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19/7/2019 Unidad 1.

Representación política y elecciones

Unidad 1. Representación política y elecciones

Sitio: Cursos
Curso: Introducción al derecho electoral mexicano
Libro: Unidad 1. Representación política y elecciones
Impreso por: Melisa Dairen García Sotea
Fecha: Friday, 19 de July de 2019, 16:15

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19/7/2019 Unidad 1. Representación política y elecciones

Tabla de Contenidos
Introducción

1.1 ¿Qué es la democracia?

1.2 ¿Qué son y para qué sirven las elecciones?

1.3 ¿Cómo han evolucionado las elecciones en México?

1.4 ¿Cómo son las elecciones actualmente en México?

Fin de la unidad

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Introducción
En las democracias modernas los ciudadanos eligen a sus representantes a través del voto
siguiendo un conjunto de reglas que pueden definirse, en un sentido amplio, como el derecho
electoral de un país determinado. Es cierto que la democracia representativa tiene otras
características importantes, como la división de poderes o el reconocimiento de los derechos
civiles con usos políticos, pero el fundamento de la democracia representativa son las
elecciones, en la medida en que la hacen funcional, permitiendo a los ciudadanos elegir a sus
gobernantes y representantes.

Por ello, las elecciones democráticas deben ser auténticas y respetar la voluntad ciudadana en la
integración de los órganos electos. En México, la organización de las elecciones y las
características del sistema electoral son, en gran medida, una reacción al pasado de este país
relacionado con la celebración de elecciones periódicas, pero no auténticas, ni competitivas.
Para estudiar esto en contexto, se considera conveniente que en esta Unidad se definan los
conceptos de democracia y elecciones, se aborde el desarrollo de las elecciones en el
contemporáneo sistema político mexicano y se expliquen las características del sistema
electoral, particularmente lo referente a las reglas mediante las cuales se elige al titular del
Poder Ejecutivo y se convierten los votos en escaños para la integración del congreso. 

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1.1 ¿Qué es la democracia?


Es importante tener presente que no existe una definición de la democracia aceptada en su
totalidad y reconocer con objetividad que el ideal democrático no existe en la realidad (Sartori
1988, 27). No obstante, para los propósitos de este curso es necesario contar con una base
conceptual mínima. En este sentido, conviene apuntar que las democracias modernas son
fundamentalmente representativas, ya que imaginar que todos los ciudadanos de una sociedad
puedan participar en la discusión y toma de decisiones respecto de todos los asuntos públicos
resulta impensable. En tal virtud, la democracia representativa[1] podría entenderse como un
sistema de gobierno en el que los ciudadanos gobiernan indirectamente a través de los
representantes que eligen (Schumpeter 1964, 269).

Sin embargo, el ejercicio del poder político otorgado a los representantes en la toma de
decisiones no es absoluto, ni permanente, ya que en las democracias representativas existen los
siguientes procesos institucionales básicos para limitar los excesos de los gobernantes (Vázquez
y Serrano 2011, 41):

La renovación periódica de los cargos públicos mediante elecciones competitivas, libres y


auténticas.
La división de poderes.
Los derechos civiles con usos políticos.

En esta sección solo[2] se profundizará sobre los últimos dos puntos, ya que el tema de las
elecciones se abordará con mayor detalle más adelante.

  

La división de poderes
La división del poder público implica la fragmentación de este a efecto de limitar las
competencias y atribuciones de las instituciones que lo conforman, estableciendo contrapesos
entre sí para controlar el ejercicio del poder y evitar que se abuse de él. En este orden de ideas,
los tres poderes del gobierno son:

El Poder Ejecutivo. Se refiere a la rama del poder público responsable de la gestión diaria
del Estado, es decir, de administrar y gobernar. El Poder Ejecutivo es unitario y está
depositado en el Jefe de Gobierno (presidente o primer ministro). En las repúblicas, el Jefe
de Gobierno es también el Jefe de Estado; mientras que en las monarquías el rey es el Jefe
de Estado, aunque en las monarquías parlamentarias su función solo es simbólica.

