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Respecto a la alianza terapéutica, cabe señalar que los niños suelen disfrutar de la
realización de los dibujos. Trabajar con sus intereses fortalece el vínculo y la sensación
de sentirse comprendido por el terapeuta. Al mismo tiempo esta herramienta puede
influir positivamente en los resultados del tratamiento debido a que aquellos niños
situados evolutivamente en etapas pre-operatorias y operatorias concretas, toman al
dibujo como una actividad natural con funciones lúdicas pero también organizacionales
respecto al entorno. Se trata de una modalidad de procesamiento y jerarquización de la
información a predominio asimilativo (Piaget J, Inhelder B, 1966)
En cuanto a las técnicas, se debe destacar que los registros estructurados y verbales son
un medio idóneo para favorecer el auto-distanciamiento y la revisión de las relaciones
entre situación, pensamiento, emoción y conducta en los adultos. En cambio en los
niños pueden resultar más útiles a este fín los ''monos'' o personajes de historietas.
Estos, pueden aportar todas las variables, de manera discriminada, que ofrece un
registro de cuatro columnas, por ejemplo:
• Un decorado simple y otros personajes interactuando grafican la situación.
• Un texto o imagen ubicada en un globo de pensamiento daría cuenta de la cognición
contingente.
• Las expresiones y posturas de las emociones.
• La posibilidad de ilustrar movimientos en relación a objetos u otros personajes las
conductas.
En suma, autores como R. Friedberg (2002) y M. Stern (2002) coinciden en que los
dibujos y registros simples pero significativos, divertidos a la par que trascendentes,
optimizan la participación activa del pequeño haciendo de la terapia una ''experiencia
amigable''.
Para lograr esto se deben tener en cuenta tres principios metodológicos clave: a) definir
de manera constructiva el rol de los participantes; b) abrir y cerrar el foco de los
dibujos; y c) hacerlo simple, rápido, participativo y que signifique
El rol del paciente: se recomienda que el terapeuta le explique al paciente que él puede
ser su propio “doctor de los miedos” o el “maestro de los problemas”, que la idea es que
él se vuelva un especialista en resolver aquello por lo que consulta. Se apunta de este
modo a fomentar la participación activa del pequeño consultante. Para ello puede
intentar poner en práctica ciertas estrategias o técnicas (dibujos, registros, ejercicios,
experimentos conductuales).
Podemos, por ejemplo, explicar a nuestro “compañerito de aventuras” que hay dibujos,
juegos e investigaciones de científicos y detectives que nos ayudan a entender como
enfrentar ''estos miedos del demonio'' o ''esta tristeza traidora''.
Una posible estrategia inicial puede ser la de pedirle al propio niño que se dibuje a sí
mismo con el rol que haya elegido para afrontar sus problemas. Por ejemplo, se podría
dibujar como un gigante que aplasta los miedos.
Cuando se encomiendan este tipo de indicaciones es aconsejable evitar el término
''tareas'' por la desagradable sensación que les genera al asociarlo a las tareas escolares.
Rol del terapeuta: P. Kendall afirma que el terapeuta infanto-juvenil cumple la triple
función de educador, entrenador y consultor. El desafío consiste en pensar cómo
podemos transmitir la complejidad de este rol en forma sencilla, intrigante y divertida.
"Entrenadores en valentía'', ''Doctores anti-miedo'' son nominaciones que permiten al
niño comenzar a representarse a la situación clínica, su interlocutor y objetivo aún antes
de la primer entrevista. Los aportes constructivistas de M. White, D. Epston y otros nos
orientan al dar forma a un lenguaje lúdico cercano a la conceptualización usual de la
realidad cotidiana por parte del niño. A partir del mismo, los problemas se externalizan
y los recursos se incorporan a la identidad del pequeño consultante como afrontador
activo. Veamos el siguiente ejemplo:
Una madre preguntó al finalizar la primera entrevista en la que pautamos que la próxima
sesión sería con su hijita de 8 años:
“-¿Qué le digo a Cami? ¿Qué vamos a ver un amigo, a un psicólogo?”
