Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
04.10.2008
Carl Schmi (1888-1985) fue un jurista notable, un historiador del derecho y un penetrante teórico de la polí ca, a la que debe en
buena medida su fama:
En parte, la citada fama de Schmi fue originalmente el producto de aquel momento polí co tan par cularmente recep vo de
ideas an liberales y autoritarias como las suyas. Pero, más en general, también fue resultado del alto reconocimiento académico
obtenido por su obra con independencia de los sesgos que le imprimió, o el efecto inevitable de una combinación poderosa: la de
la agudeza de su capacidad de reflexión admirable reunida a la retórica cau vante con que la exponía (Strasser,
2006:631).
No obstante lo escrito, no es menos cierto que su concepción radicalizada de lo polí co le implicó la censura de cátedra y la
exclusión del menú de congresos académicos y encuentros cien ficos, cayendo en el olvido y la ocultación durante buena parte
del siglo XX (Saint-Pierre, 2002:255). Tampoco han faltado los cues onamientos y las impugnaciones a la obra schmi ana por sus
vínculos -un tanto oscilantes- con el nazismo (Fernández Vega, 2002:43). Finalmente, y ante el hecho de una reivindicación en los
úl mos años del pensamiento de Carl Schmi por parte de autores enrolados en el campo de la izquierda polí ca, no han faltado
desde el mismo arco polí co severas crí cas ante quién consideran un autor autoritario y reaccionario que de ningún modo podría
renovar al marxismo y sacarlo de su crisis actual (Borón y González, 2002:135; véase también Grüner, 2002:26-27), postura que sin
embargo no margina el pensamiento schmi ano:
Recapitulando: la obra de Schmi es importante y merece ser estudiada. El pensamiento crí co se nutre de su permanente
polémica con los puntos más altos del pensamiento conservador o reaccionario. En este sen do, Schmi es un interlocutor que no
puede ni debe ser soslayado. Esto no significa, sin embargo, caer en la ingenua aceptación de su rol mesiánico como proveedor de
una nueva clave interpreta va capaz de sacar a la teoría marxista de su presunta postración. Los problemas que Schmi ha
iden ficado en su larga obra son relevantes y significa vos, si bien hay una clara exageración de sus méritos (Borón y González,
2002:154-155).
En su clásica obra Concepto de la Polí ca, Schmi establece la relación entre el amigo y el enemigo como la dis nción propia de lo
polí co (1984:33). Expresa el autor más adelante que:
En cuanto este criterio no se deriva de ningún otro, representa, en lo polí co, lo mismo que la oposición rela vamente autónoma
del bien y el mal en la moral, lo bello y lo feo en la esté ca, lo ú l y lo dañoso en la economía. (…) Si los términos opuestos como
el bien y el mal, lo bello y lo feo, lo ú l y lo dañoso, no son una y la misma cosa, ni pueden ser reducidos unos a otros, menos
razón hay para confundir con las demás la contraposición, más honda, entre el amigo y el enemigo. La dis nción del amigo y el
enemigo define la intensidad extrema de una unión o de una separación. (…) El enemigo es, en un sen do singularmente intenso,
existencialmente, otro dis nto, un extranjero, con el cual caben, en caso extremo, conflictos existenciales (Schmi , 1984:33-34).
No es enemigo el concurrente o adversario en general. Tampoco lo es el contrincante, el antagonista (…) Y lo es menos aún un
adversario privado o cualquiera hacia el cual se experimenta an pa a. Enemigo es una totalidad de hombres situada frente a otra
análoga que lucha por su existencia, por lo menos eventualmente, o sea, según una posibilidad real. Enemigo es, pues, solamente
el enemigo público, porque todo lo que se refiere a ese grupo totalitario de hombres, afirmándose en la lucha, y especialmente a
un pueblo, es público por sólo esa razón. El enemigo es hos s, no inimicus en sen do lato (Schmi , 1984:38-39).
