert Ellis. Éste estaba de acuerdo
con el existencialismo en el hecho de que las personas pueden ejercer un control significativo sobre
sus experiencias emocionales, que son en gran medida responsables de cómo se sienten. También
aceptaba la idea estoica de que las interpretaciones que damos a los acontecimientos
y circunstancias negativas de nuestra vida desempeñan un papel fundamental a la hora de
determinar si de alguna forma nos estresan o nos dañan. Como Marco Aurelio, Ellis adopta la
postura de que el «juicio» está entre lo que nos sucede y el modo en el que respondemos
emocionalmente y, en último término, conductualmente.
Al cambiar de forma consciente nuestros juicios podemos variar las respuestas a los estímulos
externos, unos estímulos sobre los que podemos tener control o no tenerlo. Las reacciones
emocionales y conductuales no son necesariamente automáticas. No somos como perros de Pavlov
que reaccionan de forma simple a campanas y otros estímulos que nos golpean. Por ejemplo, no
estamos condicionados o determinados para coger el teléfono cada vez que suena. Si juzgamos que
estamos demasiado ocupados, dejamos que la llamada pase al contestador automático. O, si la
pantalla nos indica quién es el que llama, podemos decidir que la llamada no es importante y no
respondemos. A altas horas de la noche podemos parar ante un semáforo en rojo como
consecuencia de nuestro hábito de hacerlo, aunque no haya más tráfico alrededor. Eso no se debe
a que nos veamos obligados a hacerlo por el condicionamiento recibido. Si hubiéramos tenido
prisa por llegar al hospital podríamos haber decidido saltarnos el semáforo en rojo al juzgar que era
más importante obtener atención médica que obedecer una norma de tráfico, especialmente
cuando nadie más que nosotros mismos se vería afectado por ello.
Las interpretaciones determinan las respuestas, no sólo los estímulos. Para ilustrar este punto, Ellis
nos proporciona lo que él denomina modelo A-B-C. Lo utiliza para explicar las respuestas

18
emocionales a lo que algunas personas consideran sucesos estresantes. En las figuras siguientes
puedes ver cómo el pensamiento de sentido común estímulo-respuesta acerca del estrés difiere del
modelo A-B-C, que reconoce el importante papel que desempeña la valoración cognitiva.

En el modelo de Ellis la A significa suceso activador. Piensa en él como el


estímulo, aquello que, por ejemplo, es potencialmente estresante. La B representa la idea que
tenemos sobre el suceso activador. Ahora bien, dependiendo de qué ideas se unan a A, tendremos
varias consecuencias posibles. Evidentemente la C se utiliza para indicar la consecuencia o respuesta
al suceso activador. Sea cual sea el resultado C que experimentemos estará influido por nuestras
ideas acerca de lo que acaba de suceder, de lo que se acaba de decir, etc. Por eso si
cambiamos nuestras ideas podemos cambiar nuestras emociones. Al cambiar nuestras emociones
y pensar de forma diferente acerca de las circunstancias de nuestra vida podemos alterar nuestro
comportamiento con más facilidad.
De esta forma mis pensamientos, emociones y comportamientos están inextricablemente unidos,
holísticamente combinados y son, en último término, míos. No son culpa de todos los demás sino
más bien mi propia responsabilidad personal. Puede que te sientas reacio a aceptar esta carga
de responsabilidad, pero con ella viene la libertad. Con esta única decisión de asumir tus
sentimientos, peregrino, puedes ser libre, ¡libre al fin! Es así de simple.
¡El problema es que la simplicidad resulta difícil para las mentes retorcidas! ¿Qué contorsiones
lógicas tendrás que hacer para racionalizar constantemente tu comportamiento y achacárselo a
otros? ¿Conseguirá este falso testimonio probar realmente tu inocencia en algún momento y
proporcionarte la paz mental que tan desesperadamente buscas?
Descansa, date cuenta de que tus sentimientos y actitudes te pertenecen. Puede que lo que sucede
no sea lo que quieres, de hecho, puede ser incluso terrorífico, pero cómo decides responder a ello
está enteramente en tus manos. Con esta idea te fortaleces a ti mismo. En esta reflexión
descubrimos la dignidad estoica de la autoposesión. Sé consciente de que a partir de ahora puede
acompañarte una mayor calma en tus desplazamientos diarios. Caminas libre, responsable y
dignificado. Has salido de las sombras de la victimización, has sido rescatado y consolado por el
reconocimiento de que las cosas externas no tocan el alma, ni siquiera lo más mínimo.

Los hombres no son perturbados por las cosas sino por la idea que se hacen de ellas.

Epicteto

19
FIGURA 1
Modelo estímulo-respuesta de sentido común de la psicología humana

Hasta ahora hemos aprendido que el primer error básico de la psicología del sentido común gira en
torno a la asunción de que los acontecimientos que actúan como estímulo provocan sentimientos
o comportamientos de alguna forma simple y directa, lineal. Hemos visto que, en realidad, existe un
elemento cognitivo intermedio entre ellos, un elemento que determina qué efecto producirá un
estímulo concreto, si es que produce alguno. Las diferentes ideas y juicios de valor conducirán a

20
distintas respuestas. Dado que las personas poseen en último término la capacidad para elegir sus
propios valores, determinan mucho más de lo que generalmente se suele presuponer. Tenemos más
control que el que la consciencia irreflexiva nos hace creer.
La psicología del sentido común presenta un segundo problema que surge de suposiciones
cuestionables relativas al propio estímulo. Estas suposiciones tratan de la naturaleza del «estímulo»
o de los «acontecimientos estimulantes» que percibimos en el mundo exterior.
Vamos a ilustrarlo: imaginemos a un muchacho llamado Lance que es el capitán del equipo de fútbol
del instituto. Es rico, guapo, evidentemente atlético y admirado por todas las chicas del centro. No
hay prácticamente ninguna estudiante femenina que no esté dispuesta a dar cualquier cosa por
conseguir una cita con él. No puede haber mayor placer que ser vista con el capitán en su
reluciente Porsche circulando por la calle principal camino de la playa. Bien. Un día de principios de
septiembre entra en clase de matemáticas Becky, una chica nueva. Es despampanante, viste que te
mueres e inmediatamente llama la atención de Lance. Becky ocupa su sitio al final de la clase y no
habla una palabra con nadie, incluido Lance. A partir de ese día llega puntualmente unos minutos
antes del comienzo de la clase y se va en cuanto ésta termina. Más de una vez ha pasado junto a
Lance en sus idas y venidas sin dirigirle una palabra, ni siquiera la más breve de las miradas. Es como
si él no existiera. Parece ignorarle por completo. Lance, evidentemente, no está acostumbrado a
que le traten así. Ninguna chica le ha ignorado como hace Becky. Es el «Señor Popular» y lo sabe.
¿Qué demonios pasa con Becky?
Finalmente Lance llega a la conclusión de que no es más que una cerda condescendiente y engreída
que le pone furioso. «¿Qué porras le pasa?», se pregunta para sus adentros. Una noche, durante la
cena con su familia, Lance está de un humor de perros. Cuando sus padres le preguntan qué le pasa,
responde diciendo que hay una chica que se cree demasiado buena para él y que le ignora. Continúa
quejándose de cómo le molesta con su comportamiento altanero y condescendiente.
En este caso podríamos decir que tenemos un acontecimiento estimulante: el comportamiento
condescendiente y altanero de Becky. Tenemos también la respuesta: la actitud molesta y
malhumorada de Lance. En este ejemplo parece que la psicología del sentido común es capaz de
explicar claramente las emociones negativas de Lance. El comportamiento de Becky ha sido el
estímulo que ha «provocado» la respuesta emocional contrariada.
El problema es que el «acontecimiento estimulante» que percibe Lance no existe en la realidad y
nunca existió. De hecho, no ha habido un comportamiento condescendiente ni altanero. Todo está
en la mente de Lance. Verás; antes de irse a vivir a esa ciudad, Becky había pasado toda su vida en
una granja solitaria situada a muchos kilómetros del pueblo más cercano. Para ella, trasladarse a
una gran ciudad y asistir al instituto fue como irse a vivir a la ciudad de Nueva York sola, sin amigos
y asustada. Para intentar aliviar la ansiedad que le provocaba empezar en un nuevo colegio, Becky
se fue a unas tiendas exclusivas y se compró unas cuantas prendas caras y adecuadas para la ciudad.
No quería llamar la atención y que la consideraran una paleta. Creía que yendo bien vestida no
se fijarían en ella. Además, por culpa de su acento rural, le daba vergüenza hablar por miedo a que
se rieran de ella. La estrategia para tapar su procedencia era esconderse al final de la clase, lo que
también le venía bien para su enorme timidez. Queda claro que Lance respondió a lo que no estaba

21
allí. El comportamiento de la «cerda con descendiente y engreída» no era otra cosa que el intento
de una chica tímida y asustada de encajar en una situación nueva y aterradora.
De ahí que Lance equivocara totalmente la situación y las intenciones de Becky. Respondió a un
estímulo fantasma de su propia cosecha. Todo el tema de Becky no era más que una alucinación
negativa creada por él mismo y que brotaba de su propia inseguridad.
El ejemplo de Becky y Lance señala algo extremadamente importante: que las personas, los sucesos
y las situaciones que percibimos en el mundo exterior están construidos por nosotros, el sujeto
conocedor, el individuo perceptor. Los «objetos estimulantes» no poseen una existencia
enteramente independiente. No están simplemente «ahí fuera», por su cuenta. No son
ontológicamente independientes.
Cualquier cosa en la que Becky se convirtiera, lo hacía como objeto de conocimiento para Lance. Él
creía que sabía cómo era ella. La persona que él veía y la persona que conocía, sin embargo, estaba
claro que tenían que ver con la implicación de su propia mente activa. Como hemos mostrado en
nuestro ejemplo, Lance convirtió a Becky en algo que ella claramente no era. Es evidente que ella
se presentó ante él con un silencio retraído, ropas caras, partidas rápidas, la vista retirada y demás.
Sin embargo, fue Lance el que configuró estas variables del estímulo y construyó con ellas su propio
objeto de burla.
Todo esto sucedió en el inconsciente cognitivo de Lance. Él, y en general todo el mundo, construyó
la realidad de una forma tan rápida y automática que no se dio cuenta del proceso completo de la
construcción del objeto. Algunas sociedades que valoran la amistad, por ejemplo, podrían
haber tomado las mismas variables que Lance y habrían construido en sus mentes una solitaria.
Otros incluso podrían haberse sentido impresionados o intimidados por la conducta tranquila de
Becky y la habrían considerado un bello objeto sexual o una persona intimidante con la que no
valen las bromas.
Lo que Lance tiene que comprender es que está respondiendo a una realidad falsa que él mismo ha
construido. Cuando mira a Becky no la ve a ella sino a sus propias inseguridades proyectadas hacia
afuera. Como explicaremos e ilustraremos más adelante, la percepción es proyección, una
proyección de nuestro propio estado mental sobre lo que parece ser un mundo independiente.
Cambiar nuestra mente significa, por tanto, cambiar el mundo que experimentamos. ¡Y tú creías
que cambiar el mundo es imposible!

Tú, hacedor de un mundo que no es tal, descansa y tranquilízate en otro mundo en el que habita la
paz.
Un curso de milagros

La idea de que la mente ayuda en la construcción de la realidad y en la formación de objetos de


conocimiento es una de las más importantes de la epistemología de Immanuel Kant. Kant fue un
filósofo prusiano que vivió entre 1724 y 1804. Está considerado por mucha gente el pensador más
importante de la tradición intelectual occidental después de Platón y Aristóteles. Tomando como
base sus propias investigaciones racionales llegó a la conclusión de que los empíricos

22
estaban equivocados. Los objetos que percibimos en el mundo exterior no se limitan a estamparse,
como objetos plenamente constituidos, en la tablilla en blanco de la mente humana. También se
opuso a la idea de que el conocimiento del mundo es algo innato, totalmente independiente de la
experiencia.
Esta postura era demasiado extrema en el lado opuesto al empirismo. Lo que Kant concluyó fue que
«no puede dudarse de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia [...], pero,
aunque todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, eso no significa que todo
surja de la experiencia» ³.
El sujeto conocedor aporta a cualquier experiencia los elementos estructurales de percepción y las
categorías del entendimiento que le permiten formar objetos de conocimiento. Así, una patata frita,
por ejemplo, no está sencillamente ahí como un objeto de experiencia. Sus propiedades sensoriales
—crujiente, fina, salada, amarilla y grasienta— se combinan con las facultades de sensibilidad
y entendimiento que hacen que se convierta en una patata frita plenamente constituida. La mente
le aporta unidad y sustancia. Somos capaces de ver una patata frita como tal patata frita y no como
un conjunto desperdigado de sensaciones.
Del mismo modo, y volviendo por un momento a Becky y Lance, Becky presentó una serie de
estímulos sensoriales a Lance cuando él la experimentó. Recuerda sus ropas, la mirada huidiza, etc.
La forma en la que esos estímulos fueron colocados, unidos, interpretados y unificados, sin
embargo, procedió de la mente de Lance. Él aportó algo de su propia experiencia a esta ocasión. Él
contribuyó con algo a la construcción de ella como objeto de burla. De ese modo la realidad de
Lance supuso una interacción de elementos, un proceso de síntesis y unificación. Lo más probable
es que Lance llevara a su experiencia de Becky impresiones e interacciones pasadas con muchachas
bellas y bien vestidas que no se dieron cuenta de su presencia o que deliberadamente le ignoraron.
Es muy posible que Lance interpretara los actos de Becky incluyéndolos en el apartado de lo que él
ya sabía acerca de las «cerdas engreídas» por experiencias anteriores. Este concepto o idea
representa una forma de entendimiento que aparentemente Lance utiliza para que el mundo tenga
sentido.
Esto subraya la idea de que el mundo no está sencillamente ahí fuera como una entidad
independiente. Como ha señalado Jean Piaget, el psicólogo cognitivo-evolutivo de influencia
kantiana, ninguna forma de conocimiento, ni siquiera el conocimiento perceptivo, constituye una
simple copia de la realidad, porque siempre incluye un proceso de asimilación a estructuras previas»
⁴.
Si tienes dificultades para entender este tema cognitivo de construir la realidad y los objetos de
conocimiento dentro de ella puede resultarte útil echar un vistazo a estos cuatro recuadros (véase
figura 3). ¿Qué ves en cada uno de ellos? Míralos bien antes de seguir leyendo.
Ahora que ya has tenido la oportunidad de mirar bien cada recuadro, reflexiona sobre lo que ha
sucedido. ¿Observaste cómo el «ojo de la mente» estuvo escrutando los diversos fragmentos de
cada recuadro? Has aportado a esta experiencia formas anteriores de percepción, conocimiento y
comprensión. Cuando las usabas, ¿sentiste cómo estabas conscientemente intentando «fabricar»
un objeto de experiencia en cada uno de los marcos? De hecho, puede que lo consiguieras y puede
que no.

23
Por usar un lenguaje piagetiano, quizá fuiste capaz de asimilar los
datos sensoriales a estructuras anteriores, es decir, a conceptos
o esquemas cognitivos que ya habías aprendido y que ahora
utilizas para organizar la realidad. Puede que también hayas
cometido errores como nuestro amigo Lance. Por ejemplo,
muchas de las personas que miran el recuadro B ven un pollo o
un pavo. En realidad, lo que hay es una tetera. Ahora que ya
posees esta construcción mental concreta, ¿eres capaz de ver lo
que antes no viste? ¿Resalta de repente la tetera de manera
evidente, aunque anteriormente estuviera escondida en la variedad de formas desordenadas? Si es
así podrás comprender cómo los datos sensoriales pueden ser reunidos y unificados por las formas
y categorías que nos proporciona la mente.
Para apreciar este proceso un poco mejor, intenta ver un ciclista en el recuadro A. Busca también
tres zapatos en C. En el recuadro D aparece un grifo. Al hacerlo, observa la significativa actividad
implicada en la experiencia de ver los diversos objetos como objetos unificados de tu experiencia.
Lo interesante de este contexto es el hecho de que no todas las personas de todas las civilizaciones
tienen los mismos conceptos que nosotros. Supón que en una sociedad concreta, por ejemplo, no
tienen agua corriente, carecen de grifos y tomas de agua, con lo que no disponen de palabras para
ellos. ¿Podría un miembro de esa sociedad ver un grifo en el recuadro D? Evidentemente, no. Se
presentarían los mismos fragmentos del estímulo visual, pero la mente del observador no los
organizaría de la misma forma al carecer de los conceptos que nosotros poseemos en
nuestra mente. Parecida sería la situación de una cultura que no supiera nada de zapatos y que no
tuviera un concepto de ellos. Esta gente podría haber visto, en su lugar, el morro de un cocodrilo.
La profunda reflexión que brota de este debate del objeto mental construido nos devuelve a la
noción de la responsabilidad. No sólo somos responsables de nuestros sentimientos y acciones, sino
que también somos en gran medida responsables de lo que percibimos. Sí, lo que vemos en el
mundo está muy determinado por nosotros mismos. De hecho, podemos elegir ver la realidad de
una forma diferente. Nosotros decidimos si el vaso está medio lleno o medio vacío. Podemos elegir
ver un «idiota», un «niño» o a «Dios».
Nuestra preferencia será nuestra percepción. Es más, podemos reflexionar sobre las ideas y
esquemas cognitivos heredados, o desarrollados inconscientemente de algún otro modo, que
hemos utilizado previamente para construir nuestra versión de la realidad y hacer juicios de valor
sobre ellos.
Podemos conscientemente alterarlos y revisarlos o simplemente descartar los inaceptables de
nuestras mentes y negarnos a utilizarlos más. Podemos conscientemente censurar nuestras
percepciones. No tenemos por qué regirnos por ellas ni dejar que nos influyan si no queremos.
Por ejemplo, el que una persona vea o no el mundo en términos de gentes inferiores es una decisión
personal de la que somos responsables. También podemos esforzarnos por aprender ideas nuevas,
recrearnos con conceptos nuevos y desarrollar nuevas formas de entendimiento que nos ayuden a
estructurar el mundo de un modo diferente. Una vez más, es cuestión de elección.

24
Con los nuevos conocimientos nos llega un nuevo orden mundial. Si le enseñamos al miembro de la
sociedad que no conocía los zapatos lo que éstos son y su concepto, será capaz de ver lo que
anteriormente le resultaba invisible o ininteligible.
Si tus formas anteriores de ver la realidad en términos de culpa, vergüenza e imperfección, por
ejemplo, han provocado que la bondad y la verdad fueran invisibles para ti y han hecho que te
sientas desdichado e insatisfecho, ha llegado el momento de reorganizar y volver a entrenar
tu mente. Cuando realices los necesarios ajustes psicológicos en tu interior, el mundo cambiará
sorprendentemente en el exterior. Tu «nuevo ojo de la mente» verificará esta afirmación según tu
nueva experiencia de la vida.
Bienvenido a una nueva aurora. Deja que el optimismo y la alegría comiencen a llenar tu consciencia.
Hay una forma mejor. No te comportes como un Lance haciéndote daño a ti mismo con tus propias
distorsiones de la realidad; comprométete a ver la verdad, y con el tiempo lo conseguirás. Te
garantizo que ver el mundo a través del filtro cognitivo de tu propia actitud psicológica defensiva te
hará infeliz.
Piensa en lo que le sucedió a nuestro amigo Lance. Todo el dinero y el nivel social del mundo no
podían comprarle la felicidad ni la paz mental. Sin saberlo, él mismo era el arquitecto de su propia
zozobra, aunque tristemente deseara culpar a la inocente Becky. De todas formas, no disfrutemos
perversamente culpando a Lance. Él no es culpable de nada, sólo está engañado por su propia
ignorancia. Necesita una instrucción amable, no el duro castigo del ridículo público.
Eso mismo es lo que te sucede a ti; lo que me sucede a mí. Vamos a comprometernos con lavar la
suciedad de la distorsión defensiva de nuestros ojos para que podamos empezar a ver con más
claridad. Existe una exquisita belleza que podremos contemplar justo detrás de la aparente maldad
y fealdad del mundo que ves. Ten paciencia y descubrirás cómo puedes hacerlo.
El mundo que vemos y que parece tan desquiciado es el resultado de un sistema de creencias que no
funciona. Para ver el mundo de una forma diferente debemos estar dispuestos a cambiar nuestro
sistema de creencias, a dejar que el pasado se escabulla, a expandir nuestro sentido del ahora y a
disipar el miedo de nuestras mentes.
William James

25
2
Personalidad y esencia
«No puedo vivir conmigo mismo durante más tiempo.» Éste era el pensamiento que se repetía una
y otra vez en mi mente. Y de repente fui consciente de qué pensamiento tan peculiar era. «¿Soy uno
o dos? Si no puedo vivir conmigo mismo, tengo que ser dos: el “yo” y el “ser” con el que “yo” no puede
vivir.»
«Quizá—pensé—sólo uno de ellos es real».
Eckhart Tolle

LAS INVESTIGACIONES REALIZADAS en la psicología cognitivo-evolutiva sugieren que lo que


experimenta un recién nacido es bastante diferente de lo que experimenta un adulto ¹.
William James lo ha descrito como una «confusión de zumbidos y estruendo». Imagina un borrón
bidimensional con sonidos distorsionados y una miríada de sensaciones olfativas y táctiles. Al
principio el niño carece de sentido del yo. No ve a los demás como otros, distintos e independientes
de sí mismo.
Es un mundo sin objetos, un mundo sin espacio ni tiempo. No hay dimensiones, no hay momentos
que se sucedan unos a otros, sólo una experiencia inmediata y no identificada, lo que algunos
podrían denominar puro ser. Ése es probablemente el motivo de que carezcamos de recuerdos de
nuestros primeros días y meses de vida. No hay un «yo» que perciba la experiencia que vaya a ser
recordada. Una vez que comienza a emerger una sensación definida del yo, ya es posible tener
recuerdos. Hay alguien, un yo, que los tiene y los recuerda. De esto se puede deducir que la
individualidad es el producto de una construcción psicológica gradual y no algo que nos haya sido
concedido o que esté programado en nosotros con antelación.
Dado que es posible existir sin un sentido del yo, tal y como ilustra el ejemplo del bebé, resulta
interesante reflexionar sobre lo que significa ser «humano» fuera de cualquier concepto del yo.
¿Qué podría ser la naturaleza humana sin la individualidad? En otras palabras, ¿cuál es la esencia
del ser humano, aquello que es más fundamental, anterior e independiente de cualquier noción de
yo psicológico o identidad del ego? ¿Cómo se relaciona la personalidad con esta naturaleza esencial
y cómo se forma a su alrededor? La respuesta a esta última pregunta la veremos más adelante. En
cuanto a la «esencia», vamos a intentar entenderla.
Discutir la esencia plantea un problema lógico. Las explicaciones que solemos hacer de las cosas y
sucesos del mundo utilizan, o al menos presuponen, conceptos como espacio, tiempo, objeto y
número, así como otras nociones científicas como causa-efecto, leyes del movimiento y demás. El
problema estriba en el hecho de que el ser puro —lo que debe de experimentar el recién nacido—
no parece estar hecho de ninguna forma ni sustancia física identificable. Los objetos no están
presentes ni ausentes, aquí o allí. No son creados y luego destruidos. En el mundo del bebé, ni
siquiera existen. No hay tiempo, ni espacio, ni sustancia, ni causalidad en la realidad esencial. Sin
embargo, todo el lenguaje que utilizamos para describir y explicar los fenómenos de este mundo se

26
apoya en estos conceptos. Por tanto, estamos intentando llegar a un algo que las palabras son
incapaces de explicar. No podemos observar la esencia a través de un microscopio. Tampoco
podemos tocarla, ni pesarla, ni probarla mediante el gusto directo.
La esencia trasciende a la experiencia sensorial. Está más allá del continuo espacio-tiempo. Como
no puede ser vista ni oída, escapa a nuestra atención. Al estar fuera de la vista, está fuera de la
mente. La «existencia» de la esencia no es algo que muchas personas admitan o reconozcan. Sin
embargo, el hecho de que no podamos verla ni cogerla no significa necesariamente que no exista.
Tampoco podemos ver ni coger las microondas ni las ondas de radio, y sin embargo existen. Lo cierto
es que no todo lo real es inmediata y totalmente accesible a través de los canales sensoriales
convencionales.
Con esto no pretendo minimizar la importancia de la experiencia sensorial, sino sencillamente
señalar que existen elementos de una realidad mayor que están más allá del plano físico.
La idea de que hay dos realidades, una sensible y otra suprasensible, ha llevado a algunos a describir
a la primera como realidad inferior y a la segunda como superior. La idea en sí de una «realidad
superior» podría resultarle a la persona no iniciada espiritualmente como, cuando
menos, cuestionable.
El apego al mundo físico, material, y un firme compromiso con la racionalidad científica hacen que
las palabras sobre realidades alternativas suenen a tonterías propias de brujos y hechiceros, algo
que no se merece un debate serio. Yo tampoco estoy aquí para convencerte racionalmente de lo
contrario.
Si eres una persona materialista y de mente científica, la única prueba que aceptarías debería ser
empíricamente verificable. El hecho de exigir semejante prueba ya predeterminaría lo que las
conclusiones aceptables tendrían que ser. Las realidades metafísicas y ontológicas quedarían
excluidas del debate antes incluso de que éste empezara.
A riesgo de parecer irracional, te invito a dejar por un tiempo de lado tus exigencias de pruebas y a
suspender el enjuiciamiento. Más tarde puedes volver a tu racionalidad científica, si es que sigues
queriendo hacerlo. Por el momento al menos acepta la posibilidad de que pueda existir un «reino
esencial de experiencia» que tiene sus manifestaciones conductuales, emocionales, físicas y
psicológicas pero que no puede ser completamente explicado por ellas ni reducido a ellas.
Esta invitación no es del todo una locura absurda, pues de hecho está inspirada en siglos de tradición
religiosa y experiencia mística. Hasta el propio Platón, el racionalista supremo, afirmaba que el
conocimiento empírico era una forma de conocimiento inferior. Según él, la sabiduría empírica
basada en los sentidos sólo nos aporta conocimiento de las apariencias. La experiencia directa e
inmediata de las «formas» inmateriales, como él las denomina, que
habitan en el reino de las formas, es lo que nos proporciona la verdad acerca de una realidad
superior. Las cosas del mundo constituyen sólo aproximaciones imperfectas a las formas perfectas
de ese otro reino.
Un triángulo que dibujo en la pizarra, por ejemplo, no es más que una burda aproximación a la forma
«triángulo». Por mucho que me esfuerce, todo triángulo que yo produzca tendrá sus fallos e
imperfecciones. Es más, los triángulos concretos de las pizarras y los libros pueden entrar y salir de
la existencia; la forma nunca cambia. Su estatus ontológico es independiente de cualquier triángulo
que exista en el mundo. Es importante entender que la aprehensión directa de las formas, de las

27
cuales la más elevada es la «Bondad», no se consigue mediante la lógica y la racionalidad; tampoco
se puede llegar a ellas a través de la investigación científica.
Quizá sea un poco engañoso afirmar que hace falta un salto irracional de fe. Según Platón lo que se
necesita es una consciencia inmediata, una consciencia de lo que es inmutable y eterno. Los
métodos de conocimiento empíricos y científicos son incapaces de capturar qué es esto inmutable y
eterno. La infinidad y la eternidad no constituyen buenos objetos de investigación científica. Existen
en otra dimensión de la experiencia.
A este respecto me viene a la memoria una historia relacionada con santo Tomás de Aquino, un
teólogo y filósofo medieval. Santo Tomás, como quizá ya sepas, fue un sacerdote, y está considerado
en la actualidad doctor de la Iglesia católica romana. Fue también un prolífico escritor que, a lo largo
de una vida de menos de cincuenta años, escribió más de sesenta obras. Sus escritos han sido
considerados tremendamente importantes para las enseñanzas y la doctrina de la fe católica. Un
día, mientras celebraba misa, santo Tomás afirmó haber tenido una revelación mística de Dios, una
experiencia directa e inmediata de lo divino. A raíz de ella llegó a la conclusión de que «todo lo que
he escrito me parece paja comparado con lo que ahora me ha sido revelado».
Una de sus obras principales, la Summa Theologica, que estaba entonces en proceso de escritura,
no llegó a terminarse. Aparentemente el lenguaje humano no era capaz de expresar lo que la unión
con Dios revelaba. Lo que podía expresarse por medio del lenguaje no merecía la pena ser
terminado.
Ahora bien, si Dios es Bondad, tal y como me enseñaron de niño en la clase de catecismo, entonces
me intriga pensar que la «Bondad» de Platón pudiera ser el Dios de santo Tomás en diferente
forma... ¡No pretendo hacer una broma platónica! Ambos pensadores señalan algo inefable y,
sin embargo, decisivo y esencial para la realidad superior. El conocimiento de Dios y el conocimiento
de la Bondad platónica se basan en la consciencia directa, inmediata. Como ya he mencionado
anteriormente, esta dimensión de la experiencia no puede explicarse mediante la ciencia ni
la lógica, sólo la mente puede conocerla. Esta aprehensión directa de la mente puede entenderse
como un tipo de discernimiento mental o espiritual.

El Espíritu Santo tiene el poder de transformar la base misma del mundo que ves en otra cosa; una
base que no sea insana, en la que pueda sustentarse una percepción sana, otro mundo percibido.
Un curso de milagros
Pero escrito está: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado
para los que le aman» {...} pues el hombre animal no percibe las cosas del Espíritu de Dios; son para
él locura y no puede entenderlas, porque hay que juzgarlas espiritualmente.
1 corintios 2:9 y 2:14

El saber que Platón y santo Tomás de Aquino tuvieron encuentros místicos con otras dimensiones
extraterrenales o suprasensibles de la experiencia nos da algo de confianza en que estamos en el
buen camino con respecto a lo que intentamos identificar. Sin duda ninguno de ellos podría

28
ser considerado un bobo irracional; de hecho, ha sido su racionalidad suprema lo que los ha
distinguido históricamente como gigantes intelectuales. De todas formas, esto por sí mismo no nos
sirve de gran ayuda para entender la esencia. Volvamos, por tanto, al recién nacido y a su
experiencia del mundo, al menos a lo que podemos entender a través de la investigación cognitivo-
evolutiva.
Una de las cosas que podemos concluir de la «confusión de zumbidos y estruendo» es que no existe
delimitación entre figura y suelo. No hay límites que separen una cosa de otra, las cosas ni siquiera
se perciben. Si la delimitación es imposible, dado que los objetos concretos no existen para poder
ser separados de otros objetos concretos, entonces la experiencia humana debe caracterizarse por
un estado de unidad no dualista. Consecuentemente, la esencia no es especial; no es un objeto
tridimensional.
Otra conclusión que podemos extraer sobre la esencia es que es intemporal. En un mundo sin
objetos, las cosas no aparecen para luego desaparecer. No entran y salen de la existencia. No vienen
«antes» para irse «después». No comienzan y terminan. En una experiencia sin objetos no puede
existir una cualidad perdurable de ellos, pues no existen, al menos en la mente del bebé.
Eso hace que no tengamos cosas más nuevas ni más viejas, cosas que hayan durado más tiempo,
cosas que terminen prematuramente, cosas a las que se les esté acabando el tiempo, cosas que
estén más o menos de moda dependiendo de la estación o del año. No hay duración; no existen los
plazos límite; el reloj del tiempo no se agota; nada comienza ni cesa y no hay nada pendiente ni
previsto. No existe nada que pueda «surgir». La realidad esencial no sólo carece de espacio sino
también de tiempo.
Una tercera conclusión que podemos extraer de la noción de que la esencia carece de espacio y de
tiempo es que es algo que no puede ser explicado en términos de relaciones causa-efecto. Las
explicaciones causales presuponen una proximidad de objetos y acontecimientos en el tiempo y
en el espacio.
Cuando tomamos una medicación contra el dolor y al cabo de un rato éste nos desaparece, llegamos
a la conclusión de que la medicación lo alivió. La medicación «hizo» que el dolor desapareciera. El
hecho de que el alivio del dolor se produjera poco después de tomar la medicación nos permite
hacer la deducción causal. Sin embargo, como en el mundo del bebé no hay espacio ni tiempo,
la proximidad espacial o temporal es imposible. La esencia, por tanto, trasciende toda realidad que
opera en una dimensión causa-efecto. Está claro que esto plantea problemas para la racionalidad
científica y para cualquier esfuerzo que ésta realice por comprender lo que está fuera de su
paradigma de explicación, es decir, la esencia.
Nuestras conclusiones acerca de los objetos, el espacio y el tiempo implican también lógicamente
que el «Yo» empírico —el yo con un nombre, una identidad del ego, una historia y una localización—
tampoco pertenece a la esencia. El motivo es que la individualidad requeriría relaciones objetales.
El bebé tendría que percibirse a sí mismo como un objeto diferenciado de otros objetos como las
mamás y los papás. Esto es algo que le resulta imposible hacer al principio de su vida porque su
experiencia no es dual.
En segundo lugar, para poder ver y entender al Yo como objeto, éste tendría que existir en el tiempo.
Entre dos momentos dados el niño tendría que percibirse a sí mismo como la misma persona, no
como una persona nueva en cada uno de dichos momentos. Pero sin objetos, y por tanto sin una

29
identidad del yo psicológica, empírica, no puede haber tiempo. Cómo iba a haberlo si no existe
nadie que lo experimente, que sintetice un momento con el siguiente.
La implicación radical de todo esto es que la personalidad queda fuera de los límites de la esencia.
La personalidad depende por completo de la historia individual: niñez, adolescencia y adultez. Se
entiende en términos de progreso evolutivo. En segundo lugar, la personalidad implica relaciones
objetales. Hablamos de que los niños «establecen lazos» con sus padres, cuidadores y demás. Nos
referimos a las personas como gregarias o extrovertidas. Describimos las personalidades de la gente
como amigables o retraídas.
En cada uno de estos casos se asumen relaciones objetales «yo-otro» en una realidad caracterizada
por la dualidad y la separación, dos cosas no relacionadas con el ser puro
indiferenciado. Curiosamente entonces tiene sentido afirmar que «yo no soy realmente yo». Para
formularlo de un modo más preciso, «en esencia, yo no soy mi personalidad».

El individuo, en el proceso del desarrollo del ego, ha embebido su personalidad del entorno y ahora
es la personalidad. El enemigo de la esencia ya no es el entorno. Ahora el mayor adversario es la
propia personalidad.
A. H. Almaas

La idea de que no eres tu personalidad puede resultar muy turbadora. Puedes preguntarte a ti
mismo: «Bueno, y si yo no soy yo, entonces ¿quién soy?». Presumiblemente, en esencia no soy un
cuerpo físico. Mi ser puro es también no temporal. No ejerce un efecto causal sobre ninguna
otra cosa externa, y ninguna otra cosa externa le afecta. No puedo verlo, ni tocarlo, ni oírlo, ni olerlo
ni gustarlo directamente... y, sin embargo, ¿soy yo? ¿Es eso más yo que mi personalidad? Incluso si
así fuera, ¿por qué debo elegir la esencia antes que la personalidad? Al menos mi personalidad me
resulta familiar; la esencia es una extraña y no hay garantía de que pueda llegar a entenderla. ¿Existe
algún tipo de letra pequeña espiritual que no puedo ver y cuyas implicaciones voy a lamentar?
Ya ha quedado establecida la elusividad de la esencia. Al entender lo que no puede ser da la
impresión de que quizá lo único que quede sea una especie de vacío o de nada negra. ¿Por qué va
alguien a decidir voluntariamente arrojarse a un agujero negro? ¿Por qué no seguir del lado de
la personalidad?
Para responder a estas cuestiones e inquietudes digamos primero que la llamada «nada» no es un
aterrador agujero negro. Muchos dirigentes espirituales, místicos y gurús de todas las épocas, ya
fueran hindúes, budistas o cristianos, por ejemplo, han buscado este «vacío» y han animado a
los demás a encontrarlo a través de técnicas como la práctica meditativa, la oración o una serie de
ejercicios estructurados diseñados para reentrenar la mente de forma que perciba la realidad de un
modo distinto.
Como saben de primera mano, una vez que uno se libera de su personalidad o identidad del ego,
entra en un espacio inmaculadamente vacío. En este sublime espacio se experimenta una sensación
interior de expansión. Este espacio abierto es ilimitado, claro y nítido. Experimentarlo no se parece
a una intuición racional, una emoción sincera o una sensación física, aunque la persona que

30
experimenta la esencia puede hallar relaciones con ellas. A. H. Almaas, de quien se ha
aprendido mucho sobre esta materia, describe la esencia como pura consciencia, y la luminosidad
como su principio.
Es la iluminación más allá de la razón, más allá del sentimiento, y no está limitada de ninguna manera
por el cuerpo. No es una percepción intelectual; no es una sensación de felicidad ni tampoco una
reacción biológica. Almaas afirma, sin embargo, que permanece como una presencia ontológica real
y palpable que se refleja en nuestra vitalidad, nuestra fuerza, nuestra apacibilidad, nuestra
compasión, nuestra consciencia, nuestro amor y nuestra alegría.
Estos elementos se precipitan para llenar el vacío dejado por el ego. La presencia experimentada de
estas cosas es lo que nos permite describir lo que significa la esencia. Por ejemplo, puede tener un
efecto emocional. Uno puede sentir calor y suavidad en su presencia, pero al igual que la «dureza»
no es el diamante, sino una cualidad de éste, tampoco el calor y la suavidad son la esencia
sino manifestaciones de la misma.
Con respecto a las sensaciones físicas, Almaas admite que la esencia puede experimentarse y
sentirse físicamente, pero claramente adopta el punto de vista de que tampoco es una respuesta
corporal. Una vez más, para razonar con analogía, podemos «sentir» nuestro estómago, pero la
sensación no es el estómago en sí mismo.
Sobre las percepciones intelectuales y cómo difieren de la esencia, Almaas nos dice que ambas se
distinguen porque mientras que la percepción es un acaecimiento, la esencia es una presencia. Una
percepción es una experiencia en la que se comprende una verdad concreta, mientras que la
esencia, por el contrario, es lo que podría denominarse una presencia materializada, una realidad
ontológica. Almaas, sin embargo, no resta importancia al valor de las percepciones, pues nos
aportan información liberadora acerca del funcionamiento de nuestras mentes, emociones y
personalidades. Por eso las percepciones pueden conducirnos a la esencia. Sin embargo, aunque en
su opinión las percepciones pueden ser poderosas y estimulantes, no son la esencia en sí misma. La
esencia es algo más hermoso y espléndido y tiene más significado. La esencia es, según sus
propias palabras, lo único que inundará por completo nuestros corazones. Es lo único que constituirá
nuestra paz mental. Es milagrosa, y sus características son «auténtica magia deliciosa». De todas
formas, podemos seguir usando las percepciones, las emociones y las señales corporales como
evidencias de la existencia de aquello que no podemos ver con el ojo desnudo.
Para aprender más sobre la esencia debemos aprender a experimentar la «presencia» y olvidarnos
de intentar encontrarla como un objeto exterior. Cuando estamos completa y totalmente presentes
para el momento y para nosotros mismos, las experiencias se intensifican. Esta experiencia
intensificada no es la esencia, dado que ésta no es dual, pero refleja nuestro estado de ser. Lo que
sigue a la «presencia» es una excepcional claridad y una nitidez de alta definición en nuestras
percepciones del mundo, unas percepciones que antes estuvieron emborronadas por los filtros del
ego.
Los colores pueden desplegar una exquisita cualidad de otro mundo. Los sonidos pueden ganar en
textura y resonancia de unos modos nunca antes escuchados. Las papilas gustativas cobran vida y
la comida más sencilla se convierte de repente en un manjar. Los copos de nieve se transforman en
la obra de arte de la naturaleza. Cuando uno está completamente presente y totalmente absorto en
lo que le rodea, se produce una sensación de fusión con los objetos que están siendo

31
experimentados. Por ejemplo, un individuo podría sentirse «uno» con la naturaleza o «uno» con la
música que está disfrutando. En este último caso, la persona no está escuchando la música; él o ella
es la música.
Sobre este tema (perdón por hacer otro juego de palabras), a veces me pregunto si éste es el motivo
de que los iPods, los cascos y los auriculares sean tan populares. Al eliminar casi todo el espacio
físico que separa la fuente del sonido de su reproducción en nuestra cabeza se crea la experiencia
de estar virtualmente «dentro» de la música. Los diferentes instrumentos y voces se pueden
escuchar en distintos «puntos» del vacío de la mente. Incluso pueden aparecer coloridos dibujos e
imágenes visuales. Una experiencia así puede resultar auténticamente mágica y deliciosa. Si sientes
que la noción de la música que se reproduce en tu cabeza captura esa «unicidad» tan difícil de
describir con un lenguaje normal, y en la medida en que te resulte intensamente bella, podrás
entender mejor por qué renunciar a la personalidad no supone necesariamente un sacrificio. En
realidad, es una experiencia muy atractiva e iluminadora.

Antes de tomar finalmente la decisión de ponernos del lado de la esencia o del de la personalidad,
recordemos a nuestro amigo Lance. Su personalidad insegura creó una realidad falsa en la que vivía
y a la que decidió responder negativamente. Su personalidad creó para él un ilusorio infierno vivo,
al menos en sus relaciones con Becky. En realidad, no estaba molesto con ella por las razones que
pensaba, y los auténticos motivos de su enfado le resultaban invisibles.
¿Puedes estar completamente seguro de que tu versión de la realidad está menos retorcida o
distorsionada que la suya por tu propia actitud psicológica defensiva? ¿Has creado tu propio infierno
en la tierra? ¿Puedes negar el hecho de que a menudo estás angustiado, preocupado, asustado,
arrepentido y sintiéndote culpable, y otras veces, aprensivo, vengativo, enfadado, deprimido o
nervioso? ¿Es ésta la cesta emocional de fruta podrida que te ofrece la personalidad y a la que
deseas aferrarte con tanta desesperación? Teniendo en cuenta que eres responsable de tus
sentimientos y que tú mismo eliges tus emociones, ¿estás loco? Recuerda: nadie más hace que te
sientas así. Los sentimientos son una elección personal. Además, ¿son suficientes para
comprometerte con el ego esos raros y fugaces momentos de felicidad y júbilo que vienen con tus
infrecuentes ocasiones de éxito y logros materiales?
¿Has olvidado el mensaje de Buda relativo a estos honores mundanales y estos breves momentos
de diversión? En lo más profundo de tu ser, ¿no compartes la reflexión de Buda de que la felicidad
basada en las delicias terrenales no puede ser duradera, que pronto vendrá el sufrimiento? Al
no disponer anteriormente de una alternativa conocida, es comprensible que hayas elegido un
dicho temporal, aunque ilusoria, antes que la ausencia de dicha.
Alégrate de saber que existe algo mejor. Este camino alternativo te proporciona una experiencia
directa de todo lo que realmente has deseado: reunirte con tu esencia, lo que algunos denominan
Fuente y otros, Dios. Te revela quién eres realmente en ausencia de los condicionamientos y
las distorsiones defensivas e intrusivas del ego.

32
Como dice Almaas, «cuanto más enraizado está el individuo en la experiencia materializada de la
esencia, más exactas son sus percepciones y menos influidas están por la mentalidad subjetiva de
su personalidad».
¿Deseas conocer la verdad? La verdad ejerce una función liberadora. La liberación es lo que te
espera si abandonas la personalidad. Ya no necesitas definirte a ti mismo, mejorar tu autoimagen,
construir tu autoestima, impresionarte a ti mismo ni imponerte sobre los demás. Tampoco necesitas
impresionar al mundo ni defenderte contra él. Al fin la paz mental está a tu alcance. No seas como
el joven scout de Newfoundland que, cuando le preguntaron qué era lo que más echaba de menos
de su casa durante una acampada en Alberta, respondió: «¡Las moscas y la niebla!».
Aquello era con lo que había crecido y era lo que conocía. Estaba apegado a ello y le aportaba un
sentimiento de hogar psicológico. Por tu propio bien, no te identifiques con las moscas y la niebla
que te ofrece tu ego. La esencia te ofrece mucho más. ¿Por qué conformarse con las migajas
del suelo cuando la mesa del banquete está preparada para ti con unas exquisiteces como jamás
podrías haber imaginado?

La esencia es la persona real, el yo real y verdadero. La personalidad se denomina falsa porque


intenta ocupar el lugar de la esencia {…} la personalidad y la identidad del ego se desarrollan para
llenar el vacío resultante de la pérdida de la esencia en la niñez. Por eso es en realidad una impostora
que intenta parecer lo real
A. H. Almaas

Busqué muchas cosas y encontré desesperanza. Ahora sólo busco una, pues ésa es todo lo que
necesito y sólo lo que necesito. No necesitaba nada de lo que busqué antes, y ni siquiera lo quería.
No reconocía mi única necesidad. Pero ahora veo que sólo necesito la verdad. En ella se satisfacen
todas las necesidades, finalizan todos los anhelos, se cumplen al fin todas las esperanzas y
desaparecen los sueños. Ahora tengo todo lo que puedo necesitar. Ahora tengo todo lo que puedo
querer. Ahora al fin me encuentro en paz.
Un curso de milagros

Para ayudarte a apreciar lo que un yo sin identidad psicológica significa, quizá no esté de más realizar
un pequeño experimento mental.
Primero quiero que leas las siguientes instrucciones, y luego que las lleves a cabo. Empieza por
cerrar los ojos… A continuación, imagina que tienes una pequeña pelota roja de ping pong
revoloteando delante de la cara… Hazte consciente de esa pelota… Ahora introduce la pelota en
tu cabeza… Colócala por detrás de tus ojos y entre ellos en la oscuridad de tu mente… Sé consciente
de la pelota… Examínala y obsérvala… Una vez más, sitúala delante de tu cara y hazte consciente de
ella como hiciste anteriormente… Por último, introdúcela dentro de tu mente… Contémplala
desde todos los puntos de vista… Sé consciente de lo que ves…

33
Ahora deja de leer por un momento y realiza el experimento mental como te he indicado durante
uno o dos minutos…
Cuando hayas terminado esta tarea, me gustaría que volvieras a repetir el mismo experimento por
segunda vez, pero en esta ocasión, cuando centres tu consciencia en la pelota, pregúntate a ti
mismo: ¿Qué o quién exactamente es el que es consciente de que yo soy consciente? Ahí está tu
atención centrada en la pelota, pero ¿quién o qué está centrando tu atención centrada? ¿Se trata
del fantasma de la máquina? ¿Del alma? ¿O del ser puro? ¿Tiene nombre esta consciencia? ¿Tiene
color? ¿Tiene tamaño o forma? ¿Cuánto pesa la consciencia? ¿A qué huele? ¿Cuándo nació? ¿Tuvo
alguna vez un principio? ¿Me puedes contar su historia? ¿Dejará alguna vez de existir? ¿Puedes
localizar el límite entre tu «consciencia de la pelota» inicial y tu «consciencia de la consciencia de la
pelota»?
El ejercicio que acabas de completar pretendía ayudarte a experimentar algo acerca de ti mismo
que quizá nunca antes habías observado. Tu «consciencia de la consciencia» está probablemente
más cerca de quien realmente eres, de tu yo superior esencial, que tu personalidad.
Observa que no tiene las características habituales de tu identidad del ego; sin embargo, es
palpablemente real y existe. Parece ser algo así como la consciencia de la autoconsciencia. En
contraste con el yo psicológico inferior que camina y habla, el «yo superior» no despliega los
mismos tipos de acciones empíricamente observables. Está presente, pero no puede ser observado
por el ojo físico.
Esta consciencia es aparentemente capaz de ver y observar, pero lo hace con el «ojo de la mente»,
no con la lente óptica física del cuerpo. Eckhart Tolle denomina a esta consciencia de la consciencia
la «presencia que atestigua». Señala que detrás de todos nuestros pensamientos y emociones, así
como de nuestras reacciones ante el mundo, está el «observador silencioso».
Como descubrirás más adelante, el observador silencioso que hay en ti será convocado para
ayudarte a atraparte a ti mismo en el acto de ser tú mismo, es decir, el yo de tu personalidad. Cuando
conviertes a tu personalidad en el objeto de tus propias observaciones se hace posible la separación
de tus identificaciones con el ego. Puedes llegar a ver que «yo no soy yo» y que «no estoy limitado
y confinado por los límites de mi personalidad».
En lo referente a la consciencia autoconsciente, Tolle hace la siguiente recomendación:
Estate presente como el observador de tu mente, de tus pensamientos y emociones, así
como de tus reacciones en diversas situaciones. Estate al menos tan interesado por
tus reacciones como por la situación o la persona que te ha impulsado a reaccionar. Observa
también con qué frecuencia tu atención está centrada en el pasado o en el futuro. No
juzgues ni analices lo que observas. Contempla el pensamiento, siente la emoción, observa
la reacción. No los conviertas en un problema personal. Entonces sentirás algo más
poderoso que cualquiera de las cosas que observas: la presencia quieta y observadora que
se encuentra detrás del contenido de tu mente, el observador silencioso².

La consciencia es curativa.
Lama Surya Das

34
3
Génesis y proyecciones
del ego-personalidad
No tienes más enemigo que tú mismo, y en verdad eres su enemigo porque no le reconoces como tú
mismo.
Un curso de milagros

ANTES DE AHONDAR en detalle en las ilusiones del ego personalidad, es interesante reflexionar
sobre cómo surgió. Podemos establecer un paralelismo interesante entre el relato bíblico de la
Creación que aparece en el Génesis y el surgimiento del ego o la personalidad en los seres humanos.
En un principio Adán y Eva estaban junto a Dios en el Jardín del Edén. Estaban unidos y en un estado
de dicha celestial.
Así es también como se encuentra el recién nacido; no existe una diferenciación real entre el yo y la
madre, aunque de hecho no se trate de la misma persona, pues están tan íntimamente unidos que
pueden sentirse «como uno solo».
Además, como sabemos por la Biblia, Adán y Eva estaban desnudos en el Paraíso, pero no sentían
vergüenza. Estaban contentos y felices en su condición natural. Así también el recién nacido y el
niño pequeño están en un estado de dicha inocente a partir del nacimiento.
Evidentemente, como ya sabemos, Eva es tentada por el demonio para que coma la fruta del Árbol
de la Ciencia del Bien y del Mal. Ella sucumbe a la tentación y entrega la manzana a Adán, que
también comparte este fruto de conocimiento. En este acto vemos que ambos desean algo que no
tienen. Se perciben a sí mismos como carentes o deficientes en su sabiduría, y eso les lleva a
desobedecer a Dios. Esto es lo que la Iglesia denomina su «pecado original».
Con los niños llega un momento de su desarrollo psicológico en el que se dan cuenta de que no
todas sus necesidades pueden ser inmediata y plenamente satisfechas. No todo es perfecto en el
Paraíso, por así decirlo. Quieren más o lo quieren al instante, y el mundo no les da eso que quieren,
ya sea calor, seguridad, atención o lo que sea. Descubren que el mundo no gira a su alrededor las
veinticuatro horas del día. Con el tiempo les llega la idea de que algo «falta». Hay una deficiencia
que ahora existe en su consciencia. Lo que acompaña a esta percepción de la deficiencia es la
formación gradual del ego personalidad. Algo está «mal», y el ego surge para hacerse cargo de la
situación. Como les sucedió a Adán y Eva, el ego se pone en marcha para compensar esta
deficiencia.
Ahora bien, cuando Adán y Eva comen la manzana del árbol prohibido, adquieren consciencia y
perciben su desnudez como algo de lo que avergonzarse, por lo que se cubren con hojas de parra.
Se sienten culpables de haber desobedecido a su Creador y, temerosos de las consecuencias
inminentes que imaginan, se esconden en el Jardín. Cuando Dios les echa en cara su mala acción,
Adán se apresura a culpar a Eva por lo que ha hecho, reclamando que es culpa de ella. Eva, por su
parte, echa rápidamente la culpa a la serpiente. Así es como, en el principio, nace el «juego de las

35
culpas», basado en el temor que Adán y Eva sienten hacia Dios, en la deficiencia que han percibido,
en su recién encontrada sensación de vergüenza y en la proyección de la culpa sobre otra persona o
cosa.
Por lo que se refiere al niño aún subdesarrollado cognitivamente, con su ego en formación
temprana, las frustraciones y los deseos bloqueados se internalizan. El niño carece de
entendimiento de cómo funciona el mundo, no comprende lo que está mal y, en un cierto nivel,
cree que ha hecho algo que merece semejante tratamiento. Por eso proyecta sobre sí mismo estos
sucesos desagradables como culpa personal.
Inconscientemente se produce el miedo subyacente de que «he hecho algo malo» o «es culpa mía».
Estos pensamientos pueden ser ilustrados por el niño cognitivamente egocéntrico cuyos padres se
divorcian y que constantemente se culpa a sí mismo por el fracaso matrimonial, sin apreciar su
propia inocencia en el asunto. En líneas generales esta percepción de la culpa en edades tempranas
Conduce con el tiempo a cualquier pequeño, que se siente abrumado por una sensación de
vergüenza y que teme a sus padres, más poderosos, a culpar a sus hermanos y amigos. A menudo
escuchamos a los niños gritar en defensa propia: “¡Ellos me obligarion a hacerlo!”.
Complacido con su estrategia, el naciente ego pasa a echar la culpa a sus compañeros de clase y a
los profesores, y más tarde a los vecinos, a la sociedad, al sistema o a cualquier otra cosa por sus
fallos, y continúa haciéndolo durante toda su vida. Los fracasos personales, las insuficiencias o
cualquier otra inseguridad que pueda surgir no pueden tomarse a pecho y deben, por tanto, ser
proyectados hacia el exterior para mantener la propia cordura. De ese modo el culpable es el mundo
y no yo.
Hemos recordado a Cho Seung-Hui, de la Universidad Técnica de Virginia, que echó la culpa a otros
por sus crímenes. También hemos recordado a nuestro amigo Lance. En su mente no estaba furioso
por sentirse conscientemente inseguro de sí mismo sino porque Becky era una engreída. Ella era la
culpable. Como ya sabemos, Lance estaba culpándola de una falsa realidad creada por las
proyecciones de su propia personalidad defensiva. Nacen las ilusiones del ego y la demencia recibe
permiso para reinar.
Nuestra metáfora del ego se completa cuando Adán y Eva son expulsados del Paraíso mientras cada
uno de ellos culpa al otro o a la serpiente de su desobediencia y del sufrimiento que ésta les ha
provocado. También el niño es obligado a abandonar la comodidad de su «presencia integrada» con
su madre-Dios para bregar durante toda su vida culpando al mundo en un esfuerzo inconsciente por
esconder la loca creencia internalizada de que carece de méritos.
«Soy culpable y deshonroso desde que nací.» «Nací con el pecado original.» «Soy un producto
defectuoso.» «No, eso no puede ser así —dice el ego acudiendo al rescate emocional de la
personalidad—. Eres la víctima inocente de indiferencias, maltratos y ataques injustificados».
«No te preocupes —asevera el ego—, yo te protegeré de los peligrosos enemigos que acechan a la
vuelta de la esquina. Ellos son los culpables, no tú».

Como resultado de todos estos miedos, culpas y vergüenzas tan dolorosos surge un anhelo humano
por una sensación perdida de inocencia, un regreso al seno materno, quizá, o una reunificación con
nuestra Fuente última que es el cielo. Allí todos los deseos fueron una vez satisfechos, todas las

36
necesidades estaban cubiertas, y no había deficiencias en el tiempo. Al principio ya teníamos todo
lo que queríamos y ya éramos todo lo que deseábamos ser. No había ningún lugar al que ir ni nada
en lo que convertirse.
En mi propia familia mi hija me habla de una experiencia que tuvo con pompas de jabón que quedó
grabada en video y que ella asevera que fue un momento crucial en el desarrollo de su personalidad.
Esta experiencia constituye su ego Genesis. Sucedió alrededor de su segundo cumpleaños; durante
una fiesta del club de mellizos dejó caer la varilla para hacer las pompas en la botella que contenía
el agua jabonosa. En ese momento yo estaba grabándola. No reparé en lo frustrada que se sentía al
darse cuenta de que con sus diminutos deditos no podía coger la varilla que se había colado en la
botella. Tampoco me pude imaginar lo que le dolió que su papá no hiciera más que reírse de ella
mientras grababa su momento de frustración.
Yo estaba agradablemente ocupado en observar y grabar cómo mi pequeña se comportaba como
una niña juguetona. Quería registrar aquel momento para que ambos pudiéramos disfrutar de él
más adelante. Sin intención alguna causé un enorme dolor a mi hija durante todo este episodio.
Dentro de su corazoncito se sintió abandonada y sola. Su papá no la ayudaba en su grave momento
de necesidad. «¿Por qué se queda ahí de pie, riéndose de mí desde lejos, cuando le necesito tanto?»
«¿Por qué no es capaz de comprender la frustración y el malestar que me está causando con su
inacción?» «¿Por qué estoy siendo victimizada de este modo?» «Nadie me comprende y estoy
dolida.»
Con estos pensamientos dio comienzo una retirada hacia el ego; se empezó a formar una postura
defensiva hacia el mundo; surgió una necesidad de defenderse y cuidarse a sí misma y nació un
mundo frío. Mi hija me cuenta que, por lo que recuerda, ese momento puso en marcha la dinámica
psicológica de su personalidad. En un instante perdió la inocencia de la infancia y la separación del
«Padre» se convirtió en un hecho consumado. Estábamos literalmente en el jardín, pero más
separados y alejados de lo que yo podía imaginar.
Evidentemente yo no tenía ninguna intención de hacer daño a mi hija. De hecho, me parecía tan
encantadora que no quería perder ese momento y lo grabé. Pero lo cierto es que mi hijita pequeña
tenía una necesidad inmediata. Está claro que no podía saber ni comprender lo que yo estaba
haciendo, sólo quería que yo rescatara su varita para hacer pompas y yo no acudí en su ayuda. Se
sintió dolida en lo más profundo de su ser.
Estaba espiritualmente dolida. Esta triste experiencia es típica de lo que se repite en la vida de todo
el mundo. No importa lo eficaces o bien intencionados que sean los padres o los cuidadores. No
importa cuánto los quieras o cuánto te quieran. Tampoco importa lo trivial o insignificante que les
parezca tu daño a los demás..., porque te importa a ti. Sin duda serás capaz de identificar uno o más
momentos decisivos de tu vida en los que de repente te sentiste desvalido y solo.
Haz una pausa y piensa en uno de estos momentos ahora mismo... Alguien no te comprendió.
Alguien en tus primeros años te hizo daño con su insensibilidad, su falta de atención o su indiferencia
ante tus deseos. Peor aún, quizá te dañaron física, sexual o emocionalmente. Fuera cual fuese la
fuente de tu herida espiritual original, tu personalidad actual refleja las estrategias
inconscientemente elegidas que usas ahora, al cabo de los años, para afrontar este mundo de

37
separación y dolor. Todo el mundo tiene un ego y todo el mundo tiene una dolorosa historia capaz
de hacernos llorar.

PROYECCIONES DEL EGO-PERSONALIDAD

Volvamos por unos momentos a lo que aprendimos en el capítulo 2 acerca de que existen dos
realidades, la superior y la inferior. La realidad inferior es el hogar del ego, nuestro yo empírico,
nuestra personalidad. La realidad inferior es el mundo de la percepción, del cambio, de las cosas
que empiezan y terminan. En esta realidad dual el nacimiento y la muerte son reales, como también
lo son la escasez, la pérdida y la separación.
En la realidad inferior uno percibe los contrarios y las voluntades opuestas. Las personas se sienten
dolidas y decepcionadas, no se cumplen las expectativas y siempre está presente la inseguridad del
mañana. Entre las personas existe un conflicto perpetuo, un miedo a los ataques, culpa proyectada,
juicios, la necesidad de vengarse en defensa propia, por no mencionar toda la angustia y la
depresión asociadas a las perturbaciones de la mente. Para muchos este mundo parece ser el único
real. Con razón algunos describen la vida como un infierno. Sin embargo, es aquel al que están
apegados y el que se niegan a abandonar. Es curioso que haga falta un enorme valor para abandonar
este infierno y aceptar una alternativa mejor. Algunas personas no llegan a hacerlo jamás. Para
ayudarnos a comprender la naturaleza temporal e ilusoria de esta realidad inferior, de forma que
algún día renunciemos a ella, suele citarse a Buda:
Considera así este mundo fugaz:
Como estrellas que se desvanecen y esfuman al amanecer,
Como burbujas en un torrente que corre raudo,
Como gotas de rocío en la mañana que se evaporan sobre la hierba,
Como la llama de la vela que oscila en el viento,
Ecos, espejismos, fantasmas, alucinaciones,
Y como un sueño.
«Los ocho símiles de la ilusión»,
de los Prajna Paramita Sutras

La comparación que hace Buda de la vida sobre la tierra con un sueño nos resulta útil en nuestro
esfuerzo por separarnos de ella. Recuerda, por ejemplo, lo que soñaste anoche. Puede que en su
momento te pareciera muy real, especialmente si fue una de esas vívidas pesadillas que todos
tenemos de vez en cuando. Y, sin embargo, ¿qué ha sido de ella? Se ha desvanecido, ha
desaparecido. Lo mismo sucede con el día de ayer. ¿Dónde está? ¿Qué le sucedió? ¿Dónde estabas
ayer? ¿Qué estabas haciendo? ¿Qué experimentaste? ¿Dónde está ahora esa experiencia? ¿Se ha
evaporado en algún lugar del universo? Probablemente, no.

38
Lo más seguro es que permanezca aún en tu memoria. Pero ¿dónde está tu memoria más que en tu
mente? ¿Podría ser que el mundo que experimentaste ayer no fuera más que una alucinación o un
producto de tu mente? ¿Estuvo tu experiencia de la realidad en algún momento fuera de tu mente?
Piensa; si tu mente es independiente y diferente de la del resto de la gente, ¿experimentó todo el
mundo la misma realidad que tú ayer? ¿Está experimentando todo el mundo el mismo universo que
tú estás experimentando ahora mismo, hoy?
En otras palabras, ¿existe sólo una realidad objetiva que ve todo el mundo? ¿Se trata más bien de
una realidad física, temporal, fabricada por entero en tu mente? ¿Es sólo una ilusión temporal a
punto de desaparecer como ayer?
Nuestro anterior ejemplo de Lance y Becky ilustalo queUn curso de milagros nos enseña sobre la
mente y la realidad material:

El mundo que vemos simplemente refleja nuestro propio marco de referencia interno, las
ideas, deseos y emociones dominantes de nuestras mentes. «La proyección hace la
percepción.» Primero miramos dentro, decidimos el tipo de mundo que deseamos ver, y
luego proyectamos ese mundo al exterior, convirtiéndolo en la verdad tal y como la vemos.
Lo hacemos real con nuestras interpretaciones de lo que estamos viendo. Si estamos
utilizando la percepción para justificar nuestros propios errores —nuestro enfado, nuestros
impulsos de atacar, nuestra falta de amor en cualquier forma que pueda adoptar—veremos
un mundo de maldad, destrucción, malicia, envidia y desesperanza... Hemos distorsionado
el mundo con nuestras retorcidas defensas y estamos viendo lo que no está allí.

En Un curso de milagros aprendemos que sea cual fuere la forma en la que se le aparece la realidad
al ego-personalidad, o sujeto conocedor, no es más que un producto de interpretación y una
proyección de nuestros deseos, miedos e ideas. En tras palabras, cuando miramos al mundo
estamos contemplando el estado de nuestra mente proyectada hacia afuera.
A partir de esta observación viene la sabiduría materna: Lo que ves en los demás y lo que no te gusta
de ellos es precisamente aquello temes y que no te gusta de ti mismo. Esta reflexión puede ser
aleccionadora, especialmente la próxima vez que estés a punto de juzgar y criticar a otra persona
por algo que haya dicho o hecho. ¡Puede que estés simplemente atacándote a ti mismo en disfraz
proyectado!

Si detestas a una persona detestas algo en él que es parte de ti mismo. Lo que no forma parte de
nosotros no nos molesta.
Hermann Hesse

La idea de que la realidad es una proyección es un concepto muy parecido a otro del filósofo
Immanuel Kant, que llegó a la conclusión de que «la mente es la que imparte la ley en la naturaleza».
En su opinión nuestras mentes no son recipientes pasivos de visiones y sonidos ni observadores no
implicados de los diferentes acontecimientos y situaciones.

39
Como ya aprendimos anteriormente con el ejercicio experimental de las figuras aleatorias, nuestras
mentes proporcionan el orden y la estructura del mundo que percibimos. (Tal y como descubrimos,
uno no puede ver zapatos si no sabe lo que es un zapato o si nunca lo ha visto.)
Nuestras ideas pasadas, nuestras deducciones, creencias, deseos y valores dan forma a lo que
vemos y sabemos en la vida. Puede parecer que las sensaciones fluyen del mundo exterior, pero es
nuestra mente la que las organiza, las interpreta y les aporta significado. De ese modo el mundo se
conforma a la mente y no al revés. Por eso, la percepción implica un proceso de proyección, una
proyección de nuestro aprendizaje pasado.

Cada momento presente es saludado por nuestra historia inconsciente cognitivo-evolutiva.


Lo triste de nuestras proyecciones del ego sobre la realidad es que producen distorsiones en nuestra
percepción. Las proyecciones distorsionadas del ego aparecen de muchas formas distintas. Se
cristalizan en diferentes tipos caracterológicos, identidades del ego o personalidades que, según el
estilo kantiano, construyen cognitivamente diferentes puntos de vista psicológicos del mundo.
Si bien parece que todos los seres humanos están genéticamente determinados para llegar a
experimentar el mundo físico en términos de dualidad sujeto-objeto, tiempo, espacio y relaciones
causa-efecto, fuera de eso las personas tienen unas percepciones muy diferentes de la realidad
personal y social. Construyen estas cosas de forma distinta. Sin embargo, para cualquier individuo
la percepción de su «mundo» sirve erróneamente de
prueba para el ego observador de que lo que ve, en concreto, es objetivamente verdad. Sólo mira.
No es extraño que ver sea creer. El mundo que uno ve es una construcción de su mente. Lo que la
persona observa en el mundo es considerado como evidencia concluyente de sus aseveraciones
concretas sobre el mundo. El problema es que esta mal llamada «evidencia» no es sino el producto
de las proyecciones distorsionadas de la mente. La percepción de «hechos objetivos» puede no ser
más que una realidad subjetivamente retorcida.
Por ejemplo, desde la perspectiva psicológica de Lance, no hay duda de que Becky es una engreída.
La verdad, sin embargo, es muy diferente de la versión distorsionada por el ego que Lance tiene de
ella. Sus interpretaciones del comportamiento de la chica son injustas. Su evaluación negativa de
ella está, de hecho, basada en sus propios miedos e inseguridades. ¿Es posible que no sea tan
popular, atractivo y deseable como cree? «Eso no puede ser —afirma el ego defensivo de Lance,
que se apresura a reprimir el pensamiento en su mente inconsciente—Está claro que tiene que ser
una cerda. No son imaginaciones tuyas, Lance, cualquiera puede ver que tienes
razón. ¡Sólo mira cómo actúa!». Pobre Lance.
Está claro que las personas tienen experiencias de vida diferentes, y que física y emocionalmente
nadie es idéntico a otro. Sin embargo, las personalidades tampoco son enteramente únicas del
individuo. De hecho, el ego-personalidad de cualquiera es sólo un ejemplo típico de uno de los
muchos caracteres o arquetipos psicológicos que los estudiantes de la naturaleza humana han
identificado a lo largo de la historia con mayor o menor exactitud.
Hipócrates, por ejemplo, describió cuatro tipos caracterológicos básicos según sus disposiciones
temperamentales: flemático, colérico, melancólico y sanguíneo.

40
Platón nos proporcionó una tipología de caracteres corruptos utilizando etiquetas de aspecto
político: democrático, oligárquico, tiránico y timocrático. El carácter ideal estaba personificado en
el filósofo rey. Sigmund Freud habló de los tipos de personalidad «oral, anal y fálico». Eric Fromm
esbozó las características del «carácter productivo y el improductivo».
Carl Jung nos presenta su idea teórica sobre los tipos psicológicos y los clasifica según sus tendencias
introvertidas o extrovertidas, así como por sus formas preferidas de adquirir información acerca del
mundo y establecer juicios sobre él. Jung describe a las personas como tipos sensoriales o intuitivos
(aquellos que prefieren percibir) y pensadores o emocionales (los que prefieren juzgar).
La psicología del eneagrama, un sistema de base espiritual ha dado a los diferentes tipos de
personalidad una designación numérica, del uno al nueve, e identifica a los individuos como un
«dos», un «siete» o un «tres», por ejemplo. Algunas personas se han referido a estas
denominaciones como los «números sufíes», en referencia a su supuesto origen. Sea cual sea su
origen, por debajo de lo que puede parecer una variación infinita en la constitución psicológica de
los individuos, los pensadores de todas las épocas han afirmado que existen patrones observables
y predecibles de comportamiento, por muy diferentes que parezcan las personas en la
superficie. Cada arquetipo de personalidad reconocible enfatiza y proyecta sobre la realidad
diferentes clases de valores, objetivos y deseos. Cada uno posee sus propias inseguridades
particulares y utiliza mecanismos de defensa psicológica observables para protegerse y preservar el
Yo Caído —el yo falso que ya no está en contacto con su esencia—, el yo psicológico protegido por
el ego que fue inicialmente dañado en la infancia cuando le expulsaron del Jardín de la Inocencia.
En los próximos capítulos examinaremos más de cerca las ilusiones del ego y los tipos
caracterológicos resultantes asociados con la percepción de la pérdida de varias cualidades
esenciales del individuo. Gran parte del material de este análisis está extraído de diversos
investigadores de eneagrama, aunque no nos abrumaremos con los detalles y complejidades de la
teoría en sí. La psicología del eneagrama se toma en serio los asuntos espirituales y los integra en la
psicodinámica del ego de forma que las distorsiones de éste se expliquen e ilustren de la mejor
manera posible. Otros modelos que explican la función psicológica del ego, como el psicoanálisis
freudiano, nos resultarían menos útiles debido a sus planteamientos ateos. A pesar de eso las
nociones freudianas de actitud defensiva, culpa, negación y proyección se incluirán en el siguiente
análisis, dado que están incluidos en los tratamientos del ego que encontramos en Un curso de
milagros, otra importante fuente de inspiración de este libro.

Antes de pasar a nuestro análisis de los tipos caracterológicos recordemos que, al principio, el niño
estaba en el paraíso psicológico. En sus inicios era una completa unidad con el mundo. Con el tiempo
empiezan a aparecer los comienzos rudimentarios de la consciencia propia, pero en gran medida
sigue habiendo una «identidad fundida» con la madre. Durante este periodo las necesidades del
niño suelen cubrirse casi siempre. Con el tiempo, sin embargo, surgen las molestias, la satisfacción
de las necesidades debe retrasarse, se dañan los sentimientos, crecen las frustraciones, las barreras
físicas entre el yo y los otros se hacen más visibles y nace el ego.
Según la teoría del eneagrama, los individuos que pierden contacto con su esencia se ven
particularmente afectados por la desaparición de una cualidad esencial específica que adquiere una

41
enorme importancia para ellos. Qué cualidad esencial es la que se convierte en la más destacada
puede depender del temperamento, de las primeras interacciones entre padres e hijos o de la
naturaleza general de las experiencias iniciales que provocan la herida espiritual.
Lo cierto es que esa cualidad nunca abandona realmente al niño (ni al adulto en el que se convierte),
pero la herida espiritual que el individuo sufrió en los comienzos de su vida le convence de que, de
alguna manera, ha desaparecido. En consecuencia, el ego va gradualmente persuadiendo al niño
inocente de que puede recuperar esa dicha celestial a través de conseguir cosas, de agradar a las
personas, de buscar los placeres o de las adquisiciones materiales.
Para la mayoría de los individuos, la llegada a la mediana edad nos informa de que el ego no era más
que un mentiroso y que ha llegado el momento de tomar otro camino. Entonces la vida se convierte
en un viaje en busca del tesoro perdido: nuestro ser esencial, nuestro ser verdadero. Éste es el santo
grial, nuestro regalo al mundo.
Tú y yo somos como el extranjero perdido en tanto tiempo deseado regreso al hogar, para poder
estar de nuevo en casa y descansar. El reino es en realidad el cielo, donde todo es uno. Como dice
la Biblia (Lucas 17:21): «El reino de los cielos está dentro de vosotros”.
En el contexto de una realidad superior no dual se podría incluso afirmar que el reino de los cielos
eres tú. Es por eso que el viaje más largo es “de aquí a aquí”. Es un viaje sin distancia, a un lugar sin
tiempo. De hecho, este lugar fuera del espacio y el tiempo es tu naturaleza esencial; es tu ser
superior; es el tú real que experientaste antes de tu alucinacinante abandono del Jardín de la
Inocencia ayudado por el ego.
Tu vida hasta ahora ha sido como un mal sueño. Pero lo cierto es que nunca te fuiste del paraíso.
Eso que durante casi toda tu vida te ha parecido tan real no ha sido más que una dolorosa pesadilla,
una ilusión. Lo que resulta especialmente entristecedor es que sabes que sigues soñando, pero
decides permanecer dormido, a pesar de lo dolorosa que resulta la pesadilla. ¿Cuándo vas a
despertar?
Antes de que nos quedáramos dormidos y comenzáramos a soñar la pesadilla del ego todos éramos
benditos y llenos de numerosas cualidades esenciales. Fuimos creados perfectos, infinitamente
buenos, incondicionalmente dignos de ser amados, puros y transparentes, bellos, abiertos,
espontáneos, alegres, confiados y sublimemente pacíficos.
Con el nacimiento del ego, sin embargo, vino nuestra separación del reino del jardín. Todos sentimos
que habíamos perdido algo «esencial». La experiencia de cada persona tiende a ser ligeramente
diferente en este punto. El resto de la vida constituye el viaje que todos emprendemos para volver
a recuperar la inocencia perdida de la niñez. Todos nos sentimos, de alguna forma, deficientes o con
carencias. Al olvidar, o no reconocer, nuestro verdadero yo nos identificamos de forma estúpida con
las críticas que otros hacen de nosotros. Sus voces negativas se convierten en las voces
internalizadas de nuestras psiques, de nuestras identidades del ego. Por ejemplo, si nos dicen que
nunca llegaremos a nada en la vida, podemos empezar a vernos a nosotros mismos
como «perdedores». Si eso sucede, se convierte en el concepto que tenemos de nosotros mismos,
en nuestra autoidentificación, nuestro Yo.
Por otro lado, al sentirnos heridos por tener disminuida nuestra autoestima, podemos pasar toda
nuestra vida intentando tener éxito para demostrar al mundo que estaba equivocado. En este caso

42
hemos vivido la vida desafiantes y enfadados con todos. El éxito se ha convertido en nuestra mejor
venganza.
Y además de los mensajes de la niñez, mientras nos desarrollamos y crecemos nos siguen llegando
fieras embestidas constantes y de todas partes. Los mensajes de Madison Avenue, por ejemplo, nos
recuerdan a diario que debemos mejorar para hacernos más deseables y tener más éxito. Si
decidimos escuchar podemos aprender de manera inconsciente a volvernos aún más inseguros y
asustadizos y a odiarnos todavía más a nosotros mismos. Aborrecemos nuestro aspecto. Estamos
decepcionados con nuestro rendimiento. No podemos creer lo estúpidos e inútiles que somos.
Semejantes inseguridades constituyen el material de nuestra nueva autodefinición, el falso yo que
ha usurpado nuestra verdadera identidad. En nuestra desesperación discurrimos ingeniosas
estrategias para proteger nuestra autoimagen artificial. Hacemos ejercicio. Compramos productos
inútiles para mejorar nuestra apariencia. Pagamos asesores. Comenzamos a aceptar la propaganda
del mundo creyendo que «la ropa hace a la persona» o que la valía de las personas como seres
humanos depende de sus ingresos. Siempre temerosos y preocupados, intentamos mejorar el
concepto que tenemos de nosotros mismos. Hacemos todo tipo de esfuerzos para aumentar
nuestra autoestima. Sin embargo, en lo más profundo de nuestro ser sabemos que estos esfuerzos
son inútiles porque todo aquello que necesite ser defendido o apuntalado es una creación artificial,
no nuestra verdadera realidad.
Nuestra insatisfacción con la vida brota de nuestra falta de disposición o de nuestra aparente
incapacidad para librarnos de la identidad del falso ego-personalidad. Todas las búsquedas
exteriores para compensar nuestras deficiencias terminan en fracaso. Y aunque nuestro
subconsciente lo sabe, seguimos avanzando pesadamente. Además, cuando todo lo demás falla y
no consigue hacer que nos sintamos bien con nosotros mismos, siempre podemos proyectar sobre
el mundo la culpa y las deficiencias que percibimos en nosotros.
Para muchas personas la resistencia psicológica a encontrar su verdadero yo puedo ser enorme. Al
habernos identificado por completo con nuestra personalidad, eso es lo único que conscientemente
sabemos de nosotros mismos. Abandonar el ego-yo equivalgo a suicidarse psicológicamente.
Tenemos que morir a nuestra antigua identidad para formar una nueva. El renacimiento existencial
tiene un precio. Pero si sumamos a la aniquilación de nuestro falso yo la angustia que rodea a la
necesidad de explorar la pérdida de la esencia original en las heridas emocionales de la niñez, las
cosas se vuelven aún más difíciles. Lo que se exige aquí es que nos enfrentemos a nuestros dolores
más profundos y que sanemos a nuestro espiritualmente herido «niño interior».
Al comparar la incomodidad de realizar este transformador trabajo interior con la familiar
incomodidad que brota de identificarse con un falso yo, muchas personas eligen esta última.
Sencillamente, les parece más fácil. Eso, sin embargo, es como vender nuestra alma al «demonio
existencial». Este asistente del ego puede ayudarte a seguir escapando de tu «sombra», la que
describía Chuang Tzu, pero en la transacción con tu taimado demonio tendrás que malvender la
verdad y la realidad de tu Yo Superior. Por desgracia, el malvado agente del ego es extremadamente
astuto; como sabes, es imposible conseguir escapar de la sombra corriendo. Como sugiere Chuang
Tzu, lo más probable es que mueras en el intento.

