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Garcfa Basalo, Javier F.

Agonías del federalismo. Apectos económicos en el


proceso de sometimiento de la provincia de Buenos Aires
al poder central (ca. 1881-1886).
la ed. - Buenos Aires: Universidad del Salvador, 2009.
640 p. 16x23 cm.

ISBN 978-987-02-4199~7

l. Historia Argentina.
CDD 982

Portada: Augusto Bal1erini, Fresco en el Salón dorado de la


Casa de Gobierno de la provincia de Buenos Aires.
En la alegada, al amparo de la Nación Argentina, la tradición
provincial se encuentra y renueva con su nueva capital, La Plata.

10 Javier F. Garcla Basalo, 2007


e Javier F. Garcla Basalo, 2009

Impreso por Editorial Dunken


Ayacucho 357 (C1025AAG) - Capital Federal
TeUfax: 4954-7700/4954-7300
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ISBN 978-987-02_4199_7
Hecho el depósito que prevé [a ley 11.723
Impreso en la Argentina
Índice

Introducción 9

Primera Parte
RAÍCES y CONTEXTOS

L Situación institucional de Buenos Aires en la Constitución Nacional


refurmada en 1860 25
n. Rocha y el '80 37
III Relectura política de un lustro: 1881-1886 65

Segunda Parte
EL BANCO DE LA PROVINCIA Y LA QUIEBRA
DEL FEDERALISMO BONAERENSE
Aspectos de po/itica monetaria y bancaria en el sometimiento de /0
provincia de Buenos Aires al gobierno central (ca. 1881-1886)

I. Las leyes y el contrato de 1876 123


II. Metalismo yantimetalismo: entre la doctrina y la polftica 147
I1I. Fracaso del arreglo Romero-Rocha 165
IV. El affaire de las sucursales del Banco Hipotecario 193
V. La nacionalización del Banco de la Provrncia 207
VI. El Convenio de 1882 225
VII. «Nacionalización» del Banco Nacional 235
VIll. Dieciocho meses de conversión metálica 253
IX. Enero de 1885 285
X. La ofensiva unitarizante de 1885/1886 303
Xl. Excursus. Después de Roca 339
Tercera Parte
EL FERROCARRIL DEL OESTE y LA CRISIS BONAERENSE
La pugna por el control de ferrocarriles y puertos en el sometimiento
de la provincia de Buenos Aires al gobierno central (c.1881-1886)

1. Los antecedentes del conflicto 353


n. El plan ferroviario de Rocha .409
1II. La pugna por el control del corredor santafesino 423
IV. La expropiación del Ferrocarril del Sud 445
V. El Ferrocarril al Pacífico y el empalme Haedo 461
VI. La articulación del ferrocarril con los puertos 471
VII. El Ferrocarril del Sud y el «plan La Plata» 497
VIII. Agonías del «plan La Plata~) 503
IX. Logros y limites del Ferrocarril del Oeste 521
X. La crisis final del Ferrocarril del Oeste 545
XI. Tres cuestiones disputadas 567
XII. Deudas nacionales y colapso provincial 597

Conclusiones 621
Post Scriptum 633

Índice de cuadros, gráficos y esquemas cartográficos 635


índice de cuadros, gráficos y esquemas cartográficos

CUADROS

1. Origen y composición de la deuda nacional con el Banco


de la ProvinciadeBuenos Aires 145
2. Títulos de deuda externa nacional. 1880-1884 ,.. 271
3. Lineas estudiadas en el informe Ringuelet (abril de 1881) .410
4. Cálculo de recursos para un empréstito destinado al Feo
y expropiación del FCS 446
5. Empréstito ley 14 de noviembre de 1884 529
6. Estimación de los intereses pagados por el FeO
sobre disponibilidades liquidas 530
7. Empréstito ley 28 de mayo de 1888 : 531
8. Servicio de la deuda externa del FCO 531
9. Proyectos y construcciones. FCO 1882-1888 533
10. Gastos en construcciones del FCO (1885) 535
11. Extensión media explotada. FCO. 1886-1888 536
12. Uso de ramales del FeO 596
13. Recursos para erigir la capital bonaerense 604
14. Recursos y gastos de la Provincia de Buenos Aires. 1884-1887 605
15. Provincia de Buenos Aires. Recursos extraordinarios. 1884-1887 606
16. Deuda pública provincial al31 de marzo de 1887 607
17. Producto lfquido eventual de los fondos nacionales al 78.18% 607
18. Cálculo de disponibilidades liquidas transferidas por la Nación
a la provincia 608

-'.
636 lAVIIlR F. GARCIA BASALO

GRÁFICOS

1. Cotización del oro 1881~1882 186


2. Dividendos del Banco Nacional 250
3. Emisión del Banco Nacional. 266
4. Cuenta Corriente del FCO 363
5. FE ce públicos/privados ".374
6. FCCA. Ganancias por km de lfnea 381
7. Origen del déficit total de la Provincia de Buenos Aires. 1884-1887 606

ESQUEMAS CARTOGRÁFICOS

l. Ideas-proyectos sobre el FCO durante el gobierno de Adolfo Alsina 357


2. El {(enrejado)~-las lineas en competencia 383
3. Proyectos discutidos en 1867-72 385
4. Contexto de las leyes nacionales n. 583-584 395
5. Concesión Clark 398
6. Competencia FCS-FeO 400
7. Ferrocarril a Campana. Concesión Matti .404
8. Concesión M. Billinghurst & ca 407
9. Campana-Rosario (1878) , 407
10. Líneas estudiadas en abril de 1881 411
11. Leyes provinciales de 4 y 13 de julio. de 1882 415
12. Detenninación del punto de arranque de la Concesión Clark (7.XI.1881) 418
13. Conexión de La Plata con las vías férreas según Ortiz de Rozas 421
14. Solicitud Guillermo Rodríguez (1880-83) 425
15. Alternativas de enlace FCO-FCCA 425
16. Solicitud Etchegaray (1882) 434
AGONlAS DI!LI'EDERAUllMO 637

17. Fe Oeste Santafesino (1882) 434


18. Solicitud Shaw (1882) 437
19. Fe Buenos Aires·Rosario (1883) 437
,
_20. -Red ferroviaria ideal de Rocha (1881) 463
21. Concesión otorgada por decreto del PEN e122 de mayo de 1885 .464
I
I, 22. La Estación Marítima del Feo en el Riachuelo y sus accesos 492
23. El Ferrocarril del Sud y el plan La Plata 504
24. Propuesta Honoré & Bowen 508
25. Gran Central Buenos Aires (Honoré & Bowen) 510
26. Propuesta Bemberg & Ca 513
27. Proyecto Emilio Mitre y Vedia 547
28. Venta de la línea a Magdalena. R. A. Wi1kinson & Ca 552

I 29. Concesión Jorge Gianolla


30. Concesión Olivier y Ca.
554
555
I 32. Solicitud de líneas del FCS (1888) y concesión ortorgada 557

I, 33. Concesión de líneas al FCO 561


34. Acuerdo Parish - Neild (1893). Zonas de influenciaFCO-FCS S65

,
1,
Introducción

l. Van a considerarse aquí las relaciones entre la provincia de Buenos Aires y el


Estado nacional en el período de máxima figuración de Dardo Rocha, que se extien-
de desde su elevación al gobierno bonaerense en mayo de 1881 hasta que Nicolás
Achával, su candidato en la renovación gubernamental de diciembre de 1886, resulta
derrotado por otro que sostiene Roca.! Ese lapso coincide, aproximadamente, con el
de la primera presidencia del general tucumano (octubre de 1880-octubre de 1886)
con la cual, más allá de la mera simultaneidad cronológica, aquél se vincula sus-
tancialmente. El marco general en el que se establecen esas relaciones surge de las
leyes-contrato sancionadas por el Congreso Nacional y la Legislatura provincial en
septiembre-noviembre de 1880, por las cuales y bajo ciertas condiciones, la provin-
cia entrega el municipio de Buenos Aires -un espacio reducido, considerablemente
menor que la actual ciudad federaP- para que sirva de capital de la república. La
aplicación de esas leyes, instrumentada en primera instancia a través de una serie de
acuerdos entre ambos gobiernos, diferia la concreta realización de algunos puntos
negociados y comprometfa al gobierno nacional a verificar pagos compensatorios por
los bienes que recibía. Aparte la cuestión de esos pagos, otros puntos contenidos en
los arreglos demandaron un tiempo considerable y suscitaron fricciones, por lo gene-
ral resueltas en beneficio de la Nación. Así, los trámites para llevar a cabo la entrega
de archivos judiciales o históricos, piezas de museo, etc., se extenderán por afios; y
en otro orden,lajurisdicci6n transitoria que ejercen los Juzgados y Tribunales pro-
vinciales en la nueva capital se prolongará hasta fines de 1881.
Este estudio de las relaciones entre provincia y Nación dentro del marco de las
leyes de capitalización no atiende todas esas cuestiones. Centra la atención en unos
pocos y fundamentales asuntos vinculados con dos artículos de la ley nacional de
capitalización, sin perjuicio de la eventual mención de algunos otros. En ellos se
legisla sobre Bancos y Montepío bonaerenses (art. 3°) Ysobre ferrocarriles y telégra-
fos (art 4"). Entre esas instituciones y empresas involucradas, se tratará de los dos
Bancos provinciales y del Ferrocarril del Oeste. El Banco de la Provincia de Buenos

1El texto es versión abreviada y aligerada en su aparato critico y apéndice!> de la tesis Agonia del fede-
ralUmo. Aspectos económicos en el proceso de sometimiento de la pro~incla de Buenos Aires al poder
central (ca. 1881-1886) (Bs. As., 2007) defendida ante un tnbunal integrado por lO!! doctores Daisy
Rípodas ArdallllZ, José María Mariluz Urquijo, Alberto S. J. de Paula, Pablo Gabriel Varela. Al doctor
Abelardo Levaggi, director de te!>is, expreso mi gratitud por su paciente y sabia orientación. Ese texto se
citará aqui con la sigla AdF. V. al1l detalles de las fuente!> consultadas.
, Poco más de 4 mil booláreas; la regularización de los límites cedidos en 1887 permitió wperar las 18 mil
hectáreas. Desde entonces, entre IIIS capitales de Europa sólo el condado de Londres wbrepasa a Buenos
Aires, más ell:tellllaque Parls. Berilo o Viena (cf. Adrián Gorelik. La grilfa y el parque. E9pOcio público
y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936. Buenos Aires, 2004, 456 pp; p. 13).
10 JAVII!Il. F. GARClA IIASALO

Aires es, en cierta forma, la institución-madre de las dos restantes. El Banco Hipo-
tecario surge como una sección suya, mientras que el Ferrocarril estatal nace de una
decisión de los poderes públicos provinciales que asumen su control, recurriendo al
financiamiento que pueden ofrecerle a través del Banco. Con su más larga trayectoria
y el impacto de su presencia fisica, imponente e identificada con el ideal de progre-
so, el Ferrocarril logra rápidamente proyectar una imagen propia como institución
provincial, que el Banco Hipotecario no alcanza sino más tarde, en menor grado y
por poco tiempo.
La atención conferida al Banco de la Provincia y al Ferrocarril del Oeste se
justifica por varias razones, dada la natural centralidad que ocupan en el entramado
institucional del que furman parte:
a) El Banco y el Ferrocarril, desde sus respectivos orígenes, tendieron a sim-
bolizar la singularidad y la pujanza bonaerense. Junto a los poderes constituidos
del Estado, Banco y Ferrocarril fueron estructuras vertebrales de la organización
provincial, conducidas por cuerpos colegiados cuyos miembros permanentemente se
reclutaron entre las figuras principales de la política o fueron influyentes represen-
tantes de circulas económicos. En la carrera de los honores bonaerense el ejercicio
del poder ejecutivo y el cumplimiento de un mandato legislativo estuvieron asocia-
dos con frecuencia al desempeño del cargo de director del Banco de la Provincia o
del Ferrocarril del Oeste, ya antes, ya después de alcanzar las cumbres más altas del
poder.
b) Al iniciarse la década de los ochenta ambas instituciones, Banco y Ferroca-
rril, parecen destinadas a alcanzar una nueva fase de desarrollo, favorecidas por las
circunstancias derivadas de la federalización en lo que se refiere a la consolidación
de la paz interior y el ingreso del país en un período de progresivo aumento de la pro-
ducción y el comercio, actividades con las que estaban íntimamente relacionadas.
c) Tanto el Banco como el Ferrocarril, con funciones específicas y concurrentes
y asociados a otros factores, forman parte de un concertado plan de gobierno que
Rocha se propone cumplir en esos años. Ese plan de desarrollo provincial topará en
su ejecución con las políticas nacionales, y de ese conflicto surge una parte sustancial
de las relaciones que van a estudiarse entre provincia y Nación.
d) Por último, al final del ciclo, el Banco y el Ferrocarril se precipitan en la ruina
casi al mismo tiempo. Muy razonablemente la institución-madre pierde primero sus
frutos hasta caer ella misma junto con la propia provincia de la que había sido a la vez
que un símbolo, su sostén real más firme.
2. Las relaciones entre la provincia de Buenos Aires y el gobierno nacional, o entre
aquélla y el resto de las provincias argentinas, han reclamado tradicionalmente la
atención de los estudiosos, en especial en lo que se refiere al período comprendido
entre la revolución de 1810 ---con menor frecuencia desde la creación del virreinato
del Río de la Plata o el descubrimiento~ y la federalización de Buenos Aires. Aunque
no siempre con la expresión «(Buenos Aires) se alude también al territorio provincial
AGONÍASDHLI'IlDIlkALJSMO 11
luego separado de la ciudad del mismo nombre, algunos identifican con el término
«porteñQ)~ esas dos realidades --ciudad y campafia- que otros juzgan conveniente
separar. Es frecuente, además, que el estudio de este tema aparezca asociado al del
federalismo argentino, sin duda concomitante, y, más recientemente, enfocado desde
la perspectiva de la construcción y consolidación del Estado nacional.
Autores de diferente formación y época abordaron, con motivaciones, puntos de
vista y penetración diversa, el estudio de esas materias, como es el caso de Alberdi,
Matienzo, Rivarola, Alvarez, Zorraqufn Becú, Del Carril, Tau Anzoátegui, Scobie,
Grandona, Luna, Diaz, Barba, Oszlak:, Chiaramonte o Rey Balmaceda, entre mu-
chos otros.] Pero la relación entre la provincia de Buenos Aires y la Nación en los
afias inmediatamente posteriores a la federalización no ha merecido un tratamiento
especial4 , y son frecuentes las generalizaciones que describen la nueva etapa sin dis-
criminar significativamente sus fases cuya caracterización se intentará aquí. Única
excepción, según parece, son las páginas que dedica al tema María Teresa Terzaghi.
Sin embargo, su estudio no sólo funde en un mismo asunto la relación entre Estados
y estadistas, sino que limita la materia de la primera a unos pocos episodios inco-
nexos y, en general, secundarios, que, precisamente, se explican exclusivamente a la
luz de los vínculos personales.s

'En cuanto a Alberdi, toda su actividad de publicista está en cierta forma consagrada a este problema.
El primer análisis sistemático después de las Bases es la segunda parte de Derecho público provincial.
Para los otros autores citados v. José N. Matienzo, El régimen republicrmo-federal [1910], Buenos Aires,
1994,314 pp; Rodolfo Rivarola. Del régimen/ederativo al unitorlo, incluido en la recopilación Efl/Ja)lO$
histOricos, Buenos Aires, 1941, 495 pp; Juan Alvarez, El problema de Buenos Áire.'l en la República
[1918], incluido en Las guerra:; civiles argeminas y Elproblema de Buenos Áires en la RepUblica, Bue-
nos Aires, 2001, 242 pp; Ricardo Zorraquln Becú, El/ederalismo argentino, Buenos Airell, 19532, 197
pp; Boniracio del Carril, Buenos Aires/rentealpais, Buenos Aires, 1944, 350 pp; Vlctor Tau Anzoátegui,
Formación del Estado Federal Argentino (1820-1852). La intervem:ión del gobiemo de BuellOS Á/res en
los osuntos nacionales, Buenos Aires, 1965, 230 PP', James R. Scobie,La lucha por /aconsolidacwn de
la nacionalidad argentina. 1852-1862, Buenos Aires, 19642; 429 pp; Mariano Grondona, Los dos pode-
res, Buenos Aires, 1973; 294 pp., en especia1la segunda parte, «El poder de Buenos Aires»; Félix Lnna,
Buenos Áires y elpois, Buenos Aires, 19881, 227 pp; Benito Dlaz,/Wsaa, BUf!flOS Áirea y UJ organizaCión
nacional, Buenos Aires, 1975. 292 pp; de Enrique M. Barba en espedal Unitarismo,federalismo. rosl8-
mo, Buenos Aires, 19822, 110 pp; Oscar Oszlak, La/ormación del Estado argentiflO. Orden, progreso y
organjZQción nacional, Buenos Aires, 19972, 337 pp; José Carlos Chiaramonte, Ciudades, proviflCias,
eatados: Orlgeneade laNaciónÁrgtmtina (1800-1846), Buenos Aires. 2007, 261 pp; Raúl C. Rey Balma-
ceda, Buenos Airea: una capital cueatiofltlda. Buenos Aires, 1982, 318 pp; en relación con el avance del
poder centraL oobre las provincias en materias judiciales cE Abelardo Levaggi, Judicatura y politica. La
justicia/ederal en las provincias argentinas (1863-1883), Buenos Aires, 1997; 652 pp; Héctor J. Tanzi,
«Historia ideológica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (1862-1892)>> en Rl!Vista de Historia
del Derecho "Ricardo Levene", n. 33, Buenos Aires, 1997, pp. 411_454.
• En opinión de Barba, la carencia de estudios sobre la polltica provincial posterior al '80, convierte a
las décadas siguientes en «tiempos perdidos» para la historiografIa; cr. Fernando E. Barba, Los tiempos
perdidos. La politica de BueflOs Álrea entre 1880 y la lntervem:iónjederai de 1917, La Plata, 2004, 194
pp. Sobre la década que aquí se considera, sin embargo, no registra nuevos aportes (cr. pp. 33-45).
5 cr. Maria Teresa Terzagbi, «Las relaciones entre el Gobierno Nacional y el de la Provincia de Buenos
Aires (1881-1884)>>, en [Andrés Allende (oomp.)], Aapectos de la geatión cumplidapor Dardo Rocha en el
Gobierno de la Provincia de BUe1W9 Aires (l881-1884), La Plata, Instituto de Historia Ar~ntina Ricardo
12 JAVIl!RF.GARdABASALO

3. Un pacifico acuerdo asigna al afio 1880 -como a 1810 o 1930- carácter fronterizo
entre épocas. McGann, que inicia su trabajo fechando con precisión el mojón divi-
sorio ~<EI 20 de septiembre de 1880, en el tranquilo pueblo de Be1grano, llegaban
a su fin siete décadas agitadas de la historia argentina»-, evoca expresiones termi~
nantes referidas a la ~<profunda brecha cronológica que separa la vieja y la nueva
Argentina>~: para Alberdi, renacimiento de la república y nacimiento de su estructura
polltica; nuevo ciclo intelectual para Rojas; afio de la muerte del gaucho para Marti~
nez Estrada; término de la Argentina criolla para Romero. 6 La lista podría sin duda
acrecentarse considerablemente, Aunque la cuestión resuelta ese afio no sea unifor-
memente definida, el común denominador es que, sea cual fuere conforme al criterio
de cada estudioso, ella se resuelve en 1880. Fueron, por otra parte, los contemporá-
neos de aquellos sucesos los primeros en sefialar el giro histórico que se registraba,
celebrando el comienzo de una época de progreso -idea por cierto difundida como
propaganda por la prensa partidaria del nuevo presidente7 pero también fuertemente
instalada en la conciencia de todos con independencia de esa prédica- o denunciando
el peligroso poder que se reconcentraba con el triunfO del Ejército. La importancia de
esa fecha queda fuera de duda y aquí no será discutida.
Es muy frecuente, sin embargo, identificar la evidente derrota provincial de ese
afio con la última manifestación del federalismo bonaerense. El propio Alberdi, cu-
yos escritos de publicista tan honda huella dejaron en buena parte de la historiografla
de la segunda mitad del siglo xx, anuncia en los hechos consumados el final de la
situación que tenazmente combatió a lo largo de décadas. Luego son muchos los que
ven esa fecha como ocasión última. Así J. V. González, al evaluar la trayectoria patria
en su primer siglo, explica que «los tradicionales sentimientos de la hegemonía de
Buenos Aires» quedan derrotados en «las grandes jornadas definitivas de 1880~).8 y
Rivarola, en Ciclo de ideas-fuerza en la historia argentina, cuando traza sus cortes
treintenales ubica en 1880~81 uno de ellos, por razones que en otro de sus estudios
históricos explica con mayor detenimiento: la fecha sefiala el «Fin del localismo fe-
deralista porteiio)~.9 Idea muy conocida y reiterada en autores posteriores: 1880 es

Levene, 1982 (multicopiado), pp. [7]-[32]. Para un perlodo posterior v. Richard J. Waiter, La provincia
de Buenos Aires en la polftiea Argentina. 1911-1943, Buenos Aires, 1987, 302 pp; Tomás Luciani, «El
gobierno de Buenos Aires y la Nación», en Todo es Historia, Nov. 1987, nO 245, pp. 6·36.
6cf Thomas McOann, Argentina, Estados Unidos y elsis/ema interomericaoo. 1880-1914, Buenos Ai-
res, 1960,485 pp; pp. 13 Y 23. En oposición v. las atinadas consideraciones en torno al afio 1880 como
mojón fronterizo de Carlos A. Floria y César A. Gucla &Isunce, Historia poli/iea de la Argentina
contemp<lránea. 1880-1983. Buenos Aires-Madrid, 1988,275 pp; pp. 11-12.
1 cE Paula Alonso, «"En la primavera de la Historia'~ El diBcurso polltico del roquismo de la década del
ochenta a través de su prensa», en Revista de/1nstituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio
Ravigrnmi, 3m. serie, n. 15, BuenOll Aires, ler. semestre de 1997, pp. 35-70.
I Joaquín V. González, E/juicio del siglo [1910], Buenos Aires, 1979, 197 pp; p. 157.
• Rodolfu Rivarola, Ciclo de ideas-JUerza en la historia argentina incluido en la recopilación Ensayos
históricos, Buenos Aires, 1941, 495 pp; pp. 427-457, Y Del régimenjederatil'O..., pp. 20, 74, 153, 173.
Retoman la idea de ciclos Germán Bidart Campos, Historia e ideologla de la Constitución Argentlrw,
AGONÍASDBLFBDIlRALISMO 13

un corte que «marca nítidamente la inauguración de una fase histórica nacionah)


a consecuencia del triunfo militar que «liquida la última tentativa de Buenos Aires
de mantener un predominio formal sobre el resto del país~) (Florit)IO; la «provincia
de Buenos Aires [u.] se presentaba por última vez, campeona de un federalismo de-
fensivo~) (Botana)l1; ~<el enfrentamiento seria definitivo» (Luna)12; la «victoria había
cerrado para siempre» el debate «sobre el ordenamiento interno del pais>~, pues el
«estado central acababa de obtener una victoria abrumadora». Roca es presidente
edras doblegar la suprema resistencia armada de Buenos Aires, que veía así perdido
el resto de su pasada supremacía entre las provincias argentinas)~ (H. Donghi).ll Al
iniciar su mandato <das minorías dominantes dieron por terminadas sus rencillas
internas y aceptaron el plan que el presidente consignó en dos palabras: "Paz y admi-
nistración". De acuerdo con él evitaron los conflictos politices mediante prudentes
arreglos y se dedicaron a promover la riqueza pública y privada» (Romero).14 Se
ponía «punto final al antagonismo entre la nación y la provincia» (Puiggr6s).ls «La
derrota de Tejedor abatió la primada de los gobernadores de Buenos Aires que desde
entonces se subordinaron como los del interior al patronato presidencial» (Sánchez
Sorondo)l6. «Los combates de Barracas, Puente Alsina y los Corrales fueron los ac-
tos de violencia que culminarían con la subordinación de toda la provincia al poder
político nacionab); «se resolvió el casi secular enfrentamiento entre Buenos Aires y
el Interioo> (Lobato)l7. «Buenos Aires se subordinaba al poder político central» y
los sucesos del ochenta «remataron el proceso de formación del Estado nacional»
(Botana)IB. «La consolidación definitiva sobrevino, precisamente, cuando el Estado
consiguió "desportefiizarse", purificando en el fuego de las armas el estigma de una
tutela ya inadmisible» (OszlakY9.

Buenos Aires, 1969y Thüo E. Oruz, Los ciclos históricos argelltillos, Buenos Aires, 1977; ambos sel1a_
lan el al'lo 1880 como punto inicial de un ciclo.
,. Carlos A. Florit, El roquismo, Buenos Aires, 1979, 185 pp; p. 94.
11 Natalio R. Botana, La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas politicas de su tiempo.
Edición revisaday actualizada. Buenos Aires, 1997, 532 pp; p. 417.
IlLuna" Buellos Aires y ..., p. 161.
"Thlio Halperin Donghi, «Un nuevo clima de ideas» en Gustavo Ferrari y Ezequiel Gallo (comps.), La
Argentina del ochenta al celltenario, Buenos Aires, 1980,927 pp; pp. 13-24; p. 20, y Una llaCiÓIl para el
desierto argentlllo, Buenos Aires. 1982, 151 pp; p. 138; en la versión argentina del estudio preliminar a
Proyecto y construcclóll de una nación (Argentina 1846-1880), Buenos Aires, 1995, 631 pp; p. lOO.
1< José Luis Romero, Brellfl historia de la Argentina. Buenos Aires, 1978, 227 pp; pp. 123, 138.
I'Rodolfo Puiggrós, Historia crftlca de los partidos po/iticos argentinos, Buenos Aires, 1956,486 pp;
p. 77.
"Marcelo Sánchez SlJrondo, La Argentina pordemro, Buenos Aires, 19903, p. 251.
II Mirla Zaida Lobato, «Estado, gobierno y polflica en el régimen conservador», en Lobato (dtora.), Ei
progreso, la modernización y sus limites (1880-1916), Buenos Aires, 2000; pp. 178-208; pp. 182, 184.
"Natalio R. Botana, Ei ordlm conservador. La polltlea argentina elltre 1880 y 1916, Buenos Aires, 1977,
349 pp; p. 3S y «Pensamiento y proyectos pollticos (1880-1914»>, en Academia NllCional de la Historia.
NuellQ Historia de la Nación Argentina. Tomo V, Buenos Aires, 2000, pp. 47-75, p. 47.
"Oszlak, Laformo.cló".... pp. 274-275.
14 IAYlI!R f. GAIlClA BASALO

La historiografla -las citas podrían multiplicarse- aporta, entonces, la imagen


de un Estado bonaerense inmediatamente sumiso y colaboracionista con el ascen-
dente roquismo. Algunos textos refieren con mayor pormenor el fortalecimiento del
Estado nacional a expensas de las provincias. Gallo, Cornblit y O'Connell toman de
Alberdi la idea de los dos gobiernos anteriores a 1880 -gobierno nacional de nombre
(el federal) y gobierno nacional de hecho (el bonaerense)~ viendo en la federaliza-
ción de Buenos Aires y la derrota militar de aquel afto el fin de aquella dicotomía.
Aunque advierten que «el programa,») de los hombres de la generación del 80 nun-
ca fue enunciado, lo juzgan (uno de los [no] más coherentes que se llevaron a la
práctica en el transcurso de nuestra historia»), y distinguen en él (dos ''momentos'':
politico y económico). El primero (federalizaciÓD, conquista del desierto y «(serie de
medidas institucionales que tendieron a transferir poder de las regiones a la Nacióm)
queda concluido «con la ascensión del general Roca a la presidencim¡o. Siguiendo a
Ferns dan por terminadas las disputas entre Nación y provincia con la federalización:
(este acuerdo, más o menos dictado a la provincia por la fuerza, terminó con el con-
flicto entre la provincia y la Nación [...] En adelante el Gobierno nacional fiscalizó
los recursos financieros de toda la Repúblicm)...21 Es el fin del conflicto -junto a la
conquista del desierto- lo que facilita la «tarea posteriol")) de «adecuar los restantes
factores institucionales») mediante una «legislación destinada a proveer el gobierno
central de todos los atributos inherentes a su soberanim).12
Esta labor legislativa es posterior al término del conflicto entre Nación y pro-
vincia, una tarea subsiguiente que aparece como corolario del '80, desprendido natu-
ralmente y sin nuevas querellas. Este cuadro de inspiración alberdiana está presente
en estudios posteriores. En otros trabajos Ezequiel Gallo asocia la federalización y
la supresión del poder militar de las provincias, y alude a la «(serie de medidas») con
que luego de la federalización se procura «(consolidar y organizar el nuevo marco
institucional»), incluyendo entre ellas la organización municipal portefta, la ley de
tribunales de la capital, la de territorios nacionales, el código civil de procedimientos
y la ley de unificación monetaria, remarcando la ((particular significación» de ésta
última.2.3 Junto con Natalio Botana, insiste especialmente en la importancia del trip-
tico federalización de Buenos Aires -supresión de ejércitos provinciales- unificación
monetaria. 24 Subraya esta cuestión Cortés Conde: (Desde 1862 hasta 1880) -resu-

>OOSC81 E. CotIlblit, Ezequiel Gallo, y Alfredo A. O'Connell, "La generBCióu del 80 y su proyecto. An-
tecedentes y consecuenciall», en Torcuato S. Di Tella, Gino Germani, Jorge Graciarena et al., Argentina,
sociedad de "'asas. Buenos Aires, 1971, pp. 18-S8; pp. 36, 44.
lllL S. Ferns, Gran Bretaila y la Argentina en el siglo XIX, Buenos Aires, 1966, 523 pp; p. 392; citan el
pasaje con mayor amplitud Cornblit, Gallo, y O'Connell, «La generación del 80...», pp. 45-46.
UComblit, Gallo, y O'Connell, «La generación del 80...», p. 46.
1:1 E:Ilequiel Gallo, «La gran expansión económica y la consolidación del régimen conservador liberal.
1875-18903, en E7.Ilquie1 Gallo y Ro~rto Cortés Conde, Argentina. La república conservadora. Buenos
Aires, 1972, 247 pp; pp. 41-42.
:l4Natalio R Botana y Ezequiel Gallo, De la &púb/lca poaible a la República verdadera (1880-1910),
Buenos Aires, 1997, 693 pp; p. 29.
AOONíASDELP80ERAllSMO 15

me- <das facultades monetarias habían residido en las manos del gobierno de la pro-
vincia y sus Bancos. En 1880 la nueva coalición triunfante la colocó definitivamente
en manos del gobierno nacionab>.2s Tan decisivo es el momento y tan irrelevante lo
que de inmediato sigue, que al trazarse «El origen de la banca en la Argentina en el
siglo XIX» los afias 1881-1886 pueden omitirse. 26
Esta manera de apreciar la década de los afias 80 proyecta su influencia, a su
vez, sobre la siguiente. Alonso ve también en la primera «un período crucial en
la historia argentina, que presenciaría la consolidación de las instituciones»; a la
federalización de Buenos Aires sigue «un marcado proceso de consolidación del
Estado a través del cual se centralizó el poder en manos del gobierno nacionab>.27 La
«consolidaci6n», una vez más, parece surgir de la potestad legislativa nacional que
se limita a establecer el marco jurídico en el cual se despliegan luego, sin obstáculos,
las decisiones ahora incontestadas del ejecutivo, y remite, nuevamente, al trIptico
ya evocado: la federalización, el monopolio de la violencia por la supresión de las
milicias provinciales y la ley de moneda (1881), a la que aftade la ley de Bancos ga-
rantidos (1887), las políticas educativas y la organización de territorios nacionales y
registro civil. Entre otras razones que explican la «transformación de la Argentina
en la década de 1880» aparece una vez más la superación del «enfrentamiento entre
la provincia de Buenos Aires y el gobierno naciona}», que se juzga crucial para la
aparición de la DeR.28
En resumen, la referencia a la legislación complementaria posterior a 1880 hace
del episodio de la «consolidación y organización» un proceso que, sin embargo, no
estaría ya marcado por la lucha con Buenos Aires o, en todo caso, ésta no seria re-
levante, ni la fuerza bonaerense de tal entidad que pudiera considerarse un factor
de influencia significativa en el curso de la evolución institucional. 29 Más aún, si los
debates provinciales sobre la entrega de la ciudad de Buenos Aires ofrecen materia
para el análisis de las ideas sobre federalismo y autonomías, según Botana y Gallo
<da cuestión no volvió a agitarse luego de aquel afio decisivo para la consolidación
del poder presidencia}»; rebrotará únicamente «en los primeros aftas de la década del

"Roberto Cortés CQnde,Dinero, deuda y crisis. EWJlucwnfi$cal y monetaria en la Argentina, Buenos


Aircs, 257 pp. Yapéndices s.p.; p. 167.
"cí. Roberto Cortés Conde, La economia argentIna en el largo plazo. E/1$a)lOS de historia económIca
en 10& siglos xix y xx, Buenos Aires, 1997, 253 pp; cap. IV, «El origen de la banca en la Argentina en cl
siglo xix».
21Paula Alonso, Entre la revolución y las urnas. Los origenes de la Unión Civica Radical y fa politlca
argentina en 10$ of/OS noventa, Buenos Aires, 2000, 346 pp.; pp. 29-30; v. tb. p. 34.
'3 Alonso. Entre la revolución..., pp. 36-38.
" La evidencia documental en contrario suele integrarse a la interpretación recibida en términos de
«chispas», o retornos extelllporáneos de un pasado superado (cf. p. e. Habc Judith Blasi, Danla Rocha.
Un exponente de la generación de 1880, Buenos Aires, 2004, 271 pp; José Arce, Roca. 1843-1914. Su
vida. Su obra, Buenos Aires, 1960,2 vol).
16 JAVIHR F_ OAllCIABASALQ

noventa».J1l Una vez más desaparece entre 1881-1890 la tensión gobierno nacional
- provincia de Buenos Aires.
4. La figura de Rocha no ha sido aún estudiada como sería deseable. 31 Falta incluso
una biografla general de envergadura de este politico cuya trayectoria vital ha que·
dado oscurecida tras la equivoca etiqueta de «colaborador de Roca» y fundador de
La Plata. Incluso en estudios especializados se deslizan errores de hecbo sobre su
actuación pública, que no ha suscitado una detenida atención en el análisis de los
sucesos en que tuvo tan decisiva participación. Isidoro J. Ruiz Moren03 2, por ejemplo,
estudiando Lafederalización de Buenos Aires, poco dice sobre el peculiar papel que
le cupo en aquellas jornadas, y refiere luego que <<tras un par de atlos de coexistencia
--esta vez invertidos los términos- en que residieron los Poderes públicos de la Re-
pública y de la Provincia en la ciudad de Buenos Aires, el nuevo Gobernador doctor
Dardo Rocha comenzó sus tareas en La Plata3], nueva población levantada para que
allí funcionara la administración bonaerense).34
No se intentará aquí suplir aquella omisión. Sin embargo, precisar su partici-
pación en los sucesos del '80 y, sobre todo, atender a los principales propósitos que
intentó concretar durante su mandato gubernamental, tiene importancia primordial
para el estudio de las relaciones entre la provincia y la Nación. Respecto del «plan La
Plata», como acertadamente 10 define De Paula, se cuenta con su trabajo La Ciudad
de La Plata, sus tierras y su arquitectura 3S , amplio análisis del emprendimiento;
excluye, sin embargo, en razón de su tema, el estudio desde una perspectiva poli~
tico-institucional y, en relación con ella, de la geopolitica implicada en el sistema

lO Botana y GalIo, De la República pwible.... p. 56. Botana (en «(Pensamiento y proyectos...¡), cit.) de-
dica un apartado a ((La consolidación del Estado Nacional: 1880-1889», en el que, más aUá del debate
Alem_Hernández en la legislatura de 1880, desaparece tanto la teDllión entre provincia y Nación como
los debates sobre federalismo que el autor ve reaparecer sólo en el siguiente periodo (1889-1902); v. tb.
Ezequiel Gallo ((La consolidación del Estado y la reforma polltica (1880-1914)>>, en Academia Nacional
de la Historia, Nueva HiYtoria de la Nación ArgenlilW. Tomo IV, Buenos Aires, 2000, pp. 511-541.
"Refll<ia esta realidad Manuel Urriza, Dardo Rocha,fundador y parlamentario. Buenos Aires, Circulo
de legisladores de la Nación Argentina, 1999, 9S pp. Tampoco supera la estereotipada versión canónica
elDartlo Rocha de la colección Grandes protagonistas de la Historia Argentina dirigida por Félix Luna
(Buenos Aires, 2001, 152 pp). Avanzan sobre los anteriores dos recientes tTabajos: Blasi, Dardo Rocha...
cit., y Jorge Troisi, Dardo Rocha. El último partdo. La Plata, 2006, 129 pp.
n Isidoro J. Ruiz Moreno, La federalización de Buenos Aires. Debates y documentos, Buenos Aires,
1980,335 pp.
n Rocha no gobernó desde La Plata más que los ultimas quince djas de su mandato. La ((coexistencia»
de los poderes nacionales y provinciales bajo jurisdicción federal se extendió desde el S.XIL1880 hasta
eI15.IV.1884.
:l4 La asignación de funciones puramenie administrativas a La Plata supone ya una omisión en torno a su
significado histórico. Asl ocurre también ea Alejandro B. Rofman y Luis A. Romero, Sistema socioeco-
namico y estructura regional en fa Argentina, Buenos Aires, 1972, 227 pp; p. 137.
'l Alberto S. J. de Pauta, La Ciudad de La Plata. sus tierras y su arquitectura. colaboración Lic. Gerllrdo
M. Marti et al., Buenos Aires. 1987,423 pp.
AUONlASDELFEDERAllSMO 17

ferroviario-portuario que servía de base al proyecto. Musman03 6 , por su parte, ve


condensados los fines que persigue la provincia en la expresión que Rocha emplea
para referirse a la futura capital bonaerense (<<la nueva Buenos Aires»). «Los legis-
ladores bonaerenses de 1882») -dice- (<intentaron dotar a la provincia de un centro
floreciente sin tutelaje directo de la Nación», e indica el papel reservado al puerto de
la Ensenada «(el mejor que tenga la República en muchos alios»), según expresión de
Rocha). Observa también que los ((grandes proyectos no se cumplieron». Sin embargo
imputa la «quietud de las dársenas») a <da crisis de fin de sig10»), y concluye aludiendo
al «absolutismo de la "Reina del Plata", un colosal vecino dificil de soslayar, [que]
nunca dejó de echar sombra al suefio de los bonaerenses derrotados), sin más expli-
caciones. En Rocha, Musmano ve un «decidido partidariO» y «uno de los principales
colaboradores de Roca», tanto como «un clásico exponente de la atareada y versátil
"generación del 80", fundadora de la Argentina positivista, progresista, proeuropea y
liberab). A pesar del estudio de Allende3 7 -yen parte tal vez por su causa en 10 que se
refiere al planteo amistad/enemistad-la relación entre Roca y Rocha se propone con
frecuencia en términos únicamente subjetivos, creyéndose en una ruptura abrupta
generalmente fechada en 1883 y, sobre todo, dado que ella seria meramente personal,
la «obrM de ambos políticos suele presentarse como unida en la mancomunada tarea
de construir el progreso argentino. Sobre la extensión de las líneas férreas, por ejem~
plo, Luna hace decir a su Roca: <das hicimos por cuenta de la Nación y vimos con
agrado que la provincia de Buenos Aires hacia 10 propio en su territorio»).38 Aunque
por el objeto de su obra no dedique atención preferente ni sistemática al tema de las
relaciones entre provincia y Nación, en el manual de Historia económica de la Ar-
gentina de Ricardo M. Ortiz se encuentran las más francas alusiones a un conjunto
de asuntos que deberán considerarse: el fi n reivindicador de la fundación de La Plata,
la articulación de puerto y vias férreas, su fracaso, y la concurrencia de intereses que
acercaron al poder central y las empresas ferroviarias particulares.39
Una última observación debe hacerse sobre el estado de los conocimientos
respecto del desempefio y significación de la candidatura presidencial de Rocha en

'"Roberto C. Musmano, «Dardo Rocha y la fundación de La plata)), en Todo es Historio, Nov. 1975, n"
102, pp. 6-19. Sobre la fundación véase th. Antonino Salvadores, Fundación de la Ciudad de la Plata,
introducción de...; Puhlicaciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1932;
- «La federalización de Buenos Aires y la fundación de La Plata», en Ricardo Levene (Olor.) Historia
de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos, vol. l. Sintesis SQbre la historia de lo pro-
vinda de Buenos Aires (desde los origenes hosta 1910), La Plata, 1940, pp. 469-484; Y Fernando Barba,
La Plata. Orígenes y jundocMn. La cuestión Capital de lo Repúblicay lafimdación de la Copital de la
Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1995. Otros muchas publicaciones dedicadas al tema no difieren en
cuanto a la perspectiva que aquí interesa.
"Andrés R. Allende, «Julio A. Roca y Dardo Rocha. Una amistad y una enemistad históricas», en Bale-
tin de la Academia Nocional de la Historio, Buenos Aires, 1971, n" 44, pp. 204-231.
¡'Félix Luna, Soy Roca, Buenos Aires, t989, 499 pp; pp. 211-212.
¡'Ricardo M. Ortiz, Historia económica de ia Argentina. Buenos Aires, 19785,715 pp; alusiones a estos
temas en la Parte 111, cap. VI, «Desenvolvimiento de los transportes».
18 JAVIER F. GARClAllASALO

1886. En general ha predominado la imagen construida a partir de las descalifica-


doras afirmaciones de Mitre en su <<pastoral», las interesadas expresiones del ofi-
cialismo sobre la irrelevancia del rochismo y los escritos en que D'Amico procura
defender su propia actuación en los hechos. Mariano de Vedia40 , el mismo Luna con
reiteración41 y otros muchos sostienen ese parece¡42 no compartido en algunos estu-
dios de base como los de Melo·], Rato de Sambuccetti·4 o Vidaurreta4~. Tampoco esta
cuestión podrá ocupar el centro de atención en este estudio en el que, sin embargo, y
lamentando la falta de trabajos monográficos suficientes, será inexcusable presentar
la trama propiamente politica de esos afios.
5. La crisis de la provincia de Buenos Aires ha sido tradicionalmente atribuida a los
errores cometidos por sus autoridades en el manejo de los recursos públicos y los
fondos de los Bancos bonaerenses. Esas fallas, en rigor, no habrfan sido puramente
técnicas, administrativas o de alta politica económica, sino también consecuencia de
un uso indebido de los caudales públicos o confiados a las instituciones financieras
estatales, malversados o desaprensivamente empleados con fines electorales, y en
ese contexto se inscribe la fundación de La Plata. Tal el parecer, destinado a sentar
escuela, de Juan Balestra.46 Más escéptico sobre el papel determinante que le cupo
a la corrupción, Ferns, apoyándose en otros casos históricos, se inclina a ver en La
Plata «una necesidad psicológica de comunidades jóvenes), injustificable desde el
punto de vista económico. «Si tal ciudad producia algo que pudiera venderse, desde
luego los gastos de la construcción se justificaban; pero no era ése el caso. La Plata

oIOMariano de Vedia, El general Roca y su época [1928], Buenos Aires. 1962,280 pp. Es tlpico el reco-
nocimiento de tres candidalos principales (Rocha, Irigoyen y Julirez) y la posterior omisión del primero
en el reslo del análisis (v. pp. 96-102). En un trabajo posterior (Raca en el eSCeMrio po/{tlco, Buenos
Aires, 1939; 209 pp) de Vedia puede escribir los capítulos dedicados al 'SO y a la primera presidencia
de Roca sin necesidad de nombrar a Rocha hasta las últimas Ifneas, en las que enumera lO/! candidatos
a sueedcrlo.
41 Luna, Soy Roca, en p. 212 indica el conflicto de carácter personal y limitado a la cuestión electoral:
«Hubo que hacerle [a Rocha] la vida imposible; no nos faltaron elementos en la provincia que se de-
dicaron a cortarle las alas y finalmente Rocha llegó exhausto al final de su mandato, sin partido y sin
opinión», con lo que da por concluida su influencia en 1884. También: «Rocha [en 1884] estaba pol/ti-
camente terminado» (p. 221); Yrefiriéndose a las renuncias de los candidatos en 1886: «también lo hizo
Rocha a quien no apoyaba nadie» (p. 224).
41 La excepción parece ser Joaquin de Vedia, «América. República Argentina», tomo XXIV de la Histo-
ria del mundo en la edad moderna publicada por la Universidad de Cambridge oonla colaboración ...
Edición española... de D. Eduardo lbarra y Rodríguez, Buenos Aires, 1913, 572 pp, Yrecientemente
David Rock, Lo construcción del Estado y los movimientospolíJicos en la Argentina, 1860-1916, Buenos
Aires, 2006, 369 pp.
43CarIOll R. Mela, «La campafta presidencial de 1885-1886», incluido en Los parlfdos polfticos argenti·
nos, Córdoba, 1970, pp. 197·259.
«Susana Irene Ralo de Sambuccetli, «El fraude electoral en 1886», en Boletín del Instituto de Historia
ArgentmayAmerlcana Dr. Emilio Ravigtulni, núm. FFyL-UBA, 1978, pp. 415-482.
45 Alicia Vidaurreta, Roca, el quebr=ho, el rel'és de la tramo., BuenO/! Aires, 1983, 246 pp.
"er. Juan Baiestra, El noventa. Uno ellOlución polftico argentina, 3ra. ell, BuenO/! Aires, 1959, pp. 48-
51.
AooNfAs DEL FBDHRAlJSMO 19

era un rubro de gastos en el presupuesto y sin embargo su construcción se financió


calculando una productividad creciente [...] fue un ejemplo del extraordinario de-
rroche público».47 Más abiertamente que Balestra, Yofrc asocia la ruina bonaerense
con el propósito político empeñado en la fundación de La Plata, que el ex ministro
de Roca identifica con la pretensión de permutar capitales con el Estado nacional una
vez que Rocha accediera a la presidencia. La obra era, en si misma, un elemento de
campafia electoral y el propósito de nacionalizarla justificarla la hostilidad de Roca
hacia el gobernador bonaerense. Nada en la construcción de Yofre sugiere otra cau-
sa para la crisis provincial que no sea la inversión de cuantiosos caudales en obras
improductivas:
«Eran en verdad fantásticas las obras que se hacfan en La Plata, cuyos gastos de
millones de pesos diflcilmente podría sobrellevarlos el tesoro de la Provincia [...] tuvo
que vender su gran Ferrocarril del Oeste [ ] y transferir a la Nación su puerto, el hatas
de Santa Catalina, su Colegio Nacional [ ] y lo que no era enajenable, como la Iglesia
Metropolitana de San Ponciano, aún permanece en construcción, después de cuarenta
años [...] En La Plata [...] corrian los millones por caudalosos corrientes, como el oro
de la California de 1848. Parecfa necesario deslumbrar la imaginación del pueblo para
caracterizar la candidatura de su fundador a la futura Presidencia. Todo esto acentuó
aUn más las sospechas que no escaparon por cierto alojo penetrante y sagaz del general
Roca, llamado a consolidar la reciente creación de la Capital [...] Aquellas sospechas [...]
10 distanciaron del doctor Rocha. Tal sucedió en verdad.»4t
Desde otros ángulos también ha merecido criticas la administración de Rocha.
En materia de política ferroviaria, Scalabrini Ortiz cree que los empréstitos desti-
nados a la expansión de la red del Ferrocarril del Oeste contratados por la provincia
durante su gestión, tenían en mira forzar un endeudamiento que posteriormente jus-
tificase su enajenaci6n.49 Desde otra perspectiva, también L6pez censura las politi-
cas bonaerenses. Atribuye el traslado de la cabecera de la empresa a La Plata Y el
trazado de lineas hacia ella al «concepto hispánico de "capital"», que «produjo un
desajuste del cual aqUél [el FeO} no se recuperó)" y aunque censura el planteo de
Scalabrini Ortiz, admite, en un marco más amplio, la relaci6n entre endeudamiento
y venta; tanto el Estado como el ferrocarril bonaerense habían superado su capacidad
de pago. López retoma el planteo de Ricardo M. Ortiz sobre la rivalidad entre juris-
dicciones provincial y nacional en materia de ferrocarriles, estudiándolo sin embargo

41Ferns, Gran Brewllay /aArgenIIM.... pp. 423-424. La crítica de Fems no se dirige a Rocha, pues cree
este autor que esa fundación es parte «de la solución que dio Roca» al tema capital.
4, Felipe Yofre, El Congreso de Be1grano. Allo 1880 [1928], Buenos Aires, 1999. 171 pp; pp. 118-119.
Williams recibe la influencia de IllIta opinión conSllgrada cuando visita la Argentina, recordando que
«un bllllquerol> -probablemente Carlos Tomquist- «me descn"bió a La Plata como el elefante blanco
argentino» (ef. Jobn H. Williams,E/ comercio internacional argentino y el papel moneda inconvertible.
1880-1900 [1920], Buenos Aires, [1004J, 290 pp; p. 61, n. 18). RelPecto de la permuta de capitales, en
el contexto del '90, antes que Vofre, López Gómara sugirió en llUlI ''Cartas intimll5" que un triunfo de
Rocha en 1886 habrla oouducido a ese resultado.
"Raúl Scalabrini Ortiz, Historia de losferrocarriles argentinos, Bs. Aires, 19839, 399 pp; pp. 58-60.
20 JAVlliRF.GARCiABASALO

como asunto separado del desarrollo de las líneas férreas, su trazado, financiamiento
u otros aspectos. También atribuye a ambos gobiernos el defecto de haber carecido
siempre de planificación en materia ferroviaria. 50
6. En conclusión, el estado de los conocimientos sobre la materia que va a estudiarse
puede resumirse del siguiente modo. La federalización de Buenos Aires puso fin a
los conflictos entre la provincia y el Estado nacional. En los afios inmediatamente
posteriores el proceso legislativo que conforma progresivamente los atributos del po-
der central se desprende como corolario de los sucesos de 1880, como resultado de la
afirmación de ese poder en aquellas jornadas, sin que nuevas fricciones significativas
condicionen esta labor parlamentaria ni contribuyan a determinar sus características.
La capacidad de la provincia de Buenos Aires de influir decisivamente en el curso del
proceso histórico concluyó en 1880, y durante la década crucial que siguió a aquel
afio fue sólo la más importante entre las provincias enteramente subordinadas a un
poder central ya completamente «formado» y omnipotente. Dada esa subordinación,
la cuestión de la vigencia del federalismo habría dejado de discutirse en esos afios.
En este escenario, Rocha aparece compartiendo tareas con la figura rectora de
Roca, del que 10 separará únicamente su ambición presidencial. Ésta no pasó de un
anhelo inviable al que faltaban apoyos reales. Por último, en el balance de la década
dedicado a explicar la crisis en que caen envueltas las instituciones bonaerenses, su
primer lustro es visto como preparatorio de esa ruina, pues entonces se contrajeron
compromisos externos que luego no pudieron cubrirse a causa de una equivocada
política de inversión y también por el dispendio asociado a la corrupción. Esa crisis,
además, se explica fundamentalmente como parte de un proceso más amplio que
involucra a toda la república.
7. El presente trabajo cuestiona parcialmente -o más exactamente procura preci-
sar- la atribución de significado que reciben el afio 1880 y la primera presidencia
del general Roca, a partir de la reconstrucción y ponderación de las tensiones que
se registran en el periodo entre la provincia bonaerense y el Estado nacional. Esa
reconstrucción, al tiempo que introduce una visión más matizada sobre la celeridad
e influencia del proceso de sometimiento de la provincia de Buenos Aires al poder
central, confirma por 10 demás el núcleo de saberes transmitidos por la literatura es-
pecializada y en particular por autores que describen los rasgos del obrar politico de
la época. Se trata aquí de indagar la consistencia de las relaciones entre la provincia
de Buenos Aires y el Estado nacional luego de la sanción de las leyes-contrato de fe~
deralización, y considerar qué curso siguió la aplicación de esas leyes en los aspectos
referidos a las condiciones o garantías bajo las cuales la provincia se desprendió de su
histórica ciudad. La formulación afirmativa de estos interrogantes puede resumirse
en una hipótesis desagregada en tres postulados:

