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Sri Lanka

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p AG e s

Serendib PHOTO
REPORT
La Lagrima de la india
Sri Lanka aparece como una gota en el mapa y encierra, en sus 65.000 km cuadrados, una diversidad natural y cultural que promete deslumbrar y no

defraudar al viajero.

Enclavada en el océano Índico, la lágrima de la India, como muchos llaman a la ex Ceilán, presenta paisajes naturales espectaculares en sus 20 par-

ques nacionales; ciudades antiguas que conservan construcciones de los últimos años de la era antes de Cristo; montañas cubiertas por plantaciones

de té; diversidad de religiones que se observa en sus variados templos y peregrinaciones; playas desiertas y la amabilidad de su gente.

Su ubicación, paso obligado en la ruta del comercio por el océano Indico, hizo que recibiera la visita y codicia permanente de comerciantes. Así, ára-

bes, portugueses, holandeses e ingleses fueron dejando sus huellas en cada rincón de la isla.

Los invitamos a descubrir la naturaleza, historia y cultura de la perla del índico, como la mencionó Marco Polo en sus crónicas.
Me crucé con la palabra serendipity hace poco. No sabía cuál era su significado. Buscando descubrí

que viene de Serendib, el nombre con que los primeros comerciantes árabes llamaron a la isla. Al

parecer, cuando llegaron los ingleses acuñaron el término serendipity, que significa algo así como

“la suerte de encontrar algo interesante y valioso de casualidad, sin esperarlo”. Eso es lo que nos

pasó con Sri Lanka.


Las primeras
civilizaciones singalesas
y las huellas de su arte

Las primeras civilizaciones singalesas, que se asentaron

en el centro-norte del país y que fundaron sus capitales

en ciudades como Anuradhapura y Polonnaruwa, nunca

imaginaron que su territorio sería centro de atracción para

los comerciantes de épocas futuras ni que muchas de las

costumbres de estos viajeros iban a dejar su huella en la Sri

Lanka del siglo XXI.

Los primeros reyes singaleses, como Pandukabhaya, Dutu-

gemunu, Valagamba y Mahasena, quienes gobernaron la isla

desde Anuradhapura por más de 1000 años, tampoco imagi-

naron que sus monumentos, templos, canales, sistemas de

riego y demás construcciones serían objeto de admiración

por los viajeros del siglo XXI.

Pero así fue.

La arquitectura de la antigua Sri Lanka, con sus frescos,

esculturas y dagobas, es una de las características que más

llama la atención cuando uno visita las ciudades que, en

la actualidad, se encuentran dentro del llamado “Triángulo

Cultural”, formado por líneas imaginarias que unen Anurad-

hapura, Polonnaruwa y Kandi.


Anuradhapura
Caminando por Anuradhapura, los ojos se marean mirando hacia un lado y hacia el otro: una

gran dagoba blanca hacia la izquierda; la cima de una dagoba de ladrillos “a la vista” más

lejos, hacia la derecha; mujeres y hombres descalzos y vestidos de un inmaculado blanco rea-

lizando sus plegarias; niños y niñas, también de blanco, colocando ofrendas florales y bande-

ras de oración coloridas, que interrumpen la monotonía blanca del lugar; monos que escarban

entre las ofrendas para hacerse con alguna flor o fruta, que saborearán mientras te miran de

reojo desde el camino, y monjes que pasean su paz entre los visitantes.

Así, uno se sumerge en la época de los reyes e imagina a los elefantes ayudando a construir

esas enormes dagobas blancas, símbolo del budismo que ingresó a la isla en el siglo 3 a.C.

Las dagobas, también conocidas como estupas, son enormes semiesferas blancas que en el

mundo antiguo sólo eran superadas en tamaño por las pirámides de Egipto. Estas enormes

estructuras blancas (o de ladrilllo “a la vista”) son monumentos funerarios y templos. En una

de las dagobas más grandes de la ciudad, la de Jetavanaramaya, construida por Mahasena, el

último gran rey de Anuradhapura, se cree que se conserva una clavícula de Buda.