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Ejemplos de representantes del Poder Ejecutivo: presidente Barack Obama (EE.UU., república) y


la reina Isabel II (Reino Unido, monarquía parlamentaria)
 
El Poder Legislativo. Es la rama del poder público cuya función primordial consiste en la
elaboración y modificación de leyes. Esta tarea generalmente está a cargo de un cuerpo
deliberativo (congreso, parlamento o asamblea) que puede ser unicameral o bicameral.

Arriba, la Asamblea Legislativa de Costa Rica (unicameral), abajo, las Cámaras de Senadores y de
Diputados de México (bicameral)
 

El Poder Judicial. Es la rama del poder público encargada de la aplicación e interpretación


de las leyes, en casos concretos entre particulares o entre estos y el Estado. Los órganos
judiciales (cortes, tribunales o juzgados) suelen gozar de imparcialidad y autonomía.

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Generalmente existen varios niveles (geográficos) de los tribunales, siendo las decisiones de
los tribunales inferiores apelables ante tribunales superiores. Los integrantes del Poder
Judicial normalmente son nombrados por alguno de los otros dos poderes.[3]

De izquierda a derecha: Suprema Corte de Justicia de la Nación y Tribunal Superior de Justicia


de la Ciudad de México

Los tres poderes públicos son: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, los cuales
existen para funcionar como contrapesos entre sí a fin de controlar su
ejercicio y evitar abusos de poder.

Los derechos civiles con usos políticos


Una democracia requiere que haya ejercicio pleno y real del derecho al voto y la existencia de la
competencia libre y justa entre distintas opciones políticas. Para que esto sea posible, los
ciudadanos deben gozar de un amplio conjunto de derechos y libertades. Son especialmente
importantes los derechos civiles con usos políticos, como las libertades de expresión, de
manifestación, de reunión y de asociación, así como el derecho de acceso a las fuentes
alternativas de información (Dahl 1989 y 1999; Vázquez y Serrano 2011, 41).

Asimismo, es muy importante la libertad de opinión pública, la cual solo puede existir si el
proceso de toma de decisiones gubernamental es público y hay posibilidad de expresar
opiniones políticas sin ningún tipo de represalia en todo momento. Ya que la opinión pública es
la manifestación de una expresión colectiva que comparte un número importante de

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ciudadanos, los representantes no pueden ignorar estas demandas en la toma de decisiones


(Manin 1998, 210). Por lo tanto, el desarrollo de una opinión pública es importante porque
permite que la ciudadanía influya en las decisiones de sus gobernantes.

Cabe destacar que la efectividad de estas libertades políticas es extremadamente importante, en


sí y porque son condiciones necesarias para la existencia del régimen democrático (O’Donnell
2015, 25). Sin ellas los ciudadanos no tienen el poder real de influir y controlar las decisiones de
los gobernantes, ni de expresar sus opiniones políticas o formar asociaciones con fines políticos.

Los derechos civiles con usos políticos son necesarios para la existencia
de una democracia y para influir en la toma de decisiones de los
gobernantes. 

[1] La democracia representativa –o la democracia moderna– se distingue de la democracia directa antigua que existió
en las ciudades-Estados en la antigua Grecia a partir de la asignación de responsabilidades mediante el voto. En este
curso, democracia siempre se refiere a la democracia moderna.

[2] De acuerdo la Real Academia Española, el adverbio solo y los pronombres demostrativos este(a), estos(as), ese(a),
aquel, aquella(os, as) no deben llevar tilde diacrítica, por lo que en este curso nos apegaremos a esta regla ortográfica.
Para conocer más, puedes consultar RAE 2010.

[3] En algunos países también existen las elecciones judiciales, es decir, elecciones de jueces, pero es muy inusual.

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1.2 ¿Qué son y para qué sirven las elecciones?


