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Des Freedman, Jonathan Obar, Cheryl Martens y Robert


W. McChesney (Eds.) (2016): Strategies for Media Reform:
International Perspectives
Fordham University Press: New York, NY.
doi 10.15213/redes.n15.p381

joan pedro-carañana

En un contexto de crisis mundial del periodismo –una crisis entrelazada


con otras de carácter económico, político y ético- y marcado por la emergencia
de nuevos actores contra-hegemónicos, siempre es bienvenido un volumen
colectivo que contribuye a pensar las políticas públicas en comunicación y los
mecanismos para orientarlas en una dirección democratizadora e igualitaria.
En Strategies for Media Reform una treintena de colaboradores de más de 25
países reflexionan, a partir de experiencias prácticas, sobre estrategias que
permitan superar los obstáculos que se presentan para una reforma profunda
de los sistemas mediáticos. Pero no hay ninguna fórmula que asegure el éxito.
Más bien, las posibilidades de cambio dependen en gran medida de la corre-
lación de fuerzas que se desarrollen en torno a ejes concretos, las condiciones
regionales y nacionales en las que tienen lugar las luchas y la capacidad de
articulación de los contra-poderes.
Existe, no obstante, un punto de partida analítico que, según desarrolla
McChesney en el prefacio del libro, resulta de utilidad para ubicar los con-
textos concretos en la macro-estructura mundial del capitalismo monopólico
que moldea el funcionamiento de los medios de comunicación. Se trata de las
relaciones entre el Estado y el capital privado, concretamente del hecho de que
el desarrollo de los sistemas mediáticos dominantes ha sido posible gracias al
impulso decisivo de los poderes gubernamentales e institucionales.
Esta interconexión conformaría el eje fundamental del desarrollo del capi-
talismo realmente existente y del poder de los grandes oligopolios mediáti-
cos. Sin embargo, no se trataría de un poder omnipotente ni de una relación
inmodificable. Señala McChesney que vivimos un momento coyuntural crítico
derivado de una crisis profunda del sistema de comunicación tradicional y su
progresiva sustitución como modelo dominante por un nuevo sistema on-line.
El momento coyuntural está abierto a una contingencia en la que la acción de
los actores permite orientar el sistema, de modo que dónde hay explotación

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comercial y vigilancia masiva también se desarrollan fuerzas que impulsan la


transformación democrática de la comunicación y la conectan con un cambio
socio-político igualmente democratizador.
Para los autores del libro, es momento de impulsar la inversión y las polí-
ticas públicas diseñadas para que las instituciones y los acuerdos normativos
permitan una dispersión del poder comunicativo orientado a empoderar a los
ciudadanos. Esta perspectiva entiende que sólo con unos medios de comunica-
ción libres y democráticos podrán los ciudadanos tomar decisiones informadas
que permitan aumentar el nivel de autogobierno.
En el capítulo introductorio, Freedman y Obar proponen un enfoque integral
de tres niveles para pensar e implementar las estrategias de cambio comunica-
tivo. El primer nivel se refiere a Conocer los medios, es decir al diagnóstico basado
en el análisis crítico de las estructuras y los contenidos mediáticos. De esta
tarea se ha encargado especialmente la economía política de la comunicación,
cuyo desarrollo teórico más influyente, señalan los autores, probablemente sea
el modelo de propaganda de Herman y Chomsky.
El segundo nivel se refiere a la agencia comunicativa: Ser los medios, es decir
crear nuestros propios medios de comunicación y utilizar las herramientas de
internet para promover la interactividad, la horizontalidad y la pluralidad. Esta
es la dimensión más explorada por los movimientos sociales.
Por último, se plantea la idea de Transformar los medios, el nivel al que el volu-
men dedica mayor atención. Los autores critican de la teoría de los movimientos
sociales que, debido a su énfasis en la acción social y comunicativa desde fuera
del sistema, apenas haya abordado esta dimensión. De hecho, señalan que
cuando sí lo ha hecho, ha tendido a desestimar directamente la posibilidad de
trabajar a través del sistema para implementar reformas democratizadoras
que empoderen a la población.
Para Freedman y Obar, la contradicción entre reforma y revolución estaría
superada después de Rosa Luxemburgo. Alertan sobre los peligros del modelo
revisionista de reforma basado en la defensa de los derechos del consumidor,
que busca atenuar la presión de las contradicciones del capitalismo y señalan el
valor de la propuesta revolucionaria de los movimientos sociales que defienden
los derechos civiles y se movilizan por transmitir voces e ideas alternativas
de cambio radical. Pero los autores abogan por un enfoque integral que incre-
mente el activismo al tiempo que promueva el cambio institucional. La reforma
institucional no sería meramente reformista (en un sentido revisionista), sino
que sería un medio en una estrategia de revolución. Se trata del modelo de
reforma revolucionaria, que entiende la reforma mediática como una parte
fundamental de la revolución social. La entiende como un medio democrati-