En el complejo arqueológico de Anuradhapura, declarado por la Unesco Patrimonio de la Hu-

manidad en 1982, también podemos remitirnos al pasado visitando el árbol sagrado (Sri Maha

Bodhi) que, según cuenta la leyenda, creció allí a partir de un brote del árbol original donde

Buda alcanzó la iluminación. Al parecer, ese brote fue traído desde la India hasta Sri Lanka por

la princesa Sangamitta y todos los árboles sagrados que hay en la isla provienen de cortes de

este árbol.

El árbol sagrado permanece rodeado de banderas de oración que le impregnan una atmósfera

especial y colorida al lugar. Aquí también casi todas las personas acuden vestidas de blanco o

de colores claros y dejan sus ofrendas y sus banderas de oración. Todo se realiza en un clima

de tranquilidad, silencio y respeto pocas veces visto en la ajetreada vida citadina.l. Otra vez

los visitantes privilegiados son los monos: miles de estos animalitos se desplazan velozmente

entre las personas, los árboles y los templos “robando” frutas y flores para comer a escondi-

das o a la vista de todos.

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Dambula
Si todavía nuestros ojos quieren seguir deslumbrándose, nada

mejor que tomarse uno de los cientos de buses urbanos que unen

las distintas localidades del país y zambullirnos en las pequeñas

ciudades de Dambula y Sigiriya , que también forman parte del

Triángulo Cultura. No por ser pequeñas dejan de esconder verda-

deros tesoros arquitectónicos y artísticos de la antigua Sri Lanka.

En Dambulla podemos descubrir el atractivo del complejo de las

cinco cavernas-templos, ubicadas a 150 metros sobre el nivel de

la carretera principal. Por este motivo, es necesario subir unas

cuantas escaleras para acceder a ellas. Desde la entrada a las cue-

vas se tienen hermosas vistas de los alrededores y, si el tiempo lo

permite, puede verse la roca de Sigiriya.

Para aquellos que prefieren dejar el “plato fuerte” para el final es

una buena idea comenzar la visita por la caverna número 5 (llama-

da Devana Alut Viharaja) para disfrutar al final de la caverna 2 (co-

nocida como Maharaja Vihara), que es la más grande e impresio-

nante. En el interior de estas cavernas-templos se pueden apreciar

muchas estatuas y pinturas de buda, así como algunas de reyes de

Sri Lanka y de dioses y diosas del hinduismo. También hay frescos

en las paredes y techos, todos con tonos rojos, negros, dorados y

plateados.

El origen de estos templos se remonta a los tiempos del rey Vatta-

gamini Abhaya (entre el 103 y el 77 a.C) cuando perdió su trono a

manos de los invasores tamiles y se vio forzado a ocultarse duran-

te 14 años. Durante ese tiempo, encontró refugio en estas caver-

nas y la construcción de los templos fue un símbolo de gratitud

hacia los monjes de la zona. Los templos se fueron embelleciendo

con los sucesivos reinados y entre los años 1600 y 1780, aproxi-

madamente, se realizó la mayor cantidad de murales que decoran

las paredes de las cuevas en la actualidad.


Sigiriya

A pocos kilómetros de las cuevas, se localiza la ciudadela de Sigiriya, también declarada Patrimonio de la Humanidad por

la UNESCO, en 1982. En este sitio arqueológico nos recibe una enorme roca de más de 300 metros de altura (Lion rock)

sobre la que se encuentra un palacio construido durante el reinado de Kasyapa (siglo V d.C).
Antes y después del reinado de kasyapa, el lugar fue utilizado como monasterio por los monjes budistas. En el trayecto hacia la cima de la roca se aprecia una de las mayores atracciones del lugar, que son los frescos en las paredes conocidos como “Las doncellas de Sigiriya”: las únicas pinturas no

religiosas que sobrevivieron de la antigua Sri Lanka (del siglo V). En la actualidad, sólo se conservan 21 de los 500 originales. Las líneas de los rostros y cuerpos, con los colores utilizados, mantienen hipnotizado al visitante por largo tiempo imaginando cómo y quiénes realizaron esas hermosas obras

