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ISBN 978-987-02-4199~7
l. Historia Argentina.
CDD 982
ISBN 978-987-02_4199_7
Hecho el depósito que prevé [a ley 11.723
Impreso en la Argentina
Índice
Introducción 9
Primera Parte
RAÍCES y CONTEXTOS
Segunda Parte
EL BANCO DE LA PROVINCIA Y LA QUIEBRA
DEL FEDERALISMO BONAERENSE
Aspectos de po/itica monetaria y bancaria en el sometimiento de /0
provincia de Buenos Aires al gobierno central (ca. 1881-1886)
Conclusiones 621
Post Scriptum 633
CUADROS
-'.
636 lAVIIlR F. GARCIA BASALO
GRÁFICOS
ESQUEMAS CARTOGRÁFICOS
,
1,
Introducción
1El texto es versión abreviada y aligerada en su aparato critico y apéndice!> de la tesis Agonia del fede-
ralUmo. Aspectos económicos en el proceso de sometimiento de la pro~incla de Buenos Aires al poder
central (ca. 1881-1886) (Bs. As., 2007) defendida ante un tnbunal integrado por lO!! doctores Daisy
Rípodas ArdallllZ, José María Mariluz Urquijo, Alberto S. J. de Paula, Pablo Gabriel Varela. Al doctor
Abelardo Levaggi, director de te!>is, expreso mi gratitud por su paciente y sabia orientación. Ese texto se
citará aqui con la sigla AdF. V. al1l detalles de las fuente!> consultadas.
, Poco más de 4 mil booláreas; la regularización de los límites cedidos en 1887 permitió wperar las 18 mil
hectáreas. Desde entonces, entre IIIS capitales de Europa sólo el condado de Londres wbrepasa a Buenos
Aires, más ell:tellllaque Parls. Berilo o Viena (cf. Adrián Gorelik. La grilfa y el parque. E9pOcio público
y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936. Buenos Aires, 2004, 456 pp; p. 13).
10 JAVII!Il. F. GARClA IIASALO
Aires es, en cierta forma, la institución-madre de las dos restantes. El Banco Hipo-
tecario surge como una sección suya, mientras que el Ferrocarril estatal nace de una
decisión de los poderes públicos provinciales que asumen su control, recurriendo al
financiamiento que pueden ofrecerle a través del Banco. Con su más larga trayectoria
y el impacto de su presencia fisica, imponente e identificada con el ideal de progre-
so, el Ferrocarril logra rápidamente proyectar una imagen propia como institución
provincial, que el Banco Hipotecario no alcanza sino más tarde, en menor grado y
por poco tiempo.
La atención conferida al Banco de la Provincia y al Ferrocarril del Oeste se
justifica por varias razones, dada la natural centralidad que ocupan en el entramado
institucional del que furman parte:
a) El Banco y el Ferrocarril, desde sus respectivos orígenes, tendieron a sim-
bolizar la singularidad y la pujanza bonaerense. Junto a los poderes constituidos
del Estado, Banco y Ferrocarril fueron estructuras vertebrales de la organización
provincial, conducidas por cuerpos colegiados cuyos miembros permanentemente se
reclutaron entre las figuras principales de la política o fueron influyentes represen-
tantes de circulas económicos. En la carrera de los honores bonaerense el ejercicio
del poder ejecutivo y el cumplimiento de un mandato legislativo estuvieron asocia-
dos con frecuencia al desempeño del cargo de director del Banco de la Provincia o
del Ferrocarril del Oeste, ya antes, ya después de alcanzar las cumbres más altas del
poder.
b) Al iniciarse la década de los ochenta ambas instituciones, Banco y Ferroca-
rril, parecen destinadas a alcanzar una nueva fase de desarrollo, favorecidas por las
circunstancias derivadas de la federalización en lo que se refiere a la consolidación
de la paz interior y el ingreso del país en un período de progresivo aumento de la pro-
ducción y el comercio, actividades con las que estaban íntimamente relacionadas.
c) Tanto el Banco como el Ferrocarril, con funciones específicas y concurrentes
y asociados a otros factores, forman parte de un concertado plan de gobierno que
Rocha se propone cumplir en esos años. Ese plan de desarrollo provincial topará en
su ejecución con las políticas nacionales, y de ese conflicto surge una parte sustancial
de las relaciones que van a estudiarse entre provincia y Nación.
d) Por último, al final del ciclo, el Banco y el Ferrocarril se precipitan en la ruina
casi al mismo tiempo. Muy razonablemente la institución-madre pierde primero sus
frutos hasta caer ella misma junto con la propia provincia de la que había sido a la vez
que un símbolo, su sostén real más firme.
2. Las relaciones entre la provincia de Buenos Aires y el gobierno nacional, o entre
aquélla y el resto de las provincias argentinas, han reclamado tradicionalmente la
atención de los estudiosos, en especial en lo que se refiere al período comprendido
entre la revolución de 1810 ---con menor frecuencia desde la creación del virreinato
del Río de la Plata o el descubrimiento~ y la federalización de Buenos Aires. Aunque
no siempre con la expresión «(Buenos Aires) se alude también al territorio provincial
AGONÍASDHLI'IlDIlkALJSMO 11
luego separado de la ciudad del mismo nombre, algunos identifican con el término
«porteñQ)~ esas dos realidades --ciudad y campafia- que otros juzgan conveniente
separar. Es frecuente, además, que el estudio de este tema aparezca asociado al del
federalismo argentino, sin duda concomitante, y, más recientemente, enfocado desde
la perspectiva de la construcción y consolidación del Estado nacional.
Autores de diferente formación y época abordaron, con motivaciones, puntos de
vista y penetración diversa, el estudio de esas materias, como es el caso de Alberdi,
Matienzo, Rivarola, Alvarez, Zorraqufn Becú, Del Carril, Tau Anzoátegui, Scobie,
Grandona, Luna, Diaz, Barba, Oszlak:, Chiaramonte o Rey Balmaceda, entre mu-
chos otros.] Pero la relación entre la provincia de Buenos Aires y la Nación en los
afias inmediatamente posteriores a la federalización no ha merecido un tratamiento
especial4 , y son frecuentes las generalizaciones que describen la nueva etapa sin dis-
criminar significativamente sus fases cuya caracterización se intentará aquí. Única
excepción, según parece, son las páginas que dedica al tema María Teresa Terzaghi.
Sin embargo, su estudio no sólo funde en un mismo asunto la relación entre Estados
y estadistas, sino que limita la materia de la primera a unos pocos episodios inco-
nexos y, en general, secundarios, que, precisamente, se explican exclusivamente a la
luz de los vínculos personales.s
'En cuanto a Alberdi, toda su actividad de publicista está en cierta forma consagrada a este problema.
El primer análisis sistemático después de las Bases es la segunda parte de Derecho público provincial.
Para los otros autores citados v. José N. Matienzo, El régimen republicrmo-federal [1910], Buenos Aires,
1994,314 pp; Rodolfo Rivarola. Del régimen/ederativo al unitorlo, incluido en la recopilación Efl/Ja)lO$
histOricos, Buenos Aires, 1941, 495 pp; Juan Alvarez, El problema de Buenos Áire.'l en la República
[1918], incluido en Las guerra:; civiles argeminas y Elproblema de Buenos Áires en la RepUblica, Bue-
nos Aires, 2001, 242 pp; Ricardo Zorraquln Becú, El/ederalismo argentino, Buenos Airell, 19532, 197
pp; Boniracio del Carril, Buenos Aires/rentealpais, Buenos Aires, 1944, 350 pp; Vlctor Tau Anzoátegui,
Formación del Estado Federal Argentino (1820-1852). La intervem:ión del gobiemo de BuellOS Á/res en
los osuntos nacionales, Buenos Aires, 1965, 230 PP', James R. Scobie,La lucha por /aconsolidacwn de
la nacionalidad argentina. 1852-1862, Buenos Aires, 19642; 429 pp; Mariano Grondona, Los dos pode-
res, Buenos Aires, 1973; 294 pp., en especia1la segunda parte, «El poder de Buenos Aires»; Félix Lnna,
Buenos Áires y elpois, Buenos Aires, 19881, 227 pp; Benito Dlaz,/Wsaa, BUf!flOS Áirea y UJ organizaCión
nacional, Buenos Aires, 1975. 292 pp; de Enrique M. Barba en espedal Unitarismo,federalismo. rosl8-
mo, Buenos Aires, 19822, 110 pp; Oscar Oszlak, La/ormación del Estado argentiflO. Orden, progreso y
organjZQción nacional, Buenos Aires, 19972, 337 pp; José Carlos Chiaramonte, Ciudades, proviflCias,
eatados: Orlgeneade laNaciónÁrgtmtina (1800-1846), Buenos Aires. 2007, 261 pp; Raúl C. Rey Balma-
ceda, Buenos Airea: una capital cueatiofltlda. Buenos Aires, 1982, 318 pp; en relación con el avance del
poder centraL oobre las provincias en materias judiciales cE Abelardo Levaggi, Judicatura y politica. La
justicia/ederal en las provincias argentinas (1863-1883), Buenos Aires, 1997; 652 pp; Héctor J. Tanzi,
«Historia ideológica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (1862-1892)>> en Rl!Vista de Historia
del Derecho "Ricardo Levene", n. 33, Buenos Aires, 1997, pp. 411_454.
• En opinión de Barba, la carencia de estudios sobre la polltica provincial posterior al '80, convierte a
las décadas siguientes en «tiempos perdidos» para la historiografIa; cr. Fernando E. Barba, Los tiempos
perdidos. La politica de BueflOs Álrea entre 1880 y la lntervem:iónjederai de 1917, La Plata, 2004, 194
pp. Sobre la década que aquí se considera, sin embargo, no registra nuevos aportes (cr. pp. 33-45).
5 cr. Maria Teresa Terzagbi, «Las relaciones entre el Gobierno Nacional y el de la Provincia de Buenos
Aires (1881-1884)>>, en [Andrés Allende (oomp.)], Aapectos de la geatión cumplidapor Dardo Rocha en el
Gobierno de la Provincia de BUe1W9 Aires (l881-1884), La Plata, Instituto de Historia Ar~ntina Ricardo
12 JAVIl!RF.GARdABASALO
3. Un pacifico acuerdo asigna al afio 1880 -como a 1810 o 1930- carácter fronterizo
entre épocas. McGann, que inicia su trabajo fechando con precisión el mojón divi-
sorio ~<EI 20 de septiembre de 1880, en el tranquilo pueblo de Be1grano, llegaban
a su fin siete décadas agitadas de la historia argentina»-, evoca expresiones termi~
nantes referidas a la ~<profunda brecha cronológica que separa la vieja y la nueva
Argentina>~: para Alberdi, renacimiento de la república y nacimiento de su estructura
polltica; nuevo ciclo intelectual para Rojas; afio de la muerte del gaucho para Marti~
nez Estrada; término de la Argentina criolla para Romero. 6 La lista podría sin duda
acrecentarse considerablemente, Aunque la cuestión resuelta ese afio no sea unifor-
memente definida, el común denominador es que, sea cual fuere conforme al criterio
de cada estudioso, ella se resuelve en 1880. Fueron, por otra parte, los contemporá-
neos de aquellos sucesos los primeros en sefialar el giro histórico que se registraba,
celebrando el comienzo de una época de progreso -idea por cierto difundida como
propaganda por la prensa partidaria del nuevo presidente7 pero también fuertemente
instalada en la conciencia de todos con independencia de esa prédica- o denunciando
el peligroso poder que se reconcentraba con el triunfO del Ejército. La importancia de
esa fecha queda fuera de duda y aquí no será discutida.
Es muy frecuente, sin embargo, identificar la evidente derrota provincial de ese
afio con la última manifestación del federalismo bonaerense. El propio Alberdi, cu-
yos escritos de publicista tan honda huella dejaron en buena parte de la historiografla
de la segunda mitad del siglo xx, anuncia en los hechos consumados el final de la
situación que tenazmente combatió a lo largo de décadas. Luego son muchos los que
ven esa fecha como ocasión última. Así J. V. González, al evaluar la trayectoria patria
en su primer siglo, explica que «los tradicionales sentimientos de la hegemonía de
Buenos Aires» quedan derrotados en «las grandes jornadas definitivas de 1880~).8 y
Rivarola, en Ciclo de ideas-fuerza en la historia argentina, cuando traza sus cortes
treintenales ubica en 1880~81 uno de ellos, por razones que en otro de sus estudios
históricos explica con mayor detenimiento: la fecha sefiala el «Fin del localismo fe-
deralista porteiio)~.9 Idea muy conocida y reiterada en autores posteriores: 1880 es
Levene, 1982 (multicopiado), pp. [7]-[32]. Para un perlodo posterior v. Richard J. Waiter, La provincia
de Buenos Aires en la polftiea Argentina. 1911-1943, Buenos Aires, 1987, 302 pp; Tomás Luciani, «El
gobierno de Buenos Aires y la Nación», en Todo es Historia, Nov. 1987, nO 245, pp. 6·36.
6cf Thomas McOann, Argentina, Estados Unidos y elsis/ema interomericaoo. 1880-1914, Buenos Ai-
res, 1960,485 pp; pp. 13 Y 23. En oposición v. las atinadas consideraciones en torno al afio 1880 como
mojón fronterizo de Carlos A. Floria y César A. Gucla &Isunce, Historia poli/iea de la Argentina
contemp<lránea. 1880-1983. Buenos Aires-Madrid, 1988,275 pp; pp. 11-12.
1 cE Paula Alonso, «"En la primavera de la Historia'~ El diBcurso polltico del roquismo de la década del
ochenta a través de su prensa», en Revista de/1nstituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio
Ravigrnmi, 3m. serie, n. 15, BuenOll Aires, ler. semestre de 1997, pp. 35-70.
I Joaquín V. González, E/juicio del siglo [1910], Buenos Aires, 1979, 197 pp; p. 157.
• Rodolfu Rivarola, Ciclo de ideas-JUerza en la historia argentina incluido en la recopilación Ensayos
históricos, Buenos Aires, 1941, 495 pp; pp. 427-457, Y Del régimenjederatil'O..., pp. 20, 74, 153, 173.
Retoman la idea de ciclos Germán Bidart Campos, Historia e ideologla de la Constitución Argentlrw,
AGONÍASDBLFBDIlRALISMO 13
Buenos Aires, 1969y Thüo E. Oruz, Los ciclos históricos argelltillos, Buenos Aires, 1977; ambos sel1a_
lan el al'lo 1880 como punto inicial de un ciclo.
,. Carlos A. Florit, El roquismo, Buenos Aires, 1979, 185 pp; p. 94.
11 Natalio R. Botana, La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas politicas de su tiempo.
Edición revisaday actualizada. Buenos Aires, 1997, 532 pp; p. 417.
IlLuna" Buellos Aires y ..., p. 161.
"Thlio Halperin Donghi, «Un nuevo clima de ideas» en Gustavo Ferrari y Ezequiel Gallo (comps.), La
Argentina del ochenta al celltenario, Buenos Aires, 1980,927 pp; pp. 13-24; p. 20, y Una llaCiÓIl para el
desierto argentlllo, Buenos Aires. 1982, 151 pp; p. 138; en la versión argentina del estudio preliminar a
Proyecto y construcclóll de una nación (Argentina 1846-1880), Buenos Aires, 1995, 631 pp; p. lOO.
1< José Luis Romero, Brellfl historia de la Argentina. Buenos Aires, 1978, 227 pp; pp. 123, 138.
I'Rodolfo Puiggrós, Historia crftlca de los partidos po/iticos argentinos, Buenos Aires, 1956,486 pp;
p. 77.
"Marcelo Sánchez SlJrondo, La Argentina pordemro, Buenos Aires, 19903, p. 251.
II Mirla Zaida Lobato, «Estado, gobierno y polflica en el régimen conservador», en Lobato (dtora.), Ei
progreso, la modernización y sus limites (1880-1916), Buenos Aires, 2000; pp. 178-208; pp. 182, 184.
"Natalio R. Botana, Ei ordlm conservador. La polltlea argentina elltre 1880 y 1916, Buenos Aires, 1977,
349 pp; p. 3S y «Pensamiento y proyectos pollticos (1880-1914»>, en Academia NllCional de la Historia.
NuellQ Historia de la Nación Argentina. Tomo V, Buenos Aires, 2000, pp. 47-75, p. 47.
"Oszlak, Laformo.cló".... pp. 274-275.
14 IAYlI!R f. GAIlClA BASALO
>OOSC81 E. CotIlblit, Ezequiel Gallo, y Alfredo A. O'Connell, "La generBCióu del 80 y su proyecto. An-
tecedentes y consecuenciall», en Torcuato S. Di Tella, Gino Germani, Jorge Graciarena et al., Argentina,
sociedad de "'asas. Buenos Aires, 1971, pp. 18-S8; pp. 36, 44.
lllL S. Ferns, Gran Bretaila y la Argentina en el siglo XIX, Buenos Aires, 1966, 523 pp; p. 392; citan el
pasaje con mayor amplitud Cornblit, Gallo, y O'Connell, «La generación del 80...», pp. 45-46.
UComblit, Gallo, y O'Connell, «La generación del 80...», p. 46.
1:1 E:Ilequiel Gallo, «La gran expansión económica y la consolidación del régimen conservador liberal.
1875-18903, en E7.Ilquie1 Gallo y Ro~rto Cortés Conde, Argentina. La república conservadora. Buenos
Aires, 1972, 247 pp; pp. 41-42.
:l4Natalio R Botana y Ezequiel Gallo, De la &púb/lca poaible a la República verdadera (1880-1910),
Buenos Aires, 1997, 693 pp; p. 29.
AOONíASDELP80ERAllSMO 15
me- <das facultades monetarias habían residido en las manos del gobierno de la pro-
vincia y sus Bancos. En 1880 la nueva coalición triunfante la colocó definitivamente
en manos del gobierno nacionab>.2s Tan decisivo es el momento y tan irrelevante lo
que de inmediato sigue, que al trazarse «El origen de la banca en la Argentina en el
siglo XIX» los afias 1881-1886 pueden omitirse. 26
Esta manera de apreciar la década de los afias 80 proyecta su influencia, a su
vez, sobre la siguiente. Alonso ve también en la primera «un período crucial en
la historia argentina, que presenciaría la consolidación de las instituciones»; a la
federalización de Buenos Aires sigue «un marcado proceso de consolidación del
Estado a través del cual se centralizó el poder en manos del gobierno nacionab>.27 La
«consolidaci6n», una vez más, parece surgir de la potestad legislativa nacional que
se limita a establecer el marco jurídico en el cual se despliegan luego, sin obstáculos,
las decisiones ahora incontestadas del ejecutivo, y remite, nuevamente, al trIptico
ya evocado: la federalización, el monopolio de la violencia por la supresión de las
milicias provinciales y la ley de moneda (1881), a la que aftade la ley de Bancos ga-
rantidos (1887), las políticas educativas y la organización de territorios nacionales y
registro civil. Entre otras razones que explican la «transformación de la Argentina
en la década de 1880» aparece una vez más la superación del «enfrentamiento entre
la provincia de Buenos Aires y el gobierno naciona}», que se juzga crucial para la
aparición de la DeR.28
En resumen, la referencia a la legislación complementaria posterior a 1880 hace
del episodio de la «consolidación y organización» un proceso que, sin embargo, no
estaría ya marcado por la lucha con Buenos Aires o, en todo caso, ésta no seria re-
levante, ni la fuerza bonaerense de tal entidad que pudiera considerarse un factor
de influencia significativa en el curso de la evolución institucional. 29 Más aún, si los
debates provinciales sobre la entrega de la ciudad de Buenos Aires ofrecen materia
para el análisis de las ideas sobre federalismo y autonomías, según Botana y Gallo
<da cuestión no volvió a agitarse luego de aquel afio decisivo para la consolidación
del poder presidencia}»; rebrotará únicamente «en los primeros aftas de la década del
noventa».J1l Una vez más desaparece entre 1881-1890 la tensión gobierno nacional
- provincia de Buenos Aires.
4. La figura de Rocha no ha sido aún estudiada como sería deseable. 31 Falta incluso
una biografla general de envergadura de este politico cuya trayectoria vital ha que·
dado oscurecida tras la equivoca etiqueta de «colaborador de Roca» y fundador de
La Plata. Incluso en estudios especializados se deslizan errores de hecbo sobre su
actuación pública, que no ha suscitado una detenida atención en el análisis de los
sucesos en que tuvo tan decisiva participación. Isidoro J. Ruiz Moren03 2, por ejemplo,
estudiando Lafederalización de Buenos Aires, poco dice sobre el peculiar papel que
le cupo en aquellas jornadas, y refiere luego que <<tras un par de atlos de coexistencia
--esta vez invertidos los términos- en que residieron los Poderes públicos de la Re-
pública y de la Provincia en la ciudad de Buenos Aires, el nuevo Gobernador doctor
Dardo Rocha comenzó sus tareas en La Plata3], nueva población levantada para que
allí funcionara la administración bonaerense).34
No se intentará aquí suplir aquella omisión. Sin embargo, precisar su partici-
pación en los sucesos del '80 y, sobre todo, atender a los principales propósitos que
intentó concretar durante su mandato gubernamental, tiene importancia primordial
para el estudio de las relaciones entre la provincia y la Nación. Respecto del «plan La
Plata», como acertadamente 10 define De Paula, se cuenta con su trabajo La Ciudad
de La Plata, sus tierras y su arquitectura 3S , amplio análisis del emprendimiento;
excluye, sin embargo, en razón de su tema, el estudio desde una perspectiva poli~
tico-institucional y, en relación con ella, de la geopolitica implicada en el sistema
lO Botana y GalIo, De la República pwible.... p. 56. Botana (en «(Pensamiento y proyectos...¡), cit.) de-
dica un apartado a ((La consolidación del Estado Nacional: 1880-1889», en el que, más aUá del debate
Alem_Hernández en la legislatura de 1880, desaparece tanto la teDllión entre provincia y Nación como
los debates sobre federalismo que el autor ve reaparecer sólo en el siguiente periodo (1889-1902); v. tb.
Ezequiel Gallo ((La consolidación del Estado y la reforma polltica (1880-1914)>>, en Academia Nacional
de la Historia, Nueva HiYtoria de la Nación ArgenlilW. Tomo IV, Buenos Aires, 2000, pp. 511-541.
"Refll<ia esta realidad Manuel Urriza, Dardo Rocha,fundador y parlamentario. Buenos Aires, Circulo
de legisladores de la Nación Argentina, 1999, 9S pp. Tampoco supera la estereotipada versión canónica
elDartlo Rocha de la colección Grandes protagonistas de la Historia Argentina dirigida por Félix Luna
(Buenos Aires, 2001, 152 pp). Avanzan sobre los anteriores dos recientes tTabajos: Blasi, Dardo Rocha...
cit., y Jorge Troisi, Dardo Rocha. El último partdo. La Plata, 2006, 129 pp.
n Isidoro J. Ruiz Moreno, La federalización de Buenos Aires. Debates y documentos, Buenos Aires,
1980,335 pp.
n Rocha no gobernó desde La Plata más que los ultimas quince djas de su mandato. La ((coexistencia»
de los poderes nacionales y provinciales bajo jurisdicción federal se extendió desde el S.XIL1880 hasta
eI15.IV.1884.
:l4 La asignación de funciones puramenie administrativas a La Plata supone ya una omisión en torno a su
significado histórico. Asl ocurre también ea Alejandro B. Rofman y Luis A. Romero, Sistema socioeco-
namico y estructura regional en fa Argentina, Buenos Aires, 1972, 227 pp; p. 137.
'l Alberto S. J. de Pauta, La Ciudad de La Plata. sus tierras y su arquitectura. colaboración Lic. Gerllrdo
M. Marti et al., Buenos Aires. 1987,423 pp.
AUONlASDELFEDERAllSMO 17
'"Roberto C. Musmano, «Dardo Rocha y la fundación de La plata)), en Todo es Historio, Nov. 1975, n"
102, pp. 6-19. Sobre la fundación véase th. Antonino Salvadores, Fundación de la Ciudad de la Plata,
introducción de...; Puhlicaciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1932;
- «La federalización de Buenos Aires y la fundación de La Plata», en Ricardo Levene (Olor.) Historia
de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos, vol. l. Sintesis SQbre la historia de lo pro-
vinda de Buenos Aires (desde los origenes hosta 1910), La Plata, 1940, pp. 469-484; Y Fernando Barba,
La Plata. Orígenes y jundocMn. La cuestión Capital de lo Repúblicay lafimdación de la Copital de la
Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1995. Otros muchas publicaciones dedicadas al tema no difieren en
cuanto a la perspectiva que aquí interesa.
"Andrés R. Allende, «Julio A. Roca y Dardo Rocha. Una amistad y una enemistad históricas», en Bale-
tin de la Academia Nocional de la Historio, Buenos Aires, 1971, n" 44, pp. 204-231.
¡'Félix Luna, Soy Roca, Buenos Aires, t989, 499 pp; pp. 211-212.
¡'Ricardo M. Ortiz, Historia económica de ia Argentina. Buenos Aires, 19785,715 pp; alusiones a estos
temas en la Parte 111, cap. VI, «Desenvolvimiento de los transportes».
18 JAVIER F. GARClAllASALO
oIOMariano de Vedia, El general Roca y su época [1928], Buenos Aires. 1962,280 pp. Es tlpico el reco-
nocimiento de tres candidalos principales (Rocha, Irigoyen y Julirez) y la posterior omisión del primero
en el reslo del análisis (v. pp. 96-102). En un trabajo posterior (Raca en el eSCeMrio po/{tlco, Buenos
Aires, 1939; 209 pp) de Vedia puede escribir los capítulos dedicados al 'SO y a la primera presidencia
de Roca sin necesidad de nombrar a Rocha hasta las últimas Ifneas, en las que enumera lO/! candidatos
a sueedcrlo.
41 Luna, Soy Roca, en p. 212 indica el conflicto de carácter personal y limitado a la cuestión electoral:
«Hubo que hacerle [a Rocha] la vida imposible; no nos faltaron elementos en la provincia que se de-
dicaron a cortarle las alas y finalmente Rocha llegó exhausto al final de su mandato, sin partido y sin
opinión», con lo que da por concluida su influencia en 1884. También: «Rocha [en 1884] estaba pol/ti-
camente terminado» (p. 221); Yrefiriéndose a las renuncias de los candidatos en 1886: «también lo hizo
Rocha a quien no apoyaba nadie» (p. 224).
41 La excepción parece ser Joaquin de Vedia, «América. República Argentina», tomo XXIV de la Histo-
ria del mundo en la edad moderna publicada por la Universidad de Cambridge oonla colaboración ...
Edición española... de D. Eduardo lbarra y Rodríguez, Buenos Aires, 1913, 572 pp, Yrecientemente
David Rock, Lo construcción del Estado y los movimientospolíJicos en la Argentina, 1860-1916, Buenos
Aires, 2006, 369 pp.
43CarIOll R. Mela, «La campafta presidencial de 1885-1886», incluido en Los parlfdos polfticos argenti·
nos, Córdoba, 1970, pp. 197·259.
«Susana Irene Ralo de Sambuccetli, «El fraude electoral en 1886», en Boletín del Instituto de Historia
ArgentmayAmerlcana Dr. Emilio Ravigtulni, núm. FFyL-UBA, 1978, pp. 415-482.
45 Alicia Vidaurreta, Roca, el quebr=ho, el rel'és de la tramo., BuenO/! Aires, 1983, 246 pp.
"er. Juan Baiestra, El noventa. Uno ellOlución polftico argentina, 3ra. ell, BuenO/! Aires, 1959, pp. 48-
51.
AooNfAs DEL FBDHRAlJSMO 19
41Ferns, Gran Brewllay /aArgenIIM.... pp. 423-424. La crítica de Fems no se dirige a Rocha, pues cree
este autor que esa fundación es parte «de la solución que dio Roca» al tema capital.
4, Felipe Yofre, El Congreso de Be1grano. Allo 1880 [1928], Buenos Aires, 1999. 171 pp; pp. 118-119.
Williams recibe la influencia de IllIta opinión conSllgrada cuando visita la Argentina, recordando que
«un bllllquerol> -probablemente Carlos Tomquist- «me descn"bió a La Plata como el elefante blanco
argentino» (ef. Jobn H. Williams,E/ comercio internacional argentino y el papel moneda inconvertible.
1880-1900 [1920], Buenos Aires, [1004J, 290 pp; p. 61, n. 18). RelPecto de la permuta de capitales, en
el contexto del '90, antes que Vofre, López Gómara sugirió en llUlI ''Cartas intimll5" que un triunfo de
Rocha en 1886 habrla oouducido a ese resultado.
"Raúl Scalabrini Ortiz, Historia de losferrocarriles argentinos, Bs. Aires, 19839, 399 pp; pp. 58-60.
20 JAVlliRF.GARCiABASALO
como asunto separado del desarrollo de las líneas férreas, su trazado, financiamiento
u otros aspectos. También atribuye a ambos gobiernos el defecto de haber carecido
siempre de planificación en materia ferroviaria. 50
6. En conclusión, el estado de los conocimientos sobre la materia que va a estudiarse
puede resumirse del siguiente modo. La federalización de Buenos Aires puso fin a
los conflictos entre la provincia y el Estado nacional. En los afios inmediatamente
posteriores el proceso legislativo que conforma progresivamente los atributos del po-
der central se desprende como corolario de los sucesos de 1880, como resultado de la
afirmación de ese poder en aquellas jornadas, sin que nuevas fricciones significativas
condicionen esta labor parlamentaria ni contribuyan a determinar sus características.