“-¿Podría decirle que va a ver un Dr. especialista en pelear contra los miedos, que va a
conversar con ella para ver si tiene alguno y si es así, van a ver juntos formas divertidas
para combatirlo”
Debido a que los niños no siempre conceptualizan de manera clara sus dificultades, la
externalización del problema puede ser una estrategia eficaz para lograr una definición
concreta, precisa y motivante del mismo. Esto puede lograrse apoyándose en un dibujo.
En este puede graficarse al pequeño luchando contra su enemigo el problema (Freeman
J, Epston D, Lobovits D, 2001), ponerle un nombre y describir las dificultades que le
ocasiona.
Y luego explicarle que el terapeuta puede ser un aliado para ayudarlo a lograr que la
situación se invierta de la siguiente manera:
Rol de los padres: puede explicársele al niño que tanto sus padres como otros familiares
y allegados, forman parte de un poderoso equipo de aliados dispuestos a atrapar y
enfrentar a los problemas en los contextos usuales donde estos se hacen presentes.
De acuerdo a Friedberg y cols (2002), las figuras significativas del niño son para la
metodología cognitiva “Co-capitanes del equipo terapéutico”, en tanto aseguran la
continuidad del tratamiento y fortalecen la adherencia a las intervenciones.
Alternar estratégicamente entre los gradientes del Dibujo o juego libre y dibujo o juego
focalizado puede ser de suma utilidad para resolver la dinámica entre vínculo y técnica
en las terapias focales. Muchas veces, los niños presentan inquietudes que se apartan de
los objetivos de trabajo pactados. La escucha empática, la sutileza y el “timing” en la
reconducción hacia el foco inicial es una pericia fundamental que enriquece la alianza.
Más aún cuando tenemos la oportunidad de relacionar estos ''temas satélite'' con los
factores que rodean y mantienen el motivo de consulta. En terapia infantil, la
interacción entre el dibujo-juego libre y el dibujo-juego focal tiene una importancia
crucial. En la clínica con niños puede observarse que:
A medida que acepta nuestra propuesta, encausamos cada vez más nuestras
producciones conjuntas hacia ''dibujos focales'' que vehiculizan las intervenciones
características de la terapia cognitiva.
El rol del dibujo en la psicoeducación es crucial. Informamos lúdicamente respecto a la
relación pensamientos-emociones y conductas en el mantenimiento de los problemas y
cómo, ante determinadas situaciones podemos pensar de diversas maneras (ver figura
4).
Buscamos planes estratégicos conjuntos para actuar sobre los mismos (es típico el
interés de los varones de 8 a 10 años acerca de los planos tácticos para ganar la batalla
contra un problema). Monitoreamos los ''globitos'' que nos generan ansiedad, enojo y
tristeza. Investigamos las pruebas que tenemos acerca de la veracidad de los mismos y
buscamos alternativas más realistas y beneficiosas. Si logramos interesar al niño en
estas prácticas, podemos incluso proponerle juegos o investigaciones para continuar en
la semana. Por ejemplo, viñetas con ''globitos'' vacíos para completar con los
pensamientos que tiene cada vez que está ansioso.
Habrá momentos en que el paciente se acoplará a estas producciones gráficas focales y
momentos en que deseará dibujar o jugar a otras cosas. Podemos acompañarlo en esta
reapertura del foco entendiéndola como una situación propicia para enriquecer la
alianza y complejizar nuestra conceptualización diagnóstica a partir de los nuevos
aportes. No faltarán oportunidades para proponer, con tacto y ritmo, una refocalización
orientada a resolver problemas. La alternativa dibujo libre-dibujo focal puede abrirse y
cerrarse en diferentes grados, acorde a los distintos estados de un proceso en desarrollo.
Consideraciones finales
Gráfico -
Figuras 1, 2, 3 y 4 -