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El compost vuelve con más fuerza que nunca

EL COMPOST es casi tan antiguo como la horticultura. En las villas romanas se elaboraba en
hoyos en los que se mezclaban excrementos humanos y animales con mala hierba, hojas y otros
desechos domésticos, a los que de vez en cuando se añadía agua con el fin de ayudar a la
putrefacción. Mil años después, en la España musulmana hallamos un tratado de agricultura que
habla de tres modos de elaborar “estiércol artificial” (nombre que recibía el compost), al que se
añadía palomina para acelerar la descomposición.
Con el advenimiento de los vertederos públicos y de los sencillos abonos químicos, de fácil uso
en jardines y huertas, la elaboración casera del compost casi se convirtió en una práctica extinta,
hasta que hace unos años volvió a escena. Los vertederos a rebosar, las restricciones estatales a la
cantidad y el tipo de vertidos, las elevadas tarifas (de treinta a cien dólares [E.U.A.] por depositar
una tonelada de basura) y la creciente inquietud por el medio ambiente han vuelto a poner de moda
este tipo de abono.
El compost ha regresado con más fuerza que nunca, dispuesto a conquistar primero los
vertederos públicos. Como explicó la revista The New York Times Magazine del 8 de septiembre de
1991, “el empleo del compost es una tecnología prometedora que podría paliar el problema, cada
vez más acuciante, de qué hacer con los desechos”. El artículo continuó: “Sus defensores creen que
permitiría aprovechar hasta la mitad de la basura que la mayoría de los estadounidenses tiran:
desechos de cocina, restos de hierba cortada y poda del jardín y hasta papeles. Entienden que con
esta técnica se pueden crear granjas que enriquezcan el suelo en vez de empobrecerlo, y que con
el compost se puede reponer el suelo erosionado o empobrecido, proteger las plantas jóvenes de las
plagas y reducir la dependencia de pesticidas y fertilizantes químicos”.
“Preparan la comida para los microorganismos”
El artículo antes citado continuó explicando: “Los nuevos productores de compost tratan de
entender y controlar un proceso ya existente: la digestión microbiana. En suma, preparan la comida
para los microorganismos”. Además, la revista añade los siguientes detalles:
“En líneas generales, la formación del compost es sencilla, si bien los detalles son complejos. En
esencia, es el proceso mediante el cual la tierra transforma los residuos orgánicos en sustancias
útiles para las plantas. Los microbios que viven en el suelo (mil millones por cada gramo de tierra
fértil) tienen un hambre voraz de compuestos orgánicos, en su mayor parte constituidos por átomos
de carbono, nitrógeno e hidrógeno. Las bacterias y los hongos queman el carbono para obtener
energía, y se sirven del nitrógeno y de parte del carbono para elaborar sus cuerpos celulares. La
mayoría actúa en presencia del oxígeno, aunque otros son más eficaces en su ausencia. Cuando se
quedan sin compuestos, empiezan a comerse unos a otros. Como resultado de este proceso de
ingestión mutua, se produce calor, agua, dióxido de carbono y la sustancia llamada humus, un
complejo de moléculas orgánicas que atrae y retiene los nutrientes, el agua y el aire que las plantas
necesitan para crecer.”
Si el compost tiene la mezcla adecuada, los microbios pueden llegar a devorar gasóleo,
hidrocarburos de TNT y uranio. No hay duda de que son microorganismos eficaces, aunque
no tendrán desafíos semejantes para elaborar compost en su jardín.
Prepare su propio compost
Lo primero de todo es olvidarse de esos montones revueltos de basura de jardín que crecen sin
control y en los que usted acumula un año tras otro las hojas, la hierba cortada, la paja, el heno
viejo y la mala hierba. Si además se añaden los desechos de cocina, los malos olores son
inevitables, como sabe cualquier persona experta en jardinería. Este problema se resolverá con un
buen recipiente para el compost. El objetivo es que reproduzca en su jardín el asombroso proceso
natural antes explicado, el mismo que durante milenios ha reciclado la materia orgánica muerta
acumulada en el suelo de los bosques. Como es habitual, Dios lo hizo primero al crear la vegetación
verde que moriría y daría comienzo al proceso de elaboración del compost, con el fin de reciclar las
sustancias químicas necesarias de modo que se puedan volver a utilizar. (Génesis 1:11-13.)
Para elaborar el compost, es preferible contar con un recipiente, pues mantiene los materiales
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juntos y permite una mejor ventilación, lo que a su vez aumenta la eficacia de la descomposición.
Hay que agujerear o rajar las paredes del recipiente con el fin de que entre el oxígeno que
necesitan las bacterias. Por otra parte, ha de controlarse la humedad. El recipiente no debe tocar el
suelo y tiene que colocarse en el lugar adecuado, pues el proceso de elaboración del compost
no funcionará bien ni estando expuesto todo el día a pleno sol ni estando a la sombra.
La mezcla podría compararse a un emparedado de muchos pisos: un piso de basura de
jardín, otro de tierra y otro de basura doméstica, repitiéndose los pisos en este orden hasta alcanzar
una altura de unos 120 ó 150 centímetros. Por último, hay que cubrir la pila con mantillo o
materiales similares.
Al cabo de dos años tendrá humus de muy buena calidad y las mejores amigas del jardinero:
gran cantidad de lombrices, que trabajarán con empeño para mullir y oxigenar el mantillo de su
jardín. La elaboración del compost se puede precipitar dando la vuelta a la pila de vez en cuando o
añadiendo productos que aceleran la descomposición, como, por ejemplo, pequeñas cantidades de
estiércol. Con un recipiente bien hecho y con la mezcla idónea de materiales, se puede aumentar la
velocidad de la descomposición, de modo que el compost puede estar listo en solo tres o cuatro
meses, en vez de en dos años.
Recuerde, además, que el compost tiene que airearse. De este modo, una ventilación y humedad
adecuadas transformarán la mezcla en la cubierta de abono que tanto gusta a sus plantas. Cuando
lo extienda sobre el mantillo, será como poner la mesa para que sus plantas inicien el banquete.
Trate así de bien su jardín y se lo pagará con una abundante cosecha de belleza para sus ojos y
con productos que harán las delicias de su paladar.

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