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Ana Frank La memoria del Holocausto Eduardo Alonso p je Ga scan y Jorge Leon Gusta Ap ASA eerea NS Primera edicidn, 2018, Primera reimpresiGn, 2018 Depésito Legal: B.11.256-2018 ISBN: 978-84-682-2241-1 Num. de Orden VW: MGO9 ‘© EDUARDO ALONSO Sobre la biografla de Ana Frank, © AUGUST THARRATS, “THA” Sobre las ilustraciones ala biografa, © GABRIEL CASAS Sobre las actividades y la seccién “Historia de un pueblo desdeiiado y perseguido’, © JORGE LEON GUSTA Sobre las actividades yl seceidn “Historia de un pueblo desdeitado y perseguido” © EDITORIAL VICENS VIVES, S.. Sobre la presente edicién segin el art. 8 del Real Decreto Legislativo 1/1996, Obra protegida por el RDI 1/1996, de 12 de abril, porel que se apraeba el Texto Refuni dela ter ‘de Propiedad Inteleciual y por la normativa legal que lo modifica, Prohibida la reprodiusién alo Parcial por cualquier medio, incluicios los sistemas electrénicos de almacenaie, dle reproduce ast coma el tratamiento informatica, Reservado a favor del Editor el derecho de préstamvo pablices alquiler 0 cualquier otra forma de cesion de uso de este cjemplat. IMPRESO EN ESPANA. PRINTED IN SPAIN Eduardo Alonso Ana Frank La memoria del Holocausto llustraciones de Tha Vicens Vives Jos lay { aT I 1 | INDICE | El exilio de la familia Frank Los dias felices Adios a la libertad El primer dia en la Casa de atras Otra familia escondida 46 El companero de cuarto 56 1943 67, iOh, Peter! 7 La detencién o1 El final 101 El exilio de la familia Frank ~iCada ano la situacion es mas desesperada!... Miles de personas estén en la ruina, crece el ejército de parados..., cinco millones, Pe ee Cn Ou meron noe tae eta ta Oto Frank y Edith, su mujer, escuchaban con atencion el primer CIS ee ea CUMS TL cmeo nto (tome gobierno de Alemania. Esta ban en casa de un matrimonio amigo, los cuatro sentados en torno | comedor y con la vista fija en el aparato de radio. Era » de 1933. Rugia el nuevo Canciller ur ahora, o sera demasiado tarde! pa Fore EM yo Co Con fps stm oC moa PCRS C Ur CU n SE GULL Coty MOSHI CRNUI ETE UCM RCM C Mic ta) PLS rere end » de Otto Frank apagé la radio y los dos matrimonios TOROS neces iVaya, Hitler se ha propuesto salvarnos! —coment6 Otto, al fin, Oe cm Cen) OTRO M UROL O UCM OM NSO Tee eM CUMS COR ITT TT CO éNo has leido Mi lucha?! -replicd Otto~. Segin Hitler, los jue dios tenemos la culpa de todos los males que padece Alemani para poner remedio a los problemas del pais, se propone extermi- ey wr Sa F Pee tee SMU ea la a saron a casa. Vivian a las afueras de Francfort, en el tranquilo barrio de los Poetas, al norte de la ciudad. Evitaron pasar por el centro pa- ra no encontrarse con los partidarios de Hitler que a esas horas, co- ee cs de su Fihrer, su “caudillo”. En Berlin, miles de personas se congre- gaban ante la Cancilleria para aclamarlo. Cuando lo vieron asomar- se al balcon del segundo piso, corearon enardecidas su nombre: —iHitler! iHitler! iHitler! ORC te EO a aL ee ORs CRT me Oe CoM RS ea Pn Ee Rms Ot ace muro Ue eMC MOR CM teu CCU ee ee Sore —iHitler! iHidler! iHitler! Los camisas pardas eran PCS MOU OOO OO PT TRO Sn Lc NVR ACCS ay ATOMS Stumadteilung (‘Seecion de PNT OVROM CL SUMS ORC 1919 como un “servicio de orden” para los mitines del partido, pero ahora se habia convertido en una organizacion paramilitar que con- PRM COMO PCCM COC MCRL Lm verdaderas bandas de matones que ejerefan aro Cosme Ltn Pre UMC RSOn IN CU a Wenig acosaban a los judios y desfilaban exhibiendo su poder con himnos y consignas. On Cau trinas y paredes de las tiendas de los judios, los camisas PON COs ii POTN TROT: oP uC aeO nny Pern ok Coe) oc CROCK Unc los judios!”