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UNIVERSIDAD NACIONAL DE

CAJAMARCA
Fundada por Ley N°14015 del 13 de febrero de 1962

FACULTAD DE CIENCIAS AGRARIAS

ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE INGENIERÍA AMBIENTAL

AÑO DEL DIÁLOGO Y LA RECONCILIACIÓN NACIONAL.

TEMA:

EL BIEN COMÚN, LA VERDAD Y LA JUSTICIA.

DOCENTE:

CABANILLAS HERNANDEZ GILDER

INTEGRANTES:

 SALAZAR ROJAS, JAKELINE ROSANGELA.


 YOPLA PAISIG, LEYDI NATALY

CICLO:

VII.

CELENDÍN-PERÚ-JUNIO-2018

1
AGRADECIMIENTO.
A Dios por darnos la vida y a nuestros padres por su inmenso apoyo.
DEDICATORIA

A:
Nuestros padres por el arduo esfuerzo que realizan para hacer de nosotros personas de bien
y así concretar nuestras metas. Así mismo al Doc.Gilder Cabanillas Hernández por
contribuir con nuestro aprendizaje y hacer que lo plasmemos en un trabajo como este.

3
INTRODUCCIÓN
El bien común es una antigua noción filosófica que usada en el presente busca expresar el
bien que requieren las personas en cuanto forman parte de una comunidad y el bien de la
comunidad en cuanto esta se encuentra formada por personas. Sin embargo, una noción
aparentemente sencilla, ha tenido un largo y a veces tortuoso proceso de definición. Platón
en La República concebía al bien común como un bien que trasciende los bienes
particulares ya que la felicidad de la ciudad debe ser superior y hasta cierto punto
independiente de la felicidad de los individuos. Aristóteles perfeccionaría esta idea en su
Política: “fin de la ciudad es el vivir bien; Hay que suponer, en consecuencia, que la
comunidad política tiene por objeto las buenas acciones y no sólo la vida en común”. De
este modo no sólo el bien común es superior por ser el bien del todo social sino por su
esencial índole moral: antes que versar sobre bienes públicos (calles, plazas, etc.) está
construido por la virtud, es decir, por todo aquello que desarrolla de manera positiva y
estable al ser humano de acuerdo a su naturaleza profunda.
Verdad y justicia son dos conceptos con capítulo propio en la historia de la filosofía. Desde
hace cerca de 2.500 años, los filósofos que se formaron a la sombra de Atenas se vienen
preguntando cómo entender ideas tan complejas como verdad y justicia, si entre ambas
existe una relación, y qué tipo de relación: ¿están coordinadas, articuladas, o subordinadas?
¿Son independientes? ¿Están llamadas a colaborar, o han de reñir entre sí?
Hay filósofos –antiguos, modernos y contemporáneos– que piensan que verdad y justicia
son conceptos inseparables, que se requieren mutuamente, de modo que donde no esté uno
tampoco podría estar el otro.
Para Platón, por ejemplo, ambos conceptos forman parte de la idea de lo bueno, de esta idea
reciben legitimidad, consistencia, validez, e incluso belleza. Por eso intentar desvincular o
alejar un concepto respecto del otro inevitablemente conduce a desaciertos y
equivocaciones teóricas y prácticas, esto es, políticas.
Quizás haya sido Aristóteles el primero en desarrollar una teoría de la justicia que puede ser
considerada consistente conceptualmente y al mismo tiempo independiente de una teoría de
la verdad. Tal fue su empeño en el Libro 'V de la Ética a Nicómaco', donde el concepto de
justicia es sometido a un análisis riguroso que, en principio, no depende de su propia
doctrina metafísica.
Si Platón es considerado el padre del idealismo, Aristóteles debe serlo del realismo. Para él,
la verdad no procede de las ideas, está en las cosas y en los hechos, y nosotros de algún
modo lo que hacemos es extraerla y formularla en juicios organizados, que llamamos
ciencias.
La justicia, por su parte, es siempre relativa a sus circunstancias, de ellas depende, y no de
la idea de lo justo o lo bueno en sí mismo. Los juicios sobre lo justo y lo injusto son
obtenidos a partir de las situaciones en las que estos se hacen necesarios, y en ese sentido
podríamos decir que la justicia es la respuesta del hombre prudente en medio de los
conflictos en los que continua e inevitablemente habrá de encontrarse.
ÍNDICE
AGRADECIMIENTO. ........................................................................................................... 2
DEDICATORIA ..................................................................................................................... 3
INTRODUCCIÓN .................................................................................................................. 4
1 CAPÍTULO I: PLANTEAMIENTO DE LA INVESTIGACIÓN. ................................. 6
1.1 Problemática a investigar ......................................................................................... 6
1.2 Formulación del problema ....................................................................................... 6
1.3 Justificación ............................................................................................................. 6
1.4 Ámbito de la investigación ...................................................................................... 6
1.5 Tipo de investigación ............................................................................................... 7
1.5.1 Por su finalidad ................................................................................................. 7
1.5.2 Según su diseño ................................................................................................ 7
1.6 Objetivos .................................................................................................................. 7
2 CAPÍTULO II: MARCO TEÓRICO. ............................................................................. 7
2.1 Antecedentes ............................................................................................................ 7
2.2 Marco teórico. ........................................................................................................ 11
3 DISCUSIÓN.................................................................................................................. 33
4 CONCLUSIONES ........................................................................................................ 33
5 SUGERENCIAS ........................................................... Error! Bookmark not defined.
6 BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................... 33

5
1 PLANTEAMIENTO DE LA INVESTIGACIÓN.
1.1 Problemática a investigar
El objetivo de esta investigación es profundizar sobre los temas filosóficos que estamos
tratando en el curso de Deontología, son palabras que muy seguido se escucha hablar o
discutir, y sin darnos cuenta, el bien común, la verdad y la justicia están presentes en cada
acción que todas las personas realizamos. La sociedad en la que vivimos actualmente
sufre de un problema muy notorio, nos referimos entonces a la falta de valores y acciones
éticas y morales que hagan de este mundo cada día más armonioso. Las personas cada vez
son más insensibles a lo que pasa a su entorno, dejando muchas veces que las injusticias e
impunidad sea algo muy normal. Como alternativa de solución, se cree conveniente que
para mejorar el entorno en el que vivimos, la educación es lo más importante, pues de esa
forma se inculcaría a todos los conocimientos correctos, buscando distinguir el bien del
mal, y los beneficios que tendría demostrar los valores en la sociedad que nos
desarrollamos y desarrollaremos más adelante.

1.2 Formulación del problema


Cómo se manifiesta el bien común, la verdad y la justicia en la sociedad.

1.3 Justificación
Este trabajo se justifica por la importancia que conlleva realizar un trabajo de
investigación que nos ayude a mejorar como estudiantes y personas, pues tratar temas
como el bien común, la verdad y la justicia, nos harán reflexionar sobre cómo nos estamos
desarrollando como parte de esta sociedad en la que vivimos, además nos permitirá
analizar cómo se están tratando estos temas en la actualidad y que tanta importancia se le
está tomando para mejorar como nación.

1.4 Ámbito de la investigación


Esta investigación está delimitada de manera:

ESPACIAL: La investigación se realizará en el Distrito de Celendín, Provincia de


Celendín, Departamento de Cajamarca.
DE CONTENIDO: La investigación que se realizará forma parte de la Filosofía,
pero nos enfocaremos en el bien común, la verdad y la justicia, específicamente.
1.5 Tipo de investigación
1.5.1 Por su finalidad
La investigación es básica, pues se entra principalmente en la conceptualización de los
términos que forman parte del trabajo.