La capacidad de la provincia de Buenos Aires de influir decisivamente en el curso del
proceso histórico concluyó en 1880, y durante la década crucial que siguió a aquel
afio fue sólo la más importante entre las provincias enteramente subordinadas a un
poder central ya completamente «formado» y omnipotente. Dada esa subordinación,
la cuestión de la vigencia del federalismo habría dejado de discutirse en esos afios.
En este escenario, Rocha aparece compartiendo tareas con la figura rectora de
Roca, del que 10 separará únicamente su ambición presidencial. Ésta no pasó de un
anhelo inviable al que faltaban apoyos reales. Por último, en el balance de la década
dedicado a explicar la crisis en que caen envueltas las instituciones bonaerenses, su
primer lustro es visto como preparatorio de esa ruina, pues entonces se contrajeron
compromisos externos que luego no pudieron cubrirse a causa de una equivocada
política de inversión y también por el dispendio asociado a la corrupción. Esa crisis,
además, se explica fundamentalmente como parte de un proceso más amplio que
involucra a toda la república.
7. El presente trabajo cuestiona parcialmente -o más exactamente procura preci-
sar- la atribución de significado que reciben el afio 1880 y la primera presidencia
del general Roca, a partir de la reconstrucción y ponderación de las tensiones que
se registran en el periodo entre la provincia bonaerense y el Estado nacional. Esa
reconstrucción, al tiempo que introduce una visión más matizada sobre la celeridad
e influencia del proceso de sometimiento de la provincia de Buenos Aires al poder
central, confirma por 10 demás el núcleo de saberes transmitidos por la literatura es-
pecializada y en particular por autores que describen los rasgos del obrar politico de
la época. Se trata aquí de indagar la consistencia de las relaciones entre la provincia
de Buenos Aires y el Estado nacional luego de la sanción de las leyes-contrato de fe~
deralización, y considerar qué curso siguió la aplicación de esas leyes en los aspectos
referidos a las condiciones o garantías bajo las cuales la provincia se desprendió de su
histórica ciudad. La formulación afirmativa de estos interrogantes puede resumirse
en una hipótesis desagregada en tres postulados:
"Mario Justo López. Historio de losferrocarriles de la provincia de Buenos Aires, 1857-1886, Buenos
Aires, 1991, 281 pp; pp. 67; 75; 245.
AGONÍAS DELFEDERAllSMO 21
el curso de la acción del poder central en materia monetaria se registra con idéntico
efecto en las cuestiones bancarias y financieras y en la crucial politica de comunica-
ciones -ferrocarriles y puertos- a lo largo de esos afios. Resulta así que los actos que
configuran factores relevantes de la política económica nacional durante esos deci-
sivos afios para la estructuración de la ((Argentina moderna», no tienen como sujeto
un «(Estado nacional» omnipotente, absolutamente consolidado, libre por entero de
la antigua influencia provincial. Ese Estado aparece sin duda preeminente, pero to-
davía entregado a la tarea de destruir las instituciones económicas bonaerenses cuya
supervivencia juzga incompatible con el orden que se propone establecer. Más aun,
ese Estado no sólo debe emplear al servicio de ese fin sus mejores recursos: también
debe esterilizar los esfuerzos de aquel poder rival. y desde que la lucha se verifica
con instrumentos esencialmente económico-financieros, y éstos a su vez remiten a
decisiones de terceros, ella podrá contribuir a explicar el ciclo que, iniciándose bajo
tan halagüetlos augurios en 1880, se cierra de manera tan decepcionante una déca~
da después, no sin dejar en herencia algunas características del sistema económico
regional destinadas a gravitar por décadas. Entretanto, Bancos oficiales, polfticas
financieras, puertos, redes ferroviarias, han sido instrumentos de una lucha, si acaso
menos cruenta que antaflo, no por eso menos onerosa en términos de gasto y, sobre
todo, de planeamiento estratégico.
8. La expresión «federalismo bonaerense», empleada más arriba y repetida en oca-
siones a lo largo de estas páginas, alude a la política provincial que apela a las ideas
del federalismo doctrinario en un país anisómero, y hace con ellas, a juicio de los
restantes Estados, la defensa de su preponderancia. No tiene aquí más que un valor
descriptivo; no se propone para identificar un cuerpo doctrinario rigurosamente de-
finido ni un partido o facción militante, sino más bien una práctica poUtica y discur-
siva. Su uso no pretende prejuzgar sobre la ortodoxia de esas ideas desde el punto de
vista de la teoria constitucional, ni sobre la justicia o la conveniencia de las posicio-
nes que con ellas se asumen o defienden -posiciones cuyos limites, por otraparte,
seria dificil trazar con precisión fuera de cada circunstancia concreta. Se asume, sin
embargo, que a partir de 1860, el texto constitucional refOrmado constituye el lugar
común de argumentación más frecuente y eficazmente recurrido por los eventuales
defensores de esa singularidad bonaerense que se piensa y legitima a s[ misma como
único contrapeso posible a un unitarismo legal o de mcto.
9. La unidad del objeto de estudio de este trabajo -las relaciones entre la provincia
de Buenos Aires y el Estado nacional durante el período setlalado, entendidas en
su realidad bifronte como agonías del federalismo bonaerense (esto es, lucha por el
mantenimiento del «lugar constitucional» creado en 1860) y como sometimiento de
esa misma provincia al poder central, podría parecer a primera vista desmentida por
la estructura y la extensión del texto. Sin duda el tema es complejo, pero constituye
una unidad sobre cuyos Hmites conviene ahora formular alguna precisión mediante
la descripción de su contenido.
AGONÍAS DBL FBDERALISMO 23
"En la terminologla de Laband., que GarcJa-Pelayo traduce como mutación constituciono/, califica las
transfunnllciones constitucionales que transcurren al margen del método de refunna (VerfasSllngslltlde-
rung). Este CIlliO argentino comparte rasgos de los tipos tercero y cuarto de la clasificación de Hsü-Dau~
Lin: la mulllCi6n Be produce 11 través de la interpretación de los ténninos de la cOIlBtitución (cuarto tipo),
~ la que precede una práctica en oposición de los preceptos (tercer tipo), o al menos, en oposición ala
lnterpretllCión vigente de hecho de esos preceptos. eL Manuel Garcla.Pelayo, Derecho constitucional
comparado, Madrid, 19641, 636 pp; pp. 137-138.
24 JAVIER F. GARCIABASALO
con mayor contundencia en los últimos tramos de la primera presidencia del general
tucumano (cap. X) y con una referencia al periodo posterior al que aquí se estudia,
con fin de presentar los rasgos principales de la situación que éste deja en herencia
(""p. XI).
La tercera parte -El Ferrocarril del Oeste y la crisis bonaerense- examina la
pugna entre Nación y provincia en torno a la estructuración del capital social fijo más
relevante en la época: el complejo ferroviario-portuario. Tanto en el ámbito geográfi-
co bonaerense como en su enlace con el sistema de comunicaciones férreas del resto
del territorio nacional, el poder central, inhibido por razones tanto económicas como
politicas para obrar en forma más franca, actúa indirectamente a través de concesio-
nes a terceros. Así, de un modo que a primera vista puede parecer sorprendente, el
estudio de las relaciones del gobierno federal con la provincia de Buenos Aires obliga
a considerar otros actores llamados a participar en el desarrollo de la disputa e inevi-
tablemente presentes también en el nuevo escenario que creará su desenlace.
Al igual que la parte anterior, comienza la tercera con un punto introductorio
que describe los antecedentes del conflicto que va a estudiarse (cap. 1). Sigue la ex-
posición del plan ferroviario de Rocha (cap. 11) y la consideración detallada de sus
cuatro pilares principales: el enlace ferroviario hacia el Interior (cap. ID), el control
del sistema propiamente bonaerense en la región meridional (cap. IV) Y Oeste (cap.
V), y la conexión de las lineas con las instalaciones portuarias (cap. VI): si en todos
ellos se muestran los obstáculos que el plan enfrenta y los ajustes que intentan confir M
venta que clausura su existencia como empresa estatal (cap. X). Las razones de ese
colapso se revisan en el cap. XI en relación con algunas cuestiones sobre las que la
literatura especializada ha insistido con un criterio, según parece, parcial o erróneo;
cuestiones cuyo mejor conocimiento revela de modo elocuente el lugar central que
la disputa entre Nación y provincia ocupa a lo largo del periodo estudiado. Cierra
la sección un capitulo dedicado a examinar las causas del agotamiento bonaerense
y su relación, precisamente, con el trato de que fue objeto Buenos Aires por parte
del gobierno central en el cumplimiento de los compromisos debidos, de naturaleza
constitucional, legal y contractual.
POST SCRIPTUM
lcf. Vicente Sierra, Historia de las ideas pollticas argentinas. Buenos Aires, p. 506; en su Historia de fa
Argentina el mi8lllo Sierra afirma que «las modificaciones constituyen un testimonio inexcusable de que
la refunna fUe un pretexto y no un hecho que justifique que pueda haber sido considerada condición sine
qua non para la unidad nacional» (t. X, Buenos Aires, 1980, p. 459).
, cf. por tndos José Luis Romero, Las ideas pollticas en la Argentlna. Buenos Aires, 1975; 306 pp. o Thlio
Ha1perin Donghi, Una noción para el desierlo argentino, Buenos Aires, 1982; 151 pp. Con frecuencia el
resumen de las reformas excluye la materia monetaria y bancaria (p. e. Alberto R. Lettieri, La república
de la opinión. Polltica y opinión pública en Buenos Aires entre 18S2 y 1862, Buenos Aires, 1993, 166
pp; pp. 95-96; Miguel Angel De Marco, Bart%mé Mitre...; p. 219) o la mencionan en forma suscita (p.
e. Ricardo Zorraquln Becú. Marcelino Ugarte. 1822-1872. Un jurista en la época de la organización
nacional, Buenos Aires, 1954,342 pp; p. 114). Al contrario, los estudios de naturalezajurldica sobre
Bancos no pueden eludir un telDa aún crucial en la jurisprudencia bonaerense y nacional; p. e. Rodolfu
Horacio Lavigne, «La legislación sobre el Banco de la Provincia de Buenos Aires y su preeminencia
constitucional», en La Ley. t. 138, Buenos Aires, 1970, pp. 1125_1134; Héctor Ángel Benélbaz,La Banca
en el derecho público provlncia/, Buenos Aires, 1975, ]72 pp; pp. 89-100.
'En general se privilegian, en lo polltico, las disposiciones sobre capital de la república e intervención
en las provincias; en lo económico, la garantía temporal del presupuesto portello. V. p.e., Natalio Botana,
«El federalismo liberal en Argentina: 1852-1930», en Marcello Carmagnani (comp.), Federalismos latl-
'loamericanos: Mb:ico, Brasil. Argentina, México, 1993,417 pp; pp. 224-259.
26 JAVIER F. GARc!A BAsALo
esta reforma, a la que considera fruto de una «exagerada actitud mental imitativa»,4
Pérez Guilhou presta atención a discursos destinados a justificar no sólo el talante
vigente durante una década en la facción que Alberdi llama «circulo parásito) sino
también las alteraciones que entonces se introducen al texto de 1853 en razón de una
opción táctica de ese mismo partido. Asf, con razón ocupan el centro de su atención
Mitre y Sarmiento. Pasan en cambio también aquí desapercibidas las reformas que
hacen del texto constitucional argentino uno ciertamente original en la medida en
que institucionalizan prácticas arraigadas y abrazadas como opción estratégica por
lo que el mismo tucumano llama el ~<partido locab)s. Se trata, sin duda, de una origi-
nalidad que la teoría constitucional puede considerar aberrante, pero no por eso deja
de estar en el centro de los acuerdos que conducen a la reintegración nacional. Nues-
tra Constitución, escribe Alcorta todavfa en 1880, <iDO ha sido el resultado de una
combinación uniforme teniendo sólo en cuenta los verdaderos principios que debían
lógicamente presidir su formación: elaboración de muchos afios de hechos civiles, y
fruto de concesiones recíprocas reclamadas por circunstancias especiales, y teniendo
siempre en vista al hacerlo la gran aspiración de la unidad de la patria, ella quizá se
resiente de algunos inconvenientes, pero que no está en el poder de las autoridades
nacionales el hacerlos desaparecer sin producir un grave conflicto». 6
El proceso de reintegración del Estado de Buenos Aires y la Confederación Ar-
gentina registra tres instancias principales: la firma del Pacto de San José de Flores,
elll de noviembre de 1859, seguida del convenio complementario de unión del 6 de
junio de 1860; los trabajos de la Convención del Estado de Buenos Aires, reunida
en enero de 1860, cuya Comisión examinadora de la Constitución Federal sesiona
entre febrero y abril, discutiéndose su informe en abril y mayo; y las deliberaciones
de la Convención Nacional ad hoc congregada en Santa Fe, en septiembre siguiente,
para examinar las reformas propuestas por Buenos Aires? A lo largo de ese afio, y
muy especialmente en los debates de la Convención del Estado de Buenos Aires, se
advierte la importancia principal atribuida en la reforma constitucional a la cuestión
bancaria y monetaria y la previsión con que, desde distintas ópticas, se anticipan
situaciones que el tiempo, en efecto, trae. El Pacto de Unión de San José de Flores
hace expresa referencia al Banco provincial en su articulo 7°; «Todas las propiedades
de la Provincia que le dan sus leyes particulares, como sus establecimientos públicos
de cualquier clase y género que sean, seguirán correspondiendo a la Provincia de
Buenos Aires y serán gobernados y legislados por la autoridad de la Provincia). Esta
redacción precisa las instrucciones que desde un primer momento reciben los comi-
sionados bonaerenses para la negociación del Pacto, 8 En el curso de las tratativas que
conducen a su finna la expresión «serán gobernados y legislados» reemplaza a otra
más débil, «gobernados y vigilados».
La Convención de Buenos Aires reunida en mérito a lo dispuesto por ese Pacto
de Unión con el propósito de revisar la Constitución Federal y presentar las reformas
que juzgase oportunas, procede a incorporar al texto de 1853 los acuerdos estableci-
dos en San José de Flores. El medio encontrado es la conocida adición que se introdu-
ce en el articulo 101 (que las refonnas convertirán en 104). Donde el texto dice «Las
Provincias conservan todo el Poder no delegado por esta Constitución al Gobierno
federal» se agrega «(y el que expresamente se hayan reservado por pactos especiales
al tiempo de su incorporación». Se tiene conciencia plena de que esa inclusión del
Pacto de Unión en la reserva de poderes que fonnaliza la provincia de Buenos Aires
viene a modificar disposiciones constitucionales, haciéndolas ineficaces para ella.
El infonne de la Comisión examinadora que sirve de base a las discusiones de la
Convención bonaerense -cuya redacción se atribuye sin contradicción Bartolomé
Mitre- asl lo expresa:
a) la adición «(es otra consecuencia lógica del PactQ);
b) ella está (concebida en ténninos genéricos, tiene por objeto salvar inmensas
dificultades y resolver multitud de cuestiones prácticas de la actualidad, poniendo el
Pacto de 11 de Noviembre bajo la salvaguardia de la ConstitucióD). Esta expresión
advierte que no sólo el problema de la Capital Federal sino (multitud de cuestiones»
se tienen en vista (los debates revelan que entre ellas están el Banco y la moneda).
c) modifica lo dispuesto para las otras provincias; Mitre subraya en el informe:
«Habiéndose reservado Buenos Aires por ese Pacto poderes que la Constitución atri-
bufa en algunos casos al Gobierno NacionaL habiendo éste por su parte consentido
en ello, siendo ese Pacto la base sobre la cual nos confederamos con la Confedera-
ción Argentina, constituyendo asl ambas partes reunidas la Nación Argentina, tal
reserva es perfectamente arreglada al orden de una Nación de pueblos confederados
I Las instruccioocs dicen al respecto: «Que todos los establecimientos públiCOli existentes en Buenos Ai-
res, sin distinción alguna,. como el Banco, Universidad, Colegio, etc., seguirán siempre correspondiendo
al Estado de BuenOll Aires, y serán únicamente gobernados y vigilados por la autoridad del Estado, con
excepción de la Aduanm).
28 JAVIER F. OARdA BASALO
y conforme al derecho público argentino, por lo que respecta a la teoría de los pactos
pre_existentes»). 9
d) «ese [el Pacto de Unión] y no otro es el pacto preexistente que se refiere a
Buenos Aires y por lo tanto debe quedar garantido en la Constitución misma, fijando
a la vez una regla general para todos los casos, por no ser propio de la ley común se
establezcan articulos especiales, en favor de una provincia respecto de otra, no obs-
tante que se salven virtualmente aquellos poderes reservados por cada una de ellas,
que sin perjudicar a la comunidad hubiesen sido expresamente garantidos, como su-
cede en este caso»). El principio es general, pero cobija casos particulares que esta-
blecen concretas diferencias. 10
En el curso de los debates Rufino de Elizalde sefíala expresamente la cuestión
del Banco entre aquéllas que introducen modificaciones a la Constitución sancionada
en 1853: «Quedó establecido [en el Pacto de Unión] que el Banco, el Crédito Públi-
co, las Escuelas, serran de su exclusiva competencia y legislados por su legislatura.
Por este artículo han venido a introducirse modificaciones muy importantes en la
Constitución»), Precisamente es Elizalde quien plantea como una consecuencia de las
garantías obtenidas en el Pacto de noviembre la necesidad de fijar que la provincia de
Buenos Aires pagará «forzosamente en papel moneda) los impuestos nacionales en
las Aduanas. Más tarde Riestra propone al respecto la solución finalmente aceptada:
que los derechos de exportación e importación se pagarán en la moneda corriente en
las respectivas provincias. Asi, una vez más, se emplea una forma genérica destinada
a cobijar el concreto caso bonaerense,u Piensa Elizalde que sobrevendrá un grave per·
juicio (cel dfa en que nuestro papel moneda pierda el uso» que se le da al recibirse en
la Aduana. Traza al respecto una prospectiva que anticipa las luchas por llegar:
«se ha de establecer un Banco Nacional, se ha de mandar recibir la moneda a la par,
y después se ha de mandar hacer el pago mitad en la moneda emitida y mitad en plata.
Esto es lo que yo quiero evitar. Con dos monedas variables no puede menos Buenos
Aires que exponerse a grandes peligros, y ha sido muy sabio el Gobierno cuando dijo: el
Banco ha de ser legislado por mis legitimas autoridades [oo.} no ha de venir el Congreso a
legislado; aunque por la Constitución tiene esa facultad. Nadie legisla sobre el Banco [...]
si es una necesidad de que esto sea asf, que nuestro papel moneda quede garantido, hoy
es la oportunidad de hacerlo de un modo efectivo; que no nos vengan a decir maftana:
tenemos derecho de establecer tarifas y las establezcan en metálico, perdiéndose asl la
garantia del papel moneda. [1] No seflor, consignémoslo ya que más tarde no se han de
• Al respecto dice Sarmiento: «quedan salvados los deroohos de Buenos Aires por el articulo que ha
indicado un Sr. Convencional [futuro art. 104], por el cual esos derechos quedan vigentes, no obstante lo
dispuesto por la Constitución [en otros artículos]».
'·ci. ACA. t. IV, pp. 786-787. Firman etinfurD1e Bmolomé Mitre, Dalmacio Vélez Sarsfield, José Mármol,
Antonio Cruz Obligado y Domingo F. Sarmiento.
n cí. ACA, t. IV,pp. 820-21; 861; 913. También sealudeal papel moneda correntino. En la parte pertinente
el ioc. 1 del art. 67 dice, refiriéndose a los derechos de aduana: «bien entendido que ésta, lIlIí como Illli
demb contribuciones nacionales, podrán ser satisfecbas en la moneda que fuese corriente en lasprovin-
cias respectivas, por su justo equivalente».
AGONÍAs DEL P1!DI!RJUJSMO 29
admitir los bonos Buschental, o la moneda del Banco Nacional. De otro modo vamos
a tener que en Buenos Aires se van a pagar los derechos de Aduana con la moneda del
Banco Nacionab 12
Con igual precisión anticipa Vélez Sarsfield los problemas que implicará la idea
de Riestra: «el principio sería malísimo, porque nos quedaríamos con tantas mone-
das nacionales cuantas fuesen las monedas provinciales... ¡Y todo esto, todas estas
trabas a la Nación, al gobierno nacional por un pequefiísimo interés eventual del
papel moneda de Buenos Aires! Esto sólo explica la poca voluntad de que se reúna la
nación y el ningún sacrificio que estamos dispuestos a hacer por un objeto tan gran-
de.»13 Contestando las posiciones de Vélez le enrostra José María Gutiérrez: «Siete
aftos ha estado atacando el sefior Convencional el orden de cosas que hoy sostiene.
La situación que buscamos con la unión no es ciertamente aquella contra la cual nos
hemos defendido»,14 Riestra sostiene la identidad entre autonomía y papel moneda, y
recuerda que Buenos Aires ha probado en
((más de una ocasión, que una de las armas más poderosas que ha tenido y tiene para
defenderse de sus enemigos, ha sido el crédito. Nada puede ostentarse con más orgullo
en favor de ese crédito, que su papel moneda [...] el golpe mortal es 10 que yo temo, de
decir a un Estado que ha tenido vida y salvación por el papel moneda, -yo no 10 admito
en las oficinas públicas. Lo que yo quiero evitar es ese golpe fatal que puede recibir el
papel moneda, cuando se diga que no se admite en las oficinas públicas».l~
De hecho, cuando en junio de 1860 el gobierno nacional y Buenos Aires acuer-
den los pasos a seguir para la reunión de la Convención ad-hoc y establezcan un con-
junto de medidas transitorias en espera de la futura incorporación de los representan-
tes bonaerenses al poder legislativo nacional, incluirán entre ellas la entrega de roSc
1,5m. a la autoridad central. En contrapartida ésta «ofrece dictar [..•] reglamentos y
disposiciones» a fin de «admitir el papel moneda de Buenos Aires en las Aduanas de
la ConfederaciÓn».16
"ACA, t. IV, p. 824; v. tb. p. 881, COlltra laopiniólI de Elizalde se prolluncia Mitre (dejos de serulI incon-
velliellte el que las tarifllS fuesen ell metálioo, ha sido siempre el bello ideal de lIuestros eCOllOmistas»).
Como «idellS puramente especulativaS) juzgó la posible creación de un Banco Nacional Sanniellto, b~o
cuya presidencia será en efecto fundado tal establecimiento.
"ACA. t. IV, p. 884; v. tb. p. 903.
,. ACA, t. IV, p. 903.
"ACA, t. N, p. 907.
"cf. ACA, t. VI, pp. 578-579. Negoció el acuerdo Vélez Sarsfield,
,
30 JAVlBRf.oAllC1ABASALO
A principios de 1860 Mitre defiende, en polémica con Juan Francisco Seguí, las
mismas ideas expuestas en el Informe. Distingue «una Nación preexistente a toda
Constitución y cuyo pacto social es la declaración de Independencia», Nación que
«hasta el presente no se ha constituido nunca», que no se identifica con (da Confede M
ración Argentina que surgió del Congreso de Santa Fe». La incorporación de Buenos
Aires a esa confederación es obra del Pacto de San José de Flores: «Es en virtud
del Pacto del!! de Noviembre que nosotros nos confederamos a la Confederación,
asociación politica a la que jamás perteneció Buenos Aires. [...] El vínculo legal que
nos une es el tratado del 11 de Noviembre. Al pactar incorporarnos [no] vamos, pues,
a confederarnos con las demás Provincias cuya ley hemos aceptado, con excepcio-
nes que hemos salvado por el mismo tratadO),!7 Esas excepciones, más allá de otras
modificaciones que puedan introducirse a la Constitución de 1853 de común acuerdo,
vuelven impostergable su reforma. Aunque el centro de la discusión lo ocupa enton-
ces con preferencia la «(cuestión capital», Mitre subraya expresamente que el Pacto
del 11 de Noviembre ha reconocido a Buenos Aires «d poder de legislar sobre esta-
blecimientos que por Constitución son de resorte del Congreso». lB Dada la incompa·
tibilidad entre la Constitución de 1853 Y lo acordado en San José de Flores, aceptar
aquélla sin reformas «compromete [...] el porvenir de sus instituciones [las de Buenos
Aires] [...] porque sin la reforma de la Constitución son de todo punto insolubles las
cuestiones prácticas [...] que surgen del pacto del 11 de noviembre».'9
Más tarde, luego de Pavón, en ocasión de discutirse en la Legislatura portefia
el proyecto de ley que autoriza al ejecutivo local a invitar al resto de las provincias a
reunirse en Congreso y tomar otras medidas tendentes a reorganizar los poderes na·
cionales, coinciden los principales oradores en el carácter irrevocable y constitucio-
nal que han adquirido las reservas y garantias consagradas por el Pacto de Unión de
1859. Así lo expresa el senador José Mármol. quien se opone al proyecto en discusión
temiendo que abra la puerta a la residencia definitiva del Congreso en la ciudad de
Buenos Aires y prepare su federalización:
17Bartolomé Mitre «Cuestiones previllll de actualidad» [mlll"Zo de 1860], en Juan Fr8IIcisco Segul- Bar-
tolom6 Mitre, Polhnica sobre la Constitución. Con estudio preliminar de NÜtor Toma., Auza, Buenos
Aires, 1982; pp. 17S-1S5; p. 178.
I'Bartolomé Mitre, «La Constitución debe e:u.mlnarse y refunnarse» [enero-febrero de IS60], en Segul-
Mitre, Polé11lica sobre...; pp. 95-145; p. 127. Las cuestiones bancaria y monetlltia están intimamente
relacionadas con la capital. La Ley respectiva de la Confederación, sancionada por el Congreso Gene-
ral Constituyente eIIS.N.lS5l, establece entre otr811 providencillll: «Art. 4~ Todos los establecimientos
públiCOll de la CapitalllOn federales. [1] Art. 5~ La Confederación se sustituye en todas IlIlI acciones, no
menos que en todos los deberes y empell.os contnúdos por la Provincia de Buenos Aires, y garante su
medio circulante.» (.4.CA. t. VI, segunda parte, pp. 790-791).
"Bartolomé Mitre. «La Constitución debe. ..» p. 105.
AGONÍAS DEL I'IIDI!IlAUSMO 31
«El articulo 7G del pacto del 1l de noviembre, acta inviolable de nuestra incorpo-
ración, consagra la individualidad de la Provincia, su ser po!ltico y el ejercicio de sus
leyes propias en lo relativo a los objetos de provincia que alH se explican; nadie tendrla
el derecho de violar la condición de la Unión, sin dejar rota desde ese momento, la unión
misma, ni otro cuerpo politico que aquel que sancionó el convenio, tendrfa el derecho de
volver sobre él para modificarlo o anu1arlo.)¡2°
'" ACA. t. IV, p. 1342 (sesión deI15.1I.1862). Mármol presenta un proyecto de minuta que hace saber al
Poder Ejecutivo (Mitre) la triple autorización que la Asamblea Legislativa de Buenos Aires le confiere;
convocar al Congreso Nacional, al que concurrirá la provincia con sus diputados; ejercer el Ej1lcutivo
Nacional para aquel fin y con las facultades que le deleguen las provincias; y sufragar los gastos que
demande la instalación del Congreso. Por el contrario, no se permitirá reunir el Congreso en el territorio
provincial eo razón de «altas consideraciones de politica, autorizadas por antecedentes históricos nada
equivoco8». Mármol insiste en que traer el Congreso a Buenos Aires llevará a la capitalización de la
integra provincia, poniéndose asl «en peligro las libertades de la República», o a lJII división, con lo que
s~ creará «una nueva provincia débil y sin antecedentes; aniquilando de ese modo el único poder provin-
CIal capaz de contrabalancear y conservar en quicio al poder Nacional».
llACA, t.IV, p. 1354 (sesión del 17.11.1862). Los alcances del 3rt. 104 no ofrecen dudas a los contempo-
ráneos. Cuando el diputado Je!!Ús del Campo, en 1877, propone su reforma-Pizarro en 1880 impulsa su
derogación lisa y llana-, fundamenta: «El articulo 104 eocierra con su preámbulo una gran contradicción
que a menudo nos pone frente a frente dos soberanlas en pugna, la del pueblo que ordenó y sancionó
esta Constitución y la de las provincias que se reservan la sobenu:úa no delegada» (ACA,IY, P. 666). La
capacidad de las provincias para delegar o reservar atn"buciones, es decir, el problema de la preexisteocia
?e. l~ provincias o del Estado nacional --euyos precedentes pueden remontarlle al cabildo abierto que
llUCUl la revolución de Mayo (y más atrás si se VIl en los cabildos el antecedente de las provincias, pue8
aquéllos retenían, según el parecer de Hevia Batafios, parte de la soberanía no delegada en el monarca}-,
es objeto de reiterada disputa en relación con los derechos del Banco de la Provincia también en el siglo
pasado; v.la bibliografIa citada enAdF, p. 27.
32 JAVIllkF.oARcIABASALO
11 Sobre la situación y alternativas que enfrenta Mitre en aquellas circunstancias cruciales cf. AbeLarrlo
Levaggi, La opinión liberal después de Pavón, apartado de la Revisto del Instituto de Historia del Dere-
cho, núm. 5 (1964), Buenos Aires, 1965, 24 pp; Carlos Floria, «La crisis 00161 y el nuevo orden liberal
1852-1864», en Equipos de Investigación Histórica, Pavón y fa crisis de la Confederoción, Buenos Aires,
1965, 634 pp, pp. 9-4S Y César A. Garc/a Belsunce, «Mitre y la pol/dca de Buenos Aires. 1859-1862»,
loe. cit" pp. 119-166.