"Mario Justo López. Historio de losferrocarriles de la provincia de Buenos Aires, 1857-1886, Buenos
Aires, 1991, 281 pp; pp. 67; 75; 245.
AGONÍAS DELFEDERAllSMO 21

1) Luego de la federalizaci6n de la ciudad de Buenos Aires la lucha entre el


poder central y la provincia bonaerense no finaliza; ingresa en una nueva fase carac-
terizada por el recurso a otros escenarios de confrontaci6n adecuados al momento,
y por los sucesivos reveses que sufre la posición provincial al vioIarse las garantias
establecidas no sólo en las leyes-contrato de 1880 sino también en la Constitución
Nacional refonnada de 1860.
2) Sin fuerzas para sostener su posición a consecuencia de la situación creada
por la derrota militar de 1880, la provincia, sin embargo, conserva en esos afios su-
ficiente capacidad de acción como para tomar o compartir la iniciativa en materias
sensibles (moneda, finanzas, trazado de vias férreas, construcciones portuarias), así
como para forzar al gobierno nacional a actuar por reacción o en prevención de las
poUticas bonaerenses. De aquí se desprende que el curso del proceso histórico en
esas cuestiones sigue siendo la resultante del enfrentamiento entre poder central y
gobierno provincial. Más allá de la supremacía del primero, sus acciones son fre·
cuentemente determinadas en función del sometimiento bonaerense, no concluido
en 1880. Sin duda es éste un afio decisivo, como lo es la labor legislativa subsiguiente
que concentra progresivamente el poder en el Estado nacional. Pero su curso es me-
nos lineal, está menos libre de peligros, y es en sí mismo más decisivo que lo usual-
mente admitido. Más aun, parece preferible reconocer en el escenario que surge de la
crisis de 1890 los rasgos politico-institucionales de aquel Estado cuya ~(consolidación
definitiva» prematuramente se presupone ya fijada una década antes.
3) Sin perjuicio de los casos de corrupción, del empleo de dineros públicos o
confiados a instituciones de crédito públicas para fines políticos que cubren un am-
plio espectro -desde la compra clandestina de armas basta el crédito bancario otor-
gado por razones partidarias a un insolvente, hasta la «movilización de electores))
a jornal y las remuneraciones a la prensa-, o de la errónea administración, la crisis
final de las instituciones económicas bonaerenses aparece estrechamente vinculada
al resultado de aquel enfrentamiento entre provincia y Nación.
El estudio de las relaciones entre la provincia de Buenos Aires y el Estado na-
cional en el quinquenio 1881-1886 ofrece numerosos ejemplos de la supervivencia de
una rivalidad que, si recurre a nuevas armas, no renuncia a la guerra antigua. Preci-
sar esta subsistencia durante más de un lustro no tiene relevancia meramente fonnal.
Por el contrario, se trata de advertir en el curso de esos atlas, juzgados en opinión
unánime decisivos en la historia argentina, la influencia que ella tuvo en su concreta
configuración. Así, por ejemplo, reconocer la aparición de un Estado nacional con
capacidad para imponer una política monetaria propia y excluyente en 1881, a rafz
de la sanción de la ley de la materia, o en 1885·86, con la liquidación de la capacidad
bonaerense para co-actuar en ese terreno, es más que una puntualización cronológi-
ca: el proceso que conduce desde la pretensión polftica expresada en el texto legal de
1881 hasta su verificación un lustro más tarde, revela que el resultado obtenido no se
alcanza sin una lucha intermedia que contribuye decisivamente a determinar sus for-
mas, alcances y características. La misma confrontación que condiciona y modifica
22 lAVJERF.GAllCIABASALO

el curso de la acción del poder central en materia monetaria se registra con idéntico
efecto en las cuestiones bancarias y financieras y en la crucial politica de comunica-
ciones -ferrocarriles y puertos- a lo largo de esos afios. Resulta así que los actos que
configuran factores relevantes de la política económica nacional durante esos deci-
sivos afios para la estructuración de la ((Argentina moderna», no tienen como sujeto
un «(Estado nacional» omnipotente, absolutamente consolidado, libre por entero de
la antigua influencia provincial. Ese Estado aparece sin duda preeminente, pero to-
davía entregado a la tarea de destruir las instituciones económicas bonaerenses cuya
supervivencia juzga incompatible con el orden que se propone establecer. Más aun,
ese Estado no sólo debe emplear al servicio de ese fin sus mejores recursos: también
debe esterilizar los esfuerzos de aquel poder rival. y desde que la lucha se verifica
con instrumentos esencialmente económico-financieros, y éstos a su vez remiten a
decisiones de terceros, ella podrá contribuir a explicar el ciclo que, iniciándose bajo
tan halagüetlos augurios en 1880, se cierra de manera tan decepcionante una déca~
da después, no sin dejar en herencia algunas características del sistema económico
regional destinadas a gravitar por décadas. Entretanto, Bancos oficiales, polfticas
financieras, puertos, redes ferroviarias, han sido instrumentos de una lucha, si acaso
menos cruenta que antaflo, no por eso menos onerosa en términos de gasto y, sobre
todo, de planeamiento estratégico.
8. La expresión «federalismo bonaerense», empleada más arriba y repetida en oca-
siones a lo largo de estas páginas, alude a la política provincial que apela a las ideas
del federalismo doctrinario en un país anisómero, y hace con ellas, a juicio de los
restantes Estados, la defensa de su preponderancia. No tiene aquí más que un valor
descriptivo; no se propone para identificar un cuerpo doctrinario rigurosamente de-
finido ni un partido o facción militante, sino más bien una práctica poUtica y discur-
siva. Su uso no pretende prejuzgar sobre la ortodoxia de esas ideas desde el punto de
vista de la teoria constitucional, ni sobre la justicia o la conveniencia de las posicio-
nes que con ellas se asumen o defienden -posiciones cuyos limites, por otraparte,
seria dificil trazar con precisión fuera de cada circunstancia concreta. Se asume, sin
embargo, que a partir de 1860, el texto constitucional refOrmado constituye el lugar
común de argumentación más frecuente y eficazmente recurrido por los eventuales
defensores de esa singularidad bonaerense que se piensa y legitima a s[ misma como
único contrapeso posible a un unitarismo legal o de mcto.
9. La unidad del objeto de estudio de este trabajo -las relaciones entre la provincia
de Buenos Aires y el Estado nacional durante el período setlalado, entendidas en
su realidad bifronte como agonías del federalismo bonaerense (esto es, lucha por el
mantenimiento del «lugar constitucional» creado en 1860) y como sometimiento de
esa misma provincia al poder central, podría parecer a primera vista desmentida por
la estructura y la extensión del texto. Sin duda el tema es complejo, pero constituye
una unidad sobre cuyos Hmites conviene ahora formular alguna precisión mediante
la descripción de su contenido.
AGONÍAS DBL FBDERALISMO 23

El trabajo se estructura en dos partes centrales precedidas de otra introducto-


ria. Ésta -Rafees y contextos- se refiere al marco histórico en el que debe situarse
la materia a considerar en las siguientes secciones que constituyen la investigación
propiamente dicha. Dado que por hipótesis en los afios que siguen a 1880 se asiste a
la revisión de hecho del (dugar constitucionab> establecido en 1860 para la provincia
de Buenos Aires -un caso de Veifassungswandlung'H-, el primer capítulo recuerda
el origen, las características y los mojones simbólicos de la progresiva pérdida del
consenso que fundaba esa situación (cap. 1). Se trata luego (cap. 11) de la actuación de
Rocha en el proceso electoral de 1880 y en la federalización de Buenos Aires. Ambas
cuestiones, cuyo estudio especial no es propio de esta indagación, son revisadas fun~
damentalmente a partir de la literatura especializada y documentación édita, con el
fin de precisar el punto a partir del cual presidente y gobernador, Nación y provincia,
establecen sus tratos y contratos desde entonces. Sigue una ligera descripción de los
vaivenes politicos de esos afios (cap. 111), necesaria en la medida en que tales fluctua-
ciones contribuyen no poco a iluminar el argumento al que se refiere este estudio.
La segunda parte -El Banco de la Provincia y la quiebra del federalismo bo-
naerense- se refiere a los aspectos de política monetaria y bancaria involucrados en
el sometimiento de la provincia de Buenos Aires al gobierno central. Sus dos prime-
ros capítulos son, a su vez, introductorios de esta materia. En ellos se consideran los
acuerdos monetarios de 1876 vigentes en 1880-81, su origen e importancia (cap. 1);
y las doctrinas monetarias dominantes, tal como son expuestas por los actores, y en
relación con sus implicancias políticas (cap. 11). En el siguiente capítulo se inicia el
estudio propiamente dicho de las relaciones entre Nación y provincia bajo la presi-
dencia del general Roca y la gobernación del doctor Rocha: los primeros ensayos de
acuerdo, su fracaso y la acción unilateral del Congreso (cap. I1I); y luego la lucha en
tomo a las instituciones bancarias: el bloqueo de la acción del Banco Hipotecario de
la Provincia de Buenos Aires fuera de los limites bonaerenses (cap. IV); los intentos
del gobierno nacional por apropiarse el Banco de la Provincia de Buenos Aires (cap.
V); y la búsqueda de un sucedáneo para ese fallido designio con el avance del control
estatal sobre el Banco Nacional, sin quitarle a esta institución su carácter mixto (cap.
VII). Se consideran también los acuerdos entre Nación y provincia para ingresar en
lo que será un breve periodo de conversión metálica, atendiendo a las condiciones de
producción de esos compromisos (caps. VI y VIII); y, en fin, los usos pollti.co-insti-
tucionales que el gobierno de Roca da a la crisis económica de 1885 en relación con
el tema que se estudia (cap. IX). Se cierra esta parte con la exposición de la politica
centralizadora que aquella crisis y la derrota politica de Rocha permiten desplegar

"En la terminologla de Laband., que GarcJa-Pelayo traduce como mutación constituciono/, califica las
transfunnllciones constitucionales que transcurren al margen del método de refunna (VerfasSllngslltlde-
rung). Este CIlliO argentino comparte rasgos de los tipos tercero y cuarto de la clasificación de Hsü-Dau~
Lin: la mulllCi6n Be produce 11 través de la interpretación de los ténninos de la cOIlBtitución (cuarto tipo),
~ la que precede una práctica en oposición de los preceptos (tercer tipo), o al menos, en oposición ala
lnterpretllCión vigente de hecho de esos preceptos. eL Manuel Garcla.Pelayo, Derecho constitucional
comparado, Madrid, 19641, 636 pp; pp. 137-138.
24 JAVIER F. GARCIABASALO

con mayor contundencia en los últimos tramos de la primera presidencia del general
tucumano (cap. X) y con una referencia al periodo posterior al que aquí se estudia,
con fin de presentar los rasgos principales de la situación que éste deja en herencia
(""p. XI).
La tercera parte -El Ferrocarril del Oeste y la crisis bonaerense- examina la
pugna entre Nación y provincia en torno a la estructuración del capital social fijo más
relevante en la época: el complejo ferroviario-portuario. Tanto en el ámbito geográfi-
co bonaerense como en su enlace con el sistema de comunicaciones férreas del resto
del territorio nacional, el poder central, inhibido por razones tanto económicas como
politicas para obrar en forma más franca, actúa indirectamente a través de concesio-
nes a terceros. Así, de un modo que a primera vista puede parecer sorprendente, el
estudio de las relaciones del gobierno federal con la provincia de Buenos Aires obliga
a considerar otros actores llamados a participar en el desarrollo de la disputa e inevi-
tablemente presentes también en el nuevo escenario que creará su desenlace.
Al igual que la parte anterior, comienza la tercera con un punto introductorio
que describe los antecedentes del conflicto que va a estudiarse (cap. 1). Sigue la ex-
posición del plan ferroviario de Rocha (cap. 11) y la consideración detallada de sus
cuatro pilares principales: el enlace ferroviario hacia el Interior (cap. ID), el control
del sistema propiamente bonaerense en la región meridional (cap. IV) Y Oeste (cap.
V), y la conexión de las lineas con las instalaciones portuarias (cap. VI): si en todos
ellos se muestran los obstáculos que el plan enfrenta y los ajustes que intentan confir M

marlo, los dos siguientes se dedican en especial a la conformación de un sistema rjval


que las concesiones nacionales hacen posible (cap. VII) y a los esfuerzos, al cabo faM
llidos, para evitar el fracaso de los proyectos bonaerenses (cap. VIII). A continuación
se exponen los logros y los limites del Ferrocarril provincial en esos afios (cap. IX) y
el tramo final de su tmyectoria, y se discuten los motivos que impulsaron la compra M

venta que clausura su existencia como empresa estatal (cap. X). Las razones de ese
colapso se revisan en el cap. XI en relación con algunas cuestiones sobre las que la
literatura especializada ha insistido con un criterio, según parece, parcial o erróneo;
cuestiones cuyo mejor conocimiento revela de modo elocuente el lugar central que
la disputa entre Nación y provincia ocupa a lo largo del periodo estudiado. Cierra
la sección un capitulo dedicado a examinar las causas del agotamiento bonaerense
y su relación, precisamente, con el trato de que fue objeto Buenos Aires por parte
del gobierno central en el cumplimiento de los compromisos debidos, de naturaleza
constitucional, legal y contractual.
POST SCRIPTUM

Durante el prolongado lapso transcurrido entre la redacción de este trabajo y


su publicación, la bibliografía sobre el período de la historia argentina considerado
se ha enriquecido con nuevos aportes que, hasta donde sabemos, no modifican el
cuadro de situación respecto de los problemas centrales revisados, con excepción
del estudio realizado por un grupo de investigadores dirigido por tres reconocidos
especialistas (Pablo Gerchunoff, Fernando Rocchi y Gastón Rossi, Desorden y pro-
greso. Las crisis económicas argentinas. 1870-1905, Buenos Aires, Edhasa, 2008;
391 pp), que motiva estas líneas. En efecto, algunas de las observaciones indicadas
en la «Introducción» sobre del estado de la cuestión respecto de los temas que se ex.-
ponen en la segunda parte y, en general, sobre las relaciones entre el gobierno central
y la provincia de Buenos Aires, no deben aplicarse a Desorden y progreso, obra que
asume la centralidad del renovado conflicto entre ambos estados luego de 1880, esta
vez sostenido con instrumentos de politica económica, y la consecuente ausencia
en esos años de un orden en el cual el poder nacional puede juzgarse consolidado
en ese campo. Fundamentalmente centrado en el estudio de la crisis económica que
estalla a fines del trunco mandato presidencial de Juárez Celman, al reconstruir la
trama que a ella conduce, este texto transita en parte un camino semejante al tra-
zado aquí para referir los avatares del Banco de la Provincia durante la presidencia
de Roca, y atiende después al desarrollo mismo de la crisis y al largo período que
tomó su superación. En Desorden y progreso, objeto de estudio y alcance tempo-
ra! difieren de los que hemos estudiado y, en consecuencia, no este el lugar de un
comentario sobre su íntegro contenido. Inversamente, tienen interés las referencias
al enfrentamiento entre gobierno nacional y provincia de Buenos Aires en los aftos
de la primera presidencia de Roca, sus antecedentes, y las conclusiones que de él
se derivan. En particular, éstas últimas, pues luego de descubrir el lugar central de
esas disputas, aquellas resultan menos innovadoras de lo que cabia esperar de este
hallazgo. En efecto, Desorden y progreso vuelve a situar en la ambición presidencial
de Rocha el desencadenante del conflicto en su tiempo; a censurar esa <<paliti<:a de
progreso febril y de derroche» que puso «en peligro la estabilidad de la lIlOIlfJlia o
el cumplimiento de sus obligaciones financieras» y, en fin, a encontrar las «ó1t:ima&
causas del colapso» provincial «en el endeudamiento de la década del ochenta>t-'
Yofre o Balestra no opinaron de otro modo. Las razones de este retorno al ~
consagrado por la tradición sobre el desempefio bonaerense en esos ailos son vanas.
Faltan en él algunas piezas que completan un cuadro complejo (el hiato que abre
entre 1876 y 1881; la ausencia de toda referencia al Convenio de agosto de 1882; la
omisión de las tensiones que recorren el año previo a la crisis de enero de 1885, etc).
Otras se recogen de modo no enteramente acertado, como ocurre, para ilustrar con

'Desorden y progreso..., pp. 44, 64 Y 197.


634 JAVIER F. GARClABASALO

un ejemplo, con las propuestas de fusión de los Bancos en 1881 y de nacionalización


del Banco de la Provincia en 1882. Si a las primeras, que reservan un lugar esencial
para la provincia en la conducción del nuevo Banco, se las juzga funcionales a los
objetivos de Roca (error que parece inducido por juzgarse roquista al Pellegrini de
mayo de 1881), el intento de Romero, que en rigor propone el traspaso liso y llano
del Banco a la esfera nacional sin otra contraparte que indemnizaciones, es evocado
como un «arreglo cooperativo». Más importantes aun resultan los límites del marco
en que se inscribe la reconstrucción de aquella lucha. Esto, naturalmente, no puede
imputarse como demérito a una obra que, navegando en la confluencia de las aguas
en que se funden política y economía, procura explicar las crisis sin proponerse como
tema central el enfrentamiento, esencialmente politico-institucional, aunque media-
do por armas económicas, que desde esta perspectiva queda expuesto en las páginas
demasiado numerosas y con frecuencia áridas que el lector ha debido vencer para
encontrarse en este punto. En ellas se ha sefialado con reiteración la importancia
del Pacto de Unión de 1859 y de la Constitución de 1860 para la comprensión de la
naturaleza del conflicto. Ese lugar oonstitucional que la provincia adquiere entonces
y que constituye el quicio desde el cual puede entenderse la singularidad bonaerense,
pasa desapercibido en Desorden y progreso, que atribuye a la trama de ese último
afio el haber consagrado apenas «una prolongación defacto de su predominio mone-
tario». En rigor, ese conflicto radica, finalmente, en el reclamo de aquello que es ius
y no factum para el federalismo bonaerense, y es preciso hacerse cargo de los datos
del problema según sus protagonistas (aún si se prefiere deplorarlos) para compren-
derlo. Una última observación sobre el período posterior al valimiento de Rocha.
Desorden y progreso señala con razón la influencia que las decisiones provinciales
conservan bajo el gobierno de Máximo Paz en la marcha económica del país, subra-
yando en particular el caso de las cédulas hipotecarias y el peso financiero de los
demorados pagos que finalmente recibe Buenos Aires. En la perspectiva del conflicto
estudiado aquí ello no minimiza los triunfos de Roca: es la subordinación politica
bonaerense su condición de posibilidad. Cualquiera sea la influencia del gobierno de
paz en el curso económico de los últimos años de la década, la vigencia de la antigua
pretensión provincial, que también expresó el rochismo, era asunto del pasado. Sin
perjuicio de estos rápidos e incompletos apuntes, Desorden y progreso indica, como
queda dicho, la centralidad de un tema hasta ahora desatendido. Si la redacción de
este estudio no ha podido considerar sus aportes, entonces inéditos, a la hora de su
publicación es preci'lo señalarlos al lector por la indudable contribución que suponen
para la comprensión de la época.
RAíCES Y CONTEXTOS

l. SITUACIÓN INSTITUCIONAL DE BUENOS AIRES EN LA


CONSTITUCIÓN NACIONAL REFORMADA EN 1860

«en el articulo 104 se dijo; "cada provincia conservará su sobera.-


nla no delegada y la que expresameule se hubiese reservado al
tiempo de la incorporación". AsI pues, el tratado de Noviembre
[de 1859] se convirtió en materia constituyente».
R. E/iza/de (1862)
«Qué derecho alega {el Banoo de la Provincia]? [no] ¿Los desgracia-
dos pactos del afto 18591 Esos no son derechos. [...] todavía es-
toy oyendo los ecos de ese pacto, que ya deben de;¡aparet:crn
N. Calvo (1886)

1. Constitución y papel moneda

Aun cuando no faltan estudios dedicados a la reforma constitucional de 1860,


la historiografia apenas le concede en las grandes sintesis un lugar marginal. En
caso extremo, 108 cambios introducidos se juzgan «correcciones sin importancia»I,
aunque lo frecuente es rápidamente pasar por ella como si de eso en efecto se tra-
tara2, o atender s6lo algunos aspectos.} Incluso Dardo Pérez Guilhou, estudiando
vestigios de originalidad en la historia constitucional argentina, no los encuentra en

lcf. Vicente Sierra, Historia de las ideas pollticas argentinas. Buenos Aires, p. 506; en su Historia de fa
Argentina el mi8lllo Sierra afirma que «las modificaciones constituyen un testimonio inexcusable de que
la refunna fUe un pretexto y no un hecho que justifique que pueda haber sido considerada condición sine
qua non para la unidad nacional» (t. X, Buenos Aires, 1980, p. 459).
, cf. por tndos José Luis Romero, Las ideas pollticas en la Argentlna. Buenos Aires, 1975; 306 pp. o Thlio
Ha1perin Donghi, Una noción para el desierlo argentino, Buenos Aires, 1982; 151 pp. Con frecuencia el
resumen de las reformas excluye la materia monetaria y bancaria (p. e. Alberto R. Lettieri, La república
de la opinión. Polltica y opinión pública en Buenos Aires entre 18S2 y 1862, Buenos Aires, 1993, 166
pp; pp. 95-96; Miguel Angel De Marco, Bart%mé Mitre...; p. 219) o la mencionan en forma suscita (p.
e. Ricardo Zorraquln Becú. Marcelino Ugarte. 1822-1872. Un jurista en la época de la organización
nacional, Buenos Aires, 1954,342 pp; p. 114). Al contrario, los estudios de naturalezajurldica sobre
Bancos no pueden eludir un telDa aún crucial en la jurisprudencia bonaerense y nacional; p. e. Rodolfu
Horacio Lavigne, «La legislación sobre el Banco de la Provincia de Buenos Aires y su preeminencia
constitucional», en La Ley. t. 138, Buenos Aires, 1970, pp. 1125_1134; Héctor Ángel Benélbaz,La Banca
en el derecho público provlncia/, Buenos Aires, 1975, ]72 pp; pp. 89-100.
'En general se privilegian, en lo polltico, las disposiciones sobre capital de la república e intervención
en las provincias; en lo económico, la garantía temporal del presupuesto portello. V. p.e., Natalio Botana,
«El federalismo liberal en Argentina: 1852-1930», en Marcello Carmagnani (comp.), Federalismos latl-
'loamericanos: Mb:ico, Brasil. Argentina, México, 1993,417 pp; pp. 224-259.
26 JAVIER F. GARc!A BAsALo

esta reforma, a la que considera fruto de una «exagerada actitud mental imitativa»,4
Pérez Guilhou presta atención a discursos destinados a justificar no sólo el talante
vigente durante una década en la facción que Alberdi llama «circulo parásito) sino
también las alteraciones que entonces se introducen al texto de 1853 en razón de una
opción táctica de ese mismo partido. Asf, con razón ocupan el centro de su atención
Mitre y Sarmiento. Pasan en cambio también aquí desapercibidas las reformas que
hacen del texto constitucional argentino uno ciertamente original en la medida en
que institucionalizan prácticas arraigadas y abrazadas como opción estratégica por
lo que el mismo tucumano llama el ~<partido locab)s. Se trata, sin duda, de una origi-
nalidad que la teoría constitucional puede considerar aberrante, pero no por eso deja
de estar en el centro de los acuerdos que conducen a la reintegración nacional. Nues-
tra Constitución, escribe Alcorta todavfa en 1880, <iDO ha sido el resultado de una
combinación uniforme teniendo sólo en cuenta los verdaderos principios que debían
lógicamente presidir su formación: elaboración de muchos afios de hechos civiles, y
fruto de concesiones recíprocas reclamadas por circunstancias especiales, y teniendo
siempre en vista al hacerlo la gran aspiración de la unidad de la patria, ella quizá se
resiente de algunos inconvenientes, pero que no está en el poder de las autoridades
nacionales el hacerlos desaparecer sin producir un grave conflicto». 6
El proceso de reintegración del Estado de Buenos Aires y la Confederación Ar-
gentina registra tres instancias principales: la firma del Pacto de San José de Flores,
elll de noviembre de 1859, seguida del convenio complementario de unión del 6 de
junio de 1860; los trabajos de la Convención del Estado de Buenos Aires, reunida
en enero de 1860, cuya Comisión examinadora de la Constitución Federal sesiona
entre febrero y abril, discutiéndose su informe en abril y mayo; y las deliberaciones
de la Convención Nacional ad hoc congregada en Santa Fe, en septiembre siguiente,
para examinar las reformas propuestas por Buenos Aires? A lo largo de ese afio, y
muy especialmente en los debates de la Convención del Estado de Buenos Aires, se
advierte la importancia principal atribuida en la reforma constitucional a la cuestión
bancaria y monetaria y la previsión con que, desde distintas ópticas, se anticipan

•Dardo Pérez Guilhou, HI~toria de la orlgJnalidadconstitucional argentina. Polémicas y debates. 18/0-


1880. Mendoza, 1994, pp. 68-76; lo citado en p. 76.
5 cí. Juan B. Atberdi.De la lntegridadrulciorull argentina considerada en lfUS relaciones con los ¡ntere-
ses extra'l!eros de navegación, de comercio)1 de seguridad en Jos paises del Río de la Plata [Londres.
agosto de 1855]. incluido en Obras completas. Tomo V, Buenos Aires, 18&6, 528 pp; pp. 392-420; la
descripción de los partidos en p. 404.
•Amancio Alcorta, Estudio sobre el cursofot'ZOSQ, Buenos Aires, 1880; 252 pp + apéndices; p. 135.
'V. estos antecedentes en Emilio Ravignani, Asambleas Constituyentes Argentinas ~eguidas por los tex-
tos constitucionales, legislativos y pactos interprovinciales que organizaron poUticomente Ja Nación.
Fuentes seJecclonada!. coordinadas y anotadas en cumplimiento de la ley 11.857 por.... BuenOll Aires.
1937-1939, 7 vol.. (en adelante ACA), L IV, pp. 705-1060 Yt. VI. pp. 550-580. V. lb. Benjamín Victorica.
La campaRa de la integridad rulclonal [1860}, con estudio preliminar de Isidoro J. Ruiz Moreno y Ndstor
TomÚ8 Allza, Buenos Aires. 1979; 229 pp. Lo que se refiere a la negociación del pacto de San José de
Flores también en Antecedentes relativos al pacto de Unión Nacional del 11 de noviembre 1859, Buenos
Aires, 1940.269 pp.
AGONÍASDELFEOHRAUSMO 27

situaciones que el tiempo, en efecto, trae. El Pacto de Unión de San José de Flores
hace expresa referencia al Banco provincial en su articulo 7°; «Todas las propiedades
de la Provincia que le dan sus leyes particulares, como sus establecimientos públicos
de cualquier clase y género que sean, seguirán correspondiendo a la Provincia de
Buenos Aires y serán gobernados y legislados por la autoridad de la Provincia). Esta
redacción precisa las instrucciones que desde un primer momento reciben los comi-
sionados bonaerenses para la negociación del Pacto, 8 En el curso de las tratativas que
conducen a su finna la expresión «serán gobernados y legislados» reemplaza a otra
más débil, «gobernados y vigilados».
La Convención de Buenos Aires reunida en mérito a lo dispuesto por ese Pacto
de Unión con el propósito de revisar la Constitución Federal y presentar las reformas
que juzgase oportunas, procede a incorporar al texto de 1853 los acuerdos estableci-
dos en San José de Flores. El medio encontrado es la conocida adición que se introdu-
ce en el articulo 101 (que las refonnas convertirán en 104). Donde el texto dice «Las
Provincias conservan todo el Poder no delegado por esta Constitución al Gobierno
federal» se agrega «(y el que expresamente se hayan reservado por pactos especiales
al tiempo de su incorporación». Se tiene conciencia plena de que esa inclusión del
Pacto de Unión en la reserva de poderes que fonnaliza la provincia de Buenos Aires
viene a modificar disposiciones constitucionales, haciéndolas ineficaces para ella.
El infonne de la Comisión examinadora que sirve de base a las discusiones de la
Convención bonaerense -cuya redacción se atribuye sin contradicción Bartolomé
Mitre- asl lo expresa:
a) la adición «(es otra consecuencia lógica del PactQ);
b) ella está (concebida en ténninos genéricos, tiene por objeto salvar inmensas
dificultades y resolver multitud de cuestiones prácticas de la actualidad, poniendo el
Pacto de 11 de Noviembre bajo la salvaguardia de la ConstitucióD). Esta expresión
advierte que no sólo el problema de la Capital Federal sino (multitud de cuestiones»
se tienen en vista (los debates revelan que entre ellas están el Banco y la moneda).
c) modifica lo dispuesto para las otras provincias; Mitre subraya en el informe:
«Habiéndose reservado Buenos Aires por ese Pacto poderes que la Constitución atri-
bufa en algunos casos al Gobierno NacionaL habiendo éste por su parte consentido
en ello, siendo ese Pacto la base sobre la cual nos confederamos con la Confedera-
ción Argentina, constituyendo asl ambas partes reunidas la Nación Argentina, tal
reserva es perfectamente arreglada al orden de una Nación de pueblos confederados

I Las instruccioocs dicen al respecto: «Que todos los establecimientos públiCOli existentes en Buenos Ai-
res, sin distinción alguna,. como el Banco, Universidad, Colegio, etc., seguirán siempre correspondiendo
al Estado de BuenOll Aires, y serán únicamente gobernados y vigilados por la autoridad del Estado, con
excepción de la Aduanm).
28 JAVIER F. OARdA BASALO

y conforme al derecho público argentino, por lo que respecta a la teoría de los pactos
pre_existentes»). 9
d) «ese [el Pacto de Unión] y no otro es el pacto preexistente que se refiere a
Buenos Aires y por lo tanto debe quedar garantido en la Constitución misma, fijando
a la vez una regla general para todos los casos, por no ser propio de la ley común se
establezcan articulos especiales, en favor de una provincia respecto de otra, no obs-
tante que se salven virtualmente aquellos poderes reservados por cada una de ellas,
que sin perjudicar a la comunidad hubiesen sido expresamente garantidos, como su-
cede en este caso»). El principio es general, pero cobija casos particulares que esta-
blecen concretas diferencias. 10
En el curso de los debates Rufino de Elizalde sefíala expresamente la cuestión
del Banco entre aquéllas que introducen modificaciones a la Constitución sancionada
en 1853: «Quedó establecido [en el Pacto de Unión] que el Banco, el Crédito Públi-
co, las Escuelas, serran de su exclusiva competencia y legislados por su legislatura.
Por este artículo han venido a introducirse modificaciones muy importantes en la
Constitución»), Precisamente es Elizalde quien plantea como una consecuencia de las
garantías obtenidas en el Pacto de noviembre la necesidad de fijar que la provincia de
Buenos Aires pagará «forzosamente en papel moneda) los impuestos nacionales en
las Aduanas. Más tarde Riestra propone al respecto la solución finalmente aceptada:
que los derechos de exportación e importación se pagarán en la moneda corriente en
las respectivas provincias. Asi, una vez más, se emplea una forma genérica destinada
a cobijar el concreto caso bonaerense,u Piensa Elizalde que sobrevendrá un grave per·
juicio (cel dfa en que nuestro papel moneda pierda el uso» que se le da al recibirse en
la Aduana. Traza al respecto una prospectiva que anticipa las luchas por llegar:
«se ha de establecer un Banco Nacional, se ha de mandar recibir la moneda a la par,
y después se ha de mandar hacer el pago mitad en la moneda emitida y mitad en plata.
Esto es lo que yo quiero evitar. Con dos monedas variables no puede menos Buenos
Aires que exponerse a grandes peligros, y ha sido muy sabio el Gobierno cuando dijo: el
Banco ha de ser legislado por mis legitimas autoridades [oo.} no ha de venir el Congreso a
legislado; aunque por la Constitución tiene esa facultad. Nadie legisla sobre el Banco [...]
si es una necesidad de que esto sea asf, que nuestro papel moneda quede garantido, hoy
es la oportunidad de hacerlo de un modo efectivo; que no nos vengan a decir maftana:
tenemos derecho de establecer tarifas y las establezcan en metálico, perdiéndose asl la
garantia del papel moneda. [1] No seflor, consignémoslo ya que más tarde no se han de

• Al respecto dice Sarmiento: «quedan salvados los deroohos de Buenos Aires por el articulo que ha
indicado un Sr. Convencional [futuro art. 104], por el cual esos derechos quedan vigentes, no obstante lo
dispuesto por la Constitución [en otros artículos]».
'·ci. ACA. t. IV, pp. 786-787. Firman etinfurD1e Bmolomé Mitre, Dalmacio Vélez Sarsfield, José Mármol,
Antonio Cruz Obligado y Domingo F. Sarmiento.
n cí. ACA, t. IV,pp. 820-21; 861; 913. También sealudeal papel moneda correntino. En la parte pertinente
el ioc. 1 del art. 67 dice, refiriéndose a los derechos de aduana: «bien entendido que ésta, lIlIí como Illli
demb contribuciones nacionales, podrán ser satisfecbas en la moneda que fuese corriente en lasprovin-
cias respectivas, por su justo equivalente».
AGONÍAs DEL P1!DI!RJUJSMO 29
admitir los bonos Buschental, o la moneda del Banco Nacional. De otro modo vamos
a tener que en Buenos Aires se van a pagar los derechos de Aduana con la moneda del
Banco Nacionab 12
Con igual precisión anticipa Vélez Sarsfield los problemas que implicará la idea
de Riestra: «el principio sería malísimo, porque nos quedaríamos con tantas mone-
das nacionales cuantas fuesen las monedas provinciales... ¡Y todo esto, todas estas
trabas a la Nación, al gobierno nacional por un pequefiísimo interés eventual del
papel moneda de Buenos Aires! Esto sólo explica la poca voluntad de que se reúna la
nación y el ningún sacrificio que estamos dispuestos a hacer por un objeto tan gran-
de.»13 Contestando las posiciones de Vélez le enrostra José María Gutiérrez: «Siete
aftos ha estado atacando el sefior Convencional el orden de cosas que hoy sostiene.
La situación que buscamos con la unión no es ciertamente aquella contra la cual nos
hemos defendido»,14 Riestra sostiene la identidad entre autonomía y papel moneda, y
recuerda que Buenos Aires ha probado en
((más de una ocasión, que una de las armas más poderosas que ha tenido y tiene para
defenderse de sus enemigos, ha sido el crédito. Nada puede ostentarse con más orgullo
en favor de ese crédito, que su papel moneda [...] el golpe mortal es 10 que yo temo, de
decir a un Estado que ha tenido vida y salvación por el papel moneda, -yo no 10 admito
en las oficinas públicas. Lo que yo quiero evitar es ese golpe fatal que puede recibir el
papel moneda, cuando se diga que no se admite en las oficinas públicas».l~
De hecho, cuando en junio de 1860 el gobierno nacional y Buenos Aires acuer-
den los pasos a seguir para la reunión de la Convención ad-hoc y establezcan un con-
junto de medidas transitorias en espera de la futura incorporación de los representan-
tes bonaerenses al poder legislativo nacional, incluirán entre ellas la entrega de roSc
1,5m. a la autoridad central. En contrapartida ésta «ofrece dictar [..•] reglamentos y
disposiciones» a fin de «admitir el papel moneda de Buenos Aires en las Aduanas de
la ConfederaciÓn».16

"ACA, t. IV, p. 824; v. tb. p. 881, COlltra laopiniólI de Elizalde se prolluncia Mitre (dejos de serulI incon-
velliellte el que las tarifllS fuesen ell metálioo, ha sido siempre el bello ideal de lIuestros eCOllOmistas»).
Como «idellS puramente especulativaS) juzgó la posible creación de un Banco Nacional Sanniellto, b~o
cuya presidencia será en efecto fundado tal establecimiento.
"ACA. t. IV, p. 884; v. tb. p. 903.
,. ACA, t. IV, p. 903.
"ACA, t. N, p. 907.
"cf. ACA, t. VI, pp. 578-579. Negoció el acuerdo Vélez Sarsfield,

,
30 JAVlBRf.oAllC1ABASALO

2. Alcances del articulo 104

A principios de 1860 Mitre defiende, en polémica con Juan Francisco Seguí, las
mismas ideas expuestas en el Informe. Distingue «una Nación preexistente a toda
Constitución y cuyo pacto social es la declaración de Independencia», Nación que
«hasta el presente no se ha constituido nunca», que no se identifica con (da Confede M

ración Argentina que surgió del Congreso de Santa Fe». La incorporación de Buenos
Aires a esa confederación es obra del Pacto de San José de Flores: «Es en virtud
del Pacto del!! de Noviembre que nosotros nos confederamos a la Confederación,
asociación politica a la que jamás perteneció Buenos Aires. [...] El vínculo legal que
nos une es el tratado del 11 de Noviembre. Al pactar incorporarnos [no] vamos, pues,
a confederarnos con las demás Provincias cuya ley hemos aceptado, con excepcio-
nes que hemos salvado por el mismo tratadO),!7 Esas excepciones, más allá de otras
modificaciones que puedan introducirse a la Constitución de 1853 de común acuerdo,
vuelven impostergable su reforma. Aunque el centro de la discusión lo ocupa enton-
ces con preferencia la «(cuestión capital», Mitre subraya expresamente que el Pacto
del 11 de Noviembre ha reconocido a Buenos Aires «d poder de legislar sobre esta-
blecimientos que por Constitución son de resorte del Congreso». lB Dada la incompa·
tibilidad entre la Constitución de 1853 Y lo acordado en San José de Flores, aceptar
aquélla sin reformas «compromete [...] el porvenir de sus instituciones [las de Buenos
Aires] [...] porque sin la reforma de la Constitución son de todo punto insolubles las
cuestiones prácticas [...] que surgen del pacto del 11 de noviembre».'9
Más tarde, luego de Pavón, en ocasión de discutirse en la Legislatura portefia
el proyecto de ley que autoriza al ejecutivo local a invitar al resto de las provincias a
reunirse en Congreso y tomar otras medidas tendentes a reorganizar los poderes na·
cionales, coinciden los principales oradores en el carácter irrevocable y constitucio-
nal que han adquirido las reservas y garantias consagradas por el Pacto de Unión de
1859. Así lo expresa el senador José Mármol. quien se opone al proyecto en discusión
temiendo que abra la puerta a la residencia definitiva del Congreso en la ciudad de
Buenos Aires y prepare su federalización:

17Bartolomé Mitre «Cuestiones previllll de actualidad» [mlll"Zo de 1860], en Juan Fr8IIcisco Segul- Bar-
tolom6 Mitre, Polhnica sobre la Constitución. Con estudio preliminar de NÜtor Toma., Auza, Buenos
Aires, 1982; pp. 17S-1S5; p. 178.
I'Bartolomé Mitre, «La Constitución debe e:u.mlnarse y refunnarse» [enero-febrero de IS60], en Segul-
Mitre, Polé11lica sobre...; pp. 95-145; p. 127. Las cuestiones bancaria y monetlltia están intimamente
relacionadas con la capital. La Ley respectiva de la Confederación, sancionada por el Congreso Gene-
ral Constituyente eIIS.N.lS5l, establece entre otr811 providencillll: «Art. 4~ Todos los establecimientos
públiCOll de la CapitalllOn federales. [1] Art. 5~ La Confederación se sustituye en todas IlIlI acciones, no
menos que en todos los deberes y empell.os contnúdos por la Provincia de Buenos Aires, y garante su
medio circulante.» (.4.CA. t. VI, segunda parte, pp. 790-791).
"Bartolomé Mitre. «La Constitución debe. ..» p. 105.
AGONÍAS DEL I'IIDI!IlAUSMO 31
«El articulo 7G del pacto del 1l de noviembre, acta inviolable de nuestra incorpo-
ración, consagra la individualidad de la Provincia, su ser po!ltico y el ejercicio de sus
leyes propias en lo relativo a los objetos de provincia que alH se explican; nadie tendrla
el derecho de violar la condición de la Unión, sin dejar rota desde ese momento, la unión
misma, ni otro cuerpo politico que aquel que sancionó el convenio, tendrfa el derecho de
volver sobre él para modificarlo o anu1arlo.)¡2°

Elizalde -aun cuando sostiene como miembro informante el despacho de las


comisiones que estudian la iniciativa en el Senado- coincide en sefialar el carácter
inalterable de aquellas disposiciones. Evoca la posición que Buenos Aires sostuvo
en 1859: aceptar la Constitución «con dos condiciones: que se han de admitir ciertas
reformas que no someto al juicio de la mayoría y que me han de dar el derecho de
estudiar la Constitución y después someter mis ideas al juicio de la mayoría». Estas
últimas propuestas fueron las aprobadas por la convención ad hoc; las primeras que-
daron consagradas en el Pacto de Unión; la convención no pudo pronunciarse sobre
ellas:
«Por éstas Buenos Aires quiso ponerse a cubierto de ciertos peligros y por eso no
quiso aceptar el juicio de la mayorfa. Dijo: la provincia no podrá ser dividida, la provin-
cia conservará todo su ser politico, se le garantirá su presupuesto y continuará con todos
sus establecimientos públicos. Pero este pacto se convirtió en materia constituyente,
es decir, nosotros a pesar de que nos declan que el pacto garantla perfectamente los
derechos de la provincia, y que no era necesario más que el pacto, no nos crefmos con
eso suficientemente garantidos y exigimos que se introdujesen en la Constitución todas
esas reformas y en el articulo 104 se dijo: "cada provincia conservará su soberanía no
delegada y la que expresamente se hubiese reservado al tiempo de la incorporación". Así
pues, el tratado de Noviembre se convirtió en materia constituyente.>rl

'" ACA. t. IV, p. 1342 (sesión deI15.1I.1862). Mármol presenta un proyecto de minuta que hace saber al
Poder Ejecutivo (Mitre) la triple autorización que la Asamblea Legislativa de Buenos Aires le confiere;
convocar al Congreso Nacional, al que concurrirá la provincia con sus diputados; ejercer el Ej1lcutivo
Nacional para aquel fin y con las facultades que le deleguen las provincias; y sufragar los gastos que
demande la instalación del Congreso. Por el contrario, no se permitirá reunir el Congreso en el territorio
provincial eo razón de «altas consideraciones de politica, autorizadas por antecedentes históricos nada
equivoco8». Mármol insiste en que traer el Congreso a Buenos Aires llevará a la capitalización de la
integra provincia, poniéndose asl «en peligro las libertades de la República», o a lJII división, con lo que
s~ creará «una nueva provincia débil y sin antecedentes; aniquilando de ese modo el único poder provin-
CIal capaz de contrabalancear y conservar en quicio al poder Nacional».
llACA, t.IV, p. 1354 (sesión del 17.11.1862). Los alcances del 3rt. 104 no ofrecen dudas a los contempo-
ráneos. Cuando el diputado Je!!Ús del Campo, en 1877, propone su reforma-Pizarro en 1880 impulsa su
derogación lisa y llana-, fundamenta: «El articulo 104 eocierra con su preámbulo una gran contradicción
que a menudo nos pone frente a frente dos soberanlas en pugna, la del pueblo que ordenó y sancionó
esta Constitución y la de las provincias que se reservan la sobenu:úa no delegada» (ACA,IY, P. 666). La
capacidad de las provincias para delegar o reservar atn"buciones, es decir, el problema de la preexisteocia
?e. l~ provincias o del Estado nacional --euyos precedentes pueden remontarlle al cabildo abierto que
llUCUl la revolución de Mayo (y más atrás si se VIl en los cabildos el antecedente de las provincias, pue8
aquéllos retenían, según el parecer de Hevia Batafios, parte de la soberanía no delegada en el monarca}-,
es objeto de reiterada disputa en relación con los derechos del Banco de la Provincia también en el siglo
pasado; v.la bibliografIa citada enAdF, p. 27.
32 JAVIllkF.oARcIABASALO

3. La «doctrina Mitre» sobre el Pacto de Unión


y el progresivo deterioro del consenso

Después de Pavón 22, Mitre, en febrero de 1862, manifiesta a la Legislatura de


Buenos Aires el propósito de «proceder desde luego a la organización de los Poderes
públicos de la Nación, con arreglo a la Constitución Nacional reformada y a los pac-
tos preexistentes);). Sin embargo, cuando en junio se dirige al Congreso Nacional
reunido en Buenos Aires desde el 25 de mayo, su tono es otro. Ahora encarece a los
legisladores que determinen (<10 que corresponde con relación a los tratados de 11 de
noviembre de 1859 y 6 de junio de 1860» agregando un periodo ambiguo y polémico:
(con arreglo a las facultades que esos mismos tratados dieron al Congreso, una vez
integrado con los DD. de la Provincia de Buenos Aires». Mientras no se resuelva este
asunto, dice el mensaje, (es imposible el establecimiento de un gobierno verdadera-
mente regular»; es preciso definir (do que debe corresponderle y pertenecerle en todo
el territorio argentino, y la jurisdicción que ha de ejercer en toda la extensión sobre
las cosas que por su naturaleza pertenezcan a la Nación, incluso en el de Buenos Ai-
res». No obstante, Mitre no toca el extremo que alcanzará más adelante su doctrina
sobre el Pacto de Unión: aunque espera ver a la provincia renunciando a sus privile-
gios, no niega que existan. La solución puede alcanzarse con la federalización de la
integra provincia (O bien poniendo desde luego a disposición del Gobierno Nacional
todas aquellas cosas que por su naturaleza le correspondan en el territorio de la Pro-
vincia de Buenos Aires, aun renunciando voluntariamente (si fuese necesario) en el
interés propio y de la comunidad, y hasta donde fuese compatible con su vida propia,
la posición especial que le han hecho los pactos existentes».24 Tal pretensión divide
las aguas poHticas porte6as. En el debate la insinuada idea que interpreta al Pacto de
Unión como un acto cumplido ya y superado, resulta derrotada:
«El setlor Senador [Rufino de Elizalde] ha declarado que no podemos invocar el pac-
to de 1I de Noviembre, después de jurada la Constitución. Esta es otranovedad, sedares.
Es verdad que las reservas del pacto se consignaron en las reformas de la Constitución,
pero no fue para anular el pacto, sino para vigorizarlo más [no] para armonizar el con-
trato político con el acta de incorporación de la Provincia, pues que tal cs la verdadera
calificación del pacto de Noviembre. El contiene las condiciones con que nos incorporá-
bamos, y por consiguiente, el está más arriba de las decisiones de todo Congreso. Asi lo
entendimos todos [...] Por primera vez aparece hoy la idea de que solo a la Constitución
podemos atenemos; y yo a mi vez declaro que ningún Congreso podrá atentar a la vali-

11 Sobre la situación y alternativas que enfrenta Mitre en aquellas circunstancias cruciales cf. AbeLarrlo
Levaggi, La opinión liberal después de Pavón, apartado de la Revisto del Instituto de Historia del Dere-
cho, núm. 5 (1964), Buenos Aires, 1965, 24 pp; Carlos Floria, «La crisis 00161 y el nuevo orden liberal
1852-1864», en Equipos de Investigación Histórica, Pavón y fa crisis de la Confederoción, Buenos Aires,
1965, 634 pp, pp. 9-4S Y César A. Garc/a Belsunce, «Mitre y la pol/dca de Buenos Aires. 1859-1862»,
loe. cit" pp. 119-166.
:l3 ACA, IV. pp. 1327-1329, mensa,je deI6.II.1862 a la Legislatura de Buenos Aires.
.. ACA, V. pp. 173_\75, mensaje deI6.YI.1862 al Congreso Nacinua1.
AOONÍAS DEL FIlDEllAUs"fO 33
dez de los pactos sin cometer una arbitrariedad y sin legitimar doblemente la resistencia
de Buenos Aires.)Y;5
En efecto, la provincia no regresa de las estratégicas posiciones adquiridas en
1860. El «partido local» -en términos de Alberdi- resiste el abandono que, por juz-
garlas soluciones meramente tácticas, propone el «(circulo parásito)). En adelante to-
dos los presidentes procuran, de una u otra manera, resolver el problema capital, na-
cionalizar el Banco de la Provincia, y disputar con Buenos Aires en un conjunto de
materias -infraestructura, finanzas, moneda- en que la pujanza bonaerense tiende a
tomar la iniciativa. Con razón Mármol prevé en 1860 que se asiste al «principio de
un debate que habrá de durar muchos afios en la República, tomando cada día mayo-
res proporciones y mayor empefto. El debate [u.] es entre la mayor centralización de
poder en el Gobierno general, y el mayor poder y derecho de los Estados. Esa será la
cuestión que nos dividirá en lo futuro, y cuya primera palabra se pronuncia en este
momento.))26
La posición de Mitre, atenuada por su rol opositor durante la presidencia de Sar-
miento -por ejemplo, en la cuestión portuaria es partidario de confiar las obras a la
provincia- y por su falta de gravitación en los afias posteriores a la fallida revolución
de 1874, retoma vigor con la polltica de conciliación. Al discutirse en septiembre de
1878 el proyecto de ley sobre establecimiento de la línea de fronteras, le cabe una
intervención decisiva en fuvor de su aprobación, cuando median objeciones de ca~
rácter constitucional.l7 El gobernador bonaerense Carlos Tejedor se dirige al cuerpo
legislativo; sin objetar el fondo del proyecto en discusión, pide que los procedimien-
tos respeten los derechos que la provincia conserva en virtud del Pacto de Unión y
el arto 104 de la Constitución Nacional, antecedentes también invocados durante el
debate por el diputado Vicente G. Quesada. Entonces la autoridad de Mitre pesa en
la discusión, defendiendo un conjunto de afirmaciones que rebajan el Pacto de Unión
a un mínimo significado. Esa «doctrina Mitre sobre el Pacto de UnióM de 1878,
que resignifica la obra institucional de 1860 de la que habia sido principal artífice,
sostiene estas ideas: ningún pacto fuera de la Constitución puede limitar la autori-
dad suprema del Congreso para dictar leyeg2s; el pacto de Unión no dio a Buenos
Aires derecho alguno ni privilegios que no tengan las otras provincias29; Buenos

"ACA./V, pp. 1363-1364.