1.5.2 Según su diseño


Esta investigación es descriptiva-explicativa, pues se centrará en investigar sobre cada
uno de los términos que forman parte del trabajo, además se explicará cómo se están
desarrollando actualmente dentro de la sociedad.

1.6 Objetivos
 Objetivo general
Investigar y definir el bien común, la verdad y la justicia.
 Objetivo específico
Analizar como se manifiesta el bien común, la verdad y la justicia en la sociedad.

2 CAPÍTULO II: EL BIEN COMÚN, LA VERDAD Y LA JUSTICIA


2.1 Antecedentes
 Chomsky (2002) en las entrevistas realizadas por David Barsamian (2001) dijo. Para
Aristóteles una democracia debería ser plenamente participativa (con algunas
notables excepciones como las mujeres y los esclavos) y que su meta debería ser
buscar el bien común. Para lograrlo, debe asegurar una relativa igualdad. “propiedad
moderada y suficiente” y “prosperidad duradera” para todos. En otras palabras,
Aristóteles consideraba que es imposible hablar de democracia donde hay riqueza y
pobreza extremas. Una democracia verdadera debe ser lo que llamamos un estado
benefactor -en realidad, una forma extrema de éste, que supera cualquier cosa vista
durante el siclo pasado.
Aristóteles también señalo que si en una democracia perfecta hay un pequeño
numero de ricos y un gran numero de pobres, estos utilizaran sus derechos
democráticos para quitarles propiedades a aquellos como les pareciera justo, propuso
dos soluciones: reducir la pobreza (lo cual recomendaba) o reducir la democracia.
 Según Shklar (2013) en su libro Los rostros de la injusticia considera que “La
injusticia no debería ser despachada rápidamente como un preliminar del análisis de

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la justicia. Y tampoco el verdadero reino de la injusticia es un estado de naturaleza
amoral y prelegal. La injusticia no solo aparece en las raras ocasiones en las que cae
un orden político y legal. Tampoco permanece más allá de las fronteras de los
mejores Estados conocidos. La mayoría de las injusticias ocurren todos los días en el
marco de los sistemas de gobierno establecidos, que cuentan con un sistema
operativo legal. A menudo, es la propia gente que se supone que debe prevenir la
injusticia la que, en su poder oficial, comete los actos más graves de injusticia, sin
demasiada protesta por parte de la ciudadanía”.
 Queralt (2012) en su tesis titulada Justicia y Responsabilidad: Un análisis del
Liberalismo Igualitario considera como La tercera y última característica de la
sociedad bien ordenada es que sus miembros tienen un deseo fuerte y normalmente
efectivo de actuar según lo que exigen los principios de justicia. El sentido de justicia
se manifiesta a través de dos actitudes morales (TJ: §74). Por un lado, genera
culpabilidad respecto a los actos propios que violan, conscientemente, las exigencias
de la justicia. Por otro lado, produce indignación ante las violaciones de los
principios de justicia por parte de otros. Un sentido de justicia efectivo y
generalizado es lo que permite que se dé la estabilidad por razones morales que
caracteriza la sociedad bien ordenada.
 Javier Escorial, M. (2002) en su tesis titulada La teoría de la verdad de William
James no s dice que En concreto F.H. Bradley mantenía que: “La verdad es una
expresión ideal del universo, a la vez coherente y exhaustiva. No debe estar en
contradicción consigo misma, y no puede haber nada que deje de estar en ella. La
verdad perfecta, en pocas palabras, debe realizar la idea de un conjunto sistemático”.
En definitiva, esta postura filosófica mantiene una noción del conocimiento humano
en la cual la verdad parcial aparece relacionada interna, sistemática y
armoniosamente con cada tina de las demás verdades parciales, formando en
conjunto una totalidad coherente.
 Antonio Argandoña (2011) en su documento de investigación concluye que:
El concepto de bien común dista mucho de ser aceptado por muchos filósofos y
científicos sociales, y los que lo usan asumen concepciones muy distintas del
mismo. Cuando se identifica con un conjunto de libertades democráticas o de
derechos humanos, o con el objeto genérico de políticas sociales y
redistributivas, el concepto goza de una amplia aceptación. Pero cuando se
presenta como un bien que no solo es compartido por los ciudadanos, sino que
tiene una existencia propia, el número de adhesiones se reduce
considerablemente. En este orden de cosas, Deneulin (2006) cita cinco
objeciones, de los filósofos sociales actuales y los expertos en ciencia política, al
concepto clásico de bien común:
1) Es solo el reconocimiento de la necesidad de llegar a acuerdos
institucionales para promover el bienestar de los ciudadanos. O sea, el
bien común es instrumental para el bien de los individuos. Ya criticamos
antes esta concepción: la consecución de la vida buena de la persona
exige participar en bienes que trascienden al individuo, de modo que el
bien común es parte de esa vida buena personal.

2) Si no es instrumental, el bien común se convierte en un instrumento


totalitario. Pero si entendemos que el bien común es el bien no solo de
la sociedad, sino también de las personas, esa amenaza desaparece: se
puede tiranizar a los ciudadanos invocando el bien común, pero se
tratará de un concepto equivocado de bien común.

3) En la práctica, el bien común no es sino otro nombre para los bienes


públicos de los que hablan los economistas. Pero esos bienes públicos
son exclusivos: puestos, en principio, al servicio de todos, pasan a ser de
provecho exclusivamente privado cuando se asignan a un usuario
concreto, mientras que el bien común no excluye a las demás personas,
sino que, al contrario, promueve su participación.

4) Es otra forma de hablar de un bien que es común a la vida humana y, por


tanto, se reduce a una lista de derechos humanos o de capacidades
necesarias para una vida humana buena. Pero si esa vida es solo
personal, no incluye el bien común, que abarca también la vida común y
las condiciones estructurales que la hacen posible.

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5) Es un concepto irrealizable porque, en una sociedad multicultural, no es
posible alcanzar un acuerdo sobre los bienes que lo integran. Entonces, o
bien se abandona el concepto de bien común, o se reduce a una
discusión los bienes comunes parciales propios de una comunidad. Pero
esta sería una concepción relativista: si no existe un bien compartido por
todos los humanos por el hecho de serlo, acabaremos separando unas
comunidades de otras. El hecho de que el bien común descrito aquí no se
pueda reducir a un listado de realizaciones que los políticos son, más
bien, una fortaleza de este concepto, porque nunca podrá cristalizar en
un conjunto definido de estructuras que sostengan la buena vida humana
en común, lo que sería la misma negación del dinamismo del bien
humano en sociedad.

El concepto de bien común, tal como se entiende en la filosofía social y política


clásica y en la doctrina social de la Iglesia católica, no goza de una amplia
aceptación en medios «seculares». No obstante, tenemos ya la experiencia de
que, la búsqueda exclusiva del interés propio desligada de consideraciones sobre
el bien de la sociedad, da malos resultados, desde luego para algunos, pero
probablemente también, a la larga, para todos. Quizá por ello muchos hablan hoy
de bien común, pero con un sentido que se queda, por lo menos, corto: como
suma de bienes personales, como interés general, como ejercicio de la justicia,
como reconocimiento de la conveniencia de tener en cuenta las consecuencias de
las acciones propias sobre los demás (lo que los economistas llaman
externalidades de la acción), como instrumento de diálogo social o de
negociación entre contrarios… Frente a todo ello, la consideración de un
concepto rico y bien fundado de bien común puede ayudar a redefinir el papel de
la política, si los filósofos y políticos están dispuestos a abandonar sus recelos
sobre un concepto que, como dijimos, es uno de los pilares de la doctrina social
de la Iglesia católica.