Según en ende Fernández Vega, en relación al ámbito interno el enemigo es solo inimicus y no iustus hos s, otorgándosele un
tratamiento administra vo y no militar de la enemistad, resultando una figura criminalizada del adversario civil, es decir, un
problema policial (2002:53-54). Y en similar sen do, Corbe a expresa la dis nción entre polí ca exterior y polí ca interior, y
considera que la polí ca dentro del Estado es sólo polí ca en un sen do secundario; y que implica el orden de la comunidad
dentro de un marco pacificado y de unidad (2002:241). Finalmente, también Saint-Pierre sos ene que para Carl Schmi
despoli zar y neutralizar son las funciones internas del Estado, llevando la polí ca a mera policía (2002:262). Es que el Estado -
representante en los úl mos siglos de la forma clásica de la unidad polí ca- va a tratar de concentrar en sus manos todas las
decisiones polí cas para de esta forma instaurar la paz interior, la completa pacificación para crear la situación normal, supuesto
en el cual la norma jurídica puede tener validez (Schmi , 1984:41, 73-74).
Estas consideraciones de Schmi -y de algunos intérpretes- rela vas a la polí ca interior son radicalmente dis ntas cuando se
analiza la polí ca exterior de un Estado:
El concepto del amigo, del enemigo y de la guerra nace de la hos lidad. No es preciso que sea co diana, normal, ni que aparezca
como ideal y deseable, pero debe subsis r como posibilidad real, mientras el concepto de enemigo conserve su significado. (…) La
guerra no es, pues, la meta, el fin, ni siquiera el contenido de la polí ca, pero sí el supuesto, dado siempre como posibilidad real,
que determina de modo peculiar las acciones y los pensamientos humanos y produce un comportamiento específicamente
polí co. De ahí que la caracterís ca de la dis nción del amigo y del enemigo no signifique en modo alguno que un pueblo tenga
que ser perpetuamente amigo o enemigo de otro, o que la neutralización sea imposible o no pueda ser polí camente acertada (…)
El hecho de que el caso se presente excepcionalmente no solo no elimina su carácter determinante, sino que le sirve de
fundamento (Schmi , 1984:49, 51-52).
En la concepción schmi ana, el ejercicio de la soberanía conlleva insita la capacidad de hacer la guerra (posibilidad de morir y dar
muerte) definiendo un enemigo; e incluso, es desde un lugar de legi midad, es decir de no criminalidad, de este recurso frente a
un adversario que comparte las mismas caracterís cas (es un justus hos s) y no un mero delincuente o enemigo personal
(Fernández Vega, 2002:54; Borón y González, 2002:143). Bien dice Schmi que: “Al Estado, considerado como unidad
esencialmente polí ca, corresponde el jus belli, es decir, la responsabilidad real de determinar en caso dado, por virtud de una
decisión propia, el enemigo, y comba rlo” (1984:72).
En los úl mos años, de la mano de no pocos cambios polí cos-sociales ocurridos en las democracias occidentales, se ha venido
registrando en la mayoría de estos países un cambio en la polí ca criminal que
se traduce en una creciente legislación penal, procesal penal y penitenciara que colisiona con los principales fundamentos del
“derecho penal liberal” caracterizado por ser considerado un instrumento de ul ma ra o. La tendencia actual es la u lización del
derecho penal (“del enemigo”) como primera o incluso, única ra o, dejando de lado la apelación a polí cas económicas o sociales,
e incluso el uso del derecho civil o administra vo (Diez Ripollés, 2005; véase también Rivera Beiras, 2003; y Anitúa, 2007).
Un jurista español que se ocupó del tema ha expresado sobre el mismo que:
"Derecho penal del enemigo" en cuanto concepto doctrinal y polí co-criminal que habría sido introducido con ese carácter en el
discurso penal teórico actual por Jakobs ya, aunque de un modo aún muy difuso, en 1985, y el cual ha sido desarrollado y
perfilado con posterioridad por él mismo y por un sector de la doctrina alemana que le sigue o que parte de presupuestos y de
planteamientos próximos a los del gran penalista alemán. En la doctrina, sin embargo, este Derecho penal del enemigo ha
encontrado un rechazo mayoritario en cuanto discurso teórico doctrinal y en cuanto planteamiento polí co criminal (Gracia
Mar n, 2005:2).