. Otto Frank y Edith Holliinder Hlegaron sin Reon eC ee a Pre mC CR ncn TLC TOM) oma Roe OOO OM ONCOL Lon PAP eee CR RSs Lee Pern eke Ren oe Ras aban en alquiler, sino que se libraban del interior, que era nazi y no queria inquili: 10, tenia jardin y es. za, los Frank no solo ahoi propietario de la vivienda nos judios. Ademis, su nuevo hogar era lumin taba a dos pasos de la escuela ideal para sus hijas. Hasta entonces los Frank habian vivido muy bien. No les falta ba de nada, tenian dos nifias encantadoras, disfrutaban de la com: Paiiia de buenos amigos, muchos domingos salian al campo de excursin y de vez en cuando iban a Aquisgrin a ver a la abue Ia Rosa, la madre de Edith. En esa historica ciudad, cercana a la frontera holandesa, la familia Holkinder poseia algunas empresas metaliirgicas. La familia Frank, por su parte, era la propietaria de un pequeito banco y de algunas empresas, pero todas iban de mal en peor. La crisis econémica desatada en 1929 en Estados Unidos asolaba a todos los paises europeos, y en especial a Alemania, que estaba pagando a los vencedores de Ia primera guerra mundial una inmensa fortuna en concepto de reparaciones de guerra. En aque- los afios subieron los impuestos, se encarecieron los precios de los alimentos, se retrajo el consumo, se cerraron fabricas y empresas y millones de personas quedaron sin empleo. El pequefio banco fa- miliar de los Frank quebr6, se cerré su fabrica de pastillas para la garganta y otros negocios suyos estaban a punto de irse a pique. Pero para Otto eso no era lo peor. Medio enolate tl dormidas. Luego O1 6 ‘0 Ollo se encerré en su estudio, un cuarto Ileno de ‘bros, dis s libros, discos y albumes de fotos. Alli leia, escuchaba miisica, con- taba cuentos a sus hijas y ' @ veces les ponia peliculas de Charlot La mayor, Margot, est niftajuiciosa y deel een de cumplir siete afios y era.una ia semana eccdig ay Om oom nta ; i escuela piiblica y dos dias a relia” Eat made a la sinagoga a rezary a clases de nitdcalimeatme ie ie ae las fiestas y cocinabsa a me- Oh ae tales. ets las permitidos por la ley judaica. » en cambio, Practicante ni se interesaba demasiado por la tradicién judia. La hija pequena, Ana, tenia tres afos y era inquieta como una lagartija. Habia nacido en una clinica en la madrugada del 12 de junio de 1929. El parto no habia sido fécil, porque la recién nacida media cincuenta y tres centimetros y pesaba casi cuatro kilos. Fue registrada con el nombre de Annelies Marie. Los primeros regalos que recibié fueron unos pendientes y un collar de plata grabado con la fecha de nacimiento y esta inscripcién: “Buena suerte”. Ana fue un bebé sano, pero sufria a menudo célicos y diarreas y loraba sin cesar. Durante semanas su madre se pas6 muchas noches con ella en brazos para calmarle el dolor. Sentado en el despacho, Otto hojeé un album de fotos que se encontraba sobre la mesa. En una de ellas, Margot y Ana jugaban en el jardin con amigos de los chalés vecinos, unos catélicos y otros protestantes, Las fotos més recientes eran de hacia un mes, por Na- vidades. En ellas, Margot y Ana se deslizaban en trineo y posaban con un muiieco de nieve al que habian colocado una bufanda y una nariz de zanahoria. Otto cerré el album. “Se nos acabé la vida despreocupada y feliz”, se dijo. Otto Frank tenia por entonces cuarenta y tres afios. Era un hom- bre de modales refinados al que le apasionaban la literatura, el ar- te y la fotografia. Hablaba a la perfeccién inglés, francés e italiano. De chico habia recibido una excelente educacién. En el institu- to Lessing de Francfort era el tinico alumno judio, congeniaba con sus compaiieros y acabé el bachillerato con notas altas. Tenia tiem- I po para montar a caballo, recibir clases particulares de miisica, ir a wus padres a la épera, fiestas y bailes con chicas y acompanar a 1s pas6 las vacaciones de Pascua en Espafia, y luego estucli6 arte durante un semestre en la universidad de Hei- delberg. Alli entablé amistad con Nathan Straus, cuyo padre era propietario de unos grandes almacenes en Nueva