43
Cerrar un buen trato con el ego significa necesariamente ser estafado y, por desgracia, al precio de
tu identidad espiritual. Un precio demasiado alto por tu actual insatisfacción, ¿no te parece? Para
aquellos que están cansados de intentar escapar de su sombra, y para aquellos que buscan la
quietud y la paz duradera, vamos a explorar la dinámica del ego y los correspondientes puntos de
vista psicológicos que hasta ahora han garantizado nuestra desdicha. La liberación está
cerca. Extrae comprensión e inspiración de Un curso de milagros:
Todo aquello que percibimos como mundo exterior no es más que nuestro intento por
mantener la identificación del ego, pues todo el mundo cree que la identificación es la
salvación. Sin embargo, piensa en lo que ha sucedido, pues los pensamientos tienen
consecuencias para el pensador. Te has peleado con el mundo tal y como lo percibes porque
crees que es antagónico a ti. Es una consecuencia necesaria de lo que has hecho.
Has proyectado hacia afuera lo que es antagónico con lo que está dentro y, por eso, no
tienes más remedio que percibirlo de este modo. Ésa es la razón de que debas darte cuenta
de que tu odio está en tu mente y no fuera de ella para poder librarte de él; y de que debas
librarte de él antes de ser capaz de percibir el mundo tal y como realmente es.

44
Segunda parte

LA ESENCIA PERDIDA
Y LA DINÁMICA DEL CARÁCTER
Nadie puede escapar de las ilusiones a menos que las mire, porque no mirarlas es la forma
en la que se protegen. No necesitamos asustarnos de las ilusiones porque no son peligrosas.
Estamos preparados para observar más de cerca el sistema de pensamiento del ego porque
juntos tenemos la lámpara que lo disipará, y puesto que te has dado cuenta de que no lo
quieres, debes estar preparado. Hagámoslo con mucha tranquilidad, pues sólo estamos
buscando honestamente la verdad. La «dinámica» del ego será nuestra lección durante un
tiempo, pues primero debemos mirar esto para ver más allá, dado que lo hemos hecho real.
Juntos desharemos este error tranquilamente y luego miraremos más allá hacia la verdad.
Un curso de milagros

El carácter es el destino
Heráclito

Nota: Antes de seguir leyendo sobre la dinámica del ego de los tipos caracterológicos quizá desees
rellenar el «Autodiagnóstico del tipo caracterológico» que encontrarás en el apéndice de este libro.
Eso te permitirá formular una conclusión provisional sobre tu tipo. Puedes confirmar tu
identificación preliminar con los análisis caracterológicos más detallados que vienen a
continuación.

45
4
La dinámica
del ego en el carácter.
Tipo uno: el perfeccionista
¡Bueno, preferiblemente mejor, no descanses nunca hasta que tu bueno sea mejor y tu mejor sea
óptimo!
Lema del perfeccionista

LA ESENCIA PERDIDA

PODEMOS EMPEZAR A ENTENDER la psicodinámica del perfeccionista si recordamos por un


momento la historia de la Creación que nos cuenta el Génesis. Después de crear el universo, en el
séptimo día Dios descansó y juzgó que «todo era bueno». Estaba satisfecho con su trabajo. De
hecho, no había necesidad de corregir ninguna imperfección porque, evidentemente, Dios no
comete errores. Esto implica que, cuando los seres humanos como Adán y Eva fueron creados, eran
también esencialmente perfectos. Se mancharon con el «pecado original» —y desde ese momento
fueron defectuosos— sólo después de desobedecer, de ser expulsados del Paraíso y de separarse
de Dios. En los inicios, sin embargo, los primeros seres humanos eran moral y psicológicamente
inmaculados por diseño y estaban unidos con Dios, su Fuente en el cielo.
De forma parecida los niños nacen espiritualmente perfectos. Están de acuerdo con el universo, no
conocen ningún grado de separación entre «yo» y «no yo».
Muy pronto, sin embargo, y al igual que nos sucede a todos los demás, los perfeccionistas empiezan
a desarrollar una identidad del ego independiente. En este caso experimentan a menudo la
sensación de estar desconectados de la figura protectora de su hogar⁴. Esto tiene su importancia,
pues «tener otra figura adulta estable [aparte de la persona que aporta el alimento] con la que el
niño pueda identificarse y a la que pueda acercarse le aporta la capacidad de separarse de la
dependencia de la madre y sentir cada vez más su propia individualidad y autonomía. Si, en cambio,
esta figura protectora no cumple adecuadamente su papel, los jóvenes unos [es decir,
perfeccionistas] perciben una desconexión fundamental. Se dan cuenta de que su padre real o
simbólico no responde de forma adecuada a su temperamento y necesidades. Esto no significa
necesariamente que la figura protectora sea mala o maltratadora, sino que, por la razón que fuere,
sencillamente no se produce una determinada unión sin esfuerzo» ². Esto puede provocar que el
niño llegue a la siguiente conclusión: «Tengo que ser mi propio padre y, por tanto, debo darme mis
propias normas morales».
La idea de los unos de que deben crear sus propias normas morales de vida hace que sean ellos, y
no la figura protectora, los que juzguen si algo está bien o mal. Equivale a cuando Adán y Eva

46
usurparon la autoridad de Dios. E igual que Adán y Eva se sintieron culpables y avergonzados por
su desobediencia, también los jóvenes unos se sienten culpables de juzgar, con lo que
implícitamente condenan a su propia figura protectora en este proceso. (Yo sé más que mi padre,
la figura que es Dios en mi casa.) El resultado es que «los unos [deben] construir una identidad que
les permita verse a sí mismos como buenos y responsables, y a los demás como perezosos y
neglientes; al menos, como menos correctos y “maduros” que ellos. Esta autojustificación se
convierte en el pilar de la identidad del uno y en el patrón emocional que recreará a lo largo de su
vida» ³.
Al considerar a los demás defectuosos o irresponsables, la culpa se proyecta y el culpable es el otro.
Esta proyección permite al ego a la defensiva protegerse contra el mundo. Adán culpa a Eva; Eva
culpa a la serpiente; y los unos perfeccionistas proyectan la culpa sobre ti y sobre mí para protegerse
contra sus propias mentes llenas de culpa. A los unos les agobia inconscientemente haber pisoteado
la autoridad paterna, algo que en su fuero interno consideran que está mal. Como sucede en el
Paraíso, el castigo es lo que toca.
Al reconocerlo, el miedo y la vergüenza resultantes se convierten en emociones insoportables.
Entonces el ego las entierra con mucho cuidado en el subconsciente del perfeccionista negándolas
y reprimiéndolas. Los juicios, los ataques y las culpas se proyectan hacia afuera en la lucha del uno
contra el mundo. Sin embargo, a cambio de este alivio psicológico de la culpa y la vergüenza, que
vienen incluidas en la deshonestidad inconsciente, el ego encarcela al perfeccionista en la ilusión de
un mundo imperfecto. Todo lo que hay «ahí afuera» necesita corrección y mejora. Pero recuerda,
Dios no comete errores. La autodefinición ilusoria del tipo uno como alguien que es mejor o más
responsable que los demás se ve ahora complementada por un mundo ilusorio en el que todo
el resto de la gente es culpable. Evidentemente las aparentes imperfecciones del mundo son las que
construye la mente del perfeccionista. ¡Menuda maraña tejemos!
Los talleres experimentales y las mesas redondas con perfeccionistas revelan también que los
jóvenes unos resultaron a menudo espiritualmente heridos en su niñez por unos padres demasiado
exigentes o críticos para los que nada era jamás suficientemente bueno⁴. Los incipientes
perfeccionistas eran atados cortos y muy criticados siempre que quebrantaban las normas. Los
arrebatos emocionales se consideraban inaceptables, con lo que los unos aprendían a controlar su
enfado y a dejar a un lado sus propias y confusas necesidades. Los padres pudieron instilar la
creencia de que llorar, sentirse herido, hacer hincapié en las necesidades propias o incluso pedir
algo está «mal». También los sentimientos de alegría y celebración pueden haber sido
desestimulados. Por ejemplo, sacar un 9,8 en un examen puede haber sido acogido por los padres
con comentarios como: «¿’Qué ocurrió? ¿Cómo es que no estuviste perfecto? ¿Qué pasa contigo?».
A los unos perfeccionistas nunca se les permitió dormirse en los laureles. Hacerlo habría estado mal.
Con el tiempo llegan a aceptar la idea de que nunca son lo suficientemente buenos. Comienzan a
internalizar la creencia de que siempre son ligeramente deficientes, por muy excelente o eficaz que
sea su actuación en la vida, y se identifican con ella.
Es importante recordar una vez más que esta sensación de «deficiencia» no existía en el momento
del nacimiento. Se ha adquirido al cabo del tiempo. Esta deficiencia no representa nuestra
verdadera naturaleza tal y como era al principio. Es un producto de una falsa identidad del ego. Con

47
gran astucia el ego trabaja para ase gurar su propia existencia apartando cualquier consciencia de
nuestra perfección inherente, una de nuestras cualidades esenciales que refleja la realidad del Yo
Superior. El ego es como un agente doble. Aparentemente está ahí para ayudar, pero si tiene éxito
desaparece la necesidad de sus servicios. Por eso, el ego del uno maquina de forma torticera y da
la sensación de que está ayudando a la persona a encontrar o recuperar su antigua
perfección registrando, o cambiando, el mundo exterior. Sabe muy bien, sin embargo, que afuera
no es posible encontrar ninguna satisfacción duradera. Lo que el ego no hace es decirle al uno que
no ha perdido su perfección espiritual esencial. La sensación de que sí lo hizo no es más que una
ilusión. El falso ego-yo no está de ninguna manera dispuesto a disipar esta ilusión, pues hacerlo
significaría poner fin a su propia existencia. Por eso el tipo uno, como todos los demás tipos
caracterológicos que estudiaremos, no hace más que engañarse acerca de por qué está
tan enfadado con el mundo. ¡Qué broma más cruel nos gasta el ego en defensa propia! Y hay tantos
de nosotros que creen que el ego es su amigo porque les consigue aquello que desean...

PERCEPCIÓN PSICOLÓGICA DEL MUNDO Y


ESTRATEGIAS COMPENSADORAS

En vista de los niveles estrictamente impuestos y sancionados por sus padres o tutores en las
primeras etapas de su vida, las personas de tipo uno, como todos nosotros, perciben el mundo de
forma selectiva. Al igual que los unos, todos nos damos cuenta de unas cosas y pasamos otras por
alto. No podemos ser cognitivamente conscientes de todo, por lo que la mente se centra de forma
rápida e inconsciente en aquello que valora o considera interesante e importante. En cierto modo
vemos lo que queremos ver, y lo que queremos lo pedimos. La mente, con la ayuda de nuestro ego-
personalidad, es una especie de guardián que determina lo que entra en la percepción consciente.
Por lo que se refiere a su percepción psicológica del mundo, el perfeccionista percibe las cosas en
gran medida en términos de bien o mal, bueno o malo, perfecto o imperfecto, excelente o
deficiente, elegante o zafio. Por ejemplo, cuando entra en una sala de banquetes para algún tipo de
recepción, el uno suele ser rápido a la hora de darse cuenta de lo que funciona y lo que no, lo que
es aceptable y lo inaceptable en la decoración y las disposiciones de los asientos. El hecho de que
no haya una alternativa vegetariana en el menú planificado se considera una desconsideración y una
cosa mal hecha. El puesto que le ha sido adjudicado, según indica la etiqueta con su nombre, puede
ser inapropiado, dado su estatus o su relación con las partes. Cuando llega la comida, está fría y es,
por tanto, inaceptable. Además, tardaron muchísimo en servirla y el servicio fue antipático.
Deberían ser reprendidos por su falta de profesionalidad. Más tarde los discursos fueron demasiado
largos, demasiado aburridos o, sencillamente, demasiado triviales. ¡Qué horror!
El tipo uno sabe que podría haberlo organizado todo mucho mejor. Podría haber puesto un límite
de tiempo a los discursos y haberles dicho a los oradores qué temas estaban prohibidos. Todo el
acto podría haber resultado mucho más agradable si se hubiera hecho bien. Alguien debería decirles
a los organizadores lo que deben hacer la próxima vez para mejorar. (¿Agotado?)

48
Como ilustra el ejemplo anterior, para los individuos tipo uno siempre hay una forma mejor o peor
de hacer las cosas, y tienen un don especial para saber la forma mejor, unas veces de verdad y otras
sólo como espejismos de su propia mente. Los perfeccionistas siempre encuentran posibilidades de
mejorar. Es así como organizan su realidad. Cuando pensamos en cosas como la selección de un
menú y la etiqueta social nos viene a la mente el nombre de Martha Stewart. Esta conocida
celebridad televisiva y editora de revistas se gana la vida «haciendo las cosas bien» en lo relativo a
las recepciones en casa, la cocina y la decoración. Su misteriosa habilidad para presentar las cosas
con gusto la ha hecho rica y famosa.
Otro bien conocido tipo uno es Al Gore, un hombre con una misión consistente en dar marcha atrás
al calentamiento global. Los unos como Al Gore son a menudo héroes morales o reformistas sociales
que desean convertir el mundo en un lugar mejor. Se caracterizan por ser unos individuos racionales
y de principios. De hecho, el libro más reciente de Al Gore se titula Asalto a la razón. En él lamenta
la dirección que ha tomado la sociedad norteamericana con respecto a sus prioridades, sus
decisiones en materia de guerra y la pérdida de los ideales democráticos articulados por los padres
fundadores de la nación. Ve los peligros de la sinrazón en las campañas políticas y los asuntos de
política internacional.
No se trata aquí de apoyar o no apoyar a Al Gore, sino de utilizarlo como ejemplo de persona
reformista, visionaria, un ser sabio y previsor. Cuando trabajan al máximo rendimiento, los unos
como Al Gore pueden realizar valiosas contribuciones a la humanidad en temas sociales, políticos o
medioambientales. Están movidos por sus ideales y en armonía con temas de valores y ética.
Otras dos personas de tipo uno bien conocidas son Noam Chomsky y el Papa Juan Pablo II. También
a estos podemos describirlos como moralistas de principios. Los tres han trabajado para hacer del
mundo un sitio mejor. Se puede decir que los perfeccionistas son reformistas que ven el mundo
como algo que debe ser mejorado. Lo malo debe hacerse bueno. Lo que está roto, hay que
arreglarlo. La justicia debe sustituir a la injusticia y los valores sociales universales tienen que ser
asegurados en un mundo que cae en el abismo del caso moral y la degradación.

EXPRESIONES SALUDABLES Y NO SALUDABLES


DEL PERFECCIONISTA

Los individuos de todos los tipos caracterológicos pueden ser descritos como saludables en mayor
o menor medida por lo que respecta a sus expresiones exteriores. Cuanto más iluminada y cercana
a la esencia sea la experiencia de vida de la persona, más saludable es. Cuanto mayor sea la
distancia, menos saludable es la presentación del Yo en la vida diaria.
Los individuos de todos los tipos caracterológicos pueden ser descritos como saludables en mayor
o menor medida por lo que respecta a sus expresiones exteriores. Cuanto más iluminada y cercana
a la esencia sea la experiencia de vida de la persona, más saludable es. Cuanto mayor sea la
distancia, menos saludable es la presentación del Yo en la vida diaria.

49
Es más, cuanto más saludable es la persona, menos evidente es su tipo caracterológico. Los que
están en contacto con su esencia no se ven encerrados por las limitaciones de la personalidad.
Cuanto menos saludable es la persona, más prominente es su personalidad. Lo cierto es que resulta
muy poco saludable que uno se identifique con su personalidad y se enorgullezca de ella. Hacerlo
significa identificarse con el Yo Inferior. La personalidad no es la esencia, la verdadera naturaleza
humana antes de que el ego-personalidad entrara en escena. De hecho, para liberarse de las
cadenas del ego es necesario sobrepasar la personalidad. Tu personalidad es algo que debes usar;
no debería ser algo que te utiliza y abusa de ti. Cuando idealizas tu personalidad y te identificas con
ella, más evidentemente atado a ella estás y más prisionero te tiene. Por eso, ser evidente y
orgullosamente un tipo no es algo bueno.
Encontrar nuestro tipo caracterológico no supone etiquetar a las personas y encasillarlas; es una
forma de permitir a los individuos escapar a las limitaciones de las falsas identidades de su ego.
Cuando te avergüenzas de tu personalidad empiezas a caminar hacia la umbría de Chuang Tzu, un
paso necesario si quieres encontrar la paz mental.
El carácter tipo uno saludable ha sido en gran medida capaz de liberarse de su personalidad a través
de la autotrascendencia. El uno iluminado tiene a menudo una misión en la vida. Esta misión puede
estar basada en ideales elevados como la justicia social, la igualdad, la paz en el mundo, la salvación
del planeta o la libertad. Podría implicar un enorme sacrificio personal y grandes inversiones de
tiempo y energía para servir a una causa mayor que él mismo. Entregarse uno mismo de este modo
es significativo y hace que merezca la pena vivir. La tarea del uno iluminado consiste en mejorar el
mundo de una forma u otra. Esto está muy bien. Para la personalidad de tipo uno esto es lo que
cualquier persona racional y responsable debería hacer.
En contraste con los unos iluminados y saludables, los perfeccionistas no saludables convierten la
perfección en perfeccionismo. El deseo de hacerlo bien está unido a un trasfondo emocional con
una alta carga negativa. Cuanto más disfuncional sea el uno poco saludable, más urgente o
desesperada será su necesidad de perfección. Sin ella llega la preocupación neurótica con todas sus
secuelas de agitación mental. Querer mejorar las cosas se convierte en tener que mejorarlas para
seguir estando cuerdo. Organizar la mesa de trabajo ya no es una decisión sino una necesidad. Esto
nos lleva al elemento de sombra de la personalidad.

SOMBRA PERSONAL

Como ya hemos observado, cada tipo caracterológico puede ser relativamente saludable o no
saludable. Hemos visto que el perfeccionista saludable despliega una rectitud serena. Presenta una
estabilidad emocional respaldada por la integridad, la racionalidad con principios y un propósito. Es
muy probable que el uno iluminado ya haya afrontado sus problemas infantiles relativos a la
disciplina, la autoridad y sus relaciones con sus padres y cuidadores. Ha aprendido a gestionar de
forma productiva las experiencias vividas en sus primeros años y los mensajes internalizados que
recibió en su juventud. Ha ido al pasado y lo ha superado. Ha llegado a entender cómo fue

50
conformado, pero no victimizado, por su educación. Sabe que es más que su personalidad y que
no debe identificarse por completo con ella.
El lado sombrío del uno se hace más evidente en los individuos no iluminados y no saludables. Cada
tipo caracterológico tiene su propio tema sombrío, que es, como si dijéramos, el tema negativo o el
atributo con el que el individuo debe bregar para conseguir una verdadera integración personal.
Para el tipo uno es la ira. Los perfeccionistas no iluminados pueden ser jueces duros e
inmisericordes, pero les resulta duro aceptar ese hecho de forma abierta o consciente. Después de
todo, la ira y la crítica podrían ser dañinas y, en consecuencia, malas. Admitirlo significa hacerse
culpable de una violación egregia. Los unos saben muy bien lo terribles que son la ira y la crítica;
aquellas tan duras que recibieron durante su etapa de crecimiento les demostraron lo destructivas
que llegan a ser.
La ira reprimida lleva a los unos a estar resentidos. Puede que no expresen ese resentimiento de
forma emocional o histriónica evidente, pero no dudan en aceptar el consejo del ego y proyectar
esa ira hacia afuera atacando a los demás a través de la crítica. Por ejemplo, los unos pueden
resentirse de que los demás sean incompetentes en su trabajo. «Son tan desorganizados; les falta
compromiso. No consiguen mostrar cortesía ni orientarse hacia los valores correctos; diablos, si ni
siquiera son capaces de escribir sin faltas de ortografía ni de decir una frase correcta. ¿Cómo no ven
sus fallos e imperfecciones? ¿Es que no les importa? ¿Qué demonios les pasa? —se pregunta el uno
resentido—. ¡Podríamos hacerlo muchísimo mejor!».

El motivo por el que los unos no expresan directamente el resentimiento y la irritación que sienten
por dentro es que si lo hicieran entrarían en conflicto con la virtuosa autoimagen característica del
tipo⁵. Lo que hace el ego es transmutar la ira no expresada en lo que Claudio Naranjo denomina
«crítica intelectual». Combinando la crítica con el «intento constructivo», los unos son capaces de
justificar y racionalizar sus sentimientos y, al mismo tiempo, negarlos. «¡No estoy enfadado! —dice
el uno mascullando las palabras y apretando los dientes mientras intenta mantener un aspecto
tranquilo y digno—. ¡Sólo te estoy diciendo lo que tienes que hacer y cómo hacerlo!». No resulta
sorprendente que padezcan un gran conflicto interior.
El que los demás no hagan lo que está bien o lo que se espera de ellos establece a menudo el
escenario perfecto para que el perfeccionista se arrogue el papel de «mártir sufridor» y piense: «Si
quieres que algo se haga bien, tendrás que hacerlo tú mismo». A veces, de hecho, si quieres que
llegue a hacerse está claro que tendrás que hacerlo tú mismo. Con semejantes ideas, el enfado
adquiere la forma de indignación justificada ⁶. El uno cree que está furioso por lo que los otros hacen
o dejan de hacer. Ellos son la causa de cualquier alteración mental que pueda sufrir.
La realidad es que las críticas negativas contra los demás son en gran medida una reflexión
proyectada de lo que los unos temen que sea cierto en ellos. Mediante un proceso de formación
reactiva defensiva, es decir, luchando de forma obsesiva por ser perfectos en la vida, los unos
intentan satisfacer las exigencias de la consciencia moral, lo que Sigmund Freud denomina el
superego. Para los unos es importante convencerse a sí mismos de que son buenos, de que poseen
una integridad ética y psicológica. El perfeccionista necesita sentir que es bueno. Además de la
formación reactiva, utilizan también la proyección como mecanismo de defensa. Al proyectar la

51
culpa sobre otros y centrar la atención en sus imperfecciones o en las de su actuación, intentan de
forma inconsciente distanciarse de lo que tanto temen: la posibilidad de ser inherentemente
corruptos y, por ello, no buenos.
A pesar de todos los esfuerzos por ser bueno que exhibe el uno, podemos apreciar cómo este
esfuerzo agotador sólo puede producir una pseudointegridad. Intentar demostrar su perfección a
diario y de forma constante y actuar perfectamente de un modo compulsivo significa implícitamente
aceptar la idea de que una vez fue, o aún es, corrupto y deficiente, y que sin un esfuerzo
ininterrumpido y una vigilancia implacable podría volver a serlo en el futuro. Cuanto más ahínco
pone, más le atormenta la idea.
Por desgracia, la vida para el uno disfuncional es una continua lucha por demostrar que es falso lo
que nunca pudo ser real. En esencia el uno no fue nunca imperfecto, defectuoso, corrupto ni
deficiente. Nuestra Fuente Divina no comete errores. Para un uno creer o temer que es un error
vivo significa asumir que sabe más que Dios y que es mejor juez de la naturaleza humana que Él.
Yeso sí que estaría mal.
El lado sombrío de la personalidad perfeccionista tiene también otro aspecto feo que garantiza el
debate. Los unos no saludables poseen una extraña habilidad para, con la mayor sutileza, tender
trampas de culpa a los demás. De hecho, sus esfuerzos pueden ser tan sutiles que ni siquiera ellos
mismos son conscientes de que están utilizando esa técnica. La han empleado tantas veces y
durante tantos años que se ha convertido en su segunda naturaleza, una descripción adecuada. De
todas formas, hacer recaer las culpas sobre los demás, ya sea de forma sutil o evidente, consciente
o inconsciente, es una estrategia del ego para dominar a los otros. Aporta al individuo que la utiliza
la ventaja moral. Mediante esta técnica los unos disfuncionales intentan manipular a los demás para
conseguir lo que desean.
«Yo quiero» se transforma en «tú deberías». Al hacer que los demás tropiecen con la culpa, los unos
esperan conseguir que aquéllos se comporten según sus propios deseos⁷. Está claro que un uso
deshonesto de la culpa moral con el propósito de conseguir una ventaja personal no refleja una
verdadera integridad por parte del uno. En algún nivel de su mente ellos saben que la culpa ha
transformado su comportamiento, por lo que creen que también hará lo mismo a los demás. Y a
menudo así es. Como comentario a la moral pseudomagnánima y a las críticas idealistas e
intelectuales del uno en absoluto iluminado, Claudio Naranjo escribe: «Este vehemente interés por
los principios morales y los ideales no constituye sólo una expresión de sumisión a las exigencias de
un fuerte superego, sino que es también, en el plano interpersonal, un instrumento de
manipulación y dominio, puesto que estas normas defendidas con tanto ímpetu son impuestas a
los otros y [...] sirven de tapadera para los deseos y exigencias personales»⁸.
El esfuerzo que produce estar constantemente enjuiciando resulta prácticamente intolerable. Es
curioso que una habilidad tan debilitante sea tan estimada.
Un curso de milagros
Ningún problema se puede resolver desde la misma consciencia que lo creó.
Albert Einstein

52
RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS PARA FAVORECER
LA HIGIENE PSICOLÓGICA Y ENCONTRAR LA PAZ INTERIOR

A partir de lo que hemos visto acerca del tipo uno queda claro que el perfeccionista padece una
mente atribulada. Es lo que nos sucede a todos, en mayor o menor grado. En vista de esto las
estrategias que debe desarrollar una terapia de la realidad superior no deben enfocarse en principio
en cambiar las circunstancias exteriores que rodean al individuo, sino en cambiar lo que él piensa
acerca de ellas. Pero no me malinterpretes, por favor. Está claro que hay ocasiones en las que es
perfectamente correcto y adecuado hacer cosas de forma activa para resolver los problemas. Tomar
medicación para curar una migraña o corregir un desequilibrio químico producido por un trastorno
físico, por ejemplo, son dos situaciones en las que la acción es apropiada. Otra es dar pasos para
abandonar una relación abusiva. O digamos que nos han acusado erróneamente de un delito que
no hemos cometido. En este caso es evidente que debemos buscar asesoramiento legal y preparar
activamente nuestra defensa para luchar en los tribunales contra los que nos acusan.
Aquí no recomendamos la completa pasividad e inacción. Si bien esencialmente no somos de este
mundo, tenemos que vivir en él de forma temporal. La cuestión es: ¿cómo debemos vivir? ¿Cómo
debemos ver y organizar nuestra vida? Lo que importa reconocer es que gran parte de nuestros
problemas y luchas contra el mundo son innecesarias y sólo un producto de nuestras propias
proyecciones distorsionadas.
Gran parte de nuestra turbación mental es producida por poco más que unas ilusiones creadas por
el ego. Estas ilusiones son lo que queremos disipar mediante nuestro psicoanálisis existencial. En
vista de todo esto podemos decir que en lo que se refiere a circunstancias que no podemos cambiar,
algunas incomodidades de la vida requieren un ajuste de nuestra actitud; otros problemas
manejables requieren acción práctica, pero mucha de nuestra turbación mental es autogenerado
pensamiento ilusorio que exige que utilicemos la visión interior del ojode la mente para ver a través
de nuestras propias distorsiones perceptivas. Tal y como nos recuerda el lama Surya Das, la
consciencia es curativa. El «observador silencioso» contempla al Yo Inferior en su actuación
tragicómica. Está divertido, no preocupado, pues no se le ha olvidado reírse ante la loca realidad
creada por el ego. Descansa imperturbable en el conocimiento superior de aquello que el ojo no ha
visto ni el oído escuchado. El observador silencioso sabe lo mismo que el filósofo estoico, es decir,
que las cosas exteriores no tocan el alma, ni siquiera un poco.

Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las
que sí puedo y sabiduría para ver la diferencia.
Reinhold Niebuhr

En este punto pasemos a un primer consejo prescriptivo para el perfeccionista que busca un mayor
grado de estabilidad mental. En realidad, este consejo de higiene psicológica es válido para todos

53
los tipos caracterológicos. Lo que debemos empezar a practicar es el discernimiento espiritual en
lugar del enjuiciamiento⁹.
El enjuiciamiento depende por completo del ego. El discernimiento espiritual es lo que incumbe al
Yo Superior. Cuando enjuiciamos, reforzamos la separación entre yo y el otro, o entre yo y el
mundo. Consideramos que los demás están por debajo o por encima de nosotros. Algunos son
percibidos como mejores y otros como peores, como más o menos capacitados que nosotros.
Cuando juzgamos a los demás proyectamos nuestras intenciones de arrepentimiento sobre ellos.
Como le sucedía a nuestro amigo Lance, vemos en ellos lo que no son. A menudo les imputamos
pensamientos que jamás tuvieron. Frecuentemente imbuimos sus motivaciones con
proyecciones que se han originado en nuestras propias mentes atribuladas. Podemos ver
imperfecciones imaginarias y encontrar una perversa diversión en el proceso de encontrar fallos.
Con ello ejercitamos una violencia existencial sobre espectadores inocentes.
Como muy bien saben los perfeccionistas, cuando nos juzgamos a nosotros mismos ejercemos
violencia sobre nosotros. Esta violencia provoca un gran conflicto interno y un desequilibrio
psicológico. Entramos en guerra con nosotros mismos. Con el enjuiciamiento nos culpamos a
nosotros mismos. El enjuiciamiento nos hace sentirnos culpables. A causa de este enjuiciamiento
experimentamos baja autoestima e inseguridad. Pronunciar un juicio sobre nosotros es lo que nos
hace sentir ansiedad a la hora de entrar en una habitación llena de extraños. El enjuiciamiento
autoimpuesto sobre nuestra actuación es lo que nos desalienta, nos abate y nos llena de
desesperanza. Incluso si el juicio es positivo nos preocupa que la próxima vez no lo sea. Con el juicio
viene la sensación de deficiencia, vergüenza y aborrecimiento hacia uno mismo. El juicio se
convierte en la suprema arma cognitiva, suicida, de la destrucción psicológica masiva. Incluso
cuando el juicio se destina a otros, el perfeccionista se siente culpable de forma inconsciente pues
sabe que el ataque crítico hacia el otro estuvo deshonestamente motivado por una autovaloración
negativa. El uno teme ser descubierto por esta falta de honestidad y atacado en venganza.
Merece la pena repetir una cita de Un curso de milagros: «El esfuerzo que produce estar
constantemente enjuiciando resulta prácticamente intolerable. Es curioso que una habilidad tan
debilitante sea tan estimada».
En lugar de enjuiciar deberíamos probar a ejercitar la consciencia y el discernimiento espiritual. El
Ser Esencial o Superior observa. Nota las diferencias, ve las acciones y reacciones, pero lo hace sin
la carga emocional negativa del enjuiciamiento. Las ideas y los pensamientos entran y salen de la
mente; entran y salen de la consciencia. No hay censura. Los sentimientos se experimentan tal y
como son, sin reprimirlos ni evaluarlos. Las acciones sencillamente preceden y siguen.
El discernimiento espiritual permite la observación neutral de todo esto. Con la neutralidad viene la
desconexión, una separación y una desidentificación con el ego-personalidad. Tiene algo
milagrosamente catártico e iluminador. Cogerte en tus propios hábitos de comportamiento o en tus
propios patrones de respuesta predecibles de emoción o discurso crea el momento liberador en el
que te liberas de tu falsa identidad del ego.
Paradójicamente, cuando te atrapas en el acto de ser tú mismo es cuando consigues el destello de
visión interior de que tú no eres tú. No eres tu ego-personalidad, no eres la persona en la que
aparentemente te has convertido. No eres la persona que crees que ven los demás. Te has hecho

54
conscientemente conocedor no sólo de tu Yo Psicológico Inferior sino también de tu Yo Espiritual
Superior.
Ahora tienes la oportunidad de identificarte con tu verdadera identidad espiritual que observas con
el ojo de la mente. El ojo de la mente ofrece visión espiritual, no una percepción empírica basada en
los sentidos y de nivel inferior coloreada por la actitud defensiva psicológica. Como si se tratara de
un testigo, desempeña un papel como El que Toma las Decisiones Espirituales en tu vida. Te ofrece
la oportunidad de elegir entre honestidad y deshonestidad, entre paz mental y tormento
psicológico. Es lo que te permite decidir otra vez tu verdadera identidad. Es lo que atestigua la
verdad.
Es lo que reconoce las cualidades esenciales en tu ser y que están presentes en todas las demás
personas. Ver la vida a través del ojo de la mente nos acerca más a los otros. Nos permite a todos,
perfeccionistas incluidos, hacernos responsables del mundo que observamos. Puede decidir percibir
la perfección inmaculada en los demás, así como la perfección absoluta en uno mismo. Como verás,
el ojo de la mente ve la vida a través de la lente óptica de la Perfección Divina. Esta Perfección Divina
es Amor, Perfecto. Resulta verdaderamente extraordinario el hecho de que sea a través de la
perfección esencial del uno como se expresa lo divino en el mundo.
Ahora entiendo por fin lo que me enseñaron hace tanto tiempo, cuando era un niño, en clase de
religión: Dios vive en todo el mundo; por eso, la forma en la que te trates a ti mismo y trates a los
demás es la forma en la que tratas a Dios.
Unida, y en perfecta armonía con nuestra Fuente Divina, está nuestra esencia sea cual fuere la
identidad independiente que nuestro ego nos hubiera ofrecido. Por poner la lógica al servicio de la
filosofía terapéutica digamos que «si Dios es todo, es decir, si nada puede existir más allá de Dios, y
lo que es más, si Dios engloba todo, y nosotros formamos parte de ese todo, entonces
necesariamente formamos parte de Dios, innegablemente perfecto en espíritu. Así es como fuimos
hechos a imagen espiritual de Dios. Portanto cualquier otra idea es ilusoria, toda imperfección es
un sueño pasajero».
La lección para el uno es en realidad una lección para todos nosotros. La falsa realidad que ha creado
gira sencillamente en torno a la creencia errónea en la imperfección, mayor que en los demás tipos
caracterológicos. Aunque nuestras heridas psicológicas particulares puedan dar lugar a que
prefiramos otras preocupaciones ilusorias relativas a la esencia perdida, aun así, todos podemos
sentir el dolor del uno. Todos somos idénticos al uno en espíritu.
Una vez que conseguimos distinguir entre verdad e ilusión nos resulta más fácil seguir la segunda
prescripción que cura no sólo al uno sino a todos nosotros. Lo que el uno debe hacer es perdonarse
a sí mismo y a los demás por sus supuestas imperfecciones. En nuestro caso paradigmático de Lance
y Becky, la realidad es que esta última jamás le hizo nada a Lance. Él tiene que reconocerlo y
perdonarla. Lo que él vio nunca sucedió en la realidad. Es más, Becky no es defectuosa, ni siquiera
una «cerda engreída»; una vez más, se trata de un espejismo. Ella es la manifestación física de la
Fuente Divina. Si vemos cualquier otra cosa o a cualquier otra persona es que estamos sufriendo
una alucinación.
El discernimiento espiritual es el que nos lo revela, no los ojos del ego cubiertos por un filtro de
miedo e inseguridad inconsciente. Para el uno ha llegado el momento de perdonar y de liberar a

55
todos los prisioneros inocentes que estuvieron encarcelados en la oscuridad de una mente
enjuiciadora resentida y furiosa durante demasiado tiempo. Es también el momento de que los unos
vean que el perdón tiene la llave de su propia liberación de su cárcel de culpa psicológica. Las
percepciones de imperfección y deficiencia que tienen de sí mismos son contrarias a lo que revela
el discernimiento espiritual. La perfección es el reflejo de nuestra verdadera realidad, nuestra
esencia, la chispa de lo divino que todos llevamos dentro. Ya no es necesario probar ni defender
esta verdad. Nada puede cambiarla. No hay de qué preocuparse.
Como se dice en Un curso de milagros:

Nada real puede ser amenazado.


Nada que no sea real existe.
Aquí yace la paz de Dios.

En este punto podrías preguntarte: «¿Y si Becky fuera realmente una engreída? O supongamos que
exista otra Becky que sí mire por encima del hombro a Lance. ¿No estaría justificado que la
criticara?». La respuesta es no. La razón está implícita en lo que ya hemos dicho acerca del espíritu
y la esencia.
Porque si Dios es Todo, Dios es Perfecto y Dios es Amor entonces todo lo que el mundo contiene
debe ser un reflejo de esa Perfección y ese Amor. Nada está más allá de Dios y nada creado por Dios
es imperfecto o no amoroso. Lo que nos parece poco amoroso es sólo un sueño en el gran esquema
de la eternidad. Aunque al ego le cuesta mucho aceptarlo, el discernimiento espiritual nos permite
apreciar este hecho en nuestras percepciones e interacciones con otras personas. Si somos Chispas
Divinas, o emanaciones personificadas de la Divinidad, entonces lo que somos es Amor Perfecto.
Esto implica que todo lo que hace el resto de la gente es o bien una expresión de amor, o una
petición indirecta de amor¹⁰.
La versión engreída de Becky probablemente se sienta insegura acerca de su valía personal. Esa
inseguridad puede transformarse psicológicamente en altivez o arrogancia. ¿Y qué es la inseguridad
sino un grito desesperado pidiendo aceptación amorosa? Tomemos si no la enfadada crítica que nos
pueda hacer otra persona, por ejemplo. Procede de un profundo lugar de dolor, como ya vimos en
el uno. Detrás de la ira se encuentra lo que el ojo del ego no ve. Hay culpabilidad y autoacusación,
que producen un dolor imposible de soportar, por lo que se externalizan y proyectan sobre los
demás. Ésta es la triste estrategia psicológica de alguien que está engañado acerca de su verdadera
identidad. Es un intento desesperado de una persona que padece una mente atormentada. Cuando
el uno ve el error de su propia identidad equivocada, y el caso de la identidad equivocada en lo
referente a cómo ha visto a los demás en el pasado, el perdón se convierte en una posibilidad real
y con él llega al fin la paz.
Por último, es importante reconocer que la paz mental que proporciona el perdón requiere una
enorme conmoción de las presunciones metafísicas, epistemológicas y ontológicas acerca de la
existencia, la naturaleza humana, la realidad, la mente, el conocimiento y Dios. No resulta fácil
aceptar esta nueva cosmología y perspectiva global psicológica, no lo hacemos sin resistencia,
escepticismo y duda. Llegaste a abrazar la perspectiva del ego, aquel que fue tu buen amigo de

56
confianza durante muchos años, o eso creías hasta que te fue revelada su felonía. Esta traición
puede resultar emocionalmente devastadora y difícil de superar.
Otra cosa que los unos no deben hacer es confundir su «crítico interior» con la «voz interior» del Yo
Superior. Para poder explicar lo que esto significa veamos un ejemplo histórico.
Hace cientos de años el filósofo Sócrates se dedicó a cuestionar de forma repetida a la autoridad y
animó a la juventud de Atenas a hacer lo mismo. Por desgracia para él sus actividades llegaron a ser
consideradas subversivas y peligrosas para el Estado. En consecuencia, se le imputó un delito
conocido por aquel entonces como impiedad. Amado y admirado por muchos, Sócrates recibió
todas las oportunidades posibles para escapar de la prisión estatal de Atenas y evitar con ello la
pena de muerte. Pero en lugar de huir Sócrates decidió escuchar a su «voz interior», o daemon,
como la denominaban tanto él como otros filósofos de su tiempo, y aceptar el veredicto de
culpabilidad. Al haber aceptado el mensaje del daemon bebió la cicuta venenosa como castigo por
su delito, aunque estaba convencido de que no había hecho nada malo. Aceptando las
consecuencias de sus actos Sócrates quería «practicar lo que predicaba», como si dijéramos. Era
necesario que bebiera la cicuta para mantener su integridad como modelo filosófico para aquellos
que fueran a seguir sus pasos. Vivir en Atenas como un buen ciudadano significaba someterse a su
sistema de justicia.
Es probable que hoy en día muchos de nosotros eligiéramos transigir en nuestros principios para
escapar de la muerte. A menudo actuamos como si tuviéramos principios sólo porque eso va bien
para nuestros intereses. En cuanto deja de hacerlo comienzan las racionalizaciones deshonestas y
las componendas morales. En el caso de Sócrates, sus esfuerzos por tomar la decisión correcta
debieron de tener éxito, pues son muchos los que en la actualidad siguen considerándolo el filósofo
paradigmático y el modelo de la integridad ética. Él nos muestra cómo «debemos» vivir, un asunto
especialmente importante para los unos. Por desgracia, actuar de forma ética tiene a veces su coste.
Eso podría explicar por qué hay tan pocos héroes y santos. Para gran parte de nosotros la moralidad
se ha convertido en poco más que una obligación inconveniente en los cálculos hedonistas de costes
y beneficios de la vida. En aquellos casos en los que esto sucede uno podría verse tentado a
cuestionar la decisión de morir que tomó Sócrates. Aquellos que poseen integridad moral están
menos inclinados a dudar de la sabiduría de la decisión.
Por lo que se refiere al daemon de Sócrates, esta aparentemente extraña noción puede no resultar
fácil de entender en el contexto del mundo moderno. Piensa en él como algo parecido a nuestro
«espíritu guardián», ese que nos proporciona consejo interior. Es lo que los cristianos podrían
describir como la voz del Espíritu Santo. Su consejo aporta luz y claridad allí donde había oscuridad
e ignorancia.
Asegúrate de apreciar el hecho de que esta voz no es la voz crítica de una consciencia moral —lo
que Freud denomina el superego— atormentada por la culpa. El superego pertenece a la
personalidad, no a la esencia. Nuestra guía interior, o daemon, por el contrario, forma parte de
nuestra naturaleza espiritual.
Por desgracia, en este ajetreado mundo de ruidosas superautopistas, apretadas agendas, plazos
límite amenazantes, producción en masa, consumo, materialismo e hiperactividad frenética, el
sonido de nuestra voz interior resulta apenas audible. Mucho más alta es la voz del superego o del

57
crítico interior que nos grita a cada momento para que estemos a la altura de lo que los anunciantes,
consultores de imagen, celebridades, expertos, padres, gurús y líderes de todo tipo establecen como
niveles de excelencia, deseabilidad o perfección. Es nuestro crítico interno el que juzga, condena y
critica tanto a los demás como a nosotros mismos. Su voz moralista nos ordena que hagamos lo
«correcto», pero lo hace como consecuencia de su inseguridad, su actitud defensiva y su
preocupación neurótica.
La imposibilidad de aguantar las condenaciones del crítico interior es lo que conduce al ego a
implicarse en proyecciones defensivas viendo en los demás las culpas que no puede soportar en sí
mismo. El uno sabe muy bien lo duro e implacable que puede llegar a ser el crítico interior. Se
alimenta de los castigos airados. Se expresa señalando con el dedo y culpando. Es turbador y habla
en un volumen dolorosamente alto. Nuestro daemon, por su parte, no expresa ninguna de sus
directrices con gritos ni enfados. Nos instruye con gentileza en tono amoroso para que hagamos lo
correcto y con la intención adecuada. Si permanecemos quietos el tiempo suficiente podremos
escuchar los tranquilizantes consejos espirituales que nos ofrece.
Nuestro daemon actúa como mensajero de Dios. Nos susurra la voluntad de nuestra Fuente. Es lo
que permite que se haga la voluntad de Dios aquí en la tierra como en el cielo. El superego crítico,
como ya sabemos, tiene otras cosas en mente. Refiriéndose a lo que los antiguos denominaban el
daemon, en Un curso de milagros se dice: «La voz del Espíritu Santo no ordena porque es incapaz
de sentir arrogancia. No exige porque no busca el control. No doblega porque no ataca. Sólo es
apremiante por aquello que te recuerda [...]. La voz de Dios es siempre tranquila porque habla de
paz» (capítulo 5, p. 76). Esta paz es, en último término, el objetivo de la filosofía terapéutica.
Padre Zeus, líbralos de tan gran sufrimiento o muéstrale a cada uno el daemon, que es su guía.
Pitágoras

Zeus ha colocado junto a cada hombre un guardián, a cada hombre un daemon, al que ha encargado
el cuidado del hombre; un guardián que nunca duerme, al que no se engaña jamás.
Epicteto, filósofo estoico

Yo no hago nada. Es el Espíritu Santo el que lo consigue todo a través de mí.


William Blake

La curación es un signo de que deseas completar. Y esta voluntad abre tus oídos a la voz del Espíritu
Santo {...}. Piensa mínimamente como Él y la chispita diminuta se convierte en una luz brillante que
te llena la mente para que Él se convierta en tu único Huésped.
Un curso de milagros

58
Evidentemente es bueno actuar con rectitud y hacer las cosas moralmente correctas, incluso si se
hace instigado por el superego. Pero para los unos hacer lo correcto mientras se fustigan a sí mismos
porque se sienten inadecuados o defectuosos no es saludable. Hacer lo correcto por un motivo
psicológico equivocado es parte del autoengaño del ego. El miedo de no hacer o decir lo correcto o
el sentimiento de culpa por no haber alcanzado la perfección son cosas que, en último término,
provocan miedo, ansiedad y proyección psicológica. El diálogo interior resultante es una
autojustificación o autoinculpación racionalizada.
El ego permite en este caso que la consciencia moral confunda la autocondenación con la humildad
virtuosa. El daemon, por su parte, no disfruta con la autoflagelación ni con los ataques sádicos contra
las imperfecciones que percibimos en los demás.
Los unos necesitan emplear un tiempo en meditar y orar en silencio. Para acceder al consejo del
daemon personal hay que estarse quieto. Practica la meditación callada y aprende a estar presente
en el momento.
Deja a un lado cualquier pensamiento. La meditación que prescribimos aquí no requiere ningún tipo
de análisis racional, intelectual o lógico. De hecho, esos análisis resultarían al final
contraproducentes y negativos. Lo que pretendemos es silenciar al mono loco de la mente, como
dicen los budistas.
Por eso, cuando los pensamientos y las ideas entren en tu mente, limítate a dejarlos entrar y salir
de la consciencia. Con el tiempo se irán haciendo menos frecuentes. Cuando los pensamientos dejen
de corretear, la gran expansividad de la consciencia superior empezará a revelarse ante ti. Tu tarea
de momento es permanecer abierto, consciente y en silencio. La dirección te llegará de la sublime
quietud del infinito. Tu Fuente Divina lo desea. Escucha. Los sonidos del silencio tienen el poder de
calmar el alma atribulada.
Por último, los unos necesitan recuperar la consciencia de su Inocencia Esencial. Pueden mejorar su
higiene psicológica general permitiendo una mayor espontaneidad de la expresión, en especial en
sus apetitos intelectuales y sus respuestas a la vida¹¹.
Estas personas tienden a ser bastante inflexibles y rígidas en su certeza dogmática. Por eso necesitan
relajarse y no ser tan intransigentes. Por lo que respecta a la parte física, los unos deben reconocer
que la biología es parte de nuestra naturaleza «humana». No es sucia ni pecaminosa. No implica
que el sexo, por ejemplo, deba ser perseguido como algo licencioso. Hay formas de expresar la
sexualidad humana de manera amorosa y espiritual.
Lo importante es que, con una mayor apertura de mente y con la aceptación no sólo del cuerpo sino
de todo en general, pueden llegar la curiosidad, las ganas de jugar, el entusiasmo y la alegría, unas
características que a menudo encontramos en la inocencia de la niñez. El renacimiento existencial
exige un regreso a esa inocencia.

En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
Jesús de Nazaret (Mateo 18,3)

59
5
La dinámica
del ego en el carácter.
Tipo dos:
el dador desinteresado
No te olvides de amarte a ti mismo.
Søren Kierkegaard

LA PRESENCIA PERDIDA

EN ESTE PUNTO DEL DEBATE ya estamos familiarizados con el concepto de autoextrañamiento.


Sabemos que nuestra esencia es lo que define quiénes somos de verdad. Por desgracia, muchos de
nosotros seguimos sufriendo por culpa de una identidad equivocada y optamos por una
autodefinición expresada en términos del ego-personalidad.
Con el uno observábamos cómo se internalizaban las críticas acerbas de la autoridad paterna y cómo
escribían el guión psicológico que se debía representar en el drama diario de la vida del
perfeccionista. Los unos necesitan ver y apreciar la realidad de su perfección interior si quieren
curarse. No son defectuosos, ni están manchados ni son imperfectos o corruptos. Dios no se
equivoca.
Al igual que los unos, los doses son esencialmente perfectos, pero su sensación de pérdida o de
esencia perdida está más relacionada con la calidad esencial del Amor. Como les sucedía a los unos,
la sensación de pérdida de los doses comienza en la infancia. En palabras de Richard Rohr y Andreas
Ebert:
Muchos doses tuvieron una infancia que les pareció gris y triste. A veces carecieron de una
seguridad real y de la sensación de tener un hogar, o al menos les resultaron insuficientes.
Otros doses afirman que sólo han experimentado amor condicional. Tenían que conseguir
el amor de las personas importantes de su vida mediante el buen comportamiento. Si
reunían las condiciones necesarias podían, bajo determinadas circunstancias, conseguir
mucho amor y seguridad. La «hermosa» niñez que tuvieron estos doses les impide sentirse
furiosos o lamentar haber sido constantemente forzados a tener un comportamiento
exageradamente bueno. Algunos doses recuerdan también que, con anterioridad, era como
si estuvieran obligados a servir de apoyo para las necesidades emocionales de los demás
miembros de la familia. Sentían que tenían que hacerse útiles para que los demás
se percataran de su presencia y los amaran¹.

60
Según Rohr y Ebert, la herida espiritual de los doses es el resultado de un amor condicional. Lo cierto
es que todos somos incondicionalmente dignos de ser amados. Creados a imagen espiritual de
nuestro Hacedor, el amor infinito es sencillamente lo que somos. No podemos ser diferentes de
Dios ni superarle, pues entonces tendríamos que convertirnos en nuestra propia fuente fuera de la
omnipotencia y la omnipresencia de Dios, y eso es imposible. Es más, esta cualidad esencial no es
algo que debamos ganarnos; tampoco es algo que podamos perder. Sin embargo, sí puede ser
olvidada por una mente desorientada.
Por desgracia, a algunos niños se les enseña que sólo son dignos de amor de forma condicional, es
decir, cuando hacen algo por otra persona. Cuando se internaliza esta lección, ser «bueno» no
depende de la corrección moral, algo que para el uno era una preocupación fundamental. La
motivación, más bien, es emocional y psicológica. El dos herido piensa: «Necesito ser amado, así
que haré lo que haga falta para conseguir ese amor».
En las circunstancias de la niñez del dos se produce una perversa inversión de papeles entre el padre
o tutor y el niño. Para ser amado, o al menos para que el amor se exprese en términos de atención
o interés, el joven dos debe renunciar a sus propias necesidades y cubrir las del adulto. Las
necesidades del niño han de ser aplazadas y dejadas a un lado. Con el tiempo el niño llega a una
conclusión: «Me quieren, pero sólo cuando estoy dispuesto a ayudar e ignorar mis propias
necesidades».
El resultado de esta conclusión trae consigo un intercambio de papeles inapropiado para su edad.
Los adultos, que deberían estar cuidando del niño, empiezan a parecer débiles y necesitados,
mientras que el pequeño dos ayudante tiene que aprestarse a cuidar de aquellos que
aparentemente son incapaces de cuidarse a sí mismos. El ego en desarrollo se aferra rápidamente
a esta sensación de poder que proviene de atender a los demás. Y alrededor de esta sensación de
poder nace una identidad del ego herida².
El concepto de «atender a los demás» me trae a la memoria una experiencia que tuve en mi último
año de instituto. Recuerdo que en cierta ocasión fui de visita a casa de un amigo. La her-manita de
éste, que aún estudiaba primaria, estaba con nosotros. Estoy seguro de que no entendía la mayor
parte de la conversación, dada la diferencia de edad en aquel momento. Nadie le prestaba una
atención especial hasta que de repente trajo almohadones para todos y nos ayudó a colocarlos en
los sofás y las sillas para que estuviéramos cómodos. También me trajo un escabel para que pudiera
poner los pies encima y relajarme aún más. Evidentemente un comportamiento semejante centró
toda nuestra atención en ella. Empezamos a interactuar con nuestra pequeña anfitriona y a decirle
lo amable y maja que era. Más tarde nos llevó bebidas y palomitas. Mientras atendiera nuestras
necesidades, pertenecía a nuestro grupo y formaba parte de la acción. Recibía atención y elogios
efusivos. Como se puede esperar de unos adolescentes insensibles y egocéntricos, en cuanto nos
dio los refrescos y terminamos nuestra conversación, nos fuimos sin dudarlo ni un momento
dejando a nuestra pequeña criada abandonada y sola. A partir de ese momento cada vez que íbamos
a la casa daba la sensación de que sus esfuerzos aumentaban para obtener nuestra atención. «Lo
de los almohadones» empezó a perder fuerza a medida que semejante cuidado se fue convirtiendo
en algo que ya esperábamos. Por eso ella creyó que tenía que hacer cada vez más cosas
para merecer nuestro interés. Es muy probable que el darse cuenta de ese hecho empezara a

61
sembrar las semillas de una inseguridad personal que posiblemente siga atormentándola hoy en
día, aunque esperemos que no sea así.

PERCEPCIÓN PSICOLOGICA DEL MUNDO


Y ESTRATEGIAS COMPENSADORAS

El dador desinteresado es un individuo sensible que ve el mundo a través de los ojos del corazón. En
todas partes aparecen oportunidades para atender a los necesitados. No hay más que mirar.
Mientras que tú o yo podríamos ver a un borracho o a un vagabundo en un portal y pasaríamos de
largo levantando la ceja con actitud crítica y puritana, lo más probable es que el dos perciba a un
ser humano con problemas. Puede que incluso se pare y le ayude o que eche unas monedas en la
gorra del mendigo. Evidentemente hay algunas personas que estarían encantadas con amonestar al
«vagabundo» y decirle que se ponga a trabajar. El dos, por el contrario, podría tener curiosidad por
saber su historia y los acontecimientos que le condujeron al lugar que ocupa. Los doses tienen una
forma maravillosa de mostrar atención y compasión en un mundo frío e insensible sin echar culpas
o críticas a los demás. Muchas veces pueden ver más allá de un exterior feo y amedrentador para
apreciar a la persona que hay dentro. La capacidad de ver la humanidad en los demás, con
independencia de su apariencia, de reconocer su dolor o sus necesidades y la voluntad de responder
a ellos plasma la generosidad santa que muestran los doses. La madre Teresa y Desmond Tutu
pertenecen probablemente a este tipo. Añade a María Magdalena a la lista. Entre las
personalidades más recientes podemos incluir a Sally Field, Luciano Pavarotti y Dolly Parton.
... algunas cosas las ves con los ojos, otras con el corazón.

La madre de Piecito en

En busca del valle encantado

Al ser tipos sensibles, los doses se ven atraídos hacia los demás. Su necesidad de ser necesitados es
lo que les proporciona su autodefinición. De todas formas, su atracción hacia los demás no es
siempre incondicional o indiscriminada. Muchas veces buscan a personas que les inspiren o que, de
algún modo, les motiven emocionalmente. Buscan formas de conectarse con estas personas con la
esperanza de convertirse en sus confidentes, ayudantes o asistentes.
Los doses se sienten a gusto representando un papel secundario en la vida de otros. Después de
todo, aprendieron a hacerlo en su infancia. Se convierten en las personas que están entre
bambalinas para hacer posible que otro se luzca. Pueden obtener satisfacción de su asociación con
«estrellas» o «ganadores» o con individuos exitosos e «importantes», esos que tienen poder,
experiencia profesional o influencia.
Los doses asumen a menudo el papel de animadores de estas personas y se dedican a pregonar su
causa ³. Trabajan como representantes que establecen contactos y cierran tratos para asegurar el

62
éxito continuado del individuo que les motiva y les inspira. La orientación psicológica del dos es
establecer una conexión y moverse para que ésta se produzca. Su atención está centrada hacia
afuera, no hacia dentro. El dos pasó la mayor parte de su niñez atendiendo las necesidades de otros.
En consecuencia, se formó el hábito percibido de centrarse en las necesidades de los demás, no en
las propias.
A la hora de cuidar a los demás, los doses poseen una habilidad intuitiva para leer el lenguaje
corporal, los niveles de energía y las preocupaciones e intereses de otras personas. De hecho,
algunos doses son capaces de anticipar lo que necesitas antes incluso de que tú mismo lo sepas, y
responden en consecuencia. Ésa es una de las razones por las que los doses son considerados tan
amables y atentos. Da la sensación de que siempre están pensando en tus intereses, no en los suyos.
Con razón resultan tan agradables.
De una forma muy egoísta, tendemos a que nos gusten las personas que hacen cosas por nosotros.
Esto me hace recordar una competición de atletismo en la que participaban mis hijas y que tenía
lugar en una localidad distinta a aquella en la que vivíamos. Era al aire libre y esa mañana hacía
fresco. Mientras mi mujer y yo estábamos sentados charlando con el padre de otra participante, la
esposa de éste apareció de repente con café y rosquillas para todos... ¡Qué detalle! Nos dijo que
podrían venirnos bien visto el tiempo que hacía y lo temprano de la hora. Y así era. La mujer nos
leyó el pensamiento. La capacidad de «leer el pensamiento», por así decirlo, es sin duda una
característica del dos. Yo sospecho que ella pertenecía exactamente a este tipo, tan amable y
considerada.
Los doses poseen la capacidad de asumir y descartar múltiples personalidades con la misma facilidad
con la que los demás podemos cambiarnos de ropa. Me explico: el deseo de conectarse y agradar a
los demás los convierte en algo parecido a camaleones. Esto se debe a que el dos puede conectarse
con más de una persona al mismo tiempo y, de hecho, lo hace.
En unas determinadas circunstancias puede sentirse feliz todo endomingado, formal y elegante, y a
continuación, en otra situación, adoptar un estilo campesino, casual y étnico. Los doses leen la
situación y presentan una versión de sí mismos que resulte apropiada a ella. Lo que uno puede ver
en un dos es lo que todo el mundo quiere o necesita. Suele sentirse contento de ofrecer y aprecia
la atención que eso le aporta.
Como las apariencias son tan importantes para los doses, podemos describirlos como «tipos
imagen». Les preocupa presentar la imagen correcta, dependiendo de aquellos cuyos deseos y
necesidades están siendo atendidos en un momento concreto. Puede ser necesario ofrecer un
rostro o fachada diferente para continuar recibiendo atención y aprecio. Para los doses hacer esto
no se experimenta como algo deshonesto, sino sólo apropiado para esa situación específica. La
autodefinición del dos está basada en la formación de relaciones con los demás y en estar a la altura
de sus deseos, anhelos y expectativas.

63
EXPRESIONES SALUDABLES Y NO SALUDABLES
DEL DADOR DESINTERESADO
Los doses saludables son probablemente los tipos caracterológicos menos egoístas y más altruistas
de todos los que han sido identificados. El amor que entregan es absoluto, sin condiciones⁴. No dan
para recibir ni intentan obtener atención haciendo cosas por los demás. La suya no es una
motivación por deficiencia. Más bien es positiva y básicamente referida a los demás. No existe
ningún motivo ulterior para su generosidad ni se trata de ninguna treta inconsciente para conseguir
lo que desean. El asunto de mantener una imagen tampoco entra en su consideración. Su entrega
altruista es honesta y pura, y su intención, virtuosa.
Como sucede con todos los tipos saludables, tienes más probabilidades de ver una alegría tranquila
y radiante en el rostro de un dos autoactualizado. Los doses en contacto con su esencia son capaces
de dar de forma humilde, pero autogratificante. Esta entrega se realiza libre y alegremente sin
esperar ninguna correspondencia y sin resentimiento si no reciben aprecio. La virtud es su propia
recompensa. El dador desinteresado es la personificación del amor altruista. En él captamos otro
atisbo de la Chispa de la Divinidad, el Rostro de Dios enmarcado en Amor Eterno.
Sin embargo, no se pierden a sí mismos en la entrega. Los doses actúan libre, consciente e
intencionadamente en su deseo de hacer cosas por los demás, verdaderamente por el solo hecho
de hacerlas, no para conseguir algún oscuro objetivo escondido e inconsciente.
Otros adjetivos que describen al dos son atento, detallista, de buen corazón, empático, preocupado
por los demás, sincero, misericordioso y compasivo. Todos podemos aprender a vivir de este tipo
de individuo.
En el dos enfermizo puede que observemos la misma entrega exterior, pero por dentro las
intenciones son diferentes. Los inseguros doses dan a los demás para establecer una conexión o
relación. Están buscando su «mitad mejor» para que los complete. Sin otra persona no se sienten
plenos y no pueden llegar a serlo, al menos en su pensamiento. De hecho, los doses enfermizos se
definen a sí mismos según los intereses, ocupaciones, éxitos y prestigio de otras personas. Intentan
estar «conectados» y asociados con alguien importante, rico, influyente, bien parecido o deseable
de algún otro modo. Todas estas cualidades del «otro» compensan todas las deficiencias que el dos
enfermizo cree padecer. Una relación de compromiso con alguien que probablemente les convertirá
en la persona que no son, pero que desean ser, es realmente una «relación especial», pero por
desgracia casi siempre está destinada a fracasar desde un principio⁵.
Una técnica comúnmente utilizada por los doses para establecer conexiones con los demás es la
adulación. ¿Quién no ha sido víctima de ella? Cuando los demás nos halagan, nuestros egos se
hinchan en virtud del hecho de que otra persona haya reparado en nosotros y nos haya validado
por nuestra apariencia, nuestro rendimiento o nuestra inteligencia. Esta adulación es realmente
seductora, y el dos lo sabe, ya sea de forma consciente o inconsciente. La adulación del dos, o en
realidad de cualquier otra persona, nos seduce para entablar conversación. Nos sentimos más
próximos física, emocional y psicológicamente. El adulador masajea nuestro ego, y la sensación nos
resulta agradable. Incluso puede llegarnos a gustar el masajista psicológico, sea quien sea.
Evidentemente ésa es la esperanza del dos. Sin embargo, en el centro de todo este masaje del ego

64
podemos encontrar la motivación oculta de una persona de agradar con un propósito egoísta. Quizá
los halagos sean devueltos. Puede que el adulador sea a su vez invitado. Lo más probable es que el
receptor del masaje del ego quede con una impresión favorable del zalamero dos... ¡Misión
cumplida!
Las maniobras seductoras del dos pueden a menudo alcanzar el ámbito sexual. En su esfuerzo por
enmascarar sus sentimientos de falta de valía, los doses se caracterizan por buscar el placer. Esta
búsqueda puede llegar a ser desesperada; en ese caso el sexo se convierte en un vehículo
conveniente para la autosatisfacción. El amor erótico o las expresiones físicas de ternura se
convierten en el agradable antídoto para la percepción de insuficiencia y falta de significado que
tienen de sí mismos. El placer experimentado con el sexo posee el beneficio añadido de satisfacer y
gratificar a sus compañeros sexuales. El problema es que agradar a otra persona de manera
deshonesta exige que uno renuncie a su propia dignidad.
En realidad, nadie pierde su dignidad, pues nuestra valía no es violada desde una perspectiva
superior. De todas formas, en la mente equivocada del dos se experimenta una sensación de abuso
emocional autoinfligido. Evidentemente ese sentimiento suele reprimirse, ya que la atención está
centrada en el otro que proporcionará el estímulo del ego, psicológicamente sustentador, necesario
para mantener la cordura.

En las relaciones especiales enfermizas el objetivo de las personas es conseguir que otro les pruebe
que son dignos de ser amados…, como si eso necesitara ser probado desde la perspectiva de nuestra
Fuente Divina. Establecer relaciones es una forma de calmar los miedos que tiene el ego de ser
insignificante.
En las relaciones especiales los demás son los responsables de la felicidad del individuo. Si tú reparas
en mí, me apruebas, me deseas y me aprecias, entonces estoy completo. Si no, sufro dolor mental,
me siento inseguro sobre mi identidad y mi valía como persona. Por eso, «necesito que tú me hagas
feliz». «Sin ti no soy nada.» Éstos son los pensamientos del dos engañado sobre su verdadera
identidad. Sus apegos enfermizos a los demás se manifiestan en un cierto enganche que brota de
una constante inseguridad provocada por la posibilidad de que el otro se vaya, pierda el interés o
encuentre a otro mejor. Las relaciones especiales se construyen sobre unos cimientos muy
inestables. Digamos que el importante otro «tira a la basura» al dos. Bueno, en ese caso la triste saga
se repite. El dos enfermizo busca otra relación para validarse a sí mismo. En la psique del dos
dañado, no se trata de amar realmente al otro; lo importante es probarse que merece ser amado.
Desde la perspectiva del dos sufridor, la relación se basa en «yo», no en «nosotros». El dos piensa:
«Mi vida, aburrida y carente de significado, puede verse inspirada por ti. Mi insignificancia puede
ser compensada por tu importancia. Estoy emocionado por lo especial que vas a hacer que parezca
a los demás. Tu interés por mí puede reforzar mi baja autoestima. Si los dos trabajamos como
equipo, puedo manejar mis miedos personales ante la vida. ¡Piensa en la buena imagen que vamos
a dar los dos juntos! Imagina cuánto nos van a admirar y respetar los demás. Al estar asociado
contigo, las personas se sentirán impresionadas por mí».
Sin embargo, las relaciones especiales basadas en motivaciones de deficiencia abocan al dos a
repetidos fracasos. Tan pronto como deja de cubrir las necesidades del otro, lo más probable es que

65
éste se vaya. Recuerdo cómo hace años mis amigos adolescentes y yo fuimos desarrollando unas
expectativas cada vez mayores en relación con nuestra criadita. Tenía que hacer cada vez más cosas
para recibir la misma atención. Tras los almohadones, los refrescos y las palomitas, todavía
necesitábamos más para reparar en ella. Al ser joven y no saber hacerlo mejor, ella no era capaz de
apreciar cómo la estábamos utilizando para conseguir lo que queríamos. Aparentemente estaba
dispuesta, deseosa y era capaz de servirnos en cuanto deseáramos cualquier cosa.
En los adultos, sin embargo, lo que están preparados para dar o sacrificar suele tener límites. Cuando
se alcanzan, el otro beneficiario suele haberse acostumbrado al «trato especial» y ya no le hace
efecto. Es posible que se dé por hecho que el dos siempre va a estar a nuestro servicio, que se le
trate como a un felpudo, se le ignore, abandone o deje solo, como le sucedió a nuestra criadita.
La otra persona podría también darse cuenta de que hay algo furtivo. Recuerda: la relación especial
está basada en una forma de trampa emocional. El dos ha manipulado a la otra persona para
resultarle agradable al darle lo que quería o necesitaba.
Las relaciones especiales pueden también fallar de otro modo. Por ejemplo, si por cualquier razón
la otra persona ya no aporta la seguridad que el dos necesita, la relación se acaba. Es posible que el
ganador se haya transformado en un perdedor, o que el famoso ya no lo sea. Fue atractivo, pero
ahora ya no resulta interesante. Incluso cuando una relación va temporalmente bien, siempre existe
el miedo inconsciente de que podría terminarse pronto.
Porque para el dos disfuncional probablemente no es buena desde el principio, dada la
insignificancia que percibe en sí mismo. El pensamiento turbador se agazapa en el fondo de la mente
diciendo que «cualquier individuo que pudiera quererme a mí probablemente no merece ser
querido». La arraigada inseguridad podría sabotear una relación incipiente muy deprisa, aunque de
todas maneras habría tenido una base deshonesta.
Las relaciones especiales destructivas están basadas en el principio de dar para recibir. Si yo obtengo
consuelo psicológico de ti y tú estás ocupado aceptando favores o consiguiendo placer físico de mí,
entonces ambos estamos robando algo al otro. Yo quiero lo que tú tienes, y tú quieres lo que yo
tengo. Tú te has convertido en un tomador de mí y yo me he convertido en un tomador de ti.
Ayn Rand, el filósofo procapitalista del siglo XX, probablemente aceptaría este tipo de relación
siempre y cuando estuviera basada en un acuerdo de «comercio justo». Supongo que, en principio,
puede haber una toma y daca justo por ambas partes. Sin embargo, cuando tú ya no posees los
productos existenciales, los bienes o los servicios que yo requiero, se acaba la relación (comercial),
ya sea disuelta mutuamente de forma amistosa o con amargura y resentimiento dado el
desequilibrio comercial emocional y todo lo que uno de nosotros hizo por el otro. Nuestro acuerdo
de comercio justo quizá no resultó tan justo, a fin de cuentas.
Considerar las relaciones especiales como ideales supone acabar con el concepto de compromiso
de por vida, matrimonio convencional y unión espiritual. Aceptar este concepto es estar de acuerdo
con la instrumentalización egoísta en infinitos acuerdos rotos. ¿Qué contrato basado en un
autointerés perverso puede durar para siempre? Al final las relaciones amorosas especiales no son
tan especiales. Qué tristes son las agencias matrimoniales y los programas de contactos en
televisión en los que aparecen hombres y mujeres solteros enumerando lo que quieren en su

66
próximo compañero. «Tiene que ser esto o lo otro. Tiene que tener dinero, sentido del humor o una
profesión concreta.»
Todo el mundo parece saber con antelación lo que desea de la otra persona. Sólo aquellos con un
perfil personal y psicológico aceptable pueden presentarse para la relación especial que se busca.
Los aspirantes a la relación saben también lo que quieren de sus «proveedores de relación especial».
Los que se implican en una economía de mercado emocional deben ser conscientes de que no existe
la lealtad incondicional al proveedor de afecto, sea quien sea. Cuando el aspirante siente que no se
cubren sus necesidades, sencillamente desaparece. Lo que el ego egoísta ha unido, sin duda el
destino lo separará.
Al no saber quiénes son en esencia, los doses enfermizos se forman una autoimagen idealizada
basada en las conexiones y afiliaciones que han hecho ⁶. Pasan el tiempo intentando formar una
imagen de un ser ideal en lugar de trabajar sobre su yo real. Por desgracia, la fabricación y el
mantenimiento de una autoimagen idealizada puede requerir la expresión de un amor y una
autosatisfacción falsos. Ser visto como deseable o interesante, por ejemplo, puede exigir «posar» y
expresar los sentimientos sin autenticidad. Las expresiones verdaderas de emoción podrían poner
en peligro la situación. Atender las necesidades de otros para mantener una relación puede también
exigir reprimir o negar los sentimientos propios, que podrían interferir, por ejemplo, con la
autoimagen idealizada de «perfecta anfitriona».
Siempre debe mantenerse una imagen de positividad, con independencia de cualquier sentimiento
negativo que se pudiera tener. Todo este autoengaño, negación y falta de autenticidad ahoga al
individuo en un mar de mala fe digno de Sartre. En este caso el fingimiento constituye un acto de
violencia psicológica contra uno mismo.
Evidentemente las personas no suelen desear dirigir la violencia contra sí mismas. Así que es el
momento apropiado de que haga su aparición el ego. Cuando los doses alcanzan su punto de ruptura
—es decir, el momento en el que no soportan su entrega total a los demás o cuando sus esfuerzos
incansables han pasado inadvertidos e inapreciados—, su ego emprende furiosos ataques
emocionales contra los ingratos, aquellos que no han correspondido de forma adecuada a una
atención tan «amorosa».
Por ejemplo, no es infrecuente observar a doses en despliegues histriónicos. Cuando están
extremadamente desesperados y frustrados, pueden sorprender a los demás con un
comportamiento furioso y agresivo. Para aquellos que conocen a estos ayudantes tan atentos,
semejante comportamiento supone un choque. Las demostraciones histriónicas emocionales
pueden incluir desmayos o tentativas fingidas de suicidio. Acciones semejantes exigen una atención
inmediata; provocan una sensación de culpa y están diseñadas para coaccionar a los demás a que
les den lo que desean. El dador desinteresado utilizará cualquier forma de expresión emocional
escandalosa para conseguir que se cubran sus necesidades, por muy irracional que sea. Razonar con
los doses enfermizos no siempre resulta productivo. Al ser tipos sensibles, con frecuencia son
antiintelectuales, por lo que el peso de la razón ejerce poco poder de persuasión sobre ellos⁷.
Para resumir la percepción psicológica del mundo que tiene el dos podemos decir que las
variaciones no saludables de este tipo tienden a centrarse en los demás buscando la validación a
través del autosacrificio y el servicio a ellos. Creen que el afecto debe ganarse, y que dedicarse

67
tiempo a uno mismo es egoísta. Se supone que las per sonas buenas no tienen necesidades, sino
que, más bien, deben atender las de los demás. Por eso los doses se convierten frecuentemente en
rescatadores y gravitan hacia los necesitados que se cruzan en su vida. Al consagrarse a ellos se
vuelven importantes, quizá incluso indispensables.
Los doses pueden también adoptar la estrategia de unirse a personas imponentes con la esperanza
de convertirse ellos también en imponentes. Se convierten en los organizadores y representantes
entre bambalinas. Evidentemente su estrategia consiste en dar para recibir y es muy manipuladora,
incluso en el caso de que el dos no sea consciente de las motivaciones subyacentes de sus actos.
Esto nos recuerda una aseveración que hicimos al principio del libro: que no somos siempre
honestos acerca de las verdaderas motivaciones de nuestra vida; a veces, incluso, ni siquiera somos
conscientes de ellas. Este autoengaño puede tener unas consecuencias emocionales y psicológicas
devastadoras.

SOMBRA PERSONAL

Lo que podría suponer un choque para los doses psicológicamente inseguros es la idea de que sus
desesperados intentos por conectar con los demás o por ayudarlos están basados en el orgullo. Éste
es su primer problema de sombra y necesitan resolverlo. Muchas veces pensamos en el orgullo
como algo que emana de individuos jactanciosos, arrogantes o evidentemente centrados en sí
mismos. El dos típico no parece ser así en absoluto, al menos por fuera. ¿Cómo puede ser jactancioso
alguien que está siempre «en segundo plano»? ¿Cómo puede el organizador de la exitosa carrera
de otro estar centrado en sí mismo? Es evidente que ayudar al necesitado no puede ser considerado
egoísta, ¿cómo iba a serlo?
Para responder a estas cuestiones, recuerda que los doses necesitan ser necesitados. Si tú o yo, o
cualquier otra persona, no podemos vivir sin los servicios de un dos, éste se convierte en importante
para nosotros. El dos experimenta autosatisfacción al saber que se ha convertido en indispensable
y que no podemos pasar sin él.
Para ilustrar este concepto pensemos en los padres que miman en exceso a sus hijos y les dan todo
lo que desean, incluso cuando ya son adultos. Inconscientemente algunos padres doses hacen esto
para impedir que el niño desarrolle una responsabilidad e independencia personales. Si el niño, ya
un adulto, no aprende jamás a vivir por su cuenta, si la mamá o el papá «helicóptero» le protegen a
cada vuelta de la esquina, el progenitor cuidador se asegura de que su retoño requerirá siempre su
ayuda. Traducción: El progenitor dos seguirá siendo importante e indispensable. Puede que incluso
los parientes y vecinos le alaben y admiren por la inagotable generosidad que exhibe hacia sus hijos.
En este caso la motivación que se esconde tras la generosidad no es necesariamente tan bonita.
Evidentemente las motivaciones basadas en el orgullo no son exclusivas de las relaciones familiares.
También las encontramos en el comportamiento en el trabajo o en la organización de voluntarios
que exhibe el dos desde un segundo plano. Si unas personas exitosas e importantes han llegado a
depender de él, entonces es que debe tratarse de un individuo impresionante. Mediante la entrega
generosa de su tiempo, su energía y sus recursos recibe a menudo alabanzas y reconocimientos de

68
otros que no son tan atentos y altruistas como él. El dador desinteresado puede parecer casi santo
por sus enormes sacrificios por los demás. La mayoría de nosotros somos «demasiado egoístas»
para hacer lo que el dos está dispuesto a hacer. De ahí se puede deducir que tiene que
ser moralmente superior o mejor que nosotros, una idea que permite que su orgullo crezca todavía
más.
Por último, el orgullo del dos puede proceder de saber que posee el poder para manipular a otras
personas y conseguir gustarles y que le presten atención, con lo que le dan todo lo que necesita.
Tiene que ser una diversión perversa, por ejemplo, felicitar de forma poco sincera a alguien o
simular preocupación cuando lo que se pretende es lograr la atención y el aprecio para construir
autoestima.