Pero esto no quiere decir que la puesta en práctica del bien común en la política
sea una tarea fácil: exige visión de conjunto de los problemas y la consideración
de los efectos de las políticas sobre los ciudadanos –pero no solo sobre sus
intereses privados, sino también sobre la creación y conservación de las
condiciones que permiten a los ciudadanos y a las comunidades menores la
consecución de su perfección. No admite una descripción concreta y detallada de
en qué consiste ese bien común, para luego imponerla a la ciudadanía. No es
monolítico: se va realizando en cada comunidad, y también en la comunidad
global, históricamente y concretamente, de modo plural. No puede ser garantizado
por las estructuras políticas, económicas o técnicas, si no se apoya en la
responsabilidad de las personas y las instituciones. Es, por tanto, una llamada a
todos a asumir sus responsabilidades comunes (Benedicto XVI, 2009, n. 17).

2.2 MARCO TEÓRICO.


2.2.1 DEFINICIONES
2.2.1.1 EL BIEN COMÚN.
Para muchos autores (Cfr. J.L. GUTIERREZ GARCIA, Conceptos fundamentales en la
Doctrina Social de la Iglesia, Cent. Est. Soc. Valle de los Caídos (Madrid 1971); J.M.
AUBERT, Moral social para nuestro tiempo, Herder (Barcelona 1973)) el principio del
Bien Común es la clave de la doctrina social de la Iglesia; subordinado a dos realidades:
una trascendente y mediata, Dios; otra inmanente e inmediata, la persona humana. Si la
dignidad de la persona humana es el centro de las enseñanzas, este principio es el gozne
sobre el que gira la concepción de la vida social del hombre.

NATURALEZA (Lectura: GS Parte 1ª, cap. 2, parr. 26; PT, n. 53-39; Documento
de Puebla, parr. 317; CIC, n. 1905-1912))
“Por Bien Común se ha de entender el conjunto de aquellas condiciones de la vida
social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y
fácilmente su propia perfección. afecta a la vida de todos. Exige la prudencia por parte
de cada uno, y más aun por la de aquellos que ejercen la autoridad” (CIC, n. 1906; cfr.
GS, n. 26,1; 74, 1; cfr. MM, n.65; cf. PIO XII, Radiomensaje Navidad 1942 Con
sempre nuova (24-XII-1942): AAS 35 (1943) 13).

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 conjunto de condiciones de la vida social: estructuras, libertad, orden, seguridad,
educación, empleo, salud (perfeccionamiento físico y espiritual), justicia, familia,
vivienda, religión (el hombre tiene una dimensión sobrenatural que es preciso
desarrollar);
 asociaciones y cada uno de sus miembros: integrantes de la sociedad agrupados o
individualmente;
 logro de su propia perfección: plenitud de las potencias.

Comporta tres elementos esenciales:


1. Respeto a la persona en cuanto tal. En nombre del Bien Común, las autoridades
están obligadas a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona
humana. La sociedad debe permitir a cada uno de sus miembros realizar su
vocación. En particular, el Bien Común reside en las condiciones de ejercicio de las
libertades naturales que son indispensables para el desarrollo de la vocación
humana: “derecho a actuar de acuerdo con la recta norma de su conciencia, a la
protección de la vida privada y a la justa libertad, también en materia religiosa” (GS
26, 2)” (CIC, n. 1907);

2. Bienestar social y desarrollo del grupo mismo. El desarrollo es el resumen de todos


los deberes sociales. Ciertamente corresponde a la autoridad decidir, en nombre del
Bien Común, entre los diversos intereses particulares; pero debe facilitar a cada uno
lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana: alimento, vestido,
salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho a fundar una
familia, etc. (Cfr. GS 26, 1)” (CIC, n. 1908);

3. Implica “paz”, es decir, estabilidad y seguridad de un orden justo. Supone, por


tanto, que la autoridad garantiza por medios honestos, la seguridad de la sociedad y
la de sus miembros. El Bien Común fundamenta el derecho a la legítima defensa
individual y colectiva (CIC, n. 1909).
En definitiva, son cuatro los elementos que constituyen el Bien Común: 1.- Las
condiciones sociales de paz, justicia y libertad; 2.- Un conjunto de bienes materiales,
educativos, religiosos; 3.- Equidad en el reparto de esos bienes; y 4.- Una adecuada
organización social.

CARACTERÍSTICAS DEL BIEN COMÚN

 Es objetivo
Es uno de los principios que rigen la vida social que es preciso tener siempre presente.
Es también uno de los conceptos más desgastados y ambiguos, pues se lo confunde con
bienestar, o calidad de vida -visión ampliada del bienestar-. Pero estos conceptos
centran el fin de la sociedad en el individuo autónomo y nada tienen que ver con el
concepto de Bien Común.

 Deriva de la naturaleza humana


El concepto de Bien Común “está íntimamente ligado a la naturaleza humana. Por ello
no se puede mantener su total integridad más que en el supuesto de que, atendiendo a la
íntima naturaleza y efectividad del mismo, se tenga siempre en cuenta el concepto de la
persona humana” (PT, n. 55).
No es la suma de los bienes individuales, tampoco la sociedad es la mera suma de los
individuos. La sociedad es necesaria para que la persona se realice como tal, y debe
presentar una serie de condiciones que hagan posible el desarrollo simultáneo de la
persona y de ella misma, hacia la perfección que se dará histórica y culturalmente. No
hablamos aquí de unas condiciones mínimas de desarrollo, ni de algo necesariamente
material (aunque lo material forma parte de la “integridad” del desarrollo humano).
Hablamos de condiciones de posibilidad.

 Redunda en provecho de todos


“El Bien Común está siempre orientado hacia el progreso de las personas: ‘el orden
social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas y no al contrario’. Este
orden tiene por base la verdad, se edifica en la justicia, es vivificado por el amor” (CIC,
n. 1906-9 y 1912).

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En cuanto a la subordinación a las exigencias del Bien Común, las personas “deben
proceder necesariamente sin quebranto alguno del orden moral y del derecho
establecido, procurando armonizar sus derechos y sus intereses con los derechos y los
intereses de las demás categorías económicas profesionales, y subordinar los unos y los
otros a las exigencias del Bien Común” (MM, n. 147), “aunque en grados diversos,
según las categorías, méritos y condiciones de cada ciudadano. Por este motivo, los
gobernantes han de orientar sus esfuerzos a que el Bien Común redunde en provecho de
todos, sin preferencia alguna por persona o grupo social determinado [...]. No se puede
permitir en modo alguno que la autoridad civil sirva al interés de unos pocos, porque
está constituida para el Bien Común de todos. Sin embargo, razones de justicia y de
equidad pueden exigir, a veces, que los hombres de gobierno tengan especial cuidado
de los ciudadanos más débiles, que pueden hallarse en condiciones de inferioridad, para
defender sus propios derechos y asegurar sus legítimos intereses” (PT, n. 56). “Todo
grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los
demás grupos” (GS, n. 26).

“La persona [...] se ordena al Bien Común, porque la sociedad, a su vez, está ordenada a
la persona y a su bien, estando ambas subordinadas al bien supremo, que es Dios”
(IBÁÑEZ LANGLOIS, JOSÉ MIGUEL, o.c., p. 86).