"Convención del Estado de Buenos Aires 9° sesión nrdinaria (9.V.l860) enACA, IV, p. 908.
¡'Cf. Andrés R. Allende. «El Congreso Nacional de 1878 frente al Pacto de Il de noviembre de 1859»,
en Academia Nacional de la Historia (en adelante ANH), VI Congreso lnternaclorulf de Historia de
Am<!rica, t. IV, pp. 297-]13.
¡'.La opinión contraria coincide en ello, pero recuerda que el Pacto de Unión no está. fuera de la Constitu-
CIón .de 1860, sino incorporado en su art. 104; los limites que aquél impone no son, pues, externos, &iDO
PtopJamente constitucionales.
:lO No hay derechos ni privilegios si Sil atiende a que todas las provincias declararon libremente confede_
lltrse mediante pactos que impusieron limites s la constituyente eL e. que la constitución fuese federal);
as! Buenos Aires mediante su pacto de Unión también impuso los suyos. Esta igualdad consagra dife-
34 JAV!ERI'.OARCÍABASALO

Aires no se incorporó a la Nación por medio del pacto de Unión pues la Nación es
anterior y preexistente al pacto y «a todO>fo; mediante el pacto lo que Buenos Aires
hizo fue ejercer su derecho a revisar la Constitución; el pacto caducó de hecho y de
derecho; del pacto surgen modificaciones consignadas en la Constitución que favo-
recen a Buenos Aires pero que se incluyeron no como privilegios ni preferencias
sino haciéndose extensivas a todas las provincias. Los beneficios que Buenos Aires
obtuvo en virtud del pacto se hicieron regla general para todas las provincias3l ; los
pactos preexistentes a que se refiere el preámbulo (los históricos de la época de la
federación, el más importante el pacto litoral) también invo1ncran a Buenos Aires y
por más antiguos valddan más 32; el pacto obligaba a Buenos Aires a obedecer lo que
resolviera la Convención Nacional con la condición de que ella respetase su integri-
dad territorial en la solución del problema «capital)).33

Illncias de hecho: «hemos querido que se diga en la C01L'ltitución que Buel108 Aires no cede los poderes
que se reservó por el pactO)), dijo Sarmiento informando este artículo en la convención provincial En ese
«no ceder» radican SUll derechOll y privilegios. El Mitre de 1878 insiste en la «regla general)) y reduce los
poderes reservadOlJ a preservar la integridad territorial
30 El Informe de la comisión partía del mismo principio: «Antes de la declaración de la independencia
de las Provinciall Unidas del RJo de la Plata, la nacionalidad fue un hecho tradicional., que continuaba
el sistema coloniah)j «la nacionalidad argentina ha sido un hecho que ha sobrevivido, aunque perdiendo
algunos de SWI miembros, a las guerras intestinas, a la tiranía y al antagonismo de intereses creados por
la desunión y el aislamientml pero «de ese hecho ha nacido un derecho que ha consagrado las sobera-
nías provinciales». El infurme., sin embargo, completa esas ideas con expresiones tales como «las dos
pon:ioDe& en que se halla la República dividida»; «nos confederamos con la Confederación Argentina,
coustituyendo así ambu partes reunidas la Nación Argentinll»; e insistla en que tal reunión por parte
de Buenos Aires se hacia «siendo ese Pacto [de Unión] la base sobre la cual nos confederamos)); v. tb.
Segul-Mitre, Polémica sobre..., cito
31 Este es el punto más débil de la argumentación de Mitre. La situación «especial» del Banco de la
Provincia radica en quedar exento de la jurisdicción del Congreso Nacional, concesión que de ningún
modo alcanza a los demás establecimientos bancarios provinciales existentes o que pudieran existir en
el futuro en el marco de la Constitución de 1860.
"En esto también se aparta de lo que sostuvo en el informe de la comisión de 1860 (bajo el título (NI.
Reformas de! pacto»): «ese [el Pacto de Unión] yno otro es el pacto preexistente que se refiere a Buenos
Aires y por lo tanto debe quedar garantido en la Constitución misma».
>lEn elInforme final de la com.i8ión examinadora de la Constitución Federal redactado por Mitre (ACA,
t. IV, pp. 766-787), el punto «VI. Reformas del PactO)), las clasifica en tres tipos: «1° Reformas que
importan reservas de los derechos propios, o de los derechos naturales intransmisibles, que Buenos
Aires propone como condiciones para federarse y respecto de los cuales la Convención ad hoc no puede
estatuir nada en contrario, a menos que la Confederación pretendiese bacer violencia a Bueuos Aires.
(!] ZO Refurmas puramente COUlltitucionales que tienen por objeto perfeccionar la ley fundamental [...]
tI} 3" Reformas que son Ulla consecuencia forzosa del Pacto, o que expresamente están COUllignadas en
él., y respecto de las cuales la Convención Nacional DO puede hacer otra cosa que aceptarlas, porque el
Pacto del 11 de Noviembre limita en esta parte sus poderes». En el acta final de la Convención provincial,
del lZ.V.I860 (ACA, t. IV, pp. 941.945), que se reproduce también en las actas del Senado Nacional de
23.vI.1860 (ACA, t. IV, pp. 101\-1015) Yde la Cámara Nacional de Diputados delZ3.VJ.1860 (ACA, t. IV,
pp. 1018-1022), el «Cuadro General de Reformasl) las agrupa eD dos partes.: «Primera parte: Proyecto de
Reformas)) y «Segunda parte: Reformas consignadas a consecuencia del pacto)), en la que se incluyen las
modificaciones introducidas en los artlculos 3, 31, 34 Y 101 [104].
AGONÍAS DEL FIlDBRALISMO 35
Es significativa la critica que en 1878 reciben quienes, como Quesada, recuer~
dan los alcances del art. 104 de la Constitución. denunciando en sus opositores el
recurso fácil de agitar la bandera de la nacionalidad y tachar de «arranque de provin-
cialismo» a la defensa de legItimos derechos. En un paralelo notable con la situación
que se vivirá en 1886 respecto de los debates de 1880, Quesada no comprende cómo
lo que se juzgó en un momento doctrina constitucional verdadem ahom se ve como
«elemento de desquicio», «causa de odiosos privilegios», «estipulación ominosa»,
(<Jl1onstruo capaz de producir anarqufa>~. Cuando denuncia la actitud de Mitre con
meditadas palabras -<da voluntad es impotente para variar los hechos de la historia
[...] cambian los intereses, las pasiones y los móviles de los partidos polfticoS; pero
los hechos quedan ina1terables)~-, el patricio se limita a admitir que si <da voluntad
no puede hacer que los hechos que han tenido lugar dejen de haber sucedidO)~ puede
en cambio «hacer variar el curso de las leyes, y darles distinto significado»...
La opinión de Mitre pronto es blasonada por Victorino de la Plaza, ministro de
Avellaneda. El 15 de febrero de 1879 Plaza dirige al gobernador Tejedor una extensa
«exposicióm~ sobre la cuestión monetaria. Se advierte en ella que el propósito del
gobierno nacional es avanzar progresivamente hacia una situación en la que puedan
revisarse las garantfas establecidas en resguardo de Buenos Aires por el Pacto de
Unión. Plaza se extiende en indicaciones sobre cómo deben administrarse los Bancos
bonaerenses, y sobre el Pacto escribe:
«Y. E. DO extrañará que formule esta indicación a pesar de lo que prescribe el arto yn
del Pacto de 11 de Noviembre de 1859, desde que, como he dicho y todos lo comprenden,
las operaciones del Banco están íntimamente ligadas con la moneda circulante, y desde
que la Nación garantiza e impone la circulación de esa moneda en la República.
Por otra parte, el articulo precitado tan solamente [sic] declara que "todas las pro-
piedades del Estado (Buenos Aires) que le dan sus leyes particulares, como sus esta·
blecimiento públicos de cualquier clase y género que sean, seguirán correspondiendo
a la Provincia de Buenos Aires, y serán gobernados y legislados por la autoridad de la
Provincia".
Pues bien, un publicista tan respetable como es el Sr. Brigadier General D. Barto-
lomé Mitre, actor importante en los sucesos politicos de aquel tiempo, expresando su
opinión en laH. C. de D. D. de la Nación sobre la inteligencia y autoridad de aquel Pacto,
manifestó con patriótica convicción, que jamás fue la mente de sus autores, entre los
que figura Y. E., levantar una excepción al derecho común de los pueblos de la Repú_
blica, ni menos colocarlo sobre la Constitución Nacional, y como V. E. lo sabe, por ella
corresponde al Gobierno Federal, legislar y hacer la moneda y reglar el comercio de las
provincias; de modo que aún cuando el Banco como tal establecimiento pertenece y está
bajo la autoridad del Gobierno de Y. E., esa dependencia no se extiende hasta lo relativo
a la moneda, sino pura y simplemente a las operaciones bancarias.~

,. Victorino de la Plaza, Cuestión económIca. Monedo y circulación. Valorización de la monedo de curso


legal. JUposlción del Ministro de Hacienda de la Nación Dr. Don JI: de la Plaza algoberflOdor de lo Pro-
vincia Dr. Don Carfos Tejedor, Buenos Aires, 1879; 74 pp, pp. 51·52. Contra la opinión de Plaza, de los
debates de la Convención provincia1aurge, como se ha visto, que la principal preocupación dellegi&lador
36 JAVmRF.(IAJlclAlIASALO

La crisis financiera del gobierno nacional en 1876, que el auxilio bonaerense


soluciona, sefl.ala el cenit de la preponderancia portefl.a. Después de 1877 un nuevo
clima politico comienza a gestarse, resultado de diversas causas. Es una de ellas sin
duda el recambio generacional de lideres politicos que advierte Carlos Mel03 5, y que
asimismo se siente en los nuevos cuadros de esa estructura consolidada en la guerra
del Paraguay y profesionalmente forzada a pensar en términos (macionales>Y6; lo
son además las sefl.ales amenazantes que se perciben desde el Este y el Oeste, que
sugieren la conveniencia de hacer cesar las disputas internas; y también la reiterada
prédica sobre la necesidad de crear un marco apropiado para los capitales que desde
Europa están a la espera para producir el progreso argentino. Roca parece haber
advertido el «espiritu» de la época, identificando con él su figura.J7 Si en 1877 aún
considera que el circulo que orienta podrá aumentar su influencia apoyando la can-
- didatura de Carlos Tejedor, el mejor conocimiento de la situación y las personas le
conducen a definir en ese gobernador, que tan admirablemente va a prestarse a jugar
su papel, un enemigo antitético y espectral del progreso (cuya representación Roca
va a atribuirse enfáticamente): el localismo portefl.o. Es ése el marco en que se instala
la (doctrina Mitre» sobre el Pacto de Unión, y en él la voz tradicional para aludir a la
presencia de los poderes nacionales en la ciudad de Buenos Aires -«huésped»- cobra
resonancias insurreccionales. 3s

es precisamente salvaguardar la moneda de Buenos Aires. Se verá más adelante que Wenceslao Pacheco,
como ministro de Roca, asimismo invoca la «doctrina Mitre» contra los derechos de Buenos Aires.
lScf. Carlos Melo, «El afto 1877 y los destinos pollticos argentinos», en Boletlll de la A.cademiaNacional
de la Hi$taria, 33, 1962, pp. 549-564.
"cf. Alfredo Terzaga, Hi$toria de Roca. De soldado federal a Presidente de la República, Buenos Aires,
1976,2 vol., esp. cap. 18. En sentido parecido Florit, El roquismo, ciL
"cf. las entrevistas reproducidas en Bartolome Gallndez, Historia politica argentina. La revoluci6n
de/80. Buenos Aires, 1945, 387 pp; pp. 151-153; YNatalio Botans, «1880. La federalización de Buenos
Aires», en Ferrari y Gallo, La A.rgentina del ochellta...; pp. 107-128.
"El uso del término «huésped» que los gobernadores de Buenos Aires dan al presidente de la república,
por ejemplo en el mensaje de Emilio Castro a la Legislatura, en E. M., Admln/$tración Castro. 1869-
1870. Das aRos de gobierno, BuenO$ Aires. 1871,55 pp; p. 18.
n. ROCHA y EL '80

«La provincia de Buenos Aires quedó sepultada en Belgrano, en t880»


M D. Pizarra (1890)

1. En la cuestión electoral y la guerra

Hacia 1876 Roca y Rocha -cuyo mutuo conocimiento, sin consecuencias polí-
ticas, remonta a 1871 y se debe a los oficios de Eduardo Wilde, correligionario del
segundo y condiscípulo del primero- comienzan a cultivar una relación más estre-
cha en el fértil terreno político del enemigo común,! Aun cuando al morir Alsina
ambos acarician íntimas esperanzas presidenciables, actúan juntos en la renovación
de 1880. En 1879, año de definición de candidaturas, Rocha acepta lo prematuro de
su intento y trabaja decididamente por Roca, sin duda persuadido de poner así los
fundamentos de una posible sucesión.
Después de los comicios presidenciales del 11 de abril de 1880 comienza la fase
final de un proceso que Roca -pero no Rocha- desde mucho antes cree que resolverá
la guerra,2 A fines de ese mes anticipa con precisión, en carta a Rocha, lo que a la
postre ocurre: Tejedor se hará cada vez más fuerte en Buenos Aires como él en el
interior; pero el resultado dependerá del control de las fuerzas nacionales. Así «sella~
remos con sangre y fundiremos con el sable de una vez y para siempre esta naciona-
lidad argentina), Roca tiene presente lo azaroso de la guerra, e indica la posibilidad
dc un revés: «si sucumbimos habremos retrocedido veinte años con el triunfo de la
injusticiID); en cualquier caso, «los contemporáneos aplaudirán a los que venzan en
los campos de batalla)}. Esta última convicción sumada a su fe en la superioridad del
ejército nacional, funda su conducta a lo largo de ese afio,) Así, cuando se procura
alejar la guerra por medio de transacciones -Rocha también alienta esta posibili-
dad- reafirma aquellas ideas: «Es tan tentadora mi posición como General}) -vuelve
a escribir a Rocha- «teniendo la razón, la legalidad, el número y una confianza ciega
en la victoria, que no sin esfuerzo he de hacer el sacrificio, no por la Presidencia, sino
por perder la oportunidad de salvar, con las armas, esta nuestra efimera nacionali-
dad, que hasta un atolondrado puede ponerla en peligro}). y al considerar un eventual
compromiso sobre la base de la federalización de la ciudad de Rosario y la elección

lSobre la relación Roca-Rocha cf. Allende, «Julio A. Roca y Dardo Rocha.. ,l) cit. MienulIll se hacen pú-
blicas las diferencias entre Roca y Alsina en relación con la estrategia a seguir en el desierto, Del Valle,
Rocha y otros fracturan el autonomismo dando origen al partido republicano.
lcE Rnca a Juárez Ce/man, 3.IX.l879, ap. Agustin Rivero Astengo,Juárez Cefman. 1844-1909. Estudio
histórico y documento! de una época argentina. Buenos Aires, 1944 (en adelante RA-JC), p. 140.
'Roca a Rocha, 28.IY.1880, ap. RA-JC, pp. 176_177.
38 JAVlI!R F. OARCfA BASAJ..o

de Sarmiento como presidente, supone como condición que Avellaneda (ponga en


mis manos el poder militar de la República»).4
Durante los meses que preceden a la guerra civil Rocha ocupa un lugar cen~
tral entre los referentes politicos del general tucumano en Buenos Aires. El punto
fundamental de discusión entre las elecciones de abril y la guerra de junio gira en
tomo a la composición de los miembros y las autoridades de la cámara de Diputados.
La estrategia roquista en relación con el segundo problema -aceptar que no pueden
imponer un presidente y apoyar al adversario más cercano para que les deba su nom-
bramiento- es ideada por Rocha. ~ Él mismo interviene activamente en el más arduo
asunto que Roca maneja a la distancia, cuya materia es la aceptación de los diplo-
mas de los diputados electos en los comicios del}" de febrero. Las negociaciones en
Buenos Aires son confiadas a Victorino de la Plaza y se llevan a cabo ante Mitre. 6
Sea por presiones de Avellaneda y Sarmiento --como cree Sanucci-, por la habilidad
del jefe porte:llo, o porque el propio Plaza personalmente asume que es mejor lograr
una transacción que haga presidente a Sarmiento y no insistir con la candidatura de
Roca, lo cierto es que acepta un resultado -contra el que Rocha realizó (esfuerzos
sobrehumanos»7- que deja al roquismo sin control del escrutinio de las elecciones
presidenciales.s Por un momento, apenas, Roca dice vacilaeY. De inmediato, sin em-
bargo, se repone. Ante las presiones de una Comisión de comercio, hace saber que

• Roca a Rocha, 6.V.1880, ap. Sanucd. La renovación presidmciol de 1880. La Plata, 1959, 22Op; pp.
139-140; con fceba 5, ap. RA-JC, pp. 184·185.
lcf. Sanucci, La renovación.... pp. 131·132.
6 Luego de la célebre sesión del 7.V, suspendida cuando. según algunos testimonios, parcela precipitarse
en un bailo de sangre, roquistas y mitristas designaron delegados para negociar. A instancias de Mitre,
sin embargo, las tratativas se confiaron a un delegado por parte (Plaza y el mismo Mitre); el acuerdo lo-
grado se aprobó en la elimara el1S.Y. Para entonces habla fracasado el encuentro Tejedor·Roca, n:alizado
bajo pl'llsión de la opinión pública e110.V en la cafl.onera Pllcomayo fondeada en Tigre.
7 cf. tanto en GaUndez como en Sanucci abundante reproducción documental que revela la planificación
conjunta de Roca y Rocha a lo largo del mes de mayo de las operaciones polfticas roquistas en Buenos
Aires. La expresión «esfuerzos sobrehumanos» en Rocha a Roca. 18.V.l880, ap. Gallndez, Historia po-
Utica.... pp. 249-250.
'cf. Gallndez, Historia política..., pp. 213-232; Sanueci, La renovación..., pp. 131·136; tb. la versión de
uu¡m¡tagonista de los hechos, Yofre, El Congreso de Belgrano...• pp. 55-70.
'er. Roca a Rocha, 20.Y.1880, en la que sugiere que piensa retirllrse a Europa a fines de mes; fragmentos
en Galindez, Historia politiea..., pp. 252-253; Y Sanueci, La renovación.." pp. 147-148. ¿Se trata de las
dudas que acompaflan la vlspera del jefe militar que se laW'.a a la guerra, o de una táctica para smci-
tar respuestas de partidarios? Para Galíndez fue Rocha quien «modificó la actitud del generab). Según
Ángel Costa son éstas palabras de Rocha: «yo fui uno de los más infatigables obreros de la presidencia
del general Roca a punto de que cuando él desmayaba y pcrdla la fe en su candidatura yo redoblaba mis
esfuerzos para sacarla triunfante" (Ángel Floro Costa. La crisis polltico-flnanclero de la RepúblleaÁr-
gentinfl. Carta politiea al Presidente Rocapor... abogado. Montevideo, 1885, 47 pp; p. 31). En el mismo
sentido el autor anónimo de La presidenciafutura y los candidatos actua/n. Estudio politlco e/ectorol
(República Argentina [sic]. 1885; 56 pp): «después de haber llegado éste [Rocha] hasta la abnegación de
todos los sacrificios en favor de aquel [Roca]; después de haber sido su amigo y su apoyo en las horas
de tribulación; su consejero y su guia en los dlas de los primeros ensayos gubernativos, hoy está roto el
encanto» (p. 31).
AGONÍA8DIlLFIlDl!MU8MO 39
contia su destino político a las decisiones que adopte un consejo partidario, al que
por cuerda reservada instruye sobre el modo en que debe rechazar terminantemente
toda posible renuncia a su candidatura. Una vez más, en el centro de esta maniobra
-destinada a que «los amigos de Buenos Aires y los del Congreso [m] compartan con
su candidato las glorias y las responsabilidades~)-, está Rocha. 1O La ruptura precisa
un casus hel/i, que ocurre el 2 de junio cuando fuerzas nacionales intentan infruc-
tuosamente impedir un desembarco de armas compradas por el gobierno de Buenos
Aires, que se efectúa en el Riachuelo. Una parte de los poderes públicos abandona
la ciudad de Buenos Aires (Rocha está entre los legisladores que la dejan a bordo
del Vi/larino). Esto y la movilización de fuerzas conduce -a pesar de las renovadas
misiones de paz ante Roca, entre las que se destacan las gestiones de la Corte Supre-
ma de Justicia- a la ruptura de hostilidades, que demora sin embargo para dar lugar
a la reunión de los Colegíos electorales, prevista para el 13 de junio. Cumplido este
paso que deja pendiente sólo la última y decisiva instancia del proceso electoral-el
escrutinio y proclamación en la Asamblea Legislativa-, se inician, el 16, las opera-
ciones militares destinadas a asegurar su resultado. l1 La idea de Roca consiste en un
avance masivo de fuerzas dispuestas a entrar en la ciudad sin negociar (<<sitiando a
la "criolla" [la] guerra prolongaráse indefinidamente~), dice): «Desde el momento
que sospechen que hay resolución de atacarlos y tomarlos a viva fuerza, ya no han
de resistir; es necesario quitarles toda esperanza de transacción», opina después del
triunfo de Racedo el día 17, mientras continúa acumulando tropas para el sitio, que
llegarán a 40.000/50.000 según algunas fuentes. Y aún después del definitivo triunfo
de Barracas asegura que la «procesión de multitudes armadas hacia Belgrano segui-
rá como hasta ahora. Tendrán todos los batallones que quieran. Yo no me ocupo de
otra COSID>.12

"cf, Sanucci, La renovación•••, pp. 149-150; Oallndez, Hjl/tQria poUtica..., pp. 253-262 (Gallndez omite
mencionar la instmcción reservada). SOOre ello cf. tb. Roea a Juárez Ce/mem, 2.VI.l880, ¡¡p. RA·IC, pp.
194-195). Ya antes Roca habia prometido someter la continuidad de su candidatura a la opinión de sus
partidarios poniendo como condición la instalación del Congreso. Como ésta se verificó en términos
para él desfavorables, no lo hizo. Esta primera promesa habla sido elaborada conjuntamente por Roca y
Rocha, an una carta-manifiesto posterior al encuantro con Tejedor, de la que fue portador el ministro de
Guerra Pellegrini (cf: Sanucci, La renovación..., p. 145).
11 Según Sanucci con la reunión de los colegios electorales el «proceso electoral se ha cerrado». Sin em-
bargo, éste sólo concluye cuatro meses más tarde, con la proclamación de Roca en la Asamblea Legisla-
tiva deI9.X. y la guerra civil es sin duda una de sus inBtancias dedsivas.
"cf.los telegramas y notas del Archivo Rocha que tranacribe Gallndez, Hll/fOrja politlca..., pp. 296·304.
Es también elocuente la nota que Roca había remitido a José Posse eI4.IV, comparando su situación con
la de Urquiza quien, en las guerras con Buenos Aires, «en plata, sólo le oponía las Provincias de Entre
Rlos y Santa Fe. Ahora todos los pueblos aproximados por los telégrafos y los ferrocarriles pueden con-
currir a la cita» (ap. Ruiz Moreno, Lafederalizaclón...; p. 46). Además del ejército de linea Roca organi-
<:ó, a través de Juárez Cebnan, batallones de «voluntarios» Cívicos y Patricios, y coordinó esfuerzos de
guerra con otros parientes como Rudecindo y Ataliva Roca y Marcos Juárez. Cuando la guerra se inicia
lo comunica a Juárez Celman como un deseo cumplido que atribuye a del Vi50: «Viso tiene ya, querido
JUárez, lo que deseaba: la guerra» (cl. RA-IC, pp. 200 Y 197).
40 JAVlEll F. GARclA IlASALO

La centralidad de Rocha en la preparación de la guerra es subrayada por los


vencidos, que lo juzgan traidor a la causa de Buenos Aires. Concluida la sesión legis-
lativa del 7 de mayo -después de la cual algunos diputados intimidados por la exal-
tación de ánimos reinante declinaron votar contra la provincia en la cuestión de los
diplomas-, Rocha queda expuesto al salir del Congreso a la agresión de la turba que
grita juzgando felonía su conducta.J3 En el cronicón que más tarde publica Eduardo
Gutiérrez en La Patria Argentina, recuerda que entre «los que decidieron la guerra
sin cuartel a Buenos Aires, formaron seis porteños, a cuya cabeza se hallaba el doc-
tor Rocha. [1] ¡Eran los hijos que ofrecían en venta a la madre patria!», y afirma que
niientras Avellaneda daba su discurso ante el mitin de la paz, «Rocha iba en misión
cerca de Roca para transmitirle sus últimas órdenes de guerra».14
Una vez comenzada la breve pero muy cruenta instancia militar, Rocha parece
atender preferentemente a la situación bonaerense, en particular desde que la de-
fensa se concentra en la ciudad. Para el gobierno de la campaña Avellaneda designa
comisionado, el 17 de junio, al general José Maria Bustillo. 15 Luego de las decisivas
batallas de los días 20 y 21 de junio, el 22 el gobierno nacional decreta la intervención
de la provincia y el estado de sitio en su territorio. Simultáneamente, el gobierno de
Tejedor convoca a Mitre para asumir la defensa de la ciudad, mientras las acciones
prácticamente cesan merced a las gestiones del cuerpo diplomático. En rigor, Mitre
acepta «los poderes de la guerra para hacer la paz»i6: se trata ahora de buscar un
acuerdo sin que la provincia pase a poder de los aliados porteños de Roca. Éste no
pierde de vista lo fundamental, que aún es asegurar su elección mediante el con-
trol del Congreso. Mientras el día 23 se abren las conversaciones entre el gobierno
nacional y un enviado bonaerense -Félix Frías, quien hasta entonces ha trabajado
inútilmente por la paz-, Roca apura por el telégrafo a Rocha para que los diputados
residentes en Belgrano declaren cesantes a sus miembros «rebeldes» -es decir a la
mayoría de la cámara que permanece en Buenos Aires- e incorporen a los electos
por la provincia de Córdoba en los comicios pasadosP Al día siguiente se cumple la

"Según las crónicas: ,<a éste, éste es Rocha, mátenlo!» (La Prensa, 8.Y.l800) y «maten al DI. Rocha,
mátenlo» (Tribuna, 7 y 8.Y.1880); apógrafos en Archivo General de la Nación (en adelante AGN) Fondo
y Colección Dardo Rocha (en adelante DR) 293.
"Eduardo Gutiérrez,La muerte de Buenos Aires. [Epopeya de 1880], Bueno~ Aires, [1882]1959;423 pP;
pp. 175 Y 183.
IScf. Carlos D'Amico, Siete alias en el gobierno de Buenos Aires, tomo 1 [único publicado] Buenos Ai~
res, 1895; 282 pp; pp. 199-200. Según infonna más tarde del Viso a Roca, el partido autonomista «está
lIpoderlldo de la campaña por medio del Interventor Bustillo, a quien maneja Rocha» (Del Viso a Roca.
22.VII.I880, ap. Arce, Roca, 1, pp. 362-365). Cf. un ejemplo de la participación de Rocha, cercano a Bus-
tillo, en la designación de autoridades municipales durante el periodo del Congreso de Belgrano en la
evocación de AGN-DR 39, Augusto Jansen a Rocha, Morón, 3.IV.18g2.
J6Expresión de Mitre durante las negociaciones, según testimonio de Peliegrini; cf. Galíndez, Historia
!jfI,lftica..., p. 31!. ,
, ,El telegrama del 23.VI de RDca a Rocha en Galíndez, Historia pallUca..., p. 304;....v. tb. Roca a Rocha,
1tel.) 24.VI.1880, op. AlIende, «Julio A. Roca y Dardo Rocha...», p. 218: «es necesario que los grandes
AGONíAs DEL FEDEIlALISMO 41

primera de esas órdenes --que de hecho significa que Roca será presidente-, aunque
el manifiesto que la cámara dirige al pueblo será publicado sólo el 30.18 Para enton-
ces culminan las conversaciones que desde el 25 celebran primero Mitre con los
ministros del ejecutivo nacional y luego José Maria Moreno con Avellaneda. Esas
negociaciones comienzan, por parte de Avellaneda, exigiendo la renuncia de Tejedor.
El gobierno nacional sólo puede negociar con una autoridad no comprometida con la
rebelión, para lo cual se acepta la asunción del mando provincial por el vicegober-
nador José María Moreno. Será éste una reliquia transitoria de la anterior situación,
pues las exigencias del presidente incluyen además la desaparición de los poderes
públicos de la provincia y su nueva organización bajo control de la intervención;
y la conservación de las autoridades designadas por el interventor en la campaila.
Estas propuestas significan, en resumen, el traspaso de la situación provincial a los
autonomistas aliados de Roca, mediante una renovación de los poderes bonaerenses
en elecciones «hechas~) en la campafia por las autoridades impuestas por Bustillo.
Naturalmente, el mitrismo no puede convenir en esta solución. Más allá de la sincera
y tenaz negociación en torno a las furmas del desarme provincial,juzgadas decisivas
por cuestión de honor, las contrapropuestas apuntan a mantener la Legislatura -en
la cual el autonomismo ha quedado en minoría después de las elecciones del 28 de
marzo de 1880 controladas por Tejedor- y dar por concluida la intervención inme-
diatamente después que Moreno declare el acatamiento bonaerense a las autoridades
nacionales. Así el mitrismo conservará el control de la provincia. Acerca de 10 final-
mente acordado entre Avellaneda y Moreno y del carácter mismo del acuerdo -(~pac­
tO)} o no- se dan diversas, interesadas y parcialmente contradictorias versiones. En

esfuen:os que ha hecho el país no se esterilicen dejando en pie elementos aDárquicns [...] Es Ilecesario
que la idea de un asalto sea una resolución y se tomen todas las medidas paTa daTlo. Una vez que los de
la plaza se convenzan que esto puede suceder se hau de rendir a discrecióu». Allende fecha en e80lI días
la primera tirantez entre ambos a causa del trato que debe daTse a los vencidos.
l! La cámara de diputados sesionando en minoTÚI viene ocupándose de la mayoría del cuerpo (mayoría
no parlamentaria, insuficiente para lograr qUQrum) que ha quedado en Buenos Aires desde el 9;\11. Una
comisión especial redacta una nota de citación que se aprueba el!l; el 14 se desigua otra comisión que
debe estudiar el procedimiento a seguir ante la respuesta negativa recibida. El 23 -se deduce del acta
del 24, pues la deiiberación no queda registrada-la cámaTa seliiona en comisión «de una manera reser-
vada», discutiendo un proyecto diferente al presentado al día siguiente, que siguiendo la orden de Roca
declara vacantes los puestos de 40 diputados (24 de Buenos Aires y 16 del interior), dejando a mitristas,
conciliados, etc. sin representación. Cuando SaTavia hace notar que el proyecto estudiado en [a jornada
anterior es otro, es llamado rápidamente a silencio por SeTÚ, que argumenta la reserva acordada: «DO
P?dj~ ,en consecuencia hacer uso de IlllI opiniones al1l manifestadas». Teófilo García propone ulla nueva
Cltaclon antes de declararla cesanUa, que no se acepta. Sólo se accede a otra propuesta suya: la redacción
de un manifiesto que explique la conducta de la minoda de la cámara. Es encomendada a una comisión
que presenta su texto el día 30. En cuanto a los diputados por Córdoba el primer paso se da ya el I?VI
cuall~ apenas 16 diputados autorizan al presidente de la cámara a integrar la comisión de poderes para
que esta estudie los cOTTellpondientes a aquéllos. V. las actas del DSCDN, 1880, reproducidllll enACA, t.
VI, primera parte, pp. 16-25.
42 JAVIERF.GARcfABASALO

cuanto al punto que aquí interesa, luego de la renuncia de Tejedor no se disuelve la


Legislatura ni cesa la intervención.
Sin embargo la cuestión poUtica no puede detenerse allí. En tiempos ordinarios
el Congreso habría ratificado lo actuado por un presidente argentino. No es ése, por
cierto, el caso. Conviene de todos modos no sobrestimar la retórica de los discursos
pronunciados en el Senado sobre la independencia del poder legislativo, el celo por
sus atribuciones y el repudio a los avances del ejecutivo. En rigor, el Congreso -más
allá de la sinceridad de alguno de sus miembros destinado a desengailarse en el futu·
ro próximo- es fiel al ejecutivo «electo)), quien detenta de hecho el poder real desde
que lo militar domina la escena. Al respecto Zeballos recordará más tarde esta confi-
dencia de Avellaneda en Belgrano: «soy como un sol a las cinco de la tarde)),19

2. En la cuestión capital

Con la renuncia de Tejedor, el compromiso porteño de entregar las armas, la


expulsión de los adversarios de la candidatura de Roca en la cámara de diputados
y la incorporación de los electos por Córdoba, concluye la guerra que da solución
al conflicto suscitado. Naturalmente ese triunfo militar, como todos, altera profun·
damente las relaciones de poder anteriores al movimiento de armas y, en la medida
en que los objetivos de guerra son alcanzados, permite que los diferentes actores se
tracen otros, para cuya consecución no necesariamente los aliados o enemigos de
la vispera siguen siendo tales. 20 Mitrismo y autonomismo portefio pasan a disputar
ahora el control de la provincia. Si la adversidad abroquela al primero, la falta de un
liderazgo unificado que amaga al segundo desde antes de la muerte de Alsina, impide
su acción concertada y hace posible que un factor externo y dominante determine su
curso. Los seguidores de Roca, a su vez, pueden ahora explicitar sus expresiones de
abrll-(sellarernos con sangre y fundiremos con el sable de una vez y para siempre
esta nacionalidad argentina»)-- de un modo que incluye la federalización de Buenos
Aires. La discusión sobre las intenciones de Roca al respecto parece superflua. Sin
duda, gobernar con jurisdicción exclusiva en la histórica ciudad es para él una alter·
nativa óptima; y solucionar el problema capital federalizando Rosario, una opción
eventualmente aceptable, en un contexto cuyo eje no cruza ese meridiano institu·
cional sino la más urgente cuestión de mantener posiciones de poder con vistas al

"Trae este testimonio, originalmente publicado en laRevl...ta de Derecho, Historlay Letras, Carios Páe.z
de la Torre (h), Nicolás Avellaneda. Una biografla, Buenos Aires, 2001; 423 pp; p. 328.
¡'De inmediato 10 hace notar Roca a Juárez Celman: «El someti..miento [de Buenos Aires] bajo las bases
que se ha hecho [el «pacto» con AvellllIleda] nunca nos puede ser desfavorable. Los enemigos con que
vamos a tener que lucbar en adelante 110 saldTán de las filas tejedoristllS, sino de entre los vencedores de
la Chacarita» (Roca a Juarez Ce/mano 9.VIl.1880, ap. RA-JC, p. 202). Sin embargo, como se verá, por
entonces el acuerdo con el milrismo fraca~a al no aceptar éste la cesantla de los diputados declarados
«rebeldes»,
AooNíAsDilLFl!DERALTSMO 43

futuro. La más funnal referencia de Roca a la solución de la cuestión capital anterior


al ti n de la guerra se encuentra en un memorándum redactado por el candidato y por
Rocha luego de la entrevista Roca-Tejedor, en el que acuerdan el curso a seguir. La
prioridad es procurar la incorporación de los diputados electos al Congreso median-
te un compromiso con Mitre, para asegurar la elección de Roca. Si esto no resulta
posible, Rocha debe conversar con otros operadores roquistas para «indicarles la
necesidad de Sarmientm>. A éste se ofrecerá la candidatura «si promete cumplir la
ley que de el Congreso resolviendo definitivamente la cuestión Capitab>. De esta
forma -explica Roca a Juárez-, retienen la mayoría del Senado, el poder militar, las
situaciones amigas y la posibilidad de «pasar el Rubicón en mejor oportunidad».21
Este memorándum, que lleva las iniciales de Roca y que autoriza a Rocha a negociar
discrecionalmente, no permite conocer más que eljuego del candidato respecto de un
aliado, en un momento particular. Horas antes dice a Tejedor que la opción de Sar-
miento es inviable y no hay en el escenario más candidatos que ellos mismos. y días
después escribe al mismo Rocha haciéndole saber que algunos electores partidarios
declaran que votarán antes por Tejedor que por el polémico sanjuanino. 22 Menos que
inconsecuencia, hay en ello adaptación a reacciones de terceros y a las cambiantes
circunstancias, en orden al logro y mantenimiento de posiciones de poder. En ese
contexto es preciso interpretar las declaraciones de Roca -sean dichas a la prensan o
en un epistolario político cargado de coníratretag24- y también sus silencios.2S

"«El loco [Sarmiento] se nos entregará en cuerpo y alma y nos dará todo 10 que le pidamos, inclusive la
Capital de la República en el Rosario, porque está poseído de la ambición JrnÍ!T desenfrenada. Cn:o que
con él no evitaremos la guerra civil, pero no la haremos en mi nombre, y asi seria más seguro que los
elementos militares de la nación cayeran en nuestras manos, quitando asi hasta la sombra de complici-
dad conmigo. [...] Aunque 10 de Sarmiento no sea una resolución, conviene ir preparando ht\bilmente el
terreno. Cuando nos veamos muy arrinconados, le clavaremos este agudo arpón en medio del lomo a
los seBores mitris!as, autores de todo esto, y seguiremos preparándonos en silencio y con disimulo para
pasar el Rubicón en mejor oportunidad» (Roca a Juárez Ce/man, mayo de 1880, ap. RA-IC, p. 179).
uTranscribe esos documentos Sanucci, La renovación presidencia/..., pp. 141-142, 146.
23 «.Reporter: ¿No teme V. las cuestiones que van a surgir con motivo de la cuestión capital? [Avellaneda
habla manifestado su propósito de resolver esa materia en las sesiones legislativas de 1880] [1] Roca:
Absolutamente. El tiempo ha hecho su obra, y la unidad nacional es un hecho consumado. No está en
poder de ningún argentino el romperla. La Capital puede, pues, ser mudada sin peligro. Buenos Aires
no consentirá en ser federalizado; es inútil pensar en ello. [1] La Capital será designada por el Congreso,
y según las opiniones que he oido emitir, se escogerá entre San NicolálT y el Rosario, dos puntos que me
pare¡;:en igualmente convenientes. [1] La voluntad del Congreso será ejecutada sin dificultad, no lo dude
V. No eIltamos en los tiempos en que el geueral Mitre se cre:la obligado a establecer el gobierno naciOllllI
en Buenos Aires, para vigilar a los separatistas.» (El IndeperuJienJe [Rosario], 19.XII.1979, ap. Botana,
«1880. La federalización...» pp. 126_127). Antes, con ligeras modificaciones, tomado de Le Courrier de
La Plata, en GaUndez, Historia po/ftica...• p. 152.
~.En carta fechada el 17.111.1880, Roca se habla manifestado partidario de resolver la cuestión capital
fi;ándola fuera de Buenos Aires; Diego de Alvear le contesta aplaudiendo la idea, pero advirtiéndole que,
por la resistencia que generará en Buenos Aires, «la ley y traslación de la Capital tiene que llevarse a
~,abo, breve y enérgicamente» (cf. Arce,Roca. t. J, pp. 340-350).
1 cf. p. e. Alfredo DIaz de Molina, La oligarqu(a argentina. SufiJlación y régimen (1840-1898), tomo
,Buenos Aires, 1972; 345 pp; p. 287. Si la prueba empiricajustifica descartar la cuestión capital corno
44 JAVIER F. OARClA BASALO

Más allá de conjeturas, una vez asegurada la presidencia, los voceros de Roca
plantean la necesidad de federalizar Buenos Aires. Pizarro -quien en relación con
el nuevo objetivo mantiene con aquél un vinculo equivalente al qUe le cupo a Rocha
mientras el proceso electoral fue la preocupación central- presenta el problema re-
significando de un modo preciso los recientes sucesos:
«Se trata de averiguar las causas que han producido este gran trastorno nacional,
creando la actual situación de guerra, y se pretende encerrarla en una cuestión me-
ramente electoral. [IJ No obstante, si se estudia con madurez los sucesos que se han
producido durante afio y medio, ha de comprenderse que hay una causa latente de mayor
importancia [...] luchan los pueblos en este instante para dar al Gobierno General una
residencia propia que haga efectiva su autoridad, y lo convierta en un gobierno fuerte
(u.] Preciso es no engallarnos; Buenos Aires es la Capital de hecho y de derecho de la
República).26

El camino hacia la discusión de la cuestión capital en el Congreso comienza el


mismo 3 de julio, cuando Pizarra denuncia que el presidente Avellaneda ha «pactado
con los rebeldes»). Una larga requisitoria de doce puntos es enviada por el Senado al
PE. Los dos últimos se refieren a la cuestión capital. Se quiere saber cuándo y bajo
qué seguridades volverá a Buenos Aires (11"); y qué jurisdicción ejercerá en esa ciu-
dad y sobre qué bases de coexistencia entre Nación y provincia «en semejante caso y
mientras no se dicta la Ley de capital definitiva de la Nacióm). El6 Pizarra presenta
a la cámara tres proyectos. Uno de ellos autoriza al PE a gestionar ante las autorida-
des constitucionales de la provincia de Buenos Aires la cesión de la ciudad de ese
nombre para Capital Federal. Asumiendo que una solución permanente tomará algún
tiempo, otro proyecto autoriza al PE a fijar la capital provisoria en cualquier punto
del territorio nacional, con jurisdicción exclusiva. Si opta por una ciudad capital de
provincia, deberá firmar acuerdos de coexistencia de poderes previa aprobación de
sus términos por el Congreso. Entretanto la capital provisoria seguirá siendo Belgra-
no. Un último proyecto declara el estado de sitio en todo el pafs «para evitar que la
guerra se produzca más tarde en algunas otras partes, a medida que se desarrollen los
sucesos con ocasión de la gran cuestión nacional y de los intereses transitorios que se

causa determinante de la guerra civil, el silencio de Roca no arguye posición personal tomada respecto
de la eventual solución de ese problema.
~ ACA, lo VI, primera parte, pp. 25·26 (sesión del6.VIl.l880). V.las terminantes expresiones de Absalón
Rojas sobre el momento en que la federalización pasa de posibilidad eventual a objetivo politico, infro
p. 334. Al respecto se lee en un elogio de Pizarro que atribuye a «su iniciativa, su tenaz labor» el haber
«fundado el asiento estable y duradero de los Poderes Públicos de la República»: «La cuestión Capital
no fue el agente exclusivo de los últimos acontecimientos que trajeron la convulsión y el desorden a la
República. [1] CauS1ls de otro orden presidieron su elaboración; y la cuestión capital habrá solamente
podido prestar un pequeflo concurso. [1] Si a la tenninaciÓD de aquellos acontecimientos, ella fue llevada
al Congreso y resuelta como una exigencia poderosa. como una imprescindible necesidad, esto solo
significa que con una habilidad illDegable se aprovechó ese cuarto de ho\'ll); d. Un Argentino [Benjamín
Basualdo], Rasgos biográficos del dDctor D. Manuel D. Plzarro, Ministro de Jusl/cia, Culto e Instruc-
ción Pública. por.... Buenos Aires, 1881, 89 pp; pp. 78-79.

,
i
AGONÍAS DEL FEDERALISMO 45

pretenden tal vez vincular a ella en la fijación de Capital permanente~).27 Las respues-
tas, dadas al fin por el PE ellO de julio, respecto a «qué pensaba hacer sobre esto [la
cuestión capital] para no dejar esterilizar la situación creada por los últimos sucesos
[la derrota militar de Buenos Aires]» le parecen a pizarro insuficientes, aun cuando
le consuela saber que el ejército se mantendrá sobre Buenos Aires, según la respuesta
del ejecutivo, mientras no complete la pacificación, afirmación «que importa decir,
según yo lo comprendo, "hasta tanto que esta gran cuestión no haya sido resuelta",
porque sin esto no puede haber completa pacificacióm).28
En rigor, el PE no se niega a atender la cuestión capital pero, en lo inmediato,
le preocupa más la rápida desaparición de su poder para influir en el curso de los
hechos y en la conformación del escenario polftico posbélico. El mes de julio prueba
que en él su espacio tiende a reducirse aceleradamente. La iniciativa se traslada al
Congreso, expresión política del ejército triunfante. Para afirmarse en ese contexto,
Avellaneda intenta sostener la contraparte mitrista. De a1li provienen esos acuerdos
que los roquistas repudian: el mantenimiento de un gobernador bonaerense mitrista,
la subsistencia de la administración y la Legislatura <<rebeldeS»; la inocua acción de
la intervención nacional más allá de la campafia. Sin embargo, los lideres roquistas
del Congreso actúan con recia determinación. Cuando la cámara de diputados comu-
nica su reinstalación al PEN Yal Senado, en la cámara alta Luis Vélez pone en duda
la legalidad de su constituciÓn.2'\I Vista la vacilación del ejecutivo, que de hecho no
acusa recibo de la nota remitida p~r los diputados, el grupo de senadores roquistas se
mueve con rapidez para advertir a Avellaneda «que eligiese entre ellos y nosotros»,
amenazando con dar un manifiesto y retirarse, senadores y diputados roquistas. lo Otro
enfrentamiento tiene lugar con motivo de la discusión de la ley que aprueba los decre-
tos expedidos por Avellaneda en los dias en que el Congreso deja de sesionarpor falta
de quorum en diputados. Esos decretos se refieren al estado de sitio y la intervención a
Buenos Aires y Corrientes, y al estado de sitio en Entre Ríos y Santa Fe. Los roquistas
intentan ya entonces forzar la supresión de la Legislatura de Buenos Aires, pues ella
no puede «servir al propósito de resolver la gran cuestión de la Capital». Esto supone
desautorizar las decisiones del presidente. Finalmente, votan en ambas cámaras el
proyecto que no indica expresamente como objetivo de la intervención en Buenos Ai-
res la disolución de su Legislatura. Para ello reinterpretan el decreto de intervención
de Avellaneda que se refiere a la «completa supresión de la rebelióu», declarando que
su cumplimiento obliga a disolver aquel cuerpo y convocar a nuevas elecciones para

"or
" . ACA, t. VI. primera parte, pp. 25-27; la cita eu p. 27.
""..tCA. t. VI, primera parte. pp. 47 y 53.
d Como.se dijo, el grupo roquista retirado a Belgrano, reunido en minoría, dllClaro vaCBIltes los pue8tos
;: lo~ diputados que permanecieron en Buenos Aires junto a la Corte Suprema Justicia, y aceptó luego
.. s dlploma.s presentados por los repn:senlantes electos en Córdoba.
ef. Ab"alón Roja" a Roca, 7.VII.l880, ap. Arce, Roca. t. l. pp. 360-361.
46 JAVffiR F. QAlletA BASALO

reintegrarlo. 31 Asociada as! la subsistencia de la Legislatura por una parte a la de un


partido y por otra a la sanción de la ley de capital, la semana siguiente se convierte en
una febril carrera de negociaciones llevadas adelante tanto por el gobierno nacional
como por los referentes roquistas con interlocutores mitristas y autonomistas, que
compiten por retener el control de la provincia a cambio de entregar la ciudad para
resolver el problema capital.31 Avellaneda se inclina a negociar con Mitre a través de
Moreno para dar al futuro presidente, dice, una base porteila sin la cual no podría sos~
tenerse; base que los autonomistas no pueden garantizar por sus divisiones internas.
De hecho, con motivo de tales reyertas, en esos dias se reclama a Roca su presencia
en Belgmno: «Ud. debe venir para evitar que la cuestión gobernador de Buenos Aires
produzca la anarqufa de nuestro partido, pues son muchos los aspirantes».n Si algunos
amigos de Roca acompailan a Avellaneda en sus intentos, otros, como del Viso, prefie-
ren la alianza con los autonomistas, y entre ellos con Rocha, a quien se juzga «mejor,
por cuanto está más comprometido y necesita ganarse al fin bajo la sombra de ustero).
A éste del Viso le advierte que en sus trabajos para reconstruir el partido debe «formar 'l'
su Comité autonomista roquista, si quiere contar con el apoyo del Congreso».34 En la ,
noche del jueves 22 de julio las dos tendencias chocan en una reunión de partidarios
roquistas en casa de propio del Viso: I
«[...] me retiré apresuradamente a casa, donde me esperaba una reunión de Senado-
res., para oír al Dr. Rocha y entendemos con nuestros amigos autonomistas que, asusta- 1
dos de los trabajos del partido mitrista (hoy en el poder en la ciudad) tratan de reorgani~
zarse y no abandonar la presa.
De la reunión que hubo de producir desagrados por la vehemencia de Pizarra, decla-
rando que él no buscaba sino la solución de las cuestiones nacionales y ante todo la de la
Capital de la República, para lo que aceptaba el concurso de cualquiera de los partidos
de Buenos Aires, como diera resultado [...] Febre y yo cahnamos a Rocha, que se mostró
herido en lo más vivo diciendo a Pizarro: "Yo no he buscado jamas, sino los grandes
intereses nacionales; pero he servido para ello a mi partido, en todas las Provincias para
darle influencia y poder. [...] Tengo el derecho de reclamar el apoyo de mis amigos poli-
ticos, para nuestro partido en Buenos Aires y de que crean más en él, que en el enemigo,
para sus grandes aspiraciones nacionales"».l'

"cf. ACA, t. VI, primera parte, pp. 54-107. El acuerdo se logra fuera del recinto entre las sesiones del
Senado de los días 13 y 14.Vll. La sanción en diputados se vota el sábado 17. Durante este perlodoRocba
inasiste a las sesiones, justificado a raíz del fallecimiento de su padre. Sin lmIbargo hay también una
~n poUtica, que subraya la simultánea ausencia de del Valle. L..~ Ia'~
«Unos y olros reconocen ya que la cuestión nacional esté. resuelta, y todos juntos han de """Cal .
sombra de la nueva presidencia. [/] Son todos grandes pescadores de posición personal» Del Piso a Roca, l
22.VII.l880, ap. Arce, RDca. tomo 1, pp. 362-365. El 19 el gobemadorde Buenos Aires, Moreno, escribe
a Avellaneda pidiéndole un encuentro para conversar sobre «la cuestión Capital» Moreno a Avellaneda,
19.VII.1880, facsimilar en Julio Avellaneda, El baúl de Avellaneda. Correspondencia y dOCllmll1lt08.
1861-1885. Compilados y comentados por..., Buenos Aires, 1977, 802 pp; pp. 448-456.
»Dollovan a Roca, 2I.VII.1880. ap. RA-JC, pp. 203-204.
"Del Fuo a RDca, 22.VII.1880, ap. Arce, RDca, tomo 1, pp. 362-365. .1
"Del Viso a Roca, 23-24.VII.1880 ap. Arce, Roca, tomo 1, pp. 365-368.

j
AOONtAsDELFHDI!RAUSMO 47

Al día siguiente, en casa de Madero, comienzan las gestiones de «jefes de cir-


culitos» ---califica Viso a lrigoyen, Sáenz Peña, Del Valle, Alvear y otros- «partiendo
de la base de que es preciso resolver la cuestión Capital en el Congreso y prepararse a
entregar Buenos Aires»).l6 Mientras los autonomistas porteiios buscan una adecuada
reorganización que les ponga a cubierto de la posible reanimación del partido mitris-
UL, Pizarro realiza gestiones cerca del patricio. Ese mismo día 23 tiene con él tres en-
trevistas sucesivas, intercaladas con varios encuentros que celebra con el presidente
Avellaneda -quien se traslada a Buenos Aire¡¡31- y otra con el gobernador Moreno. 311
Un día después, sábado 24, Rocha presenta en el Senado -y logra que se trate sobre
tablas- un proyecto de minuta por el cual se solicita al PE adopte medidas oportunas
para que la provincia de Buenos Aires esté debidamente representada en el Congreso
cuando tenga lugar la discusión sobre capital definitiva de la república. Durante la
sesión Pizarro hace públicas sus gestiones ante Mitre, Moreno y Avellaneda, e in-
siste, creyendo ver en la minuta de Rocha una posible dilación: «Vo comprendo [...}
que en las actuales circunstancias los partidos militantes de la Provincia de Buenos
Aires puedan agitarse para establecer su predominio en el gobierno de ella; pero no
comprendo que puedan prescindir y mucho menos que crean poder obstaculizar y
dificultar la realizacióJ;l. de este propósitm).39 Hacia mediados de semana -el 27-la
posición de Avellaneda se ve nuevamente jaqueada: la comisión de negocios consti-