En un régimen democrático, el acceso a los principales puestos gubernamentales (con la
excepción del Poder Judicial, fuerzas armadas y, eventualmente, los bancos centrales) se
determina mediante elecciones limpias (O’Donnell 2015, 22). Así, las elecciones son los procesos
en los cuales los ciudadanos con derecho a votar expresan las preferencias políticas que se
tomarán en cuenta para la integración de los órganos representativos.

Las elecciones, también conocidas como comicios o procesos electorales, ponen en


competencia a distintos aspirantes a un cargo de elección popular, por lo que, en principio,
deben convencer a la ciudadanía para que los elijan a partir de la promoción de sus planes o
estrategias de gobierno y de sus temas de interés político, entre otros elementos que le
permitan al electorado canalizar sus inquietudes y demandas mediante dichos representantes a
las esferas de toma de decisión.

Las elecciones democráticas son decisivas, pues las preferencias políticas que expresan los
ciudadanos al votar determinan quién ocupará los respectivos puestos gubernamentales y
tomará las decisiones. Asimismo, las elecciones son inclusivas, ya que todos los adultos que
satisfacen el criterio de nacionalidad tienen derecho de participar en ellas (O’Donnell 2015, 23 y
25). Finalmente, cabe destacar que las elecciones no solo implican el derecho a votar, sino
también incluyen el derecho a ser elegido para un cargo. En otras palabras, las elecciones
permiten a los ciudadanos votar y ser votados.

Función de las elecciones


Las elecciones tienen un papel fundamental en las democracias modernas, ya que cumplen con
dos funciones específicas: la renovación periódica del poder de forma pacífica y la legitimación
de los representantes electos.

Al permitir la renovación de los representantes de un Estado de forma pacífica y ordenada, las


elecciones “constituyen uno de los instrumentos clave en la designación de los gobernantes, la
participación política de la ciudadanía, el control del gobierno por ella y la interacción entre
partidos o grupos políticos. La democracia moderna no podría funcionar sin los procesos
electorales” (Crespo 2013, 9). Debido a que las elecciones cuentan con reglas específicas que
garantizan la constante renovación de los representantes, los grupos de poder suelen
abandonar la idea del uso de la violencia para acceder al poder político.

De igual forma, las elecciones son fuente de legitimación de los representantes electos pues, al
ser seleccionados por la mayoría de la ciudadanía, existe cierta aceptación, con lo cual se
incentiva la estabilidad política: “La legitimidad de los gobernantes electos directamente por los

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ciudadanos contribuye, además, a mantener la estabilidad política, pues la conformidad de los


individuos suele ser mayor” (Crespo 2013, 19). Asimismo, las elecciones están relacionadas con
la rendición de cuentas y la responsabilidad política; por ejemplo, en los sistemas electorales
que cuentan con reelección, si un candidato o un partido político no cumplen con las
expectativas de su electorado, el apoyo para que se mantengan en el poder en procesos
electorales posteriores puede disminuir. Ello implica una evaluación del desempeño de los
representantes políticos por parte del electorado mediante el voto.

Representación de un voto
 
Además de las funciones antes señaladas, las elecciones también cumplen con funciones
adicionales como (Fernández y Nohlen 2015):

La movilización del electorado en torno a valores sociales e intereses políticos y partidistas


y, por lo tanto, la creación de vínculos y confianza entre personas y partidos.
La creación de una ciudadanía mejor informada mediante la explicación de problemas y
exposición de alternativas.
La integración de instituciones políticas representativas de las preferencias de los diversos
grupos de un Estado.
El establecimiento de una oposición capaz de ejercer control, lo cual implica la oportunidad
de cambio de gobierno. 

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Las elecciones son instrumentos clave en la designación de


representantes políticos, la participación de la ciudadanía, la evaluación
gubernamental y la interacción entre partidos o grupos políticos. Entre
sus principales funciones destacan: la renovación del poder de forma
pacífica y la legitimación de los representantes electos.

Tipos de elecciones
Las elecciones pueden clasificarse con base en su ámbito o nivel, con los cargos públicos que se
eligen, con la forma en la que se elige y con el momento en que se elige (ACE Project 2017;
Fernández y Nohlen 2015).