de arte. Pero al parecer, no sólo se hipnotiza el visitante actual, ya que los visitantes del siglo VII dejaban sus impresiones escritas a modo de graffiti en la llamada pared espejo (mirror wall), una pared de 3 metros de altura cubierta, originalmente, por yeso pulido, hecho con cal, clara de huevo, cera

de abejas y miel silvestre. Pero las sorpresas no terminan allí. Escalones más arriba se llega a una plataforma donde el último tramo de escaleras hasta la cima, más empinadas, está flanqueado por dos enormes garras de león (Sigiriya significa Roca del León). Es necesario atravesarlas para, finalmente,

llegar a la cima, donde sólo quedan los cimientos del antiguo palacio y otros edificios. A pesar de esto, las vistas desde la cima hacia los alrededores, con verdes extensiones selváticas, son increíbles y recomendables.
KandY

En la región montañosa del centro del país se estableció durante el siglo

XIIl otro reino: el de Kandy. En el momento en que llegaron los portu-

gueses, el reino de Kandy formaba parte de los tres principales reinos de

la isla junto al de Jaffna (en el norte) y al de Kotte (en el centro-oeste), y

tenía su capital y ciudad más importante en Kandy.

Esta ciudad se ubica en medio de un paisaje de ensoñación en el centro

del país, que rompe con el paisaje de llanuras y playas que rodean la

isla. Allí, se presenta un terreno ondulado, con montañas cubiertas de

plantaciones de té, caminos y vías férreas que siguen el contorno de las

montañas y hermosos atardeceres que invitan a reflexionar. La ciudad,

rodeada de verdes montañas, con casas en las laderas y un lago artificial

en el centro construido en 1807, es considerada una de las ciudades

más importantes de Sri Lanka. Una de las razones es que se cree que es

la meca del budismo en la isla, ya que allí se encuentra el templo más

importante del país: el “Templo del Diente” donde se guarda uno de los

dientes de Buda. Cuenta la leyenda, que cuando Buda fue cremado en

el 543 a.C en el norte de India, varias de sus partes fueron rescatadas

del fuego, entre ellas, un diente. En el siglo XIV, cuando el budismo dejó

paso al hinduismo en India, el diente fue trasladado en el pelo de una

princesa de Orissan (India) hacia Sri Lanka. Primero permaneció en Anu-

radhapura y en otras ciudades del norte del país, luego fue capturado

por varios reyes, hasta que el diente llegó a Kandy en 1592.

Kandy conjura en un mismo lugar, templos sagrados, arquitectura colo-

nial inglesa, mercados tradicionales y un toque de modernidad, con la

presencia de un centro comercial, locales con Internet y algunos jóvenes

mostrando sus celulares importados.

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Los portugueses y holandeses
acechan las costas
Despues de más de 2000 años de reinados, los navegantes portugueses primero, y holandeses, después, se

apoderaron de las costas y dejaron sus huellas. En 1505 llegó una flota portuguesa a la isla y, mediante hábiles

manipulaciones comerciales y políticas sobre los reinos preexistentes, se fueron apoderando de gran parte de la

isla. A finales del siglo XIV, los portugueses tenían la intención de colocar en el trono de Kan dy un gobernante

títere. Pero este intento se vio frustrado por el cingalés que acompañaba al portugués que pretendía el trono, ya

que se entronizó él mismo proclamándose rey con el nombre de Vimala Dharma Suriya.
A principios del siglo XVII los holandeses llegaron a la isla y desde 1609 a 1658 fueron expulsando a los portugueses de las costas, con el visto bueno de los habitantes de la isla y, sobre todo, con el apoyo de Vimala Dharma Suriya quien vio en la llegada de los holandeses la posibilidad de deshacerse

de los portugueses. Así, poco a poco, los fuertes, como el de Galle, fueron tomando color holandés y hoy en día es donde se observan las huellas de este período colonial.