36De/ Piso a Roca, 23-24.VILl880 ap. Arce,Roca, tomo 1, pp. 365-368. Sigue el corresponsal cordobés:
«han empezado por nombrar una Comisión que de nuevo nombre al Partido, pues con el de "Autonomis-
ta" mal podia hacer aquello (cambiando de bandera es otra cosa... estos hombres flexibles son capaces de
cambiar de cualquier cosa).)) Sin embargo la ssamblea que celebra e115.IX.1878 el partido autonomista,
con asistencia de dirigentes del dilIuelto partido republicano, redacta un manifiesto que, en el contexto de
una defensa del sistema federal de ideas muy próximas a las que se apegará el discurso rochiSIll, anuncia
_llegado el momento [...] de reorganizar el gran Partido Autonomista Nacional» (d. Fernando R Barba,
Los autonomistas del 70. Auge)' frustración de un movimiento provinciano con \lOcación IUIcionaI.
Buenos Aires entre lM8)' 1878, Buenos Aires, 1976, 158 pp; pp. 29-31).
11Avellaneda, sin embargo, envla al ministro Pellegrini a la reunión con los autonomistas «a que declare
~ el Gobierno está resuelto a dar cima a la cuestión Capital, con cualquiera de los partidos de Buenos
Aires o con todos, y a que agregue, de su cosecha, que él (Pellegrini) se felicitarla de resolver la cuestión
con su partido». Según del Viso, el prllllidente «acepta a unos u otros, o los confunde a todos, para su
~to y juega con ambos partidos». Del Viso a Roca, 23-24.VII.1880 ap. Arce, Roca, tomo 1, p. 368.
Jt Pizarro Q Roca, 23.VII.l880, ap. Arce, Roca, tomo 1, pp. 368-369.
~: t VI, primera parte, pp. l07_t14. Con el de esta sesión comienza Ravignani la casi total rejn-

:rm mn de los discursos de Rocha relativos a la federalizaci.ón de Buenos Aires, que éste retuvo en
llOdet impidiendo su inclusión en el diario de sesiones respectivo. Ravlgnani obtuvo las versiones
en ~liellll, q~ el senador conservó en su archivo, de manos de su hijo, Carlos D. Rocha, circunstancia
de ~nes olvidada (p. e. Blasi, Dardo Rocha..., pp. 89 Y92 da por perdidos esos textos). El discurso
Ilbros o:k111.!X fue publicado por La Nación del día, edición a la que remite su autor siempre que le
IltlA¿:n mtenclO~a!idaden el extravlo de sus papeles. De ese periódico lo toman, antllll de su inclusión
r.zto J, Ou~da Milich y Mollino (cí Recopilación de /os debatea de leyes orgánicas municipales)' sus
t
4.cM"a niJ1VW • F~entes se~eccionadas, CQ(}rdinaclas y compIernentadiJs en cumplimiento de ID Reso-
ItHlch 1H. Concejo de Julio 29 de 1938. Qjicina de Informadón Municipa/ Q cargo de F. N. Outeda
~Ju~n Pablo Molfini. Tomo VI. 1880-1884-/887 (Federa/lzDdón de /0 ciudad de Buenos Airea e
ración de las partidos de Florea y BeJgrano), Buenos Aires, 1938, 51l+XVII pp; p. 9, n. 1)
48 JAVll!Il F. GARCÍABA SALO

solicitar al PEN
tucionales se expide sobre uno de los proyecto del día 6, aconsejando
la cesión de la ciudad de Buenos Aires
que gestione ante las autoridades provinciales
término de 30 días, pasado s los cuales la H.
~<en la inteligencia de que se esperar á el
es negada» . El propósi to de la minuta es «fijar
Cámara considerará que esta cesión
que, es notorio , hace el PE con el objeto de fede-
un término perentorio a los trabajos
dado que ~<la cuestió n Capital de la Repúbl ica se
ralizar la ciudad de Buenos Aires),
crisis». Si algunos , como Pizarro , dicen creer que una
encuen tra ya en su período de
como Civi!,
negativa porteña debe ser seguida de la federalización de Rosario, otros,
pacífico : a falta de la aquiesc encia bonaere nse, convocar
propon en un curso menos
te una re·
una Convención Nacion al que impong a la capital en Buenos Aires median
días de plazo
furma constitu cional Civit, además, propone y consigue que los treinta
que el Congreso
sean reducidos a sólo quince... No acaban allf las limitaciones con
40

present ados el día


jaquea al presidente. Acto seguido sancion a otro de los proyectos
o mientra s no se
6, que fija la residencia de las autoridades naciona les en Belgran
es evitar que Avella-
apruebe la ley de capital permanente. El propósito en este caso
el bando triunfan te
neda regrese a Buenos Aires bajo condiciones no aprobadas por
41 d[as antes, el jueves 29,
en la guerra. Concluyendo las agitaciones iniciada s siete
s firma a
una vez más en casa de Madero, una larga lista de autonomistas portefio
público su apoyo a la solución
titulo de simpies ciudadanos un manifiesto que hace
l, entre ellas <da designa ción
de las cuestiones pendientes de la organiz ación naciona
el círculo, cuando las gestion es
de la capital de la República».42 El sábado 31 se cierra
dades. Moreno , en reunión con el presi-
de Avellaneda tocan el limite de sus posibili
en no recono-
dente y con Zorrilla , Pellegrini, Plaza, Achával, Serú y Rojas, insiste
os declara dos ~<rebeld es». Esa cuestió n no es
cer vacante s los puestos de los diputad
Tampoc o para los mitrista s, pues su derrota en los
negociable para los vencedores.
esa represe ntación es segura en toda la campaf ia.43
eventua les comicios para renova r

a Avellaneda ({Cuando se
"cf. ACA, t. VI, primera parte, pp. 114-120. De inmediato Moreno se queja
capital, compren diendo, sin duda, toda su gravedad y las condiciones en que debla
habló de la cue¡¡tión
te, que como oondicion es primeras , debla levanlaIge la
ventilarse, el Dr. Pellegrini expresó claramen
ción del Congreso a su
intervención y el estado de sitio, al mismo tiempo que conseguirse la reintegra
todo la última, sin la cual
forma legal [JI La minuta del Senado, excluye esas tres condiciones; sobre
Aires se ocupe de la cuestión capital» (Moreno a Avellane da.
es perfectamente imposible que Buenos
'
28.VII.1880, facsimil en Avellaneda, El baÍ/f..., pp. 289-295).
VI, primera parte, pp. 120-125. La reactivac ión del proyecto del 6 era ya comunicada por del
ACA, 1.
da (Del Pi·so a Roca, 23~
41
Viso a RrnJa el 23, como prevención ante las gestiones que encara Avellane
24.VII.1880 ap. Arce, Roca. tomo 1, p. 368).
41Reprodueido en Gallndez, Historia política..., pp. 345·347.
'" Durante la sesión del Senado del día 18.IX también Pellegrini relató
las negociaciones con los lldeleS
mitristas: «Fui encargado de tratar hace algún tiempo de la cesión de la ciudad de Buenos Aires para
le de su Legislatura. Con e.ste
capital con el Gobernador de la Provincia [Moreno] y el partido dominan
los principales hombres públicos, los jefes de ese partido se reunieron y discutieron la cuestión
motivo,
respecto a la cesión del municipi o de Buenos AireIl, no habla divergencia-
-y lodos ellos declararon que a la altura de IIlS
oomo en otra, ese partido no supo colocarse
[JI Desgraciadamente en esta ocasión, s, y trajo a esta cuestión otras
cil'CUlllltanciBs ni supo oomprender la magnitud de la idea que discutimo

j
AGONíAsD.l!LFEDERAUSMO 49
Avellaneda procura aún, apelando a Roca, que la federalización se realice
«con todos
1 s partidos;) e intenta, sin éxito, que Moreno telegrafie al respecto
al presidente
~ecto.44 Entretanto las reuniones de los autonomistas se prolongan en conciliábulos
~on hombres del interior; se discute el nombre del partido que servirá de sustent
o
la presidencia de Roca. Este llega por fin a Belgrano el 7 de agosto
y asume el
aontrol de la situación. El lunes 9 conversa con el presidente y ministr
os, acordando
~ encuentro al día siguiente con Moreno. Más allá del significado que éste pudo
atribuir a la reunión que se celebra ~II04s, lo cierto es que el miércol
es el Congreso
toma decisiones que no es fácil creer sean ajenas al recién llegado. Rocha
presenta
un proyecto de ley ordenando al interventor de Buenos Aires que disuelv
a la Legis~
latura.46 Aprobado sobre tablas, pasa a diputados donde sigue idéntico
trámite. Se
inicia asila secuencia de hechos que conduce a la (~solución» del problem
a provincial
con la elección de Rocha. 47 A fines de mes puede escribir un partidario:
«Roca es, se
puede decir, presidente de la República. Rocha será gobernador de Buenos
Aires¡).48
Más adelante el presidente dirá que sólo su decisión salvó entonces a
Rocha: «Si no
hubiera sido yo que me paré de frente y di a entender que desharía
todo lo que se
hiciese en contra dc Rocha inmediatamente que me recibiese del gobiern
o, Rocha no
hubiera sido mi gobernador. Ya le tenían preparada la cama perfectamente.
No crefa

acddentales que se llamaron conexas; y desgraciadamente ese partido y hombres


públicos sacrificaron
lIlS antecedentes como partido y sacrificaron la gloria de realizar esta idea,
porque no pOOla conseguir el
pequel10 precio que por su realización quedan [reincorporar a loo diputadoo
vacantes en el Congreso y mantener el control de la provincia de Buenos Aires]. cuyos puestos se declararon
[...] En ese momento el
pulido que combatió la federalización de Buenos Aires hace diez y ocho aftos
[...] se presentó ofreciendo
a la Nación todo el concurso de su opini6n para realizarla.» (ACA. t. VI, primera
parte, pp. 262-263).
"cl: Moreno a Avellaneda, 4.vIII [de 1880), facsimil en Avellaneda, El baúl...,
pp. 174-177.
"'cf. Moreno aAve/lan eda. 1l.VIII.1880, ap. Sanucci.La renovación presiden
cial.... pp. 211-212. Poruna
PIU1e Moreno se manifiesta satisfecho con la actitud de Roca, a quien entrega
las
para la federalización con enmiendas del propio Avellaneda; y, por otra, insiste bases de un acuerdo
en rechazar el camino
qqe dias después se adopta; «¿Qué elección libre podria hacerse en
la situación actual de la Provincia,
durante el presente mes? Ni qué legalidad reconocida tendrla un Congreso
, en el que el menor número,
~a al mayor, sin qlwrom legal, y sin forma ninguna constitucional?».
~arando ~s~ mt?ida, el. lO legisladores provinciales rochistas, que han sufrido
ultrajes en laLegis-
""nl12fa por su di.S1denclll polltlCa, presentan sus agravioo al
Senado.
trU renuncia Avellaneda; el 13 se le rechaza (su aceptaci6n hubiese llevado a
la
~ Acosta). El 16 Avellaneda veta la ley de disoluciÓD de la Legislatura bonaeren presidencia al mi-
la ~.el veto. El 20 el ministro del Interior, ZorriUa, la comunica al gobernad se; el 19 el Congreso
or Moreno. El 21, vista
BI.~asIVlda? del gobernador al respecto, el ejército Dllcional ocupa y cierra
el edificio de la Legislatura.
cI. ~ 20mUa ordena a Bustillo. Q,ue convoque a elecciones de legisladores provincia
uae¡¿IX coIl?o fecha de los comiCIOS. Sólo entonces, ellO, renuncia Moreno, les; el 31 éste fija
y Bustillo asume la gober-
"Ya n terminando esa situación bicéfala de Buenos Aires. Para entonces
la ley de federalización tiene
"';:lado parlamentario. BustiUo convocará a elecciones de diputados nacionales por
el distrito Buenos
~~para e1.1~.?,. La nw::va Legislatura se instaló el 9.X yelll el vicepresi
... C ro, s~ recibió del mando de la provincia, cesando la intervención.
dente del Senado, luan losé
Q
mbaceres a E. Madero, (tel.) 29.vlIl.1880 ap. Galíndez, Historia política.
., p. 379.
50 JAVIER F. aAll.C!ABAsALO

justo que lo sacrificaran de ese modo y yo le debía consecuencia».4!J Hay que ubica
estas gestiones en esos días -7 al 11 de agosto- posteriores a su llegada a Belgrano.
De hecho, con ocasión de la renuncia de Avellaneda, Roca toma el mando efectivo
comenzando por el poder militar que le responde directamente, con prescindencia
tanto del presidente como del ministro de Guerra, Pellegrini.so

3. En la sanción de las leyes-contrato de federalización

La disolución de la Legislatura portefta significa, a un mismo tiempo, la decisión


de resolver la ((cuestión capitab> -y resolverla fijando la capital definitiva en Buel108
Aires, sin nuevas leyes de convivencia n otras equivalentes- y la consolidación de
la alianza entre Roca y Rocha, ungido por aquél como referente privilegiado entre
los aliados autonomistas de Buenos Aires. SI En contrapartida, el mitrismo queda
transitoriamente marginado de las decisiones que se toman. Pero, determinada la
federalización de Buenos Aires, quedan por acordar sus términos. Desde siempre e
problema capital está asociado con otras cuestiones tales como la aduana, el puerto.,
el Banco. Resuelta definitivamente la primera de ellas después de Pavón, la segundl
ha dado lugar a tensiones en el pasadoS2 , al igual que el más complejo asunto del
Banco. Estas materias se han discutido en las tratativas impulsadas por Avellanedl

;
49 RA-JC, p. 253. SegUn Ramos Mexia, Eulogio Enciso fue el autor del «admirable trabi!io de 0f'glIIliaIli
ciÓD partidista» que comprometió «uno por uno a lodoo los caudillos locales)) en favor de Rocha.
ye a I'tlllegrini -cuya. «candidatura estaba en todos loo esplritus» y contaba «con el decidido apoyo do
Valle»-- una espontánea renuncia a esa aspiración. De acuerdo con esta versión al desistir Pcllegrini.
Valle quiso aspirar al mando, pero viendo «que la candidatura de Rocha estaba hecha)), en agradec' •
to por el apoyo recibido tres aflos antes, se abstuvo, y apoyó la elección de Rocha y su acción~~~"i
(CL Ezequiel R.amos Meda, MIs memorias. 1853-1935, Buenos Aires, 1936, 525 pp; pp. 58-59).
Mexia, republicano del sectoe que más tarde se enfrentó con Rocha, y devoto de De( Valle y '."~~
no concede ningún crédito al primero en la federalización de Buenos Aires, obra debida «al
triunvirato de Avellaneda, Pellegrini, del Valle»... (p. 65). ,~
$(1 «La poUtica del general Roca se bahecho sentir. A estas horas, 7 de lanocbe, todo está encalma.

todoslosjefes de (os bataUones que están en la capital (ell~, e15~, ellO" yelll") todos ellos a las
de Roca; los de la Chacarita a las órdenes del coronel Manuel Csmpos y los Guardias Nacionales en
Isidro, a las del coronel Racedo, tenían la consigna de no obedecer más órdenes que las del geueral
para el caso que el presidente y el ministro de la Guerra quisieran jugarles una mala partida». (J;
Galfndez aJuilrez Celman. 13.VIII.1880, ap. RA-JC, p. 206). I'tlllegeini era el beneficiario de la
que deshace Roca.
"Entre los dirigentes autonomistas, Pellegrini habla actuado cerea de Avellaneda en las reciente8
gociaciones; Del Valle, apoyó a Sarmiento como candidato de tTanSllCción. En clcculos roquistas so:
atribuyó luego el propósito de llegar a la presidencia., en su carácter de presidente del Senado. por
de proclamación de electo y poe decisión de la Corte Suprema (que con esa intenciÓD ~
Buenos Aires), a causa de no sesionar el Congreso por inconslitución de la cáDlllI'll de Diputadoll.
dirigentes del autonomismo, como Alvear o Call1:baceces, cercanos a Roca, no contaban con po . .
de fuerza suficicllte. AmbQs obtendrán la venia del nuevo presidente paca ser elegidos senadores por,
nuevo distrito capital.
.. cí in/ro pp. 47lss.
r AGONÍAS DBL I'BDl!kAllSMO 51

SUS ministros..!] El «sector duro)~ del roquismo, en el que por sus posiciones extre-
y as termina sólo Pizarro, propone una federalización impuesta, que descanse en los
;::chOS de armas. A esta solución está refiriéndose el senador en un largo discurso,
124 de agosto, cuando tiene entrada el proyecto de capital definitiva remitido por el
;E. opuesto a cuanto amenguase la determinación de esa capital por la sola voluntad
del Congreso, Pizarro juzga la idea de convocar una Constituyente con ese propósito
COIDO «un acto de debilidad para alejar la responsabilidad que pudiera imponer al
Congreso la resolución directa de la Cuestiófi». ~ Para defender su posición recurre
a una inédita interpretación del arto 3" de la Constitución Nacional, cuya conclusión
descarta la necesidad de la (~cesión previa» alli establecida..!.! También se opone, unos
días más tarde, al proyecto de ley sobre residencia de las autoridades nacionales en
la ciudad de Buenos Aires, mientras no se fije la capital definitiva.'6 Teme Pizarro
que se cierre el ailo legislativo sin definiciones, y juzga que, alejada la guerra, otra
vez el Congreso (es un instrumento que sigue las influencias de los partidos locales
de Buenos Aires».S7 En rigor es el propio presidente «electo» quien abraza como op-
ción estratégica asegurar la capitalización de Buenos Aires dejando para después las
cuestiones conexas. Muy gráficamente 10 comunica del Viso a Juárez Celman: «Roca

"'BI23.VII por la noche «el ministro Pellegrini llamó a UlIareunión a varios diputados provincianos para
decirnos que el Presidente estaba resuelto a resolver la cuestión de la capital pennanente de la República
'J que queria sllber si la CAmara le autoriZllrla para hacer a laB situaciones de Buenos Aires todas laa
conoosiones que el Gabinete estimlllle convenientes, en vista del gran sacrificio que ese partido hada
cediendo la capital de la Provincia para capital de la República. Le contestamos que no conociendo lllll
llIigencias, no podíamos contraer tales compromisos. Entre las concesiones que el Presidente quería
hacer se enumeraron el BlUlCO de la Provincia, el Ferrocarril del Oeste, el pago, por parte de la nación,
de diez millones de pesos fuertes a que asciende, según el ministro. la deuda de la provincia; y la recon-
llidetación de la Cámara sobre laB cuarenta vacantetl. Estoúltimo fue rechazado rotundamente». (Ismael
GvIbuiez aJuárez Ce/man, 2ó.vILI8SO, ap. RA-JC, pp. 20S-20ó). Como se advierte entre lllll condiciones
::gocian mitristas y rochistas sólo difiere la cuestión de los diputados. En una carta de abril de 1881
[tllllm aala cuestión del Banco de la Provincia Rl.Jcba anotó años después: «Desde julio del allo lUllerior
- J me habla preocupado por salvar al Banco y pedía Roca su ayuda, no la necesité. Diez aflos des-
~,Paz y Pellegrini 10 hundieron, éste último con alevosía, sacándole el encaje metálico» (AGN-DR
f4cr.U!cluy;- está nota Blasi, Dardo Rocha..., p. 113).
lIJa Il8Ia Intervención de Pizarro enACA, 1. VI, primera parte, pp. 188-209; la cita en p. 190.
~. 3", d~ la Constitución Nacional de 18ÓO establece: «Las autoridades que ejel'Zlln el Gobierno
0IIt6n l'esldirlin en la ciudad que se declare Capital de la República por una ley del Congreso, previa
ol debahecha po-r una o más Legislaturas Provinciales del territorio que haya de fe<ieralizarse». Durante
~ te de la ley de federalización Pizarro presentó UlI proyecto por el cual el Congreso fijaba impera-
-n. 3":'6 en Buenos Aires «la capital permanente de la república, en confurmidad alo dispuesto por el
!la la Constitución Nacional» (cf. ACA, t. VI, primeIR parte, p. 225).
~Io recibirá sanción eI20.IX; reem.plLlZllala ley del 28.Vn que fija en BelgIRno la residencia
tnBel hasta la sanción de la capital definitiVll. Para entonces, aunque los papeles PÚblicos se fechan
~grano, hace tiempo que, en violación de lo dispuesto, los actos de gobierno lienen lugar en Buenos
'<CA
, t VI, primera parte, p. 20ó.
52 JAVIERf.OAR.C1ABASALO

piensa que todo debe cederse y no deja de tener razón, porque al fin vamos poco a
poco desplumando a este dorado pavo real en favor de la nacionalidad»).s5
La definición permite fijar el carácter que Roca da a la ley de federalización
que acepta: se trata de un paso primero y fundamental de una labor que entonces
comienza. Sin duda, sabe que (se pueden ganar elecciones sin Buenos Aires pero no
gobernar sin ella». Ser aceptado en esa ciudad es un objetivo arduo de su primera
presidencia, que confia, sin embargo, alcanzar: el poder del vencedor no necesaria-
mente oprime; también seduce. La obra, entonces, pide tiempo, y es mejor avanzar
por grados sucesivos, evitando en lo posible las disputas de principios que contribu_
yen a endurecer y radicalizar posiciones.
En el debate que tiene lugar en el Senado las opciones de Roca permiten que"
Rocha vuelva a ocupar el centro de la escena, mientras toca ahora a Pizarro caer:
derrotado. Las fricciones entre ambos, como se verá, continúan en un lugar central
de la escena politica durante muchos meses más cuando el cordobés desempefta ~
cartera de Justicia, Culto e Instrucción Pública y aquél el gobierno de Buenos A~
Como miembro informante de la comisión especial de la cámara que estudia la leY.:
de federalización ---que integran también Juan Martin Leguizamón, RafaelIg6
Antonio del Viso y Benjamin Paz-, Rocha funda la necesidad de resolver sin
demora la cuestión capital a la luz de la amenaza que pesa sobre la unidad e . ..
dad territorial de la república, dados los procesos de consolidación y expansión '
Chile y del Brasil.~9 Justifica la elección de Buenos Aires «por nuestra historia».
resume procurando demostrar que la anterior oposición del autonomismo a esa sol
ción nació del temor a que ella trajese con Mitre una tiranía análoga a la de Rosas.
cuanto a las formas concretas de la cesión, subraya:

"Del Viso a Juárez Celmall, 9.IX.l880 ap. Susana Irene Rato de Sambuccetti, (Avellaneda, Roca Y
capitalización de Buenos Aires», en Boletln del Instituto Histórico de la ciudad de Buenos Áiru, ..
núm 3, Buenos Aires, 1980. pp. 7-55; p. 44.
.. Argumento retomado con mayor franqueza en la cWnftra de diputados por Olmedo: «Tal vez_.
tiempo, cuando el Paraguay era una potencia militar de alta importancia, cuando el Elltado Oriental
una nación feliz y floreciente, podíamos haber ensayado capitales [u.] Habiendo desaparecido la •
tanda política de esos dos paises, nuestros aliados naturales. nos encontramos solos [...] De un lado
le, estrechado por 1M salobres ondas del Pacifico, del otro el Brasil, sofucado por su zona tócrida.
con tendencias anexionistas, ambos con necesidad de extenderse». Asimismo se oyó en la Legi
provincial. en boca del diputado presbltero Patricio DiUon: «Tenemos un Imperio poderoso, Brasil,..
lado, y una República ambiciosa y guerrera, Chile. al otro lado, y es menester hacernos fuertes para
quier eventualidad» (ÁCA. 1. VI, primera parte,pp. 287 y 612). En el Senado de 1890 sejustificaeá
"Yo habla sido autonomista [...] crelaque esa solución [la federalización] venía a perturbarnuestJU
nacional; crela más: que encamaba graves peligros para el porvenir. Pero cuando el 80 vi exp~
nacionalidad argentina a disolverse, me dije: todos los OÍros peligros, todos los otros inconvenJ
todos los otros sentimientos deben desaparecer ante la integridad nacional. Sollé para mi patria el
de la antigua Roma. [...] Y si hoy no es posible sollar en el predominio universal, es posible po~ lo
soñar en una de esas grandes naciones en que las decisiones de sus Congresos y el voto de sus el
dispone de la paz, de la guerra y de la felicidad de gran parte del género humano".
r
,
AOONI"SD ELFEDERA LTSMQ

«Tratándose de este punto, la comisión hubiese dilseado entrar en prolijos


detalles;
53

pero comprendió que en una cuestión de esta naturale za los detalles podrían
complicarla
y traer grandes inconvenientes para la resolución de la cuestión principal, y
fue por eso
que se decidió a consignar simplemente los 5 Ó 6 artlculos que contiene
el proyecto, en
los cuales se resuelven únicame nte los puntos más importantes, dejando
para después,
resolver tranquil amente, con el tiempo, las dificultades que pudiera
n sobrevenir en el
ejercicio de esta atrihuci6n.»)60
La decisión de posterg ar para más adelante los «prolijos- detalles» -que
en el
círculo de Roca esconde el propósito callado de ir (desplu mando poco
a pOCO» a la
provinc ia- dará origen a tensiones y conflictos durante un lustro. Acaso
previéndo-
los enseguida Rocha subraya el carácte r de ley~contrato del proyecto
que se discute
-«~i esta ley fuese aceptad a por la legislatura de Buenos Aires, a la que
tiene que ser
sometida dc acuerdo con la constit ución» - y sugiere la necesidad de
encontrar nue~
vos consensos en los período s de gobierno que pronto se iniciarán tanto
en la Nación
como eu la provincia. Sigue la mención de «los detalles» que se dejan
por resolver
--casi todos destinados a produc ir crisis políticas en el futuro inmedi ato-,
comenz an~
do por el establecimiento del régime n municipal en la nueva capital, garantí
a de la
pervivencia de <<nuestras instituciones federativas». «Habríamos evitado
de una ma~
neraeficaz este peligro con una organización municipal libre, que entrega
ra al pueblo
de la capital el gobierno propio». Sin duda se present an en torno a este punto
disiden~
cias entre Rocha y Roca, y las palabras del miembro informante, aunque mesura
das,
no dejan de indicar cuáles son sus preferencias. Roca impuso más tarde
un sistema
de organización municipal que sustrajo de la elección popula r la designa
ción del jefe
de gobierno, argumentando ante sus propios partida rios que era ese un camino
for-
%0110 para evitar que la ciudad quedas e bajo control de
Rocha. También perman ecen
,pendie ntes la organización de la educación común bajo las mismas
bases en que se
. encuentra establecida en la provincia -sobre ello se espera una «prefer
ente atención
':.fOr parte ~el Congre so»- y la continuidad de la «vida propia» de la Universidad de
,'8uenos Aires asegurando su autonomía median te «un acuerdo entre
la Nación y
.'~cia, a fin de constituirle un capital propio en fondos públicos [para] darle la
la
.:Vida completamente independiente que necesita para su mayor desenvolvimien
to»,
,'- ?tro aspecto que Rocha procura establecer es el carácte r mismo de
la federa~
,},,:::ó n, insistiendo en que nace del acuerdo y la concordia, del conven
cimiento de
'0'>teauJ. sobre su necesidad y no, absolutamente, de un acto de violencia o imposic
ión
t · 9Iien. ~ de la guerra. Responde así a la tendenc ia cuya cabeza visible es Pizarro
" tadl I~ten.ta hacer de la capitalización un acto enteramente dependiente de la volun-,
.' eon:~l8l~t,lva del Co.ngres?, .s,ea .po~ vía de una i,ns6lita interpretación
del arto 3° de la
clerecbtuelOn; por.la LmpostClon ¡ndtrecta a traves de una Convención,
o como simple
;.: o de VictOria. Se trata de un principio que resultará fundamental en las
futuras

loa textos que se citan del disCtlrso de Rocha en ACA, t. VI, primera parte, pp. 216-218.
54 JAVU!Rf.GARC1ABASALO

controversias. Muchos puntos quedan por definir, y cuando deba volverse sobre ellos
los derechos de la provincia serán sostenidos o negados en función del carácter qm
las partes atribuyan a los sucesos del '80. Los articulos establecidos en el proyecte
de ley que se discute, dice Rocha, buscan «ponemos a cubierto de los inconveniente,¡
que se han manifestado de un lado y otro», y que el senador clasifica de modo elo
cuente como opiniones expresadas «unas en la forma de temor y otras en la forma de
deseo». ~(Los unos, querían que Buenos Aires fuese la capital de la República COI1ll
el resultado de una lucha, de una guerra y de una derrota, considerándola como e
gaje de la victoria; y no faltaba alguien que creyese que íbamos a resolver la cueSÜÓl
capital como se resuelven las cuestiones sobre el botín de las guerras)~. 61 Una impo
sición seria un error, pues de eIta no surgiría «una obra duradera»; por el cont~
debe procederse «con esplritu sereno, sin tener en cuenta la guerra que se habla pro
ducidO)~. Negada la imposición, afirma el carácter contractual de la federalización¡
de acuerdo con los preceptos constitucionales vigentes. 62 A fin de resolver la cuestióJI
principal sin ~(complicarla con cuestiones de otra naturaleza» -esto es, a fin de evital
que la provincia niegue la cesión por causa de ellas- se propone no una imposiciÓl
de guerra sino un acuerdo fundado en el respeto a los derechos de todos:
...((al tomlU" la ciudad de Buenos Aires para capital de la República Solicit~
acuerdo de la Legislatura, hemos procurado darle a la Provincia de Buenos Aires
las garantlas que necesita para conservar aquellos establecimientos en que tenga i '
ses; y en cambio de las ventajas que la Nación sacará toma sobre si el pago de la
externa de la Provincia, representada por las obras que van a quedar a beneficio de .
capital».6 3 ,
4
Sienta también su personal disidencia con la única modificación que u" ""0<11
ce la comisión especial respecto del proyecto remitido por el PE, que se refiere
sensible asunto de las instituciones financieras de la provincia. En el proyecto -
federalización de Buenos Aires que Avellaneda envfa al Congreso64 el art. 2"
que todos los establecimientos y edificios públicos situados en el municipio q
bajo jurisdicción de la Nación. El 3" dispone: ~~Exceptúanse el Banco de la
cia, el Banco Hipotecario y el Monte~Pío, que permanecerán bajo la propiedad y

61 En la cámara de Diputados Olmedo asoció guerra y federalizacióo: «La historia nos:'~_::'~"'~1


espada como los mares, como los ríos, lejos de servir para dividir los pueblos, sirve a comun·
como un cinturón de acero que los liga, y que la guerra es el crisol en que se funden las .
[...] al resplandor del fuego de las batallas de los puentes Alsina y Barracas, hemos visto alzarse sol
y majestuosa por sobre todas las preocupaciones, la imagen querida de la patria. imponiéndo8C
una nectlsidad suprema a los espiritus y dejando oír en el fondo de nuestras conciencias la VOZ dll1
que impone las nQcionalldades como condición de vida independiente». (ACA, t. VI, primera
286; sub. en el original).
61 ACA. l VI, primera parte, p. 217.
'" Rocha hace notar que el aumento de los ingresos nacionales en concepto de impuestos será s
la carga que toma sobre sL
¡<Mensaje y proyecto de Avellaneda/B. Zooilla enACA. t. VI, primera parte, pp. 200-201.
AOON!AS DIlL FEDERALli'lMO 55
dirección de la Provincia, sin alteración en su constitu ción actual.» La
Comisi ón que
stUdia el proyecto en el Senado juzga inconveniente esa expresión, eliminán
dola.~'j
~ll disposición queda redacta da en esta forma: «El Banco de la Provincia, el Hipo-
tecario y el Monte-Pio perman ecerán bajo la direcci ón y propied ad
de la Provincia,
in alteración en los derecho s que a esta correspondan.» Al fundar el
despach o de
~oroisión, Rocha -miemb ro inform ante- se refiere a la redacción del PE afirman la
do
~ela
.
~~hubiera preterido a la que la Comisión propone. Manifes
té a mis distinguidos com~
pañeros que yo baria presente esta disidencia en que estamos por rozones
que pueden
ser oportunas más adelante, pero que en este momento no las encuentro
aparentes. [1]
En el fondo no hay sin embargo una diterencia capital, porque todos conveni
mos en
este resultado final: El Banco de la Provincia, el Banco Hipotecario, el Monte
de Piedad
continúan como hasta ahora.».
Durant e el debate en particu lar, Pizarro insiste en pregun tar a Rocha:
«¿el
Banco queda sujeto a la Legisla tura de la provinc ia o a la legislación
exclusiva del
Congreso? ¿Conserva sus privilegios?». Recibe esta respuesta: «El
Banco queda en
la misma situació n actual [...] Sobre el Banco [...] nada se ha innovad
o.» En conse~
cuencia Pizarra -que vota contra la ley de federal ización por conside
rar inadecu adas
las formas que estable ce- se extiende sobre los inconvenientes constitucionale
sy
económicos que esa situació n supone.
«Cuando el Congreso, en virtud de las facultades que le están conferid
as por la
Constitución, trate de legislar sobre estas materias podrán oponérsele los inconve
nientes
de esta misma ley, que viene a reconocer cierta jurisdicción a la provincia sobre
sus ban-
cos, sobre sus instituciones de crédito, según su constitución actual con sus
privilegios,
sin que pueda en tal caso, el Congreso proveer al establecimiento de un Banco
Nacio~
na}, a las modificaciones del mismo Banco de la Provincia dado que haya
de continuar
establecido en la Capital [m] Yo estoy decididamente en contra de este Ilrticulo,
Se que
hoy no prevalecerán mis observaciones, pero quiero dejar huellas de estas
opiniones en
las actas [...] lo que se trata de establecer aquí por medio de este artículo es
reconocer y
autorizar un convenio, que tal es esta ley, por el cual se acepte el ejercicio de
lajurisdic-
ción de la Provincia en el territorio de la Capital sobre las instituciones bancaria
s que la
Provincia tiene al presente en la ciudad de Buenos Aires».6/i
~l igual que en su interpre tación del articulo 30 de la Constit
ución de 1860,
. o raZona a partir de un supuesto implícito: que las leyes del Congre
so pueden
~Ificar las reformas constitucionales de aquel afio. En este sentido su prédica es
187~labón que une los anteced entes que vienen acumul ándose especialmente desde
~n los actos de gobiern o que impulsa rá Roca. Con ellos, sin mediar
una nueva
-esto constitucional, el texto vigente de 1860 pierde sus notas más caracte rísticas
es, los alcances del Pacto de Unión de 1859 en estas materias: «18»
constitu -

'"",¡f~J!'Icho de la comisión especial en ACA, t. VI, primera parte, pp. 209-210.


• 1. VI, primera parte, pp. 248-249.
56 JAVmR F. GARC!ADASALO

ción será en adelante cada vez más el texto de 1853. La respuesta que recibe Pizarro
anticipa la forma principal que revestirá ese proceso: los fallos de la Corte Suprema.
En efecto, contesta Benjamín Paz -también miembro de la comisión especial67- y
explica por qué ella propone suprimir en este artículo el término «exceptúase». El
PE coincide en su pensamiento con la comisión; no desea más que mantener la pro·
piedad de los bancos y el Monte-Pío «con todos los derechos que le corresponden
según nuestras propias instituciones [...] desde que no se trata de crear un derecho
[...] sino tan solo del reconocimiento de un derecho preexistente, declarándose que
lo conserva la Provincia, se declara cuanto justa y constitucionalmente se puede
apetecer.) Paz recuerda, como era de esperarse, el art 104 de la Constitución y SU
origen histórico:
«La Provincia de Buenos Aires [...] se incorporó a la Nación bajo un pacto que le
asegura el ejercicio de ciertos derechos, y la Constitución Nacional, en el artículo 104,
dice que las provincias, no solo conservan el poder no delegado, sino también el que
expresamente se hubiese reservado por pactos especiales al tiempo de su incorporación.
[1] El Congreso en virtud de sus facultades meramente legislativas, limitadas por su
carta de personería, no puede por sí alterar las facultades constitucionales de que debeG
estar investidos los poderes nacionales o provinciales, y la Comisión, obedeciendo a eBIl
teorla, y desde que no se babia de pedir a Buenos Aires la cesión de sus instituciOtlel
de crédito, creyó que era conveniente dejar a estas en la miSma situación en que están;
reconociendo simplemente el derecho existente.
¿Hasta dónde van las facultades de la Provincia de Buenos Aires respecto a esat
instituciones? pregunta el selior Senador por Santa Fe. Es precisamente la cuestión que
no ha querido abordar la Comisióm).68

Tocará a la Corte Suprema, dice Paz, «encargada de pronunciarse sobre el pu'


ticular, según nuestra Constitucióm), decidir si el Banco de la Provincia está O Del
regido por el derecho común.
La estrecha relación que se establece entre el proceso de fijación de la capitil
definitiva y el desconocimiento del Pacto de Uni6n de 1859, que se hará evide~~
los afios siguientes, pudo haberse manifestado mucho antes y bajo formas jurldicll
eventualmente más apropiadas, a raíz de la ley sancionada conjuntamente con d
federalización de Buenos Aires. Ella dispone la reunión de una Convenci6n Co~
tituyente en enero de 1881 si hasta el 30 de noviembre de 1880 la cesión no ~
aprobada por la Legislatura provincial. La misma comisión especial que se ocupa..1
la federalizaci6n estudia en el Senado el proyecto de esta ley, expidiéndose en ~
caso con despacho dividido: todos sus miembros, excepto Rocha, coinciden en sc:ftlll
lar como materia de la reforma los articulas 3" y 104 en su segunda parte; el senadct
portefio sólo admite el 3". Rocha puede así apoyar el proyecto basándose en UJiI
1
·"Se verá más abajo que tocó al mismo Paz, siendo miembrO de la Corte Suprema, faliar contra la ~
ción de la provincia en este asunto; infra pp. 351-352.
.. ACA, t. VI. primera parte. pp. 250-251.
'j
1
AGONÍASDBLFEPERALISMO 57

ficción política: dar por cierto que se busca a través de la Convención solucionar la
«cuestión capital» de otra forma que no sea apropiarse de la ciudad de Buenos Aires
contra la voluntad de la provincia. Puede así considerar la refurma del arto 104 como
«innecesaria, extraffa a esta cuestión y peligrosa».69 Por el contrario, Leguizamón
subraya esa decisión: la comisión «ha conservado en el proyecto el art 104 porque
lo ha creido íntimamente ligado al art. 3" de la Constitución. [...] para federalizarse
la ciudad de Buenos Aires [...] necesariamente tiene que incluirse ese artículo». Con
la misma franqueza sefiala el carácter extorsivo de una convocatoria así planteada:
(Si existe realmente [...] la voluntad decidida de ceder el municipio de la ciudad de
Buenos Aires [...] quedará la Constitución como ha sido hasta aquí».70 Un senador
por Buenos Aires no puede dejar de ver que esta propuesta involucra problemas y
principios de máxima importancia pata su provincia. Es evidente que Rocha no juzga
oportuna la ocasión para abrir un debate al respecto. El artículo 104 en la parte que
se quiere reformar había incorporado el Pacto de Unión convirtiéndolo en materia
constitucional. En la medida en que ese pacto garantiza a la provincia su integridad
territorial es necesario, en efecto, que la Convención se ocupe de aquella reforma
para poder restablecer el antiguo articulo 3" de 1853, o para conceder al Congreso
una facultad incondicionada que le permita mediante una ley designar a la ciudad
de Buenos Aires como capital permanente. Pero una reforma Constitucional que
consistiese en eliminar completamente esa segunda parte del articulo 104 haría caer
simultáneamente todas las reservas ~no sólo la referida a la cuestión capital- con
las que Buenos Aires se incorporó a la Nación. La cuestión del Banco, por ejemplo,
tendría alH su más sencilla solución. Los problemas que suscitaría la Convención,
como se advierte, no son menores. La convocatoria para reformar el arto 104 implica
cuestiones de principios que en el clima de 1880 dificilmente pueden salvarse para
Buenos Aires. Rocha bace al respecto una rápida y velada alusión, hija sin duda de la
tensión entre el deber de sentar posiciones y el temor de agriar el debate, refiriéndose
al origen de aquel artlculo:
«-la refonna [se dijo entonces] está hecha [por el Pacto de Unión]; no se le podrá
imponer nada a Buenos Aires; pero es necesario dllJ" a la Convención [de 1860] la fórM
mula en que esta cláusula se establecerá y, entonces, la fórmula en que esta cláusula se
estableció es el artfculo [104} de la Constitución tal cual hoy existe. [1] La Convención
[de 1860] sólo fue a resolver sobre la forma, no sobre el fondo; sobre el fondo habfan
resuelto ya los que establecieron el pacto de II de Noviembre))?l
Dicho en términos más transparentes: el articulo 104 no puede ser refOrmado
Por una Convención nacional constituyente. Él incorpora como materia constitucio-
""fui un pacto. Ese pacto, condición de la incorporación de Buenos Aires a la Nación,
, s .
UScnto por dos actores. No es susceptible de ser alterado sólo por la voluntad
·<CA
"A. ' t. VI, primel'll parte, p. 266.
"-4.~. t. VI, primera parte, p. 268.
A, t. VI, primera parte, p. 234.
58 JAVII!Il F. GAAclA 6ASALO

de una de las partes. Para escuchar el parecer del otro actor es necesaria la reunión
de una Convención provincial En este punto y desde su perspectiva, se comprende
que Roca sintiese la tentación de «sellar con sangre y fundir con el sable de una vez
y para siempre la nacionalidad argentina». En otro plano subyace la faz teórica sobre
el carácter del federalismo argentino. Para Leguizamón convocar una Convención
constituyente significa «apelar a la fuente originaria de la soberania popular para que
resolviera la cuestióm~ capital.T.I Pizarro expone así sus convicciones en materia de
derecho federal:
«Todo esto [m] es una paradoja, una quimera para los que creen que la existencia de
las Provincias como entidades pollticas es anterior a la Nación, y hacen derivar de ellas
la Nación unida; pero deja de serlo para los que consideran a las Provincias como meras
demarcaciones domésticas para el gobierno interior de la República, y piensan que la
Nación es anterior a ellas, y que las Provincias solo existen por la Constitución como
dependencias suyas, con los limites que les designe el CongresO.»73
Pizarro es consciente de predicar un fe nueva, que tardará todavia en impo-
nerse: «estamos educados en la vieja escuela que considera a las Provincias como
el elemento de que se forma la nación por un convenio o pacto de que derivan las
atribuciones del Gobierno General, en virtud del cual subsiste la nación misma~)?"
Esa «vieja escuela» es la que impide a sus colegas advertir la razonabilidad de su
interpretación del arto 3" del texto constitucional. Pero «la doctrina constitucÍonalista
moderna~) -que el senador ensefia a la cámara recurriendo a una larga lectura de
Tiffany~ funda el poder soberano del pueblo considerado como un todo o nación:
«Fue el pueblo argentino quien se constituyó como nación, y no el pueblo de las pro-
vincias quien hizo la nación. Es de la soberanía nacional que derivan las soberanias
de provincias, creadas por la nación misma, y no anteriores a ella. Fue la soberanía
nacional quien instituyó las soberanías locales, y no fueron las soberanias locales
quienes crearon la nación.»75

Tl. ACA, t. VI, primera parte, p. 253.


"ACA, L VI, primera pllIte, p. 194. Eco de las doctrinllll que cita, la voz de Pizarro reverbera en otros
legisladores. El fervor retórico induce al diputado MaUea a ir incluso más alié.: «¿De qué manera ella [la
capital fijada en Buenos Aires] desharla el sistema federal, es decir, es!1lS simples divisiones o secciones
administrativllS que el pueblo soberano de la Nación ha querido dejar subsistentes pl1I8 manejllI sus inte-
reses, y que puede cambillI cuando le plazca?» (ACÁ, 1. VI, primera parte, p. 284).
1< ACA. L VI, primera parte, p. 194.

"ACÁ, t. VI, primera parte, p. 199. Un panegírico de época que atribuye a Plzarro el papel decisivo en
la federaliZllción de Buenos Aires y a ésta un factor de estabilidad política, e!!!ablece «11lS principales
cauSllS de nuestros sacudimientos politices [...] en este sistema de gobierno que se l!ama federaciÓn», y
concluye: «¿Seria la centralización un correctivo a esta enfermedad constitucional? Quién sabe!» (Un
Argentino, Rasgos biográficos..., pp. 79-80). Como se advierte, no parece posible atribuir al Pizarro de
los debates de 1880, las «convicciones federalistwI» que Bolll.na y Gallo advierten en un discurso suyo de
1891 en el que, pllIadójicamente, echa mano de los llIgumentos que usan sus adversarios, Luis VélllZ en
particular, en el Congreso de Belgrll.Do. Su Carta sobre la muerte de lafederaclón argentina se refiere a
un proCCllO cuyos orígenes contribuye muy conscientemente a cimentar. (eC. Bolll.na-Gallo. De la Repú-
b/icaposlble..., pp. 56-62; 329-337; 352-354).
AGOl'tlAsDELFEDBRALlSMO 59
En todo caso la amenaza de la Convención resulta eficaz. Juan Manuel Qrtiz de
Rozas, miembro de la comisión especial del Senado provincial que estudia el proyec-
to de ley por el cual la Legislatura de Buenos Aires cede el municipio de la ciudad a
los efectos del articulo 3° de la Constitución Nacional, dice el 23 de octubre de 1880,
durante la discusión en particular:
«La Comisión [on] babrfa deseado consignar en este proyecto una serie de disposi-
ciones relativas a las varias y complicadas cuestiones que nacen de la ley de capital [...]
pero desistió, porque toda alteración o agregado que se hiciese ala ley del Congreso,
baria indispensable [hacer] saber el asunto a ese cuerpo para que lo tomase en conside-
mción, dando lugar, entretanto, a que el Poder Ejecutivo, en cumplimiento de otra ley
del Congreso, se viese en la necesidad de convocar la Convención Nacional [...] lo que, a
mi juicio, pudiera ser de flltales consecuencias para la Repúblicll»).
y más adelante:
~(El articulo
30 de la ley resuelve indudablemente la cuestión más grave Ion] salvando
ileso el derecoo de la Provincia y sin afectar en lo más mlnimo las prescripciones de la
Constitución Nacional: el Banco de la Provincia, en su régimen interno y en sus relado-
nes de derecho, como tercero, continúo en el territorio federalizado regido por las leyes
vigentes de la provincia».76
Concluido el análisis de la totalidad del articulado de la ley nacional de federali-
zación, Ortiz de Rozas pide furmalmente a los ministros del poder ejecutivo, presen-
tes en el recinto, «se sirvan [Oo.} rectificar o ratificar la exposición que acabo de hacer,
dejando así consignada en esta discusión la interpretación auténtica que esta ley lleva
consigo», Responde Mariano Demaria (padre), ministro de Hacienda: «debo mani-
festar, a nombre del PE, que él da la misma exacta interpretación a la ley» y él mismo
«está :facultado para manifestar al Senado que el PE de la Nación entiende la ley de
la misma manera que la entiende el Gobierno de la Provincia; y por consiguiente,
como la entiende también la Comisión de este Honorable cuerpo.)n En Diputados,
respondiendo a dudas planteadas por Pascual Beracochea sobre el futuro de las insti-
tuciones bancarias provinciales, Santiago Luro dice refiriéndose al arto 3°:
(~Qué significa esto: sin alteración de los derechos que a esta corresponden {sic]? ¿Es
quitarle al Banco de la Provincia los privilegios que actualmente tiene? ¿Es quitarle la
aplicación de una ley especial? ¿Podr:la quitársele nunca los privilegios que el pacto de
11 de Noviembre le acordó? ¿PodrIa desmonetizarse su moneda? {...] creo que con esta
ley está perfectamente salvada la institución del Banco de la Provincia, lo mismo que
está salvado el Banco Hipotecario y el Monte de Piedad.)¡7J

14ACA, t. VI, primera parte, pp. 401-402. Una declaración semejante formuló sobre ladiree<:ión de ferro-
carriles y telégrafos (p. 402).
." ACA. t. VI, primera parte, p. 403.
1. ACA, t. VI, primera parte, p. 590.
60 JAVIER r. GARclA BASAlO

Como Beracochea insistiera en que el arto 3" de la ley nacional se refiere a los
derechos de la provincia sobre el Banco pero no a sus privilegios, Luro muestra la
inconsistencia del razonamiento señalando que es el arto 4" de la ley el que se refiere
a propiedades de la provincia. Más adelante Luro suscita el siguiente diálogo con la
intención -poco acompaftada por la oposición- de establecer firmemente la interpre-
tación de ley, al igual que en el Senado:
«Sr. Loro. [...] [¿] Entiende la Comisión, como yo he ex.plicado a la Cámara hace un
rato, lo referente a los derechos del Banco de la Provincia, que importa conceder a este
Banco todos los privilegios que por leyes especiales y por el pacto del 11 de Noviembre
de 1859 se reservaron al anexarse a la Nación?
Sr. Lársen del Castallo. Asilo entendemos y as! está establecido en la ley del Con-
greso.
Sr. Alem. Como el Congreso es el que ha dictado la ley, él sabrá lo que ha hecho,
pero no nosotros.
Sr. Lársen del Castallo. Pero como la leyes auténtica.
Sr. Alem. El Congreso sabe lo que ha querido con esta ley, y no el seilor Diputado
niyo.
Sr. Luro. Quiere decir que los miembros de la Comisión y la Cámara entienden que
una de las condiciones bajo las cuales se somete la cesi6n del Municipio, es reservándo·
se el Banco de la Provincia todos los privilegios y todos los derechos que por la ley del
pacto [sic] de 11 de Noviembre le estaban reservados?
Sr. Centeno. Si, seilor, todo es hipotético. [...]
Sr. Alem. Es el Congreso el que la ha dictado [a la ley del 21 de septiembre], es el
PE Nacional el que la va a esplicar [sic: ¿explicar? ¿aplicar?] a la ciudad cedida; y será
en vano que digamos: el Banco tiene estos privilegios, o el Banco está sobre esta Legis-
laci6n; y es en vano tamhién que andemos después haciendo pleitos [on] no se me oculta
lo que va a suceder: tanto el Banco de la Provincia como la ciudad federalizada van a la
tumba de distinto modo.»19
Beracochea expresa el mismo temor: «cuando un Congreso empieza por decre·
tar una Convención Nacional para quitar su ciudad a Buenos Aires... ¿quién nos dice
que ese Congreso mafiana no irá hasta quitarnos los Bancos de la Provincia? ¿Hay
algo que nos garanta?).110
El 26 de noviembre concluye el trámite parlamentario provincial. Sólo el lunes 4
de diciembre -dlas después dc vencido el plazo fijado por el Congreso para proceder
a la convocatoria de la Convención Nacional refurmadora- el gobernador interino de
Buenos Aires, Juan José Romero, se dirige al PEN a través del ministerio del Interior
para comunicar oficialmente la ley-contrato de cesiónB1 ; manifiesta también su dis-

19 ACA, t. VI, primera parte, p. 600.


.. ACA, t. VI, primera parte, p. 567.
1I Reproduce el mensaje Ruiz Mareaa, Lafederalización..., pp. 162-164; la promulgación de la ley en
Registro Oficial de la Provlnda de Buenos Aires (en adelante RO), 1880, pp. 727-728. Es significativa la
atribución hiatoriográfica de la federalización de Buenos Aires ala presidencia de Avellaneda, en base a
la ley nacional deI21.IX.!S80.
AGONiASDBLI'EDERALISMO 61
posición a iniciar cuanto antes los arreglos correspondientes al traspaso. El siguiente
lunes, al pie del texto de la ley provincial, Roca tira un decreto que ordena ejecutar
las disposiciones de la ley nacional respectiva. También mediante una proclama in-
vita a celebrar con regocijos públicos y en los templos el día en que «empezarla a
regir la Autoridad de la Nación en esta ciudad», para lo cual señala el 8 de diciembre,
festividad de la Inmaculada Concepción. 82
Concluye así el ciclo de la federalización en coincidencia cronológica con la proM
clamación de Rocha como candidato a gobernador provincial -este acto tiene lugar
el domingo 28 de noviembre en el Teatro Variedades- y con los inmediatos comicios
para nominar electores, celebrados en la provincia una semana más tarde, el domingo
5 de diciembre. Cuando en febrero de 1881 el colegio electoral proclama la fórmula
Rocha-González Chavez, el contexto es otro. Los antiguos vínculos con dirigentes
del interior han llevado a Rocha en el último bienio a apoyar una campaiia presiden M

cial por la que concluye, imprevÚ.tamente83 , convirtiéndose en la figura portetla líder


de la cesión de la ciudad Capital. La aceptación de ese rollo ubica en el centro de un
proceso de cualquier modo inevitable después de la aplastante conjunción de poder
militar y decisión poHtica que Roca revela. También 10 hace gobernador bonaerense.
Más aún, desde los días iniciales de la nueva presidencia, al tiempo que se confir-
ma el apoyo que recibe para acceder al mando provincial, ya se le sefiala sucesor
del general tucumano y se auguran fricciones entre ambos. A la capital definitiva
debe seguir -dirá el presidente un afio después de instalarse en Buenos Aires- <da
nacionalización de la República, que aún no está completada, faltándole todavía mu-
chos retoques y pulimentos».84 Para Rocha, al contrario, la federalización de Buenos
Aires representa un último desprendimiento más allá del cual nada puede pedirse a
la provincia. Más aún, esa entrega se verifica bajo las condiciones que la han hecho
posible. Queda así delimitada la «marca fronteriza», escenario de los enfrentamien-
tos en los siguientes afias: condiciones permanentes, para unos; «plumas») que aún
deben arrancarse al «dorado pavo real», para otros. En esos «asuntos accesorioS) por
dilucidar radican en adelante las nuevas cuestiones disputadas. El choque será tanto
más inevitable desde que Rocha se propone a un tiempo desplegar toda la potencia~
lidad de que es capaz el «primer Estado argentino» y asegurar con ello su acceso a
la futura presidencia. Las piezas sobre las que espera montar el desarrollo provincial
-articuladas en tomo a la <unagna idea;) de La Plata- son precisamente aquéllas que
quiere apropiarse el gobierno nacional.