Al respecto del ámbito o nivel de las elecciones, estas pueden ser de tipo nacional, local o
municipal. En relación con los cargos que se eligen, la división se relaciona con el poder público
(Ejecutivo o Legislativo) y, por tanto, si es de carácter unipersonal (presidente o gobernador) o si
es pluripersonal (Congreso o Asamblea).

Cuando la clasificación tiene que ver con la forma en la que se elige, existen dos tipos de
elecciones: las directas y las indirectas. En las elecciones directas los ciudadanos que emiten su
voto lo hacen por uno de varios candidatos a determinado cargo de elección y, tras el cómputo
de dichos votos, el candidato con la votación más alta gana. Por otra parte, en las elecciones
indirectas, los ciudadanos eligen a personas —representantes o compromisarios— que serán los
encargados de seleccionar a quien ocupe el cargo público. Es decir, en este tipo de elecciones
existe una mediación en la toma de decisión. México es un ejemplo de elecciones directas y
Estados Unidos lo es de elecciones indirectas.

Por último, relativo al momento en que se elige, los procesos electorales pueden ser
simultáneos/concurrentes o no simultáneos. Es fácil inferir que son simultáneos o concurrentes
cuando dos o más procesos electorales se organizan de forma paralela y su jornada electoral se
lleva a cabo el mismo día, en tanto que, cuando los procesos no tienen fechas coincidentes,
simplemente no son simultáneos. Por ejemplo, en México son frecuentes las elecciones
concurrentes nacionales y locales, es decir, que en una misma fecha se vota para elegir
presidente y gobernador, diputados federales y locales, ayuntamientos y senadores, etcétera.

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De izquierda a derecha: urna de la elección presidencial directa de 2012 en México y mampara


de elección indirecta en Estados Unidos

Las elecciones pueden clasificarse con base en su ámbito o nivel


(nacional, local o municipal), con los cargos públicos que se eligen
(relacionados con el Poder Ejecutivo o Legislativo), con la forma en la que
se elige (directas o indirectas) y con el momento en que se elige
(simultáneas/concurrentes o no simultáneas).

Características de las elecciones


Para ser consideradas democráticas, las elecciones deben cumplir en general con las siguientes
características (Crespo 2013, 25-45; CPEUM, artículo 41, párrafo segundo):

Periódicas. Los cargos de elección popular deben renovarse tras un plazo establecido en la
ley, mismo que siempre debe cumplirse.
Libres. El electorado debe poder participar en las elecciones en un contexto de ejercicio
pleno de las libertades políticas y civiles, además de que el gobierno en turno no puede
intervenir en la selección de los candidatos o partidos políticos.
Auténticas. La voluntad del electorado debe reflejarse de manera cierta y positiva en el
resultado de los comicios. Se requieren reglas claras y equitativas que sean del
conocimiento de todos, que garanticen la imparcialidad, la transparencia y limpieza en los
procesos electorales.[4]
Competitivas. Debe existir una oposición política con posibilidades reales de obtener un
cargo de elección popular a través del voto. Es decir, la oportunidad de que la oposición se
convierta en gobierno y las minorías en mayorías.

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Plurales. Deben permitir la representación de los diversos intereses de una comunidad


política.
Universales. El derecho a participar en las elecciones debe extenderse a cualquier persona
que cumpla con los requisitos establecidos en las leyes respectivas, como edad mínima,
salud mental o derechos políticos vigentes; sin distinción por sexo, raza, religión, clase
social, educación u otros.

Las elecciones deben ser periódicas, libres, auténticas, competitivas, plurales y universales
 

Al votar en elecciones limpias, los ciudadanos son la fuente de la autoridad ejercitada sobre
ellos por el Estado y el gobierno. Esto implica que el poder proviene del pueblo (O’Donnell
2015, 39). En este sentido, también es importante señalar que, aunque pueden llevarse a cabo
elecciones en los regímenes autoritarios, estas elecciones tienen únicamente carácter simbólico,
pues no cumplen con los elementos mínimos antes mencionados. Unos comicios en estas
condiciones tienen como propósito, entonces: “legitimar al sistema, mejorar su imagen al
exterior para promover la inversión económica, o funcionar como válvula de escape de posibles
conflictos internos” (Soriano y Gilas 2018, 16). 

