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Esta nueva edición de “El arte como experiencia” de John Dewey ha sido
publicada con correcciones de su primera traducción, como también, con algunas
ideas introductorias para comprender su pensamiento y sensibilidad estética.
La obra del filósofo, psicólogo y pedagogo estadounidense indaga sobre las
implicaciones antropológicas, sociales y políticas de las prácticas artísticas en
tanto tales, aún de las más "autónomas". No realiza una interpretación de la obra
desde categorías y cánones externos a ella sino que la comprende desde su
esencialidad estética, desde su origen y finalidad a partir de las fuerzas mismas
que se disputan en su construcción .
Para adentrarnos en sus reflexiones tenemos que recordar que para Dewey los
agentes principales del arte son los "modos de relación”. Modos de relación que
desde su específica codificación estética promueven la organización de la
“experiencia”, desde lo más extraordinario a lo más cotidiano, transformando el
mundo.
Esto es, que todo arte surge como producto de la interacción entre el organismo
vivo y su medio, entre la obra y su contexto, en forma de una constante
reorganización de energías, acciones y materiales, que aseguran desde el inicio
una potente base sobre la que asentar los postulados de universalidad de la
experiencia estética.
De modo, que su teoría asegura la rentabilidad antropológica y social del arte, y
por el otro, define y constituye la especificidad de la experiencia estética.
Los modos de relación son los que establecen la expresión de la experiencia
humana en el arte, y viceversa, el arte aporta la sensibilidad de las relaciones, de
los modos de relación que aún no han sido momificados por ninguna institución.
Dewey dice, que allí donde el hombre está más implicado en intensificar la vida en
vez de meramente vivirla es donde podemos hablar de un comportamiento
estético, ya sea en el productor, el espectador, y en la concepción misma de la
obra artística.
La centralidad de la noción de los modos de relación supone replantear la
consistencia y la productividad de los principios de recepción estética que, lejos de
ser mera constatación sociológica o formal, devienen en elementos de articulación
de la experiencia y la identidad.
A partir de esta concepción “orgánica” del arte, en cuanto a que se desarrolla a
partir de vínculos profundos con su entorno, se abre una vía para superar la
distinción entre alta y baja cultura ya que lo que Dewey plantea no es un análisis
sociológico, sin una constatación estética y antropológica.
La experiencia estética es de este modo la aprehensión, la vivencia, de los modos
de relación y la "incorporación" que de los mismos hacemos en nuestra vida
cotidiana.
El arte no es concebido como un reino separado como generalmente
ocurre, que aparece por completo desvinculado de los materiales y aspiraciones
de toda las otras formas del esfuerzo humano, de sus padecimientos y logros. Las
condiciones que crean el abismo entre el productor y el consumidor en la
modernidad son las que operan también para crear una separación entre la
experiencia ordinaria y la experiencia estética, enfatizando el carácter meramente
contemplativa de lo estético. Esta separación se acentúa en la confusión de
valores, como el placer de colectar, exponer, poseer y exhibir, que simulan valores
estéticos. Pero tampoco es el propósito de Dewey emprender una interpretación
económica de la historia de las artes.
El problema que se plantea es recobrar la continuidad de la experiencia estética
con los procesos normales de la vida. La obra de arte ni es el producto directo de
las condiciones económicas, materiales, políticas, ni es un ámbito “sagrado”,
totalmente autónomo, desligado del acontecer histórico, social, terrenal.
Este concepto de las bellas artes se conecta con las cualidades descubiertas en la
experiencia ordinaria, pudiendo indicar los factores y las fuerzas que favorecen la
transformación de las actividades humanas comunes en asuntos de valor
artístico.
Las obras no pueden ser entendidas sin tener en cuenta estas
interacciones. ¿Cómo es que la forma cotidiana de las cosas se transforma en una
forma genuinamente artística?, o ¿cómo es que nuestro goce cotidiano de
escenas y situaciones se transforma en la satisfacción peculiar de la experiencia
estética?.
Dewey lo explica desde las necesidades y satisfacciones más primarias del ser
humano. Cada necesidad, dice, hambre de aire fresco, de alimento, es una
carencia que denota al menos una ausencia temporal del ajuste adecuado con su
entorno. No obstante, también una demanda, una salida del ambiente para suplir
la carencia y restaurar el ajuste en la construcción de un equilibrio al menos
temporal.
La experiencia en vez de significar encierro dentro de los propios sentimientos y
sensaciones privados, significa un intercambio activo y atento frente al mundo,
significa una completa interpenetración del yo y el mundo de los objetos y
acontecimientos. La experiencia, y esta es otra de las categorías utilizadas por
nuestro autor, es el logro de un organismo en sus luchas y realizaciones dentro de
un mundo de cosas. Este es el germen del arte, la necesidad, el impulso hacia el
exterior, la búsqueda del equilibrio de un organismo vivo y su contexto. Es el
origen de la expresión artística, es la experiencia.