:l3 ACA, IV. pp. 1327-1329, mensa,je deI6.II.1862 a la Legislatura de Buenos Aires.
.. ACA, V. pp. 173_\75, mensaje deI6.YI.1862 al Congreso Nacinua1.
AOONÍAS DEL FIlDEllAUs"fO 33
dez de los pactos sin cometer una arbitrariedad y sin legitimar doblemente la resistencia
de Buenos Aires.)Y;5
En efecto, la provincia no regresa de las estratégicas posiciones adquiridas en
1860. El «partido local» -en términos de Alberdi- resiste el abandono que, por juz-
garlas soluciones meramente tácticas, propone el «(circulo parásito)). En adelante to-
dos los presidentes procuran, de una u otra manera, resolver el problema capital, na-
cionalizar el Banco de la Provincia, y disputar con Buenos Aires en un conjunto de
materias -infraestructura, finanzas, moneda- en que la pujanza bonaerense tiende a
tomar la iniciativa. Con razón Mármol prevé en 1860 que se asiste al «principio de
un debate que habrá de durar muchos afios en la República, tomando cada día mayo-
res proporciones y mayor empefto. El debate [u.] es entre la mayor centralización de
poder en el Gobierno general, y el mayor poder y derecho de los Estados. Esa será la
cuestión que nos dividirá en lo futuro, y cuya primera palabra se pronuncia en este
momento.))26
La posición de Mitre, atenuada por su rol opositor durante la presidencia de Sar-
miento -por ejemplo, en la cuestión portuaria es partidario de confiar las obras a la
provincia- y por su falta de gravitación en los afias posteriores a la fallida revolución
de 1874, retoma vigor con la polltica de conciliación. Al discutirse en septiembre de
1878 el proyecto de ley sobre establecimiento de la línea de fronteras, le cabe una
intervención decisiva en fuvor de su aprobación, cuando median objeciones de ca~
rácter constitucional.l7 El gobernador bonaerense Carlos Tejedor se dirige al cuerpo
legislativo; sin objetar el fondo del proyecto en discusión, pide que los procedimien-
tos respeten los derechos que la provincia conserva en virtud del Pacto de Unión y
el arto 104 de la Constitución Nacional, antecedentes también invocados durante el
debate por el diputado Vicente G. Quesada. Entonces la autoridad de Mitre pesa en
la discusión, defendiendo un conjunto de afirmaciones que rebajan el Pacto de Unión
a un mínimo significado. Esa «doctrina Mitre sobre el Pacto de UnióM de 1878,
que resignifica la obra institucional de 1860 de la que habia sido principal artífice,
sostiene estas ideas: ningún pacto fuera de la Constitución puede limitar la autori-
dad suprema del Congreso para dictar leyeg2s; el pacto de Unión no dio a Buenos
Aires derecho alguno ni privilegios que no tengan las otras provincias29; Buenos
Aires no se incorporó a la Nación por medio del pacto de Unión pues la Nación es
anterior y preexistente al pacto y «a todO>fo; mediante el pacto lo que Buenos Aires
hizo fue ejercer su derecho a revisar la Constitución; el pacto caducó de hecho y de
derecho; del pacto surgen modificaciones consignadas en la Constitución que favo-
recen a Buenos Aires pero que se incluyeron no como privilegios ni preferencias
sino haciéndose extensivas a todas las provincias. Los beneficios que Buenos Aires
obtuvo en virtud del pacto se hicieron regla general para todas las provincias3l ; los
pactos preexistentes a que se refiere el preámbulo (los históricos de la época de la
federación, el más importante el pacto litoral) también invo1ncran a Buenos Aires y
por más antiguos valddan más 32; el pacto obligaba a Buenos Aires a obedecer lo que
resolviera la Convención Nacional con la condición de que ella respetase su integri-
dad territorial en la solución del problema «capital)).33
Illncias de hecho: «hemos querido que se diga en la C01L'ltitución que Buel108 Aires no cede los poderes
que se reservó por el pactO)), dijo Sarmiento informando este artículo en la convención provincial En ese
«no ceder» radican SUll derechOll y privilegios. El Mitre de 1878 insiste en la «regla general)) y reduce los
poderes reservadOlJ a preservar la integridad territorial
30 El Informe de la comisión partía del mismo principio: «Antes de la declaración de la independencia
de las Provinciall Unidas del RJo de la Plata, la nacionalidad fue un hecho tradicional., que continuaba
el sistema coloniah)j «la nacionalidad argentina ha sido un hecho que ha sobrevivido, aunque perdiendo
algunos de SWI miembros, a las guerras intestinas, a la tiranía y al antagonismo de intereses creados por
la desunión y el aislamientml pero «de ese hecho ha nacido un derecho que ha consagrado las sobera-
nías provinciales». El infurme., sin embargo, completa esas ideas con expresiones tales como «las dos
pon:ioDe& en que se halla la República dividida»; «nos confederamos con la Confederación Argentina,
coustituyendo así ambu partes reunidas la Nación Argentinll»; e insistla en que tal reunión por parte
de Buenos Aires se hacia «siendo ese Pacto [de Unión] la base sobre la cual nos confederamos)); v. tb.
Segul-Mitre, Polémica sobre..., cito
31 Este es el punto más débil de la argumentación de Mitre. La situación «especial» del Banco de la
Provincia radica en quedar exento de la jurisdicción del Congreso Nacional, concesión que de ningún
modo alcanza a los demás establecimientos bancarios provinciales existentes o que pudieran existir en
el futuro en el marco de la Constitución de 1860.
"En esto también se aparta de lo que sostuvo en el informe de la comisión de 1860 (bajo el título (NI.
Reformas de! pacto»): «ese [el Pacto de Unión] yno otro es el pacto preexistente que se refiere a Buenos
Aires y por lo tanto debe quedar garantido en la Constitución misma».
>lEn elInforme final de la com.i8ión examinadora de la Constitución Federal redactado por Mitre (ACA,
t. IV, pp. 766-787), el punto «VI. Reformas del PactO)), las clasifica en tres tipos: «1° Reformas que
importan reservas de los derechos propios, o de los derechos naturales intransmisibles, que Buenos
Aires propone como condiciones para federarse y respecto de los cuales la Convención ad hoc no puede
estatuir nada en contrario, a menos que la Confederación pretendiese bacer violencia a Bueuos Aires.
(!] ZO Refurmas puramente COUlltitucionales que tienen por objeto perfeccionar la ley fundamental [...]
tI} 3" Reformas que son Ulla consecuencia forzosa del Pacto, o que expresamente están COUllignadas en
él., y respecto de las cuales la Convención Nacional DO puede hacer otra cosa que aceptarlas, porque el
Pacto del 11 de Noviembre limita en esta parte sus poderes». En el acta final de la Convención provincial,
del lZ.V.I860 (ACA, t. IV, pp. 941.945), que se reproduce también en las actas del Senado Nacional de
23.vI.1860 (ACA, t. IV, pp. 101\-1015) Yde la Cámara Nacional de Diputados delZ3.VJ.1860 (ACA, t. IV,
pp. 1018-1022), el «Cuadro General de Reformasl) las agrupa eD dos partes.: «Primera parte: Proyecto de
Reformas)) y «Segunda parte: Reformas consignadas a consecuencia del pacto)), en la que se incluyen las
modificaciones introducidas en los artlculos 3, 31, 34 Y 101 [104].
AGONÍAS DEL FIlDBRALISMO 35
Es significativa la critica que en 1878 reciben quienes, como Quesada, recuer~
dan los alcances del art. 104 de la Constitución. denunciando en sus opositores el
recurso fácil de agitar la bandera de la nacionalidad y tachar de «arranque de provin-
cialismo» a la defensa de legItimos derechos. En un paralelo notable con la situación
que se vivirá en 1886 respecto de los debates de 1880, Quesada no comprende cómo
lo que se juzgó en un momento doctrina constitucional verdadem ahom se ve como
«elemento de desquicio», «causa de odiosos privilegios», «estipulación ominosa»,
(<Jl1onstruo capaz de producir anarqufa>~. Cuando denuncia la actitud de Mitre con
meditadas palabras -<da voluntad es impotente para variar los hechos de la historia
[...] cambian los intereses, las pasiones y los móviles de los partidos polfticoS; pero
los hechos quedan ina1terables)~-, el patricio se limita a admitir que si <da voluntad
no puede hacer que los hechos que han tenido lugar dejen de haber sucedidO)~ puede
en cambio «hacer variar el curso de las leyes, y darles distinto significado»...
La opinión de Mitre pronto es blasonada por Victorino de la Plaza, ministro de
Avellaneda. El 15 de febrero de 1879 Plaza dirige al gobernador Tejedor una extensa
«exposicióm~ sobre la cuestión monetaria. Se advierte en ella que el propósito del
gobierno nacional es avanzar progresivamente hacia una situación en la que puedan
revisarse las garantfas establecidas en resguardo de Buenos Aires por el Pacto de
Unión. Plaza se extiende en indicaciones sobre cómo deben administrarse los Bancos
bonaerenses, y sobre el Pacto escribe:
«Y. E. DO extrañará que formule esta indicación a pesar de lo que prescribe el arto yn
del Pacto de 11 de Noviembre de 1859, desde que, como he dicho y todos lo comprenden,
las operaciones del Banco están íntimamente ligadas con la moneda circulante, y desde
que la Nación garantiza e impone la circulación de esa moneda en la República.
Por otra parte, el articulo precitado tan solamente [sic] declara que "todas las pro-
piedades del Estado (Buenos Aires) que le dan sus leyes particulares, como sus esta·
blecimiento públicos de cualquier clase y género que sean, seguirán correspondiendo
a la Provincia de Buenos Aires, y serán gobernados y legislados por la autoridad de la
Provincia".
Pues bien, un publicista tan respetable como es el Sr. Brigadier General D. Barto-
lomé Mitre, actor importante en los sucesos politicos de aquel tiempo, expresando su
opinión en laH. C. de D. D. de la Nación sobre la inteligencia y autoridad de aquel Pacto,
manifestó con patriótica convicción, que jamás fue la mente de sus autores, entre los
que figura Y. E., levantar una excepción al derecho común de los pueblos de la Repú_
blica, ni menos colocarlo sobre la Constitución Nacional, y como V. E. lo sabe, por ella
corresponde al Gobierno Federal, legislar y hacer la moneda y reglar el comercio de las
provincias; de modo que aún cuando el Banco como tal establecimiento pertenece y está
bajo la autoridad del Gobierno de Y. E., esa dependencia no se extiende hasta lo relativo
a la moneda, sino pura y simplemente a las operaciones bancarias.~
es precisamente salvaguardar la moneda de Buenos Aires. Se verá más adelante que Wenceslao Pacheco,
como ministro de Roca, asimismo invoca la «doctrina Mitre» contra los derechos de Buenos Aires.
lScf. Carlos Melo, «El afto 1877 y los destinos pollticos argentinos», en Boletlll de la A.cademiaNacional
de la Hi$taria, 33, 1962, pp. 549-564.
"cf. Alfredo Terzaga, Hi$toria de Roca. De soldado federal a Presidente de la República, Buenos Aires,
1976,2 vol., esp. cap. 18. En sentido parecido Florit, El roquismo, ciL
"cf. las entrevistas reproducidas en Bartolome Gallndez, Historia politica argentina. La revoluci6n
de/80. Buenos Aires, 1945, 387 pp; pp. 151-153; YNatalio Botans, «1880. La federalización de Buenos
Aires», en Ferrari y Gallo, La A.rgentina del ochellta...; pp. 107-128.
"El uso del término «huésped» que los gobernadores de Buenos Aires dan al presidente de la república,
por ejemplo en el mensaje de Emilio Castro a la Legislatura, en E. M., Admln/$tración Castro. 1869-
1870. Das aRos de gobierno, BuenO$ Aires. 1871,55 pp; p. 18.
n. ROCHA y EL '80
Hacia 1876 Roca y Rocha -cuyo mutuo conocimiento, sin consecuencias polí-
ticas, remonta a 1871 y se debe a los oficios de Eduardo Wilde, correligionario del
segundo y condiscípulo del primero- comienzan a cultivar una relación más estre-
cha en el fértil terreno político del enemigo común,! Aun cuando al morir Alsina
ambos acarician íntimas esperanzas presidenciables, actúan juntos en la renovación
de 1880. En 1879, año de definición de candidaturas, Rocha acepta lo prematuro de
su intento y trabaja decididamente por Roca, sin duda persuadido de poner así los
fundamentos de una posible sucesión.
Después de los comicios presidenciales del 11 de abril de 1880 comienza la fase
final de un proceso que Roca -pero no Rocha- desde mucho antes cree que resolverá
la guerra,2 A fines de ese mes anticipa con precisión, en carta a Rocha, lo que a la
postre ocurre: Tejedor se hará cada vez más fuerte en Buenos Aires como él en el
interior; pero el resultado dependerá del control de las fuerzas nacionales. Así «sella~
remos con sangre y fundiremos con el sable de una vez y para siempre esta naciona-
lidad argentina), Roca tiene presente lo azaroso de la guerra, e indica la posibilidad
dc un revés: «si sucumbimos habremos retrocedido veinte años con el triunfo de la
injusticiID); en cualquier caso, «los contemporáneos aplaudirán a los que venzan en
los campos de batalla)}. Esta última convicción sumada a su fe en la superioridad del
ejército nacional, funda su conducta a lo largo de ese afio,) Así, cuando se procura
alejar la guerra por medio de transacciones -Rocha también alienta esta posibili-
dad- reafirma aquellas ideas: «Es tan tentadora mi posición como General}) -vuelve
a escribir a Rocha- «teniendo la razón, la legalidad, el número y una confianza ciega
en la victoria, que no sin esfuerzo he de hacer el sacrificio, no por la Presidencia, sino
por perder la oportunidad de salvar, con las armas, esta nuestra efimera nacionali-
dad, que hasta un atolondrado puede ponerla en peligro}). y al considerar un eventual
compromiso sobre la base de la federalización de la ciudad de Rosario y la elección
lSobre la relación Roca-Rocha cf. Allende, «Julio A. Roca y Dardo Rocha.. ,l) cit. MienulIll se hacen pú-
blicas las diferencias entre Roca y Alsina en relación con la estrategia a seguir en el desierto, Del Valle,
Rocha y otros fracturan el autonomismo dando origen al partido republicano.
lcE Rnca a Juárez Ce/man, 3.IX.l879, ap. Agustin Rivero Astengo,Juárez Cefman. 1844-1909. Estudio
histórico y documento! de una época argentina. Buenos Aires, 1944 (en adelante RA-JC), p. 140.
'Roca a Rocha, 28.IY.1880, ap. RA-JC, pp. 176_177.
38 JAVlI!R F. OARCfA BASAJ..o
• Roca a Rocha, 6.V.1880, ap. Sanucd. La renovación presidmciol de 1880. La Plata, 1959, 22Op; pp.
139-140; con fceba 5, ap. RA-JC, pp. 184·185.
lcf. Sanucci, La renovación.... pp. 131·132.
6 Luego de la célebre sesión del 7.V, suspendida cuando. según algunos testimonios, parcela precipitarse
en un bailo de sangre, roquistas y mitristas designaron delegados para negociar. A instancias de Mitre,
sin embargo, las tratativas se confiaron a un delegado por parte (Plaza y el mismo Mitre); el acuerdo lo-
grado se aprobó en la elimara el1S.Y. Para entonces habla fracasado el encuentro Tejedor·Roca, n:alizado
bajo pl'llsión de la opinión pública e110.V en la cafl.onera Pllcomayo fondeada en Tigre.
7 cf. tanto en GaUndez como en Sanucci abundante reproducción documental que revela la planificación
conjunta de Roca y Rocha a lo largo del mes de mayo de las operaciones polfticas roquistas en Buenos
Aires. La expresión «esfuerzos sobrehumanos» en Rocha a Roca. 18.V.l880, ap. Gallndez, Historia po-
Utica.... pp. 249-250.
'cf. Gallndez, Historia política..., pp. 213-232; Sanueci, La renovación..., pp. 131·136; tb. la versión de
uu¡m¡tagonista de los hechos, Yofre, El Congreso de Belgrano...• pp. 55-70.
'er. Roca a Rocha, 20.Y.1880, en la que sugiere que piensa retirllrse a Europa a fines de mes; fragmentos
en Galindez, Historia politiea..., pp. 252-253; Y Sanueci, La renovación.." pp. 147-148. ¿Se trata de las
dudas que acompaflan la vlspera del jefe militar que se laW'.a a la guerra, o de una táctica para smci-
tar respuestas de partidarios? Para Galíndez fue Rocha quien «modificó la actitud del generab). Según
Ángel Costa son éstas palabras de Rocha: «yo fui uno de los más infatigables obreros de la presidencia
del general Roca a punto de que cuando él desmayaba y pcrdla la fe en su candidatura yo redoblaba mis
esfuerzos para sacarla triunfante" (Ángel Floro Costa. La crisis polltico-flnanclero de la RepúblleaÁr-
gentinfl. Carta politiea al Presidente Rocapor... abogado. Montevideo, 1885, 47 pp; p. 31). En el mismo
sentido el autor anónimo de La presidenciafutura y los candidatos actua/n. Estudio politlco e/ectorol
(República Argentina [sic]. 1885; 56 pp): «después de haber llegado éste [Rocha] hasta la abnegación de
todos los sacrificios en favor de aquel [Roca]; después de haber sido su amigo y su apoyo en las horas
de tribulación; su consejero y su guia en los dlas de los primeros ensayos gubernativos, hoy está roto el
encanto» (p. 31).
AGONÍA8DIlLFIlDl!MU8MO 39
contia su destino político a las decisiones que adopte un consejo partidario, al que
por cuerda reservada instruye sobre el modo en que debe rechazar terminantemente
toda posible renuncia a su candidatura. Una vez más, en el centro de esta maniobra
-destinada a que «los amigos de Buenos Aires y los del Congreso [m] compartan con
su candidato las glorias y las responsabilidades~)-, está Rocha. 1O La ruptura precisa
un casus hel/i, que ocurre el 2 de junio cuando fuerzas nacionales intentan infruc-
tuosamente impedir un desembarco de armas compradas por el gobierno de Buenos
Aires, que se efectúa en el Riachuelo. Una parte de los poderes públicos abandona
la ciudad de Buenos Aires (Rocha está entre los legisladores que la dejan a bordo
del Vi/larino). Esto y la movilización de fuerzas conduce -a pesar de las renovadas
misiones de paz ante Roca, entre las que se destacan las gestiones de la Corte Supre-
ma de Justicia- a la ruptura de hostilidades, que demora sin embargo para dar lugar
a la reunión de los Colegíos electorales, prevista para el 13 de junio. Cumplido este
paso que deja pendiente sólo la última y decisiva instancia del proceso electoral-el
escrutinio y proclamación en la Asamblea Legislativa-, se inician, el 16, las opera-
ciones militares destinadas a asegurar su resultado. l1 La idea de Roca consiste en un
avance masivo de fuerzas dispuestas a entrar en la ciudad sin negociar (<<sitiando a
la "criolla" [la] guerra prolongaráse indefinidamente~), dice): «Desde el momento
que sospechen que hay resolución de atacarlos y tomarlos a viva fuerza, ya no han
de resistir; es necesario quitarles toda esperanza de transacción», opina después del
triunfo de Racedo el día 17, mientras continúa acumulando tropas para el sitio, que
llegarán a 40.000/50.000 según algunas fuentes. Y aún después del definitivo triunfo
de Barracas asegura que la «procesión de multitudes armadas hacia Belgrano segui-
rá como hasta ahora. Tendrán todos los batallones que quieran. Yo no me ocupo de
otra COSID>.12
"cf, Sanucci, La renovación•••, pp. 149-150; Oallndez, Hjl/tQria poUtica..., pp. 253-262 (Gallndez omite
mencionar la instmcción reservada). SOOre ello cf. tb. Roea a Juárez Ce/mem, 2.VI.l880, ¡¡p. RA·IC, pp.
194-195). Ya antes Roca habia prometido someter la continuidad de su candidatura a la opinión de sus
partidarios poniendo como condición la instalación del Congreso. Como ésta se verificó en términos
para él desfavorables, no lo hizo. Esta primera promesa habla sido elaborada conjuntamente por Roca y
Rocha, an una carta-manifiesto posterior al encuantro con Tejedor, de la que fue portador el ministro de
Guerra Pellegrini (cf: Sanucci, La renovación..., p. 145).
11 Según Sanucci con la reunión de los colegios electorales el «proceso electoral se ha cerrado». Sin em-
bargo, éste sólo concluye cuatro meses más tarde, con la proclamación de Roca en la Asamblea Legisla-
tiva deI9.X. y la guerra civil es sin duda una de sus inBtancias dedsivas.
"cf.los telegramas y notas del Archivo Rocha que tranacribe Gallndez, Hll/fOrja politlca..., pp. 296·304.
Es también elocuente la nota que Roca había remitido a José Posse eI4.IV, comparando su situación con
la de Urquiza quien, en las guerras con Buenos Aires, «en plata, sólo le oponía las Provincias de Entre
Rlos y Santa Fe. Ahora todos los pueblos aproximados por los telégrafos y los ferrocarriles pueden con-
currir a la cita» (ap. Ruiz Moreno, Lafederalizaclón...; p. 46). Además del ejército de linea Roca organi-
<:ó, a través de Juárez Cebnan, batallones de «voluntarios» Cívicos y Patricios, y coordinó esfuerzos de
guerra con otros parientes como Rudecindo y Ataliva Roca y Marcos Juárez. Cuando la guerra se inicia
lo comunica a Juárez Celman como un deseo cumplido que atribuye a del Vi50: «Viso tiene ya, querido
JUárez, lo que deseaba: la guerra» (cl. RA-IC, pp. 200 Y 197).
40 JAVlEll F. GARclA IlASALO
"Según las crónicas: ,<a éste, éste es Rocha, mátenlo!» (La Prensa, 8.Y.l800) y «maten al DI. Rocha,
mátenlo» (Tribuna, 7 y 8.Y.1880); apógrafos en Archivo General de la Nación (en adelante AGN) Fondo
y Colección Dardo Rocha (en adelante DR) 293.
"Eduardo Gutiérrez,La muerte de Buenos Aires. [Epopeya de 1880], Bueno~ Aires, [1882]1959;423 pP;
pp. 175 Y 183.
IScf. Carlos D'Amico, Siete alias en el gobierno de Buenos Aires, tomo 1 [único publicado] Buenos Ai~
res, 1895; 282 pp; pp. 199-200. Según infonna más tarde del Viso a Roca, el partido autonomista «está
lIpoderlldo de la campaña por medio del Interventor Bustillo, a quien maneja Rocha» (Del Viso a Roca.
22.VII.I880, ap. Arce, Roca, 1, pp. 362-365). Cf. un ejemplo de la participación de Rocha, cercano a Bus-
tillo, en la designación de autoridades municipales durante el periodo del Congreso de Belgrano en la
evocación de AGN-DR 39, Augusto Jansen a Rocha, Morón, 3.IV.18g2.
J6Expresión de Mitre durante las negociaciones, según testimonio de Peliegrini; cf. Galíndez, Historia
!jfI,lftica..., p. 31!. ,
, ,El telegrama del 23.VI de RDca a Rocha en Galíndez, Historia pallUca..., p. 304;....v. tb. Roca a Rocha,
1tel.) 24.VI.1880, op. AlIende, «Julio A. Roca y Dardo Rocha...», p. 218: «es necesario que los grandes
AGONíAs DEL FEDEIlALISMO 41
primera de esas órdenes --que de hecho significa que Roca será presidente-, aunque
el manifiesto que la cámara dirige al pueblo será publicado sólo el 30.18 Para enton-
ces culminan las conversaciones que desde el 25 celebran primero Mitre con los
ministros del ejecutivo nacional y luego José Maria Moreno con Avellaneda. Esas
negociaciones comienzan, por parte de Avellaneda, exigiendo la renuncia de Tejedor.
El gobierno nacional sólo puede negociar con una autoridad no comprometida con la
rebelión, para lo cual se acepta la asunción del mando provincial por el vicegober-
nador José María Moreno. Será éste una reliquia transitoria de la anterior situación,
pues las exigencias del presidente incluyen además la desaparición de los poderes
públicos de la provincia y su nueva organización bajo control de la intervención;
y la conservación de las autoridades designadas por el interventor en la campaila.
Estas propuestas significan, en resumen, el traspaso de la situación provincial a los
autonomistas aliados de Roca, mediante una renovación de los poderes bonaerenses
en elecciones «hechas~) en la campafia por las autoridades impuestas por Bustillo.
Naturalmente, el mitrismo no puede convenir en esta solución. Más allá de la sincera
y tenaz negociación en torno a las furmas del desarme provincial,juzgadas decisivas
por cuestión de honor, las contrapropuestas apuntan a mantener la Legislatura -en
la cual el autonomismo ha quedado en minoría después de las elecciones del 28 de
marzo de 1880 controladas por Tejedor- y dar por concluida la intervención inme-
diatamente después que Moreno declare el acatamiento bonaerense a las autoridades
nacionales. Así el mitrismo conservará el control de la provincia. Acerca de 10 final-
mente acordado entre Avellaneda y Moreno y del carácter mismo del acuerdo -(~pac
tO)} o no- se dan diversas, interesadas y parcialmente contradictorias versiones. En
esfuen:os que ha hecho el país no se esterilicen dejando en pie elementos aDárquicns [...] Es Ilecesario
que la idea de un asalto sea una resolución y se tomen todas las medidas paTa daTlo. Una vez que los de
la plaza se convenzan que esto puede suceder se hau de rendir a discrecióu». Allende fecha en e80lI días
la primera tirantez entre ambos a causa del trato que debe daTse a los vencidos.
l! La cámara de diputados sesionando en minoTÚI viene ocupándose de la mayoría del cuerpo (mayoría
no parlamentaria, insuficiente para lograr qUQrum) que ha quedado en Buenos Aires desde el 9;\11. Una
comisión especial redacta una nota de citación que se aprueba el!l; el 14 se desigua otra comisión que
debe estudiar el procedimiento a seguir ante la respuesta negativa recibida. El 23 -se deduce del acta
del 24, pues la deiiberación no queda registrada-la cámaTa seliiona en comisión «de una manera reser-
vada», discutiendo un proyecto diferente al presentado al día siguiente, que siguiendo la orden de Roca
declara vacantes los puestos de 40 diputados (24 de Buenos Aires y 16 del interior), dejando a mitristas,
conciliados, etc. sin representación. Cuando SaTavia hace notar que el proyecto estudiado en [a jornada
anterior es otro, es llamado rápidamente a silencio por SeTÚ, que argumenta la reserva acordada: «DO
P?dj~ ,en consecuencia hacer uso de IlllI opiniones al1l manifestadas». Teófilo García propone ulla nueva
Cltaclon antes de declararla cesanUa, que no se acepta. Sólo se accede a otra propuesta suya: la redacción
de un manifiesto que explique la conducta de la minoda de la cámara. Es encomendada a una comisión
que presenta su texto el día 30. En cuanto a los diputados por Córdoba el primer paso se da ya el I?VI
cuall~ apenas 16 diputados autorizan al presidente de la cámara a integrar la comisión de poderes para
que esta estudie los cOTTellpondientes a aquéllos. V. las actas del DSCDN, 1880, reproducidllll enACA, t.
VI, primera parte, pp. 16-25.
42 JAVIERF.GARcfABASALO
2. En la cuestión capital
"Trae este testimonio, originalmente publicado en laRevl...ta de Derecho, Historlay Letras, Carios Páe.z
de la Torre (h), Nicolás Avellaneda. Una biografla, Buenos Aires, 2001; 423 pp; p. 328.
¡'De inmediato 10 hace notar Roca a Juárez Celman: «El someti..miento [de Buenos Aires] bajo las bases
que se ha hecho [el «pacto» con AvellllIleda] nunca nos puede ser desfavorable. Los enemigos con que
vamos a tener que lucbar en adelante 110 saldTán de las filas tejedoristllS, sino de entre los vencedores de
la Chacarita» (Roca a Juarez Ce/mano 9.VIl.1880, ap. RA-JC, p. 202). Sin embargo, como se verá, por
entonces el acuerdo con el milrismo fraca~a al no aceptar éste la cesantla de los diputados declarados
«rebeldes»,
AooNíAsDilLFl!DERALTSMO 43
"«El loco [Sarmiento] se nos entregará en cuerpo y alma y nos dará todo 10 que le pidamos, inclusive la
Capital de la República en el Rosario, porque está poseído de la ambición JrnÍ!T desenfrenada. Cn:o que
con él no evitaremos la guerra civil, pero no la haremos en mi nombre, y asi seria más seguro que los
elementos militares de la nación cayeran en nuestras manos, quitando asi hasta la sombra de complici-
dad conmigo. [...] Aunque 10 de Sarmiento no sea una resolución, conviene ir preparando ht\bilmente el
terreno. Cuando nos veamos muy arrinconados, le clavaremos este agudo arpón en medio del lomo a
los seBores mitris!as, autores de todo esto, y seguiremos preparándonos en silencio y con disimulo para
pasar el Rubicón en mejor oportunidad» (Roca a Juárez Ce/man, mayo de 1880, ap. RA-IC, p. 179).
uTranscribe esos documentos Sanucci, La renovación presidencia/..., pp. 141-142, 146.
