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Las Naciones Por Herencia

La Biblia como Fundamento del Reino de Dios.


Publicado por Jose Ángel en 22/07/2019

“La Biblia es la palabra de Dios” esta es una expresión conocida y repetida diariamente por el
cristianismo en general, de modo que incluso se ha vuelto hasta un cliché decirla. Muchos cristianos
que conozco la usan de forma ligera y tradicionalista, pero ¿estamos conscientes del alcance de esta
declaración? ¿Estamos conscientes de las implicaciones cosmovisionales de esta expresión? ¡Eso es
lo que buscamos explicar en este corto escrito!

La Biblia es la revelación especial o especí ca de Dios; ¿qué es “revelación”? Revelar es quitar el velo.
Algo estaba oculto y velado, pero se ha dado a conocer. Ese es el signi cado de revelación
etimológicamente, y esa es la misma razón por lo que la Biblia es denominada la revelación especial
de Dios. Con esta expresión queremos decir que el Señor se ha quitado el velo y se ha dado a conocer
al mundo, y especialmente a los creyentes a través de los 66 libros que contiene nuestra Escritura.

Debido a que Dios se ha quitado el velo es posible conocerle, y eso es únicamente a través de Su
revelación -Las Escrituras sagradas. No es posible conocer a Jehová fuera de este documento, y
cualquier idea respecto a Dios que no aparezca en este testimonio o cualquier dios que sea descrito
en términos diferentes de esta revelación, no es para nada el Dios del cristianismo. Esto signi ca que
muchos denominados “cristianos” pueden estar adorando a un ser diferente al descrito en las
Escrituras. Adorar a un dios creado por la razón del hombre, y que muchas veces es hecho a imagen
del ser humano es idolatría Es pecado
del ser humano es idolatría. Es pecado.

Esta revelación nos es dada no sólo para conocer a Dios y sus atributos, sino para saber cómo Él se
relaciona con el mundo -Su creación e individuos- y además, para saber cuál es la voluntad de Él para
este. Las tres ideas van conectadas inseparablemente. Conocer a Dios nos conduce a saber como se
relaciona con la creación y esto último a su vez nos conduce a saber cuál es su voluntad para esta.

De modo que el hombre, la iglesia, la familia, el Gobierno civil, la economía, la educación y cualquier
otra institución y esfera de nuestra sociedad ha de ser interpretada a la luz de nuestro Dios. El Señor
es el creador de todas las cosas, y como creador es el soberano del mudo, es decir, nuestro Dios es el
Rey que ejerce soberanía y posee la máxima autoridad en la creación, y por tanto es el único
legislador del universo. ¿y donde podemos conocer la ley y la voluntad de este Rey respecto a nuestra
civilización? ¡En la Escritura! ¡En Su palabra! ¡En Su revelación! Lejos de este documento-fundamento
cualquier autoridad en el mundo es mera arbitrariedad.

Cuando decimos que la Biblia es la palabra de Dios, estamos diciendo que el mundo debe ser
relacionado, interpretado y ordenado a la manera en qué este Dios -rey y legislador del mundo- desea.
La Escritura es la Constitución del cristiano. En ella encontramos el fundamento para el orden social
de nuestra civilización. Es un escrito con alcances para todas las estructuras de nuestra sociedad.

Esta es la manera en qué Dios se reveló a Israel en el desierto. Él les dio una ley para la sociedad:

“Ahora, pues, oh Israel, oye los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los ejecutéis, y viváis,
y entréis y poseáis la tierra que Jehová el Dios de vuestros padres os da” Deuteronomio 4:1

“Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así
en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por
obra; porque ésta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales
oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es ésta.
Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro
Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como
es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?” Deuteronomio 4:5-8