La sociedad se ordena a la persona, “en consecuencia, el bien de la persona está por


encima (es la razón de ser) del Bien Común. Pero el hombre, como individuo, se ordena
al Bien Común: el Bien Común está por encima del bien individual. El bien de la
persona no se alcanza sino en su trascenderse en la búsqueda del Bien Común”
(Ibídem.).

Sencillamente, no pueden oponerse Bien Común y bien de la persona: la persona que se


cierra en su individualidad frustra su propio bien, a la par que frustra la posibilidad de la
consecución del bien de los demás.
“El Bien Común de un grupo social es pues el fin común por el cual los integrantes de
una sociedad se han constituido y relacionado en ella. Ese Bien Común tiene como
característica distintiva el hecho de que por su propia naturaleza es esencialmente
participable y comunicable a los integrantes del grupo social” (ZANOTTI GABRIEL,
Economía de Mercado y Doctrina Social de la Iglesia, Edit El Belgrano, p. 22).

 Abarca a todo el hombre

“Abarca a todo el hombre, es decir, tanto a las exigencias del cuerpo como a las del
espíritu. De lo cual se sigue que los gobernantes deben procurar dicho bien por las vías
adecuadas y escalonadamente, de tal forma que, respetando el recto orden de los
valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del
espíritu” (PT, n. 57). “Abarca todo un conjunto de condiciones sociales que permitan a
los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección” (MM, n. 19).

El hombre, por tener un cuerpo y un alma inmortal, no puede satisfacer sus necesidades
de un modo absoluto ni conseguir en esta vida mortal su perfecta felicidad. Esta es la
razón por la cual el Bien Común debe procurarse por tales vías y con tales medios, que
no sólo no pongan obstáculos a la salvación eterna del hombre, sino que, por el
contrario, le ayuden a conseguirla (Cfr. PT, n. 59).

 Obliga al Estado

“La razón de ser de cuantos gobiernan radica por completo en el Bien Común. De
donde se deduce claramente que todo gobernante debe buscarlo, respetando la
naturaleza del propio Bien Común y ajustando al mismo tiempo sus normas jurídicas a
la situación real de las circunstancias” (PT, n. 54).

Siendo superior al interés privado, es inseparable del bien de la persona humana,


comprometiendo a los poderes públicos a reconocer, respetar, acomodar, tutelar y
promover los derechos humanos y a hacer más fácil el cumplimiento de las respectivas

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obligaciones. Por consiguiente, la realización del Bien Común puede considerarse la
razón misma de ser de los poderes públicos, los que están obligados a llevarlo a cabo en
provecho de todos los ciudadanos y de todo hombre -considerado en su dimensión
terrena-temporal y trascendente- respetando una justa jerarquía de valores, y los
postulados de las circunstancias históricas (Cfr. PT: AAS 55 (1963) 272).

“Si toda comunidad humana posee un Bien Común que la configura en cuanto tal, la
realización más completa de este Bien Común se verifica en la comunidad política.
Corresponde al Estado defender y promover el Bien Común de la sociedad civil, de los
ciudadanos y de las instituciones intermedias” (CIC, n. 1910).

Ha de ser considerado como un valor de servicio y de organización de la vida social, del


nuevo orden de la convivencia humana. Pero no sólo el Estado debe aportar las
condiciones, es tarea de todos.

Caben dos extremos:

 el Estado “providencia” que se encarga de todo, peca por exceso. Se busca el


perfeccionamiento del hombre, pero éste ha de poner de su parte. Si el Estado
impone las condiciones coarta la libertad individual.

 el Estado liberal en el que cada uno se ocupa de sí mismo, peca por defecto.

Obliga al ciudadano

“Todos los individuos y grupos intermedios tienen el deber de prestar su colaboración


personal al Bien Común. De donde se sigue la conclusión fundamental de que todos
ellos han de acomodar sus intereses a las necesidades de los demás, y deben enderezar
sus prestaciones en bienes o servicios al fin que los gobernantes han establecido, según
normas de justicia y respetando los procedimientos y límites fijados por el gobierno”
(PT, n. 53).
Actualmente al no afrontarse con frecuencia los problemas sociales “según criterios de
justicia y moralidad”, sino de acuerdo con criterios económicos e ideológicos, “se está
perdiendo en la sociedad la capacidad de decidir según el Bien Común; y esto está
provocando, en el individuo, una creciente incapacidad para encuadrar los intereses
particulares en una visión coherente del Bien Común” (CA, n. 47).

La verdad y el bien común.


En su encíclica "Caritas in veritate" ("La caridad en la verdad"), Benedicto XVI ponía
de relieve la necesidad de la verdad también en el campo de la vida de la sociedad, no
solamente para las personas consideradas individualmente. En efecto, no puede
pensarse a un proyecto económico o político, entre otros, que pueda ser ajeno a un
fundamento que le dé sentido, a un bien que se busque, si no hay una verdad que se
halla en la base de tal proyecto y del bien que pretenda alcanzar. En este punto se entra
al tema de cuál es la verdad a la que hacer referencia, porque en el mundo existen
muchas opiniones, particularmente en estos temas. La aparente solución del relativismo
conduce a un callejón sin salida, puesto que, si todo depende de los puntos de vista, al
final los puntos de vista tendrán que absolutizarse y, como no pueden absolutizarse
todos, uno quedará como absoluto, en nombre del relativismo. Por otro lado, es verdad
que nadie conoce toda la verdad y que los seres humanos estamos sujetos a errores.
Con todo, somos capaces de conocer, y no sólo cosas superfluas, sino incluso
importantes, porque en medio de tanto que ignoramos, de tanto que es dudoso, de tanto
en lo que nos formamos opiniones diversas, existen certezas básicas que podemos
compartir. El problema tiene de por sí un aspecto moral, es decir, implica también una
apertura y un reconocimiento de los principios. No todo puede ser demostrable, porque
en ese caso nada quedaría demostrado. Sucede como cuando los niños preguntan por
qué y descubren que pueden a cada respuesta repetir la misma pregunta sin acabar
nunca, hasta que el adulto se cansa y dice "Bueno, porque sí y ya". La verdad exige
entonces una disposición virtuosa en la persona porque tiene que ser aceptada en
aquello que de extra-subjetivo característico de toda verdad. Si los seres humanos
podemos tomar uno u otro camino y auto determinarnos en muchas cosas, es porque

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hay algo que recibimos, algo que somos, algo que son los demás y algo que es el
mundo que no depende de nosotros. No podemos construirnos y de-construirnos a
placer de modo total, nos guste o no, lo cual vale también para las cuestiones
económicas y políticas, entre otras. Esto nos conduce a que es imprescindible dialogar
en todos los niveles sociales para poder hallar consensos que, más allá del utilitarismo
pasajero, procuren fundarse en principios y nos permitan caminar hacia el bien común,
hacia un modo de vivir y convivir en el que individual y comunitariamente podamos
desarrollarnos auténticamente. (Definida 2014)

2.2.1.2 JUSTICIA Y BIEN COMÚN.

Hacer justicia por la aplicación de la ley entraña el riesgo de que quien la interprete y
sentencie no acierte a conceder a las partes afectadas aquello que les correspondería, y a la
sociedad la salvaguarda del bien común. Esto, que ya presenta dificultad en casos banales,
se incrementa cuando trata asuntos relevantes para la sociedad o trascendentes para un
colectivo de ciudadanos.

