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Lina Cantillo

Nacida en la capital del Atlántico, esta joven diseñadora se confiesa como


una apasionada por la moda. «Desde que tenía diez años y estudiaba interna
en un colegio en Estados Unidos, sentí furor por la ropa. En Nueva York y, a
diferencia de mis compañeras, me gustaba dedicarme a observar las vitrinas,
recorrer los centros comerciales, pasear por la Fifth Avenue. Por eso, no tuve
ninguna dificultad a la hora de elegir una carrera».

De vuelta a Colombia, ya en Bogotá, se matriculó inicialmente en la escuela


de Arturo Tejada, pero el aprendizaje en serio lo realizó en el extranjero, en
Italia. «Comencé en el Instituto Marangoni, de Milán, y luego me pasé al
Instituto de Moda Burgo, una escuela personalizada en la que, por la
flexibilidad de los horarios, podía combinar mis estudios con el trabajo».
Durante esos años Cantillo participó en el teatro Scala en la confección de
vestuario, trabajó con una amiga italiana en Monte Napoleone y se integró a
los famosos estudios de Prada. También entró en relación con varios
diseñadores de moda ya establecidos y otras personas del medio, al tiempo
que se empapaba en la riquísima vida cultural de Italia. «El sólo contacto con
la moda de Armani, de Ferré, de Dolce&Gabbana, es estimulante.

Y esa experiencia, aunque parezca exagerado, me dejó muchas enseñanzas.


Además, estaban los museos, el arte en general, que me permitieron revivir
una antigua pasión por la pintura, inculcada por mi padre». Al cabo de tres
años en Milán, regresó a Colombia de vacaciones y en el curso de unas
semanas cambió su destino. «Fernando Llano me propuso que les hiciera la
colección masculina para Textilmoda 96 y yo misma me sorprendí con los
resultados.
En Medellín estaban los representantes de Collezione Uomo, les gustaron
mis diseños y me publicaron algunos en la revista. Entonces me di cuenta de
que había mucho por hacer en Colombia». Curiosamente, desde su estadía
en Milán, Lina Cantillo se sintió atraída por la moda masculina.

«No sólo porque en ese campo la ropa italiana es la mejor del mundo, sino
porque presenta mayores dificultades que la ropa femenina. La moda
masculina es más ardua de diseñar, demanda gran creatividad. El hombre
encuentra más limitaciones a la hora de vestirse, pues se enfrenta con
patrones ya muy definidos. Así que el diseñador debe jugar con los detalles,
los tonos, las texturas».

Aunque apenas se halla montando la infraestructura y sólo hasta fin de año


abrirá su boutique en Bogotá, Lina Cantillo se muestra decidida a darle un
cambio a la moda.

«Primero, me interesa modernizar la ropa de hombre en Colombia. Un


cambio en la silueta, en los cortes. Trataré de imponer una línea muy
europea, más o menos como la de Dolce&Gabbana o Armani, a quienes
considero mis maestros.

Luego, introducir materiales como el lino crudo y el algodón egipcio. Yo soy


costeña y también me interesa diseñar para climas cálidos como el de
Barranquilla. De ahí en adelante, no sé. Fíjate que en Colombia pude hacer
en cinco meses lo que en Italia me habría costado diez años».
Commented [A1]:
Nació: 12 Julio 1956 | Colombia
Signo del zodiaco: Cancer
Sitio web: www.hernanzajar.com
Biografía de Hernan Zajar
Nació en Mompox, Colombia, en una tierra de tradición republicana, alta
alcurnia y exquisito folklore. De raíces españolas y ancestros libaneses. Su
infancia la vive entre gaitas, porros y cumbión.