Según Jakobs, podemos encontrar tres elementos caracterís cos del “derecho penal del enemigo”:
en primer lugar, se constata un amplio adelantamiento de la punibilidad, es decir, que en este ámbito, la perspec va del
ordenamiento jurídico-penal es prospec va (punto de referencia: el hecho futuro), en lugar de -como es lo habitual- retrospec vo
(punto de referencia: el hecho come do). En segundo lugar, las penas previstas son desproporcionadamente altas: especialmente,
la an cipación de la barrera de punición no es tenida en cuenta para reducir en correspondencia la pena amenazada. En tercer
lugar, determinadas garan as procesales son rela vizadas o incluso suprimidas (…) La esencia de este concepto de Derecho penal
del enemigo está, entonces, en que cons tuye una reacción de combate del ordenamiento jurídico contra individuos
especialmente peligrosos (…) Con este instrumento, el Estado no habla con sus ciudadanos, sino amenaza a sus enemigos (Cancio
Meliá, 2003).
Los par darios del llamado “derecho penal del enemigo” sos enen como jus ficación para su implementación, que:
el “enemigo” es un individuo que, mediante su comportamiento individual o como parte de una organización, ha abandonado el
Derecho de modo supuestamente duradero y no sólo de manera incidental; es alguien que no garan za la mínima seguridad
cogni va de su comportamiento personal y manifiesta ese déficit a través de su conducta. El tránsito del “ciudadano” al
“enemigo” se iría produciendo mediante la reincidencia, la habitualidad, la profesionalidad delic va y, finalmente, la integración
en organizaciones delic vas estructuradas. Y en ese tránsito, más allá del significado de cada hecho delic vo concreto, se
manifestaría una dimensión fác ca de peligrosidad, a la que habría que hacer frente de modo expedi vo a través de un
ordenamiento jurídico especial. Así, esta modalidad de Derecho podría interpretarse como un Derecho de las medidas de
seguridad aplicables a imputables peligrosos (Guillamondegui, 2004; véase también Parma, 2005; ambos en contra). (…) Existen
individuos que, debido a su ac tud personal, a sus medios de vida, a su incorporación a organizaciones delic vas o a otros
factores, muestran de manera reiterada y duradera su disposición a delinquir, defraudando así persistentemente las expecta vas
norma vas formuladas por el derecho, por lo que no sa sfacen las garan as mínimas de comportamiento de acuerdo a las
exigencias del contrato social. A tales individuos no se les puede considerar personas ni ciudadanos, son enemigos de la sociedad
que deben ser excluidos de ella. El derecho penal que ha de regir para ellos debe ser sustancialmente dis nto del vigente para los
ciudadanos, ha de ser uno militante, encaminado a neutralizar su peligrosidad, y en el que las garan as son reducidas y la pena ya
no busca reafirmar la vigencia de la norma sino asegurar el mantenimiento extramuros de la sociedad de estos individuos. Nichos
sociales de surgimiento de enemigos dentro de la sociedad del riesgo es ma Jakobs que se encuentran de forma predominante en
la criminalidad económica, en el terrorismo, en el narcotráfico y la delincuencia organizada en general, en la delincuencia sexual u
otras conductas peligrosas cercanas, en la delincuencia habitual y, en general, en toda la delincuencia grave. Tales ámbitos
delincuenciales deberían, pues, tratarse de acuerdo a las pautas de ese derecho penal de enemigos y no de ciudadanos (Diez
Ripollés, 2005:20)[1].