"cf. Ruiz MoreDO, Lafederalización.... pp. 62; 162-166.


"ReCQrdará Rucha en 11t1t6 que (<nadie soñaba [enl elltO que estáhlllllos en VISperlUl de perturbaciones
tan graves como llUl que convulsionaron al país» (DSSN, 1886, p. 571).
"Roca u Juárez, 3.XH.l1t1t1, cit. en RA-IC. p. 260.
62 JAVIl!RF. GARCIABASALO

4. El plan La Plata

La respuesta que una parte del autonomismo portefio reagrupado en torno a


la figura de Rocha elabora para enfrentar el imprevisto problema de gobernar una
provincia «viuda de su capital» -según la ironía de Roca&l- puede cifrarse en la
expresión «plan La PlatID).86 Su punto de partida es un diagnóstico fundado en dos
supuestos: que la coyuntura es excepcionalmente favorable para el desarrollo eco-
nómico del territorio bonaerense; y que la irrelevancia política espera a la provincia
si no logra reemplazar la antigua sede de sus autoridades con otra ciudad capital de
rango semejante: (Sin ella, la Capital de la República continuará en su antiguo rol,
respecto de la provincia [m] La Provincia será una especie de colonia buena para
explotar sus tierras [...] pero su verdadero centro dirigente estará en la ciudad de Bue-
nos Aires)~. 87 De la articulación de los dos supuestos nace precisamente el plan: si el
fomento del desarrollo económico se orienta esencialmente hacia un nuevo centro de
poder provincial, éste podrá consolidarse, «independizando~) la campaiia bonaerense
de su antigua capital. Los elementos fundamentales de la prosperidad económica que
se busca no son objeto de disputa: al menos desde tiempos virreinales los arbitristas
repiten que «brazos~) y mejoras en el sistema de comunicaciones harán próspera la
feracidad del territorio, y el transcurso del siglo ha aportado innovaciones técnicas
y cambios sociales crecientemente favorables en ese sentido.ss Los primeros afi08
'so se presentan excepcionalmente propicios: los mercados financieros de Europa
atraviesan un momento de singular sensibilidad para las inversiones en la pampa
argentina. El plan La Plata cuenta con ello en orden a la emisión de deuda pública,
y también con las muy significativas disponibilidades liquidas que debe producir la
entrega del municipio de Buenos Aires al Estado nacional. Súmase, además, la libe-
ración de una parte importante del servicio de la deuda externa provincial anterior,
transferida junto con las obras que le dieron origen, al gobierno central. Todo ello,
según se cree, permitirá disponer de fuertes sumas a invertir en un corto plazo. El sa·
neamiento de la cartera del Banco de la Provincia mediante la liquidación de las deu-

"La expresión cn carta a Ju4rez Celman, ap. RA-JC. p. 255.


86 Tomo la expresión de De Paula (De Paula, La Ciudad de La Plata.... p. 9) pero emplc4ndola en un
sentido lato, que incluye no sólo el proyecto uroanfslico, sino principalmente el plan de desarrollo inte-
gral de la provincia en bll8e a la lU1iculación de polüicll8 pública8 cuyo éxito debla traducirse simbólica
y IIllIlerialmente en el surgimiento de aquella nueva gran ciudad. La exposición que sigue en el texto
traza un plIDorama sobre diversos asuntos que debenin considerarse con m4s detenimiento en las plU1es
segunda y tercera.
"' Mensaje de Rocha a la Legislatura proponiendo la capitalización del municipio de la Ensenada, en
DSCDBA, 1881, pA8!. El texto continúa: «como se comprende esto puedetraer complicaciones de todo
género [...] La masa de intereses que se creará en torno de este grllIl centro [la nueva capital provincial],
serán nuevas fuerzas que dar4n consistencia a ls 80lución de la capital de la República».
11 cí Osvaldo Barsky y Julio Djenderedjian, La expans/6n ganadera haata 1895, Buenos Aires, 2003,
535 pp; Carmen Sesto, La wl1lguardia KU"adera banaere1lSe (1856-1900), Bueno:s Aires, 2005, 384 pp;
Roy Hurll, Ltn terratenientes de lapampa argentina. Una historia soeial y palttiea. 1860-1945, BuenOll
Aires, 2002, 403 pp.
r
AocMASD ELJ!EDEl WJSMO 63
das que mantien en con él los gobiernos permiti rá sostener tanto la moneda
, median te
prudentes intervenciones directas o indirectas en el mercado del oro, como
la política
de créditos de la instituc ión, en parte reorien tada a la produc ción agrícola
a través
del Banco Hipotecario, cuyo capital depend e en buena medida de la
habilitación que
recibe de aquél. Gestión pública fundada en el estudio estadistico de
la realidad; 80-
porte cientifico a las tareas rurales; nuevas y más realistas iniciativas orientad
as a la
subdivisión de la tierra; trabajos públicos que permitan poner en eficiente producc
ión
amplios sectores del territor io afectados por cíclicos problemas climátic
os; fumento
de la inmigración; y mejoras en la seguridad de la eampafia y en su red
caminera,
formaD parte de las medida s orienta das al aprovechamiento de aquella
coyuntura.
Pero lo esencial del plan consist e en articular, bajo control provincial,
una amplia red
ferroviaria con un sistema portuar io estruct urado esencia lmente en
tomo al que se
juzga ~según una larga tradición que la posteri dad insistir á en confirm
ar- el mejor
puerto rioplatense: la Ensena da. Por esta razón ése será el municipio
a capitalizar,
para establecer allí la «gran ciudaID> sucedá nea de Buenos Aires.
El plan La Plata implica ba una signific ativa toma de riesgo. Como
en toda in-
versión, las cosas podían resultar de un modo inesperado. Sin embarg
o, los cálculos
descansaban en bases razonables y en una coheren te prospec tiva de
conjunto. Los
capitales tomados en préstam o se invertir ían en obras reproductivas
y los gastos de
constru cción de la nueva ciudad preveían como contrap artida ingreso
s genuinos. Es
preciso subraya r este punto: los elementos del plan estaban destina dos
a retroalimen-
tarse, de modo que el éxito económico de uno fundab a la prosper idad
o la consisten-
cia de otro. Si el fomento de las activida des agrícol as, incluida la expansi
ón de la red
ferroviaria, conducía a la rentabi lidad de ésta, el empleo de los puertos
provinciales
y el aument o de los ingreso s fiscales a causa del incremento general
de la riqueza
penniti rían atender los compro misos contraí dos y recuper ar los crédito
s otorgados
por los Bancos públicos. La alternativa era un colapso: «una crisis de
fatales conse-
cuencias en tiempo no lejano».89
Desde un primer momento, el plan -de hecho una completa vindica
ción de la
derrota en la reciente guerra civil- será objetado por aquellos que lo
creen inacep-
table, precisamente, para los vencedores en esa lucha. Alguno s vaticini
os resultaron
exactos -que Buenos Aires se defendería acelerando las obras de su
propio puerto;
que el gobierno nacional no honrarí a sus deudas con la provinc ia-, otras
fueron ame-
nazas más o menos tangibles -la nacionalización del Banco de la Provinc
ia, la expro-
Piación del Ferroca rril del Oeste, la federalización de toda la provinc
ia o su división
en dos nuevos Estados, etc. En rigor, las respues tas nacionales al plan
La Plata no
podlan ser anticipa das en sus detalles, pero en general resultó atinada
la predicción
de una actitud sumam ente hostil. Por otra parte, los planes ferroviarios
bonaerenses,
esenciales para el plan La Plata, otorgaban una centrali dad decisiva a
las lineas esta-

19 DSCDBA, 1882, p. 152.


64 JAVlERF.GARdABASALO

tales, afectando así de un modo muy directo los intereses de la comunidad británica
de inversores en el Río de la Plata. Esto vale no sólo en relación con la frustrada ex-
propiación del Ferrocarril del Sud, sino al general deseo de ésa y otras empresas de
aumentar la inversión directa en la pampa húmeda -incluso comprando las lineas del
Estado-, para lo cnallas políticas activas de los gobiernos bonaerenses resultan un
estorbo: con sus vias, la provincia ocupa espacios flsicos ambicionados por el sector
privado y, además, funge como un molesto caso testigo en cuanto a la administración
y prestación de servicios. La estrecha relación entre estos círculos y los que compran
deuda pública argentina en Londres -que considerando los actores con capacidad de
decisión casi puede describirse como identidad- facilitará su influencia creciente en
medidas que afectarán al desarrollo del plan La Plata, en el que la conducción bonae-
rense se verá forzada a introducir cambios esenciales. También deberá contemplar
impotente la injerencia del Estado nacional en el territorio provincial mediante la
concesión de obras ferroviarias y portuarias que arruinan su plan. Antes que todo
esto sea abiertamente manifiesto, las primeras «cuestiones accesorias» postergadas
en la sanción de la ley de fuderalización comenzarán a resolverse mediante acuerdos
entre los gobiernos, alcanzados bajo fuertes presiones o veladas amenazas, sin que la
provincia recurra a la Justicia en defensa de sus derechos. Roca avanza porun tortuo-
so camino que, de hecho, revierte progresivamente y nulifica el lugar constitucional
que Buenos Aires había adquirido en 1860. Para fines de 1886 el «verdadero centro
dirigente» bonaerense, también en lo político, está en su antigua capitaL Pocos aftas
más tarde, cuando «económicamente exhausta» --conforme a una profecía de Ortiz
de Rozas-la provincia venda o liquide sus instituciones económicas, se buscará jus-
tificar o explicar esas ruinas sefialando como causa aquel grandioso plan La Plata.

j
III. RELECruRA POLÍTICA DE UN LUSTRO, 1881-1886.

«Falta saber si un gobernador de Buenos Aires [u.] podría abdicar y de-


volver sus elementos económicos de poder al presidente, aunque lo de·
seara [...) [P]odrla abdicar de su poder de gobernador para recuperarlo
como presidente, si un compromiso le asegurase esa catIJ!idatur&j pero la
evolución es ardua y arriesgada, porque con el poder electoral abdicaría
de la seguridad de ser electo presidente, y el verdadero elector,como po-
seedor de ese poder, vendrla a ser el presidente saliente...»
J. B. Alberdi (1879)

La crisis de los dos «partidos portefios», en desarrollo hacia mediados de ladé-


cada anterior, acelerada en el autonomismo por el fallecimiento de AIsina y en ambos
con la polftica de conciliación, la aparición del roquismo y la guerra civil, hizo posi-
ble a comienzos de los 'so un amplio juego de ajuste de lealtades de «círculos) en el
contexto tradicional de relaciones cívicas contractuales y clientelares. En el unificado
tablero político «porteño-bonaerense» -tal sigue siendo la base de acción de Rocha y
el talón de Aquiles de Roca- el autonomismo de Buenos Aires, bajo la aparente co-
munión en el seno del P. A. N .• se mantiene segmentado por liderazgos definidos diez
aftas antes: Bernardo de Irigoyen, Leandro N. Alem. Arist6bulo Del Valle, Carlos
Pellegrini, Antonino Cambaceres, Rocha.! El primero integra ahora el gobierno de
Roca. Alem, luego de sus célebres intervenciones en la Legislatura bonaerese de no-
viembre de 1880 se aleja del ejercicio del poder público para operar desde otra esfera.
En cuanto a Pellegrini y Cambaceres, su derrotero político los situaba a distancia de
Rocha. El primero, al que sus adversarios enrostran una militancia algo volátiF, deja
el ministerio de Guerra de la presidencia de Avellaneda contrariado en su deseo de
ejercer el gobierno de Buenos Aires y rechaza de modo algo destemplado la vicego-
bernación que se le ofrece a cambio. Prefiere la senadurfa, que desde mayo de 1881
ejerce en reemplazo de Rocha hasta concluir su periodo (1881-1882). Su circulo más
intimo 10 componen sus concuñados Luis Lagos García y Delfln Gallo (diputado
~ional por Buenos Aires y vicepresidente de la cámara en 1882-1883). En la Le-
gtslatura provincial representan al grupo el propio hermano de Carlos -ErneSto- y
Ezequiel Ramos Meda. El resentimiento y la hostilidad a Rocha -que muchos afios
después continúa alentando en las páginas póstumas de Ramos Mexía- da a este

¡<Idos ellos representados en la lisia para diputados nacionales que se impone sin rivales en los comi·
PIt que convoca al efecto el interventor Bustillo. Alem declinó integrar esta lista pues deseaba partid-
~~ la Legislatura provincial que diIlcutiese la cesión de la ciudad de Buenos Aires. Pellegrini, todavfa
ISte~tro, ~er~ luego senador. V. la bibliografia sobre los dirigentes autonomisUls en AdF.
1Ieg¡:~ ~e dibUJa como un camaleón vestido de Arlequín; según su venal sátira ésta es la trayecioria de Pe·
18&0Uu.: 18.13, mitrismo; 1874, autonomismo; 1877, conciliación; 1878, tejedorismo; 1879. sarmientismo;
, raqulSmo. (El Mosquito, 16.vII.1882, pp. 2-3).
264 JAVIER F. GARclABASALO

jurisdicción provincial sobre el Banco, sino también su consecuencia: el surgimiento


de un poder demasiado fuerte para no ser opresivo.

2. Los «asignados» del Banco Nacional

Así, en julio de 1883 las lineas maestras de la situación monetaria y bancaria


recuerdan el cuadro vigente diez afios antes. El Banco de la Provincia procura re-
traerse buscando defender su encaje metálico, mientras el Banco Nacional expande
su emisión (v. gráfico 3), que ingresa al mercado por vía del crédito tanto público
como privado. Esa circulación se dirige en parte a las cajas bonaerenses donde debe
recibirse a la par -teóricamente vale oro- a cambio de giros. La principal diferencia
respecto de lo ocurrido una década atrás es de grado y refuerza la nueva conciencia
de su debilidad que experimenta el Banco provincial. Los «problemas de trascenden-
tal importancia» -recordará su Memoria- incluyen (~el violento tránsito del curso
forzoso a la conversión» y la cuestión esencial: «haber sido dueño exclusivo de la
circulación, único Banco de emisión, regulador de los cambios internacionales, y
modificar esta situación para que el [Banco] Nacional operase su rápido y grande de-
sarrollo».:J6 Rápido y grande, sin duda, y también frágil. El antiguo reclamo del inte-
rior -ferrocarriles y créditos de fumento para las industrias-, presente ya en tiempos
de Urquiza y reiterado con. creciente insistencia durante la presidencias de Sarmiento
y Avellaneda, quiere ser atendido por Roca a un ritmo y una escala mayor que en
el pasado. Una red ferroviaria que los conecte con Buenos Aires -el «embudo~~ que
más tarde será denunciado como ajeno al interés de ese mismo interior- y créditos
«blandos» configuran, de hecho, una politica de redistribución regional de ingresos.
El gobierno nacional, para cumplir con las acuerdos contractuales que lo llevaron al
poder y también por una íntima convicción que debe mucho a las prácticas políticas
vigentes, quiere no sólo garantizar sino realizar por sí mimlo ambas tareas. Le es
preciso, entonces, endeudarse de un modo u otro. Nicolás Calvo dice con ironía, pero
sin faltar a la verdad, que ha «oído en esta Cámara [de diputados] que los millones
se creamf7, aludiendo a la ligereza con que los representantes de la coalición vence-
dora están dispuestos a seguir también en este terreno -el de las relaciones entre el
poder y las deudas de un Estado-- demasiado literalmente las ensefianzas de Alberdi.
Cuando el producto de las emisiones de deuda pública !>e agota o no se obtiene por
dificultades de mercado, el Banco Nacional, ahora convertido en tesorería nacional,
lanza las nuevas emisiones autorizadas por la reforma de su carta, sin respaldo real,
a cuenta de la futura colocación de nuevos títulos. El encaje exigido por la ley para
concretar tales emisiones consiste en esos títulos que expresan un capital nominal
en oro que debe aún realizarse. Al abrirse la conversión el producto del empréstito

JO Memoria del Banco de la Provincia. ., 1883, p. 11.


"DSCDN, 1881, p. 737.
AGONíAS DEL l'EDERALlSMO 265

nacional de Ferrocarriles de 1881 está agotado, pero los trabajos deben continuar. Se
presentan, además, dificultades por una deficiente gestión en la compra de equipo en
1881-1882, y por la imperfecta construcción de algunas obras, situación que sale a la
luz en 1883.38 A pesar de todo, y aun sin contar con fondos genuinos, esos trabajos no
se detienen. Simultáneamente, la venta de las nuevas acciones del Banco Nacional
fracasa El Congreso procede entonces, como paliativo, a declarar deuda externa
de la Nación los fondos emitidos para el pago de las nuevas acciones del gobierno,
cuya compra por un sindicato francés se tramita de inmediato. La realización de
esos fondos se estima indispensable para que el Banco Nacional pueda mantener
la conversión de sus billetes. Sin embargo, aun cuando su venta deba esperar hasta
marzo de 1884, la emisión se triplica con exceso a lo largo de 1883. En rigor, desde
un comienzo la opinión antimetalista observa que para la institución se trata de un
objetivo insostenible: la única alternativa a la permanente contratación de nuevos
empréstitos que permitan equilibrar la balanza de pagos -que más tarde o más tem~
prano cesará- es la restricción del circulante, cuyo aumento, sin embargo, anuncia la
reforma de la Carta orgánica del Banco Nacional:
«que el curso forzoso con papel inconvertible no es sino cuestión de tiempo para
el Banco Nacional y el estado nonnal para la República Argentina, cualquiera puede
convencerse si ref!eJl:iona que el equilibrio del balance comercial del dla es en su mayor
parte ilusorio, a causa de las deudas fuertes al exterior, contraidas por la Nación, Pro-
vincia y particulares; la exportación deberla aventajara la ímportación por lo menos con
diez millones de pesos fuertes para realizar el equilibrio deseado.
El estado presente también del papel a la par y del cambio favorable, no es más que
un estado pasajero, anormal, que durará hasta tanto que se consumen los depósitos de
oro adquiridos por los últimos préstamos, los que saldan abora cada allo el déficit del
pais; agotadas estas fuentes, si no se hacen otros empréstitos, la convertibilidad que im-
plica un numerario exportable, queda convertida en una ilusión. [1] Por consiguiente, no
se puede esperar juiciosamente que el Banco Nacional pueda sostener la convertibilidad
a lo largo, excepto el caso si limita fuertemente la emisiÓD».19
Apenas cuatro meses después de abierta la conversión se manifiestan temores
por la amenaza a la estabilidad que representan esas emisiones del Banco Nacional.
Bajo el elocuente titulo «Cifras que deben asustan) un periódico analiza su balan-
ce de octubre de 1883. El establecimiento «marcha a la de Dios que es grande» y
«todo lo espera y para todo descansa en la confianza de que un decreto del Gobierno
Nacional autorizándole a no pagar, le salvará de una mala situaci6ID), El articulista
recuerda cómo esa misma politica emisora fue ensayada por el Banco en el pasado

"cf. 1. García Basalo, «La pllrticipación estadounidense en el negocio ferroviario de la provincia de


Buenos Aires (1882~1887»>, en I Jormulas sobre Identidad Cultural y Po/ftica Exterior en la Historia
Argentina y Americana, Buenos Aires, 2004 (CD-Rom), 17 pp; pp. 4-5. Ambas situaciones tuvieron
amplia repercusión en el Congreso y en la prensa.
"Recorte periodístico s.d ap. AGN-DR 195, con la anotación "Nbre. 12182».
266 JAYIllR F. DARCÍABASALO

[1873-76] ---{mna de estas bromas de mal tono le tuvo sumido en la miseria) [1876~
80]- Ysospecha la reiteración de aquellos episodios:
«Nosotros que tenemos miedo de las complicaciones que van a traer al mercado los
abusos de ese Banco y de los daños, irreparables por mucho tiempo, que han de traer las
medidas violentas que el Gobierno Nacional tendrá que adoptar para salvarlo de lamina,
si se apodera de él alguna mala situación, tenemos pánico, cuando tomamos y reunimos
estas cifras de lo que debe el Banco Nacional hoy: de lo que forma su pasivo.»«I

ÜRÁFICO 3. EMISIÓN DEL BANCO NACIONAL (EN MILLONES DE $N)

30 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -;<6;8--

" ,,.,,
1881 1883 1884

Fle.; El Banco de la Nación.... f. 136. Datos al31.XIl (conversión a $n para los afios 111111-82),

Para entonces ese pasivo ~algo superior a los $n 28m.- se integra fundamental-
mente con depósitos (casi $n 12,4m.) y emisión (casi $n 13,2m.). Para responder a esa
deuda el Banco tiene «fondos públicos, que para tomar prestado sobre ellos, tiene que
perder un millón de fuertes» y «su cartera, que responde a la ansiedad para entrar
violentamente sus billetes a la circulaci6m). Esta última censura critica un proceder
que el Banco ya habia seguido en la década anterior, cuando el deseo de ocupar ell
espacio que el Banco provincial dejaba al contraer cautelosamente su emisión, le '.'~
llevó a prestar a firmas poco confiables.41 Frente a este panorama, sin embargo, (e1J
Directorio sigue emitiendo, sigue contrayendo nueva deuda y pretende agregar otrosl
26 millones de deuda en forma de billetes, es decir 650 millones más de pesos mone·
da corriente».42 Una de las prácticas más constantes es la concesión de adelantos en

... La Pampa, «Cifras que deben asustar», 21.XI.1883, p. 1, C. 1.


41 Refiriéndose a 1873 dice Prebisch que el «nuevo Banco Nacional [...] supo sacar partido de la restriceiÓD

del crédito del Banco de la Provincia, emitiendo billetes en abundancia y aumentando rápidamente el
monto de su Cartera» (Raúl Prebisch, «Anotaciones sobre nuestro medio circulante», en Obras l. 1919-
1948, Buenos Aires, 1991, p. 123; v. lb. p. 128). Sobre la necesidad del Banco Nacional «de prestar SU
dinero no a las mejores firmas sino a las que tal vez han desechado otros Bancos», CL Rato, Avellaneda...•
p.41.
41LaPampa,2I.XI.lIl1l3,p.l,c.1.

i
AGONlASDELFEDllRAUSMO 267

cuenta corriente que para fines de afio superaban los $n 15m, mientras los descuentos
de letras superan los $n 16m.43
En los primeros meses de 1884 la opinión antimetalista puede pasar de la pro-
fecía a la constatación de sus predicciones. Respondiendo a la prensa oficialista que
critica la cautelosa restricción de la circulación provincial como cálculo intencio-
nado, El Nacional censura la polltica emisionista del Banco Nacional y setlala sus
consecuencias. Cuando la circulación supera las necesidades del mercado, explica,
se produce el alza de los precios y aparecen los negocios de agio que distraen las
fuerzas productivas. Los beneficios que éste genera junto a las facilidades del crédi~
to, promueven gastos improductivos, provocan i<el desequilibrio desfavorable en el
comercio internacional, y la salida de metálico». Definida esta conducta del mercado,
explaya las razones de alarma: la circulación fiduciaria del país, que en los últimos
años aumentaba a un ritmo ya superior al crecimiento real de la economía, i<creció en
el año anterior [1883] en cerca de un 50 por ciento», y en ese porcentaje debió crecer
«para que no haya exceso en las emisiones bancarias [..•] en un solo año, la producción
nacional». Si esta demasía i<no se hace sentir aún en vasta escala, esto se explica por
la gran masa de negocios irregulares o inconvenientes y los precios aleatorios que se
han provocado y que entretienen mucha moneda». Sin embargo (ihemos tenido ya la
tendencia de exportación de oro (...] evitada hasta ahora por las operaciones y gran-
des recursos del Banco de la ProvincW). De modo tal que el aplauso a las medidas
del Banco provincial -que por entonces restringe su circulación y enfrenta aislado
la venta de giros- es al mismo tiempo la censura del Banco Nacional; ambas institu-
ciones llevan adelante politicas no sólo disímiles sino contrapuestas: «Es necesario
evitar a todo trance el exceso de emisión, causa bastante para las crisis comerciales y
monetarias, y continuar el camino de restricciones adoptado por el Banco de la Pro-
vincia, que esperamos seguirá el Banco Nacional. [1] Muy bueno es el papel moneda
limitado como antes teníamos, pero los asignados serán pésimos».44
En efecto, a comienzos de 1884 el Banco de la Provincia recibe una desusada
demanda de giros. «Ese movimiento desconocido hasta ahora en este Banco, denota
una seria perturbación en nuestro orden financiero»; se explica por «la exagerada
importación, el aumento rápido de las obligaciones de nuestros gobiernos con el ex-
tranjero y el temor que muchos tenlan de la insubsistencia del régimen metálico en
que hemos entrado».45 En la sesión del 6 de febrero los ex ministros de Hacienda de

"cí sobre el particular las observaciones de Belisario Hueyo a Rncha en AGN-DR 195, Hueyo a ROCM.
s/f, adjuntas a un recorte con el balance del Banco Nacional aI30.XI.1883.
"En enero de 1885 Andrés Lamllll compone un legajo de pequefias dimensiones con recortes periodiBti-
cos sobre la crisis, cuyo rótulo esEl Banco de la Provinciay el Gobierno Nacional (en adelante BPGN).
Con este titulo citamos estos papeles que se conservan en AGN-AL 79. Lllll citas transcriptllll publicadas
en marzo de 1884 son reimpresas por ElNacional en enero siguiente atnlmyéndoias a «WIO de loo redac-
tores», tal ve>: el propio Lamas; cf. BPGN. ff: 32v-33v.
., Memoria del Banco..., 1883. p. 11.
268 J¡\.VIEIl-P.OARC!ABi\.Si\.LO

a. Romero
la Nación y de la provincia expone n la amenaz ante situació n que se enfrent
limitar el descuen to en vista de la situació n por que
pide <~que el Directorio tratara de
olo «en condici ón de respond er a las eventua-
pasaba actualm ente el Banco~) poniénd
que lamenta r la parque dad con que el acta resume la patética
lidades del futuro». Hay
, quien da «alguna s explica ciones relativa s al estado actual de
exposición de Uriburu
o de acuerdo
este Establecimiento, e hizo present e las medida s que habia adoptad
s que le estaban
con el Superio r Gobierno de la Provinc ia en defensa de los interese
confiados [m] para contrar restar los peligros que se puedan presenta r.»46
cuales el
Un mes después, las cruciale s operaciones de cambio a través de las
produc en la crisis interna del director io.
Banco intervie ne en el mercad o del oro
n de cambio s -Anton io Carbon i, Uriburu
Los miembros «po1íticos~) de la comisió
el miembr o
y Hueyo - discrep an con Ernesto Tornquist -él y Roberto Heimen dhal,
opone a esas interve nciones y pide «decid idamen~
restante, son banque ros- quien se
Tornqu ist denunc ia que el preside nte, violand o el
te) que baje su tipo. El 3 de marzo
como miem-
reglamento, «había tomado cambios de lo que él no tenia conocimiento
n». Al justific ar su actitud, Urihuru afirma que así debió hacerlo
bro de la ComisiÓ
de compra de
pues «era voz pública que este Sefior había hecho fuertes operaci ones
queda su colega:
cambio en plaza». Romero defiende la incómo da situació n en que
s y negocios
en el pasado había dado muestr as de compat ibilizar funciones pública
. Ambos -Tornq uist y
privados, y «muchas prueba s de su rectitud y honorabilidad») 47
Heimen dhal se aparta
Romer o- renunci an sus puestos en el directorio del Banco.
las sospechas
de la comisió n de cambios, acaso buscando no le alcance n en el futuro
que despier ta su colega. 48
medida de
A medida que transcu rre el afio y aument an las complicaciones, toda
ad en el ámbito
pruden cia en el ámbito bonaere nse es leída como deliber ada hostilid
las sugerencias
nacional. Sin embargo, el Banco está lejos de poder llevar adelant e

saber al ministro Plaza que


~ AMHBPBA, 001-1-23, f. 24; 001-1-24. A fines de febrero Rocha hace
de acuerdo con él en esas materias»;
«desea que no se hostilicen los Bancos y que su;l.nimo es marchar
que «el asunto es urgente y reclama un pronto arreglo para evitar dificultades», quejándose
Plaza afirma
[Uriburu]» no lo ha visitado
porque a pesar de lo anunciado por Llambl, «hasta este momento ese seflor
(AGN·DR 196, Llambf a Rocha, Belgnmo, 28.n.l884; Púna a Llambí, s/f).
41 La relación entre Tornquisl y Romero se mantiene
hasta la muerte deL primero, en cuya inhumación
el segundo evoca los «cuarenta al10ll de amistaID> que hablan compartido. Junio a Manuel Ocampo y su
cufl.ado Rodolfo Heimendh31, proporcio nan en 1890 los dineros necesarios para la revolución, cuya junta
el Banco provincial después
diteclivaintegra al ex ministro. E1juicio que en 1894 emite Tornquist sobre
nto es categóric o: ({desde 1882 estaba ya podrido, repodrido por la injerencia directa del
de su a1l<iamie:
Tomquis t se muestra ahom enemigo de los Banco.s de Estado y llWlque aliom
gobierno». En carta a Terry, verlo restablecido»-cree
fUera posible, seria yo el primero en
el paliado de la institución bonaerense -{{si
equipara con «la civilización
que «no pueden resucitar los muertos»: la moral de «un paí.s criollo» no se
. 1842-1942, Buenos Ai-
moderna y la corropción inherente» (Institución Tornquist, Ernesto Tornquist 143_146, el discurao de
st a Terry. Mar deL Plata, 24.11.189 4]; en apéndice . pp.
res, [1942], p. 61 [Tornqui
Romero en el sepelio de Tornquist).
"'cf. AMHBPBA, 001_1_23, f. 37.
A.GON1As DEL Fi!DBRALISMO 269

que sus técnicos elaboran para fortalecer su posición en las nuevas circunstancias.
As! se advierte, por ejemplo, en el memorándum que Enrique Nelson dirige a fines
de julio a un flamante miembro del directorio: Dardo Rocha.'" Nelson analiza la
situación del Banco y propone ideas destinadas a rodearlo, dice, (~de las garantias
necesarias para alejar los temores sobre el porvenir que, con motivo de la situación
indefinida por que atraviesa, pueden fundarse~). Sincerar la cuenta capital, negociar
los fondos públicos e invertir su producto en titulas de Deuda Nacional Inglesa o si-
milares, que ofrezcan seguridad y rápida dÜ.ponibilidad, aceptando esa disminución
de la renta porque «(ha llegado el momento de reconstruir esta institución sobre bases
más sólidas e imposibilitar las asechanzas de los que la codician»; y, en fin. convertir
el papel moneda provincial en billete bancario y mantener en circulación los Sf 10m.
de la emisión de 1876, para lo cual sugiere la sanción (~de una ley que deje subsistente
la facultad de emitir esos 10.000.000 o más, si se cree conveniente, haciendo uso de
la facultad acordada en el arto 8° (sic: 7°] del pacto de Noviembre [de 1859]». Con es-
tos arbitrios se alcanzará una emisión máxima superior a los $38m. con un respaldo
metálico cercano a los $n 30,3m. Los consejos de Nelson no llegan siquiera a debatir-
se en el seno del directorio, y son ciertamente de dificil ejecución. Su memorándum
tiene otro interés, en cuanto revela no sólo el carácter de las operaciones que el temor
inspira a los funcionarios del establecimiento sino también que es precisamente ese
temor el condicionante de las acciones bonaerenses.

3. Pródromos de enero: cese y reapertura de los giros sobre Europa

Dificultades de acceso al crédito internacional

Las finanzas del gobierno nacional, en cuya marcha tienen tan grande incidencia
los créditos externos, tropieza con serias dificultades a lo largo de 1884. A la deuda
acumulada por anteriores administraciones nacionales -aligerada con motivo de la
federalización de Buenos Aires, que transfiere recursos fiscales del ámbito provincial
al nacional proporcionalmente superiores a la carga supuesta en la deuda externa has-
ta entonces bonaerense, que cambia de jurisdicción~o-, el gobierno de Roca agrega y
planifica otras mucho más abultadas con distintos fines (v. el cuadro 2). La favorable
situación para las inversiones de ultramar que atraviesan los mercados financieros
europeos en los primeros años de la década estimulan la actividad de numerosos pro-
motores de empréstitos y negocios que asedian a la clase politica, despiertan en los
más incautos o interesados la sensación de invulnerabilidad -que la prensa roquista
y el mismo presidente no deja de alentar con su propaganda politica- y la inclinación

.. AGN-DR 195. Enrique Ne/sOl' <1 Rnch<l. lO.VII.1884, memorándum sin titulo.
"Artículo 5" de la ley nacional de 21.IX.1880. Se trata de los empréstitos Bllring de 1870 YMurriela de
1873. Sólo por ley delll.I.l882 el Congrew autoriza al PE a atender el servicio de esas deudas que Migen
anualmente $f 1,06m. (RN, t. IX. p. 11, C. 1).
270 JAVIHRF.GARCiABASALO

al gasto. Sin embargo no falta en algunas de las principales figuras dirigentes una
clara conciencia de lo frágil y coyuntural que hay en la situación. En 1881, cuando
el maratón de leyes destinadas a multiplicar los compromisos externos está aún en
sus comienzos, Estanislao Zeballos advierte que el país vive «Una especie de delirio
de grandezas, que no reposa, en verdad, sobre fundamentos sólidos» sino -de modo
característico- en (<una prosperidad que gozaremos en el porvenin>. El camino del
rápido incremento de los compromisos externos conduce a (<una crisis que presiento
y que se incubará rápidamente».~l
A mediados de 1883 -mientras se inicia la convertibilidad- el ministro Romero
procura fortalecer la posición negociadora del país en la colocación de su deuda.
Presenta un proyecto de ley que unifica las operaciones de crédito de 5% de interés y
1% de amortización ya aprobadas por sanciones anteriores y otras nuevas destinadas
a financiar más inversión en obras públicas y otros compromisos.~ El fracaso de
esa iniciativa -una operación que involucra $n 8Om.- se suma decisivamente a las
razones que explican su renuncia. Meses después -ocupa entonces la cartera de la
Plaza- el Congreso despacha el proyecto rehusando la unificación. De los $n 8Om.
previstos por Romero separa Sn 34m. correspondientes a los titulos de las Obras de
Salubridad de la ciudad de Buenos Aires, puerto del Riachuelo y puerto de Buenos
Aires (puerto Madero), ya autorizados por otras leyes. Descarta, también, algunos
partidas -la mb importante de ellas $n 5m. destinados a la provincia de Buenos
Aires como anticipo a cuenta de lo adeudado por los bienes transferidos a la Nación
junto con su capital- y reduce otras. La nueva emisión de titulos -conocida como
Empréstito de Obras Públicas- se hará por $n 30m.53

En consecuencia, hacia 1883-84 se intentan colocar en los mercados europeos


fondos nacionales por más de $n 50m. valor nominal correspondientes a las emi.
siones para el pago de acciones al Banco Nacional, Obras de Salubridad, Puerto del
Riachuelo y Obras Públicas -la operación de $n 20m. para el futuro puerto Madero
queda postergada. Los tomadores de títulos argentinos habían asimilado en 1881-
1882 fondos públicos nacionales por un valor nominal superior a $16m. (para ferro-
carriles, emitido en mayo de 1881; y Bonos de Tesorería, emitido en noviembre de
1882), y títulos de la provincia de Buenos Aires por un valor nominal superior a $n
20m. Sobre un mismo mercado cuya capacidad e interés tiene lfmites, atizando la
competencia entre las distintas Casas, las administraciones nacional y bonaerense

"cf. DSCDN, 1881. p. 711. Achával Rodrlgue:/:, Calvo, Rojas, entre otros, reflejan en sus intervencionell
una clara conciencia sobre 10B límites de la coyuntura.
"IngreSÓ en el Senado el 31.VII.1883 (DSSN, 1883. p. 305).
"El Senado vota en primera instancia $0 32m., reducidos en Diputados a $u 30, en pRrte por nuevas de-
ducciones en los cálculos de gastos, y en parte por una estimación superior del precio al que se venderán
1011 titulos (superior al 82%); cf. DSSN, 1883, pp. 778Bs (sesión deI6.X) y 1191-1192 (sesión del 23.X);
D~CDN, 1883, t. 11, pp. 1242-1255 (sesión del 23.X). Los $n 5m. de anticipo R la provincia de Buenos
Al~S se Votan como deuda interna.
AGON1AsDIlLFEDER.ALISMO 271
buscan colocar sus deudas para obtener recursos que permitan realizar sus «obras
de gobiernQ)~ y sostener sus respectivos encajes bancarios. Cerca de ellos, un grupo
de agentes de negocios operan en Buenos Aires y en Europa, tejiendo los contactos
que darán por resultado acuerdos con casas o sindicatos bancarios para concretar las
emisiones. Hayaquf unjuego de competencias cruzadas de dificil solución a nivel de
los gobiernos, los agentes, los grupos o casas bancarias.

cuADRO 2. TíTULOS DE DEUDA EXTERNA NACIONAL.


EMISIONES AUTORIZADAS EN 1880-1884. SITUACIóN A DICIEMBRE DE 1884

Conlrotode
Empréstito L<y Emisión
emisión
Ferrocarriles.
2.rx.80 llL81 V.81
$fl2.60/0+10/.
Exprop. y ampliación Riachuelo refundida
2 28.x.81 VID.83
$f4m.5%+I% en (8)
Obras de Salubridad refimdida
3 14.1.82
$n8m.5%+I% en (8)
Billetes de Tesorería. 3.1'1.81
4 JC82 XI.S2
$n 4m. 60/0+20/. 5.IX.82
Puerto de Buenos Aires
5 27.X.82 sin contrato ni emisión
$n 20m. 60/0+1%
Aumento capital Boo Nacional I2.x.82
6 vrn.83 m84
$08,57.5%+1% 28.VI.83
25.JX81
Pago al Bco. de la Pcia. Bs. As.
7 $0. 17,6. ($0 16,53 + $0 1,07) 50/0+1%
27.JX83
Incumplida por el PEN
18.X.83
Unificación de (3) + (4)
8 20.VI.84 VIII.83
Sn 12m. 5%+1%
Obras Públicas \(84
9 $n 30m. 50/0+1% 25.x.83
Sección Hipotecaria Bco. NI.
10 $n 20m. 50/0+1% 31.x.84 sin oontrato ni emisión

Boulevar de la capital
11 $n 10m. fondos municipales 1884 sin contrato ni emisión

En cursjva las fechas autorizando emisiones internas, luego extemalizadas.


Fte. Regístro Nacional; Memorias def Ministerio de Hacienda; Anuario Pillado
de la deuda pública...; AGOTE, Informe del presidente del crédito público...

Al recibirse de la cartera de Hacienda en mayo de 1881, Romero encuentra ya


establecido el vínculo entre el gobierno nacional y un sindicato de banqueros fran-
272 JAVIEIl~. QAh.clA aASALO
emp rést ito de
D'A nve rs54 , que se hizo carg o del
ceses reun ido en tom o a Cab en asar un inte nto de Roc a
ese afio, lueg o de frac
ferr oca rrile s emitido en mar zo de infl uye nte para los neg ocio s
Cas a lond inen se más
para con vert ir a Bar ing Bro s. -la ncie ro- en los
de las prin cipa les del mun do fina
en el Rio de la Plat a y toda via una ado a facilitar
na. En 1879-80 Bar ing se bab ia neg
ban que ros de la Rep úbli ca Arg enti os a fina ncia r la
y lueg o a entr ega r fundos dest inad
adel anto s sobr e letra s de teso reri a a, Vic tori no de
o recl ama ba el min istro de Hac iend
gue rra con tra Bue nos Aire s, com las naci ona les
r de una coy untu ra favorable, los titu
la Plaza. Des de ento nces , y al calo cia, con tand o
és de casa s que ope ran desd e Fran
com ienz an a lleg ar a Lon dres a trav s serv icio s son
enca rgad os de la emisión. 55 Eso
en la cap ital brit ánic a con age ntes ente se hos tiliz aba n
les man iobr as con que mut uam
imp resc indi bles dad as las hab itua Ferr oca rrile s de
del emp rést ito Nac iona l [de
los emi sore s. As~ por ejem plo, «los ésta a Erla nge ry sus
n en Lon dres a Mur riet a y en
1881] tuvi eron que dar part icip ació n d'A nve rs todo s los tí-
te com prad o el Con de Cab
aliados, hab iend o ya ante rion nen ar asi que Ibát 'iez les hici ese
teni a en caja, para evit
tulo s Arg enti nos que Ibáfiez Veg a ento s de otra s casa s inte rpo·
rpec en los lanz ami
una mal a jugada»).S6 Tam bién se ento los titul os en la Bol sa. 57 A lo
edir la insc ripc ión de
men do obje cion es legales pata imp D'A nve rs. En
ero man tien e el vinc ulo con el grup o de Cab en
largo de su gestión, Rom las refe rida s al
ar el lanz ami ento de dos emi sion es:
1883 el min istro proc ura unif unn
Banq ue de París et de
s de uno de sus miem bros (BPP B),la
>4 Regalsky identifica a este grup o con las sigla sione s franc e.sas en la Arge nti-
ados, in"'ersores y élites. Las inver
Pays Bas (And rés M. Regalsky, Merc aqu{ el testí lnon io de Rica rdo Napp: «el Cond e Calm
Segu imos
na. 1880-1914, [Caseros], 2002, 478 pp). del grup o de banq uero s que tomó el emp résti to Nacional {de
directO!'
d'An vers (...] fue y es el verd ader o Lezarna, Parls , 10.VI.1881, f. 4).
177, Rica rda Napp a José Gregario
Feno cam \es de 1881]» (AGN-OR L. y R. Cabe nO'A nven y Ca. y Com ptoir O'Es com pte
nte el sindi cato
Junto a la BPPB integJllll furm alme uero s. Son agen tes en Buen os Aire s Bemberg.
nego cios a otros banq
de Pads , dand o parti cipac ión en sus direc torio del Banc o de la PrOV"incia
hl es por entarn:es miem bro del
Helm enda hl y ca. Rodolfo Heim enda deL Banc o Hipo tecar io (1875 -1876) y Cons ejero Mun icipa l
es direc tor
de Buen os Aire s (1881-1887) Yant
de Buen os Aire s (1880). jos de And rés M. Rega lsky, Las
inversiones
>5 cf. Fel"Dl!, «The Bari
ng Crisi s...¡l, pp. 147-148 Y los traba , 130 pp, p. 78-8 3; Y Merc ados. in-
-1914), Buen os Aire s, CEA L, 1986
extranjeras en la Arge ntina (186Q ras de Bouw er a Bari ng segú n las cuale s Roca. dese a que
s cita palab
...ersoresy élite.s..., pp. 189-192. Fern ósito se escu cha en el Congreso.
ntine Republic». Un eco de este prop
ellos sean «the banl ren oí the Arge llo que sus enem igos, Chil e y el Brasil,
enco ntrar en Bari ng aque
AIll se sosti ene que la Arge ntina debe ng habla apos tado al triun fo de
la guer ra civil de 1880, la casa Bari
tiene n en la banc a Rothschild. En gene ral venc edor no fuero n cord iales (cí Gallo, «La
el gobierno del
Te.iedoc, y sus pJÍmeros trato s con s extra njera s..., pp. 78ss).
Regaisky, Las in...er slone
cons olida ción del Esta do... », p. 512; Leza ma, París , 10.V I.1881, f. 7. Laho stilid ad que se teme
é Greg ario
'"AG N-D R 177, Rica rdoN app aJos one al gobierno que en los título s
en Lond res el sindi cato franc és prop
es tal que para facilitar la emis ión inver sione s extra ,gera s..., p. 82). Con lbán ez Vega
(cí. Regalsky, Las
sólo figure el nom bre de Mur rieta detal les sobre las prác ticas del merc ado
a oper acion es en 1880. Más
de París el gobierno naciona1rea1iz
27.
de Lond res i»fra pp. 450-451; 526-5 de su cuen ta de gara ntlas enoc s-
en 1881 aduce retra sos en el pago
"As i, p. e., el FC Arge ntino del Este o Bari ngpa ra la pro... incia ; la casa Bari ng obje ta
es y del empr éstit
sión del empr éstit o de FFC C Naci onal a clAu sulas de empr éstit os bODaeren·
el FC del Oest e en 1882 en base
elem prés tito de Mor ton Rose para .ción ; etc.
nal en ...irtu d de la ley de federaliza
ses que han pasa do a ser deud a nacio
AGONlAS DEL FBDERAUSMO 273
puerto del Riachuelo y a las Obras de Salubridad. EI30 de julio se ordena al ministro
argentino en París la firma del bono general de ambas operaciones.58 Los banqueros,
que a principios de ese mes contratan la emisión de los fondos entregados al Banco
NacionalS9 en pago de las nuevas acciones del gobierno nacional, se proponen lanzar
al mercado las tres operaciones conjuntamente. Tropiezan entonces con la hostilidad
del mercado de Londres: @e tocaron ciertas dificultades originadas por los banque·
ros que habían negociado con el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, en el afio
1881, un empréstito para la continuación de las Obras del Riachuelo».60 Cuando ~dos
abogados del Stock Exchange declararon que no sería posible» la emisión en razón de
(das diferencias establecidas por ciertos artículos de las leyes» el gobierno manifiesta
en un acuerdo geneml de ministros cómo deben interpretarse los puntos cuestiona-
dos, pero resulta inútil, según explica el ministro Plaza: «el modo de entender las
leyes en Inglaterra es muy estricto».61 En consecuencia, debe el gobierno esperar la
oportunidad en que el Congreso pueda modificar las leyes en cuestión. Entretanto, la
operación del Banco Nacional sigue adelante. El sindicato francés evita otros sobre-
saltos en Londres: «después de haber pasado por dos o tres manos»61, la emisión es
lanzada en marzo de 1884 -«con sorpresa de todos», informa a Rocha el agente de la
provincia en Londres que lo mantiene al tanto de la situación en aquella plaza- por
intermedio de Baring Bros. Un rumor afirma que la Casa recibe «la seguridad de que
ningún otro negocio Nacional podrá. ser presentado en el mercado durante todo el
corriente afiO»63. Baring lanza la emisión al 84,5%, y el público se suscribe por ocho
veces. EI30 de abril siguiente, el sindicato francés hace uso de la opción que le da el
contrato celebrado con el Banco Nacional para pagar al contado con 6% de descuento
anual sobre los plazos que deben cumplirse a lo largo de doce trimestres, con lo cual
la operación cae muy por debajo del 800/0.64 A pesar de las fuertes críticas que se

