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Camila González J.
En el presente trabajo expondré brevemente el papel clave de las corrientes psicológicas que
llegaron a Chile a finales del siglo XIX y durante el siglo XX, el papel clave, digo, en relación con
la formación docente de la época (tanto en las Escuelas Normales como en el Instituto
Pedagógico) y como esto repercutió en la enseñanza/aprendizaje de niños y niñas en las
escuelas. Todo esto en virtud del contexto cultural-político de la conformación de la República
de Chile y cómo la configuración de sentido de una identidad-nacional-chilena no hubiese sido
posible sin una educación que la reprodujera.
A finales del siglo XIX, Chile estaba en un momento crucial, conformándose como República, a
partir de esto, entre las múltiples reformas y cambios que hubo, una de las más importantes
sería la reforma en educación, que se tradujo en la creación de nuevas instituciones, la extensión
del sistema, mayor cobertura educacional -sobre todo a las clases más bajas; lo que se
consolidaría en 1920 con la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria. Vale destacar que las
nuevas reformas educativas afectaban, en mayor medida, a la educación primaria, por lo tanto,
a la educación de las clases más bajas, ya que las clases más altas habían estado formándose
hace ya tiempo en escuelas de carácter religioso. De esta forma, se evidencia que el sistema
educacional se construye, desde sus inicios, segmentado en dos circuitos: educación para la
elite, constituida por la educación secundaria y universitaria; por otra parte, educación
primaria dirigida al pueblo. Esta última fue promovida por los grupos dirigentes de carácter
liberal, de aquí se entiende que esta educación popular no crece al margen o por oposición a los
grupos dominantes, al contrario, es funcional al proyecto económico y político dominante: «El
Estado Docente (conjunto de escuelas fiscales) emergió… impulsado por la necesidad de activar
el disciplinamiento moral de los que vivían del trabajo material de sus manos, a objeto de
integrarlos funcionalmente al orden mercantil nacional, pero sin alterar su condición de clase
ni su (eventual) rol económico». 1
1
Gabriel Salazar citado en: Cox, C. y Gysling, J. La formación del profesorado en Chile 1842 – 1987, p. 34.
La súbita necesidad del control estatal en temas de educación -que hasta ese momento había
estado en manos de la Iglesia- se puede entender justamente a partir de lo anterior: la
potencialidad de la escuela para reproducir la ideología dominante2 del Estado-Nación en
conformación de operar como un aparato ideológico del Estado -en palabras de Althusser-. De
esta forma, la educación es vista por la elite como una poderosa herramienta moralizante y
civilizadora de las clases más bajas, como un medio para combatir la herencia española y
colonial en el pueblo, puesto que, desde la perspectiva aristócrata, éste se encontraba con un
‘retraso cultural’ que los mantenía lejos de ser civilizados. En este sentido, la educación se
convierte en una herramienta ideológica de homogeneización de la sociedad, promoviendo una
concepción de Estado unitario, desarrollista, positivista e integrado de las diferentes
expresiones culturales, sociales y políticas en un órgano que las sustente, es decir, en la Nación.3
Ahora bien, respondiendo a estos principios ideológicos, algunos intelectuales de la época (V.
Letelier, J. Abelardo Núñez, entre otros) fueron enviados por el Estado a Europa-
particularmente a Alemania- con el propósito de observar la organización del sistema
educacional, con la idea de adaptarlos a la realidad nacional. Abelardo Núñez, en sus
2
Con ideología dominante me refiero a todos los aspectos que conforman un Estado: político, cultural, moral,
económico, etc.
33
Ref. Parra, M. Un análisis historiográfico sobre las relaciones entre psicología y educación en Chile (1889-
1973), p. 99.
4
Rozas, G. y Arredondo J. Identidad, Comunidad y Desarrollo, p. 26.
5
Letelier, 1917. Recuperado del PPT 6
observaciones, señala: «la primera impresión que produce un colegio alemán es la admiración
de la disciplina que domina dentro de él. Uno no escucha el menor ruido, el menor desorden
(…) Y lo que más merece mención, es que esta disciplina, este orden, no son de ninguna manera
algo forzado, ni el resultado del rigor (…) de los profesores (…), sino por el contrario son los
niños mismos quienes parecen profesor un afecto y respeto por la escuela». 6 A partir de esto,
podemos evidenciar el interés que suscita en Núñez la actitud de los y las estudiantes que
observa, la curiosidad por conocer las causas de su disciplinamiento internalizado. Estas
curiosidades serán satisfechas a través de los principios pedagógicos que traerá consigo los
profesores alemanes contratados por el Estado, que se sustentan en las nociones pedagógicos
pregonadas por J.F. Herbart (1776 – 1841), filósofo, psicólogo y pedagogo alemán; según él «el
fin de la educación era la formación del carácter, proceso posible, porque la mente al momento
del nacimiento es un espacio vacío, que adquiere imágenes y representaciones a través del
aprendizaje en el tiempo».7 Si los niños y niñas son vistos como sujetos sin contenido, como
tabula rasa, se entiende -aún más- la necesidad de que la escuela opere como un aparato
reproductor de la ideología dominante que sea capaz de configurar en ellos/as una identidad
nacional; además del interés de las clases liberales de fomentar una educación primaria
popular, ya que, de esta forma, podrían inscribir en los y las niñas la moral, los valores y el
sentido de la nación, en otras palabras, civilizarlos. Por lo tanto, la responsabilidad formativa
recaerá en los y las profesoras normales los que, a su vez, también serán formados por estas
lógicas pedagógicas.