El orgullo va delante de la destrucción, y un espíritu altivo delante de una caída.


Proverbios

Paradójicamente lo que enorgullece al dos es exactamente lo mismo que provoca su turbación


mental. Ellos saben muchas veces que gustan al resto de la gente; y así es como debe ser. Han
manipulado los afectos de los demás por sus propios y escondidos propósitos. Los demás han sido
engañados para que les agrade el dos. Pero ¿qué sucede si se interrumpe la manipulación? ¿Qué
sucede si el dos ya no da o si está demasiado cansado para seguir dando?
Su miedo es que le retiren el afecto y la atención. Por eso, para ser aceptado y amado, o percibido
y admirado, debe convertirse en alguien que da siempre y nunca deja de hacerlo.
Por eso los doses crean las circunstancias de su propia defunción psicológica. Se convierten en
emocionalmente codependientes de otros que han sido manipulados para que los primeros les
agraden o para hacerse dependientes de ellos.
La autoaceptación de los doses depende de que los demás los acepten. El problema es que esa
aceptación se ha generado de forma deshonesta. Por eso el afecto que les muestran es reconocido
por el dador desinteresado como algo obtenido de manera inmerecida, basado en motivaciones
egocéntricas demasiado bochornosas como para ser admitidas. Cada vez que alguien felicita al dos,
éste debe de sentir un desagradable dejo de culpa, puesto que ha manipulado a esa persona para
que le ofrezca el cumplido. La ambivalencia emocional que siente ante las alabanzas tiene que ser
psicológicamente atormentadora. Está claro que hace falta tener una mente enfermiza para sentirse
atormentado por los halagos.
El dos no saludable piensa: «Necesito los cumplidos que recibo para sobrevivir. El problema es que
esos mismos cumplidos son el resultado de mis engaños secretamente motivados, por lo que
carecen de valor. Mi propósito psicológico es, por tanto, estar constantemente intentando
conseguir algo que deseo y que, en último término, no tiene ningún valor». Éste es el pensamiento
desordenado de una personalidad conducida por el ego.
Por lo que se refiere a las relaciones, los doses producen una situación de doble vínculo provocada
por su propia inseguridad. Hasta cierto punto creen que vivir según la agenda de otra persona puede

69
hacer que se pierdan a sí mismos. Por otro lado, si deciden vivir sus propias vidas, creen que podrían
perder a la otra persona. Esta disyuntiva distorsiona la verdad y simplifica las cosas en exceso de un
modo tan dicotómico que perpetúa la turbación mental del dos.
Por lógica el dos es presa de la falacia del excluido término medio. Sin duda existen medios de
atender a los demás sin traicionarse a uno mismo. Hay otras posibilidades intermedias. El miedo de
que buscar la propia felicidad provoque necesariamente el abandono y el aislamiento es irracional
y entra dentro de lo que los terapeutas cognitivo-conductuales denominan catastrofización.

RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS PARA FAVORECER


LA HIGIENE PSICOLÓGICA Y ENCONTRAR LA PAZ INTERIOR

Como sucede con todos los tipos caracterológicos, lo primero que tiene que hacer el dos es
reconocer los problemas que le provoca su ego psicológico. No es posible cambiar algo que no se
reconoce. Hacerlo es algo que resulta doloroso para la mayoría de la gente, pero para el dos es
especialmente difícil. Es un tipo sensible y con menos resistencia emocional comparado con algunos
otros caracteres más cerebrales o instintivos en sus respuestas ante la vida. Cualquier dolor que
experimente al descubrir su sombra le resultará sin duda más sentido y posiblemente incluso
aterrador. Recuerda que el viaje hacia el autoconocimiento no es siempre alegre. Requiere coraje y
determinación.
En el proceso de curación descubrimos cosas sobre nosotros mismos que desearíamos que no
fueran ciertas, pero a menos que afrontemos el lado oscuro de nuestra personalidad no podrá
producirse ningún cambio duradero. El dos necesita darse cuenta de esto, como nos sucede a todos
los demás.
Otra cosa que tienen que hacer los dadores desinteresados es aceptar su necesidad. A la larga vivir
la vida «colgados de alguien» no va a hacer que nadie se encariñe con ellos. Si alguna vez te has
topado con personas necesitadas o pegajosas sabrás lo difícil que resulta estar plenamente centrado
en ellas. Imagina a dos doses necesitados intentando manipularse entre sí para conseguir la atención
y aprobación del otro... Un espectáculo poco agradable.
En cualquier caso, por lo que respecta a los doses, muchas comunicaciones parecen tener la
intención de cubrir las necesidades del «colgado» y no de establecer una relación recíproca honesta
y transparente, plena de significado. Está claro que admitir que están necesitados resulta demasiado
embarazoso para la mayoría de ellos. Es tanto como aceptar el hecho de que están solos, que
carecen de valor y que son deficientes, unos temores insoportables. Si admitir este hecho resulta
demasiado difícil, entonces quizá sea mejor empezar por el lado orgulloso de la necesidad.
El orgullo está, en cierto modo, menos estigmatizado y tiene un estatus más positivo en la jerarquía
de las deficiencias morales humanas. Si hay orgullo, se supone que uno debe tener un motivo para
sentirse orgulloso. Tiene que existir algún logro o mérito en el que se ha invertido mucho ego. Para
el dos el orgullo procede de su unión con otros o de su identificación con ellos. La triste realidad es
que eligen identificarse con otros y vivir en su lugar a través de sus experiencias como una especie

70
de animadores existenciales. Los sentimientos positivos resultantes derivan por tanto de lo que
podríamos describir como una existencia parásita. Ésta es la parte horrible. No tiene nada de malo
ayudar a los demás y celebrar sus logros. Sin embargo, cuando la propia definición de una persona
se forma alrededor de la vida de otra, se produce una codependencia y una inseguridad que no
acaba jamás. No podemos controlar la vida de los demás ni obligarles a que simpaticen con nosotros,
a que nos alaben, nos necesiten o nos quieran. Basar nuestra propia vida en la esperanza de que lo
hagan es abonar el terreno de una mente atribulada. Y eso nos convierte en los arquitectos de
nuestra propia desdicha.
Los doses necesitan aceptarse a sí mismos. Cuando lo hagan, los demás también los aceptarán. Para
sanar y permanecer sanos, los doses deben preocuparse menos por lo que los demás piensen de
ellos. Esto no implica desarrollar una actitud de «me importa un rábano», sino más bien dejar de
obsesionarse con lo que los demás puedan percibir u opinar.
El examen de lo que dijo en el pasado la actriz Sally Field ofrece esperanza al dos atribulado, la
persona que no sólo está necesitada sino desesperada por conseguir la aprobación de los demás.
Resulta extremadamente significativo, en mi opinión, que se haya dado tanta importancia al
discurso de aceptación que pronunció Sally Field en la gala de los premios Oscar de 1985. A juzgar
por las múltiples referencias que se han hecho de él en series de televisión y programas de noche,
su preocupación psicológica por ser aceptada les resultó familiar a millones de personas.
En la ceremonia, lo que dijo Sally Field fue: «No he tenido una carrera ortodoxa y lo que más he
deseado es tener vuestro respeto. La primera vez no lo sentí, pero esta vez sí lo siento y no puedo
negar el hecho de que os gusto, de que ahora mismo os gusto».
Por desgracia para Sally Field, esas palabras la convirtieron en blanco de burlas durante años.
Admitir públicamente que uno necesita gustar y ser respetado es, según muchas personas, de lo
más patético. Al investigar en las palabras concretas de su discurso, sin embargo, he encontrado
algunas citas interesantes de la actriz que ofrecen esperanza a otros doses inseguros.
En una fecha posterior y en otro lugar, Sally Field dijo: «Me educaron para que sintiera lo que otro
deseaba que yo fuera y a ser ese tipo de persona. Me ha llevado mucho tiempo no juzgarme a mí
misma a través de los ojos de otro».
Está claro que esta declaración refleja un crecimiento. Además, parece que la actriz también ha
trabajado para librarse de su idealizada autoimagen como ganadora de un Oscar. Se sabe que ha
dicho: «En realidad nunca tengo en cuenta ninguna imagen que otro tenga de mí. Eso es como luchar
contra los fantasmas».
Da la impresión de que estar a la altura de su imagen de Hollywood ya no tiene tanta importancia
en su vida, aunque, siendo una dos, sigue estando preocupada por su imagen. Permíteme sugerir
que estas dos últimas citas están preñadas de significado psicológico y sirven de prueba de hasta
dónde puede ir una persona con respecto a su confianza y salud psicológica. Sally, en un tiempo
muy insegura y blanco de burlas públicas, es hoy un modelo para los tipos disfuncionales
preocupados por su imagen que intentan con todas sus fuerzas impresionar al mundo. Parece que
se ha aceptado y que se comunica desde un lugar que es auténticamente ella. Sabe que, en esencia,
no es su imagen de Hollywood.

71
En esta digna autenticidad es donde se gana nuestro respeto. ¡Felicidades, Sally! Gracias por
convertirte en nuestra maestra. No sólo nos has entretenido en el pasado y sigues captando nuestra
atención con tus actuales proyectos profesionales, sino que ahora nos ofreces una esperanza de
futuro. ¡Por eso nos gustas de verdad!
Los doses deben dejar de atender compulsivamente a los necesitados. No hay nada malo en ayudar
a los que padecen necesidades. De hecho, muchas personas humanitarias y de fe creen que tienen
la responsabilidad de hacerlo. El problema surge cuando la necesidad de ayudar es incontrolable o
compulsiva. Cuando esto sucede, de lo que se trata no es de ayudar a los demás sino de ayudarse a
uno mismo por desesperación.
Supongo que podríamos denominarlo entrega patológica. Para superar esta compulsión, los doses
tienen que reconocer algo que ya aprendimos con anterioridad: la percepción es la proyección. Lo
que perciben los doses, incluyendo las necesidades de los demás, es una proyección de su propio
estado mental.
La realidad de los doses, como la de todo el mundo, es una construcción de esa mente. Lo que
debemos preguntarnos es, por tanto, ¿qué se le revela al dos acerca de su condición actual que esté
reflejado por las percepciones que tienen del otro herido o necesitado? La persona embriagada del
portal puede ser vista como un zángano o como una víctima de las circunstancias sociales. Aquellos
que eligen la primera opción tienen un esquema mental diferente de los que, como el dos, tienen
más probabilidades de elegir la segunda. La tarea que deben realizar los doses es examinar todos
los demás pensamientos y percepciones que acompañan a la vista de una víctima para descubrir lo
que sucede en su interior.
El dos debe preguntarse: «¿Qué es lo que me dice mi percepción del individuo en apuros sobre mí
mismo?». De ese modo la percepción de los necesitados le ofrece la oportunidad de aprender algo
sobre sí mismo. Conductualmente parece que los doses ayudan a menudo a las personas afligidas
porque perciben necesidad en sí mismos.
Hacen por los demás lo que les gustaría que los demás hicieran por ellos, una ligera variación de la
Regla de Oro. La Regla de Oro tiene una base moral; el comportamiento rescatador del dos, por el
contrario, tiene una función de supervivencia psicológica.
Los doses pueden beneficiarse de trabajar las formas de autoexpresión. A lo largo de su vida muchos
han centrado su atención casi exclusivamente en los demás, abandonándose a sí mismos.
Al intentar obtener el respeto de los otros, lo que en realidad han hecho ha sido faltarse al respeto
a sí mismos. Aprender a hacer cosas por uno mismo no es una cosa egoísta sino necesaria. Si uno
desea ser un dador de un modo honesto y sincero debe dar desde la abundancia y la seguridad, no
desde la deficiencia y la neurosis. Hay un cliché cuyo significado suele distorsionarse, pero que de
todas maneras merece que lo repitamos aquí: No es posible amar a los demás a menos que primero
nos amemos a nosotros mismos.
Yo creo que las normas de seguridad de las líneas aéreas pueden constituir una buena metáfora de
vida para explicar lo que queremos decir. En cualquier compañía las instrucciones de seguridad no
dicen que, en caso de emergencia, le pongas primero la máscara de oxígeno a tu hijo, sino que
primero te la pongas tú, antes de ayudar a otros. En principio esto puede parecer contrario a la
intuición. Lo que queremos destacar es que si no cuidas primero de ti mismo no podrás atender

72
correctamente las necesidades de tu hijo. Ponerle primero la máscara al niño indefenso puede
parecer heroico y altruista, pero en realidad lo que podría significar es que tú, el adulto,
no sobrevivas y por ello seas incapaz de ayudar al niño a escapar saltando por la rampa hinchable
cuando el avión en llamas haya aterrizado (perdón por la dramatización). Por el bien de ambos es
muy recomendable asegurar la propia supervivencia antes de empezar a responsabilizarse de la de
los demás. De este modo es más probable que todo el mundo sobreviva y nadie deba ser sacrificado
en beneficio del otro. La elección no es o-o, sino ambos.
La lección que deben aprender los doses, por tanto, es que tienen que hacer cosas como desarrollar
aficiones o cultivar aficiones que no supongan atender a las necesidades de otros, sino que sirvan
para desarrollar su propia creatividad y autoexpresión. Piensa que al producir objetos de
autoexpresión creativa y disfrutar con sus esfuerzos y logros los doses pueden compartirse con el
mundo de una forma más saludable. Ya no dan de forma manipuladora, sino reflejando una
verdadera generosidad y autosatisfacción por ser capaces de contribuir con los demás y con el
mundo de forma genuinamente autodeterminada y autodefinida. Si eres un dos que necesita dar,
entonces dale al mundo lo mejor que tienes convirtiéndote en el mejor individuo que puedas llegar
a ser. Viviendo la vida de otra persona no es como lo consigues.
Por último, es importante para los doses que recuerden su verdadera identidad espiritual. La fuente
del amor que el dos busca es una expresión del Amor Divino, que no puede ser condicionado,
retenido o disminuido⁸. Este amor no es como un artículo de consumo que pueda ser ganado o
perdido, obtenido o decomisado, pues en su expresión más auténtica no es en absoluto una función
del ego psicológico. Sorprendentemente el Amor Esencial ni siquiera es un sentimiento o una
emoción como tal. Los sentimientos de amor pueden reflejar una presencia ontológica más
profunda en nosotros, pero el Amor Esencial supera las palabras y las explicaciones. No
conoce fronteras ni grados de separación. No es algo que pertenezca a la realidad dual del ego, por
lo que no es un objeto de conocimiento psicológico. De hecho, la consciencia de la presencia de este
Amor está bloqueada por los hábitos y las falsas creencias de nuestra personalidad⁹. No podemos
obligarnos a querer a otras personas; lo que sí podemos intentar es sencillamente reconocer la
presencia del amor en nosotros mismos y en los demás. Los milagros vienen después.

Nadie puede pedir a otro que se cure. Pero sí puede dejarse curar a sí mismo y ofrecer así al otro lo
que él ha recibido.
Un curso de milagros

73
6
La dinámica del ego en el carácter.
Tipo tres: la estrella
Puede que no haya nada peor que llegar a lo alto de la escalera y descubrir que estás en la pared
equivocada.
Joseph Campbell

LA ESENCIA PERDIDA

LA CONTEMPLACIÓN DE UN BEBÉ juguetón es algo que probablemente hará sonreír incluso a la


persona más amargada del mundo. En parte se debe a que en los niños pequeños encontramos una
transparencia maravillosa y honesta que nos caldea el corazón. Los niños sólo quieren ser niños.
Sencillamente lo son. Viven en un ahora eterno con poco sentido del ayer o del mañana. Los bebés
no hacen planes para el futuro ni se arrepienten de cosas de su pasado. No están preocupados por
el año próximo ni se sienten culpables por lo que hicieron el pasado. Esa etapa en la que el niño
empieza a andar es una época en la que un día es como una eternidad: «Papá no va a volver nunca
a casa del trabajo» ..., o eso es lo que parece.
A diferencia del mundo adulto, en el que todos corren de un lado para otro para ganarse la vida y
probarse ante los demás, los niños pequeños no se preguntan a sí mismos lo que intentan ser de
mayores. Esto me recuerda mi propia experiencia con mi hijo. Recuerdo que, cuando tenía tres o
cuatro años, le pregunté qué o quién quería ser de mayor. Su respuesta me sorprendió: «Michael».
Está claro que la verdad fluye de la boca de los niños.
Papá, por supuesto, en un momento de irreflexiva locura del ego, estaba representando a su hijo en
términos de su futuro papel u ocupación, anticipando eso como su identidad. Por el contrario, mi
hijo, en su inocencia infantil, se veía a sí mismo siendo esencialmente la misma persona a lo largo
de toda su vida. Él experimentaba la vida en el presente como alguien que simplemente es, o era
por aquel entonces, y como alguien que existe en tiempo real, no según unas posibilidades futuras
imaginadas. En la primera infancia los niños están más próximos a su esencia que muchos adultos.
Papá, por supuesto, en un momento de irreflexiva locura del ego, estaba representando a su hijo en
términos de su futuro papel u ocupación, anticipando eso como su identidad. Por el contrario, mi
hijo, en su inocencia infantil, se veía a sí mismo siendo esencialmente la misma persona a lo largo
de toda su vida.
Él experimentaba la vida en el presente como alguien que simplemente es, o era por aquel entonces,
y como alguien que existe en tiempo real, no según unas posibilidades futuras imaginadas. En la
primera infancia los niños están más próximos a su esencia que muchos adultos.

74
Preguntas como la mía suelen plantearse por el anhelo de descubrir los intereses o inclinaciones de
nuestros hijos. Muchos padres disfrutan observando a sus retoños prosperar a su forma única y
particular y aceptan gustosos la responsabilidad de crear un entorno protector y propicio a su
alrededor. Podemos proporcionarles apoyo emocional, material y físico siempre que sea necesario,
y en esas ocasiones en las que se superan los obstáculos del desarrollo, el aplauso fluye con rapidez
y se ofrece con generosidad. Por desgracia, y a pesar de que las intenciones de los amorosos padres
son las mejores, a veces los niños pequeños malinterpretan la alabanza y el apoyo que reciben.
Correcta o incorrectamente, en las mentes de algunos jóvenes surge la creencia de que suelen
ser ignorados a menos que hagan algo especialmente bien, que consigan algo propio de chicos de
más edad o que hagan una actuación mejor que los demás. En esos momentos de logro se
convierten en «alguien» merecedor de atención, mientras que antes de eso se sentían como un
«don nadie» insignificante e ignorado.
Recuerda que no es culpa de nadie. Los padres pueden haber sido unas personas magníficas que
educaron a sus hijos lo mejor que pudieron. Sus intenciones pueden haber sido honorables y no
tener nada que ver con vivir sus propios sueños y aspiraciones frustradas a través de sus hijos,
aunque esto puede suceder y, en ocasiones, sucede. Los padres pueden sencillamente haber
intentado favorecer autoconceptos saludables y una autoestima positiva en sus hijos.
A la luz de lo ya tratado en este libro, semejantes objetivos de la educación deberían ser
reconsiderados. En cualquier caso, mamá y papá pueden haber tenido en mente todo el rato lo
mejor para el chico, no para ellos mismos. El niño era el que recibía todas las buenas intenciones de
mamá y papá.
Sin embargo, en el egocentrismo cognitivo, la inmadurez y la inexperiencia de la juventud, es posible
que el niño haya visto unas circunstancias tan idílicas de forma diferente y haya resultado herido
espiritualmente. Puede que haya llegado a pensar que la validación sólo viene con la actuación. «Mi
valor como ser humano depende de mis logros.» «Mis padres sólo me quieren cuando lo hago mejor
que los demás.»
En situaciones de crianza poco saludables el tema puede degenerar aún más. Los padres o tutores
en cuestión pueden estar intentando criar «niños trofeo» para brillar ellos mismos y elevar su
autoestima a través de los logros de su progenie. En ese caso los niños son realmente victimizados.
Se convierten en prendas de los juegos neuróticos de otras personas que tienen poder y control
sobre ellos. Cada tarde podemos ver ejemplos enfermizos de esta situación en esos programas de
la televisión en los que aparecen padres que llegan a extremos increíbles para conseguir que sus
hijos participen en películas de Hollywood o que visten y maquillan a sus hijas de forma inapropiada
para su edad para que puedan competir en un concurso de belleza y talento infantil. Los padres de
atletas son, en ocasiones, no menos acosadores. Piensa en la típica madre insoportable del fútbol
cuyo hijo juega al nivel de la más competitiva de las estrellas. Su hijo podría ser mucho mejor con
un entrenador diferente o si sus compañeros de equipo le apoyaran más sobre el terreno de juego.
Cualquier juego mediocre por parte de su pequeño atleta podría achacarse a fallos de los otros, o
eso es lo que mamá nos quiere hacer creer. «Mi chico está tan avanzado y es tanto mejor que el
resto...» «Y yo también, por cierto», piensa mamá en una reacción defensiva ante su propia
inseguridad o desprecio de sí misma. Qué triste para la madre. Qué nefasto para el niño.

75
En sus esfuerzos por agradar a sus padres, los treses empiezan gradualmente a perder el contacto
con la inocencia y la transparencia infantil. La vida ya no es para ser vivida sino para ser actuada. Los
niños comienzan a olvidarse de que son seres humanos y empiezan a verse a sí mismos como
hacedores humanos. El valor del niño tres comienza a girar en torno a las últimas notas o a la calidad
del juego en el partido anterior.
Su autoestima puede llegar a depender de la última posición obtenida en el concurso de oradores
o del reconocimiento que le otorgan otros por su actuación dramática o musical en el colegio.
Cuando la vida depende más del rendimiento que de vivir realmente y experimentar el momento,
la cualidad esencial de la autenticidad comienza a desvanecerse en la distancia.
La vida depende menos de ser auténtico y más de representar ante la multitud para obtener su
alabanza y adulación. Sin ellos, acecha el temor de que uno no es nada.

PERCEPCION PSICOLOGICA DEL MUNDO


Y ESTRATEGIAS COMPENSADORAS

Con independencia de que mamá y papá fueran amorosos y psicológicamente sanos o


disfuncionalmente inseguros y egoístas, los treses comienzan su vida internalizando de forma
subconsciente las expectativas de los adultos cuidadores de su entorno. A menudo están muy
vinculados emocionalmente con la persona que desempeñó el papel principal de «cuidador» de la
familia ¹. Este cuidador, dependiendo de su estado de salud psicológica, puede haber enseñado
consciente o, quizá, inconsciente e inintencionadamente al niño tres a representar el papel de
«héroe familiar» o «estrella de la familia».
Como consecuencia de todas las alabanzas y el apoyo recibidos por desempeñar estos papeles, el
niño tres sigue con el programa. Si posee talento y habilidad naturales, tiene muchas oportunidades
de brillar. Necesitará esforzarse relativamente poco. Por eso el niño tres dotado encuentra una
forma fácil de hacer que «mamá y papá estén conmigo, se percaten de mi presencia y me concedan
la atención que anhelo».
La experiencia emocional entre el niño estrella y la figura cuidadora codependiente puede llegar a
ser emocionalmente incestuosa. Algunos podrían describirla como adictiva. Los grandes logros
experimentados son como orgasmos emocionales, un puro éxtasis. El niño y el progenitor pueden
aprender a amar las subidas de adrenalina, las celebraciones, las expectativas de gloria, el espíritu
competitivo y demás.
Toda esta excitación emocional sirve para distraer la atención del hecho de que el Verdadero Yo se
ha perdido entre las competiciones y los logros. Al final a nuestra Fuente Divina no le importa si el
pequeño Juanito o la pequeña María lograron una carrera completa en el béisbol o consiguieron
marcar tres goles en el último partido. La búsqueda de la gloria personal para el ego es, desde una
perspectiva espiritual, poco más que un pasatiempo trivial.
Por desgracia, las consecuencias psicológicas negativas de buscar el reconocimiento no son tan
triviales. Nuestros egos hinchados no desean que nos demos cuenta de ello. Siempre y cuando
creamos incorrectamente que nuestra valía personal se basa en nuestro rendimiento, el ego está

76
en lo suyo. Pero recuerda que el ego es un agente doble que nos ayuda a conseguir lo que creemos
que queremos, incluso aunque, en último término, lo que queremos nos vaya a hacer daño o a
alejarnos de la verdad de lo que realmente somos. A este respecto piensa en cómo la terapia de la
realidad convencional está diseñada para ayudar a las personas a conseguir la satisfacción de sus
deseos. Eso no siempre resulta sensato. Daremos más detalles en el último capítulo.

Feliz es aquel que obtiene lo que desea, siempre y cuando nada de lo que desea sea moralmente
inadecuado. Anónimo.
La verdad en ti permanece, radiante como una estrella, pura como la luz, inocente como el amor
mismo.
Un curso de milagros

A medida que cualquier individuo crece, la necesidad de impresionar pasa del progenitor o
progenitores al otro generalizado². La estrategia del ego consiste en demostrar la propia valía por
medio de una puesta en práctica activa de la autoimagen idealizada. Al llegar a la adolescencia, el
niño ha aprendido lo que significa tener éxito y que los demás te perciban de ese modo. La
experiencia del éxito conduce a una búsqueda vigorosa del logro según lo define la sociedad en la
que esta persona vive
La identidad se vincula de manera inextricable con la imagen que «vende». Los treses se esfuerzan
por ser lo que los demás quieren que sean y quienes los demás desearían ser. En su esfuerzo por
lograrlo a menudo
consiguen el éxito en muchas áreas de la vida. Bien vestidos, con buenos modales y atractivos, se
convierten en estrellas prometedoras, miembros de la Asociación de Jóvenes Presidentes o
admirados dirigentes de su comunidad. La gente tiene una buena opinión de ellos debido a su
comportamiento amable y a sus logros personales³. Los treses representan la personificación de las
cualidades socialmente valoradas. Ascienden hasta los niveles superiores de la empresa o la
organización. Con frecuencia son los que conducen coches elegantes y llevan ropa de marca
diseñada para impresionar a los demás con su estatus. Son los socialmente ambiciosos, los que
están constantemente haciendo esfuerzos para establecer contactos, para dar sus tarjetas de la
empresa o personales y para entablar relaciones para posibles proyectos futuros⁴.
Podemos verlos «resolviendo» o «trabajando en sí mismos» en interminables programas de
desarrollo personal. Desean ser lo mejor posible, al menos según la definición que el ego hace de
ellos mismos. Las madres se convierten en «supermamás» y los padres, en «superpapás» o
«superhombres», y llegan a los últimos extremos para abastecer con abundancia a la familia
mientras consiguen brillar en todos sus empeños y, al mismo tiempo, estar físicamente en forma y
con buen aspecto. La energía del tres es enorme y sus logros son a menudo monumentales. Como
ejemplos reconocibles de treses podemos citar a los presidentes de Estados Unidos Bill Clinton y
Barack Obama y al gurú de la autoayuda Tony Robbins.
Los tres personifican lo que muchos de nosotros desearíamos ser. Son ejemplos vivientes del «sueño
americano». Son ricos y famosos…Ojalá nosotros pudiéramos serlo también.

77
Para el tres tiene que resultar absolutamente embriagadora la sensación de pensar que los demás
«sueñan con ser como yo o con estar en mi pellejo». ¡La autovalidación no es mucho mejor! La
cuestión es qué Yo es el que está siendo validado: el Yo Verdadero o el Yo Falso, el que manifiesta
lo Divino o el que es una ilusión fabricada por el ego.

Ten cuidado con todas las iniciativas que exijan ropa nueva.
Henry David Thoreau
Una imagen general de los treses revela que son muy activos y enérgicos a la hora de luchar por sus
objetivos. A menudo son socialmente competentes y personas para las que la imagen y el estatus
tienen una gran importancia.
Para ellos es fundamental dar siempre la impresión de éxito, sea cual fuere la verdadera realidad.
La imagen lo es todo. Los treses están deseosos de competir con agresividad y luchar por lo que
desean siempre y cuando las victorias y las adquisiciones sean necesarias para su autodefinición, al
menos en su propia mente.
Son individuos trabajadores que desean hacer del mundo un lugar más eficiente y productivo⁵.
Ayudan a conseguir que las cosas sucedan y actúan como brillantes líderes de empresas privadas,
organizaciones comunitarias e instituciones públicas y educativas. Están centrados y se guían por
objetivos; suelen inclinarse por funciones relacionadas con las ventas y la mercadotecnia.
Los treses son «bienaventurados» porque personifican los valores del mundo occidental
corporativo. La estructura de su carácter les permite generar confianza de forma total, o, si no total,
al menos mucho más que otros tipos que trataremos más adelante. La actual locura mercantil de la
«autopromoción» fue hecha para el tres., y probablemente por el tres.
Mediante esta técnica los treses pueden pregonar al mundo sus logros personales. Pueden anunciar
su imagen.
La autopromoción es como un niño que grita: «¡Mírame, mírame!», mientras corre montado en su
triciclo.
Trazando un paralelismo entre el individuo y la sociedad, Platón observó que cualquier sociedad
concreta produce unos tipos concretos de individuos que son criados y luego recompensados en
relación con lo que esa sociedad idealiza, valora o considera importante.
En el contexto de la «sociedad de consumo» capitalista, en la que aparentemente se valora más el
relumbrón que la sustancia, en la que un VIP no es juzgado por el contenido de su carácter sino por
el tamaño de su cartera financiera, el tres, consciente de su estatus y de que ha alcanzado el éxito
económico, es alabado y tenido en la más alta estima por aquellos que aspiran a convertirse en los
protagonistas de la próxima historia de éxitos del Wall Street Journal. Se puede argumentar que la
característica más notable de la sociedad occidental actual es ser un carácter tipo tres. Por eso les
va tan bien a los que reflejan sus cualidades. Cualquiera que comparta y personifique los valores de
la cultura mercantil probablemente alcance la cumbre a toda velocidad.

78
No tenemos más remedio que admitir que los elementos y características del Estado deben también
darse en los individuos que lo componen. No pueden proceder de otro sitio.
Platón

EXPRESIONES SALUDABLES Y NO SALUDABLES DE LA ESTRELLA

Los treses saludables prestan un gran servicio siempre y cuando contribuyan con sus talentos y
habilidades al mundo. Las sinergias creativas que producen pueden ser realmente asombrosas. Su
estilo motivador y su entusiasmo por hacer que las cosas sucedan y por llevarlas a cabo sirven de
inspiración para todos los que les rodean.
A los treses saludables les gusta trabajar en ellos mismos y animan a los demás a que hagan otro
tanto. En plenitud de sus facultades son capaces de comprometerse con otras personas y con
objetivos que trascienden sus intereses personales. Oprah Winfrey, por ejemplo, fundó
recientemente una escuela en África para ayudar a que los niños que asisten a ella crezcan y
maximicen su potencial como seres humanos, un objetivo que Oprah se fija para sí misma. Ha
afirmado que uno de los principios rectores de su vida es que «todos deberíamos esforzarnos por
ser todo lo que podemos ser».
Ver a personas frenadas e impedidas por cosas que no pueden controlar personalmente, como la
pobreza, le resulta aborrecible. Hacer que esos niños, cuya situación económica es difícil, puedan
formarse es un milagro en el que ella ha desempeñado un papel muy importante.
Es imposible no darse cuenta de la naturaleza extrovertida y vivaz de los treses saludables. Poseen
sofisticación y habilidad social. Son unos individuos divertidos y chispeantes. Son brillantes y
socialmente agradables. Los treses pueden deslumbrarnos con su encanto y su ingenio ⁶. Un tres
bien desarrollado es el individuo que, en la fiesta de la empresa, «se hace con todo el personal» de
forma absolutamente natural y sin esfuerzo aparente.
Combinemos encanto y entusiasmo con ropa de diseño, un pelo bien arreglado, cosmética y
estrategias de gestión sobre cómo causar buena impresión y obtendremos un líder poderoso que
destaca del resto.
Los treses menos saludables pueden verse inundados por el miedo y la inseguridad. Tratar de
impresionar a la multitud puede no siempre conseguir su aprobación, y eso es lo que les preocupa.
¿Qué pasa si todo el mundo «me mira» pero no les gusta lo que ven? ¿Qué hago entonces? Cuando
lo principal de la autodefinición está basado en recibir la aprobación de los demás, uno se coloca en
una posición muy insegura al tener que estar siempre impresionando a la gente. Los treses están
psicológicamente obsesionados por la herida espiritual de su juventud, la ocasión en la que
internalizaron la falsa creencia de que, si no causaban una impresión favorable aventajando a los
demás o sobresaliendo de algún modo no eran nada, al menos en opinión de su ego. Desde
esa herida inicial toda su vida se ha construido sobre la base de demostrar a los demás que
importan, que son alguien, como si ese hecho necesitara ser probado.

79
La inseguridad puede ser un gran motivador.
Kermit Washington

La desesperación del tres por sobresalir entre la muchedumbre aparece a menudo en la


personalidad tipo A, la que está predispuesta a sufrir ataques cardíacos y enfermedades
relacionadas con el estrés. El esfuerzo excesivo por conseguir el logro está, después de todo, basado
en la ansiedad que surge del miedo a deslizarse hacia el abismo de la nada sin unos logros
reconocidos ni una actuación que haya recibido alabanzas. Vivir al borde de este abismo,
constantemente preocupado por el valor de la propia existencia, sólo puede provocar tensión y
una sensación ominosa de desastre. Los éxitos momentáneos se convierten en breves treguas en el
tormento mental. Tu valor es exclusivamente el de tu último éxito, y tu próxima empresa puede no
resultar tan buena como la anterior. «¿Qué aspecto voy a tener entonces?» «Quizá se revele el
impostor que en lo más profundo de mi ser creo que soy.»
Este miedo tiene una cierta justificación. El «yo falso» creado por el ego es sin duda un impostor El
«yo verdadero» no tiene de qué preocuparse. Por desgracia, el tres enfermizo ha olvidado quién es
y ha elegido identificarse con el primero.
El peligro estriba en que, en su preocupación por perseguir los valores que otros recompensan, los
treses pierdan poco a poco el contacto consigo mismos. En palabras de Riso y Hudson, «dejan atrás
sus deseos más sentidos hasta que ya no los reconocen» ⁷. Al final se han distanciado de sus
verdaderos sentimientos e intereses genuinos..., lo que no es tan malo, según los treses. Su temor
es que puedan no estar de moda o no ser aceptados por las personas que cuentan.
Al vender sus almas al diablo faustiano a cambio de las cualidades que todo el resto del mundo
desearía tener, cierran un trato con el ego psicológico. El problema es que, al hacer este trato, los
treses alcanzan un punto en el que ya no saben lo que realmente quieren o cuáles son sus
verdaderos sentimientos. Estas cosas podrían parecer incorrectas a los demás y por eso suponen un
peligro potencial para su estrellato.
«Y qué importa realmente el Yo Interior —piensa el tres—. ¡Tengo éxito y reconocimiento por parte
de los demás! ¡Tú no, pero te encantaría tenerlos! ¡Ja! ¡Ja! Yo gano. Ya ves, soy mejor que tú». Para
responderle deberíamos preguntar: «Si el éxito y la fama te hacen sentir tan feliz, ¿por qué te sientes
tan inseguro?».
De todas formas, debes tener mucho cuidado en cómo y cuándo planteas esta pregunta.
Los treses no saludables pueden llegar a ser unos individuos muy vengativos. Pobre del que haga
pasar vergüenza a un tres en público o descubra sus deficiencias astutamente disfrazadas. Cuando
alcance una posición en la que pueda hacerlo, el tres disfuncional disfrutará enormemente de la
venganza.
Esto me recuerda un caso en el que la rectora de una universidad supo de una persona que no apoyó
su candidatura cuando la presentó. Supongo que se debieron observar y resaltar algunos puntos
débiles de su expediente a otros miembros del comité de elección. Pues bien, la persona en cuestión
fue contratada, a pesar de las objeciones. De algún modo consiguió enterarse de quién la había
votado y quién no. No pasó mucho tiempo después de haber aceptado el cargo antes de que se
propusiera despedir al menos a uno de los disidentes del comité por unas razones aparentemente

80
cuestionables. El despido podría haberse consumado de una forma profesional y discreta, pero en
la mente de la rectora esa persona había perdido ese derecho al no conceder su apoyo a
su candidatura, y el bochorno que ella había sufrido justificó el hecho de decirle al individuo, sin
previo aviso y delante de todo su personal, que su puesto iba a ser eliminado.
La dulce venganza de la rectora tres ilustra lo enfermos que podemos estar en lo relativo a las cosas
que nos producen placer en la vida. El ego puede desear venganza; pero eso no garantiza que lo que
el ego desee sea bueno o saludable para la mente. Con el tiempo la mujer fue despedida por la junta
rectora de la universidad. Algunos podrían describir este despido como karma instantáneo.
Todo ese énfasis en la imagen y la actuación hace que el tres enfermizo sea emocionalmente
superficial. Muchos treses son considerados frívolos e insinceros en sus expresiones exteriores. Para
ellos los sentimientos, en especial los negativos, no hacen más que entorpecer la acción. Por eso,
en la estrella, muchas veces permanecen sin desarrollar.
Los treses se centran siempre en factores externos como la producción, la eficiencia, la consecución
de objetivos, cualquier cosa menos ese tema sensiblero que tenemos dentro. Probablemente se les
dé mejor mostrar su afecto con gestos prácticos que con palabras. Decir directamente lo que sienten
es «demasiado sentimental» y, además, los sentimientos pueden ser inconvenientes e
improductivos. Llegan a considerarlos como algo que debe ser inmediatamente controlado,
dominado o reprimido. Y por lo que respecta a las emociones negativas (aparte de su búsqueda de
venganza), no producen ningún buen resultado, así que ¿para qué explayarse en ellas?
La jerga de última moda y el doble lenguaje empresarial que utilizan para evitar reconocer las
dificultades y contratiempos resulta a menudo frustrante para los que buscan la verdad o, al menos,
una respuesta sincera. Los treses convierten los problemas emocionalmente turbadores del trabajo
en «retos»; los fracasos, en «oportunidades» para el crecimiento y la reorganización, y los
desengaños, en «ocasiones para explorar otras posibilidades». Las personas que podrían señalar los
problemas, conflictos y fracasos son rápidamente censuradas por los treses que tienen poder para
hacerlo. Llamar la atención sobre ellos podría reflejarse negativamente sobre el tres gestor, por
ejemplo, que intenta escalar en el organigrama de la empresa. Llamar honestamente a las cosas por
su nombre resulta hiriente y contraproducente en las torres empresariales de poder, donde residen
muchos treses.
El uso de un doble lenguaje modulado y corporativo se convierte en el modo preferido de
comunicación profesional y está considerado como una habilidad refinada de relaciones humanas.
Hablar a las claras de forma honesta prueba sencillamente que no estás dentro del grupo de los
protagonistas de éxito que se congratulan consigo mismos y que constituyen la élite ejecutiva.
Esto nos lleva a la sombra personal del tres.

81
SOMBRA PERSONAL

Si Mefistófeles actuara como asesor legal existencial del tres y presentara su caso ante la humanidad
podría argumentar en el Tribunal Mundial de la Opinión Pública que no hay nada de malo en que su
cliente busque el éxito, la recompensa material y el reconocimiento. Podría señalar a las damas y
caballeros del jurado psicológico que sólo los «perdedores» ponen objeciones. A los «ganadores»
no parece importarles tanto, y ¿no es cierto que todos queremos ser ganadores como este tres al
que se acusa de algún delito ficticio contra la humanidad? ¿Quién no preferiría más que menos?
¿Quién no podría desear ser más reconocido que menos reconocido? ¿Qué tiene de malo que te
admiren?
En respuesta a este alegato demoníaco supongo que podríamos llevar a cabo una investigación
empírica sobre la opinión de la gente acerca del estatus y el materialismo, es decir, si deseáramos
descubrir si lo que él dijo era verdad... Pero no se trata de eso. Lo importante es cómo y por qué es
esto lo que el tres busca. En respuesta al «cómo», podemos decir que los métodos utilizados no
son totalmente honrados. La sombra oscura del tres es que una gran parte gira en torno al engaño.
En sus esfuerzos por conseguir lo que quiere se convierte en la «máscara» que lleva en público y se
identifica tristemente con todas sus pretensiones falsas y engañosas⁸. Al promocionarse y
anunciarse a sí mismo se ha convertido en un bien de consumo que puede comprarse y venderse
en el mercado.
Se produce una ansiosa prontitud y voluntad de cambiar la actitud, la apariencia o el estilo según lo
requiera la situación o cuando las cambiantes condiciones del mercado social redefinan lo que
«vende» hoy en el mundo.
A este respecto los treses, como los doses, son camaleones. Al venderse a sí mismos a través de
la autopromoción empiezan a creerse lo que muchas veces no es más que su propia publicidad
exagerada. Se llegan a identificar con la imagen idealizada de sí mismos que han presentado al
mundo. En este proceso comienzan a engañar a la gente con el «dibujo brillante» de sí mismos que
ofrecen a los demás.
Si la estrella comienza a creerse sus propios comunicados de prensa autogenerados, también se
engaña a sí misma. Este autoengaño está motivado por su herida emocional.
Cognitivamente se basa en la confusión entre validación extrínseca condicional y valía intrínseca
incondicional, la que caracteriza a todo ser humano en esencia.
Nuestra Fuente Divina no pone condiciones a nuestra valía. Por desgracia, los treses intentan
obtener significado a ojos de los hombres, un significado inicial e irrevocablemente otorgado por la
mano de Dios. Cuando la estimación del hombre suplanta la valía que nos concedió nuestro Creador,
enfermamos de locura espiritual y necesitamos ayuda.
Hablando de locura, en respuesta a la pregunta de «por qué» planteada más arriba, los treses
buscan el reconocimiento a través de la creación de una «falsa imagen» porque se vio frustrada la
necesidad que tuvieron a edad temprana de recibir atención. Como ya hemos aprendido, esta
necesidad de ser percibido se traduce más adelante en la necesidad de aplauso. Por eso la verdadera

82
razón que se esconde detrás de toda la autopromoción, la competitividad, la búsqueda de fama, la
ambición y el trabajo duro es curar las heridas emocionales narcisistas de la niñez⁹.
En los treses poco saludables, el deseo de destacar y de que se percaten de ellos puede llevar a
comparaciones sociales compulsivas y a interminables competiciones, todo ello diseñado para
probar su valía como personas. Quizá haya que sabotear los esfuerzos de otros o usurpar sus éxitos
y proclamarlos como propios. Es posible que haya que «adornar» o falsificar el currículo e inventarse
logros.
La desesperación por probar que uno tiene valía puede incluso llegar a manifestarse en el más
grosero exhibicionismo¹⁰. Éste puede ser de cualquier tipo. Por utilizar un ejemplo sexual, cuando
los treses se convierten en exhibicionistas lo hacen de un modo diseñado para seducir a otros, con
lo que se aseguran a sí mismos que son atractivos y valorados. Un tres disfuncional y exhibicionista
es el que se viste para llamar la atención pero que, una vez que ha obtenido esta atención, tiene
grandes posibilidades de despachar al admirador con una frase del tipo: «Lárgate». El tres, tan
consciente de su imagen, necesita que nos percatemos de él, no que le profesemos un afecto
verdadero. Lo que suele buscar es la atención, no las relaciones largas... ¡A menos, evidentemente,
que me aporten un buen aspecto!

Yo no he perdido nunca, sólo se me ha agotado el tiempo.


Tres son las racionalizador

La necesidad de impresionar puede manifestarse también en la adicción al trabajo. Esto se debe a


la gran importancia que la sociedad actual concede a la profesión y la ocupación. Cosas como
alabanzas, ascensos y evaluaciones positivas del trabajo funcionan como inyecciones estimulantes
del ego con unos efectos peligrosamente adictivos. Puede que el trabajo en sí mismo adquiera una
importancia secundaria. Lo realmente valioso es la atención o el reconocimiento público que aporta.
En un caso así el trabajo adquiere un valor instrumental. Realizar la tarea deja de tener una
recompensa intrínseca. Un trabajo que no lleve consigo un beneficio material evidente o un
prestigio social no merece la pena.
Esta creencia es lo que probablemente contribuye al subdesarrollo emocional y a la superficialidad
de los treses en lo que se refiere a la profundidad psicológica.
El trabajo interior no recibe mucha atención hoy en día. ¿No es algo que realizan sobre todo
ermitaños excéntricos, monjes, gurús y personas adscritas a programas de recuperación o
rehabilitación? «¿Para qué preocuparse?», dice el tres.

No sé lo que soy, y por tanto no sé lo que estoy haciendo, dónde estoy o cómo mirar el mundo y a mí
mismo.
Un curso de milagros

83
RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS PARA FAVORECER
LA HIGIENE PSICOLÓGICA Y ENCONTRAR LA PAZ INTERIOR

Los treses necesitan empezar su autosanación reconociendo su liquidación psicológica. Cuando las
decisiones de las personas no están dirigidas por su interior y cuando los individuos ni siquiera saben
lo que podrían ser estas decisiones, incluso en el caso de que estuvieran dirigidas por su interior, se
presenta una sensación terrible de autoabandono y autoalienación. Haber estado actuando de cara
a la galería durante tanto tiempo hace que los treses ignoren lo que son realmente en su interior.
Han perdido el contacto con sus verdaderos sentimientos, pensamientos y deseos. Han estado muy
ocupados buscando aquello que se vende en el mercado existencial de la vida. Han conseguido sus
objetivos, pero en el proceso han perdido su alma.
Lo primero que tienen que hacer es reconocer la violencia psicológica que han ejercido contra sí
mismos. El objetivo de este reconocimiento no es encontrar razones para flagelarse por sus
pecados. La curación no viene por culparse a uno mismo o a otra persona. Reconocer el daño
psicológico que se ha infligido supone más bien aceptar que existe un problema. Recuerda, no
podemos cambiar aquello que no reconocemos. En este caso los treses necesitan aceptar que lo
que han hecho lo han hecho por ignorancia personal y por una antigua herida emocional. Hasta
ahora la vida ha sido en gran medida nada más que un enorme esquema tortuoso para demostrar
su propia valía ante el mundo. La estrategia psicológica del ego ha sido simplemente la que mejor
podía hacerles conseguir lo que creían que querían, cuando lo que realmente querían desde el
principio era el reconocimiento y la sensación de ser valorados por lo que eran. Por desgracia, los
esfuerzos del ego equivalen en realidad a un mal sueño con todos sus frenéticos esfuerzos y
búsquedas vanas. Al final la fantasía onírica ha resultado ser poco más que una pesadilla. Tanta
ansiedad y tanta turbación mental para nada.
Lo cierto es que la valía del tres nunca estuvo cuestionada desde una perspectiva divina. Lo que
sucede en el continuo espaciotiempo no tiene ningún efecto en la naturaleza esencial de la persona.
Por desgracia para el tres, la paz mental eterna, lo que algunos describirían como la Paz de Dios, fue
cambiada por una breve ovación o una corta atención momentánea por parte de los demás. Éste
fue el trato faustiano que durante mucho tiempo ha exigido un pago psicológico. Por fortuna está
cerca un Prestamista Espiritual para perdonar la deuda del tres sin intereses ¡y sin condiciones en
letra pequeña!
Como nos sucede a todos, los treses tienen que dejar de buscar fuera de sí mismos para conseguir
lo que creen necesitar. Lo que les sucede a todos los individuos que no están en contacto con su
esencia es que se creen deficientes de una forma y otra. Basándose en las experiencias de la primera
infancia, cada tipo caracterológico desarrolla sus propias estrategias para compensar estas
deficiencias aparentes.
Evidentemente no existe ninguna deficiencia en nuestra realidad existencial. De todas formas, en
nuestra locura, muchos de nosotros seguimos creyendo que somos defectuosos de nacimiento y
que debemos seguir siendo «culpables» de esa deficiencia durante toda la vida. Esta culpa es lo que
produce la «vergüenza», que es una situación de infierno sobre la tierra para el tres.

84
El problema de los treses, como de todos los tipos, es que se vuelven compulsivos y obsesivos en su
rectificación de una deficiencia inexistente. Sus actos poseen una cualidad adictiva al intentar
desesperadamente escapar de su dolor mental y salir del agujero que han excavado para sí. Sin
embargo, cuanto más cavan para salir de su aprieto, más profundo es el agujero. Seguir haciendo lo
que te causó el problema emocional y psicológico no tiene sentido. Querer hacerlo con más
maestría y luego enorgullecerse de poder conseguir excavar el agujero más profundo y en el menor
tiempo, y por tanto mejor que cualquier otro, es una locura.
La verdad sin ambages es que nada exterior puede curar. La respuesta está en el interior, así que lo
mejor es echarle un vistazo ahora.
A la vista de esto los treses deben abandonar los proyectos de autohinchado del ego y volver su
atención a lo que es real en el interior. Nada exterior puede proporcionarnos la paz duradera que
todos buscamos. Nuestros esfuerzos pasados por encontrar la felicidad en algún lugar de ahí afuera
han resultado ser inútiles. ¡Si seguimos haciendo lo que claramente no funciona, tal y como ha
demostrado nuestra experiencia, quizá sea porque somos unos aprendices lentos que necesitan
clases de educación especial espiritual! Conozco a unos cuantos profesores muy buenos.
Lo que sugerimos no es que los treses deban retirarse del mundo ni dejar de ser productivos. Como
sabemos, es posible vivir en este mundo, pero no ser de este mundo. Los treses pueden hacer más
o menos las mismas cosas que llevan haciendo hasta ahora, pero reconociendo que su valía como
seres humanos no depende de los resultados de sus esfuerzos. Cuando aceptan este hecho se
esfuma la parte desesperada y adictiva de la productividad. Ya no tienen que demostrarse nada a
sí mismos ni a otros. La inseguridad deja de ser el principal motivo de la vida.
Los treses pueden empezar a disfrutar de sus éxitos y, lo que es más importante, del trabajo que los
produce. Además, cuando ya no están tan desesperados buscando la cura de sus males
existenciales en el mundo exterior, pueden pasar más tiempo compartiendo con otros. Por ejemplo,
pueden expresar sus verdaderos sentimientos, esos que ahora reconocen, admiten y comunican
con integridad. Menudo alivio. Y con honestidad e integridad se irán produciendo más milagros.
Los treses tienen que abandonar la imagen creada por el ego. Para funcionar de forma saludable,
las estrellas deben quitarse la «máscara». Está bien tener una imagen de Hollywood, pero creer que
eres esa imagen es algo muy distinto. En una entrevista, David Bowie, el cantautor, admitió que en
los años setenta y durante una época de su vida en la que estuvo de gira se identificó en exceso con
su álter ego en el escenario «Ziggy Stardust». La «imagen» era tan poderosa que se fundió
psicológicamente con ella disociándose de su identidad original tal y como la percibía por aquella
época, que probablemente seguía siendo su ego. Admitió que esto le provocó dificultades y
problemas psicológicos en sus relaciones con los demás. Durante un tiempo significativo Bowie se
olvidó de quién era en realidad.
Bien, podríamos argumentar por analogía que Ziggy es a la personalidad del ego lo que la
personalidad del ego es a la verdadera identidad de la persona, el Ser Esencial. En ambos casos los
primeros se confunden con las segundas. Identificarse con Ziggy puso la personalidad de Bowie en
estado de crisis. Del mismo modo, identificarse con la personalidad provoca serios problemas a la
hora de expresar nuestra esencia al mundo.

85
Ha llegado el momento de que los treses, y con franqueza todos nosotros, dejemos de soñar acerca
de lo que nos gustaría ser y aceptemos la realidad de lo que realmente somos. Es más fácil. Nadie
puede ser mejor que nosotros ni eclipsarnos cuando se trata de ser nosotros mismos. En eso están
garantizados la victoria, el éxito y el resultado, y al fin conseguimos la paz.

Tienes grandes sueños, nena, pero para poder soñar tienes que seguir dormida.
Bob Dylan

Otra recomendación para los treses es que deben practicar el estar quietos y solos. En el competitivo
mercado de la sociedad occidental a todos se nos anima a estar más motivados, a ser unos
individuos más agresivos y con arranque automático decididos a pagar el precio del éxito. La
iniciativa, el trabajo duro y algo de suerte pueden combinarse para que fructifique el «sueño
americano», o eso es lo que nos dicen. Éste es el sueño que el tres se ha tragado por completo. Por
decirlo de forma coloquial, se ha tragado el anzuelo de este sueño más que la mayoría.
Sin embargo, y como ya sabemos, el tres tiene que detener toda su frenética actividad. En respuesta
a ese tres que probablemente les diga a sus subordinados en el trabajo: «No te quedes ahí parado,
haz algo», nosotros tenemos el consejo opuesto para este tipo, es decir: «No te limites a hacer algo,
quédate ahí parado» ¹¹.
Los treses necesitan aprender sencillamente a ser, a existir sin el constante deseo de aprobación
social. Como dice Claudio Naranjo, «esas personas que suelen tener dificultades para estar solas y
para conseguir sustraerse al logro hiperactivo pueden beneficiarse especialmente de la tarea de
ponerse frente a sí mismas y soportar la “pérdida de rostro” que implica el hecho de no
contemplarse en el espejo social» ¹².
Enfatizar este «no hacer» puede ayudar a los treses a trabajar en su paisaje interior. La falta de
desarrollo en esta área es lo que lleva a los demás a considerarlos superficiales. Paradójicamente
eso debería bastar para motivar a los treses a «hacer» algo para solucionar este problema.
La motivación adecuada no debe provenir del miedo a resultar frívolo sino de haberse dado cuenta
de que falta el conocimiento de uno mismo. Ésa debería ser una motivación suficiente. Parecer
profundo mientras se sigue siendo superficial no es solución para la perturbación psicológica del
tres. Eso sería como fingir sinceridad, lo que podría ser bueno para los negocios, pero no para la
vida.
El entendimiento profundo del Yo debe ser genuino, no ficticio, o volveremos a donde empezamos,
a un estado de herida emocional en el que sólo contamos con remedios a base de aceite de
serpiente para nuestras mentes atribuladas.
Como nos recuerda la sabiduría proverbial, el dinero (y el éxito, añado) no puede comprar la
felicidad. Piensa en todas esas personas ricas y famosas cuyas vidas personales constituyen trágicos
naufragios. Es curioso que haya tantos que sigan queriendo ser como ellas.
Querer lo que te va a hacer daño es un síntoma de inmadurez espiritual. Como ya sugerimos, somos
realmente como niños pequeños que quieren jugar con unas tijeras afiladas y que no dudan en gritar
y chillar para conseguirlo, a pesar incluso de que lo que queremos suponga una amenaza para

86
nuestro bienestar. Fantasear acerca de convertirse en una estrella autodestructiva es una auténtica
locura. «¡Menudo es el hombre!» ¹³.

Una buena forma de que los treses entren en contacto consigo mismos es a través de actividades
creativas. Eso sí, los productos de estas actividades no deben ser exhibidos. Su propósito no debe
ser el de impresionar a los demás, o volveremos al patrón psicológico perturbador del que el tres
está intentando escapar. No. Lo de pintar, hacer alfarería, escribir, dibujar, publicar en un periódico,
componer piezas musicales o tocar un instrumento es para poner a los treses en contacto con sus
sentimientos y sus intuiciones más internas. Al entrar en contacto con ellos pueden conseguir un
mejor alineamiento psicológico ¹⁴. Pueden divertirse consigo mismos y con sus experiencias, para
variar, y no con las reacciones de los demás.
En lugar de actuar para una muchedumbre impersonal, los treses necesitan juntarse con otros en
los que confíen y con quienes puedan compartir sus preocupaciones y vulnerabilidades¹⁵.
Los treses pueden sorprenderse de lo encantadores que llegan a ser cuando no están actuando.
Todos somos humanos y tenemos nuestras propias inseguridades. Para los treses, admitir las suyas
supone un cambio refrescante; la honestidad suele serlo. Una vez que se baja la guardia psicológica
y es la expresión honesta la que marca el camino, se necesita menos energía para defenderse en
público. Hay menos necesidad de ser guardado para que no se manche nuestra imagen. Se deja sitio
para una mayor espontaneidad y un humor centrado en nuestras fobias y limitaciones. Aprender a
reírse de uno mismo es increíblemente liberador. Cuando es capaz de hacerlo, el tres queda libre,
libre al fin, libre de las cadenas del ego que empezaron toda esta locura.
En la eternidad, allí donde todo es uno, se deslizó una diminuta y loca idea [es decir, de separación
real de nuestra Fuente] ante la que el Hijo de Dios recordó no reírse [ante el ego que había nacido].

Un curso de milagros (los intercalados son míos)

87
7
La dinámica
del ego en el carácter.
Tipo cuatro:
el individualista convencido

Las personas me entienden tan poco que no comprenden cuando me quejo de no ser comprendido.

Søren Kierkegaard

LA ESENCIA PERDIDA
COMO SUCEDE con otros tipos caracterológicos, los cuatros vivieron una niñez que podría hacernos
llorar a todos. Quizá deberíamos matizar esta aseveración: los cuatros tuvieron una percepción o
una experiencia de la niñez que podría provocar las lágrimas de cualquier persona sensible y
empática. El hecho de que dicha niñez fuera, objetivamente hablando, tan trágica como el cuatro
quisiera hacernos creer es harina de otro costal.
Algunas personas podrían decir que, como la belleza, la tragedia está en el ojo del observador, por
lo que aquello que pareció tan terrible desde la perspectiva del cuatro puede no ser tan malo desde
un punto de vista imparcial. La respuesta del cuatro sería: «¡No me comprendes! ¡No sabes lo que
significa ser como yo!».
Lo típico de los cuatros es que no establecieron vínculos emocionales con sus padres o cuidadores
en la primera etapa de su vida. Esto no significa necesariamente que se tratara de personas
negligentes o que estuvieran ausentes o emocionalmente no disponibles. Las personas que
cuidaron al cuatro pudieron ser muy amorosas y atentas. El problema surge porque puede que éste
no viera las cosas de ese modo o, sencillamente, no se identificara con los responsables de su
cuidado. En jerga psicoterapéutica, no se «reflejaron en los ojos del padre».
Eso hizo surgir en la mente del niño una percepción de diferencia. Al sentir una separación
psicológica llega a la conclusión de que es muy diferente de aquellos que le trajeron al mundo;
consecuentemente el cuatro se desconecta psicológicamente de ellos ¹.
Es bastante habitual oír a los cuatros afirmar su impresión de que sus padres no los vieron como
realmente eran. Algunos se cuestionan la posibilidad de haber sido «cambiados» por error en el
hospital cuando nacieron y entregados a la madre equivocada. Otros se preguntan si serán
huérfanos adoptados².
Sobre el tema de la aparente separación y diferencia, imagina por ejemplo que un niño nace
homosexual o genéticamente determinado para ser homosexual desde el nacimiento. Desde sus
primeras experiencias infantiles puede no haberse sentido cómodo «jugando a ser papá»,

88
identificándose con papá o intentando ser igual que él. Mamá, por otra parte, puede no haberle
parecido físicamente similar tampoco, lo que hace que la identificación con ella sea aún más difícil.
El ejemplo del homosexual ilustra cómo puede dejar de establecerse el vínculo entre progenitor e
hijo sin que sea culpa de nadie. Este fracaso no convierte necesariamente a alguien en culpable de
un crimen psicológico. Pensemos en otro ejemplo. En una familia grande, en la que había más
hermanos durante el desarrollo de la primera infancia, puede que la atención de los padres tuviera
que ser repartida o compartida con otros niños. Es posible que estos hermanos se convirtieran en
los rivales del cuatro por la atención paterna.
Si los padres fueron incapaces, por estar atareados o en una situación difícil, de dar al cuatro todo
lo que necesitaba o quería a petición, incluida su atención, eso no debería considerarse como una
especie de ofensa condenable.
Sin embargo, desde la perspectiva cognitivamente egocéntrica del niño cuatro, el reparto de
atención significó que él se convirtió en una víctima inocente de la cruel indiferencia de los demás.
«Yo no he hecho nada malo —piensa el niño—. ¿Por qué me ignoran como si no existiera? ¿No les
importo? Y, de todas formas, ¿quiénes son éstos? Yo no soy en absoluto como ellos. Cuando crezca
me aseguraré de actuar de otra forma. Daré a mis hijos la atención que yo no recibí. ¡No quiero ser
nunca como mis padres!».
Aquí vemos cómo el joven rostro de la inocencia grita ante el menosprecio y la violencia aparentes
ejercidos contra el yo. Es precisamente en este momento cuando el ego entra en escena para salvar
a la «víctima» emocionalmente herida y, con su esfuerzo, llega el sellado de la separación psicológica
de los demás y del mundo. «Yo soy yo, yo solo», dice el ego a favor del cuatro.

Como los niños cuatro no experimentaron el reflejo psicológico inicial, tan importante para
desarrollar su concepto de sí mismos, afrontan la vida con una crisis de identidad. ¡Poco saben que
incluso si llegan a formar un concepto relativamente estable más adelante seguirán sin saber
quiénes son de verdad!
«Si no me parezco en absoluto a mis padres y no me veo a mí mismo en sus ojos, ¿quién soy?»
De esta crisis de identidad surge la idea de que «debo tener algo que esté mal». «No me ignorarían
si fuese la estrella de la familia. Los demás se percatarían de mi presencia si fuese tan encantador
como mi hermano mayor.» «La conversación durante la cena giraría a mi alrededor si mostrara
mayor confianza o si fuera más asertivo, como mi hermanita.» «¿Soy sólo un perdedor antisocial,
un don nadie sin valor que ni siquiera puede conseguir la atención de sus padres? Tengo que ser
defectuoso como ser humano.»
Con pensamientos como éstos firmemente enraizados en la mente del cuatro comienza su vida.

Dadas las experiencias de la primera infancia del cuatro podemos ver cómo incluso en la niñez sufre
por tener una mente atribulada. La cualidad esencial de la ecuanimidad se pierde en la experiencia
que esta personita tiene del mundo³. Esta ecuanimidad puede ser entendida como la plena
personificación del Ser. Se manifiesta en una sensación de plenitud. Nada falta o está ausente;
tampoco hay nada que esté mal.

89
La plenitud que se experimenta en la ecuanimidad produce un contento profundo y duradero. Uno
simplemente es, y está contento de ser como es, esté donde esté. No hay ningún otro sitio mejor.
No es deficiente en nada y no desearía ser ninguna otra persona. Todo está en perfecto equilibrio.
Ojalá pudiéramos todos regresar a nuestro Ser Esencial sin la errónea esperanza de poder ser
distintos de quienes somos en el fondo—, una esperanza extraña en realidad y sin duda inútil en
último término.
Intentar no ser uno mismo es tan estúpido como intentar ser alguien que no se es. Además, estar
siempre deseando encontrarse en algún lugar determinado no garantiza que siempre se sea
desgraciado allí donde uno esté.
Esto nos recuerda la sabiduría de Buda sobre la percepción de que nuestros anhelos o deseos son
los que provocan nuestras insatisfacciones con la vida. Además, definen la felicidad según lo que no
posees, y localizarla allí donde no estás situado en este momento es también un pensamiento loco.
Don Riso y Russ Hudson resumen la experiencia de la Ecuanimidad Esencial desde la perspectiva
psicológica del cuatro. Afirman:
Desde la perspectiva del cuatro experimentamos la Ecuanimidad. Cuando nos abrimos a las
riquezas del corazón y a la inagotable maravilla de vivir en la verdad nos llenamos a cada
momento con un caleidoscopio de poderosas impresiones, sensaciones y sentimientos. La
ecuanimidad nos aporta la capacidad de contener todas estas cualidades en perpetuo
cambio sin ser arrastrados por reacciones emocionales hacia ellas [...]. La
ecuanimidad permite que la identidad del Ser Esencial participe en la cornucopia de
experiencias y cualidades interiores sin aferrarse a ninguna de ellas ni temerlas y sin
lamentar que pasen. De esta forma la sensación de uno mismo se profundiza
constantemente, de manera que las experiencias poderosas se sienten con plenitud, pero
no abruman a la Identidad Esencial. Somos capaces de sentir tanto las cumbres del éxtasis
como la plena intensidad del sufrimiento sin perdernos en ninguna de ellas⁴.

PERCEPCIÓN PSICOLÓGICA DEL MUNDO


Y ESTRATEGIAS COMPENSADORAS

Lo primero que debemos señalar de los cuatros es que rara vez están satisfechos de vivir en el
presente, aquí y ahora. Su centro de atención tiende a vagar hacia el pasado, el futuro, lo ausente o
lo que resulta difícil de conseguir⁵. Por ejemplo, esto podría suponer pensar en un amigo ausente
de una fiesta o centrar la atención en cómo todo era mejor en los buenos tiempos pasados.
Los cuatros amplifican el lado negativo o las deficiencias del presente para que lo que es, o lo que
se está experimentando en este momento, parezca mucho menos atractivo de lo que podría ser. En
la otra cara de la moneda, los cuatros tienden a amplificar inconscientemente el lado positivo de lo
que falta, lo que se ha perdido, lo que no está disponible o lo que se encuentra en otro lugar.
Por decir la verdad, si el objeto o la persona que falta estuvieran presentes, las cosas dejarían
rápidamente de parecer tan positivas. Alguna otra cosa o persona en la distancia empezaría a

90
resultar más atractiva. Esta tendencia perceptiva es lo que hace que, en un nivel muy profundo, el
cuatro aprecie el dicho de que la hierba es siempre más verde al otro lado de la valla.
Los cuatros son tipos sensibles. Por eso, para entender plenamente su perspectiva psicológica
global, es importante examinar cuidadosamente el papel que representan los sentimientos en su
psicodinámica existencial personal. Para ello resulta útil señalar que, no sólo los cuatros, sino todos
nosotros emitimos «vibraciones», por utilizar una expresión hippy de los años sesenta. Siempre que
entramos en una habitación, nuestra presencia establece un tono emocional. Podemos emitir
«buenas vibraciones» o despedir «malas vibraciones», por decirlo de alguna forma. Esto sin duda
contribuye a la primera impresión que causamos en los demás.
El tono de las vibraciones que emitimos por nuestra personalidad puede ser descrito también como
el clima emocional que nos rodea, envuelve a los que están en contacto con nosotros e influye sobre
nuestra percepción de la realidad. Es frecuente que todo tenga un aspecto distinto en un día gris y
nublado que en un día claro y soleado. Del mismo modo nuestro estado emocional colorea nuestra
percepción de la realidad. ¿Captas la idea?
Además, el clima emocional establecido por nuestra personalidad no puede por menos que afectar
a los demás cuando entran en contacto con nosotros. Si hablar contigo es como adentrarse en una
tormenta, no es la misma experiencia que hablar con un colega afable cuya conversación se asemeja
a pasear por un parque en un claro día de verano. ¿Qué pronóstico emocional, o más bien
«transmisión emocional», tienes hoy? ¿Estar contigo supondrá un día de paseo en el proverbial
parque o vas a obligar a todo el mundo a correr contra el viento?
Por lo que se refiere al clima emocional general del cuatro, casi toda su vida está influida por él. Es
la «atmósfera afectiva interior» o el sistema meteorológico emocional en el que se vive y
experimenta la vida⁶. Veamos en qué se distingue comparándolo con los tipos caracterológicos ya
estudiados.
Con respecto al uno perfeccionista, recordarás que el clima emocional que le rodea entraña a
menudo una actitud excesivamente seria y una incomodidad que se manifiesta en su furia reprimida
o su férreamente controlado resentimiento contra el mundo. La restricción emocional y el control
de los afectos del uno disfuncional pueden dejar en los que estén con él una extraña sensación de
culpabilidad por no saber qué es lo que han hecho «mal», a pesar incluso de que no haya sucedido
nada malo.
Al uno moderadamente saludable le resulta difícil ser acomodaticio y alegre, especialmente cuando
desde su punto de vista todo es defectuoso, necesita corrección o es menos perfecto de lo que
debería ser. La energía que rodea al combativo uno puede resultar incómoda y producir la sensación
de que algo está a punto de estallar..., quizá las nubes de tormenta del enfado. Se percibe la
seguridad de que, con el tiempo, tendremos un clima psicológicamente turbulento, relámpagos de
crítica y un juicio de trueno.
Por lo que respecta al dos saludable y de buen funcionamiento, por el contrario, estar con él es
como tomar el sol un día de verano. No sopla el frío viento del juicio, no hay necesidad de recoger
los trastos y correr antes de que comiencen las lluvias torrenciales de la crítica. Por supuesto, los
treses saludables aportan entusiasmo. Son luz de sol y temperatura agradable. Cuando estamos con
ellos nos apetece salir y estar activos.

91
En el caso de los cuatros, su atmósfera afectiva interior crea a su alrededor un estado de ánimo
psicológico o clima emocional exterior subyugado, muchas veces melancólico. Para los cuatros no
óptimamente saludables la vida es como un día nublado y lluvioso de finales de noviembre. Las
gotas de lluvia de la melancolía caen lentamente sobre las ramas desnudas de un árbol solitario
situado en un prado vacío. La esterilidad del árbol les recuerda algo que han perdido o que ya no
volverá a ser igual. Los cuatros poco saludables viven gran parte de su vida bajo las nubes de lluvia
de la tristeza perpetua. De su nivel de salud depende lo oscuras que son estas nubes, cómo de
nublado está el cielo, cuánta lluvia cae y qué rayos de sol emocional pueden pasar a través de las
nubes de la desesperanza. A veces resulta difícil no sentir al mismo tiempo compasión y desagrado
en su presencia, pues sentimos una especie de dolor triste muy dentro de ellos, un dolor privado
que nosotros somos incapaces de comprender.
La profundidad emocional del cuatro es grande, demasiado para que la mayoría de nosotros seamos
capaces de soportarla, al menos aquellos de nosotros que somos alegres como castañuelas. Es
probable que Bob Dylan sea un cuatro, así como El Artista (antes conocido como Prince), Janis Joplin
(ya fallecida), la cantautora canadiense Sarah McLachlan y el actor Marlon Brando. También el
filósofo Søren Kierkegaard fue un cuatro. Resulta sincrónicamente divertido descubrir que, como El
Artista, también Kierkegaard utilizó identidades alternativas al crear sus obras. Escribió bajo diversos
seudónimos. Por ejemplo, el autor de El concepto de la angustia fue Vigilius Haufniensis; Etapas del
camino de la vida fue editado y compilado por Hilarius Bookbinder. Evidentemente ambos libros
fueron en realidad escritos por el propio Kierkegaard.
Por eso en la persona de Søren Kierkegaard (antes conocido como Vigilius e Hilarius) encontramos
un espíritu hermano de El Artista que exhibe esos rasgos y características psicológicas típicos del
cuatro. ¡Por lo que respecta a Vigilius, el álter ego de Kierkegaard, algunos dirían que, al intentar
comunicarse indirectamente a través de una especie de identidad marioneta, está claro que es
Hilarius! *.
Por muy penetrante que sea la filosofía de Kierkegaard o por muy creativos que fueran sus métodos,
no tiene nada de gracioso identificarse con una imagen artificial creada por un falso yo para
enmascarar la verdadera Identidad ni comunicarse a través de ella. La excavación psicológica en
busca de nuestro Ser Esencial se vuelve mucho más trabajosa. ¡Hay mucha más morralla que tirar!
Desde mi primera infancia un dardo de aflicción vive en mi corazón. Mientras permanezca en él seré
irónico; si me lo extraen, me moriré.
Søren Kierkegaard

Al igual que los doses y los treses, los cuatros son también tipos de imagen, personas para las que
las apariencias son extremadamente importantes. A los doses les gusta resultar atractivos a los
demás para poderse sentir necesitados o deseados. A los treses les agrada dar sensación de éxito
según los cánones definidos por la sociedad para apuntalar su sensación de valía personal.

92
Por lo que se refiere a los cuatros, la autoimagen supone la percepción de la diferencia. Los cuatros
se ven a sí mismos fundamentalmente diferentes del resto de la gente⁷.
Ahora podemos apreciar cómo esta sensación surge de las orientaciones de su primera infancia. La
autoimagen idealizada del cuatro se utiliza como estrategia de compensación para sus miedos e
inseguridades. Su temor a la diferencia, a ser un proscrito o un extraño, se convierte en una virtud.
La autoidealización aparece al menos de un par de formas. Algunos cuatros se ven a sí mismos como
aristócratas a los que les encanta el refinamiento, la cultura y la sofisticación. Éstos pueden
considerar que pertenecen a la élite o a las clases superiores, apartados de la chusma corriente. En
este caso tienen un aspecto elegante y con clase y su comportamiento es acorde con él.
Otros cuatros se ven a sí mismos como especiales de una forma más bohemia, absolutamente única
e idiosincrática en su expresión y autopresentación ante el mundo⁸. Seguir una corriente popular
dictada por otros o ser esclavos de una moda barata y de masas es anatema para este tipo de
creativo individualista convencido. La imagen de este cuatro bohemio no está diseñada para agradar
a la audiencia. A diferencia del tres, no actúa de cara a la galería. Por eso su aspecto exterior puede
resultar chocante, incluso escandaloso. Sea cual fuere la imagen que presenten, los cuatros
saludables, al menos, la crean fundamentalmente para sí mismos.
La mayoría de los cuatros vive una existencia rica y profunda en su imaginación, cuyo terreno les
resulta mucho más interesante que un mundo de interacción social en el que a menudo se pide, si
es que no se exige, conformidad e identificación.
Su credo está recogido en las palabras de Keats: La belleza es verdad, la verdad es belleza. Esto es
todo lo que sabes en la tierra y todo lo que necesitas saber ⁹.
Sobre la rica y compleja vida interior del cuatro, Helen Palmer resume estupendamente su punto
de vista global:
Los cuatros afirman que los altibajos de su vida emocional abren un nivel intensificado de
existencia que supera la felicidad corriente, un nivel mucho más rico que aquel con el que
el resto de la gente parece estar dispuesta a conformarse. Se tiene la sensación de ser un
raro alienígena de la realidad ordinaria, un ser único y extrañamente diferente, un actor que
se mueve por las escenas de su propia vida. Renunciar al sufrimiento de una vida emocional
superior significaría sacrificar esa sensación de ser especial que el drama tiende a general:
Para un cuatro la idea de llegar a ser feliz puede también amenazar el cierre del acceso a un
intenso mundo emocional. Lo peor de todo es que existe el riesgo de conformarse con una
visión pedestre y una vida ordinaria¹⁰.
[...] los cuatros dicen que prefieren la riqueza de la melancolía a lo que otras personas
describen como felicidad. Es un sentimiento de tristeza que evoca imágenes y metáforas y
la sensación de estar conectado con cosas distantes. La melancolía es un estado de ánimo
que eleva la vida de un extraño abandonado hasta una postura de sensibilidad
temperamental única¹¹.

Soy una rosa en un campo de margaritas.

93
Bubble Wand

Al dar forma a su autoimagen idealizada, el cuatro presenta una fuerte tendencia a hacerse
introvertido, a retirarse del mundo y trasladarse a un lugar más o menos solitario.
Esta tendencia a retirarse es compartida por los cincos y los nueves, un par de tipos caracterológicos
que estudiaremos más adelante. Al apartarse de la multitud, el cuatro tiene más facilidades para
permanecer en su agridulce estado de melancolía. Esta experiencia emocional parece ser lo que él
considera poder elegir. A través de la lente de la melancolía se pueden observar los sucesos
ordinarios de la vida como experiencias estéticas. La depresión puede transformarse en una
apreciación poética de la condición humana. Esperar a alguien en la estación del tren puede
convertirse en anhelar la llegada del ser amado. Lo extraño, y aparentemente perverso desde el
punto de vista de los demás, es la decisión del cuatro de seguir estando melancólico con
independencia de sus circunstancias. Esta melancolía es algo especial que no debe perderse. Sobre
este tema afirma Helen Palmer:
La melancolía es un estado de ánimo que eleva la vida del extraño abandonado hasta
una postura de sensibilidad temperamental única. Es como ser el personaje de un cuento al
que han colocado bajo circunstancias adversas. Estoy en este mundo como un extraño y
nadie entiende quién soy, lo que me hace sentir diferente e incomprendido. También me
confiere una especie de desesperación contenida. Nadie me acoge, soy un forastero y, por
ello, me atormenta no pertenecer, pero también estoy intensamente dentro porque estoy
atormentado. Vivo en los límites exteriores de todo lo que los seres humanos pueden
soportar en lo relativo a los sentimientos. Permanezco misterioso para mí mismo y soy
absolutamente diferente de todos los demás¹².