Para que las elecciones puedan ser consideradas democráticas deben ser
periódicas, libres, auténticas, plurales y universales. Las elecciones que se
celebran en países no democráticos no cumplen con estos requisitos y
son utilizadas en beneficio del régimen existente.

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[4] Entre los elementos que pueden garantizar la limpieza en las elecciones se encuentra la existencia de un padrón de
electores confiable, la credencialización de los electores, autoridades electorales confiables e imparciales, la vigilancia
en el proceso electoral, la difusión oportuna de los resultados y la persecución y establecimiento de sanciones por
delitos electorales (Crespo 2013, 32-33).

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1.3 ¿Cómo han evolucionado las elecciones en México?


Para el caso específico de México, a partir de la revolución de 1910 se han celebrado elecciones
periódicas, aunque durante mucho tiempo estas elecciones no fueron competitivas. Durante
siete décadas se observó un fenómeno de partido hegemónico en el sistema político mexicano,
el cual tenía apariencia de ser democrático, ya que se celebraban elecciones periódicas y había
partidos políticos de oposición, aunque en realidad no existía la posibilidad de quitar del poder
al partido dominante, el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Sin embargo, durante las
últimas cuatro décadas se ha logrado la organización y celebración de elecciones limpias a
través de sucesivas reformas electorales liberalizadoras.

La democratización del sistema electoral mexicano


La transición hacia la democracia formal efectiva empezó a partir de la reforma electoral de
1977, con la cual comenzó a modificarse el sistema político para contar con una mayor
competencia política. Esta reforma incluía las siguientes medidas (Woldenberg 2002, 23):

Registro condicionado. Con esta medida se facilitó la creación de nuevos partidos que
podían participar en las elecciones, aunque solo mantendrían su registro si alcanzaban 1.5%
de los votos.
Diputados de representación proporcional. La creación de 100 diputados de
representación proporcional facilitó el acceso de partidos medianos y chicos a escaños en la
Cámara de Diputados.
Dinero público y medios de comunicación. Para asegurar la competitividad de los
partidos de oposición, el Estado otorgó financiamiento para los partidos y tiempos en radio
y televisión.
Participación a nivel local. Una vez registrados ante la autoridad electoral federal, los
partidos automáticamente obtenían el derecho de participar en las elecciones estatales y
municipales.

Jesús Reyes Heroles, encargado de los trabajos de consulta que dieron como resultado la ley
electoral de 1977
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La democratización política se extendió con las siguientes reformas electorales durante varias
décadas, de tal manera que la reforma electoral de 1987 aumentó el número de diputados de
representación proporcional de 100 a 200 y se estableció que un partido no podía tener más de
350 diputados en el Congreso federal, con lo que se aseguraba que al menos 150 diputados
corresponderían a los partidos minoritarios.

Con la reforma electoral de 1990 se creó el Registro Federal de Electores para asegurar que
todos los ciudadanos mexicanos tuvieran garantizado su derecho político al sufragio conforme a
un padrón electoral confiable. En 1993 se crearon las senadurías de primera minoría para
disminuir la sobrerrepresentación del PRI y la subrepresentación de los partidos de oposición en
la Cámara de Senadores (Becerra et al. 2005, 291-292).

Más adelante, en 1996 hubo una reforma electoral muy importante que determinó, entre otros
aspectos, que ningún partido podía tener más de 300 diputados en la Cámara de Diputados y
que ningún partido podía tener una sobrerrepresentación mayor de 8% respecto a su votación
obtenida. Asimismo se crearon escaños de representación proporcional en la Cámara de
Senadores, se robusteció el sistema del financiamiento público y se instauró un sistema de
acceso equitativo a los medios de comunicación pública. También se obligó a las entidades
federativas a adecuar su legislación electoral para que no hubiera diferencias de fondo entre los
comicios federales y los locales.

