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Ninguna verdad de la Escritura debe ser entendida fuera de su contexto. Es posible predicar
textos de la Biblia y llevar a los creyentes al error. Cuando se proclama un imperativo
moral o ético como suficiente sin relacionarlo a Cristo el resultado es un cristianismo sin
cruz en el cual el mensaje central es vivir según las leyes y no la nueva naturaleza.
En el evangelio el único medio que se provee para una obediencia genuina es la fe. La
predicación legalista presenta la apariencia de oponerse al pecado, pero en realidad crea las
condiciones donde el pecado florece, y su crecimiento es inevitable.
Romanos 7:7
¿Qué diremos entonces? ¿Es pecado la ley? ¡De ningún modo! Al contrario, yo no hubiera
llegado a conocer el pecado si no hubiera sido por medio de la ley; porque yo no hubiera
sabido lo que es la codicia, si la ley no hubiera dicho: No codiciaras.
En la predicación legalista la ley no es el tutor que conduce a Cristo (Gálatas 3:24) sino un
secuestrador que no quiere matar a su víctima; la quiere dejar viva con propósitos de
torturarla.
Gálatas 3:24
De manera que la ley ha sido nuestro año, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos
justificados por la fe.
Cuando alguien forma su identidad juzgando a otros y haciéndose superior a los demás,
será imposible que amen, sirvan y ayuden a los que ellos consideran inferiores a ellos
mismos.
Si esto no te motiva a la obediencia por amor, a servir por agradecimiento y a vivir para El
– simplemente eres un legalista buscando ganarte lo que ya por gracia te han concedido.
1 Corintios 15:10
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo,
antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.