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Galle
Galle (se pronuncia “Gol”) se encuentra sobre la costa del océa-

no Indico, en el sur del país, y es uno de los puertos más impor-

tantes de la isla. Presenta una parte más moderna y caótica, con

mercados en la vereda, calles comerciales, colectivos coloridos,

tuc tucs que pasan “volando” por al lado de los transeúntes,

templos budistas e hindúes, iglesias cristianas y algún centro

comercial no muy grande.

Además, tiene una vida pesquera muy activa. Todas las maña-

nas y las noches, cientos de barquitos coloridos se adentran en

el mar para capturar una gran variedad de peces, que luego se

venden en los mercados y puestos locales.

Pero también tiene una parte antigua y colonial del período

holandés, donde reina la tranquilidad y el silencio: la zona

conocida como “el Fuerte”. Una pequeña parte de lo que hoy

es el Fuerte perteneció primero a los portugueses, pero luego,

cuando llegaron los holandeses en el siglo XVII la ciudadela

se expandió y llegó a su extensión actual. Hoy en día, es la

ciudad colonial que mejor se conserva en todo el país. Presenta

murallas altas y callejuelas angostas, que atesoran las casas del

período holandés. Es un placer caminar por sus callecitas y sólo

dedicarse a mirar cómo transcurre la vida de las personas que

viven allí, tan diferente a lo que pasa fuera de las murallas.

Vendedores ambulantes de frutas y verduras que se toman su

tiempo para conversar con los vecinos varios minutos, grupos

de amigos jugando al cricket, señoras colgando al sol la ropa

recién lavada al sol, son algunas de las escenas que podemos

apreciar..

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En los últimos años, llegaron para quedarse algunas familias extranjeras, que

reciclaron varias de las construcciones y las convirtieron en hoteles o restaurantes.

Además, se abrieron muchas galerías de artes y negocios de “objetos de diseño” y

el gobierno local, con la ayuda del gobierno holandés, se propuso renovar los edi-

ficios y monumentos públicos. Uno de los objetivos es convertir a la ciudad en un

reconocido centro cultural. Con este fin se realizan desde hace algunos años varios

festivales internacionales, como el de Literatura, el de Arte y el de Cine.


Si queremos dejar de lado la época colonial y adentrarnos un poco en una de las actividades económicas que más

se desarrolla actualmente en el sur del país, podemos conocer la vida de los pescadores. Además de disfrutar

de tranquilas y bellas playas, para descansar, leer, zambullirse en el agua clara y hacer buceo, el sur ofrece la

posibilidad de conocer de cerca cómo cientos de hombres viven de “robarle” peces al mar. Con sólo alejarse unos

metros de las zonas de playas más pobladas, allí, bien cerquita de la ruta, podemos ver a los famosos fisher-

men (pescadores) de Sri Lanka. Dicen que es el único lugar en el mundo donde los pescadores ejercen su oficio

sentados o parados sobre palos clavados en bancos de arena (casi siempre alejados de la costa). Ellos están ahí.

Realizan su actividad temprano a la mañana y cerca de la caída del sol. Si uno quiere, puede acercarse y observar-

los durante horas. Ellos seguirán allí.


El imperio británico
y sus huellas actuales

El británico fue uno de los imperios que mayor cantidad de huellas dejó en sus colonias. Y Sri Lanka no será la excepción. Desde el té, principal

cultivo de la isla, hasta la red de ferrocarriles y el cricket, forman parte de la vida cingalesa del siglo XXI.

Los ingleses llamaron a la isla Ceylán e introdujeron el cultivo del té. En la actualidad el té de Ceylán es uno de los más vendidos en el mundo.

La primera hoja de té en la actual Sri Lanka se plantó en 1824, en un jardín botánico. Para que el cultivo de té pasase a ser comercial hubo que

esperar a la década de 1860, en la que la crisis del café le dejó un lugar al cultivo del té. La primera plantación comercial fue establecida en 1867,

cerca de Kandy, por un británico llamado James Taylor. En poco tiempo, muchos campesinos que antes se dedicaban al café d ecidieron cambiar

su especialidad y comenzaron a cultivar té.