Desde muy joven Hernán Zajar reveló una clara sensibilidad por la moda,
pero comenzó su carrera como diseñador después de otras experiencias
profesionales.
Estudió Administración de Turismo en Saint Paul del Mar, cerca de Barcelona,
y trabajó durante algún tiempo en hoteles del Caribe.
Más tarde estudio diseño de modas en Colombia así como también ha
realizado cursos de especialización en Roma y Nueva York.
Cuando regresó a Colombia inauguró un restaurante, y allí fue cuando
empezó a manifestarse su verdadera vocación, pues el mayor atractivo del
local eran los desfiles de moda que allí mismo organizaba él.

Desde entonces, la dedicación de Zajar al diseño no ha hecho más que


afirmarse.

Zajar ha encontrado en el diseño de moda la mejor forma de expresar la


magia del Caribe y la sensualidad femenina.

Apenas 10 años después, Zajar ya ocupa un lugar muy destacado en el


mundo del diseño de modas en Colombia. Su carrera fue muy rápida,
constantemente ascendente, y con una gran aceptación dentro del mundo
del espectáculo, pues la mayor parte de los vestidos que vemos en la
televisión colombiana son producto del talento y la constancia de este
diseñador.
Zajar ha ideado el vestuario de series como Gallito Ramirez, Caballo Viejo, La
Vorágine y Azúcar. Sus trabajos con las principales programadoras del país
son innumerables.
Ha colaborado también como asistente de vestuario en el largometraje
“Crónica de una Muerte Anunciada”, de Francesco Rossi, y en producciones
teatrales como “Amigo del Alma” y “Entre Nosotras”.

Los diseños de Hemán Zajar son los preferidos de destacadas personalidades


políticas colombianas y sus creaciones acompañan a numerosas reinas de
belleza. Incluso la famosa modelo Claudia Schiffer, la playmate Samantha
Torres, la actriz Joan Collins e Ivana Trump también han lucido modelos de
Zajar.

En Miami fue catalogado como la nueva estrella del diseño en 2002 y en


2003 recibió el premio como mejor diseñador del año.

Su experiencia y su indiscutible talento lo han llevado a ser profesor y


director de tesis en los últimos semestres de la escuela de Diseño Arturo
Tejada de Bogotá.

Su trayectoria en "Colombia Moda" toma fuerza desde que surge "Identidad


Colombia", una especie de experimento en las pasarelas que se ha
convertido en el sello de Hernán Zajar y de otras dos diseñadoras que forman
parte del proyecto, Beatriz Camacho y Amelia Toro.

El ingrediente principal es la amalgama de nuevas tendencias sumadas al


trabajo de los mejores artesanos del país. Las delicadas filigranas que
presentó Hernán Zajar en Colombia moda 2004 han causado un gran impacto
por la delicadeza, elegancia y la consagración en la elaboración de cada
prenda.

Ha sido también el gestor de actividades gremiales entre los diseñadores, al


participar en la fundación de Asdemodas, integrar su junta directiva y
encargarse de la organización de Tendencias, uno de los desfiles semestrales
de más exito en Colombia.
También ha servido de enlace para que otros creadores de moda se vinculen
con importantes campañas humanitarias, como el Salón del Diseño, llevado a
cabo en favor de los enfermos del sida.

Esta larga y meritoria experiencia le ha sido reconocida en distintas ocasiones


con diversos premios, como el de la revista Vanidades, que Zajar obtuvo en
1994 y 1995, y más recientemente el de la firma Johnny Walker, que le
permitió viajar a Europa y participar en un taller con Valentino.

El estilo de Zajar no tiene fronteras, nunca deja de lado como fuente


inspiradora el esplendor del trópico.
En su trabajo, Zajar expone sobre todo la sensualidad de la mujer caribe y,
para resaltarla, sus modelos insinúan notablemente la figura femenina, ya se
trate de llamativas creaciones de gala y trajes de fiesta o de sastres clásicos
en paño con pespuntes. Predominan entre sus diseños los cortes al sesgo y
los largos asimétricos. Dentro de su variada línea es posible encontrar una
gran gama de colores para cada ocasión, desde el rojo metálico hasta las más
sutiles gradaciones de los tonos pastel. En materia de géneros, se advierte
también su gozosa vitalidad, el alegre sentido polícromo del vivir.