Las reformas electorales posteriores (de 2008, 2012 y 2014) básicamente han mantenido el
sistema electoral creado a partir de 1996 y han introducido cambios para mejorarlo. De esta
manera, la reforma de 2008 modificó sustancialmente el modelo de comunicación política y
estableció normas para reducir el gasto electoral y los tiempos de campaña, mientras que la
reforma electoral de 2014 nacionalizó la organización de las elecciones, reguló las candidaturas
independientes —figura que introdujo la reforma constitucional de 2012—, introdujo la paridad
de género como principio constitucional y acortó los plazos para fiscalizar los informes de
ingresos y gastos de los partidos políticos y candidatos.

Por las características de su sistema político y electoral, México no podía


considerarse una democracia formal efectiva durante la primera mitad del
siglo XX. La democratización del sistema electoral mexicano se ha
logrado a través de una serie de reformas en la materia a partir de 1977,
que han beneficiado la participación de los partidos de oposición en
condiciones de igualdad.

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La creciente independencia y especialización de las autoridades


electorales
Durante gran parte de la historia del siglo XX, en México la organización de las elecciones fue
responsabilidad del Poder Ejecutivo, lo que afectaba la certeza en los resultados electorales y la
equidad de la contienda política, de forma tal que la creación de instituciones capaces de
garantizar la autenticidad de los comicios fue el eje central de los cambios democráticos. Así,
tras los años, las instituciones electorales mexicanas se han separado de los poderes Ejecutivo y
Legislativo, tanto en el ámbito federal como en el de las entidades federativas, resultando en
instituciones autónomas.

El primer órgano responsable de la organización de las elecciones en el ámbito federal fue la


Comisión Federal de Vigilancia Electoral (CFVE), creada en 1946, la cual estaba integrada por un
diputado, un senador, dos representantes de los partidos políticos de mayor relevancia y dos
miembros del gabinete presidencial, uno de ellos el secretario de gobernación, quien presidía el
órgano (Soriano y Gilas 2018b, 30). Para el año de 1973 la CFVE se convirtió en la Comisión
Federal Electoral (CFE), también presidida por el secretario de gobernación e integrada por dos
miembros del Poder Legislativo (un diputado y un senador), y por un representante de cada
partido político con voz y voto (Carmona 2017).

En 1990, se creó al Instituto Federal Electoral (IFE), encargado de la organización de las


elecciones, aunque aún bajo el control de la Secretaría de Gobernación. Sin embargo, en 1996
se le otorgó la autonomía al establecerse que los miembros de su Consejo General debían ser
propuestos por los grupos parlamentarios y aprobados por las dos terceras partes de la Cámara
de Diputados (DOF 1996). Finalmente, el IFE dio paso al INE con la reforma de 2014, misma que
le atribuyó facultades importantes también en la organización de los comicios a nivel local. Esta
reforma también creó la figura de los Organismos Públicos Locales (Ople) para organizar las
elecciones locales y determinó desvincular el nombramiento de sus consejeros de los poderes
públicos locales para incentivar una mayor autonomía de los Ople.

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Los consejeros del IFE en 1996 y los magistrados de la Sala Superior del TEPJF en 2004
 

Por otra parte, la justicia electoral fue responsabilidad del Poder Legislativo hasta 1987, cuando
se creó el Tribunal de lo Contencioso Electoral (TRICOEL) como un órgano autónomo electoral,
encargado de resolver los recursos de apelación y queja contra los actos de la autoridad
electoral. En 1990, se sustituyó por el Tribunal Federal Electoral (TRIFE), un órgano jurisdiccional
autónomo en materia electoral, pero no adscrito al Poder Judicial; sus resoluciones podían ser
modificadas por el Congreso de la Unión, hasta la enmienda constitucional de 1993 (Santiago
2011, 22-23 y 28). Finalmente, en 1996 se creó el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación (TEPJF) y se facultó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) como única
autoridad para ejercer la acción de inconstitucionalidad, incluyendo las controversias en materia
electoral (Santiago 2011, 34).

