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ARISTÓTELES

Existen diferentes formas de leer la aportación de Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) a la filosofia. Entre otras muy
interesantes tomaremos una que permite pensar al desarrollo de la teoría hylemórfica de Aristóteles tanto en el
momento de estabilidad abstracta como puesta en devenir, dispuesta en cambio, a partir de la lectura histórica
que se puede realizar vinculando su pensamiento con otros filósofos de la época.
Para poder tratar la cuestion de la episteme, de la que ya había hablado Platón en otros términos, Aristóteles no
se contenta con seguir a su maestro, sino que, muy al contrario, llega un momento en que se separa de él
drásticamente debido a la inmanencia que predica de las ideas platónicas en el mundo de la apariencia. Para
esto, cambia el tradicional concepto platónico de idea (eidon en griego) por el de sustancia (ousía en griego). A
diferencia de lo que sucedería en la teoría del conocimiento de Platón, Aristóteles planteará la cuestión sobre el
ser sin distinguir en dos mundos, esta crítica que hace a su maestro simplifica la cuestion planteando que existe
una sustancia que existe independiententemente de los accidentes que se hallen en ella.
Para desarrollar la teoría hylemórfica (del griego hile y morfé, materia y forma) es preciso reconocerla como la
síntesis de los pensamientos de dos filósofos de la magnitud de Heráclito (quien predicaba el devenir como
elemento primordial del ser) y Parménides (quien postulaba la imposibilidad de cambio y la unidad del ser como
inalterable), además de una crítica a la teoría de las ideas de su maestro Platón. En esta gran teoría que se
tomaría más tarde (al ordenarse las obras aristotélicas por los herederos de las mismas) como el fundamento
metafísico de todo el conocimiento posible tanto en las ciencias particulares como en la filosofía, ya que es
Aristóteles el primero en separar las diferentes ciencias.
En este campo llamado metafísica, Aristóteles hablará de lo que refiere al ente (lo que participa del ser) en
cuanto ente. Es aquí donde se deben reconocer dos momentos de la metafísica aristotélica, la primera donde se
ubica al ser, del cual Aristóteles dice que se puede predicar de distintos modos. Los modos del ser son: el ser en
sí, que subsiste, es decir no necesita nada más para ser, es decir, es sustancia; y el ser en otro que precisa de la
sustancia para ser, es decir los accidentes o caracteres contingentes (es decir que pueden ser o no y eso no
altera la integridad de la sustancia). Pongamos un ejemplo para clarificar (para lo cual precisaremos un ente más
que un ser, ya que el ser es la generalidad de lo que es y los entes son aquellos elementos concretos que
participan del ser): si hablamos de una silla, nunca pensaríamos que una silla deja de ser una silla por ser roja en
vez de azul, o estar realizada en madera en vez de metal o plástico, pues bien, lo que constituye la sustancia es
aquello que la hace ser lo que es, lo particular del objeto silla, más allá de los accidentes que se manifiesten en
ella.
En un segundo momento de la metafísica aristotélica se habla en concreto de los entes particulares y en éstos se
encuentra siempre dos elementos, que únicamente pueden considerarse de manera separada a través de la
abstracción intelectual: la materia y la forma. Es en este caso que encontramos la sustancia de lo que es, como
vimos en el ejemplo anterior como la forma o también llamada esencia. También vemos la materia como aquello
de lo que se sirve la forma para poder conformar al ente. Así, la madera de la silla es su materia y su forma es la
caracterización consustancial y esencial de una silla. Hasta este punto nos encontramos con la teoría hylemórfica
en su momento estático, tratando de los entes en cuanto sustancia y accidente, en forma y materia; en el ser-ahí,
el esto-aquí, sin embargo encontraremos que Aristóteles va más lejos, fundamentando el devenir y el cambio del
ser a partir de la misma teoría.
Para Aristóteles es imposible dividir fundamentalmente el ser en materia y forma, nunca encontraremos una silla
sin una composición material ni la pura madera sin ninguna forma que la sustente. Sin embargo, las materias y
las formas cambian, son actos que devienen realizando sus potencias. Así pues, para la dinámica del devenir,
la teoría hylemórfica guarda estas dos concepciones, la de acto que es el ente en el momento que se encuentra
actualmente y la potencia o las potencias, que son aquellas posibilidades de cambio que guarda el ente en
relación a su acto. Por ejemplo encontramos en acto un tronco de madera que tiene como potencia la posibilidad
de devenir en una silla. Sin embargo para Aristóteles es fundamental cuales son las causas de los cambios, ya
que estos no devienen solos, sino que cada realización de una potencia viene dada por cuatro causas que
definiremos brevemente así:
– La causa material: aquello que compone al ente en su materialidad.
– La causa formal: aquella forma actual en la que se encuentra el ente.
– La causa eficiente: el agente que se ocupa de gestar el cambio que se está por llevar a cabo en el ente.
– La causa final: la finalidad que persigue el cambio, su orientación teleológica (para qué) y esta es la que más
enfatiza Aristóteles.
En relación a este énfasis teleológico se debe tener en cuenta que si existe devenir es porque hubo un primer
efector de este movimiento, algo que sea acto puro y nada tenga en potencia por realizarse, un motor
inmóvil que pusiera en marcha todo sin necesidad de ser movido por nada más y hacia lo cual todo tiende por su
parte parcial sin poder alcanzarlo jamás debido a la finitud de cada uno de los entes. Si los entes tienden a la
realización de sus potencias es por un finalismo, por la perfección de sí mismo, y por esto se dice que la teoría
aristotélica es teleológica.
PLATÓN