La nueva forma de hacer rápidas fortunas atrajo a otros empresarios británicos a comprar tierras para cultivar hojas de té. Es así como aparece en

escena Thomas Lipton, quien hizo famoso al té de Ceilán en todo el mundo. Lipton ya era un empresario al que le iba muy bien en Inglaterra, así

que decidió invertir en un nuevo negocio y vio en el té de Ceilán como una buena oportunidad. Su empresa fue la primera en vender el té envasa-

do en cartones separados para asegurar así una mayor calidad del producto. Hoy en día, su marca es una de las más conocidas en el mundo.

En Sri Lanka, no sólo se disfruta el té como infusión, sino también como paisaje: el verde de las plantaciones de té se extiende formando líneas

sincronizadas que dibujan ondas sobre el terreno montañoso. Entre tanto verde sobresalen algunos árboles con flores rojas mientras las pequeñas

cascadas completan el paisaje idílico.


Las vías del tren unen el norte de la región montañosa, donde se

localiza Kandy, con el sur de la misma, donde sobresalen ciuda-

des como Nuwara Eliya, una ciudad establecida por los ingleses

en el siglo XIX, a la que no le queda mucho de su pasado esplen-

dor, pero que todavía conserva algunas construcciones de la

época británica. Al sudeste de esta ciudad se localiza la pequeña

villa de Ella, una de las localidades más bellas del país. Enclavada

en las montañas, pequeña, con un clima agradable durante casi

todo el año y con la posibilidad de realizar tranquilas caminatas

entre verdes plantaciones de té, templos y cascadas.

En toda esta zona, el paisaje invita a caminar y a visitar alguna

de las tantas plantaciones de té para observar de cerca el trabajo

que realizan las recolectoras de hojas. Con su piel oscura y áspe-

ra, pero con sus ojos grandes y brillosos, te reciben siempre con

una sonrisa mientras sus manos no descansan arrancando las

hojas y depositándolas en las bolsas que cuelgan de sus cabe-

zas. Sin ellas, el circuito productivo del té estaría incompleto.

Son las encargadas de recolectar, aproximadamente, 16 kilos de

hojas de té por día. Con 16 kilos de hojas se producen alrededor

de 4 kilos de té listos para la venta.

Una vez que la bolsa está llena (o cuando termina el turno), las

recolectoras comienzan el camino hacia donde se encuentran las

balanzas. Allí, uno de los supervisores se encarga de anotar en

sus libretas la cantidad de kilos que recolectaron en ese turno.

Algunas mujeres vacían las bolsas sobre una lona mientras que

otras colocan las hojas de té en unas bolsas más grandes, que

también serán pesadas para controlar la cosecha. Estas bolsas

son las que pasará a recolectar un camión para llevarlas a las

fábricas de té que se localizan, principalmente, al sur de Kandy.

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Las mayores plantaciones de té de la isla se localizan en la zona montañosa y la mejor manera de recorrer esta zona es, justamente, utilizando otra de las herencias del

imperio británico: el tren.

Como ocurrió en otros países del mundo, los ingleses fueron los encargados de construir la red ferroviaria en Sri Lanka durante el siglo XIX, que se sigue utilizando en la

actualidad. Las estaciones de tren nos remontan a la época de los ingleses, los carteles están escritos en cingalés e inglés, los boletos todavía son de cartón y los vago-

nes muestran el paso del tiempo. Más allá de que sean algo lentos, observar el paisaje desde sus ventanillas y sentir la brisa fresca con olor a “verde” en el rostro es una

de las experiencias más gratificantes.


El norte y este tamil

Pero no fue el centro norte de la isla el único lugar donde gobernaron reyes durante muchos años. Este rasgo también lo compartieron otras áreas como el norte y la región montañosa. En los primeros años del siglo XIV, el general Arya Chakaravarti, del sur de india, estableció el reino Tamil de Jaffnapat-

nam en la península de Jaffna, en el norte de Sri Lanka. Era la la primera vez que a partir de las invasiones se establecía un reino Tamil independiente del poder cingalés. Este reino pronto se expandió hacia el centro-este y entró en conflicto con los poderes cingaleses. La mayor consecuencia de este