York. Nathan le ofrecio un trabajo en el negocio de su padre, y Otto no dudé un instante en aceptarlo. A primeros de 1909 viajé a la gran metrépolis norteamericana y se enamoré de aquella bulliciosa ciudad, que le parecié el emble- ma de una nueva era. Sin embargo, al cabo de unos meses fallecio su padre y Otto hubo de regresar a Francfort para ocuparse de los negocios de la familia. Tras estallar la primera guerra mundial, fue reclutado por el ejér- cito para luchar en el frente. Otto fue uno de los cien mil judios alemanes que combatieron en las trincheras. Alcanz6 el grado de teniente y fue condecorado con la Cruz de Hierro" por el valor de- mostrado en el mando de las tropas. Estaba orgulloso de ser ale- man, pero los tiempos habian cambiado. “{Como se entiende que antes me consideraran un patriota y un soldado ejemplar, y que ahora me califiquen de enemigo de Alemania?”, se preguntaba. Su- puso que con Ios nazis en el poder volverian las prohibiciones y la persecucién de los judios, como en la Edad Media. Y es que, des- de el siglo XII, la comunidad judia de Frincfort habia vivido largas épocas de prosperidad y de convivencia pacifica con el resto de ale- manes, pero, al igual que en otras ciudades de Europa, también ha- bia sido discriminada, encerrada en un gueto,’ acosada por motivos religiosos e incluso habia padecido varios pogromos,* hasta que en 1806 el Gran Duque de Francfort decreté los mismos derechos para todos los habitantes de la ciudad, sin distincién de “raza” 0 religion. A los dieciocho a Fue aquella noche del 30 de enero de 1933 cuando Otto Frank tomé la decisin irrevocable de abandonar Alemania para siempre. En medio de sus reflexiones, se abrié la puerta del despacho y en- tro Edith en bata. ¢ ENo te acnestas, Otto? Es tarde. —Pasa, Tenemos que ha blar, Durante un buen rato re: pasaron la situacién familiar y In que se vivia en Alema- nik =No hay mi marcha Otto. remedio que . Edith ~conclays Adénde? Somos alema- nes De pura cepa, pero tam: bién somos judios. No perte- necemos @ esa supuesta “ra- za aria’, La determinacion de Otto Frank de exiliarse con su fa- milia se hizo inaplazable en los meses siguientes. Los na- zis destruian locales del par- tido comunista, redoblaban la propaganda antisemita* y boicoteaban los negocios de los judios hasta arruinar a muchos tenderos y comer- ciantes. Hitler restringié los derechos civiles, como la li- bertad de prensa y de reu- nién. En abril de 1933 una nueva ley impuso la “limpie- za” de enemigos del Reich, y en consecuencia los profe- sores y funcionarios judios fue- 13 ron expulsades de sus puestos de trabajo. Otra ley prohibié los ma- trimonios mixtos, de modo que un judio —hombre 0 mujer— no podia casarse con una persona que no fuera de su “raza”. En las escuelas, los niiios judios eran insultados y despreciados, y se los arrinconé al final del aula. El 10 de mayo cientos de estudiantes y profesores faniiticos quemaron en el patio de las universidades los libros escritos por judios. “El judio solo piensa en judio. Si habla aleman, miente”, decian. La persecucién Ilegé a tal extremo que una famosa cancion del poeta romantico Heinrich Heine," que era de origen judio, se atribuy6 a un “autor desconocido”. Las agresio- nes, los robos y los asaltos a las propiedades de los judios queda- ban impunes,* porque la policia nunca intervenia. Pandillas de ma- tones nazis sembraban el terror cantando: “Cuando los cuchillos gotean sangre judia...” En casa de los abuelos de Otto, adonde la familia Frank se ha- bia mudado, la vida continuaba sin demasiados sobresaltos para Margot y Ana. Las dos niftas echaban de menos a su padre, que ul- timamente viajaba mucho. —éCuando viene papa? —preguntaba Ana. —Pronto —contestaba su madre. —2Y cuando es pronto? —Pronto es pronto. ~Yo quiero que venga para que me lea cuentos. Otto Frank habia ido a Amsterdam para establecer