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Realmente mi vida de niño y adolescente siempre estuvo vinculada al Tirso, inicie mis estudios allí
en primer grado, creo que, en el año 1968, solo tenía cinco años, hace cincuenta ya de eso. En esa
época el Tirso funcionaba en la sede de La Palmita, estudiábamos mañana y tarde y solo éramos
varones, creo que se convirtió en mixto cuando ya estaba iniciando el sexto grado. La cercanía a la
casa de mi abuela me permitía ir a almorzar allá y volver de nuevo al colegio en la tarde, creo era
de 2 a 4.30. Era una sede amplia, cómoda, con un gran campo de futbol y áreas de esparcimiento.
Cuando comenzaba el bachillerato, hubo un cambio brusco ya que mudaron la sede a unos
galpones que construyeron en el campo de futbol. La sede anterior la habían vendido a la
Universidad Central de Venezuela y nos fuimos a los galpones mientras se hacia la sede nueva que
es la actual. Realmente fue un cambio drástico ya que ésta no ofrecía las comodidades de la
anterior, pero el amor al colegio, a los profesores y a los compañeros nos hizo soportar esos años
que debieron ser, al menos, tres. En ese momento no entendía, como ahora, que formaba parte
de una transición para el bien de nuestro colegio, sin embargo, lo disfrute, como el resto de los
años. Me toco ser parte del grupo que inauguró la actual sede del Tirso y pasar las vicisitudes que
transcurren cuando hay un cambio de casa: reparaciones en camino, completar lo que faltaba,
acostumbrarse a un nuevo colegio, pero contentos… Allí me gradué de bachiller en 1979, un
momento trascendente para mi vida, con apenas 16 años. Me encanta haberlo inaugurado y ser
parte de esa historia. Por otra parte, mi familia siempre estuvo muy vinculada al colegio, recuerdo
que mi papa fue presidente de la Junta de Padres y Representantes, creo que así se llamaba, y
como, con mi mamá, apoyaban mucho actividades como las verbenas que se hacían todos los años
y que eran todo un acontecimiento Tirsiano.
- La Merced celebra 800 años de historia a la luz del carisma de la redención de los
cautivos, carisma que actualizamos con el apostolado en las cárceles. ¿Alguna relación
tu vocación al mundo del Derecho Penal y Derechos Humanos de los privados de
libertad con tu paso por nuestro colegio del Tirso de Molina?
- Eres el Director de la ONG Una Ventana a la Libertad. Háblanos un poco sobre cómo
surgió la idea de ponerte al servicio de los Derechos Humanos de los privados de libertad
y sus familiares y de cómo ha sido el desarrollo de esta organización en los años su
existencia.
La organización que dirijo cumplió veinte años de fundada el pasado 10 de diciembre. Desde que
me acabé de graduar de abogado, en 1984, tuve el privilegio de trabajar con el Dr. Elio Gómez
Grillo y con él aprendí gran parte de lo que sé del mundo penitenciario. Conocí y compartí con
personas vinculadas al mundo de los DDHH como el Padre Olaso y Elvira Morcillo, quienes me
enseñaron a compaginar lo que había aprendido en el mundo penitenciario con los derechos
humanos. Eso me creó una visión nueva del tema. En Venezuela no existía, para esa época de
1997, una ONG que trabajara el tema penitenciario y, por eso, decidimos un grupo de amigos,
interesados en el tema, fundar la organización en la que llevamos ya veinte años. Sin duda, nos
hemos convertido en referencia en el tema penitenciario, además de aportar un trabajo serio de
investigación con datos y denuncias importantes.
- Ser director de una ONG pro DDHH en la Quinta República venezolana no es nada fácil.
¿Alguna anécdota interesante?
Trabajar en dictaduras nunca ha sido fácil, y creo que ésa es la situación que vivimos en Venezuela
actualmente. Me ha tocado afrontar de todo, amenazas a mi vida y la de mi familia, persecuciones
por cuerpos de seguridad del Estado, intentos de allanamiento a mi casa, amenazas constantes...
Anécdotas hay muchas, pero lo más importante es que no han logrado amilanar nuestro trabajo;
claro que da miedo, pero cuando uno está con Dios y ayudando al prójimo, los temores se
afrontan.
Elio Gómez Grillo es el más grande penitenciarista de la era contemporánea venezolana. Si bien es
cierto que hemos tenido también grandes penitenciaristas como Francisco de Miranda y Tulio
Chiossonne, en la época actual, los más grandes aportes son del maestro Elio Gómez Grillo. Son
muchos, por lo que les comento los dos más importantes a mi parecer: Es el creador del Instituto
Universitario Nacional de Estudios Penitenciarios (IUNEP), primera universidad en el continente
dedicada a formar profesionales universitarios en penitenciarismo, jóvenes para trabajar en el
tratamiento de los privados de libertad para reinsertarlos a la sociedad. Lamentablemente la
dictadura lo cerró. Por otra parte, es el creador del artículo 272 de nuestra Constitución Nacional,
donde se establece cómo debería ser el sistema penitenciario venezolano, con avances
importantes en la materia. Lamentablemente, hasta ahora, no se ha logrado su aplicación en
ninguno de sus puntos.
Muy grave, tenemos el peor sistema penitenciario de nuestra historia con un aproximado de
100.000 presos, tanto en recintos carcelarios como en calabozos policiales, los cuales no son aptos
para tener a detenidos por más de 48 horas. Éstos se han convertido en pequeñas cárceles, pues
el Estado no da soluciones efectivas al grave problema que vivimos.
El Código Orgánico Penitenciario, aun y cuando fue una propuesta hecha por organizaciones de
derechos humanos, no fue lo esperado por todos y muchos de los temas que aborda la
Constitución Nacional, como la descentralización de las cárceles, no han sido recogidos por este
instrumento legal. Creemos que es necesaria una reforma y se adecue a lo previsto por la
Constitución.
- ¿Qué opinas de la conveniencia de un voluntariado penitenciario católico en las cárceles
venezolanas?
El apoyo de los voluntariados es de suma importancia para la búsqueda de soluciones al caos que
vive nuestro sistema penitenciario, en esto el voluntariado católico puede ser de gran ayuda en un
país donde gran parte de la población profesa esa religión. El apoyo de iglesias, universidades y
voluntariados en general es de gran eficacia en la tarea de la reinserción de los privados de
libertad en la sociedad.