Como consecuencia de su sensación de separación y aislamiento, los cuatros suelen afirmar que
sienten que falta algo en sus vidas. Esto que falta es algo que aparentemente les resulta muy fácil a
los demás, ya sea fuerza de voluntad, facilidad de trato, confianza en sí mismos o tranquilidad
emocional. Esta insegura sensación de deficiencia les conduce a jugar al escondite con el resto de la
gente. Al esconderse esperan que los demás se percaten de su ausencia¹³. Suelen descargar su
responsabilidad en los otros para que les busquen; mucho menos frecuente es que tomen la
iniciativa amistosamente extrovertida de establecer contacto. En la privacidad de su mente los
cuatros pueden «examinar» a los demás para confirmar si se toman mucho o poco interés por ellos.
Al final el deseo o anhelo de conexión puede experimentarse como algo más placentero que el
propio contacto en sí. Cuando éste finalmente se establece, lo más probable es que el cuatro
enseguida añore cómo eran antes las cosas.
«Deseo estar solo ahora.»
Estén donde estén, siempre falta algo. Aquello que no está en el mismo lugar que ellos es
exactamente lo que desean. Y lo que tienen en ese lugar es precisamente lo que les deja
insatisfechos, es lo que no quieren. Y así continúa la triste historia de la insatisfacción perpetua…

94
Es mejor beber de profundas aflicciones que degustar los placeres superficiales.
William Hazlitt

EXPRESIONES SALUDABLES Y NO SALUDABLES


DEL INDIVIDUALISTA CONVENCIDO

Los cuatros saludables son personas honestas consigo mismas. Por emplear una terminología
existencialista, despliegan autenticidad. Su vestimenta única, por ejemplo, no es un medio de
reforzar la distancia y separación de otros, sino que más bien se convierte en una forma genuina de
autoexpresión, y a menudo marca tendencia¹⁴. Atrás quedan las pretensiones de inconformidad
elitista; de todas formas, airearlas constituye una triste manera de sentirse bien con uno mismo. Lo
que sí está presente y se exhibe es una impresionante capacidad estética. Pueden ser verdaderos
artistas. Sin duda la capacidad de crear belleza es uno de los mayores dones de los cuatros. Todos
nos vemos enriquecidos con su gusto exquisito. Cuando los cuatros saludables combinan su
creatividad y originalidad con un sentimiento profundo y una percepción introspectiva, los
resultados pueden ser asombrosos. (Repasa la lista de los cuatros famosos para comprobarlo.)

Debido a la profundidad de sus sentimientos, los cuatros saludables están especialmente dotados
para trabajar con personas que están pasando por algún tipo de crisis o dolor personal. Al estar
familiarizados con la depresión y otras formas de angustia mental, despliegan una notable energía
para ayudar a los demás a soportar los episodios emocionales intensos de su vida. Por ejemplo,
pueden mostrarse muy dispuestos a permanecer al lado de un buen amigo durante los largos
periodos de recuperación de una adicción, una enfermedad o un trauma emocional¹⁵. Los cuatros
«captan» todo lo relacionado con el dolor. No es probable que minimicen el significado de los
sentimientos de otra persona o les resten importancia de un modo insensible. La emotividad y la
sensibilidad son sus características fundamentales.
Cuando ponen esto al servicio de los demás se produce la autotrascendencia, pues abren su corazón
a otros por el bien de éstos. El regusto agridulce de la autocompasión solitaria disminuye cuando
uno experimenta la alegría de cuidar de otros con un amor altruista. La unión produce un alborozo
festivo, no la satisfacción enfermiza de sentirse deshonestamente superior en el aislamiento
solitario. Esta unicidad conlleva un alto precio psicológico. Como comentario a las dimensiones
positivas de los cuatros, Riso y Hudson señalan:
Los cuatros son buceadores de la psique: se sumergen en el mundo interior del alma
humana y regresan a la superficie informando de lo que han encontrado. Son
capaces de comunicar verdades sutiles acerca de la condición humana de manera
profunda, bella y conmovedora. De un modo fundamental nos recuerdan nuestra
humanidad más profunda, aquella que es más personal, más recóndita y preciosa y,
paradójicamente, también más universal¹⁶.

95
Los cuatros enfermizos se colocan a sí mismos en un brete. Como su autoimagen idealizada está
basada en lo diferentes que son del resto del mundo, su autodefinición es negativa: «No me parezco
a ti en absoluto».
En segundo lugar, observa que esta autoimagen negativa es en gran medida una reacción defensiva
ante un sentimiento de deficiencia. La inconformidad elitista o el personaje bohemio no son más
que una formación freudiana de reacción defensiva diseñada para cubrir una carencia muy temida,
la de no poseer una identidad estable merecedora de que los demás le presten atención. Por eso la
autodefinición del cuatro enfermizo descansa en un lecho de afectación y falta de autenticidad
existencial.
Recuerda que esta falsa identidad del ego se inició con unos sentimientos iniciales de abandono y
victimización. El cuatro se vio a sí mismo excluido y alienado. Eso hizo que la melancolía dominara
su psique hasta el punto de que llegó a ser perversamente atesorada e incorporada
psicológicamente. El cuatro se identifica con la melancolía, que forma parte de su autodefinición, y
le resulta preferible ante la felicidad «superficial» de la muchedumbre descerebrada culpable de
haberle rechazado.
Ahora bien, para un cuatro reconocer su valía intrínseca, sus buenas cualidades o la Bondad Esencial
es como perder su sentido de identidad del ego como extraño melancólico o víctima atormentada.
Aceptarse y dejar a un lado los fallos que perciben en sí mismos (el verdadero Yo Superior no tiene
fallos) exige a los cuatros abandonar su queridísima personalidad. Y ¿quién quiere abandonar su
personalidad, su adorado sentido del yo? Sin duda, el ego no. Hacerlo sería como perderse por
completo a uno mismo. Sin embargo, la negativa a dejar ir su identidad del ego por miedo a perderse
en el proceso exige que el cuatro permanezca en una congoja depresiva. Una vez más vemos cómo
el ego no es realmente nuestro amigo, aunque afirme serlo.
Desde el punto de vista del yo psicológico inferior, las opciones parecen ser el miedo o la desdicha,
al menos en la mente errada del individuo cuatro: «¡Estoy atrapado en mi dolor mental y no
encuentro la salida!». Salir significaría perderme a mí mismo y caer en el abismo de la nada. «No te
preocupes —dice el ego—, ¡podemos disfrutar juntos de tu dolor! Yo estaré contigo en todos tus
momentos de melancolía. ¡Qué dulce es!».
A medida que los cuatros se vuelven más y más enfermizos, sobrepasan la introversión normal y se
retiran casi por completo del trato social. Las sensaciones de vergüenza y las expectativas de ser
humillado llegan a ser tan abrumadoras que ni siquiera quieren arriesgarse a que los vean. Estas
sensaciones causan sin duda problemas fuera de casa. La inseguridad puede ser tan debilitadora
que muchos son incapaces de trabajar de forma productiva y de un modo constante y a largo plazo.
Pueden desatender sus obligaciones o reducir su nivel de responsabilidad, e incluso plantear
razonamientos que llevan a la conclusión de que el resto del mundo es culpable de haberlos forzado
a abandonar el trabajo, desviarse en los estudios o minimizar las exigencias de la vida con las que
han abusado de ellos contra su voluntad.
En los niveles de desarrollo extremadamente enfermizos los cuatros se vuelven insoportables y, si
ello fuera posible, aún más alienados. Llegan a rechazar a todo el mundo y a todo lo que no apoye
su autoconcepto o sus exigencias emocionales¹⁷. Aislados y retraídos, a los cuatros disfuncionales

96
les resulta difícil expresar de forma directa y abierta su rabia; aunque no debemos equivocarnos, el
histrionismo emocional entra dentro de las posibilidades del individualista convencido.
De todas formas, la ira suele ser internalizada como depresión, apatía y fatiga constante. Esta rabia
introyectada podría también suponer que los cuatros odian todo aquello que no está de acuerdo
con la imagen idealizada que tienen de sí mismos. Este odio hacia su propia persona puede
complementarse con el odio hacia los demás por no acudir a su rescate emocional, por no estar ahí
cuando más los necesitaban.
El cuatro clínicamente deprimido y que se odia a sí mismo puede muy bien sabotear cualquier cosa
buena que aún conserve en la vida. Cuando esto sucede, sólo queda la desesperanza. Puede llegar
a creer que vivir no tiene sentido y que ha malgastado toda su vida persiguiendo sueños
disparatados. Es posible que llegue a la conclusión de que su vida ha sido un desperdicio total. En
su desesperación puede emprender comportamientos abiertamente autodestructivos con la
esperanza vana de que alguien finalmente se percate de él y valide así su existencia. Los intentos
suicidas pueden ser el último grito desquiciado de atención. Este tipo de actos están diciendo: «Soy.
Existo. Tengo valía. ¡Y merezco que me vean! Espera a verme muerto, ¡entonces no podrás
evitar percatarte de mí!». Mediante el suicidio real o los intentos de suicidio, el cuatro enfermizo
pretende afirmar la valía de su vida ante el mundo destruyéndola o al menos intentando hacerlo.
Una lógica psicótica.

La noche es más oscura justo antes de amanecer.


Proverbio

LA SOMBRA PERSONAL

Recordarás el consejo de Chuang Tzu de que todos debemos entrar en nuestra sombra personal si
deseamos dejar de vernos perseguidos y asediados por ella. No es intentando escapar de ella como
podemos alejarnos del tormento. Para el cuatro eso significa afrontar el tema de la envidia. La
envidia es lo que más influencia ejerce sobre la atmósfera emocional interior de este tipo
caracterológico¹⁸.
El diccionario enciclopédico Webster de lengua inglesa define la envidia como «dolor, desasosiego
o descontento provocado por contemplar la superioridad o el éxito de otro; sentimiento que hace
que la persona se resienta de la buena suerte de otro».
El investigador de eneagrama Claudio Naranjo la explica así: «El estado emocional de la envidia
implica un doloroso sentimiento de carencia y un ansia por aquello cuya falta se percibe; la situación
supone un sentido de la bondad como algo exterior a uno mismo, que debe ser incorporado» ¹⁹.
De estas definiciones de la envidia aprendemos que se basa en gran medida en el juicio comparativo.
Otra persona tiene algo que yo no tengo. Ese algo está fuera de nosotros. Lo que tiene la otra
persona se considera mejor, mientras que lo que nosotros poseemos o lo que nos dejan es inferior
o, de algún modo, menos deseable. El juicio comparativo nos muestra la discrepancia entre lo que

97
tenemos y lo que no tenemos, pero queremos. Hace que nos comparemos con otros que parecen
haberse convertido ya en lo que nosotros desearíamos ser.
En los demás vemos una vida de la que desearíamos disfrutar, pero no podemos. El ser menos de lo
que desearíamos ser y no poseer lo que poseen otros presenta una perspectiva muy sombría.
Nuestra envidia está, por tanto, provocada por una aparente deficiencia, lo que podríamos
denominar una privación voraz, un vacío con la boca abierta²⁰. Realmente sombrío.
Por si acaso desear parecerse más a otra persona o querer lo que otro tiene no fuera causa suficiente
para la turbación mental, con la envidia vienen también otros sentimientos negativos como la ira y
el odio. Como afirma Sandra Maitri:
Lo que añade malicia a la envidia es tanto la sensación de injusticia por no poseerlo [es decir,
el objeto o la cualidad deseados] como la desesperación de no poder aprender, desarrollar
o conseguir ese algo superior Percibimos una sensación de desesperación producida por no
tenerlo como propio. Perpetuamente residirá fuera de nosotros mismos. Resulta
terriblemente frustrante desear algo y al mismo tiempo padecer la desesperanza total de
poder llegar a conseguirlo. Esto nos lleva a sentir hostilidad hacia lo que consideramos
bondad. Comenzamos a odiar la causa de nuestra envidia porque nos hace sentirnos
devastadoramente carentes e incapaces de hacer nada para solucionarlo²¹.

No codiciarás los bienes ajenos.


Mandamiento del Antiguo Testamento

La envidia tiene más probabilidades de darse en el cuatro, y de hecho en cualquiera, cuando la


comparación con otro es al mismo tiempo negativa para el yo y pertenece a un dominio o área de
la vida especialmente importante y relevante para la autodefinición²². En otras palabras, si alguien
es deficiente comparado con otro en algo que le importa poco o nada, no es probable que surja la
envidia. Es cuando la comparación nos «importa», cuando de un modo u otro impacta sobre la
autoimagen del cuatro, cuando la envidia muestra su feo rostro. No se trata de un suceso aleatorio.
Está dirigido a un individuo y es muy específico de éste.
Otra cosa que debemos señalar acerca de ella es que no es lo mismo que los celos. Lo más frecuente
es que los celos impliquen una relación. Normalmente existe otro rival que nos amenaza en uno de
esos dominios de la vida que consideramos importantes para nuestra propia definición. Esto podría
implicar una relación íntima, por ejemplo, en la que alguien más atractivo o seductor hace que
tengamos miedo de que nuestra pareja pueda sernos arrebatada debido a las cualidades superiores
de otra persona. Por eso la vigilamos celosamente en la creencia de que el otro rival no tiene
derecho a conseguir su afecto. Los celos poseen un tinte de «o mío o de nadie». Sólo uno de
nosotros puede conseguir lo que ambos deseamos.
Para distinguir entre celos y envidia, Maitri expresa del siguiente modo las diferencias entre ambos:
«Los celos son una intolerancia o sospecha de rivalidad o infidelidad, una hostilidad contra el rival
que creemos que tiene ventaja y una guardia vigilante de nuestras posesiones. La envidia, por su

98
parte, es una consciencia dolorosa y resentida de una ventaja que disfruta otra persona unida a un
deseo por poseer esa misma ventaja» ²³.
Un ejemplo puede resultarnos útil: yo envidio a alguien por haber disfrutado de unas vacaciones
fantásticas y desearía poder hacerlo yo también, pero no sugiero que la otra persona no las
mereciera y yo sí. No es que las vacaciones del otro me roben aquello que yo quiero o lo que es mío
por derecho propio. En un principio ambos podemos tener vacaciones en el mismo destino o en
otro diferente y al mismo tiempo. Para el cuatro, sin embargo, la idea es que lo que en principio
resulta posible no es probable que suceda jamás, de ahí el resentimiento. «¡Es como si yo nunca
consiguiera lo que quiero y ellos sí!»
El papel que desempeña la envidia en la psicodinámica existencial del cuatro está amarrado gracias
a la proyección psicológica. Recuerda que la percepción es proyección. Nuestra atmósfera afectiva
interior es lo que determina el clima psicológico exterior. Por decirlo de un modo más sencillo, lo
que vemos en nuestra experiencia de vida es una proyección de nuestro estado mental actual.
Esto ya lo aprendimos al comienzo de este libro con el debate sobre Lance y la nueva chica de la
clase. Recuerda que en el caso de Lance observamos cómo proyectó sus propias inseguridades sobre
Becky, externalizando así lo que no le gustaba de sí mismo.
Así es como suele funcionar la proyección la mayoría de las veces. Con el cuatro, sin embargo, la
psicodinámica es, en cierto modo, distinta. En lugar de proyectar sus inseguridades sobre los demás,
los cuatros tienden a proyectar sus ideales sobre sí mismos y luego envidiar a los demás por
aproximarse más a lo que ellos desean ser o conseguir. Las vidas de los otros son mucho mejores
que la del cuatro. Están llenas, completas. Los demás se sienten plenamente felices y satisfechos.
Desde el punto de vista del cuatro, los demás parecen tener todo aquello de lo que él carece:
relaciones estrechas y amistades significativas, posesiones materiales, hijos o la posibilidad de
tenerlos, habilidades, capacidades, oportunidades, invitaciones, etc. No resulta sorprendente que
se sienta crónicamente triste. Comparado con otros se cree sumamente deficiente incluso ante sus
propias vacaciones, su trabajo, su vida social, su talento para cantar, sus relaciones, su hogar o sus
hijos.
Si bien los celos pueden provocar brotes de guerra abierta, el lado oscuro de la envidia es un poco
más sutil o indirecto. Los cuatros enfermizos pueden deleitarse en secreto por las pérdidas y el
sufrimiento de las personas a las que envidian. «¡Ah, qué pena que se te haya quedado la cara
marcada para siempre!», dice el cuatro. «Oh, así que le despidieron de su puesto de ejecutivo.… Oh,
suspendiste el examen... No te preocupes, la próxima vez te saldrá mejor…» (mientras que en lo
más recóndito de su mente piensa: «¡Espero que no!»).
Hace falta ser retorcido para disfrutar con las desgracias ajenas.
Otro de los aspectos oscuros de la envidia es que sirve de campo de cultivo para el cotilleo, la
maledicencia y la calumnia²⁴. Al cuatro enfermizo le resulta extremadamente difícil estar viendo
constantemente en los demás aquello que idealiza y de lo que aparentemente él carece tanto en su
persona como en su vida. En los demás el cuatro ve lo positivo y lo bueno. Esta percepción llega a
hacerse insoportable dado el enorme vacío que siente en su interior. Por eso persigue de forma
furtiva y apoyado por el ego al receptor de su proyección positiva. A menudo los cuatros intentan
bajarles los humos a esos individuos, los cuales parecen desplegar las cualidades que perciben como

99
ausentes o menos desarrolladas en sí mismos. Pueden hacerlo hablando mal de ellos a sus espaldas,
haciendo de menos sus logros o intentando de un modo u otro hacerles daño a aquellos que
envidian. Por ejemplo, un cuatro con ambiciones frustradas puede criticar injustamente a una
persona exitosa por ser implacable a la hora de perseguir sus objetivos. En este caso, al rebajar y
devaluar lo que otra persona ambiciona intenta convencerse a sí mismo, de un modo bastante
inconsciente, de que no tienen por qué sentirse tan mal por ser menos hábiles. ¡Cuatro, te has
cubierto de gloria!
¿Realmente te sientes mejor contigo mismo cuando haces esto? ¿No es más probable que ese
sentimiento reprimido de culpa inconsciente favorezca todavía más el odio que sientes contra ti?
¿No estás favoreciendo tu propia desdicha al hacerlo? ¿No eres en realidad el arquitecto principal
de las tribulaciones de tu mente?

RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS PARA FAVORECER


LA HIGIENE PSICOLÓGICA Y ENCONTRAR LA PAZ INTERIOR

Lo primero que tienen que hacer los cuatros es reconocer que el ayer ya pasó y el mañana quizá no
llegue nunca. La vida en su conjunto debe experimentarse en el presente; el precioso ahora es lo
único que tenemos. El mañana de ayer y el ayer de mañana son hoy, sólo hoy. En el presente está
contenido aquello en lo que tu pasado se ha convertido y en lo que tu futuro se convertirá.
Es importante que los cuatros se den cuenta de esto, pues sus anhelos e ilusiones dependen de
otros momentos y lugares. Para los cuatros vivir es como conducir un coche hacia delante con la
vista fija en el retrovisor para ver lo que acabamos de perdernos o lo que podría haber pasado por
nuestro lado en la carretera de la vida. Y cuando no están mirando hacia atrás, deseando haber
mirado mejor, están impacientemente mirando a lo lejos y preguntándose por qué dura tanto el
viaje. Se mueren por llegar a su destino y, en ese proceso, se pierden todos los bellos paisajes de la
vida. Seguro que hay una forma mejor de recorrer el viaje de la vida. Centrarse casi por completo
en lo que está detrás es sin duda peligroso cuando estamos progresando y moviéndonos hacia
delante. Por otra parte, estar siempre centrados en algún horizonte lejano significa que nos
perdemos todo el terreno que ya hemos cubierto y lo agradable que ha sido el viaje hasta este
momento.
Por eso los cuatros deberían intentar pararse a determinar sus coordenadas de espacio-tiempo a
intervalos frecuentes a lo largo del día. Deberían preguntarse: «¿Estoy experimentando la realidad
aquí y ahora o estoy ausente soñando despierto con algún otro lugar y momento?». Siempre que su
atención esté centrada en cualquier otro lugar tendrían que regresar al momento presente, a lo que
está sucediendo ahora.
Como hemos aprendido en este capítulo, incluso cuando los cuatros viven en el presente sigue
habiendo problemas. Tienen una cierta tendencia a centrar su atención de forma selectiva,
amplificando lo negativo actual y exagerando lo positivo del futuro, de otro sitio o de otra persona.

100
Lo cierto es que el presente no es tan malo, y el futuro, el pasado o cualquier otro lugar, no
totalmente bueno. Sin duda el otro envidiado e idealizado tiene también sus fallos, como todos…,
al menos en lo que se refiere al ego psicológico.
Hablando en plata, ningún tiempo, persona ni situación empírica es absolutamente perfecto. Nada
será exactamente como el cuatro quiere. Los cuatros necesitan reconocer su tendencia cognitiva a
ver las dificultades de su vida como terriblemente espantosas y las de todos los demás como
infinitamente mejores, con independencia de los motivos.
Como ya hemos señalado, este engaño está basado en unas distorsiones selectivas de la percepción.
Los cuatros necesitan elegir conscientemente percibir las cosas de un modo diferente, más
equilibrado. Habrá pros y contras se trate de quien se trate, sea la situación que sea o suceda la vida
donde suceda. El reconocimiento y la aceptación de este hecho deben ayudarles a encontrar un
mayor contento en sus circunstancias actuales.
Si la miras con suficiente detenimiento verás que la hierba verde del otro lado de la valla también
tiene sus rodales amarillos y marrones.
Apreciar este hecho aporta al cuatro madurez y confianza. Ya no hay necesidad de todo este loco
anhelo y esta búsqueda, y cuando acepta las complejidades y vicisitudes de la vida ya no tiene que
compadecerse melancólicamente de sí mismo. Todo el mundo pasa por momentos mejores y
peores. En un nivel psicológico todos tenemos nuestros puntos flacos y nuestras deficiencias.
Las apariencias pueden ser engañosas. Piensa otra vez en el tres siempre consciente de su imagen,
por ejemplo, que nos ha engañado para que creamos que es un éxito completo enmascarando la
realidad más profunda de que es alguien cuya vida depende de nuestra opinión favorable de él. En
realidad, es un esclavo de la muchedumbre.
¿A que eso tiene buena pinta? ¿Verdad que la hierba no es tan verde?
Idealizar a cualquier persona o tipo caracterológico y creer que es mejor que uno mismo o que
nuestro tipo es estúpido. Todos estamos, hasta cierto punto, atrapados por nuestros egos, tan
centrados en sí mismos y tan destructivos. Todos tenemos nuestras sombras, nuestras defensas y
nuestras estrategias de compensación para afrontar las dificultades y desengaños de la vida.
Resulta de lo más divertido observarlo desde la perspectiva del Ser Perfecto, en el que la Bondad es
eterna e infinita. Desde esa perspectiva, ¡la vida es un carnaval! Estamos aquí para una cita
temporal limitada.
Si eres un cuatro tienes que perdonar a los demás y aceptarte a ti mismo. Ya vimos cómo los cuatros
proyectan sus valores e ideales sobre otros a los que rápidamente envidian. Ven en los demás
aquello de lo que creen carecer. Como el ego no puede soportar durante demasiado tiempo la
envidia consciente, la transforma en un odio dirigido contra la persona envidiada. Desde el punto
de vista del ego, es más fácil vivir con odio que con envidia, que supone admitir el fracaso y la
incompetencia. En el llamado mundo real el odio tiene asociado un cierto estatus perverso. Cuando
odiamos somos duros.
Nos sentimos confiadamente bien con nuestra crítica y nuestra condenación moral. Nosotros somos
los buenos; ellos no son los buenos. El otro defectuoso se merece nuestro ataque y nuestro juicio.
Cuando juzgamos a alguien asumimos que somos mejores que la persona juzgada. Ese individuo
muestra un carácter defectuoso que necesita reparación psicológica.

101
Evidentemente, el Otro Idealizado no pidió las proyecciones del cuatro. Lo más probable es que no
sea consciente de que una persona le ha convertido en un ídolo al que pronto va a derribar del
pedestal en el que le ha colocado. Desde la distancia ha sido convertido en ídolo y derribado en
rápida sucesión y sin su conocimiento. Ha sido glorificado sin saberlo por sus atributos y luego, sin
que se lo comunicaran, ha sido atacado, criticado, juzgado, etiquetado, estereotipado y ha surgido
un resentimiento hacia él en la tierra de fantasía de la mente defensiva y atribulada de otra persona.
En la medida en que esto sea así, los cuatros deben pasar revista mental a todas aquellas personas
a las que han despreciado por envidia. Tienen que perdonar a esos otros por lo que nunca hicieron,
es decir, por hacerles daño intencionadamente. Los cuatros, y todos los demás también, a menudo
hacemos a los demás lo que jamás querríamos que nos hicieran a nosotros. En este caso se ha
lanzado un asalto contra un inocente desprevenido. Si alguien es capaz de comprender el dolor
emocional de alguien que sufre a manos de otros, incluso cuando no ha hecho nada malo para
merecer semejante trato, ése es el cuatro. La víctima de su veneno podría decir: «No lo entiendes...
¡No sabes lo que significa ser como yo soy! ¿Quiénes son estos cuatros que han decidido
convertirme en su héroe sin mi permiso para luego transformarme en villano? ¡Yo no pedí que lo
hicieran!». ¿Qué puede honestamente responder el cuatro?
Sus propias inseguridades han creado de forma inconsciente el objeto-otro que ahora parece
merecer el juicio y el ataque. Si aprecia con más profundidad las complejidades de la vida, las
complejidades de la personalidad de la gente y cómo funciona su propia psicodinámica existencial,
el cuatro puede llegar a ver con más facilidad cómo un mundo perturbador, un mundo de
ambivalencia que oscila entre la admiración y el ataque, es en realidad una proyección psicológica
por la que tiene que asumir una responsabilidad personal. Al apreciar cómo el inmerecido asalto
contra el envidiado otro está basado en la ignorancia de su propia persona, el cuatro no necesita
tampoco juzgarse ni condenarse a sí mismo. Más bien lo que debe hacer es dejar completamente
de juzgar.
Los cuatros no deben malgastar su energía en sentirse culpables por sus proyecciones y ataques
odiosos. Tienen que entender mejor lo que los provocó. Al igual que descubrir el truco le roba a la
magia su asombro, descubrir los engaños del ego le roba su poder para impresionarnos con su
aparente efectividad, que de todas formas estaba basada en la ilusión, como la magia.
Todo este ataque y este juicio tienen aún otro pliegue. Irónicamente los ataques contra los demás
eran, de forma indirecta, ataques contra sí mismo. Al sentirse deficiente desde la niñez, el cuatro
nunca se identificó con sus cualidades positivas; más bien las proyectó hacia afuera. Al atacar a
aquellos sobre los que las había proyectado, de hecho, se estaba atacando a sí mismo.
Ahora bien, al aceptar en los demás lo que proyectó conscientemente contra ellos, es más capaz de
aceptarse a sí mismo. Liberar a los demás de la culpa tiene el efecto de liberarle a él del
atormentador pensamiento de que es básicamente deficiente.
Lo cierto es que la causa última de los ataques anteriores era el odio contra sí mismo. Este tipo de
odio o aborrecimiento hacia uno mismo, por muy tristes que fueran sus comienzos en la formación
del ego, nunca estuvo justificado pues se basaba en la ignorancia del propio Ser Superior. En él no
hay deficiencias, no hay nada de lo que sentirse culpable.

102
En el continuo espacio-tiempo no podemos impactar con el Ser Esencial de otra persona, y el otro
no puede realmente afectarnos en nuestro Estado Esencial.

Entenderlo todo es perdonarlo todo.


Proverbio francés

«Las cosas exteriores no tocan el alma», dice el filósofo estoico. Todo daño, ataque o juicio percibido
se produce en el campo del ego, una realidad virtual iluminada por los fuegos del odio, unos fuegos
alimentados por la inseguridad psicológica. Esta realidad virtual del ego es el infierno viviente de la
mente.

La mente es su propio lugar y en sí misma puede convertir el infierno en un cielo y el cielo en


un infierno.
John Milton

Como sucede en todos los tipos, la principal tarea existencial del cuatro es permanecer en contacto
con su esencia.
Para los individualistas convencidos, el reto mayor consiste en recuperar la virtud de la ecuanimidad.
Los cuatros pierden el equilibrio de sus vidas al identificarse con esa parte del yo que coincide con
su autoimagen idealizada. Son realmente especiales en esto.
Veamos una comparación: para los unos, la autoimagen idealizada es el perfeccionista; los doses
son los dadores desinteresados; los treses se identifican con el éxito y hacen cualquier cosa para
realizarse a sí mismos en él; los cuatros, sin embargo, se identifican con esa parte de la psique que
no consigue ajustarse a la imagen idealizada. Esa imagen idealizada se proyecta sobre otros y luego
esos otros son envidiados desde lejos. Como a los cuatros sólo les queda entonces identificar lo que
les falta o aquello de lo que carecen, la felicidad se queda en una posibilidad muy distante.
«Soy un extraño melancólico e incomprendido», dice el cuatro con una cierta satisfacción perversa
que brota de una sensación de inconformidad elitista. Identificarse así con el dolor nunca es bueno.
A la vista de todo esto, lo que los cuatros necesitan reconocer es que lo que ven en otros es una
proyección de sí mismos. No es raro que sean felicitados por otras personas por tener cualidades o
habilidades que envidian en los demás y no consiguen ver en sí mismos. Por ejemplo, un cuatro
podría estar deprimido porque un rival es mucho más elocuente o tiene un discurso mucho más
fluido. Sin embargo, la elocuencia del otro sólo es reconocida porque el cuatro posee la capacidad
de apreciarla. Hace falta ser un «genio» para apreciar el «genio» de esa persona. Como reza el dicho:
«Habló quien pudo».
No podemos infravalorar la importancia de la proyección en la percepción. Cada vez que vemos a
otra persona estamos encierto modo mirándonos a nosotros mismos. La realidad que percibimos

103
es una construcción de nuestra mente. A veces vemos nuestras inseguridades y carencias, como le
sucedía a Lance con Becky (véase capítulo 1); en otras ocasiones vemos nuestros valores e ideales.
Cuando los cuatros desarrollan el hábito de ver lo Bueno en los demás y entienden que su
percepción es producto de su propia mente, son capaces de ver las similitudes entre esos otros y
ellos mismos. Entonces la Bondad que observan en las demás personas se convierte en la Bondad
que observan en sí mismos. Esta Bondad aportará luz a la mente oscurecida por la melancolía, la
depresión y la desesperanza. Y con la iluminación viene la dicha alegre.

La santidad que hay en ti le pertenece a él [tu hermano]. Y cuando la ves en él, vuelve a ti.

Un curso de milagros

• Juego de palabras intraducible. Hilarius se pronuncia en inglés igual que hilarious, que significa
hilarante, regocijante. (N. de la T.)

104
8
La dinámica
del ego en el carácter.
Tipo cinco:
el pensador observador
Pienso, luego existo.
Descartes

LA ESENCIA PERDIDA

NADIE EMERGE DE LA NIÑEZ sin haber resultado afectado por los acontecimientos que experimentó
durante ese periodo de desarrollo. Si bien la educación que recibimos en la primera infancia no
determina necesariamente en lo que se va a convertir nuestro carácter ni cómo nos vamos a
comportar de adultos, lo que está claro es que actúa como una influencia formativa muy significativa
en la creación de nuestra personalidad.

Las personas que se han identificado a sí mismas como cincos suelen decir que tuvieron una niñez
desgraciada o problemática. Podemos comparar este hecho con el tres, por ejemplo, que fue
constantemente alabado y recompensado por sus logros. El dos también recibió innumerables
caricias psicológicas por ser tan agradable y colaborador. Evidentemente los jóvenes doses y treses
no sabían las devastadoras consecuencias emocionales que todas esas lisonjas y reconocimientos
tendrían para su bienestar emocional posterior. En aquel momento recibir las caricias era agradable.
«Mamá y papá siempre me compran un helado cuando saco un diez», decía el tres. «O cuando
limpio mi habitación», contestaba el dos.
Poco sabían los receptores de esas recompensas lo que les esperaba más adelante. Qué
involuntarios fueron los resultados de toda esa amorosa atención paterna. ¿Quién podía saberlo?
Por lo que se refiere al cinco, la historia de su niñez no suele ser tan dulce. Lo más frecuente es que
los cincos tuvieran padres o tutores que obraran de dos formas extremas. En la primera, los padres
del cinco eran terriblemente intrusivos. Invadían frecuentemente el espacio del niño, ya fuera de
forma física o emocional. En lugar de permitirle vivir a su propio ritmo, mamá y papá se imponían
planteando interminables exigencias y sugerencias. Su intervención paterna era impuesta, no
bienvenida.
Esto resulta particularmente desquiciante pues, por lo que se refiere al temperamento, los cincos
tienden a ser individuos introvertidos ya desde su juventud. Esta predisposición hacia la introversión
hace que no les agraden las visitas no anunciadas e inesperadas, pues constituyen casi un acto de

105
violencia contra el Yo. Como los cincos percibieron el peligro de ser abrumados por sus padres o
cuidadores en su primer desarrollo, no se sintieron seguros en su entorno familiar, sin duda el único
refugio en el que la seguridad debe estar garantizada, al menos para el crecimiento psicológico
saludable.
El resultado es que se retiraron a la seguridad de su mente. Es en este tabernáculo interior donde
muchos cincos eligieron vivir el resto de su vida.
En el otro extremo sucede a veces que los cincos fueron física o emocionalmente abandonados. La
crianza pudo ser errática; quizá los padres estaban emocionalmente perturbados, eran alcohólicos
o estaban atrapados en un matrimonio sin amor, por ejemplo, ¹.
En todos estos casos no le ofrecieron a las cinco fuentes de amor y seguridad constantes y fiables.
Este abandono pudo también estar relacionado con la separación y el divorcio de los padres. En esta
situación uno de los progenitores está totalmente ausente, puede que incluso se le haya alejado. El
que queda puede estar más preocupado por sus propias necesidades que por las del hijo. Intentar
llegar a fin de mes fue quizá su principal preocupación en esta nueva situación. En tales
circunstancias el niño cinco tiene que valerse por sí mismo. Está desesperado por sobrevivir en unas
condiciones muy adversas. «De un modo muy apropiado» entra en escena el ego para rescatarle
emocionalmente y poco a poco comienza a desempeñar un papel más destacado en la vida del cinco
a medida que éste va madurando.
Tras repetidos y prolongados desengaños en lo referente a conseguir que se cubran sus necesidades
psicológicas básicas, el ego ayuda a redactar una especie de contrato social que establece los
términos de la forma siguiente: «Yo no te pediré mucho si tú no me pides mucho a mí».
El progenitor psicológicamente dañado, descuidado o sobrecargado se alegra de establecer este
acuerdo. «Fíjate lo bien que juega Billy él solito durante horas... Es un niño tan bueno..., tan
independiente., necesita tan poco para mantenerse».
El ego del progenitor se ve aliviado de la responsabilidad y el sentimiento de culpa asociado con no
cumplir sus obligaciones. Por desgracia, el contrato, firmado y sellado con un sello egoísta, tendrá a
menudo un efecto duradero. Está claro que en el futuro inmediato facilita la vida al progenitor
sufriente, pero lo hace a costa de provocar problemas psicológicos prolongados en el niño.
De todas formas, el progenitor puede llegar, con el tiempo, a experimentar un sufrimiento aún
mayor en forma de sentimiento intensificado de culpabilidad, siempre y cuando su comportamiento
negligente sea reconocido conscientemente o que, más tarde, sus hijos ya crecidos le llamen la
atención sobre él. Este «trato» al que accedió el niño cinco, y que se hizo por una percepción de
necesidad, puede convertirse en una fuente de resentimiento a medida que aumentan la madurez
y la comprensión. El cinco fue tratado injustamente y, por eso, el acuerdo fue en realidad una mala
pasada. «Nadie me dio jamás aquello a lo que tenía derecho cuando era niño —piensa el cinco—.
La vida es injusta. No le importo a nadie. ¡Lo único que quieren es sacar algo de mí!».
Un niño cinco que crece en una situación de fracaso matrimonial es a menudo testigo de
intercambios airados o, al menos, desagradables entre sus padres. Puede que haya habido gritos y
chillidos; quizá se lanzaron platos de un lado a otro de la habitación; puede que incluso el casero o
la policía aparecieran en la puerta para aplacar la violencia doméstica.

106
Para el joven cinco estos sucesos resultan aterradores y psicológicamente turbadores. Lo mismo
sucede cuando los padres ejercen de forma irracional su autoridad o simplemente irrumpen en la
habitación, cogen lo que necesitan o interrumpen lo que se está haciendo sin tener aparentemente
ningún motivo bueno o evidente.
En estos casos la vida para el joven cinco empieza con miedo e inseguridad que surgen de su
preocupación por las violaciones o el abandono. Las exigencias de la realidad le obligan a defenderse
y protegerse contra las rudas fuerzas del mundo exterior.
Muy pronto comienza a darse cuenta de que está solo. Sus cuidadores no van necesariamente a
cubrir o satisfacer sus necesidades básicas, por lo que se vuelve temeroso e inseguro. De este modo
surge la idea de la deficiencia…, como sucede con todos los tipos caracterológicos.
Esta aparente deficiencia puede ser generalizada y difusa. No sólo se arriesga a perder o no
conseguir jamás lo que necesita, sino que percibe que es bastante diferente de todos los demás.
Siente que hay algo malo en él, aunque no siempre es capaz de identificarlo. Es como un extraño
que mira hacia adentro.
Es más, una mirada a su alrededor le revela que puede no haber suficiente para todos. Es posible
que el cinco sea pasado por alto o que se ignoren sus preferencias mientras los demás lo pisotean.
En respuesta a todo esto puede experimentar una especie de estado afectivo anonadado o parálisis
emocional, es decir, el inconsciente pude negar o reprimir las emociones. Resulta demasiado
doloroso experimentarlas en ese momento.
La experiencia de separación entre el yo y el otro aumenta cuando el cinco deja de relacionarse con
los demás y se limita a observar con prevención para ver qué nuevas cosas desagradables están al
llegar. «¿’Qué van a querer de mí a continuación?», se pregunta.
Disminuyen las ganas de jugar, se evapora la alegría y los demás se convierten en aparentes fuentes
de peligro o intrusión. Ésta es la triste historia del cinco.

En su esfuerzo por hacer frente a la situación, la experiencia directa de la vida se ve a menudo


reemplazada por un intento de comprender. En lugar de estar inmerso en la inmediatez de la
experiencia (pasando el rato o relacionándose con otras personas), el herido cinco comienza a
distanciarse de la experiencia potencialmente dolorosa e intenta descubrir o analizar las
intenciones, las motivaciones, los sentimientos y los pensamientos de otros que en el pasado
demostraron ser poco de fiar o invasivos. Podrían serlo también en el futuro.
Psicológicamente los cincos se alejan para observar, como si dijéramos, desde arriba o a distancia.
Empiezan a vivir la vida desde las bandas. En este proceso se apartan de los demás y se alienan de
algo esencial en ellos mismos.
Existe un dicho según el cual los árboloes impiden ver el bosque. Esto suele querer decir que uno
está tan absorto o inmerso en algo que carece de objetividad. El problema del cinco es que puede
ver el bosque desde la distancia, pero no sabe lo que significa experimentar la belleza de cada uno
de los árboles que contiene. Su perspectiva objetiva, aunque no es necesariamente mala en sí
misma, está limitada porque se ha convertido en la única perspectiva alejada desde la que funciona
el atribulado cinco.

107
En el proceso de separarse de los demás y de las propias experiencias para poder analizarlas con
seguridad, el cinco pierde de vista una cualidad esencial que ellos, al igual que todos los demás,
poseen: una mente superior.
Esta Mente Superior o Mente Divina, como la denominan algunos, permite un tipo de conocimiento
directo. Por medio de ella accedemos a un conocimiento que trasciende el continuo espacio-tiempo
de la experiencia ordinaria por medios interiores e intuitivos.
Este tipo de conocimiento nos remite al debate sobre Platón y santo Tomás de Aquino. Recuerda
que, cuando santo Tomás experimentó la revelación divina mientras decía misa, dejó de escribir por
creer que el lenguaje humano no era capaz de expresar las verdades que le habían sido reveladas.
En su concepto del conocimiento, Platón habló también de la «relación intelectual directa» con las
formas superiores, en particular la Bondad.
Ambos pensadores señalaron un tipo de conocimiento superior sin intermediario. Esta forma de
conocimiento no es dual ni está basada en categorías lingüísticas, científicas ni lógicas. No supone
grados de separación y sobrepasa, por tanto, al ego y a los asuntos de la personalidad.
Este conocimiento es el conocimiento de una Realidad Superior. Por desgracia, la experiencia de
unicidad en el conocimiento directo queda reemplazada en el cinco por la mente inferior del ego,
que acepta la dualidad y la separación, las cosas sobre las que predica la objetividad racional. La
mente inferior se toma la historia personalmente y le permite provocar un efecto psicológico en la
personalidad.
En otras palabras, «la mente inferior permite que las cosas exteriores toquen el alma, y lo hace al
más alto grado».
Esta forma de pensar es la opuesta a la de los estoicos. Evidentemente el alma permanece intacta
en la realidad, pero el cinco que se identifica con la mente inferior de la apartada identidad del ego
está psicológicamente impactado por sus daños ilusorios. Como el dolor de un miembro fantasma,
la experiencia parece real, pero igual que esa parte exterior del cuerpo que ostensiblemente
provoca un daño físico no existe, tampoco lo hace el ego psicológico en un nivel superior. Lo que,
es más, igual que la persona a la que le han amputado el miembro niega el hecho de que su dolor
sea irreal, también el desalentado rechaza cualquier sugerencia de que el dolor brota de un ego
apartado y falso sea en realidad ilusoria. Aquí se pone en tela de juicio lo que significa “existir
realmente”.
La idea de una Mente Superior o Divina es difícil de explicar con palabras, pues hace referencia a
algo que trasciende la experiencia común. Describir de qué trata el «conocimiento directo» presenta
el mismo problema. En su esfuerzo por explicar este asunto, Riso y Hudson lo exponen de este
modo:
«El conocimiento directo [...] es bastante distinto de la forma de pensamiento del ego, que
generalmente se caracteriza por la charla o la visualización interior, acompañadas a menudo
por un proceso de clasificación de la información y de “recuperación de datos”. En el
conocimiento directo, por el contrario, la mente está en silencio y abierta y nos sostiene la
consciencia de que sabremos lo que necesitemos saber cuando necesitemos saberlo. Hasta
la adquisición de nueva información, nuevas habilidades o nuevas experiencias estará
guiada por un conocimiento interior que no surge de la sensación de insuficiencia del ego.

108
El conocimiento directo brota de la experiencia directa del espacio vacío y prístino de la
mente: nos permite estar libres de ataduras respecto de una perspectiva concreta. Sabemos
que en distintos momentos y situaciones pueden resultar más útiles otras perspectivas
diferentes, y que nuestra Esencia nos guiará hacia la más adecuada. Esta claridad interior
nos permite no comprometernos con el mundo de los fenómenos: cuando actuamos con
esta capacidad vemos todos los objetos y sucesos como algo que surge y desaparece en un
misterio vasto e insondable. Vemos el mundo como una danza de gestos y movimientos
exquisitos en el brillante vacío» ².
En resumen, al haber olvidado de lo que se trata el conocimiento directo, los cincos pierden la
Calidad Omnisciente de la mente Superior³. Se ligan al conocimiento del mundo ya sea a través del
sentido común, sus teorías favoritas, la ciencia empírica o las abstracciones elevadas de la filosofía
académica, por ejemplo. Todo este conocimiento está basado en la realidad dual, más allá de la cual
existe una Realidad Trascendental Superior.

El camino hacia Dios debe pasar por el silencio, yendo más allá de las palabras y los pensamientos.

Anthony De Mello

PERCEPCIÓN PSICOLÓGICA DEL MUNDO


Y ESTRATEGIAS COMPENSADORAS

Como ya hemos visto, en respuesta a las dolorosas experiencias que vivieron en su primera infancia,
los cincos comienzan a apartarse del mundo. Intentan minimizar el contacto con los demás
simplificando, al mismo tiempo, sus necesidades. Para ellos se vuelve muy importante encontrar un
espacio privado donde se sientan protegidos y, si no encuentran uno, tienen que crearlo ⁴.
Probablemente constituyen el tipo caracteriológico más introvertido de todos los que vamos a
estudiar en este libro. Se parecen mucho a lo que Carl Jung denomina tipo introvertido pesnador.
Aunque suelen ser también un tipo retraído e introvertido, además de bastante dado a la privacidad,
anhelan una conexión que los cincos desean. Al menos en el nivel consciente, los cincos suelen
sentirse contentos de vivir una vida recluida de ermitaño.
Para ellos resulta preferible, pues tener relación con los demás implicaría probablemente establecer
relaciones, y con las relaciones vienen las obligaciones, algo que los cincos sienten como coercitivo
dadas sus primeras interacciones infantiles con unos padres intrusivos.
Por otro lado, si sus padres no fueron intrusivos sino descuidados, entonces probablemente esos
cuidadores necesitados, poco cariñosos o disfuncionales de un modo u otro exigieron cosas que en
realidad eran ellos los que tenían que habérselas ofrecido a su retoño cinco, cosas como tiempo,
dinero o afecto.

109
Preocupados por verse rodeados o exprimidos, los cincos compensan escondiéndose. Los
compromisos emocionales se perciben como una sangría ⁵. Llegan a creerse que si están conectad
os con otras personas pueden verse forzados a sacrificar sus agotadas reservas de energía o los
escasos recursos que han conseguido acumular ellos solos sin la ayuda o el apoyo de los demás.
Recuerda que pocas cosas les han sido fáciles. Refiriéndose a la alegría que siente el cinco por la
privacidad, Helen Palmer escribe lo siguiente:
Los cincos cobran vida cuando están solos. Muchas veces necesitan alejarse de la gente para
recargar sus baterías y dejar salir sentimientos que estuvieron en suspenso mientras se
encontraban en presencia de otros. El tiempo privado de un cinco está lleno de
ensoñaciones y cosas interesantes en las que pensar. Aman la compañía de su propia mente
y, a menos que la privacidad se adentre en sensaciones de aislamiento, rara vez se sienten
deprimidos o aburridos por no tener nada que hacer [...] Aunque los observadores [cincos]
pueden parecer solitarios y aislados socialmente desde el punto de vista de los tipos más
extrovertidos, en realidad ellos prefieren estar solos. De hecho, son notablemente
independientes. No buscan la aprobación de los demás, prefieren ser económicamente
autosuficientes, insisten en que les dejen ir y venir a su antojo y desean permanecer libres
de la sangría emocional de las relaciones de dependencia⁶.

Solo, pero no solitario.


Máxima del cinco

Como ya hemos aprendido, la preferencia que sienten los cincos por no implicarse significa que son
unos individuos muy independientes y autosuficientes. La autonomía se convierte en una necesidad
idealizada. Esta necesidad se traduce a menudo en vivir la vida de la mente, en la que se maximiza
la independencia de las exigencias de la realidad diaria. En la mente uno puede desarrollar un
conocimiento experto o dominar algún tipo de habilidad especial. Esta maestría y este dominio
proporcionan al cinco la sensación de ocupar un lugar psicológico, un nicho en el que uno está
seguro, al que pertenece y donde es alimentado, aunque sólo sea de modo intelectual o profesional
impersonal.
Con bastante frecuencia los cincos se ven atraídos por las cosas poco corrientes, olvidadas, secretas,
ocultas, extravagantes, fantásticas o impensables⁷.
Al centrarse intensamente en ellas se convierten en «los expertos» y se crean una imagen idealizada
de sí mismos en torno a esa maestría. Los cincos proyectan la imagen de alguien que tiene algo
inusual y perspicaz que decir…, y a menudo así es.
Es probable que un número desproporcionado de filósofos hayan sido cincos, incluyendo a europeos
como René Descartes, Jean-Paul Sartre o Immanuel Kant, y también a Buda. Otros cincos que han
marcado enormemente nuestro pensamiento son el magnate de la informática Bill Gates, el
científico Albert Einstein, cuya contribución fue la teoría de la relatividad, el autor de novelas de

110
terror Stephen King, la poetisa Emily Dickinson y la antropóloga británica Jane Goodall, que formuló
una teoría sobre lo que separa a los seres humanos de los monos.

En su esfuerzo por lograr la maestría o la especialización da la impresión de que los cincos están en
un perpetuo modo de preparación⁸. Parecen estar siempre preparándose para la vida, pero sin
llegar a sentirse listos jamás. Acumulan títulos y más títulos, cursos y más cursos mientras se
preparan para incorporarse al mundo laboral. «Sólo un curso más, un diploma más, un título más, y
estaré finalmente listo para acometer mi profesión», dice el cinco. Sin embargo, en cuanto termina
ese curso y obtiene el diploma o el título, de forma mágica aparece un paso preparatorio más que
debe realizar antes de ponerse a trabajar. Hasta ese momento puede regresar a su torre de marfil
o a su ermita, ya sea de forma literal o figurada.
Al vivir una vida de la mente, el cinco adopta una orientación cognitiva ⁹. Al enfatizar el lado
cognitivo, intelectual, de la experiencia humana, se convierte en un agudo observador analítico.
Como desea permanecer racionalmente objetivo y no condicionado por apegos personales, da la
sensación de que en lugar de vivir de verdad o de experimentar la vida lo que hace es entenderla.
Esto podría implicar vivir en la abstracción evitando la concreción ¹⁰.
Un cinco, por ejemplo, podría estar más interesado en las definiciones históricas del «amor» que en
llegar a experimentarlo él mismo. Si un cinco es capaz de escribir el libro definitivo sobre el amor,
en su opinión, tanto mejor. «La mayoría de las personas que dicen estar enamoradas ni siquiera son
capaces de definir lo que están experimentando —dice el pensador observador—. ¿Qué es lo que
saben?».
Y si este cinco no está escribiendo sobre el amor; entonces probablemente esté leyendo sobre él.
Leer cosas sobre la vida puede convertirse en un sustituto de vivirla de verdad.

Los libros son como los mapas, pero también está la necesidad de viajar.
George Gurdjieff

Por seguir con el tema de la orientación cognitiva del cinco, es interesante señalar que mientras que
cualquiera de nosotros puede tener una experiencia concreta, no es raro que los cincos tengan la
misma experiencia... tres veces. A los cincos les gusta ensayar o prepararse con antelación para la
experiencia que creen que van a tener. Por ejemplo, un cinco puede imaginar cómo va a ser una
fiesta mientras se dirige a ella. «¿Quién estará? ¿De qué se va a hablar?» Este tipo de cuestiones le
preocupan mientras ensaya conversaciones y respuestas completas en su cabeza.
Luego viene la experiencia en sí de la fiesta en la que el cinco probablemente se comporte como un
ser gris o un observador distante de lo que sucede. Por último, está la fase del interrogatorio tras la
fiesta en la que se repite todo mentalmente. Esos comentarios que debieron hacerse pero que
nunca se hicieron se realizan ahora en su mente. En ese lugar seguro las emociones pueden ser

111
expresadas en silencio, pueden ganarse las discusiones y se puede analizar y evaluar a personas y
cosas.
Es como si la vida necesitara un periodo de procesamiento y análisis después de cada episodio.
Vistos desde fuera los cincos parecen a menudo despegados e incluso dan a veces la sensación de
que carecen de emociones. Esta idea no capta el hecho de que los sentimientos de los cincos poseen
una dimensión “retroactiva¹¹. Se sienten y experimentan después del hecho, en la tercera parte de
la experiencia vivida.

EXPRESIONES SALUDABLES Y NO SALUDABLES


DEL PENSADOR OBSERVADOR

Los cincos saludables son unos individuos extremadamente curiosos. De niños probablemente
preguntan por qué más que cualquier otro miembro de su familia. Les gusta comprobar y descubrir
las razones de que las cosas sean como son. Despliegan una profunda necesidad de comprender
cómo funciona el mundo, la mente o una máquina, es decir, cómo funciona cualquier cosa. Vistos
desde lejos pueden parecer muy intensos a la hora de probar sus investigaciones intelectuales. Su
concentración durante largos periodos puede conducir a descubrimientos asombrosos.
No sólo constituyen el tipo más aficionado a la privacidad, sino que también suelen ser los más
perspicaces. Ven cosas en su entorno físico o social que la mayoría de nosotros pasamos por alto.
Se dan cuenta de detalles minúsculos; leen entre líneas, entienden las implicaciones de las cosas y
son capaces de descubrir las suposiciones o presunciones subyacentes en cualquier argumento o
punto de vista.
Lo más frecuente es que sean capaces de expresar sus ideas con un nivel de detalle tan preciso que
su claridad intelectual de alta definición resulta verdaderamente pasmosa. Casi siempre resulta
fascinante hablar con un cinco acerca de su último proyecto, sea el que fuere.
Los cincos invierten gran cantidad de energía y entusiasmo en aquellas cosas que más les interesan.
Encuentran su nicho cuando han dominado algún tipo de conocimiento o se han hecho expertos en
alguna habilidad que les permite avanzar de forma confiada por la vida.
Cuando hablan de sus intereses es cuando se muestran en plenitud de facultades sociales: abiertos,
animados y entusiasmados con la vida. Tenemos mucho que aprender de ellos. ¡Puede que ya te
hayas dado cuenta por su estilo discursivo de comunicación! A mí personalmente, como académico,
siempre me ha parecido fascinante observar al nervioso y esquivo profesor cinco surgir de la
incómoda reunión anterior a la conferencia para luego concentrar la atención sobre el escenario,
tras el podio, con gran habilidad y confianza en sí mismo. Y resulta igual de fascinante después
observar cómo ese mismo profesor regresa a su concha a menos que alguien desee debatir el
contenido de la conferencia que acaba de pronunciar.
No es raro que los cincos de elevado funcionamiento se conviertan en visionarios precursores¹². Co
mo astutos observadores de la naturaleza y de las personas, o como pensadores racionales y
analíticos de orden superior, pueden producir obras importantes, originales y creativas. La lista de

112
cincos que hemos ofrecido, en la que están incluidas personas como Albert Einstein, que han
realizado descubrimientos o han planteado teorías rompedoras, ilustra este punto. Mediante
observaciones detalladas, análisis críticos, nuevos descubrimientos, ideas innovadoras o
sintetizando ideas ya aceptadas en formas hasta entonces impensables obtienen formas nuevas y
profundas de entendimiento o realizan duraderas contribuciones a la humanidad. Al apartarse de
la realidad consiguen una apreciación objetiva de la verdad mejor que aquellos que están cegados
por las convenciones, las enseñanzas pasadas o sus propios puntos de vista llenos de prejuicios y en
gran medida subjetivos con una validez limitada y cuestionable.
Los cincos suelen tener mucho cuidado en permanecer imparciales y desinteresados e intentan
asegurarse de que lo que perciben no esté mediatizado por su propia parcialidad teórica o personal.
Son capaces de descentrarse de su propia subjetividad y ver las cosas de forma objetiva desde un
punto de vista exterior. Es probable que a un cinco le resulte más halagador que le describan como
racional, objetivo y justo que como emocionalmente cálido, personal y privilegiado en su trato con
la familia, los amigos y las personas con las que tiene relación.
Si bien los cincos saludables observan a menudo cosas que la mayoría de nosotros pasamos por alto
o no vemos, los cincos enfermizos comienzan a observar cosas que no están ahí. La percepción de
la realidad se convierte casi en una distorsión defensiva o, lo que es peor, en alucinaciones y engaños
proyectados por sus mentes calenturientas.
La vida puede empezar a ser filtrada a través de la lente teórica del cinco hasta tal punto que su
interpretación de la realidad no coincida con la de la mayoría de la gente, y, en este caso, eso no
sería necesariamente porque la mayoría esté ciega o equivocada. El deseo habitual del cinco de
quedarse atrás y experimentar la vida desde la distancia puede tener el efecto de sacarle casi por
completo del mundo real. En casos extremos puede llegar a sufrir de retraimiento esquizoide¹³.
En vista de lo ya expuesto al principio del libro debería estar claro que la realidad de cada uno se
construye de hecho a partir de su propia perspectiva psicológica, por lo que todos hacemos lo
mismo que hace el cinco. La cuestión es que los cincos extremadamente enfermizos empiezan a
establecer conexiones cognitivas sin ningún sentido, unas conexiones que impiden su capacidad
para funcionar en el mundo. Cuando su perspectiva idiosincrática comienza a entrar en serio
conflicto con las normas públicamente aceptadas y las definiciones de la realidad socialmente
admitidas, surge el problema. La «pseudoobjetividad» puede alejar tanto al cinco de la realidad que
pierde el contacto con ella por completo. Con él se nos recuerda que la línea que separa la genialidad
de la locura es muy delgada.

113
Los cincos enfermizos confunden su distanciamiento de la vida con la virtud del desapego. Buda nos
enseñó que anhelar cosas o aferrarse a ellas es la causa original del sufrimiento, y que si deseamos
experimentar el nirvana, o al menos el grado mayor de paz mental en la tierra, debemos minimizar
nuestros apegos mundanos. Recuerda que nada dura para siempre.
A primera vista puede parecer que los minimalistas cincos han tenido éxito a la hora de reducir sus
anhelos. Al conformarse con poco y retirarse del mundo para observarlo con un distanciamiento
emocional, da la impresión de que se atienen al programa de Buda.
Sin embargo, sería más exacto describir a los cincos enfermizos como budas no
iluminados¹⁴. Lo que quería expresar Buda con el desapego no es lo mismo que lo que tiene en
mente el cinco disfuncional. Éstos se apartaron originalmente de sus padres en las primeras etapas
de su vida como reacción temerosa y defensiva ante el abandono emocional o el intrusismo.
Tenían miedo de ser desvalidos e incapaces. También les preocupaba el que sus recursos y
capacidades personales fueran limitados, por lo que respondieron a su preocupación rebajando sus
actividades y necesidades¹⁵.
Los cincos llegaron también a evitar situaciones en las que otros pudieran esperar de ellos más de
lo que podían dar. De ese modo, y por miedo, se retiraron al santuario interior de su mente para
encontrar refugio ante lo que percibían como un mundo hostil y descuidado.
En ese proceso los cincos enfermizos llegaron a dominar un arte que probablemente no deseen
reconocer en público: la evasión. Se hicieron maestros de la no participación para protegerse frente
a los sentimientos y experiencias de miedo y deseos de vida ordinaria¹⁶.
Buda, por el contrario, no abogó por hacerse inmune a los sentimientos. No se apartó del mundo,
sino que eligió permanecer dentro de él. ¿Por qué, si no, se le iba a denominar el Buda Compasivo?
Vio el sufrimiento de los demás y sintió empáticamente su dolor. Ése es el motivo de que decidiera
convertirse en el Bodhisattava, el Ser Iluminado dedicado a ayudar a los demás y a aliviar su dolor.
Por otra parte, considerar como buenas la falta de participación y la evasión ante los demás del
cinco enfermo es como adoptar una perspectiva perversa y una mala aplicación de la sabiduría
universal contenida en las enseñanzas budistas del desapego. Buda apreciaba la transitoriedad de
la vida. Según la tradición budista, el deseo de aferrarse a las cosas que no son duraderas constituye
la fuente del sufrimiento. Sin embargo, dejar que las cosas vayan y vengan, entender su naturaleza
efímera y transitoria, no es el hábito del cinco de escapar de la vida o negarse a entrar en las de los
demás como consecuencia de un desapego inseguro y medroso.
Esta retirada defensiva no es en ningún caso una virtud. Considerarla como tal o definirla de este
modo sería intelectualmente deshonesto. Los cincos no iluminados son culpables de mala fe
existencial cuando intentan convertir la retirada psicológica defensiva en algo digno de elogio. «Es
como intentar fabricar un bolso de seda con la oreja de un cerdo», según reza el dicho.
Sobre el tema del desapego no saludable del cinco enfermizo, Riso y Hudson señalan lo siguiente:
Los cincos son ese tipo de personas que se aíslan de la mayor parte del contacto humano.
Una vez aislados desarrollan sus excéntricas ideas hasta extremos tan absurdos que llegan
a obsesionarse con conceptos absolutamente distorsionados acerca de sí mismos y de la
realidad. En último término, los cincos enfermizos llegan a estar verdaderamente

114
aterrorizados y atrapados por las amenazadoras visiones que han creado en su
propia mente¹⁷.
Los cincos más enfermos se convierten en unas personas peligrosamente solitarias y
completamente aisladas del mundo. Al sentirse angustiados y apartados de todo contacto humano
significativo también pueden verse arrastrados hacia un punto de vista nihilista del mundo.
Su falta de estabilidad y los temores que rodean su necesidad de alcanzar las expectativas de los
otros conduce al cinco disfuncional a rechazar y repeler a los demás, así como a todos los vínculos
sociales. Sus ideas obsesivas pueden llegar a resultarles aterradoras, pues conducen a enormes
distorsiones de la realidad y a reacciones fóbicas. En el peor de los casos los cincos experimentar
rupturas psicóticas con la realidad ¹⁸.

LA SOMBRA PERSONAL

Hasta ahora hemos visto cómo los cincos despliegan una tendencia a separarse de las personas y de
la vida en general. Evitan la acción y prefieren vivir una vida de la mente. Se secuestran a sí mismos
en su pequeña área en la que destacan o en la habilidad que dominan y suprimen con ello cualquier
sentimiento negativo que puedan tener, muchos de los cuales están relacionados con el miedo y la
ansiedad. Toda esta supresión y evasión emocional les conduce a un empobrecimiento de la
experiencia, una experiencia de vacío ¹⁹.
También hemos aprendido en este tema cómo el cindo compensa esta existencia empobrecida
desarrollando una autoimagen idealizada de pensador o de extraño curioso y crítico. Esta imagen
puede también adoptar la forma de maestro u observador objetivo e independiente.
En vista de sus privaciones infantiles y su vida posterior minimalista y compensadora, les supone
una sorpresa que su sombra psicológica esté relacionada con el problema de la tacañería personal.
Para entender lo que esto significa es importante distinguir entre tacañería y avaricia.
Las personas avariciosas desean cada vez más; nunca se sienten satisfechas con lo que tienen. Nada
es jamás suficiente, ya se trate de dinero, de propiedades o de cualquier otra posesión material. Las
personas avariciosas están constantemente acumulando para conseguir más, para aumentar su
riqueza, para tener más cosas.
La tacañería, por su parte, está más relacionada con la retención y con aferrarse a lo poco que uno
tiene. El cinco no acude al mercado de la vida para competir con agresividad con otros por conseguir
recursos. Es más probable que tome lo poco que tiene y se sienta feliz con ello, normalmente en
algún lugar privado donde se sienta emocional, psicológica y físicamente seguro. Los cincos
minimizan sus necesidades para evitar la insatisfacción. Las personas avariciosas, por el contrario, si
se sienten tristes salen a conseguir más con la idea de que aumentando lo que tienen solucionarán
su desdicha.
Como parte de su retirada minimalista de la vida, la tacañería de los cincos adquiere la forma de ci
catería. Suelen mostrar una falta de generosidad hacia los demás. Hay que entender que esta
cicatería no está relacionada necesariamente con el dinero. También pueden ser cicateros con su

115
tiempo y su energía. Por ello a veces tardan en mostrarse disponibles o en presentarse voluntarios
a adquirir mayores responsabilidades en el trabajo o en su comunidad. Como rara vez han podido
disfrutar de la benevolencia de otras personas, en especial en sus relaciones con sus padres en la
niñez, en ocasiones llegan a sentir que no le deben nada al mundo. De hecho, pueden llegar a creer
que están simplemente sobreviviendo o manteniéndose, por decirlo de algún modo. Lo que
tienen, lo necesitan; no les queda nada para dar.
Es más, lo poco que han conseguido en sus vidas, lo han conseguido por sí mismos, normalmente
sin la ayuda de nadie. A menudo sienten una renuencia amargada a dar a otros cuando surge la
ocasión. Las personas que trabajan para asociaciones caritativas y que llaman a la puerta del cinco
o a su teléfono pidiendo donaciones lo hacen bajo su responsabilidad. Han invadido el espacio
privado del cinco y, encima, tienen la osadía de pedirle algo. Sería mucho mejor hacer una
aproximación indirecta a través del correo para darle tiempo de pensar sobre los méritos de dar.
Una petición repentina e inesperada en la puerta o por teléfono suele experimentarse como una
grosera intrusión. «Cómo se atreve la gente a invadir mi espacio o mi tiempo privado en casa. ¡Y
encima para pedir! ¡Debería estar prohibido!»
Si bien la tacañería puede parecerles terriblemente ruin a los demás, debemos recordar de dónde
procede en el cinco. Éste no es por naturaleza una persona roñosa y hosca. En esencia, de hecho,
no tiene nada de eso... En realidad, nadie es así. Los rasgos psicológicos y las estrategias de
compensación que exhibe el cinco son el resultado de sus esfuerzos por hacer frente a la vida de
abandono o intrusión que percibieron y experimentaron en su primera infancia. La próxima vez que
seas testigo de la tacañería de un cinco es conveniente que recuerdes la procedencia de ese rasgo
de comportamiento.

RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS PARA FAVORECER


LA HIGIENE PSICOLÓGICA Y ENCONTRAR LA PAZ INTERIOR

Los cincos son astutos observadores de la naturaleza humana. Con frecuencia son capaces de
observar en las demás cosas de las que éstos no se dan cuenta. Por su propio beneficio tienen que
tomar esa capacidad de percepción y dirigirla hacia sí mismos, para variar. En eso es importante que
se den cuenta de cuándo están abandonando su cuerpo y retirándose a su a su mente²⁰.
Mediante estas observaciones de sí mismos los cincos pueden aplicarse a algo que todos
deberíamos hacer: cogernos en el acto de ser nosotros mismos. Los cincos tienen tendencia a
desentenderse de los sentimientos para observar. Su observador interior, u ojo de la mente, lo que
algunos denominan el Tercer Ojo de la Visión Espiritual Interior, necesita atrapar al ego inferior en
sus arteras maniobras.
En realidad, el ego no está ayudando en nada, sino más bien entorpeciendo los esfuerzos del cinco
por encontrar la seguridad psicológica. La retirada prematura del dolor emocional no es lo mismo
que la separación espiritual. Los cincos no pueden conseguir de las demás cosas como ayuda,
validación, amor, respeto o cuidados si están siempre escondiéndose de ellos. El ego no está

116
dispuesto a recordarles todo esto. Su propia existencia se basa en la identificación psicológica del
cinco con el ego y la identidad idealizada que éste ha diseñado. Eso significa que la tarea del ego
consiste en convencer al cinco para que permanezca en su mente y aislado del resto de las personas,
mientras al mismo tiempo lleva al estúpidamente satisfecho consigo mismo Buda no iluminado a
creer que está en el camino correcto hacia la iluminación.
Sin embargo, percibir el distanciamiento de los demás como algo real significa percibir la dualidad y
la separación, unos conceptos que no forman parte de la Realidad Superior ni del Ser Esencial del
cinco, que está por encima del espacio y del tiempo. La promesa del ego de aportar seguridad y
consuelo es, por tanto, deshonesta desde un principio. En la realidad empírica esta deshonestidad
ha sido verificada por las persistentes insatisfacciones del cinco con la vida que ha experimentado
hasta ahora.

Los cincos necesitan experimentar con el riesgo. Como tipos caracterológicos basados en el miedo,
se sienten notoriamente angustiados o aprensivos cuando se enfrentan cara a cara al mundo
exterior. Su inseguridad es lo que les hace retirarse a los castillos interiores de su mente en busca
de protección. Un escritor describió este lugar de refugio como «un útero con vistas».
Por desgracia, esconderse en un castillo es como estar sitiado por la realidad. Lo que está fuera se
experimenta como extraño y peligroso. Debe impedirse a las fuerzas de la realidad que salten el
foso de la defensa psicológica o que escalen los muros del aislamiento del ego. Es tarea de la
personalidad del cinco estar siempre vigilante y asegurarse de que esas fuerzas peligrosas y
extranjeras no invaden o, de un modo u otro, se abren camino hacia el reino secreto. El cinco debe
decidir cuándo bajar el puente levadizo y si debe esforzarse por hacer las paces con los demás o con
el mundo y cuándo hacerlo.

El infierno son las demás personas.

Jean-Paul Sartre

Los resultados pueden ser sorprendentemente maravillosos si dejan de analizar y juzgar las
experiencias antes incluso de tenerlas. A veces creen que saben cómo serán las cosas antes de que
ocurran. Ésta es la «primera parte» de su triple experiencia del mundo que mencionábamos con
anterioridad. En su mente pueden pensar: «La fiesta va a ser terriblemente aburrida, la
conversación de lo más mundana... ¿Para qué ir?». Este tipo de prejuicio rápido y despectivo
demuestra la forma en la que atacan para protegerse de tener que implicarse socialmente.
Al echar sobre otros la culpa de ser tan estúpidos o tan poco perspicaces, por ejemplo, el ego del
cinco utiliza la arrogancia como arma intelectual. Ha llegado el momento de que deponga todas las
armas, de que abra las puertas y deje entrar a los demás. Este desarme unilateral cosechará
probablemente inmensos beneficios.
En primer lugar, el mundo se convertirá de forma milagrosa en un lugar más seguro; confía en mí.
Como cinco te darás cuenta de que gran parte de tus preocupaciones del pasado fueron infundadas.
Es más, en lugar de tirar bombas incendiarias contra el castillo, puede que los intrusos traigan

117
regalos. ¿Quién sabe? Desde luego los cincos no, al menos hasta que corran el riesgo de invitar a los
demás a entrar en su mundo privado y férreamente vigilado.

Además, tienen que aventurarse hacia el exterior para conseguir provisiones psicológicas frescas.
Como saben muy bien, dentro de los muros del castillo estas provisiones se estaban agotando poco
a poco. Como dice el proverbio, «quien no se aventura no pasa la mar». Piensa que, al correr el
riesgo de la actividad social, podrás saber muchas más cosas y tendrás mucho más en lo que pensar.
Encontrarás tanto que analizar y comprender... ¡Si eso no es suficiente motivación para que un
cinco esté dispuesto a cambiar, no hay nada que hacer!

Los cincos necesitan también entrar en su cuerpo. En su retirada de por vida a su mente no sólo han
perdido el contacto con sus emociones y con el resto de la gente, sino también con su propio cuerpo.
Es importante que aprecien plenamente el hecho de que su existencia terrena no es meramente la
de una mente incorpórea. Ser un ser humano en este mundo no es sólo ser la cogito, o cosa
pensante, de Descartes.
Aunque en la realidad espiritual última el cuerpo como entidad independiente no existe, mientras
caminemos sobre la faz de la tierra tenemos que convivir con este inconveniente temporal, aunque
ilusorio.
El estado físico del cuerpo puede tener un impacto en el estado de ánimo psicológico, en nuestro
nivel de energía, en nuestra capacidad para funcionar con efectividad e incluso para concentrarnos
mentalmente, eso que tanto les gusta a los cincos. Paradójicamente, aunque no somos un cuerpo
no parece que podamos librarnos de él. Es nuestro transporte físico en nuestro viaje por la vida.

Ahora bien, crecer en las bandas o recluido detrás de la puerta cerrada del dormitorio significa para
muchos cincos haber dejado de desarrollar su coordinación física y sus habilidades atléticas en la
infancia. Probablemente fueron los niños más patosos de todo el colegio. Sobre todo si fueron
emocional o personalmente abandonados en el inicio de su vida por sus padres, probablemente no
recibieron ningún estímulo para desarrollar sus habilidades físicas en deportes organizados, baile o
cualquier otra actividad extraescolar atlética que requiriera práctica, transporte y dinero. Todo esto
exigiría tener que prestarle demasiada atención al niño.
Incluso si los cincos consiguieron encontrar el modo de participar, lo más probable es que sus
padres, indiferentes o disfuncionales, estuvieran ausentes en su función de animadores,
entrenadores o espectadores amorosos. Al carecer de ayuda y estímulo en casa o en el campo de
juego, muchos cincos se automarginan y vuelven a su habitación, algo que se les da muy bien. El
resultado final es que muchas veces parecen físicamente torpes y poco desarrollados en su
juventud. Esta falta de desarrollo se sigue arrastrando en la adultez.

Pero no todo está perdido para los cincos adultos en este tema. Lo que tienen que hacer es volver
a ponerse en contacto con sus cuerpos. Lo más sencillo es empezar un programa de ejercicio regular.
Se pueden apuntar a un gimnasio para emprender un entrenamiento con pesas, por ejemplo. El
yoga es otra posibilidad. O pueden hacer ejercicio de una forma tan simple como caminando. Al
cabo del tiempo las acciones acometidas para volver al cuerpo pueden combinarse con apuntarse a

118
un club de senderismo o de aficionados a correr. Quizá una liga de hockey o de fútbol para
principiantes pueda ser una buena posibilidad una vez que la resistencia física, la fortaleza y la
coordinación hayan aumentado lo suficiente.

Para los cincos que siempre se han sentido inseguros con su cuerpo y sus habilidades físicas, nunca
es demasiado tarde para revivir su niñez y hacer con confianza lo que antes se hizo con una
inseguridad paralizante.
Puede que descubran que no son tan inútiles como se consideraban cuando estaban creciendo. Si
toda esta actividad física tiene lugar en un equipo o un club, el cinco tiene también la oportunidad
de hacer amigos y de establecer contactos sociales informales en el mundo exterior. Con una vida
social, una mejor salud física y una recién descubierta sensación de confianza que brota de haber
dominado las habilidades atléticas físicas, los cincos son capaces de abrir los brazos, establecer lazos
con otros y mantener un mejor equilibrio psicológico.
No tienen que abandonar su gusto por el conocimiento, evidentemente, pero tampoco deben
utilizarlo como una retirada defensiva de la realidad. Vivir más en el cuerpo significa que la vida es
más plena y hay menos necesidad de llenar su vacío con la búsqueda de los conocimientos, algo que
en sí mismo es muy noble, pero que deja de serlo cuando se usa como retirada defensiva o como
arma psicológica de juicio y ataque.

La vida que no se examina no merece la pena ser vivida.

Sócrates

La vida sobreexaminada no es vida.


Cinco iluminado

119
9
La dinámica del ego en el carácter.
Tipo seis: el leal comprometido

El miedo y yo somos gemelos.


Thomas Hobbes

LA ESENCIA PERDIDA

PARA EXPLICAR CÓMO LOS SEISES pierden el contacto con su esencia déjame empezar relatándote
una historia personal. Hace años, cuando mis hijos eran pequeños, recuerdo que solíamos jugar en
el sofá del cuarto de estar. A veces, cuando yo estaba sentado y relajado, ellos trepaban al respaldo
o al reposabrazos, se ponían de pie sobre él y se dejaban caer hacia delante sin hacer ningún
esfuerzo por sostenerse. Sencillamente daban por supuesto que yo los iba a coger en el aire antes
de que chocaran contra mi cabeza o se estrellaran contra el suelo. Recuerdo que era un juego muy
divertido. A mí me resultaba encantador porque me demostraba la increíble confianza que tenían
mis hijos en su padre. Sabían que no iba a dejar que se hicieran daño. Su papá protector se
aseguraría de que no les sucediera nada malo.

Probablemente podemos afirmar que la mayoría de los padres hacen, la mayor parte del tiempo,
esfuerzos conscientes y deliberados por proteger a sus hijos del peligro y mantenerlos alejados del
daño. Sin duda esta tendencia tiene algo de instintivo o biológico. Esta inclinación a proteger es lo
que aporta a los niños pequeños la sensación de seguridad. Siempre que pueda haber un motivo de
temor, ahí estarán mamá y papá para ofrecer seguridad, protección y consuelo.
En una situación tan amorosa y de apoyo se puede tener fe en las personas y, como consecuencia
de esta fe, desarrollar una confianza básica en la bondad de la humanidad y del mundo. Con una
profunda sensación de confianza y seguridad, el universo se experimenta como algo benéfico y
amoroso¹. A. H. Almaas denomina a esa dimensión de la experiencia del alma «amor divino» o
«cósmico» ².
Cuando somos conscientes de él estamos en contacto con nuestro Ser Esencial. Nos sentimos
queridos, muy apoyados y optimistas, confiados en que, al final, las cosas saldrán del mejor modo
posible. Lo podemos considerar como una especie de «fe en el futuro».
Ahora contrástalo con la preocupación por el mañana, con el «hormigueo en el estómago» o con la
sensación de preocupación e inseguridad por lo que está sucediendo a tu alrededor en este
momento.
Si tu vida está actualmente llena de preocupación y angustia, en cierto modo has perdido el contacto
con tu esencia. El Ser Puro no tiene nada que ver con la desorientación llena de pánico, sino que
significa sentirse enraizado en la paz eterna.

120
En la fe encontramos la confianza. En este contexto, fe no significa creer «en» algo, sino que es más
bien un conocimiento real e inmediato que proviene de la experiencia³. Es lo que aporta una
orientación digna de confianza.
En palabras de Riso y Hudson: «Cuando surge la Esencia [...] los seises [...] tienen la certeza de que
están enraizados en el Ser de un modo inmutable y absoluto. El Ser los apoya porque forman parte
de él: su propia existencia tiene Ser porque no puede no tenerlo» ⁴.