23 «.Reporter: ¿No teme V. las cuestiones que van a surgir con motivo de la cuestión capital? [Avellaneda
habla manifestado su propósito de resolver esa materia en las sesiones legislativas de 1880] [1] Roca:
Absolutamente. El tiempo ha hecho su obra, y la unidad nacional es un hecho consumado. No está en
poder de ningún argentino el romperla. La Capital puede, pues, ser mudada sin peligro. Buenos Aires
no consentirá en ser federalizado; es inútil pensar en ello. [1] La Capital será designada por el Congreso,
y según las opiniones que he oido emitir, se escogerá entre San NicolálT y el Rosario, dos puntos que me
pare¡;:en igualmente convenientes. [1] La voluntad del Congreso será ejecutada sin dificultad, no lo dude
V. No eIltamos en los tiempos en que el geueral Mitre se cre:la obligado a establecer el gobierno naciOllllI
en Buenos Aires, para vigilar a los separatistas.» (El IndeperuJienJe [Rosario], 19.XII.1979, ap. Botana,
«1880. La federalización...» pp. 126_127). Antes, con ligeras modificaciones, tomado de Le Courrier de
La Plata, en GaUndez, Historia po/ftica...• p. 152.
~.En carta fechada el 17.111.1880, Roca se habla manifestado partidario de resolver la cuestión capital
fi;ándola fuera de Buenos Aires; Diego de Alvear le contesta aplaudiendo la idea, pero advirtiéndole que,
por la resistencia que generará en Buenos Aires, «la ley y traslación de la Capital tiene que llevarse a
~,abo, breve y enérgicamente» (cf. Arce,Roca. t. J, pp. 340-350).
1 cf. p. e. Alfredo DIaz de Molina, La oligarqu(a argentina. SufiJlación y régimen (1840-1898), tomo
,Buenos Aires, 1972; 345 pp; p. 287. Si la prueba empiricajustifica descartar la cuestión capital corno
44 JAVIER F. OARClA BASALO
Más allá de conjeturas, una vez asegurada la presidencia, los voceros de Roca
plantean la necesidad de federalizar Buenos Aires. Pizarro -quien en relación con
el nuevo objetivo mantiene con aquél un vinculo equivalente al qUe le cupo a Rocha
mientras el proceso electoral fue la preocupación central- presenta el problema re-
significando de un modo preciso los recientes sucesos:
«Se trata de averiguar las causas que han producido este gran trastorno nacional,
creando la actual situación de guerra, y se pretende encerrarla en una cuestión me-
ramente electoral. [IJ No obstante, si se estudia con madurez los sucesos que se han
producido durante afio y medio, ha de comprenderse que hay una causa latente de mayor
importancia [...] luchan los pueblos en este instante para dar al Gobierno General una
residencia propia que haga efectiva su autoridad, y lo convierta en un gobierno fuerte
(u.] Preciso es no engallarnos; Buenos Aires es la Capital de hecho y de derecho de la
República).26
causa determinante de la guerra civil, el silencio de Roca no arguye posición personal tomada respecto
de la eventual solución de ese problema.
~ ACA, lo VI, primera parte, pp. 25·26 (sesión del6.VIl.l880). V.las terminantes expresiones de Absalón
Rojas sobre el momento en que la federalización pasa de posibilidad eventual a objetivo politico, infro
p. 334. Al respecto se lee en un elogio de Pizarro que atribuye a «su iniciativa, su tenaz labor» el haber
«fundado el asiento estable y duradero de los Poderes Públicos de la República»: «La cuestión Capital
no fue el agente exclusivo de los últimos acontecimientos que trajeron la convulsión y el desorden a la
República. [1] CauS1ls de otro orden presidieron su elaboración; y la cuestión capital habrá solamente
podido prestar un pequeflo concurso. [1] Si a la tenninaciÓD de aquellos acontecimientos, ella fue llevada
al Congreso y resuelta como una exigencia poderosa. como una imprescindible necesidad, esto solo
significa que con una habilidad illDegable se aprovechó ese cuarto de ho\'ll); d. Un Argentino [Benjamín
Basualdo], Rasgos biográficos del dDctor D. Manuel D. Plzarro, Ministro de Jusl/cia, Culto e Instruc-
ción Pública. por.... Buenos Aires, 1881, 89 pp; pp. 78-79.
,
i
AGONÍAS DEL FEDERALISMO 45
pretenden tal vez vincular a ella en la fijación de Capital permanente~).27 Las respues-
tas, dadas al fin por el PE ellO de julio, respecto a «qué pensaba hacer sobre esto [la
cuestión capital] para no dejar esterilizar la situación creada por los últimos sucesos
[la derrota militar de Buenos Aires]» le parecen a pizarro insuficientes, aun cuando
le consuela saber que el ejército se mantendrá sobre Buenos Aires, según la respuesta
del ejecutivo, mientras no complete la pacificación, afirmación «que importa decir,
según yo lo comprendo, "hasta tanto que esta gran cuestión no haya sido resuelta",
porque sin esto no puede haber completa pacificacióm).28
En rigor, el PE no se niega a atender la cuestión capital pero, en lo inmediato,
le preocupa más la rápida desaparición de su poder para influir en el curso de los
hechos y en la conformación del escenario polftico posbélico. El mes de julio prueba
que en él su espacio tiende a reducirse aceleradamente. La iniciativa se traslada al
Congreso, expresión política del ejército triunfante. Para afirmarse en ese contexto,
Avellaneda intenta sostener la contraparte mitrista. De a1li provienen esos acuerdos
que los roquistas repudian: el mantenimiento de un gobernador bonaerense mitrista,
la subsistencia de la administración y la Legislatura <<rebeldeS»; la inocua acción de
la intervención nacional más allá de la campafia. Sin embargo, los lideres roquistas
del Congreso actúan con recia determinación. Cuando la cámara de diputados comu-
nica su reinstalación al PEN Yal Senado, en la cámara alta Luis Vélez pone en duda
la legalidad de su constituciÓn.2'\I Vista la vacilación del ejecutivo, que de hecho no
acusa recibo de la nota remitida p~r los diputados, el grupo de senadores roquistas se
mueve con rapidez para advertir a Avellaneda «que eligiese entre ellos y nosotros»,
amenazando con dar un manifiesto y retirarse, senadores y diputados roquistas. lo Otro
enfrentamiento tiene lugar con motivo de la discusión de la ley que aprueba los decre-
tos expedidos por Avellaneda en los dias en que el Congreso deja de sesionarpor falta
de quorum en diputados. Esos decretos se refieren al estado de sitio y la intervención a
Buenos Aires y Corrientes, y al estado de sitio en Entre Ríos y Santa Fe. Los roquistas
intentan ya entonces forzar la supresión de la Legislatura de Buenos Aires, pues ella
no puede «servir al propósito de resolver la gran cuestión de la Capital». Esto supone
desautorizar las decisiones del presidente. Finalmente, votan en ambas cámaras el
proyecto que no indica expresamente como objetivo de la intervención en Buenos Ai-
res la disolución de su Legislatura. Para ello reinterpretan el decreto de intervención
de Avellaneda que se refiere a la «completa supresión de la rebelióu», declarando que
su cumplimiento obliga a disolver aquel cuerpo y convocar a nuevas elecciones para
"or
" . ACA, t. VI. primera parte, pp. 25-27; la cita eu p. 27.
""..tCA. t. VI, primera parte. pp. 47 y 53.
d Como.se dijo, el grupo roquista retirado a Belgrano, reunido en minoría, dllClaro vaCBIltes los pue8tos
;: lo~ diputados que permanecieron en Buenos Aires junto a la Corte Suprema Justicia, y aceptó luego
.. s dlploma.s presentados por los repn:senlantes electos en Córdoba.
ef. Ab"alón Roja" a Roca, 7.VII.l880, ap. Arce, Roca. t. l. pp. 360-361.
46 JAVffiR F. QAlletA BASALO
"cf. ACA, t. VI, primera parte, pp. 54-107. El acuerdo se logra fuera del recinto entre las sesiones del
Senado de los días 13 y 14.Vll. La sanción en diputados se vota el sábado 17. Durante este perlodoRocba
inasiste a las sesiones, justificado a raíz del fallecimiento de su padre. Sin lmIbargo hay también una
~n poUtica, que subraya la simultánea ausencia de del Valle. L..~ Ia'~
«Unos y olros reconocen ya que la cuestión nacional esté. resuelta, y todos juntos han de """Cal .
sombra de la nueva presidencia. [/] Son todos grandes pescadores de posición personal» Del Piso a Roca, l
22.VII.l880, ap. Arce, RDca. tomo 1, pp. 362-365. El 19 el gobemadorde Buenos Aires, Moreno, escribe
a Avellaneda pidiéndole un encuentro para conversar sobre «la cuestión Capital» Moreno a Avellaneda,
19.VII.1880, facsimilar en Julio Avellaneda, El baúl de Avellaneda. Correspondencia y dOCllmll1lt08.
1861-1885. Compilados y comentados por..., Buenos Aires, 1977, 802 pp; pp. 448-456.
»Dollovan a Roca, 2I.VII.1880. ap. RA-JC, pp. 203-204.
"Del Fuo a RDca, 22.VII.1880, ap. Arce, RDca, tomo 1, pp. 362-365. .1
"Del Viso a Roca, 23-24.VII.1880 ap. Arce, Roca, tomo 1, pp. 365-368.
j
AOONtAsDELFHDI!RAUSMO 47
36De/ Piso a Roca, 23-24.VILl880 ap. Arce,Roca, tomo 1, pp. 365-368. Sigue el corresponsal cordobés:
«han empezado por nombrar una Comisión que de nuevo nombre al Partido, pues con el de "Autonomis-
ta" mal podia hacer aquello (cambiando de bandera es otra cosa... estos hombres flexibles son capaces de
cambiar de cualquier cosa).)) Sin embargo la ssamblea que celebra e115.IX.1878 el partido autonomista,
con asistencia de dirigentes del dilIuelto partido republicano, redacta un manifiesto que, en el contexto de
una defensa del sistema federal de ideas muy próximas a las que se apegará el discurso rochiSIll, anuncia
_llegado el momento [...] de reorganizar el gran Partido Autonomista Nacional» (d. Fernando R Barba,
Los autonomistas del 70. Auge)' frustración de un movimiento provinciano con \lOcación IUIcionaI.
Buenos Aires entre lM8)' 1878, Buenos Aires, 1976, 158 pp; pp. 29-31).
11Avellaneda, sin embargo, envla al ministro Pellegrini a la reunión con los autonomistas «a que declare
~ el Gobierno está resuelto a dar cima a la cuestión Capital, con cualquiera de los partidos de Buenos
Aires o con todos, y a que agregue, de su cosecha, que él (Pellegrini) se felicitarla de resolver la cuestión
con su partido». Según del Viso, el prllllidente «acepta a unos u otros, o los confunde a todos, para su
~to y juega con ambos partidos». Del Viso a Roca, 23-24.VII.1880 ap. Arce, Roca, tomo 1, p. 368.
Jt Pizarro Q Roca, 23.VII.l880, ap. Arce, Roca, tomo 1, pp. 368-369.
~: t VI, primera parte, pp. l07_t14. Con el de esta sesión comienza Ravignani la casi total rejn-
:rm mn de los discursos de Rocha relativos a la federalizaci.ón de Buenos Aires, que éste retuvo en
llOdet impidiendo su inclusión en el diario de sesiones respectivo. Ravlgnani obtuvo las versiones
en ~liellll, q~ el senador conservó en su archivo, de manos de su hijo, Carlos D. Rocha, circunstancia
de ~nes olvidada (p. e. Blasi, Dardo Rocha..., pp. 89 Y92 da por perdidos esos textos). El discurso
Ilbros o:k111.!X fue publicado por La Nación del día, edición a la que remite su autor siempre que le
IltlA¿:n mtenclO~a!idaden el extravlo de sus papeles. De ese periódico lo toman, antllll de su inclusión
r.zto J, Ou~da Milich y Mollino (cí Recopilación de /os debatea de leyes orgánicas municipales)' sus
t
4.cM"a niJ1VW • F~entes se~eccionadas, CQ(}rdinaclas y compIernentadiJs en cumplimiento de ID Reso-
ItHlch 1H. Concejo de Julio 29 de 1938. Qjicina de Informadón Municipa/ Q cargo de F. N. Outeda
~Ju~n Pablo Molfini. Tomo VI. 1880-1884-/887 (Federa/lzDdón de /0 ciudad de Buenos Airea e
ración de las partidos de Florea y BeJgrano), Buenos Aires, 1938, 51l+XVII pp; p. 9, n. 1)
48 JAVll!Il F. GARCÍABA SALO
solicitar al PEN
tucionales se expide sobre uno de los proyecto del día 6, aconsejando
la cesión de la ciudad de Buenos Aires
que gestione ante las autoridades provinciales
término de 30 días, pasado s los cuales la H.
~<en la inteligencia de que se esperar á el
es negada» . El propósi to de la minuta es «fijar
Cámara considerará que esta cesión
que, es notorio , hace el PE con el objeto de fede-
un término perentorio a los trabajos
dado que ~<la cuestió n Capital de la Repúbl ica se
ralizar la ciudad de Buenos Aires),
crisis». Si algunos , como Pizarro , dicen creer que una
encuen tra ya en su período de
como Civi!,
negativa porteña debe ser seguida de la federalización de Rosario, otros,
pacífico : a falta de la aquiesc encia bonaere nse, convocar
propon en un curso menos
te una re·
una Convención Nacion al que impong a la capital en Buenos Aires median
días de plazo
furma constitu cional Civit, además, propone y consigue que los treinta
que el Congreso
sean reducidos a sólo quince... No acaban allf las limitaciones con
40
a Avellaneda ({Cuando se
"cf. ACA, t. VI, primera parte, pp. 114-120. De inmediato Moreno se queja
capital, compren diendo, sin duda, toda su gravedad y las condiciones en que debla
habló de la cue¡¡tión
te, que como oondicion es primeras , debla levanlaIge la
ventilarse, el Dr. Pellegrini expresó claramen
ción del Congreso a su
intervención y el estado de sitio, al mismo tiempo que conseguirse la reintegra
todo la última, sin la cual
forma legal [JI La minuta del Senado, excluye esas tres condiciones; sobre
Aires se ocupe de la cuestión capital» (Moreno a Avellane da.
es perfectamente imposible que Buenos
'
28.VII.1880, facsimil en Avellaneda, El baÍ/f..., pp. 289-295).
VI, primera parte, pp. 120-125. La reactivac ión del proyecto del 6 era ya comunicada por del
ACA, 1.
da (Del Pi·so a Roca, 23~
41
Viso a RrnJa el 23, como prevención ante las gestiones que encara Avellane
24.VII.1880 ap. Arce, Roca. tomo 1, p. 368).
41Reprodueido en Gallndez, Historia política..., pp. 345·347.
'" Durante la sesión del Senado del día 18.IX también Pellegrini relató
las negociaciones con los lldeleS
mitristas: «Fui encargado de tratar hace algún tiempo de la cesión de la ciudad de Buenos Aires para
le de su Legislatura. Con e.ste
capital con el Gobernador de la Provincia [Moreno] y el partido dominan
los principales hombres públicos, los jefes de ese partido se reunieron y discutieron la cuestión
motivo,
respecto a la cesión del municipi o de Buenos AireIl, no habla divergencia-
-y lodos ellos declararon que a la altura de IIlS
oomo en otra, ese partido no supo colocarse
[JI Desgraciadamente en esta ocasión, s, y trajo a esta cuestión otras
cil'CUlllltanciBs ni supo oomprender la magnitud de la idea que discutimo
j
AGONíAsD.l!LFEDERAUSMO 49
Avellaneda procura aún, apelando a Roca, que la federalización se realice
«con todos
1 s partidos;) e intenta, sin éxito, que Moreno telegrafie al respecto
al presidente
~ecto.44 Entretanto las reuniones de los autonomistas se prolongan en conciliábulos
~on hombres del interior; se discute el nombre del partido que servirá de sustent
o
la presidencia de Roca. Este llega por fin a Belgrano el 7 de agosto
y asume el
aontrol de la situación. El lunes 9 conversa con el presidente y ministr
os, acordando
~ encuentro al día siguiente con Moreno. Más allá del significado que éste pudo
atribuir a la reunión que se celebra ~II04s, lo cierto es que el miércol
es el Congreso
toma decisiones que no es fácil creer sean ajenas al recién llegado. Rocha
presenta
un proyecto de ley ordenando al interventor de Buenos Aires que disuelv
a la Legis~
latura.46 Aprobado sobre tablas, pasa a diputados donde sigue idéntico
trámite. Se
inicia asila secuencia de hechos que conduce a la (~solución» del problem
a provincial
con la elección de Rocha. 47 A fines de mes puede escribir un partidario:
«Roca es, se
puede decir, presidente de la República. Rocha será gobernador de Buenos
Aires¡).48
Más adelante el presidente dirá que sólo su decisión salvó entonces a
Rocha: «Si no
hubiera sido yo que me paré de frente y di a entender que desharía
todo lo que se
hiciese en contra dc Rocha inmediatamente que me recibiese del gobiern
o, Rocha no
hubiera sido mi gobernador. Ya le tenían preparada la cama perfectamente.
No crefa
justo que lo sacrificaran de ese modo y yo le debía consecuencia».4!J Hay que ubica
estas gestiones en esos días -7 al 11 de agosto- posteriores a su llegada a Belgrano.
De hecho, con ocasión de la renuncia de Avellaneda, Roca toma el mando efectivo
comenzando por el poder militar que le responde directamente, con prescindencia
tanto del presidente como del ministro de Guerra, Pellegrini.so
;
49 RA-JC, p. 253. SegUn Ramos Mexia, Eulogio Enciso fue el autor del «admirable trabi!io de 0f'glIIliaIli
ciÓD partidista» que comprometió «uno por uno a lodoo los caudillos locales)) en favor de Rocha.
ye a I'tlllegrini -cuya. «candidatura estaba en todos loo esplritus» y contaba «con el decidido apoyo do
Valle»-- una espontánea renuncia a esa aspiración. De acuerdo con esta versión al desistir Pcllegrini.
Valle quiso aspirar al mando, pero viendo «que la candidatura de Rocha estaba hecha)), en agradec' •
to por el apoyo recibido tres aflos antes, se abstuvo, y apoyó la elección de Rocha y su acción~~~"i
(CL Ezequiel R.amos Meda, MIs memorias. 1853-1935, Buenos Aires, 1936, 525 pp; pp. 58-59).
Mexia, republicano del sectoe que más tarde se enfrentó con Rocha, y devoto de De( Valle y '."~~
no concede ningún crédito al primero en la federalización de Buenos Aires, obra debida «al
triunvirato de Avellaneda, Pellegrini, del Valle»... (p. 65). ,~
$(1 «La poUtica del general Roca se bahecho sentir. A estas horas, 7 de lanocbe, todo está encalma.
todoslosjefes de (os bataUones que están en la capital (ell~, e15~, ellO" yelll") todos ellos a las
de Roca; los de la Chacarita a las órdenes del coronel Manuel Csmpos y los Guardias Nacionales en
Isidro, a las del coronel Racedo, tenían la consigna de no obedecer más órdenes que las del geueral
para el caso que el presidente y el ministro de la Guerra quisieran jugarles una mala partida». (J;
Galfndez aJuilrez Celman. 13.VIII.1880, ap. RA-JC, p. 206). I'tlllegeini era el beneficiario de la
que deshace Roca.
"Entre los dirigentes autonomistas, Pellegrini habla actuado cerea de Avellaneda en las reciente8
gociaciones; Del Valle, apoyó a Sarmiento como candidato de tTanSllCción. En clcculos roquistas so:
atribuyó luego el propósito de llegar a la presidencia., en su carácter de presidente del Senado. por
de proclamación de electo y poe decisión de la Corte Suprema (que con esa intenciÓD ~
Buenos Aires), a causa de no sesionar el Congreso por inconslitución de la cáDlllI'll de Diputadoll.
dirigentes del autonomismo, como Alvear o Call1:baceces, cercanos a Roca, no contaban con po . .
de fuerza suficicllte. AmbQs obtendrán la venia del nuevo presidente paca ser elegidos senadores por,
nuevo distrito capital.
.. cí in/ro pp. 47lss.
r AGONÍAS DBL I'BDl!kAllSMO 51
SUS ministros..!] El «sector duro)~ del roquismo, en el que por sus posiciones extre-
y as termina sólo Pizarro, propone una federalización impuesta, que descanse en los
;::chOS de armas. A esta solución está refiriéndose el senador en un largo discurso,
124 de agosto, cuando tiene entrada el proyecto de capital definitiva remitido por el
;E. opuesto a cuanto amenguase la determinación de esa capital por la sola voluntad
del Congreso, Pizarro juzga la idea de convocar una Constituyente con ese propósito
COIDO «un acto de debilidad para alejar la responsabilidad que pudiera imponer al
Congreso la resolución directa de la Cuestiófi». ~ Para defender su posición recurre
a una inédita interpretación del arto 3" de la Constitución Nacional, cuya conclusión
descarta la necesidad de la (~cesión previa» alli establecida..!.! También se opone, unos
días más tarde, al proyecto de ley sobre residencia de las autoridades nacionales en
la ciudad de Buenos Aires, mientras no se fije la capital definitiva.'6 Teme Pizarro
que se cierre el ailo legislativo sin definiciones, y juzga que, alejada la guerra, otra
vez el Congreso (es un instrumento que sigue las influencias de los partidos locales
de Buenos Aires».S7 En rigor es el propio presidente «electo» quien abraza como op-
ción estratégica asegurar la capitalización de Buenos Aires dejando para después las
cuestiones conexas. Muy gráficamente 10 comunica del Viso a Juárez Celman: «Roca
"'BI23.VII por la noche «el ministro Pellegrini llamó a UlIareunión a varios diputados provincianos para
decirnos que el Presidente estaba resuelto a resolver la cuestión de la capital pennanente de la República
'J que queria sllber si la CAmara le autoriZllrla para hacer a laB situaciones de Buenos Aires todas laa
conoosiones que el Gabinete estimlllle convenientes, en vista del gran sacrificio que ese partido hada
cediendo la capital de la Provincia para capital de la República. Le contestamos que no conociendo lllll
llIigencias, no podíamos contraer tales compromisos. Entre las concesiones que el Presidente quería
hacer se enumeraron el BlUlCO de la Provincia, el Ferrocarril del Oeste, el pago, por parte de la nación,
de diez millones de pesos fuertes a que asciende, según el ministro. la deuda de la provincia; y la recon-
llidetación de la Cámara sobre laB cuarenta vacantetl. Estoúltimo fue rechazado rotundamente». (Ismael
GvIbuiez aJuárez Ce/man, 2ó.vILI8SO, ap. RA-JC, pp. 20S-20ó). Como se advierte entre lllll condiciones
::gocian mitristas y rochistas sólo difiere la cuestión de los diputados. En una carta de abril de 1881
[tllllm aala cuestión del Banco de la Provincia Rl.Jcba anotó años después: «Desde julio del allo lUllerior
- J me habla preocupado por salvar al Banco y pedía Roca su ayuda, no la necesité. Diez aflos des-
~,Paz y Pellegrini 10 hundieron, éste último con alevosía, sacándole el encaje metálico» (AGN-DR
f4cr.U!cluy;- está nota Blasi, Dardo Rocha..., p. 113).
lIJa Il8Ia Intervención de Pizarro enACA, 1. VI, primera parte, pp. 188-209; la cita en p. 190.
~. 3", d~ la Constitución Nacional de 18ÓO establece: «Las autoridades que ejel'Zlln el Gobierno
0IIt6n l'esldirlin en la ciudad que se declare Capital de la República por una ley del Congreso, previa
ol debahecha po-r una o más Legislaturas Provinciales del territorio que haya de fe<ieralizarse». Durante
~ te de la ley de federalización Pizarro presentó UlI proyecto por el cual el Congreso fijaba impera-
-n. 3":'6 en Buenos Aires «la capital permanente de la república, en confurmidad alo dispuesto por el
!la la Constitución Nacional» (cf. ACA, t. VI, primeIR parte, p. 225).
~Io recibirá sanción eI20.IX; reem.plLlZllala ley del 28.Vn que fija en BelgIRno la residencia
tnBel hasta la sanción de la capital definitiVll. Para entonces, aunque los papeles PÚblicos se fechan
~grano, hace tiempo que, en violación de lo dispuesto, los actos de gobierno lienen lugar en Buenos
'<CA
, t VI, primera parte, p. 20ó.
52 JAVIERf.OAR.C1ABASALO
piensa que todo debe cederse y no deja de tener razón, porque al fin vamos poco a
poco desplumando a este dorado pavo real en favor de la nacionalidad»).s5
La definición permite fijar el carácter que Roca da a la ley de federalización
que acepta: se trata de un paso primero y fundamental de una labor que entonces
comienza. Sin duda, sabe que (se pueden ganar elecciones sin Buenos Aires pero no
gobernar sin ella». Ser aceptado en esa ciudad es un objetivo arduo de su primera
presidencia, que confia, sin embargo, alcanzar: el poder del vencedor no necesaria-
mente oprime; también seduce. La obra, entonces, pide tiempo, y es mejor avanzar
por grados sucesivos, evitando en lo posible las disputas de principios que contribu_
yen a endurecer y radicalizar posiciones.
En el debate que tiene lugar en el Senado las opciones de Roca permiten que"
Rocha vuelva a ocupar el centro de la escena, mientras toca ahora a Pizarro caer:
derrotado. Las fricciones entre ambos, como se verá, continúan en un lugar central
de la escena politica durante muchos meses más cuando el cordobés desempefta ~
cartera de Justicia, Culto e Instrucción Pública y aquél el gobierno de Buenos A~
Como miembro informante de la comisión especial de la cámara que estudia la leY.:
de federalización ---que integran también Juan Martin Leguizamón, RafaelIg6
Antonio del Viso y Benjamin Paz-, Rocha funda la necesidad de resolver sin
demora la cuestión capital a la luz de la amenaza que pesa sobre la unidad e . ..
dad territorial de la república, dados los procesos de consolidación y expansión '
Chile y del Brasil.~9 Justifica la elección de Buenos Aires «por nuestra historia».
resume procurando demostrar que la anterior oposición del autonomismo a esa sol
ción nació del temor a que ella trajese con Mitre una tiranía análoga a la de Rosas.
cuanto a las formas concretas de la cesión, subraya:
"Del Viso a Juárez Celmall, 9.IX.l880 ap. Susana Irene Rato de Sambuccetti, (Avellaneda, Roca Y
capitalización de Buenos Aires», en Boletln del Instituto Histórico de la ciudad de Buenos Áiru, ..
núm 3, Buenos Aires, 1980. pp. 7-55; p. 44.
.. Argumento retomado con mayor franqueza en la cWnftra de diputados por Olmedo: «Tal vez_.
tiempo, cuando el Paraguay era una potencia militar de alta importancia, cuando el Elltado Oriental
una nación feliz y floreciente, podíamos haber ensayado capitales [u.] Habiendo desaparecido la •
tanda política de esos dos paises, nuestros aliados naturales. nos encontramos solos [...] De un lado
le, estrechado por 1M salobres ondas del Pacifico, del otro el Brasil, sofucado por su zona tócrida.
con tendencias anexionistas, ambos con necesidad de extenderse». Asimismo se oyó en la Legi
provincial. en boca del diputado presbltero Patricio DiUon: «Tenemos un Imperio poderoso, Brasil,..
lado, y una República ambiciosa y guerrera, Chile. al otro lado, y es menester hacernos fuertes para
quier eventualidad» (ÁCA. 1. VI, primera parte,pp. 287 y 612). En el Senado de 1890 sejustificaeá
"Yo habla sido autonomista [...] crelaque esa solución [la federalización] venía a perturbarnuestJU
nacional; crela más: que encamaba graves peligros para el porvenir. Pero cuando el 80 vi exp~
nacionalidad argentina a disolverse, me dije: todos los OÍros peligros, todos los otros inconvenJ
todos los otros sentimientos deben desaparecer ante la integridad nacional. Sollé para mi patria el
de la antigua Roma. [...] Y si hoy no es posible sollar en el predominio universal, es posible po~ lo
soñar en una de esas grandes naciones en que las decisiones de sus Congresos y el voto de sus el
dispone de la paz, de la guerra y de la felicidad de gran parte del género humano".
r
,
AOONI"SD ELFEDERA LTSMQ
pero comprendió que en una cuestión de esta naturale za los detalles podrían
complicarla
y traer grandes inconvenientes para la resolución de la cuestión principal, y
fue por eso
que se decidió a consignar simplemente los 5 Ó 6 artlculos que contiene
el proyecto, en
los cuales se resuelven únicame nte los puntos más importantes, dejando
para después,
resolver tranquil amente, con el tiempo, las dificultades que pudiera
n sobrevenir en el
ejercicio de esta atrihuci6n.»)60
La decisión de posterg ar para más adelante los «prolijos- detalles» -que
en el
círculo de Roca esconde el propósito callado de ir (desplu mando poco
a pOCO» a la
provinc ia- dará origen a tensiones y conflictos durante un lustro. Acaso
previéndo-
los enseguida Rocha subraya el carácte r de ley~contrato del proyecto
que se discute
-«~i esta ley fuese aceptad a por la legislatura de Buenos Aires, a la que
tiene que ser
sometida dc acuerdo con la constit ución» - y sugiere la necesidad de
encontrar nue~
vos consensos en los período s de gobierno que pronto se iniciarán tanto
en la Nación
como eu la provincia. Sigue la mención de «los detalles» que se dejan
por resolver
--casi todos destinados a produc ir crisis políticas en el futuro inmedi ato-,
comenz an~
do por el establecimiento del régime n municipal en la nueva capital, garantí
a de la
pervivencia de <<nuestras instituciones federativas». «Habríamos evitado
de una ma~
neraeficaz este peligro con una organización municipal libre, que entrega
ra al pueblo
de la capital el gobierno propio». Sin duda se present an en torno a este punto
disiden~
cias entre Rocha y Roca, y las palabras del miembro informante, aunque mesura
das,
no dejan de indicar cuáles son sus preferencias. Roca impuso más tarde
un sistema
de organización municipal que sustrajo de la elección popula r la designa
ción del jefe
de gobierno, argumentando ante sus propios partida rios que era ese un camino
for-
%0110 para evitar que la ciudad quedas e bajo control de
Rocha. También perman ecen
,pendie ntes la organización de la educación común bajo las mismas
bases en que se
. encuentra establecida en la provincia -sobre ello se espera una «prefer
ente atención
':.fOr parte ~el Congre so»- y la continuidad de la «vida propia» de la Universidad de
,'8uenos Aires asegurando su autonomía median te «un acuerdo entre
la Nación y
.'~cia, a fin de constituirle un capital propio en fondos públicos [para] darle la
la
.:Vida completamente independiente que necesita para su mayor desenvolvimien
to»,
,'- ?tro aspecto que Rocha procura establecer es el carácte r mismo de
la federa~
,},,:::ó n, insistiendo en que nace del acuerdo y la concordia, del conven
cimiento de
'0'>teauJ. sobre su necesidad y no, absolutamente, de un acto de violencia o imposic
ión
t · 9Iien. ~ de la guerra. Responde así a la tendenc ia cuya cabeza visible es Pizarro
" tadl I~ten.ta hacer de la capitalización un acto enteramente dependiente de la volun-,
.' eon:~l8l~t,lva del Co.ngres?, .s,ea .po~ vía de una i,ns6lita interpretación
del arto 3° de la
clerecbtuelOn; por.la LmpostClon ¡ndtrecta a traves de una Convención,
o como simple
;.: o de VictOria. Se trata de un principio que resultará fundamental en las
futuras
loa textos que se citan del disCtlrso de Rocha en ACA, t. VI, primera parte, pp. 216-218.