Platón (427 a.C. – 347 a.C.) fue discípulo de Crátilo (alumno de Heráclito) y posteriormente de Sócrates, de quien
tomaría gran parte de su pensamiento. De família aristocrática, Platón tomaba la filosofía como un camino hacia
el quehacer político. Pero descepcionado por la decadencia de una democracia donde todo podía ser tomado por
relativo (influencia sofista) y que termina por condenar al más sabio de los hombres a la muerte por beber la
cicuta (Sócrates), Platón cree que debe sentar los fundamentos del conocimiento antes de teorizar sobre la ética
o la política.
La teoría platónica puede desarrollarse a partir de dos mitos: la alegoría de la caverna (que ejemplifica su teoría
ontológico-gnoseológica) y el mito del carro alado (que ejemplifica su teoría sobre la naturaleza humana y sobre
la estructura del estado).
Platón describe el ser dividido en dos mundos, un mundo inteligible o ideal, donde se encuentran las ideas de
las que son copias los entes sensibles, pertenecientes estos últimos al mundo sensible. Las ideas del mundo
inteligible son entidades perfectas y objeto del verdadero conocimiento, mientras que los entes sensibles son
copias imperfectas de las ideas y pertenecen al dominio de la apariencia. Para identificar los grados de
conocimiento del ser, Platón desarrolla el llamado paradigma de la línea, que propone una forma de conocer
para cada forma de ser. Como vemos, el modelo platónico es racionalista (aunque llamarlo así sea un
anacronismo) ya que no cree en la experiencia sensitiva como portadora de verdadero conocimiento.
En este dualismo entre mundo sensible e inteligible, se encuentra el alma que es aquello que nos conecta con el
mundo inteligible. El alma, según Platón, proviene del mundo de las ideas, conociendo en ese entonces todas las
ideas antes de migrar hacia el mundo sensible y pasar por el río del olvido, donde olvida todo su conocimiento
sobre el mundo ideal. Entonces, al conocer en el mundo sensible, el alma en realidad recuerda su conocimiento
del mundo ideal. El conocimiento es reminiscencia.
Este alma como fundamento y principio de conocimiento y vital (dota de vida al cuerpo y permite conocer) está
dividido en tres partes. Según el mito del carro alado, el alma tiene una parte racional que es inmortal(que se
representa en el auriga del carro), y una parte irracional formada por una parte irascible (que se representa en
uno de sus caballos, caracterizado de color blanco) y una parte concupiscible (representada por el otro caballo,
caracterizado de color negro).
En la extrapolación de la teoría del alma al Estado, Platón identifica tres sectores sociales que se suscriben cada
una a una parte del alma, proponiendo el dominio de cada una de las partes sobre las demás. De esta forma, se
encuentran los productores como grupo social, donde la parte dominante del alma es la concupiscible, y su
virtud es la templanza; los guardianes, donde la parte dominante del alma es la irascible, y su virtud es
la fortaleza; y los gobernantes (grupo conformado según Platón por filósofos), donde la parte dominante del
alma es la racional y cuya virtud es la prudencia.
En este momento Platón plantea el gobierno perfecto como aquél en que gobierne el grupo de los filósofos,
aquellos poseedores del saber y conocedores de la Idea del Bien que se alcanza mediante el ascenso dialéctico.
Y en última instancia es un Rey filósofo, virtuoso aquél que debe gobernar (ver Conceptos: Estado platónico).

