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Entre las normas a las que se refiere Tamburini figuran, en primer lugar, los Decretos
Supremos 2298 y 2366, ambos publicados el año 2015, que según los expertos reducen
la consulta previa a un simple trámite administrativo y permiten la exploración y
explotación de recursos naturales en áreas protegidas.
Otro de los peligros de la política extractiva boliviana es que este año se ha expandido la
frontera petrolera a otros territorios. “Las operaciones ya no están solo focalizadas en el
Chaco, sino que han ingresado a la zona andina amazónica del país”, dice Silvia Molina,
investigadora del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla).
Para la investigadora esto tendrá un fuerte impacto en la zona (Amazonia) porque toda
actividad petrolera demanda la construcción de infraestructura, mientras que la minería
transforma el territorio y contamina con mercurio el agua y los suelos.
“La política económica del gobierno se dirige cada vez más a profundizar la explotación
de la riqueza natural del país, porque requiere contar con mayores ingresos económicos
para mantener el gasto público”, dice Molina, por eso incursiona más en áreas protegidas
y territorios indígenas, con condiciones favorables para las empresas extranjeras.
Las áreas protegidas son claves para conservar refugios para la vida silvestre,
“intervenirlas, sin duda, provocará un aumento en las tasas de pérdida de biodiversidad e
incluso la extinción de especies”’, remarca Vos.
Pero otra fracción de comuneros apoya el proyecto. En eso se apoya el Gobierno que
firmó un convenio la semana pasada con ellos. “Este convenio con el Distrito 11, tiene el
objetivo de velar por las fuentes laborales locales, permitiendo el desarrollo y la
protección de nuestra naturaleza”, afirmó el viceministro de Planificación y Desarrollo
Hidrocarburífero, Carlos Quispe.
La Autoridad de Bosques y Tierra (ABT) calcula que entre los años 2016 y 2017 se
deforestaron en Bolivia más de 554 000 hectáreas. Y aunque la institución estatal sostiene
que la deforestación ilegal bajó en un 26% en 2017, la legal se elevó en un 10%,
manteniendo su tendencia al alza desde hace cuatro años. La deforestación ilegal
representa el 57% y la legal el 43%.
Pablo Solón Romero, analista y director de la Fundación Solón, critica que la ABT hable
de una disminución de la tala ilegal cuando, en la práctica, lo ilegal se está volviendo
legal. “No se está reduciendo la deforestación, eso muestran los datos de la ABT. El
impacto en términos ambientales es el mismo, ya sea legal o ilegal la deforestación”,
puntualizó.
Además, señala Solón, exembajador del actual Gobierno, si se contrastan los datos de
deforestación con los focos de calor registrados —las quemas que realizan los agricultores
para habilitar sus tierras— se puede concluir que la superficie deforestada podría ser
mayor y que pasaría incluso las 300.000 hectáreas.
Las áreas protegidas, por otro lado, siguen siendo el blanco de los traficantes de madera.
“La tala indiscriminada e ilegal de árboles dentro de las áreas protegidas y fuera de ellas
es permanente. Las denuncias que recibimos de las comunidades son constantes”,
sostiene Abel Mamani, director del Sernap.
Los traficantes falsifican los certificados emitidos por la ABT para transportar la madera,
como lo denunció Mongabay Latam junto a seis medios periodísticos en el especial
“Madera sucia”.
“Es el tema que más nos preocupa, porque el desempeño ambiental de las empresas chinas
es el más bajo que hemos visto hasta ahora, y están en las áreas más sensibles y frágiles”,
puntualiza Marco Gandarillas del Cedib.
Una investigación de Gandarillas develó que las empresas chinas están presentes en todos
los sectores. En lo formal, están inscritos como proveedores del Estado de manera
individual o formando sociedades accidentales, y dentro del terreno de la informalidad,
han buscado asociarse con cooperativas que desarrollan la minería ilegal en ríos de la
Amazonia. “Extraen el oro con las dragas y, ahora, estamos viendo los ‘dragones’, que
son muchos más grandes. Están amalgamado con mercurio para extraer la mayor cantidad
de oro’’, lamenta Gandarillas porque la contaminación con mercurio, de ríos y suelos, es
incontrolable.
Esta decisión judicial fue un logro para las autoridades ambientales, activistas y
profesionales, que vigilaron de cerca el caso y que estuvieron presentes a lo largo del
proceso.
Hoy, a pesar que los abogados de la defensa preparan la apelación, la sentencia constituye
un precedente y envía un mensaje contundente a aquellas personas que forman parte de
estas mafias que trafican animales silvestres.
La asesora legal de la Direna de Santa Cruz señala que si bien es un logro la sentencia, en
la práctica es muy difícil conseguir que los jueces y fiscales entiendan la magnitud del
problema porque, básicamente, no están especializados en los delitos ambientales.
La firma del Acuerdo de Escazú por el Gobierno boliviano es considerado otro avance.
Este acuerdo, en el que participan países de América Latina y el Caribe, permitirá
asegurar el acceso a la información de manera oportuna, promoverá la participación de la
población en las decisiones que afecten sus vidas y, sobre todo, permitirá proteger a los
defensores ambientales. Por eso, Marco Gandarillas considera positivo que Bolivia lo
haya firmado. “Es un acuerdo muy claro, muy bien detallado, el cual da muy poco margen
para que los Estados puedan dilatar su implementación”, remarca.
Si bien Solón y Tamburini consideran también que la firma del tratado es una buena
noticia, temen que el Estado boliviano no respete los compromisos.
El 2019 será un año electoral y los analistas y expertos aún no tienen claro cuál será la
estrategia del gobierno para enfrentarse a todos estos graves problemas ambientales.
969 Ley
Esta norma permitirá que se construya infraestructura dentro del Tipnis.
33 Hectáreas
de cultivo ilegal de coca se han detectado dentro del Tipnis.
117 hectáreas sembradas
de coca tenía el Parque Nacional Carrasco en 2017 y 96, en 2016.
El pasado 25 de septiembre, y tras menos de una hora de debate, los diputados estatales
de la Asamblea Legislativa de Rondonia, vecina con Bolivia, eliminaron 11 áreas
protegidas que abarcan cerca de 600 000 hectáreas de bosque. Esta cifra equivale al 3%
de la superficie total de ese estado. La medida fue aprobada en tiempo récord: el proyecto
de ley ingresó a la Asamblea en la mañana y para la tarde ya se había convertido en ley.
Sin embargo, esta jugada no fue sorpresiva. Por el contrario, la aprobación fue el resultado
de una batalla encarnizada a lo largo de seis meses librada entre la bancada ruralista
(grupo de presión de la agroindustria) en la Asamblea Legislativa y el Gobierno estatal
(respaldado por los ambientalistas).
https://www.eldia.com.bo/index.php?cat=148&pla=3&id_articulo=267330