54 JAVU!Rf.GARC1ABASALO
controversias. Muchos puntos quedan por definir, y cuando deba volverse sobre ellos
los derechos de la provincia serán sostenidos o negados en función del carácter qm
las partes atribuyan a los sucesos del '80. Los articulos establecidos en el proyecte
de ley que se discute, dice Rocha, buscan «ponemos a cubierto de los inconveniente,¡
que se han manifestado de un lado y otro», y que el senador clasifica de modo elo
cuente como opiniones expresadas «unas en la forma de temor y otras en la forma de
deseo». ~(Los unos, querían que Buenos Aires fuese la capital de la República COI1ll
el resultado de una lucha, de una guerra y de una derrota, considerándola como e
gaje de la victoria; y no faltaba alguien que creyese que íbamos a resolver la cueSÜÓl
capital como se resuelven las cuestiones sobre el botín de las guerras)~. 61 Una impo
sición seria un error, pues de eIta no surgiría «una obra duradera»; por el cont~
debe procederse «con esplritu sereno, sin tener en cuenta la guerra que se habla pro
ducidO)~. Negada la imposición, afirma el carácter contractual de la federalización¡
de acuerdo con los preceptos constitucionales vigentes. 62 A fin de resolver la cuestióJI
principal sin ~(complicarla con cuestiones de otra naturaleza» -esto es, a fin de evital
que la provincia niegue la cesión por causa de ellas- se propone no una imposiciÓl
de guerra sino un acuerdo fundado en el respeto a los derechos de todos:
...((al tomlU" la ciudad de Buenos Aires para capital de la República Solicit~
acuerdo de la Legislatura, hemos procurado darle a la Provincia de Buenos Aires
las garantlas que necesita para conservar aquellos establecimientos en que tenga i '
ses; y en cambio de las ventajas que la Nación sacará toma sobre si el pago de la
externa de la Provincia, representada por las obras que van a quedar a beneficio de .
capital».6 3 ,
4
Sienta también su personal disidencia con la única modificación que u" ""0<11
ce la comisión especial respecto del proyecto remitido por el PE, que se refiere
sensible asunto de las instituciones financieras de la provincia. En el proyecto -
federalización de Buenos Aires que Avellaneda envfa al Congreso64 el art. 2"
que todos los establecimientos y edificios públicos situados en el municipio q
bajo jurisdicción de la Nación. El 3" dispone: ~~Exceptúanse el Banco de la
cia, el Banco Hipotecario y el Monte~Pío, que permanecerán bajo la propiedad y
ción será en adelante cada vez más el texto de 1853. La respuesta que recibe Pizarro
anticipa la forma principal que revestirá ese proceso: los fallos de la Corte Suprema.
En efecto, contesta Benjamín Paz -también miembro de la comisión especial67- y
explica por qué ella propone suprimir en este artículo el término «exceptúase». El
PE coincide en su pensamiento con la comisión; no desea más que mantener la pro·
piedad de los bancos y el Monte-Pío «con todos los derechos que le corresponden
según nuestras propias instituciones [...] desde que no se trata de crear un derecho
[...] sino tan solo del reconocimiento de un derecho preexistente, declarándose que
lo conserva la Provincia, se declara cuanto justa y constitucionalmente se puede
apetecer.) Paz recuerda, como era de esperarse, el art 104 de la Constitución y SU
origen histórico:
«La Provincia de Buenos Aires [...] se incorporó a la Nación bajo un pacto que le
asegura el ejercicio de ciertos derechos, y la Constitución Nacional, en el artículo 104,
dice que las provincias, no solo conservan el poder no delegado, sino también el que
expresamente se hubiese reservado por pactos especiales al tiempo de su incorporación.
[1] El Congreso en virtud de sus facultades meramente legislativas, limitadas por su
carta de personería, no puede por sí alterar las facultades constitucionales de que debeG
estar investidos los poderes nacionales o provinciales, y la Comisión, obedeciendo a eBIl
teorla, y desde que no se babia de pedir a Buenos Aires la cesión de sus instituciOtlel
de crédito, creyó que era conveniente dejar a estas en la miSma situación en que están;
reconociendo simplemente el derecho existente.
¿Hasta dónde van las facultades de la Provincia de Buenos Aires respecto a esat
instituciones? pregunta el selior Senador por Santa Fe. Es precisamente la cuestión que
no ha querido abordar la Comisióm).68
ficción política: dar por cierto que se busca a través de la Convención solucionar la
«cuestión capital» de otra forma que no sea apropiarse de la ciudad de Buenos Aires
contra la voluntad de la provincia. Puede así considerar la refurma del arto 104 como
«innecesaria, extraffa a esta cuestión y peligrosa».69 Por el contrario, Leguizamón
subraya esa decisión: la comisión «ha conservado en el proyecto el art 104 porque
lo ha creido íntimamente ligado al art. 3" de la Constitución. [...] para federalizarse
la ciudad de Buenos Aires [...] necesariamente tiene que incluirse ese artículo». Con
la misma franqueza sefiala el carácter extorsivo de una convocatoria así planteada:
(Si existe realmente [...] la voluntad decidida de ceder el municipio de la ciudad de
Buenos Aires [...] quedará la Constitución como ha sido hasta aquí».70 Un senador
por Buenos Aires no puede dejar de ver que esta propuesta involucra problemas y
principios de máxima importancia pata su provincia. Es evidente que Rocha no juzga
oportuna la ocasión para abrir un debate al respecto. El artículo 104 en la parte que
se quiere reformar había incorporado el Pacto de Unión convirtiéndolo en materia
constitucional. En la medida en que ese pacto garantiza a la provincia su integridad
territorial es necesario, en efecto, que la Convención se ocupe de aquella reforma
para poder restablecer el antiguo articulo 3" de 1853, o para conceder al Congreso
una facultad incondicionada que le permita mediante una ley designar a la ciudad
de Buenos Aires como capital permanente. Pero una reforma Constitucional que
consistiese en eliminar completamente esa segunda parte del articulo 104 haría caer
simultáneamente todas las reservas ~no sólo la referida a la cuestión capital- con
las que Buenos Aires se incorporó a la Nación. La cuestión del Banco, por ejemplo,
tendría alH su más sencilla solución. Los problemas que suscitaría la Convención,
como se advierte, no son menores. La convocatoria para reformar el arto 104 implica
cuestiones de principios que en el clima de 1880 dificilmente pueden salvarse para
Buenos Aires. Rocha bace al respecto una rápida y velada alusión, hija sin duda de la
tensión entre el deber de sentar posiciones y el temor de agriar el debate, refiriéndose
al origen de aquel artlculo:
«-la refonna [se dijo entonces] está hecha [por el Pacto de Unión]; no se le podrá
imponer nada a Buenos Aires; pero es necesario dllJ" a la Convención [de 1860] la fórM
mula en que esta cláusula se establecerá y, entonces, la fórmula en que esta cláusula se
estableció es el artfculo [104} de la Constitución tal cual hoy existe. [1] La Convención
[de 1860] sólo fue a resolver sobre la forma, no sobre el fondo; sobre el fondo habfan
resuelto ya los que establecieron el pacto de II de Noviembre))?l
Dicho en términos más transparentes: el articulo 104 no puede ser refOrmado
Por una Convención nacional constituyente. Él incorpora como materia constitucio-
""fui un pacto. Ese pacto, condición de la incorporación de Buenos Aires a la Nación,
, s .
UScnto por dos actores. No es susceptible de ser alterado sólo por la voluntad
·<CA
"A. ' t. VI, primel'll parte, p. 266.
"-4.~. t. VI, primera parte, p. 268.
A, t. VI, primera parte, p. 234.
58 JAVII!Il F. GAAclA 6ASALO
de una de las partes. Para escuchar el parecer del otro actor es necesaria la reunión
de una Convención provincial En este punto y desde su perspectiva, se comprende
que Roca sintiese la tentación de «sellar con sangre y fundir con el sable de una vez
y para siempre la nacionalidad argentina». En otro plano subyace la faz teórica sobre
el carácter del federalismo argentino. Para Leguizamón convocar una Convención
constituyente significa «apelar a la fuente originaria de la soberania popular para que
resolviera la cuestióm~ capital.T.I Pizarro expone así sus convicciones en materia de
derecho federal:
«Todo esto [m] es una paradoja, una quimera para los que creen que la existencia de
las Provincias como entidades pollticas es anterior a la Nación, y hacen derivar de ellas
la Nación unida; pero deja de serlo para los que consideran a las Provincias como meras
demarcaciones domésticas para el gobierno interior de la República, y piensan que la
Nación es anterior a ellas, y que las Provincias solo existen por la Constitución como
dependencias suyas, con los limites que les designe el CongresO.»73
Pizarro es consciente de predicar un fe nueva, que tardará todavia en impo-
nerse: «estamos educados en la vieja escuela que considera a las Provincias como
el elemento de que se forma la nación por un convenio o pacto de que derivan las
atribuciones del Gobierno General, en virtud del cual subsiste la nación misma~)?"
Esa «vieja escuela» es la que impide a sus colegas advertir la razonabilidad de su
interpretación del arto 3" del texto constitucional. Pero «la doctrina constitucÍonalista
moderna~) -que el senador ensefia a la cámara recurriendo a una larga lectura de
Tiffany~ funda el poder soberano del pueblo considerado como un todo o nación:
«Fue el pueblo argentino quien se constituyó como nación, y no el pueblo de las pro-
vincias quien hizo la nación. Es de la soberanía nacional que derivan las soberanias
de provincias, creadas por la nación misma, y no anteriores a ella. Fue la soberanía
nacional quien instituyó las soberanías locales, y no fueron las soberanias locales
quienes crearon la nación.»75
"ACÁ, t. VI, primera parte, p. 199. Un panegírico de época que atribuye a Plzarro el papel decisivo en
la federaliZllción de Buenos Aires y a ésta un factor de estabilidad política, e!!!ablece «11lS principales
cauSllS de nuestros sacudimientos politices [...] en este sistema de gobierno que se l!ama federaciÓn», y
concluye: «¿Seria la centralización un correctivo a esta enfermedad constitucional? Quién sabe!» (Un
Argentino, Rasgos biográficos..., pp. 79-80). Como se advierte, no parece posible atribuir al Pizarro de
los debates de 1880, las «convicciones federalistwI» que Bolll.na y Gallo advierten en un discurso suyo de
1891 en el que, pllIadójicamente, echa mano de los llIgumentos que usan sus adversarios, Luis VélllZ en
particular, en el Congreso de Belgrll.Do. Su Carta sobre la muerte de lafederaclón argentina se refiere a
un proCCllO cuyos orígenes contribuye muy conscientemente a cimentar. (eC. Bolll.na-Gallo. De la Repú-
b/icaposlble..., pp. 56-62; 329-337; 352-354).
AGOl'tlAsDELFEDBRALlSMO 59
En todo caso la amenaza de la Convención resulta eficaz. Juan Manuel Qrtiz de
Rozas, miembro de la comisión especial del Senado provincial que estudia el proyec-
to de ley por el cual la Legislatura de Buenos Aires cede el municipio de la ciudad a
los efectos del articulo 3° de la Constitución Nacional, dice el 23 de octubre de 1880,
durante la discusión en particular:
«La Comisión [on] babrfa deseado consignar en este proyecto una serie de disposi-
ciones relativas a las varias y complicadas cuestiones que nacen de la ley de capital [...]
pero desistió, porque toda alteración o agregado que se hiciese ala ley del Congreso,
baria indispensable [hacer] saber el asunto a ese cuerpo para que lo tomase en conside-
mción, dando lugar, entretanto, a que el Poder Ejecutivo, en cumplimiento de otra ley
del Congreso, se viese en la necesidad de convocar la Convención Nacional [...] lo que, a
mi juicio, pudiera ser de flltales consecuencias para la Repúblicll»).
y más adelante:
~(El articulo
30 de la ley resuelve indudablemente la cuestión más grave Ion] salvando
ileso el derecoo de la Provincia y sin afectar en lo más mlnimo las prescripciones de la
Constitución Nacional: el Banco de la Provincia, en su régimen interno y en sus relado-
nes de derecho, como tercero, continúo en el territorio federalizado regido por las leyes
vigentes de la provincia».76
Concluido el análisis de la totalidad del articulado de la ley nacional de federali-
zación, Ortiz de Rozas pide furmalmente a los ministros del poder ejecutivo, presen-
tes en el recinto, «se sirvan [Oo.} rectificar o ratificar la exposición que acabo de hacer,
dejando así consignada en esta discusión la interpretación auténtica que esta ley lleva
consigo», Responde Mariano Demaria (padre), ministro de Hacienda: «debo mani-
festar, a nombre del PE, que él da la misma exacta interpretación a la ley» y él mismo
«está :facultado para manifestar al Senado que el PE de la Nación entiende la ley de
la misma manera que la entiende el Gobierno de la Provincia; y por consiguiente,
como la entiende también la Comisión de este Honorable cuerpo.)n En Diputados,
respondiendo a dudas planteadas por Pascual Beracochea sobre el futuro de las insti-
tuciones bancarias provinciales, Santiago Luro dice refiriéndose al arto 3°:
(~Qué significa esto: sin alteración de los derechos que a esta corresponden {sic]? ¿Es
quitarle al Banco de la Provincia los privilegios que actualmente tiene? ¿Es quitarle la
aplicación de una ley especial? ¿Podr:la quitársele nunca los privilegios que el pacto de
11 de Noviembre le acordó? ¿PodrIa desmonetizarse su moneda? {...] creo que con esta
ley está perfectamente salvada la institución del Banco de la Provincia, lo mismo que
está salvado el Banco Hipotecario y el Monte de Piedad.)¡7J
14ACA, t. VI, primera parte, pp. 401-402. Una declaración semejante formuló sobre ladiree<:ión de ferro-
carriles y telégrafos (p. 402).
." ACA. t. VI, primera parte, p. 403.
1. ACA, t. VI, primera parte, p. 590.
60 JAVIER r. GARclA BASAlO
Como Beracochea insistiera en que el arto 3" de la ley nacional se refiere a los
derechos de la provincia sobre el Banco pero no a sus privilegios, Luro muestra la
inconsistencia del razonamiento señalando que es el arto 4" de la ley el que se refiere
a propiedades de la provincia. Más adelante Luro suscita el siguiente diálogo con la
intención -poco acompaftada por la oposición- de establecer firmemente la interpre-
tación de ley, al igual que en el Senado:
«Sr. Loro. [...] [¿] Entiende la Comisión, como yo he ex.plicado a la Cámara hace un
rato, lo referente a los derechos del Banco de la Provincia, que importa conceder a este
Banco todos los privilegios que por leyes especiales y por el pacto del 11 de Noviembre
de 1859 se reservaron al anexarse a la Nación?
Sr. Lársen del Castallo. Asilo entendemos y as! está establecido en la ley del Con-
greso.
Sr. Alem. Como el Congreso es el que ha dictado la ley, él sabrá lo que ha hecho,
pero no nosotros.
Sr. Lársen del Castallo. Pero como la leyes auténtica.
Sr. Alem. El Congreso sabe lo que ha querido con esta ley, y no el seilor Diputado
niyo.
Sr. Luro. Quiere decir que los miembros de la Comisión y la Cámara entienden que
una de las condiciones bajo las cuales se somete la cesi6n del Municipio, es reservándo·
se el Banco de la Provincia todos los privilegios y todos los derechos que por la ley del
pacto [sic] de 11 de Noviembre le estaban reservados?
Sr. Centeno. Si, seilor, todo es hipotético. [...]
Sr. Alem. Es el Congreso el que la ha dictado [a la ley del 21 de septiembre], es el
PE Nacional el que la va a esplicar [sic: ¿explicar? ¿aplicar?] a la ciudad cedida; y será
en vano que digamos: el Banco tiene estos privilegios, o el Banco está sobre esta Legis-
laci6n; y es en vano tamhién que andemos después haciendo pleitos [on] no se me oculta
lo que va a suceder: tanto el Banco de la Provincia como la ciudad federalizada van a la
tumba de distinto modo.»19
Beracochea expresa el mismo temor: «cuando un Congreso empieza por decre·
tar una Convención Nacional para quitar su ciudad a Buenos Aires... ¿quién nos dice
que ese Congreso mafiana no irá hasta quitarnos los Bancos de la Provincia? ¿Hay
algo que nos garanta?).110
El 26 de noviembre concluye el trámite parlamentario provincial. Sólo el lunes 4
de diciembre -dlas después dc vencido el plazo fijado por el Congreso para proceder
a la convocatoria de la Convención Nacional refurmadora- el gobernador interino de
Buenos Aires, Juan José Romero, se dirige al PEN a través del ministerio del Interior
para comunicar oficialmente la ley-contrato de cesiónB1 ; manifiesta también su dis-
4. El plan La Plata
tales, afectando así de un modo muy directo los intereses de la comunidad británica
de inversores en el Río de la Plata. Esto vale no sólo en relación con la frustrada ex-
propiación del Ferrocarril del Sud, sino al general deseo de ésa y otras empresas de
aumentar la inversión directa en la pampa húmeda -incluso comprando las lineas del
Estado-, para lo cnallas políticas activas de los gobiernos bonaerenses resultan un
estorbo: con sus vias, la provincia ocupa espacios flsicos ambicionados por el sector
privado y, además, funge como un molesto caso testigo en cuanto a la administración
y prestación de servicios. La estrecha relación entre estos círculos y los que compran
deuda pública argentina en Londres -que considerando los actores con capacidad de
decisión casi puede describirse como identidad- facilitará su influencia creciente en
medidas que afectarán al desarrollo del plan La Plata, en el que la conducción bonae-
rense se verá forzada a introducir cambios esenciales. También deberá contemplar
impotente la injerencia del Estado nacional en el territorio provincial mediante la
concesión de obras ferroviarias y portuarias que arruinan su plan. Antes que todo
esto sea abiertamente manifiesto, las primeras «cuestiones accesorias» postergadas
en la sanción de la ley de fuderalización comenzarán a resolverse mediante acuerdos
entre los gobiernos, alcanzados bajo fuertes presiones o veladas amenazas, sin que la
provincia recurra a la Justicia en defensa de sus derechos. Roca avanza porun tortuo-
so camino que, de hecho, revierte progresivamente y nulifica el lugar constitucional
que Buenos Aires había adquirido en 1860. Para fines de 1886 el «verdadero centro
dirigente» bonaerense, también en lo político, está en su antigua capitaL Pocos aftas
más tarde, cuando «económicamente exhausta» --conforme a una profecía de Ortiz
de Rozas-la provincia venda o liquide sus instituciones económicas, se buscará jus-
tificar o explicar esas ruinas sefialando como causa aquel grandioso plan La Plata.
j
III. RELECruRA POLÍTICA DE UN LUSTRO, 1881-1886.
¡<Idos ellos representados en la lisia para diputados nacionales que se impone sin rivales en los comi·
PIt que convoca al efecto el interventor Bustillo. Alem declinó integrar esta lista pues deseaba partid-
~~ la Legislatura provincial que diIlcutiese la cesión de la ciudad de Buenos Aires. Pellegrini, todavfa
ISte~tro, ~er~ luego senador. V. la bibliografia sobre los dirigentes autonomisUls en AdF.
1Ieg¡:~ ~e dibUJa como un camaleón vestido de Arlequín; según su venal sátira ésta es la trayecioria de Pe·
18&0Uu.: 18.13, mitrismo; 1874, autonomismo; 1877, conciliación; 1878, tejedorismo; 1879. sarmientismo;
, raqulSmo. (El Mosquito, 16.vII.1882, pp. 2-3).
264 JAVIER F. GARclABASALO
nacional de Ferrocarriles de 1881 está agotado, pero los trabajos deben continuar. Se
presentan, además, dificultades por una deficiente gestión en la compra de equipo en
1881-1882, y por la imperfecta construcción de algunas obras, situación que sale a la
luz en 1883.38 A pesar de todo, y aun sin contar con fondos genuinos, esos trabajos no
se detienen. Simultáneamente, la venta de las nuevas acciones del Banco Nacional
fracasa El Congreso procede entonces, como paliativo, a declarar deuda externa
de la Nación los fondos emitidos para el pago de las nuevas acciones del gobierno,
cuya compra por un sindicato francés se tramita de inmediato. La realización de
esos fondos se estima indispensable para que el Banco Nacional pueda mantener
la conversión de sus billetes. Sin embargo, aun cuando su venta deba esperar hasta
marzo de 1884, la emisión se triplica con exceso a lo largo de 1883. En rigor, desde
un comienzo la opinión antimetalista observa que para la institución se trata de un
objetivo insostenible: la única alternativa a la permanente contratación de nuevos
empréstitos que permitan equilibrar la balanza de pagos -que más tarde o más tem~
prano cesará- es la restricción del circulante, cuyo aumento, sin embargo, anuncia la
reforma de la Carta orgánica del Banco Nacional:
«que el curso forzoso con papel inconvertible no es sino cuestión de tiempo para
el Banco Nacional y el estado nonnal para la República Argentina, cualquiera puede
convencerse si ref!eJl:iona que el equilibrio del balance comercial del dla es en su mayor
parte ilusorio, a causa de las deudas fuertes al exterior, contraidas por la Nación, Pro-
vincia y particulares; la exportación deberla aventajara la ímportación por lo menos con
diez millones de pesos fuertes para realizar el equilibrio deseado.
El estado presente también del papel a la par y del cambio favorable, no es más que
un estado pasajero, anormal, que durará hasta tanto que se consumen los depósitos de
oro adquiridos por los últimos préstamos, los que saldan abora cada allo el déficit del
pais; agotadas estas fuentes, si no se hacen otros empréstitos, la convertibilidad que im-
plica un numerario exportable, queda convertida en una ilusión. [1] Por consiguiente, no
se puede esperar juiciosamente que el Banco Nacional pueda sostener la convertibilidad
a lo largo, excepto el caso si limita fuertemente la emisiÓD».19
Apenas cuatro meses después de abierta la conversión se manifiestan temores
por la amenaza a la estabilidad que representan esas emisiones del Banco Nacional.
Bajo el elocuente titulo «Cifras que deben asustan) un periódico analiza su balan-
ce de octubre de 1883. El establecimiento «marcha a la de Dios que es grande» y
«todo lo espera y para todo descansa en la confianza de que un decreto del Gobierno
Nacional autorizándole a no pagar, le salvará de una mala situaci6ID), El articulista
recuerda cómo esa misma politica emisora fue ensayada por el Banco en el pasado
[1873-76] ---{mna de estas bromas de mal tono le tuvo sumido en la miseria) [1876~
80]- Ysospecha la reiteración de aquellos episodios:
«Nosotros que tenemos miedo de las complicaciones que van a traer al mercado los
abusos de ese Banco y de los daños, irreparables por mucho tiempo, que han de traer las
medidas violentas que el Gobierno Nacional tendrá que adoptar para salvarlo de lamina,
si se apodera de él alguna mala situación, tenemos pánico, cuando tomamos y reunimos
estas cifras de lo que debe el Banco Nacional hoy: de lo que forma su pasivo.»«I
30 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -;<6;8--
" ,,.,,
1881 1883 1884
Fle.; El Banco de la Nación.... f. 136. Datos al31.XIl (conversión a $n para los afios 111111-82),
Para entonces ese pasivo ~algo superior a los $n 28m.- se integra fundamental-
mente con depósitos (casi $n 12,4m.) y emisión (casi $n 13,2m.). Para responder a esa
deuda el Banco tiene «fondos públicos, que para tomar prestado sobre ellos, tiene que
perder un millón de fuertes» y «su cartera, que responde a la ansiedad para entrar
violentamente sus billetes a la circulaci6m). Esta última censura critica un proceder
que el Banco ya habia seguido en la década anterior, cuando el deseo de ocupar ell
espacio que el Banco provincial dejaba al contraer cautelosamente su emisión, le '.'~
llevó a prestar a firmas poco confiables.41 Frente a este panorama, sin embargo, (e1J
Directorio sigue emitiendo, sigue contrayendo nueva deuda y pretende agregar otrosl
26 millones de deuda en forma de billetes, es decir 650 millones más de pesos mone·
da corriente».42 Una de las prácticas más constantes es la concesión de adelantos en
del crédito del Banco de la Provincia, emitiendo billetes en abundancia y aumentando rápidamente el
monto de su Cartera» (Raúl Prebisch, «Anotaciones sobre nuestro medio circulante», en Obras l. 1919-
1948, Buenos Aires, 1991, p. 123; v. lb. p. 128). Sobre la necesidad del Banco Nacional «de prestar SU
dinero no a las mejores firmas sino a las que tal vez han desechado otros Bancos», CL Rato, Avellaneda...•
p.41.
41LaPampa,2I.XI.lIl1l3,p.l,c.1.
i
AGONlASDELFEDllRAUSMO 267
cuenta corriente que para fines de afio superaban los $n 15m, mientras los descuentos
de letras superan los $n 16m.43
En los primeros meses de 1884 la opinión antimetalista puede pasar de la pro-
fecía a la constatación de sus predicciones. Respondiendo a la prensa oficialista que
critica la cautelosa restricción de la circulación provincial como cálculo intencio-
nado, El Nacional censura la polltica emisionista del Banco Nacional y setlala sus
consecuencias. Cuando la circulación supera las necesidades del mercado, explica,
se produce el alza de los precios y aparecen los negocios de agio que distraen las
fuerzas productivas. Los beneficios que éste genera junto a las facilidades del crédi~
to, promueven gastos improductivos, provocan i<el desequilibrio desfavorable en el
comercio internacional, y la salida de metálico». Definida esta conducta del mercado,
explaya las razones de alarma: la circulación fiduciaria del país, que en los últimos
años aumentaba a un ritmo ya superior al crecimiento real de la economía, i<creció en
el año anterior [1883] en cerca de un 50 por ciento», y en ese porcentaje debió crecer
«para que no haya exceso en las emisiones bancarias [..•] en un solo año, la producción
nacional». Si esta demasía i<no se hace sentir aún en vasta escala, esto se explica por
la gran masa de negocios irregulares o inconvenientes y los precios aleatorios que se
han provocado y que entretienen mucha moneda». Sin embargo (ihemos tenido ya la
tendencia de exportación de oro (...] evitada hasta ahora por las operaciones y gran-
des recursos del Banco de la ProvincW). De modo tal que el aplauso a las medidas
del Banco provincial -que por entonces restringe su circulación y enfrenta aislado
la venta de giros- es al mismo tiempo la censura del Banco Nacional; ambas institu-
ciones llevan adelante politicas no sólo disímiles sino contrapuestas: «Es necesario
evitar a todo trance el exceso de emisión, causa bastante para las crisis comerciales y
monetarias, y continuar el camino de restricciones adoptado por el Banco de la Pro-
vincia, que esperamos seguirá el Banco Nacional. [1] Muy bueno es el papel moneda
limitado como antes teníamos, pero los asignados serán pésimos».44
En efecto, a comienzos de 1884 el Banco de la Provincia recibe una desusada
demanda de giros. «Ese movimiento desconocido hasta ahora en este Banco, denota
una seria perturbación en nuestro orden financiero»; se explica por «la exagerada
importación, el aumento rápido de las obligaciones de nuestros gobiernos con el ex-
tranjero y el temor que muchos tenlan de la insubsistencia del régimen metálico en
que hemos entrado».45 En la sesión del 6 de febrero los ex ministros de Hacienda de
"cí sobre el particular las observaciones de Belisario Hueyo a Rncha en AGN-DR 195, Hueyo a ROCM.
s/f, adjuntas a un recorte con el balance del Banco Nacional aI30.XI.1883.
"En enero de 1885 Andrés Lamllll compone un legajo de pequefias dimensiones con recortes periodiBti-
cos sobre la crisis, cuyo rótulo esEl Banco de la Provinciay el Gobierno Nacional (en adelante BPGN).