una sucur sal de Opekta, una empresa de la que era copropietario su cuviado Erich Elias y que se dedicaba a la distribucién y venta de un ingre- diente basico para la fabricacién de mermeladas: la pectina. Otto estaba preparando la huida de su familia a Holanda. iM Los dias felices iAdi6s Adiés a la casa de Francfor @ Gertrud Neumann, adiés a |, iAdiés a los amigos, al primo Buddy, que era tan guapa y jugaba mucho con Ana, lt casa yal jardin. ans Papa ¢ 2 apes “Por qué tenemos que irnos? —le pregunté Ana. dag,” POT WE... Papa tiene un nuevo trabajo en otra ciu- Yo no quiero ir, Pim padr —pues asi era como las nifias llamaban al re. —Nos Ilevaremos tus muiiecas y las peliculas de Charlot. Otto tenia el pasaporte en regla, y Edith y sus hijas lo obtuvie- ron sin dificultad, porque aquel afio de 1933 atin se permitia a los judios salir del pais. En verano, la familia Frank abandoné Franc- fort para siempre. El padre regresé a Amsterdam para acabar de establecer su negocio, y Edith y las nifias se quedaron en Aquisgran con la madre de Edith, Rosa Hollinder, y los dos tios solteros. La casa de los Hollander estaba en el ntimero | de la plaza Pas- tor, cerca de un parque, a cinco minutos de la sinagoga. La abue- la Rosa, viuda desde hacia cinco aifios, vestia faldas largas, llevaba gafas pasadas de moda, era devota y muy carifiosa. Se desvivia por sus nietas y tenia mucha paciencia con ellas. —No, no, Ana, asi no. Para un poco, lagartija. Y dame un beso. Pero también decia que la educacién de los nifios era cosa de los padres, no de los abuelos. Asi que consentia muchos caprichos a sus nietas y se dejaba engatusar por Ana. —Oma -como la Ilamaban en familia-, eres la mejor abuela del mundo. ~Y ti muy zalamera,* Ana. Y muy charlatana. 15 Hanucho a sus sobrinas. Jugaban con Ana, le gastaban bromas y se diverlian con sus ocurrencias. Ana habia cumplido cuatro aios, pero era ya une nifia muy desenvuelta. Un dia subié al tra observar que todos los asientos estaban ocupados, se pasajeros en voz alta: —éNo hay nadie que ceda su asiento a es —Ana, no seas descarada le recrimin6é iat con su abuela, algo az En septiembre Edith dejé a las niftas con la abuela y se ur dé a Amsterdam para poner a punto la nueva casa, Otto habi quilado un espacioso piso en Ia plaza Merwede, en un: nue: va situada junto a uno de los muchos nales que Ja ciudad. En Holanda vivian 157000 jucios integrados en la socie dad con todos los derechos desde 1796, y la mayoria cons sus creencias religiosas y lradiciones N por vaba seculares.” Edith estuvo muy ocupada en su nuevo hogar jo en orden y confortable. Disponia de y luminoso, y en él instalaron el ese para y otros muebles traidos de Frainefort para que el desarraigo no fuera tan evidente. Sin embargo, Edith se sentia desplazaca y a dis- A que lo de ido. tres do Lor 16 to ON UN pais extraney at i ? extranjero, No tenia eriada, no hablaba holandés ; pas = dia sola porque Otto tegaba tarde del trabajo. Vi pa a menudo a Aquisgrin en tren para ver ey a sus hijas. is : asim ELS de diciembre los Fiank se tegistraron en el ayuntamiento de Anisterdam como nuevos residentes, Dias antes de las navidades los tios trajeron a Margot, que ya te Ana, en cambio, se queds con 1 plaza c1 abuela hasta febrero de 19: —Abuela, épor qué no tev nes a vivir con nosotra: con frecuencia. ~Esta es mi casa de siempre. Pero iré a veros Ana se adapto sin problemas a la nueva casa de Amsterdam. Al entrar en sit dormitorio encontrs las muiecas y los juguetes que habia tenido en Frinefort. En seguida se hizo amiga de Hanne- i Goslar, que vivia en la misma plaza y era de su edad. La conocio en Ia tien . Edith y Ruth, hacian la compra, n, porque ninguna sa- . En el barrio se es- 1, cuando sus madres contentas de conocerse y de hablar en alem ines bia holandés, Los Goslar eran judios be taban instalando muchas familias judias que