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El docente debe, asimismo, analizar y conocer a sus alumnos para utilizar las zonas de desarrollo
próximo en el aprendizaje de nuevos saberes, creando para esto “estructuras” o “andamios” flexibles
y estratégicos en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Todo esto con la finalidad de proporcionarles
a los estudiantes una enseñanza adecuada, de acuerdo a su aprendizaje consolidado, de tal manera
que no exista una separación grande entre éste y los nuevos conocimientos que el profesor
considere que los alumnos deben adquirir.
Es interesante que se considere el beneficio que aporta el trabajar juntos para aprender mejor.
Además este aprendizaje debe ser planeado cuidadosamente por el profesor, proponiendo retos
intelectuales a sus alumnos, diseñando las actividades y organizando el trabajo grupal o por equipo
para adquirir estos nuevos conocimientos
CONCEPCION DEL ALUMNO
El alumno debe ser entendido como un ser social, producto y protagonista de las múltiples
interacciones sociales en que se involucra a lo largo de su vida escolar y extraescolar. De hecho, las
funciones psicológicas superiores son producto de estas interacciones sociales, con las que además
mantienen propiedades organizativas en común. Gracias a la participación en los procesos
educacionales sustentados en distintas prácticas y procesos sociales, en los que se involucran
distintos agentes y artefactos culturales, el niño–aprendiz consigue aculturarse y socializarse (y así
se convierte en miembro de esa cultura) y al mismo tiempo se individualiza y desarrolla su propia
personalidad.
Al principio y al final del hecho, los saberes o instrumentos se encuentran distribuidos en un flujo
sociocultural (manuales, libros, programas computacionales, discos compactos, géneros discursivos,
sistemas semióticos, etc.) del que también forma parte el sujeto que aprende.
Por consiguiente, el papel de la interacción social con los otros (especialmente los que saben más:
experto, maestro, padres, niños mayores, iguales, etc.) tiene importancia fundamental para el
desarrollo psicológico (cognitivo, afectivo, etc.) del niño-alumno.
Las actividades realizadas por los miembros participantes terminan siendo una actividad conjunta,
enriquecida por las aportaciones activas de cada uno de los involucrados (sea en parejas o en
pequeños grupos). En las interacciones ocurridas entre iguales, se recrean zonas de construcción
relativas a la comprensión y solución de la tarea, que amplían las posibilidades que los sujetos por sí
mismos (individualmente) no tendrían.