Mirad como las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro
Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros con sus
preocupaciones puede añadir a su estatura un solo codo?
Mateo 6:26-27

Por desgracia no todos los niños crecen en un entorno psicológicamente seguro y protegido. A veces
son criados en una situación caótica por unos padres fríos y despóticos, unos padres
frecuentemente ausentes o unos padres inestables que están de un modo u otro fuera de control.
Los seises proceden a menudo de hogares en los que había muchos «secretos de familia» o en los
que unas figuras autoritarias, a las que en un principio se idolatró, se convirtieron más tarde en
fuentes de traición ⁵. El hijo o la hija de padres alcohólicos, por ejemplo, puede no haber recibido
siempre el apoyo amoroso y el consuelo que los niños pequeños necesitan para sentirse seguros.
Mamá y papá pueden haber estado demasiado ocupados en reponer sus menguantes recursos de
licor. En momentos de torpe borrachera pueden haber perdido el control y haber acometido actos
violentos o destructivos. En otras ocasiones pueden haberse mostrado embarazosamente
generosos o inapropiados en sus expresiones de afecto entre ellos o hacia los niños.
Lo que podría resultar aún más confuso es cuando esos mismos padres se volvieran fríos y
desapegados con la resaca, no disponibles emocionalmente y aparentemente perdidos en algún
misterioso y distante mundo psicológico de su exclusiva pertenencia. Por eso, en el hogar de unos
padres alcohólicos o perturbados de una forma u otra, podría darse el caso de que para el niño la
situación sea absolutamente impredecible, y eso no es nada bueno. Si de repente a un niño le
castigan o le pegan sin razón aparente y luego le quieren y le adoran antes de ignorarle o apartarle
fríamente de manera inexplicable al instante siguiente, rápidamente empieza a crecer en su mente
una sensación de inseguridad. El niño nunca sabe qué esperar; las reacciones de la gente no parecen
tener sentido. Nunca puede saber cómo van a actuar los demás, lo que van a sentir, decir o hacer o
cuáles son sus intenciones reales. A veces tienen reacciones agradables y tranquilizadoras, mientras
que en otros momentos se muestran desagradables y amenazadores. Parece imposible saber cómo
se van a comportar en una situación dada. Carecen de sentido, y, por ende, también el mundo
carece de él.
La impredecibilidad es la primera experiencia de la realidaddel niño y, eventualmente, es lo que
llega a determinar su impresión del mundo. En la mente del joven seis, criado en una situacióntan
errática, la vida da miedo. Sencillamente no se puede confiar en las personas.

121
En palabras del filósofo político Thomas Hobbes, un seis arquetípico, «la vida de un hombre [se
vuelve] solitaria, pobre, desagradable, embrutecida y corta».

No resulta sorprendente que Hobbes escribiera esas palabras, pues su propio padre era rebelde y
pendenciero, muy dado a la bebida. De hecho, tras un embarazoso episodio de una pelea de
borrachos en las escaleras de la iglesia en la que estaba de vicario, abandonó a la familia dejando a
Thomas no totalmente solo sino con una madre sumamente aprensiva y con ciertas dificultades
financieras. Está claro que la vida del joven Hobbes no fue la ideal. Ansiaba disponer de una
estructura y una estabilidad.
Años más tarde, cuando formuló su filosofía política, escribió las siguientes palabras acerca del
estado de la naturaleza sin un monarca reinante ni una autoridad absoluta (Leviatán) que controlara
a la gente:
Se manifiesta así que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los tenga
sobrecogidos, se encuentran en una condición que se denomina Guerra; y esta guerra es de todos
los hombres y contra todos los hombres⁶.

Allí donde no existe un Poder común, no existe Ley; donde no existe Ley, no existe Injusticia. La Fuerza
y el Fraude son en la guerra las dos virtudes cardinales.

Thomas Hobbes

A aquellos que puedan argumentar que Hobbes tenía una opinión muy temerosa y excesivamente
pesimista de la naturaleza humana, él mismo responde afirmando lo siguiente:

[..] la opinión que tiene de los demás vasallos cuando cabalga armado, de sus conciudadanos
cuando atranca sus puertas y de sus hijos y criados cuando cierra con llave sus armarios.
¿No está con todo ello acusando a la humanidad con sus actos como yo lo hago con mis
palabras? ⁷.

En el contexto de la psicología de eneagrama resulta muy interesante ver cómo la filosofía política
de Hobbes refleja en gran medida la opinión que el seis tiene del mundo. Esto no pretende sugerir
que debamos por ello rechazar sus ideas; eso significaría cometer un error lógico de razonamiento
conocido como falacia genética⁸.
Identificar el origen de una aseveración o explicar cómo se gestó una postura filosófica no
necesariamente la anula. De todas maneras, es interesante reconocer cómo hasta los filósofos ven
la realidad a través de una lente de visión limitada y con las percepciones selectivas de sus propias
estructuras caracterológicas, unas estructuras que se formaron en sus primeras experiencias
infantiles. Los puntos de vista intelectuales sobre la vida están condicionados por la influencia del
inconsciente cognitivo, cuyo psicodinámico interior posee una historia evolutiva.

122
Al comienzo de su vida los niños seises buscan la seguridad de las figuras paternales protectoras de
su entorno. Se sienten angustiados cuando no la reciben. Si el apoyo protector no llega, trasladan
su atención a un sustituto, que puede ser un dirigente carismático o una autoridad civil o política.
En el caso de las autoridades políticas (como el Leviatán de Hobbes, por ejemplo) observamos cómo
se convierten en el recién descubierto manantial sustitutorio del que se extrae la seguridad⁹.
Sin embargo, las frustraciones originales en lo referente a su necesidad de seguridad dejan al seis
con una sensación ambivalente hacia la figura autoritaria protectora, normalmente el padre. Es
posible que esa persona no proporcionara la seguridad de forma constante o que no la
proporcionara en absoluto. Al final puede que se muestre una obediencia externa hacia esa figura
protectora, pero sólo como un delgado velo que encubre la rebelión interior¹⁰.
Los seises necesitan psicológicamente una figura autoritaria, pero se resienten cuando no reciben
siempre la protección deseada. Pueden aprender a adular para conseguir esa protección que
necesitan o, en una clásica reacción formación defensiva, pueden rebelarse y desafiar a la
autoridad¹¹. Por supuesto, el desafío contra la autoridad es una evidencia clara de que esa autoridad
sigue pareciendo muy importante.

Por lo que se refiere a seises famosos o muy conocidos, he aquí a unos cuantos: Sigmund Freud,
Woody Allen, «George Costanza» (de la serie de televisión Seinfeld), Adolf Hitler, George W. Bush,
«Archie Bunker» (de la serie de televisión All in the Family), la princesa Diana de Gales y Don Cherry
(antiguo entrenador de los Boston Bruins y actual comentarista del programa Hockey Night in
Canada).
En la teoría freudiana del psicoanálisis son fundamentales el conflicto y la angustia. Para Freud la
biología estaba interminablemente en conflicto con la sociedad civilizada. Los deseos instintivos
interiores podían explotar de forma inesperada en cualquier momento y convertirse en
comportamientos agresivos o sexuales inapropiados. Hitler proyectó su miedo psicológico en una
culpabilización maníaca paranoide contra los eslavos y los judíos ¹². George W. Bush declaró al
mundo tras el 11 de septiembre que o se es un aliado de Estados Unidos o se es un enemigo que
apoya a los terroristas. Archie Bunker se mantuvo firme en su apoyo incondicional a su país y a
la autoridad del presidente.
La princesa Diana, siempre con la mirada baja, se sentía constantemente atacada, huía de los
paparazzi y temía por la vida privada de sus hijos. El personaje de televisión George Costanza estaba
constantemente inseguro en cada uno de los episodios de Seinfeld y sospechaba absolutamente de
todo. Para él todo el mundo era un «sospechoso».
Por lo que se refiere a Don Cherry, es leal a Canadá, al ejército, a la policía, a los bomberos y a los
competitivos deportistas sobre hielo siempre y cuando obedezcan el «código de honor» no escrito
de los que participan en ese juego. A los jugadores que desobedecen las normas no escritas los
considera cobardes y enemigos que no merecen ningún respeto.
Siguiendo con la típica conducta de los seises de buscar chivos expiatorios, Cherry a menudo se
refiere a los europeos y a los rusos como merecedores de nuestro desprecio, declarando que son
jugadores sucios y «cobardes». Frecuentemente se queja de que estos «forasteros» están
robándoles el trabajo a jugadores de hockey canadienses, que se lo merecen más.

123
Los seises, como todos los demás, están siempre buscando a alguien a quien poder echarle las culpas
para sentirse mejor. En su caso es importante identificar al «enemigo» para poder protegerse. Una
vez que el adversario ha sido identificado, a nuestro ego le encanta odiarle; así es como el ego sigue
presente. Las relaciones de odio especiales se establecen para ayudarnos a formar nuestra
identidad como «personas contrarias a» o «defensores de la fe contra los infieles».

Cada hombre considera que los límites de su propio campo de visión son los límites del mundo.

Arthur Schopenhauer

No es necesario presentar el perspectivismo como una verdad absoluta; puede ser


presentado como una narración del aspecto que tiene la realidad desde el lugar en el que
uno está situado. No deja por tanto de tener valor. No se puede afirmar que la narración del
partido que da el entrenador del equipo ganador sea la verdad del partido: hay que tener
en cuenta otros informes, incluidos los del entrenador que ha perdido, los jugadores, los
árbitros... Pero eso no significa que no escuchemos con atención lo que el entrenador
ganador tiene que decirnos sobre el partido.

Merold Westphal

PERCEPCIÓN PSICOLÓGICA DEL MUNDO


Y ESTRATEGIAS COMPENSADORAS

En respuesta a todo el miedo y la incertidumbre que pueblan sus vidas, los seises comienzan a
construir una percepción psicológica del mundo diseñada para la autodefensa. No tiene nada de
malo defenderse cuando surge la ocasión, pero para los seises el momento adecuado es
prácticamente todo el tiempo. Esta postura podría describirse como actitud defensiva psicológica.
Aunque todos mantenemos una cierta actitud defensiva, el seis se define casi por completo en
términos de ella.
Desde el punto de vista del ego del seis, el mundo es peligroso. De una forma perversa, la «política
del miedo» está especialmente diseñada para él. Los seises son probablemente los más dados a
comprobar el Sistema de A visos de Seguridad Nacional de Estados Unidos antes de ir a trabajar por
la mañana. «¿Qué probabilidades tengo hoy de morir en un atentado terrorista? —se pregunta el
seis paranoico—. ¿Tengo un riesgo verde, amarillo o rojo, es decir, bajo, elevado o grave?».

En su niñez el seis experimentó muchas violaciones de su confianza. Los secretos familiares le


apartaron de los demás. Puede también que las promesas rotas con demasiada frecuencia hayan
dado lugar a esperanzas frustradas. En el hogar del seis nada se parecía a lo que contaban los demás.
Para asegurar su propia supervivencia el ego del seis tuvo que estar siempre al acecho de amenazas
externas de cualquier tipo. Este exceso de vigilancia se convierte en la fuerza motriz de la psique del

124
seis. Este tipo caracterológico es, si no el que está más alerta, al menos sí el más angustiado de
todos. Los seises se esfuerzan por tener una inteligencia clara sobrehumana y prestan una intensa
atención a su entorno, pero al mismo tiempo dudan de sus propias percepciones ¹³.
Como les sucede a los cincos y a los sietes (véase capítulo 10), los seises son personalidades basadas
en el miedo. A los cincos les atemoriza el mundo exterior, de ahí su retirada hacia su mente. Los
sietes, como veremos más adelante, tienen miedo de su mundo interior, lo que da como resultado
una actividad frenética en el mundo exterior.
Los seises, por el contrario, no confían en lo que sucede dentro de sí mismos; tampoco sienten gran
confianza por lo que sucede a su alrededor. Todo tiene mal aspecto. Lo peor podría suceder en
cualquier momento. Para los seises, el cielo se está cayendo..., o es probable que se caiga de un
momento a otro. ¿Por qué vamos a preocuparnos por ello más tarde cuando podemos empezar a
preocuparnos ya? Para los seises, ¡sólo sobreviven los paranoicos!
Para hacer frente a lo que podría suceder, los seises analizan mucho. Se convierten en devotos del
intelecto. Esta devoción puede traducirse en una alianza fanática con la razón o en una adhesión
inquebrantable a filosofías como el racionalismo científico, por ejemplo. Su orientación racional e
intelectual los convierte en grandes cuestionadores¹⁴. Esta tendencia cuestionadora les da el
aspecto de escépticos terminales.
En sus esfuerzos por evitar lo que podría salir mal, los seises no sólo cuestionan, sino que se enfocan
hacia la solución y la búsqueda de problemas. Esto les ayuda a sentirse seguros¹⁵. Sus esfuerzos
preventivos para afrontar lo que podría ir mal se basan en la esperanza de que nada vaya a ir mal.
Además de la razón, otro de los papeles fundamentales de la vida de los seises es el que desempeña
la autoridad. Como Thomas Hobbes, que buscaba la paz y el orden en la sociedad a través de la
sumisión a la autoridad del gran Leviatán —es decir, una autoridad suprema o una asamblea de
gobierno de hombres—, los seises buscan la seguridad en algún tipo de fuente exterior, dado que
no pudieron encontrarla en sus padres durante sus años de formación ni tampoco la encuentran
dentro de sí mismos.
No están demasiado enfocados hacia su interior. No sólo son unos individuos basados en el miedo
sino también unas personas dóciles. La autoridad que buscan puede venir de una fe estricta en la
Biblia cristiana, la Torá judía o el Corán islámico y siguen el credo de forma literal en lugar de buscar
el alma de la ley espiritual.
Consiguen una sensación de seguridad más fuerte obedeciendo al comandante en jefe de las fuerzas
armadas, al papa, al director general de la empresa o al líder de la banda del barrio.
Esta constante búsqueda de autoridad y seguridad fuera de ellos procede esencialmente de una
sensación abrumadora de duda sobre sí mismos. Los seises cuestionan sus propias motivaciones,
impulsos y habilidades¹⁶. Al sentirse deficientes y carecer de confianza miran a los demás en busca
de dirección.
Un profesor seis se quejó en cierta ocasión del jefe de su departamento con estas palabras: «No es
un líder muy eficaz; nunca deja claro lo que tenemos que hacer». Aparentemente este seis deseaba
unas instrucciones precisas acerca de sus deberes y responsabilidades. El jefe, al que otro miembro
menos dependiente de la facultad podría haber calificado de manera más positiva como reposado
y flexible o abierto a las sugerencias de los componentes de su departamento —todos ellos adultos

125
y expertos en la materia—, era visto en cambio como poco eficaz, lo que pudo ser simplemente una
proyección de la inseguridad del seis y del deseo de su ego de que le dijeran lo que tenía que hacer.
Como vemos de nuevo, la realidad percibida es siempre una proyección del ego. Nuestras
percepciones de la realidad son más un reflejo de nuestros deseos que cosas en sí mismas o cosas
como «realmente» son. Si no nos gusta lo que vemos, deberíamos mirar hacia dentro y examinarnos
a nosotros mismos.
Esto nos vuelve a recordar la conminación del oráculo de Delfos repetida por Sócrates: «Conócete
a ti mismo».

El reino está perfectamente unido y perfectamente protegido, y el ego no prevalecerá frente a él.
Amén.

Un curso de milagros

Sobre el tema de la proyección, es muy probable que los seises atribuyan motivaciones agresivas a
los demás. Esto hace que los consideren mucho más malevolentes o peligrosos de lo que realmente
son; de ahí su miedo constante. Lo que los seises no reconocen es que los demás han sido a menudo
investidos con su propia beligerancia rechazada¹⁷. Incluso cuando existe algún peligro, el temor
asociado a él es muchas veces demasiado intenso y desproporcionado con relación al peligro real.
Para explicar el porqué, debemos recurrir a la historia pasada o personal del seis. Las circunstancias
actuales funcionan como disparador de una sensación de desamparo que se originó en la niñez. El
seis se relaciona inconscientemente con el presente como si siguiera siendo un niño asustado¹⁸. Esto
subraya una importante reflexión de Un curso de milagros: lo que vemos ante nuestros ojos es en
realidad nuestro propio pasado proyectado hacia afuera por nuestra mente. La amenaza no es otra
cosa que una proyección de nuestro propio miedo.
Como dice Pogo: «Hemos conocido al enemigo y somos nosotros».
Otro aspecto cognitivo de la psicología del seis está relacionado con el pensamiento dicotómico. Los
seises no toleran bien la ambigüedad por razones evidentes. Allí donde existe ambigüedad no es
probable que se produzca un acuerdo, no se establece claramente lo que es verdadero o falso, no
hay bien ni mal absoluto. Para el seis atribulado, la niebla gris de la ambigüedad sólo ofrece
incertidumbre y desdicha. Por eso, en el mundo real, sólo hay «sombreros blancos y sombreros
negros», «chicos buenos y chicos malos», «los que están con nosotros y los que están contra
nosotros», «los que están salvados y los que van a ir al infierno».

El profesor seis al que hice referencia anteriormente utilizaba un sistema binario de puntuación. Los
estudiantes conseguían un diez o un cero por sus deberes. Sus programas de ordenador funcionaban
o no funcionaban. En la mente del profesor, los estudiantes hacían el trabajo o no lo hacían. La
mente del seis puede funcionar de una forma así de simple.
Hablar de niveles de conocimiento en este caso, o adoptar una postura matizada o condicional sobre
cualquier tema, probablemente sea considerado una debilidad o una hipocresía. «Los hombres
verdaderos» son capaces de emplear mano dura y resistir hasta el final. Los que no lo hacen son
indecisos, apóstatas o cobardes. Son los «gallinas» que «cortan y corren», por usar una expresión

126
utilizada por algunos republicanos para criticar a los demócratas que inicialmente apoyaron la
guerra de Irak pero que luego se opusieron a ella, cuando se conocieron nuevos datos que indicaban
la inexistencia de armas de destrucción masiva. Uno podría cuestionarse la prudencia de «resistir
hasta el final» cuando el destino original estaba equivocado. Para los contrafóbicos seises, sin
embargo, es preferible estar equivocado con confianza que acertado con dudas.
Evidentemente esta bravata no es más que un velo de inseguridad. Actuar o hablar de forma
inflexible pone a los demás a la defensiva y reduce con ello las amenazas hacia uno mismo. Sin
embargo, los peligros inminentes que supuestamente vienen de los demás no son más que una
proyección de las intenciones propias. A este respecto, y a la luz de los sucesos de Oriente Próximo,
uno podría preguntar a George W. Bush, como seis, si Estados Unidos no constituía un peligro mayor
para Irak que Irak para Estados Unidos antes del comienzo de la guerra. Lo mismo podríamos
preguntar con referencia a Irán, dado que el ruido de sables continúa en Washington en el invierno
del 2009, cuando se está escribiendo este libro. ¿Se enzarza deliberadamente un «debilucho» en
una pelea con un oponente hercúleo sabiendo que la derrota es inevitable? ¿Provoca un país a otro
país sabiendo que su propia destrucción será el resultado más probable? ¿Qué gana Irán con
provocar a Estados Unidos? ¿Está, de hecho, provocándole? ¿Quién está, realmente, amenazando
con atacar? ¿Quién constituye, en realidad, una amenaza para quién?
¿Podría ser George W. Bush nada más que un seis contrafóbico proyectando su beligerancia no
reconocida? El psicoanálisis histórico lo determinará, supongo. (Véase la discusión siguiente para
encontrar una explicación a lo que significa «contrafóbico».)

Irán era peligroso, Irán es peligroso e Irán será peligroso si posee el conocimiento necesario para
fabricar un arma nuclear.
George W. Bush

(The Guardian, 5 de diciembre de 2007)

Nuestra proyección forma una especie de cortina que oscurece lo que percibimos, tanto a nuestro
alrededor como dentro de nosotros mismos, y bloquea la luminosidad que está presente y es más
fundamental de la naturaleza de todo.
Sandra Maitri

[.,.} las dictaduras y todos los sistemas que funcionan por miedo no temen nada tanto como ser
desenmascarados a través de la risa, la burla y la sátira.

Richard Rohr

127
Vemos entonces que, en el peligroso mundo del seis, la verdad está escondida mientras que las
apariencias y las motivaciones se sospechan¹⁹. Existe una preocupación relacionada con la autoridad
y una hipervigilancia²⁰. El seis exhibe un estado de agitación crónica en la interpretación de
cualquier realidad potencialmente peligro-sa²¹. Su hipervigilancia está siempre al acecho de
mensajes clandestinos, pistas escondidas y cualquier cosa que pueda causar problemas. Como es
fácil suponer, a los seises no les gustan los cambios repentinos; prefieren moverse con la seguridad
que proporcionan unos límites bien conocidos y unos procedimientos establecidos. Seleccionan las
situaciones con unas normas y reglas bien definidas ²².
El seis es un tipo caracterológico interesante por las dos estrategias conductuales compensadoras
diametralmente opuestas que emplea el ego para hacer frente a una realidad aparentemente
amenazadora.
Los seises se dividen en dos tipos básicos: fóbicos y contrafóbicos. A simple vista estas dos variantes
de carácter parecen bastante distintas. Su intención, de todos modos, es la misma: mantener
alejado al miedo. Los seises fóbicos parecen tímidos por fuera. Son inseguros y dubitativos y carecen
de confianza en sí mismos. Eso hace que busquen activamente autoridades y sistemas de creencias
como forma de calmar su incertidumbre ²³.
Los seises contrafóbicos, por su parte, pueden a veces parecer ochos agresivos (véase capítulo 11).
Pueden dar una imagen dura y segura de sí, sin miedo a decir lo que piensan. También pueden elegir
vocaciones o emprender actividades que otros podrían describir como peligrosas: ser policías o
practicar el paracaidismo, por ejemplo.
Los seises contrafóbicos prefieren afrontar directamente sus temores; al menos de ese modo el
peligro no está por ahí, acechando entre los arbustos, sino que se encuentra justo delante de ellos,
donde pueden verlo, experimentarlo y ocuparse de él. La guerra, por ejemplo, es peligrosa, pero al
menos uno sabe quién es el enemigo. Un soldado en combate puede obedecer órdenes, cumplir su
cometido, servir y mantenerse fiel a su país.
Así es como la agresión del seis contrafóbico se diferencia de la del ocho. Éste tiene más
probabilidades de representarse a sí mismo. Los seises luchan por una causa, una misión, un
objetivo de grupo o sirviendo a una autoridad superior. No intentan demostrar su superioridad ni
hacerse con el control de otros como los ochos agresivos (enfermizos) quieren hacer.

EXPRESIONES SALUDABLES Y NO SALUDABLES


DEL LEAL COMPROMETIDO

Si uno de tus objetivos es encontrar un amigo de confianza, entonces a quien debes buscar es a un
seis. En los círculos de eneagrama se dice que los seises viajan en «paquetes de seis». Este tipo no
es un lobo solitario ni un espíritu libre e independiente en busca de aventuras solitarias. Le gusta
participar en grupos (no necesariamente en paquetes de seis, pero ya entiendes lo que quiero
decir).
El leal comprometido es un amigo en el que se puede confiar, un «afiliado», alguien activamente
implicado en actividades de la iglesia, causas sociales u organizaciones institucionales. Suele

128
construir redes de amistades y tiene personas a su alrededor que le proporcionen compañía y
apoyo. Los seises saludables son personas con cuyo apoyo puedes contar siempre que lo necesites.
De todos los tipos son probablemente los más leales a sus amigos y a sus creencias. Son de las
personas más religiosamente devotas, patrióticas y serviciales que se pueden encontrar.
Además de ser leales y dignos de confianza, los seises saludables exhiben una habilidad suprema
para anticipar los problemas antes de que surjan. Utilizando su claridad de visión y pensamiento
pueden prever los problemas mejor que la mayoría de las personas y proporcionar una información
valiosa a los proyectos en fase de preparación. Es como si tuvieran un radar para las dificultades.
Permitirles trabajar como interrogadores, escépticos leales o abogados del diablo puede ayudar a
prevenir desastres. Aceptar sus consejos permite evitar la necesidad de utilizar alternativas no
previstas. El sempiterno optimista que se lanza de cabeza con magníficos planes a gran escala, por
ejemplo, hará bien en consultar con un seis antes de ir demasiado lejos. Este paso podría prevenir
desengaños y retrasos imprevistos. El seis está siempre por delante de todo lo que podría salir mal.
Ofrece prudente precaución a una toma de decisiones potencialmente temeraria y en plan «avante
a todo trapo».
A diferencia de algunos cuatros existencialistas, solitarios y abandonados, que se sienten perdidos
y apartados del resto de la humanidad, los seises saludables están cimentados en la tradición y las
normas convencionales. Disfrutan haciendo las cosas «bien» de la forma establecida. Está claro que
hacer las cosas del modo tradicional les ayuda a construirse una sensación de identidad. Un seis
podría decir: «Soy un escocés al que le encanta la gaita y que siempre come haggis durante la
Semana de Robbie Burns». Otro podría añadir tranquilamente: «Siempre tomamos pescado el
Viernes Santo». O: «Cualquier canadiense leal lleva siempre una amapola el 11 de noviembre para
honrar a los muertos en la guerra».
Estos comentarios, conmemoraciones y rituales en recuerdo de algo aportan al seis la sensación de
ocupar un lugar en el mundo. Para ellos son unos elementos sumamente simbólicos y de gran
significado psicológico. Por eso, y dadas sus ataduras con la historia, el ritual y la tradición, cuando
llega el momento de «efectuar una donación en pro de la causa» o presentarse voluntario para
ayudar en una celebración de grupo, el seis suele ser uno de los primeros en hacerlo.

Otra característica de los seises saludables es que despliegan un profundo sentido de la


responsabilidad. Como ya hemos mencionado se aprestan a presentarse voluntarios y se convierten
en modelos de cooperación, compromiso y servicio ²⁴. Muestran un gran sentido del deber y hacen
lo que éste les exige. Se puede ver con claridad cómo su lealtad, su afán de servicio y su sentido del
deber pueden combinarse para conformar un excelente guardia, oficial de policía, militar, ejecutivo,
defensor de la fe, político o bombero.
Cuando trabajan para algo más importante que ellos mismos despliegan un tremendo valor y una
gran resistencia. En la búsqueda de este bien mayor o de este propósito más elevado encuentran la
seguridad en la cantidad; no desean ir solos ni amasar poder y autoridad para sí mismos. El seis suele
ser una persona a la que nos gusta volver cuando las cosas se ponen difíciles. Pueden, y de hecho lo
hacen, aceptar papeles de liderazgo, como demuestra George W. Bush, pero en ese caso dependen
enormemente de coaliciones y partidarios leales para funcionar correctamente. Es más frecuente,

129
sin embargo, que prefieran apoyar a un líder en lugar de sobresalir ellos mismos y convertirse en
blancos de la crítica y los ataques.
En el lado negativo, uno de los principales problemas de los seises no saludables es que están ciegos
a gran parte de la bondad y la benevolencia que conforma el tejido de la existencia²⁵. Los seises
religiosos espiritualmente heridos de las tres grandes religiones monoteístas occidentales parecen
haber olvidado el Génesis 1:31, donde se dice:
Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho.
Para el seis, pensar de otro modo es en realidad mostrar un orgullo desmedido, creer que sabe más
que Dios. ¡Eso significaría un delito contra la Autoridad Suprema y, quizá, un motivo real para tener
miedo! (No es que yo esté de acuerdo con el concepto de que Dios es un juez castigador.) Con
respecto a los seises no religiosos digamos que, al centrarse de forma obsesiva en lo que podría salir
mal, no prestan atención a lo que ha salido bien y a las cosas positivas que podrían también suceder
en el futuro. Los seises no saludables están demasiado ocupados previendo catástrofes y son
incapaces de darse cuenta de ello.
La incapacidad de los seises no saludables para ver la bondad y la luz les hace sufrir elevados niveles
de angustia. Al estar tan preocupados por todo lo que puede salir mal, se ven, como ya hemos
aprendido, atormentados por la inseguridad, la indecisión y la duda. De hecho, los seises muy
perturbados dudan incluso de los motivos de sus propias dubitaciones, con lo que exacerban su
incapacidad para tomar decisiones. Inmovilizados y paralizados por la incertidumbre, asediados por
el exceso de pensamiento y cuestionando la justificación de sus propias dudas, buscan
desesperadamente a alguien o a algo que les salve de su complicada situación. Para los
seises enfermos la «respuesta» no está en su interior sino fuera de ellos. Y así continúa su búsqueda
desesperada de seguridad.
Este «dudar de sus propias dudas» y ver sólo la «desesperanza y la ruina» del futuro favorece la
desconfianza del seis no saludable en su trato con los demás. Si los otros están investidos con la
beligerancia no reconocida del seis, es comprensible que se los perciba como potencialmente
peligrosos.
Las proyecciones psicológicas del seis proporcionan una buena razón para sospechar del resto de la
gente; después de todo, ni siquiera son capaces de confiar en sí mismos, así que ¿cómo iban a poder
confiar en otra persona? Evidentemente está también la duda crónica sobre si estas una vez más,
¿podrían serlo? ¿Quién lo sabe con seguridad? Pero supongamos que no lo son y que estoy
tratando a las personas como si lo fueran. O supongamos que mis sospechas son ciertas y estoy
tratando a otros como si no lo fueran... En ese caso, ¿qué desdicha va a caer sobre mí? Esta línea de
pensamiento señala hacia dónde se encamina el seis no saludable: hacia un círculo inacabable de
inseguridad.
La incapacidad del seis atribulado de sentirse seguro por la propia existencia —lo que algunos
podrían denominar la providencia de Dios o la benevolencia del universo— le conduce a confundir
Ser con autoridad²⁶. La seguridad y la confianza pueden encontrarse jugando al juego existencial de
«seguir al líder». En este juego es normal mostrar agresividad hacia los que están debajo y una
obediencia incondicional a los que ocupan los rangos superiores en la jerarquía de autoridad²⁷. Esta
adhesión estricta a la autoridad conduce al seis a formar lo que ha sido apodado como
«personalidad autoritaria» o «carácter prusiano» ²⁸.

130
Este tipo de carácter sumiso es rígido y tenso y muestra una actitud intolerante hacia la ambigüedad.
Uno no puede evitar pensar en el obediente soldado que cumple órdenes de sus superiores sin
permitirse la oportunidad de cuestionarlas o de juzgarlas de forma independiente. Hacerlo
significaría comprometer toda la estructura jerárquica del ejército. Eso daría lugar al caos y no nos
lo podemos permitir. La seguridad se encuentra en la obediencia, o al menos eso es lo que cree el
obediente.

La falsa obediencia es la fruta podrida del miedo.

Richard Rohr

Jawohl mein Kommandant!


Obediente respuesta del soldado nazi

SOMBRA PERSONAL

Como ya hemos visto, todos los tipos caracterológicos reprimen los pensamientos y sentimientos
desagradables. Los doses no son muchas veces conscientes de su orgullo y manipulación cuando
ayudan a otros. Los treses ahogan su deshonestidad al intentar presentar una imagen exitosa para
impresionar a la gente. Evidentemente los doses y los treses de estos ejemplos son inseguros e
intentan demostrar su valía personal, como si eso fuera necesario. En los seises, por el contrario, los
miedos están mucho más cerca de la superficie de la consciencia. Lo que puede no reconocer el seis
son las estrategias autoengañadoras que utiliza para desviar la atención de su tema oscuro, es decir,
la cobardía.

Incluso el «valor temerario» del contrafóbico o los riesgos que corre son un testimonio de ella. El
seis contrafóbico parece cualquier cosa menos cobarde, pero eso no es más que un autoengaño.
Recuerda cómo esta persona no puede soportar la posibilidad de que el peligro aceche entre los
arbustos. Le asusta menos afrontar las amenazas y los riesgos directamente que dejar que hagan
crecer su angustia.

Anteriormente describimos a los seises como amistosos y leales. Dijimos que se podía confiar en su
respaldo cuando las cosas van mal. La cuestión es el porqué. Si los seises atribulados son conscientes
y honestos consigo mismos, frecuentemente admitirán que esa lealtad y esa amistad surgen del
miedo. Les preocupa que los demás puedan abandonarlos, rechazarlos o hacerles daño si no
cumplen con su obligación. Son como los doses, que se angustian pensando que, si no sirven a los

131
demás, éstos dejarán de quererlos. Para el seis ser aceptado exige ser amistoso y responsable y
mostrar lealtad. Gran parte de la camaradería del seis no saludable surge de su inseguridad personal
y del deseo de asegurarse de que todo sigue yendo bien ²⁹.
Claudio Naranjo describe este comportamiento del seis como «amistad congraciadora» ³⁰.
Representa, en sus propias palabras, «la búsqueda compulsiva de protección del afectuoso
cobarde».

La cobardía del seis está también enmascarada por la exagerada fidelidad a individuos, causas y
credos. Se defiende de su ansiedad identificándose con líderes, partidos, religiones, ideologías
políticas, ideales de grupo, asociaciones y demás. El seis fóbico busca establecer vínculos con
autoridades e individuos más fuertes como fuentes de una fortaleza y un poder de los que cree
carecer en su interior. Cuanto mayor es la identificación con la autoridad y su misión y cuanto más
ampulosa es la lealtad o el compromiso con sus principios, mayor es el miedo.
Es evidente que el compromiso y la lealtad no tienen nada de malo, pero para el ansioso y neurótico
seis estos conceptos comprenden elementos de autoengaño diseñados de forma inconsciente para
sentirse mejor. Si no hubiera miedo, el compromiso con los principios y la defensa de la «fe» no
serían tan existencialmente importantes. En otras palabras, y por continuar con la alusión
existencialista, estamos en presencia de una cierta «mala fe» (juego de palabras intencionado).
Creer por miedo es en realidad una forma de autodefensa. Es un modo deshonesto de encontrar
seguridad y de sentirse mejor. Uno podría afirmar que la creencia motivada por el miedo no es en
absoluto una «verdadera creencia».

La religión es el opio del pueblo.


Karl Marx

Los seises tienen también necesidad de reconocer su tendencia a señalar y a culpar, tanto a sí
mismos como a los demás. Como la sensación de culpabilidad es desagradable, la estrategia del seis
consiste en utilizar «mecanismos de exculpación a través de la proyección y la creación de enemigos
exteriores» ³¹. Los otros se vuelven amenazadores y son de algún modo culpables. Ellos son los que
pasan a ser los enemigos. Sin embargo, estas supuestas amenazas son muchas veces sólo los miedos
del seis que se le enfrentan cara a cara. Evidentemente a él le parecen reales, y así es como debe
ser; está contemplando la realidad que su propio ego ha creado.

Sólo se debe temer al propio miedo.

Franklin D. Roosevelt

132
RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS PARA FAVORECER
LA HIGIENE PSICOLÓGICA Y ENCONTRAR LA PAZ INTERIOR

Son varias las cosas que pueden hacer los seises para aliviar su mente atormentada y conseguir la
paz interior que desean con tanta desesperación. ¡Si eres un seis y lo dudas, es que has vuelto a las
andadas! Me estoy refiriendo a dudar y cuestionar. ¿Y cómo te ha funcionado? Espero que, llegados
a este punto, hayas conseguido ver cómo tu mente escéptica es uno de los mayores obstáculos para
tu paz interior. No te pido que aceptes a ciegas las recomendaciones que te ofrezco con la esperanza
de que este análisis de tu carácter consiga liberarte de tus problemas. Eso también sería una fe ciega
«al estilo de los seises». Lo que te pido es que sencillamente suspendas los juicios por un tiempo y
dejes que tu experiencia personal se convierta en tu guía. No decidas con antelación qué es lo que
seguramente va a fallar, lo que no va a funcionar o lo que es un callejón sin salida. Tampoco debes
aceptar sin pensar las direcciones y sugerencias que te ofrezco. Experimenta y pruébalas. Luego,
decide por ti mismo.
Permite que tus sentimientos y tus intuiciones se pongan a funcionar antes de descartar
intelectualmente la dirección que podría servirte de ayuda. Confía en tus instintos por una vez y
observa qué sucede.

Si exigiéramos siempre una certeza absoluta antes de movernos, nunca avanzaríamos ni un


centímetro en nuestra vida. Como apunta el filósofo, lo que sabes con absoluta certeza (por
ejemplo, que 1 + 1 = 2) no te dice mucho del mundo, y lo que puedes saber del mundo no puedes
conocerlo con absoluta certeza. Por eso supongo que mi primer consejo es que dejes de buscar
soluciones perfectas y resultados seguros en el llamado mundo real. Si el filósofo tiene razón,
hacerlo es inútil y autodestructivo. La incertidumbre es parte de la vida, de la de todo el mundo.
Dado que la desventura ama la compañía, los seises pueden consolarse con el conocimiento seguro
de que no están solos en su preocupación por el futuro. El truco consiste en no sucumbir a ella en
una paranoia psicológica.

Otra cosa que deben hacer los seises es estar presentes en el momento. Como nos enseñó Almaas,
la «presencia» es lo más cercano a la «esencia». El objetivo es acallar la mente por medio de la
meditación disciplinada³². Esta meditación debe centrarse en el cuerpo. Al prestar atención a la
respiración y centrarse en las diferentes partes del cuerpo relajando la tensión que puedan mostrar
puede conseguirse la llamada «respuesta de relajación».
«La respuesta de relajación es un estado físico de profundo descanso que cambia las respuestas
físicas y emocionales al estrés [...] y es lo contrario de la respuesta de lucha o huida» ³³. Puede
lograrse de forma consciente; es capaz de calmar el inquietante diálogo interior que mortifica a los
seises; facilita la experiencia de unicidad con el universo³⁴. Evidentemente la huida es la estrategia
preferida del seis fóbico, mientras que la lucha es lo que elige el contrafóbico. Aunque sean
diferentes, ambas constituyen una respuesta al miedo, el estrés y la ansiedad. Cuando el seis
pensante se centra en el cuerpo sale de su cabeza, en primer lugar, y permite que ese cambio en la
fisiología aplaque su mente.

133
Si eres un seis al que le cuesta meditar, puedes intentar repasar las muchas preocupaciones que te
han atormentado en tu vida. El objetivo no es remover disgustos pasados sino, más bien, ilustrar
que gran parte de tu preocupación anterior no te ha llevado a nada o, en muchos casos, a muy poco.
¡Si tú, como seis, quieres preocuparte, deberías hacerlo sobre todo el tiempo que vas a desperdiciar
en el futuro preocupándote por cosas que no sucederán jamás! Nuestro pasado nos proporciona
una prueba concluyente de la cantidad de veces en las que la preocupación ha sido inútil e
improductiva. Cuando comprendas intelectualmente cómo la preocupación es en gran medida una
pérdida de tiempo y cuando te sientas emocionalmente fatigado por tu propia ansiedad
crónica podrás aceptar con convicción hondamente sentida el punto de vista de Un curso de
milagros, que afirma: Debe haber una forma mejor.
Ha llegado el momento de comprometerte con la realización de una transformación personal, no
con otra causa que puedas utilizar como escudo defensivo contra un aparente ataque exterior. Un
compromiso así no es auténtico, aunque pueda parecerlo para el observador ajeno. Sólo tú puedes
conocer tus verdaderas intenciones. ¿Responde tu compromiso a la razón correcta o es
simplemente una estrategia para aliviar tu angustia? Ser leal por la razón correcta es algo honorable.
Ser leal como medio de defensa psicológica es un engaño solapado. ¿Cuál es el verdadero objetivo
de tu participación leal? ¿Y qué me dices de tu amistad? ¿Es una amistad genuina o, como dice
Claudio Naranjo, una amistad cobarde?

Es necesario que te plantees y respondas a unas preguntas tan directas para poder escapar de la
sombra que te acosa de un modo tan obsesionante. Recuerda lo que nos enseñó Chuang Tzu: si
deseas librarte de la sombra que te tortura debes entrar en la oscuridad. Sólo entonces conseguirás
que desaparezca. Ya sé que la oscuridad puede resultar amedrentadora. Hace falta auténtico valor
para entrar en ella. Y es un viaje que hay que hacer solo, no en «paquete de seis». Caminar hacia la
oscuridad es una misión heroica que todos debemos acometer para conseguir la liberación
personal. Si deseas librarte de tus miedos, entra en ella ahora. De esa oscuridad saldrás a la luz.

Los seises también pueden beneficiarse en gran medida de aprender a saborear sus éxitos
personales ³⁵. Si eres uno de ellos, en lugar de preocuparte por lo que podría fallar en el futuro,
recuerda los éxitos que tuviste en el pasado. ¿Qué conseguiste? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué te enseñó
ese éxito? Lleva contigo estas lecciones hacia el futuro. Apóyate en los cálidos recuerdos de tus
logros. Trae esos momentos de aplomo a tu mente y expláyate en ellos. Aprécialos. Nútrete
emocionalmente con ellos. Aprende a recordar lo que salió bien e imagina cómo las cosas pueden
ser igual en el futuro…, cómo puedes tener éxito en el futuro igual que lo tuviste en el pasado.
Deja de sorprenderte con tus triunfos o cuando los demás te buscan para pedirte apoyo y dirección.
Está claro que si lo hacen es porque ven en ti algo que tú eres incapaz de apreciar.
Si el éxito te preocupa, sé feliz, no te preocupes por reflexionar sobre las palabras de Jules Renard:
«Hay momentos en los que todo sale bien; no te asustes, no durarán mucho» ³⁶. (¡Esta cita no es
más que una broma, por si lo estás dudando!)

Hablando de bromas, el humor y la capacidad para reírse de sus propios miedos exagerados también
pueden ayudar al seis a alejar los temores³⁷. «Cuando nos reímos desde el corazón, el miedo no

134
puede durar mucho» ³⁸. Esto me recuerda una de las normas de vida que enseñaba Sócrates, el
personaje que interpretaba Nick Nolte en la película El guerrero pacífico. La regla es: conserva el
sentido del humor, especialmente sobre ti mismo. Es una fortaleza inconmensurable.

Los seises harían bien en acatar esta norma. Cuando uno se desconecta del ego y aprende a reírse
de él y a observar desde arriba, los miedos y las inseguridades desaparecen como por arte de magia.
Los que se toman a sí mismos con demasiada seriedad son los que deberían tener cuidado, pues se
convierten en arquitectos de sus propias mentes atormentadas.

Uno de los mayores retos para los seises es encontrar su propia autoridad interior³⁹. Deben hallar
fe en sí mismos y gracias a ella, aprenderán a tener fe en los demás y en el universo. Resulta irónico
observar cómo algunos seises inseguros no desean convertirse en líderes o en modelos de otros al
apreciar su propia falibilidad; sin embargo, estos mismos seises (no saludables) otorgan en
ocasiones una lealtad ciega a otras autoridades que no son menos falibles que ellos.

Si, en la mente del inseguro seis, otros son tan tontos como para seguir su liderazgo, dado lo que él
«conoce» sobre sí mismo, entonces podría deducirse que a veces es igual de tonto seguir a otros,
puesto que esencialmente no son distintos a él, al menos en lo relativo a la capacidad de
proporcionar verdad y certeza absolutas. Los seises tienen que reconocer este hecho y practicar la
toma de decisiones sin estar siempre pidiendo permiso y consejo a las autoridades ⁴⁰.
Aceptar que ninguna decisión es perfecta y que las equivocaciones constituyen una parte normal de
la vida facilita el establecimiento de una autoridad interior y la obtención de la confianza que ello
aporta. El seis puede aprender de sus errores y proponerse hacerlo mejor la próxima vez. Ésta sí es
una postura madura e inteligente. Permite equivocarse sin que se produzca una pérdida
devastadora de la autoestima.

Por último, deja de ser tan suspicaz. Ya has visto cómo todos estamos un poco «enfermos» en lo
referente a nuestras obsesiones del ego, nuestras proyecciones y nuestras distorsiones de la
realidad. Las personas hacen lo que hacen intentando conseguir lo que de sean, incluso cuando eso
que desean está equivocado o su comportamiento es algo loco.
Convertir en risible a nuestro ego y reconocer la locura de nuestra propia psicodinámica nos permite
ser más clementes con las conductas y las disposiciones de los demás. Si dejamos de identificarnos
con nuestro ego tendremos también menos probabilidades de resultar emocionalmente
amenazados o heridos.
Recuerda: Las cosas exteriores no tocan el alma.
Como siempre, la sanación debe ser, en último término, espiritual, no solamente física o psicológica.
Identificarte exclusivamente con el ego psicológico es elegir los problemas y el dolor.

135
10
La dinámica del ego en el carácter.
Tipo siete:
el joven perpetuo
En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Mateo 18:3

Que tu corazón esté siempre alegre. Que siempre se cante tu canción. Que permanezcas por siempre
joven.

Bob Dylan

LA ESENCIA PERDIDA

LA NIÑEZ ES UNA ÉPOCA llena de alegre espontaneidad. De hecho, la alegría es una de las
cualidades esenciales que emanan de nuestra naturaleza superior. Quizá resulte más evidente
cuando somos jóvenes. Observa cómo los niños son esponjas de grandes ojos abiertos que absorben
todas las experiencias que les ofrece la vida. Cada sabor es una nueva sensación del gusto. ¡La vista
de una vaca junto a la carretera es un motivo de celebración! La llegada de alguien a casa es como
la aparición de una celebridad. El sonido de una voz querida por teléfono es un puro éxtasis. La
alegría magnifica lo ordinario. Podríamos decir que donde hay alegría no existen los
momentos corrientes.

Cuando estamos en contacto con nuestra esencia, la alegría no se experimenta como una respuesta
momentánea a un acontecimiento o una situación aislada. Se parece más a un estado mental
duradero. Es como un aura emocional que nos acompaña en nuestros viajes. Las personas que
tienen alegría en su vida despliegan una suave presencia soleada. Probablemente no estén gritando
de emoción como el ganador de la lotería de hoy, pero sienten una tranquila gratitud sencillamente
por estar vivas. Esta gratitud puede mostrarse con una sonrisa aparentemente constante o un brillo
en sus ojos.
La alegría verdadera parece ser insensible a las muchas flechas y dardos del hado atroz. Igual que el
resto de nosotros, las personas alegres tienen desgracias, pero de algún modo consiguen resistir y
son capaces de ver el brillo plateado de las nubes de tormenta de la vida.

136
Los sietes en particular entienden el dicho de «la noche es más oscura justo antes del alba». Mañana
es un nuevo día con todo un nuevo abanico de posibilidades.

En contraste con el tipo de felicidad que puede provenir de un logro, un reconocimiento o un golpe
de buena suerte, Rollo May afirma: «La alegría [...] es la emoción que acompaña al desempeño de
nuestra naturaleza como seres humanos. Está basada en la experiencia de nuestra identidad como
ser de valía y dignidad».
Uno no gana alegría ni la consigue en un concurso; tampoco nos la concede nadie. La alegría está
en nosotros. La alegría somos nosotros.

Cuando la Alegría Esencial se manifiesta nos llena de una humilde confianza al saber que vamos en
la dirección correcta. Cuando experimentamos alegría nos sentimos agradecidos por ese
maravilloso y misterioso regalo de nuestra vida y experimentamos un profundo asombro y una gran
curiosidad acerca de nuestro viaje.
Sentimos hondamente la presencia de nuestro verdadero hogar espiritual y percibimos cómo nos
llama para que regresemos a él. Cuando la Alegría Esencial brota en nosotros sabemos dónde se
encuentra el auténtico valor y nos sentimos reforzados para hacer lo verdaderamente necesario a
fin de regresar a donde nuestro corazón desea volver. Sabemos lo que amamos y con alegría
abrimos los aspectos más profundos de nuestra naturaleza verdadera¹.

—Pan, ¿quién y qué eres? —exclamó [Garfio] con voz ronca. —Soy la juventud, soy la alegría
—respondió Peter al azar—. Soy un pajarito que ha salido del huevo.

{...} Venid conmigo allí donde nacen los sueños y el tiempo no se planifica jamás. ¡Pensad en
cosas alegres y le saldrán alas a vuestro corazón para volar por siempre en la tierra de Nunca
Jamás!

De Peter Pan

Si leemos a los expertos en psicología de eneagrama y escuchamos los informes de lo que les sucedió
a los sietes en su niñez encontramos una cierta inconsistencia. Algunos sietes recuerdan una infancia
feliz, casi de cuento de hadas², mientras que otros relatan otra aparentemente feliz pero que en
cuanto escarbas un poquito resulta haber sido muy dolorosa. Este dolor pudo surgir de un divorcio,
de un abandono, de haber estado pasando por las manos de familiares diversos o, sencillamente,
de haber sido ignorado³.
Algunos investigadores de eneagrama han llegado también a la conclusión de que los sietes
experimentaron una sensación de desconexión, en gran medida inconsciente, con las personas que
los atendieron en la primera etapa de su vida⁴. Afirman que esta desconexión produjo unas
frustraciones muy profundas que precisaron estrategias compensadoras para aliviar el trastorno
psicológico y el dolor emocional. Sin embargo, estas hondas frustraciones no son visibles. En el siete
encontramos muy poco poso amargo producto de heridas pasadas. No es una persona que se aferre

137
al resentimiento ni que lleve la cuenta de lo que le ha sucedido⁵. Consciente o inconscientemente
ha decidido no ser como ellos, es decir, como las personas dañinas que han poblado su
vida. Sencillamente, sigue adelante. No tiene sentido darle vueltas a lo desagradable.

PERCEPCIÓN PSICOLÓGICA DEL MUNDO


Y ESTRATEGIAS COMPENSADORAS

El joven perpetuo muestra un punto de vista caracterizado por un «estar bien cósmico» ⁶. Para los
sietes la vida es diversión; el mundo es un gran parque de atracciones. Las restricciones y los límites
son contraproducentes, pues chocan con su actitud de mínima interferencia.
Además, este tipo de cosas son a menudo incompatibles con la postura igualitaria que el siete
adopta ante la vida. Sentirse obligado a permanecer dentro de unos límites o impedir que otras
personas hagan cosas que harían si se lo permitiéramos significaría minar la búsqueda de placer del
joven perpetuo o utilizar algún tipo de sanción coercitiva contra otros. Saltarse los límites favorece
la sensación de culpabilidad cuando no se obedece a las autoridades. Lo que también hace falta es
un esfuerzo serio —y no diversión— para reforzar la autoridad, y eso provoca sentimientos
desagradables por todas partes. Las fronteras, los límites, las autoridades y los castigos
son contrarios a la Ley de Disfrute existencial del siete: Busca el placer y evita el dolor.

Me gustan más las personas que los principios, y lo que más me gusta en este mundo son
las personas sin principios.

Oscar Wilde

La naturaleza ha colocado a la humanidad bajo la autoridad de dos soberanos: el dolor y el


placer. Sólo ellos pueden señalar lo que debemos hacer y determinar lo que haremos.

Jeremy Bentham

Los sietes se caracterizan también por su orientación hacia el futuro. No son personas melancólicas
a las que les guste darle vueltas al pasado. Consideran la vida como una aventura y están
convencidos de que es ilimitada ⁷. Al contrario que los seises, que suelen imaginar lo peor que
podría pasar, están predispuestos hacia lo positivo e imaginan las situaciones óptimas minimizando
sus preocupaciones acerca de los problemas y los obstáculos potenciales.
Esta situación óptima refleja la atención selectiva de los sietes. Su imaginación está sesgada a favor
de resultados y expectativas optimistas. Tienden a sobrestimar lo positivo y a subestimar lo

138
negativo. Relacionado con su orientación positiva, idealista y futura está el hecho de que su hábito
de atención esté dirigido en varias direcciones al mismo tiempo⁸.
Suelen estar preocupados. Tienen siempre muchos asuntos entre manos y no se conforman con
concentrar su atención en una única cosa. Eso los limitaría y sería potencialmente aburrido.

En palabras de Helen Palmer: «La atención va de una experiencia a otra en una carrera precipitada
hacia la siguiente empresa fascinante [...] la atención puede moverse con fluidez entre recuerdos
dulces, pensamientos fascinantes e interesantes planes para el futuro» ⁹.
Aunque algunos podrían describir su estilo de vida como agotador y frenético, los sietes creen que
todos sus disparatados intereses les conducirán a algún lado y darán como resultado una coherencia
unificada, una especie de gran síntesis.

Sobre este punto merece la pena señalar que ese gran plan no consiste en lograr algún objetivo
socialmente admirado como el éxito. Los sietes no se orientan tanto hacia los objetivos como hacia
las experiencias ¹⁰. Qué sentido tiene conseguir algo si en ese proceso no hubo placer ni emoción.
Podríamos afirmar que, a diferencia del adicto al trabajo —el ambicioso tres—, el siete trabaja para
vivir, no vive para trabajar.
Lo más probable es que los sietes ansíen la llegada del fin de semana más que los demás, fantaseen
acerca de las vacaciones y planeen escapadas en su mente. «¡Cómo nos vamos a divertir! ¡Va a ser
fantástico! ¡Vamos!»
Los sietes responden bien a la nueva normalidad social de cambiar de trabajo cada pocos años en
lugar de trabajar en el mismo lugar toda la vida. Hay demasiadas posibilidades emocionantes que
nos están esperando ahí afuera. ¡Qué fantástico!

Otra característica de los sietes es su atracción hacia lo exótico, lo inaccesible y lo excéntrico ¹¹. Si
hay que elegir entre volver a disfrutar las vacaciones en un sitio en el que ya estuvimos o ir a otro
nuevo y diferente, elegirán la nueva aventura en lugar de un lugar ya visitado, probado y
experimentado. La variedad es la sal de la vida. Con respecto a las aficiones, ¿no parece más
emocionante el canto gutural de los inuits que ir de excursión? A otra cosa, mariposa.
Esto explica también por qué tantos sietes son epicúreos. Si van a salir a cenar, ¿por qué acudir a
un restaurante corriente cuando el sushi, el curry y la comida tailandesa nos están esperando en
uno de esos interesantes barrios de las afueras? Esos locales son únicos y su ambiente es
refrescantemente distinto al de las alternativas formulistas y artificiales de las grandes cadenas de
restaurantes. El epicúreo siete está ¡muy por encima de eso! Si le dan a elegir entre una conocida
marca nacional de café y otra exótica, puedes deducir la que escogerá. Llena una botella de agua,
ponle un nombre extranjero y colócala en un pequeño restaurante de moda, véndela con acento
foráneo y el siete se derretirá de gozo y considerará que todos aquellos que no sean capaces de
apreciar el valor de esta agua embotellada son unos catetos.

Mis gustos son sencillos. Siempre me satisface lo mejor.

Oscar Wilde

139
Esta «sofisticación estética» que los sietes perciben en sí mismos se traduce muy a menudo en una
especie de narcisismo condescendiente. Algunos poseen una autoimagen idealizada que les hace
creer que son superiores a los demás. Sin embargo, la expresión de esta superioridad suele ser
indirecta. Sería de «mal gusto» decirle a alguien a la cara lo inferior que es. Es preferible desdeñar
con altivez lo que se considera vulgar y encaminarse hacia aquellas personas y cosas más
interesantes. Da menos problemas y se pierde menos tiempo que teniendo que tratar con plebeyos.
Además, ¿a quién le importa?
Como escribió en cierta ocasión Oscar Wilde, un epicúreo arquetípico: «Soy la única persona del
mundo a la que me gustaría conocer plenamente».

Debido a esta idea de que están más dotados por la naturaleza, los sietes dan por hecho que pueden
dominar muchas cosas con poco esfuerzo, y lo cierto es que suele ser así. Se emocionan con futuros
acontecimientos desafiantes, intoxicados por sus propias imaginaciones. «¡Soy tan bueno..., tan
experto!», piensa el siete. De ahí su frecuente invitación: «Venga, haz lo que te propongo (¡es decir,
algo que yo hago muchísimo mejor que tú y con mucha más facilidad!)... Es divertido... No te
preocupes, te voy a enseñar cómo se hace».
Probablemente seas capaz de detectar la expresión indirecta de superioridad implícita en la
invitación.
En cuestiones de intelecto, los sietes tienden a centrarse en exceso en su propia brillantez
infravalorando la de los demás¹². Tienen tendencia a pensar cosas como: «La mayoría de las
personas son gañanes bobos y poco sofisticados, incapaces de apreciar las cosas más exóticas y
elegantes de la vida». Y les dicen a sus amigos: «Vamos al festival de cine extranjero; lo que ponen
es muchísimo más interesante que el último éxito de taquilla», mientras piensan para sus adentros:
«Ese bombón de ahí va a alquilar la última película de Hollywood en el videoclub. Allí no tienen nada
que merezca la pena».
A diferencia del cuatro, que también puede ser un gran esteta pero que está demasiado
obsesionado con sus profundos sentimientos de envidia y odio contra sí mismo, las preferencias del
siete pretenden servir como prueba visible de sus gustos superiores ante los demás.

Además del ácido ingenio de Oscar Wilde, entre los sietes podemos encontrar a los cómicos Robin
Williams, Joan Rivers y Jim Carey. También el compositor Wolfgang Amadeus Mozart y el eterno
carácter de ficción Peter Pan fueron sietes, así como los actores Bette Midler, Goldie Hawn y Jack
Nicholson y el presentador de radio Howard Stern.
Cualquiera que esté familiarizado con estos personajes de fantasía y de la vida real puede apreciar
su carácter juguetón y su exuberancia juvenil. A pesar del apenas disimulado punto negativo de su
bien disfrazado complejo de superioridad, su entusiasmo por la vida es contagioso y les hace resultar
encantadores.

A la vista de lo anterior quizá resulte sorprendente saber que los sietes son individuos, como los
cincos y los seises, que se basan en el miedo. De niños probablemente les aterrorizaron los ruidos
fuertes, los golpes en la noche o la oscuridad del armario. Puede que incluso de adultos sigan

140
durmiendo con la luz encendida. Quizá también sufrieron experiencias traumáticas que no pudieron
resolver ¹³.

En este caso: «Para evitar la repetición futura de este dolor [...] emplearon una doble estrategia:
primero reprimieron y enmascararon sus experiencias negativas y dolorosas [...] luego [...] [se
adentraron] en su cabeza y [empezaron] a planear su vida para que cada día [fuese] una promesa
de tanta “diversión” y tan poco dolor como fuese posible» ¹⁴.
Aunque el mundo exterior se convirtió en un campo de juegos lleno de emoción y exploraciones, el
mundo interior de los sietes sólo auguraba miedo, depresión, dolor y molestias, por lo que se
mantuvieron alejados de él. La vida interior es a menudo demasiado oscura y ominosa como para
que apetezca examinarla. Es un lugar del que el subdesarrollado joven perpetuo huye como de la
peste. Además, ¿qué adulto podría querer «fastidiarlo todo» y dedicarse a analizarse a muerte
cuando la vida está a punto de proponer otra expedición temeraria en busca de más emociones?
El hecho es que los sietes utilizan sus diversos intereses y actividades como distracción del dolor
mental y emocional. Siempre y cuando el ritmo frenético no pare nunca y uno esté siempre
«ocupado, ocupado, ocupado.», no hay tiempo de sentirse triste o desazonado. La diversión
maniática es su mejor estrategia para evitar el dolor.

Somos demasiados los que intentamos llenar nuestro vacío con comida, bebida, drogas o
una actividad obsesiva y frenética. El muy denostado ritmo de vida moderno no es inevitable;
es sencillamente una tapadera de nuestro vacío. Si nos mantenemos en movimiento
creamos la ilusión de que existe un sentido.

Carol Pearson

Si vamos a mantenernos ocupados, evidentemente es necesario estar constantemente planeando


la próxima actividad. A este respecto los sietes están siempre pensando; de hecho están incluidos
en las personalidades «pensantes», esas que intentan incesantemente organizar, urdir y calcular
diferentes formas de conseguir lo que quieren. El lunes ya están planeando lo que van a hacer el fin
de semana.
Los sietes de corazón joven parecen tener siempre un plan B que sustituya al plan A, y si ninguno
funciona o no parece adecuado para el momento, siempre hay un plan C. Estos planes de
contingencia tienen que estar siempre preparados para afrontar una posible frustración o
desengaño, dos cosas que el joven perpetuo no maneja bien, como les sucede a los niños. La razón
de ser del siete es tener lugares a los que ir, personas a las que visitar y cosas que hacer. Eso es lo
que constituye una vida plena, que merezca la pena ser vivida.
Según la sabiduría de Chuang Tzu, es una persona que huye de su sombra. No es que la actividad y
la interacción humana tengan nada de malo; lo que pasa es que, desde el punto de vista de Chuang
Tzu, no deberían utilizarse como escapatoria psicológica de uno mismo. No podemos adelantar a
nuestra sombra, al menos mientras sigamos corriendo bajo un cielo soleado. Es más, los bellos

141
arcoíris que convierten la vida en una enorme alegría provienen de las nubes de tormenta y la lluvia.
Si no hay nubes, no hay lluvia, y si no hay lluvia, no hay arcoíris. Así es como funciona el mundo.

Más les valdría a los sietes aprender la lección. Para su desgracia, aquellos que temen verse
atrapados por los aspectos desagradables de su vida emocional se apartan de ella y se trasladan a
su mente, donde la fantasía, la imaginación, los planes y los sueños pueden tomar las riendas.

Hablando de lecciones, los sietes aprendieron en seguida que ser alegre y ameno tiene sus ventajas.
Su carácter agradable les consigue la aprobación de los demás y les ayuda a conseguir lo que
desean¹⁵. En otras palabras, los sietes aprendieron que ser simpáticos, no quejarse ni criticar y
alegrar al resto de los miembros de la familia tiene sus recompensas. Con el tiempo aprendieron a
reírse de la adversidad, a estar alegres y a permanecer siempre optimistas. Todo esto hace que
resulten muy simpáticos en casa y normalmente también en el mundo exterior. «Oh, qué agradable
y educado... ¡Fulanito es encantador! Y tan bien hablado...»
Evidentemente una impresión tan favorable abre muchas puertas, lo que contribuye a aumentar
aún más el optimismo del siete. Para ellos es un misterio por qué hay gente que elige ser «ceniza»
y pesimista. En la mente del siete, en el horizonte no se percibe ninguna realidad sombría ni dura.
Todo tiene buenas perspectivas. Así es como debe ser. Los sietes buscan entornos y personas que
refuercen su autoimagen positiva o que estén cautivados por su magia.

Sin embargo, la realidad no tan agradable es que su objetivo inconsciente es obtener la validación
narcisista de su valía personal. Podemos imaginar al siete pensando: «Resulta casi embriagador
sopesar cuánto agrado a los demás y cuánto me respetan, cómo les gusta mi presencia, con qué
frecuencia me invitan. Soy muy especial».
El truco consiste en estar muy pagado de uno mismo sin demostrarlo. Un poco de autocrítica
humorística suele funcionar. La atención sigue puesta sobre mí y el humor sugiere humildad. Y,
voilá, como por arte de magia el narcisismo se convierte en una forma de modestia encantadora y
de lo más atractiva. ¡Menuda alquimia!

EXPRESIONES SALUDABLES Y NO SALUDABLES


DEL JOVEN PERPETUO

El siete saludable es la persona renacentista por excelencia ¹⁶. Suele gozar de una mente
magníficamente dotada y una buena coordinación mano-ojo¹⁷. Inteligente, gracioso y físicamente
coordinado, es capaz de participar en todo tipo de actividades y ser bastante bueno en todas ellas
o al menos en la mayoría. Puede absorber grandes cantidades de información, aprender datos y
dominar la técnica. También es probable que muestre bastante habilidad para los deportes y las
actividades que requieren destreza manual. Es realmente asombroso lo buenos que son los sietes
en tantas cosas. En una ocasión observé a uno hacer esquí acuático por primera vez y dominar
la técnica del eslalon en cuestión de minutos. En el caso de otros principiantes menos coordinados,

142
por el contrario, resulta divertido verlos darse múltiples «planchazos» con la cara contra el agua
antes de conseguir ponerse de pie sobre las tablas dobles. A los sietes se les suele ahorrar ese
bochorno.
Evidentemente aprender una habilidad nueva y diferente siempre es divertido, y lo divertido merece
la pena para este tipo caracterológico. Cuando un siete domina una habilidad experimenta una
alegría absoluta. Piensa en los ojos relucientes del niño que da los primeros pasos y se echa a reír
de forma espontánea con la boca abierta de emoción; eso es lo que le sucede al joven perpetuo.
Podemos ver la expresión de alegría en su rostro cuando domina algo nuevo.

Es difícil que un siete no guste. Sus cualidades personales lo hacen admirable, y su atractivo,
encantador. La postura igualitaria y antiautoritaria del joven perpetuo favorece su espíritu de
cooperación. No le gusta dominar ni imponerse sobre los demás, aunque sí exhibirse. Este espíritu
de cooperación resulta invitador para los demás y anima a participar en la actividad que sea. Los
sietes son capaces de ser muy persuasivos utilizando su encanto, pero sin emplear amenazas ni
tácticas intimidatorias. Los subordinados de los sietes saludables son tratados con respeto y se les
anima a participar en el trabajo y a relacionarse con sus amigos o en el club local.

Debido a sus variados intereses, su energía y su mente rápida, los sietes son muy buenos a la hora
de realizar tareas múltiples en el trabajo. Pueden conjugar diferentes responsabilidades de forma
simultánea. Este movimiento de una cosa a otra puede resultar muy estimulante. La vida está llena,
las cosas se están cociendo y las situaciones requieren atención. «Y es tarea mía planearlo y
organizarlo todo —dice el siete—; la vida no puede ser mejor».
Pre-ocupado con todo lo que hay que hacer, el siete saludable es capaz de sentir cómo le bombea
la adrenalina por dentro. «Es una locura, hay muchísimo que hacer... ¿No es maravilloso?»
Los demás se limitan a observar boquiabiertos o a irse, agotados por la energía que despliega.

Debido a su energía ilimitada, su entusiasmo, su mente rápida y su espíritu de cooperación, el siete


saludable suele ser un individuo de éxito en la vida. Disfruta de buenos logros materiales y a menudo
asciende a puestos de importancia y poder ¹⁸. ¿Quién no desearía tener un jefe encantador,
estimulante, inteligente, capaz y amistoso? Gracias a sus habilidades sociales y de todo tipo es el
siete el que a menudo se sitúa en la «vía rápida» hacia los puestos de dirección.

Los valores de la moderna sociedad occidental están diseñados para su disfrute y beneficio personal:
amante de la diversión, inteligente, optimista, joven de espíritu, brillante, atlético y lleno de
energía... ¡El siete lo tiene todo! De hecho, personifica al individuo de cualidades excelentes. Yo he
pensado a veces que, si el siete bien parecido tiene un atractivo hoyuelo, su destino será ser
vicepresidente. ¡Dame dos hoyuelos y con seguridad tendremos un presidente y director general!

Si bien el entusiasmo juvenil es algo maravilloso, puede convertirse en algo enfermizo si se lleva al
extremo o si se utiliza como escudo contra lo desagradable. Aquellos que tienen «problemas» con
un siete comentan a menudo su inmadurez y superficialidad. La inmadurez la demuestra cuando

143
utiliza con demasiada frecuencia la estrategia de crear alternativas para evitar la responsabilidad y
el compromiso, dos indicadores de un desarrollo maduro¹⁹.

Cuando una opción no produce el resultado deseado, no hay que preocuparse; ya se tienen
identificadas otras posibilidades. Lo único que se necesita es poner cara de velocidad y moverse en
otra dirección. No se siente dolor y el enfoque queda rápidamente cambiado. De ese modo no se
produce ningún fracaso y no hay necesidad de afrontar unas consecuencias desagradables. Sin
embargo, la incapacidad de afrontar las consecuencias de nuestros actos o decisiones no es
psicológicamente saludable. En lugar de gestionar de manera responsable los momentos
desagradables de la vida de forma adulta, los sietes tienden a evitarlos y a escapar cuando las cosas
se ponen difíciles.
Esta estrategia de evitar y escapar impide una auténtica implicación con ese punto negativo
psicológico de la vida que mencionábamos anteriormente, con temas como el anhelo, la pérdida y
la tragedia. Contribuye a establecer una falta de interioridad, esa sensación de persona entrañable
o sentimental que exhibe el cuatro, el individualista convencido²⁰.
Por eso, por muy encantadores y efusivos que sean los sietes, pueden ser extremadamente
superficiales, carentes de emociones profundas, sensibilidad y empatía hacia los demás. ¿Cómo vas
a sentir el dolor de otra persona si te niegas a sentir el tuyo? Por eso, en lo relativo a las relaciones
personales estrechas, las personas emocionalmente necesitadas, dependientes o con problemas de
cualquier tipo deberían tener cuidado. Para protegerse de los problemas de su pareja, cuando la
situación se hace difícil, los sietes organizarán las cosas para poder estar fuera de casa. Si la situación
se tensa demasiado lo más probable es que se vayan para siempre escapándose de la relación ²¹.

Podemos apreciar lo insensibles e ineficaces que son los sietes si observamos otra estrategia que
utilizan para escudarse ante emociones problemáticas y desagradables. Cuando se enfrentan al
dolor de otra persona, los sietes no saludables suelen burlarse del problema. Quizá lo trivialicen o
lo consideren ridículo. Detrás del sarcasmo, sin embargo, subyace un enfado inconsciente. Si
observamos atentamente veremos que debajo de la sonrisa bromista se esconde una risa sardónica
hostil y condescendiente. «Prefiero enfadarme que asustarme, incluso cuando no sé por qué me
enfado.»

Otro gran problema de los sietes no saludables está relacionado con su incapacidad para
comprometerse. Decidir y centrarse en un objetivo e invertir en él con un compromiso pleno y
disciplinado es una proposición peligrosa para el joven perpetuo. Los compromisos reducen las
posibilidades de elección, aumentan el riesgo psicológico de sufrir un desengaño o un fracaso y
limitan seriamente las posibilidades de la vida, todas ellas cosas muy desagradables ²².
Supongamos que no se han ideado alternativas de escape para un posible fracaso futuro; entonces
habrá que hacerle frente. ¿A quién le gusta el fracaso? ¿Quién quiere tener que afrontar algo así?
¿Por qué colocarse en disposición de sufrir un fracaso? Es preferible tratar esa posible eventualidad
teniendo un plan B preparado. Quizá la decisión de comprometerse no fuera la más correcta. Mejor
dejo las cosas sin cerrar. Además, las personas comprometidas son aburridas. Sus vidas son

144
demasiado parciales, piensa el angustiado siete. La disciplina y el enfoque decidido son cosas que el
siete no saludable debe denigrar para racionalizar su propia vida temerosa y desperdigada.
Las racionalizaciones defensivas del siete no saludable indican su falta de honestidad. Helen Palmer
los describe como «charlatanes» ²³.
Su charla encantadora y su estilo agradable son una forma de esconderse para no ser vistos. Suelen
mostrarse atractivos y sienten un gran anhelo por que la gente los adore. A los demás se les
impresiona con obsequios detallistas, flores y «compartiendo los mejores momentos» ²⁴. Los sietes
pueden incluso arrogarse el derecho de recibir reconocimiento y apoyo, dado lo especiales que son.
Lo cierto es que todo ese encanto y esa jocosidad son una estrategia enfocada hacia afuera que deja
grandes regiones de intención verdadera y miedo inconsciente sin explorar.

En este mismo aspecto, los sietes son maestros del «faroleo» ²⁵. Su atención dispersa y su
incapacidad para «especializarse» y centrarse en una sola cosa los llevan a combinar con habilidad
un poco de esto y un poco de aquello para crear una imagen general de competencia y maestría. A
veces da la sensación de que saben todo de todo, cuando lo cierto es que son más bien aficionados
en todo²⁶ que pretenden ser «todo eso y mucho más», por utilizar una expresión coloquial. Ser
capaz de alardear con entusiasmo y encanto suficientes puede llevarnos bastante lejos. Por eso no
son sólo los sietes saludables los que consiguen el éxito profesional y material. Los problemas surgen
cuando los demás consiguen darse cuenta de que detrás de la fachada no hay gran cosa.
Sin embargo, justo antes de que eso suceda, el perspicaz y orientado hacia el futuro siete pasará a
la siguiente aventura para no dejarse coger jamás en sus artimañas psicológicas y no tener que
afrontar sus propias tendencias escapistas inconscientes.

Un hombre que no encuentra satisfacción en sí mismo la busca en vano en otros lugares.

La Rochefoucauld

SOMBRA PERSONAL

Ya vimos en el contexto de Un curso de milagros que al principio el ego sobrevive creando miedo y
luego prometiéndonos aliviarlo. Por regla general, la mayoría de nosotros olvidamos su primera
táctica y nos volvemos hacia él en busca de ayuda. Perdemos de vista el hecho de que nuestro ego
«salvador» es en realidad la causa de nuestro sufrimiento. Debemos recordar también que no quiere
quedarse sin empleo, por lo que utiliza técnicas y estrategias falaces que supuestamente nos darán
la felicidad para que podamos identificarnos con él.
Resulta enorgullecedor que nuestro ego se identifique con el joven perpetuo, el entusiasta o el
epicúreo. En el caso de los sietes hemos observado al ego en acción intentando aligerar las cosas
favoreciendo una actitud de liberalismo, atención a las experiencias positivas, diversión y emoción,

145
atracción hacia el placer, optimismo, una orientación hacia un futuro idealista, sensación de
aventura, igualitarismo, encanto y afabilidad.
El saco está lleno hasta el borde de posibilidades deliciosas. ¿Cuál tocará hoy? ¿Serán búsquedas
amenas, una actitud optimista, fantasías sobre aventuras próximas o una reunión de amigos para
divertirse y pasarlo bien? Quizá incluso todas a la vez. ¡Hay tantas cosas estupendas!
Lo que el ego no les revela a los sietes es que todo esto es como el «camello» de la esquina que
regala drogas a los usuarios potenciales hasta que se enganchan y empiezan a tener que pagar por
el «colocón». A quién no le gustan los «colocones» emocionales, el bombeo de adrenalina que
produce la emoción, las maravillas de la naturaleza, las variedades de gusto y sonido o todas las
infinitas posibilidades y oportunidades que ofrece la vida. El reto del ego es conseguir que la gente
se enganche a todas estas cosas y, en el caso de los sietes, lo logra.

Lo primero que hace el ego es trabajar a través del inconsciente para convencer a los sietes de que
son deficientes. Esto requiere una separación del Ser Esencial. Cualquier deficiencia que percibimos
es lo que Un curso denomina pecado. Recuerda que, en realidad, el pecado no existe en el universo
espiritual no dual. Sin embargo, y como le sucede a todo aquel que ha sido engañado por el ego, los
sietes experimentan una cierta sensación de estar incompletos por dentro y aceptan la realidad dual
que perciben en el exterior. Temen que esta falta de integridad se traduzca en aburrimiento y dolor.
En respuesta desarrollan el hábito compulsivo de estar siempre elaborando planes de contingencia
para impedir cualquier posible frustración o desengaño que pueda surgir en el futuro ²⁷. En sus
esfuerzos particulares por escapar del dolor que brota de un aparente vacío, recurren a la gula, que
es la sombra que les sigue y se cierne sobre ellos. La gula es «la respuesta emocional de querer
atiborrarse con gratificaciones exteriores en respuesta a la experiencia de sentirse frustrado, vacío
y necesitado» ²⁸.
Por desgracia vemos cómo esa misma «necesidad» que desdeñan en los demás se convierte de
hecho en un ataque sobre el yo proyectado de los sietes. Cuando trivializan el dolor de otra persona
o lo desprecian con arrogancia están en realidad causándose un daño psicológico y emocional a sí
mismos. Su aversión hacia la situación de necesidad de los demás es un reflejo de su aversión hacia
ellos mismos.

En este contexto debe entenderse que la idea de la gula va más allá del mero apetito por la comida.
Los glotones pueden satisfacerse con placeres mentales además de con placeres de la carne.
Podríamos ampliar el concepto de gula para afirmar que los sietes glotones desean sucumbir a
cualquier deseo o facultad que les produzca placer.
Sucumban a lo que sucumban, lo que subyace es la pasión por el placer. Esta pasión no admite
retrasos. El joven perpetuo no saludable es como ese niño mimado que chilla: «¡Lo quiero ya!». A
los sietes no les va bien la gratificación diferida ni el sacrificio personal. Por ejemplo, si no pueden
permitirse pagar lo que desean no suelen dudar a la hora de comprarlo a plazos. Si una tarjeta de
crédito ha llegado al límite, no hay problema; se puede pedir otra y utilizarla para pagar el plazo
mensual mínimo de la primera mientras se va a la tienda a comprar otro juguete. Si las dos tarjetas
han superado el límite, no importa; se puede conseguir un préstamo consolidado. Es evidente que
esta estrategia desesperada y desenfrenada no puede seguir y seguir por tiempo indefinido, pero

146
se intentará y se volverá a utilizar mientras funcione. Está claro que los glotones sietes no saludables
pueden ser manirrotos e incontrolados en temas financieros. No es divertido preocuparse por las
deudas, así que ¿para qué hacerlo? «Antes o después la deuda quedará saldada, así que ¿qué
problema tienes? ¡Además, su cuantía relativa va disminuyendo debido a la inflación y a la subida
de los sueldos! Esperaré hasta entonces para pagar lo que de hecho será una deuda más pequeña.»
Como podemos ver claramente se está realizando una gran cantidad de gimnasia mental
racionalizadora para apartar la atención del hecho de que el individuo está endeudado hasta las
cejas. Si no se acomete una acción inmediata, una restricción de gastos futuros y un sacrificio
personal, el problema, reconocido o no, no desaparecerá jamás por sí solo, ni siquiera en los sueños
del País de Nunca Jamás del siete.
No hay forma de comer, beber, agradar o encantar para escapar de este embrollo. Atención, sietes:
¡la gula se cobra un arancel y ha llegado el momento de pagar!
El Fausto de Goethe no es el único que tiene que pagar sus locuras mundanas.
Lo que debemos reconocer acerca de la búsqueda de placer de los sietes es que no es tan libre y
espontánea como ellos creen. «Pueden perseguir de forma ciega e impulsiva todo aquello que les
promete una satisfacción inmediata sin tener en cuenta el coste de sus impulsos. Su filosofía es
“Disfruta ahora, paga más tarde”» ²⁹.