La creciente inflación penal que en occidente viene ganando terreno opera con una an nomia muy simple y básica: las categorías
de amigo y enemigo. Para el amigo, entendido como delincuente ocasional que puede ajustarse a la norma va legal y
comprometerse en el respeto a la legalidad, se reserva el derecho penal llamado liberal, que sos ene el cumplimiento de las
garan as cons tucionales; mientras que para el enemigo se aplica un derecho penal de autor (no de acto) cuya función es
inocuizar al enemigo antes que resocializarlo y volver a integrarlo a la sociedad, es decir, el obje vo principal es aislarlo para así
evitar que delinca. Desde esta concepción, Jakobs pretende diferenciar las dos pos de legislaciones penales, evitando de esta
manera que el denominado “derecho penal del enemigo”, que es un derecho de lucha, termine por cooptar el resto del derecho
penal liberal des nado a los ciudadanos; adoptando de esta forma una postura tác ca frente a lo que él considera ya como un
avance innegable en la legislación penal (Aguirre, 2004). Pareciera entonces operarse hacia dentro del campo polí co-criminal
una transformación jurídica del inimicus en hos s, con las binarias caracterís cas y posturas extremas que esto conlleva:
La esencia del trato diferencial que se depara al enemigo consiste en que el derecho le niega su condición de persona y solo lo
considera bajo el aspecto de ente peligroso o dañino. Por mucho que se ma ce la idea, cuando se propone dis nguir entre
ciudadanos (personas) y enemigos (no personas), se hace referencias a humanos que son privados de ciertos derechos
individuales en razón de que se dejó de considerarlos personas, y ésta es la primera incompa bilidad que presenta la aceptación
del hos s en el derecho con el principio del estado de derecho (Zaffaroni, 2006:18).
Por su parte, de las hipótesis estudiadas por Saint-Pierre (2002:264-265) como supuestos de enemigos internos schmi anos,
ninguna de ellas se ajusta o armoniza con las previstas en la conceptualización del llamado “derecho penal del enemigo”.
Confirmamos esto apoyándonos en el texto del propio Schmi , de cual surge que no pareciera lícito considerar al enemigo como
no-persona:
Dentro de la realidad psicológica, fácilmente suele el enemigo ser tratado de malo y feo, por cuanto toda dis nción, y
singularmente la polí ca, que es la discriminación y agrupación más fuerte e intensa, esgrime y llama en su auxilio para jus ficarse
ante su conciencia, a todas las demás dis nciones posibles (…) No es necesariamente enemigo el que es moralmente malo,
esté camente feo o económicamente dañoso (1984:36).
Considero que estos úl mos párrafos muestran de manera muy clara que lo postulado por Carl Shmi no se puede armonizar o
compadecer con la doctrina del así llamado “derecho penal del enemigo”, interpretando sobre todo que Schmi se refiere a una
guerra entre enemigos declarada por unidades polí cas soberanas, es decir, que se vuelve notoriamente inviable u lizar a Schmi
por parte de una unidad polí ca pacificada [2] que unilateralmente pretende declararle la guerra a determinada delincuencia bajo
la categoría de considerárselas como no personas.
Aún sin desconocer el carácter violento en la cons tución y en el posterior mantenimiento del orden jurídico-estatal (Grüner,
1997:31; Rivera Ramos, 2004:3), en los postulados del derecho penal del enemigo se da como presupuesto la existencia de una
guerra no declarada hacia dentro de la sociedad, que no enfrenta a otros Estados soberanos ni se desencadena tras una
declaración formal de guerra, ni se aplica el derecho humanitario de la Convención de Ginebra, pretendiendo llevar al campo del
derecho y de lo jurídico aquello que concierne al orden de lo polí co y la polí ca.
Si bien es cierto que la consideración del delincuente como un enemigo de la sociedad al que no se le debe trato de persona
puede rastrearse desde la so s ca griega del siglo V a. C y el mismo Platón, pasando por la Inquisición, Hobbes y Rousseau, hasta
Fichte y Kant, sin olvidar a Garófalo, von Liszt, Stooss y Mezger (Gracia Mar n, 2005; Zaffaroni, 2006:11), es dis nta la situación
cuando se pretende semejante trato bajo el Estado Cons tucional de Derecho:
(…) resulta intolerable la categoría jurídica de enemigo o extraño en el derecho ordinario (penal o de cualquier otra rama) de un
estado cons tucional de derecho, que sólo puede admi rlo en las previsiones de su derecho de guerra y con las limitaciones que a
éste le impone el derecho internacional de los derecho humanos en su rama de derecho humanitario (legislación de Ginebra),
habida cuenta de que ni siquiera éste priva al enemigo bélico de la condición de persona (Zaffaroni, 2006:12).