La primera dificultad con que los jueces se encuentran para decidir comienza con la
opacidad de los asuntos que se les someten, de cuya veracidad se puede dudar no sólo por
los testimonios sino en la aparente contundencia de las pruebas. A lo anterior se suma la de
la amplitud de la interpretación de ley, cuyos resquicios es de todos sabido que son
utilizados por los delincuentes para intentar justificar su actuación. Por último, hay que
considerar la limitada capacidad de cada ser humano, por lo que se puede predecir un cierto
porcentaje de error de quienes han de administrar la justicia. Para paliar estas dificultades
las administraciones de justicia se esfuerzan en la provisión de los medios técnicos y de
formación humana, siendo ésta quizá la que más se debería fomentar, pues lo esencial a la
aplicación de la justicia es la clara conciencia de los fines de la acción que se ejecuta, que
por su repercusión sobre la sociedad es siempre algo mucho más responsable de lo que
sería una resolución administrativa.

En algunos lugares la justicia se identifica con el castigo o condena por el hecho delictivo,
pero, aunque ello sea cierto, no es lo primordial a la misma, pues el final que debe buscar
es: 1º Reparar el daño. 2º Reeducar el delincuente. Ambas acciones se dirigen a intentar
recomponer la estructura social dañada. La primera restaurando el derecho conculcado, y la
segunda recomponiendo el elemento perturbador de la vida social.

También la justicia debe atender a otro fin, que es el de beneficiar el bien común, ya que
toda la ley se establece para ese servicio, puesto que el bien común es el que sostiene la
idea misma de la sociedad, en cuya identidad es donde se producen las relaciones que
generan los derechos que la justicia ampara. Así, todo acto de justicia se puede entender
como una motivación al bien común, además de una reparación del derecho particular de
uno o varios ciudadanos. Este bien común debe ir implícito en toda sentencia judicial,
aunque no se especifique, porque ya la ley que se aplica en su naturaleza y fin lo contiene.

Sería deseable que esta referencia al bien común no se disgregue de cuanto a la reparación
del daño y la reinserción del delincuente se procure por la aplicación de la justicia en cada
una de las muchas sentencias judiciales que se dicten, pues ayudaría, quizá, a acertar con la
interpretación adecuada de la ley para que sobre la pena o el castigo al delincuente prime la
reparación del daño, que debe ser siempre el primer objetivo de la justicia.

Un caso propio de la aplicación de este criterio está en la acción de la justicia frente al


delito de la toma de rehenes por la guerrilla, en cuyas acciones debe primar la liberación de
los retenidos, pues la libertad conculcada en esas personas es el mayor daño posible a las
mismas. El juicio para el posible canje de delincuentes por rehenes debe entenderse como
forma de aplicación de justicia en cuanto que el bien que se logra, la restitución de la
libertad, es superior a la de reeducación por la condena del delincuente. Al considerar la
inversa, aunque se supusiera estar aplicando la ley, podría entenderse como un error por la
que el castigo, condena y pena, se anteponen a la reposición del mal directamente causado.

No obstante, la apelación al bien común podaría hacer variar la argumentación jurídica


cuando el canje de rehenes supusiera una probabilidad de que los mismos vuelvan a
delinquir con más gravedad que la que se quiere paliar.

El constante recurso al bien común supone la epiqueya de la ley como mejor fin que
comprende la mentalidad del legislador y de la sociedad para exigir de los jueces la
búsqueda del mayor bien. Cuando se caracteriza a la justicia como ciega, lo que se pretende
es señalar su igual aplicación sin acepción de personas, pero la justicia no debe ser ciega al

19
aplicar la ley en el sentido de aplicarla buscando el bien común, que tanto puede lograrse
mediante la condena a prisión como mediante la permuta de un delincuente para obtener la
libertad de un rehén, que le es debida por justicia.

3 CAPÍTULO III: ANÁLISIS DEL BIEN COMÚN, LA VERDAD Y LA


JUSTICIA EN LA SOCIEDAD.
3.1 EL BIEN COMÚN

PRINCIPIOS MORALES DEL BIEN COMÚN

 Bien particular y Bien Común no se contraponen

No puede haber contraposición entre el bien particular y el Bien Común. Este es un


principio básico de la antropología que explica el ser del hombre en la singularidad del
individuo y en la dimensión social de la persona.

El conflicto se presenta en la vida práctica cuando se trata de armonizar la esfera


privada y la esfera pública o en los casos en los que entran en colisión los derechos
personales con las exigencias de la sociedad. Cuando se presentan esos dos conflictos la
solución no viene por la simplificación de anular una dimensión del hombre, sino por el
esfuerzo de salvar las dos. Contraponer bien particular -bien público es optar por una
antropología insuficiente y es poner los cimientos de un desorden social. Esta
afirmación no va en contra de la disputa acerca de la primacía del Bien Común, puesto
que es una discusión en el terreno teórico. Aún en esos casos no debe haber
contraposición, puesto que incluso el Bien Común debe respetar la ley natural que rige
la conducta singular del individuo.

Aunque es importante que se reconozcan los derechos individuales, no debemos hacerlo


a expensas del equilibrio que se debe alcanzar entre los derechos individuales y los
derechos de todos a vivir juntos en comunidad. Si pensamos en el equilibrio como en
una balanza, debemos sopesar igualmente los derechos individuales y los derechos de
toda la comunidad.

Tenemos leyes de tráfico no porque un individuo tenga derecho a conducir lo más


rápidamente posible sino porque, si no se reglamentan los derechos de los individuos,
las carreteras serían un caos, por no decir una catástrofe. Por consenso común, hemos
convenido parar cuando el semáforo está en rojo y permitir que el tráfico se mueva
cuando está en verde.
Renunciamos en cierto sentido al ejercicio de un derecho individual para que se puedan
ejercitar los derechos de todos en armonía y paz.

 Igualdad de los particulares ante el Bien Común

Los ciudadanos situados en el mismo plano, no pueden ser privilegiados frente a otros,
ante el Bien Común y en la misma escala de valores. Este principio condena el tráfico
de influencias y mantiene la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. "Los partidos
políticos deben promover todo lo que crean que es necesario para el Bien Común; pero
nunca es lícito anteponer el propio interés al Bien Común” (GS, n. 75).

 Limitaciones de los derechos de los ciudadanos ante las demandas del Bien
Común

No confundir el Bien Común con un bien colectivo, puesto que el primero mira por
igual al individuo que a la colectividad, pero en ocasiones el Bien Común demanda que
el bien particular, ceda ante las exigencias de la colectividad. "Quedando siempre a
salvo los derechos primarios y fundamentales, como el de la propiedad, algunas veces
el Bien Común impone restricciones a estos derechos" (Pío XI, Firmissimam
constantiam, n. 22). En este último caso el propietario debe ser recompensado
convenientemente.

El trazado de una carretera puede exigir la expropiación de terrenos particulares.

21
 Gradualidad en la aplicación del Bien Común

Debe redundar en beneficio del conjunto de los ciudadanos, pero no del mismo modo ni
en el mismo grado. Han de ser beneficiados los más débiles y los más necesitados. Un
trato por igual puede comportar una grave injusticia. Cierto igualitarismo social puede
comportar una injusticia social generalizada.

 El Bien Común abarca a todo el hombre

No se concreta sólo en los bienes económicos, sino en la riqueza de la persona, las


necesidades de la familia y en el bien de las sociedades intermedias.

Ante el Bien Común se distinguen:

• Necesidades más urgentes: bienes de subsistencia física (Vivienda)

• Necesidades más importantes: educación, valores éticos o religiosos, protección de


la familia. Aunque las necesidades urgentes deben ser atendidas pronto, no deben
hacer olvidar las verdaderamente importantes. Se debe hacer esto sin omitir aquello.