Refutando las teorías
divisionistas del arte, Dewey sostiene, que toda las oposiciones entre mente y
cuerpo, de materia y alma, de espíritu y carne, tienen su origen fundamentalmente
en el temor de lo que la vida nos puede deparar. Son signos de contracción y
escape. La característica contribución del hombre al mundo es la conciencia de las
relaciones descubiertas en la naturaleza, y la conciencia misma es un principio de
transformación.
La existencia del arte es la prueba de que el hombre usa los materiales y las
energías de la naturaleza con la intención de ensanchar su propia vida, y que lo
hace de acuerdo con la estructura de su organismo, cerebro, órgano de los
sentimientos y sistema muscular. El arte es la prueba viviente concreta de que el
hombre es capaz de restaurar conscientemente, en el plano de la significación, en
la unión de los sentidos, necesidades, impulsos y acciones características de la
criatura viviente.
La intervención de la conciencia añade regulación, poder de selección y
redisposición en la experiencia del ser humano. También conduce a la idea del
arte como una idea consciente, la más grande conquista intelectual en la historia
de la humanidad.
Las bellas artes son lo que son únicamente porque lo que el
artista vivió y experimentó plenamente durante el proceso de producción. Este
grado de vivir la experiencia, de hacer y de percibir, es lo que constituye la
diferencia entre lo que es bello o estético en el arte y lo que no lo es.
Para Dewey, de algún modo, todo puede llegar a ser arte en cuanto sea producto
de un proceso intenso de experiencia.
También, cada arte tiene su propio medio adecuado para una clase de
comunicación, un lenguaje. Cada medio dice algo que no puede ser dicho
completamente en otra lengua. Todo lenguaje, cualquiera que sea su medio,
implica lo que se dice y cómo se dice, o sea, la sustancia y la forma.
El material del que se compone una obra de arte pertenece al mundo común más
que al yo, sin embargo, hay autoexpresión en el arte porque el yo asimila ese
material, de un modo característico, para devolverlo al mundo público en una
forma que constituye un objeto nuevo.
En los que perciben existen recreaciones del material antiguo y común, pero la
manera de decirlo es individual, y si el producto es una obra de arte,
irrepetible.
La forma, es una manera de considerar, de sentir y de presentar una
materia experimentada. El arte conserva vivo el poder de experimentar el mundo
común en su plenitud y lo hace reduciendo la materia prima de la experiencia a
una materia ordenada por medio de la forma.
Lo artístico opera para ahondar y elevar a una gran claridad el sentido de un todo
envolvente e indefinido que acompaña a toda experiencia normal. Cuando un
material encuentra un medio que exprese su valor de la experiencia, es decir, su
valor imaginativo emocional, se hace sustancia de la obra de arte. La lucha
permanente del arte consiste en convertir materiales mudos de la experiencia
ordinaria, en medios elocuentes.
La expresión artística nos permite participar
vívida y hondamente de significados a los que éramos sordos, porque la
comunicación no consiste en anunciar cosas sino que es un proceso creador de
participación que hace común lo que era aislado y singular. Rompe las barreras
que dividen a los seres humanos, porque, como hemos visto, cuanto más
incorpora una obra de arte de lo que pertenece a las experiencia comunes de
muchos individuos, más expresiva es.
En definitiva, para Dewey, el material de la experiencia estética en el ser humano,
el cual es comprendido en conexión con la naturaleza de la que es parte, es
social. La experiencia estética es una manifestación, un registro y una celebración
de la vida, del contexto social de la que éste es parte. Es un medio para promover
su desarrollo y también el juicio último sobre la cualidad de una sociedad. Porque
mientras los individuos la producen y la gozan, esos individuos son lo que son en
el contenido de su experiencia, a causa de las culturas en que participan.
Como
la individualidad de la persona, de la que proviene la obra de arte, toda cultura
tiene su individualidad que deja su impresión indeleble en el arte que produce.
Pero la experiencia estética es la interacción del producto artístico con el yo que
se encuentra en ésta. Por consiguiente, no es dos veces igual para diferentes
personas, aún hoy en día. Es más, cambia con la misma persona en diferentes
tiempos cuando aporta algo diferente a una obra. No hay razón para que estas
experiencias sean idénticas a fin de ser estéticas. En cada uno de los casos hay
un movimiento de organización de la experiencia hacia una satisfacción, y es ahí
donde hay una cualidad estética y dominante.
El arte es el modo más universal
del lenguaje. Cada cultura con su modo específico de relación liga sus partes
entre sí y el arte, distingue al finalizar Dewey, es una cuestión de comunicación y
participación en los valores de la vida por medio de la imaginación. Las obras de
arte son los medios más íntimos y enérgicos de ayudar a los individuos a
participaron en las artes de vivir.