También es bien cierto lo que se ha expresado sobre el jurista -Günther Jakobs- que actualmente introdujo el mentado concepto
en el derecho penal: “No existe en el texto una sola mención al pensamiento dicotómico de Carl Schmi , ni se advierte siquiera
una mención del filósofo renano, aunque los exégetas y crí cos de Jakobs lo asocien indefec blemente con éste” (Aguirre, 2004;
Zaffaroni, 2006:155).
¿Por qué entonces la asociación de Jakobs con pensamiento de Carl Schmi por parte de la mayoría de los intérpretes del
“derecho penal del enemigo”? La respuesta -con la que finalizamos el presente trabajo- no es sencilla ni defini va: las
asociaciones entre los dos autores no provienen de un solo autor, por el contrario, tanto en Europa (España y Alemania sobre
todo) como en La noamérica (Colombia, Perú, Ecuador, Argen na, Chile) se sigue vinculando estrechamente a Günther Jakobs y a
Carl Schmi . En nuestro contexto local[3] tanto Zaffaroni (notoriamente en contra del derecho penal del enemigo) como Marteau
(a favor del derecho penal del enemigo) han expresado lo suyo:
(…) la cues ón de la enemistad adquiere su máxima intensidad ya que la dicotomía planteada di cilmente pueda resolverse
apelando a normas o instancias de mediación preestablecidas, sino más bien resulta zanjada por el conflicto directo de los
individuos en posición de hos lidad. Esto lo ha señalado con aguda precisión Carl Schmi , tal vez el úl mo pensador clásico de lo
polí co, quien además ha adver do sobre el carácter público que adquiere la enemistad en este punto (Marteau, 2003).
Es incorrecto rechazar la legi mación parcial del nuevo autoritarismo “cool” que ensaya Jakobs porque su base sea schmi ana,
puesto que no es verdad, sino que corresponde cri carla porque irremediablemente conduce y acaba en el estado absoluto de
Carl Schmi (…) No debe negarse la coherencia de Schmi a causa de sus terribles consecuencias, sino todo lo contrario: creemos
que, justamente, su formidable y fría coherencia demuestra que la tesis del enemigo en el campo de la ciencia polí ca acaba
necesariamente en las conclusiones a las que llega este autor (Zaffaroni, 2006:156 y 135).
Parece desprenderse entonces que el pensador Carl Schmi es un autor imprescindible en la temá ca del enemigo, lo que
conlleva una suerte de asociación casi automá ca con sus postulados, aunque de buena fe se quiera decir otra cosa y para otro
campo del saber. Pensar al enemigo, es quizás un modo de anclarse en la lógica binaria del úl mo pensador de lo polí co.
Bibliogra a.
AGUIRRE, E. (2004). “Consideraciones criminológicas sobre el derecho penal del enemigo”, disponible en:
www.fabiandiplacido.com.ar.
– (2007). “La concepción de la enemistad en el pensamiento de los clásicos. Rousseau y los infractores del pacto social”,
disponible en: h p://www.derechopenalonline.com/derecho.
ALCOCER POVIS, E. (2006). “El derecho penal del enemigo. ¿Realización de una opción polí co criminal o de una criminal polí ca
de Estado?”, Ins tuto de Ciencia Procesal Penal, disponible en: h p:// www.unifr.ch/ddp1/
ANITUA, I. (2007). “La legislación penal en la dinámica de la guerra contra el `mal` o el `enemigo`”, en BOHM, M. L. y GUTIERREZ,
M. (comps). Polí cas de seguridad. Peligros y desa os para la criminología del nuevo siglo, pp. 33-54. Buenos Aires: Del Puerto.
