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El siglo XXI de este Tercer Milenio se ha iniciado en condiciones extremadamente difíciles para

la humanidad; quizá, como nunca antes, el futuro resulta más incierto y comprometido, el
mundo se encuentra a las puertas de un desastre de incalculables consecuencias.
La violencia generalizada, provocada por el ilimitado abuso de poder de la
primera potencia imperialista, combinada con la crisis económica que azota a la mayor parte de
la humanidad resulta cada vez más insostenible.

El desarrollo científico y tecnológico es uno de los factores más influyentes en


la sociedad contemporánea, en tal grado que la globalización mundial, sería impensable sin el
avance de las fuerzas productivas que la ciencia y la tecnología han hecho posibles en la
actualidad.
Los imperialistas se han adelantado en poner estos avances tecno científicos de nuestra era
en función de fortalecer sus intereses y consolidar su poder hegemónico y expansionista, para
poder continuar dominando al mundo con énfasis en los países subdesarrollados.
Es cierto que la ciencia y la tecnología nos proporcionan grandes beneficios, cuando se utiliza
en función del desarrollo de los pueblos, para beneficio de los países y la humanidad toda; pero
cuando este desarrollo es utilizado por las fuerzas reaccionarias trae consigo impactos
negativos muchas veces impredecibles, como es en el caso de las guerras.

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