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PREFERIMOS LA DESIGUALDAD? (aunque digamos lo contrario) frangois dubet siglo veintiuno editores Introduccion La crisis de las solidaridades A pesar de lo que afirman sus principios, nuestras sociedades “eligen” la desigualdad. :Por qué? Algunos son de la idea de que la desigualdad seria fundamentalmen- te buena para el crecimiento. Para otros, la igualdad es un principio abstracto y no un valor por el cual valga la pena combatir. En la década de 1980, los Estados Unidos de Ronald Reagan y la Inglaterra de Margaret Thatcher Ile- varon a cabo revoluciones resueltamente desigualitarias, proclamadas como tales, y no sin apoyo popular en ambos paises. En nuestros dias, los militantes de los Tea Parties que rechazan el seguro de salud universal no son la ema- naci6n de Wall Street. Al querer despojar de las proteccio- nes y ayudas sociales a los franceses que les parecen menos franceses que los demas, los electores del Frente Nacional tampoco son los portavoces de las finanzas internacionales. Este libro aspira a demostrar que la intensificaci6n de las desigualdades procede de una crisis de las solidaridades, entendidas como elapego alos lazos sociales que nos Ievan a desear la igualdad de todos, incluida, muy en particular, la de aquellos a quienes no conocemos. :Qué podria ha- cer que nos sintiéramos lo bastante semejantes para querer realmente la igualdad social, y no s6lo la igualdad abstracta? Si no se concede a los otros mas que una igualdad de prin- cipio, nada impide tenerlos por responsables de las de- sigualdades socioecondémicas que los afectan. Aun cuando John Rawls haya escrito que, en comparaci6n con las ideas de libertad e igualdad, “la idea de fraternidad tiene menos 12 ¢POR QUE PREFERIMOS LA DESIGUALDAD? cabida en las teorias de la democracia” (Rawls, 1987: 135), lo cierto es que Ia lucha contra las desigualdades supone un Lazo de fraternidad previo, es decir, el sentimiento de vivir en el mismo mundo social. La politica de la igualdad (0 de las desigualdades lo mas “justas” posible) exige la preexistencia de una solidaridad elemental. La prioridad de lo justo no puede deshacerse por completo de un principio de fraternidad anterior a la justicia misma, porque exige que cada uno pueda po- nerse en el lugar de los otros, y sobre todo de los menos favorecidos. Como se ha llegado a esto? Luego de una treintena de aiios de crecimiento “milagroso” y de progresos de la igual- dad, las desigualdades sociales no dejan de ahondarse por doquier en América del Norte y Europa desde la década de 1980. Los muy ricos son atin mas ricos, y las desigualdades de patrimonio se incrementan atin mas rapido que las sa- lariales. La tendencia esta bien consolidada, porque aho- ra las rentas rinden mas que el trabajo. Se instalan el de- sempleo y la precariedad, en tanto que se multiplican los trabajadores pobres; en las ciudades, grandes o pequefias, se forman “guetos’ donde se concentran los mas pobres, los migrantes y sus hijos. Hemos terminado por acostum- brarnosa la presencia de mendigos y de personas sin techo. En Francia las desigualdades escolares y médico-sociales no desaparecen. Parecen incluso ahondarse, a pesar de las sumas asignadas a la educacin y la salud y los elevados in- dices de redistribucién. Dentro de las sociedades naciona- les mas homogéneas, como la francesa, las desigualdades entre los barrios, las ciudades y las regiones parecen ahora un hecho establecido. Algunos territorios concentran la riqueza y la actividad, mientras otros se vacian. A este ritmo, los paises ricos de América del Norte y Europa volveran a en- contrarse frente a desigualdades sociales comparables a las de las sociedades industriales previas a la Primera Guerra Mundial.

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