'8 RN, 1882-1884. pp. 418 c. 2_419 d. Por errore1 decreto se refiere a Sf8m. para obras de salubrificacIDn
(y no Sn 8m.).
'?cf. supra pp. 249-251.
'" Memoria del Departamento de Hacienda correspondiente al afio 1883 presentada al Honorable 0:m-
greso Nacional en 1884, [fecbada en octubre de 1884], tomo 1, Buenos Aires, 1884; 125 pp; pp. 70-71; la
firma que objeta la emisión de las titulas del Riacbuelo es Stern Bros. pues bajo la mismagarantiahabla
emitido en 1881 títulos de la provincia; lo hace una vez fracasadas sus gestiones para ocuparse de esos
lanzamientos (eL Regalsky, Mercados, i!lllersore;r y él/tes..., p. 196). Según el mensaje del PEN al Con-
greso deben además uniformarse otras condiciones de la emisión para realizarlas conjuntamente.
"' DSCDN, 1884, t. 1, p. 221; explicaciones coincidentes en el Mensaje del PEN del20.v.l884, pp. 103-
lOS,
'l DSCDN, 1884. 1. 1, p. 220.
"AGN-DR 194, Gabriel Martínez a Rocha, Londres, 27.III.1884~ Martlnez remite el prospecto de la
Operar_Ión lanl3da al 84% %. Sobre el rumor que afirma la seguridad obtenida por Baring en relación con
otros empréstitos nacionales, agrega: «con eso o sin eso, quedan siempre subsistentes las inconvenientes
que anuncié a Vd. haber sobrevenido para los negocios del Riachuelo y Salubridad» (se refiere a los ya
sellalados en el texto).
.. Según la Memoria de Hacienda de 1884 el30,lV la emisión es comprada en Parls al tipo 85%, en lo que
llama la mejor operación de titulas argentinos de 5% de interés. Para el Bam;:o Nacional no resulta tan
274 JAV1ERF,GARCiABASAW

sin
hacen sobre el uso de esta opción las autoridades del Banco Nacional la reciben
6S

oro que
duda con agrado, pues permite frenar por algunas semanas la demanda de
genera su creciente circulan te.
que
Entretanto, el gobierno nacional sigue sin obtener oro por las emisiones
Baring lanza con éxito los
ha sancionado. Para conseguirlo, unos dlas después que
nn y Ca. la venta del
títulos del Banco NacionaL Plaza negocia con la casa Mallma
en Acuer-
empréstito de Obras Públicas de $n 30m. El gobierno presta su aprobación
dia después que Mallma nn con-
do General de Ministros ell? de abril de 1884, un
particip ará en el sindica to tomado r la
firma que junto a la Societé Générale de Parfs
parte, aceptan do las indicac iones del
casa J. S. Morgan y Ca. de Londres. Por otra
66

una nueva ley de unificac ión de los em-


sindicato tomador, el ministro Plaza impulsa
adas
préstitos del Riachuelo y Obras de salubridad que salve las dificultades present
s. A pesar de las criticas de la oposici ón
para su inscripción en la Bolsa de Londre
ventaja y provech o exclusiv o de los banque ros», (que
-«esta refundición es hecha en
seguida a
quieren tomar el empréstito solo para ganarse la comisión y entregarlo en
que ellos lo lancen a la bolsa de Londre s»-la ley queda
los capitalistas ingleses, para
promulgada el 20 de junio,67
reci-
Sea porque fuese veraz el rumor recogido por Mart[nez sobre la promesa
les en el mercad o de
bida por Baring Bros. respecto a DO emitir más titulos naciona

de los títulos por $n 8.571.000


exitosa la colocación como hace presumir el ministro; el producto liquido
,198. 85% era el precio estipulad o a pllJZOs. Practicando las
es, según la misma Memoria, de f. 1.340.203
al 78,18% ($n 6.701.015 ó !
conversiones resulta que lo obtenido ($0 8.571.000 ó f. 1.714.200) equivale
r el precio que paga un sindicato
1.34o.203} Es un recurso «publicitario» para poco advertidos disimula
que en rigor deben deducirs e comision es, gastos o descuentos. En febrero
anunciando un porcentaje al
s, a Roca: «el empréstito de la Provincia
de 1885 escribe Francisco Ortiz, ministro de relaciones exteriore
Aires] de 5% se ha lanzado al 91. Mal parado queda el nuestro» (AGN·JR 43, 10.II.1885).
[de Buenos
223. El ministro Plaza no intenta defender el resultado obtenido por el Bao--
65 DSCDN, 1884, t. 1, pp. 210;
ni son de su incumbe ncia»; resalta, en cambio,
co Nacional al negocillr los fondos -el PE «(D.O los conoce,
«condicio nes ventajosa s» de la emisión hecha por Bariog, prueba del prestigio del crédito
lo que juzga
argentino (loc. cit., pp. 220-221).
6Ii RN, 1882-1884, pp. 734 c.1-735 d. Los
banqueros toman al firme un tercio del total a emitir ($n 10m.)
el resto, en cuartas partes y al mis-
al84%, menos 2,5% en concepto de comilJión, reserván dose optar por
siguiente s 10 meses. Vencido ese plazo, si el gobierno decide hacer por su cuenta
mopreci o, durante los
que exceda al 84% lo dividirá por mitades con el sindicato.
la emisión de los $n 2011L restantes, el valor
mensuales a partir de la firma del
El pago se efectuara en giros a 90 dlas vistll, distribuidos en diez cuotas
5.YII, p. 1, c. 8).
bono general. El bono general se firma a principios dejulio (cf. La Nación,
(sesión de121.V. t884, entrada del mensaje yproyect o); pp. 208-211 Y
~ cf. DSCDN, 1884, 1. 1, pp. 103-105
(sesión deI17.VI ); RN, 1882-188 4, p. 363. Al firmarse el
219·227 (sesiónde16.VI); DSSN, 1884, pp. 76-78
de la nueva operació n el ministro argentino en París, Mariano Baicarce, omite un articulo
Bono general
cual el sindicato puede emitir por
presente en los antecedentes, que fija en seis meses el plazo durante el
tu no tomados al firme. En esa operació n tendrá derecho
cuenta del gobierno los dos tercios del emprésti
trajo complicaciones en 1885 y
al 50"10 del precio que supere el 82%. Como se verá. luego, esta omisión
contribuy e a explicar la conducta de los banquero s (cf. DSCDN, 1885, t. 11, p. 149). Regalsky
sin duda
en el sindicato de garantla de esta operación (Mercados, inversores y
anota que &1can:e es incluido
élltes... pp. 143-146).
A.GoNÍAs DELFEDEIlA.USMO 275

Londres durante ese afto; o porque este rumor reflejara el propósito de la Casa de
impedir que esas emisiones tengan lugar, lo cierto es que, conforme a las explica-
ciones que darán los miembros del PEN al Congreso, el grupo de Caben D'Anvers
prefiere no arriesgar, y conserva en su poder los títulos que ha suscrito al firme para
no exponerse a un revés. Al contrario, la Casa J. S. Morgan en septiembre sigue ade-
lante con el lanzamiento de los $n 10m., que resulta un. fracaso. Según la elocuente
expresión que emplea un informante de Rocha «se ba dado el golpe al Sindicato
francés» y debe esperarse que «pasará el ailo sin que sea posible intentar operación
alguna Nacional».6lI Desde fines de junio, al menos, se habla de dudas en el mercado
de Londres sobre el crédito argentino 69, rumor que parece no despejarse hasta el afio
siguiente, cuando la negociación Pellegrini integra a los Baring junto a los sindica-
tos de Caben D'Anvers y Morgan en la negociación global de los Sn 42m. ($u 30m
de Obras Públicas y $n 12m, suma de $n 4m. del Riachuelo y $n 8m. de Obras de
Salubridad) que ahora fracasa. En efecto, a la rivalidad entre esos grupos súmase la
Casa Baring, que ve amenazada su posición en un mercado que considera suyo. Así
lo explicará Pellegrini en 1885:
«se encontraron en los mercados europeos dos sindicatos distintos, hasta cierto pun-
to rivales, que tenlan cada uno un empréstito argentino. [oo.] Era evidente que [...] para
obtener el favor del público, iban a hostilizarse; y asl fue [...] desgraciadamente babia,
además de esos dos sindicatos, una tercera entidad cuya importancia por si es de primer
orden, y tratándose de cuestiones argentinas, decisiva: me refiero a la casa de los sellares
Baring Brothers. [...] La casa de los sellares Baring [...] si bien no era hostil a las opera-
ciones que querla realizar la República, tenía, sin embargo, motivos de resentimiento,
pues reputaba que habiendo sido ella la que primero habia apoyado nuestro crédito,
cuando esta República no tenia la importancia que hoy tiene, a la que había acompa1lado
y servido en muchas circunstancias diflciles, habla una especie de inconsecuencia, por
parte del gobierno argentino, en haber ido a tomar, para la realización de las operacio-
nes, otras casas y otros banqueros. [oO.] Y si bien es cierto que no hacia acto alguno-que
no lo hará jamás- que importara hostilidad hacia nosotros, bastaba su indirerencia, su
alejamiento, para producir en el mercado un efecto perjudicial para nuestras finanzas.
Este conjunto de dificultades, apreciado con exactitud por el primer sindicato, les
indujo ano ofrecer a suscripción el empréstito, ni aun la parte que habla tomado al firme.
[/] Pero no sucedió lo mismo con el segundo sindicato, dirigido por la casa de los sedares
Margan. [/] Esa gran casa inglesa, que es sin duda de primera importancia, confió dema·
siado en su poder [...] creyó que a pesar de la situación creada tenía elementos bastantes

'" AGN·DR 194, nota sin fe~ha con rúbri~a ilegible adjunta a la ~OITesponden~ia de Martinez.
"~f. El Nacional. 20 (p. 1, ~. 4) Y 21.VI.1884 (p. 1, c. S); las dudas sobre la posibilidad de lanZIII el em-
préstito de Sn 30m. surgen en coincidencia con la promulgación de la ley que concede la refundición de
emisiones que pide el sindicato francés. El 26.VI Ch. Sandford comunica a Ro~ha novedades telegráficas
de la noche anterior: (,avisándome que la crisiJ¡ en Argentina habría acentuado, parece que hay caullll5
locales alll, pero al mismo tilmlpo hay gran desconfianza en la marcha de acá del gobierno nacional»
(AGN_DR 194). ~f. «Revista menaua!>" La Nacion. 22.VI.
276 JA-VlEIlF.GJ,IlC!A-¡¡¡,SM.O

para colocar el empréstito argentino [...] la suscripción dio por resultado un fracaso [oo.]
esto importaba un verdadero golpe para la realización de nuestros empréstitos.»10

Más no podía decir un agente financiero encargado de reanudar la amistad con


Baring Sros. Toda operación de fondos nacionales quedó desprestigiada y amenaza-
da por la cantidad de títulos que pueden ofrecerse en daflo reciproco. En Buenos Ai-
res, sin embargo, siguen votándose leyes de emisión de fondos públicos negociables
en Europa ahora para la creación de una sección hipotecaria en el Banco Nacional.
Por cierto, mientras la Nación enfrenta dificultades para colocar sus títulos, se emi-
ten en dos tramos -octubre de 1883 y abril de 1884 -los $f 11m. de la provincia de
Buenos Aires para el Puerto de la Ensenada.'! Más aun, en los mismos meses en que
Londres parece haber agotado sus posibilidades de tomar deuda argentina no faltan
en la correspondencia de Rocha -ya no gobernador pero si jefe de partido, director
del Banco de la Provincia, Senador nacional por Buenos Aires y todavía el más firme
candidato a suceder a Roca- ofertas de préstamos para la provinciaP Varios motivos
explican este acceso bonaerense al crédito que contnbuye a despertar en el ámbito
nacional sentimientos poco amables y sistemáticas sospechas de confubulaciones.
En primer lugar, el Estado provincial sigue emitiendo títulos de renta mayor (6%).
Además, los papeles bonaerenses todavía mantienen esa tradición de superioridad
ante los nacionales, que décadas atrás provocara la indignación de Alberdi. En re-
lación con esto, se advierte una tercera y decisiva razón: la comunidad de intereses
británicos en el Rio de la Plata, cuyos vinculos con la banca y el mundo de la política
y los negocios del Reino están lejos de ser nuevos, juega, por una singular relación de
colaboración y hostilidad que será preciso considerar?), un rol decisivo a la hora de
allanar el terreno para las gestiones provinciales en la City. ¿Usó la provincia de su
rea! o imaginaria influencia para perjudicar esas operaciones financieras cuyo éxito
suponía postergar una vez más el cumplimiento de la ley nacional del 18 de octubre
de 1883 que permitiría al Banco bonaerense colocar en ese mismo mercado fundos
por $n 17m? (era condición de los prestamistas que el gobierno nacional renunciase
temporalmente a lanzar nuevas emisiones). Paul Groussac --entonces una pluma al
servicio de Pellegrini en el diario que él mismo define como creado para hostilizar

111 DSCDN, 1885. t. 11, pp. 667-668. Debe anotarse aquí la adVtlrtencia de Ferns, quien sefl.ala que en los
archivos Baring no se conservan evidencias que involucren a la Casa en el fracaso de la emisión del
puerto del Riachuelo -observación que cabe suponer es extensiva al más relevante asunto del empréstito
Morgan (cf. «The Baring Crisis Revisted», p. 249). El relato de Pellegrini puede armonizarse con la au-
sencia detectada en aquellos papeles librados a la consulta pública. De becho Feros sefl.ala más adelante
que tampoco halló en ese repositorio documentos sobre un asunto mucho más directamente referido a la
evolución de Baring (p. 264).
11 Sobre IIlS operaciones financieras de la provincia v. la tercera parte; éste empréstito esp. ¡n/ro pp. 526-
527. Stern Bros., la casa que bloquea el lanzamiento del gobierno nacional, participa en la operación de
la Ensenada con el 25% del empréstito.
nc( por eje~lo AGN-DR 194, Gabriel Martina a Rocha, Londres, 22.IX.l884 y la pugtla por financiar
la expansión de la red ferroviaria provincial en Garcta BlllIalo, «La participación estadounidense...», cit.
"'cf. ¡nfra en esp. pp. 451-455 Y558-559.
AooNiAs DELFEDEllALiSMO 277
a Rocha-, todavía treinta y cinco afios después de ocurridos los sucesos que no sin
confusiones evoca con la parcialidad que le es característica, mantiene una convic-
ción seguramente abrigada en la tertulia de la redacción de Sud América: el escepti-
cismo que afecta «nuestro crédito» es «en parte atribuible a una propaganda nociva
cuyo origen no era europeo».74

Jugando el porvenir del Banco de la Provincia

A medida que el afio transcurre, la situación del gobierno nacional, que conti-
núa gastando, y del Banco Nacional, que continúa emitiendo, empeora -la ~(deuda
en favor del Banco Nacional procede del uso del crédito para atender el pago de
las obras públicas, mientras llega la oportunidad de colocar los empréstitos», dirá
Roca?S La trama de los sucesos de aquel crítico afta generalmente se resume en base
a la memoria correspondiente del Banco Nacional?6 Según ese relato -una versión
más detallada de lo expuesto por el mismo Banco al solicitar el curso forzoso de sus
billeteS en enero de 1885-, desde principios de 1884 el establecimiento se ve «acosa-
do con el pedido de cambios sobre el exteriof) y trata de satisfacerlos. A dificultar su
situación y luego a aliviarla contribuye el hecho de «que recién el 30 de Abril último
los banqueros de París declararon que tomaban» los fondos de la emisión nacional
destinada a aumentar su capital. Tampoco cesa la demanda cuando el mercado ab-
sorbe esos recursos. En junio la posición del Nacional empeora, pues el Banco de
la Provincia «cerró su oficina de giros». En el mes de agosto el estrangulamiento es
ya una «corrida» sobre la cual Pacheco no da mayores precisiones. Refiere que «el
Gobierno Nacional [h'] invitó al Gobernador de esa Provincia [de Buenos Aires] a
reabrir esa oficina [de giros]», y alude a los «acuerdos con el Banco de la Provincia,
con intervención de V. E. [el ministro de Hacienda], a fin de dar uniformidad a los

140roussac, Los que pasaban, cit., p. 241. La prensa rochista se hará eco de columnllll que La Nación
reproduce tomándolas de la prensa inglesa; la roquista interpreta como antipatriótica una censura que,
por hostilidad al presidente, perjudica al país. La campaBa es liderada por el periódico londinense Truth.
Faustino M. Lexica, luego de indagar en la cuestión, satisface así la curiosidad de Dardo Rocha; «Hoy
puedo darle informes. El "Trulh" es propiedad de un tal LaiJouchere, miembro del Parlamento, no se
si por Northampton o por Liverpool. Es un liberal, gran sostenedor de Gladstone. [IJ Este individuo es
el antiguo propietario del "World" que vendió para adquirir el Truth. El artículo, no hay duda que es él
quien lo ha hecho [...] Estos son informes recogidos de fuente que repulo buena. (AON_DR 194, Faustino
M Laica a Rocha, Buenos Aires, 19.VII.1884). De hecho, y sin perjuicio de to sellalado sobre oft1rtllll de
crédito, en junio también los negocios bonaerenses sufren ellmpacto de esa prédica (cf. AGN-DR 194,
Sandford a Rocha, 26.VI.l884).
"Mensaje del ministro Roca al Congreso, 6.VIII.l885, en DSCDN, 1885, t. r. p. 388.
7ti d. p. e. Cortés Conde, Dinero.... pp. 162-63, 171-72; Martf, «La Argentina... », pp. 532. La Memoria
del Departamento de Hacienda correspondiente 01 ailo de 1884 presentatÚl al Honorable Congreso
Nacional en J885, tomo 1, Buenos Aites, 1885, fechada a mediados de 1885, es redactada por Pacheco,
presidente del Banco Nacional durante la crisis. Incluye la memoria del Banco Nacional: «Sección 111.
Memorias diversas. Allo 1884. Parte 11. Memoria del Banco Nacional».
278 JAVIER F. GARClABASALO

medios empleados para combatir el agio). Como resultado del acuerdo. desde el mes
siguiente y hasta fin de afio el Banco Nacional contrata una larga serie de créditos
en descubierto con Bancos europeos -la mayor parte de ellos gestionados por el
ex director provincial Ernesto Tomquist17- para atender los pedidos de giros sobre
Europa. Pero la demanda de oro, «por cualquier causa que sea), continúa, acentuán-
dose los pedidos -1: 1,5m.- para «(el paquete del 8 del corriente» [enero de 1885],78
Un dia después se declara el curso forzoso. Este relato omite precisiones que alteran
drásticamente el escenario descripto. Falta una «versión oficial» del Banco de la
Provincia79 que dé cuenta de las raras circunstancias que enfrentó el establecimiento
bonaerense en esos meses que pesarán decisivamente en su futuro. Cuando comen~
zaron las dificultades a comienzos de afio,
(el Banco de la Provincia satisfizo por si solo todas las necesidades de metálico,
dando los giros que se le pedían, salvando por ese medio al Banco Nacional de las exi-
gencias de conversión [...] haciendo posibles los empréstitos nacionales que se solicita-
ban en Europa, y con los cuales ereia que se le evitarían al país los inconvenientes para
el crédito general que desgraciadamente, no han podido dominarse. El Banco fue hasta
donde se 10 permitla el deben); «llegó hasta elllmite [n.] en Junio, y dentro de él estaba
seguro [...] podia esperar tranquilo la crisis, que se hacia inevitable, desde que el Banco
Nacional lejos de contraer su emisión la ensanchaba desacordadamente.))8o
En efecto, la evolución del mercado monetario, según anota quincenalmente
La Nación en su Revista mensual para el exterior, coincide con ese cuadro. En fe-
brero faltan giradores y es el Banco de la Provincia el que contiene la baja y llena
las necesidades del mercado. El oro provincial sale del establecimiento mientras se
expande la circulación del Banco Nacional a través de gastos y préstamos de la poU-
tica nacional que, por un camino u otro, presiona sobre los cambios. Naturalmente,
el directorio provincial no puede hallarse a gusto con esa situación que ha previsto
sin poder evitarla. Los vinculos entre la emisión del Banco Nacional, la restricción
de giros del Banco provincial y la salida de oro, esto es, el carácter de la lucha entre
ambos bancos, aparecen aquí resumidos:

TI cE Horacio J. Cuccorese, «La crisis financiera ollcial de 1885. Su estudio a través de los eIlllréstitos
externos y de la situación crediticia del Banco Nacional» en ANH, IV Congreso Nacional y Regional de
HistorlaArgentina, t. 111, pp. 197-215, pp. 200-202. También se renuevancontrlltos con Samuel Montagu
y Ca. para girar letras contra lacauciÓD de bonos de tesorerfa de 9% emitidos en 1876(of. RN. 1882·1884.
p.794).
"eí. «Memoria del Banco Nacional» en Memoria de Hacienda..., parte 1I, 1884, pp. 13 ss.
19 Hueyo, eleva la Memoria correspondiente al afto 1884 el 31.V.188S; 8e extiende en consideraciones
sobre 1011 primeros meses de ese all.o. Sobre 1884 apenas anotll; «la marcha del Banco ha sido contrariada
durante ese all.o [1884] por el desequilibrio económico del país, el cual hizo necesaria la aplicación de
todos 8US elementos a la conversión de SU8 billetes. [n.] Para contrarrestar la especulación inusitada en
el mercado de los cambios, originada por la referida perturbación económica, empleó todas sus fuerzas,
coWliguiendo dominarla durante un afio entero, a costa de grandes sacrillcios. No obstante, nunca se hizo
i108iones este Directorio sobre el resultado final de la lucha, y después de tanto esfuerzos se produjo el
curso forzollo, que era inevitable desde que se abrió la conversión.»
ltO BPGN, ff. 4v y 18v.
AGONlAS llEL FEllERAUSMO 279

«Parece ya fuera de duda que el Banco de la Provincia limita notablemente sus


operaciones de cambio sobre el extranjero para defenderse de la gran cantidad de papel
del Banco Nacional que se le llevaba, de modo que venía a ser un convertidor indirecto
pero real y positivo de ese papel pues se le tomaban gruesas cantidades de cambio y se
le pagaba con billetes del Banco Nacional [...]
[En consecuencia ahora el público va a ese Banco] en busca de oro para exportarlo
en vez de giros. [1] Tenemos que empiezan ya a delinearse los graves conflictos a que
tenía que traemos la colosal y desmedida emisión del Banco Nacional. [1] No podían
emitirse impunemente veintidós millones de pesos nacionales, como 10 ha hecho, con~
tando con que Dios nos favorezca y nada más.
[m] una vez que la emisión del Banco Nacional se toma un medio de hacerle perder
su reserva metálica al Banco de la Provincia [...] es claro que hará bien en poner punto
final al negocio de cambios ['00] esta irremediable resolución va a traer conflictos y Il pro-
vocar la exportación del oro [...] si nos hubiéramos precavido [u.] limitando el empapela-
miento que ha provocado el Banco Nacional estaría el mercado en actitud de defenderse
ventajosamente [...]».11
A principios de marzo se registran (incidentes ocurridos entre los Estableci-
mientos de los Bancos de Estado»82 y la esperanza de una mejom se transfiere a la
realización de empréstitos nacionales que traigan liquidez a la plaza, alivio transitorio
que se anota a principios de abril y sobre todo en mayo, a raíz del pago efectivo de
los fondos del Banco Nacional. Ese mes pasa con cierta calma, abundancia de des-
cuentos y tipos altos para los giros. En junio se advierte que el Banco provincial «ha
tomado sus precauciones»83 y limita los giros; luego los suspende. La Nación critica
una política que se empefia en vender a tipos altos o no vender en absoluto. Desde el
punto de vista del establecimiento se trata de dominar el mercado frenando la salida
de oro o retirarse si ello no es posible. Otra vez la esperanza se pone en acuerdos que
permitan al Banco Nacional girar por fes. SOm Para principios de agosto es evidente
-pero no público- que el Banco Nacional no puede sostener los giros. A causa de una
intervención directa de Roca ante el gobernador D'Amico el Banco bonaerense sale de
su posición. El 6 de agosto, reunido el directorio -con la ausencia tal vez significativa
de Rocha~ el presidente explica que «(la situación que iba tomando el Banco Nacional
era alannante».84 A pedido de Victorino de la Plaza tiene lugar una conferencia a la
qUe también asiste Wenceslao Pacheco, presidente del Banco Nacional, acordándose
«que uno de los medios más eficaces para salvar esa situación era la de restringir el
descuento}). Plaza y Pacheco (estaban dispuestos a hacer que aquel Banco pusiera en
práctica inmediatamente esta medoo); piden que el Banco de la Provincia preste su

"AGN-DR, 195; recorte r;/d. Cuando en agosto el gobierno nacional parece orientarse por caminos más
prudentes -abandonados poco después de lograr la reapertura de la oficina de giros provincial-, El Na-
cional recuerda que «se censlUó nuestra propaganda, poco simpática, en verdad, pero previsora, como
los hechos acaban de demostrarlo», y reitera que el desproporcionado aumento de la circulación en
relación con la producción torna inviable la política de convllndón (El NaciofUll. 25.VIII.l884. p. 1, c. 1).
"La Nación, «Revista mensual» del 7.III.l884.
"La Nación, «Revista mensuab) del 7.vU884.
"Ésta y las citas que siguen sobre la reunión deI6.VIJI en AMHBPBA, 001-1-23, ff. 156-157.
2S0 L\\lEkf_G.4-RClABASALO

io Fausti-
cooperaeión,il También. se lee en la reunión una nota que dirige al director
ia, indican do <dos deseos del PE de que
no Jorge, ministro de Hacien da de la provinc
Nacion al la suma de 30.000 Onzas de oro sellado
este Directorio ofrecier a al Banco
present es re-
para ayudarlo en la corrida de convers ión que sufre actualmeníe»). Los
apoyo al Nacion al
suelven \(por unanim idad que el Banco de la Provinc ia prestar ía su
d de oro para restable cer
restringiendo sus descuentos)) y entrega ndo aquella cantida
en present ar 10 que ocurre como una
su encaje.36 Mientra s El Nacional se esfuerz a
ambos gobiem os 87
la prensa que respond e al
prueba de la armoní a reinant e entre ,

dificult ades de la situació n económ ica a maniob ras de


gabinete insiste en atnbuir las
Aires. El Mosqui to, dos dias después que el Banco de Buenos
la provincia de Buenos
ye a dos
Aires !'>alva al Nacion al entregá ndole aquella s 30.000 onzas de oro, constru
ial empeila da en quitarle
páginas una escena en la que present a a la instituc ión provinc
a los lectores afirman do que «la plaza si-
el oro al Banco Nacion al, pero tranqui liza
sobraID ), en alusión a las bolsas de oro que se
tiada es invulnerable y las municio nes ia
que, en rigor, no pueden ser sino las onzas que la provinc
observan en la imagen y
88
acaba de darle.
agosto - se
Una semana después de la transfer encia de las 30.000 onzas -el 13 de
ados por el preside nte Roca, se reúnen con él en
produce la inflexión decisiva. Convoc
de Hacien da, Plaza; el gobern ador D'Amic o y los presi-
la Casa Rosada su ministr o
dentes de los Bancos Nacion al y de la Provinc ia, Pachec o y Uriburu . El ministr o de
por present ar surenun cia.
Haciendade la provinc ia, Faustin o Jorge, no concurr e; opta
n de giros sobre Europa» ), y en ella se
La conferencia tiene por objeto «tratar la cuestió
ivamen te y sin limitac ión alguna girarán
acuerda este proceder: los Bancos alternat
siguien te 17 de
por los vapores deIS, 17 Y24 de cada mes, empeza ndo el Nacion al el
e, «hasta nueva resoluc iófi), será de fr. 4,90 sobre Francia
aquel mes. El tipo uniform
sobre Inglate rra, por peso naciona l. El Banco Nacion al tomará
y 46 3/4 penique s
El peso del giro «sin
pedidos de giros para el vapor del 17 «hasta hoya las 4 p.m.))
sobre el Banco de la Provinc ia,
limitación alguna)) se descarg a, en consecu encia,
«en condici ones enteram ente iguales a
que atenderá las ventas para el paquete de124

el curso forzoso, COI1lO éste


"Tal YCZ ya en ese momento -o poco después-- Pacheco y Uriburu piden
acercamo s al sellor Ministro de Hacienda de la Nación [Victorin o
recumla muchos años después: (<DOS
el particula r. El señor ministro nos contestó, después
de \aPlaza] y le expusimos nuestra opinión sobre
convertir án sus billetes por oro,
de elCllChamos largamente, de un modo reacio y contunde nte; "Ustedes
mienlIlS !engfln un peso oro en sus c~llS"». (DSCDN, 1899, pp.704-7Q5).
Al dla siguiente el Banco Nacio-
.. AMHBPBA, 001-1.23, f. 157. El préstllIDO se aCCTClIalos $n 500.000.
nal debía girar una fuerte suma a Europa.
Banco de la Provincia
"ct El Nacional, 7.Y11L18S4, p. 1, c. 4, (\LagrllD novedad del día. 30.000 onzas. o \dl\ll nuevas prendas de
- B= Nacional»; el 8 editorial iza sobre la «Marcha annóuiCl l», celebrand
o más "bien entre sus gobierno s», y explica cómo
unifu entre la nación y 111 provincia de Buenos Aires,
y el honor del reciproco apoyo de
RoC!escnbi6 a D'Amico expresán dole «la COnveniencia, la necesida d
los grandes 8IlDcos», etc. (El Nacional. 8.VIII.1884, p. 1, c. 1).
..EI.I/osquilo. 10.YUU884, pp. 2-3. Con frecuenci a Stein ilustra
en su hoja la linea editorial que Eduar-
publicaci ones subven-
do Vi'ade o el propio Roca bacenpub liclIr enLa Tribuna Naciana~ Figuro u otras
cionadas.
AGONÍAS DEL I'IIDERALlSMO 281

las del Banco Naciona1.»g9 Más tarde escribirá D'Amico al presidente: ~<Accediendo
a los deseos de V. E., convencido de que era un error, jugué el porvenir del Banco
en los giros».'IO En efecto, la histórica institución ingresa en un nuevo tramo de «la
pendiente que 10 lleva al abismo» -según las advertencias de Andrés Lamas-, y cada
vez más está su destino «en manos del gobierno nacional». En lo inmediato, pone fin
a la corrida, como lo anotan los observadores del mercado londinense:
«En el reporte del 23 de agosto Buenos Aires informa que, desde el embarco del
paquete del 7, se ha producido un cambio completo en la situación financiera. La corri-
da bancaria había cesado al fin, y la confianza en la firmeza de la situación habia sido
restaumda por la política del Banco Nacional, y la oportuna iJ!Jistencia del Banco de la
Provincia. El mercado del dinero, sin embargo, no estaba tranquilo, ya que todos los
bancos habían restringido los descuentos y las tasas habian subido. La especulación
continuó activa en acciones del Banco Nacional, que se mantuvieron firmes con 60"10
de premio.»91
En septiembre puede decirse que los «Bancos Nacional y Provincial son due-
ños del mercado y llenan las necesidades del comercio a los tipos fijados por ellos
[sfc] hace más de un mes». En octubre vuelve a sefia1arse la facilidad con que se dan
descuentos y, paralelamente. reaparecen las dudas. Primero tímidas -la ~<amenaza
de curso furzoso se ha disipado por ahora»- y luego progresivamente más francas:
<dos fuertes pedidos de cambio denotan fuertes necesidades de remitir fondos [...] la
conversión corre riesgo». A fin de noviembre se restringe otra vez el descuento pero
la decisión llega demasiado tarde y contribuye a crear <<una situación precaria que
entraña desconfianza». En rigor, desde octubre todo conduce a la «gran calamidad»;
«La demanda de giros no se limita, y este hecho persistente acusa la existencia de
causas graves que pueden ser o no fundadas. [1] La verdad es que todos tratan de
reducir a efectivo su capital, por temor al curso furzoSO».92

"cf. La Nación, 14.VIII.l884, p. 1, c. 7; El Naci01w1, 13.VIlI.l884, p. 1, c. S y 8 da la noticia del sigiloso


traslado de D'Amico a Buenos Aires y en «Última hora>; anticipa que se discute el arreglo de los giros;
v. lb. el mismo, l4.VIII.1884, p. 1, c. 6, 7 y 8; y p. 2, c. 1.
'" AGN-JR44, D'Amlco a Roca. 23.rv.1885. Al evocar estos hechos coincide Láinez en subrayar el papel
de Roca: «gracias a la intervención personal del señor presidente de la República, se operó la reapertura
de los cambios» (DSCDN, 1885, t. 11, p. 149). La versión del dla l4.VIII.1884 de El Nacional procura
presentar el episodio como un acuerdo y no como imposición. Para atender la demanda de giros el Banco
debe concretar poco felices operaciones de crédito, entre ellas la que condujo a la localización de céduiaB
del Banoo Hipotecario en Europa por .E400.000; sobre ello cf. Paulino Llambí Campbell, Vlndlcac16n del
Dr. Llambl CampheJl y su presidencia del Banco Hipotecarlo de /0 Provincia, Buenos Aires-La Plata,
1888; 100 pp; pp. 33, 64-65, 82.
.. The Financia} Newl, seplember 24, 1884; en el recorte que se conserva en AGN-DR 194 alguien ba
subrayado la frase indicada. El alza que nola el observador en la cotización de las acciones del Banco
Nacional-únicas que suben mientI'llll el resto baja, como informa a lo largo del año la «Revista>; de La
NacMn- es característica. A fines de diciembre estarán esas acciones a 205%. Este aumento se consi-
dera índice de la proximidad del curso forzoso, al darse por cierto que éste beneficiará los negocios del
establecimiento mediando nuevas autorizaciooes de los poderes nacionales para extender aun mA.Il su
emisión; cí. p. c. DSCDN, 1885, t. n, p. 168.
"La Nación. 7.X.18B4, p. 1, c. 1.
282 JAVIER F. GARclABASALO

La decisiva reunión del 13 de agosto en la Casa Rosada incluye otras dos impor-
tantes cuestiones que también están ausentes en la literatura sobre el tema. En primer
lugar, el presidente compromete, a cambio de la reapertura de giros sobre Europa,
«el apoyo de la Nación para salvar al Banco de la Provincia de las dificultades en
que habría de colocarlo el sacrificio». Si llegaba la inconversión, seria decretada para
ambos Bancos. «Éste fue el pacto».93
«[n.] el Sr. Presidente de la República solicitó al Gobernador de la Provincia
[D'Amico] que el Banco reabriese sus giros sobre Europa [...] El gobernador observó que
el Banco no podía comprometer sus recursos en esa operación, sin tener la seguridad de
que si llegaba el caso de recurrir al curso forzoso, le seria concedido. [1] El Sr. Presidente
le dijo que sobre eSe punto no tuviera cuidado, que 10 tendrla. [1] Oidas estas palabras,
el Gobernador accedió de pleno [...] vinculando en esta crisis el destino del Banco de la
Provincia al del Banco de la Nación [sic]. [1] A consecuencia de este arreglo [...] el Mi-
nistro de la provincia presentó su renuncia y le fue aceptada.»9<I
La ausencia de Faustino Jorge a la «reunión cumbre» del 13 anticipa su renun-
cia, que presenta al día siguiente con carácter indeclinable y se acepta de inmediato. 9s
El ministro se mostró dispuesto a llegar hasta el préstamo de oro al Banco Nacional
pero no a dar las reservas provinciales para sostener indirectamente la expansión del
billete del Banco Nacional. Jorge habia acompafiado a Rocha, primero como Pre-
sidente del Ferrocarril del Oeste y enviado financiero a Europa, y más tarde como
ministro de Gobierno. Conservó siempre una amistad inalterable con el fundador de
La Plata y tal vez su alejamiento del gobierno inaugurado apenas tres meses antes,
pueda considerarse el punto de partida de la ruptura abierta entre D'Amico y Rocha,
de tan hondas consecuencias politicas para la provincia.96
La segunda cuestión involucrada en la reunión del día 13 es, una vez más, el
pago de la deuda al Banco de la Provincia. Roca promete ahora cumplir con la ley
de octubre de 1883, Y entregar el Bono general correspondiente a los fundos públicos
que cancelan aquellos compromisos. El 14 de agosto, mientras Jorge renuncia, Roca
firma el decreto nacional que dispone esa entrega97, que no obstante queda sujeta

91 BPGN, f.S.
'I'oBPGN, (19.
•scf. La Nación, lS.VIH.l884, p. 1, c. 8. Plll1l explicar la renuncia el periódico alude a un «desacuerdo
suscitado con el gobierno, debido al acuerdo celebrado por éste con el Presidente de la República y de que
ya tienen conocimiento nuestros lectores». El mismo día de la «cumbre» también circula la versión de la
renuncia de Uriburu a la presidencia del Banco de la Provincia: «Seguimos el rumor hasta sus orígenes y
hal1llDlOll que no era infundado», según La Nac/Qn (14.vm, p. 1, c. 7-8). El Nacional dio la noticia de la
renuncia de Jorge sin comentarios (IS.VIII.1884, p. 1, c. 5) y desmintió la de Uriburu (14.VDI, p. 1, c. 8).
"Aceptada la renuncia de Jorge (RO 1884, pp. 647-648, 14YIlI) D'Amioo designó aEulogio Enciso (lb.,
p. 661, 20.VIII).
.... RN 1882-1884, p. 609, c. 1-2; aquí el decreto apllIeCe fechado eI4.VIII. El Nadonal informa sobre los
acuerdos de giros asociando a ellos las promeslIS de pagos nacionales. El 13 afirma que se transfieron
los $f Sm. en ooncepto de adelanto por la deuda originada con la federaliz.neión, pendientes de entrega
AGONíAS DEL FEDERALiSMO 283

al cumplimiento de condiciones no previstas en la ley. El ministerio de Hacienda


«expedirá los poderes e instrucciones~) al ministro en Londres «para que extienda
y firme oportunamente» el bono general (art. 1"); por su parte el «gobierno de la
Provincia de Buenos Aires queda obligado a no emitir ni vender, ni celebrar contrato
alguno para la emisión o venta de los expresados titulos hasta después de transcu-
rrido el término de diez y ocho meses a contar desde la fecha de este decreto)) (art.
2"). El 1" de septiembre Plaza comunica al ministro argentino en Londres, Manuel
R. García, que el gobierno de la provincia designó a Gabriel S. Martínez para que
le sea entregado el consabido bono generaI,98 Martinez, al explicar las dificultades
sobrevenidas, las atribuye en parte al propio D'Amico, que demora en enviar la do-
cumentación necesaria. 99 Cuando ésta se ha reunido y el representante bonaerense
sólo espera que Garcla rubrique el documento -el· texto preparado lleva fecha del
24 de diciembre- se le informa y reitera ante su insistencia que el ministro Plaza ha
dado orden de no entregarlo.lOo Aunque el Banco no vendiera los titulos basta el 14 de
febrero de 1886, la posibilidad de entrar en curso forzoso, seguramente considerada
ya inevitable a fines de diciembre, habrá decidido a Roca a retener una vez más el
pago efectivo de la deuda que, en el nuevo escenario, podria favorecer al Banco de la
Provincia pero ya no al gobierno nacional. En una de las reiteradas ocasiones en que
vuelve a discutirse esta cuestión, Manuel Láinez compara la situación del Banco con
la «de un individuo que tiene casa pero que no puede ocuparla [...] no tiene el título
que le acredite poseedor de tal deuda»:
«ese bono general fue remitido de acá a Europa al ministro argentino en Londres,
con esta curiosa condición: entregarlo con tal que no fuera ni caucionado ni vendido. [1]
y como el Banco de la Provincia, después de una larga campafl.a con el Banco Nacio-
nal sosteniendo los cambios internacionales, se habia comprometido por una suma no
menor de 40.000.000 de pesos en el servicio de los cambios, necesitaba de estos titulas
para ofrecerlos en garantia en el momento dificil en que se encontraba, se le ofreció el
bono general en estas condiciones tan inútiles, para recibirlo como un simple papel de
adorno. Aun pasando portados estos inconvenientes, se decidió a aceptarlo. ¡Pues ni aun
en estas condiciones se le entregó el bono general!»

desde la sanción de ley de octubre de 1883 (p. 1, c. 8), y que ((hoy» el tesorero de Banco de la Provincia
va a recibir el bono de la deuda con esa institución, y los «tltulos se entregarán en breve», asunto que
habrlan acordado dos enviados de Roca llegados a La Plata el dla 12 (p.!, c. S). Diez dlas después afirma
que la cuestión de [as deudas nacionales fue tratada por D'Amico con Gregorio Soler y Gregorio Torres;
((llegó a asegurarse que el dinero lo verla pronto el Gobierno de la Provincia» (2S.v1Il.1884, p. 1,7', lb.
28, p. 1, c. 7).
"cf. AGN-DR 177, Plaza a Garc!a. 1".IX.l884, copia.
"cf. AGN-DR 177, Martínez a Rocha. 31.x1l.1884.
"" c f. AGN-DR 177. García a Marllnez. 28.XH.l884 (copia); Rodrigo Terrero a Martínez, 30.XII.l884
(copia); y copias de Marlínez a Garda dándose por recibido del bono (no fue rubricada). con el dla de la
fecha en blanCO". y del Bono General, fechado el 24.XJl.

-"
284 lAVIERF.G AllcÍAaAs ALO

e en la cá~
Láinez pregunt a entonce s al ya designado ministr o Pacheco, present
todo derecho
mara, si «había subsanado ese inconveniente, entrega ndo, a quien tiene
de esos títulos) .
para recibirlo, el documento que le acredita verdade ro propiet ario
a la cuestió n que
Pero el ministr o se niega a contestar: se le piden infonne s ajenos
bonaere nse, rei·
motiva su presencia en el recinto. Ante la obstina ción del diputad o
nte de la República
tera que <ctendrfa que consult ar previam ente con el sef10r preside
sefialar el fondo extra eco~
para después dar explicaciones»), dando pie a Láinez para
á nunca a su ministr o
nómico del asunto: «El preside nte de la Repúbl ica no ensefiar
ni le autoriz ará tampoc o para
por qué una ley del Congre so no ha sido cumpli da,
a ejecutar la»). La rápida
que revele los móviles en virtud de los cuales se ha negado
res de Roca en la cámara -José María
y eficiente intervención de uno de los operado
a de Láinez es extemp oránea. 1m
Olmed o- prueba de inmedi ato que la demand

escribe Hueyo al respecto:


,., cf. DSCDN, 1885,1. 1, pp. 450-451. En la Memoria cotrellJlondiente a 1884
por el Gobierno Nacional.
«A pesar de esta ley [de 18.X.1883], el Bono General no ha sido aún extendido el crédito deL pals.
pueda uegarse un eleDlllnto poderoso que ha de ayudar a levantar
['H] no es crelble que
decidirá este punto.» (Memoria del Banco..., 1884, pp. 14-15).
El patriotismo del Gobierno de la Nación
lugar esta discusión entre el
Poco antes de concluir el mandato de Roca, en septiembre de 1886 tiene
[n.] Un dla de conflicto
ministro Pacheco y los senadores boDllllrenses del Valle y Rocha: «Del Valle.
a, el Gobierno Nacional ocurrió al crédito de la prlJYincla de Buenos
para el crédito de la Nación Argentin
an todos los intereses
Aires. [...] la provincia [d') salvó la situación con un contrato en el que se consultab
unos cuantos aftos [...] yel Congreso Argentin o creyó que la ley-contr ato que se habla
legltimos. Pasaron y estableci endo el
derogó cambiand o los términos de las obligacio nes
celebrado ~ ..l no le obligaba, y la aceptó esta situa-
[1) provincia de Buenos Aires
pago de estos en una forma distinta de la estipulada. La
antes en el Congreso Argentin o, apenas si tuvieron una [d'] observación a esta falta
ción y sus represent
adquiridos. [1] Debía
de cumplimil:nto a las obligaciones contraidas y de reconocimiento de los derechos una ley ordenando
Dictase
esperarse que este nuevo compromiso. en esta nueva forma sería cumplido. [1)
dictó y tuvo el cúmplase del
que se pagase a la Provincia de Buenos Aires, esa y otras deudas [...] La ley se Aires se encuentra en
PE y han pasado cuatro aflos y la ley no se ha cumplido ; y la provincia de Buenos
siguiente de hacer el préstamo . [1) Entnnces tenia
la situación en que se encontraba -un poco peor- al dla
a de que las obligacio nes se eumplil:r an, y quizás tendrfa el derecho de pensar que podrlan no
la esperanz
s, cuando no obstante la ley
cumplirlas, y digo que tendrla eL derecho de pensar que podrlan no cumplirla
de Buenos Aires obligacio nes sagradas por su origen y su
del congreso que mandaba pagar a la provincia
el PE se ha obligado con
solemnidad; cuando no obstante esas obligaciones sagradas, a renglón seguido
s [arreglo Pellegrim l a no pagar a la provincia de Buenos Aires en un término
comerciantes extranjero
lo. Elogla la alteració n del contrato de 1876 -«acto de gran
dado.» El ministro Pacheco intenta rectificar
habido Banco Nacional»- e
previsión polltica» sin el cual «no habría habido k:y de moneda, no habrla
los fondos, 10 que no puede
indica que se ha pagado al Banco y sólo queda pendiente la externalización de
exterior de la Nación. Traza un paralelo entre esa situación y la cancelada
hacerse en atención al crédito l «¿Por qué, en-
hipoteca ria del Banco Naciona
emisión de Sn 20m. en fondos destinados a la sección
no se le han heclUJ cargos al Poder Ejecutivo , cuando ha dicho que conviene derogar la ley que
tonces,
pregunta, interrumpiéndolo
creó estos veinte millones, mandados emitir para la sección hipotecaria?»,
debe y era un comprom iso solemne, y hasta se había mandado
Rocha: «Porque esto no se debe y lo otro se
la orden al Ministro argentino, diciéndolo que entregara el bono y en
seguida se le retiró). Pacbeco trata
de Hacienda.- Tratamos
salir airoso con un juego de palabras y el incidente sigue asl: «Seftor Ministro esa la regla del Gobierno
de una ley y el cumplimiento de una ley siempre se debe. Rocha- ¡Ojalá fuera
actuall» (DSSN, 1886, pp. 373-376).
IX. ENERO DE 1885

1. Las v/speras

En el último bimestre de 1884 la preocupación por el aumento de los compro-


misos externos y las dudas sobre el futuro de la convertibilidad se acentúan. E14 de
noviembre Emilio Lamarca, profesor de Economía Politica en la Facultad de Dere-
cho, publica un artículo periodlstico censurando la politica económica nacional y en
especial el descontrolado endeudamiento externo. Anuncia la proximidad del «curso
forzoso que asoma la cabeza y los hombros en el horizonte bancariO)). A pesar de la
cruda reacción del gobierno -al dfa siguiente expulsa a Lamarca de la cátedra «por
razones de mejor servicio»)- aquellas dudas se acentúan. l Procurando aventadas,
Roca escribe a Ernesto Tornquist, en carta destinada al conocimiento público:
«En el tiempo que me resta de Gobierno creo que no ha de haber conveniencia ni
necesidad de autorizar nuevos empréstitos. Y yo por mi parte me he de oponer decidida-
mente a toda idea que signifique aumento de nuestra deuda actual, que no es, sin embar-
go, excesiva, dados nuestros recursos y los objetos reproductivos a que se han aplicado
y aplicarán durante mi administración, todos los empel'los contraldos.
El estado actual de cosas es pasajero porque es ficticio, como Vd. 10 reconoce, y mi
gobierno está resuelto a usar de todos los elementos legítimos de la Nación para comba-
tirlo, llenando así el programa de paz, administración y pagos en metálico, que se trazó
desde el primer dfa.})2
Ante la persistente demanda de cambios, Plaza cita a los presidentes de ambos
Bancos para pedir el aumento de la tasa de interés, parecer que el directorio provin-
cial encuentra inconveniente}; sólo aprueba semanas después, mientras el interés de
los Bancos particulares trepa al 15%, un incremento del 1% (del 7 al 8%), «(para poder

1 cf. Auza, Católicos y liberales.... p. 350-351.


'BPGN, f. 1; fechada el 20J(1.1884 y publicada junto con el decreto de inconversión con el titulo «Lo
que va de ayer a hoy». Meses después se leedélli. cámara de Diputados otros párrafos de Roca a «uno de '"
los comerciantes de la Capital» fechados eI19.XI.l884: «Dejemos las aprensiones para los nerviosos y
timoratos. Por nuestra parte abrigamos la IIllÍs inquebrantable fe en el pals. [/] Antes de llegar al "curso
forzoso" yo babia de vender hallta la casa de gobierno. [...] ¿Dónde está., digo yo, el peligro de que se viene _
bablando? [1] El capital en tierras nacionales de que dispOJle el gobierno es mil veces mayor que aqul'il que
posela en el periodo dela última crisis, y con solo la venta de nuestra tierras podemos realizar 20.000.000
sin tocar uno solo de nuestros ferro-carriles. [I} :&tamos camo el pobre diablo que habiéndOlle sacado
la grande de la !oteda no podia dormir por el recelo de ser demasiado rico. [I} su afmo. Roca» (DSCDN,
1885. t. n, pp. 149-150). En 1884 Roca habrfa ofrecido a su pariente Wenceslao Posse, el más fuerte
empresario del azúcar y acaso el más rico hombre oriundo del noroeste, la venta de 200.000 bectáreas
de tierras públicas. Si el dato fuese cierto podrlarelacionarse con las angustias ftnancierllll del momento
(cf. Posse, Los POSSB..., pp. 82-83; no queda claro si la fuente citada remite a una tradición oral o a un
documento conservado en la familia).
'AMHBPBA, 001-1-23, ff. 225-226.
I
j,
,~
¡
IV. LA EXPROPIACIÓN DEL FERROCARRIL DEL SUD

1. La expropiación del Sud en el plan Ringue/e!

En su memorándum de abril de 1881 Augusto Ringuelet incluye la posibilidad


financiera de combinar la extensión del FCO con la expropiación del FCS. Calcula el
capital de este último en Sf 5 m., suma que se eleva a $f 18 m. considerando el 20%
que la ley de concesión fija en concepto de indemnización para el caso previsto de
expropiación. Ringuelet cree en la posibilidad de colocar un empréstito al 88%, que
implica una emisión de casi Sf 20,46 m y, para el servicio habitual de 6% de interés
y 1% de amortización anual, Sf 1.432.200 durante 33 afios y 144 días. Reuniendo en
una sola operación las sumas necesarias para la prolongación de una línea y la ex-
propiación de la otra,la provincia -cree el ingeniero- debe contraer una deuda por Sf
33,6 m. de 6% + 1% obligándose a un servicio anual de Sf2.352.000. El compromiso
se cubrirá con el producto de ambas lineas, pero durante el primer afio de pagos
deberá tomarse de rentas generales algo más de Sf 200.000, y el segundo poco más
de Sf 80.000 (v. cuadro 4). A partir de entonces, los ferrocarriles provinciales produ-
cirán una suma superior al servicio anual, que desde el cuarto afio se estabilizará en
un mínimo de Sf270.000. Sus estimaciones, insiste Ringuelet, «resultan de cálculos
hechos sobre bases prudentes)). Los datos no parecen, en teorla, desacertados. El
primer empréstito, de 6 + 1% que hace Buenos Aires bajo el gobierno de Rocha,
será tomado al 90% firme, libre de toda comisión, y se lanzará al mercado al 92%,
percibiendo la provincia un porcentaje de esa diferencia. El cálculo de las ganancias
de ambos ferrocarriles parece ajustado. l Para Ringuelet la oportunidad no genera
dudas: «opino que en vista de las grandes ventajas que reportará al país la ejecución
de estos proyectos, a pesar de la magnitud de las obras y del empréstito, no se debe
trepidar en poner mano a la obra. El crédito de la Provincia autoriza a lanzarse en
tan grandiosa empresa». 2 Tal el categórico consejo de quien fuera hasta entonces el
más autorizado funcionario bonaerense en la materia; al poco tiempo -unas semanas
después de abandonarse el proyecto de expropiación- pondrá fin a una fructifera
década de servicios en el FCo.

•Según Rebuelto 1115 ganancias líquidas en el año de la guerra civil, que afectó ambas llnellS, fue de Soro
718.934 para el FCO y Soro 1.338.587 para el FCS (HhtDria def de~arrol1o.•., pp. 124 Y 134); es decir $í
1.991.141.
, AGN_DR 185, A. R¡1Iguefet a Rocha, II.IV.l881.
446 JAVIER F. üA1!.ClA BASALO

CUADRO 4. CÁLCULO DE RECURSOS DEL ING. RINGUELET PARA CONTRATAR UN EMPRÉSTITO


DESTINADO A LA PROLONGACiÓN DEL FCO y EXPROPIACiÓN DEL FCS

Empréstito valor nominal $f33.600.000


servicio anual: $f2.352.000 (interés 6%; amortización 1%)

Primer afio. Productos del F. C. O. lf 937.880


id"F.C.S. $f 1.200.000
Suma a tomar de rentas genernles lf 214.120
Total lf 2352000

Segundo afio. Productos del F. C. O. $f 1.069.880


id"F.C.S. lf 1.200.000
Suma a tomar de rentas generales $( 82.12Q
Total $( 2352000

Tercer año. Productos del F. C. O. lf 1.201.880


id"F.C.S. $f 1.200,000
Total $f 2401 880
Hay un sobrante de lf 49.880

Cuarto afio. Productos delF. C. O. lf 1.422.000


id"F.C.S. lf 1.200,000
Total $( 2622 000
Hay un sobrante de lf 270.000

Fuente: AGN-DR 185

2. Misión Napp

«Teniendo presente los vivos deseos que vd. tiene -y que me ha manifestado en
las diversas ocasiones que me ha favorecido con su visita- de que durante el período
que se halla vd. al frente del gobierno, se verifique la expropiación del ferrocarril del
Sud, pensamiento grandioso que será aplaudido por todo el pais, he resuelto enviar al
señor Napp a Europa a últimos de este mes, con el fin de poner en juego los medios
conducentes para reunir el capital necesario que de forma a este gran pensamiento».3
Estas lineas de José Gregorio Lezama a Rocha, escritas a mediados de abril, resumen
el origen y características de las gestiones que Ricardo Napp realiza en los mercados
financieros hacia el verano boreal de 1881. El objetivo ha sido trazado por el goberna-
dor electo, pero el instrumento es, por el momento, extraoficial. Napp inicia su viaje
el 25 de abril. Aparte de aquel objetivo principal, está encargado de muy diversas ta-
reas, como contratar un ingeniero hidráulico (Rocha proyecta realizar grandes obras
de nivelación en la provincia), fomentar la inmigración o adquirir un conjunto de
obras clásicas para la biblioteca del gobernador. Aunque el comisionado no empren~

'AGN-DR 185, José Gregorlo Lezama a Rocha, 14.lV.l881.