Inspirado en la maríamulata, un pájaro negro, característico de la Costa


Caribe colombiana, Hernán Zajar ha hecho un homenaje a la mujer negra y a
la silueta de su cuerpo.
Así presentó su colección Maríamulata en la pasarela Movistar 2005, donde
la moda se encuentra con la pasión.
Esta colección conformó una auténtica expresión del trópico, de la
sensualidad y la fuerza de las mujeres del Caribe. Los colores de los Wayuú
en la Guajira, los tejidos nariñenses del municipio de Sandoná, la
manufactura de la seda caucana y los infaltables joyeros de Mompox, fueron
los artífices exclusivos de esta colección.
Las texturas seguían la línea del macramé, el croché y los telares, en
consonancia con el cuero, algodones y fiques.
En ellas se hizo evidente la calidad artesanal del trabajo de las comunidades
Embera, Katíos y Wayuú.
Hernán Zajar lo ha definido como una expresión de fibras, semillas, tagua,
totumos y capullos de seda llenos de color y de brillo, en los que “los detalles
de las prendas son artesanales”.
La alegría de la colección estuvo dada por el colorido que la iluminaba. Así,
los tonos y sombras neutras de la moda urbana, han generado un alto
contraste con las fuertes gamas del Caribe.

La mujer cosmopolita, de ciudad, que sabe disfrutar de las emociones del


folclore en medio de la elegancia y la expresión de toda su belleza, fue el
prototipo elegido para Maríamulata, una colección que se ha caracterizado
por ser refinada y llamativa

Así son las mujeres de Pinel, las que permanentemente le sirven de


inspiración y que han hecho que a sus 42 años este diseñador de modas
antioqueño alcance un punto importante en su carrera.

Ingeniero industrial de la Universidad de Los Andes, con estudios en diseño y


tecnología textil y manejo empresarial, lleva 16 años en el difícil mundillo de
la moda colombiana.

En 1982 lanzó su primera colección, conformada por una variada muestra de


blusas, que le dieron el punto de partida para la posterior diversificación de
su trabajo creativo, hasta convertirlo en uno de los diseñadores más
polifacéticos de la actualidad.

En sus colecciones se pueden apreciar desde pantalones, chaquetas, faldas,


vestidos y camisas pret a porter (o listos para poner), pasando por delicadas
prendas íntimas y hasta modernos vestidos de baño y ropa para la playa.

Todo esto es Carlos Pinel. Uno de los diseñadores que siempre dice presente
cuando se anuncia una feria de moda en Colombia, que permanentemente
observa las pasarelas más importantes del mundo y que hace presencia en
cuanto seminario o curso de actualización se atraviese por su camino.
Hoy en día tiene 10 tiendas en el país: cinco en Medellín y de a una en
Bogotá, Cali, Pereira, Armenia y Cartagena. Lleva siete años exportando su
ropa a países como Estados Unidos, Panamá, Venezuela y México y hace
pocas semanas abrió la primera tienda con su nombre en Chile, país en el
que se destaca como uno de los diseñadores más importantes del momento
y en el que recientemente gracias a la colaboración de Proexport presentó
un gran desfile de modas.

Su ropa se ha lucido por las pasarelas de Atlanta, Miami, Ciudad de Panamá,


Lima, Santiago y la mayoría de ciudades colombianas. En diferentes
oportunidades ha sido escogido por textileras colombianas y por la
multinacional Dupont para desarrollar colecciones exclusivas.

Ha hecho el vestuario de telenovelas (como Otra en mí ), obras de teatro


(como Pecado Mortal de Aguila Descalza) y de modelos y actrices como
Juanita Acosta, Natalia París, Marcela Angarita, Claudia Elena Vásquez,
Adriana Arango y Geraldine Zivic, entre otras.