huian del terror nazi Mama, écuindo voy al colegio? —le pregunté Ana un dia. =Cuando quede una plaza libre. Pasaron dos meses hasta que un dia de mayo, por fin, Ana reci- bié la noticia que tanto esper Ana, prepara la mochila le dijo su padre-. El lunes vas al co- legio. A ver cémo te portas. Para Otto Frank la escuela Montessori" cra la mejor. Estaba a cuatro pasos de casa y su método de ensefianza no tenia nada que ver con el tradicional. Los profesores eran contrarios a los castigos, promovian la participacién, estimulaban Ia creatividad, no separa: ban a nifios y nifias en las aulas y prestaban atencién individualiza- da a sus alumnos. Hasta el ambiente en la clase era poco comin: habia plantas, los niftos a veces se sentaban en cl suelo o en cireulo y participaban en muchas actividades. “Es justo lo que Ana necesi- ta, porque es muy inquicta y habladora”, pensaba su padre. También Hanneli Goslar fue al colegio Montessori poco des- ntré en el aula y Ana la vio, las dos corrieron a pués. Cuando 7 abrazarse. Ya serian amigas para siempre, y con otra compaiie- ra llamada Sanne Ledermann formarian el equipo “Ana, Hannah y Sanna”, Pasaban mucho tiempo juntas, jugaban al monopoly, se contaban secretos, coleccionaban postales de la familia real inglesa y contrafan las mismas enfermedades infantiles. Como Ana y Hanneli, sus padres entablaron una estrecha amis- tad. Los Frank solian visitar a la familia Gostar los viernes, vispera del sabbat.” Algunas veces se quedaban a cenar. En este caso se se- Is guia el ritual religioso, neli recitaba sobre wn, cordaba el descanso di vino entre los corr Sentados todos a la mesa, el padre de Han- a copa de vino el Kidush, la oracion que Te lel Creador el séptimo dia; luego distribuia el 0 que oculta- nensales y por iiltimo retiraba el pa Tepartia una rebanada de pan a cada uno. 1a ve Fy Saag hasta tarde. Los sibados por la manana hebreo, A he eee con sus madres a Ja sinagoga y a clases de Mareot en bio, preferia ir a la oficina con su padre. som fessor 9; Ba la via = iniegraron con facitidad en la escuela d on: bré su Zomplesher ‘olandesa. El 12 de junio ue Is bans cel le tre aplausos . con las nuevas amigas, apag6 tas seis vel as en la meorietis recibié muchos regalos. Pasaba sus tiltimos dias en “ » porque después del verano empezé el primer curso de primaria. Aprendis en seguida holandés y a leer de corrido, pe ro faltaba bastante a clase porque padecia fiebres reumaticas. Esos dias se entretenia en casa dibujando y escribiendo cuentos- —éSabes qué, Pim? De mayor quiero ser escritora. ~My bien. Pero éy qué me dices de las mateméticas? —iPapa, odio las mates! Su padre no daba demasiada importancia a las notas. Para Otto lo esencial era que sus hijas estuvieran sanas y fueran felices. Pe- ro Ana no se privé de ninguna enfermedad infantil, la tos ferina, el sarampién y Ia varicela, y en segundo curso la gripe Ia retuvo en cama varias semanas. ¥ en cuarto, igual. En casa y en el colegio la llamaban “la enclenque”, aunque su caricter no era nada débil, si- leon. Le gustaba ser la protagonista, hacer el payaso y ba una hogaza y lada podia proto: Hanneli y no fuerte y pel sorprender a sus compafieras. —iAy, ay, ay! —iQué te ha pasado, Ana? —iAaay...! Ponia cara de dolor, alzaba el brazo estirado, lo movia y se ofa cloc, cloc, porque a Ana se le dislocaba el hombro con facilidad. Era una de sus gracias. Y también tenia un punto de traviesa. De saz en cuando, ella y Hanneli se divertian echando agua sobre los transetintes desde el tercer piso en que estaba su apartamento. 