VALORES CONCRETOS QUE INTEGRAN EL BIEN COMÚN

Cada autor cataloga estos bienes según la propia ideología, además, cada época
demanda nuevas concreciones conforme a las necesidades que se suscitan. Se citan los
siguientes:

Defensa y protección del territorio propio, uso de la lengua, justa regulación jurídica, la
independencia de la justicia del poder legislativo, la enseñanza, los servicios públicos
(transporte, vivienda, asistencia sanitaria, comercio, agua potable, energía eléctrica,
etc.); la atención garantizada en la enfermedad, viudez, vejez, desempleo; regulación
justa en el campo laboral (deberes y derechos de empresarios y trabajadores), defensa
de los derechos ciudadanos, exigencia jurídica respecto al cumplimiento de los
respectivos deberes, defensa de la libertad personal y de las libertades sociales,
protección de la moralidad pública, protección del medio ambiente, previsión de los
bienes de consumo y regulación del intercambio comercial, garantías jurídicas de
protección a la libertad de las conciencias, de religión y de culto, armonía y conjunción
entre las diversas clases sociales y profesionales, vigilancia sobre el recto
funcionamiento de los poderes del Estado, etc.

Por último, una función genérica que no es menor, es la educación cívica a todos los
niveles: cultura, preparación técnica laboral de los trabajadores, atención al arte, oferta
para el ocio y descanso, etc.

EL BIEN COMÚN DEBE RESPETAR LA LEY NATURAL

Nunca puede pasarse la frontera que fija la ley natural. Si el Bien Común está
íntimamente ligado a la naturaleza humana es lógico que en su obtención se sigan los
dictámenes de la ley que rige esa naturaleza.

La tolerancia en el gobierno de un pueblo tiene sus límites. El gobernante en ocasiones


no puede legislar mejor, pero tampoco puede hacerlo permitiendo que se quebrante la
ley natural. "El Bien Común no se mantiene en su verdadera naturaleza si no respeta
aquello que es superior a él, si no está subordinado […] al orden de los bienes eternos y
a los valores supratemporales de los que depende la vida humana. [...]. Me refiero a la
ley natural y a las reglas de la justicia y a las exigencias del amor fraterno… a la vida
del espíritu… a la dignidad inmaterial de la verdad… y a la dignidad inmaterial de la
belleza… Si la sociedad humana intenta desconocer esta subordinación y, en
consecuencia, erigirse ella en bien supremo, pervierte automáticamente su naturaleza y
la naturaleza del Bien Común, y destruye ese mismo bien" (J. Maritain, La persona y el
Bien Común, Club de Lectores (Buenos Aires 1968), p.69-70).

23
EL BIEN COMÚN Y EL BIEN POSIBLE

Salvados los principios de la ley natural, los documentos del Magisterio recuerdan que
"la prudencia es la virtud del príncipe". El legislador también puede encontrarse en la
obligación de buscar el bien posible al legislar. "Un político cristiano no puede - hoy
menos que nunca - aumentar las tensiones sociales internas, dramatizándolas,
descuidando lo positivo y dejando perderse la recta visión de lo racionalmente posible"
(Pío XII, Il popolo, 21).

El relativismo ético que caracteriza muchos aspectos de la cultura contemporánea pone


con frecuencia a los políticos ante difíciles problemas de conciencia. “Un problema
concreto de conciencia podría darse en los casos en que un voto parlamentario resultase
determinante para favorecer una ley más restrictiva, es decir, dirigida a restringir el
número de abortos autorizados, como alternativa a otra ley más permisiva ya en vigor o
en fase de votación. […]. En el caso expuesto, cuando no sea posible evitar o abrogar
completamente una ley abortista, un parlamentario, cuya absoluta oposición al aborto
sea clara y notoria a todos, puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas
encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el
ámbito de la cultura y de la moralidad pública” (Juan Pablo II, Enc. Evangelium vital,
n. 73).
EL BIEN COMÚN INTERNACIONAL

Durante mucho tiempo, al hablar de Bien Común se pensaba sobre todo en una
sociedad concreta, acotada a los límites de una nacionalidad, de un territorio, de una
comunidad política particular o en una comunidad de cualquier otro tipo. Poco a poco,
debido al incremento de la interdependencia internacional se lo considera, no sólo en el
plano económico, sino también cultural, educativo, de comunicaciones, etc. La Doctrina
Social de la Iglesia habla con insistencia del “Bien Común de la humanidad”, dando
lugar así a una moral social internacional. Pero no se trata de una absoluta novedad,
sino de la aplicación de los mismos principios de siempre.
“La paz y la prosperidad son bienes que pertenecen a todo el género humano, de manera
que no es posible gozar de ellos correcta y duraderamente si son obtenidos y
mantenidos en perjuicio de otros pueblos y naciones, violando sus derechos o
excluyéndolos de las fuentes del bienestar” (CA, n. 27).

“Así como no se puede juzgar del Bien Común de una nación sin tener en cuenta la
persona humana, lo mismo debe decirse del Bien Común general; por lo que la
autoridad pública mundial ha de tender principalmente a que los derechos de la persona
humana se reconozcan, se tengan en el debido honor, se conserven incólumes y se
aumenten en realidad. Esta protección de los derechos del hombre puede realizarla la
propia autoridad mundial por sí misma, si la realidad lo permite, o bien creando en todo
el mundo un ambiente dentro del cual los gobernantes de los distintos países puedan
cumplir sus funciones con mayor facilidad” (PT, n. 139).

“Son exigencias del Bien Común internacional: evitar toda forma de competencia
desleal entre los diversos países en materia de expansión económica; favorecer la
concordia y la colaboración amistosa y eficaz entre las distintas economías nacionales
y, por último, cooperar eficazmente al desarrollo económico de las comunidades
políticas más pobres” (MM, n. 79-80).

DIGNIDAD DE LA PERSONA Y PARTICIPACIÓN EN EL BIEN COMÚN


DE LA HUMANIDAD

“Por encima de la lógica de los intercambios existe algo que es debido al hombre
porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad. Este algo debido conlleva
inseparablemente la posibilidad de sobrevivir y participar activamente en el Bien
Común de la humanidad” (CA, n. 34).

“Las interdependencias humanas se intensifican. Se extienden poco a poco a toda la


tierra. La unidad de la familia humana que agrupa a seres que poseen una misma
dignidad natural, implica un Bien Común universal. Este requiere una organización de

25
la comunidad de naciones capaz de “proveer a las diferentes necesidades de los
hombres, tanto en los campos de la vida social a los que pertenecen, la alimentación, la
salud, la educación, como en no pocas situaciones particulares que pueden surgir en
algunas partes, como son socorrer en sus sufrimientos a los refugiados dispersos por
todo el mundo o de ayudar a los emigrantes y a sus familias” (GS 84, 2)” (CIC, n.
1911).

INTERPRETACIÓN DEL BIEN COMÚN SEGÚN LAS IDEOLOGÍAS


MODERNAS

Según las ideologías el Bien Común tiene interpretaciones diferentes. Al ser cada
persona una realidad única e irrepetible pero naturalmente abierta y en comunicación
con los demás, los modelos de organización social que exaltan desaforadamente al
individuo aislado o a la colectividad son contrarios a la concepción cristiana de la vida
social. El individualismo considera la sociedad como un conjunto de sujetos asociados
por pura conveniencia pragmática o por mera necesidad: cada uno trata de conseguir su
propio interés sin preocuparse del bien de los demás. En el colectivismo, la persona
queda absorbida por la sociedad; lo importante es el cuerpo social a menudo
identificado con el Estado, mientras que los individuos singulares quedan reducidos a la
categoría de medios para alcanzar ese fin: son una "pieza" en el engranaje de la
máquina estatal (CA, n. 15). Tanto las concepciones colectivistas como individualistas
manejan el concepto de Bien Común, pero para unas sólo será una mera suma de los
bienes individuales, mientras que para otras será el bien de una sociedad hipostasiada,
personalizada, entendida como una sustancia autónoma.

