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CUESTIÓN DE HONOR

(Mi Honor, es mi Lealtad).

HECHO CIRCUNSTANCIADO:

Se desarrolla en torno al cumplimiento de una Orden; donde


resultado de la misma, muere un Soldado, tras esto quienes cumplieron la
Orden dos soldados, son acusados de “Conspiración, Asesinato y Mala
Conducta Militar”; es importante señalar que cumplieron con una Orden
denominada “Código Rojo”, mismo que es una acción militar para castigar a los
soldados por conductas inadecuadas.

Daniel Kaffee y JoAnne Galloway son abogados militares encargados


de defender a dos marines acusados de asesinar a uno de sus compañeros
durante su estancia en la base militar de Guantánamo, en Cuba. Sin embargo,
al investigar más a fondo el caso, los protagonistas descubren que los
acusados sólo seguían un código de honor que rige al Cuerpo de Marines y que
sus acciones fueron realizadas como un castigo, sin intenciones de matar,
ordenado por sus superiores, que al mismo tiempo intentan encubrir la verdad.

Resumen:

Dentro del contexto jurídico de la trama de la historia, se desarrolla


dentro del contexto de la Marina de los Estados Unidos de América,
específicamente en el comando de la Bahía de Guantánamo Cuba, donde al
momento de cumplir una orden denominada código rojo, por parte de dos
soldados, estos dan muerte intencional a un soldado considerado deficiente
para su Unidad, es aquí donde surge el litigio, puesto que los dos soldados que
cumplieron la Orden son llevados a juicio militar, en donde el Estado entra en
disputa en contra de los soldados, presuntos causantes de la muerte de otro,
es importante señalar que el Proceso o Juicio se desenvuelve de una manera
Oral, donde la mayoría de pruebas fueron de carácter testimonial y
documentales, con el fin de resolver acerca de la conducta delictiva, además se
cuenta con un Jurado y un Juez, al momento de desarrollar el proceso, por tal
motivo es importante señalar que los soldados no asesinaron al Soldado en
cuestión, sino cumplieron una Orden directa de su superior, sin tener ninguna
intención de acabar con la vida este, pero dentro del proceso a través de las
distintas alegaciones y la contradicción entre las partes se llega a la verdad
procesal, absolviendo a los soldados en la mayoría de los cargos, de tal
manera se les ratifica la inocencia en lo que concierne al Asesinato,
Conspiración, pero no en la Mala Conducta Militar, teniendo como castigo la
Baja vergonzosa del Cuerpo de Marina.

La razón de esto responde a varias cuestiones, una es la prepotencia


y ejercicio de poder del Coronel Jessep, a cargo del Cuerpo de Marines
establecido en Guantánamo, quien actúa convencido de que su deber para
entrenar con mano dura es necesario, porque sus soldados son quienes
después se encargarán de proteger a la sociedad estadounidense. Es su
razonamiento que su actuar es una responsabilidad que implica dureza de
disciplina como parte de la formación del carácter de los hombres a su cargo.
Es, sin embargo, la inflexibilidad en esta forma de pensamiento lo que lleva al
accidente por el que están en juicio los dos acusados, toda vez que es bajo
está filosofía como el Coronel Jessep actúa y ordena, sin medir las
consecuencias físicas y emocionales hacia sus subalternos, devaluando a las
personas que considera débiles; entiéndase todo aquel que no puede seguir el
paso del entrenamiento, sea por problemas personales o de salud.

Otro motivo para encubrir la verdad es querer evitar crear una mala
imagen al Cuerpo de Marines o iniciar un escándalo de mayores proporciones.
Jessep no puede entender que hizo mal, porque no lo considera así y, por
tanto, nunca lo admitirá, ni se retractará, ni se disculpará. Está convencido que
procedió conforme el interés superior de la Nación y a ello se atiene. Además,
aceptar un error le haría quedar mal, porque eso lo haría ver como un ser
débil, según su juicio, afectando al mismo tiempo su reputación como líder,
mermando su autoridad y dañando entonces sus aspiraciones de alcanzar un
puesto mayor en la jerarquía militar, que es la esencia de su vida. Negar lo
ocurrido es mejor que aceptarlo. Para Jessep y sus dos segundos al mando, el
Coronel Markinson y el Teniente Kendrick, mantenerse firmes es parte del
orden necesario para procurar el balance en la base y el cuerpo militar en
general. Esto, hasta que el propio Markinson reflexiona, lamenta sus propias
acciones y acepta su debilidad de carácter para confrontar las órdenes de su
Coronel, que él mismo reprueba, aunque no se atreva en un inicio a
expresarlo.
Pero aunque las cabezas de este grupo militar dieron la orden, no
fueron ellos quienes la ejecutaron y es ahí en donde entran en la ecuación los
dos acusados, quienes reconocen que sus acciones provocaron la muerte de su
compañero pero, al mismo tiempo, defienden ese código de honor que juraron
en el Cuerpo de Marines. Es por ese lineamiento autoimpuesto que siguieron
sus órdenes sin cuestionarlas y es esa falta de réplica y oposición la que hace
que al final su propia consciencia entre en un conflicto ético, en donde, como
militares entrenados, no pueden cuestionar a sus superiores en forma directa y
expresa, aunque lo hagan internamente.