En este pasaje de Deuteronomio se dejan claras varias cosas: la primera es que es Dios quién le está
dando a la nación de Israel la ley y la estructura social en la que deben vivir. Todas las naciones
necesitan un orden social y una legislación en la cuál vivir, pero la que tenía Israel era de origen divino.
No provenía de lo que el hombre creía correcto en su autonomía y en su pragmatismo, sino que
provenía del mismo Dios; segundo, se nos muestra el alcance de esta
ley-revelación. Su alcance no era únicamente para el individuo, como la hemos reducido hoy. La
mayoría de cristianos creen que esta ley-revelación únicamente tiene que ver con ellos y su vida
devocional, pero este no fue el sentido que le dio la nación de Israel. Para los judíos esta revelación
tenían un alcance social y nacional. Tenía que ver con la estructura de su sociedad y con el código de
leyes en que ellos debían vivir Era la Constitución social de la nación de Israel; tercero se nos dice
leyes en que ellos debían vivir. Era la Constitución social de la nación de Israel; tercero, se nos dice
que no hay sabiduría, ni inteligencia fuera de estos estatutos; y cuarto, nos muestra lo superior de
esta legislación con respecto a cualquier otra ley del universo. Los judíos se preguntaban ¿qué nación
sobre la tierra posee estatutos tan superiores y justos como los que tenemos nosotros?, y todas las
naciones debían sorprenderse y maravillarse por esta ley tan justa.

¿No es increíble que Israel se maravillara de la justicia de su ley divina, y que hoy los cristianos tengan
esta ley en tan bajo concepto? El salmista dice muchas cosas admirable sobre esta ley:

“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es el, que hace sabio al
sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; El precepto de Jehová es
puro, que alumbra los ojos. El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; Los juicios de
Jehová son verdad, todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro a nado; Y
dulces más que miel, y que la que destila del panal.” Salmos 19:7-10.

¿No es impresionante que el salmista la llame “perfecta” “recta” “ el” “pura” “limpia” “verdadera” y los
creyentes de hoy crean que es anticuada? Santiago le llama “La perfecta ley de la libertad”: “Mas el
que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor
olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” Santiago 1:25. ¿No es
sorprendente que Santiago la considere la ley de la libertad y muchos cristianos crean que es injusta?
Esta ley tiene que ver con todo el mundo y con todos los individuos y no únicamente con la iglesia y el
creyente. Lejos de esta ley no hay libertad, lejos de esta ley no hay perfección (2 Timoteo 3:15-17).

En mi país el documento más importante es la Constitución social. Todos los ciudadanos tienen el
deber de leerla por lo menos una vez en la vida, y toda mi nación se estructura bajo los términos de
ese documento. Ese documento declara los derechos y las responsabilidades de los ciudadanos, pero
también declara la función y el deber del Estado. Nos declara el orden de nuestro país, si es una
República o una monarquía. Cualquier cosa que se hagan en mi nación que viole los estatutos de este
documento recibirá una respectiva sanción.

Por la importancia de estos estatutos para la estructura de mi país se hace necesario aprender este
documento desde niños. Es como si el Estado le dijera a las familias: “y repetirán estos estatutos e
instrucciones a sus hijos para que aprendan a vivir y a obedecer en nuestra nación”. Pero eso es justo
lo que Dios ordena respecto a su ley: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu
corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y
al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales
entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.” Deuteronomio 6:6-9.

Desde muy niños los israelitas debían aprender esa ley, puesto que sin ella no habría libertad en su
nación. Se ordenaba a los padres repetir y repetir estos estatutos a sus hijos, porque sólo con ellos

podrían entender la legislación y la estructura de su territorio. Tal cosa es lo mismo que ocurre con las
constituciones sociales de nuestras naciones Es decir nuestras constituciones son equivalentes a lo
constituciones sociales de nuestras naciones. Es decir, nuestras constituciones son equivalentes a lo
que era La Escritura para los judíos. La diferencia es que nuestras constituciones son humanistas,
tienen de fundamento al hombre pecador y falible, y por tanto, son una imposición moral arbitraria de
algunos hombres sobre otros; y la Biblia es de origen divina, teonomica (Teo=Dios; Nomos= Ley), y
por tanto tienen su origen en un ser Santo, justo, e infalible. La que se origina en Dios conduce a la
libertad del hombre; la que se origina en el hombre conduce a su esclavitud. Las constituciones
humanas son una falsi cación de la Constitución divina: la Biblia.

Cuando Dios nos ordena a ir a hacer discípulos (Mt 28:18-20), no nos ordena únicamente a explicarles
a las personas que Cristo murió y resucitó por ellas y que por tanto deben creer; hacer discípulos es
una actividad que dura toda la vida, es hacer un alumno, es transmitir toda una cosmovisión hacia
otra persona. 