19 Cuando estaba enferma, Ana hacia los deberes en casa y a veces recibia la visita de su profesor. En verano sus padres la levaban a Ja playa a tomar el sol para que su salud mejorara al aire libre. La vida de la familia Frank en Amsterdam era tranquila. Mu- chos sabados Otto invitaba a sus empleados a cenar en casa. Miep, la secretaria, acudia con su novio Jan Gies, y el sefior Kleiman, el contable, con su mujer. Johannes Kleiman era un holandés allo y delgado, de temperamento afable. Otto lo habia conocido veinte afios antes y ambos se profesaban una buena amistad. En estas ce- nas nunca faltaba la tarta de manzana y un buen café, pero los co- mensales prestaban mas atencién a la situacién de los judios en Alemania que a los guisos de Edith. ~éHabéis visto el periédico de hoy? —dijo Otto mostrando un grueso titular-. Una ley despoja de sus propiedades a los judios pa- ra subastarlas. Entre 1933 y 1989 se aprobaron en Alemania mis de 1400 leyes racistas. Los médicos judios solo podian tratar a pacientes judios. Otra ley obligaba a los que tenfan un nombre “ario” o “cristiano”, a anadirle un nombre hebreo: David, si era hombre, o Sara, si era mujer. La situaci6n se hizo critica cuando se prohibié a los judios regentar negocios y tiendas. En marzo de 1938 el ejército aleman invadi6 Austria y la anexioné al “Tercer Reich”, En Viena los nazis saquearon las tiendas y hogares de los judios y encerraron a cente- nares en el campo de Mauthausen. En noviembre, un judio pola- Co asesin6 a un diplomatico nazi en la embajada alemana de Paris Para protestar porque sus padres habian sido deportados a Polo- nia. Como. represalia, los nazis organizaron un ataque brutal con- tra los judios alemanes, y, en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, en toda Alemania se vivi6 la Kristallnacht, “la Noche de los cristales rotos”, porque las calles se llenaron de vidrios de ven- 21 Bice Te RC men nln iad CB ae Lo cena ene ee em ere bec oy RM ee MMe) tenar de judios. La Gestapo," apoyada por la policia local, arrest 2 30000 judios y los encerré en campos de concentracién. Para los historiadores, aquella noche fue el comienzo de! Holocausto, CT ee Be oe nt oem te Rea dios que vivian en Europa Scanned with En las cenas del sabado la conversacién de los mayores volvig una y otra vez sobre la situacion de los judios en Alemania. E} 39 Ye enero de 1939 Hitler acus6 al judaismo internacional de prepa. rar una segunda guerra mundial y anuncié el fin de la “raza” judia, _Hitler no bromea —dijo Hermann van Pels, el nuevo socio de Otto-. Se ha propuesto exterminarnos. Hermann van Pels tenia cuarenta y cuatro afios, era alto, robus- to, de trato agradable y fumaba mucho. Era otro exiliado aleman, En 1937 un fotografo que odiaba a los judios cubri6 el escapara. te de la carniceria familiar con fotos de los clientes, y desde aquel dia dejaron de entrar compradores en su establecimiento. De ma- nera que cerré la tienda y emigro a Amsterdam con su esposa Au- guste y su hijo Peter, un chico espigado, timido y poco hablador ca- si tres afios mayor que Ana. Para compensar la estacionalidad de la venta de pectina, Otto Frank habfa fundado Pectacon, una empresa de especias que se usan en charcuteria, y habia situado al frente del nuevo negocio a Hermann. El 12 de junio de 1939 Ana cumpli6 diez aiios y recibié muchos regalos de sus amigos y de los empleados de la empresa. Terminé el curso con buenas notas. Ese verano fue el iiltimo despreocupado y feliz para la familia Frank, porque el 1 de septiembre el ejército alemén invadi6 Polonia, donde vivian unos tres millones de judios. Hitler queria conquistar Europa. La reaccién inmediata del Reino Unido y de Francia supuso el comienzo de la guerra. Tras un invierno sin gran actividad en el frente, en abril de 1940 las tropas alemanas invadieron Dinamarca y Noruega. Entonces Otto Frank no tuvo la menor duda: “No pararan ahi. Pronto inva- dirdn los Paises Bajos”. La mayoria de los holandeses no pensaba lo mismo. Se crefan a salvo porque habian sido neutrales durante la primera guerra mundial, Sin embargo, en la madrugada del vier nes 10 de mayo de 1940 se sobresaltaron al oir el zumbido de los aviones y el aullido de las sirenas antiaéreas. Los Frank, como ¢ las demas casas, saltaron despavoridos de la cama y se congregaron en el salon. 