hecho fue la división de la isla en dos zonas étnico- lingüísticas. Estas diferencias serán las causas de la guerra civil que enfrentó al país durante más de 25 años, ya en el siglo XXI.
En casi todos los países, las zonas fronterizas suelen tener más

características en común con el país vecino que con la capital del

propio país. Y Sri Lanka no escapa a la regla. Por eso, si bien en la

isla predomina la comunidad cingalesa, tanto en el norte como en el

este del país es innegable la influencia India. Además, en el norte se

respira otro aire. Los vestigios de la guerra civil que sacudió a la isla

desde 1983 hasta 2009, con un breve período de paz entre 2002 y

2006, se observan mientras se recorre la zona. Esta guerra enfrentó

al gobierno de Sri Lanka con el movimiento independentista Tigres

de Liberación del Eelam Tamil (LTTE, por sus siglas en inglés).

La ciudad más importante de la región es Jaffna, en la península del

mismo nombre. Para llegar hasta allí es necesario cruzar un estre-

cho paso que une la península con el resto de la isla y se conoce

como Elephant Pass. El nombre se debe a que por ese paso cruza-

ban los elefantes salvajes.

El paisaje en la península es llano y las playas están colmadas de

cocoteros, aunque también es común encontrar carteles que recuer-

dan que no hace mucho tiempo, hubo una guerra.

En esta zona del país, la mezcla de culturas propia del resto de

la isla deja paso a una mayoría de población Tamil e hinduista.

Esta presencia se observa en los rasgos físicos de las personas, en

algunas de sus vestimentas, de sus comidas y, sobre todo, en la

presencia de templos hindúes que se localizan tanto en la península

como en las islas. A pesar de esta presencia, los templos budistas

también se dejan ver. Uno de los más importantes es el de Nagadi-

pa Vihara, en la isla de Nainativu. Antes de la guerra era uno de los

principales centros de peregrinaje de todos los budistas de la isla.

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La influencia Tamil también se hace presente en el este de la isla, zona que además, tiene varias características opuestas al oeste: cuando la época de

monzones ataca al oeste, el sol brilla en el este; mientras el oeste es predominantemente singalés, en el este predomina la población hindú y musulmana.

Además, el oeste posee una mayor explotación turística, con complejos hoteleros y excursiones programadas, mientras que el este es más selvático, con

vegetación más “natural”, playas de arena fina, lagunas y muchos menos turistas.
La ciudad más importante de este sector del país es Trincomalee, conocida también

como Trinco. Al encontrarse cerca de la línea que dividía la zona dominada por los

Tigres de Liberación del Eelam Tamil (pero fuera de la misma) fue el lugar elegido

por muchos refugiados que huían del conflictivo norte de la isla. La mayoría de los

viajeros pasan por la ciudad camino a las playas de Nilaveli y Uppuveli, pero vale la

pena detenerse un día para palpar y percibir de cerca la mezcla de las culturas singa-

lesa, tamil y musulmana, tanto en los templos y los rasgos físicos de las personas,

como en los sabores y las vestimentas. Este mix se completa con los legados arqui-

tectónicos coloniales, como el fuerte y algunos edificios.

La ciudad posee, además, un puerto natural de aguas profundas, con gran importan-

cia estratégica para el comercio, lo que lo transformó en objeto de disputas durante

la guerra civil.

El centro antiguo de la ciudad está dominado por el fuerte Frederick, construido por

los portugueses en 1623 y capturado por los holandeses en 1639. Las vistas desde

el fuerte hacia la ciudad y el mar son muy bonitas y fotogénicas debido a la arena

blanca y al color azul turquesa de las aguas que lo rodean. En el interior del fuerte

hay una carretera que nos conduce hasta el templo hindú Koneswaram Kovil.

Una tranquila caminata por Koneswar Road, Central Road, Dockyard Road y Main

Street nos permite medir el ritmo de la ciudad, cruzarnos con la infaltable Torre del

reloj y con templos hindúes como el de Kali Kovil y Pillaiyar Kovil.