Es, en síntesis, un buen exponente del talento colombiano en la moda, no


solo colombiana, sino internacional. De su última colección, que estará en el
mercado para finales del año, presentamos estos diseños que claramente
reflejan el estilo de Pinel

Carlos Pinel Honduras Diseñadores de modas Modas


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Carlos Pinel

Diseñador de Modas

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No es facil definir a este colombiano, que nació en Honduras por las correrías
de un padre diplomático y una madre antioqueña. Y no es fácil porque
Carlos Pinel es varias cosas a la vez: ingeniero industrial, experto en textiles,
empresario de éxito y ante todo diseñador. Una personalidad, como puede
verse, multifacética y versátil, híbrido entre la creatividad y la
industrialización, el tipo de creador de moda que mejor se adapta a la
realidad de nuestro país y quizá por eso mismo uno de los que con más
seguridad y firmeza ha logrado proyectarse hacia el mercado exterior.
Mientras emprendía la venta de ropa femenina bastante sencilla,
complementó sus estudios de ingeniería con cursos de mercadeo y diseño,
además de múltiples seminarios en el exterior. Esto le permitió lanzar, en
1982, su primera colección propia, compuesta exclusivamente de blusas en
varios estilos. Desde entonces su pasarela se ha venido diversificando sin
dejar de ser práctica. Lo más novedoso en el trabajo de Pinel es su
investigación en géneros y colores y la anticipación de la moda. «Lo
importante, para mí, es la combinación del material. El secreto reside en una
tela bien escogida, que caiga con fluidez, que sea grata a la vista y al tacto,
con una adecuada mezcla de fibras y equilibrio en los colores. Fuera de esto
hay que saber adelantarse a las tendencias: éstas pueden estudiarse ya que
al fin y al cabo no las inventamos aquí. La producción debe salir en el
momento oportuno, cuando la cliente empieza a buscar precisamente lo que
uno le ofrece». Las primeras tiendas Pinel se abrieron en 1987, al tiempo
que empezaba a situar su producción en lo más importante del mercado
latinoamericano: México, Venezuela, Perú, Panamá, Ecuador, y Chile. Este
crecimiento le permitió una mayor diversificación: nacieron la línea de
calzado, de ropa interior (Pinel Intimo) y de jeans. «Mis ideas no terminan
allí; en breve pienso seguir con cosméticos y trajes de baño. Creo haber
encontrado un tipo de mujer que aprecia mis productos: más que joven es
muy juvenil (tengo ropa para todas las edades), le gusta lucir elegante pero
de manera muy práctica y funcional. Quiere estar bien vestida y al mismo
tiempo sentirse libre. Por eso mi estilo es limpio, y si ennoblezco la figura es
sobre todo por el excelente conocimiento de la silueta femenina». Además
de su trabajo como industrial de la moda, Pinel hace también exclusivos
diseños sobre medidas para atender solicitudes especiales. Éstas pueden
venir del mundo de la televisión (ha confeccionado vestuarios para
telenovelas) o del teatro (hizo la ropa de Pecao Mortal para El Águila
Descalza) o incluso de personas comunes y corrientes. «Trabajar
industrialmente para un segmento no significa desconocer lo demás: me
encanta hacer ropa sobre medida y mi mayor satisfacción consiste en que
también en estos casos hay gran aceptación de mis propuestas». Carlos Pinel
ha tomado también muy en serio las dificultades del gremio de los
diseñadores en Colombia y se ha convertido en una especie de líder
empresarial de los mismos. «La apertura nos obligó a padecer una
competencia desigual. Fuera del agobiante contrabando, sufrimos un atraso
industrial que no nos permite competir con muchas casas europeas. Aunque
diseñemos pensando en un contexto internacional, no hemos tenido el
apoyo necesario por parte del Estado, quizás porque éste no se ha dado
cuenta de nuestra importancia desde el punto de vista económico. Yo estoy
luchando para que se nos reconozca esa importancia
Amelia toro