24 OI PCM So ty PY Cee one Vee nT sO cs ce LOO Pe ORS CLL ROS RT TCC cL LIS abel PORT oe ELSTON On PONE Rls a Ni POOR ME eto tin OSS K LOOMS er rer oh uma hn ASU SL deado aeropuertos y puentes files de paracaidistas han POL MOORE heed O sk Pa ato cm Numerosos judios intentaron huir por tierra y por mar, aunque muy pocos lo consiguieron porque los alemanes bloquearon puer. tos y carreteras, Holanda no habia conocido ninguna guerra desde hacia mas de un siglo, y su ejército era pequefio y estaba mal equipado. FE] pri. mer ataque aéreo aleman destruyé mas de 70 aviones, la mitad de los que disponian. Cuatro dias después, el 14 de mayo, 57 aviones alemanes bombardearon el centro de Rotterdam, la segunda ciu- dad mas importante de Holanda. En apenas dos horas destruye- ron 25000 casas, 63 escuelas y 24 iglesias, causaron 800 muertos y dejaron sin hogar a 80000 personas. Ya nada seria igual que antes, ni para los holandeses, ni para los 157000 judios que vivian en el pais, muchos de ellos refugiados de nacionalidad alemana, ni para Ia familia de Ana Frank. Adiés a la libertad Al principio, las autoridades nazis se mostraron tolerantes con la poblacion judia de Holanda, pero dos meses después de la inva- sion empezaron a restringir sus derechos y a dictar leyes discri- minatorias. Obligaron a los judios a registrarse para tenerlos con- trolados, cesaron a los funcionarios y les prohibieron acudir a los lugares piblicos, como parques y cines. Un dia antes de las vacaciones de 1941 la policia entré en el co- legio Montessori y anoté en una lista a todos los nifios judios, y a primeros de septiembre, justo antes de empezar el nuevo cur s0, una ley impuso en toda Holanda la segregacién en las escue- las. Los nifios judios solo podian ir a centros judios. Durante seis afios Ana Frank habfa ido muy contenta al colegio, pero tuvo que abandonarlo con otros ciento cuarenta alumnos. La nina no enten- dia esa separacion. “éSoy yo diferente? {Qué tienen contra mi pregunté a su padre. La tinica explicacion era el odio racista de los nazis, pero Otto la tranquiliz6 con una vaga referencia a la guerra. ‘Ana se despidié con mucha pena de los compatieros y de los profesores del Montessori. “Te echaremos de menos -le dijo la directora. Entonces Ana se eché a Ilorar en sus brazos y la senora Kuperus la acogié con lagrimas en los ojos. ‘Aunque no habian terminado sexto de primaria, el 1 de octubre Ana y Hanneli se incorporaron al instituto judio al que iba Mar- got. No conocian a las diez chicas y los dieciocho chicos de la cla~ se, pero Ana congenié en seguida con ellos, hizo nuevas amistades, disfrutaba con el trabajo y seguia tan inquiels y charlatana como siempre. Se Hevaba bien con sus profesores, aunque el de matema- "le 27 ticas se enfadaba a menudo con ella porque hablaba demasiado, Un dia, cansado de reprenderla, el sefior Keesing la castigo. —Majiana me traes una redaccién sobre este tema: “Ana, la char- latana empedernida”. Ana se la entregé al dia siguiente. “Para mi, hablar es una ne- cesidad natural e inevitable”, alegaba en su defensa, “porque mi madre es mas parlanchina que yo, y los rasgos hereditarios no se pueden modificar”. Al viejo profesor Keesing le hizo gracia su ra 0- namiento, pero cuando dos dias después la volvié a castigar, le pro- puso otra redaccién cuyo titulo burlén provocé la risa de la clase. ~Ana Frank, anota en la agenda el tema: “Cua, cua, cua, parpa- ba* Ia pata”, Con la ayuda de Sanne, que era poeta, Ana entregé al dia si- guiente un ingenioso relato en verso que narraba la historia de tres patitos habladores a log fesor lo ley6 en vor alta, —Ana, a partir de hi sarte. La condicion de apartados, de encerrados en un gueto escolar, hacia mas entrafable la