Desde el final de la guerra, y cada vez con mayor intensidad, comienzan a llegar po-

bladores de otras partes de la isla y extranjeros para, cada uno según sus intereses,

descubrir las bellezas del norte del país, retomar sus actividades previas al conflicto,

reencontrarse con familiares y amigos y visitar los monumentos de guerra que se lo-

calizan a ambos lados de la ruta A9. La llegada masiva de visitantes, sobre todo los

fines de semana, cuando arriban buses repletos desde otras partes de la isla, es una

oportunidad para los habitantes de Jaffna de recuperar algo de su economía, pero,

sobre todo, es una gran oportunidad para el país para que la mayoría singalesa y la

minoría Tamil se integren y borren las heridas. Aunque, como afirman los propios

habitantes, superar las diferencias entre las etnias llevará mucho tiempo.
La herencia de las
peregrinaciones religiosas

A pesar de la diversidad religiosa en la isla, existe un momento del año, en el que las cuatro religiones que

más se practican en el país se juntan en una misma peregrinación. En la cima del Adam’s Peak (Pico de Adán)

se encuentra una curiosa depresión llamada Sri Pada (huella sagrada) que es venerada por cuatro religiones y

por distintos motivos. Para el budismo es la huella del mismo Buda hecha a pedido del dios Saman, una de las

4 principales deidades protectoras de Sri Lanka. Para los musulmanes es la primera huella que dejó Adán luego

de ser expulsado del paraíso. Para los hindúes, representa la huella de Shiva y por último, para el catolicismo,

de la mano de los portugueses, es la huella del apóstol Santo Tomás. Más allá de las diferentes apresiaciones, el

Adam’s peak es esencialmente budista y ha sido destino de peregrinajes por miles de años.
Durante la época de peregrinaje, desde el día “Duruthu Poya”

en diciembre o enero, hasta el día “Vesak Poya” en mayo, mu-

chísimas familias de devotos llegan a la base del cerro desde

todo el país para realizar la ascensión. Suben juntas, cantando,

haciendo sonar unos timbales y disfrutando más que sufrien-

do. En el ascenso es común cruzarse con personas mayores

que les cuesta caminar sin la ayuda del bastón, con grupos de

jóvenes amigos y con padres y madres llevando a los bebés

sobre sus hombros.

La ascensión puede comenzarse en cualquier momento del día,

pero casi todos la realizan durante la noche para llegar a la

cima antes del amanecer. Si bien el ascenso es un poco duro,

el premio de ver la salida del sol desde una altura superior a

la de las nubes, definitivamente vale la pena y el esfuerzo. Al

principio el camino consiste en una muy leve pendiente con 2

o 3 escalones cada 2 o 3 metros. Luego, la pendiente se vuelve

más brusca, con escalones cada 20 centímetros. Cuando uno

cree que está por llegar, la pendiente se acentúa más y quedan

aún 5000 y tantos escalones por transitar. Y así, escalón por

escalón uno, va subiendo hasta llegar a la cima y tocar la cam-

pana, tradición que indica que al llegar arriba, se debe hacer

sonar la campana tantas veces como se haya subido al pico. Al

tiempo que nosotros hicimos sonar la campana una vez, una

señora la hizo sonar 50 veces.

Luego de presenciar el amanecer por sobre las nubes los

creyentes rezan al compás de los tambores, arrodillados en

derredor del templo donde está la huella.

Realmente se respira un aire fresco, puro y limpio en todo

sentido. Nos sentimos rodeados de una profunda atmósfera en

la cima de la espiritualidad.
El elefante
simbolo de la historia
y la cultura
Los reyes de Anuradhapura usaban los elefantes para empujar los cimientos de

los monumentos religiosos; los reyes de Kandy los utilizaban para que pisoteen

a los prisioneros hasta su muerte; los holandeses los empleaban para transportar

artillería pesada y los ingleses los usaban para el desmonte de tierras que desti-

naban a las plantaciones de té.

En la actualidad, los elefantes siguen cargando objetos pesados hasta los luga-

res que no pueden llegar las máquinas. Además, tienen un papel importante y

central en muchos de los festivales religiosos que se celebran en la isla. Por eso,

Sri Lanka es uno de los países con mayor cantidad de reservas naturales con

elefantes y tiene uno de los más famosos orfanatos de elefantes del mundo: el

orfanato de Pinnewala. Debido a esto, es uno de los mejores países para ver de

cerca a estos enormes animales.

