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Más allá del alcance que se pueda dar al verbo típico difundir, consideramos, por
el principio de mínima intervención, que no es penalmente relevante el
denominado plagio académico(inevitable pensar en la dimisión del exministro de
Defensa alemán, Karl Theodor Zu Guttenberg, luego de haber sido acusado de
plagiar parte de su tesis doctoral [2]), es decir, la apropiación total o parcial de obras
ajenas en el ámbito estrictamente académico [3]. Parece suficiente, en estos casos,
acudir a sanciones de corte administrativo o disciplinario (nota desaprobatoria,
suspensión, retiro del título, etc.); más aún cuando el tipo penal parece exigir un
mayor grado de lesividad en la conducta: que se difunda la obra.
[1] Las líneas que siguen forman parte de un trabajo en proceso de elaboración.
[2]
Diario El País, 01/03/2012.
[3]
TOLLER, Fernando. “Propiedad intelectual y plagio en trabajos académicos y
profesionales”. En: Revista La Propiedad Inmaterial, N° 15, 2011, pp. 86-89.
[4]
Ibídem, p. 93.
[5]
Ibídem, p. 88.
[6]
LATORRE, Virgilio. Protección penal del derecho de autor. Tirant lo Blanch,
Valencia, 1994, p. 202. Se trata de un supuesto, como señala, Lipszyc, de falsa
atribución de paternidad, vid. LIPSZYC, Delia. Derecho de autor y derechos
conexos. Zavalia, Buenos Aires, 1993. pp. 167-168
Solo al autor corresponde decidir si su obra será divulgada, esto es, puesta
en conocimiento del público y de que forma. Si sólo al autor corresponde la
decisión de dar a conocer su obra, también tiene el correlativo derecho de
mantenerla inédita o reservada.
Una obra, para ser tal –por lo menos a los efectos del derecho de autor–
debe reunir una serie de requisitos; así, según el inciso 17 del artículo 2 de la
LDA, una obra es: “Toda creación intelectual personal y original, susceptible
de ser divulgada o reproducida en cualquier forma, conocida o por
conocerse”; de allí que se exija que esta constituya un reflejo de la
personalidad del autor, que sea individual y creativa. La originalidad de una
obra no se desvirtúa por el solo hecho de que existan obras anteriores que
hayan podido servirle de modelo; la originalidad debe ser entendida como
aquella característica consistente en la individualidad que el autor imprime a
su obra, esto es, cuando en ella vuelca la impronta o sello de su
personalidad. Como vemos, una obra sería un bien inmaterial, carente de
una existencia sensible per se; y que solo podría ser percibida en tanto es
fijada y reproducida en un soporte material[21].
El valor o mérito de una obra son indistintos para que sea susceptible de
protección por el derecho de autor, así lo señala el primer párrafo del artículo
3 de la LDA[25]; y es que la valoración de una obra, sea esta artística o
científica, tiene una carga subjetiva tan grande como para hacer depender
de ella la protección que deba brindar el derecho.