Al final, los acusados son encontrados culpables del asesinato,


porque fueron ellos quienes físicamente pusieron el trapo en la boca de su
compañero, lo que causó su muerte, pero también son encontrados inocentes
en otros cargos, como conspiración de homicidio, por ejemplo, porque en el
fondo, la muerte fue provocada por la decisión de sus superiores de aplicar un
Código disciplinario especial al soldado; código reconocido por la costumbre,
pero no reglamentariamente establecido. Código sobreentendido como una
norma disciplinaria y nunca cuestionada, que se practica en la base y que se
considera necesaria, según Jessep, para entrenar y fortalecer a los soldados.

El juicio se basa en estas directrices contrarias que los culpables no


admitirán y con las que los abogados tendrán que trabajar para entender tanto
el sistema de funcionamiento de ese código, como la actitud hacia él de los
implicados. “Lo que yo crea no importa, importa lo que pueda probar”, insiste
Kaffee, sabiendo que el juicio no es sólo una cuestión de manipulaciones o
negociaciones, algo en lo que es experto, sino de aceptar la verdad de los
hechos y la forma en que éstos están interconectados entre sí.

El Capitán Jack Ross, fiscal en el juicio, sostiene su argumento en los


hechos como son, razonados de forma literal, lineal y práctica; en este sentido,
lo importante para contrarrestar su posición es hacer entender al jurado que
los hechos son una serie de sucesos relacionados en un efecto dominó, que
chocan en un punto del camino.

“Los juicios con jurado son para asignar la culpa”, dice Kaffee, quien
tendrá junto con su equipo que repasar los detalles que llevaron a la muerte
del soldado; saber qué hacía, qué pensaba, por qué quería ser transferido, qué
hizo para que esto se lograra y cuáles fueron sus acciones el día de su muerte.
El militar en cuestión había estado pidiendo su transferencia y su última carta
revelaba que tenía información sobre un disparo no justificado realizado en la
barrera que divide a la base militar estadounidense con el territorio cubano. Su
carta, que ya se conocía por el resto de sus compañeros, había hecho que sus
similares lo consideraran un traidor y que sus superiores se decidieran a
tratarlo con más rigidez, ordenando así el Código Rojo.
Con estos pedazos de información sobre lo que habría llevado a estas personas
a actuar como lo hicieron es donde los abogados logran encontrar la brecha
que revele la mentira, el error, el juicio equivocado y la decisión inadecuada.
La clave de esto es la misma inflexibilidad del coronel de saber que se cometió
un error y que, en el proceso, debe cubrir sus huellas manufacturando una
petición escrita extemporánea de la transferencia del Infante de Marina que
falleció.

Kaffee, sabiendo esto, presiona para que Jessep explote y admita


que él ordenó el Código Rojo, pues es su posición de control y mando lo que le
da la facultad para hacerlo, o el derecho, según lo razona el Coronel: “Nosotros
obedecemos órdenes. Si no obedecemos órdenes, hombres mueren”. Su forma
de afrontar la realidad pareciera firme e inexorable, extrema y demasiado dura
para la sociedad cotidiana, e incluso puede que lo sea, sin embargo, Jessep lo
considera indispensable para su supervivencia y la del resto de los Marines
estacionados en Guantánamo. Al final, no es él como persona quien le falla a la
sociedad o a sus subordinados, sino el propio sistema de organización en el
que se desenvuelve.

Los acusados eventualmente lo entienden cuando reciben el


veredicto, comprendiendo entonces que su labor es la de defender a la
sociedad y a sus integrantes, incluyendo a sus similares en la base, razonando
entonces que su error fue su misma justificación: seguir órdenes, dejar de
cumplir su deber bajo los lineamientos de su propio código de honor; así, con
sus acciones se confrontan con su ética, chocan entre sí y ponen en un
predicamento a todos los militares que se encuentran en la misma posición que
ellos. El sistema jurídico militar disciplinario lleva consigo las contradicciones
que provocan acciones que perjudican a sus mismos integrantes cuando se
siguen al pie de la letra.

Muchos personajes tendrán que afrontar su miedo, cobardía,


inseguridad o recelo, según sea el caso. Kaffee y Galloway temen a raíz de su
propia inexperiencia y su temor a fallar, al sistema, a quienes representan, a
su profesión y a sí mismos. En el extremo contrario está Jessep, quien está tan
acostumbrado a que en el mundo en el que vive las personas no están
enseñadas a pensar, a dudar, sino a acatar reglas, que revelar la verdad para
él prácticamente no es un tropiezo, sino algo por lo cual enorgullecerse,
convenciéndose de que lo sucedido no fue una equivocación, sino una realidad
necesaria, justificada y correcta que debe aceptarse, no castigarse.

La historia explora así situaciones en las que se interroga la


condición humana y, al mismo tiempo, expone una serie de escenarios en
donde el ‘fuerte’ y el ‘débil’ se enfrentan con su propia fortaleza y debilidad, ya
sea a través de la intimidación, el poder, la solidaridad, la audacia o la presión,
pero siempre con consecuencias a las que se debe, de igual forma, hacer
frente. El deber obliga y la obligación siempre genera efectos no
necesariamente deseados.

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