Los sistemas políticos y económicos colectivistas consideran el Bien Común como la


suma de los valores sociales para el servicio de la comunidad. El individuo queda
supeditado al fin de la sociedad, se identifica el Bien Común con el bien social. El error
de los socialismos históricos es entender el Bien Común como la suma de los bienes
particulares. No se trata de hacer el Bien Común eliminando los bienes individuales
para alcanzar una suma acumulativa que luego se reparta entre todos los ciudadanos. La
concepción colectivista del Bien Común es injusta, dado que tal igualitarismo es
contrario a la justicia que demanda que se dé a cada uno lo que le pertenece.
La ideología liberal profesa rectamente la prioridad del individuo sobre la sociedad y el
Estado, pero descuida la atención a las condiciones sociales. En una sociedad en la que
impera el interés del individuo, se imponen los intereses egoístas del más fuerte y se
descuida el bien social. Contra el liberalismo es preciso afirmar que el Bien Común
tiene carácter supraindividual, es un bien social en sí mismo. El Bien Común no es lo
que resta en el reparto general. Es el bien de toda la sociedad: el conjunto social se
orienta a un bien general, que ha de ser compartido por todos y cada uno de los
individuos. La sociedad humana es una sociedad de personas. El Bien Común es pues el
bien del todo, al cual contribuye cada uno de los individuos y en consecuencia de él
participan todos. Se requiere que la participación en el Bien Común sea justa. El
dinamismo del Bien Común de un pueblo viene regido por la Cooperación común y el
Reparto proporcional.
El Magisterio de la Iglesia ha puesto de manifiesto que la raíz de estos dos errores es de
carácter antropológico, pues ambos nacen de una concepción errónea de la naturaleza
del hombre.

El llamado "socialismo real" considera a todo hombre como un simple elemento y una
molécula del organismo social, de manera que el bien del individuo se subordina al
funcionamiento del mecanismo económico social. Por otra parte, considera que este
mismo bien puede ser alcanzado al margen de su opción autónoma, de su
responsabilidad asumida, única y exclusiva, ante el bien y el mal. El hombre queda
reducido así a una serie de relaciones sociales, desapareciendo el concepto de persona
como sujeto autónomo de decisión moral, que es quien edifica el orden social, mediante
tal decisión (CA, n. 13).

Esta concepción del hombre y la sociedad se deriva del ateísmo que subyace en esta
doctrina, pues la negación de Dios priva de su fundamento a la persona y,
consiguientemente, la induce a organizar el orden social prescindiendo de la dignidad y
responsabilidad de la persona.

27
También en la raíz del individualismo egoísta hay una negación de Dios no menos
radical, que, aunque muchas veces no se sustente con argumentos teóricos, se afirma
siempre en la práctica. Algunos por despreocupación frente a la realidad o por pura
inercia, se conforman con una ética meramente individualista. La aceptación de las
relaciones sociales y su observancia deben ser consideradas por todos como uno de los
principales deberes del hombre contemporáneo. Porque cuanto más se unifica el
mundo, tanto más los deberes del hombre rebasan los límites de los grupos particulares
y se extienden poco a poco al universo entero. Esto es imposible si los individuos y los
grupos sociales no cultivan en sí mismos y difunden en la sociedad las virtudes morales
y sociales, de forma que se conviertan verdaderamente en hombres nuevos y en
creadores de una nueva humanidad con el auxilio necesario de la divina gracia (GS, n.
30).

La preocupación de un cristiano “empieza por lo que tiene a su alcance, por el quehacer


ordinario de cada día, y poco a poco extiende en círculos concéntricos su afán de mies:
en el seno de la familia, en el lugar de trabajo; en la sociedad civil, en la cátedra de
cultura, en la asamblea política, entre todos sus conciudadanos de cualquier condición
social que sean; llega hasta las relaciones entre los pueblos, abarca en su amor razas,
continentes, civilizaciones diversísimas” (San Josemaría Escrivá, Carta, 16 VII 1933, n.
15).
La Doctrina Social de la Iglesia sostiene que en las exigencias del Bien Común el
Estado encuentra su fundamento y, a la vez, sus límites (Cfr. GS, n. 74; CA, n. 44). En
resumen, cualquier Estado debe crear las condiciones sociales, económicas, culturales,
políticas y religiosas que permitan a todos y a cada uno de los ciudadanos alcanzar la
perfección que les corresponde en su calidad de personas y en el caso de los creyentes
les permita vivir como verdaderos cristianos.

3.2 LA VERDAD.
Todo debate político corre el riesgo de dejar a un lado sus pretensiones más esenciales.
Desde este punto de vista, la búsqueda del bien común, está unida a la búsqueda de la
verdad. Son las dos caras de la misma moneda, ya que no se puede alcanzar un bien común
pleno bajo el manto de la mentira. Este es uno de los peligros que acosan a la cultura
política occidental, al habernos permitido el lujo de mentirnos particular y socialmente para
conseguir el bien. No es de extrañar, por tanto, que se hayan pagado tantas veces las
consecuencias de un método tan mezquino de regularnos políticamente.

La gran carga del hombre en sociedad, es sin duda erigir un proyecto al que generalmente
asociamos con el destino. Si nuestro destino es la paz o la guerra, la prosperidad o la
pobreza, la libertad o la esclavitud, ello solo depende de la autenticidad de la acción del
hombre. La metafísica, la ideología o la teología no nos empujan realmente a actuar como
humanos, lo hace la moral. Probablemente, el fenómeno psicológico del miedo esté detrás
de nuestras acciones éticas. Actuar conforme a la verdad, con el objetivo de satisfacer el
bien, es en definitiva dejar de tener miedo. Quienes defienden el poder del Estado, tienen
miedo a lo privado y viceversa. Quienes defienden la solidaridad tienen miedo al egoísmo,
mientras que los que se apropian de bienes y riquezas materiales tienen miedo a la
redistribución social de sus propiedades. Todo estos son ejemplos de la confrontación que
mantiene vivo el debate político y que por desgracia no permiten un acercamiento de las
partes hacia la verdad y el bien común, es decir hacia la solución. Cada cual acepta su rol y
cree indiscutibles sus opiniones o las de expertos con los cuales las identifica.Funes, (2017)

El entramado que se genera es infructuoso y probablemente el mayor freno al progreso


(entendido como acercamiento a la verdad y al bien común) de las sociedades.
Antropológicamente, el hombre ha permitido que los grandes símbolos se adueñen de su
destino: el dinero, el poder, la religión, el Estado, los ejércitos, la codicia mundana, las
apariencias, etc.

En resumen, se ha creado una gran autopista por la cual transitan todos estos símbolos,
alejando a las sociedades de la búsqueda de la verdad y del bien común. Aquí en Europa
nos quejamos de recortes sociales en nombre de los Derechos Humanos y Constitucionales,
pero ¿acaso las prestaciones que recibíamos no eran el producto de las desigualdades a
escala mundial? Solo nos acordamos de los derechos que ostenta el ser humano cuando nos
son arrebatados personalmente. Eso hay que erradicarlo si queremos llegar a un estado de
equilibrio en el que la verdad y el bien coincidan plenamente, que podamos prosperar con

29
decencia y sin balancear el trapecio que sostiene la realidad según les plazca a nuestras
opiniones.

