Pablo Cottet1
Propongo entender aquí por “era contemporánea”, una modernidad que tiene lugar
en sus aporías. Es decir, una era en que la modernidad existe en tanto suspenso de su
destinación, en tanto reverberancia de sus destinos, de sus promesas, promesas que se
siguen enroscando sobre sí mismas. Lo contemporáneo podríamos entenderlo como
la condición moderna aproblemada consigo misma. Si la modernidad nos convenció
en occidente de avanzar a paso firme hacia el mejor vivir, bajo el vector del
“progreso”, la incomodidad y la sospecha contemporáneas sobre el progreso, se
instalan y extienden como la desertificación en Amazonas. Incomodidad y sospecha
que también alcanzan a la ciencia moderna como único acceso a la verdad (esa que
aseguraría el progreso).
Propongo aquí una segunda pista: a la pregunta central que he propuesto (en una
modernidad interrogada en la era contemporánea ¿Qué es de la ciencia y la
tecnología?), una segunda pista que consistiría en rastrear y organizar los
conocimientos sociales sistemáticos sobre las transformaciones contemporáneas
Señalo esto porque si ustedes revisan la literatura del campo configurado en las
ciencias sociales que han tenido a las ciencias como objeto de investigación, se van a
encontrar con un debate sobre la genealogía del mismo. Hay propuestas genealógicas
del campo que parten en el Círculo de Viena, otras en R. Merton y su clásico libro
sobre el tópico; en estas genealogías se mencionan los impactos, o su sobre
dimensionamiento, del estudio de las “estructura de las revoluciones científicas” de T.
Khun, como de los “programas científicos” de I. Lakatos, o las objeciones
desbaratadoras (para algunos), diatribas doctrinarias (para otros) que P. Feyerabend
formulara a la distancia entre lo que hacen los científicos y lo que dicen que hacen.
Se nos mencionará la “sociología del conocimiento científico”, el denominado
“programa fuerte” de la U. de Edimburgo con D. Bloor, entre otros, de las siguientes
producciones en las U. de Pensilvania, Cornell y Standford, como de los
contemporáneos “estudios sociales de las ciencias”, para algunos abiertos por Büker,
Huges y Pinches con “La construcción social de la tecnología”, para otras versiones
las actuales polémicas del campo (“estudios sociales de la ciencia”) no pueden dejar
de considerar las propuestas de Bruno Latour.
No es mi interés discutir ahora las claves constitutivas de este campo, sino en lo que
importa a la propuesta que comparto con ustedes: investigar las transformaciones
acontecidas en los compromisos estructurales entre la producción de conocimiento
científico-tecnológico con el modo de producción ampliado. Aquí es donde podemos
concebir este campo, en cualquiera de sus genealogías, desde la “sociología de la
ciencia” hasta los “estudios sociales de la ciencia y la tecnología”, como una segunda
plataforma de conocimiento social sistemático que provee de claves para la
construcción de objetos de futuras investigaciones sobre transformaciones
contemporáneas acontecidas en las relaciones entre ciencia/tecnología y modo de
producción capitalista tardío. Una plataforma de conocimientos sobre las
transformaciones en la producción del conocimiento tecnocientífico.
Sólo una mención ligera a otra zona que intuyo de alta potencia para investigaciones
sociales sobre la transformación en las relaciones entre producción de conocimiento
tecnocientífico y modo de producción ampliado en la época contemporánea. El
cambio de las funciones de la “divulgación científica”, el cambio de sus estructuras
discursivas y de sus formas diegéticas. ¿No es hoy más una guía para la formulación
de “estilos de vida” que una ilustración de los avances del progreso tecnocientífico?
Pienso en el imperialismo normativo de la “vida saludable” y las tecnologías del
cuerpo (nutricionales, sexuales, anátomo-fisiológicas, cultivo de sus formas, etc.), la
“vida saludable” y las tecnologías de la administración de las actividades cotidianas
(alternancia de trabajo y descanso, tecnologías de gestión de un “trabajo saludable”,
tecnológicas ergonómicas de prevención laboral, tecnologías del “sueño reparador”,
etc.).
Voy ahora sobre el par de propuestas políticas. Según como entiendo la política,
ésta siempre cuenta con un vector de urgencia, la política llega cuando el descuerdo
ya la ha posibilitado (como enseña J. Rancière). Y este par de propuestas adquieren
para mí, toda la urgencia de lo que en la generación que comparto y otras más
jóvenes, se ha convertido un lugar común por remover, pero no encontramos
suficiente energía para ello, e implacablemente empezamos a ingresar a aquella edad
que podríamos denominar paródicamente “adulto casi-mayor”.
Dos ámbitos en que se requiere con urgencia más investigación social: se trata de la
enseñanza de las ciencias en las instituciones educacionales (escolares y
universitarias) y de las políticas públicas de investigación científica financiadas por
capitales estatales y/o privados.