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Aída Carballo

Dibujante, grabadora, pintora y ceramista. Egresada de la Prilidiano Pueyrredón como profesora de cerámica y de grabado. Participó de importantes
exposiciones nacionales e internacionales, como la Bienal de México (1960) y en la de grabadores argentinos en Tokio (1961) y en Sudáfrica (1962).
Fue patrocinada por el Gobierno de Francia en viaje de estudios (1958-59) donde pudo acercarse a la obra de Hyeronymus Bosch (El Bosco) al que
siempre admiró. Alumna de Pío Collivadino, influenciada por el Surrealismo y la Metafísica de De Chirico a través de Spilimbergo, fue creando su
propio estilo característico. Recibió el primer premio del Salón Nacional y el Gran Premio en 1964. También el del Fondo Nacional de las Artes en
dos oportunidades. Falleció en 1985, poco después de recibir una invitación para exponer en el Dickinson College

Su obra se puede encuadrar en 4 series: Los Locos (cinco litografías, de 1963) , Los amantes (carpeta con seis litografías, de 1965) , Las muñecas, Los
levitantes (1967) donde conjugó múltiples técnicas como el grabado, la acuarela, el dibujo y el óleo y Los colectivos (1968). También ilustró Don
Segundo Sombra, relatos de su amigo Manuel Mujica Lainez (entre ellos Misteriosa Buenos Aires), E. Evtuschenko, Dylan Thomas y la
sección Literatura del diario La Nación.Sus series, muestran la búsqueda psíquica de caminos para hacer visibles sus experiencias, sus deseos, sus
dolores. La locura, el amor, lo inconsciente y el mundo onírico, el exterior y la vida cotidiana arriba del colectivo, la infancia, son los grandes temas
mediante de los cuales logró mostrar su interior.

Algo relevante y que caracteriza la producción de Carballo es la introducción de la palabra dentro de las obras. Las frases se funden con las imágenes,
teniendo el mismo peso iconográfico y sumando significado a lo representado. Un ejemplo específico es la el “Autorretrato con autobiografía”
(aguafuerte y grabado sobre goma, 1973)

El tema de la locura estuvo presente desde muy temprano en el imaginario de Aída y en su propia vida. Fue en una de sus internaciones cuando
comenzó su período más creativo y productivo. En la pared de su taller particular de Barracas, tenía colgada una chapa que decía “Vieytes” como si se
tratara de una sucursal del neuropsiquiatrico.

La serie “Muñecas” puede ser interpretada como la expresión de la pérdida de la inocencia a través de estos juguetes tan femeninos pero tan
perturbadores a la vez. Las muñecas malas, siniestras, desmembradas, no son simples juguetes para las niñas.
“Yo creo tener dos fuentes de inspiración: una muy irracional, sumergida en una zona inconsciente, sutil, y la otra el entorno. Yo extraigo la
anécdota de los aconteceres cotidianos: del colectivo repleto, de la calle, de los patios, de los vecinos, así como viene de afuera yo lo recibo y lo
asocio a aquella sensación interior. Así hago que confluyan ambos ríos.”

En su serie Las muñecas, Aida fue capaz de expresar la soledad, el abandono y el enigma de esos seres de carne y hueso que la sociedad
arroja cruel “como una niña sus muñecas”, según sus propias palabras, en los rincones de una casa (u hospicio).

“Mi padre -escribió- alentó todas mis aficiones. En la escalera donde cometí mi primera hazaña decorativa lo sentí subir por la tarde
sabiendo que, cada día, me traía de regalo una muñeca. La infaltable, la cotidiana Pepona que solo me duraba un día. Eran muñecas
baratas hechas de papel, que se disolvían al ba ñarlas. Tenía de las otras de porcelana, de paño, de todos los tamaños, pero no me faltó un
día la Pepona para bañar”.
La serie va de lo caricaturesco a lo siniestro, está relacionada con el misterio y el crimen (como en el dibujo con foto del Petiso orejudo con
muñeca niña).

Este trabajo se exhibió por primera vez en la galería El Mensaje en 1975. Carballo escribió: «Allí donde célicos muñecos criminales
agredirán la insobornable materia de los sueños. Corredores antiguos de maderas ambiguas conducirán el rumbo a la hermética sala de
malicias ocultas. Terminantes y secas se aquietarán las bocas y solamente firmes las pupilas autópsidas fijarán el enigma». Como puede
leerse, no sólo la imagen sino el lenguaje eran perturbadores. Muñecas articuladas de mirada fija como «La muñeca criminal», «El otro
crimen de la muñeca», «El otro sueño de la muñeca Malita».

En la propuesta para el hall de la sede de B. Mitre se presentan las muñecas como siluetas desarticuladas, ambiguas, infantiles pero
conservando su carácter anónimo y siniestro emergiendo de espacios blancos acolchados como si se tratase de una sala de observación.

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