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Las historias breves o minicuentos aparecieron hace muchos años. Tal vez
desde el momento en que los primeros hombres comenzaron a contar sus
experiencias oralmente o a narrar fábulas, leyendas y mitos, que se
consideran el origen de muchas de las historias breves que conocemos en
la actualidad.
Los expertos señalan que las historias breves se originaron en China, India,
Japón y Persia, lugares donde se transmitían muchas enseñanzas a través
de escritos muy cortos, hace miles de años. En libros sagrados como El
Talmud se encuentran textos que pueden considerarse como minicuentos;
se trata de escritos en verso que dan sabios consejos, o que se refieren a
formas de comportamiento o a costumbres de las personas. Otros
ejemplos, en donde existen este tipo de historias son los libros de Las mil y
una noches y el Novellino.
Escribir una historia breve no es lo mismo que contar una anécdota o una
situación que te haya ocurrido. Sin embargo, estas experiencias te pueden
servir para imaginar un mundo o situación nueva, que te permita crear una
buena historia sobre algo que no te haya sucedido.
Piensa que no eres tú sino otra persona quien vive la historia. Le darás vida
a ese personaje y decidirás lo que hará en tu relato. Es a esa otra persona
(la que inventaste) a quien le ocurren las cosas o hechos que tú vas a
contar en tu minicuento.
Cada elemento (personas, animales, seres
fantásticos, cosas, lugares y acciones) que
incluyas en tu historia debe tener alguna
importancia en tu minicuento. Por ejemplo, si en
tu historia aparecen unas zapatillas o una flauta,
ten en cuenta que estos objetos están ahí
porque son necesarios para el desarrollo del
minicuento.