Hay otra serie de características que merece la pena señalar acerca de la gula del siete. En primer
lugar, esta pasión contiene una insaciabilidad. El glotón desea consumir, pero no se ve nunca
hastiado. Esto se debe a que el objetivo es consumir en lugar de digerir³⁰. El siete no puede verse
satisfecho con un placer y saborear la experiencia. El siete glotón no desea verse inmerso en una
experiencia única; más bien a lo que aspira es a saborear y probar las muchas variedades de placer
que ofrece la vida.
Sandra Maitri describe la mentalidad del siete como compradora. O bien la emoción está en la
propia compra, no en los artículos que se han adquirido, o la emoción por los artículos no dura
demasiado tiempo. Esta mentalidad de probar, degustar y comprar es lo que caracteriza la
superficialidad general del siete.
Su insaciabilidad señala también la naturaleza adictiva de su búsqueda del placer. Algunas personas
se automedican con alcohol y drogas para pasar el día o para dormirse. Otros buscan el placer de
forma incontrolada como medio de evitar las pruebas y tribulaciones de la vida. Evidentemente si
un siete encuentra placer en las drogas y el alcohol puede sucumbir a ambos, ¡por qué limitar las
posibilidades!
Lo importante es que la búsqueda del placer es un asunto serio para los sietes. Sus vidas dependen
de ella. Existe realmente una desesperación aterrorizada o una manía en el caso de los individuos
no saludables. Sin búsqueda de placer, las duras realidades de la vida serían insoportables.

El problema de la búsqueda de placer como un fin en sí misma es que se trata de una proposición
espiritual y psicológicamente fallida. No funciona. Como afirman Riso y Hudson, «la gula resulta
contraproducente a largo plazo porque cuanto más se atiborren indiscriminadamente los sietes en
un intento por encontrar el alimento del que en su opinión fueron privados en su niñez, más
insatisfechos quedan» ³¹.

147
La búsqueda de la gratificación del siete tiene tintes adictivos. Se necesitan unas dosis cada vez más
altas de sustancias y experiencias que produzcan placer para mantenerse en un constante estado
de estimulación y euforia³². Nunca se tiene lo suficiente. Lo que hace falta para conseguir el estado
deseado es cada vez mayor y no se atisba el final. Por desgracia, detrás de todo ello existe una
depresión inconsciente, una suerte de tristeza seca e insatisfacción emocional³³. Sandra Maitri capta
una consecuencia de lo más seria para los sietes en su búsqueda del placer:

En su aversión consciente o inconsciente hacia el dolor limitan su experiencia directa de sí


mismos y, consecuentemente, de la vida, y ésta es la fuente principal de su sufrimiento.
Tienden a experimentar las cosas desde el retiro de su mente, donde prueban la vida para
ver si resulta seguro acceder plenamente a ella o no. Cuando desean zambullirse por entero
en algo descubren que no pueden hacerlo, pues están atrapados en las defensas de su
personalidad contra la implicación directa. Sólo son capaces de exagerar su experiencia sin
llegar a entrar plenamente en ella³⁴.

Más tarde Maitri sigue diciendo:

[...] si nos orientamos hacia el placer, nos orientaremos hacia experiencias deleitosas en
lugar de hacia la verdad de nuestra experiencia. Con ello estamos perpetuando la glotonería
de la personalidad en lugar de alinearnos con la actitud del alma informada por el Ser. Nos
relacionamos con la experiencia espiritual como si fuese algo delicioso para consumir, y al
hacerlo preservamos nuestra sensación del yo como vacío y con necesidad de ser llenado³⁵.

Esto es lo que el ego no desea que el siete reconozca.

RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS PARA FAVORECER


LA HIGIENE PSICOLÓGICA Y ENCONTRAR LA PAZ INTERIOR

Al pensar en todas las cosas que pueden hacer los sietes para sanarse y encontrar la paz interior me
viene a la memoria la canción de Simon & Garfunkel 59th Bridge Street. Si conoces la melodía
puedes cantarla³⁶:
«Slow down, you move too fast. You've got to make the morning last! {...} I've got no deeds to do,
no promises to keep. l'm dappled and drowsy and ready to sleep. Let the morning time drop all its
petals on me. Life, I love you. All is groovy»*.

Vamos, que, si esta canción no es apropiada para dar un paseo por el parque, no sé cuál puede serlo.
También podría ser una especie de himno para aquellos sietes que desean encontrar una forma
mejor de vivir. Ellos necesitan experimentar la «alegría» de ir deprisa a ninguna parte. Lo que tienen
que hacer es pararse y aspirar el aroma de las rosas. Como nos enseña el maestro místico, el viaje
más largo es de aquí a aquí. Esto es lo que el siete necesita apreciar, no sólo intelectualmente sino

148
con el corazón, de un modo transformador que favorezca el cambio. Ir a ningún sitio y quedarse
quieto puede resultar profundamente conmovedor. Los sietes tienen que probar esta opción
concreta, pero no mientras imaginan otras cosas que pueden hacer ni mientras sueñan con otros
lugares a los que ir.
El compromiso consiste en no hacer nada y ver qué sucede... Si el siete cree que el mundo exterior
es una gran cornucopia de deliciosos placeres, ¡espera a que vea cómo es el mundo interior! La
dicha celestial gana siempre por goleada a los placeres mundanos.

En este viaje sin distancia en el que los sietes aspirantes pueden esperar alcanzar las tranquilas aguas
de su mente, por desgracia es necesario pasar primero los rápidos de los pensamientos
desagradables, esos que han sido reprimidos y negados a lo largo de los años. Va a ser necesario
mantener el «kayak del carácter» a flote al atravesar todas las aguas turbulentas de los recuerdos
dolorosos. No es posible dar ningún rodeo; bordear la desagradable corriente no es solución. Habrá
que centrar muy bien la atención.
Aunque la siguiente recomendación está relacionada con el mundo laboral, yo creo que puede
aplicarse de forma más general a la práctica atenta. Esta recomendación advierte que el siete debe
«mantener la atención estabilizada en el momento presente y ser capaz de aceptar exactamente lo
que surge, ya sea alegre o triste, te haga sentir bien o mal» ³⁷.
El problema es que para el narcisista siete la tarea de mantener la atención enfocada únicamente
en un objeto interior de contemplación es algo muy aburrido. Y no sólo eso, sino que las
revelaciones que brotan pueden indicarle que está mucho menos evolucionado de lo que su ego le
había hecho creer ³⁸, y este descubrimiento no resulta nada divertido. Como dice Helen Palmer:
«Los meditadores con inclinaciones narcisistas, que pueden estar sinceramente convencidos de que
ya han evolucionado y superado cualquier carencia personal, necesitan fortaleza y coraje para
prestar atención a aquellos aspectos de sí mismos que en realidad no están bien» ³⁹.
Descubrir lo que no está bien es parte de lo que significa enfrentarse a la sombra personal.

Por lo que respecta a la meditación y al enfoque de la atención, una buena práctica espiritual para
los sietes consiste en observar de forma más general cómo la velocidad de sus pensamientos a lo
largo del día les aparta de cualquier sentimiento de miedo o malestar. En cuanto sientan el ataque
del aburrimiento deberían detenerse y ver qué es lo que les está trastornando o qué están
evitando⁴⁰. Esto no significa que deban regodearse en la negatividad sino sólo que no deben
reprimirla ni negarla. Si el enemigo es el dolor mental y emocional, lo mejor que pueden hacer es
entenderlo antes de derrotarlo. Es difícil vencer a un oponente si no puedes verlo ni comprendes sus
tácticas. El primer requisito es ser consciente del enemigo y centrar en él la atención cuando
aparece. Hay que experimentar de forma auténtica lo desagradable y entender que eliminarlo no
significa regodearse en lo negativo. Es simplemente la salida de la oscuridad.
Evidentemente el ego intenta que ignores todas esas cosas malas y desagradables. Prefiere buscar
otra desviación por medio de la diversión. Buen intento, pero lo siento mucho, ego. Si no se afronta
el dolor psicológico no se obtiene un logro existencial. Estamos hablando de la construcción del
carácter, no del carrusel de una feria. Por eso los sietes deberían embarcarse en formas guiadas de
meditación que se enfrenten a su lado oscuro⁴¹.

149
Y veamos otra opción terapéutica para las personas de este tipo caracterológico. Deben esforzarse
por sofocar fuentes de estímulo que sólo suelen servir como meras distracciones del presente. Si
eres un siete, intenta de vez en cuando guardar todos los teléfonos móviles, BlackBerries,
ordenadores portátiles, iPods, DVD, periódicos y libros. No tengas miedo de aburrirte. ¿Te asusta
aburrirte, estar a solas contigo mismo? ¿Por qué? Todos los demás parecen quererte muchísimo.
¿No te quieres tú? ¿No te consideras suficientemente interesante?
Para nuestro propósito actual necesitas pasar algo de tiempo solo, sin distraerte, centrado
exclusivamente en tu propia experiencia inmediata. No existe una necesidad real de
hiperestimulación constante. El no haberte concedido tiempo para descansar y reflexionar
honestamente sobre ti mismo es en gran medida la causa de tu infelicidad actual.
Por cierto, estar solo no consiste en entrenarse para correr la maratón o el Tour de Francia, por
ejemplo. En ambos casos sigue habiendo un gasto excesivo de energía y son unas actividades con
una cualidad casi adictiva. Ambas contribuyen a tener «subidones» de endorfinas y a continuos
sentimientos de superioridad, unos temas problemáticos para el maniático y narcisista siete.

Sobre el tema de la hiperactividad, los sietes deberían intentar hacerse conscientes de sus evasiones
mentales⁴². Al estar constantemente planeando, planificando, explorando nuevas opciones y
trabajando en proyectos, suelen ir siempre a la carrera, intentando evitar algo emocionalmente
perturbador o difícil. Estar siempre muy ocupado hace que la vida parezca llena y que dé la
sensación de que «soy importante». Muchas veces la verdad esque «estoy asustado, me he
contradicho y estoy buscando escapatorias».
Estar tan ocupados convierte a los sietes en blancos móviles a los que resulta difícil adjudicar
compromisos y responsabilidades. Indirectamente puede también alimentar su actitud de
superioridad y de ser especiales. Las personas importantes están siempre en movimiento..., o eso
es lo que nos han hecho pensar «¿Cómo voy a comprometerme cuando tengo tantas otras cosas
importantes que hacer? Intentaré conseguirte un hueco..., ¡si tienes suerte!»

Riso y Hudson señalan que el movimiento hacia la esencia no exige en realidad al siete hacer nada
ni conseguir nada. Más bien, para experimentar la esencia sólo necesita que la riqueza del momento
actual entre en contacto con él, como nos sucede a todos. Ser es, en sí mismo, agradable. Como
explican Riso y Hudson: «La alegría es una experiencia natural que brota de forma espontánea
cuando nos experimentamos a nosotros mismos como Ser, cuando nos liberamos de toda la
cháchara interminable, la planificación y los proyectos de nuestros egos mentes» ⁴³.

Los sietes deberían prestar atención no sólo a su inacabable planificación, sino también a sus
apresuradas racionalizaciones destinadas a evitar el miedo. Racionalizar es una forma de apartar la
atención de los asuntos reales o dolorosos de la vida.
Podrían también reflexionar sobre los comentarios cortantes y despectivos que dirigen contra otras
personas. Las ocasiones en las que surgen estos comentarios necesitarán probablemente algo más
de examen y reconsideración, en un diario personal, por ejemplo. El ego tiene una apretada agenda
psicológica cuando hace que unas personas ataquen a otras. El objetivo es descubrir de qué agenda

150
se trata. Una vez descubierta, los sietes se sorprenderán de cuánto más «valiosos» resultan ser los
demás. Puede que incluso lleguen a ser capaces de mostrar compasión genuina hacia ellos.

Por último, uno de los principales objetivos para el crecimiento espiritual del siete es desarrollar la
virtud de la sobriedad⁴⁴. Sandra Maitri escribe:

La sobriedad consiste, por tanto, en no embriagarse ni dejarse arrastrar por nuestras


emociones o nuestras mentes. Significa no emborracharse con nuestra experiencia, por muy
noble y trascendente que sea. Significa también no abandonarse al dolor ni exagerarlo sino
más bien experimentar ambos extremos de forma directa, plena, equilibrada. Significa no
dejarse llevar por una corriente emocional y ahogarse en el mar arrastrado por la
resaca. Significa dejar de relacionarnos con nosotros mismos como si fuésemos copas vacías
que tuvieran que ser rellenadas, consumidores que necesitaran consumir. Significa dejar de
moverse sólo hacia lo que parece bueno o conocido y, en cambio, abrirse al misterio
increíblemente interesante que somos ⁴⁵.

Para Maitri, la sobriedad supone estar presente en el aquí y el ahora, no perdido en los
pensamientos, los sueños y las fantasías. Es lo que nos permite comportarnos como adultos
responsables., lo que a menudo supone un reto para el joven perpetuo.

* «Despacio, te mueves demasiado deprisa. ¡Tienes que hacer durar la mañana! [...] No tengo que
realizar ninguna hazaña ni mantener ninguna promesa. La luz del sol se filtra y cae sobre mí, estoy
amodorrado y con ganas de dormir. Deja que la mañana derrame todos sus pétalos sobre mí. Vida,
te quiero. Todo es formidable». (N. de la T.)

151
11
La dinámica del ego en el carácter Tipo ocho: el
inconformista poderoso
Cuando me atrevo a ser poderoso, a utilizar mi fuerza al servicio de mi visión, cada vez resulta menos
importante si estoy asustado o no.

Audre Lorde

No soy capaz de decir qué es esta fuerza; lo único que sé es que existe y se hace disponible sólo
cuando un hombre está en ese estado mental en el que sabe exactamente lo que desea y está
plenamente decidido a no abandonar hasta encontrarlo.

Alexander Graham Bell

LA ESENCIA PERDIDA

RECIENTEMENTE ME ENCONTRABA en un restaurante cuando un niño muy pequeño salió corriendo


del comedor principal y entró en la zona de espera donde yo estaba guardando fila. A mi edad he
comprobado que a veces asusto sin querer a los niños un poco mayores con todo mi pelo plateado,
mis gafas y mi barba... ¡Madre santa, si a veces me asusto a mí mismo cuando me miro al espejo!

Hablando en serio, resultó interesante observar el momento en que el pequeñín se dio cuenta de
repente de que estaba «perdido en el espacio». Miró a su alrededor, se fijó en mí un instante y
pensé que se iba a echar a llorar llamando a su mamá. Ante mi asombro, sin embargo, se me acercó,
levantó los brazos, me miró implorante y articuló: «¡Uh... uh... uh!».
Para los que nunca han sido padres voy a explicar que eso, en lenguaje infantil, significa «Por favor,
cógeme en brazos».
A riesgo de parecer una especie de abductor de niños, le cogí en brazos pensando en llevarlo con
sus padres. Pues bien, cuando la madre nos encontró se produjo un notable momento de indecisión
por su parte, al menos a juzgar por la expresión de su rostro, dada la desconfianza imperante en
esta era en que vivimos. No es que lea la mente, pero sentí que se estaba preguntando: «¿Será
algún tipo de pervertido que ha cogido a mi hijo o sólo un hombre amable que lo rescató antes de
que llegara a correr peligro? ¿Debo darle las gracias o advertir a mi hijo que jamás se acerque a
ningún extraño?».
A lo que intento llegar es que los niños pequeños, como el que quería «aúpa», son esencialmente
inocentes. Experimentan sin ideas preconcebidas, sin historia. Son absolutamente cándidos.

152
Carecen de defensas psicológicas. No intentan embaucar a nadie para que haga algo. No tienen
ambiciones secretas ni planes escondidos. No hay engaño, fraude ni manipulación. Ni siquiera saben
que esas cosas existen. Por eso no temen las intenciones de los demás. No les imputan ninguna
posible mala acción, peligro o amenaza. No tienen expectativas, ni positivas ni negativas; tampoco
tienen miedos condicionados.
Los que son muy jóvenes no han vivido lo suficiente para desarrollar todo esto. La aceptación
inocente es su estado esencial. Son translúcidos. Su postura psicológica hacia el mundo es una de
completa confianza.
La belleza sublime de la inocencia infantil es lo que caldea los corazones de los adultos. Los niños
pequeños afrontan la vida con los brazos abiertos, receptivos a todo lo que les ofrezca la
experiencia. Son capaces de ver las cosas con frescura, sin prejuicios ni recuerdos que dividan la
experiencia actual. El niño es esencialmente la inocencia personificada. Eso es lo que es; eso es lo
que todos somos, aunque la mayoría de nosotros hayamos olvidado esta cualidad esencial de
nuestro verdadero Yo Superior.

La inocencia infantil tiene algo delicioso. El bebé es como una magdalena azucarada o un donuts
con patas. Sin embargo, en lugar de ser una comida reconfortante constituyen más bien una
«presencia reconfortante».
Cuando estamos con niños pequeños nos sentimos abiertos, alegres y espiritualmente estimulados.
El niño es capaz de hacer magia en el aire sin esfuerzo. En él los demás pueden ver su pureza
luminosa y, en ese proceso, quedan emocional y psicológicamente desarmados. Ése es el magnífico
poder de la Inocencia Esencial.
Por suerte vivo cerca de una guardería y puedo deleitarme con la inocencia de los niños casi todos
los días, cuando una fila de «donuts con patas» pasan cogiditos de la mano por delante de mi casa
camino del parque con atentos cuidadores que sirven de guías protectores. En invierno, cuando
todos van embutidos en sus monos abrigaditos, como pequeños muñecos de Michelin, los donuts
bebés se convierten en nubes de caramelo andantes.
¡Y ya está la magia aquí otra vez! Se me caldea el corazón sólo de recordar esa imagen. Es como si
la mera presencia de la inocencia pudiera cambiar el corazón de un modo que el lenguaje, la fuerza
y la lógica muchas veces son incapaces de lograr.

En cada hombre real hay un niño escondido que quiere jugar.

Friedrich Nietzsche

Por desgracia, en los niños ochos la suave dulzura inocente no dura mucho tiempo. El motivo lo
podemos ver si buceamos en sus primeras experiencias infantiles. Por ejemplo, digamos que Juanito
está jugando en los columpios del parque. Otro niño le empuja y eso hace que nuestro pequeño
montoncito de alegría rompa a llorar. Mamá y papá le cogen enfadados del brazo, le sacuden con
rudeza y le gritan: «¡No lo aguantes! ¡Empuja a ese niño, blandengue! ¿Qué demonios te pasa? ¡Deja
de llorar! ¡No seas tan flojucho!».

153
Ahora imagina que esta escena se repite una y otra vez durante los años psicológicamente más
formativos del niño. O imagina a un niño que se cría en un vecindario difícil en el que hay «camellos»
y bandas callejeras en cada esquina. Parecer débil o asustado en semejantes circunstancias es
fuente segura de problemas. En el barrio sólo sobreviven los fuertes. Ser amable y generoso es
invitar al rechazo, la traición y el dolor ¹. Los que buscan a quién atacar perciben siempre la
debilidad, y nadie desea convertirse en su objetivo.
En semejantes circunstancias, algunos niños reciben la impresión de que el mundo castiga las
tendencias suaves y optan por la fuerza². «En la dura realidad de la vida sólo se puede confiar en
uno mismo», parece pensar el ocho.
Al respecto, Helen Palmer escribe:

Los ochos suelen afirmar que de pequeños intentaron ser buenos. Dicen que inicialmente
deseaban agradar a los demás, pero que éstos se aprovecharon de su inocencia y les hirieron
cuando mostraron su lado vulnerable. Creen que empezaron a devolver los empujones en
defensa propia y rápidamente descubrieron que era más divertido romper las reglas que
cumplirlas³.

La agresión que presenció nuestro pequeño ocho no tuvo necesariamente que ocurrir en las calles
o en el parque. Quizá tuvo lugar en casa. Muchas veces ocurre que el ejercicio del poder paterno es
injusto y abusivo, con lo que el niño aprende a no esperar nada bueno de las figuras paternas de
autoridad.
Implícitamente puede que incluso decidiera que el poder paterno es ilegítimo⁴. «¿Quiénes se han
creído que son para tratarme así?»
De los malos tratos, por tanto, puede venir una rebelión contra la autoridad. Las semillas de un
carácter pendenciero se siembran al principio de la época de crecimiento del ocho y al final
producen lo que resulta ser un rebelde, un inconformista, ése a quien algunos apodarían el «Llanero
Solitario». La supervivencia se vuelve de repente fundamental para nuestro pequeño donut
(¿recuerdas lo dulce que era?).
Ahora el niño está obligado a estar siempre en guardia. Para muchos ochos los malos tratos y la
traición de sus padres o la traición de otras personas importantes en sus vidas les llevan a la
conclusión de que no pueden permitirse ser vulnerables o inocentes otra vez⁵. «Si no puedo confiar
en nadie para que me cuide tendré que cuidarme yo mismo.»
Para los ochos, la «traición» adquiere una importancia mucho mayor que para el resto de los tipos
caracterológicos. Es su herida espiritual primigenia. El callo emocional resultante es lo que los
endureció frente al mundo y frente al resto de la gente. La suavidad original de su piel psicológica
ha sido sustituida por fibroso tejido cicatrizal, algo que cubre la Inocencia Esencial del ocho. La
traición temprana es lo que le impulsa a preguntarse continuamente: «¿Qué es lo que realmente
quieren? ¿Qué es lo que realmente quieren decir? ¿Qué amenaza real suponen?».

154
Lo que no nos mata nos hace más fuertes.

Friedrich Nietzsche

Algunos ochos adultos afirman también que sintieron como si se les exigiera crecer demasiado
deprisa, excesivamente pronto ⁶. Puede que, por ejemplo, fueran los hermanos mayores a los que
se pidió que se convirtieran en cuidadores o progenitores sustitutos de unos hermanos menores
criados en un hogar monoparental. Quizá el niño tuviera que dejar de ir al colegio y ponerse a
trabajar para ayudar al sostenimiento económico de la familia. Es posible que esta necesidad sea
menos corriente en el mundo occidental actual comparado con la época posterior a la Segunda
Guerra Mundial, entre finales de los años cuarenta y los años cincuenta. De todas formas, verse
obligadas a trabajar a una edad muy temprana sigue siendo la dura realidad de muchas personas
hoy en día.

PERCEPCIÓN PSICOLÓGICA DEL MUNDO


Y ESTRATEGIAS COMPENSADORAS

Pues bien, ya sea por haber atravesado dificultades económicas, por haber sido maltratado, por
haber sufrido abusos y traiciones en casa o por haber sido intimidado y tiranizado en las calles, el
ocho saca la siguiente conclusión: «Sólo los fuertes sobreviven. Tienes que ser duro para triunfar en
este mundo».
Existencialmente la seguridad personal se convierte así en una preocupación fundamental⁷. La
percepción que se tiene de los demás se reduce a menudo a: «¿Supone esta persona un desafío
para mí o es una fuente de gratificación, es decir, una forma de conseguir lo que quiero?» ⁸. Otra
forma de expresarlo sería: «¿Quién constituye un obstáculo y quién un objeto de placer?».
La situación real es que el ocho está en guerra contra la humanidad y no cree que pueda acudir a
nadie en busca de apoyo sin perder su autonomía o su posición en este mundo en el que impera la
ley del más fuerte⁹. Como una buena cantidad de las personas que los ochos se encuentran
pertenecen a la categoría de «desafío y amenaza», el centro de atención se sitúa en los puntos
débiles de los demás. «¿Cuál es su talón de Aquiles? ¿Cómo puedo alcanzar su yugular? ¿Cuál sería
el mejor ángulo de ataque? ¿Qué puedo hacer o utilizar para sacar ventaja?»
Por otro lado, aquellas personas que se perciben como débiles y no amenazadoras o, por decirlo de
algún modo, no constituyen una fuente significativa de placer para el ocho, son sencillamente
descartadas por no ser merecedoras de recibir un tratamiento de igual a igual o algún tipo de
atención. Estas personas son ignoradas, eludidas o, en caso de que sea absolutamente necesario,
tratadas con una cortesía mecánica y ficticia. A menudo resulta palpable la indiferencia despectiva
o el desdén arrogante que se esconde tras la sonrisa educada.

155
Relacionado con el asunto de la seguridad está el control. Cuando los ochos se adentran en una
situación nueva quieren saber quién tiene el poder y si esa persona será justa¹⁰. De forma
inconsciente temen que la autoridad abuse de su poder tal y como les sucedió cuando eran niños.
Dado que se siguen percibiendo como víctimas inocentes, los ochos necesitan garantías para
sentirse seguros. Sin embargo, pedir garantías da impresión de debilidad. Por el contrario, poner a
prueba a la autoridad otorga sensación de poder, pero hablaremos sobre las estrategias psicológicas
compensadoras en un momento.

Como consecuencia de su preocupación por el control, los ochos que no funcionan correctamente
pueden ser bastante impacientes con los «subalternos», a los que despachan por considerarlos
irrelevantes o, simplemente, una pérdida de tiempo.

A este respecto recuerdo que en cierta ocasión un ocho me dio un consejo sobre cómo quejarme
adecuadamente: «No hables jamás con la secretaria ni con ningún otro subordinado. Yo
personalmente sólo hablo con el presidente de la empresa. ¡Así es como uno consigue lo que
quiere!».
Las personas que no tienen poder resultan apenas perceptibles en el campo visual del ocho. Después
de todo, ¿qué pueden ofrecerle más que retrasos, pérdidas, estupidez e inconvenientes? Es más,
¡tienen la misma importancia que un punto luminoso en un radar! Por muy insultante e insensible
que pueda parecer esta apreciación, así es como muchos ochos no plenamente desarrollados ven
el mundo, y no se disculpan por ello. Hacerlo sería de débiles, y ser «débil» no forma parte del
concepto que tienen de sí mismos. «¿Qué es lo que me estás sugiriendo? —pregunta el ocho—.
¿Crees que deberíamos perder el tiempo hablando con personas estúpidas e insignificantes que no
pueden darnos lo que queremos? ¿Eres idiota? ¡Quizá lo mejor sea que deje de perder el tiempo
contigo!».
Éstas son las típicas preguntas que podría lanzarte a la cara el agresivo ocho en respuesta a tu
censura sobre la valía humana. En las preguntas que acabamos de exponer podemos percibir con
claridad el tono cáustico y arrogante del que, por cierto, se enorgullecen muchísimos ochos. Lo
consideran como una marca de su superioridad inherente.

Otra de las características de la percepción del mundo del ocho es su propensión a simplificar todo
en exceso y a considerar que las cosas son blancas o negras, sin escala de grises. Su estilo de atención
es «o todo o nada» ¹¹. Esta orientación conduce a un pensamiento dicotómico y a una distorsión
existencial de los demás, a los que se percibe y juzga como débiles o fuertes, justos o injustos, listos
o tontos, guerreros o enclenques, sin término medio. Se ve a las personas en términos
bidimensionales, casi como si fuesen figuras de cartulina.
Este burdo exceso de simplificación y este enfoque estrecho se acentúa cuando los ochos se
encuentran psicológicamente amenazados o bajo presión; entonces su atención se limita a medir el
poder propio frente a la fortaleza o debilidad del oponente. Es entonces cuando están buscando el
talón de Aquiles o la yugular del otro.

156
Los ochos niegan la complejidad. No son personas que bailen la danza de la ambigüedad. Su mundo
es blanco o negro, eres amigo o enemigo, fuerte o débil, agradable o desagradable.

Michael Goldberg

Los ochos son personas prácticas que se centran en el aquí y el ahora. Por regla general la
consciencia del presente es buena, pero en el caso de los ochos su centro de atención se convierte
en algo limitador, no iluminador.
Los ochos son lo que los teóricos de eneagrama describen como tipos instintivos o basados en el
cuerpo. Su interacción con la realidad procede de «las vísceras», en contraposición con la cabeza o
el corazón. Buscan reacciones viscerales a lo que es tangible y concreto, aquí y ahora.
Los recuerdos, las abstracciones y las anticipaciones sólo despiertan una impaciencia agitada. Están
relacionados con lo que no es, con lo que fue y con lo que pudiera ser, no con lo que realmente es.
Tener el control exige que uno afronte la situación tal y como se presenta en el momento.
Por desgracia, la férrea voluntad de hacer justo eso deja a menudo a los ochos insensibles ante las
sutilezas de la experiencia estética o espiritual¹². Por eso, para ellos, «la concentración en el presente
no es simplemente una manifestación de salud mental, como podría ser en otras disposiciones de
carácter, sino la consecuencia de no considerar real nada que no sea tangible y un estímulo
inmediato de los sentidos» ¹³.
Mi propia experiencia indica que la mayoría de los hombres ochos que conozco no se inclinan ante
una autoridad religiosa superior ni son propensos a disfrutar de las delicias del ballet o del patinaje
artístico.
También he observado, al igual que Claudio Naranjo, que los ochos tienden a burlarse de los valores
de la educación tradicional en la que la abstracción, la complejidad, la ambigüedad y la
incertidumbre se plantan firmemente en la mente inquisidora. La educación permite profundas
discusiones y debates teóricos, cosas que no son apreciadas por el ocho, que dirige su mirada hacia
afuera y está orientado a la acción. La incertidumbre y la duda son fuentes de inseguridad. Por lo
que respecta a los directores, administradores, maestros y demás personas al mando, «la
invalidación directa de la autoridad es lo que se debe hacer», según el ocho ¹⁴. Luchando contra la
autoridad, oponiéndose a todo, así es como los ochos libran su batalla contra el mundo. Cada día es
una lucha.

Hablas demasiado para ser un luchador.


Wyatt Earp (la película)

Tus tripas te dicen qué es lo mejor.

Mike Harris, ex primer ministro conservador de Canadá

157
Ya hemos mencionado con anterioridad que muchos ochos se ven a sí mismos como víctimas de
abuso e injusticia a manos de las figuras de autoridad o de los matones que abusaron de ellos. Otros
relatan cómo sufrieron los ultrajes de una constante humillación a lo largo de toda su infancia. Un
ocho que procedía de un entorno bastante empobrecido me contó en cierta ocasión la historia de
cómo, siendo niño, solía trabajar como cadi en el campo de golf de su localidad llevando las bolsas
de los «peces gordos», o «derrochadores», como él los llamaba. Recordó cómo solía soñar con el
día en el que otra persona se lo haría a él. A juzgar por su tono se diría que consideraba que trabajar
de cadi era algo humillante. Debió de pensar que «mendigar» las propinas de los peces gordos era
algo poco digno, lo que en cierto modo le colocaba en una posición disminuida, inferior.
Pensara lo que pensase, en líneas generales el ego psicológico diseña un plan a largo plazo muy
ingenioso en respuesta a unas humillaciones reales o aparentes, en gran medida como venganza.
Esta venganza no suele responder a un único episodio de injusticia, aunque también pudiera ser,
sino que es una reacción a una percepción generalizada de injusticia y daño.
Además, dado que los ochos han sentido la indignidad de ser vejados, de que se ha abusado de ellos,
la estrategia de su ego consiste en darle la vuelta a la situación¹⁵. Tras haber sufrido frustraciones y
humillaciones por el placer de otros, les ha llegado el turno de disfrutar, aunque sea a expensas del
dolor de los demás., o en especial en ese caso, pues así también pueden disfrutar de la venganza ¹⁶.
Aquellos que no entienden la psicología del ocho pueden haberse preguntado por qué hay siempre
un punto de amargura rencorosa, agresiva, en el éxito de algunas personas. Ahora ya lo saben. Su
deseo de imponer su éxito por la fuerza es una muestra de sus propios sentimientos de inferioridad.

El éxito es la mejor venga


Proverbio francés

Otra estrategia utilizada por el ego para desviar la atención de la dinámica interna de la mente es
emplear la grandilocuencia y la bravata. El ego del ocho convence al individuo de lo importante que
es, de cómo es más grande que la vida¹⁷. La forma de hacerlo es hablando alto y con fanfarronería.
Los ochos no susurran ni piden perdón con facilidad. Llenan el espacio y ocupan toda la habitación.
A menudo entablan demostraciones de dominio como hacen los primates inferiores y otras
criaturas del mundo animal. En ellas aparece una especie de exhibicionismo narcisista. Para ellos es
fundamental que todos sepamos que son importantes. Muchas veces estas demostraciones del ego
tienen un carácter sexual para reforzar el concepto que tienen de sí mismos de que «¡no sólo soy
poderoso sino también sexy!».
Cuando los demás opinan que estas demostraciones narcisistas son inmaduras o poco
favorecedoras, lo más probable es que el agresivo ocho subas la apuesta o desafíe a sus críticos con
alguna forma de enfrentamiento verbal o físico. Además, si las demostraciones crudas de primate
no son suficientes para impresionar, se pueden utilizar las posesiones materiales y los objetos de
estatus. «Vamos a comparar el tamaño relativo de nuestras casas.»

158
Si un ocho tiene una casa, seguro que es grande, la mayor que pueda permitirse. Si conduce un
coche, no es probable que se trate de un utilitario. Los ochos tienden a identificarse con sus
posesiones como si fueran extensiones de sí mismos ¹⁸. Algunos que han alcanzado el éxito material
se sienten tan impresionados consigo mismos que no ven la necesidad de guardar cola, ya sea en la
circulación o en el restaurante. Son esos que suelen colarse, dejando que sean los calzonazos y los
bobos los que se queden educadamente en su puesto. «¡Tienes un problema con eso!»
Un ocho que conozco utiliza la estrategia de deslizar un billete en la mano del máitre para evitar la
cola y conseguir la mejor mesa, incluso si hay que cambiar de sitio a clientes ya sentados. Momentos
como éste pueden resultarle realmente orgásmicos al ocho. Sin embargo, la triste verdad es que
este trato especial hay que comprarlo. La sensación de importancia tiene su precio: la indignidad de
tener que pagarla. Qué paradójico y qué triste.

En todos sus empeños e intereses encontraremos un alto grado de intensidad. El lenguaje corporal
del ocho deja claro cuándo está haciendo algo importante y cuándo no le interesa hablar contigo.
Puede estar completamente absorto en la actividad que tenga entre manos. Evidentemente la
abstracción intensa crea las condiciones necesarias para una acción disciplinada y centrada, algo en
lo que los ochos son muy buenos. Para aquellos que son más acomodaticios, esta intensidad tiene
un cierto tinte amedrentador, y eso es algo que a los ochos les gustaría saber. Sin duda esa
intensidad contribuye a su presencia intimidatoria. ¿A quién no le gusta ser poderoso?

Como los ochos desconfían de las personas, temiendo que estén enmascarando sus verdaderas
intenciones, la estrategia del ego demuestra en realidad bastante astucia al provocar a los demás y
hacerlos enfadar. Los ochos creen que la verdad sale en el enfrentamiento. Como dijo en cierta
ocasión el poeta Irving Layton (un ocho): «Nunca confíes en un hombre hasta que le hayas visto
enfadado».
En ese momento todas las defensas están bajadas y se puede ver al individuo en su desnuda
honestidad. Cuando hemos visto a las personas en su peor momento y sabemos de qué son capaces
y cómo van a responder, podemos decidir si queremos confiar en ellas o no.

Una vez más, ésta es una forma que tienen los ochos para evaluar a otras personas. Evaluar, así
como desafiar, atacar, trazar líneas en la arena y estar delante de la persona constituyen las
estrategias preferidas por el ego del ocho. Estas estrategias parecen captar las preferencias de
personalidad de ochos arquetípicos como Donald Trump, la juez Judy (Judith Scheindlin), Barbara
Streisand, el doctor Phil (presentador de televisión), Ernest Hemingway, Rosie O' Donnell, Pierre
Elliot Trudeau, Saddam Hussein, Friedrich Nietzsche, Martin Luther King, Enrique VIII de Inglaterra
y Fidel Castro.
Observarás que a ninguno de estos individuos le gusta o le gustaba que le dijeran lo que debía
hacer o cómo hacerlo. Los ochos no aceptan bien las órdenes de los demás. Prefieren imponer su
voluntad.

Me muevo por instinto; no me preocupo por la experiencia.

Barbara Streisand

159
{...} surge de esto una cuestión, si vale más ser amado que temido o temido que amado. Podríamos
contestar que deberíamos desear ser ambas cosas, pero dado que el amor y el miedo difícilmente
pueden coexistir, puestos a elegir, es más fácil ser temidos que amados.

Maquiavelo, El príncipe

EXPRESIONES SALUDABLES Y NO SALUDABLES

DEL INCONFORMISTA PODEROSO

No creo que sea casualidad que Friedrich Nietzsche, un ocho, considerara la «voluntad de poder»
como la suprema fuerza motivadora de la vida, y no la libido (Freud) ni la voluntad de sentido (Viktor
Frankl). «¿Qué es bueno? —preguntaba—. Todo aquello que incrementa la sensación de poder, la
voluntad de poder, el poder en sí mismo en el hombre» ¹⁹.
No sólo los ochos sino también todos los que experimentamos esta voluntad dentro de nosotros
percibimos un sentimiento asociado de energía expansiva. Nos sentimos altos, recios, fuertes y
vivos. Existe una vitalidad natural que expande, agranda y produce un sentimiento absolutamente
primitivo. Es ilimitada e instintiva. Todos hemos sentido esa fuerza de vez en cuando.
En el caso del ocho saludable esta fuerza aparece con más frecuencia y es más robusta. No necesita
suplementos de ginseng y cafeína para sentirse vivo. En él lo primigenio y físico forma parte de la
experiencia diaria. Posee una gran pasión por la vida. El instinto y los impulsos no se reprimen, como
en el caso de muchas personas beatas que los consideran peligrosos, por no decir pecaminosos; más
bien se reconocen y se celebran.

Los ochos a pleno rendimiento son personas seguras de sí mismas y desenvueltas. En plenitud de
facultades son magnánimos y utilizan su poder personal para colaborar con la comunidad y
construirla²⁰. Los demás, que observan su fortaleza, se sienten inspirados para conseguir grandes
cosas. Es como si el poder, el valor y la determinación del ocho se contagiaran a aquellos que los
contemplan con respeto en busca de confianza y fuerza. El resto de la gente llega a aceptar unos
riesgos y a emprender unas tareas que de otro modo no harían.
Como líderes, los ochos despliegan una actitud de que las cosas se pueden lograr, y poseen el
impulso interior, la determinación y la iniciativa para hacer que las cosas sucedan²¹. Puedes imaginar
lo que significa decirle a un ocho que algo no se puede hacer. Lo más normal es que semejante
afirmación sea como una invitación desafiante a hacer exactamente eso que los demás califican de
imposible. En lugar de acobardarse, los ochos suelen afrontar la situación como algo que debe
superarse. «¿Por qué escalar la montaña? ¡Porque está ahí!» El desafío es suficiente motivación.

160
Con respecto a la capacidad de liderazgo, los ochos sanos son personas respetables y dominantes,
unas características que reflejan la importancia que conceden a la confianza y al poder. Tienen una
sólida presencia dominante. Cuidan de las demás personas sin mostrar favoritismos.
Cuando es necesario, y si las condiciones son adversas, son capaces de responsabilizarse de errores
ajenos apreciando el hecho de que es imposible agradar a todo el mundo todo el tiempo ²².
Es importante ser justo, incluso si uno se ve a veces forzado a herir los sentimientos de otros. De
hecho, y en interés de la justicia, los ochos son excelentes protectores de los débiles y los
inocentes²³.

A los ochos saludables les preocupa el bienestar de los oprimidos y los desfavorecidos. Son
fantásticos a la hora de abanderar y defender a los que no son capaces de defenderse. El uso del
poder personal en pro de la justicia o en beneficio de los que han sido injustamente tratados por la
vida puede resultar enormemente gratificante para ellos. Gracias a eso pueden hacer mucho bien
al mundo.
Para muchos ochos introvertidos y moderados, no tan abiertamente agresivos y extrovertidos, el
liderazgo y el afán de protección se reflejan en su comportamiento como padres y en el cuidado de
los miembros de su familia²⁴.

Como sucede con todos los caracteres, los rasgos personales llevados al extremo causan problemas.
Para el ocho, la «exageración» puede ser tan desmedida, la sobreestimulación puede ser tan
extrema, que produce el efecto de entumecer la consciencia de los sentimientos, especialmente los
más tiernos²⁵.
Estos sentimientos reflejan unas dimensiones emocionales de la vida de las cuales el ocho es casi
inconsciente. En otras palabras, el ocho puede perder el contacto con una parte importante de sí
mismo, con cómo se siente realmente por dentro. Sus «instintos viscerales» pueden ser
erróneamente considerados sentimientos, cuando evidentemente no son lo mismo.
No todo lo que aporta energía desde dentro está relacionado con el afecto y la emoción; aquí es
donde a menudo se confunden los ochos, pues a veces creen que son personas de profundos
sentimientos cuando en realidad es el impulso apasionado a lo que se están refiriendo. En la medida
en que el conocimiento de uno mismo requiere consciencia de todo el abanico de nuestros
sentimientos, los ochos no saludables sufren de ignorancia de sí mismos. No están completos, sino
que presentan «debilidad» en algunas áreas de su desarrollo personal. Descubrir demasiadas cosas
demasiado tarde puede tener consecuencias emocionante devastadoras.
Por lo que se refiere a los sentimientos, no es que los ochos no saludables carezcan de ellos. Sí que
los tienen, lo que pasa es que algunos están exagerados, inflados o se expresan más abiertamente
mientras que otros son reprimidos y negados. Por ejemplo, los ochos no tienen ningún problema
para expresar abiertamente su enfado, cuyas variaciones incluyen la ira y la furia. Únelas a la
animalidad del ocho y obtendrás una combinación potencialmente letal. Sin embargo, muchas veces
no son conscientes de estar enfadados o airados, en una discusión, por ejemplo, y no ven que sus
actos y sus palabras están indisponiendo contra ellos a los que les rodean. Los que se van porque
no están de acuerdo con ellos son sencillamente despreciados por estúpidos o por no tener lo que
hay que tener. El Llanero Solitario está solo por algo.

161
Si bien el enfado es un amigo de confianza del ocho, una especie de vínculo con el mundo real,
cuando surgen los sentimientos desagradables se abre paso la negación. También lo hace una pasión
orientada hacia afuera. Como sugiere Audre Lorde en la cita que encabeza este capítulo, el uso de
la fuerza personal para alcanzar nuestros objetivos aniquila cualquier sensación de miedo. El ocho
prefiere estar enfadado que asustado, empujado por la pasión que inseguro.
Este tipo de sentimientos se niega; pero, como señala Freud, lo que se niega no desaparece como
por arte de magia. Ocupa un espacio en la mente inconsciente del individuo, donde asume el poder
y se hace con el control de un modo que la persona que hace la negación no puede apreciar ni
entender de manera consciente.
Paradójicamente ese mismo enfado que se utiliza para llegar a la auténtica verdad de los demás es
lo que bloquea la consciencia del ocho de su propia verdad. El miedo y la inseguridad son emociones
amenazantes a las que se les ha negado el acceso a la psique consciente.
Por eso no es que los ochos no estén nunca asustados, inseguros o angustiados; lo que sucede es
que no prestan atención cuando lo están, en la creencia de que así no lo están. Puede que su idea
de que los demás no son de fiar y que mienten y engañan a menudo no sea más que una proyección
inconsciente de sus propios engaños. Si no pueden confiar en que ellos mismos van a ser honestos
consigo mismos, ¿cómo van a confiar en los demás? ¡El contrario no fiable no es otra persona, soy
yo, yo mismo! Los ochos deberían reconocer que la falta de honestidad que perciben en los demás
es, en muchos casos, sólo una proyección de lo que ellos hacen.

La atención del ocho no sólo se aparta de las emociones desagradables, sino que también se vuelve
casi de forma exclusiva hacia la dimensión física de la realidad: el aquí y ahora. Algunos tipos
caracterológicos consiguen un beneficio al centrarse en esto, pero para los ochos este enfoque
provoca una perspectiva limitada de la vida. El énfasis que dan a las causas inmediatas les hace ver
la realidad a través de una lente distorsionada ²⁶. El problema es que creen que su «distorsión»
representa la verdad. Después de todo, ellos la crearon.
Las demás interpretaciones no son más que signos de debilidad o de engaño; a pesar de todo,
algunas personas que conozco que no pertenecen al tipo ocho rogarían poder disentir y señalarían
que la creencia del ocho es probablemente una parte de su propio autoengaño, diseñado para
proteger ese precioso ego tan hinchado.

Siempre que escalo me sigue un perro llamado “Ego”.

Friedrich Nietzsche

Conozco mi destino. Algún día mi nombre estará asociado con el recuerdo de algo tremendo: una
crisis sin igual en la tierra, la colisión de consciencia más profunda, una decisión tomada contra todo
lo que se había creído, demandado o bendecido hasta el momento. No soy un hombre, soy dinamita.

Friedrich Nietzsche

162
Los ochos no saludables sienten a menudo obsesión por el poder. Ejercer este poder o este control
puede llevarlos a considerar al resto de las personas de su vida como posesiones suyas ²⁷. Los
que dependen de su apoyo pueden ser vistos como débiles o incapaces y, por tanto, no
merecedores de respeto. Las peticiones se transforman en mandatos; las sugerencias se convierten
en órdenes. Es más, los «dependientes» empiezan a ser tratados de forma indigna, como los ochos
no desearían ser tratados jamás.
Los ochos disfuncionales comienzan a disfrutar menospreciando y humillando a los demás de un
modo que recuerda dolorosamente a su propia niñez. Se repite el drama de la humillación, sólo que
esta vez se hace por desquite y venganza. Las tornas han cambiado y el zapato está en el otro pie.
La triste realidad es, sin embargo, que cada acción controladora, cada indignidad y degradación
perpetrada contra otros no es sino un patético esfuerzo inconsciente por restablecer la sensación
de valía incondicional que se perdió de un modo u otro en la infancia. Alguien debe pagar por el
temprano dolor del ocho. Te ha tocado. ¡Que se haga justicia!
Cuando el ocho atribulado llega a este punto se ha convertido en una persona despiadada y
dictatorial, muy destructiva y que roza la sociopatía²⁸. Recuerda que está en guerra contra el mundo
y no tiene intención de perderla. Supongo que no deberíamos tomarnos su furia controladora como
algo personal; no somos más que obstáculos o víctimas colaterales en su batalla contra la realidad.

En su estado más enfermo, los ochos pueden sufrir graves paranoias²⁹. Tienen miedo de ser
traicionados, por lo que a menudo se alejan de los demás y se recluyen en un amargo aislamiento.
Por miedo a derrotas humillantes, cosas como la crítica abierta, un despido o un divorcio pueden
provocar en el ocho atribulado una especie de ataque preventivo que le hace rechazar airadamente
a los otros antes de que éstos puedan rechazarle a él.
Esta combinación de paranoia y guerra psicológica preventiva no establece un marco agradable para
las relaciones interpersonales, como muy bien puedes imaginar. En el peor de los casos provoca un
trastorno de personalidad antisocial. Los ochos enfermos obtienen un placer sádico en la venganza.
Creen que vengarse les hará felices, que herir y humillar a las personas es la mejor forma de alcanzar
el nirvana, lo que constituye evidentemente una distorsión perversa de la verdad, algo que el ocho
anhela y que, al mismo tiempo, le ofusca.
A menos que se produzca algún tipo de rescate emocional, los ochos pueden arrastrarse a sí
mismos hasta el fondo de un agujero negro muy profundo. Cuanto más intentan evitar su vacío
interior, cuanta mayor intensidad, furia, ataque, pasiones intensificadas y animalidad ponen en ello,
más desesperados se encuentran³⁰. El último acto de venganza contra el mundo podría ser el
suicidio: «Esto les enseñará quién tiene el control —dice el ocho—, ¡tengo poder sobre la vida
misma!».

SOMBRA PERSONAL

Para poder salir de la oscuridad y alcanzar la luz, los ochos tienen que llegar a un acuerdo con su
vicio principal, la lujuria. Esta palabra puede emplearse para señalar una pasión por el exceso, una

163
pasión que busca la intensidad, no sólo a través del sexo, sino en todo tipo de estímulos: la actividad,
la ansiedad, las especias, la alta velocidad, el gusto por la música fuerte, etc.» ³¹.
Aparentemente, y desde el punto de vista de los demás, el estilo de vida del ocho da la sensación
de gozar de una abundancia excitante. Siempre tiene muchísimas cosas, ya sean posesiones,
diversión, comida o alegría. Pueden parecer unos seres épicos de inmenso aplomo, por no hablar
de su encanto o de su sentido del humor.
Lo que no comprenden los ochos no desarrollados es que su ansia por una estimulación cada vez
mayor no es más que un intento inconsciente de compensar una escondida falta de viveza, ese
agujero negro de vacío. A una pareja de ochos a los que conozco personalmente les gusta introducir
temas controvertidos en las conversaciones para iniciar acaloradas discusiones y debates. Los ochos
tienen propensión al aburrimiento cuando no están adecuadamente estimulados; disfrutan con los
enfrentamientos. Anhelan constantemente las emociones intensas y actúan impulsivamente para
conseguirlas³². Empezar una «pelea» es una buena forma de hacerlo.
La estimulación frenética e intensa no es sólo algo que se disfruta, sino una adicción. Sin esa
estimulación constante aparece la «sombra» sin haber perdido ni uno solo de los pasos de «Chuang
Tzu».
Lo irónico del caso es que, como cualquier niño desvalido, el inconformista poderoso le teme a su
propia sombra. El miedo es lo que realmente le motiva.

El ansia de poder no radica en la fuerza sino en la debilidad.

Erich Fromm

El rasgo enmascarador de la lujuria es lo que detrae la interioridad y la profundidad psicológica de


la vida de los ochos. Centrarse exclusivamente en el «ahora» —es decir, lo que está presente a los
sentidos— excluye la visión interior de la psicodinámica del ego.
Sin embargo, en su interior están sucediendo muchas más cosas que las que ellos están dispuestos
a admitir, tanto ante los demás como ante sí mismos. Lo de dentro da miedo, y ellos no van a entrar.
Reconocer y admitir sus verdaderas motivaciones resultaría de lo más castrante para el
enormemente sexualizado y físicamente intimidatorio inconformista.
Como sucede con cualquier estrategia del ego, no es más que una actuación, una ilusión que
esconde la naturaleza de la verdadera identidad. En este caso piensa en la verdadera identidad del
ocho en los términos de Inocencia Esencial que personificaba el pequeño «donut con patas» que
retratamos antes. Una de las devastadoras consecuencias de esta falta de perspectiva de sí mismo
es la imposibilidad de reconocer que el carácter fuerte y tenaz en realidad demuestra
contradependencia³³.
La necesidad obsesiva de lograr la autosuficiencia está basada en el miedo a la debilidad y a
depender de los demás. Si no hubiera miedo, no habría necesidad de parecer duro y actuar con
dureza. No habría necesidad de demostrarle al mundo que «¡lo hice A MI manera!».

164
Cuanto más dura es la fachada, mayor es el miedo. Las personas que poseen verdadera autoridad
no necesitan ejercerla. Las personas que tienen verdadero poder no necesitan hacer ostentación de
él. Si alguien ha traicionado alguna vez al ocho, ése ha sido su ego.
El ego tiene dos caras, por decirlo de un modo coloquial. Por un lado, le susurra al ocho: «No eres
más que un mierdecilla»; por el otro le sugiere formas de impedir que otra persona pueda darse
cuenta de ello. Algunos podrían argüir que semejante duplicidad psicológica y traición por parte del
ego constituye un motivo real de enfado..., ¡es decir, siempre y cuando uno sea capaz de justificar
el hecho de que nos pueda hacer enfadar una ilusión!

Otro problema de la lujuria del ocho surge de lo que yo denomino el «factor pícaro». Puestos a
elegir, los ochos preferirían las «galletas robadas» antes que las compradas en la tienda. De algún
modo los robadas saben siempre mejor. Resulta estimulante experimentar placer a través de
medios ilícitos o mediante un apetito desordenado de placeres carnales ³⁴.
Ambos implican la violación de normas y límites, esos que otros han establecido. Está claro que los
ochos no se manejan muy bien con las limitaciones impuestas por los demás. Suelen presentar la
ocasión de demostrar quién es realmente más poderoso o quién tiene las riendas en la mano. Los
ochos corren riesgos cuando buscan satisfacerse por medios ilícitos y excesivos. Cuando nos
preguntamos por qué tantas personas de la alta sociedad, los ricos, famosos y poderosos, han sido
los arquitectos de su propia caída, a menudo debemos responder que es por su atracción hacia los
placeres ilícitos como la infidelidad, los líos con personas casadas y el consumo de drogas ilegales.
Está claro que son mucho mejores que el yoga... en la mente del ocho.

Esta lujuria suele tener un componente explotador, competitivo. En asuntos de sexo los ochos
pueden convertirse en una especie de depredadores, educados y encantadores quizá, pero
depredadores, al fin y al cabo. Recuerda que en la percepción en blanco y negro que tienen del
mundo los demás son considerados a menudo como objetos amenazantes u objetos de placer. Con
respecto a estos últimos, se puede obtener una satisfacción extrema en la lucha por conquistar a
otra persona, en tratarla como un objeto o en manejarla.
El triunfo sobre otra persona es tremendo. La seducción es tan divertida como el sexo. El sexo es
como la galleta, puesto que sabe bien, pero el sexo tras una seducción triunfante es como comer la
galleta robada, que siempre sabe mejor. En este caso la dominación y el poder se combinan para
convertir a la otra persona en un objeto de placer.
Los excesivamente sexuados ochos que han sido culpables de estos placeres deberían tomar nota
de los elementos de engaño y humillación que comportan. Una persona es convertida en objeto,
deshumanizada, explotada y degradada para someterla a los deseos de placer de otra.
Es como si se repitiera la niñez del ocho. La verdadera motivación del sexo es la dominación y la
venganza. Es sólo ansia de poder y está alimentada por el miedo a la incompetencia. Una vez que
se ha utilizado y abusado de la persona convertida en objeto, puede ser desechada como un limón
exprimido. Y a la conquista siguiente. No vamos a encontrar en este comportamiento ningún
sentimiento de culpabilidad ni ningún cuestionamiento interior, lo que evidencia aún más la
superficialidad de los ochos. A ellos les resulta natural dejarse llevar por la atracción sexual y no es
algo que les avergüence³⁵. Los límites son para los lisiados. Del mismo modo que no limitan su furia,

165
los ochos no saludables tampoco limitan su sexualidad por un sentido moral de respeto hacia nadie.
Se utiliza descaradamente a los demás sin lamentarse por ello.

Otro problema más de la sombra del ocho está relacionado con su incapacidad para entrar en
contacto con el lado femenino y más suave de la vida ³⁶.
Las personas que están siempre deseosas, que aferran todo y quieren más y más, que están llenas
de grandilocuencia autoen-grandecedora, no suelen ser muy sensibles al lado tierno de la vida.
Exhiben generosidad en sus propios términos, algo que no debe confundirse con amabilidad.
Sentimientos como la compasión y la amabilidad aleatoria tienen un algo de debilidad, poco
favorecedor para aquellos que ostentan el poder y el control. ¿Cómo vas a explotar a una persona
como si fuese un objeto sexual si sientes pena por ella o te identificas con su dolorosa degradación?
El ocho está demasiado ocupado negando cualquier debilidad. Se puede estar orgulloso por seguir
adelante cuando uno está físicamente herido, por ejemplo. Y también es posible disfrutar por ser la
oveja negra agresiva o la dominatriz insolente. «No soy sentimental. ¡Me importa un rábano lo que
piensen los demás y tengo claro que no te necesito! Eh, no me había dado cuenta de que estás tan
bueno... ¿Te apetece un poco de sexo, chico malo?».

Para terminar, resulta paradójico que la lujuria, como característica definitoria de la dinámica del
ego del inconformista poderoso, sea la antítesis del control³⁷. Al perseguir a alguien o a algo se deja
de lado el poder.
Uno se ve forzado a inclinarse para adorar aquello que se desea, que se necesita, de hecho, para
obtener la felicidad personal. Creer que esta felicidad puede encontrarse en algún lugar por ahí
afuera significa renunciar de inmediato a la autoridad personal y a la autodeterminación. Se pierde
la nobleza del aplomo, que es sustituido por la búsqueda afanosa e indigna de fuentes externas de
satisfacción. Al haber perdido el dominio de sí mismo, el ocho es poseído por la lujuria.
Surgen las inseguridades al ver que las contingencias de la vida no proporcionan ninguna garantía.
Cualquier cosa puede suceder en cualquier momento. Las tentaciones y los apetitos insaciables
pueden también hacerse dueños de la situación y acabar con los límites, lo que conduce a cosas
como la adicción al alcohol y al tabaco. Incluso cuando estos apetitos son momentáneamente
satisfechos, el aburrimiento está esperando a la vuelta de la esquina, una idea que bulle en el
subconsciente de los ochos. Sin otro desesperado intento por prevenir el reconocimiento
consciente de su mórbido vacío existencial, sin una nueva ingesta de intensidad, drama o conflicto,
se cae seguro en el abismo de la nada.
Sobre el tema de la lujuria y su ironía en el contexto de la psicodinámica del ocho, Riso y Hudson
señalan lo siguiente:

La lujuria despierta aún otra ironía más en relación con el control. Como ya hemos visto, los
ochos desean sentir que tienen el control de su situación. Sin embargo, estar atrapado por
la lujuria es la antítesis del control: la lujuria es una reacción a algo exterior al yo que la
inspira. Sentir ansia por una persona u objeto es estar bajo su poder, ya se trate de ansia de
dinero, de un compañero sexual o de poder. Como sucede con todos los tipos, la Pasión
[vicio o sombra] es una distorsión que en último término trae consigo lo contrario de lo que
el tipo realmente desea³⁸.

166
RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS PARA FAVORECER

LA HIGIENE PSICOLÓGICA Y ENCONTRAR LA PAZ INTERIOR

Si bien son pocas las personas dispuestas a admitir abiertamente que necesitan ayuda, esto es
verdad sobre todo en el caso de los ochos. Necesitar ayuda o pedirla a los demás significa ser
colocado en una posición inferior y disminuida, algo con lo que este grupo no se siente cómodo. Por
naturaleza —en realidad, por la estrategia que ha desarrollado el ego— se resisten a que los
coloquen en una posición semejante, pues creen que esa situación es un reflejo de su puesto en la
vida o incluso de su valía como seres humanos. Siempre que existe la posibilidad de ser colocado
en esta situación inferior, el enfrentamiento se convierte en la estrategia elegida para el rescate
emocional. El enfado encabeza el ataque. El triunfo sobre otros es lo que vuelve a colocarlos en la
cúspide. Cualquier cosa que deje al descubierto la inseguridad de un ocho es una auténtica
estupidez.
Llegados a este punto, todos entendemos el aspecto psicológico de esta estrategia. Sin embargo, ha
llegado el momento de que los ochos admitan su «juego» secreto. ¡No hacerlo sería muy poco
digno! Para explicar por qué, permíteme que utilice un lenguaje guerrero al estilo ocho.

Nadie descubre su ego sin un cierto embarazo. De todas formas, seguir apoyando la maquinación
inadaptada del ego significa perpetuar una forma burda de indignidad autoimpuesta. Su engaño ha
sido devastador y los ochos no saludables han creído sus mentiras a pies juntillas.
No es posible una traición mayor, una decepción más flagrante ni, por ello, ¡una humillación más
pública ni profunda!
Se ha empleado mucho tiempo en hinchar, ejercer e imponer un ego que en todo este tiempo no
ha sido más que un enemigo engañador., y tú, el poderoso ocho, fuiste suficientemente estúpido
como para dejarte engañar. Fuiste la víctima timada, lo bastante ciega y temerosa como para
seguirle el juego.
Caer en la cuenta de ello no debería enfurecerte contra los demás; tú eres el que ha diseñado la
estrategia de tu ego. Tú eres el que declaró la guerra al mundo. En lugar de intentar derrotar a los
demás en tu lucha contra una realidad fabricada deberías conquistar a tu mayor enemigo: el ego
que te domina por dentro. Usurpa su poder y arrógatelo a ti mismo.

Ésta es la victoria suprema. ¿No te resulta suficientemente motivador conseguir recuperar el control
honesto de tu vida? ¿Sigues queriendo romperle a alguien la crisma, seducir a tu siguiente víctima
o satisfacer lascivamente algún anhelo ilícito creyendo que con ello conseguirás la paz mental?
Hasta ahora esta estrategia no te ha funcionado, ¿o sí? Por cierto, obsérvate a ti mismo... Tienes un
enorme agujero negro justo delante de ti. A menos que cambies de dirección estás abocado a caer
en él..., ¿o sigues siendo tan tonto como para querer mantener el rumbo pase lo que pase?

Allí donde reina el amor no hay deseo de poder; y donde predomina el poder, falta el amor. El uno
es la sombra del otro.

167
Carl Jung

Anhelamos el momento en que el poder del amor sustituirá al amor por el poder. Entonces conocerá
nuestro mundo la dicha de la paz.

William Gladstone

Ahora que te han pillado con las manos en la masa, si eres un ocho, por fin puedes volver a empezar.
Una sugerencia para todos los ochos es que recuperen la Inocencia Esencial trabajando para
eliminar los ataques preventivos contra el mundo. En lugar de creer de forma irracional y temerosa
que los demás están ahí para controlarlos y tratarlos de forma injusta, deberían intentar abordar las
situaciones nuevas sin ninguna expetativa previa sobre lo que van a encontrar³⁹. Con demasiada
frecuencia los ochos se preparan para la guerra anticipando los enfrentamientos; empiezan a
calibrar a los «oponentes» antes incluso de llegar a las reuniones sociales. Se toman decisiones por
adelantado sobre lo que hay que demostrar, qué cuentas hay que ajustar y qué estrategias agresivas
habrá que emplear. Abordar las situaciones psicológicamente preparado y armado para la lucha no
es saludable.
Lo más probable es que lo que se perciba sea muy parcial y selectivo. Seguramente se harán realidad
esas profecías basadas en el miedo que favorecen su propio cumplimiento. Además se volverán a
repetir una vez más los despliegues humillantes propios de los primates inferiores y las tácticas
narcisistas sexualizadas para conseguir atención y conservar el lugar que se ocupa en la jerarquía de
dominación, todo ello con la vana intención de no jugar y ser victimizado en el juego de la vida de
otra persona, que resulta extraño y en el cual el ocho se siente débil e inferior.
La necesidad neurótica de practicar el juego del ocho con sus reglas es el testimonio de la debilidad
de su ego-personalidad, aunque el ocho crea lo contrario. Con respecto a su exhibicionismo
narcisista, Claudio Naranjo explica que los ochos «son entretenidos, agudos y a menudo
encantadores, aunque no vanidosos en el sentido de preocuparse por su aspecto. Su capacidad de
seducción, su jactancia y sus arrogantes demandas son conscientemente manipuladoras; están
dirigidas a obtener influencia y a ascender en la jerarquía de poder y dominación. Constituyen
también una compensación por la explotación y la falta de sensibilidad, una forma de saldar cuentas
con los demás o de hacerse aceptables a pesar de su irresponsabilidad, su violencia, su afán invasor
y demás» ⁴⁰.
Vemos por tanto que todo su exhibicionismo, su encanto y su ingenio tienen un trasfondo oscuro.
Constituyen una estratagema para obtener un puesto mediante la manipulación de los demás.
A los ochos les preocupan las intenciones de los otros y si pueden confiar en ellos o no. Da la
sensación de que esta profunda desconfianza es en gran medida una proyección de culpa personal.
La parte buena es que los trastornos psicológicos que surgen de todo este sentimiento de culpa y
esta desconfianza pueden mejorarse. Para solucionar el problema, los ochos deben reconocer que
su percepción de la realidad es de hecho una proyección de sus mentes temerosas. Si deciden ver a
los demás como sus iguales, merecedores de dignidad y respeto, y luego los tratan como tales, con

168
independencia de su fuerza o poder relativos, pueden mirarse en el espejo psicológico con menos
inseguridad sabiendo que, como todos, poseen una valía incondicional que no necesita ser
demostrada al mundo.
Ahora puede cesar tu guerra contra el mundo. La paz mental está ahí mismo. Continuar la lucha es
elegir renunciar al poder de hacerte con el control de tu propio bienestar psicológico.
Sin embargo, eso significará que tienes que encontrar una nueva autodefinición que no se centre
en el uso cuestionable de la fuerza, la deshonestidad manipuladora ni la violencia física o emocional
contra los demás. Ésa es la definición que hace el ego de tu falsa identidad. Tienes que afrontarla,
pues golpearte el pecho delante del mundo en un despliegue de poder sexualizado y narcisista es
del todo humillante.
Aquellos que comprenden la verdad de lo que estás haciendo no se sienten impresionados ni se
están riendo de ti, se sienten avergonzados por ti. Ha llegado el momento de que el Llanero Solitario
se quite la máscara del ego. La próxima vez que estés a punto de empezar un nuevo despliegue de
exhibicionismo narcisista del ego, recuerda que hay alguien que está observando y que conoce todo
tu juego. Esto resultaría de lo más embarazoso. Si aprendes la lección no tendrás que hablar tan alto
ni caminar tan estirado. Haz experimentos con el respeto y la humildad para variar. Comprobarás
que resulta bastante liberador.
Los ochos necesitan también tener en cuenta que su punto de vista no es el único correcto. Este
libro demuestra que las personas tienen muchas percepciones distintas del mundo, cada una con
su propia lógica interna y sus conexiones significativas. Ninguna puede ser considerada con justicia
mejor que las demás. Cada una de ellas contiene una verdad parcial, pero ninguna contiene toda la
verdad acerca de la vida y la existencia humana. Los ochos deberían tener esto en cuenta. Además,
tendrían que tomar nota de que los puntos de vista alternativos no tienen por qué ser considerados
como amenazadores, sino más bien como interesantes e iluminadores. Respetar los de los demás y
tomarse el tiempo necesario para comprenderlos tendría un efecto positivo, pues proporcionaría
una cierta profundidad y sustancia, que pueden estar escasas en la psique superficial del ocho no
saludable.

Si los ochos descubren que les enfadan los puntos de vista alternativos, ha llegado el momento de
hacer una pausa y preguntarse qué les está provocando miedo. Recuerda que el enfado representa
siempre una identificación con un ego a la defensiva.

La autoobservación resulta poderosamente beneficiosa para todos los tipos caracterológicos.


Aunque muchas veces es embarazosa, a la larga constituye algo profundamente liberador.
Los ochos deben también prestar atención a su inmensa intensidad. No sería mala cosa que de vez
en cuando se relajaran y alegraran un poco, y no sólo cuando saltan y bailan en un despliegue de
exhibicionismo narcisista, sino también en el trabajo, en la tienda, en casa y demás. Su intensidad
suele estar acompañada por una arrogancia contundente y firme hacia esas personas (objetos) que
no favorecen sus intereses o que en su opinión son inferiores.
En resumen, la intensidad es a veces condescendiente, y dado lo que ahora conocemos sobre las
estrategias del ego, con franqueza digo que los ochos no tienen nada por lo que sentirse
condescendientes.

169
Una reflexión que es muy importante que los ochos comprendan y aprecien es que sólo se puede
llegar al Ser Esencial (la Inocencia, el Amor, la Verdad) si se adopta una actitud receptiva⁴¹.
El problema es que los ochos intentan buscar el Ser en el placer y en el poder de encontrar este
placer. Su orientación lujuriosa y su insistencia por dominar a los demás les hace incapaces de
recibir; no se abren para recibir lo que sólo puede ser recibido, como la gracia de Dios.
Los ochos no pueden adquirir el Ser Esencial ni la gracia de Dios por encargo. No pueden quitársela
a otra persona. No es posible doblegar al Ser. La humillación como estrategia no funciona; tampoco
sirve luchar contra el mundo.
Siempre que los ochos se atengan al programa de su ego seguirán perpetuando una deficiencia
óntica⁴². En vano se buscará estúpidamente al Ser por medio de lujuriosas búsquedas de triunfo y
otros sustitutos. Estas búsquedas siempre terminan en un amargo desengaño. Serían unos
esfuerzos risibles si no fuesen tan tristes y desencaminados. Ha llegado el momento de que los
ochos dejen de apretar los puños y abran las manos para dar la bienvenida a una nueva vida. Sólo
cuando el ansia de poder se desvanece puede surgir la Fuerza Esencial.

No pretendemos sugerir que deban renunciar a su poder. Más bien lo que deben hacer es utilizarlo
para hacer subir a los demás en lugar de arrastrarlos hacia abajo⁴³.
Se puede obtener un genuino placer cuando se sabe que se tiene el poder y se utiliza para ayudar a
otros a que consigan cosas para sí mismos. Es como ser un poderoso preparador de vida, mentor,
consejero o gurú. Estas aplicaciones del poder están menos centradas en uno mismo y elevan de
verdad la valía propia en la estimación de los demás. Uno se puede sentir enormemente poderoso
al saber que puede ayudar a otros gracias a su fuerza y experiencia cuando éstas rebosan de
abundancia, gratitud y respeto hacia otras personas.
En lugar de avanzar con agresividad contra los demás, sería bueno avanzar hacia ellos
estableciendo honestas conexiones humanas sin toda la anterior ampulosidad y narcisismo.

Como parte de la nueva receptividad de los ochos saludables y en desarrollo, harían bien en hablar
menos y escuchar más. Cuando la atención se centra en uno mismo hay mucho que defender, y si
uno decide presentarse a sí mismo como «inconmensurable», necesitará una actitud de defensa de
proporciones bíblicas.
Resulta psicológicamente tranquilizador retreparse en el asiento y escuchar lo que los demás
quieren decir sin estar al mismo tiempo juzgando si son estupideces o no, es decir, si amenazan al
ego o no. Cuando no hay que demostrar nada y no es necesario atacar a nadie se puede estar más
tranquilo y relajado.
Sólo los ochos tienen el poder de decidir cuándo termina la guerra que llevan en su mente. Depende
de ellos ejercitar este poder o no. Nadie les puede obligar a hacerlo..., un pensamiento realmente
refrescante y potenciador en todo este desenmascaramiento psicológico.

170
12
La dinámica
del ego en el carácter.
Tipo nueve: el pacificador
desprendido
De pie en el suelo desnudo —mi cabeza bañada por el aire gozoso y elevada hacia el espacio
infinito— se desvanece todo el egoísmo mezquino. Me convierto en un ojo transparente; no soy
nada; lo veo todo; las corrientes del Ser Universal circulan a través de mí; soy una parte o una
partícula de Dios.

Ralph Waldo Emerson

El hombre perfecto no tiene yo; el hombre espiritual carece de logros, el sabio no tiene nombre.

Chuang Tzu

LA ESENCIA PERDIDA

EL ELEMENTO DEL SER ESENCIAL que resalta el tipo caracterológico nueve es la sensación de
Plenitud, Unidad o Unicidad con el universo. Como expresa Ralph W aldo Emerson (un nueve) con
tanta elocuencia en la cita anterior, esta unidad implica que se desvanece todo el egoísmo mezquino.
Cuando son conscientes de su Naturaleza Esencial, los individuos no se experimentan a sí mismos
como objetos independientes en un universo dual. Más bien encuentran lo que Oscar Ichazo
denomina «Amor Santo» ¹.
Para Ichazo, el Ser Último posee una cualidad dinámica de Unicidad que fluye, transforma y rompe
todas las barreras, superando así los sentimientos de separación y aislamiento, esos que suelen
experimentarse dentro de los límites del ego ².
Si bien perder la propia identidad del ego puede resultar para algunos una perspectiva terrorífica,
nos permite volver a conectar con el océano de Ser y darnos cuenta de que, en nuestro núcleo, todos
somos este Amor³.
Las personas religiosas quizá intenten comprender la Unicidad del Amor Santo como Dios es todo,
y todo lo que existe representa una extensión del amor de Dios. Como formamos parte del todo,
podemos deducir que somos extensiones de Dios, que somos uno con Dios y estamos en unidad con
Él. De hecho, al igual que Dios, nuestra verdadera identidad es el Amor.

171
Dios es amor, y amor es esencialmente lo que somos. Eso es lo que la mayoría de nosotros ha
olvidado y necesita recordar. Todos los otros conceptos de uno mismo que se oponen al amor o son
contrarios a él son ilusorios. Por eso, si no te ves a ti mismo como la personificación del Amor Santo,
por utilizar la terminología de Ichazo, es que no estás viendo al verdadero tú sino a una creación de
la imaginación de tu ego. Estás optando por la ilusión del ego de un ser psicológico que está por
encima de la verdad de tu Realidad Superior: tu unicidad con tu Fuente. Refiriéndose a este tema
del Amor Santo, Riso y Hudson afirman:

Desde la perspectiva del nueve experimentamos una sensación de Unidad o Plenitud.


Sabemos que no sólo estamos conectados con todo lo demás, sino que no somos un «objeto
independiente». Experimentamos directamente la unicidad de la realidad y nuestra unión
esencial con toda la creación. Es más, entendemos que esta unidad es dinámica, está viva y
en perpetuo cambio. Conocemos el amor como la fuerza que rompe todos los falsos límites
e identidades para devolver esta experiencia de plenitud. Ser consciente de este estado
aporta una profunda satisfacción y contento, una honda sensación de bienestar.
Nos sentimos en paz con la realidad y con nuestro lugar en ella. Somos capaces de funcionar
con eficacia en el mundo mientras sabemos que lo que somos está «más allá» del mundo⁴.

El Amor Santo induce una profunda tranquilidad duradera. No es acalorado ni lujurioso sino suave
y sereno. Es cálido en su consuelo, invitador en su postura, compasivo cuando extiende la mano y
sin límites debido a su abundancia desbordante. El Amor Santo irradia alegre amabilidad. Abre
nuestros ojos a la belleza y elimina las diferencias superficiales.
El amor es Uno. Nosotros somos Uno. El universo es Uno. En esta Unicidad encontramos paz
mental, nuestro objetivo supremo cuando intentamos comprender la psicodinámica de los nueve
tipos caracterológicos.
Esta sensación de amorosa Unicidad no es estrictamente para el nueve sino para todos nosotros.

Como sucede con todas las Cualidades Esenciales, nuestro conocimiento de ellas está limitado por
nuestras palabras, pues el lenguaje se basa en características de la realidad inferior tales como la
dualidad espaciotiempo, la causalidad y demás. El Amor Universal existe por encima de estas
categorías y las supera.
Santo Tomás de Aquino lo entendió así cuando consideró que sus escritos no eran sino «paja» tras
experimentar la revelación divina de Dios (véase capítulo 2).
Hacer esfuerzos por captar la Unidad Esencial, o la Unicidad de Dios, si lo prefieres, mediante el
lenguaje, la ciencia o la lógica es como intentar hacer a Dios a nuestra imagen y semejanza. Por
desgracia, nuestros imperfectos egos psicológicos no son capaces de aprehender la Perfección
Divina. Sea como fuere, lo cierto es que nuestra Mente Superior puede a veces captar atisbos de
eso que «los ojos no ven».
El discernimiento espiritual deja al descubierto las construcciones de la realidad de nuestro ego y
muestra lo que verdaderamente son: proyecciones y distorsiones defensivas diseñadas para
mantenernos temerosos, angustiados y basados en la vergüenza.