APONTE CARDONA, A. (2007). “De la guerra y la polí ca: dinámica co diana del derecho penal del enemigo”, en BOHM, M. L. y
GUTIERREZ, M. (comps). Polí cas de seguridad. Peligros y desa os para la criminología del nuevo siglo, pp. 55-76. Buenos Aires:
Del Puerto.
BALIBAR, E. (2003). “El Hobbes de Schmi , el Schmi de Hobbes”, en BERGALLI, R. y MARTYNIUK, C. Filoso a, polí ca y derecho.
Homenaje a Enrique Marí, pp. 119-148. Buenos Aires: Prometeo.
BORON, A. y GONZALEZ, S. (2002). “¿Al rescate del enemigo? Carl Scmi y los debates contemporáneos de la teoría del estado y la
democracia”, en BORON, A. (comp). Filoso a polí ca contemporánea. Controversias sobre civilización, imperio y ciudadanía, pp.
135-159. Buenos Aires: Clacso.
CANCIO MELA, M. (2003). “¿`Derecho penal` del enemigo?”, en JAKOBS, G. y CANCIO MELA, M. Derecho penal del enemigo, pp.
57-102. Madrid: Civitas.
CORBETTA, J. C. (2002). “La polí ca y lo polí co. De Carl Schmi a Julián Freund”, en DOTTI, J. y PINTO, J. (compiladores). Carl
Schmi , su época y su pensamiento, pp. 229-259. Buenos Aires: Eudeba.
DIEZ RIPOLLES, J. (2004). “El nuevo modelo penal de la seguridad ciudadana”, en Revista electrónica de ciencia penal y
criminología. Disponible en: h p://criminet.ugr.es/recpc/06/recpc06-03.
– (2005). “De la sociedad del riesgo a la seguridad ciudadana: un debate desenfocado”, Revista electrónica de
ciencia penal y criminología. Disponible en: h p://criminet.ugr.es/recpc/07/recpc07-01.
DOTTI, J. (2005). “Definidme como queráis, pero no como román co (Carl Schmi )”, en SCHMITT, C. Roman cismo polí co.
Bernal: UNQ.
EGUIGUREN PRAELI, F. (2004). “Los derechos fundamentales como límites para la legislación especial sobre juzgamiento por
terrorismo”, en Seminario en La noamérica de Teoría Cons tucional y Polí ca (SELA 2003), pp. 249-264. Buenos Aires: Del Puerto.
FERNANDEZ VEGA, J. (2002). “Aproximaciones al enemigo”, en DOTTI, J. y PINTO, J. (compiladores). Carl Schmi , su época y su
pensamiento, pp. 43-55. Buenos Aires: Eudeba.
FREUND, J. (2006). Vista en conjunto sobre la obra de Carl Schmi . Buenos Aires: Struhart.
GARGARELLA, R. (2004). “La úl ma carta. El derecho de resistencia en situaciones de alienación legal”, en Seminario en
La noamérica de Teoría Cons tucional y Polí ca (SELA 2003), pp. 295-320. Buenos Aires: Del Puerto.
GRACIA MARTIN, L. (2005). “Consideraciones crí cas sobre el actualmente denominado `derecho penal del enemigo`”, en Revista
electrónica de ciencia penal y criminología, disponible en: h p://criminet.ugr.es/recpc.
GRUNER, E. (1997). Las formas de la espada. Miserias de la teoría polí ca de la violencia. Buenos Aires: Colihue.
– (2002). “La tragedia, o el fundamento perdido de lo polí co”, en BORON, A. y DE VITA, A. (compiladores). Teoría y
filoso a polí ca. La recuperación de los clásicos en el debate la noamericano. Buenos Aires: Clacso.
GUILLAMONDEGUI, L. (2004). “Los discursos de emergencia y la tendencia hacia un derecho penal del enemigo”, disponible en:
www.carlosparma.com.ar.
