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Introducción
Te invitamos durante unas horas a caminar tras las huellas de San Bruno. Como tal vez ya
sabes, tenemos que remontarnos nueve siglos atrás… Sin embargo, observarás que, aunque
nos separan de Bruno novecientos años, su persona, su espíritu… Siguen estando vigentes en
nuestra actualidad, y todavía hoy interpelan a muchas almas que se sienten atraídas y llamadas
a seguir sus huellas.
¿Qué secreto, qué descubrimiento, qué perla preciosa impulsó a Bruno a afrontar la soledad?
Misterio de la llamada que Dios hace sentir a algunas almas hacia la vida puramente
contemplativa y de absoluta entrega al amor.
Misterio de esas vidas ocultas, humanamente anonadadas con el Cristo anonadado. Misterio
de esa oración de Cristo en el desierto, en el monte por la noche durante su vida pública, en
Getsemaní…
De esa oración de Cristo que se prolonga en cada etapa de la vida de la Iglesia en las almas que
Dios llama. Misterio de soledad y de presencia en el mundo, de silencio y de irradiación
evangélica, de sencillez y de gloria de Dios… Este es, precisamente, el misterio que ahora
intentaremos descubrir en el alma de Bruno.
Pero no pudiendo llevar la agitada vida de la curia, inflamado en amor de la soledad y quietud abandonadas, dejó la
curia y renunció también al arzobispado de la Iglesia de Reggio, para la cual había sido elegido por voluntad del mismo
Papa.
Se retiró al yermo de Calabria llamado la Torre, donde, con algunos laicos y clérigos vivió en soledad el resto de sus días.
Allí murió y recibió sepultura, después de unos once años de su salida de Chartreuse. (Crónica Magister; S.XII)-