Hace poco me escribió un pastor a decirme que yo estaba confundiendo el Mandato Cultural que
encontramos en Génesis 1:28; 2:15 y en el Salmo 8 con la Gran Comisión de Mateo 28:18-20. Él
a rmaba, como si de un dispensacionalista se tratase, que el mandato cultural era para el Antiguo
Testamento, y la gran comisión para el Nuevo. Sin embargo, la gran comisión, como ya dijimos, es el
acto de hacer discípulos y por tanto de transmitir todo el consejo de Dios en ello. De esa manera,
hacer discípulos también implica enseñar el mandato cultural, que hace parte del consejo de Dios. La
gran comisión y el mandato cultural no son exactamente lo mismo, pero el segundo está implícito en
el primero. 

Así que cuando hacemos discípulos no solamente hablamos del sacri cio de Cristo, sino que
enseñamos a las personas a vivir para Dios y a obedecerle conforme a la ley de Él. Les enseñamos
toda la Escritura, todo el consejo de Dios, porque toda es inspirada y toda tiene que ver con la vida del
creyente, y por supuesto del mundo que nos rodea.

Esta ley divina no la imponemos en las naciones como si fuéramos unos guerrilleros. Los cristianos
no creemos en la revolución, como los marxista, ni en la imposición. Nosotros no somos yihadistas.
Más bien creemos en la regeneración, y en el discipulado. Creemos que nuestra espada no es física,
sino espiritual. Nuestra espada es la palabra de Dios. A través de ella discipulamos/enseñamos a los
individuos y sociedades, y Dios mismo dará el crecimiento y la victoria por medio de su Espíritu Santo.
La revolución es anticristiana, nuestro método es la enseñanza y regeneración.

Dios es el dueño del mundo, la tierra le pertenece (salmo 24:1), por tanto todas las cosas de la
creación hay que colocarlas en obediencia y en relación con Su creador. Este es el verdadero alcance
de la declaración “La Biblia es palabra de Dios” o “La Biblia es la revelación de Dios”. Su alcance es
mucho más amplio que la vida personal del individuo. Tiene que ver con toda la civilización y las
naciones.

Un ejemplo de las implicaciones de esta revelación es como sigue: desde niño me explicaron que el
Estado tenía funciones legislativas judiciales y ejecutivas De acuerdo a la Constitución de mi país es
Estado tenía funciones legislativas, judiciales y ejecutivas. De acuerdo a la Constitución de mi país es
así, y nunca lo cuestioné. ¿pero desde la Constitución divina que llamamos Biblia podríamos
sustentar esto?, yo reto a cualquiera que lo demuestre. En mi estudio solo me he encontrado que Dios
le ha dado al gobierno civil una única función: la judicial. Porque Él es el único con poder legislativo en
la creación, y porque Dios rechaza que un hombre tome decisiones sobre la vida de toda una nación,
como es el caso del poder ejecutivo. Desde la cosmovisión bíblica cada hombre es un auto-
gobernante de su propiedad, y nadie puede decidir sobre su economía y bienes, excepto Dios mismo.
Jehová rechazó a Israel cuando le pidió Rey, y les hizo ver el gran pecado que habían cometido,
además de explicarle todas las consecuencias que recibirían por tal petición (1 Samuel 8).

Todo esto nos indica que la Biblia es el documento-fundamento-ley y Constitución del Reino que ha
llegado de los cielos para establecerse en el mundo. La Biblia es más que un libro para hacer
devocionales, es más que un libro para el estudio de los académicos del seminario, es más que un
libro para la predicación de los domingos; la Biblia es el documento del Reino, es la Constitución del
Reino de los cielos, y tiene que ver con la estructura social de nuestras naciones, tiene que ver con la
ley, con las sanciones, con el estándar legal de nuestros países, y tiene que ver con cada área, esfera
e institución de nuestra sociedad. Démosle a la Escritura su verdadero estatus. No reduzcamos más
su alcance. Enseñamos que la Biblia es la palabra de Dios con todas sus implicaciones sociales,
culturales y cosmovisionales.

José Ángel Ramírez

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