172
Por desgracia, y como les ocurre a todos los demás tipos caracterológicos identificados con el ego,
los nueves han perdido el contacto con su Ser Esencial Superior. Como ya hemos visto, los motivos
se encuentran fundamentalmente en la historia del desarrollo personal. Si bien las relaciones
padres-hijos por sí solas no determinan necesariamente ningún resultado psicológico concreto, sí
que ayudan a explicar cómo el egopersonalidad comienza a formarse en sus primeros días. Nuestro
pasado puede ayudarnos a comprendernos a nosotros mismos sin que eso sugiera que
necesariamente nos convierte en lo que somos de una forma directa o inexcusable de causa-efecto.
Como explicamos al principio del libro, no somos simplemente producto del condicionamiento ni
bolas de arcilla a las que han dado forma nuestras experiencias. Nuestro pasado presentó ocasiones
para esta experiencia, pero, como seres psicoespirituales, también aportamos algo: una esencia de
alma.
El resultado último de nuestra niñez es el producto de la interacción. Nosotros también participamos
por la forma en la que decidimos interpretar los acontecimientos de la vida y por cómo respondimos
a ellos. Por eso, aunque nuestro pasado influye y quizá establezca las direcciones iniciales que
tomarán nuestras vidas, seguimos siendo los responsables últimos de lo que somos y lo que
hacemos.
Es totalmente erróneo, por tanto, hablar con absoluta certeza de cómo el desarrollo de un individuo
dado, tanto en su interior como en su entorno, conforma su personalidad. De todas formas, a la
vista de lo que acabo de decir y a riesgo de parecer un tonto mal informado, déjame sugerirte que
es prácticamente seguro que los nueves no fueron criados como «niños trofeo», expuestos y
exhibidos por unos padres deseosos de impresionar a los demás y con ello elevar su propia
autoestima.
A diferencia de algunos niños treses, no es probable que fueran el centro de atención de la familia.
Los nueves no son personas que recuerden haber cosechado grandes alabanzas por ser unas
estrellas; tampoco se dio demasiada importancia al hecho de que consiguieran sus metas al
principio de su vida. Para un nueve no resulta familiar ser colocado en el pedestal de la admiración.
Lo que suele suceder es más bien lo contrario.
Lo más frecuente es que no recibieran demasiada atención en su época de crecimiento. Las historias
personales revelan que en general se sintieron abandonados en sus primeros años, y que esa
negligencia paterna se convirtió en autoabandono⁵. «Al diablo, si ellos no creen que merezca
cuidado y atención, ¿por qué voy yo a pensar de forma diferente?» (El que esa «negligencia» o ese
descuido se debieran a que las prioridades de los padres fuesen otras o a circunstancias que estaban
fuera de su control, como por ejemplo la dura realidad de un tiempo de guerra, que pudieron
impedir los mimos de los padres, lo cierto es que el niño sintió que la atención paterna estaba
centrada en otra cosa.) Es evidente que para cualquiera resulta extremadamente doloroso ser
ignorado, y mucho más para un niño pequeño. Para el nueve este abandono o falta de disponibilidad
temprana constituyó la herida espiritual que el ego prometió curar con algunas
ingeniosas estrategias, como pronto vamos a descubrir.

Además de ser ignorados, muchos nueves procedentes de familias problemáticas han relatado
cómo se disociaron de los acontecimientos amenazadores y traumáticos que tenían lugar a su

173
alrededor ⁶. Lo hicieron bien desconectándose de la realidad o alejándose de la situación, ya fuera
de forma física, psicológica o de ambas formas.
En otros casos los niños nueves descubrieron que, si no eran exigentes y presentaban pocas
expectativas a los padres y cuidadores, podían protegerse manteniéndose fuera de la vista. Los
niños que necesitan pocos cuidados no causan problemas ni provocan perturbaciones. Su presencia
invisible puede incluso servir para calmar a aquellos que están peleando o están estresados por
otros asuntos.
Con respecto a su influencia calmante, algunos nueves recuerdan incluso haber aceptado el papel
de pacificadores familiares, cuya tarea consistía en mediar en los conflictos interpersonales⁷. En
estos casos los nueves se convierten en especialistas en la resolución de conflictos antes de llegar a
apreciar plenamente lo que están haciendo.
Sospecho que muchos de estos mediadores infantiles trabajan ahora de mayores como
orientadores profesionales y negociadores. Esta suposición puede no ser tan aventurada como
cabría suponer. En cierta ocasión impartí un taller de eneagrama a un grupo bastante grande de
orientadores y descubrí que el 81 por 100 de ellos eran nueves. Puede que fuera una coincidencia,
pero también puede que no. (Por desgracia no tuve la ocasión de enterarme de cómo fue la niñez
de los participantes. Por lo que se refiere a establecer correlaciones significativas entre la elección
profesional y el tipo caracterológico, sería necesario realizar estudios empíricos.

PERCEPCIÓN PSICOLÓGICA DEL MUNDO


Y ESTRATEGIAS COMPENSADORAS

Al igual que los cuatros y los cincos, los nueves son tipos caracterológicos retraídos. Para todos ellos
la autonomía es extremadamente importante. En lugar de adoptar una postura agresiva hacia el
mundo, como hacen los treses, los sietes y los ochos, o una actitud conformista, como los unos, los
doses y los seises, los nueves se apartan y se desentienden de los otros para conseguir lo que
quieren⁸.
No les asusta la soledad; de hecho, la aprecian enormemente. De fijo que no adoptan una postura
retadora como los ochos ni se pavonean como los treses. La invisibilidad es su actitud preferida, y
alejarse, su primera inclinación.
Los nueves suelen ser esos que vemos meditando a la orilla del mar, en una colina o solos en una
casa de adoración religiosa. Cosas tales como la soledad y la naturaleza son las que les nutren
espiritualmente. Un muy conocido nueve amantes de la naturaleza es Henry David Thoreau.
También podemos incluir a Ralph Waldo Emerson en esta categoría. Ambos fueron arquitectos del
movimiento trascendentalista norteamericano. Otros nueves prominentes, aunque quizá no tan
relacionados con la naturaleza, son el Dalai Lama, Lao Tzu, Carl Jung, Joseph Campbell, Norman
Rockwell, la reina Isabel II de Inglaterra, Whoopi Goldberg, el terapeuta Carl Rogers, Tomás de
Kempis y «Edith Bunker» (personaje de la serie de televisión All in the family).

174
Si un hombre camina por el bosque movido por su amor a él la mitad de cada día, corre el
peligro de ser considerado un holgazán. Pero si pasa sus días como un especulador talando
ese bosque y dejando la tierra pelada antes de tiempo se le considera un ciudadano laborioso
y emprendedor.

Henry David Thoreau

Un hombre está emparentado con toda la naturaleza.

Ralph Waldo Emerson

Siempre que he estado inmerso en la compañía mundana me he ido con menos fervor de
espíritu que el que tenía cuando llegué.

Tomás de Kempis

Exactamente igual que sus hermanos y hermanas instintivos y viscerales —los ochos y los unos—,
los nueves tienen problemas de límites. A los ochos les gusta empujarlos desafiantes y enfocan su
atención hacia afuera. Siempre hay alguien o algo a quien empujar, denostar, golpear y derrotar.
Los unos, por el contrario, están más interesados en mantener sus demarcaciones interiores. A
menudo los podemos observar intentando impedir que las tentaciones o los impulsos instintivos
inconscientes como la sexualidad o la agresión penetren en su mente consciente. Este tipo de cosas
violarían principios importantes que los unos se ven obligados a acatar.
Los nueves, por su parte, tienen que defender los límites tanto internos como externos. No quieren
que ningún sentimiento, pensamiento o estado desagradable perturbe su equilibrio interior, por lo
que construyen muros defensivos psicológicos, como los unos. En sus tratos con el mundo exterior
protegen las fronteras de su ego desviando su atención de aquellas cosas que podrían también
perturbar su paz mental⁹. Así, sus problemas con los límites de la vida se producen en dos frentes,
tanto dentro como fuera.

Con independencia de toda esta defensa de los límites interiores y exteriores, los nueves suelen
parecer capaces de mantener una actitud positiva hacia la vida. Su creencia predominante es que al
final todo saldrá bien si mantienen la calma y siguen mostrándose conectados y amigables con los
demás¹⁰.

Los nueves valoran mucho la paz y la tranquilidad. Despliegan un sentido intuitivo y un aprecio por
la armonía, por cómo y cuándo las cosas se ajustan bien entre sí¹¹.

175
A diferencia de los seises contrafóbicos y los ochos agresivos y despectivos, que simplifican las cosas
en extremo con formas de pensar dicotómicas en blanco y negro, los nueves pueden ser bastante
tolerantes hacia la ambigüedad, la paradoja y la contradicción al considerarlas poco más que
diferentes puntos de vista¹².
Un psicólogo nueve me explicó en cierta ocasión que en su tesis doctoral no quería hacer el típico
«análisis crítico» en el que se escoge una teoría y luego se la critica desde el punto de vista de otra.
En vez de eso decidió examinar cómo una teoría podía complementar los puntos de vista de otra.
Quería explorar sus sinergias y sus puntos de acuerdo y coincidencia en lugar de los temas en los
que se producirían diferencias y desacuerdos irreconciliables. Este respeto por las diferentes
opiniones, así como la búsqueda del acuerdo, las cosas en común y la armonía, definen algo muy
básico de la psicología del nueve.

En general suelen ser personas pacientes que adoptan una actitud de dejar hacer ante la vida que
produce el efecto de animar a las personas y a los acontecimientos para que se desenvuelvan a su
modo y a su ritmo¹³. Como individuos, los nueves tienden a no juzgar y a aceptar. Están abiertos a
posibilidades y puntos de vista alternativos y adoptan una perspectiva imparcial que aprecia el valor
que tiene cada uno de ellos.
Uno rara vez se siente juzgado en presencia de un nueve. Pocas veces tiene que ponerse a la
defensiva. Actitudes como enfrentarse, evaluar o ponerse bravucón no forman parte de su estilo.

La actitud paciente de los nueves se complementa con su humildad. A diferencia de los ochos, no
necesitan hacerse con el control y demostrar al mundo quién es el jefe. A diferencia de los treses,
no necesitan que los demás se sientan impresionados por ellos. Los nueves se contentan con pasar
inadvertidos. Carecen de pretensiones, son modestos y no tienen necesidad de pavonearse¹⁴. Están
rodeados de una energía suave distinta de la pegajosa y almibarada de los doses o de la burbujeante
y espumosa brillantez de los sietes. Más que dulce, sensual o efervescente, la energía del nueve es
en cierto modo calmante y tranquilizadora.
A menudo resultan espiritualmente inspiradores para los demás. Tienen un cierto componente
aéreo y ligero, aunque paradójicamente también profundo y sólido. Nuestros corazones y nuestras
mentes se tranquilizan y calman en su presencia. No suelen exhibir la amedrentadora intensidad ni
el enfoque serio y decidido de otros tipos. Su energía es mucho más difusa y etérea. El nueve es un
buscador espiritual que anhela la conexión con los demás y con el cosmos¹⁵.
En mi opinión, Lao Tzu recoge con gran belleza la orientación psicológica y el punto de vista del
nueve iluminado en las siguientes palabras:

[...] el sabio acoge en su abrazo al Uno y lo manifiesta al mundo. Está libre de autoexhibición,
y por eso brilla; de autoafirmación, y por eso es distinguido; de ostentación, y por eso se
reconoce su mérito; de autocomplacencia, y por eso adquiere superioridad. Es porque está
así libre de competencias que nadie en el mundo es capaz de competir con él¹⁶.

Por lo que se refiere a los nueves no iluminados, para poder mantener su paz mental —que es en
realidad una pseudopaz, por razones que llegaremos a comprender— se ven obligados a inventar

176
una serie de estrategias compensadoras. Como huyen del conflicto y el enfrentamiento como de la
peste, y dado que este tipo de cosas trastornan enormemente su equilibrio psicológico, se ven
forzados a sacrificarse a sí mismos. Para empezar, muchas veces no consiguen lo que desean, pues
hacerlo implicaría enfrentarse a otro individuo o competir con él por unos recursos escasos. Les
resulta más fácil sacrificarse y decir: «Para ti». Probablemente se han dado cuenta de que los otros
aprecian mucho que se les muestre deferencia. Los nueves no suponen ninguna amenaza u
obstáculo, por lo que son muy apreciados. No son agresivos; más bien son agredidos y
aparentemente incapaces de hacer daño a una mosca.
Sin embargo, la paz tiene un precio. A los nueves les cuesta la satisfacción de sus deseos. De lo que
no siempre se dan cuenta es de que su actitud pacífica y no agresiva se limita a enterrar el enfado y
el resentimiento amargo que sienten bajo el nivel de la consciencia. Esto también supone un alto
precio para la paz, en especial puesto que lo que se pagó con la abnegación es sólo algo que se
parece a la paz, no la paz auténtica.

La deferencia hacia los demás indica también otro tipo de negación de los nueves: la renuncia al
sentido del «yo». Lo que está sobre el tapete es una forma de olvidarse de uno mismo. Los nueves
se sienten vulgares, nada especial. Rara vez se creen con derecho a recibir un tratamiento
privilegiado; podemos comparar esta actitud con la de los encantadores y bien dotados sietes, con
la autopromoción de los treses o con los beligerantemente poderosos ochos. Al considerarse muy
corrientes y al estar siempre anteponiendo los deseos y necesidades de los demás a los suyos
propios, los nueves llegan a olvidar lo que ellos realmente quieren y lo que ellos realmente
necesitan. Suelen estar tan ocupados intentando mantener la paz y agradando a los demás que se
pierden de vista a sí mismos y prestan más atención a los planes, las peticiones y las exigencias de
otros que a los suyos¹⁷.
Al cabo de un tiempo ya no saben cuáles son sus verdaderos deseos. El resultado es que al final les
parece más fácil fundirse con los demás. Su identidad perdida se convierte en una identidad por
simbiosis con la familia, el país, el partido, el club, el equipo o alguna otra persona idealizada ¹⁸. Al
olvidarse así de sí mismos los nueves se adaptan en exceso a los demás y se abandonan. A veces la
única forma que tienen de conseguir lo que necesitan es ponerse enfermos, pues en esa
circunstancia pueden descansar de su constante misión de atender a las necesidades de los demás.
En los nueves no saludables, por tanto, la generosidad y la deferencia que muestran está basada en
no prestar atención a su yo. Lo mismo sucede con su humildad. Por eso, si bien la generosidad y la
humildad suelen considerarse buenas, cuando están basadas en inseguridades inconscientes y
hábitos formados para mantener el equilibrio psicológico interior se vuelven falsas, autoengañosas,
autodestructivas y moral y motivadoramente corruptas.

Está claro que el ego oculta a los nueves los verdaderos cimientos de su falsa modestia y su
entrega neurótica, y lo hace mediante unas astutas tretas de autoengaño. Llegan a considerarse a
sí mismos unas personas desinteresadas y creen que carecen de necesidades personales
primordiales o de objetivos por los que merezca la pena trastornar las cosas o provocar conflictos.
De ahí que estén muy dispuestos a unirse a otros y seguir sus planes. Evidentemente sí que tienen
necesidades y objetivos, pero se engañan a sí mismos pensando que en realidad ellos no son

177
importantes, cuando sí que lo son. Unirse a los planes de otros no significa hacerse uno con los otros
o con el universo. La humildad se convierte en pseudohumildad; la generosidad, en poco más que
autosacrificio; y la paz mental es, en estos casos, una mentira incómoda basada en la represión y la
resignación amarga.
Si eres un nueve quizá te hayas dado cuenta de que acabas de entrar en la oscuridad; ¡por favor, no
corras! Digo... ¡no te duermas! En seguida llega la ayuda.

Los que están libres de resentimiento, con seguridad encuentran la paz.

Buda

Nada puede aportarte paz excepto tú mismo.


Ralph Waldo Emerson

Para hacer frente al malestar que provocan las necesidades frustradas, los nueves se protegen
retirándose, disociándose o encerrándose por completo en sí mismos¹⁹. A menudo se pierden en un
mundo propio de fantasía o se centran casi exclusivamente en las cosas positivas que suceden a su
alrededor. Cuando veo, por ejemplo, a mis alumnos nueves de la universidad pensando en las
musarañas, me viene a la cabeza la expresión: «¡Las luces están encendidas, pero no hay nadie en
casa!».
Los nueves están presentes, pero muchas veces no están ahí. No oyen nada malo ni ven nada malo.

Esto aporta un nuevo significado a la expresión bíblica: «Buscad y encontraréis». Tal y como enseña
Un curso de milagros, vemos aquello que buscamos. Algunas cosas se pasan por alto mientras que
otras se convierten en el punto focal de nuestra atención. En el prefacio de Un curso de milagros se
dice: «Lo que la percepción ve y oye parece real porque permite que entre en la consciencia sólo
aquello que está de acuerdo con los deseos del perceptor». La percepción selectiva es una de las
estrategias preferidas del ego para los nueves.

Permanecer distraídos es otra estrategia compensadora que utilizan para afrontar las exigencias y
los temas desagradables de la vida²⁰. La distracción puede adoptar la forma de ver la televisión, leer,
hacer crucigramas, dormir, comer, beber, jugar en el ordenador, etc. Todas estas distracciones
parecen estar impulsadas por el deseo de no experimentar y no ver. Todas tienen como objetivo
ayudar al nueve a insensibilizarse. Con ellas o adquiriendo rutinas diarias —que pueden llegar a
cumplir casi religiosamente— los nueves intentan manejar la angustia que inevitablemente
acompaña el haber evitado los grandes proyectos y las responsabilidades en su vida²¹. Sólo pensar
en todo lo que habría que hacer ya resulta mentalmente perturbador. «Mejor ordeno mi mesa antes
de ponerme a trabajar... ¡Uno no puede ser productivo en medio de este desorden! Antes, de todas
formas, voy a prepararme un café y a devolver la llamada que me hizo un amigo. Luego empiezo...

178
Pero ya será hora de comer... Bueno..., mañana me levanto pronto y me pongo a trabajar. Tendré
todo el día para terminar el trabajo.» Como puedes ver claramente, las distracciones alimentan la
tendencia de los nueves a aplazar las cosas. También les permiten racionalizar su falta de impulso y
productividad.
Si bien no son volátiles y reactivos como los seises contrafóbicos o los ochos agresivos, eso no
quiere decir que no se enfaden por la constante frustración de sus deseos personales. Como no les
gusta afrontar conscientemente el enfado y el malestar, su ego posee una estrategia adaptativa
para manejarlos: son pasivos-agresivos.
A veces la respuesta puede ser la falta de acción, es decir la acción de no hacer nada. Podemos
insultar a otros, por ejemplo, no prestando atención a lo que dicen, no estrechándoles la mano o no
acudiendo a su fiesta. El ego sabe que hay muchas formas creativas e ingeniosas de contraatacar sin
hacer nada, como si dijéramos. En el caso de los nueves, una de las técnicas favoritas es la tozudez
²². Cuanto más les presionan para que despierten, se pongan en marcha o respondan, más se retiran
impasibles al santuario interior de su mente..., que para ellos es un lugar feliz y tranquilo²³.
«¡No pienso decir lo que me pasa por la cabeza, y no puedes hacer nada para obligarme!», dice el
nueve. «Ahora tienes el control de la situación», susurra el ego.

Jamás he encontrado una compañía tan amigable como la soledad. Solemos estar en general
más solos cuando salimos para estar entre los hombres que cuando permanecemos en
nuestras habitaciones. Un hombre que piensa o que trabaja está siempre solo, esté donde
esté.

Henry David Thoreau

Los nueves tienen otra estrategia compensadora más que supone vivir según alguna fórmula o
filosofía adoptada de vida ²⁴. Vivir según las enseñanzas o contar con una cita adecuada para
cualquier ocasión difícil les ayuda a manejar las situaciones problemáticas ²⁵.
Memorizando y recitando para sí los principios de la vida exitosa que articulan los gurús de la
autoayuda, encuentran consuelo retirándose una vez más a su santuario interior. El estoicismo, por
ejemplo, resulta probablemente una filosofía de vida muy atractiva para muchos nueves. Con él
podrían (supuestamente) intentar justificar y racionalizar cualquier cosa de forma práctica en la
creencia de que más vale así, según el Logos divino, lo que algunos denominarían Destino o Hado y
otros, Dios.
Si todo está predeterminado, no tiene sentido preocuparse por cosas sobre las que no tenemos
ningún control. Y con eso, el nueve vuelve a no tener obligación de hacer nada.… ¡Un pensamiento
tranquilizador! Básicamente lo único que tiene que hacer es aceptar el consejo y la dirección de
otros. Seguir los planes de otra persona es más fácil que elaborar los propios. Al final todo saldrá
bien.

Tendríamos mucha más paz si no nos ocupáramos de lo que los demás dicen y hacen.

Tomás de Kempis

179
EXPRESIONES SALUDABLES Y NO SALUDABLES
DEL PACIFICADOR DESPRENDIDO

Los nueves saludables son los alquimistas de buena fe de todos los tipos caracterológicos²⁶. Esto les
convierte en buenos orientadores y mediadores. Como enfocan su atención hacia afuera y se
identifican con las necesidades de los demás, son extraordinariamente empáticos y capaces de
intuir los deseos y preocupaciones de otras personas. Si añadimos a esto el hecho de que son
oyentes de mentalidad abierta y nada críticos, resulta fácil entender por qué son estupendos a la
hora de calmar y cambiar la vida de la gente.
Muchas veces poseen increíbles poderes de transformación y ayudan a otros a sacar el máximo
provecho de sus talentos y dones. Pueden convertir el metal base psicológico (de penalidades y
dolor) de la vida de las personas en valioso oro (visión interior y motivación). Su tranquila disposición
puede ofrecer alivio sanador a los que están estresados por las vicisitudes de la vida. Son capaces
de proporcionar un puerto seguro a aquellos que buscan abrigo frente a la tormenta. Su aspecto
imperturbable y estoico resulta maravillosamente reconfortante para las personas que tienen
necesidad de asistencia emocional y psicológica.
Otra admirable cualidad de los pacificadores desprendidos es su falta de pretensiones. Muestran
una simplicidad y un aire cotidiano diametralmente opuesto al refinado agente de publicidad de
Madison Avenue, al afectado esteta o al beligerante abogado empresarial.
Los nueves suelen sentirse mejor en la naturaleza que intentando impresionar a los demás. Siempre
se corre peligro cuando intentas venderte o emocionar a otros. Como ya advertía Henry David
Thoreau: «[...] cuidado con todas las empresas que exijan ropa nueva». Exhibirse no es algo que les
guste hacer a los nueves.
Su sencillez, su inocencia y su candor son lo que hace que la gente se sienta cómoda y confíe en
ellos²⁷. Por cierto, en una ocasión impartí un taller de desarrollo personal a los empleados de una
autoridad de conservación de la naturaleza y descubrí que treinta de los cincuenta participantes
eran nueves. Este exceso de representación de un tipo supera claramente la probabilidad
estadística. Las cifras sugieren algunas cosas acerca de cómo la elección profesional podría estar
relacionada con el tipo caracterológico de las personas. Podría añadir también que estos
«abrazadores de árboles» no acudieron al taller vestidos de Gucci y Prada. Pude observar en cambio
mucha franela cómoda, cuadros y calzado Birkenstock.

Cuando los nueves saludables están en contacto con sus instintos y cuando han superado su
abnegación psicológicamente defensiva por deferencia a los demás, recuperan su equilibrio
psicológico. Se hacen conscientes de lo que realmente desean y necesitan. Sus propios objetivos
personales se convierten también en importantes y consiguen una fuente de motivación y dirección.
Al perseguir sus objetivos se hacen poderosos, aunque siguen siendo amables al mismo tiempo. Por
utilizar una metáfora natural, «cuando los nueves están equilibrados con su Centro Instintivo y su
energía [...] son como un gran río que arrastra todo consigo sin esfuerzo» ²⁸. Nos sentimos
impresionados por su inmensidad y su calma y por cómo ambas cosas se combinan con el poder de

180
este flujo natural. Como no intenta impresionar, el nueve impresiona. Al no pretender dominar, el
nueve tiene poder para mover a los demás.

Los nueves saludables pueden ser unos individuos extremadamente imaginativos que disfrutan de
un mundo de sueños y símbolos²⁹. Esto nos hace recordar a Carl Jung, que estudió la psique humana
explorando el mundo onírico, el arte, la mitología, las distintas religiones del mundo y la filosofía,
tanto oriental como occidental. En su gran síntesis teórica, que en último término dio forma a su
psicología analítica, Jung incluyó elementos de alquimia, astrología y sociología, así como de
literatura clásica y arte. Como la generalidad de los nueves saludables, fue capaz de sintetizar
muchas diferentes escuelas de pensamiento y puntos de vista alternativos en una única perspectiva
³⁰.

Si la paciencia es una virtud, podríamos decir que los nueves saludables son extremadamente
virtuosos. A diferencia de los cincos, que siempre andan a la carrera y se muestran cicateros con
respecto al tiempo que están dispuestos a compartir con los demás, los nueves saludables están
más relajados, «dejándose llevar por la corriente». No hay prisas ni urgencias. Como dice la canción,
«qué será, será» (canta conmigo: «la vida te lo dirá; qué será, será»). Los nueves constituyen
probablemente el tipo caracterológico más paciente. También son uno de los más tolerantes.

Con respecto a las expresiones no saludables de los nueves, ya hemos mencionado algunas o hecho
alusión a ellas en la sección de las estrategias compensadoras. Su increíble paciencia puede
convertirse en inercia si no tienen cuidado. Una actitud de esperemos a ver qué pasa unida a dejarse
llevar por la corriente puede traducirse en una gran inacción con la que no se consigue llegar a hacer
nada importante.
Además, ya hemos visto lo fácilmente que se distraen con las minucias de las rutinas diarias. Cuando
no están convenientemente equilibrados pueden no ser capaces de distinguir entre las verdaderas
prioridades y los asuntos triviales. Esto da a los demás la impresión de que son unos cabezas de
chorlito. De este modo, si combinamos una inercia general con unos asuntos triviales veremos que
lo que se está haciendo es muy poco y de escaso significado.
La aparentemente serenidad estoica de los nueves no saludables puede ser en gran medida una
manifestación de una racionalizada justificación para no hacer nada. Es más, existe el peligro de que
este autoengaño conduzca a una actitud fatalista, una aceptación de situaciones negativas o incluso
dañinas como si no fuese posible hacer nada para evitarlas³¹.
El nueve no está preocupado; pero debería estarlo. Sí que tiene influencia y un cierto control sobre
lo que sucede en la vida. Pensar lo contrario es una vez más un intento de escapar a la
responsabilidad personal. Lo importante es que una paz interior forzada basada en la inercia, en la
resistencia a aceptar responsabilidades y en el fatalismo irracional no es en absoluto una paz interior
real. Es solamente un autoengaño.

La falsa paz interior del nueve no saludable se muestra también en unos afectos relativamente
planos, si los comparamos con los burbujeantes sietes o los intelectualmente excitables cincos.

181
Como suelen vagar sin rumbo por la vida esperan poco de sí mismos y de los demás. Sencillamente,
así es más fácil; provoca menos trastornos psicológicos y emocionales.
Podría dar la impresión de que muchos nueves no saludables han capitulado sus altibajos
emocionales como consecuencia de su falso compromiso con el mundo³². Para reducir su
frustración han aplacado sus deseos. Para mantener su equilibrio emocional han renunciado a su
enfado. Para prevenir los desengaños han abdicado de sus objetivos y expectativas. Para no ser
rechazados, los nueves se dicen a sí mismos: «Renuncio a mi yo».
De este modo el precio de la tranquilidad es la entrega de uno mismo y la negación de los deseos,
sentimientos, anhelos, objetivos y esperanzas... ¡Un precio muy elevado por una paz interior falsa!
Lo irónico del caso es que los nueves se exigen a sí mismos ser los más sacrificados y los sufridores
más pacientes para alcanzar lo que consideran su paz interior. Sufrir para no sufrir es algo que no
tiene sentido. Es imposible tomar posesión estoica de ti mismo cuando has entregado tu yo.

Bendito aquel que no espera nada, pues nunca se sentirá defraudado.

Alexander Pope

Aunque muchas veces los demás tienen la sensación de que los nueves poseen una profunda
cualidad de tipo buda que quizá brote de su aparente paz interior, vuelve a resultar irónico que los
nueves no saludables sean bastante simples y superficiales³³. En su esfuerzo por mantener su falsa
paz interior pierden la consciencia de sí mismos a través de la autonegación y la autoentrega.
Solidarios con los demás, atentos a los demás e intuitivamente sensibles a las necesidades de los
demás, a los nueves sólo les queda una identidad superficial bastante inexplorada. Existe una
carencia de visión interior con respecto a sus propios sentimientos, deseos y objetivos, por ejemplo,
y con ella una falta de la vitalidad que los acompaña.
Si los nueves no saben lo que quieren, lo que tiene importancia para ellos o quiénes son, no tiene
mucho sentido levantarse por la mañana. La vida pierde su significado y los nueves se pierden a sí
mismos.
Sin un fuerte sentido de identidad, ¿qué objetivo tiene la vida? No hay nadie afectado, al menos
nadie importante.
Con estos pensamientos, no es de extrañar que los nueves no saludables carezcan de fuego y pasión
y resulten tan flemáticos. Se han olvidado de quiénes son realmente. De vez en cuando ya no
soportan la frustración y la deferencia que se han impuesto a sí mismos y se ponen
sorprendentemente furiosos. Llegan a «perder los estribos», como se suele decir.

Para su gran asombro, los que han sido el blanco de su ira a menudo agradecen semejante muestra
de auténtica emoción. Está claro que los ochos inseguros sólo confían en la gente cuando está
enfadada, al creer que es entonces cuando sale la verdad a la luz. Por lo que se refiere a los nueves,
hay algo de verdad en esa idea.

182
SOMBRA PERSONAL

Los pacificadores desprendidos han pagado un precio muy elevado por su serenidad psicológica. No
sólo han tenido que desconectarse y separarse de los demás, sino que también se han apartado
inadvertidamente de sí mismos al intentar mantener la paz. La paz a cualquier precio significa la
negación de los deseos, los anhelos, los objetivos y las ambiciones propias, así como una especie de
olvido de uno mismo basado en la percepción distorsionada de la propia valía.
Como los nueves se consideran personas corrientes, sin un lugar o un significado especial en el
mundo, siempre están dispuestos a seguir los planes de otros. De hecho, están deseando unirse a
ellos. No importa que los nueves no saludables se pierdan en el espacio al hacerlo. Toda esta
eliminación del yo y esta deferencia hacia los demás parece agradable, ¿verdad?..., especialmente
si no eres un nueve.

Sin embargo, junto a esta humildad deferente y autoeliminadora aparece la sombra personal de los
nueves: la desidia.
Esta desidia tiene dos dimensiones básicas. La primera está relacionada con el significado común
del término.
Cuando pensamos en la desidia, tendemos a asociarla con los movimientos lentos y la vagancia.
Hasta en su manera de andar, los nueves tienden a moverse despacio. Son esas personas que se
atreven a perder el tiempo justo delante de nosotros cuando estamos intentando darnos prisa para
coger un tranvía o bajamos deprisa por una escalera estrecha. «¿'Es que estas personas no tienen
sangre en las venas?», pregunta el estresado tres con personalidad tipo A.
Evidentemente, desde el punto de vista del nueve no hay por qué correr. «¿A qué viene tanta prisa?
La vida no es más que una carrera por la supervivencia si te apuntas a la competición. ¡No te apures,
que no hay prisa!»
Los nueves pueden pensar así porque son prácticamente insensibles a esas cosas que suelen motivar
a los demás: la incomodidad y la esperanza³⁴. La gente suele actuar cuando tiene la esperanza de
conseguir lo que desea. Uno puede estar motivado para terminar los estudios, por ejemplo, con la
esperanza de que una educación le ayude a encontrar un trabajo mejor. La incomodidad de no tener
dónde vivir porque no se tiene dinero para el alquiler suele ser un incentivo suficiente para buscar
trabajo.
No queremos decir que la incomodidad y la esperanza no motiven jamás a los nueves, sino que
debido a toda su autonegación y a haberse olvidado de sí mismos a menudo no saben cuáles son
sus objetivos y ambiciones. Como consecuencia de no saber lo que realmente quieren o necesitan
muchas veces no saben qué falta en sus vidas y lo que podrían o deberían hacer para aliviar esta
deficiencia. «¿Qué te pasa? Ah... no sé.» Es más fácil no hacer nada.
De este modo, por detrás de su «maravillosa» humildad y deferencia está la inercia del nueve.
Cualquier movimiento, que brota con gran laboriosidad, es por regla general lento o desidioso.

El segundo tipo de desidia, relacionado con el primero, es más sutil. Algunos lo han denominado
«pereza espiritual» ³⁵. En este caso estamos hablando de una pérdida de espiritualidad, una

183
aversión a la exploración psicológica. Ya hemos mencionado anteriormente que los nueves
proyectan una pacífica presencia tipo buda al mundo y tienen un aspecto emocionalmente estable
y profundo. Sin embargo, cuando uno está siempre contemplando el horizonte o mirando hacia
abajo desde la cumbre de la montaña no se puede llevar a cabo demasiada introspección. No es que
se deba estar dándole vueltas al ego ni que lo vayamos a convertir en un amuleto (un peligro de los
estudiantes de la personalidad), pero sí que hace falta desvelar los obstáculos que se interponen en
el descubrimiento de la propia naturaleza esencial: los obstáculos creados por el ego.
Como nos recuerda Lama Surya Das, la consciencia es curativa. El problema es que los nueves no
quieren ver ni estar en contacto con su experiencia interior. Enfrentarnos a nuestro lado sombrío
probablemente producirá vibraciones negativas. Desvelar la actitud defensiva psicológica de la vida
probablemente perturbará la paz mental…, lo que de hecho podría ser bueno para el nueve dado
que, de todos modos, es una paz falsa.
La reticencia a embarcarse en una autoexploración es algo parecido a la indolencia cognitiva basada
en el miedo. Para mantener una paz mental artificial, los nueves recurren a menudo a vivir «con el
piloto automático», dedicados a las rutinas habituales ³⁶. También puede darse un apego excesivo
a lo familiar, a las personas más poderosas o idealizadas, a las normas del grupo o a la forma habitual
de hacer las cosas³⁷. «No muevas el barco... Sigue la corriente» podrían ser lemas que reflejaran la
orientación general de los nueves hacia la vida.
Sin embargo, la preocupación por una estabilidad excesiva tiene consecuencias negativas. Se eclipsa
el «testigo interior» o «presencia testifical» que refleja con más veracidad nuestra realidad superior.
El tercer ojo del discernimiento espiritual (el «globo ocular transparente» de Emerson) queda
cegado o, cuando menos, se deja el párpado cerrado por miedo a que la luz nos deslumbre.
El nueve no saludable es demasiado perezoso espiritualmente como para despertar. Tiene una
motivación inconsciente para quedarse en la superficie de las cosas, fundamentalmente de sí
mismo³⁸. El aspecto tranquilo y parecido a Buda del nueve no saludable resulta ser, si arañamos un
poco la superficie, poco más que una inercia impasible y dispersa.
Lo que los nueves no desean reconocer es que gran parte del mundo que habitan y que habitamos
es su propia realidad autoimpuesta. La noción de que la vida es lo que hacemos de ella no es de
hecho menos cierta para ellos que para el resto de nosotros. El que seamos especiales o corrientes,
el que merezcan la pena nuestros objetivos o no, el que la vida posea significado o no, son asuntos
que debe decidir cada uno., un pensamiento perturbador que exige decisión y acción. «Creo que lo
consultaré con la almohada», responde el nueve.

RECOMENDACIONES TERAPÉUTICAS PARA FAVORECER


LA HIGIENE PSICOLÓGICA Y ENCONTRAR LA PAZ INTERIOR

A la vista de todo lo anterior queda claro que los nueves no saludables tienen que aceptar el hecho
de que su «paz interior» actual no es auténtica, pues está basada en una serie de suposiciones
cuestionables sobre sí mismos. Han de comprender que no son sólo gente corriente y sin
importancia. ¡La obra de Dios no es chapucera y Él no comete errores!

184
Como extensiones del Amor Santo, unido a su Fuente, los nueves tienen un destino especial, como
nos sucede a todos. Marianne Williamson lo expone con gran elocuencia:

Nuestro miedo más profundo no es el de ser inapropiados. Nuestro miedo más profundo es
que somos ilimitadamente poderosos. Es nuestra Luz, y no nuestra Oscuridad, lo que más
nos asusta. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser tan brillante y maravilloso, para tener
tanto talento, para ser fabuloso? Y en realidad, ¿quién eres para NO serlo? Eres un hijo de
Dios. El que te empequeñezcas no le sirve al mundo. No hay nada iluminador en el hecho
de encogerse para que otras personas no se sientan inseguras a tu alrededor. Naciste para
manifestar la gloria de Dios que está dentro de nosotros. No está sólo en algunos de
nosotros; está en todos. Y cuando dejamos que brille nuestra Luz, inconscientemente
damos permiso a otras personas para que hagan lo mismo. Cuando nos liberamos de
nuestro miedo, nuestra presencia libera de forma automática a otros³⁹.

Y sigue diciendo:

Recordar que eres parte de Dios, que eres amado y digno de serlo, no es arrogancia. Es
humildad. Creer que eres otra cosa es arrogancia, porque implica que eres algo diferente a
una creación de Dios⁴⁰.

Lo irónico es, por tanto, que la humildad del nueve basada en la autoentrega es en realidad una
expresión de arrogancia. Yo sé mejor que Dios quién soy y cuánto valgo. Soy un don nadie sin ningún
valor.
Este tipo de pensamiento no pretende suscitar lástima, pues el nueve «despreciable» cree que no
merece atención.
Sólo alguien que no sea consciente de su Ser Esencial puede llegar a pensar de un modo tan
desquiciado. El ego ha embaucado al nueve para hacerle creer que el autosacrificio deferente es
humildad, cuando en realidad es todo lo contrario.
Por eso, una vez que han admitido la falsedad de su paz interior, la segunda recomendación que
debemos darles es que reconozcan su valía inherente como extensiones de su Fuente Divina.
«La Idea que Dios tiene de ti es como una estrella, inmutable en un cielo eterno» ⁴¹.
Este reconocimiento debe sentirse e internalizarse. Si eres un nueve en busca de una rutina, haz
que repetir este mensaje se convierta en un hábito diario. Lo que pretendemos es que repetir esta
afirmación y otras similares haga que se afiancen en tu mente. Rebajarte a ti mismo es tanto como
rebajar tu Fuente Divina, de la que constituyes una extensión. ¿Quieres seguir los planes de otra
persona? Entonces sigue los que la Fuente Divina ha preparado para ti. ¡Sé la estrella luminosa que
en realidad eres! Vuélvete a tu Fuente y di: Hágase tu voluntad.
Ya hemos visto que los nueves son propensos a olvidarse de sí mismos a causa de su deferencia y
de las estrategias de fusión que utilizan para compensar sus propias deficiencias aparentes. También
hemos aprendido cómo esta actitud favorece la desidia y la inercia. El acordarse de sí mismos les
resultará terapéutico, pero exige que desarrollen la virtud de la acción⁴². Esto implica más que el

185
trabajo duro y las rutinas. A lo que nos estamos refiriendo es a superar la inercia de que la
personalidad siga dormida.
En palabras de Sandra Maitri: «La acción real [...] es una cuestión de cambiar la orientación habitual
de nuestra consciencia» ⁴³.
Continúa diciendo:

Es preciso esforzarse [...] pues el hecho de dirigirse hacia afuera es una de las características
fundamentales de la estructura de nuestra personalidad; ésta no puede existir sin ella y
debemos esforzarnos por superar la inercia de esta tendencia.
Este impulso por mantener nuestro estado actual con su orientación hacia afuera constituye
una de las barreras más profundas e insidiosas del trabajo espiritual y supone pereza en
acción cuando nos hacemos conscientes de que estamos dormidos. Es la razón de que las
experiencias profundas de la Naturaleza Verdadera no cambien al instante a la mayor parte
de las personas, a pesar de todas las historias que hemos leído sobre casos así [...]. Una de
las principales características de la estructura de nuestra personalidad es su tendencia a
colgarse de lo familiar y a reafirmarlo rápidamente, aunque sea insatisfactorio o, incluso,
miserable [...]. Hace falta esforzarse para llegar a superar la contracorriente de la
personalidad, que nos acuna para que volvamos a dormirnos en nuestro condicionamiento
[...]. El hecho de acordarnos de nosotros mismos no puede ser esporádico ni practicarse sólo
cuando nos apetece. Para conseguir un efecto duradero sobre nuestra consciencia debemos
trabajar en ello de forma continuada⁴⁴.

Una forma de empezar a dirigirse más hacia el interior es haciéndonos presentes en nuestros
cuerpos. Los nueves, al igual que todos nosotros, necesitan sentir sus cuerpos y no sólo ocuparse de
ellos de forma distraída. Necesitan dirigir su atención a las sensaciones físicas, tanto del exterior
como de las regiones interiores del cuerpo ⁴⁵.
Si seguimos haciéndolo con diligencia, «con el tiempo nuestra consciencia se hace más honda y llega
a incluir la trama de todo nuestro campo de consciencia; en otras palabras, nuestra alma» ⁴⁶.
Llegados a ese punto conseguiremos entender que somos algo más que el cuerpo físico, que el
alma anima el cuerpo y es su vehículo. Nuestra consciencia se profundiza hasta las dimensiones no
físicas de las cosas; empezamos a estar más cerca de nuestro Ser Esencial, eso que Sandra Maitri
denomina nuestra Naturaleza Verdadera⁴⁷.

Esto es lo que yo he denominado el Yo Superior, el Uno sin historia y sin construcciones mentales
que definan y estructuren la experiencia que tenemos de nosotros mismos, de los demás y del
mundo. Este Yo Superior es nuestra Realidad Superior, nuestro Ser Esencial.

Estar presentes en nuestros cuerpos y almas en el momento supone también que los nueves deben
empezar a darse cuenta de cuándo tienen la atención dispersa o se están retirando a su imaginación.
Para encontrar la Esencia hace falta que uno se implique plenamente en el momento presente,
incluso si eso significa reclamar nuestra rabia y nuestra ira⁴⁸.

186
Este tipo de cosas no deben ser ya reprimidas ni negadas. Semejante represión y negación de los
«sentimientos auténticos» es lo que ha hecho que los nueves pierdan el contacto consigo mismos,
que olviden cómo se sienten en realidad acerca de las cosas que frustran la consecución de sus
deseos y objetivos. Volver a recuperar el control sobre el ego en la percepción consciente exigirá al
nueve reducir su actitud defensiva psicológica.
Su «observador silencioso» debe darse cuenta de cuándo el ego está intentando enterrar
sentimientos o pensamientos desagradables que podrían perturbar la paz mental del individuo. La
represión y la negación son dos de las estratagemas del ego que obstaculizan la consciencia de la
presencia del Amor, que es la herencia natural de todo el mundo⁴⁹.

Además de todo este importante estímulo espiritual y psicológico debemos añadir otras
recomendaciones de trabajo para los nueves. Por ejemplo, sería bueno que empezaran a aprender
a exponer sus opiniones en público sin pedir perdón por ellas ni minimizar su valor.
Dar comienzo a una nueva relación o proyecto resultaría estimulante. Los nueves necesitan
emocionarse con algo para superar su inercia. Necesitan obligarse a terminar una tarea antes de
pensar en otra o de empezar una nueva. Deben intentar que las cosas triviales no les dispersen ni
les distraigan. Es conveniente establecer horarios y atenerse a ellos. Y por último deben rodearse
de personas solidarias y comprensivas. De este modo pueden recibir validación, apoyo y
consideración positiva cuando adopten posturas personales. Este tipo de afirmaciones y
validaciones externas pueden apuntalar la autoconfianza y los sentimientos de valía personal⁵⁰.

187
Tercera parte

13
Terapéutica general.
Recomendaciones para
conseguir la paz interior

No dejaremos de explorar / y al final de toda nuestra exploración / llegaremos al punto donde


empezamos / y conoceremos el lugar por vez primera.

T. S. Eliot

AL COMIENZO DE NUESTRA VIDA todos llegamos a este mundo sin sensación de yo. Al nacer ninguno
posee una identidad del ego. Poco a poco, a medida que vamos madurando físicamente,
empezamos a establecer límites psicológicos de separación entre el yo que percibimos y el mundo
exterior. De repente existe el «yo» y el «no yo». Ha desaparecido la fusión completa entre nuestra
madre y nosotros, la completa unicidad con ella y, en realidad, con todo lo demás. Empezamos a
percibir a nuestra madre como «otra persona».
A partir de la Unicidad indiferenciada del Ser, el ego empieza también a establecer límites de
percepción haciendo que veamos objetos y personas independientes y distintos con respecto a
nosotros. De ese modo la creación de la identidad de nuestro ego supuso la separación de los
demás, de nuestra Fuente y de nuestro Ser Esencial.
Nuestro sistema nervioso central y nuestros mecanismos de percepción diseñan su propia realidad
en términos de espacio, tiempo, objeto, causa-efecto y demás. Las realidades espirituales, que no
pueden percibirse mediante los sentidos ni entenderse según las categorías racionales y científicas
de la mente, no existen... Eso es lo que nuestros egos nos han hecho creer a algunos.
Sin embargo, existe un problema. Podemos entender cómo, utilizando la lógica del ego, la persona
que no es capaz de ver los colores podría argumentar que el «color» no existe en la realidad porque
su aparato visual no está equipado para percibirlo. Evidentemente esta persona estaría engañada.
También lo estamos nosotros al pensar que la Realidad Última debe ser limitada y definida por
nuestros mecanismos perceptivos.
Lo que pretendemos sugerir es que existe una Realidad Superior más allá del continuo espacio-
tiempo, una realidad que sólo puede ser conocida a través de la aprehensión directa e inmediata,
no mediante la ciencia, la lógica o la experiencia sensorial. Esto es lo que los místicos, los filósofos,
los santos y las personas espiritualmente iluminadas llevan siglos enseñándonos. Y en este plano
superior de la existencia es donde se produce la verdadera curación.

188
Otra cosa que ya hemos aprendido es que la realidad física, personal y social, al menos tal y como
la percibimos, no está objetivamente «ahí afuera», sino que es una construcción cognitiva, un
producto de nuestra mente. El «mundo horrible» que en ocasiones nos victimiza y nos trata de
forma injusta es en realidad una proyección del ego defensivo. Por ejemplo, cuando nos desprecian,
nuestro ego es el que se ofende. Si una persona estuviera libre de las vanidades del ego no sentiría
que se había producido una ofensa. El que suceda algo ofensivo o no depende de la interpretación
del ego, una interpretación que utiliza el filtro de valores y creencias del ego. Del mismo modo
cuando nos critican es la voz del ego airado la que devuelve el ataque.
Al estudiar los tipos caracterológicos descubrimos que el llamado mundo horrible aparece en nueve
variedades distintas o se ve desde nueve perspectivas o puntos de vista alternativos. Cada punto de
vista deriva de las proyecciones, distorsiones e ilusiones del ego, que son una consecuencia de haber
perdido el contacto con el Ser Esencial, la Unicidad y Unidad con nuestra Fuente a la que aludíamos
antes.
El ego acude a nuestro «rescate emocional» ayudándonos a ingeniar formas de compensar nuestras
aparentes insuficiencias, aunque sus esfuerzos son engañosos y deshonestos. Siguiendo sus
instrucciones unos buscan defectos en el mundo y echan la culpa a los demás para sentirse bien
consigo mismos. Otros ven un mundo que no se preocupa por ellos y tienen que manipular a los
demás para que les aprecien. Otros incluso tienen que impresionarnos, derrotarnos o retirarse de
nosotros para conseguir lo que desean. Llegados a este punto hemos desvelado la mayoría de los
trucos del ego y sus ingeniosas estrategias.

Una recomendación general para la autosanación espiritual es la de regresar a nuestro sano juicio,
lo que equivale a recuperar la consciencia de nuestro Yo Superior. Debemos desconectarnos y dejar
de identificarnos con el ego. Por muy contrario a la intuición que pueda parecer en este mundo de
creación de marcas y autopromoción debemos olvidarnos de desarrollar un concepto positivo de
nosotros mismos y de hacer cosas que favorezcan nuestra autoestima. Este tipo de cosas no hacen
más que inflar el ego.
Tal y como nos enseña Un curso de milagros, ningún concepto o imagen que tengamos de nosotros
mismos puede sustituir a la verdad de quien realmente somos. Si nuestra verdadera Realidad
Superior implica la Unidad y la Unicidad con Dios, no tenemos necesidad de sentirnos bien con
nosotros mismos. ¿Acaso necesita Dios trabajar en su autoimagen o en su confianza y autoestima?
El mero hecho de plantear la pregunta resulta bobo e irreverente. Lo mismo sucede con nosotros.
Sentir la necesidad de hacer algo a favor de nuestra imagen o de nuestra autoestima implica
presuponer una deficiencia, imperfección, incompetencia, defecto moral, etcétera. Este tipo de
cosas presuponen también una diferencia y una separación de nuestra Fuente Perfecta e
Inmaculada.
No debemos orientarnos a compensar nuestras aparentes carencias y fallos penosos, sino a servir
como extensiones de Dios en el mundo. Tenemos que convertirnos en instrumentos de su paz y
amor infinitos. El milagro está en que dar es recibir. Cuando nos unimos a otros, actuamos como
mensajeros y extendemos los dones divinos de Paz y Amor a ellos, esos dones regresan a nosotros
de la misma manera. En otras palabras, si deseas paz, entrégala. Si tienes hambre de amor,
compártelo. Sé el amor que deseas ver en el mundo.

189
No hay necesidad de demostrar los efectos positivos por medio de la lógica o el estudio científico;
limítate a intentar lo que sugerimos y comprueba tú mismo lo que sucede. ¡Sería un milagro! Deja
que tu propia experiencia sea la prueba.

Lo que éramos realmente en esencia (y lo que, de hecho, siempre seguimos siendo) antes de que el
ego tomara el control queda en cierto modo perdido o enterrado en los profundos recovecos de
nuestra mente inconsciente. Cuando perdimos la consciencia de nuestro Verdadero Yo, ese que ya
existía antes de que surgiera el ego, perdimos de vista la persona que realmente somos.
Olvídate de la fascinación de las experiencias extracorporales; tuvimos una experiencia
«extrasanojuicio». Nos convertimos en dementes y desarrollamos el problema de la identidad
equivocada. Todos decidimos identificarnos con el ego-personalidad y nos olvidamos de lo que
realmente somos en esencia. Nos transformamos en nuestro ego y echamos en el olvido nuestra
Naturaleza Esencial. Caímos en una especie de estado onírico de fuga y elegimos ponernos del lado
de nuestro yo empírico.
Lamentablemente algunos siguen creyendo que eso es lo único que somos: carne y huesos, cerebro,
neuronas y transmisiones sinápticas. El error fundamental de esta forma de pensar es que no
reconoce el hecho de que el envoltorio físico no es lo mismo que el contenido espiritual.
Sí que existe un «fantasma en la máquina», por utilizar una expresión filosófica. Es lo que
denominamos espíritu. Algunos pueden intentar reducir la experiencia espiritual a un cierto
trastorno mental, a una psicosis o a un proceso neurobiológico, pero, al menos en este último caso,
eso sería como intentar reducir la experiencia de amar a un aumento del ritmo cardíaco, una
elevación del nivel hormonal y unos patrones concretos de las ondas cerebrales, manifestaciones
todas ellas que pueden medirse en un enamoramiento intenso.
Si pudiéramos hacerlo, entonces deberíamos ser capaces de hacer que alguien se enamorara de
nosotros sencillamente inyectándole adrenalina, aumentando sus niveles hormonales de oxitocina
y enseñándole a cambiar sus patrones de ondas cerebrales mediante la atención focalizada de
forma equivalente a la de las personas enamoradas. ¿De verdad crees que cuando se cumplieran
todos los requisitos fisiológicos, neurológicos y bioquímicos la persona se prendaría de repente de
nosotros? ¡Si eso es lo que crees, conozco a alguien llamado Ego que está deseando venderte un
paraíso de fantasía en Florida!

Cuando estamos en contacto con nuestra Esencia, lo que significa estar en unidad con nuestra
Fuente, experimentamos la Perfección prístina e inmaculada que tanto busca el uno. Desde la
perspectiva del dos reconocemos que somos una extensión del Amor de nuestra Fuente, que de
hecho somos Amor, pues ese Amor es lo único que existe, pues Dios es todo lo que hay. Esto es lo
que el dos es y necesita recordar. Es lo que todos nosotros debemos recordar. Desde el punto de
vista del tres, apreciamos el hecho de que todos poseemos un Valor Incondicional que nadie puede
arrebatarnos. No se establece ninguna condición a nuestra valía personal; está intacta. Ya no nos
sentimos deficientes ni con carencias. Desde la perspectiva del cuatro reconocemos que somos
totalmente Enteros y Completos. Ya somos infinitamente más que aquello en lo que nuestro vano
ego nos podría haber convertido. Ya tenemos muchísimo más que todo lo que nuestros patéticos
sueños y fantasías nos podrían hacer anhelar.

190
Cuando experimentamos nuestra Esencia ya no soñamos con estar en ningún otro lugar ni con ser
alguien diferente. Encontramos la ecuanimidad aquí y ahora.
Como el cinco, cuando estamos en contacto con la Esencia superamos el mero conocimiento basado
en los sentidos y las búsquedas puramente intelectuales y alcanzamos la gnosis platónica, el
conocimiento directo de la Mente Divina que Platón denominó el reino de las formas. Con la gnosis
mostramos la Consciencia de Buda o lo que algunos describirían como Mente de Cristo.
Experimentamos nuestra vida de una forma que recuerda los pensamientos y sentimientos de estos
maestros espirituales. También nos sentimos seguros y enraizados en el Ser, como el seis iluminado.
Estamos sólidamente mantenidos por la Divina Providencia. Esto a su vez nos permite experimentar
la apertura y la exquisita Alegría del siete. Como el joven perpetuo, no nos preocupamos del futuro;
tampoco nos agobiamos por el pasado. Cuando experimentamos la Esencia estamos presentes en
el momento, en todo lo que es ahora. La presencia es la Esencia. Cuando experimentamos nuestra
autotrascendencia sentimos también la Vitalidad y la Fuerza Esencial del ocho. Si poseemos y
experimentamos todas estas cualidades esenciales que muestran los tipos que hemos mencionado
hasta ahora, qué puede seguir más que la Paz Mental del nueve. Evidentemente esta Paz no sólo le
pertenece al nueve, sino que, al igual que todas las demás Cualidades Esenciales que acabamos de
mencionar, no pertenece a ningún tipo de personalidad único. El nueve es sencillamente el tipo
caracterológico que tiene más dificultades con este elemento del Ser Esencial. De hecho, cualquiera
de nosotros que se haya identificado también con el ego parece haber perdido eso que el nueve
cree no tener. La Paz Interior es lo contrario de la mente atribulada. Allí donde hay angustia,
depresión, enfado o miedo no se experimenta Paz Interior. Esta paz tiene sus propios síntomas que
explicamos más adelante en un cierto estilo humorístico y mordaz. Cada uno de los supuestos
síntomas contiene en realidad una prescripción. Continúa leyendo y lo verás.

SÍNTOMAS DE LA PAZ INTERIOR

Estate al acecho de los síntomas de la paz interior Ya han sido expuestos a ella los corazones de
muchísima gente y es posible que pueda adquirir proporciones epidémicas. Esto supondría una
grave amenaza a todo lo que ha sido hasta ahora una condición relativamente estable de conflicto
en el mundo.

Algunas señales y síntomas de paz interior

▪ Una cierta tendencia a pensar y actuar de forma espontánea en lugar de regodearse en


miedos basados en experiencias pasadas [lee: deberíamos pensar y actuar de forma
espontánea].
▪ Una habilidad inequívoca de disfrutar de cada momento.
▪ Una pérdida de interés por juzgar a los demás.
▪ Una pérdida de interés por juzgarnos a nosotros mismos.

191
▪ Una pérdida de interés por interpretar las acciones de los demás.
▪ Una pérdida de interés por los conflictos.
▪ Una pérdida de las preocupaciones (¡un síntoma muy grave!).
▪ Frecuentes y abrumadores episodios de apreciación.
▪ Agradables sentimientos de estar conectado con los demás y con la naturaleza.
▪ Frecuentes ataques de sonrisa.
▪ Una mayor tendencia a dejar que las cosas sucedan en lugar de hacer que sucedan.
▪ Una mayor susceptibilidad al amor que esparcen los demás, así como un impulso incontrolable
de dar amor a otros.

Aviso

Si presentas alguno de los síntomas anteriores o todos ellos, quedas avisado de que tu trastorno de
paz interior puede estar tan avanzado que sea incurable. Si te expones a cualquiera que presente
estos síntomas, es responsabilidad tuya permanecer expuesto a él.

En nuestros esfuerzos por lograr la paz interior es importante que recordemos que existen en
realidad nueve caminos diferentes, dependiendo del tipo caracterológico de cada uno. Las
recomendaciones y direcciones sobre cómo llegar a ella son específicas para cada tipo, tal y como
ya hemos visto.
Lo sorprendente es que, cuando alcancemos finalmente nuestro destino, veremos que nuestro largo
viaje espiritual no ha sido demasiado largo, que en realidad ha sido de «aquí a aquí». Lo cierto es
que nunca abandonamos nuestro Verdadero Yo, pues eso era y sigue siendo imposible. No
podríamos haber sido ningún otro que quien realmente fuimos desde el principio.
El ego-personalidad no fue más que una pesadilla, un sueño del que esperamos haber despertado
todos. Por citar a T. S. Eliot, llegaremos al punto donde empezamos y conoceremos el lugar por vez
primera. ¡Por fin estamos en casa! Partimos de la Esencia y a la Esencia hemos regresado.

El aprendizaje del mundo se construye sobre el concepto de un yo ajustado a la realidad del mundo.
Se ajusta bien. Por expresarlo con una imagen, se adapta a un mundo de sombras e ilusiones. Aquí
está en casa, donde lo que ve es uno con él mismo. El aprendizaje del mundo es para construir un
concepto del yo. Éste es su propósito: que llegas sin un yo y vas construyendo uno a medida que
avanzas. Y para cuando has alcanzado la madurez ya lo has perfeccionado para encontrarte con el
mundo en igualdad de condiciones, cada uno con sus exigencias. Tú eres el que fabricas el concepto
del yo. No se parece en absolute a ti… Ahora el Espíritu Santo debe encontrar una forma de ayudarte
a ver que este concepto del yo debe deshacerse si es que se te ha de conceder la paz mental.

Un curso de milagros

192
Si «captamos» que la realidad está fabricada en nuestra mente, eso tiene unas implicaciones
enormes en la forma en la que vemos y juzgamos a los demás. La realidad que vemos es sólo una
perspectiva del mundo creada por el ego para manejar el miedo y compensar la separación de
nuestra Fuente. Estamos engañándonos desesperadamente a nosotros mismos para aliviar el dolor
y conseguir lo que queremos. En nuestro esfuerzo por lograrlo a menudo nos sentimos amenazados,
por lo que debemos protegernos con racionalizaciones, negaciones y otros autoengaños defensivos.
A veces la ofensa y el ataque a los demás constituyen la mejor estrategia del ego. Si me siento
inadecuado, puedo criticar a mi vecino por ser un fanfarrón. Si me siento inseguro acerca de mi valía
personal, puedo atacar la ambición vana de mi colega. Si no sé, puedo juzgar a otra persona como
estúpida o arrogante. Y la lista sigue y sigue.
Lo importante es que todos estos juicios, críticas, autoengaños y ataques evitan la posibilidad de
encontrar la paz interior. En un cierto nivel sabemos que el veneno que escupimos a los demás es
inmerecido y más bien un producto de nuestras propias inseguridades. Esto hace que nos sintamos
culpables y avergonzados. Por supuesto, el ego acude a nuestro rescate emocional y hace que
proyectemos estas cosas sobre los demás. De este modo nos sentimos mejor, al menos durante un
momento..., hasta que la culpabilidad y la vergüenza de esta proyección injusta e inmerecida
regresan a nosotros en mayor cantidad. La espiral descendente de ataque y culpa a culpabilidad y
vergüenza, y luego de culpabilidad y vergüenza a ataque y culpa, sólo puede terminar cuando
miramos a los demás con indulgencia.
El problema nunca estuvo en «ellos» y siempre en nosotros. Al perdonar a los demás y entender
que ellos también pueden ser presa de las ilusiones de su propio ego se hace posible una mayor paz
mental. Su mal comportamiento y sus indiscreciones y búsquedas vanas no son más que los
nuestros, es decir, que las estrategias defensivas que nuestro ego empleó para hacer frente al dolor
psicológico y emocional. Esos que nos hacen daño, que nos molestan y que nos irritan están
pidiendo amor con desesperación; esto es lo que revela el discernimiento espiritual.
Así es como Jesús de Nazaret podía enseñarnos a amar a nuestros enemigos. Y cuando
contemplamos las aparentes deficiencias de los demás con respeto por las identidades inferiores de
su ego, utilizando el Amor Divino y el discernimiento espiritual como guías, somos capaces de hacer
lo mismo por nosotros mismos. La aceptación amorosa que otorgamos a los demás es un
maravilloso regalo que podemos ofrecernos a nosotros mismos. Perdonar a nuestros hermanos y
hermanas en la vida nos facilita perdonarnos a nosotros.

Hablando de los demás... Es importante que reconozcamos nuestras verdaderas intenciones en


nuestras relaciones e interacciones con ellos. Si, por ejemplo, la verdadera razón por la que una
persona es social y gregaria es para recibir validación, entonces la persona no está haciendo más
que intentando conseguir alabanzas como forma de compensar su propio sentimiento de
inseguridad. Si, pongamos por caso, te esfuerzas por ayudar a los demás sólo para que ellos te
devuelvan la invitación, estás manipulándoles para sentirte bien contigo mismo. Entablar relaciones
con la gente y hacer cosas con ella para establecer una red de contactos y favorecer tu carrera es
algo equivalente a la deshonestidad emocional. Algunas personas desarrollan relaciones íntimas y
prolongadas para compensar aquello de lo que carecen, ya sea confianza, aspecto o riqueza. En este

193
caso nuestra relación amorosa especial es poco más que utilizar al otro para nuestro propio objetivo
egoísta.
Tan pronto como el compañero deje de proporcionar los bienes deseados, se acabó la relación. Con
respecto a los matrimonios, aquellos en los que estoy pensando no se fraguaron en el cielo sino que
fueron concertados por el ego engañador, que hace que la gente se meta en algo que está destinado
al fracaso desde el inicio. No te preocupes, el ego te encontrará su próxima media naranja en cuanto
concluya el divorcio, si no antes.
Cuando los compañeros que hemos seleccionado dejan de satisfacer nuestros deseos, recuerda que
no necesariamente tienen que haber hecho algo mal. Son nuestras exigencias, necesidades, deseos
y expectativas lo que nos provoca frustraciones. Los demás no son culpables por no haber estado a
la altura de la imagen ideal de lo que deberían haber sido ni merecen nuestro ataque. Vemos en los
demás lo que queremos ver. Si cambiáramos nuestras expectativas cambiaríamos también nuestra
percepción.
El que una persona o una situación se acoja con gusto o a disgusto, se intente llegar a ella o se
intente evitarla, se sienta amor u odio, depende del estado de nuestra mente. Ya decimos que todo
está en nuestra cabeza. Por decirlo a bocajarro, concede a los demás un respiro y olvídales cuando
no consigan estar a la altura de tus propios esquemas personales. Sus valores, creencias y puntos
de vista pueden no coincidir con los tuyos y no hay nada que sea inherentemente malo en eso.

Nuestros perversos egos no sólo interfieren con nuestras relaciones amorosas especiales sino
también con lo que Un curso denomina nuestras relaciones de odio especiales. Se sobrentiende que
todos conocemos a personas que amamos hasta odiarlas. Para ellas reservamos nuestro veneno
más ponzoñoso.
Esto nos recuerda una reflexión que hicimos anteriormente: Lo que no soportas de los demás es
precisamente aquello que no te gusta de ti mismo. Ya nos lo enseñó mamá hace mucho tiempo.
Así que la próxima vez que emplees un tiempo en enfadarte con alguien que no soportas o sopesas
la posibilidad de volver con alguien, detente y reflexiona. Pregúntate qué es lo que está sucediendo
en tu interior. Está claro que tu ego está furioso en nombre de tu Ser Inferior (tu Ser Superior es
intocable). Recuerda que tu enemigo es tu maestro; si no tu maestro, al menos sí el espejo
psicológico en el que te miras para ver las cosas que detestas de ti mismo. Como odiarse a uno
mismo resulta autodestructivo, la culpa y el ataque deben dirigirse hacia afuera; eso al menos es lo
que dice el ego. Esto nos proporciona una sensación temporal de poder superioridad,
endiosamiento, orgullo, importancia y seguridad que no da como resultado una paz mental
duradera. Los sentimientos y percepciones relacionados con que una persona es mejor o peor, más
o menos importante y más o menos poderosa dependen siempre de cuestiones de separación y
diferencia, no del Ser Esencial, el único lugar donde se puede encontrar la verdadera Paz Mental.

Como cierre me gustaría terminar con la oración de san Francisco de Asís, que nos enseña que el
perdón es nuestra función y nos sugiere que muriendo (al falso ego del Yo) renacemos a la eternidad,
lo que hemos venido denominando Ser Esencial. La oración subraya también la enseñanza espiritual
universal que afirm a que dar es recibir. Con devoción y reverencia comprometámonos a encontrar
una mejor forma de vivir mientras decimos en voz baja o en alto:

194
Oh Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
Donde hay odio, que yo lleve el amor.
Donde hay ofensa, que yo lleve el perdón.
Donde hay duda, que yo lleve la fe.
Donde hay desesperación, que yo lleve la esperanza. Donde hay tinieblas, que yo lleve la luz. Donde
hay tristeza, que yo lleve alegría.
Oh Maestro divino, haced que yo no busque tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido como comprender;
ser amado como amar.
Porque es dando como se recibe;
es perdonando como se es perdonado;
es muriendo como nacemos a la vida eterna.

195
CUARTA PARTE

14
Implicaciones para la terapia
de la realidad convencional
El ego [...} esconde su motivación principal de tu consciencia y eleva al control, en lugar de a
la cordura, hasta el puesto prominente.

Existe una posibilidad de elección que puedes utilizar cuando has visto las alternativas reales.
Hasta que se alcanza ese punto no hay elección posible y sólo puedes decidir la mejor forma
de volver a engañarte a ti mismo. Este curso intenta enseñar sólo que el poder de decisión
no puede consistir en elegir diferentes formas de lo que sigue siendo la misma ilusión y el
mismo error.

Selecciones de Un curso de milagros

EN LA INTRODUCCIÓN MENCIONÉ que este trabajo no pretendía ser de ningún modo un simple
desarrollo secundario o posterior de la terapia de la realidad convencional. De hecho, lo tratado
anteriormente sobre la psicodinámica de los tipos caracterológicos constituye de forma indirecta
una crítica devastadora a los conceptos básicos de motivación y percepción, del papel del
comportamiento humano anterior y del propio sentido del yo de William Glasser, dado que éste
incluso reconoce que las personas son agentes electores.
La idea de que la identidad del ego pueda ser relevante para las decisiones de una persona o para
la manera en la que ésta elige controlar la realidad no se tiene en cuenta.
Para ayudarnos a distinguir claramente entre la terapia de la realidad convencional y lo que yo tengo
en mente con respecto a mi propio tipo de psicoterapia espiritual haré uso de una serie de
reflexiones relativas a la dinámica del ego de los distintos tipos caracterológicos que ya hemos
tratado en este libro y demostraré sus implicaciones negativas para la teoría de Glasser. Como parte
de esta crítica descubriré también las deficiencias empíricas y las incongruencias presentes en sus
teorías.
Antes de empezar el análisis crítico vendrá bien dibujar un rápido bosquejo de su postura. Los que
estén poco o nada familiarizados con la obra de Glasser, pero deseen saber más disponen de una
lista de lecturas en el apartado de notas¹.

196
¿QUÉ ES LA TERAPIA DE LA REALIDAD CONVENCIONAL?

La terapia de la realidad es un método de orientación y psicoterapia basado en el concepto del


funcionamiento del cerebro entendido como un sistema de control. La idea es que el cerebro
humano funciona como el regulador de un termostato. Para dar forma humana durante unos
momentos a este pequeño dispositivo, digamos que un termostato regula su propio
comportamiento y consigue lo que «desea» cambiando y controlando el mundo que lo rodea². Si se
programa a 22 grados centígrados y la temperatura baja por debajo de esa cifra, dirige una señal a
la caldera para que se ponga en marcha, para que empiece a «actuar», como si dijéramos. Cuando
se alcanza la temperatura «deseada», es decir, cuando el termostato consigue lo que «quería», la
caldera se apaga y deja de «actuar». Suponiendo que tengamos aire acondicionado, si
la temperatura sube por encima de los 22 grados se hace necesaria una «conducta» diferente: se
pone en marcha el aire acondicionado, que se vuelve a apagar en cuanto «consigue lo que desea».
De hecho, el termostato «actúa sobre», «efectúa cambios» y, con ello, «controla» el entorno
exterior para satisfacer sus deseos. «Elige» «comportarse» de diferentes formas para obtener más
calor o más frío dependiendo de cuáles sean sus «deseos» en un momento dado.

Para Glasser, el comportamiento humano actúa de un modo muy similar. Cuando percibimos una
discrepancia entre lo que queremos y lo que en ese momento tenemos o estamos recibiendo nos
sentimos motivados a comportarnos de un modo determinado. Tal y como hacía el termostato,
emprendemos el control regulador de nuestro entorno.
Según Glasser, los deseos particulares de cualquier persona, que son potencialmente infinitos,
están basados en último término en cinco necesidades básicas que él considera codificadas
genéticamente en nuestro ADN³.

Los deseos tienen, por tanto, un propósito instrumental y están diseñados para satisfacer una o más
de estas necesidades, que son:
1. La necesidad de sobrevivir y reproducirse
2. La necesidad de sentir que pertenecemos
3. La necesidad de poder
4. La necesidad de libertad
5. La necesidad de divertirnos

Por lo que se refiere a la primera, Glasser afirma: «Podemos entender mejor lo que hacen los genes
si consideramos que nos proporcionan una serie de instrucciones biológicas que debemos cumplir
para existir, sobrevivir y prosperar» ⁴. Con respecto a las otras necesidades escribe: «Básicamente
somos seres biológicos; el hecho de que satisfagamos algunas de nuestras instrucciones genéticas
de manera psicológica y no física no las hace menos urgentes ni convierte a la fuente en menos
biológica» ⁵. En otras palabras, estas «necesidades psicológicas básicas» están también biológica y
genéticamente programadas en nosotros.

197
Según Glasser, cuando un niño nace no tiene ni idea de lo que satisface sus necesidades básicas.
Con el tiempo, sin embargo, empieza a desarrollar «imágenes» mentales de las personas y objetos
de su entorno que las satisfacen. Coloca entonces estas imágenes en lo que él denomina «álbum de
fotos mental», metafóricamente hablando. Por ejemplo, un niño hambriento puede recibir una
galleta de chocolate de manos de su abuela, que le está cuidando. Eso hace que la imagen de la
galleta de chocolate quede archivada en la mente del niño y éste recurra a ella la siguiente vez que
tenga un brote de hambre. El niño hambriento «necesita» satisfacer su hambre y tiene en su mente
una imagen de cómo conseguirlo. Ahora lo que «quiere» es una galleta de chocolate para satisfacer
la necesidad básica de supervivencia, pues en este momento ésta depende del hambre y la comida.

El ejemplo de la galleta es una buena ilustración de lo que Glasser afirma que todos hacemos a lo
lar go de nuestra vida: almacenar en nuestro «álbum de fotos», lo que se denomina «mundo de
calidad», un lugar interno de nuestra mente que contiene todas las imágenes de las cosas que
satisfacen nuestros deseos y apetencias, imágenes de cosas, personas, acontecimientos, situaciones
y experiencias que satisfacen nuestras necesidades⁶.
Cuando percibimos una necesidad básica acudimos a ese mundo de imágenes archivadas y elegimos
la que puede resultarnos más satisfactoria en ese momento. Si, por ejemplo, experimentamos la
necesidad de pertenencia podemos pensar en un amigo o en algún tipo de grupo con el que nos
asociamos. Podemos llamar por teléfono al amigo o reunir al grupo. Este tipo de comportamiento
nos consigue lo que queremos y satisface con ello una necesidad básica que nos motiva a todos. Sin
embargo, como todos tenemos diferentes amigos y pertenecemos a distintos grupos, las
colecciones de imágenes del mundo de calidad tienen que ser diferentes para cada individuo. Cada
uno de nosotros tiene unas ideas o unos ideales imaginados de lo que nos satisface distintos.
Aunque lo que deseamos puede variar de un individuo a otro, sigue siendo verdad que todos
tenemos las mismas cinco necesidades básicas.

El mundo de calidad interno de imágenes mentales es importante en relación con nuestras


percepciones y reacciones ante el mundo exterior. Por ejemplo, si un padre tiene la imagen del tipo
de persona que querría que fuera su hijo —pongamos por caso, maduro y responsable— y ve que
el hijo se porta mal y actúa de modo inmaduro, surge una discrepancia entre lo deseado y lo que
está obteniendo. Así como el termostato conecta la caldera o el aire acondicionado cuando se
produce una discrepancia, cualquier disconformidad entre la percepción de la realidad del padre y
la imagen de lo que desea en su mundo de calidad ideal pondrá en marcha el «sistema de
comportamiento». Cuanto mayor sea la disconformidad entre la percepción y el deseo o la imagen
que satisface la necesidad, mayor será la urgencia de actuar y más motivada estará la persona. En
este caso la motivación podría traducirse en una severa regañina, un castigo de algún tipo, una
petición educada o, quizá, una amenaza. Lo que se espera es que uno, alguno o todos estos
comportamientos ejerzan un efecto moderador positivo sobre la conducta del hijo. Si el hijo cambia
su comportamiento y actúa con más madurez y responsabilidad, el padre consigue lo que deseaba.

Por desgracia, la experiencia nos enseña que las conductas que elegimos para «controlar la
realidad» no siempre obtienen el éxito a la larga. El hijo puede ponerse a trabajar con denuedo y

198
enderezarse, pero también puede no hacerlo. Las alternativas que se le presentan al hijo pueden no
satisfacer sus necesidades y, consecuentemente, puede decidir ignorar todas las estrategias de
comportamiento utilizadas para intentar cambiar lo que está haciendo. En este caso, si el padre
quiere conseguir lo que desea, debe inventar una estrategia de comportamiento que resulte más
satisfactoria para su hijo y que les permita a ambos conseguir más de las cosas que desean.

Cuanto más éxito consigan los comportamientos elegidos por las personas a la hora de concederles
lo que desean, más efectivo será el control que ejerzan sobre sus vidas. Si los comportamientos
elegidos no les ofrecen lo que desean o necesitan, ese control será menos efectivo. De cualquier
modo, todo el mundo está constantemente «controlando», es decir, actuando, arreglando,
organizando y tratando de efectuar cambios en su entorno para poder satisfacer sus necesidades
básicas.
En situaciones terapéuticas es muy común que los individuos busquen ayuda porque no son capaces
de satisfacer sus deseos. Como ya hemos ilustrado, los padres lamentan muchas veces la conducta
de sus hijos. Cuando nuestro repertorio conductual existente resulta estar vacío para conseguirnos
lo que deseamos, debemos organizar nuevos comportamientos. Con respecto a nuestro hijo
inmaduro e irresponsable, si las amenazas y los castigos no sirven para «controlarlo», tendremos
que tomar en consideración y discutir con un orientador otras alternativas conductuales como la
«charla honesta» o «compartir los sentimientos».
Lo que hacemos en último término para satisfacer nuestras necesidades es, a fin de cuentas,
decisión del individuo. Está claro que seguir eligiendo lo que no funciona resulta contraproducente
para vivir una vida que satisfaga las necesidades.

A este respecto puede merecer la pena señalar que Glasser cambió el nombre de su paradigma
teórico de «teoría del control» a «teoría de la elección» en 1996 para reflejar su uso clínico y
educativo. Deseaba enfatizar la idea de que el comportamiento humano es una elección⁷. Está claro
que el concepto del control tiene también asociadas algunas connotaciones negativas. Pero
indudablemente con el término «control» Glasser no se está refiriendo a obligar a otros a actuar
según nuestros deseos, aunque es evidente que algunas personas podrían pretender hacerlo en su
intento por conseguir lo que desean.
Lo que Glasser quiere decir es que las personas intentan regular su conducta de un modo que
satisfaga sus necesidades, y lo hacen de la mejor manera que conocen para conseguir lo que desean,
por mucho que de cara a los demás y en un momento dado este comportamiento pueda resultar
productivo o improductivo, loco o inútil.
Como organismos psicobiológicos que somos, todos estamos genéticamente programados para
satisfacer nuestras necesidades básicas. Debemos comportarnos o actuar sobre el mundo para
conseguir esta meta. A esto es a lo que se refiere cuando dice que tenemos un control más o menos
efectivo. Según Glasser, estamos constantemente intentando controlar la realidad para conseguir
lo que deseamos.

Si bien la «teoría del control» o «de la elección» abarca mucho más que lo que hemos tratado aquí,
hemos expuesto lo suficiente como para explicar algunas de sus aplicaciones terapéuticas prácticas.