Con este titulo citamos estos papeles que se conservan en AGN-AL 79. Lllll citas transcriptllll publicadas
en marzo de 1884 son reimpresas por ElNacional en enero siguiente atnlmyéndoias a «WIO de loo redac-
tores», tal ve>: el propio Lamas; cf. BPGN. ff: 32v-33v.
., Memoria del Banco..., 1883. p. 11.
268 J¡\.VIEIl-P.OARC!ABi\.Si\.LO
a. Romero
la Nación y de la provincia expone n la amenaz ante situació n que se enfrent
limitar el descuen to en vista de la situació n por que
pide <~que el Directorio tratara de
olo «en condici ón de respond er a las eventua-
pasaba actualm ente el Banco~) poniénd
que lamenta r la parque dad con que el acta resume la patética
lidades del futuro». Hay
, quien da «alguna s explica ciones relativa s al estado actual de
exposición de Uriburu
o de acuerdo
este Establecimiento, e hizo present e las medida s que habia adoptad
s que le estaban
con el Superio r Gobierno de la Provinc ia en defensa de los interese
confiados [m] para contrar restar los peligros que se puedan presenta r.»46
cuales el
Un mes después, las cruciale s operaciones de cambio a través de las
produc en la crisis interna del director io.
Banco intervie ne en el mercad o del oro
n de cambio s -Anton io Carbon i, Uriburu
Los miembros «po1íticos~) de la comisió
el miembr o
y Hueyo - discrep an con Ernesto Tornquist -él y Roberto Heimen dhal,
opone a esas interve nciones y pide «decid idamen~
restante, son banque ros- quien se
Tornqu ist denunc ia que el preside nte, violand o el
te) que baje su tipo. El 3 de marzo
como miem-
reglamento, «había tomado cambios de lo que él no tenia conocimiento
n». Al justific ar su actitud, Urihuru afirma que así debió hacerlo
bro de la ComisiÓ
de compra de
pues «era voz pública que este Sefior había hecho fuertes operaci ones
queda su colega:
cambio en plaza». Romero defiende la incómo da situació n en que
s y negocios
en el pasado había dado muestr as de compat ibilizar funciones pública
. Ambos -Tornq uist y
privados, y «muchas prueba s de su rectitud y honorabilidad») 47
Heimen dhal se aparta
Romer o- renunci an sus puestos en el directorio del Banco.
las sospechas
de la comisió n de cambios, acaso buscando no le alcance n en el futuro
que despier ta su colega. 48
medida de
A medida que transcu rre el afio y aument an las complicaciones, toda
ad en el ámbito
pruden cia en el ámbito bonaere nse es leída como deliber ada hostilid
las sugerencias
nacional. Sin embargo, el Banco está lejos de poder llevar adelant e
que sus técnicos elaboran para fortalecer su posición en las nuevas circunstancias.
As! se advierte, por ejemplo, en el memorándum que Enrique Nelson dirige a fines
de julio a un flamante miembro del directorio: Dardo Rocha.'" Nelson analiza la
situación del Banco y propone ideas destinadas a rodearlo, dice, (~de las garantias
necesarias para alejar los temores sobre el porvenir que, con motivo de la situación
indefinida por que atraviesa, pueden fundarse~). Sincerar la cuenta capital, negociar
los fondos públicos e invertir su producto en titulas de Deuda Nacional Inglesa o si-
milares, que ofrezcan seguridad y rápida dÜ.ponibilidad, aceptando esa disminución
de la renta porque «(ha llegado el momento de reconstruir esta institución sobre bases
más sólidas e imposibilitar las asechanzas de los que la codician»; y, en fin. convertir
el papel moneda provincial en billete bancario y mantener en circulación los Sf 10m.
de la emisión de 1876, para lo cual sugiere la sanción (~de una ley que deje subsistente
la facultad de emitir esos 10.000.000 o más, si se cree conveniente, haciendo uso de
la facultad acordada en el arto 8° (sic: 7°] del pacto de Noviembre [de 1859]». Con es-
tos arbitrios se alcanzará una emisión máxima superior a los $38m. con un respaldo
metálico cercano a los $n 30,3m. Los consejos de Nelson no llegan siquiera a debatir-
se en el seno del directorio, y son ciertamente de dificil ejecución. Su memorándum
tiene otro interés, en cuanto revela no sólo el carácter de las operaciones que el temor
inspira a los funcionarios del establecimiento sino también que es precisamente ese
temor el condicionante de las acciones bonaerenses.
Las finanzas del gobierno nacional, en cuya marcha tienen tan grande incidencia
los créditos externos, tropieza con serias dificultades a lo largo de 1884. A la deuda
acumulada por anteriores administraciones nacionales -aligerada con motivo de la
federalización de Buenos Aires, que transfiere recursos fiscales del ámbito provincial
al nacional proporcionalmente superiores a la carga supuesta en la deuda externa has-
ta entonces bonaerense, que cambia de jurisdicción~o-, el gobierno de Roca agrega y
planifica otras mucho más abultadas con distintos fines (v. el cuadro 2). La favorable
situación para las inversiones de ultramar que atraviesan los mercados financieros
europeos en los primeros años de la década estimulan la actividad de numerosos pro-
motores de empréstitos y negocios que asedian a la clase politica, despiertan en los
más incautos o interesados la sensación de invulnerabilidad -que la prensa roquista
y el mismo presidente no deja de alentar con su propaganda politica- y la inclinación
.. AGN-DR 195. Enrique Ne/sOl' <1 Rnch<l. lO.VII.1884, memorándum sin titulo.
"Artículo 5" de la ley nacional de 21.IX.1880. Se trata de los empréstitos Bllring de 1870 YMurriela de
1873. Sólo por ley delll.I.l882 el Congrew autoriza al PE a atender el servicio de esas deudas que Migen
anualmente $f 1,06m. (RN, t. IX. p. 11, C. 1).
270 JAVIHRF.GARCiABASALO
al gasto. Sin embargo no falta en algunas de las principales figuras dirigentes una
clara conciencia de lo frágil y coyuntural que hay en la situación. En 1881, cuando
el maratón de leyes destinadas a multiplicar los compromisos externos está aún en
sus comienzos, Estanislao Zeballos advierte que el país vive «Una especie de delirio
de grandezas, que no reposa, en verdad, sobre fundamentos sólidos» sino -de modo
característico- en (<una prosperidad que gozaremos en el porvenin>. El camino del
rápido incremento de los compromisos externos conduce a (<una crisis que presiento
y que se incubará rápidamente».~l
A mediados de 1883 -mientras se inicia la convertibilidad- el ministro Romero
procura fortalecer la posición negociadora del país en la colocación de su deuda.
Presenta un proyecto de ley que unifica las operaciones de crédito de 5% de interés y
1% de amortización ya aprobadas por sanciones anteriores y otras nuevas destinadas
a financiar más inversión en obras públicas y otros compromisos.~ El fracaso de
esa iniciativa -una operación que involucra $n 8Om.- se suma decisivamente a las
razones que explican su renuncia. Meses después -ocupa entonces la cartera de la
Plaza- el Congreso despacha el proyecto rehusando la unificación. De los $n 8Om.
previstos por Romero separa Sn 34m. correspondientes a los titulos de las Obras de
Salubridad de la ciudad de Buenos Aires, puerto del Riachuelo y puerto de Buenos
Aires (puerto Madero), ya autorizados por otras leyes. Descarta, también, algunos
partidas -la mb importante de ellas $n 5m. destinados a la provincia de Buenos
Aires como anticipo a cuenta de lo adeudado por los bienes transferidos a la Nación
junto con su capital- y reduce otras. La nueva emisión de titulos -conocida como
Empréstito de Obras Públicas- se hará por $n 30m.53
"cf. DSCDN, 1881. p. 711. Achával Rodrlgue:/:, Calvo, Rojas, entre otros, reflejan en sus intervencionell
una clara conciencia sobre 10B límites de la coyuntura.
"IngreSÓ en el Senado el 31.VII.1883 (DSSN, 1883. p. 305).
"El Senado vota en primera instancia $0 32m., reducidos en Diputados a $u 30, en pRrte por nuevas de-
ducciones en los cálculos de gastos, y en parte por una estimación superior del precio al que se venderán
1011 titulos (superior al 82%); cf. DSSN, 1883, pp. 778Bs (sesión deI6.X) y 1191-1192 (sesión del 23.X);
D~CDN, 1883, t. 11, pp. 1242-1255 (sesión del 23.X). Los $n 5m. de anticipo R la provincia de Buenos
Al~S se Votan como deuda interna.
AGON1AsDIlLFEDER.ALISMO 271
buscan colocar sus deudas para obtener recursos que permitan realizar sus «obras
de gobiernQ)~ y sostener sus respectivos encajes bancarios. Cerca de ellos, un grupo
de agentes de negocios operan en Buenos Aires y en Europa, tejiendo los contactos
que darán por resultado acuerdos con casas o sindicatos bancarios para concretar las
emisiones. Hayaquf unjuego de competencias cruzadas de dificil solución a nivel de
los gobiernos, los agentes, los grupos o casas bancarias.
Conlrotode
Empréstito L<y Emisión
emisión
Ferrocarriles.
2.rx.80 llL81 V.81
$fl2.60/0+10/.
Exprop. y ampliación Riachuelo refundida
2 28.x.81 VID.83
$f4m.5%+I% en (8)
Obras de Salubridad refimdida
3 14.1.82
$n8m.5%+I% en (8)
Billetes de Tesorería. 3.1'1.81
4 JC82 XI.S2
$n 4m. 60/0+20/. 5.IX.82
Puerto de Buenos Aires
5 27.X.82 sin contrato ni emisión
$n 20m. 60/0+1%
Aumento capital Boo Nacional I2.x.82
6 vrn.83 m84
$08,57.5%+1% 28.VI.83
25.JX81
Pago al Bco. de la Pcia. Bs. As.
7 $0. 17,6. ($0 16,53 + $0 1,07) 50/0+1%
27.JX83
Incumplida por el PEN
18.X.83
Unificación de (3) + (4)
8 20.VI.84 VIII.83
Sn 12m. 5%+1%
Obras Públicas \(84
9 $n 30m. 50/0+1% 25.x.83
Sección Hipotecaria Bco. NI.
10 $n 20m. 50/0+1% 31.x.84 sin oontrato ni emisión
Boulevar de la capital
11 $n 10m. fondos municipales 1884 sin contrato ni emisión
'8 RN, 1882-1884. pp. 418 c. 2_419 d. Por errore1 decreto se refiere a Sf8m. para obras de salubrificacIDn
(y no Sn 8m.).
'?cf. supra pp. 249-251.
'" Memoria del Departamento de Hacienda correspondiente al afio 1883 presentada al Honorable 0:m-
greso Nacional en 1884, [fecbada en octubre de 1884], tomo 1, Buenos Aires, 1884; 125 pp; pp. 70-71; la
firma que objeta la emisión de las titulas del Riacbuelo es Stern Bros. pues bajo la mismagarantiahabla
emitido en 1881 títulos de la provincia; lo hace una vez fracasadas sus gestiones para ocuparse de esos
lanzamientos (eL Regalsky, Mercados, i!lllersore;r y él/tes..., p. 196). Según el mensaje del PEN al Con-
greso deben además uniformarse otras condiciones de la emisión para realizarlas conjuntamente.
"' DSCDN, 1884, t. 1, p. 221; explicaciones coincidentes en el Mensaje del PEN del20.v.l884, pp. 103-
lOS,
'l DSCDN, 1884. 1. 1, p. 220.
"AGN-DR 194, Gabriel Martínez a Rocha, Londres, 27.III.1884~ Martlnez remite el prospecto de la
Operar_Ión lanl3da al 84% %. Sobre el rumor que afirma la seguridad obtenida por Baring en relación con
otros empréstitos nacionales, agrega: «con eso o sin eso, quedan siempre subsistentes las inconvenientes
que anuncié a Vd. haber sobrevenido para los negocios del Riachuelo y Salubridad» (se refiere a los ya
sellalados en el texto).
.. Según la Memoria de Hacienda de 1884 el30,lV la emisión es comprada en Parls al tipo 85%, en lo que
llama la mejor operación de titulas argentinos de 5% de interés. Para el Bam;:o Nacional no resulta tan
274 JAV1ERF,GARCiABASAW
sin
hacen sobre el uso de esta opción las autoridades del Banco Nacional la reciben
6S
oro que
duda con agrado, pues permite frenar por algunas semanas la demanda de
genera su creciente circulan te.
que
Entretanto, el gobierno nacional sigue sin obtener oro por las emisiones
Baring lanza con éxito los
ha sancionado. Para conseguirlo, unos dlas después que
nn y Ca. la venta del
títulos del Banco NacionaL Plaza negocia con la casa Mallma
en Acuer-
empréstito de Obras Públicas de $n 30m. El gobierno presta su aprobación
dia después que Mallma nn con-
do General de Ministros ell? de abril de 1884, un
particip ará en el sindica to tomado r la
firma que junto a la Societé Générale de Parfs
parte, aceptan do las indicac iones del
casa J. S. Morgan y Ca. de Londres. Por otra
66
Londres durante ese afto; o porque este rumor reflejara el propósito de la Casa de
impedir que esas emisiones tengan lugar, lo cierto es que, conforme a las explica-
ciones que darán los miembros del PEN al Congreso, el grupo de Caben D'Anvers
prefiere no arriesgar, y conserva en su poder los títulos que ha suscrito al firme para
no exponerse a un revés. Al contrario, la Casa J. S. Morgan en septiembre sigue ade-
lante con el lanzamiento de los $n 10m., que resulta un. fracaso. Según la elocuente
expresión que emplea un informante de Rocha «se ba dado el golpe al Sindicato
francés» y debe esperarse que «pasará el ailo sin que sea posible intentar operación
alguna Nacional».6lI Desde fines de junio, al menos, se habla de dudas en el mercado
de Londres sobre el crédito argentino 69, rumor que parece no despejarse hasta el afio
siguiente, cuando la negociación Pellegrini integra a los Baring junto a los sindica-
tos de Caben D'Anvers y Morgan en la negociación global de los Sn 42m. ($u 30m
de Obras Públicas y $n 12m, suma de $n 4m. del Riachuelo y $n 8m. de Obras de
Salubridad) que ahora fracasa. En efecto, a la rivalidad entre esos grupos súmase la
Casa Baring, que ve amenazada su posición en un mercado que considera suyo. Así
lo explicará Pellegrini en 1885:
«se encontraron en los mercados europeos dos sindicatos distintos, hasta cierto pun-
to rivales, que tenlan cada uno un empréstito argentino. [oo.] Era evidente que [...] para
obtener el favor del público, iban a hostilizarse; y asl fue [...] desgraciadamente babia,
además de esos dos sindicatos, una tercera entidad cuya importancia por si es de primer
orden, y tratándose de cuestiones argentinas, decisiva: me refiero a la casa de los sellares
Baring Brothers. [...] La casa de los sellares Baring [...] si bien no era hostil a las opera-
ciones que querla realizar la República, tenía, sin embargo, motivos de resentimiento,
pues reputaba que habiendo sido ella la que primero habia apoyado nuestro crédito,
cuando esta República no tenia la importancia que hoy tiene, a la que había acompa1lado
y servido en muchas circunstancias diflciles, habla una especie de inconsecuencia, por
parte del gobierno argentino, en haber ido a tomar, para la realización de las operacio-
nes, otras casas y otros banqueros. [oO.] Y si bien es cierto que no hacia acto alguno-que
no lo hará jamás- que importara hostilidad hacia nosotros, bastaba su indirerencia, su
alejamiento, para producir en el mercado un efecto perjudicial para nuestras finanzas.
Este conjunto de dificultades, apreciado con exactitud por el primer sindicato, les
indujo ano ofrecer a suscripción el empréstito, ni aun la parte que habla tomado al firme.
[/] Pero no sucedió lo mismo con el segundo sindicato, dirigido por la casa de los sedares
Margan. [/] Esa gran casa inglesa, que es sin duda de primera importancia, confió dema·
siado en su poder [...] creyó que a pesar de la situación creada tenía elementos bastantes
'" AGN·DR 194, nota sin fe~ha con rúbri~a ilegible adjunta a la ~OITesponden~ia de Martinez.
"~f. El Nacional. 20 (p. 1, ~. 4) Y 21.VI.1884 (p. 1, c. S); las dudas sobre la posibilidad de lanZIII el em-
préstito de Sn 30m. surgen en coincidencia con la promulgación de la ley que concede la refundición de
emisiones que pide el sindicato francés. El 26.VI Ch. Sandford comunica a Ro~ha novedades telegráficas
de la noche anterior: (,avisándome que la crisiJ¡ en Argentina habría acentuado, parece que hay caullll5
locales alll, pero al mismo tilmlpo hay gran desconfianza en la marcha de acá del gobierno nacional»
(AGN_DR 194). ~f. «Revista menaua!>" La Nacion. 22.VI.
276 JA-VlEIlF.GJ,IlC!A-¡¡¡,SM.O
para colocar el empréstito argentino [...] la suscripción dio por resultado un fracaso [oo.]
esto importaba un verdadero golpe para la realización de nuestros empréstitos.»10
111 DSCDN, 1885. t. 11, pp. 667-668. Debe anotarse aquí la adVtlrtencia de Ferns, quien sefl.ala que en los
archivos Baring no se conservan evidencias que involucren a la Casa en el fracaso de la emisión del
puerto del Riachuelo -observación que cabe suponer es extensiva al más relevante asunto del empréstito
Morgan (cf. «The Baring Crisis Revisted», p. 249). El relato de Pellegrini puede armonizarse con la au-
sencia detectada en aquellos papeles librados a la consulta pública. De becho Feros sefl.ala más adelante
que tampoco halló en ese repositorio documentos sobre un asunto mucho más directamente referido a la
evolución de Baring (p. 264).
11 Sobre IIlS operaciones financieras de la provincia v. la tercera parte; éste empréstito esp. ¡n/ro pp. 526-
527. Stern Bros., la casa que bloquea el lanzamiento del gobierno nacional, participa en la operación de
la Ensenada con el 25% del empréstito.
nc( por eje~lo AGN-DR 194, Gabriel Martina a Rocha, Londres, 22.IX.l884 y la pugtla por financiar
la expansión de la red ferroviaria provincial en Garcta BlllIalo, «La participación estadounidense...», cit.
"'cf. ¡nfra en esp. pp. 451-455 Y558-559.
AooNiAs DELFEDEllALiSMO 277
a Rocha-, todavía treinta y cinco afios después de ocurridos los sucesos que no sin
confusiones evoca con la parcialidad que le es característica, mantiene una convic-
ción seguramente abrigada en la tertulia de la redacción de Sud América: el escepti-
cismo que afecta «nuestro crédito» es «en parte atribuible a una propaganda nociva
cuyo origen no era europeo».74
A medida que el afio transcurre, la situación del gobierno nacional, que conti-
núa gastando, y del Banco Nacional, que continúa emitiendo, empeora -la ~(deuda
en favor del Banco Nacional procede del uso del crédito para atender el pago de
las obras públicas, mientras llega la oportunidad de colocar los empréstitos», dirá
Roca?S La trama de los sucesos de aquel crítico afta generalmente se resume en base
a la memoria correspondiente del Banco Nacional?6 Según ese relato -una versión
más detallada de lo expuesto por el mismo Banco al solicitar el curso forzoso de sus
billeteS en enero de 1885-, desde principios de 1884 el establecimiento se ve «acosa-
do con el pedido de cambios sobre el exteriof) y trata de satisfacerlos. A dificultar su
situación y luego a aliviarla contribuye el hecho de «que recién el 30 de Abril último
los banqueros de París declararon que tomaban» los fondos de la emisión nacional
destinada a aumentar su capital. Tampoco cesa la demanda cuando el mercado ab-
sorbe esos recursos. En junio la posición del Nacional empeora, pues el Banco de
la Provincia «cerró su oficina de giros». En el mes de agosto el estrangulamiento es
ya una «corrida» sobre la cual Pacheco no da mayores precisiones. Refiere que «el
Gobierno Nacional [h'] invitó al Gobernador de esa Provincia [de Buenos Aires] a
reabrir esa oficina [de giros]», y alude a los «acuerdos con el Banco de la Provincia,
con intervención de V. E. [el ministro de Hacienda], a fin de dar uniformidad a los
140roussac, Los que pasaban, cit., p. 241. La prensa rochista se hará eco de columnllll que La Nación
reproduce tomándolas de la prensa inglesa; la roquista interpreta como antipatriótica una censura que,
por hostilidad al presidente, perjudica al país. La campaBa es liderada por el periódico londinense Truth.
Faustino M. Lexica, luego de indagar en la cuestión, satisface así la curiosidad de Dardo Rocha; «Hoy
puedo darle informes. El "Trulh" es propiedad de un tal LaiJouchere, miembro del Parlamento, no se
si por Northampton o por Liverpool. Es un liberal, gran sostenedor de Gladstone. [IJ Este individuo es
el antiguo propietario del "World" que vendió para adquirir el Truth. El artículo, no hay duda que es él
quien lo ha hecho [...] Estos son informes recogidos de fuente que repulo buena. (AON_DR 194, Faustino
M Laica a Rocha, Buenos Aires, 19.VII.1884). De hecho, y sin perjuicio de to sellalado sobre oft1rtllll de
crédito, en junio también los negocios bonaerenses sufren ellmpacto de esa prédica (cf. AGN-DR 194,
Sandford a Rocha, 26.VI.l884).
"Mensaje del ministro Roca al Congreso, 6.VIII.l885, en DSCDN, 1885, t. r. p. 388.
7ti d. p. e. Cortés Conde, Dinero.... pp. 162-63, 171-72; Martf, «La Argentina... », pp. 532. La Memoria
del Departamento de Hacienda correspondiente 01 ailo de 1884 presentatÚl al Honorable Congreso
Nacional en J885, tomo 1, Buenos Aites, 1885, fechada a mediados de 1885, es redactada por Pacheco,
presidente del Banco Nacional durante la crisis. Incluye la memoria del Banco Nacional: «Sección 111.
Memorias diversas. Allo 1884. Parte 11. Memoria del Banco Nacional».
278 JAVIER F. GARClABASALO
medios empleados para combatir el agio). Como resultado del acuerdo. desde el mes
siguiente y hasta fin de afio el Banco Nacional contrata una larga serie de créditos
en descubierto con Bancos europeos -la mayor parte de ellos gestionados por el
ex director provincial Ernesto Tomquist17- para atender los pedidos de giros sobre
Europa. Pero la demanda de oro, «por cualquier causa que sea), continúa, acentuán-
dose los pedidos -1: 1,5m.- para «(el paquete del 8 del corriente» [enero de 1885],78
Un dia después se declara el curso forzoso. Este relato omite precisiones que alteran
drásticamente el escenario descripto. Falta una «versión oficial» del Banco de la
Provincia79 que dé cuenta de las raras circunstancias que enfrentó el establecimiento
bonaerense en esos meses que pesarán decisivamente en su futuro. Cuando comen~
zaron las dificultades a comienzos de afio,
(el Banco de la Provincia satisfizo por si solo todas las necesidades de metálico,
dando los giros que se le pedían, salvando por ese medio al Banco Nacional de las exi-
gencias de conversión [...] haciendo posibles los empréstitos nacionales que se solicita-
ban en Europa, y con los cuales ereia que se le evitarían al país los inconvenientes para
el crédito general que desgraciadamente, no han podido dominarse. El Banco fue hasta
donde se 10 permitla el deben); «llegó hasta elllmite [n.] en Junio, y dentro de él estaba
seguro [...] podia esperar tranquilo la crisis, que se hacia inevitable, desde que el Banco
Nacional lejos de contraer su emisión la ensanchaba desacordadamente.))8o
En efecto, la evolución del mercado monetario, según anota quincenalmente
La Nación en su Revista mensual para el exterior, coincide con ese cuadro. En fe-
brero faltan giradores y es el Banco de la Provincia el que contiene la baja y llena
las necesidades del mercado. El oro provincial sale del establecimiento mientras se
expande la circulación del Banco Nacional a través de gastos y préstamos de la poU-
tica nacional que, por un camino u otro, presiona sobre los cambios. Naturalmente,
el directorio provincial no puede hallarse a gusto con esa situación que ha previsto
sin poder evitarla. Los vinculos entre la emisión del Banco Nacional, la restricción
de giros del Banco provincial y la salida de oro, esto es, el carácter de la lucha entre
ambos bancos, aparecen aquí resumidos:
TI cE Horacio J. Cuccorese, «La crisis financiera ollcial de 1885. Su estudio a través de los eIlllréstitos
externos y de la situación crediticia del Banco Nacional» en ANH, IV Congreso Nacional y Regional de
HistorlaArgentina, t. 111, pp. 197-215, pp. 200-202. También se renuevancontrlltos con Samuel Montagu
y Ca. para girar letras contra lacauciÓD de bonos de tesorerfa de 9% emitidos en 1876(of. RN. 1882·1884.
p.794).
"eí. «Memoria del Banco Nacional» en Memoria de Hacienda..., parte 1I, 1884, pp. 13 ss.
19 Hueyo, eleva la Memoria correspondiente al afto 1884 el 31.V.188S; 8e extiende en consideraciones
sobre 1011 primeros meses de ese all.o. Sobre 1884 apenas anotll; «la marcha del Banco ha sido contrariada
durante ese all.o [1884] por el desequilibrio económico del país, el cual hizo necesaria la aplicación de
todos 8US elementos a la conversión de SU8 billetes. [n.] Para contrarrestar la especulación inusitada en
el mercado de los cambios, originada por la referida perturbación económica, empleó todas sus fuerzas,
coWliguiendo dominarla durante un afio entero, a costa de grandes sacrillcios. No obstante, nunca se hizo
i108iones este Directorio sobre el resultado final de la lucha, y después de tanto esfuerzos se produjo el
curso forzollo, que era inevitable desde que se abrió la conversión.»
ltO BPGN, ff. 4v y 18v.
AGONlAS llEL FEllERAUSMO 279
"AGN-DR, 195; recorte r;/d. Cuando en agosto el gobierno nacional parece orientarse por caminos más
prudentes -abandonados poco después de lograr la reapertura de la oficina de giros provincial-, El Na-
cional recuerda que «se censlUó nuestra propaganda, poco simpática, en verdad, pero previsora, como
los hechos acaban de demostrarlo», y reitera que el desproporcionado aumento de la circulación en
relación con la producción torna inviable la política de convllndón (El NaciofUll. 25.VIII.l884. p. 1, c. 1).
"La Nación, «Revista mensual» del 7.III.l884.
"La Nación, «Revista mensuab) del 7.vU884.
"Ésta y las citas que siguen sobre la reunión deI6.VIJI en AMHBPBA, 001-1-23, ff. 156-157.
2S0 L\\lEkf_G.4-RClABASALO
io Fausti-
cooperaeión,il También. se lee en la reunión una nota que dirige al director
ia, indican do <dos deseos del PE de que
no Jorge, ministro de Hacien da de la provinc
Nacion al la suma de 30.000 Onzas de oro sellado
este Directorio ofrecier a al Banco
present es re-
para ayudarlo en la corrida de convers ión que sufre actualmeníe»). Los
apoyo al Nacion al
suelven \(por unanim idad que el Banco de la Provinc ia prestar ía su
d de oro para restable cer
restringiendo sus descuentos)) y entrega ndo aquella cantida
en present ar 10 que ocurre como una
su encaje.36 Mientra s El Nacional se esfuerz a
ambos gobiem os 87
la prensa que respond e al
prueba de la armoní a reinant e entre ,
las del Banco Naciona1.»g9 Más tarde escribirá D'Amico al presidente: ~<Accediendo
a los deseos de V. E., convencido de que era un error, jugué el porvenir del Banco
en los giros».'IO En efecto, la histórica institución ingresa en un nuevo tramo de «la
pendiente que 10 lleva al abismo» -según las advertencias de Andrés Lamas-, y cada
vez más está su destino «en manos del gobierno nacional». En lo inmediato, pone fin
a la corrida, como lo anotan los observadores del mercado londinense:
«En el reporte del 23 de agosto Buenos Aires informa que, desde el embarco del
paquete del 7, se ha producido un cambio completo en la situación financiera. La corri-
da bancaria había cesado al fin, y la confianza en la firmeza de la situación habia sido
restaumda por la política del Banco Nacional, y la oportuna iJ!Jistencia del Banco de la
Provincia. El mercado del dinero, sin embargo, no estaba tranquilo, ya que todos los
bancos habían restringido los descuentos y las tasas habian subido. La especulación
continuó activa en acciones del Banco Nacional, que se mantuvieron firmes con 60"10
de premio.»91
En septiembre puede decirse que los «Bancos Nacional y Provincial son due-
ños del mercado y llenan las necesidades del comercio a los tipos fijados por ellos
[sfc] hace más de un mes». En octubre vuelve a sefia1arse la facilidad con que se dan
descuentos y, paralelamente. reaparecen las dudas. Primero tímidas -la ~<amenaza
de curso furzoso se ha disipado por ahora»- y luego progresivamente más francas:
<dos fuertes pedidos de cambio denotan fuertes necesidades de remitir fondos [...] la
conversión corre riesgo». A fin de noviembre se restringe otra vez el descuento pero
la decisión llega demasiado tarde y contribuye a crear <<una situación precaria que
entraña desconfianza». En rigor, desde octubre todo conduce a la «gran calamidad»;
«La demanda de giros no se limita, y este hecho persistente acusa la existencia de
causas graves que pueden ser o no fundadas. [1] La verdad es que todos tratan de
reducir a efectivo su capital, por temor al curso furzoSO».92
La decisiva reunión del 13 de agosto en la Casa Rosada incluye otras dos impor-
tantes cuestiones que también están ausentes en la literatura sobre el tema. En primer
lugar, el presidente compromete, a cambio de la reapertura de giros sobre Europa,
«el apoyo de la Nación para salvar al Banco de la Provincia de las dificultades en
que habría de colocarlo el sacrificio». Si llegaba la inconversión, seria decretada para
ambos Bancos. «Éste fue el pacto».93
«[n.] el Sr. Presidente de la República solicitó al Gobernador de la Provincia
[D'Amico] que el Banco reabriese sus giros sobre Europa [...] El gobernador observó que
el Banco no podía comprometer sus recursos en esa operación, sin tener la seguridad de
que si llegaba el caso de recurrir al curso forzoso, le seria concedido. [1] El Sr. Presidente
le dijo que sobre eSe punto no tuviera cuidado, que 10 tendrla. [1] Oidas estas palabras,
el Gobernador accedió de pleno [...] vinculando en esta crisis el destino del Banco de la
Provincia al del Banco de la Nación [sic]. [1] A consecuencia de este arreglo [...] el Mi-
nistro de la provincia presentó su renuncia y le fue aceptada.»9<I
La ausencia de Faustino Jorge a la «reunión cumbre» del 13 anticipa su renun-
cia, que presenta al día siguiente con carácter indeclinable y se acepta de inmediato. 9s
El ministro se mostró dispuesto a llegar hasta el préstamo de oro al Banco Nacional
pero no a dar las reservas provinciales para sostener indirectamente la expansión del
billete del Banco Nacional. Jorge habia acompafiado a Rocha, primero como Pre-
sidente del Ferrocarril del Oeste y enviado financiero a Europa, y más tarde como
ministro de Gobierno. Conservó siempre una amistad inalterable con el fundador de
La Plata y tal vez su alejamiento del gobierno inaugurado apenas tres meses antes,
pueda considerarse el punto de partida de la ruptura abierta entre D'Amico y Rocha,
de tan hondas consecuencias politicas para la provincia.96
La segunda cuestión involucrada en la reunión del día 13 es, una vez más, el
pago de la deuda al Banco de la Provincia. Roca promete ahora cumplir con la ley
de octubre de 1883, Y entregar el Bono general correspondiente a los fundos públicos
que cancelan aquellos compromisos. El 14 de agosto, mientras Jorge renuncia, Roca
firma el decreto nacional que dispone esa entrega97, que no obstante queda sujeta
91 BPGN, f.S.
'I'oBPGN, (19.