Concluidas estas dos teorías, debe explicarse su enlace mediante el ascenso dialéctico ejemplificado con
el paradigma de la línea. Tras abandonar las sombras de la caverna, aquél que se atreve a conocer el mundo
de las ideas, realiza un ascenso dialéctico, en este ascenso, se comienza por el grado de conocimiento
correspondiente a la primera parte del mundo sensible, las imágenes, conocidas por la imaginación (eikasía).
Siguiendo el ascenso dialéctico hay un segundo nivel de conocimiento sensible, la creencia (pistis), que
corresponde a las cosas sensibles propiamente dichas. Estos dos primeros niveles de conocimiento son los que
constituyen la opinión (doxa). Ya entrados en el mundo inteligible podemos llegar a conocer mediante
el entendimiento (diánoia) las ideas matemáticas, que conforma el primer paso en el dominio de
la ciencia (episteme) y en segundo lugar mediante la inteligencia (nóesis) se conocen las ideas morales y
metafísicas. Este ascenso culmina con el conocimiento de la Idea del Bien, que alumbra todas las demás ideas
dando sentido y permitiendo vislumbrar todas las relaciones que entre ellas se despliegan.
Tras este ascenso, el buen filósofo debe volver con sus compañeros en la cueva e intentar apelar sobre ellos
para que salgan de su letargo. Platón señala que este quehacer no puede aceptarse de buen grado por los que
ignoran la condición del conocimiento, y así explica la condena de Sócrates a beber la cicuta.
SÓCRATES

Sócrates (469 – 399 a.C.) a diferencia de los sofistas no cobraba y era ateniense. Su método de enseñanza era
el diálogo y en realidad no creía ser portador del saber, por el contrario plantea su saber en base a aquello que
no sabe con su emblemática frase sólo sé que no sé nada. Además no dejó escritos propios y todo lo que nos
ha llegado de él ha sido a través de sus discípulos, principalmente Platón.
No le interesaba la naturaleza ya que pensaba que no se podía extraer un conocimiento de ella, tal y como
demostraba la diversidad de teorías de los presocráticos.
Este rechazo generalizado al mundo físico, implica al mismo tiempo, el menosprecio por el conocimiento empírico
y del propio cuerpo. De esta forma, Sócrates se preocupa por el hombre y la sociedad. Según él, la areté, es
decir la virtud, consiste en obtener conocimiento a partir de la propia alma, por lo tanto el saber es virtud.
Sócrates no pretende transmitir contenidos, sino establecer un método para pensar y poder diferenciar entre
verdad y falsedad. Explica que el verdadero conocimiento se encuentra en el interior del alma humana, presentes
como ideas innatas las cuales aparecen inseparables de la razón. Estas ideas son verdaderas, porque
son universales, es decir que todos las tenemos, y necesarias, ya que no admiten crítica al ajustarse a la
racionalidad.
Para él, el conocimiento consiste en deshacerse de las ideas adquiridas y convencionales que impone la
sociedad para encontrar en el alma, las verdaderas ideas, es decir, pensar por uno mismo. Para conseguir esto,
Sócrates crea un método que se lleva a cabo mediante el diálogo.

El primer paso del método socrático es la ironía, que consiste en reconocer la propia ignorancia. En este primer
momento, Sócrates hace entrar en contradicción a su interlocutor, haciéndole reconocer que lo que sabe es una
mera convención. El segundo paso de este método se llama mayéutica, en este paso se consigue descubrir la
verdad, aletheia, mediante el diálogo. Finalmente se llega al paso de la definición, donde se encuentra una
verdad universal y necesaria.
Además, Sócrates pensaba que era muy importante la vida en la polis. Para él, nadie podía conseguir la felicidad
en otra ciudad que no sea la suya, y a pesar de la convencionalidad de las leyes, creía que era necesario
respetarlas y obedecerlas ya que esto conserva el orden. Por otra parte, Sócrates cree que quien conoce el bien,
no actuará mal, por eso, la educación es básica y la búsqueda del saber todavía más. Sócrates fue condenado a
muerte por pervertir la mente de los jóvenes y tomó la cicuta, a pesar de poder elegir escapar.

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