199
Robert Wubbolding, socio y colega de Glasser durante mucho tiempo, nos presenta un informe
especialmente claro de la técnica de orientación de la terapia de la realidad que se recoge en el
acrónimo DHEP. (En la práctica real el proceso no está tan reglamentado ni es tan claramente
secuencial como lo presentamos aquí para poder explicarlo mejor.)
Los elementos son los siguientes: en primer lugar, la D significa «deseo o deseos». En terapia el
cliente presenta a menudo problemas y quejas sobre otras personas de su vida. Con frecuencia da
la impresión de que son muchas las culpas que hay que echar a otros y muchas las insatisfacciones
que tenemos que expresar.
Considerando que echar las culpas, criticar y quejarse no suelen conducir a la satisfacción de las
necesidades, el terapeuta de la realidad pregunta: ¿Quées lo que quieres?
Esto puede suponer una sorpresa para alguien que cree que la fuente de su problema son los demás
y que lo que lo solucionaría serían unos cambios en ellos. Considerando el hecho de que una persona
no puede «controlar» la vida de otra, al terapeuta de la realidad le gusta volver a situar las cosas
sobre el cliente. Está claro que el terapeuta le ayuda a articular deseos concretos para que tenga
una «imagen» más clara de lo que está buscando.
Una vez que se han establecido los deseos, se pide al cliente que identifique qué es lo que está
haciendo para conseguir lo que desea. En pocas palabras, la H significa «hacer».
Ahora, una vez que el cliente o paciente tiene consciencia de los comportamientos elegidos, el
terapeuta le pregunta: ¿Lo que estás haciendo ahora mismo te está ayudando a conseguir lo que
deseas o te está obstacuizando? Éste es el componente evaluativo que simboliza la E.
Por último, si se da el caso de que el comportamiento que se está teniendo no funciona, se anima
al cliente a que planee nuevas conductas para conseguir satisfacer los deseos expresados: P.
Si sucede que lograr lo que uno desea es imposible (por ejemplo, recibir amor y sensación de
pertenencia por parte de familiares fallecidos), deben explorarse nuevas posibilidades de amor y
sensación de pertenencia. Es necesario desarrollar nuevas «imágenes» de lo que satisfaría esa
necesidad básica.

En resumen, el cliente necesita un nuevo plan de acción. La necesidad básica en sí misma no


desaparece. El problema es que algunas personas se quedan atascadas en su vida porque siguen
intentando regresar a formas viejas de satisfacer sus necesidades básicas.
Cuando eso es imposible, como en el ejemplo que acabamos de dar, puede producirse una grave
depresión o desesperanza porque aparentemente no se dispone de ninguna alternativa que consiga
satisfacer las necesidades básicas de la persona. Este hecho nos trae a la mente un par de elementos
importantes más de la teoría de la elección y sus aplicaciones en la terapia de la realidad.

En primer lugar, la terapia de la realidad se centra en el presente y, en menor medida, en el futuro.


Las personas tienen sus necesidades básicas cubiertas ahora o no las tienen. Si las tienen, no hay
problema; en ese caso ejercen un control mayor o más efectivo de su vida. Sin embargo, si no las
tienen, deben examinar lo que están haciendo en ese momento y descifrar por qué lo que están
haciendo no funciona. Puede que haya que hacer las mismas cosas, pero de un modo un poco
diferente en el futuro; o puede que resulte necesario encontrar unos comportamientos alternativos
mejores y completamente diferentes para ejercer un control más eficaz. Sea cual fuere el caso, es

200
todo cuestión de elección personal. Resulten eficaces sus estrategias conductuales o no, lo cierto es
que las personas están siempre «controlando» la realidad presente que crean.

Otro componente importante de la teoría del control o de la elección implica su rechazo de la


psicología conductual de estímulo-respuesta (véase capítulo 1: Los errores de la psicología del
sentido común).
Al igual que yo, Glasser no acepta la idea de que los hechos estimulantes determinen
necesariamente la conducta siguiendo un modelo de causa-efecto. En su opinión, todos podemos
elegir cómo actuamos o respondemos ante cualquier situación dada. Aboga mucho por la
responsabilidad personal y se niega a dejar que la gente se refugie en el pasado o lo utilice como
racionalización defensiva sobre lo que está haciendo en este momento de su vida. Lo sucedido ya
pasó. No es posible cambiar el pasado. Por eso Glasser defiende la idea de que avanzamos
centrándonos en el presente, algo sobre lo que sí ejercemos un mayor control. Si en el pasado uno
fue maltratado y no consiguió lo que deseaba o necesitaba, sigue teniendo libertad de «elección»
para vivir una vida que satisfaga sus necesidades en el presente. Se pueden emprender las acciones
apropiadas. Planear nuevas actuaciones, implicarse en ellas y evaluar sus resultados según los
deseos personales es de lo que trata la terapia de la realidad convencional. Su objetivo último es
conseguir que las personas lleguen a ejercer un control eficaz sobre su vida.

CRÍTICAS A LA TERAPIA DE LA REALIDAD CONVENCIONAL

El primer problema serio que surge de la teoría de la elección de William Glasser está relacionado
con su concepto de «necesidades básicas». La crítica que deseo hacer es que su lista es arbitraria,
incompleta y reduccionista, y lo que es más, que refleja esencialmente la psicología «ocho» ...,
probablemente la del propio Glasser (véase capítulo 11 para una descripción del ocho). Además de
esto, Glasser es incongruente con respecto a cómo conceptualiza las necesidades básicas.
A continuación, vamos a examinar la naturaleza arbitraria de la lista de Glasser. Luego criticaremos
su concepto limitado de las necesidades básicas en términos de la psicodinámica de los tipos
caracterológicos, esos que ya hemos visto en los anteriores capítulos del presente libro.
En esta sección de nuestra crítica desvelaremos también sus incongruencias y su tendencia al
reduccionismo. En cuanto a la última parte de esta crítica, prestaremos atención a cómo la idea que
tiene Glasser de la «percepción» resulta problemática y cómo su fracaso a la hora de tener en
cuenta las historias personales de la gente y la psicodinámica existencial puede muy probablemente
hacer que los terapeutas de la realidad coloquen a sus clientes en senderos autodestructivos de
cambios de comportamiento.
Muchas veces lo único que realmente se obtiene ayudando a la gente a conseguir que sus
«necesidades básicas» queden satisfechas es perpetuar lo que ellos mismos consideran que son sus
propias deficiencias e incompetencias. Como veremos, un programa como el de Glasser, que ignora
los asuntos espirituales de la Esencia y se centra exclusivamente en satisfacer las necesidades con
base biológica del Ser Inferior o ego psicológico, está en último término destinada al fracaso.

201
Cualquier persona interesada en temas de psicología y motivación humana puede sentirse intrigado
por la lista de necesidades básicas formulada por Glasser y curioso por la forma en la que llegó a
establecerla. Las necesidades, tal y como se enumeran, presentan un cierto valor aparente, aunque
uno esperaría algún tipo de soporte empírico o justificación racional que las apoyara, es decir, si
fuese a construir sobre ellas todo un sistema de orientación y psicoterapia que las utilizara como
base teórica, tal y como ha hecho Glasser. Una lectura atenta de sus obras, incluido su libro
fundamental titulado Control Theory: A New Explanation of How We Control Our Lives, revela que
no se proporciona ningún apoyo científico o racional adecuado. En un punto determinado escribe:

Mediante un cuidadoso examen de mi vida he llegado a creer que estoy impulsado por cinco
necesidades que, todas juntas, conforman las fuerzas que me mueven. En diversas
conferencias las he discutido con miles de personas y prácticamente todas ellas están de
acuerdo conmigo en que son estas mismas necesidades las que las impulsan. A medida que
las vaya describiendo, examina tu propia vida y observa si a ti también te mueven estas
necesidades. Creo que descubrirás que así es, porque es probable que todas las criaturas de
la misma especie sean impulsadas por fuerzas similares⁸.

Basándonos en la cita anterior comprobamos que Glasser es culpable de un razonamiento falaz.


Utiliza su propia experiencia personal de lo que le «motiva a él» o le «impulsa a él» como evidencia
de que los demás son motivados del mismo modo. Una muestra de uno no permite una
generalización empírica. Admito que esta conclusión apresurada no carece por completo de apoyo.
Emplea también la evidencia anecdótica personal, que brota de sus conversaciones con asistentes
a sus propias conferencias, para apoyar su postura. Sin embargo, esta evidencia vuelve a ser
claramente inaceptable. Incluso en el caso de que una mayoría abrumadora de participantes
estuviera de acuerdo con él, la opinión mayoritaria sigue siendo insuficiente para demostrar su
afirmación. Una razón muy simple es que la mayoría se equivoca muchas veces. Una cosa no es
necesariamente verdadera ni está justificada porque la mayor parte de las personas compartan las
mismas creencias. Por ejemplo, la mayoría creía en su momento que el Sol giraba alrededor de la
Tierra hasta que el astrónomo polaco Nikolas Kopernik (más conocido como Copérnico) demostró
lo contrario. Además, es bastante posible que los asistentes a las conferencias de Glasser —muchas
veces clientes que estaban pagando— hubieran sido llevados a ellas por razones personales y
estuvieran, por tanto, más inclinados a coincidir con él. En este caso la encuesta informal de Glasser
habría tenido un muestreo sesgado. Puede que fuera su concordancia de ideas lo que llevó a esas
personas a las conferencias y les hizo estar de acuerdo en lo referente a las necesidades básicas. Lo
importante es que las creencias de Glasser y su evidencia anecdótica personal no son racionalmente
justificables ni científica, empírica o estadísticamente aceptables para demostrar su afirmación. Su
lista supone poco más que una selección personal y arbitraria.

Al afirmar que la lista de las necesidades básicas de Glasser es arbitraria no pretendo sugerir que los
seres humanos no estén jamás motivados o movidos por las cosas que dice. La experiencia común
nos demuestra que los individuos que tienen un funcionamiento normal necesitan cuidados, amor
y una sensación de pertenencia para vivir. Todos buscamos nuestra propia supervivencia y a todos

202
nos gusta disfrutar de libertad y diversión. Algunos podríamos incluso inclinarnos a aceptar estas
cosas como fundamentales, o al menos muy importantes, en nuestra vida.
Por lo que se refiere al poder, si bien no todo el mundo desea ser jefe ni ejercer un control sobre
los demás o hacerse cargo de las cosas, probablemente se sobrentiende que la potenciación
personal es buena. Prácticamente a todo el mundo le gusta sentir que tiene el mando de su vida y
que no está sometido a la voluntad de otros que pueden hacer con él lo que quieran.
Por eso mi segunda crítica no es que Glasser esté totalmente equivocado con su lista de necesidades
básicas; el problema es que esta lista está incompleta. También resulta un poco problemático lo que
significa «básicas», como veremos en seguida.

Para ilustrar la naturaleza incompleta de la lista de Glasser, volvamos a nuestra discusión de la


psicodinámica de los tipos caracterológicos. Tomemos, por ejemplo, al tipo uno. Como ya vimos, los
unos conceden un gran valor a la integridad y la perfección moral. Tienen una profunda necesidad
psicológica de hacer las cosas bien. Su razón de ser es reformar el mundo y convertirlo en un lugar
mejor. Los unos tienen sed de rectitud moral y sabiduría en las acciones.
A los curiosos cincos, por el contrario, les motiva enormemente el deseo de conocer y comprender
el mundo y cómo funcionan las cosas. Necesitan saber la verdad y aprehender las realidades últimas
traspasando la mera apariencia superficial. Una vez más, esto no es una opción para ellos. Este
anhelo está muy enraizado. La búsqueda de la verdad y el entendimiento forma parte del núcleo de
su ser.
Por lo que se refiere a los nueves, ellos, como todos nosotros, tienen un profundo deseo de paz
mental. Debido a su psicodinámica existencial, este deseo es probablemente mayor en ellos que en
los demás tipos caracterológicos. Para conseguirla buscan la soledad y el descanso. No son adictos
a la adrenalina en busca de diversión y emociones. Solos en el bosque, no están dispuestos a salir a
conquistar el mundo, establecer relaciones significativas con otros ni desarrollar un sentido de
pertenencia.
Aunque Glasser podría argumentar que la libertad viene con la soledad, deberíamos señalar que la
libertad (del trabajo, de los otros, de la responsabilidad social y demás) se busca instrumentalmente
como medio para conseguir un fin y no como fin en sí misma. La libertad de estar solo en el bosque
es una forma de cultivar la paz mental; no se busca la paz mental para encontrar la libertad en el
bosque.

Por eso para los nueves la paz mental es incluso «más básica» o fundamental que la libertad. «¿De
qué vale ser libre para hacer lo que quieres si al mismo tiempo estás psicológicamente
atormentado?», pregunta el nueve. Toda su psicodinámica gira alrededor de conseguir la paz
interior. Esto es lo que necesita para tener una vida satisfactoria, y gran parte de sus deseos (por
ejemplo, la libertad de estar solo) están dirigidos hacia ese fin.
Dicho esto, los nueves no conceden a la libertad el mismo valor que le concederían los ochos. La
libertad puede ayudar a crear las condiciones para la paz mental, pero no necesariamente. Creo que
fue un esclavo estoico el que dijo en cierta ocasión: «Nunca fui más libre que cuando estuve en el
potro» (un instrumento de tortura). Lo que motivaba al estoico incluso en una situación dolorosa y

203
carente de libertad era conseguir un estado mental libre de turbaciones. Para el esclavo estoico, la
falta de libertad no toca el alma en lo más mínimo.
Además de lo ya dicho hasta ahora, un cuatro podría sentirse ofendido con la lista de necesidades
básicas de Glasser porque la necesidad de establecer una identidad o una expresión auténtica de
uno mismo no está incluida. Una vez más Glasser podría argumentar que expresarse a uno mismo
de la forma que quiera aumenta la libertad y es divertido, por lo que su lista sí incluye la
preocupación del cuatro. Pero, como sucedía anteriormente, la libertad y la diversión son
tangenciales a lo que realmente estamos tratando. La expresión de uno mismo puede ser divertida,
pero uno no intenta desarrollar un auténtico sentido del yo con el propósito último de divertirse.
De hecho, la expresión honesta de uno mismo puede en ocasiones comunicar angustia y dolor
emocional. La necesidad de decirle al mundo que estoy aquí, existo, importo y soy único puede ser
tan básica como la necesidad psicológica de diversión. El cuatro probablemente sugeriría que ¡más
básica!

Glasser argumentaría que si la necesidad de expresarse a sí mismo que tiene el cuatro no satisface
la necesidad de diversión, entonces podría satisfacer la de libertad; después de todo, la falta de
libertad obstaculiza la autoexpresión. En respuesta podemos afirmar que la libertad personal crea
unas condiciones favorables para la expresión de uno mismo, pero una vez más sería erróneo
deducir de ello que la autoexpresión es algo que todo el mundo desea para satisfacer su necesidad
de libertad. La autoexpresión única y auténtica no está relacionada con extender las alas de la
libertad; es más bien la forma en la que uno expresa su identidad de un modo original y creativo.
Implica encontrar y expresar nuestra verdad interior y subjetiva. Ni en el tono ni en la sustancia
encontramos esta preocupación en la teoría psicológica de la elección.
Para Glasser, la profundidad emocional se reduce a un comportamiento observable diseñado para
satisfacer nuestras necesidades básicas, en concreto aquellas que él ha identificado y definido.
Resulta sorprendente que las obras de Glasser sugieran que él podría permitir una diversidad de
motivaciones y no exigir que consideremos el comportamiento de la gente en términos de su
arbitraria y limitada lista de necesidades básicas. En Control Theory escribe:

No es importante para la tesis de este libro que yo establezca con certeza cuáles son las
necesidades básicas que nos impulsan. Para obtener un control efectivo de nuestra vida
tenemos que satisfacer aquello que nos parece básico y aprender a respetar y a no frustrar
a los demás a la hora de conseguir lo que para ellos es básico. Lo único que puedes saber es
lo que te impulsa a ti, igual que yo sabré sólo lo que me impulsa a mí. No podemos mirar
dentro de la mente de otras personas y ver lo que las mueve. Podemos escuchar lo que nos
dicen y ver lo que hacen, pero no debemos cometer el error de suponer que sabemos lo que
las impulsa⁹.

El problema con esta afirmación de Glasser en la que reconoce la «diversidad de motivaciones» —


algo que aparece más tarde en Control Theory— es que contradice lo que expone anteriormente en
ese mismo libro. Por un lado, afirma clara y explícitamente que las necesidades básicas están todas

204
ellas programadas biológica y genéticamente, incluidas las necesidades psicológicas, y por otro
divaga sobre la certeza de cuáles son las necesidades básicas que nos impulsan.
Como sugiere en la cita anterior, tú y yo podríamos tener diferentes motivaciones. Sin embargo, si
la necesidad de diversión está «genéticamente programada», no es opcional ni depende de la
elección personal. No necesitamos mirar dentro de las mentes de las personas. Si es «biológica»,
como afirma, y parte de la naturaleza humana, entonces nos debe impulsar a todos, no sólo a
algunos de nosotros.
Otro problema que plantea el reconocimiento de la «diversidad de motivaciones» por parte de
Glasser es que le hace cometer una segunda incongruencia. Por un lado, su incapacidad para
establecer la «certeza».

sobre su lista de necesidades básicas le lleva a decir que nadie puede saber con seguridad lo que
impulsa a otros; sólo podemos conocer lo que nos impulsa a nosotros. Sin embargo, a pesar de
haber admitido su falta de certeza y el hecho de que no puede leer las mentes de otras personas
para saber lo que las motiva o impulsa, escribe:

Escucho con frecuencia a personas que afirman que sólo existe una necesidad universal: la
necesidad de saber. Preconizan que esta única necesidad engloba a todo: todo lo relativo a
nuestro comportamiento es iniciado por esta necesidad de descubrir cada vez más cosas
acerca del mundo que nos rodea. No niego que conocer cosas del mundo, y de nosotros
mismos como parte de él, sea importante, pero no creo que constituya una necesidad básica
ni que intentemos saber sólo por el hecho de saber, del mismo modo que tampoco creo que
la gente escale montañas por el mero hecho de que están ahí... Pregúntale a tu vecino si
le gustaría unirse a ti para aprender a leer en chino y, si se muestra ávido por empezar,
creeré en la necesidad de saber¹⁰.

Sobre el tema de la religión, Glasser afirma:

Otros afirman que la religión, o el espíritu santo que todos llevamos dentro, es la única
necesidad de la que se derivan todas las demás. Puede que sea así, pero no existe evidencia
sólida que demuestre que eso sea verdad para mucha gente [...]. Es evidente que para
muchos la religión puede ser una necesidad básica, pero es poco probable que sea la
necesidad básica, por encima de la necesidad de sobrevivir¹¹.

Por hacer justicia a Glasser, en estos pasajes está poniendo objeciones al concepto de que sólo exista
una necesidad universal de la que se derivan todas las demás. Él no cree que la verdad o la religión
sean fundamentales ni, en el caso de la segunda, que sea más básica que la supervivencia. Pero en
lo relativo a la necesidad de saber, Glasser dibuja una analogía con los montañeros en la que sugiere
que su verdadero motivo para escalar es el poder, la diversión, la libertad o el compañerismo, y no
descubrir lo que hay en la cumbre¹².
Lo que deducimos de todo esto es que las personas no buscan realmente el conocimiento por sí
mismo, sino que tienen otro motivo, como sucede con el montañero.

205
Ahora bien, el problema de Glasser es que está leyendo la mente de unas personas cuyas mentes
no puede leer, al menos si le tomamos la palabra.
Recuerda lo que dijo: «Lo único que puedes saber es lo que te impulsa a ti, igual que yo sabré sólo
lo que me impulsa a mí».
Por eso, por un lado, está haciendo lo que él mismo admite que es imposible. En segundo lugar, está
minimizando la necesidad de saber e intentando reducirla a su lista original de necesidades básicas,
esas para las que no tiene una justificación sólida ni una prueba. Son las que constituyen
sencillamente un reflejo de «lo que me impulsa a mí», por decirlo como él. Además de todo esto,
admite que lo que es «básico» para una persona puede no ser «básico» para otra.
En otras palabras, su lista de necesidades básicas puede ser básica para él, pero no para otros. Si
uno acepta esta premisa, entonces la necesidad de saber puede ser básica e intrínsecamente valiosa
para algunas personas y no reducible a ninguno de los cinco impulsos básicos de Glasser. El hecho
de que tu vecino no tenga ganas de aprender chino no significa que no esté interesado en aprender
filosofía, cosas sobre los insectos o cómo funcionan los motores. A riesgo de realizar yo mismo un
mal razonamiento o de cometer algún tipo de ataque ad hominem contra Glasser, déjame sugerir
que sus comentarios simplistas y despectivos sobre estudiar chino son los que podríamos esperar
de un ocho antiacadémico que tiende a ver las cosas en términos dicotómicos excesivamente
simplificados.
A este respecto resulta fascinante observar la enorme importancia que Glasser concede al poder, la
libertad y la diversión en su psicología de la motivación. La necesidad de «controlar la realidad» es
sin duda fundamental para el tipo caracterológico ocho. Recuerda que a estos individuos no les
gusta que los demás les digan lo que tienen que hacer. No quieren actuar según las normas de los
demás y por eso intentan siempre asegurarse de que son ellos los que las establecen en cualquier
relación interpersonal. Los asuntos relacionados con la libertad y el control son intereses básicos de
los ochos excesivamente preocupados por temas de límites. Recuerda también que los ochos
constituyen un tipo basado en los instintos viscerales y están decididos a alimentar sus apetitos a lo
grande. Ansían el placer y todo aquello que les satisface mucho más que la mayoría, si no todos, los
demás tipos caracterológicos. Conseguir lo que desean cuando lo desean y tener la autoridad, los
recursos, el poder o el control para hacerlo son temas vitales extremadamente importantes. ¡Para
un ocho es divertido ganar, derrotar y competir! Ganar y, en caso necesario, apropiarse de las cosas
de los demás o explotarlos son formas de favorecer la supervivencia. ¡Jugar sucio puede ser
divertido!

La posibilidad de que la teoría del control de Glasser (o la teoría de la elección, si lo prefieres) sea
en gran medida un reflejo de su propia psicología ocho se evidencia también en su forma de abordar
la psiquiatría tradicional. Glasser se parece mucho a un inconformista que denuncia la psiquiatría
tradicional por considerarla errónea y afirma que muchos psiquiatras son poco más que
dispensadores de pastillas. Su postura contestataria queda reflejada en el título de un libro reciente
¹³: Warning: Psychiatry can be Hazardous to Your Mental Health*.

Aunque él es psiquiatra, se niega a recetar medicinas a aquellos pacientes que sufren


trastornos psicológicos¹⁴. Considera que muchos de estos problemas surgen de las malas decisiones

206
y de unas relaciones insatisfactorias. Evidentemente, las relaciones conflictivas implican a menudo
«problemas de límites», cosas muy cercanas al corazón y queridas para cualquier ocho.
Una nota más: en sus escritos y en su práctica terapéutica, Glasser cambia sustantivos como
«enfado», «depresión» y «angustia» por verbos como «enfadarse», «deprimirse» y «angustiarse».
Lo hace porque cree que el lenguaje convencional no refleja el «hecho» (para él) de que las
emociones no son «estados internos» sino acciones. Cuando alguien parece «estar» deprimido, en
realidad se está deprimiendo, según Glasser, está haciendo todo lo que puede para conseguir lo que
desea.
Por eso, tanto cuando niega la psiquiatría tradicional como cuando cambia el lenguaje para que se
ajuste a sus propias necesidades, parece bastante claro que Glasser «va a lo suyo». Esto lo digo no
como crítica sino sencillamente como observación para reforzar la idea de que sus propias
tendencias inconformistas, unidas a su tratamiento de necesidades instintivas como el poder y la
libertad, le convierten en una especie de arquetipo del tipo caracterológico ocho.
Por ahora dejaremos de realizar ningún otro psicoanálisis del hombre. Quién es como persona no
es tan importante como las ideas que emergen de su ego-personalidad. De todas formas, su teoría
de la motivación no parece tanto una proyección de su tipo caracterológico como lo fue la filosofía
política de Hobbes (véase capítulo 9) o la concepción de la voluntad de poder de Friedrich Nietzsche
(véase capítulo 11).
Podemos profundizar más en las limitaciones y la insuficiencia de la teoría psicológica del control o
de la elección si nos apartamos del lenguaje de Glasser y utilizamos el del precursor psicológico
Abraham Maslow. En su libro, clásico ya, titulado The Farther Reaches of Human Nature, distingue
entre lo que denomina motivación por deficiencia (motivación D) y la motivación por ser
(motivación S) ¹⁵. La primera funciona como el termostato de Glasser. Cuando un individuo detecta
algún tipo de «deficiencia» (como, por ejemplo, deshidratación), se ve «motivado» a actuar para
rectificar la situación (por ejemplo, bebiendo líquidos). Se podría decir que algo está mal y hay que
arreglarlo. En respuesta a las deficiencias biológicas y psicológicas, las personas hambrientas se ven
impulsadas a comer y las inseguras, a conseguir, agradar o impresionar. Por regla general las
personas con una salud mental media o por debajo de la media están impulsadas por las
motivaciones D. Su conducta está dirigida fundamentalmente a gratificar las necesidades de nivel
inferior.

Los músicos necesitan hacer música, los artistas deben pintar, los poetas han de escribir para
poder estar en paz consigo mismos. Lo que los seres humanos pueden ser, deben serlo.
Deben ser fieles a su verdadera naturaleza. Esta necesidad es lo que podríamos denominar
autoactualización.

Abraham Maslow

Por el contrario, aquellos que tienen sus «necesidades básicas» cubiertas y no sufren de ninguna
deficiencia de nivel inferior —los denominados individuos autoactualizados— están movidos por
«metanecesidades», o necesidades de orden superior, distintas a las enumeradas por Glasser¹⁶.

207
Sería más exacto decir que las metamotivaciones no están basadas en ningún concepto de
necesidad como tal sino más bien en «valores». Para Maslow, las personas que funcionan de forma
superior no viven preocupadas por reducir tensiones o rectificar déficits, como en el caso de Glasser.
No están «controlando» su entorno para satisfacer necesidades básicas que podrían ser frustradas
en cualquier momento. Su objetivo es más bien enriquecer y ampliar su experiencia de la vida¹⁷.
La motivación por ser de Maslow se aproxima más a las cualidades esenciales que veíamos en cada
uno de los tipos caracterológicos. Los valores e ideales pueden proporcionar el impulso para la
acción y a menudo lo hacen. La fuerza impulsora puede también tener naturaleza espiritual,
emanada de nuestra guía interior, algo parecido al daemon de Sócrates o a la voz del Espíritu Santo
que nos llama. Los sacerdotes y monjas con vocación religiosa entienden muy bien este concepto.
Tener vocación significa ser llamado al servicio por algún poder superior. Religiosa o no, la
motivación por ser contiene un elemento de autotrascendencia: ir más allá de uno mismo o de
nuestro ego psicológico.

Nuestra sensación de insuficiencia, debilidad o de ser incompletos proviene de la fuerte


apuesta en el «principio de escasez» que rige todo el mundo de las ilusiones. Desde ese punto
de vista buscamos en los demás lo que creemos que nos falta a nosotros. «Amamos» a otro
para conseguir algo nosotros mismos. Eso es, de hecho, lo que ocupa el puesto del amor en
el mundo de los sueños. {...} El Yo que Dios creó no necesita nada. Es por siempre completo,
seguro, amado y amante. Busca compartir en lugar de conseguir; extender en lugar de
proyectar. No tiene necesidades y desea unirse a otros en su mutua consciencia de
abundancia.
Un curso de milagros

Una rápida ojeada a la lista de metamotivaciones de Maslow revela que las tres primeras son
Verdad, Bondad y Belleza. Como ya sugerimos, estas cosas constituyen preocupaciones motivadoras
para los cincos, los unos y los cuatros. Maslow incluye también en su propia lista de valores S la
metanecesidad de Unidad o Plenitud, algo de máximo interés para los nueves.
También encontramos Justicia y Vitalidad, temas que preocupan a los ochos y a los treses
respectivamente. Para Maslow, las acciones motivadas por estos valores reflejan la psicología de los
individuos autoactualizados. Tienen una naturaleza de orden superior o, como sugiere Maslow en
el título de una de sus obras, reflejan el ámbito ulterior de la naturaleza humana y no aquello que
es primitivo, instintivo y básico.

Otro pensador cuyas investigaciones apuntan hacia motivaciones de un nivel superior es Viktor
Frankl. Psiquiatra existencialista (y también un uno), afirma que la «voluntad de sentido» es la fuerza
impulsora básica de la vida. Como prueba señala que las personas que han perdido todo el sentido
de sus vidas están a menudo preparadas para suicidarse. Una vida sin sentido no es, para algunos
individuos, una vida que merezca la pena ser vivida. De ese modo la «supervivencia» de Glasser deja
de tener un papel activo en la culminación del sentido. La voluntad de sentido puede ser más

208
«básica» que el deseo de vivir. De qué sirven la diversión, la libertad o el poder, hasta la vida misma,
si no significan nada en la mente de la persona que tiene todas esas necesidades básicas cubiertas.
Tomemos por ejemplo a muchos famosos de Hollywood; el dinero y la fama les permiten comprar
un montón de poder (influencia), diversión (fiestas), libertad (viajes) y amigos (sensación de
pertenencia), pero son precisamente estas superestrellas consentidas, que tienen todas sus
«necesidades básicas» cubiertas, las que terminan en centros de rehabilitación contra las
adicciones. Algunas de ellas se suicidan intencionadamente mientras que otras mueren de forma
accidental por sobredosis de drogas o a causa de unos esfuerzos excesivos por conseguir lo que
desean o creen que necesitan. La moraleja que podemos sacar es que a veces conseguir lo que
deseas es lo peor que te puede suceder.

No sólo es importante el hecho de que Glasser olvida todo lo relacionado con el sentido en lo que
respecta a la motivación humana, sino que también resulta curioso que la felicidad no aparezca
tampoco. Los utilitaristas filosóficos como John Stuart Mill y Jeremy Bentham creen que maximizar
la felicidad es el objetivo último de la vida. Los sietes también apoyarían plenamente su importancia.
De qué sirven todo el poder y la libertad del mundo si uno sigue sintiéndose desgraciado. Es posible
tener todas las necesidades básicas de Glasser cubiertas y seguir estando triste e insatisfecho. En
este caso, la «carencia» no es biológica, física ni genética, sino de naturaleza espiritual.
De hecho, Viktor Frankl tiene un término para este vacío espiritual; lo denomina vacío existencial¹⁸.
Según su teoría, uno encuentra el sentido a la vida a través de un proceso de autotrascendencia.
Vivir estrictamente para satisfacer nuestras necesidades constituye en su opinión una propuesta
moral y psicológicamente ruinosa. Cuando los individuos van más allá de sí mismos o cuando se
implican con otros o en una causa mayor que ellos es cuando encuentran la felicidad, el sentido y la
paz. Una vida dedicada en exclusiva a conseguir lo que uno quiere es, para Frankl, una vida destinada
a la depresión y a la desesperanza existencial.
Los trabajos de Frankl y Maslow se merecen realmente mucho más debate y análisis crítico en el
contexto de la terapia de la realidad convencional que los que yo he proporcionado aquí. También
resultaría interesante comparar sus teorías con las reflexiones y observaciones relativas al concepto
de tipo caracterológico expresado en este libro, pero por desgracia un debate semejante nos alejaría
demasiado de mis intenciones principales.

Será suficiente afirmar que las metamotivaciones relativas a los valores S como Verdad, Belleza,
Bondad, Felicidad, Sentido, Justicia, Vitalidad y Unidad o Plenitud señalan muchas de las cualidades
esenciales de los tipos caracterológicos descritas en este libro.
Estos valores y cualidades están muy lejos de lo que la terapia de la realidad convencional está
preparada para manejar Al no incluir estas motivaciones de ser basadas en los valores, la lista de
necesidades básicas de Glasser es dolorosamente inadecuada para reflejar todo el espectro de lo
que hace que los seres humanos se comporten como lo hacen. En lo que podría considerarse un
típico estilo ocho, Glasser decide ignorar o minimizar la importancia de los valores existenciales,
religiosos, espirituales y morales en su esquema motivacional.
Reconocerlos exigiría «interioridad», algo ajeno al menos a los ochos poco saludables y
emocionalmente insensibles, orientados hacia la acción. Integrarlos supondría también establecer

209
una serie de normas que limitaran la satisfacción de los deseos personales, algo no deseable para
inconformistas como Glasser que pretenden tener el control de sí mismos. En resumen, su fracaso
a la hora de tratar los valores espirituales, morales y trascendentales limita el alcance de su teoría
motivacional. La vida no se basa sólo en la diversión, la libertad, el poder, la supervivencia y el
sentido de pertenencia, a pesar de que Glasser abogue por lo contrario debido a su naturaleza
«básica».
Cuando no está siendo incongruente, adopta su «punto de vista parcial de la realidad motivacional»
e intenta entender los problemas del resto de la gente según él. Por desgracia, esto es como intentar
introducir una clavija cuadrada en un agujero redondo. Las personas son psicológicamente distintas,
y también lo son sus motivaciones «básicas». Si Glasser desea seguir manteniendo su conjunto único
de «necesidades básicas», entonces mis comentarios son pertinentes, por así decirlo. Si, por el
contrario, continúa con sus incongruencias y permite que las personas estén motivadas por
necesidades alternativas o de orden superior, diferentes a sus necesidades básicas de libertad,
diversión y demás, entonces todo el programa de la terapia de la realidad debe ser puesto en
cuestión. Lo que en un momento dado se consideró «básico» ya no lo es. Toda la premisa
motivacional de la terapia de la realidad se viene abajo. Surgen importantes deseos y
necesidades que motivan la conducta y que no tienen nada que ver con aquellos biológicos y
genéticamente determinados que identificó Glasser.
La voluntad de sentido —como la felicidad, la necesidad de saber o el impulso interior hacia la
autorrealización o la autotrascendencia— ni siquiera aparece en la pantalla del radar de Glasser.
Esto constituye una grave omisión psicológica. Al centrarse exclusivamente en la realidad inferior y
en la satisfacción de las necesidades básicas, ignora y se le escapa por completo la realidad superior
incluida en las preocupaciones espirituales relativas a los asuntos del ser esencial y a la
autotrascendencia psicológica. Ir más allá de las necesidades del ego-personalidad es uno de los
principales objetivos de la terapia de la realidad superior.

Es importante sobrepasar los deseos y necesidades del ego-personalidad, pues atenderlos


significaría prolongar lo que podría denominarse enfermedad metafísica del individuo, lo que Frankl
podría definir como neurosis noogénica. Si eres un tipo tres, por ejemplo, puedes desear más
atención por parte de tus compañeros de trabajo. Puede que necesites su atención para sentirte
bien contigo mismo. Cuando consigues que se fijen en ti, te sientes importante.

Supongamos ahora que elaboraste una estrategia con tu terapeuta para conseguir aumentar esta
atención, y supongamos también que planeaste y lograste tu objetivo en este caso. Tu terapeuta de
la realidad y tú podríais considerar la situación como una en la que obtuviste un control mucho más
efectivo de tu vida al satisfacer en mayor medida tu necesidad básica de poder. Sin embargo, en
este caso podrías acabar haciéndote mucho más mal que bien.
Recuerda que los treses se sienten inseguros acerca de su estatus y anhelan la aprobación de los
demás. No son capaces de reconocer su valía esencial como seres humanos. Para los treses no
saludables la vida se basa en el rendimiento, la producción y la presentación. Siempre están
esforzándose por demostrar al mundo que son importantes en virtud de sus éxitos. Cuanta más
necesidad tenga el individuo de proporcionar al mundo esta prueba, más desgraciado será. Por su

210
propia sensación de bienestar tienen que aprender que su valía personal como seres humanos no
depende de sus logros. Los demás no necesitan fijarse en ellos para establecer su valía existencial.
Animar a los individuos a elaborar planes que alimenten su propia sensación de deficiencia es, a la
larga, contraproducente, y desde luego no favorece, sino que más bien va en detrimento de su
higiene psicológica.
Al no reconocer las cualidades esenciales de las personas, esas que sobrepasan las competencias
del ego-personalidad, la terapia de la realidad convencional se arriesga a perpetuar la aflicción e
insatisfacción que intenta aliviar.
Por mucho que un tres consiga lo que desea (elogios, ascensos y preeminencia), la paz mental
sigue esquivando a nuestra esforzada e insegura estrella. El poder no es lo que en realidad necesita
sino la curación de la herida espiritual que sufrió en su niñez. Los treses atribulados no comprenden
que su valía como seres humanos es incondicional.

Hemos visto por qué Glasser decide centrarse en el presente a la hora de tratar con los clientes.
Como ya se ha mencionado, no quiere que la gente se refocile en sus tristezas pasadas. Tampoco
desea que los clientes culpen a otras personas del pasado por lo que están haciendo hoy. El
problema de este enfoque «presente», de intentar cubrir las necesidades aquí y ahora, es que no
consigue apreciar la psicodinámica existencial que provocó los deseos y problemas del cliente. No
es posible limitarse a ignorar estos problemas, a desecharlos o a arrojarlos despreocupadamente al
cubo de basura de nuestra historia evolutiva.
Tal y como señala el ejemplo del tres, trabajar para conseguir ascensos o vestirse para llamar la
atención puede servir para conseguir lo que el individuo desea, pero eso que desea es exactamente
lo que constituye el problema. Desde su infancia los treses han intentado irracionalmente
impresionar a otras personas significativas para establecer su valía personal. Continuar con esta
práctica no es aconsejable para ellos.
Por el contrario, para los retraídos cincos, basados en el miedo, puede ser bueno aprender a hacerse
más visibles, a que se fijen más en ellos y a ser productivos..., a pesar incluso de que no sea eso lo
que quieren. Resulta irónico que hacer y conseguir lo que no deseas puede ser en algunos casos
más saludable que hacer lo que deseas con la esperanza de conseguir lo que crees que necesitas.
Para los treses, permitir a los demás dirigir u ocupar el puesto principal constituye probablemente
un ejercicio que deben realizar para liberarse del agarre de su vano e inseguro ego. Si esto es así, el
valor de satisfacer los deseos y necesidades particulares sólo puede entenderse correctamente en
el contexto más amplio de la personalidad y la dinámica del ego.
Estas cosas tienen una historia evolutiva. Al no tenerla en cuenta, los terapeutas de la realidad
convencional operan en un vacío intemporal y no consiguen conectar con el cliente o paciente en el
lugar que ocupa en la vida. El pasado no puede servir de excusa para el presente; sin embargo, debe
entenderse que las percepciones de la realidad y las necesidades actuales del paciente están
influidas por su pasado.
Para empatizar y relacionarse con su cliente en un nivel profundo e íntimo, el terapeuta no puede
simplemente despachar con unas cuantas palabras vanas la historia personal del individuo antes de
escabullirse zumbando a identificar sus deseos. Hacerlo significaría desdeñar la interioridad en pro
de la acción práctica. En el caso de algunos tipos caracterológicos, la exploración del mundo interior

211
es exactamente lo que necesitan, a pesar incluso de que no sea lo que desean. En líneas generales,
los ochos, al igual que los treses, los sietes y los nueves, son probablemente los que tienen que llevar
a cabo más «trabajo interior», dado que sus puntos de vista globales no dejan mucho tiempo ni se
inclinan demasiado hacia la autorreflexión. Con respecto a los treses, su preocupación por la imagen
y la superación personal no es lo que estamos tratando aquí. Las preocupaciones son mucho más
profundas. No se trata de conseguir llamar la atención para obtener un mayor poder. Conseguir lo
que desean significa en realidad elegir diferentes formas y medios de perpetuar las mismas ilusiones
y los mismos errores. Desde la perspectiva del Ser Esencial, no existe ninguna deficiencia o carencia
que deba ser rectificada. Eso no es más que la estratagema del ego para engañar al yo psicológico
inferior Nuestro Ser Esencial Superior no necesita nada para estar completo. Este punto se subraya
en Un curso de milagros, en una sección titulada «La ilusión de las necesidades» ¹⁹:

Si bien la carencia no existe en la creación de Dios, es muy aparente en lo que tú has hecho.
Es, de hecho, la diferencia fundamental entre ambas. La carencia implica que estarías mejor
en un estado diferente del que tienes ahora mismo. Hasta la «separación», que es lo que
significa la «caída», no había carencia de nada. No había ninguna necesidad. Las necesidades
surgen sólo cuando estamos privados de algo. Actuamos según el orden concreto de
necesidades que establecemos. Esto, a su vez, depende de la percepción que tenemos de lo
que somos.

Está claro que la percepción que tenemos de lo que somos es en realidad la identidad de nuestro
ego o la sensación de yo psicológico. Es este ilusorio Yo Inferior que establece prioridades y
determina qué necesidades son «básicas», por emplear la terminología de Glasser. Las deficiencias
aparentes y el orden de necesidades son, por tanto, diferentes para cada uno de los nueve tipos
caracterológicos que hemos estudiado. Cada tipo es embaucado para que crea que hay algo
especialmente malo en su mismo ser como organismo humano. Cada tipo caracterológico pasa toda
su vida intentando compensar unas deficiencias inexistentes.
Es como si fuéramos de habitación en habitación buscando la llave de la felicidad cuando la hemos
tenido en la mano todo el tiempo. Lo que pasaba es que no éramos conscientes de su presencia.
Nunca perdimos lo que siempre ha estado en nuestro poder; sencillamente, no sabíamos que lo
teníamos.
No sólo es problemático el tema de las necesidades, sino que en el contexto de nuestra discusión
anterior sobre la psicodinámica de los tipos caracterológicos podemos ver que la idea de percepción
de Glasser merece también una cierta crítica. Glasser acepta lo que podría denominarse «realismo
ingenuo» en lo referente a la percepción del mundo exterior.
Esta postura puede resumirse en la frase: Lo que ves es lo que obtienes.
Desde este punto de vista, los objetos del mundo existen independientemente de la persona que
los percibe. Para Glasser, lo que uno ve es satisfactorio o insatisfactorio comparado con los deseos
imaginados en el mundo de calidad ideal del individuo. El problema del realismo ingenuo, sin
embargo, es que no consigue captar el hecho de que la percepción es producto de la interacción
entre el sujeto y los acontecimientos estimulantes que se originan en el entorno.

212
Volvamos al ejemplo de Becky y Lance que vimos en el capítulo 1. Lance era ese apuesto capitán de
fútbol del instituto que se sintió ofendido por la despampanante chica nueva de la clase, Becky.
Recuerda cómo Lance la consideró una «cerda estúpida y engreída», cuando lo que había sucedido
es que él había malinterpretado sus intenciones y su lenguaje corporal. Ella en realidad se sentía
temerosa e insegura y tenía miedo de alzar la voz o de que los demás se fijaran en ella. Lo que Lance
vio era un objeto de burla, una manifestación de sus propias inseguridades proyectadas sobre Becky.
Si Lance no se hubiera sentido inseguro acerca de su reputación, probablemente habría percibido
la conducta de Becky de forma neutra, como algo que no es necesariamente ni bueno ni malo. Sin
embargo, como ella representó una amenaza al deseo de Lance de ser una especie de ídolo sexual,
él la convirtió en algo que ella no era: una «cerda engreída». Es cierto que ella no le estaba dando
lo que él deseaba, pero eso no la convierte objetivamente en un objeto de burla. Se convierte en
uno como resultado de la inseguridad proyectada de Lance. Si Becky le hubiera prestado atención,
él probablemente la hubiera considerado una auténtica «salida». El hecho de que Becky sea
una «salida» o una «cerda engreída» está en la mente del perceptor; en este caso, de Lance. En su
mente, Becky se ha transformado en una amenaza. Y, como la mayoría de la gente, Lance respondió
a la amenaza con un ataque contra Becky, una especie de golpe preventivo psicológico que le hiciera
sentirse mejor consigo mismo. La experiencia de Lance demuestra que lo que vemos es siempre una
proyección de nuestros deseos y miedos.

Nuestras mentes no son simplemente tablillas en blanco. No nos acomodamos pasivamente a


percibir el mundo ni hacemos que éste se estampe en nuestra psique. Nuestra mente toma parte
en la construcción de la realidad que percibimos. Cambiar nuestra mente significa, por tanto,
cambiar nuestra percepción de la realidad. Centrarnos exclusivamente en la conducta o en controlar
el entorno exterior, en lugar de en el psicodinámico interior, es lo que hace a la terapia de la realidad
psicológicamente ingenua y equivocada tanto en su intención como en su propósito.
La imputación es, por tanto, que el énfasis que pone la terapia de la realidad en controlar de forma
efectiva el entorno de manera que satisfaga las necesidades pasa por alto la verdadera fuente de
los problemas psicológicos y emocionales de cualquier persona.

Si, como nos recuerda el estoico, las cosas exteriores no tocan el alma, entonces no tenemos que
reorganizar el mundo para compensar las deficiencias aparentes y aquello de lo que carecemos, tal
y como nosotros lo percibimos.
Cuando reorganicemos lo de dentro, lo de fuera nos parecerá refrescantemente distinto. Esta
reorganización exigirá que reeduquemos nuestra mente para percibir la realidad de una forma
diferente. El control efectivo de nuestra vida es una labor interior.
En el momento en que Lance deje de sentirse deficiente y ya no necesite la atención de los demás,
Becky podrá ser percibida de un modo mucho más positivo. Reorganizar las conductas para
provocar una respuesta que satisfaga más sus deseos por parte de Becky sigue dejando a Lance
atormentado.
Los esfuerzos terapéuticos por ayudar en esta reorganización son de nuevo psicológicamente
ingenuos y no demasiado útiles. Mientras Lance, como el resto de nosotros, siga esclavo de su ego

213
por su vanidad y su inseguridad no conseguirá jamás tener un control efectivo de su vida, con
independencia de esos escasos y breves momentos de satisfacción del ego.
Ésta es la lección que enseña la terapia de la realidad superior y que falta en la teoría psicológica de
la elección de Glasser. Más nos valdría, por tanto, poner en orden nuestro «mundo interior» en
lugar de centrarnos en controlar la realidad exterior: Tal y como es por dentro, así es por fuera.
* Aviso: la psiquiatría puede ser peligrosa para la salud mental. (N. de la T.)

214
Apéndice
Autodiagnóstico del tipo caracterológico

Objetivo: El propósito de este autodiagnóstico es ayudarte a identificar tu tipo caracterológico. Eso


te permitirá seleccionar en este libro las recomendaciones psicohigiénicas apropiadas para ti y para
todos los que comparten contigo la perspectiva y percepción psicológica del mundo de tu tipo.

Instrucciones: A continuación, aparecen una serie de afirmaciones que reflejan diferentes actitudes,
conductas y orientaciones psicológicas. En los espacios en blanco indica hasta qué punto la
afirmación (o afirmaciones) numerada refleja lo que realmente te gusta o lo que realmente crees
utilizando el siguiente sistema de puntuación. La honestidad en las respuestas es fundamental.

SISTEMA DE PUNTUACIÓN
1 = No se parece a mí en absoluto
2 = Se parece un poco a mí
3 = A menudo se parece a mí
4 = Casi siempre se parece a mí

AFIRMACIONES IDENTIFICATIVAS

—— 1. Para mí la corrección moral es extremadamente importante. Quiero hacer lo correcto por


las razones correctas.
—— 2. La impresión que causo a los demás es muy importante. Necesito la aprobación de la gente.
—— 3. Mi vida está más orientada hacia los objetivos que basada en las relaciones.
—— 4. Quiero entenderme a mí mismo y para mí es importante que los demás también me
entiendan.
—— 5. Soy muy observador. Tiendo a ver cosas que los demás pasan por alto.
—— 6. Soy tradicionalista. Me identifico mucho con grupos, instituciones y amigos.
—— 7. Soy impredecible, espontáneo y me encanta la diversión. A menudo me excedo en las
fiestas.
—— 8. Soy enérgicamente directo, no me gustan las tonterías y soy capaz de tomar las riendas
cuando es necesario.
—— 9. Siempre intento mantener la paz. La armonía es muy importante para mí.
—— 10. Intento conseguir la perfección en el trabajo. Los demás deberían hacer lo mismo.

215
—— 11. Por regla general me mantengo apartado de la gente que no me aprecia.
—— 12. Hago esfuerzos constantes por conseguir el éxito.
—— 13. La belleza y el buen gusto son extremadamente importantes para mí. Mi entorno físico
afecta muchísimo a mi estado de ánimo. Hago enormes esfuerzos por embellecer lo que me rodea.
—— 14. Me embarga un profundo anhelo por buscar el conocimiento y por entender el mundo que
me rodea.
—— 15. Intento no mostrar deslealtad jamás. Es una de las peores cosas que se pueden hacer.
—— 16. Animo a la gente a que se alegre y no se tome las cosas demasiado en serio.
—— 17. Nunca evito los conflictos, la oposición ni el enfrentamiento.
—— 18. Evito el desacuerdo y el enfrentamiento siempre que puedo. No tiene sentido discutir.
—— 19. Tiendo a ser formal e idealista.
—— 20. Hago que los demás se sientan cómodos y bienvenidos atendiendo sus necesidades.
—— 21. A menudo me desvivo por causar una buena primera impresión en la gente.
—— 22. Las intrusiones me molestan o me hieren con facilidad.
—— 23. Tiendo a aferrarme a lo poco o lo mucho que he conseguido.
—— 24. Odio que no me den instrucciones claras y que no me digan cuál es mi puesto.
—— 25. De verdad me gusta la mayoría de la gente y disfruto con ella. También los demás tienden
a apreciarme y a disfrutar conmigo.
—— 26. Odio que me digan lo que tengo que hacer.
—— 27. Normalmente me consideran una persona amable y de trato fácil, aunque en ocasiones
puedo ser muy tozudo.
—— 28. Me molesta mucho que la gente incumpla flagrantemente las normas.
—— 29. A veces molesto a la gente cuando sólo estoy intentando ayudarla.
—— 30. Puedo adivinar lo que piensa mi audiencia y me adapto a cualquier grupo de personas con
las que esté.
—— 31. Soy más envidioso que la mayor parte de la gente.
—— 32. Estar solo no me supone ningún problema. Me encanta mi privacidad.
—— 33. Soy más sensible y consciente de los peligros y las amenazas que la mayor parte de la gente.
—— 34. Me aterroriza la idea de aburrirme, de no tener planes ni nada que hacer.
—— 35. Normalmente necesito tener el control de las cosas y mostrar mi fortaleza.
—— 36. Prefiero ser optimista y mantenerme alejado de los conflictos en lugar de implicarme en
ellos y luchar.
—— 37. Puedes confiar en que cumpliré mis promesas. La integridad es muy importante para mí.
—— 38. Muestro mis sentimientos con facilidad, aunque me da vergüenza expresarlos porque
podrían resultar ofensivos para los demás.
—— 39. Me gusta la competición. Me gusta ganar y obtener logros.
—— 40. A menudo doy la impresión de estar melancólico, triste y emocionalmente retraído.
—— 41. Tengo tendencia a intelectualizar mis problemas en lugar de afrontarlos desde el corazón.
—— 42. Tiendo a angustiarme y preocuparme por todas las cosas malas que podrían suceder.
—— 43. Disfruto con las actividades nuevas y los deportes físicos que proporcionan emoción y
diversión.

216
—— 44. Pongo los resultados prácticos por delante de los ideales abstractos. Hacer es más
importante para mí que planear.
—— 45. A menudo necesito estimulación para empezar las cosas. Una vez que estoy en marcha, no
tengo problemas. Lo difícil es arrancar.

Puntuación: Los números de las frases anteriores están colocados y dispuestos según los tipos
caracterológicos. Coloca junto a cada número el valor numérico que le asignaste para reflejar tu
nivel de acuerdo.

1. UNO: EL PERFECCIONISTA
1. ———
10. ———
19. ———
28. ———
37. ———
Total: ——— (Suma los valores de las afirmaciones 1, 10, 19, 28 y 37 para calcular el total.)

2. DOS: EL DADOR DESINTERESADO


2. ———
11. ———
20. ———
29. ———
38. ———
Total: ———

3. TRES: LA ESTRELLA
3. ———
12. ———
21. ———
30. ———
39. ———

4. CUATRO: EL INDIVIDUALISTA CONVENCIDO


4. ———
13. ———
22. ———
31. ———
40. ———
Total: ———

5. CINCO: EL PENSADOR OBSERVADOR


5. ———

217
14. ———
23. ———
32. ———
41. ———
Total: ———

6. SEIS: EL LEAL COMPROMETIDO


6. ———
15. ———
24. ———
33. ———
42. ———
Total: ———

7. SIETE: EL JOVEN PERPETUO


7. ———
16. ———
25. ———
34. ———
43. ———
Total: ———

8. OCHO: EL INCONFORMISTA PODEROSO


8. ———
17. ———
26. ———
35. ———
44. ———
Total: ———

9. NUEVE: EL PACIFICADOR DESPRENDIDO


9. ———
18. ———
27. ———
36. ———
45. ———
Mi total más alto es ———, que refleja el tipo caracterológico ———. (Véanse las minidescripciones
que se dan a continuación. En la segunda parte del libro encontrarás descripciones más detalladas
de cada uno de los tipos caracterológicos. Lee esos capítulos para ayudarte a confirmar tu tipo.)

218
MINIDESCRIPCIONES DE LOS TIPOS CARACTEROLÓGICOS

Uno: el perfeccionista. Racional, trabajador, ético, serio, emocionalmente rígido o inexpresivo; pue
de ser sabio y juicioso; a menudo impaciente, enfadado y falto de sentido del humor.

Dos: el dador desinteresado. Atento y caritativo; amistoso, sacrificado y altruista; también puede ser
posesivo, orgulloso y manipulador; crea relaciones de dependencia.

Tres: la estrella. Adaptable y camaleónico; le motiva el éxito; ambicioso y preocupado por su imagen;
puede ser excesivamente competitivo, emocionalmente superficial, impulsivo, oportunista y
arrogante.

Cuatro: el individualista convencido. Típicamente tímido e introvertido; tranquilo y amable,


inspirado y creativo; se considera especial; introspectivo; puede ser veleidoso, melancólico,
inhibido y autocompasivo

Cinco: el pensador observador. Inteligente, perspicaz y curioso; independiente e innovador; tiene


una gran capacidad de adquirir conocimientos y sistematizar; puede ser emocionalmente distante,
solitario, excéntrico, intelectualmente intenso y desmañado con la gente.

Seis: el leal comprometido. Fiable y digno de confianza; comprometido, responsable, enfocado


hacia la seguridad, dependiente de los demás, complaciente, cautivador; también puede ponerse a
la defensiva y ser suspicaz, creando grupos «propios» y «ajenos»; puede esconderse por miedo a
actuar con dureza.

Siete: el joven perpetuo. Suele ser enérgico y entusiasta; juguetón y espontáneo, agradable y
optimista; puede ser infantil, excesivo y centrado en sí mismo o insensible hacia los demás.

Ocho: el inconformista poderoso. Poderoso, fuerte, asertivo, lleno de recursos, directo y decisivo;
agresivo; puede ser beligerante y rivalizador; excesivamente controlador.

Nueve: el pacificador desprendido. Estable, confiado; se funde con su entorno; a una con el mundo
; acomodaticio; evita el conflicto, minimiza sus disgustos; también puede ser terco, poco atento,
impenetrable, perezoso y negligente.

219
Notas
Introducción
¹ Fuente: Thomas Merton, The Way of Chuang Tzu, copyright 1965 para The Abbey of Gethsemani.
New Directions Publishing Corp.

Capítulo 1
¹ John Locke, «Introduction», An Essay concerning Human Understanding, vol. 1, Dover Publications,
Nueva York, 1959 (edición original, 1894), pág. 26. Comparado y anotado por Ale-xander Campbell
Fraser.
² Cita de Leslie Stevenson y David L. Haberman, Siete teorías de la naturaleza humana, Cátedra,
Madrid, 1988.
³ Immanuel Kant, Crítica de la razón pura.
⁴ Cita de Piaget tomada de Anthony Falikowsky, Experiencing Philosophy, Pearson Prentice Hall,
Upper Saddle River, Nueva Jersey, 2004, pág. 231.

Capítulo 2
¹ Véase Jean Piaget, La construcción de la realidad en el niño, Proteo, Buenos Aires, 1960.
² Eckhart Tolle, El poder del Ahora, Gaia Ediciones, Madrid, 2001.

Capítulo 4
¹ Don Richard Riso y Russ Hudson, La sabiduría del eneagrama, Urano, Barcelona, 2001.
² Ibídem.
³ Ibídem.
⁴ Nine Points of View: Enneagram Series, DVD producido y dirigido por Helen Palmer, Berkeley,
California (EE.UU.).
⁵ Véase Claudio Naranjo, Carácter y neurosis: una visión integradora, La Llave, Vitoria, 1996.
⁶ Ibídem.
⁷ Ibídem.
⁸ Ibídem.
⁹ En La sabiduría del eneagrama, Riso y Hudson han hecho un excelente trabajo esbozando las
prácticas psicológicas y espirituales que ayudarán a los unos a desarrollarse. Las reflexiones
expresadas en esta obra informarán la siguiente discusión para el uno, así como otras discusiones
posteriores sobre recomendaciones para los otros ocho tipos caracterológicos.
¹⁰ Esta reflexión procede de Un curso de milagros. Para una discusión más accesible sobre este tema
véase Gerald Jampolsky, Love is Letting Go of Fear, Celestial Arts, Berkeley, California (EE.UU.),
1979.
¹¹ Riso y Hudson, ibídem, pág. 121.

Capítulo 5
¹ Richard Rohr y Andreas Ebert, The Enneagram: A Christian Perpective, The Crossroad Publishing
Company, Nueva York, 1999, pág. 63.
² Ibídem, pág. 63.

220
³ Referido por una mujer dos en Nine Points of View: Women on Relationships, DVD producido por
Helen Palmer.
⁴ Riso y Hudson, ibídem, pág. 55.
⁵ El concepto de la relación especial se trata en profundidad en Un curso de milagros. En este Curso
encontramos también debate sobre las relaciones especiales de odio. Ambas sirven a los propósitos
del ego y nos colocan en un estado de equivocación que desvía la atención de nuestra naturaleza
esencial. El debate que presentamos aquí toma prestadas algunas ideas del Curso.
⁶ Claudio Naranjo, ibídem, págs. 46-48.
⁷ Claudio Naranjo, ibídem.
⁸ Riso y Hudson, ibídem, pág. 149.
⁹ Ibídem.

Capítulo 6
¹ Riso y Hudson, ibídem, pág. 155.
² Claudio Naranjo, ibídem, pág. 52.
³ Riso y Hudson, ibídem, pág. 157.
⁴ Ibídem, pág. 158.
⁵ Jerome P. Wagner, The Enneagram Spectrum, Workshop Materials, 1998.
⁶ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 57.
⁷ Riso y Hudson, ibídem, pág. 154.
⁸ Claudio Naranjo, ibídem, págs. 54-55.
⁹ Riso y Hudson, pág. 169.
¹⁰ Ibídem.
¹¹ Este maravilloso consejo nos lo proporciona Claudio Naranjo, ibídem, pág. 64.
¹² Ibídem, pág. 65.
¹³ Shakespeare, Hamlet II, ii, 115-117.
¹⁴ Riso y Hudson, ibídem, pág. 172.
¹⁵ Ibídem

Capítulo 7
¹ Riso y Hudson, ibídem, págs. 182-183.
² Ibídem.
³ Para un debate detallado de este aspecto esencial perdido véase Sandra Maitri, The Enneagram of
Passions and Virtues, Jeremy P. Tarcher/Penguin, Nueva York, 2005, págs. 131-150.
⁴ Riso y Hudson, Understanding the Enneagram, edición revisada, Houghton Mifflin, Boston, 2000,
pág. 378. He puesto las palabras identidad y ser en mayúsculas (no es obra de los autores) al
referirme a la esencia para poder distinguir el yo-ego psicológico y la identidad de nuestro Yo
Superior, cuya naturaleza es espiritual.
⁵ Helen Palmer, The Enneagram, HarperSanFrancisco, Nueva York, 1988, págs. 193-194.
⁶ He tomado prestada esta expresión de Sandra Maitri, The Enneagram of Passions and Virtues,
Tarcher/ Penguin, Nueva York, 2005, pág. 138.
⁷ Riso y Hudson, La sabiduría del eneagrama, Urano, Barcelona, 2001.

221
⁸ Ibídem.
⁹ Esta cita sobre el cuatro está tomada de Michael J. Goldberg, Getting Your Boss's Number, Harper
Collins, San Francisco, 1996, pág. 83.
¹⁰ Helen Palmer, The Enneagram, Harper San Francisco, Nueva York, 1988, pág. 171.
¹¹ Ibídem, pág. 175.
¹² Helen Palmer, The Enneagram, ibídem, pág. 175.
¹³ Riso y Hudson, ibídem, pág. 183.
¹⁴ Michael J. Goldberg, Getting Your Boss's Number, Harper Collins, San Francisco, 1996, pág. 86.
¹⁵ Helen Palmer, ibídem, págs. 191-192.
¹⁶ Riso y Hudson, ibídem, pág. 201.
¹⁷ Véase Riso y Hudson para una discusión más detallada de los cuatros no saludables, ibídem, pág.
188. Este debate está muy basado en su obra.
¹⁸ Sandra Maitri, ibídem, pág. 138.
¹⁹ Claudio Naranjo, citado en Maitri, ibídem, págs. 138-139.
²⁰ Estas descripciones elocuentes y exactas están tomadas de Maitri, ibídem, pág. 140.
²¹ Ibídem, pág. 140.
²² Ibídem, pág. 134.
²³ Ibídem, pág. 136.
²⁴ Maitri, ibídem, pág. 132.

Capítulo 8
¹ Riso y Hudson, Personality Types, págs. 178-179.
² Don Riso y Russ Hudson, Understanding the Enneagram, edición revisada, 2000, pág. 378.
³ Helen Palmer, The Enneagram, pág. 231.
⁴ Helen Palmer, The Enneagram, pág. 204.
⁵ Ibídem.
⁶ Helen Palmer, ibídem, págs. 215-216.
⁷ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 209.
⁸ Claudio Naranjo, Ennea-Type Structures, ibídem, pág. 88.
⁹ Ibídem, pág. 88.
¹⁰ Ibídem, pág. 88.
¹¹ Helen Palmer, ibídem, págs. 212-213.
¹² Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 216.
¹³ Riso y Hudson, ibídem, pág. 216.
¹⁴ De Helen Palmer, ibídem, pág. 227.
¹⁵ Riso y Hudson, Personality Types, pág. 176.
¹⁶ Helen Palmer, ibídem, pág. 227.
¹⁷ Riso y Hudson, ibídem, pág. 176.
¹⁸ Ibídem, pág. 174.
¹⁹ Claudio Naranjo, Ennea-Type Structures, ibídem, pág. 89.
²⁰ Helen Palmer, The Enneagram, pág. 235.

222
Capítulo 9
¹ El planteamiento de A. H. Almaas está tomado de Sandra Maitri, The Enneagram of Passions and
Virtues, pág. 155.
² Ibídem.
³ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 259.
⁴ Ibídem, pág. 259.
⁵ Michael Goldberg, Getting Your Boss's Number, HarperSanFrancisco, Nueva York, 1996, págs. 132-
133.
⁶ Thomas Hobbes, Leviathan, Francis B. Randall, ed. (Washington Square Press, Nueva York, 1964),
pág. 84.
⁷ Ibídem, pág. 85.
⁸ Cuando se siente culpable de utilizar una falacia genética en el razonamiento la persona critica una
idea o premisa basándose en su fuente y no en ninguna otra razón. El hecho de que haya que aceptar
o no un argumento a favor o en contra del aborto, por ejemplo, no depende de que proceda de un
hombre o de una mujer. El argumento se mantiene por sí mismo, con independencia del sexo del
que lo expone.
⁹ Riso y Hudson, Personality Types, pág. 224.
¹⁰ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 238.
¹¹ Michael Goldberg, Getting Your Boss's Number, pág. 138.
¹² El 22 de agosto de 1939 Hitler dijo lo siguiente a sus dirigentes militares: «Matad sin piedad ni
misericordia a todos los hombres, mujeres y niños de ascendencia o idioma polaco. Sólo de esta
forma podremos obtener el espacio vital Lebensraum) que necesitamos. La destrucción de Polonia
es nuestra tarea principal. El objetivo es [...] la aniquilación de las fuerzas vivas».
¹³ Michael Goldberg, ibídem, pág. 133.
¹⁴ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 102.
¹⁵ Ibídem.
¹⁶ Sandra Maitri, ibídem, pág. 158.
¹⁷ Ibídem, pág. 162.
¹⁸ Ibídem, pág. 169.
¹⁹ Michael Goldberg, Getting Your Boss's Number, Harper Collins, San Francisco, 1996, pág. 127.
²⁰ Claudio Naranjo, Ennea-Type Structures, Gateways Publishers, Nevada City, California, 1990, pág.
101.
²¹ Ibídem.
²² Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 248.
²³ Sandra Maitri, ibídem.
²⁴ Riso y Hudson, ibídem, pág. 235.
²⁵ Sandra Maitri, ibídem, pág. 170.
²⁶ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 110.
²⁷ Ibídem, pág. 105.
²⁸ Ibídem, pág. 103.
²⁹ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 244.
³⁰ Claudio Naranjo, Ennea-Type Structures: Self-Analysis for the Seeker, págs. 102-103.

223
³¹ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 106.
³² Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 253.
³³ Puedes aprender más sobre la respuesta de relajación de Herbert Benson en su página web
http://www.trancesolutions.com/ free-hypnosis-downloads/ts-the-relaxation-response-herbert-
benson.pdf. La cita que aparece en este libro está tomada de esa página web.
³⁴ Ibídem; en su página web, Benson enumera varios resultados positivos asociados con la respuesta
de relajación.
³⁵ Riso y Hudson, ibídem, pág. 254.
³⁶ La cita procede de Goldberg, ibídem.
³⁷ Rohr y Ebert, pág. 142.
³⁸ Ibídem, pág. 142.
³⁹ Goldberg, ibídem, pág. 148.
⁴⁰ Rohr y Ebert, The Enneagram: A Christian Perspective, pág. 142.

Capítulo 10
¹ Riso y Hudson, Understanding the Enneagram, edición revisada (2000), pág. 375.
² Véase Jerry Wagner, The Enneagram Spectrum of Personality Types, Metamorphous Press,
Portland, Oregón, 1996, pág. 103; véase también Helen Palmer, The Enneagram: Understanding
Yourself and Others in Your Life, HarperSanFrancisco, Nueva York, 1988, pág. 279.
³ Michael Goldberg, Getting Your Boss's Number, HarperSan-Francisco, Nueva York, 1996, pág. 156.
⁴ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, págs. 264-265.
⁵ Michael Goldberg, ibídem, pág. 157.
⁶ Claudio Naranjo, Ennea-Type Structures, pág. 117.
⁷ Helen Palmer, The Enneagram: Understanding Yourself and Others in Your Life, pág. 277.
⁸ Ibídem, pág. 283.
⁹ Ibídem, pág. 294.
¹⁰ Michael Goldberg, ibídem.
¹¹ Ibídem, pág. 156.
¹² Michael Goldberg, ibídem, pág. 156.
¹³ Rohr y Ebert, ibídem, pág. 146.
¹⁴ Ibídem, pág. 146
¹⁵ Jerome Wagner, ibídem, pág. 103.
¹⁶ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 262.
¹⁷ Ibídem.
¹⁸ Riso y Hudson, ibídem, pág. 266.
¹⁹ Michael Goldberg, ibídem, pág. 156.
²⁰ Ibídem.
²¹ Ibídem, págs. 291-292.
²² Helen Palmer, ibídem, pág. 299.
²³ Ibídem, pág. 284
²⁴ Ibídem, pág. 284.
²⁵ Rohr y Ebert, ibídem, pág. 147.

224
²⁶ Ibídem, pág. 147.
²⁷ Helen Palmer, ibídem, pág. 277.
²⁸ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 272
²⁹ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 279
³⁰ Sandra Maitri, ibídem, pág. 174.
³¹ Riso y Hudson, ibídem, pág. 273.
³² Ibídem, pág. 279.
³³ Sandra Maitri, ibídem, pág. 176.
³⁴ Ibídem, pág. 176.
³⁵ Sandra Maitri, ibídem, pág. 184.
³⁶ Letra de la canción tomada de la siguiente página de internet: www.lyrics007.com
³⁷ Helen Palmer, ibídem, pág. 297.
³⁸ Ibídem, pág. 297.
³⁹ Ibídem, págs. 297-298.
⁴⁰ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 281.
⁴¹ Rohr y Ebert, ibídem, pág. 160.
⁴² Helen Palmer, ibídem, pág. 303.
⁴³ Riso y Hudson, ibídem, pág. 286.
⁴⁴ Sandra Maitri, ibídem, pág. 186.
⁴⁵ Sandra Maitri, ibídem, págs. 187-188.

Capítulo 11
¹ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 291.
² Michael Goldberg, ibídem, pág. 162.
³ Helen Palmer, ibídem, pág. 310.
⁴ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 132.
⁵ Riso y Hudson, ibídem, págs. 292-293.
⁶ Ibídem, pág. 291.
⁷ Margaret Frings Keyes, Emotions and the Enneagram: Working Through Your Shadow Life Script,
Molysdatur Publications, Muir Beach, Claifornia, 1992, pág. 63.
⁸ Sandra Maitri, ibídem, pág. 59.
⁹ Riso y Hudson, ibídem, pág. 297.
¹⁰ Helen Palmer, ibídem, págs. 313-314.
¹¹ Helen Palmer, ibídem, pág. 309.
¹² Claudio Naranjo, ibídem, pág. 133.
¹³ Ibídem, pág. 133.
¹⁴ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 132.
¹⁵ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 131.
¹⁶ Ibídem, pág. 131.
¹⁷ Riso y Hudson, ibídem, pág. 302.
¹⁸ Ibídem, pág. 302.
¹⁹ Friedrich Nietzsche, El anticristo.

225
²⁰ Michael Goldberg, ibídem, pág. 110.
²¹ Riso y Hudson, ibídem, pág. 290.
²² Ibídem.
²³ David Daniels y Virginia Price, Eneagrama esencial, Urano, Barcelona, 2009.
²⁴ Riso y Hudson, ibídem, pág. 293.
²⁵ Helen Palmer, ibídem, pág. 330.
²⁶ Sandra Maitri, ibídem, pág. 53.
²⁷ Riso y Hudson, ibídem, pág. 305.
²⁸ Ibídem, pág. 296.
²⁹ Riso y Hudson, ibídem, pág. 308.
³⁰ Jerry Wagner, ibídem, pág. 115.
³¹ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 127.
³² Ibídem, págs. 128-129.
³³ Ibídem, pág. 128.
³⁴ Ibídem, pág. 129.
³⁵ Helen Palmer, ibídem, pág. 329.
³⁶ Jerry Wagner, ibídem, pág. 113.
³⁷ Riso y Hudson, ibídem.
³⁸ Riso y Hudson, ibídem, pág. 300.
³⁹ Helen Palmer, ibídem, pág. 328.
⁴⁰ Claudio Naranjo, ibídem, págs. 134-135.
⁴¹ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 138. ⁴² Ibídem, pág. 138.
⁴³ Jerry Wagner, ibídem, pág. 116.

Capítulo 12
¹ Oscar Ichazo, citado en Riso y Hudson, ibídem, pág. 340.
² Riso y Hudson, ibídem, pág. 340.
³ Ibídem, pág. 340.
⁴ Don Riso y Russ Hudson, Understanding the Enneagram: The Practical Guide to Personality types,
edición revisada, Houghton Mifflin, Boston, 2000, pág. 376.
⁵ Jerome Wagner, ibídem, pág. 123.
⁶ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 317.
⁷ Ibídem, pág. 317.
⁸ Riso y Hudson, The Wisdom of Enneagram, pág. 317.
⁹ Riso y Hudson, ibídem, págs. 53-54.
¹⁰ Michael Goldberg, ibídem, pág. 200.
¹¹ Jerome Wagner, ibídem, pág. 120.
¹² Michael Goldberg, ibídem, pág. 202.
¹³ Ibídem, pág. 120.
¹⁴ Ibídem, pág. 121.
¹⁵ Riso y Hudson, ibídem, pág. 316.
¹⁶ Tao Te Ching, L. Legge (tr.), Sacred Books of the East, vol. 39, 1891.

226
¹⁷ David Daniels, ibídem, pág. 54.
¹⁸ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 147.
¹⁹ Riso y Hudson, ibídem, pág. 319.
²⁰ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 148.
²¹ Riso y Hudson, ibídem, pág. 319.
²² Riso y Hudson, ibídem, pág. 331.
²³ Ibídem, pág. 331.
²⁴ Ibídem, pág. 330.
²⁵ Ibídem, pág. 330.
²⁶ Michael Goldberg los denomina piedras filosofales; yo prefiero pensar en los nueves como
personas en lugar de cosas. Véase Goldberg, ibídem, pág. 200.
²⁷ Riso y Hudson, ibídem, pág. 337.
²⁸ Ibídem, pág. 316.
²⁹ Riso y Hudson, ibídem, pág. 337.
³⁰ Ibídem, pág. 320.
³¹ Riso y Hudson, ibídem, pág. 330.
³² Michael Goldberg, ibídem, pág. 201.
³³ Véase Claudio Naranjo, pág. 143; véase también Riso y Hudson, pág. 326.
³⁴ Margaret Frings Keyes, ibídem, pág. 73.
³⁵ Claudio Naranjo, ibídem, págs. 142-143.
³⁶ Riso y Hudson, ibídem, pág. 326.
³⁷ Claudio Naranjo, ibídem, pág. 143.
³⁸ Sandra Maitri, ibídem, pág. 34.
³⁹ Marianne Williamson, A Return to Love; Reflections on the Prin-ciples of A Course in Miracles,
Harper Collins Publishers, Nueva York, 1992, pág. 165.
⁴⁰ Ibídem, pág. 28.
⁴¹ Cita de Marianne Williamson, ibídem, pág. 25.
⁴² Sandra Maitri, ibídem, pág. 43.
⁴³ Ibídem, págs. 43-44.
⁴⁴ Ibídem, págs. 45-46.
⁴⁵ Ibídem, pág. 46.
⁴⁶ Ibídem, pág. 46.
⁴⁷ Ibídem, pág. 48.
⁴⁸ Riso y Hudson, ibídem, pág. 338.
⁴⁹ Ésta es una de las enseñanzas básicas de Un curso de milagros.
⁵⁰ Las recomendaciones de este párrafo proceden de Helen Palmer, ibídem, pág. 376.

Capítulo 14
¹ A cualquier persona que desee aprender más sobre la teoría y la práctica de la terapia de la realidad
le sugiero que lea la obra de Glasser Control Theory: A New Explanation of How We Control Our
Lives; también puede echar un vistazo a su libro Choice Theory: A New Psychology of Personal
freedom; véase también Counseling with Choice Theory: The New Reality Therapy. Reality Therapy

227
for the 21st. Century, escrito por Robert Wubbolding, es otro excelente libro que describe y amplía
la teoría de Glasser.
² Se puede encontrar una buena sinopsis de la obra de Glasser en Robert E. Wubbolding, Reality
Therapy for the 21st. Century, Routledge, Nueva York, 2000, págs. 10-31. Yo lo he utilizado en este
libro para elaborar mi propio esbozo descriptivo.
³ William Glasser, Choice Theory: A New Psychology of Personal Freedom, HarperCollins, Nueva York,
1998, pág. 28.
⁴ William Glasser, Control Theory: A New Explanation of How We Control Our Lives, pág. 7.
⁵ William Glasser, ibídem, pág. 9.
⁶ Robert Wubbolding, ibídem, pág. 18.
⁷ Afirmación de Wubbolding, ibídem, pág. 11.
⁸ William Glasser, Control Theory, ibídem, pág. 5. En Choice Theory: A New Psychology of Personal
Freedom, Glasser escribe: «Creo que algunos de estos [...] genes proporcionan la base de nuestra
psicología (cómo nos comportamos y lo que decidimos hacer con nuestra vida) [...]. Creo que
estamos genéticamente programados para intentar satisfacer nuestras necesidades psicológicas:
amor y sentido de pertenencia, poder, libertad y diversión [...] nuestros genes nos motivan mucho
más allá de la mera supervivencia» (págs. 28-29).
⁹ Ibídem, pág. 16.
¹⁰ Glasser, ibídem, págs. 16-17.
¹¹ Ibídem, pág 17.
¹² Ibídem, pág 17.
¹³ Publicado por Quill, Nueva York, 2003.
¹⁴ Glasser, ibídem, pág. 5.
¹⁵ Véase Abraham Maslow, The Farther Reaches of Human Nature, Penguin, Nueva York, 1976.
¹⁶ Véase Abraham Maslow, ibídem, pág. 22; también véanse págs. 308-309.
¹⁷ Una buena parte de la descripción resumida del pensamiento de Maslow procede de mi libro
Mastering Human Relations, Pearson Education Canada, Toronto, 2007, págs. 173-181.
¹⁸ Viktor Frankl, The Doctor and the Soul, Vintage Books, Nueva York, 1986.
¹⁹ Véase la segunda edición de tapa dura, págs. 13-14.

228

También podría gustarte