447
AGONlAsDBLFBDERAUSMO

de regreso hasta fines de noviembre, las gestiones que aquí interesan


tienen lugar en
los meses de junio y julio.
El prop6sito de Rocha respecto del FCS es un secreto a voces que la
prensa dis-
ente. Incluso antes que Lezam a formalice por escrito su decisión de
enviar a Napp,
Edward Mulhall publica en las columnas del Standard un conjunto
de reflexiones
destina das al futuro mandatario, para sefialarle la conveniencia de identifi
car su ad-
ministr ación con la constru cci6n de líneas férreas y no con la compra
de las exis-
tentes. Según Mulhall, nada mantiene el crédito del Río de la Plata
en el mercado
de Londre s como el FCS -al que atribuye un capital invertido cercano
a los E, 20m.
Expropiarlo seria un grave error politico y económico. Por el contrar
io, dejada en
libertad, la línea se extenderá en dos o tres afias hasta Bahía Blanca, mientra
s que en
manos del gobierno no pueden esperarse más que insignificantes tramwa
ys o rama-
les de trocha angosta, de importa ncia electoral antes que económica.4
El columnista
tambié n dirige sus reflexiones a la comuni dad de sus lectores. Admite
la voluntad
vigente de llevar adelante la expropiación contrayendo un empréstito,
pero interpone
una discreta y al mismo tiempo aguda acotación: «si el dinero puede
obtenerse»... El
articulo, que se inicia recordando la oposición que en esa comuni dad
enfrentó Ed-
ward Lumb al buscar apoyo para una empres a sobre cuya viabilidad
se dudaba, con-
cluye exhorta ndo a apoyar la conservación de un negocio que en la siguien
te década,
asegura , los directores del Sud extenderán con un beneficio superior
all:zolo. s
La prédica del Standa rd tendente a demost rar el error implfcito en el
principio
de los ferrocarriles del Estado reverbera al otro lado del Océano, sin
que se distinga
la voz del eco. El periódico especializado Herapath'$ Journal, que
se publica en
Londre s 6, coment a las notas del Standard sobre la materia: «parece que
ha corrido el
rumor que el Gobern ador sellor Dr. Dardo Rocha pretende inaugu rar
su estipulación
[sic] con una gran empres a, compra r esta floreciente empresa», y aunque
sin «creer
por un momento que lo dicho sea verídicm>, la boja analiza la legislac
i6n vigente
vincula da a la cuestión y sus antecedentes: la concesión de 1862 y las
modificaciones
que, mediando la presión de George Drabble, se obtuvieron diez años
después: la
expropiación debe hacerse, eventualmente, pagando su valor más el 20%
en concepto
de indemnizaci6n. Lo que sigue es el cálculo de la posibilidad financie
ra de Rocha
para realiza r la operación. El precio estimado por Herapath '$ trepa
hasta alcanzar
los f 5m. redondos, pues parte de la cotización de las acciones ordinar
ias en Londres
CE, 2m. a 158%) y los debentu res (f 0,75m. a 128%). Un
empréstito contratado por
la provincia en los término s más mvorables -sigue el peri6di co- no
podrá superar
el 83% pagando un interés del 6%. Esto implica la emisi6n de E, 6m.
en bonos que,

• Se alude a los tramway s de cargas en la campafta propuestos por los


hermano s Lacroze; cf. AGN.DR
183, «Tranvías. 1881-18831J.
'Standard. 6.IV.1881 (recorte en AGN-DR 185).
• El articulo, en mala traducción al castellano. se encuentra en un manUllcr
ito en AGN_DR 185.
448 JAVIER F. GARClA BASALO

sin la amortización correspondiente, requerirán ;( 360.000 al afio. Ahora bien, las


utilidades de la empresa en 1880 alcanzaron a :E 265.600, reducidas por pérdida en
los cambios a ;( 217.600. Aun cuando se sumen unas ;( 20.000 de ganancias por la
explotación de la prolongación a Ayacucho (improbable si la línea pasa al Estado),
puede calcularse una «pérdida segura de ;( 125.000 al afio por los efectos de la com-
pra de este ferrocarril», que aumentará si se disminuyen las tarifas de la línea. En
cualquier caso, la compafifa nada debe temer pues «la ley tiene que ser respetada y
si los accionistas pierden su línea entrarán en un amplio "quidpro quo". ¿Pero cómo
puede el Gobierno contemplar acto tan suicida?»
Hasta aquí la disparidad respecto del cálculo de Ringuelet -aparte los juicios
de valor- nace de los criterios adoptados para calcular el precio que debe pagarse: el
capital invertido o el valor de los titulas cotizados en bolsa. Éste será, en efecto, un
punto clave en la cuestión. Se sefialan también otros dos temas, Uno, muy trajinado:
el Estado empresario, principio impopular y muy limitado en su práctica. Inglaterra,
India, América [sic: Estados Unidos], Canadá, todos se oponen a ello». El segundo
tiene mayor interés, dado que reaparece en los papeles privados de los negociadores,
se presenta asociado al anterior y es en cierto modo bivalente. El Estado empresario
es un error particularmente en este caso, pues «si hay un pafs más que otro, cuyo fu-
turo depende sobre la introducción de capitales extranjeros para el desarrollo de sus
recursos inmensos es la República Argentina», Se trata de una alternativa en la que
uno de los términos anuncia ruina y el otro no sólo la evita: trae consigo la bonanza.
El progreso y una etapa de inversiones queda excluido si se expropia el FCS; en este
,""o
«el Gobierno puede pronunciar un adiós a las empresas individuales en esta materia
[...] cometerá un estupendo disparate como un asunto de econornfa polltica, y arrojará
del pals un cuerpo de capitalistas quienes tienen los medios y la inclinación para proveer
todas las facilidades de ferrocarriles que fuesen razonablemente requeridas por la Pro-
vincia -yeso aún sin pedir al Gobierno auxilio de ningún género»).
He aquí un anticipo de la solución que tendrá el asunto mediando las gestiones
de Parish. El problema que creará la expropiación, concluye Herapath 's, será mayor
para el gobierno que para los capitalistas, pues aunque aquél sea el «mejor pagador
de los ferrocarriles del mundo [m] la pérdida para el país será mucho más seria)),
puesto que (<1os capitalistas que han dedicado sus esfuerzos hacia la República Ar-
gentina encontrarán otros terrenos para emplear sus dineros y trabajos}) y no podrán
ser reemplazados. y esto mismo, ¿no es un argumento suficiente para «desanimar los
concesionarios Británicos a la suscripción del empréstito) que el gobierno necesita
para la expropiación? Con ese interrogante -cuya respuesta el Herapath 's sin duda
podria dar- concluye el análisis. Agregado a él Rocha, conservó la carta de un lector
del Standard, cuya torturada traducción no impide alcanzar su sentido:
AGONíAS DEL FEDI!RAUSMO 449
«La expropiación sin buenas razones y mayor confianza de la que existe en la Pru.
dencia del gobernador [u.]. quitará el comj.e ~ l.os capitalistas ingleses. Presumo que.
además del nuevo empréstito tomado al prlllClplo en París, aunque tuviese que venir a
Londres al último, no participe al dolo de mi amigo del Rlo de la Plata y suponga que el
viejo nuestro país está arrojado a los perros.
Aún no ha llegado el tiempo de arrojarnos al mar))?

Para el caso de la expropiación Napp lleva un borrador de contrato con blancos


para completar durante la negociación. Prevé el lanzamiento de un empréstito con
un producto efectivo que alcance los {5,92m., de los cuales f, 3,6m. se destinarán «al
rescate de la línea del ferrocarril del 8mb). Otra alternativa estudiada por Lezama y
Rocha crea Bonos Hipotecarios sobre los FFCC del Oeste y del Sud, emitidos con
carácter de empréstito exterior y vendidos al firme al grupo que resulte tomador, que,
cn condiciones de igualdad, tendrá preferencia para efectuar en Londres el pago de
las acciones del FCS. 8
Instalado en París, Napp toma contacto con el Barón Emilio d'Erlanger, y co-
mienza a gestionar un empréstito de f, 8m., considerando que «Rocha tiene grandes
proyectos y sé que más tarde le sería dificil realizar otrO),9 Erlanger habia integrado
el sindicato que, bajo liderazgo del Conde Caben D'Anvers -una de las casas de la
«joven banca judía»Hl_, habíase formado en 1880 para tomar el empréstito nacional
de ferrocarriles, operando en Buenos Aires a través de su representante, Heimenthal
y ca. Con esa operación la banca francesa ingresó en el negocio de los empréstitos
argentinos. Abora Napp procura introducir a la provincia de Buenos Aires en la ruta
abierta por el gobierno nacional, pues apenas da sus primeros pasos debe conven-
cerse de la imposibilidad de contar con otro mercado financiero fuera de París: en
Alemania la República Argentina es desconocida, mientras Londres -no en vano lo
habían advertido el Standard y el Herapath 's- es «decididamente bostib), expresión
que se repite al paso de los informes: «estamos completamente a merced de París;
Londres nos es decididamente hostil para la consabida operación [expropiación del
FCS], y Alemania es aun indiferente». Por otra parte -conforme a la teoría del precio
de expropiación determinado por la bolsa-, la amenaza de expropiación «produce»
un alza de los títulos de la empresa, que llegan por entonces al 168%.

7 AGN-DR 184: como la anterior es traducción de León de Pineda y Ezcurra. Infortunadamente no están

adjuntos los originales en inglés.


lcf. AGN-DR 184, el proyecto de empréstito en siete fojas sin título (<<Entre le Gouvernement de la Pro-
vince... JI) y Bases para la negociación de los Bonos de Ferrocarriles.
'El relato de la misión Napp se basa en AGN-DR 184, apógrafos de su correspondencia a Lezica desde
París los días 10, 13, 15 y 18.YI; de aqul se tomaD las citas. Algunas referencias que da Napp sobre el
mercado y los banqueros están confirmadas en el citado estudio de Regalsky a partir de fuentes france-
sas; no refiere este autor hallazgos sobre el intento de expropiar el FCS.
'"cf. en Regalsky, Mercados, inversores..., pp. 115-160 la descripción de «El mercado de París y los gru-
pos inversores franceses en la Argentina»; de alH (p. 132) se loma la expresión del texto.
450 JAVIl!RF.OARClABASALO

El empréstito nacional de 1881 había sido tomado al firme por el sindicato a un


precio bajo (82%) y lanzado al mercado a otro alto (92%); la cotización oficial es en
aquel momento 96%. Según sus infurmales instrucciones, Napp no puede considerar
ofertas inferiores al 90% libre de comisiones para la provincia. Después de entre-
vistar al «verdadero director del grupo de banqueros», como el enviado de Lezama
llama a Caben, queda claro que no aceptarán ese tipo; sugieren en cambio 85%. Se
argumenta insistentemente que, luego de la cesión de la ciudad de Buenos Aires, el
crédito de la provincia no iguala al nacional. Este «malhadado estribíllQ» viene ava-
lado por la coincidente calda de los titulas provinciales en la bolsa de Londres. Mien-
tras sigue en contacto con los banqueros, Napp procura que Lezama logre en Buenos
Aires la aceptación del 87% como punto de partida para una negociación formal. Sin
conseguirlo, insiste durante el resto del mes de junio, advirtiendo sobre el carácter
inestable del mercado financiero en Franciall e ilustra a sus corresponsales sobre los
procedimientos ordinarios para la colocación de tItulos argentinos, que tornan impo-
sible un porcentaje tan alto como el deseado por el gobernador. Asimismo, Napp des-
cubre y describe la subordinación del mercado financiero francés al británico. Los
banqueros toman los títulos al firme y al lanzarlos al mercado publicitan la operación
dándole una cotización alta y afirmando que las suscripciones cubren largamente la
emisión «(Todas las cotizaciones de fondos Argentinos en Londres son nominales y
la alza artificial», repite con frecuencia1l). Se ven obligados a retener, sin embargo,
la mayor parte de los titulas, que van colocando paulatinamente. Para ello precisan
mantener elevada la cotización no sólo del empréstito en cuestión sino, en general,
de todos los titulos del pais (<<entrar en una especulación a la alza sobre los fondos
Argentinos, para bacer[los] subir sin que el público apercibiese el móvil»). Esto exige
«ganarse la buena voluntad» de <dos banqueros que negocian con nuestro pais, que
son los tenedores de nuestros títulOS», dándoles, llegado el caso, participación en el
nuevo negocio, «o bien alquilar esos titulos durante algún tiempo, para evitar que los
tenedores se aprovechasen de la alza para realizarlos». En «nuestro caso», dice Napp
refiriéndose a la expropiación, «hay aun que tener presente la hostilidad del mercado
de Londres que constituye un verdadero peligro»... Otro argentino que se mueve en
el ambiente financiero del viejo mundo coincide en que «habria que calcular por lo
bajo un seis por ciento para los banqueros [m] y que si el mercado no era muy favo-
rable, en vez del 6% habrían de exigir el 8%, siempre sin la comisión de los agentes
~ ..]Que además aqui estaba esa clase de negocios, es decir, empréstitos Argentinos,

11 La referencias de Napp armonizan con lo conocido sobre aqueL alio de especulaciones, que concluye
con la crisis de enero de 1882, desencadenada por la quiebra de la banca Unión Générale, cuya caída se
atribuye a maniobras de Rosthchild (cf. Charles T. Kindleberger, Pánico en lasjinanzas. UrJa historia de
fas crisisjinancieras, Buenos Aires, 1981,219 PP. esp. pp. 60-63; 94-95; 143; 149).
11 La impresión coincide con los informes que, también desde Pam, Otto Bemberg da al gobierno nacio-
nal en 1884: «la colocación de estos tltulos es completamente nominal»; «en cuanto a 10 que diga algún
diario, se sabe que eso aqu1 se paga a tanto la llnea» (cf. AGN-DR 196, Copia decurIa de Bemberg sobre
cédulas hipotecarias / Notas maliciosas).
AGONÍAS OBL FEOERALISMO 451
en manos de unos cuantos pocos banqueros, que harían pagarse bien su cooperación
absolutamente necesaria, lo que desgraciadamente es cierto».
Las tratativas de Napp siguen los humores de aquel inestable mercado. Durante
la última semana de junio y los primeros días de julio el emisario viaja a Alemania
~Francfort, Berlín, Bremen~ ocupándose de distintos encargos. Por fin, hacia media-
dos de mes parece que logrará su propósito. Erlanger 10 cita para ofrecerle tomar al
89% firme la suma necesaria para la compra del FCS; el resto de la emisión se lanzará.
sólo seis meses más tarde. Napp se muestra inclinado a presentar la proposición al
gobierno bonaerense y Erlanger telegrafia al encargado de la casa en Londres, citán-
dolo a París. Cuando éste ~un tal Mr. Schiff- y Erlanger se encontraron con Napp el
sábado 16, argumentando que el enviado de Lezama carecía de condiciones defini.
tivas «manifestaron que juzgaban rotas las negociaciones, retirándose ellos definiti~
vamente del negocio! [u.] Era claro, dado lo hablado con el Barón en la tarde anterior
y las disposiciones que él entonces manifestó, que el fracaso final se debía a la casa
de Londres}). La explicación de Napp apunta a la dependencia de la plaza de Paris
respecto de la inglesa. Los banqueros parisinos involucrados con la Argentina «han
adquirido la absoluta certeza de que en la Bolsa de aquí [París] nunca hallarfan com-
pradores») para esos titulos: «(forzosamente tienen pues que dar salida de los bonos
al mercado de Londres)), Alli la hostilidad es insuperable: «la colocación del nuevo
empréstito del ferrocarril Provincial seria tanto más dudosa, cuanto la Empresa del
Sud parece dispuesta a oponerse judicialmente a la expropiación».
Pero Londres no se limita a un veto pasivo. A comienzos de la semana que con-
cluye tan descorazonadamente para Napp, Frank Parish inicia un nuevo viaje al Río
de la Plata. Entre las gestiones que como representante de los FFCC Central Argen-
tino y del Sud lleva encomendadas figura en primer término evitar la expropiación
de este último.

3. Misión Jorge

La consistencia de los anuncios que los voceros del mercado de capitales inglés
circulaban desde principios de 1881 pronto puede ponerse a prueba. Poco más de
dos meses después de su asunción, el 6 de julio, Rocha promulga la primera de las
leyes -serán tres a 10 largo de su mandato- que lo autorizan a contratar empréstitos
exteriores. El destino principal de los $f 20m. a emitir es en este caso el pago de la
deuda del gobierno al Banco de la Provincia, la institución clave de la autonomía bo-
naerense, de la que pende todo lo demás. El gobernador encarga sondear el mercado
financiero a Luis M. Ruiz para tratar la colocación en lo inmediato de $f 10m. al 90%
libre de toda comisión, reservándose la provincia el derecho a emitir como deuda
interna el resto, y los posibles contratistas la preferencia en caso contrario. Ruiz, pro-
bablemente en contacto con la casa lbáñez Vega, mantiene una activa comunicación
452 JAVIERF. GARCI/.. UASALO

con Paris entre ello de julio y el 20 de agosto, instando a comprometer en el negocio


a Mildred, Goyeneche y Ca., y advirtiendo que «Baring Brothers Ca. quiere negocio
para evitarlo necesito propuesta». Los ruegos telegráficos de Ruiz aseguran la dispo-
sición de Rocha para «trabajar con nosotros», sin obtener una respuesta positiva al
respectoP El momento en que se intenta la negociación coincide con uno de los tres
«periodos de tensión» de 1881 que anticipan la crisis financiera francesa de enero de
1882. 14 A nombre de los Baring trata con el ministro Uriburu su representante local,
Nicholas Bouwer. Aunque desde un primer momento Ruiz habla del interés de Ba-
ring, los acuerdos no avanzan hasta la segunda mitad de agosto. Bouwer tiene tiempo
aún para trasladarse a Rosario y atender otros asuntos. La cuestión se resuelve entre
el 18 y el 19 de agosto. Las condiciones entonces propuestas por Bouwer a Uriburu
y aceptadas por Rocha garantizan el 90% liquido como resultado minimo sobre la
colocación del 50% del monto del empréstito. Baring obtendrá ell% de comisi6n y
la diferencia entre el 91% y el precio de colocación se repartirá por mitades. La Casa
podrá colocar o enajenar el resto del empréstito en tiempo y forma a acordar con el
gobiemo.15
EÍ 11 de agosto Ruiz todavia insiste a sus interlocutores: «dominamos la situa-
ci6ID>; pero a un requerimiento de aquéllos contesta sin poder dar carácter oficial a la
gestión mientras no haya una propuesta formal de los banqueros. El 20, naturalmen-
te, debe telegrafiar: «Gobernador de la Provincia de Buenos Aires esperó respuesta
sobre empréstito ocho dias. Ya no puede hacerlm). ¿Son éstos los desesperados in-
tentos de un intermediario que ve escapar su negocio, o en verdad Rocha busca hasta
último momento no depender de una banca tan vinculada a los intereses del FCS?
Que el texto de los telegramas se conserve entre los documentos del gobernador su-
giere que, en efecto, él controla la acción. Otro indicio sobre su esperanza de lograr
separarse de Baring es un conjunto de papeles relacionados con el enlace Lezama-
Napp fechados en esos días.J~
El 27 de agosto, en ejecución del convenio firmado con Bouwer, Rocha designa
a Faustino Jorge «agente» ante la casa Baring. Asimismo, el presidente del Banco

!lLas instrucciones a Ruiz en AGN·DR 195 (borrador sin fecha); alH también once telegramas en c1uve
remitidos enjulio y agosto; en AON-DR 194 la descodificaciÓn. Otra propuesta para colocar el emprés-
tito en AON-DR 177, White a Rocha, 1".VU881.
"Según parecer del estudioso de la quiebra de la «Unión Générale», Jean Bouvier, citado por Kindle-
berger, Pánico..., p. 94.
II AON-DR 194, Bouwer a Uriburu, 15, 18 (bases) y 19.VIII.l881, y un borrador de nota a Bouwer acep-
tando la propuesta.
"cí. AGN-DR 184, notas y borradores de los días 16, 17 Y 18.VIII.l881; todavíu e117.VIIl Rocha está
interesado en conocer qué banqueros est4n detrás de una propuesta que remite Napp el 16, pero enfu·
rece cuando Lezama no guarda sus instrucciones de obrar extraoficialmente: «Le manifesté que por el
momento no podía recibir propuesta alguna. Esto se lo repeti con illllistencia ayer y hOY>I. La duda de
Rocha parece continnada por una consulta del ministro Romero, a quien la falta de noticias hace creer
el18 que en el acuerdo habla «sobrevenido algún inconveníente gruVll» (AGN-DR 177, Romero a Rocha,
18.VIII.l881). Rocha contestó a Bouwer el 19.
AGONfAsDELFEoJ!kAusMo 453
de la Provincia, Carlos Casares, quien {XIr la ley de creación del empréstito ed
autorizado para caucionar o vender los tltulos, confiere a tal fin poder esp~ a
Jorge como agente con plenos poderes «en la órbita de sus instrucciones».17 El 1 ~
gido ocupa entonces la presidencia del FCO. Podría pensarse que, dados los Pla::
ferroviarios del gobernador, su elección se relaciona con el propósito de establee s
vínculos con las casas proveedoras, actualizar conocimientos, anudar convenios, ete:.
Ciertamente, Jorge procurará hacer todo esto. Pero el punto principal que patece jus~
tificar su elección para esta misión principalmente financiera radica aún en la Posible
adquisición del FCS. Esto se advierte en su libro de claves telegráficas, en el que me~
nudean los términos vinculados a esa cuestión; así se advierte en este vocabulario:
«cofre. expropiación del Ferrocarril del SUW> [oO.] «coginete, que digan cuál es el ver-
dadero costo de la lloea del Sud» [...] «cojo, ofréscales en pago de la Unea del Sud hasta
libras.. .» [...J«c%rete, Directorio del Ferrocarril del Sud» [...] «collar, vea si puede tener
la compra del Ferrocarril del Sud tratando con la compallla y por qué precio, sin lleCeIIi~
dad de hacer efectiva la expropiacióIDI [...] «comarca, Ferrocarril del Sud»~ ..]ll'conmutar,
ocúpese de negociar con el Directorio de la Compallfa del Ferrocarril del Sud el precio
para la expropiaciÓn» [.o.] «cordón, creo que accionistas del Sud dificultan colocación del
empréstito [del 6 de julio] porque temen que se destine producto a expropiar su linea»
[no] «lb/cuy, se hace muy mala atmósfem porque se afirma que mi objeto es buscar fundos
para la expropiación del Ferrocarril del Sud» [...] «tren, pido autorización para declarar
públicamente en acto oficial que no tengo encargo ninguno respecto del Ferrocarril del
Sud», etc. l !
Sin demora viaja Jorge hacia Europa.19 Llega a Londres el 27 de septiembre; se
dirige de inmediato a la casa Baring. S610 una semana después logra entrevistarse
con el Muro Lord Revelstoke (Edward Charles Baring). Percibe de inmediato que la
instrucción que le indica proceder rápidamente a la emisión de los titulos no podrá
cumplirse. El mercado no es propicio, se le dice. Logra, si, que la provincia pueda gi~
rar a 90 días hasta f. 500.000 (operación habitual aunque en este caso significativa por
el monto) al accesible 5% de interés. Durante el siguiente mes, la correspondencia de
Jorge refleja la admiración y confianza que despierta en él el prestigio de los Baring
-«como hombres honrados y como caballeros~)- y, paradójicamente, la reiteración
de un mismo mensaje que recibe de éstos: sobre el empréstito nada puede hacerse
hasta fin de mes, hasta noviembre, hasta abril próximo... La tasa de interés del Banco
de Londres, las dudas acerca de la ratificación del acuerdo de limites en el Congreso

n AGN-DR 194, Poder especial. Su Excia. el sr. Gobernaciorde la Provincia al Dr. D. FaustinoJorge y
Poder especial, el Banco de la Provincia al Dr. D. Faustlnn Jarge.
'8 AGN_DR 194, Cll7lle telegr4fica entre el Exnw. Gobierno de la Provinciay el Cam/swnado Dr. D. Faus-
lino Jorge. Palabras para la dirección por la Agencia HavlUl con el Exmo. Sr. Gobe7nadar=Sonrosear.
Con el sr. Mmislro de Hacienda=Sondaleza.
¡'cf. AGN-DR 194, los papeles reunidos bajo el rotulo ~(Misión del Dr. D. FaustinoJorgeJl, enespeciallu
cartas del enviado a Rocha de Londres, 28.IX y 9.X; Parls, 17 y 19.x; Le Creuzot, 26.X y Londres, J y
9.XI.l881; en el mismo lugar nolas sobre telegramas, etc., referidOll 11 la gestión.
454 JAVlERF. GARCIABASALO

chileno, los proyectos de obras sanitarias del ministro Romero, todo conspira, al pa-
recer, para impedir la disponibilidad de fondos. Jorge viaja al continente. Visita por
consejo de los banqueros las industrias Cockerill. En Paris conoce el observatorio
que dirige Monsieur Mouchez, de quien recibe el elogio dedicado a Rocha por sus
proyectos de medición del meridiano. Luego se detiene en el establecimiento de Le
Creuzot. El 26 de octubre comunica desde allf que los Baring al acusar recibo de la
noticia que confirma la aprobación chilena de los pactos, <eme dicen: las obligaciones
nacionales han subido un poquito pero las Provinciales quedan sin mudanza»; para
el empréstito «será necesario esperar la primavera, es decir seis meses». Tres dias
después, Rocha telegrafla a Jorge: «No expropiaremos ferrocarril del Sud. Todo bien
arreglado».20 Antes de finalizar la semana Jorge puede concluir los acuerdos con la
casa bancaria. El mercado está mejor, y aunque Baring persiste en demorar el lanza-
miento para mejorar el tipo de colocación el Banco de la Provincia puede de inmedia-
to comenzar a girar hasta 1: 1m. Rocha aprueba el 12 del mes siguiente los términos
comunicados a Buenos Aires el 4, formalizándose de inmediato lo convenido. 21
Aun cuando la cronologia y el paralelismo de los trámites es elocuente, el víncu·
lo directo entre la renuncia a expropiar el FCS y la reapertura del mercado de crédito
para la provincia de Buenos Aires, hipótesis sugerida en las terminantes afirmaciones
previas de la prensa inglesa en Londres y Buenos Aires, aparece confirmada en tes·
timonios posteriores. Así, afios más tarde un intimo de los circulos de poder bonae-
rense afirma en la Legislatura su conocimiento directo de la ayuda que el Directorio
del FCS en Londres prestó a la provincia «facilitándole las operaciones de crédito en
aquel mercado».22 Más categórico es el testimonio de William H. Moores, apoderado
de la empresa y protagonista de los acuerdos de 1881, que confirma un lazo directo
entre la acción de la empresa y el acceso bonaerense al crédito en Londres. En otro
momento de tensión entre Rocha y la línea inglesa, Moores le recuerda:
«Hasta ahom, y esto le consta a V. E., los hombres más influyentes de la Empresa en
Inglaterra han prestado su valiosa cooperación para ayudar al Pais, y al mismo Gobierno
de V. E. en distintas veces que ha solicitado crédito en ese gran centro monetario, pero
mal podría esperarse la continuación de esta buena voluntad, si se adoptase una medida,
que a mi juicio, será perjudicial a la Provincia y a la misma empresa del Ferro Carril del
Oeste y, un acto de verdadem hostilidad a la del Sud».23

'0 AGN-DR 194, Rocha aJorge, te!eg. 29.X.188l, original y traducción. El mensaje cifrado debió decir:
((No cofre. Alegria», pero se telegrafió: «No expropiaremos comarca. Alegria»; parece evidente el deseo
de facilitar la comprensión de la noticia remitida a través de la Agencia Havas.
"En Buenos Aires El Diario ya ello.XI anuncia que «ha circulado la noticia de que el Dr. Jorge habría
firmado en Londres» el acuerdo con los Baring (p. 1, c. 2). Cm firmación y detalles de la noticia (no todos
exactos) en la edición del 12-13 (p. 1, c. 2 y 5), 14 Y 15 (p. 1, c. 2).
"cf. DSCDBA. llJlJlJ, P. 425.
" AGN-DR 184, Moores a Rocha, 10.vU.1883. Opina Wright, refiriéndose al «tema de la expropiación»
que se agita antes de la misión Parish, que «sólo se trataba de un rumo!». Afirma además que la actitud de
Rocha «(\os dirigentes argentinos») era reacia a tomar medidas enérgicas contra las empresas extranjerllll
«por temor a cortar una fuente importante de capital» (cf. Winthrop R. Wright, Losferrocarriles ¡"gleses
'i1"Üih_2

AGONÍAS DIl.L PllD...... _


--..........o 455
La contrapartida de la amenaza no es la mera neutralidad sino el favor:
me a las unánimes opiniones que levanta, la negociación concluida por J~COnfor_
tituye un espaldarazo para el gobierno provincial: el empréstito se lanza al 92~ns­
Londres «después que el Gobierno Nacional enajenó el suyo a 82% nominal» ~
Jorge. Desde entonces los títulos provinciales cotizarán arriba. «Un pueblo qU~ ha
operaciones como la que anunciamos» -publicita la prensa partidaria-, «es un pue~
que merece la confianza de los demás, y que ha dejado de llamarse South America».2A
También la prensa opositora se inclina -aun cuando el reconocimiento DO llegue
hasta la persona del gobernador: «Desde antes de la llegada del Dr. Jorge de Europa
dimos la noticia de que el empréstito [...] había sido negociado en buenas condiciones,
felicitando sinceramente de ello al ministro de Hacienda y al enviado especial que se
mandó a Londres [...] la Provincia de Buenos Aires hace en estos momentos un papel
brillante en Londres [".] Es la primera vez que un empréstito argentino se presenta en
los mercados europeos bajo tan favorables y honrosos auspicios [...] Creemos dar al
país una noticia verdaderamente trascendentab>.2S Se comprende así que los círculos
rochistas hayan procurado convertir el hecho en una ocasión solemne, celebrada,
conforme a los hábitos de época, con un banquete de bienvenida al presidente del
Feo.2~ «Si vd. no hubiera tratado con ellos [los Baring] el negocio hubiera fracasado
con ruido», habia escrito Faustino Jorge al gobernador, ya familiarizado con la City,
tras el cierre del acuerdo. 27

4. Misión Parish

Hacia julio de 1881 los circulas de decisión, desde el presidente de la Repúbli-


ca2S hasta los argentinos residentes en Londres, están pendientes de la expropiación
del Fes. Desde alH subrayan las dificultades: «le diré con la franqueza que conviene
en estas cosas, que la opi;?ión aquí es generalmente adversa a esa operación~..]Creen
que las razones que puede tener el gobierno para la expropiación pueden autorizarlo
para pedir a la compaftfa la modificación de sus tarifas o de las causas que producen
las quejas del público. Es casi seguro que la compafiía accedería a los deseos del go-

en la Argentina. Su l'!fluencia en el nacionalismo económico. 1854-1948, Buenos Aires. 1980; 343 pp;
pp. 59-60), Si lo expuesto muestra que la expropiación era algo mAs que un rumor, sugiere también que
el «temor» se funda en el conocimiento cierto de una amenaza explicita.
,. El Diario, 12·13X1.1881, p. 1, c. 5. También la prensa inglesa local modifica su actitud tras el acuerdo
(cf. «El "Herald" y el Dr. Rocha», en El Diario, 17.1.1882, p. 2, c. 3).
25 La Prensa, 24,IH.I882, p. 1, c. 5; el comentario se introduce con ocasión del lanzamiento al mereado,

que los Baring concretan el 22.III.l882, siguiendo un procedimiento ordinario: pago anticipado en giros
y retención de tltulos para colocarlos en el mercado en momentos oportunos. Tal operatoria tenia. ade-
más de ventajas, sus riesgos, como comprobará la CillIa en 1890.
'·cf. El Diario, 24 (p. 2, c. 2) y 30.XII (p. 1, c. 2) de 1881; 3.1.1882,·p. 2, c. 4.
"AGN·DR 194, FaustinoJorge a Rocha, LeCreuzot, 26.X.l88L
"cf. AON-DR 38. Roca a Rocha, 4.VII [de 1881].
456 JAVIBR F. GAltCÍABi\.SALO

biernO)~.:!'J Bien informadoestaba Lucas González -de él se trata- al resper.,1o. CUan-


do Rocha responde -«tenía conocimiento que la opinión en ésa era adversa»)- ya
ha recibido a Frank Parish, pidiéndole que exprese por escrito (das modificaciones
de tarifa y otras reformas que se propone adoptar en el servicio del Ferrocarril del
Sud)~. Dos dias después del encuentro, Parish presenta su primer memorándum en
el que anticipa muchos puntos al cabo acordados a fines de octubre. Respecto de las
tarifas ofrece «(Una reducción muy considerable en el precio del transporte no sola-
mente de los productos del país sino de los artículos de consumo y de los materiales
necesarios para la explotación de los establecimientos de campo». Al enunciar «las
otras mejoras» Parish confirma la deficiencia del servicio que presta su empresa, en-
sayando como disculpa «las circunstancias del país» que no permitían «perfeccionar
el sistema~), lo que ahora se hará «contando con la seguridad de nuestra propiedad)).
Aun cuando se propone «estudiar personalmente la posición y las necesidades de la
compaflia» puede ya anticipar algunas «reformas generales~).
El caso del servicio de pasajeros es elocuente y permite comprender cómo bajo
la aparente «eficiencia>~ que eleva el coeficiente de explotación30 de la empresa se
oculta una ganancia obtenida por la combinación de altas tarifas y malas prestacio-
nes. Para mejorar este servicio -en el que se seflala como defecto saliente su lenti-
tud- la empresa aceptará por fin reducir la circulación de formaciones mixtasll • En
lo inmediato sólo será posible aumentar la velocidad «disminuyendo el número de
wagones~), pero «más adelante cuando estemos provistos de los medios suficientes»
podrá brindarse «un servicio separado para pasajeros). Respecto de las estaciones,
Parish admite que «muchas de ellas, a 10 menos las principales, necesitan una ex-
tensión grande o más bien una reconstruccióll), y en especial de la estación central
indica que «es no solamente insuficiente sino, según su distnbución actual, muy
incÓmoda y ofrece obstáculos a las operaciones de los compradores de frutos, dando
lugar a quejas y opiniones desfavorables contra la Empresa)). También promete revi-
sar el sistema de cargas de modo que se garantice «la entrega según peso y medida
recibida sin pago excepcional). Talla poco feliz situación de la empresa, acaso mejor
reconocida en el insospechable testimonio del enviado que en la idealizada visión
retrospectiva que en ocasiones se traza sobre ella. En relación con la prolongación
de la línea, cuestión que sin duda Rocha ha subrayado en la entrevista, conviene en
«que es de sumo interés para el paíS); es también «el deseo, la politica y el interés de
la CompaiHa»; «he venido a estudiar la cuestión que con tal que pueda obtener por
el intermedio de V. E. la exoneración del derecho de expropiación por el resto,del
término de nuestra concesión, estoy dispuesto a recomendan), La prolongación de

lOAGN_DR 184,1.. González a Rocha, Londres, 27.Vll.l881; Rocha a González. 29.VIII.l88l, indica que
aún no hay resolución en la materia. González le había anticipado la partida de Parish, ((creo que lleva el
encargo de evitar la expropiación del Ferrocarril del Sud» (8.VIl.l881).
"Es la relación entre los productos y los gastos de una linea (ce= G x 100 + p).
n Aquellas en las que se agregan vagones de carga y de pasajeros.
AGO~SDELnm~MO 457
Azul a Bahia Blanca -promesa atenta a los tiempos políticos del gobernador_ será
construida en menos de tres afioS.l 2
En coincidencia con el viaje oceánico de Jorge, los tratos quedan sin novedad
durante el mes de septiembre. Parish se ocupa de gestiones vinculadas a la otra com~
pa.fHa que representa -el FCCA- y, debe presumirse, realiza los estudios directos
prometidos. El sábado 15 de octubre Rocha, Parish y William H. Moores celebran
una larga conferencia de «cinco horas consecutivas», y el tono que emplea la Prensa
partidaria anuncia ya la decisión de llegar a un acuerdo. ll Al dia siguiente, domingo,
siguen las discusiones, incorporándose a ellas el gerente de la empresa, George Co~
oper, Augusto Ringuelet y el ministro de Hacienda, Uriburu. Del acuerdo polftico
se ha pasado a la implementación práctica, anticipándose ya algunos de los compro-
misos que contrae la empresa.lol Éstos son formalmente enunciados én una nota que
Parish dirige a Rocha el 18; al día siguiente, ante escribano público, celebra contra-
to para la prolongación de la línea hasta Bahía Blanca y Tandil, que incluye en su
más breve e importante artículo el nudo de la cuestión: «El PE se compromete por
su parte a no expropiar las líneas de la empresa hasta el 21 de mayo de 1902». Otro
artículo, siguiendo las lecciones de la historia, establece expresamente la sujeción de
la empresa a la ley general de ferrocarriles y a toda disposición y reglamento que rija
en la materia. El ferrocarril deberá llegar a Bahía Blanca antes del 21 de abril de 1884
Y a Tandil antes del 19 de octubre de ese afio. Se puntualizan, además, una cantidad
de detalles técnicos sobre la construcción, a fin de garantizar la calidad de la obra y
la seguridad de los servicios, quedando sujetos a la aprobación del PE incluso los pla-
nos del tren rodante. Respecto de la cuestión clave de las tarifas, el gobierno tendrá
intervención en la fijación de su máximo, independientemente de las ganancias que
obtuviese la empresa. En su nota el presidente confirma el propósito de introducir
mejoras, enunck·nas en cinco concisos puntos: construir la doble via hasta Burzaco;
establecer, «luego que llegue el tren rodante necesarim), un tren diario de pasajeros
entre Buenos Aires, Azul y Ayacucho, incluyendo las paradas requeridas; introducir
mejoras «para la conveniencia de los pasajeros y comodidad de la carga»; en las
estaciones; «garantir el peso y las cantidades de la carga que se transporte en sus
wagones)); sujetarse al máximum establecido en las tarifas «que se fijare entre el PE
y el que suscribe». Insiste Parish, como lo había hecho en la más franca correspon-
dencia privada de agosto, en que las mejoms «desde hace mucho tiempo las tenia en
proyecto)) y, por otra parte, (<han sido materia de estudio durante mi residencia».l'
La correlación entre los sucesos de Londres y Buenos Aires tiene, entonces, otro
dato sugerente. El acuerdo firmado ell~ sorprende a Jorge visitando industrias meta-

"AGN-DR 1984, Frank Parlah a Rocha, Buenos Aires, 27.VIII.l8IH.


"cc. El DlarJo, 16.X.l881, p. 1, c. 2 y 6; cf. CIl AGN-DR 184, Ringue/el a Rocha, 15.X.1881, informes de
Ringuelet que el gobernador habrá empleado en la reunión.
"CL El Dlarro, 17-18.x.l881.p. 1, c. 5; v. tb. 19.X, p. 1, c. 6.
"Carta y contmto se pubUcan de inmediato; p.e. EJ Diario, 20.X.l881, p. 1, c. 3-4.

_.
458 J....VIER F. GJ\Rc!l<BASALO

lúrgicas en el continente. Rocha demora su envio a las cámaras; fechará el mensaje el


4 de noviembre, en coincidencia con el telegrama del enviado anunciando la decisión
de Baring de tomar el empréstito. En la cámara de Diputados. Torcuato B. Zuvirla no
deja de aludir veladamente al limite tocado por las aspiraciones bonaerenses -(Quie-
ro suponer que la Provincia hubiera realizado fácilmente (lo que es dudoso) la ex-
propiación; que hubiera obtenido en los mercados europeos los fundos necesarios»...•
dice antes de ponderar los beneficios de la extensión de la red. Procura presentar el
acuerdo como un sometimiento de la compafiia inglesa que «quedará bajo el imperio
de todas las leyes de ferrocarriles»; «tuvo el sefior Parish que ceder. y de las confe-
rencias de dicho sefior con el PE ha resultado el contrato»),36 En el Senado una moción
propone aprobar el acuerdo por aclamación, entusiasmo que el realismo de Ortiz
de Rozas reduce a formas reglamentarias: al voto unánime se agrega un mensaje de
«voto de aprobación» al PE. 37 La ley es promulgada el 26 de noviembre. lB
Cada una de las partes contratantes queda entonces con su problema. ¿Cómo
logrará el FCS mantener sus altos beneficios a pesar de los compromisos contraidos?
Por su parte. ¿cómo justificará el gobernador su nueva politica ferroviaria. opuesta a
la que hasta entonces habia perseguido? Y -esto resultará más dificil- ¿cómo contro-
lar su aplicación? Rocha se habia manifestado categórica y reiteradamente en favor
de los ferrocarriles del Estado. Sin embargo, con el propósito de sumar voluntades,
el argumento principal de la campafia pública que se habia agitado en favor de la
expropiación -llevada adelante. naturalmente. a través de los periódicos- se cen-
tró en el mal servicio y las elevadas tarifas que percibía la empresa. Esto otorgaba
consistencia a la propaganda. pues respondía a datos objetivos y evitaba la discu-
sión principista que. por más abstracta. podía dividir la opinión. 39 Una definición más
doctrinaria quedó reservada para sus mensajes a la Legislatura. Al asumir el mando
Rocha afirmó el opuesto de lo que ahora se ve obligado a defender: «Pienso que sólo
en casos muy especiales en que la necesidad sea muy sentida y no podamos realizar
una línea determinada. debiera la Provincia acordar una concesión, pero siempre con
la cláusula de expropiación clara. y explicitamente establecida en la forma menos

'" cf. DSCDBA, 1881, t. HI, pp. 301-312. Zuvirla comenzó recordando los antecedentes en un tono que
más parecía fundar un rechazo; se extendió en las «razones 8Obradll811 con que el público pedía la ex-
propiación. Un colega le I1aroó a la realidad instándole a concretarse al tema de la prolongación a Babía
Blanca.
"cf. DSSBA., 1881, pp. 1038-1043.
"RO. 1881, pp. 873·878. El moroso trámite parlamentario obligó a Parish Il postergar su partidi.·en dos
oportunidades; no querrla viajar sin ver la ley promulgada; CL El Diar/Q, 6 (p. 1., c. 5) y 23.XI.l881 (p.
2, c. 5).
"La propaganda partidaria presenta la expropiación como exigencia: ,(Es el gobierno el que está lla-
mando a salvar los intereses del Sud de la Provincía contra los abusos de una empresa particular. [...]
la campaila reclama urgentemente que se realice la expropiación de esa línea que en lugar de ayudar al
desenvolvimiento del progreso es la rémora que lo impide»; ce AGN-DR 184, recorte «Redacción [1] La
expropiación de la linea [1] del Sud»
AGONfA.'JDE1.~ 459
onerosa posible».40 Si el primer perIodo podría haberlo justificado, el segundo res ha
una ironfa, pues en efecto, el contrato alude a la expropiación en una cláusula c~
Quedaba en esto una ventaja relativa para el gobernador. Los planes trazados en b h.
a los cálculos de Ringuelet no eran oficialmente püblicos. Su único mens!\ie solicit:
do una expropiación -aun cuando el caso del Sud era, como se ha visto, un secreto a
voces- se refería al Fe Buenos Aires-Ensenada, en el tramo Boca-Ensenada.
La nueva posición oficial queda definida ya en el mensaje de remisión del con-
trato a las cámaras legislativas. La derrota aparece presentada como triunfo. El texto
es el resultado de un laborioso pulido del que dan testimonio los borradores que se
conservan. Su tema es la importancia de la obra-a lo largo de las seis carillas se evita
cuidadosamente nombrar a la empresa inglesa-, las ventajas que traerá en particular
al pueblo de BahIa Blanca y, en general, todo cuanto puede decirse, con sobrada
razón (se trata de la idea más pacfficamente aceptada en la segunda mitad del siglo
XIX), de las ventajas de construir ferrocarriles a lo largo de tierras feraces. Un breve
párrafo alude al centro de la cuestión:
«Como veis por las bases acompafiadas la Provincia puede obtener la estensi6n {(de
las lineas)] «de cerca de 400 ks.» de F. C. [ferrocarriles] [(del Sud)] sin qe. este progreso
le imponga sacrificio alguno, {y} «[(s610)J (sino) {únicamente} [(si)J la [(obli)] seguridad
de no espropiar esas ¡¡neas en un perlado de veinte aflos proximamente».41
La preocupación del gobierno es ahora, más sencillamente, «el acrecentamiento
de nuestras Bneas). El acento se pone en «dotar a la provincia de una red completa
de ferrocarriles».<12 «La palanca del crédito y de la riqueza indefinida de la Provincia
ha sido bien comprendida por el Dr. Rocha, y ha sabido aprovecharla ~ ..]el oro inglés,
las empresas europeas, el [Fe del] Sud de Buenos Aires, la Provincia entera, están
hoy más que nunca interesados en el progreso, y obligados a iniciarle y a fomentar·
le»).4l Por otra parte: el vínculo ferroviario que anuncia el progreso de BahIa Blanca
trae también solución a la necesidad de contar con un puerto militar, astillero, base
de policia marítima para las costas patagónicas y fueguinas; para emular, en fin, el
Talcahuano chi1eno.~4

"" Reproduce el mensaje Salvadores. Fundación de la ciudad de La Plata..., el pasaje en p. 41.


41 AGN-DR 184, Ferrocarril de Bahía Blanca. Borrador del mensaje aeompailando las bases conveni-
das con los representantesf c. $. para prolongarlo a Bahia Blanca», fr. Iv-2. lo tachado entre [( )]; lo
agregado entre (); agregado pero omitido en la versión pública entre { l. Publicado p. e. enEI Diario,
5.XI.1881, p. 1, c. 2-3.
., El Diario, 16.X.l881, p. 1, c. 2 .
., El D/ario, 25.X.l881, p. 1, c. 1: «Ferrocarril a Bahía Blanca. Faz provincial».
"cf. El Diario, 26.X.1881. p. 1, c. 1: «Ferrocarril a Bahía Blanca. Faz nacional». En su mensaje al Con-
greso en 1881 Roca ya había anticipado ese destino para Bahía Blanca.
v. EL FERROCARRIL AL PAcíFICO y EL EMPALME HAEDO

1. «Perjuicios para todos, ventajas para nadie»

Mucho antes de iniciarse la construcción del Ferrocarril de Clark, la Sociedad


Científica Argentina, en uno de los espacios que periódicamente consagra en sus
Ana/es al planeamiento y la construcción ferroviaria argentina y general, publica un
«Estudio sobre FerroMCarriles» dedicado a determinar el mejor disefio que podría
darse a la red 10caJ.! Su autor, Ignacio Firmat, acepta como un planteo teóricamente
impugnable pero, al mismo tiempo, como realidad ya inevitable, lo construido hasta
entonces -1876. Si los ferrocarriles de existencia fisica son el punto de partida nece-
sario de sus reflexiones, los de mera existencia jurídica caen bajo el análisis crítico de
la conveniencia. Ésta se define por cinco objetivos que enuncia para la red argentina:
ligar las capitales de provincia; facilitB,r la distribución geográfica de la inmigración;
contribuir, mediante el desarrollo de la producción, al equilibrio entre importaciones
y exportaciones; acrecentar los ingresos del erario para darle solidez sin que recurra
a medios ficticios.
Con buen criterio, Firmat pone en juego, entre las variables que sirven a su
estudio, el tiempo, no sólo para indicar qué obras deben preceder a otras menos ur-
gentes, sino también el momento en que una inversión determinada ha consolidado
el proceso de cambio económico-social que se espera de ella, posibilitando nuevos
pasos consistentes con el plan general que se persigue: «el progreso no se hace a
saltos», reitera al fijar un criterio o regla primera del planeamiento ferroviario: «Para
poblar el país y facilitar I~s comunicaciones es preciso empezar por construir una vía
férrea; pero para construir dos vías férreas paralelas es preciso poblar antes el país».
y aun debe, si se procede conforme a razón, preferirse la doble vía de una misma
compaflía a la segunda vía paralela en manos de otra empresa. Estas consideraciones
las encuentra particularmente aplicables a la concesión de Clark, cuyo impacto sobre
la red existente estudia con detenimiento. La valoración de esa obra, si se efectua-
se en pocos afios, es contundente: «perjuicios para todos, ventajas para nadie»; un
gasto -alude a la garantía dada por el gobierno- «para inutilizar todos los hechos
hasta ahora». Acepta, sin embargo, que más adelante preste utilidad la sección entre
Villa Mercedes (San Luis) y un punto de la linea del FCO, que sugiere sea Chivilcoy
-entonces punta de rieles- u otro, pero rechaza de plano la llamada «primera sec-
cióm): «Buenos Aires como punto de partida de esta linea no tiene razón de ser» pues
l(existe ya la linea "Oeste" propiamente dicha» y no «cabe el pretexto de mejorar
el servicio público porque el FCO es quizás el mejor organizado de la República».

j Ignacio Finnat, «Estudio ~obre Ferro-Carriles», en Anales de fa Sociedad Cient(/ico Argentino. tomo

3, Buenos Aires, 1877, pp. 81-94.


462 JAVIER P GARCIABASALO

Sobre esta empresa y en general sobre la campafia bonaerense Firmat se abstiene de


opinar. La «red argentina» a la que se refiere es, en rigor, el Interior y sus enlaces con
la residencia de los poderes nacionales.
Fuesen propias o inspiradas por terceros, las ideas que Firmat expone están sin
duda presentes en el planeamiento ferroviario argentino: asi, por ejemplo, la priori-
dad en el enlace de las capitales; el vinculo de Buenos Aires con Rosario -herida por
la que inocultablemente sangra este colaborador de Carlos Casado y Alisal- y no con
el Central o el Andino en Córdoba; o la secuencia en la ejecución de las obras orde-
nadas por el Congreso en 1872. En dos aspectos sus propuestas serán ampliamente
desatendidas: Firmat no prevé -su exposición sobre lo que hemos llamado tiempo y
momento es elocuente- nuevas concesiones; éstas, sin embargo, se produjeron. Tam-
poco serán atendidas sus consideraciones sobre la concesión Clark en la provincia de
Buenos Aires. No sólo la «segunda secci6n» se planificará potenciando la competen-
cia con el enlace en Mercedes, corazónhist6rico del enrejado del FCO, sino que Roca
se lanzará a construir aquella primera sección que Firmat desecha no transitoria sino
definitivamente, porque -habla el ingeniero, no el político- «no tiene razón de ser».

