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La capital francesa fue el epicentro y tuvo una característica especial: la unión

del movimiento estudiantil y la profunda crisis social e insatisfacción de las clases


obreras.

Si bien hubo algunas manifestaciones en las semanas previas, fue a partir del 2
de mayo cuando comenzaron a producirse protestas masivas, batallas callejeras
y huelgas nacionales. Un hecho que transformó a Francia y que no fue una
revolución política, sino una revolución cultural y social.

Las universidades de todo el país cerraron cuando los estudiantes, a menudo


acompañados por sus profesores, ocuparon las aulas y los patios. En París y
otras ciudades francesas importantes, trabajadores, estudiantes, intelectuales y
cualquier otra persona interesada que se uniera a esa voz de protesta, se
aglomeraron en las calles para participar en mítines masivos.

Cuando terminaron los enfrentamientos, cientos de estudiantes fueron arrestados


y otros tantos hospitalizados, al igual que varios policías que estuvieron tratando
de detener las manifestaciones.

Hubo algunos cambios cas inmediatos a raíz de mayo del 68 como los aumentos
salariales para los obreros, la mayor autonomía y representación estudiantil en
las universidades. Y en cuanto a la liberalización de la sociedad, que en el fondo
era lo que pedía a gritos esa generación de jóvenes hijos de la posguerra, se
demoró unos años más con el derecho al voto desde los 18 años establecido en
1974 y la despenalización del aborto en 1975.

El problema de la llamada revolución de mayo de 1968, está en que no llegó a ser


una revolución. No había una doctrina común a todos, y no se formó un pacto
político impulsor, con verdaderos líderes –a pesar de Cohn-Bendit, Glucksmann,
Geismar, Krivine, etc.—, teniendo un objetivo para el país. Mientras los jóvenes de
la universidad se creaban su propio mundo de fantasía efímero, todo el
establecimiento social permanecía alerta para dar su salto haciendo respetar el
orden preestablecido: por un lado, los comunistas franceses le hicieron la contra a
los estudiantes, en medio de un ambiente ideológico entre marxistas y
existencialistas (con Sartre y Simone de Beauvoir de predicadores).

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