Para lograr el carácter firme que señala Herbart, se fomentará el orden, la puntualidad y la
obediencia en la escuela. De esto se sigue que la enseñanza consistiera, básicamente, en
“adiestrar” a los niños y niñas para que leyeran, escribieran, contaran y aprendieran el
catecismo, porque todas estas actividades tenían en común que se desarrollaban de forma
rigurosa, lo que permitía moldear el carácter. Por ejemplo, la escritura se realizaba con pluma,
lo que fomentaba el desarrollo de hábitos de conducta como la prolijidad, la perseverancia y la
pulcritud.8 El castigo físico y sicológico9 fueron los métodos de disciplinamiento y control más
frecuentes y efectivos: «Una mala lección, una falta de respeto, llegar tarde; eran motivos
suficientes para que el maestro ordenara al Fiscal [alumno que administraba los castigos]
cargarse al delincuente, mientras le aplicaba el correctivo: seis, ocho, doce o quince azotes».10
Pero además hubo otras formas de orden y control en el aula, como la creación de hábitos, por
ejemplo, la implementación de la campana en la escuela, expandiendo el control de la autoridad
a todo el tiempo y el espacio dentro de la escuela, se civilizaba a través del disciplinamiento de
los espacios, el tiempo y el movimiento de los y las estudiantes (formación en filas para entrar
6
Cox, C y Gysling, J. La formación del profesorado en Chile 1842 – 1987. p. 48
7
Ibid. p. 49
8
La habilidad de la escritura la evidenciamos en las carpetas y cuadernos de caligrafía que formaban parte de
la colección del Museo de la Educación.
9
Como vimos durante la visita al museo, uno de los instrumentos de castigo más utilizado era la palmeta, que
era una especie de raqueta de madera, terminado por una placa redonda perforada. Se utilizaba,
generalmente, para golpear las manos.
10
Frontaura, 1892. Citado en: De la Jara, I. y Orellana, M. Mobiliario y material escolar: el patrimonio de lo
cotidiano. p. 120.
y salir de clases, postura apropiadas para sentarse, etc.). Esto implicaba que los y las estudiantes
debían acostumbrarse al ritmo de la escuela, internalizando o haciendo cuerpo la disciplina en
los y las estudiantes para que, de esta forma, pudieran reproducirlo incluso fuera de ella, una
auténtica civilización.
Ahora bien, a partir de la llegada de la pedagogía alemana es que podemos comenzar a develar
su relación con la Psicología de la época, ya que los profesores alemanes traen consigo la
emergente psicología de Alemania y, con ello, ésta comienza a servir de herramienta científica
a la educación. La nueva corriente pedagógica repercutió, principalmente, fue en la formación
pedagógica tanto de los profesores y profesoras de las escuelas normales, como los del Instituto
pedagógico, de hecho, se introduce una nueva didáctica basada en los conceptos científicos de
la psicología, que ponía un énfasis especial en la rigurosidad del proceso de instrucción.11 Esto
se tradujo, entre otras cosas, en la incorporación de la psicología como un elemento
fundamental en la formación de los profesores, incluyendo asignaturas relacionadas con la
metodología de enseñanza y aspectos psicológicos de los y las niñas (psicología infantil y
adolescente). A partir de esto, es que podemos entender desde la psicología, por ejemplo, la
práctica de los castigos que mencionaba más arriba, práctica que evidencia (a sabiendas o no
de los y las profesoras) un carácter fuertemente conductista, que opera como método de
disciplinamiento y enseñanza en los y las estudiantes. De esta forma, a través de un
condicionamiento operante, el o la estudiante opera en el entorno y recibe una recompensa o
un castigo por determinada conducta, lo que no es un reflejo propiamente (como en el
condicionamiento clásico), porque el sujeto debe realizar una actividad para obtener algo a
cambio, de esta forma, la relación de la conducta tiene un efecto en el o la estudiante, de modo
tal que aumente la probabilidad de que en condiciones similares vuelva a aparecer la misma.12
11
Ref. Ibid.
12
Ref. PPT 5
13
Ref. PPT 6
14
Ref. Parra, M. Op. Cit., p. 108.
II.b) Introducción de la psicología norteamericana: la psicosometría.
En síntesis, podemos dar cuenta de cómo, de diversas formas, la educación opera como un
aparato que reproduce las ideologías del Estado y cómo la psicología, al servicio de la pedagogía
inicialmente, ha sido un dispositivo funcional al mismo. La premisa de la gubernamentalidad
educativa se refleja en las palabras de Letelier: «Gobernar es educar… todo buen sistema de
política es un verdadero sistema de educación, así como todo sistema general de educación es
un verdadero sistema político».18
15
Ref. Cox, C. y Gysling, J. Op. cit, p. 65
16
Parra, M. Op. Cit., p. 102
17
Tirapegui, 1928. Citado en Parra, M. Op. Cit., p. 103.
18
Valentín Letelier, Citado en: PPT 6
Referencias
Cox, C. y Gysling, J. (1990) La formación del profesorado en Chile 1842 – 1987. Centro de
Investigación y Desarrollo de la Educación, Santiago.
Parra, M. (2015). Un análisis historiográfico sobre las relaciones entre psicología y educación
en Chile (1889-1973). Revista de historia de psicología, España. Vol. 36, 95-144.