El orfanato de Pinnewala, en el camino entre Colombo y Kandy, fue fundado en

1975 con cinco elefantes jóvenes. En la actualidad cuenta con alrededor de 80

elefantes por lo que es considerado uno de los mayores orfanatos del mundo de

este estilo. Todos los días, los animales bajan dos veces al río para realizar un

baño y es el momento ideal para verlos en acción.

Varios de los numerosos parques nacionales que existen en el país también

ofrecen la posibilidad de ver algún elefante, pero no siempre y no en todas las

épocas del año. En ellos también se puede disfrutar del avistaje de otras espe-

cies, como leopardos, en el Parque Nacional Yala; búfalos, en el Parque Nacional

Udawalawe y gran diversidad de aves, en el Parque Nacional Bundala.

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Algunos datos útiles
La puerta de entrada al país es el aeropuerto internacional de La moneda de curso legal vigente es la Rupia de Sri Lanka

Bandaranaike, también conocido como Katunayake, a unos 30 (LKR). Su valor en U$S es de aproximadamente 130 Rupias por

km aproximadamente del centro de Colombo, la actual capital dólar estadounidense y alrededor de 170 Rupias por euro.

de Sri Lanka. Desde allí, se puede optar por tomar un bus La cantidad de población en el país es de, aproximadamente,

local o un taxi hasta el centro de la ciudad. Otra opción es ir 21 millones de habitantes, con una densidad de 310 habitantes

hasta la estación ferroviaria de Katunayake, a menos de 1 km por kilómetro cuadrado. La mayoría de las migraciones

de la terminal aeroportuaria, y tomar el tren expreso desde internas se realizan desde los pueblos y ciudades chicas hacia

el aeropuerto hasta Colombo. Tanto el tren como los buses la ciudad capital.

arriban a la zona conocida como Fort: el principal nodo de Tanto en Colombo como en las ciudades más pequeñas

comunicaciones de la ciudad. y pueblos es común ver a los jóvenes y adulos practicar

Otra opción para arribar al país es utilizar el servicio de ferry, otra de las herencias culturales inglesas: el cricket. Si bien,

que desde junio de 2011 volvió a unir Sri Lanka con la India oficialmente, el deporte nacional es el vóley, lo que más

luego de más de 30 años de estar suspendido. El trayecto une se observa en las calles y parques es el cricket. Siempre es

la ciudad de Tuticorin, en la India, con la de Colombo, en Sri posible encontrarse con un grupo de amigos practicando este

Lanka. deporte con bates y pelotas improvisadas.

Para moverse dentro de la isla, las opciones más utilizadas son Las lenguas oficiales en el país son el cingalés y el tamil. En

los trenes y los buses. La red ferroviaria es algo antigua, pero muchos lugares turísticos varias personas hablan algo de

amplia y funciona sin inconvenientes. El precio es accesible y inglés.

une las principales ciudades y regiones del país. Con respecto La mejor época para visitar la costa occidental, septentrional Creditos Fotografia : Jesús Lopez Y Dino Feldman

a los buses, también son muy económicos, pero la calidad del y el centro montañoso de Sri Lanka es entre diciembre-enero y Texto: Aldana Chiodi

servicio es limitada. Entre las principales ciudades también marzo-abril (la época más seca), mientras que para recorrer el Diseño: Pedro Laguna

existe la posibilidad de tomar buses privados, que presentan oriente de la isla es entre mayo y septiembre.

mejores condiciones para el viajero.

Entre las actividades económicas que predominan en la isla Un país que encierra en pocos kilómetros cuadrados una
se encuentra el cultivo y la exportación de té, café, canela, mezcla de naturaleza, historia, cultura y religión imposible
caucho y coco. El país tiene una incipiente industria, pero en de olvidar. Un país para disfrutar con todos los sentidos.
los últimos años se observa un importante crecimiento de la Un país para descubrir…
industria turística.

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