La marca vuela sola, pero no sin su creadora. En los seis países donde se
vende, Amelia Toro, capaz de crear sin descanso, persigue el detalle de toda
la cadena que exige el mercado de la moda.
Sobre el mantel blanco de la mesa alrededor de la cual nos damos cita para
conversar llegan unas arepas doradas, también frutas de esos colores únicos
que ofrece el trópico recién cortado en rodajas y unas tazas de té. “Sí, me
encantan las arepas”, dice reclamando en voz alta su origen. La diseñadora
Amelia Toro nació en Bogotá, pero su origen es manizalita y su vida ha
estado anclada a Nueva York. Allí tiene casa desde siempre. Porque sus
padres, y antes sus abuelos de ambas ramas, establecieron su hogar en esa
ciudad norteamericana. Sin embargo, el Manizales cafetero del industrial y
emprendedor Pablo Toro, padre de Amelia, siempre fue más que una
referencia geográfica en esta familia. Un lugar para el retorno, una razón
para toda la saga inmersa en un entorno cultivado en el sentido más cultural
del término. Los seis hijos de don Pablo y doña Gabriela (de ascendencia
cubana) viven en el mundo. La mezcla del español y el inglés en el idioma
cotidiano está pues arraigada por generaciones. Una realidad también para
los tres hijos adolescentes de Amelia Toro. Así, en medio de una marcada
noción bicultural, creció la diseñadora que estudió en Bogotá (en el mismo
colegio Nueva Granada que fundaron sus propias tías abuelas décadas antes)
y en la Gran Manzana, en Rhode Island School of Design en la Universidad de
Brown (con énfasis en arte) y luego en Parsons School of Design (más
industrial la formación).

Heredera del nombre de su abuela paterna que murió joven, Amelia Toro
contiene para sí lo que las personas tímidas salvaguardan: casi todo sobre
ellas. Desgranar su trayectoria exige ir haciendo breves paradas aquí y allá.
Para conversar sobre su interés por los números. Para recuperar anécdotas
infantiles alrededor de la pólvora en cometas con las que celebraban las
fiestas en Miami. Es preciso oírla reír e inmediatamente volver a su gesto
serio que busca refugio en el magnífico abrigo de lana berenjena –de su
marca, claro– que la cubre. Atender cómo vivió el éxodo que provocó el
narcotráfico en sus décadas de joven bogotana y cómo comprobó el radical
cambio estético –entre otros– que tuvo el país. La emoción que le causó hace
unas semanas un encuentro inesperado con Claude Montana, diseñador que
admira y con el que trenzó complicidades de oficio.

El inicio

Italia –con el diseñador de alta costura Pino Lanchetti y luego con Gianfranco
Ferré– e India fueron paradas cruciales en su formación como estudiosa del
diseño. “Siempre me hizo falta Colombia. Haberme ido tantos años refuerza
esa sensación”, subraya la creadora. Quizá por eso fijó precisamente en
Bogotá el taller en el que se fabrican mensualmente miles de prendas que
son enviadas a los puntos de venta de Amelia Toro en Estados Unidos
(diecisiete espacios), Dubái, Canadá, Japón y Suiza. Países a los que destina el
80 % de su producción. En las colinas del occidente de la ciudad se encuentra
esta fábrica donde trabajan más de cien personas y se realizan todos los
procesos que requiere una prenda para ser considerada “terminada”. Una
empresa única en el país, si se tiene en cuenta que no estamos hablando de
una marca masiva, sino de una diseñadora que ha logrado ubicarse en un
nicho de lujo apreciado y requerido nacional e internacionalmente.