2. Una concesión por decreto

El plan general de ferrocarriles de Rocha (v. mapa 20) sufre una primera contra-
dicción al fallar la expropiación del FCS. Resignado aquel propósito, un segundo fra-
caso impide el empalme del FCO con el interior, el control del corredor santafesino.
No acaban allí los contrastes. Se perderán también las cargas procedentes de Cuyo
a través del FC al Pacifico e incluso parte de las transportadas por la propia linea -:
provincial quedarán amenazadas por su competencia. Para alcanzar este objetivo,
el PEN recurre una vez más a la concesión privada, diseñando una linea que actúa
como un by-pass ferroviario destinado a sortear el empalme proyectado pOf Rocha en.
beneficio del puerto de La Plata (v. mapa 21). El procedimiento fue el siguiente. 2
El 7 de agosto de 1884 Juan E. Clark se dirige al gobierno para exponer que la
construcción del FC al Pacífico, ya iniciada, y la del Trasandino, que en breve espera
comenzar, se verán obstaculizadas por las transitorias dificultades que experimenta
el tráfico a través de las vías existentes. A fin de asegurar la provisión de materiales
para sus obras, pide autorización para construir una lmea propia desde Mercedes
(Bs. As.) hasta el puerto de Campana. Esta vía permitirá «al Excmo. Gobierno una
intervención directa en los trabajos de las vías desde la cumbre de los Andes hasta
el puerto de Campana y Buenos Aires, intervención benéfica a la que escapa el fe-
rrocarrii provincial del Oeste, el cual puede hacer ineficaces las ventajas que aquella
consulta)). 3 La prosperidad de la zona a recorrer hace suponer que este corto trayecto

'Las iIlcidencias pueden seguirse en Ferrocarril de Buenos Aires a Mercedes..., cit.


l Ferrocarril de Buenas Aires a Mercedes..., p. 6.
AGONíAS DEL FEDERALISMO 463

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AGONfASDELFEDHRAL1SMO 465

-que establece en 70-75 km., Y compara con los 98 km. existentes entre Mercedes
y Once- ayudará a costear la garantia del resto de la linea al PacIfico. Luego de re-
cordar que por decreto del 7 de Noviembre de 1881 se dispuso que el ferrocarril en
construcción diera principio en Mercedes, solicita que ~<se designe a Campana como
punto de arranque definitivo».
La expresión de Clark sobre la jurisdicción nacional de esta linea -intervención
benéfica a la que escapa el ferrocarril provincial del Oeste. el cual puede hacer
ineficaces las ventajas que aquélla consulta- alude de un modo transparente al em-
palme Haedo-La Plata. En efecto, <das ventajas que aquélla consulta» se refieren al
transporte bajo jurisdicción nacional de las cargas procedentes de distintos puntos:
de Cuyo; de la lfnea del Oeste más allá en Mercedes; y de la zona de competencia
fisica entre las empresas desde Mercedes a General Rodriguez. El modo en que «el
ferrocarril provincial del Oeste (...] puede hacer ineficaces las ventajas» es, natural-
mente, llevándolas desde Haedo a la Ensenada «con el riel y con la tarifa».4
Pocos días más tarde, el Directorio local del FC de Buenos Aires al Pacífico
pide vista del expediente a través de una nota que finnan Lucas González y Eduardo
Madero. No es dificil imaginar la impresión que despierta en ellos esa propuesta, que
aleja del futuro puerto Madero el destino final de la línea. Concedida, el Directorio
reproduce en ella el infonne que sobre el particular pide a su abogado, doctor Delfin
Gallo. En resumen, afirma que por decisión del gobierno el punto de arranque de
la linea es Mercedes, siendo la sección que desde allí sigue a Villa Mercedes (San
Luis) concesión adquirida por el FC Buenos Aires al Pacifico. Clark puede pedir
«un ramal completamente independiente» pero no «invocar sus derechos de antiguo
concesionario». Tanto -concluye Gallo- que «el PE no podrá seguramente resolver
la cuestión administrativ'¡Ullente y tendrá que remitir la solicitud al Congreso».s En-
tretanto, Clark ha procurado oponerse a la vista del Directorio con un extenso escrito
que no alcanza a presentar a tiempo, en el que intenta demostrar que, luego de vender
sus derechos sobre el trayecto Mercedes-Villa Mercedes, mantiene aún los del tramo
Buenos Aires-Mercedes. También dirige una protesta al Directorio local del FC Bue-
nos Aires al Pacífico por su presentación al Gobierno, pero éste se limita a cootestar
que actúa conforme al dictamen de su abogado.
Oidas las partes, corre el expediente por el Departamento de Ingenieros. Ró-
mulo Ayerza, Inspector General de Ferrocarriles, infonna que al hacer cesión de sus
derechos Clark s610 se reservó «la parte comprendida entre Mendoza y la cumbre de
la Cordillera)); que el punto de arranque ya ha sido «fijado por el Gobierno en decre-
to de noviembre 7 de 188b) y que «00 debe por tanto accederse al pedido del señor

'La expresióo es de La Prensa. 15.VIII.1883, p. 1, c. 1, comentando el decreto de Rocha que fija la traza
Haedo-LaPlal.a; v. in/ro p. 589.
sFerrocorril de Buenos Aires a Mercedes.... p. 11.

.
466 JAVIEll.F.GARe1ABASALO

Clarb.6 Más sugestiva es la observación de Guillermo White, Director del Departa·


mento de Ingenieros, que pone de manifiesto el interés del gobierno nacional en esta
cuestión, sugerida ya por el propio Clark: evitar la Unea de jurisdicción provincial.
White avanza aun más, para insinuar que esajurisdicción -dado que no es razonable
suponer que el destino final de los transportes sea Campana y no Buenos Aires- debe
ejercerse en términos más favorables:
...«debe tenerse en cuenta que aceptando sea la distancia de Mercedes a Campana de
70 kilómetros, si se agrega a estos los 81 kilómetros que hay desde Campana a Buenos
Aires, resultará desde Mercedes (Buenos Aires) a la Capital, por Ca.mpana una distancia
de 151 kilómetros, en vez de los 101 kilómetros que hay por el Ferrocarril del Oeste, de
modo que habrá mayor ventaja en venir por el Oeste, porque se ahorrará 50 kilómetros
de camino.))1
El Director podría haber agregado que aquellos 151 kilómetros no serían com-
petencia para el empalme de lineas que desviará el tráfico hacia el puerto de la En-
senada, superior y mejor ubicado. Seis meses después -6 de mayo de 1885- Clark
reitera que por las leyes de concesión de 1874 y 1877 la línea de Buenos Aires a Meo-
doza y San Juan debe partir de Buenos Aires, ailadiendo ahora «(que estoy preparado
a dar completa ejecución a la ley construyendo la linea desde la ciudad Capital de la
República».8 La respuesta del gobierno -del que puede razonablemente presumirse
que incitó la presentación anterior-, aunque insólita, no sorprende. Por decreto del
22 de mayo, sin que medie tramitación de expediente9, Roca habilita a Clark para
(construir y explotar la sección entre la Capital y la ciudad de Mercedes (Provincia
de Buenos Aires) con sujeción a las condiciones de la ley y del contrato que autoriza
la construcción del ferrocarril a las provincias de Mendoza y San Juan» (art. 1").10 El
arto 2" establece que la cuenta garantfa de esta sección y de la que llega hasta Merce-
des (San Luis) deben sumarse, y para ello la Empresa que tiene esta última concesión
debe ponerse de acuerdo con Clark (art. 3"). El arto 4" ordena dar cuenta de 10 resuelto
al Congreso, siendo el 5" de forma.
El gobierno de Roca procede motivado por una nueva y firme decisión poH-
tica sin importarle caer en abierta contradicción consigo mismo. La Memoria del
ministerio del Interior de 1881 había dejado en claro que el recorrido Buenos Ai-

•Ferrocarril de Buenos Aires Q Mercedes , p. 21.


, Ferrocarril de Buenos Aires a Mercedes , p. 22. López, Historia... Buenos Aires..., p. 199 atribuye a
White una opinión que no tuvo: «que el puerto más apto para exportar los productos de Cuyo era Rosa~
rio, y no Buenos Aires». White desecha la posibilidad de llegar a Buenos Aires vla Campana o hacer de
este último el {{puerto de las Provincias de CuyO)) en lugar de Rosario. Es Campana, no Buenos Aires, la
alternativa que Wb.ite descarta en beneficio de Rosario.
i Ferrocarril de Buenos Aires a Mercedes..., p. 24.
9 Cuando más tarde para informar sobre el reclamo interpuesto por el Directorio local del Fe al Pacífico
el Asesor Letrado del Consejo de Obras Públicas, Dr. J. N. Matienw, solicitó «el expediente en que reca-
yó el decreto)), se le contestó que ({no existe constancia alguna del expediente que solicita».
lO Ferrocarril de Buenas Aires a Mercedes..., pp. 25-26, reproduce el dooreto del 22.v.1885.
AGONÍAS DEL FBDERAWlMO 467
res-Mercedes quedaba suprimido, estableciéndose un nuevo «punto de arranque» y
daba como razón evitar un perjuicio al ferrocarril bonaerense: «por llevar el Fe~o_
carril del Oeste hasta ese punto [Buenos Aires] la misma dirección del proyecto de
Clarb.H Ahora, en cambio, la decisión no se funda en evitar la competencia sino
en producirla «<evitan) la línea del Oeste implica necesariamente competir con ella):
«Que la concesión que se solicita podrá evitar al Ferrocarril de Buenos Aires al Pa-
cífico el empalme con una linea que no está sometida a jurisdicción nacional» La
racionalidad técnica, que el ingeniero Firmat habría aplaudido, es reemplazada por
la razón politica. De esta manera, más de un año antes de la inauguración del ramal
Haedo-La Plata su suerte queda echada a raíz de esta decisión a todas luces destinada
hostilizar, mediante una garantía al capital privado, el «plan La Plata», que entretan-
to consume ingentes recursos de un espacio socio-económico unificado -quiéranlo o
no los prohombres del '80- a la hora de saldar con sus rendimientos, amortizaciones
y rentas de los empréstitos tomados. No hay aquf un «error técnico» de planeamiento
sino un antiguo enfrentamiento institucional reeditado bajo nuevas furmas.
La solución del problema político y geopolitico crea, como contrapartida, un
conflicto entre Clark y los empresarios, al establecer que la cuenta garantía fuese
unificada para la totalidad del trayecto Buenos Aires~Mercedes (San Luis). En febre-
ro siguiente Lucas González, Eduardo Madero y Delfln Gallo, ante hechos produ-
cidos por Clark tanto en Londres como en Buenos Aires, «que demuestran que este
sefior no cree necesaria la aprobación del H. Congreso» al decreto de mayo anterior,
hacen presente su oposición a la unificación de la cuenta garantía. Si se trata de una
nueva línea nada justifica esa unificación. Si, al contrario, la línea es parte de la an-
tigua concesión, ellos han adquirido todos los derechos. El texto parece sugerir una
solución al admitir que~n este último caso «vendría a quedar ~..]comprendida en el
contrato de construcción que el señor Clark tiene con la Compañía». En fin, piden
que se deje «sin efecto el decreto referido»).!2 El 7 de julio, luego de cuatro meses de
tramitación, el PEN resuelve «no hacer lugar a la reconsideración solicitada». En los
días previos, a requerimiento de la firma Clark y Cía., los legisladores Rafael Ruiz de
los Llanos y Rafael Igarzábal responden una consulta sobre los alcances del decreto
nacional del 22 de mayo de 1885. Afirman que, a pesar del tenor de su art 4°, no es
necesaria la intervención del Congreso. Esa disposición ~<Dése cuenta de lo resuelto
en este decreto al H. Congreso))- es sobreabundante ya que se refiere únicamente al
mensaje anual que el Ejecutivo presenta a las cámaras. Por entonces el Directorio lo-
cal del FC Buenos Aires al Pacífico, siguiendo órdenes recibidas de Londres, solicita
al Congreso la concesión para construir la línea Buenos Aires-Mercedes sin garantia

II Memoria presentada al honorable Congreso de la República Argentina por el Ministro del Interior
doctor Bernardo de Irjgvyen correspondiente al afio 1881 [redactada ha. mayo de 1882], Buenos Aires.
1882. LXIlI+149 pp; pp. XXVIII-XXIX). En la exposición del ministro todavía se presume la prioridad
que Clark debe dar a la unión con Chile. proyecto para el que no se hallarAn inversores en Londres.
Jl Ferrocarril de Buenos Aires a Mercedes.... pp 27-31.
468 JAVlERF. GAJlCIABASALO

ninguna. La maniobra fuerza la negociación: Clark vende a la empresa Buenos Aires


al Pacifico sus «derechos~) a ese tramo. La cuestión tiene tratamiento ulterior en la
cámara de Diputados -donde ya a principios de julio de 1886 el diputado rochista
Láinez exige el envío del decreto de 22 de mayo de 1885 para su aprobación legislati-
van _, cuando llega al recinto una nueva nota del Directorio local retirando la anterior
solicitudl4. El debate pone al desnudo la irregularidad del trámite, la discrecionalidad
del presidente para resolver en la materia y el desdoroso papel que toca al Congreso
-en cuyas bancas, al igual que en el ministerio, no faltan interesados directos en el
negocio. u Pero las mociones de la oposición -pasar el asunto a comisión para que
produzca despacho y llamar al ministro del Interior para que informe- son derro-
tadas. La compra-venta de la concesión es finalmente aprobada por el gobierno de
Juárez en enero siguiente.16
El FC al Pacífico cumple en relación con el FCQ dos funciones sucesivas. A
principios de la década, el relanzamiento del proyecto fue un factor concurrente en la
situación que frena el enlace de la linea provincial con otras más allá de las fronteras
bonaerenses. A mediados de la misma década, la aprobación del trayecto Mercedes
(Buenos Aires)-Buenos Aires reviste un carácter aun más franco de hostilidad al
ferrocarril provincial y, sobre todo, al puerto de la Ensenada. 17 El concesionario men-
ciona expresamente la conveniencia de sortear la jurisdicción provincial y el PEN
funda en esa razón la aprobación de la nueva traza. Este criterio -quitar a la provincia
las corrientes comerciales que aquélla espera llevar a la Ensenada- se repite tanto en
la salida hacia el Norte (con el FC Buenos Aires~Rosario) como en dirección a Cuyo
(con el Buenos Aires al Pacífico). En ambos casos se asiste al desenlace de tensiones
tan antiguas como la historia ferroviaria local. La acción del gobierno nacional con-
figura una política ferroviaria. Ante la imposibilidad de construir por cuenta propia
las líneas rerreas que necesita para impedir la consolidación bonaerense, recurre a
concesiones privadas que aseguren los flujos para el puerto Madero que, en compe~
teucia con el provincial, ha mandado construir. ls No se advierte en esto la falta de
un plan ferroviario sino la competencia entre planes antagónicos. Precisamente por

"cf. DSCDN, llJlJ6, 1. 1. pp. 394-396.


"Ferrocarril de Bue"os Aires a Mercedes..., pp. 61-62; firman la notaLucas González, Eduardo Madero,
Delfin Gallo y H. Barker (secretario).
"Entre las figuras polltiCllll de la época, tuvieron relación privada con la cuestión al menos los siguientes:
Francisco B. Madero, fiador de la linea (vicepresidente de la República); Isaac Chav8lTÍa (ministro del
Interior); Delfin Gallo, Rafael Ruiz de los Llanos, Rafael Igarzábal, Adolfo E. Dávila, José Miguel Olme-
do (legisladores nacionales); Lucas González (el( ministro de Hacienda; empresario); Eduardo Madero
(concesionario del puerto de Buenos Aires) y Lucio V. López (abogado), sin puestos oficiales durante la
tramitación del el(pediente.
"Ferrocarril de Buellas Aires a Mercede.s.... p. 90.
"Maschwitz resume las funciones de freno y competencia que cumplió esta Ilnes.: «El Ferro-Carril al Pa-
cifico, buscando su comunicación propia con la Capital, vino a hacer competencia a la del Oeste. que solo
por ser det Estado [bonaerense] no habla de pasar los Umites de la provincill» (Sobre tarifas..., p. 75).
"v. ¡"/ra pp. 499-502 una conducta similar respecto del FeS.
AGONíAS DEL PEDl!kAUsMo 469

eso la línea de Clark no era «prescindible, superflua, que no merecía


la promoci6n
estatah>.19 En la lógica de la competencia la línea es fundamental y justific
a no sólo
la promoción económica que el poder central le otorga, sino también
el cúmulo de
desprolijidades admini strativa s y parlam entaria s -en rigor, la violaci
ón de la ley vi-
gente sobre concesiones ferrovi arias- por las que pasa su tramitación.
En la medida
en que el gobierno naciona l no puede concret ar por si mismo la constru
cción -a la
falta de recursos se agrega que todavía es dificil defender politicamente
una intromi-
sión nacional de ese tipo en la jurisdic ción bonaerense que, en cambio
, recurriendo
a concesionarios, se present a como estímulo a la iniciativa privad a-
debe entregar,
para salvar el fin jurisdic cional que quiere afirmar, la propiedad y la
administración
de esa herram ienta económica, En el ámbito bonaerense las protesta
s de quienes
adviert en detrás de las concesiones la obstrucción al desarrollo autónom
o local serán
inútiles. 20

"Es la opinión de López, Historia . . Prol'incia ., p. 199.


"l'. infrapp. 577-579.
620 JAVIER F. (JARCiA BASALO

«Para traer a sus cauces naturales al localismo desbordado de Buenos Aires lo su·
primimos completamente, substituyéndolo por la absorción nacional, abrumadora, que
suprime las provincias y falsea las instituciones federales, unitarismo de Jacto, cuyos
frutos son, por cierto, más alarmantes que los excesos y extravlos de aquel. [...] Desde
que la militarizada absorción nacional ha humillado los localismos argentinos, nuestra
federación ha desaparecido también de hecho. Es una hipocresía, es una mentira con·
vencional hablar de gobierno federal en la República Argentina, unitaria en los hechos, y
acaso en las aspiraciones públicas [m] La Provincia de Buenos Aires es, sino la primera,
la más notable de las víctimas [oo.] La provincia no se gobierna. Su localismo no se agita
entre los ifmites de lo justo y lo necesario. Ha abdicado y la provincia está gobernada de
afuera, a la distancia, desde la Capital de la República.»91

.. Estllnislao S. Zebllllos, «La crisis polltica de La Plata», en Revista de Derecho. Historia y Letras, tomo
11, 1898, pp. 659 y 664.
CONCLUSIONES

Los acuerdos del Pacto de Unión de 1859 quedaron incorporados, con la refur-
ma de 1860, al nuevo texto constitucional. Esto supuso un privilegio para la provincia
de Buenos Aires, y en particular para su Banco, que continuó sujeto a la legislación
provincial, exento de la jurisdicción del Congreso Nacional. Las evidentes ventajas
que esa situación constitucional dio al Estado bonaerense -caracterizado en ocasio-
nes como «provincia vascongarlll})-, sirvieron de base a la función político~institu­
cional que aquél debía cumplir, según la opinión de sus defensores, para garantizar la
subsistencia del sistema federal argentino: mantenerse como «único poder provincial
capaz de contrabalancear y conservar en quicio al poder Nacionah~. La apelación al
Pacto de Unión como fuente de esos derechos, y al texto constitucional de 1860 como
garantía de su vigencia, se convirtió en el principal recurso argumental en defensa
de esa singularidad. En los aflos que siguieron a la reforma, los poderes nacionales
y provinciales se condujeron en sus tratos y acuerdos financieros aceptando esa si-
tuación. El comentario de los juristas tematizó sus alcances, y la Suprema Corte bo-
naerense reitero, en un fallo a propósito del Código Civil, que en virtud del Pacto de
Unión incorporado a la Constitución Nacional, la legislación nacional no alcanzaba
al Banco de la Provincia. A principios de los afios '70, esta aceptada pero incómoda
situación para los poderes nacionales, alentó el prematuro intento de sustitución del
agente financiero nacional, mediante la creación de un Banco mixto que, poco des-
pués de iniciar actividades más bien modestas, quedó al borde de la liquidación. La
crisis financiera del Estado nacional, en 1876, llevó al Banco bonaerense a ocupar
un lugar más amplio que en el pasado, como agente financiero y regulador de la
emisión. Para entonces, el billete provincial tenía circulación nacional de hecho entre
particulares, fomentada por su aceptación de derecho en las oficinas de recaudación
de todo el pms. En ese afio, sin embargo, la doble operación de emisión garantida por
el Estado nacional y préstamo al gobierno de Avellaneda, por una suma superior a
las concedidas hasta entonces, reforzó la centralidad y exhibió el poder del Banco
provincial como nunca antes.
Los términos del consenso de 1860, como es frecuente en soluciones pactadas,
estuvieron lejos de satisfacer a todos los actores. Sin la presión de Urquiza en favor
de su aceptación, la unanimidad lograda en la Convención de Santa Fe no habría sido
posible. Por otra parte, en Buenos Aires, Mitre, cuando alcanzó la presidencia, quiso
ver en esos acuerdos no más que una transitoria maniobra táctica en las conflictivas
relaciones con la Confederación. Sin embargo, durante varios lustros, la convivencia
entre poderes nacionales y provinciales, siempre rica en episodios irritantes, pudo
fundarse en aquel consenso. Después de la crisis de 1876, al calor de una refurzada
convicción sobre la necesidad de consolidar al Estado nacional liberándolo de la
tutela bonaerense, los alcances del Pacto de Unión fueron objeto de una creciente
reinterpretación, que la «doctrina Mitre» de 1878 resume. En ese nuevo clima tiene
622 JAVIEII. F. GARCÍABASALO

lugar la guerra civil de 1880. Aun asi, en los debates parlamentarios sobre la cuestión
capital-que involucran no sólo la ley de federalización del municipio de Buenos Ai-
res, sino también aquella que dispone la eventual reunión de una Convención Consti M

tuyente-, al tiempo que el espíritu del consenso de 1860 se diluye definitivamente en


los combativos legisladores del interior que pertenecen a la facción triunfante en la
guerra, algunos entre ellos advierten las dificultades que permanecerán subsistentes
mientras no se altere el marco jurídico que habia expresado ese acuerdo dos décadas
antes.
Roca y Rocha iniciaron en ese escenario su experiencia de cohabitación de 1881-
1884, prolongada en cierta fonna, por el vigor del rochismo, hasta fines de 1886. La
relación entre ambos -que involucró intereses politicos, regionales, ecoDÓmicos- lle-
vó las marcas, con frecuencia inescindibles, de la puja por la sucesión presidencial y
de la reconfiguración institucional que la desaparición del consenso de 1860 desenca-
denó. Rocha, sin embargo, no concedió, al menos públicamente, que los acuerdos del
Pacto de Unión hubieran sido deshechos en 1880. Apegándose a las funnas juridicas
de la federalizaci6n del municipio, interpretó la guerra civil en los términos de su
gestación -una lucha entre partidos, ambos igualmente sostenidos por hombres de
todas las provincias- y no de su desenlace -la rendición de un Estado provincial por
el Ejército nacional. De ese modo, la voluntaria cesión de la ciudad de Buenos Aires
probaba una vez más la vigencia del Pacto de Unión, en cuyo marco la provincia
realizaba un último sacrificio en favor de la nacionalidad argentina, conservando su
status en todo lo demás.
Para el nuevo presidente, en cambio, el fin de la pasada guerra significó la aper-
tura de un ciclo. Como Hércules, vencido el león, Roca se preparó a vestir con su
piel al poder nacional que ejercia, para sujetar mejor otros monstruos. Procedió, sin
embargo, con extrema cautela, «desplumando poco a poco al dorado pavo real»;
alternando las benevolentes furmas negociadoras y las reiteradas promesas incum M

plidas, con drásticas decisiones. Por otra parte, el campo de enfrentamiento econó-
mico entre Nación y provincia, que, dados los antecedentes, inevitablemente debía
incluir las cuestiones monetarias y bancarias, se multiplicó a raíz del «plan La Pla-
ta» lanzarlo por Rocha. Ciertamente, la rivalidad entre ambos Estados en torno a la
construcción de la red ferroviaria era anterior al Pacto de Unión, pero la pretensión
bonaerense de reorientar los flujos comerciales hacia su nueva capital, una vez que
el Estado nacional se aseguraba el dominio del puerto de Buenos Aires, convirtió la
pugna por el control de ferrocarriles y puertos en un capitulo decisivo del proceso de
sometimiento bonaerense.
Como resultado de todo lo anterior, en el periodo 1881·1886 no se asiste a una
voluntaria subordinación de Buenos Aires al Estado naciOl;181; no registran esos aftas
prudentes arreglos políticos, en homenaje a la búsqueda mancomunada del enrique-
cimiento nacional -al contrario, la falta de acuerdo que revela cada una de las ini-
ciativas destinadas a promover la riqueza, contribuye a sentar las bases de la crisis
623
AooNíAsoELJilIDEIW..lSMO

posterior. Tampoco la victoria de 1880 resulta abruma dora al extremo


de relegar en
la agenda presidencial la preocupación sobre el ordenamiento interno
del país. Al
contrario, las instituciones económicas, públicas y privadas, adquier
en en la década
una configuración determ inada, en buena medida, por acciones que
el poder nacio_
nal necesita adoptar para impedi r la renovada furtaleza bonaerense,
de otro modo
inevitable.
En principio parece evidente que, a lo largo de su primera preside
ncia, Roca
no tuvo una política en materia económica.. En favor de esta opinión
pueden adu-
cirse, en primer lugar, los relevos ministeriales y, más específicament
e, la situación
que el propio presidente crea para ellos, apoyando polfticas paralelas.
Así, Juan José
Romero, para quien se reserva la cartera durante más de un afta, ve
obstaculizados
sus proyectos por Victorino de la Plaza. La hostilidad manífiesta que
Plaza dedica a
Romero, invoca el acuerdo presidencial; éste parece confirmado con la
incorporación
del diputado al gabinete y, más tarde, con su designación en reempla
zo del propio
Romero.
Una vez que Plaza ocupa el ministerio de Hacienda, su gestión viene
a coin-
cidir con una admini stración del Banco Nacional que contradice puntual
mente sus
doctrin as. Incluso admitiendo que la emisión de ese Banco crece para
cubrir lo que
se supone es un transitorio bloqueo de los flujos externos de oro, y que
Plaza acepta
esa situación de malgra do y para no negar dineros a la acción de Roca,
al llegar el
momento de los desenlaces el ministr o es reemplazado por su andpod
a, y la presi-
dencia inaugu rada bajo el lema «paz, admini stración y pagos en metá1icO
)~, se lanza
decididamente a un largo periodo de inconversión, aun cuando en
forma oficial se
hable de un plazo de dos afios. En resume n, no parece, pues, haber
una política de
emisión moneta ria en el gobierno de Roca.
Declamando en sus mensajes la superioridad del sistema de Bancos libres,
Roca
tuvo en su primer ministr o un partidario de la nacionalización del Banco
de la Pro-
vincia, al que dejó obrar sólo bajo condiciones inaceptables en el ámbito
bonaerense.
El segundo, partida rio del sistema estadounidense, retiene la cartera mientra
s se des-
pliegan las consecuencias de la «nacionalización» del Banco Nacional.
ConPac heco,
ex-presidente de ese mismo Banco llevado por Roca al ministerio, la
aparente para~
doja (pues, de hecho, se estuvo lejos de perjudi car al Banco Nacional)
se cierra, en
tiempo s de Juárez, al aplicarse el sistema de Bancos garantidos. Parece,
entonces, no
haber una política bancari a en el gobierno de Roca.
En cuanto a los vínculos financieros que el PE anuda con las casas bancari
as de
Europa , también el rasgo saliente de la gestión roquista es la falta de
continuidad.
Hereda una situación cuyos antecedentes pueden rastrearse en la década
de 1850:
en el conflicto que divide en dos Estados a la antigua Confederación
organiz ada en
base al Pacto Federal, la banca de los Baring se identifica con Buenos
Aires. En la
guerra civil de 1880 la Casa apostó al triunfo de Tejedor, y sus primero
s tratos con
624 JAVIER F. GARCÍA IIA8ALO

el gobierno del general vencedor no fueron cordiales. Hasta la crisis de 1885, Roca
gestiona en París sus contrataciones externas, recurriendo a consorcios de segundo
nivel. Las dificultades experimentadas a lo largo de 1884 conducen, luego de algunas
vacilaciones, a «reanudar la amistad con Baring»: la «reconciliación» -que los ban-
queros han fomentado al parecer con maneras algo drásticas- corrige el rumbo de las
dos partes. A esto pueden agregarse las cambiantes alternativas que rodean tanto a
los proyectos que crean fondos públicos externos como aquellos otros que combinan
su lanzamiento con intentos de unificar la deuda existente, y también la anunciada
y efimera renuncia, en 1885, a los créditos externos. Parece, por tanto, no haber una
política de financiamiento en el gobierno de Roca.
En resumen: la política monetaria, bancaria y financiera del gobierno nacional
se presenta como un continuo de inconsecuencias: conversión forzosa, emisión sin
respaldo metálico y curso forzoso; propuesta de nacionalizar el Banco de la Provin-
cia y «nacionalización» del Banco Nacional; endeudamiento externo y anuncio de
una política financiera puramente interna, seguido de un nuevo y mayor endeuda-
miento externo. Sin embargo, más allá de un antológico esplritu de improvisación
-poco acorde con la imagen que se atribuye a aquella década tantas veces asociada
a la idea de «proyecto»-, no falta un hilo conductor que una esas contrastantes me-
didas de gobierno. La tarea que Roca se impone, y que realiza con tanta paciencia
como tenacidad, se mantiene siempre fiel al propósito de desmontar la base de sus-
tentación económica del federalismo bonaerense. Su punto de partida es la ley de
federalización de Buenos Aires. No su aplicación; más bien se trata, en base al poder
adquirido de hecho y de derecho mediante el dominio de los recursos de la ciudad
que las leyes-contrato le aseguran, de avanzar más allá de 10 pactado, modificando de
hecho y contra derecho la solución legal de 1880. Tal propósito, en última instancia,
pone una vez más la disputa en el terreno de la fuerza; conforme a la expresión de
Wilde, la «solución no ha de obtenerse sin alguna violencia, o al menos una presión
tan constante que equivalga a ella». Durante la primera presidencia de Roca, laracio-
nalidad de la politica de los poderes nacionales se funda, en consecuencia, en cuatro
premisas: evitar acciones propias que fortalezcan la posición provincial; neutralizar
iniciativas bonaerenses que, aun potencialmente, incrementen su poder relativo; ac-
tuar, bajo condiciones políticas de posibilidad, desarticulando ese poder; y, en fin,
apropiarse recursos hasta entonces bonaerenses.
1. En cuanto a la primera premisa -evitar toda acción que fortalezca la posición
provincial, aun cuando deba ejecutarse en cumplimiento de una ley-, en este género
de «veto cal1adm> o de hecho se destacan: a) La negativa a cumplir lo dispuesto en
la ley de federalización respecto a los pagos resarcitorios que debieron verificarse
como consecuencia de la entrega de la ciudad; b) La alteración unilateral del contrato
de 1876, seguida de la negativa a entregar el bono general que permita al Banco de
la Provincia disponer del monto efectivo correspondiente al pago de la deuda del
AGONtASDELFEDERAUsMO 625
Gobierno Nacional; e) La negativa a pagar la indemnización correspondiente a la
expropiación del puerto del Riachuelo.
Wdaño cierto provocado a la provincia con cada una de estas retenciones inde-
. bídaÚignifica un furtalecimiento relativo para el poder central, no sólo por privarla
de recursos genuinos, sino también porque la negativa a cancelar esas deudas y a
permitir la colocación de títulos externos en manos bonaerenses, habilita al gobierno
nacional para gastar en otras cuentas y colocar deuda, con otros fines, en el merca-
do internacional. Por cierto, ese daño aumentó, al juzgar la conducción bonaerense
que los compromisos serían guardados, y programar, en consecuencia, desembolsos
basados en entradas que no tendrán lugar. Los casos a) y c) (pagos ordenados por la
ley de federalización y expropiación de las obras del Riachuelo) son de este tipo: esos
supuestos ingresos se cuentan en el cálculo de inversiones -por cierto verificadas- en
la ciudad de La Plata. El caso b) (deuda con el Banco de la Provincia), en cambio, obs-
taculiza el margen de maniobra, cada vez más reducido, que el Banco dispone para
aplicar la política de conversión que los poderes centrales imponen, argumentando,
precisamente, que esa deuda ha sido pagada.
2. En segundo lugar, el gobierno nacional se esfuerza por neutralizar iniciativas
provinciales que puedan traducirse, incluso potencialmente, en un incremento de su
poder relativo. Pertenecen a este caso: a) La negativa a considerar toda posibilidad de
establecer una institución de crédito nacional con alguna participación de la provin-
cia de Buenos Aires; b) La paralización de los acuerdos interprovinciales promovidos
por Buenos Aires (caso del Banco Hipotecario); c) El conjunto de medidas destinadas
a contrariar el «plan La Plata>~.
3. Tercera y cuarta premisas -desarticulación propiamente dicha- son dos caras
de una misma realidad; algunas acciones resultan bifrontes y pueden clasificarse en
una u otra categoría: producir actos políticamente viables que contribuyan a des-
articular el poder provincial; y transferir al ámbito propio recursos hasta entonces
bonaerenses. Casos de aplicación de estas premisas son los siguientes: a) El estable-
cimiento de unmaTCO jurídico sobre moneda, que anula las disposiciones constitucio-
nales basadas en el Pacto de Unión y la ley-contrato de federalización del municipio
de Buenos Aires; b) La incautación (bajo furma de expropiación que reconoce una
indemnización pero, de hecho, no la paga) del puerto del Riachuelo; e) La reorganiza-
ción del Banco Nacional y la implementación, a través de su emisión, de una polftica
de apropiación de reservas provinciales. Esa apropiación -inscripta en una poUtica
más amplia de transferencia de recursos hacia el interior o a sus hombres- incluye, en
caso extremo, la demanda de un préstamo interbancario en onzas de oro, y la presión
para forzar la reapertura de la venta provincial de giros sobre Europa; d) Los intentos
de ampliar la jurisdicción del distrito federal
Al primero de estos puntos (el marco jurídico) se refieren estos antecedentes:
626 JAVll!RF.GARcfAIIASALO

i) La doctrina sentada al sancionarse la ley del 25 de septiembre de 1881, que


hace depender la circulación del billete bonaerense en la Capital Federal de una fa-
cultad administrativa del PEN, negando que sea un derecho vigente.
ii) Los artículos de la ley de moneda del 8 de noviembre de 1881, que legislan
sobre el mismo billete; por ejemplo, el retiro de aquellos cuyo valor fuese inferior a
$0 1, bajo el argumento de que, en adelante, esos valores serIan acuñados por la Casa
de Moneda. Subraya el costado politico de la operación, su sanción en el marco del
ingreso a un sistema metálico, contexto que acalla a la oposición, poniéndola en el
caso de aparecer retrógrada si resiste. Luego, sin embargo, las fracciones inferiores a
$n 1 siguen siendo papel, y el monopolio de su emisión se otorga al Banco Nacional,
mediando una «extorsión legislativa>} (la promesa de externalizar la deuda al Banco
de la Provincia, destinada a padecer el periplo ya indicado).
üi) El acuerdo de agosto de 1882, que pone, de hecho, la conversión del billete
bonaerense en la Capital Federal bajo decisión nacional (la doctrina indicada en el
punto i.)
iv) El decreto de 22 de diciembre de 1883, reglamentario de la ley de 4 de octu-
bre de ese año, que modifica la de moneda de 8 de noviembre de 1881, que establece
el cargo de Director-Intendente de Bancos de Emisión.
v) En el marco de la crisis de enero de 1885: la negativa a conceder el curso
forzoso al Banco de la Provincia, sin el previo cumplimiento de requisitos impuestos
por el PEN, y la oposición a la práctica y la doctrina jurídica aceptada hasta enton-
ces, sobre el derecho de la provincia para decretado. Por el decreto de 15 de enero
de 1885, el PEN interviene el Banco de la Provincia y dispone, además, diversas
medidas sobre su gobierno interno.
vi) La ley del 14 de octubre de 1885, que aprueba los decretos de enero de 1885.
Ella ratifica la intervención nacional, y una vez más legisla sobre diversos aspectos
de las actividades del Banco de la Provincia (tasas de interés, limitación de la circu-
lación y creación de un impuesto sobre la misma).
vii) El decreto del 4 de noviembre de 1885, que reglamenta la ley del 14 de octu~
bre, extiende las facultades del interventor nacional en el Banco.
En todos estos casos se desconoce la autonomfa que la provincia se reserv6 en
el Pacto de Unión, incorporado a la Constitución y no derogado por la ley de fede-
ralizaci6n.
Atendiendo especificamente a la situación del billete de Buenos Aires, Roca
encuentra esta situaci6n: i) Aceptación en todas las oficinas de la Nación en base a
la deuda contraida en 1876; ii) Aceptación del billete en las oficinas nacionales de
la Capital Federal, en base a la ley de federalización (aparte la razón transitoria del
punto anterior): iii) Aceptación del billete en las oficinas nacionales de la provincia
AGONlAS DEL FEDEltALlSMO 627

de J3.uenos Aires en base a la prescripción constitucional del art. 67, inc. 1; la circu·
lación se rige por leyes provinciales.
CoIl~I~idQSU periodo de gobierno ésta es la nueva situación; queda: i) Suprimi-
da la circulación del billete en toda la Nación en base a las leyes-contrato de 1876,
sin efectuar el pago efectivo previo previsto en la ley de ese afio. La aceptación del
billete bonaerense depende de la decisión administrativa unilateral del PEN; ii) Im-
puesta una interpretación restrictiva de la ley de federalizaci6n (el Banco no «queda
el misma situación actua}»)); iii) Suprimida la moneda corriente y puesta la emisión
del Banco de la Provincia bajo legislación nacional.
Respecto de los puntos b) y d) (puerto del Riachuelo y ampliación del distrito
federal), cabe decir que, más allá de la dimensión económica involucrada -en el caso
del intento de ampliación de la jurisdicción de la Capital Federal hay en juego rentas
de alguna magnitud-, hay también alli motivos políticos. El control nacional de las
obras del puerto del Riachuelo permite una administración atenta a los contemporá-
neos proyectos de la Ensenada y puerto Madero. En el otro caso, alejar los términos
de la demarcación provincial ampliando el distrito capital resulta conveniente, consi-
derando los hábitos y prácticas propias de las jornadas electorales.
Finalmente, otras decisiones del gobierno central pueden ser entendidas como
aplicación de más de una de estas premisas. Por ejemplo, la negativa a vender fondos
públicos nacionales al Banco de la Provincia, aun cuando las condiciones ofrecidas
eran ventajosas y permitían cumplir la anunciada nueva poHtica de endeudamiento
interno. En definitiva, la poUtica contenida en estas premisas concibe la situación
posterior a 1880 como un juego de suma cero entre poder central y poder provincial
La disputa no alcanza, como en el pasado, la instancia de la violencia tlsica, pero no
deja de fundarse en una relación de fuerza. Si el éxito, vista la espalda de la histo-
ria, parece haber estado siempre asegurado para el poder central, es precisamente
porque el de 1880 fue ante todo -como sefialó Estrada en su momento- un triunfo
del Ejército. El largo espectáculo de fintas que ofrecen el doctor Rocha y el general
Roca, se resuelve en base a una superioridad incontestable de fuerza pública. Pero su
desarrollo no es neutro. La inagotable actividad del primero pudo haber modificado
el escenario político, inhibiendo el uso de aquel predominio. Es mérito de Roca que
su triunfo se haya conservado en la memoria colectiva como natural y fácil. La tena-
cidad con que el general-una de cuyas máximas es «no herir a los que no estorban
y siempre puedeJ!.._h~cer algún daño»)- persigue a Rocha hasta destruirlo, revela el ..... ~ ~
peligro que ~lbió 'allí; peligro que, por bien conjurado, la posteridad parece no ./
haber pérCi6ido en su justa dimensión.
En todo caso, la «organización nacional» no concluye en 1880; las cuestiones
económicas -moneda, bancos, finanzas públicas- quedan indefinidas. Todas ellas
remitían, de una u otra manera, a la Constitución Nacional reformada en 1860, en-
tonces en vigor. Sin recurrir a los mecanismos de reforma, a lo largo de la década,
628 JAVIER F. GARClABASALO

y como resultado de la política desplegada por el poder central, caen en desuso sus
disposiciones, contenidas por implicancia del arto 104, en beneficio del Banco de la
Provincia de Buenos Aires. A esa nueva práctica, opuesta al marco jurídico vigente
o, al menos, a su interpretación dominante, seguirá luego la consagración de una
nueva doctrina por parte de la Corte Suprema. Culmina, entonces, la mutación cons-
titucional.
En el terreno de la rivalidad económico-financiera, el momento crítico puede
fijarse en 1884-1885 y, más precisamente, en los meses que siguen al restablecimien-
to del curso forzoso. Entonces, ante la nueva prueba de ineficiencia del Banco Na~
cional como agente financiero del gobierno, Roca debe buscar un nuevo apoyo para
el poder central. La imposibilidad político-social de <<acostar» al Banco provincial,
negándole indefinidamente la conversión, deja abierta una alternativa: o se busca,
como en 1876, el apoyo bonaerense (aunque ahora no se trata ya de «quedar en sus
manos», sino de una cooperación que reconozca de un modo u otro el derecho a co-
existir de las instituciones provinciales); o se insiste en el propósito de anular esas
instituciones, aceptando a tal fin otros auxilios. Éste es el camino que Roca elige
-no sin vacilaciones- al conciliar al gobierno nacional con la casa Baring. La cro-
nologia de los hechos -recuérdense las cambiantes alternativas por las que pasa el
acuerdo Pellegrini-, las figuras intervinientes, el valor que atribuyen al uso político
de los presupuestos y el proceso electoral en que se inscriben, todo sugiere la fuerte
incidencia de la puja entre partidos en la adopción de esta alianza. Como quiera que
fuese, entonces el gobierno argentino tuvo opciones y un margen de maniobra que no
volverá a gozar en las próximas instancias de crisis.
¿Ha predominado en el ánimo de la conducción nacional el consejo que Alberdi
daba en los ya lejanos tiempos de la lucha entre la Confederación urquicista y el Es-
tado de Buenos Aires? Entonces el tucumano insistia en el valor político del endeu-
damiento externo: el acreedor, en su deseo de cobrar, inclina su favor y su influencia
de parte del gobierno deudor. Por cierto, las circunstancias son bien distintas, y no
se trata ahora de una guerra, ni de la lucha por el reconocimiento internacional de
un Estado. Pero el espiritu del consejo no desentona con las más cordiales relaciones
que, luego de 1885, se afirman entre el poder central y un conjunto de principales
figuras del mundo financiero anglo-rioplatense, que había comenzado su carrera en
el espacio bonaerense. La nueva etapa permitirá una comunión en torno a un objetivo
compartido: la limitación de la jurisdicción provincial sobre ámbitos tradicionalmen-
te suyos antes de 1880, y crecientemente considerados, al promediar la década, de
incuestionable monopolio nacional en cuanto a la jurisdicción, y de interés privado
en cuanto al usufructo o propiedad. En efecto, los poderes centrales priorizan la afir-
mación de la jurisdicción nacional como objetivo de la política ferroviaria. Cuando
no es posible la propiedad nacional de los ferrocarriles, debe preferirse la concesión
nacional otorgada a terceros, antes que -según la definición de Dávila-, (<un bien
privado de un Estado», en particular el bonaerense.
AGONÍAS OELFHOERAUSMQ 629
En esta materia y, en general, en cuanto se relaciona con la oposición al «plan
La Plata», también Son de aplicación las premisas mencionadas más arriba. Es una
guerra de movimientos, en la cual el gobierno federal procura que las lineas bonae-
renses no empalmen con otras fuera del territorio provincial, y desalienta el uso del
puerto de la Ensenada. Esto último, de dos maneras: mediante la oferta de alternati-
vas portuarias, y por acciones que, más o menos indirectamente, 10 perjudican. En
particular, tiene especial importancia la anulación de los empalmes ferroviarios del
plan bonaerense.
1. Para desalentar la salida del FCO fuera de los límites provinciales: a) El PEN
retiene la solicitud sobre la linea de empalme del FCO con el FCCA, remitida por
Rocha pat'l. ser presentada al Congreso Nacional; b) Fomenta la concreción del ferro-
carril concedido a Clark. Para ello, tolera el incumplimiento sucesivo de los plazos
pactados por el contratista; prioriza la sección Mercedes (San Luis)-Buenos Aires,
y establece para la misma, como punto de partida en el Este, el pueblo de Mercedes
(Buenos Aires), en el corazón de las líneas bonaerenses y no en una punta de rieles; c)
El Congreso concede la prolongación del Fe a Campana hasta Rosario, priorizándola
sobre otros proyectos que, al menos parcialmente, daban (solicitudes Rodríguez y
ca.; Shaw) o podian dar (FC Oeste Santafesino) participación al FCO.
En conocimiento de los trabajos de reactivación del FC al Pacífico, anterior a
la sanción legislativa de los proyectos ferroviarios de bonaerenses, la provincia se ve
forzada a refonnular sus planes de expansión ferroviaria: abandona la idea de llevar
al FCO en dirección a Cuyo; y renuncia a construir la línea Chivilcoy-Chacabuco-
Junln.
Por el contrario, la cuestión del empalme con el FCCA se mantiene indefinida,
y la prolongación del Fe a Campana se concreta luego de la sanción legislativa de
los proyectos ferroviarios provinciales de 1882. La corrección al plan ferroviario ya
no puede evitar disfuncionalidades: a) Se abandona de hecho el proyecto de vincu~
lar al FCO con el FCCA y, en consecuencia, decrece la expectativa de rentabilidad
del ramal a San Nicolás, cuya construcción se justificaba parcialmente como ruta
de abastecimiento para la línea Tortugas-línea principal; b) Se afecta la funciona-
lidad del ramal Haedo-La Plata, proyectado para canalizar, entre otras, las cargas
procedentes de la linea a Tortugas y, mediante ella, del Norte del pals; c) Decrece la
rentabilidad potencial de la línea San Nicolás-Pergamino y Pergamino-linea princi-
pal, cuyas tarifas deberán reducirse para competir con la habilitación del Ferrocarril
Buenos Aires-Rosario.
2. Una vez determinados los empalmes a La Plata, construido totalmente uno
de ellos (Ferrari-La Plata) y parcialmente el otro (Haedo~La Plata), otras acciones
del gobierno central afectan la rentabilidad del sistema ferroviario-portuario, que
a un elevado costo construye la provincia: a) Concesión por decreto nacional de la
!fnea Mercedes (Buenos Aires)-Buenos Aires; b) Concesiones portuarias al FCS en
630 JAVIEIl F. OARClABASALO

el Riachuelo. Si en el primer caso podría hablarse de «defensa del puerto Madero»,


en el segundo es evidente el perjuicio a La Plata.
Como consecuencia de estas acciones:
i) Se agrava la disfuncionalidad del ramal Haedo-La Plata. Los productos trans-
portados desde Cuyo por el FC al Pacífico y, eventualmente, los de la línea principal
del FCO en el recorrido Mercedes-9 de Julio, pueden desviarse hacia puerto Made-
ro.
ü) La disponibilidad de instalaciones en el Riachuelo facilita la independencia
del FCS respecto del puerto de La Plata. Se afecta as! la funcionalidad del ramal
Ferrari-La Plata, proyectado para las cargas procedentes de las linea del Sud de la
provincia, consideradas principales, por razones geográficas, para el puerto de La
Plata.
iii) Además, como consecuencia del arranque del FC al Pacífico en la ciudad de
Buenos Aires, decrece la rentabilidad potencial de la linea Junin-Pergamino y Perga-
mino-linea principal; sus tarifas deberán reducirse para competir con la habilitación
del FC al Pacifico.
3. En relación directa con los puertos, las principales decisiones del gobierno
central son: a) El intento de construir un puerto nacional en la Ensenada, anterior a
la capitalización de ese municipio. Este ensayo, pronto abandonado, no parece haber
producido efectos negativos para la provincia; b) La expropiación de las obras del
Riachuelo. El dafio sufrido por la provincia en el plano financiero se ha sefialado más
arriba. Un segundo aspecto a tener en cuenta, también indicado, es el control de las
obras por parte del gobierno nacional, que le permitirá, de hecho, postergar su desa-
rrollo integral; fumentar su uso por el FeS y trabar el acceso del FCO a la Estación
Maritima; c) La obstrucción a la Estación Marítima del FCO en el Riachuelo signi-
fica para la provincia inmovilizar cuantiosos recursos del Ferrocarril, que concluyen
siendo pérdidas netas, y transformar la llnea Temperley~Cañuelas en un emprendi-
miento trunco, sin funcionalidad, y deficitario; d) La construcción de puerto Madero,
remate necesario de todo lo emprendido para esterilizar el plan La Plata.
Durante esos afios, la provincia enfrentó otras dificultades, procedentes del ám-
bito privado, y en particular del FCS y su capacidad de incidir sobre las decisiones
bonaerenses. Esta empresa resistió exitosamente la iniciativa de expropiación que
alentó Rocha, y pudo conjurarla mediante la amenaza de bloquear el acceso bonae-
rense al crédito internacional. Este arbitrio resultó también eficaz, hasta 1887, para
oponerse a la concesión de líneas que pudieran perjudicarla. Aunque falte una prueba
documental equivalente a las que se dispone para los casos anteriores, es razonable
conjeturar que el veto gubernamental al Gran Central de Buenos Aires, debió ser
alentado por los mismos intereses que, simultáneamente, ampliaban su influencia en
las operaciones de colocación de deuda del FCO en Londres. Al mismo tiempo, las
falencias propias de la conducción bonaerense y de la administración de su empresa
AGONÍAs DEL Jl1!DI!RALISMO 631
ferroviaria, contribuyeron a complicar su situación en los afios 1885-1888. En parti-
cular, la politica de gastos, que se empefió extemporáneamente en el boato; la inade-
cuada reforma de su organización; y el retraso tarifario que caracterizó su política de
ingresos. Sin embargo, el sombrío cuadro que ofrece la empresa en el tramo final de
su existencia (;:!ltatal, derivado en buena medida de la depreciación del peso nacional,
se explica -en el contexto más amplio del fracaso del plan La Plata. El FCO era una
pieza clave de ese plan, combatido con éxito por el gobierno nacional.

...
Concluida la guerra civil de 1880, la Argentina parece ingresar en una época
de sostenida prosperidad. Se disipan las condiciones de posibilidad de las rebeliones
internas, y el peligro de enfrentar conflictos internacionales, en particular después
de 1881, disminuye; «veinte mil leguas), de nuevas tierras se ofrecen a la expansión
económica; aumenta la afluencia de inmigrantes, y los capitales europeos se mues-
tran dispuestos a invertir en el país, no sólo en el ámbito privado, sino también en
la compra de deuda pública. Ciertamente, la década de 1880 registra una expansión
económica inédita hasta entonces, y aun después de la crisis de 1890 el crecimiento
de la producción no se detiene. El sector público, en cambio, presenta otra historia.
En la apertura de aquellos aftos dorados posee lo principal de los sistemas bancario y
ferroviario, y Roca puede atribuir a la iniciativa estatal el mérito del progreso alcan-
zado hasta entonces, que en vano «se hubiese esperado de la acción individual o de
corrientes espontáneas». Diez afios más tarde, los Bancos están en liquidación; los
ferrocarriles, vendidos.
En 1883, Estanislao Zeballos, cuya preocupación por el rumbo que tomaban las
decisiones económico-financieras de la época se había manifestado ya en el Congre-
so de 1881, escribió en uno de los volúmenes de su Descripción amena de la Repú-
blica Argentina: «el secreto de la prosperidad argentina consiste en no desperdiciar
fuerzas». No puede decine que este consejo haya sido abrazado por los dirigentes de
la Nación y la provincia, obstinados en una carrera de competencias que duplicaba el
endeudamiento y, simultáneamente, disminuia la rentabilidad de las inversiones, con
menguas recíprocas. Empefiados todavía en dirimir un pleito antiguo, las poUticas
de los Estados central y bonaerense resultaron ser armas de una lucha táctica, antes
que instrumentos de un mancomunado diseño estratégico, en aquella década que, en
opinión de protagonistas y estudiosos, fue decisiva. Sólo con ella concluye el proceso
de sometimiento de la provincia de Buenos Aires. En adelante, el gobierno central
podrá, al fin, afirmarse sin la ominosa sombra de un rival bonaerense.

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