3.3 LA JUSTICIA.
Todas las personas gozan de una inviolabilidad que descansa sobre la justicia que no puede
ser transgredida ni siquiera en nombre del bienestar del conjunto de la sociedad. Este
planteamiento es válido aun con su carga de individualismo porque la persona en su
originalidad y en su posición de irremplazable es más que la sociedad a la que pertenece.
“La idea de la justicia exige con respecto a cada persona una inviolabilidad y una ausencia
de opresión –especificadas en los llamados derechos humanos e institucionalizados como
derechos fundamentales– que ¡no pueden ser sacrificados, tampoco en aras del bienestar de
toda la sociedad!” (Hoffé, 1992: 8).

Una observación sensata de nuestro mundo nos obliga a preguntarnos cómo será posible
realizar este ideal social. Rawls busca las condiciones de aplicación y descubre a
continuación de muchos

otros autores el carácter problemático de la ética en gen eral y de la justicia en par tic u lar;
percibimos al mismo tiempo lo problemático de la sociedad que se funda en la cooperación
para que cada quien obtenga los beneficios que le corresponde, pero al mismo tiempo
marcada por

los conflictos. Identidad (todos somos iguales en cuanto seres humanos con la misma
esencia de espíritu encarnado) y conflictos de intereses son las dos características que se
enfrentan cuando se trata de repartir los frutos comunes de la cooperación.

En estas circunstancias deberán aplicarse los principios de la justicia. Estos principios


permiten el arbitraje de los conflictos sociales, dando los medios de fijar los derechos y los
deberes en las instituciones de base de la sociedad y esto se logra repartiendo de manera
adecuada los beneficios. Notamos también que el hombre se siente menos mal bajo
condiciones malas que bajo condiciones injustas. Lo que no nos autoriza a aceptar el mal.
Aceptar el mal pasivamente es mezclarse con el mal como el que participa en su comisión.
Quien se queda indiferente ante el mal está cooperando con el mal y también la frase de
Einstein: “El mundo está en mayor peligro debido a aquellos que toleran el mal que a
aquellos que lo cometen en forma activa” (Ansbro, 1985: 242). Si añadimos a ello el
principio de la inviolabilidad de la persona, podemos afirmar que la justicia debe
concebirse como equidad que fundamenta la idea según la cual la igualdad de derechos y de
las libertades no puede ser sujeto de negociación política.

Y aquí surge de nuevo el concepto de contrato social, propio de la tradición filosófica con ti
nen tal (Francia y Alemania sobre todo con Rousseau y Kant).

Para desarrollar su teoría de la justicia, Rawls sugiere ponernos en un estado ficticio:


hipotético, pre-estadual y preconstitucional, es decir antes de todas las organizaciones
sociales que constituyen la sociedad.

Los invito a intentar este ejercicio para llegar a la raíz de nuestra búsqueda. Este estado lo
llama: posición original en la que nos Juan María Parent Jacquemin encontramos con
individuos racionales y mutuamente desinteresados.(Parent s.f.)

Repetimos, es una posición hipotética que permite el raciocinio. Esta posición corresponde
al estado de naturaleza de Rousseau en el que no hay ningún mal o la puesta entre
paréntesis de los fenomenólogos. El autor utiliza entonces la metáfora del velo de
ignorancia que pone entre paréntesis los conocimientos previos y deja al individuo
solamente los conocimientos necesarios para tomar decisiones racionales; en otras palabras,
nos olvidamos de nuestro lugar en la sociedad, nos olvidamos de nuestra clase social, nos
olvidamos de nuestra suerte en materia de inteligencia, de sensibilidad, de fuerza física.
Nos olvidamos también de nuestras tendencias psicológicas.

En esta situación, extratemporal y extraespacial, los que nos prestamos a este experimento
así reducidos a nuestra esencia no tendremos más que una sola respuesta racional: los
principios de justicia están fundados sobre la equidad. Dos son estos principios: “Cada
persona debe tener un derecho igual en el sistema más extendido de libertades básicas
iguales para todos que sea compatible con un régimen sim i lar de libertades para todos”
(Camps, Rawls, 1996: 11-12); el segundo dice:

... las desigualdades sociales y económicas han de satisfacer dos condiciones: primero,
deben estar asociadas a cargos y posiciones abiertas a todos en las condiciones de
equitativa igualdad de oportunidades y segundo, deben procurar el máximo beneficio de

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los miembros menos aventajados de la sociedad. De todas formas, en esta justificación de
las desigualdades que parece favorable a los dinamismos colectivos, Rawls se refiere más
a la justicia legal que a la justicia conmutativa (Puel, Béranger, 1992: 176).

Este segundo principio es difícil de recibir en un primer contacto. Veamos en qué consiste.
Las desigualdades pueden darse y son aceptables si 1) se puede esperar razonablemente que
representen una ventaja para cada quien y 2) vinculadas a las posiciones y a las funciones
abiertas a todos.

No es actual considerar la justicia bajo el ángulo exclusivo de la redistribución de los


beneficios. Desde este punto de vista, el hecho de que el respeto de sí sea parte de los
bienes primarios apuntados en el segundo principio de Rawls, es una indicación
importante que abre directamente sobre la cuestión (por ejemplo) del derecho al trabajo
(Perret, 1991: 197).

No desarrollaré esta dimensión y sólo veré el compromiso personal con la justicia. No se


trata de hablar de ética para el otro, sino para mí. El primer punto puede referirse a la
pobreza asumida como valor (será La Justicia Social y el Bien Común heterodoxo para
Rawls, pero creo que así puede darse una dimensión mayor y acercarse a una justicia más
profunda).
4 DISCUSIÓN
En una sociedad en la que impera el interés del individuo, se imponen los intereses egoístas
del más fuerte y se descuida el bien social. Contra el liberalismo es preciso afirmar que el
Bien Común tiene carácter supraindividual, es un bien social en sí mismo. El Bien Común
no es lo que resta en el reparto general. Es el bien de toda la sociedad: el conjunto social se
orienta a un bien general, que ha de ser compartido por todos y cada uno de los individuos.

5 CONCLUSIONES
El bien común se logra a través de la existencia de la verdad y la justicia, el bien
común esta mayormente relacionado con política pues un político debe tener como
objetivo el bien común de su pueblo actuando con la verdad y justicia que la
sociedad todo el tiempo busca.
Todos los individuos y grupos intermedios tienen el deber de prestar su
colaboración personal al Bien Común. De donde se sigue la conclusión fundamental
de que todos ellos han de acomodar sus intereses a las necesidades de los demás, y
deben enderezar sus prestaciones en bienes o servicios.

6 BIBLIOGRAFÍA
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Universidad de Navarra. 15 p.

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 Definidta. (2014) "definición de justicia". En CONCEPTODEFINICION.DE. julio.


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 Escorial, J. 2002. La teoría de la verdad de William James. Tesis Doctoral. Madrid,


España, Universidad Complutense de Madrid.

 Funes, P. (2017) "verdad y el bien común". En MILENIO. febrero. Disponible en:


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33
 Parent, J. s.f. La Justicia Social y el Bien Común. s.f.

 Queralt, J. 2012. justicia y responsabilidad. Tesis Doctoral. Barcelona, Universitat


Pompeu Fabra. 329 p.

 Shklar, J. 2013. Los rostros de la injusticia. Barcelona, Herder Editorial, 206.

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