La democratización del sistema electoral mexicano ha ido de la mano con la creación de


autoridades electorales para organizar y juzgar las elecciones, las cuales se han vuelto
independientes y cada vez más especializadas, dos características de las autoridades electorales
en México que permiten asegurar la autenticidad de las elecciones.

Anteriormente en México el Poder Ejecutivo organizaba las elecciones, lo


que afectaba la equidad de la contienda política. Para garantizar la
celebración de elecciones limpias se han creado autoridades electorales
administrativas y jurisdiccionales independientes y especializadas.

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1.4 ¿Cómo son las elecciones actualmente en México?


La renovación de los poderes públicos en México es posible solamente mediante elecciones que
deriven de procesos electorales constitucionales y legales. Por lo tanto, las reglas para llevarlas a
cabo están previstas primeramente en la Constitución federal y son obligatorias para las
autoridades en general, así como para los partidos políticos, candidatos, personas físicas y
morales que tengan relación con la materia electoral. Dichas reglas se resumen de la siguiente
manera (CPEUM, artículos 41, 99, 116 y 122; Tesis X/2001  ELECCIONES. PRINCIPIOS
CONSTITUCIONALES Y LEGALES QUE SE DEBEN OBSERVAR PARA QUE CUALQUIER TIPO DE
ELECCIÓN SEA CONSIDERADA VÁLIDA):

Los poderes Ejecutivo y Legislativo son electos mediante el sufragio universal, libre, secreto
y directo.
Debe garantizarse que las elecciones sean libres, auténticas y periódicas para considerarlas
producto del ejercicio popular de la soberanía.
Dichos procesos electorales deben regirse por los principios de equidad, certeza, legalidad,
independencia, imparcialidad, objetividad y transparencia.
Las elecciones se realizan mediante procedimientos especiales que deben satisfacer
plenamente determinadas condiciones para garantizar la validez de la renovación de las
funciones públicas.
La organización de las elecciones está a cargo de un organismo público y autónomo.
Debe existir un sistema de medios de impugnación asignado a un tribunal de jurisdicción
especializada para garantizar que todos los actos y resoluciones electorales se ajusten a las
normas.

Principios rectores para organizar las elecciones


Como ya se adelantó, la organización de las elecciones en México es una función estatal regida
por seis principios rectores: certeza, legalidad, imparcialidad, independencia, objetividad y
máxima publicidad. Estos principios se definen de la siguiente manera (CPEUM, artículos 41,
base V y 116, base IV, inciso b; Tesis de jurisprudencia P./J.144/2005):

Certeza. Consiste en dotar de facultades expresas a las autoridades para que todos los
participantes en el proceso electoral conozcan previamente con claridad y seguridad las
reglas a las que está sujeta su propia actuación y la de las autoridades electorales.
Legalidad. Es la garantía formal para que los ciudadanos y las autoridades electorales
actúen en estricto apego a las disposiciones consignadas en la ley para que no se emitan o
desplieguen conductas discrecionales o arbitrarias al margen del texto normativo.

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Imparcialidad. Consiste en que las autoridades electorales eviten irregularidades,


desviaciones o la proclividad partidista durante el ejercicio de sus funciones.
Independencia o autonomía. Se refiere a la situación institucional que permite a las
autoridades electorales emitir sus decisiones con plena imparcialidad y en estricto apego a
la normatividad aplicable al caso, sin tener que acatar o someterse a indicaciones,
instrucciones, sugerencias o insinuaciones provenientes de superiores jerárquicos, de otros
poderes del Estado o de personas con las que guardan alguna relación de afinidad política,
social o cultural. Implican una garantía constitucional a favor de los ciudadanos y de los
propios partidos políticos.
Objetividad. Obliga a que las normas y mecanismos del proceso electoral estén diseñados
para evitar situaciones conflictivas sobre los actos previos a la jornada electoral, durante su
desarrollo y en las etapas posteriores a la misma.
Máxima publicidad. Todos los actos y la información en poder de las autoridades
electorales son públicos y solo por excepción se podrán reservar en los casos expresamente
previstos por las leyes y justificados bajo determinadas circunstancias.