relacién entre profesores y alumnos. Fueron pasando los meses y An previos al 12 de junio de 1949, fiesta de cumpleaiios porque la al operada de cancer. Ana, que tant te siete meses después, Asi We papa cisne mataba a Picotazos. El pro- » entendié la alusion y alabo el cuento. oY tienes licencia para charlar, Pero sin pa- '4 vivid con impaciencia los dias El afio anterior no habia tenido ibuela Rosa estaba en casa recién 'o la queria, sintio mucho su muer- que ahora esperaba muchos regalos. Iba a cumplir trece aitos, itrece! ~Ya no podréis tratarme como a una nifia ~advirtié en casa. ~iSerds toda una mujer! -respondié Pim, guifiéndole un ojo. 4 se acosté tan impaciente que se desperts a familia entrar en el La vispera, Ana seis, pero aguanté una hora en | en pie. Entonees, salié dept sto Morilo restregindose con fia de regalos. Margot y sus padres la a, en camison y pijama. Habja un ra- 50) la cama estuviers comedor, con su brié sobre la mesa una monta contemplaban desde Ia pu at mo de rosas, una blusa azul, un juego de mesa, un billete ¢ florines, una botella de zumo, un tarro de crema, una caja de galle- tas caseras para llevar a los profesores y a los compaferos de cla- se. Pero el mejor regalo era un cuaderno de tapas duras, estampa- 1 sus pies, de ue do en cuadros rojos y con un broche de cierre. —Para que escribas tu diario —dijo su padre. ~iGracias a todos! iOs quiero mucho! ~Te haré una tarta de fresa para la fiesta de esta tarde —dijo Edith. iPero no me invites a toda la clase! —Gracias, mama. Tus tartas son las mejores del mundo. Papa, énos pondrds una pelicula de Rin Tin Tin?” Aquel mismo dia, el viernes 12 de junio de 1942, Ana Frank em- pez6 su diario. Decidié llamarlo Kitty y considerarlo una amiga, “la mejor, la que nunca se cansa de escuchar confidencias, la que guarda los secretos mas intimos”. Ana preparaba los examenes finales, jugaba al pimpon con Han- nah y Sanne, iba al dentista andando, porque le habian robado la bici en Pascua y los judios no podian viajar en tranvia, y tenia un enamorado de dieciséis afios. Nunca se habia visto guapa, desde luego no podia compararse con Margot, pero los chicos siempre le habian hecho mucho caso. Margot era callada y estudiosa, lleva- ba gafas y nunca Iamaba la atencion. Parecia querer pasar inadver- lida. Y eso no era tan facil porque los chicos del instituto eran muy enamoradizos. Tenjan alma de donjudn. En cuanto uno de ellos re- cibia una mirada curiosa de una chica, se ponia gallito, se conver- tia en un apasionado Romeo'de miradas fogosas y con el mayor descaro se acercaba a la chica y le preguntaba: “éTe acompaiio a casa?’ ‘Ana tenia muchos admiradores, Pero sabia pararles los pies. ~Ana, équedamos esta tarde en la heladeria Oase? 30 ~éPara qué? —les decia Ana tajantemente, frer indolos en seco, después dle su cumplearios se le empare. nino del institulo. pmpa Sin embargo, unos d {6 timidamente un chico —Me llamo Hello Silberberg. éPuedo aco np a direcciOn.. —Bueno. Como vamos en la misma : 7 ; Al dia siguiente Hello la esperé en el mismo aia en adelan. te iban juntos a clase. Hello se mostraba muy cortés, acia tals ae madera y los miércoles acudia a las reuniones del partido sionista." Era otro judio aleman. Sus padres lo habian enviado a Amsterdam con los abuelos maternos dias después de que los nazis incendia- la “Noche de los arte? ran la tienda de ropa que tenfan en Gelsenkirchen cristales rotos”. Hello y Ana se veian también algunas tardes. Ana conocia a su novia, y le escribio a Kitty su opinion sobre ella: era una chica mo- nilla, dulce, pero aburrida. “Te aseguro, querida Kitty, que Hello se duerme a su lado. Yo, en cambio, soy para él un antisomnifero.” Una semana después de salir juntos, Hello llamé6 a Ana por telé- fono a eso de las seis. —Ana, tengo que hablarte. Es importante. —

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