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zador para un fin de transformación profunda del sistema socio-político, para


una profundización de la democracia. Un medio que promueve implicarse en
las instituciones políticas y en los medios hegemónicos desde una posición de
resistencia a y transformación de los términos del debate y las definiciones de
los problemas que vienen propuestas.
Sin obviar las tensiones entre la dimensión activista y la institucionalista,
el libro profundiza en experiencias que desde el periodo de posguerra han
implementado estrategias dentro-fuera para tejer alianzas entre fuerzas por la
reforma mediática y otras luchas sociales, articulando la acción en el seno del
Estado con la presión externa. El principio básico es que una democratización
de las estructuras y del funcionamiento de los sistemas mediáticos permiti-
ría afrontar en mejores condiciones los objetivos de cambio socio-político. Y
se entiende que, paralelamente, los cambios sociales democratizadores son
necesarios para la reforma mediática. Puesto que el cambio de los sistemas de
comunicación pública y el cambio socio-político deben caminar de la mano,
este enfoque dentro-fuera subraya la necesidad de incrementar la colaboración
entre agentes muy diferentes. Se promueve que expertos técnicos, académicos
de la comunicación y reguladores puedan colaborar entre ellos y con activistas
de diferentes sectores. Este es el caso, por ejemplo, de la organización por
el derecho a la comunicación Free Press en Estados Unidos, que combina el
trabajo de análisis político con el trabajo de campo. Un enfoque similar se
está poniendo en práctica en las luchas por los derechos en internet, que han
llevado, por ejemplo, a la aprobación de la Carta IRP de Derechos Humanos
y Principios para Internet.
El volumen cubre un amplio espacio geográfico, desde las iniciativas de
reforma mediática en África Occidental a las radios comunitarias de pueblos
indígenas en Guatemala. Se analizan casos de éxito notable en Occidente, como
la campaña de 2015 en EEUU que logró que la agencia estatal de regulación, la
Federal Communications Commission, aprobase normativas por proteger la
Net Neutrality, y que debe considerarse una victoria inicial en la lucha contra
la mercantilización de internet y la ampliación de los comunes.
El libro da cuenta de cómo una mayor interacción transformadora entre
la sociedad civil y el Estado puede promoverse también mediante programas
autogestionados de alfabetización mediática y digital crítica, que permiten dar
voz a las comunidades locales e introducir en la agenda política el tema de la
reforma mediática y los derechos a la comunicación. También se exploran, entre
otras experiencias, comunidades online que permiten trasladar demandas ciu-
dadanas a los gobiernos; la litigación estratégica como en el caso de Asociación
Mexicana de Derecho a la Información; grupos dedicados a hacer propuestas

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de leyes sobre medios y a realizar propuestas de modificación (policy hacking)


como en Argentina, Alemania o Islandia; y programas de becas estatales para
proyectos de alfabetización digital y desarrollo de infraestructura comunicativa
por las comunidades locales que contribuyen a su empoderamiento político.
Mediante múltiples estudios de caso, el libro muestra que con la revolución
digital se abren posibilidades de organizarse para la acción, combinando la
comunicación online con el encuentro offline.
Como se ha introducido, existen posibilidades de transformación, pero no
fórmulas mágicas y los obstáculos son siempre enormes. Los editores del libro
señalan que, si bien cabe esperar hostilidad por parte del sistema mediático
que se quiera reformar, conviene intentar tender puentes con los profesionales
de la comunicación como potenciales aliados. Al fin y al cabo, toda reforma
mediática democratizadora tiene entre sus objetivos aumentar la autonomía de
los trabajadores, proteger sus derechos y mejorar sus condiciones laborales.

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