“Eloísa Caballero, la hermana de Lucas Caballero, Klim, se convirtió en la


segunda esposa de mi abuelo Emilio Toro, viudo de la abuela Amelia. Eloísa
era excéntrica y estupenda. Una figura clave en materia de moda en Nueva
York. Me marcó mucho”. El comentario es imprescindible para intuir el
camino de una diseñadora que ha hecho de una elegancia sobria su señal de
identificación. “Empecé a meterme en el mundo de la costura y de las telas a
los quince años. Una tía que cosía y una costurera, Anita, que hacía moldes,
me iniciaron. Hoy en día, mi fuerte es la moldería. Y las matemáticas que son
la base fundamental de la moda: ahí están las proporciones básicas del
cuerpo”. Lo dice quien no puede perder de vista ni el calendario ni los
cálculos de costos. El control de una vida volcada en la moda y que le exige el
ritmo que asumen los diseñadores hoy: colecciones de temporada que se
dan a conocer con un año de anticipación.

Allá afuera, en el mundo

Alejada de las pasarelas en Colombia, Amelia Toro le ha dado prioridad a su


presentación en los stands comerciales de las Semanas de la Moda en París,
Nueva York y Japón. Y al modelo de producción: hacerlo todo a mano en
Colombia, dar trabajo en el país y establecer el método de no confeccionar
en cadena sino la prenda completa.

“Viví el comienzo del prêt-à-porter en Estados Unidos con Calvin Klein y


Donna Karan. Era un momento muy distinto al de ahora en el que la moda se
ha vuelto un monstruo industrial”. Aunque prefiere velar su edad, Amelia
Toro habla con un deje nostálgico que remite a alguien seguramente mayor
que ella. Pero eso también es propio de las personalidades tímidas. Una
reserva que debe liberarse cada vez que baila, una de sus más férreas
pasiones. Un sueño aquel, el de ser bailarina, truncado por un drástico
accidente en bicicleta cuando todavía era niña. También esto lo retoma en
sus colecciones. Las prendas flotan, envuelven el cuerpo, lo adoran, lo
liberan. Ese empeño es manifiesto en su más reciente colección, primavera-
verano 2014, que presentó en Casa Schaller, al norte de Bogotá, en el mes de
marzo. Aunque la secuencia de estas piezas retoman siluetas clásicas de su
trabajo (lo oriental, lo afrancesado) y se ven influenciadas por la arquitectura
de Zaha Hadid y de la firma japonesa Nikken Sekkei, Amelia Toro emerge
desde el baile con los chif-fones de seda y los tules, así como desde los
colores menta y corales. No falta su guiño habitual a las faldas plisadas.
“Siempre veía a las niñas vestidas con uniforme, algo que yo no tuve.
Añoraré por siempre eso. Siempre incluyo en mis colecciones esas faldas,
esas jardineras de colegio clásico”. Se desvela el guiño.

La calidad de las telas, la confección y la manera en que la prenda se ajusta al


cuerpo son los pilares que busca Amelia Toro en sus prendas. “Es que el
diseño viene después, es una elección posterior”, sopesa la creadora. “Las
mujeres siempre estamos buscando lo que no está bien en nosotras. Nos
están diciendo lo que tenemos que variar en nuestro cuerpo y eso no debe
ser así”. Sabe bien de qué se habla. El destino la puso en manos de la muerte
por unas horas, ad portas de su tercer alumbramiento. Desde ahí, nada fue
igual para la mujer que habla a través de la ropa. Por medio de sus prendas
permite que el cuerpo haga empatía con abrigos, vestidos, pantalones,
blusas, chaquetas cortas. La ropa, sinónimo de comodidad ante todo. De ahí
su presencia estética etérea e inolvidable al mismo tiempo. “Veo mi trabajo
como parte de un libro sobre mujeres”, deduce de sus propios
pensamientos. En este punto la conversación entra en una zona de
comprensión. ¿Cómo logra esta mujer batirse en la otra orilla de la moda, la
de las fotos y las múltiples relaciones? Vaya si lo hace. Lleva años lográndolo.