•scf. La Nación, lS.VIH.l884, p. 1, c. 8. Plll1l explicar la renuncia el periódico alude a un «desacuerdo
suscitado con el gobierno, debido al acuerdo celebrado por éste con el Presidente de la República y de que
ya tienen conocimiento nuestros lectores». El mismo día de la «cumbre» también circula la versión de la
renuncia de Uriburu a la presidencia del Banco de la Provincia: «Seguimos el rumor hasta sus orígenes y
hal1llDlOll que no era infundado», según La Nac/Qn (14.vm, p. 1, c. 7-8). El Nacional dio la noticia de la
renuncia de Jorge sin comentarios (IS.VIII.1884, p. 1, c. 5) y desmintió la de Uriburu (14.VDI, p. 1, c. 8).
"Aceptada la renuncia de Jorge (RO 1884, pp. 647-648, 14YIlI) D'Amioo designó aEulogio Enciso (lb.,
p. 661, 20.VIII).
.... RN 1882-1884, p. 609, c. 1-2; aquí el decreto apllIeCe fechado eI4.VIII. El Nadonal informa sobre los
acuerdos de giros asociando a ellos las promeslIS de pagos nacionales. El 13 afirma que se transfieron
los $f Sm. en ooncepto de adelanto por la deuda originada con la federaliz.neión, pendientes de entrega
AGONíAS DEL FEDERALiSMO 283
desde la sanción de ley de octubre de 1883 (p. 1, c. 8), y que ((hoy» el tesorero de Banco de la Provincia
va a recibir el bono de la deuda con esa institución, y los «tltulos se entregarán en breve», asunto que
habrlan acordado dos enviados de Roca llegados a La Plata el dla 12 (p.!, c. S). Diez dlas después afirma
que la cuestión de [as deudas nacionales fue tratada por D'Amico con Gregorio Soler y Gregorio Torres;
((llegó a asegurarse que el dinero lo verla pronto el Gobierno de la Provincia» (2S.v1Il.1884, p. 1,7', lb.
28, p. 1, c. 7).
"cf. AGN-DR 177, Plaza a Garc!a. 1".IX.l884, copia.
"cf. AGN-DR 177, Martínez a Rocha. 31.x1l.1884.
"" c f. AGN-DR 177. García a Marllnez. 28.XH.l884 (copia); Rodrigo Terrero a Martínez, 30.XII.l884
(copia); y copias de Marlínez a Garda dándose por recibido del bono (no fue rubricada). con el dla de la
fecha en blanCO". y del Bono General, fechado el 24.XJl.
-"
284 lAVIERF.G AllcÍAaAs ALO
e en la cá~
Láinez pregunt a entonce s al ya designado ministr o Pacheco, present
todo derecho
mara, si «había subsanado ese inconveniente, entrega ndo, a quien tiene
de esos títulos) .
para recibirlo, el documento que le acredita verdade ro propiet ario
a la cuestió n que
Pero el ministr o se niega a contestar: se le piden infonne s ajenos
bonaere nse, rei·
motiva su presencia en el recinto. Ante la obstina ción del diputad o
nte de la República
tera que <ctendrfa que consult ar previam ente con el sef10r preside
sefialar el fondo extra eco~
para después dar explicaciones»), dando pie a Láinez para
á nunca a su ministr o
nómico del asunto: «El preside nte de la Repúbl ica no ensefiar
ni le autoriz ará tampoc o para
por qué una ley del Congre so no ha sido cumpli da,
a ejecutar la»). La rápida
que revele los móviles en virtud de los cuales se ha negado
res de Roca en la cámara -José María
y eficiente intervención de uno de los operado
a de Láinez es extemp oránea. 1m
Olmed o- prueba de inmedi ato que la demand
1. Las v/speras
•Según Rebuelto 1115 ganancias líquidas en el año de la guerra civil, que afectó ambas llnellS, fue de Soro
718.934 para el FCO y Soro 1.338.587 para el FCS (HhtDria def de~arrol1o.•., pp. 124 Y 134); es decir $í
1.991.141.
, AGN_DR 185, A. R¡1Iguefet a Rocha, II.IV.l881.
446 JAVIER F. üA1!.ClA BASALO
2. Misión Napp
«Teniendo presente los vivos deseos que vd. tiene -y que me ha manifestado en
las diversas ocasiones que me ha favorecido con su visita- de que durante el período
que se halla vd. al frente del gobierno, se verifique la expropiación del ferrocarril del
Sud, pensamiento grandioso que será aplaudido por todo el pais, he resuelto enviar al
señor Napp a Europa a últimos de este mes, con el fin de poner en juego los medios
conducentes para reunir el capital necesario que de forma a este gran pensamiento».3
Estas lineas de José Gregorio Lezama a Rocha, escritas a mediados de abril, resumen
el origen y características de las gestiones que Ricardo Napp realiza en los mercados
financieros hacia el verano boreal de 1881. El objetivo ha sido trazado por el goberna-
dor electo, pero el instrumento es, por el momento, extraoficial. Napp inicia su viaje
el 25 de abril. Aparte de aquel objetivo principal, está encargado de muy diversas ta-
reas, como contratar un ingeniero hidráulico (Rocha proyecta realizar grandes obras
de nivelación en la provincia), fomentar la inmigración o adquirir un conjunto de
obras clásicas para la biblioteca del gobernador. Aunque el comisionado no empren~
7 AGN-DR 184: como la anterior es traducción de León de Pineda y Ezcurra. Infortunadamente no están
11 La referencias de Napp armonizan con lo conocido sobre aqueL alio de especulaciones, que concluye
con la crisis de enero de 1882, desencadenada por la quiebra de la banca Unión Générale, cuya caída se
atribuye a maniobras de Rosthchild (cf. Charles T. Kindleberger, Pánico en lasjinanzas. UrJa historia de
fas crisisjinancieras, Buenos Aires, 1981,219 PP. esp. pp. 60-63; 94-95; 143; 149).
11 La impresión coincide con los informes que, también desde Pam, Otto Bemberg da al gobierno nacio-
nal en 1884: «la colocación de estos tltulos es completamente nominal»; «en cuanto a 10 que diga algún
diario, se sabe que eso aqu1 se paga a tanto la llnea» (cf. AGN-DR 196, Copia decurIa de Bemberg sobre
cédulas hipotecarias / Notas maliciosas).
AGONÍAS OBL FEOERALISMO 451
en manos de unos cuantos pocos banqueros, que harían pagarse bien su cooperación
absolutamente necesaria, lo que desgraciadamente es cierto».
Las tratativas de Napp siguen los humores de aquel inestable mercado. Durante
la última semana de junio y los primeros días de julio el emisario viaja a Alemania
~Francfort, Berlín, Bremen~ ocupándose de distintos encargos. Por fin, hacia media-
dos de mes parece que logrará su propósito. Erlanger 10 cita para ofrecerle tomar al
89% firme la suma necesaria para la compra del FCS; el resto de la emisión se lanzará.
sólo seis meses más tarde. Napp se muestra inclinado a presentar la proposición al
gobierno bonaerense y Erlanger telegrafia al encargado de la casa en Londres, citán-
dolo a París. Cuando éste ~un tal Mr. Schiff- y Erlanger se encontraron con Napp el
sábado 16, argumentando que el enviado de Lezama carecía de condiciones defini.
tivas «manifestaron que juzgaban rotas las negociaciones, retirándose ellos definiti~
vamente del negocio! [u.] Era claro, dado lo hablado con el Barón en la tarde anterior
y las disposiciones que él entonces manifestó, que el fracaso final se debía a la casa
de Londres}). La explicación de Napp apunta a la dependencia de la plaza de Paris
respecto de la inglesa. Los banqueros parisinos involucrados con la Argentina «han
adquirido la absoluta certeza de que en la Bolsa de aquí [París] nunca hallarfan com-
pradores») para esos titulos: «(forzosamente tienen pues que dar salida de los bonos
al mercado de Londres)), Alli la hostilidad es insuperable: «la colocación del nuevo
empréstito del ferrocarril Provincial seria tanto más dudosa, cuanto la Empresa del
Sud parece dispuesta a oponerse judicialmente a la expropiación».
Pero Londres no se limita a un veto pasivo. A comienzos de la semana que con-
cluye tan descorazonadamente para Napp, Frank Parish inicia un nuevo viaje al Río
de la Plata. Entre las gestiones que como representante de los FFCC Central Argen-
tino y del Sud lleva encomendadas figura en primer término evitar la expropiación
de este último.
3. Misión Jorge
La consistencia de los anuncios que los voceros del mercado de capitales inglés
circulaban desde principios de 1881 pronto puede ponerse a prueba. Poco más de
dos meses después de su asunción, el 6 de julio, Rocha promulga la primera de las
leyes -serán tres a 10 largo de su mandato- que lo autorizan a contratar empréstitos
exteriores. El destino principal de los $f 20m. a emitir es en este caso el pago de la
deuda del gobierno al Banco de la Provincia, la institución clave de la autonomía bo-
naerense, de la que pende todo lo demás. El gobernador encarga sondear el mercado
financiero a Luis M. Ruiz para tratar la colocación en lo inmediato de $f 10m. al 90%
libre de toda comisión, reservándose la provincia el derecho a emitir como deuda
interna el resto, y los posibles contratistas la preferencia en caso contrario. Ruiz, pro-
bablemente en contacto con la casa lbáñez Vega, mantiene una activa comunicación
452 JAVIERF. GARCI/.. UASALO
!lLas instrucciones a Ruiz en AGN·DR 195 (borrador sin fecha); alH también once telegramas en c1uve
remitidos enjulio y agosto; en AON-DR 194 la descodificaciÓn. Otra propuesta para colocar el emprés-
tito en AON-DR 177, White a Rocha, 1".VU881.
"Según parecer del estudioso de la quiebra de la «Unión Générale», Jean Bouvier, citado por Kindle-
berger, Pánico..., p. 94.
II AON-DR 194, Bouwer a Uriburu, 15, 18 (bases) y 19.VIII.l881, y un borrador de nota a Bouwer acep-
tando la propuesta.
"cí. AGN-DR 184, notas y borradores de los días 16, 17 Y 18.VIII.l881; todavíu e117.VIIl Rocha está
interesado en conocer qué banqueros est4n detrás de una propuesta que remite Napp el 16, pero enfu·
rece cuando Lezama no guarda sus instrucciones de obrar extraoficialmente: «Le manifesté que por el
momento no podía recibir propuesta alguna. Esto se lo repeti con illllistencia ayer y hOY>I. La duda de
Rocha parece continnada por una consulta del ministro Romero, a quien la falta de noticias hace creer
el18 que en el acuerdo habla «sobrevenido algún inconveníente gruVll» (AGN-DR 177, Romero a Rocha,
18.VIII.l881). Rocha contestó a Bouwer el 19.
AGONfAsDELFEoJ!kAusMo 453
de la Provincia, Carlos Casares, quien {XIr la ley de creación del empréstito ed
autorizado para caucionar o vender los tltulos, confiere a tal fin poder esp~ a
Jorge como agente con plenos poderes «en la órbita de sus instrucciones».17 El 1 ~
gido ocupa entonces la presidencia del FCO. Podría pensarse que, dados los Pla::
ferroviarios del gobernador, su elección se relaciona con el propósito de establee s
vínculos con las casas proveedoras, actualizar conocimientos, anudar convenios, ete:.
Ciertamente, Jorge procurará hacer todo esto. Pero el punto principal que patece jus~
tificar su elección para esta misión principalmente financiera radica aún en la Posible
adquisición del FCS. Esto se advierte en su libro de claves telegráficas, en el que me~
nudean los términos vinculados a esa cuestión; así se advierte en este vocabulario:
«cofre. expropiación del Ferrocarril del SUW> [oO.] «coginete, que digan cuál es el ver-
dadero costo de la lloea del Sud» [...] «cojo, ofréscales en pago de la Unea del Sud hasta
libras.. .» [...J«c%rete, Directorio del Ferrocarril del Sud» [...] «collar, vea si puede tener
la compra del Ferrocarril del Sud tratando con la compallla y por qué precio, sin lleCeIIi~
dad de hacer efectiva la expropiacióIDI [...] «comarca, Ferrocarril del Sud»~ ..]ll'conmutar,
ocúpese de negociar con el Directorio de la Compallfa del Ferrocarril del Sud el precio
para la expropiaciÓn» [.o.] «cordón, creo que accionistas del Sud dificultan colocación del
empréstito [del 6 de julio] porque temen que se destine producto a expropiar su linea»
[no] «lb/cuy, se hace muy mala atmósfem porque se afirma que mi objeto es buscar fundos
para la expropiación del Ferrocarril del Sud» [...] «tren, pido autorización para declarar
públicamente en acto oficial que no tengo encargo ninguno respecto del Ferrocarril del
Sud», etc. l !
Sin demora viaja Jorge hacia Europa.19 Llega a Londres el 27 de septiembre; se
dirige de inmediato a la casa Baring. S610 una semana después logra entrevistarse
con el Muro Lord Revelstoke (Edward Charles Baring). Percibe de inmediato que la
instrucción que le indica proceder rápidamente a la emisión de los titulos no podrá
cumplirse. El mercado no es propicio, se le dice. Logra, si, que la provincia pueda gi~
rar a 90 días hasta f. 500.000 (operación habitual aunque en este caso significativa por
el monto) al accesible 5% de interés. Durante el siguiente mes, la correspondencia de
Jorge refleja la admiración y confianza que despierta en él el prestigio de los Baring
-«como hombres honrados y como caballeros~)- y, paradójicamente, la reiteración
de un mismo mensaje que recibe de éstos: sobre el empréstito nada puede hacerse
hasta fin de mes, hasta noviembre, hasta abril próximo... La tasa de interés del Banco
de Londres, las dudas acerca de la ratificación del acuerdo de limites en el Congreso
n AGN-DR 194, Poder especial. Su Excia. el sr. Gobernaciorde la Provincia al Dr. D. FaustinoJorge y
Poder especial, el Banco de la Provincia al Dr. D. Faustlnn Jarge.
'8 AGN_DR 194, Cll7lle telegr4fica entre el Exnw. Gobierno de la Provinciay el Cam/swnado Dr. D. Faus-
lino Jorge. Palabras para la dirección por la Agencia HavlUl con el Exmo. Sr. Gobe7nadar=Sonrosear.
Con el sr. Mmislro de Hacienda=Sondaleza.
¡'cf. AGN-DR 194, los papeles reunidos bajo el rotulo ~(Misión del Dr. D. FaustinoJorgeJl, enespeciallu
cartas del enviado a Rocha de Londres, 28.IX y 9.X; Parls, 17 y 19.x; Le Creuzot, 26.X y Londres, J y
9.XI.l881; en el mismo lugar nolas sobre telegramas, etc., referidOll 11 la gestión.
454 JAVlERF. GARCIABASALO
chileno, los proyectos de obras sanitarias del ministro Romero, todo conspira, al pa-
recer, para impedir la disponibilidad de fondos. Jorge viaja al continente. Visita por
consejo de los banqueros las industrias Cockerill. En Paris conoce el observatorio
que dirige Monsieur Mouchez, de quien recibe el elogio dedicado a Rocha por sus
proyectos de medición del meridiano. Luego se detiene en el establecimiento de Le
Creuzot. El 26 de octubre comunica desde allf que los Baring al acusar recibo de la
noticia que confirma la aprobación chilena de los pactos, <eme dicen: las obligaciones
nacionales han subido un poquito pero las Provinciales quedan sin mudanza»; para
el empréstito «será necesario esperar la primavera, es decir seis meses». Tres dias
después, Rocha telegrafla a Jorge: «No expropiaremos ferrocarril del Sud. Todo bien
arreglado».20 Antes de finalizar la semana Jorge puede concluir los acuerdos con la
casa bancaria. El mercado está mejor, y aunque Baring persiste en demorar el lanza-
miento para mejorar el tipo de colocación el Banco de la Provincia puede de inmedia-
to comenzar a girar hasta 1: 1m. Rocha aprueba el 12 del mes siguiente los términos
comunicados a Buenos Aires el 4, formalizándose de inmediato lo convenido. 21
Aun cuando la cronologia y el paralelismo de los trámites es elocuente, el víncu·
lo directo entre la renuncia a expropiar el FCS y la reapertura del mercado de crédito
para la provincia de Buenos Aires, hipótesis sugerida en las terminantes afirmaciones
previas de la prensa inglesa en Londres y Buenos Aires, aparece confirmada en tes·
timonios posteriores. Así, afios más tarde un intimo de los circulos de poder bonae-
rense afirma en la Legislatura su conocimiento directo de la ayuda que el Directorio
del FCS en Londres prestó a la provincia «facilitándole las operaciones de crédito en
aquel mercado».22 Más categórico es el testimonio de William H. Moores, apoderado
de la empresa y protagonista de los acuerdos de 1881, que confirma un lazo directo
entre la acción de la empresa y el acceso bonaerense al crédito en Londres. En otro
momento de tensión entre Rocha y la línea inglesa, Moores le recuerda:
«Hasta ahom, y esto le consta a V. E., los hombres más influyentes de la Empresa en
Inglaterra han prestado su valiosa cooperación para ayudar al Pais, y al mismo Gobierno
de V. E. en distintas veces que ha solicitado crédito en ese gran centro monetario, pero
mal podría esperarse la continuación de esta buena voluntad, si se adoptase una medida,
que a mi juicio, será perjudicial a la Provincia y a la misma empresa del Ferro Carril del
Oeste y, un acto de verdadem hostilidad a la del Sud».23
'0 AGN-DR 194, Rocha aJorge, te!eg. 29.X.188l, original y traducción. El mensaje cifrado debió decir:
((No cofre. Alegria», pero se telegrafió: «No expropiaremos comarca. Alegria»; parece evidente el deseo
de facilitar la comprensión de la noticia remitida a través de la Agencia Havas.
"En Buenos Aires El Diario ya ello.XI anuncia que «ha circulado la noticia de que el Dr. Jorge habría
firmado en Londres» el acuerdo con los Baring (p. 1, c. 2). Cm firmación y detalles de la noticia (no todos
exactos) en la edición del 12-13 (p. 1, c. 2 y 5), 14 Y 15 (p. 1, c. 2).
"cf. DSCDBA. llJlJlJ, P. 425.
" AGN-DR 184, Moores a Rocha, 10.vU.1883. Opina Wright, refiriéndose al «tema de la expropiación»
que se agita antes de la misión Parish, que «sólo se trataba de un rumo!». Afirma además que la actitud de
Rocha «(\os dirigentes argentinos») era reacia a tomar medidas enérgicas contra las empresas extranjerllll
«por temor a cortar una fuente importante de capital» (cf. Winthrop R. Wright, Losferrocarriles ¡"gleses
'i1"Üih_2
4. Misión Parish
en la Argentina. Su l'!fluencia en el nacionalismo económico. 1854-1948, Buenos Aires. 1980; 343 pp;
pp. 59-60), Si lo expuesto muestra que la expropiación era algo mAs que un rumor, sugiere también que
el «temor» se funda en el conocimiento cierto de una amenaza explicita.
,. El Diario, 12·13X1.1881, p. 1, c. 5. También la prensa inglesa local modifica su actitud tras el acuerdo
(cf. «El "Herald" y el Dr. Rocha», en El Diario, 17.1.1882, p. 2, c. 3).
25 La Prensa, 24,IH.I882, p. 1, c. 5; el comentario se introduce con ocasión del lanzamiento al mereado,
que los Baring concretan el 22.III.l882, siguiendo un procedimiento ordinario: pago anticipado en giros
y retención de tltulos para colocarlos en el mercado en momentos oportunos. Tal operatoria tenia. ade-
más de ventajas, sus riesgos, como comprobará la CillIa en 1890.
'·cf. El Diario, 24 (p. 2, c. 2) y 30.XII (p. 1, c. 2) de 1881; 3.1.1882,·p. 2, c. 4.
"AGN·DR 194, FaustinoJorge a Rocha, LeCreuzot, 26.X.l88L
"cf. AON-DR 38. Roca a Rocha, 4.VII [de 1881].
456 JAVIBR F. GAltCÍABi\.SALO
lOAGN_DR 184,1.. González a Rocha, Londres, 27.Vll.l881; Rocha a González. 29.VIII.l88l, indica que
aún no hay resolución en la materia. González le había anticipado la partida de Parish, ((creo que lleva el
encargo de evitar la expropiación del Ferrocarril del Sud» (8.VIl.l881).
"Es la relación entre los productos y los gastos de una linea (ce= G x 100 + p).
n Aquellas en las que se agregan vagones de carga y de pasajeros.
AGO~SDELnm~MO 457
Azul a Bahia Blanca -promesa atenta a los tiempos políticos del gobernador_ será
construida en menos de tres afioS.l 2
En coincidencia con el viaje oceánico de Jorge, los tratos quedan sin novedad
durante el mes de septiembre. Parish se ocupa de gestiones vinculadas a la otra com~
pa.fHa que representa -el FCCA- y, debe presumirse, realiza los estudios directos
prometidos. El sábado 15 de octubre Rocha, Parish y William H. Moores celebran
una larga conferencia de «cinco horas consecutivas», y el tono que emplea la Prensa
partidaria anuncia ya la decisión de llegar a un acuerdo. ll Al dia siguiente, domingo,
siguen las discusiones, incorporándose a ellas el gerente de la empresa, George Co~
oper, Augusto Ringuelet y el ministro de Hacienda, Uriburu. Del acuerdo polftico
se ha pasado a la implementación práctica, anticipándose ya algunos de los compro-
misos que contrae la empresa.lol Éstos son formalmente enunciados én una nota que
Parish dirige a Rocha el 18; al día siguiente, ante escribano público, celebra contra-
to para la prolongación de la línea hasta Bahía Blanca y Tandil, que incluye en su
más breve e importante artículo el nudo de la cuestión: «El PE se compromete por
su parte a no expropiar las líneas de la empresa hasta el 21 de mayo de 1902». Otro
artículo, siguiendo las lecciones de la historia, establece expresamente la sujeción de
la empresa a la ley general de ferrocarriles y a toda disposición y reglamento que rija
en la materia. El ferrocarril deberá llegar a Bahía Blanca antes del 21 de abril de 1884
Y a Tandil antes del 19 de octubre de ese afio. Se puntualizan, además, una cantidad
de detalles técnicos sobre la construcción, a fin de garantizar la calidad de la obra y
la seguridad de los servicios, quedando sujetos a la aprobación del PE incluso los pla-
nos del tren rodante. Respecto de la cuestión clave de las tarifas, el gobierno tendrá
intervención en la fijación de su máximo, independientemente de las ganancias que
obtuviese la empresa. En su nota el presidente confirma el propósito de introducir
mejoras, enunck·nas en cinco concisos puntos: construir la doble via hasta Burzaco;
establecer, «luego que llegue el tren rodante necesarim), un tren diario de pasajeros
entre Buenos Aires, Azul y Ayacucho, incluyendo las paradas requeridas; introducir
mejoras «para la conveniencia de los pasajeros y comodidad de la carga»; en las
estaciones; «garantir el peso y las cantidades de la carga que se transporte en sus
wagones)); sujetarse al máximum establecido en las tarifas «que se fijare entre el PE
y el que suscribe». Insiste Parish, como lo había hecho en la más franca correspon-
dencia privada de agosto, en que las mejoms «desde hace mucho tiempo las tenia en
proyecto)) y, por otra parte, (<han sido materia de estudio durante mi residencia».l'
La correlación entre los sucesos de Londres y Buenos Aires tiene, entonces, otro
dato sugerente. El acuerdo firmado ell~ sorprende a Jorge visitando industrias meta-
_.
458 J....VIER F. GJ\Rc!l<BASALO
'" cf. DSCDBA, 1881, t. HI, pp. 301-312. Zuvirla comenzó recordando los antecedentes en un tono que
más parecía fundar un rechazo; se extendió en las «razones 8Obradll811 con que el público pedía la ex-
propiación. Un colega le I1aroó a la realidad instándole a concretarse al tema de la prolongación a Babía
Blanca.
"cf. DSSBA., 1881, pp. 1038-1043.
"RO. 1881, pp. 873·878. El moroso trámite parlamentario obligó a Parish Il postergar su partidi.·en dos
oportunidades; no querrla viajar sin ver la ley promulgada; CL El Diar/Q, 6 (p. 1., c. 5) y 23.XI.l881 (p.
2, c. 5).
"La propaganda partidaria presenta la expropiación como exigencia: ,(Es el gobierno el que está lla-
mando a salvar los intereses del Sud de la Provincía contra los abusos de una empresa particular. [...]
la campaila reclama urgentemente que se realice la expropiación de esa línea que en lugar de ayudar al
desenvolvimiento del progreso es la rémora que lo impide»; ce AGN-DR 184, recorte «Redacción [1] La
expropiación de la linea [1] del Sud»
AGONfA.'JDE1.~ 459
onerosa posible».40 Si el primer perIodo podría haberlo justificado, el segundo res ha
una ironfa, pues en efecto, el contrato alude a la expropiación en una cláusula c~
Quedaba en esto una ventaja relativa para el gobernador. Los planes trazados en b h.
a los cálculos de Ringuelet no eran oficialmente püblicos. Su único mens!\ie solicit:
do una expropiación -aun cuando el caso del Sud era, como se ha visto, un secreto a
voces- se refería al Fe Buenos Aires-Ensenada, en el tramo Boca-Ensenada.
La nueva posición oficial queda definida ya en el mensaje de remisión del con-
trato a las cámaras legislativas. La derrota aparece presentada como triunfo. El texto
es el resultado de un laborioso pulido del que dan testimonio los borradores que se
conservan. Su tema es la importancia de la obra-a lo largo de las seis carillas se evita
cuidadosamente nombrar a la empresa inglesa-, las ventajas que traerá en particular
al pueblo de BahIa Blanca y, en general, todo cuanto puede decirse, con sobrada
razón (se trata de la idea más pacfficamente aceptada en la segunda mitad del siglo
XIX), de las ventajas de construir ferrocarriles a lo largo de tierras feraces. Un breve
párrafo alude al centro de la cuestión:
«Como veis por las bases acompafiadas la Provincia puede obtener la estensi6n {(de
las lineas)] «de cerca de 400 ks.» de F. C. [ferrocarriles] [(del Sud)] sin qe. este progreso
le imponga sacrificio alguno, {y} «[(s610)J (sino) {únicamente} [(si)J la [(obli)] seguridad
de no espropiar esas ¡¡neas en un perlado de veinte aflos proximamente».41
La preocupación del gobierno es ahora, más sencillamente, «el acrecentamiento
de nuestras Bneas). El acento se pone en «dotar a la provincia de una red completa
de ferrocarriles».<12 «La palanca del crédito y de la riqueza indefinida de la Provincia
ha sido bien comprendida por el Dr. Rocha, y ha sabido aprovecharla ~ ..]el oro inglés,
las empresas europeas, el [Fe del] Sud de Buenos Aires, la Provincia entera, están
hoy más que nunca interesados en el progreso, y obligados a iniciarle y a fomentar·
le»).4l Por otra parte: el vínculo ferroviario que anuncia el progreso de BahIa Blanca
trae también solución a la necesidad de contar con un puerto militar, astillero, base
de policia marítima para las costas patagónicas y fueguinas; para emular, en fin, el
Talcahuano chi1eno.~4
j Ignacio Finnat, «Estudio ~obre Ferro-Carriles», en Anales de fa Sociedad Cient(/ico Argentino. tomo
El plan general de ferrocarriles de Rocha (v. mapa 20) sufre una primera contra-
dicción al fallar la expropiación del FCS. Resignado aquel propósito, un segundo fra-
caso impide el empalme del FCO con el interior, el control del corredor santafesino.
