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Ana y Mason

Ana adoptó a Mason, un perro callejero mezcla de husky, labrador y


rottweiler, lo recogió de una camada de cachorros. Mientras todos los
demás ladraban y chillaban, él era el único que estaba tranquilo.

Mason y su dueña se hicieron con el tiempo inseparables, siempre que


podían se iban juntos a dar paseos por el monte, cuando lo llevaba a la
montaña, siempre movía sus oreja, para estimulara su dueña a seguir
adelante.

Pero con el paso de los años Mason fue haciéndose mayor, comenzó a
notarse que envejecía. Empezó a perder vista, oído y sentido del
equilibrio.

El mayor temor de su dueña era que enfermara porque entonces tendría


que sacrificarlo y sinceramente no se veía capacitada para hacerlo. Legó
un invierno y se dio cuenta de que sería el último que Mason seguiría
con vida por lo que decidió pasar el mayor tiempo posible con él.

Un día, Ana y Mason se fueron con tres perros más a dar un paseo por
unos terrenos de su propiedad. Ana iba en raquetas de nieve y se
encontraban a poco más de un kilómetro de casa, cuando se dieron
cuenta de que alguien los seguía.

Se trataba de un lobo grande pero de aspecto débil y hambriento, Ana


nunca había visto a lobos en el valle, los lobos son tímidos y suelen
esconderse de los humanos, y especialmente de quien va con cuatro
perros.

Desgraciadamente el lobo no se fue, parecía asustado pero decidido


cuando atacó a Ana. Tras un largo forcejeo en el que ella golpeó al lobo
y los tres perros pequeños intentaron morderle, Mason entró en escena.
Mason y Ana terminaron luchando codo a codo. Finalmente capturó a mi
perro más pequeño y luego Mason se le abalanzó. De repente, mi frágil
anciano parecía enorme, más grande de lo que yo lo había visto nunca
antes. El cachorro pudo escapar, pero el lobo atrapó a Mason por la
garganta. Y en cuestión de segundos la vida de Mason terminó.

El lobo terminó comiéndose a Mason que había dado la vida por su


dueña.

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