Amelia Toro adquirió vida propia gracias al vuelo que le dio Cecilia de Ortiz –
madre de la diseñadora María Luisa Ortiz–, propietaria del almacén de moda
Octopus en Bogotá en los años ochenta, que le encargaba a la joven
diseñadora todas sus líneas, como si fuera la directora creativa de la
boutique. Lo cuenta con orgullo.

Unas familiares suyas iniciaron Artesanías de Colombia. Su trabajo la marcó


para orientar su taller hacia ese enfoque. De ahí los proyectos sociales que
acomete. Realidad y ficción. La empresa y las referencias de inspiración.
La estética italiana gira en torno a unos principios que no comparte Amelia
Toro. La suya propia tiene mucho más que ver con Oriente, provocada por
sus amigas japonesas en Nueva York. Sin embargo, su referencia esencial es
la Ciudad Luz. “Para mí la moda es París, allí es donde está todo en materia
creativa”, cierra

EMPRESARIO ARTURO TEJADA

Arturo Tejada Tejada recuerda a su padre con mucho orgullo. "Era un


hombre con visión", expresa. Fue Infante de la Marina colombiana, se fue de
voluntario por los franceses libres al llamado de Gold en la Segunda Guerra
Mundial, estudió Diseños de Modas y Confección Industrial en Nueva York,
razón por la que se ganó de sus amigos el apodo de 'El loco Tejada', y a su
regreso transformó los talleres de costura de su familia en talleres de
producción en cadena.
"Mi madre, Mercedes de Tejada, y mis tías vestían a la sociedad bogotana y
antioqueña; tenían boutiques en Junín con la Playa, en Medellín y en Bogotá,
en la Calle Real, en el centro con séptima. Viajaban por el mundo,
especialmente a Londres, París y Nueva York, traían ropa, las ponían en sus
tiendas; ahí nació realmente la tradición de los Tejada, pero fue mi padre con
sus conocimientos el que transformó esa historia", precisa el académico y
empresario bogotano.

La Escuela del Diseño

Arturo Tejada Cano introdujo en Colombia los sistemas y la tecnología del


patronaje, montó plantas de producción y gracias a su conocimiento del
medio fue invitado por sus colegas de la industria a que cualificara el
personal que requería la industria, hasta convertirse en consultor experto en
la formación de patentes de diseño, en capacitación y entrenamiento de
personal para el área del diseño y la tecnología del patronaje. Así fue como
nació la Escuela Arturo Tejada Cano, hace 50 años.

Durante este tiempo han salido de sus aulas 12.000 egresados de Diseño de
Modas. Nombres muy reconocidos como Ricardo Pava, Lina Cantillo, Julieta
Suárez, Mabel Palacios y Ángel Yañez, hablan del peso que tiene en Colombia
su Escuela.

"Nuestra misión está en la formación para el trabajo y en el desarrollo


humano especializado en el diseño de moda. La misión nuestra es encontrar
esas vocaciones para la industria. Tenemos nuestros propios métodos de
trabajo, que hoy se han irradiado al sector industrial, por ello nuestros
estudiantes son muy apetecidos, porque tienen un componente creativo y
técnico muy interesante", afirma Tejada Tejada.

Además del tema de formación, la Escuela lidera procesos de asociatividad


del sector, con la conformación de redes empresariales asociadas con
microempresarios, pequeños empresarios, mujeres de cabezas de familia y
artesanos.
De generación en generación

Arturo Tejada le apuesta a su familia y de ello da cuenta la vinculación de


algunos de sus miembros con labores de administración de la Escuela. Su
prima y socia Candela Tejada, una ingeniera química experta en altas
matemáticas junto con su hija a quien Tejada le dice 'mi sobrina', también
está vinculada a la institución; la sede de Medellín es administrada por otra
prima, también administradora. A parte, su hija mayor, de 30 años,
Diseñador