No acaban allí los contrastes. Se perderán también las cargas procedentes de Cuyo
a través del FC al Pacifico e incluso parte de las transportadas por la propia linea -:
provincial quedarán amenazadas por su competencia. Para alcanzar este objetivo,
el PEN recurre una vez más a la concesión privada, diseñando una linea que actúa
como un by-pass ferroviario destinado a sortear el empalme proyectado pOf Rocha en.
beneficio del puerto de La Plata (v. mapa 21). El procedimiento fue el siguiente. 2
El 7 de agosto de 1884 Juan E. Clark se dirige al gobierno para exponer que la
construcción del FC al Pacífico, ya iniciada, y la del Trasandino, que en breve espera
comenzar, se verán obstaculizadas por las transitorias dificultades que experimenta
el tráfico a través de las vías existentes. A fin de asegurar la provisión de materiales
para sus obras, pide autorización para construir una lmea propia desde Mercedes
(Bs. As.) hasta el puerto de Campana. Esta vía permitirá «al Excmo. Gobierno una
intervención directa en los trabajos de las vías desde la cumbre de los Andes hasta
el puerto de Campana y Buenos Aires, intervención benéfica a la que escapa el fe-
rrocarrii provincial del Oeste, el cual puede hacer ineficaces las ventajas que aquella
consulta)). 3 La prosperidad de la zona a recorrer hace suponer que este corto trayecto
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464 JAVIER f. OARCfABASALO
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11
AGONfASDELFEDHRAL1SMO 465
-que establece en 70-75 km., Y compara con los 98 km. existentes entre Mercedes
y Once- ayudará a costear la garantia del resto de la linea al PacIfico. Luego de re-
cordar que por decreto del 7 de Noviembre de 1881 se dispuso que el ferrocarril en
construcción diera principio en Mercedes, solicita que ~<se designe a Campana como
punto de arranque definitivo».
La expresión de Clark sobre la jurisdicción nacional de esta linea -intervención
benéfica a la que escapa el ferrocarril provincial del Oeste. el cual puede hacer
ineficaces las ventajas que aquélla consulta- alude de un modo transparente al em-
palme Haedo-La Plata. En efecto, <das ventajas que aquélla consulta» se refieren al
transporte bajo jurisdicción nacional de las cargas procedentes de distintos puntos:
de Cuyo; de la lfnea del Oeste más allá en Mercedes; y de la zona de competencia
fisica entre las empresas desde Mercedes a General Rodriguez. El modo en que «el
ferrocarril provincial del Oeste (...] puede hacer ineficaces las ventajas» es, natural-
mente, llevándolas desde Haedo a la Ensenada «con el riel y con la tarifa».4
Pocos días más tarde, el Directorio local del FC de Buenos Aires al Pacífico
pide vista del expediente a través de una nota que finnan Lucas González y Eduardo
Madero. No es dificil imaginar la impresión que despierta en ellos esa propuesta, que
aleja del futuro puerto Madero el destino final de la línea. Concedida, el Directorio
reproduce en ella el infonne que sobre el particular pide a su abogado, doctor Delfin
Gallo. En resumen, afirma que por decisión del gobierno el punto de arranque de
la linea es Mercedes, siendo la sección que desde allí sigue a Villa Mercedes (San
Luis) concesión adquirida por el FC Buenos Aires al Pacifico. Clark puede pedir
«un ramal completamente independiente» pero no «invocar sus derechos de antiguo
concesionario». Tanto -concluye Gallo- que «el PE no podrá seguramente resolver
la cuestión administrativ'¡Ullente y tendrá que remitir la solicitud al Congreso».s En-
tretanto, Clark ha procurado oponerse a la vista del Directorio con un extenso escrito
que no alcanza a presentar a tiempo, en el que intenta demostrar que, luego de vender
sus derechos sobre el trayecto Mercedes-Villa Mercedes, mantiene aún los del tramo
Buenos Aires-Mercedes. También dirige una protesta al Directorio local del FC Bue-
nos Aires al Pacífico por su presentación al Gobierno, pero éste se limita a cootestar
que actúa conforme al dictamen de su abogado.
Oidas las partes, corre el expediente por el Departamento de Ingenieros. Ró-
mulo Ayerza, Inspector General de Ferrocarriles, infonna que al hacer cesión de sus
derechos Clark s610 se reservó «la parte comprendida entre Mendoza y la cumbre de
la Cordillera)); que el punto de arranque ya ha sido «fijado por el Gobierno en decre-
to de noviembre 7 de 188b) y que «00 debe por tanto accederse al pedido del señor
'La expresióo es de La Prensa. 15.VIII.1883, p. 1, c. 1, comentando el decreto de Rocha que fija la traza
Haedo-LaPlal.a; v. in/ro p. 589.
sFerrocorril de Buenos Aires a Mercedes.... p. 11.
.
466 JAVIEll.F.GARe1ABASALO
II Memoria presentada al honorable Congreso de la República Argentina por el Ministro del Interior
doctor Bernardo de Irjgvyen correspondiente al afio 1881 [redactada ha. mayo de 1882], Buenos Aires.
1882. LXIlI+149 pp; pp. XXVIII-XXIX). En la exposición del ministro todavía se presume la prioridad
que Clark debe dar a la unión con Chile. proyecto para el que no se hallarAn inversores en Londres.
Jl Ferrocarril de Buenos Aires a Mercedes.... pp 27-31.
468 JAVlERF. GAJlCIABASALO
«Para traer a sus cauces naturales al localismo desbordado de Buenos Aires lo su·
primimos completamente, substituyéndolo por la absorción nacional, abrumadora, que
suprime las provincias y falsea las instituciones federales, unitarismo de Jacto, cuyos
frutos son, por cierto, más alarmantes que los excesos y extravlos de aquel. [...] Desde
que la militarizada absorción nacional ha humillado los localismos argentinos, nuestra
federación ha desaparecido también de hecho. Es una hipocresía, es una mentira con·
vencional hablar de gobierno federal en la República Argentina, unitaria en los hechos, y
acaso en las aspiraciones públicas [m] La Provincia de Buenos Aires es, sino la primera,
la más notable de las víctimas [oo.] La provincia no se gobierna. Su localismo no se agita
entre los ifmites de lo justo y lo necesario. Ha abdicado y la provincia está gobernada de
afuera, a la distancia, desde la Capital de la República.»91
.. Estllnislao S. Zebllllos, «La crisis polltica de La Plata», en Revista de Derecho. Historia y Letras, tomo
11, 1898, pp. 659 y 664.
CONCLUSIONES
Los acuerdos del Pacto de Unión de 1859 quedaron incorporados, con la refur-
ma de 1860, al nuevo texto constitucional. Esto supuso un privilegio para la provincia
de Buenos Aires, y en particular para su Banco, que continuó sujeto a la legislación
provincial, exento de la jurisdicción del Congreso Nacional. Las evidentes ventajas
que esa situación constitucional dio al Estado bonaerense -caracterizado en ocasio-
nes como «provincia vascongarlll})-, sirvieron de base a la función político~institu
cional que aquél debía cumplir, según la opinión de sus defensores, para garantizar la
subsistencia del sistema federal argentino: mantenerse como «único poder provincial
capaz de contrabalancear y conservar en quicio al poder Nacionah~. La apelación al
Pacto de Unión como fuente de esos derechos, y al texto constitucional de 1860 como
garantía de su vigencia, se convirtió en el principal recurso argumental en defensa
de esa singularidad. En los aflos que siguieron a la reforma, los poderes nacionales
y provinciales se condujeron en sus tratos y acuerdos financieros aceptando esa si-
tuación. El comentario de los juristas tematizó sus alcances, y la Suprema Corte bo-
naerense reitero, en un fallo a propósito del Código Civil, que en virtud del Pacto de
Unión incorporado a la Constitución Nacional, la legislación nacional no alcanzaba
al Banco de la Provincia. A principios de los afios '70, esta aceptada pero incómoda
situación para los poderes nacionales, alentó el prematuro intento de sustitución del
agente financiero nacional, mediante la creación de un Banco mixto que, poco des-
pués de iniciar actividades más bien modestas, quedó al borde de la liquidación. La
crisis financiera del Estado nacional, en 1876, llevó al Banco bonaerense a ocupar
un lugar más amplio que en el pasado, como agente financiero y regulador de la
emisión. Para entonces, el billete provincial tenía circulación nacional de hecho entre
particulares, fomentada por su aceptación de derecho en las oficinas de recaudación
de todo el pms. En ese afio, sin embargo, la doble operación de emisión garantida por
el Estado nacional y préstamo al gobierno de Avellaneda, por una suma superior a
las concedidas hasta entonces, reforzó la centralidad y exhibió el poder del Banco
provincial como nunca antes.
Los términos del consenso de 1860, como es frecuente en soluciones pactadas,
estuvieron lejos de satisfacer a todos los actores. Sin la presión de Urquiza en favor
de su aceptación, la unanimidad lograda en la Convención de Santa Fe no habría sido
posible. Por otra parte, en Buenos Aires, Mitre, cuando alcanzó la presidencia, quiso
ver en esos acuerdos no más que una transitoria maniobra táctica en las conflictivas
relaciones con la Confederación. Sin embargo, durante varios lustros, la convivencia
entre poderes nacionales y provinciales, siempre rica en episodios irritantes, pudo
fundarse en aquel consenso. Después de la crisis de 1876, al calor de una refurzada
convicción sobre la necesidad de consolidar al Estado nacional liberándolo de la
tutela bonaerense, los alcances del Pacto de Unión fueron objeto de una creciente
reinterpretación, que la «doctrina Mitre» de 1878 resume. En ese nuevo clima tiene
622 JAVIEII. F. GARCÍABASALO
lugar la guerra civil de 1880. Aun asi, en los debates parlamentarios sobre la cuestión
capital-que involucran no sólo la ley de federalización del municipio de Buenos Ai-
res, sino también aquella que dispone la eventual reunión de una Convención Consti M
plidas, con drásticas decisiones. Por otra parte, el campo de enfrentamiento econó-
mico entre Nación y provincia, que, dados los antecedentes, inevitablemente debía
incluir las cuestiones monetarias y bancarias, se multiplicó a raíz del «plan La Pla-
ta» lanzarlo por Rocha. Ciertamente, la rivalidad entre ambos Estados en torno a la
construcción de la red ferroviaria era anterior al Pacto de Unión, pero la pretensión
bonaerense de reorientar los flujos comerciales hacia su nueva capital, una vez que
el Estado nacional se aseguraba el dominio del puerto de Buenos Aires, convirtió la
pugna por el control de ferrocarriles y puertos en un capitulo decisivo del proceso de
sometimiento bonaerense.
Como resultado de todo lo anterior, en el periodo 1881·1886 no se asiste a una
voluntaria subordinación de Buenos Aires al Estado naciOl;181; no registran esos aftas
prudentes arreglos políticos, en homenaje a la búsqueda mancomunada del enrique-
cimiento nacional -al contrario, la falta de acuerdo que revela cada una de las ini-
ciativas destinadas a promover la riqueza, contribuye a sentar las bases de la crisis
623
AooNíAsoELJilIDEIW..lSMO
el gobierno del general vencedor no fueron cordiales. Hasta la crisis de 1885, Roca
gestiona en París sus contrataciones externas, recurriendo a consorcios de segundo
nivel. Las dificultades experimentadas a lo largo de 1884 conducen, luego de algunas
vacilaciones, a «reanudar la amistad con Baring»: la «reconciliación» -que los ban-
queros han fomentado al parecer con maneras algo drásticas- corrige el rumbo de las
dos partes. A esto pueden agregarse las cambiantes alternativas que rodean tanto a
los proyectos que crean fondos públicos externos como aquellos otros que combinan
su lanzamiento con intentos de unificar la deuda existente, y también la anunciada
y efimera renuncia, en 1885, a los créditos externos. Parece, por tanto, no haber una
política de financiamiento en el gobierno de Roca.
En resumen: la política monetaria, bancaria y financiera del gobierno nacional
se presenta como un continuo de inconsecuencias: conversión forzosa, emisión sin
respaldo metálico y curso forzoso; propuesta de nacionalizar el Banco de la Provin-
cia y «nacionalización» del Banco Nacional; endeudamiento externo y anuncio de
una política financiera puramente interna, seguido de un nuevo y mayor endeuda-
miento externo. Sin embargo, más allá de un antológico esplritu de improvisación
-poco acorde con la imagen que se atribuye a aquella década tantas veces asociada
a la idea de «proyecto»-, no falta un hilo conductor que una esas contrastantes me-
didas de gobierno. La tarea que Roca se impone, y que realiza con tanta paciencia
como tenacidad, se mantiene siempre fiel al propósito de desmontar la base de sus-
tentación económica del federalismo bonaerense. Su punto de partida es la ley de
federalización de Buenos Aires. No su aplicación; más bien se trata, en base al poder
adquirido de hecho y de derecho mediante el dominio de los recursos de la ciudad
que las leyes-contrato le aseguran, de avanzar más allá de 10 pactado, modificando de
hecho y contra derecho la solución legal de 1880. Tal propósito, en última instancia,
pone una vez más la disputa en el terreno de la fuerza; conforme a la expresión de
Wilde, la «solución no ha de obtenerse sin alguna violencia, o al menos una presión
tan constante que equivalga a ella». Durante la primera presidencia de Roca, laracio-
nalidad de la politica de los poderes nacionales se funda, en consecuencia, en cuatro
premisas: evitar acciones propias que fortalezcan la posición provincial; neutralizar
iniciativas bonaerenses que, aun potencialmente, incrementen su poder relativo; ac-
tuar, bajo condiciones políticas de posibilidad, desarticulando ese poder; y, en fin,
apropiarse recursos hasta entonces bonaerenses.
1. En cuanto a la primera premisa -evitar toda acción que fortalezca la posición
provincial, aun cuando deba ejecutarse en cumplimiento de una ley-, en este género
de «veto cal1adm> o de hecho se destacan: a) La negativa a cumplir lo dispuesto en
la ley de federalización respecto a los pagos resarcitorios que debieron verificarse
como consecuencia de la entrega de la ciudad; b) La alteración unilateral del contrato
de 1876, seguida de la negativa a entregar el bono general que permita al Banco de
la Provincia disponer del monto efectivo correspondiente al pago de la deuda del
AGONtASDELFEDERAUsMO 625
Gobierno Nacional; e) La negativa a pagar la indemnización correspondiente a la
expropiación del puerto del Riachuelo.
Wdaño cierto provocado a la provincia con cada una de estas retenciones inde-
. bídaÚignifica un furtalecimiento relativo para el poder central, no sólo por privarla
de recursos genuinos, sino también porque la negativa a cancelar esas deudas y a
permitir la colocación de títulos externos en manos bonaerenses, habilita al gobierno
nacional para gastar en otras cuentas y colocar deuda, con otros fines, en el merca-
do internacional. Por cierto, ese daño aumentó, al juzgar la conducción bonaerense
que los compromisos serían guardados, y programar, en consecuencia, desembolsos
basados en entradas que no tendrán lugar. Los casos a) y c) (pagos ordenados por la
ley de federalización y expropiación de las obras del Riachuelo) son de este tipo: esos
supuestos ingresos se cuentan en el cálculo de inversiones -por cierto verificadas- en
la ciudad de La Plata. El caso b) (deuda con el Banco de la Provincia), en cambio, obs-
taculiza el margen de maniobra, cada vez más reducido, que el Banco dispone para
aplicar la política de conversión que los poderes centrales imponen, argumentando,
precisamente, que esa deuda ha sido pagada.
2. En segundo lugar, el gobierno nacional se esfuerza por neutralizar iniciativas
provinciales que puedan traducirse, incluso potencialmente, en un incremento de su
poder relativo. Pertenecen a este caso: a) La negativa a considerar toda posibilidad de
establecer una institución de crédito nacional con alguna participación de la provin-
cia de Buenos Aires; b) La paralización de los acuerdos interprovinciales promovidos
por Buenos Aires (caso del Banco Hipotecario); c) El conjunto de medidas destinadas
a contrariar el «plan La Plata>~.
3. Tercera y cuarta premisas -desarticulación propiamente dicha- son dos caras
de una misma realidad; algunas acciones resultan bifrontes y pueden clasificarse en
una u otra categoría: producir actos políticamente viables que contribuyan a des-
articular el poder provincial; y transferir al ámbito propio recursos hasta entonces
bonaerenses. Casos de aplicación de estas premisas son los siguientes: a) El estable-
cimiento de unmaTCO jurídico sobre moneda, que anula las disposiciones constitucio-
nales basadas en el Pacto de Unión y la ley-contrato de federalización del municipio
de Buenos Aires; b) La incautación (bajo furma de expropiación que reconoce una
indemnización pero, de hecho, no la paga) del puerto del Riachuelo; e) La reorganiza-
ción del Banco Nacional y la implementación, a través de su emisión, de una polftica
de apropiación de reservas provinciales. Esa apropiación -inscripta en una poUtica
más amplia de transferencia de recursos hacia el interior o a sus hombres- incluye, en
caso extremo, la demanda de un préstamo interbancario en onzas de oro, y la presión
para forzar la reapertura de la venta provincial de giros sobre Europa; d) Los intentos
de ampliar la jurisdicción del distrito federal
Al primero de estos puntos (el marco jurídico) se refieren estos antecedentes:
626 JAVll!RF.GARcfAIIASALO
de J3.uenos Aires en base a la prescripción constitucional del art. 67, inc. 1; la circu·
lación se rige por leyes provinciales.
CoIl~I~idQSU periodo de gobierno ésta es la nueva situación; queda: i) Suprimi-
da la circulación del billete en toda la Nación en base a las leyes-contrato de 1876,
sin efectuar el pago efectivo previo previsto en la ley de ese afio. La aceptación del
billete bonaerense depende de la decisión administrativa unilateral del PEN; ii) Im-
puesta una interpretación restrictiva de la ley de federalizaci6n (el Banco no «queda
el misma situación actua}»)); iii) Suprimida la moneda corriente y puesta la emisión
del Banco de la Provincia bajo legislación nacional.
Respecto de los puntos b) y d) (puerto del Riachuelo y ampliación del distrito
federal), cabe decir que, más allá de la dimensión económica involucrada -en el caso
del intento de ampliación de la jurisdicción de la Capital Federal hay en juego rentas
de alguna magnitud-, hay también alli motivos políticos. El control nacional de las
obras del puerto del Riachuelo permite una administración atenta a los contemporá-
neos proyectos de la Ensenada y puerto Madero. En el otro caso, alejar los términos
de la demarcación provincial ampliando el distrito capital resulta conveniente, consi-
derando los hábitos y prácticas propias de las jornadas electorales.
Finalmente, otras decisiones del gobierno central pueden ser entendidas como
aplicación de más de una de estas premisas. Por ejemplo, la negativa a vender fondos
públicos nacionales al Banco de la Provincia, aun cuando las condiciones ofrecidas
eran ventajosas y permitían cumplir la anunciada nueva poHtica de endeudamiento
interno. En definitiva, la poUtica contenida en estas premisas concibe la situación
posterior a 1880 como un juego de suma cero entre poder central y poder provincial
La disputa no alcanza, como en el pasado, la instancia de la violencia tlsica, pero no
deja de fundarse en una relación de fuerza. Si el éxito, vista la espalda de la histo-
ria, parece haber estado siempre asegurado para el poder central, es precisamente
porque el de 1880 fue ante todo -como sefialó Estrada en su momento- un triunfo
del Ejército. El largo espectáculo de fintas que ofrecen el doctor Rocha y el general
Roca, se resuelve en base a una superioridad incontestable de fuerza pública. Pero su
desarrollo no es neutro. La inagotable actividad del primero pudo haber modificado
el escenario político, inhibiendo el uso de aquel predominio. Es mérito de Roca que
su triunfo se haya conservado en la memoria colectiva como natural y fácil. La tena-
cidad con que el general-una de cuyas máximas es «no herir a los que no estorban
y siempre puedeJ!.._h~cer algún daño»)- persigue a Rocha hasta destruirlo, revela el ..... ~ ~
peligro que ~lbió 'allí; peligro que, por bien conjurado, la posteridad parece no ./
haber pérCi6ido en su justa dimensión.
En todo caso, la «organización nacional» no concluye en 1880; las cuestiones
económicas -moneda, bancos, finanzas públicas- quedan indefinidas. Todas ellas
remitían, de una u otra manera, a la Constitución Nacional reformada en 1860, en-
tonces en vigor. Sin recurrir a los mecanismos de reforma, a lo largo de la década,
628 JAVIER F. GARClABASALO
y como resultado de la política desplegada por el poder central, caen en desuso sus
disposiciones, contenidas por implicancia del arto 104, en beneficio del Banco de la
Provincia de Buenos Aires. A esa nueva práctica, opuesta al marco jurídico vigente
o, al menos, a su interpretación dominante, seguirá luego la consagración de una
nueva doctrina por parte de la Corte Suprema. Culmina, entonces, la mutación cons-
titucional.
En el terreno de la rivalidad económico-financiera, el momento crítico puede
fijarse en 1884-1885 y, más precisamente, en los meses que siguen al restablecimien-
to del curso forzoso. Entonces, ante la nueva prueba de ineficiencia del Banco Na~
cional como agente financiero del gobierno, Roca debe buscar un nuevo apoyo para
el poder central. La imposibilidad político-social de <<acostar» al Banco provincial,
negándole indefinidamente la conversión, deja abierta una alternativa: o se busca,
como en 1876, el apoyo bonaerense (aunque ahora no se trata ya de «quedar en sus
manos», sino de una cooperación que reconozca de un modo u otro el derecho a co-
existir de las instituciones provinciales); o se insiste en el propósito de anular esas
instituciones, aceptando a tal fin otros auxilios. Éste es el camino que Roca elige
-no sin vacilaciones- al conciliar al gobierno nacional con la casa Baring. La cro-
nologia de los hechos -recuérdense las cambiantes alternativas por las que pasa el
acuerdo Pellegrini-, las figuras intervinientes, el valor que atribuyen al uso político
de los presupuestos y el proceso electoral en que se inscriben, todo sugiere la fuerte
incidencia de la puja entre partidos en la adopción de esta alianza. Como quiera que
fuese, entonces el gobierno argentino tuvo opciones y un margen de maniobra que no
volverá a gozar en las próximas instancias de crisis.
¿Ha predominado en el ánimo de la conducción nacional el consejo que Alberdi
daba en los ya lejanos tiempos de la lucha entre la Confederación urquicista y el Es-
tado de Buenos Aires? Entonces el tucumano insistia en el valor político del endeu-
damiento externo: el acreedor, en su deseo de cobrar, inclina su favor y su influencia
de parte del gobierno deudor. Por cierto, las circunstancias son bien distintas, y no
se trata ahora de una guerra, ni de la lucha por el reconocimiento internacional de
un Estado. Pero el espiritu del consejo no desentona con las más cordiales relaciones
que, luego de 1885, se afirman entre el poder central y un conjunto de principales
figuras del mundo financiero anglo-rioplatense, que había comenzado su carrera en
el espacio bonaerense. La nueva etapa permitirá una comunión en torno a un objetivo
compartido: la limitación de la jurisdicción provincial sobre ámbitos tradicionalmen-
te suyos antes de 1880, y crecientemente considerados, al promediar la década, de
incuestionable monopolio nacional en cuanto a la jurisdicción, y de interés privado
en cuanto al usufructo o propiedad. En efecto, los poderes centrales priorizan la afir-
mación de la jurisdicción nacional como objetivo de la política ferroviaria. Cuando
no es posible la propiedad nacional de los ferrocarriles, debe preferirse la concesión
nacional otorgada a terceros, antes que -según la definición de Dávila-, (<un bien
privado de un Estado», en particular el bonaerense.
AGONÍAS OELFHOERAUSMQ 629
En esta materia y, en general, en cuanto se relaciona con la oposición al «plan
La Plata», también Son de aplicación las premisas mencionadas más arriba. Es una
guerra de movimientos, en la cual el gobierno federal procura que las lineas bonae-
renses no empalmen con otras fuera del territorio provincial, y desalienta el uso del
puerto de la Ensenada. Esto último, de dos maneras: mediante la oferta de alternati-
vas portuarias, y por acciones que, más o menos indirectamente, 10 perjudican. En
particular, tiene especial importancia la anulación de los empalmes ferroviarios del
plan bonaerense.
1. Para desalentar la salida del FCO fuera de los límites provinciales: a) El PEN
retiene la solicitud sobre la linea de empalme del FCO con el FCCA, remitida por
Rocha pat'l. ser presentada al Congreso Nacional; b) Fomenta la concreción del ferro-
carril concedido a Clark. Para ello, tolera el incumplimiento sucesivo de los plazos
pactados por el contratista; prioriza la sección Mercedes (San Luis)-Buenos Aires,
y establece para la misma, como punto de partida en el Este, el pueblo de Mercedes
(Buenos Aires), en el corazón de las líneas bonaerenses y no en una punta de rieles; c)
El Congreso concede la prolongación del Fe a Campana hasta Rosario, priorizándola
sobre otros proyectos que, al menos parcialmente, daban (solicitudes Rodríguez y
ca.; Shaw) o podian dar (FC Oeste Santafesino) participación al FCO.
En conocimiento de los trabajos de reactivación del FC al Pacífico, anterior a
la sanción legislativa de los proyectos ferroviarios de bonaerenses, la provincia se ve
forzada a refonnular sus planes de expansión ferroviaria: abandona la idea de llevar
al FCO en dirección a Cuyo; y renuncia a construir la línea Chivilcoy-Chacabuco-
Junln.
Por el contrario, la cuestión del empalme con el FCCA se mantiene indefinida,
y la prolongación del Fe a Campana se concreta luego de la sanción legislativa de
los proyectos ferroviarios provinciales de 1882. La corrección al plan ferroviario ya
no puede evitar disfuncionalidades: a) Se abandona de hecho el proyecto de vincu~
lar al FCO con el FCCA y, en consecuencia, decrece la expectativa de rentabilidad
del ramal a San Nicolás, cuya construcción se justificaba parcialmente como ruta
de abastecimiento para la línea Tortugas-línea principal; b) Se afecta la funciona-
lidad del ramal Haedo-La Plata, proyectado para canalizar, entre otras, las cargas
procedentes de la linea a Tortugas y, mediante ella, del Norte del pals; c) Decrece la
rentabilidad potencial de la línea San Nicolás-Pergamino y Pergamino-linea princi-
pal, cuyas tarifas deberán reducirse para competir con la habilitación del Ferrocarril
Buenos Aires-Rosario.
2. Una vez determinados los empalmes a La Plata, construido totalmente uno
de ellos (Ferrari-La Plata) y parcialmente el otro (Haedo~La Plata), otras acciones
del gobierno central afectan la rentabilidad del sistema ferroviario-portuario, que
a un elevado costo construye la provincia: a) Concesión por decreto nacional de la
!fnea Mercedes (Buenos Aires)-Buenos Aires; b) Concesiones portuarias al FCS en
630 JAVIEIl F. OARClABASALO
...
Concluida la guerra civil de 1880, la Argentina parece ingresar en una época
de sostenida prosperidad. Se disipan las condiciones de posibilidad de las rebeliones
internas, y el peligro de enfrentar conflictos internacionales, en particular después
de 1881, disminuye; «veinte mil leguas), de nuevas tierras se ofrecen a la expansión
económica; aumenta la afluencia de inmigrantes, y los capitales europeos se mues-
tran dispuestos a invertir en el país, no sólo en el ámbito privado, sino también en
la compra de deuda pública. Ciertamente, la década de 1880 registra una expansión
económica inédita hasta entonces, y aun después de la crisis de 1890 el crecimiento
de la producción no se detiene. El sector público, en cambio, presenta otra historia.
En la apertura de aquellos aftos dorados posee lo principal de los sistemas bancario y
ferroviario, y Roca puede atribuir a la iniciativa estatal el mérito del progreso alcan-
zado hasta entonces, que en vano «se hubiese esperado de la acción individual o de
corrientes espontáneas». Diez afios más tarde, los Bancos están en liquidación; los
ferrocarriles, vendidos.
En 1883, Estanislao Zeballos, cuya preocupación por el rumbo que tomaban las
decisiones económico-financieras de la época se había manifestado ya en el Congre-
so de 1881, escribió en uno de los volúmenes de su Descripción amena de la Repú-
blica Argentina: «el secreto de la prosperidad argentina consiste en no desperdiciar
fuerzas». No puede decine que este consejo haya sido abrazado por los dirigentes de
la Nación y la provincia, obstinados en una carrera de competencias que duplicaba el
endeudamiento y, simultáneamente, disminuia la rentabilidad de las inversiones, con
menguas recíprocas. Empefiados todavía en dirimir un pleito antiguo, las poUticas
de los Estados central y bonaerense resultaron ser armas de una lucha táctica, antes
que instrumentos de un mancomunado diseño estratégico, en aquella década que, en
opinión de protagonistas y estudiosos, fue decisiva. Sólo con ella concluye el proceso
de sometimiento de la provincia de Buenos Aires. En adelante, el gobierno central
podrá, al fin, afirmarse sin la ominosa sombra de un rival bonaerense.