MARTEAU, J. F. (2003). “Una cues ón central en la relación Derecho-Polí ca. La enemistad en la polí ca criminal contemporánea”,
en Revista Abogados, Nº 71. Disponible en: h p://www.cpacf.org.ar/
MOONEY, J. y YOUNG, J. (2007). “El terror tras el terror: después del 9/11”, en BOHM, M. L. y GUTIERREZ, M. (comps). Polí cas de
seguridad. Peligros y desa os para la criminología del nuevo siglo, pp. 289-316. Buenos Aires: Del Puerto.
PARMA, C. (2005). “El enemigo del derecho penal del enemigo”, disponible en: h p://www.alfonsozambrano.com/dpe.
RASCH, W. (2004). “Un ser peligroso y dinámico. Carl Schmi : la prioridad lógica de la violencia y la estructura de lo polí co”, en
Deus Mortalis, Nº 3, pp. 427-449.
RIVERA BEIRAS, I. (2003). “Los actuales horizontes puni vos (un ensayo de luces y sombras)”, en BERGALLI, R. y MARTYNIUK, C.
Filoso a, polí ca y derecho. Homenaje a Enrique Marí, pp. 331-354. Buenos Aires: Prometeo.
RIVERA RAMOS, E. (2004). “Reflexiones bajo el influjo de una violencia extrema”, en Seminario en La noamérica de Teoría
Cons tucional y Polí ca (SELA 2003), pp. 3-14. Buenos Aires: Del Puerto.
SAINT-PIERRE, H. (2002). “La centralidad del concepto de `enemigo` en la teoría de la soberanía de Carl Schmi ”, en DOTTI, J. y
PINTO, J. (compiladores). Carl Schmi , su época y su pensamiento, pp. 255-271. Buenos Aires: Eudeba.
STRASSER, C. (2006). “Schmi , Carl”, en DI TELLA, T. et al. Diccionario de Ciencias Sociales y Polí cas, pp. 631-635. Buenos Aires:
Ariel.
VÍQUEZ, K. (2007). “Derecho penal del enemigo ¿Una quimera dogmá ca o un modelo orientado al futuro?”, en Polí ca Criminal,
nº 3, disponible en: h p://www.poli cacriminal.cl.
ZAMBRANO PASQUEL, A. (2006). “Derecho penal del enemigo y la impronta del terrorismo”, disponible en:
h p://www.iuspenalismo.com.ar.
Notas:
[1] Por su puesto que en los dis ntos contextos polí cos las concepciones autoritarias enroladas detrás del derecho penal del
enemigo, asumen caracterís cas propias, así para Argen na se ha dicho que: “La presentación lamentable que en la sociedad
argen na hiciera hace poco empo el Manha an Ins tute de Nueva York, de la mano del ya desembozado -aunque,
naturalmente, "ciudadano"- Juan Carlos Blumberg, haciendo explícito un discurso regresivo en el que "los limpiavidrios y las
pros tutas son parte del terrorismo urbano", dan la pauta de la proyección y alcance del derecho penal del enemigo -y de los
enemigos- en una región marginal del capitalismo tardío” (Aguirre, 2004).
[2] La situación colombiana es sin duda un caso mucho más complejo que el del resto de las democracias occidentales que
adhieren en sus postulados polí co-criminales al denominado “derecho penal del enemigo”. Para un análisis del par cularísimo
contexto colombiano, véase Aponte Cardona (2007).
[3] Para el contexto alemán, la asociación vino de parte de Albrecht y otros profesores de derecho penal, a quien Jakobs le
contestó que solo “existe una similitud de
terminología y planteamientos con Schmi , pero que ambos deben situarse en su correspondiente momento histórico”, véase
Zaffaroni (2006:155, nota 395) y Víquez (2007:14, nota 58).
derechopenalonline.com
URL corta: h ps://derechopenalonline.com/?p=439
URL h ps://derechopenalonline.com/enemigos-in mos-o-sobre-como-leyo-el-derecho-penal-a-carl-schmi /
ISSN 1853-1105 | Derecho Penal Online Copyright © 2018. Todos los derechos reservados. Hecho el depósito de Ley 11.723. Prohibida la
reproducción del contenido sin autorización del tular de este si o web (art. 72 de la ley 11.723).
diseño web montangiedg.com.ar