Alfredo barraza
El diseñador colombiano Alfredo Barraza, nació en Barranquilla, estudió en la
Universidad Autónoma del Caribe, de donde se graduó como delineante de
arquitectura, pero sus trazo se hicieron famosos con los vestidos y las reinas
que hicieron de este autodidacta de la confección uno de los más creativos e
importantes ...
Este talentoso diseñador, nace en Barranquilla, Colombia. En su adolescencia
se viene a vivir a Bogotá, donde realiza sus estudios superiores de
arquitectura, luego interrumpe su carrera por el apasionante mundo de la
moda, después de que un amigo descubriera su maravilloso talento y lo
vinculara en este medio.

En un principio realiza trajes de novia y comienza atendiendo las clientas de


su madre, que era modista. Con el paso del tiempo comienza a atender
reinas de belleza y su éxito fue inmediato, convirtiéndose en el zar de la
belleza en Colombia, vinculándose a diferentes certámenes de belleza e
indirectamente llegando a asesorar a 21 reinas nacionales acompañándolas a
diferentes certámenes nacionales e internacionales, impulsando el talento de
las colombianas y asesorando a participantes de países como Costa Rica y
Pilipinas.

Tanto derroche de talento, lo lleva a ser ganador de diferentes premios por


sus incomparables atuendos típicos, sin embargo dice que sus diseños
preferidos son los trajes de novias y de noche.

No participa en desfiles de moda, ni tiene establecimiento comercial, ya que


su atención es personalizada y con cita previa, atendiendo desde la
comodidad de su casa taller. Cada cliente es un mundo diferente, ya que los
temas son libres, los diseños van de acuerdo a las necesidades,
características físicas, psicológicas y económicas del cliente. Sus diseños son
momentos de inspiración que surgen del contacto e interacción con cada
persona, para así interpretar su estilo.

Sus diseños se caracterizan por ser muy elegantes, con exquisitas piezas en
bordados y pedrería, realizados totalmente a mano, generalmente vestidos
largos con diferentes cortes, escotes, straples, sesgos, vuelos y colas en
faldas, transparencias y mucho brillo, un derroche de glamour y sensualidad
que lleva su propio sello, resaltando la belleza femenina y rindiendo culto al
cuerpo de toda mujer.
Silvia Eugenia Tcherassi Solano (Barranquilla; 21 de agosto de 1965), es una
reconocida diseñadora de moda y empresaria colombiana. Sus colecciones
incluyen prêt-à-porter,1 vestidos de novia, accesorios y calzado.

Biografía
Silvia Tcherassi nació en Barranquilla el 21 de agosto de 1965. Fue la Reina
del Carnaval de Barranquilla en 1986.2En 1990 creó su propia compañía
llamada Altamoda.3 En 2003 fue invitada por los organizadores a participar
en el calendario oficial de la semana de la moda en Milán.4 En 2004 Tcherassi
fue condecorada por el entonces embajador de Francia en Colombia, Daniel
Parfait, con la Orden de las Artes y las Letras,5 que ese gobierno entrega a
personas nacionales y extranjeras que han realizado sus contribuciones al
campo cultural. En ese mismo año fue invitada para participar en la semana
de la moda en París.6

La diseñadora tiene boutiques en Colombia, España y Estados Unidos con


una marca que lleva su mismo nombre. Silvia Tcherassi cuenta además con
dos hoteles en Cartagena. El primer Tcherassi Hotel + Spa fue incluido en el
2010 por la revista Condé Nast Traveler, como uno de los mejores nuevos
hoteles del mundo. En ese mismo lanzó su libro: Elegancia sin Esfuerzo
donde comparte su visión de estilo.7

Silvia Tcherassi está casada con Mauricio Espinosa; con el cual tiene dos
hijos: Mauricio y Sofía. Tcherassi es portavoz de la campaña de UNICEF en
contra del uso de minas antipersonas, Más arte, menos minas.

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