Las elecciones en México deben realizarse respetando los principios de


certeza, legalidad, imparcialidad, independencia, objetividad y máxima
publicidad.

La integración de los órganos electos


Como ya se señaló, el pueblo mexicano ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la
Unión, aunque únicamente los poderes Ejecutivo y Legislativo son electos mediante el sufragio
universal, libre, secreto y directo (CPEUM, artículo 41). Cabe señalar que, ya que México es un
país federal, se eligen autoridades de los poderes Ejecutivo y Legislativo a nivel federal, local y
municipal. En cada uno de estos ámbitos hay un titular del Poder Ejecutivo, así como un órgano
legislativo, aunque es importante destacar que el Poder Legislativo es bicameral a nivel federal y
unicameral en los niveles local y municipal (véase la siguiente tabla).

Tabla 1. Los tres niveles de los poderes Ejecutivo y Legislativo en México

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19/7/2019 Unidad 1. Representación política y elecciones

Fuente: Elaboración propia con base en CPEUM, artículos 50, 80, 115, 116 y 122
 

Además, la Constitución federal establece un sistema electoral mixto, predominantemente


mayoritario, para las elecciones legislativas a nivel federal, local y municipal (CPEUM, artículos
52, 56, 115, base VIII y 116, base II). Esto significa que los integrantes de un mismo cuerpo
legislativo se eligen bajo los siguientes dos principios:

Mayoría relativa (MR). Los sistemas de mayoría normalmente utilizan distritos


unipersonales o uninominales, siendo ganador el candidato que haya obtenido la mayor
cantidad de votos, aunque no necesariamente la mayoría absoluta.  Los sistemas
mayoritarios tienen el propósito de generar un gobierno definido, por lo que tienden a
premiar al partido más grande (en términos de votos). Los sistemas mayoritarios privilegian
la gobernabilidad, entendida como la capacidad de gestión y la estabilidad del gobierno en
turno.

Representación proporcional (RP). Los sistemas de RP utilizan circunscripciones


plurinominales y los ganadores son los partidos que obtienen determinado porcentaje de
los votos, según lo requieran las fórmulas electorales respectivas. Estos sistemas privilegian
la proporcionalidad entre votos y escaños, intentando que tal relación sea lo más
equilibrada posible. Por ello, los sistemas de RP favorecen el pluripartidismo, es decir,
facilitan el ingreso al Legislativo de un mayor número de partidos.

Los sistemas mixtos o combinados, por su parte, combinan elementos de RP y de MR. Intentan
relacionar las ventajas de la gobernabilidad y de la proporcionalidad, es decir, generar un
gobierno determinado y asegurar la representación de diversas fuerzas políticas. 

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19/7/2019 Unidad 1. Representación política y elecciones

En México se eligen autoridades de los poderes Ejecutivo y Legislativo en


sus tres niveles de gobierno: federal, local y municipal. Las elecciones a
nivel federal, local y municipal son mixtas, lo cual implica que combinan
los principios de mayoría relativa y de representación proporcional para
generar un gobierno fuerte, pero que asegure la representación de
distintos partidos.

A continuación podrás leer sobre los procesos específicos para la integración de los órganos
electos a nivel federal, local y municipal. Haz clic en cada tema para conocer el contenido.

La elección de los poderes Ejecutivo y Legislativo a nivel federal +

La elección de los poderes Ejecutivo y Legislativo en el ámbito local +

La elección de los poderes Ejecutivo y Legislativo en el ámbito municipal +

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19/7/2019 Unidad 1. Representación política y elecciones

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tienen un valor máximo de 10 puntos, y consisten en preguntas de opción múltiple, verdadero-
falso y relación de columnas sobre los contenidos abordados en la unidad, donde deberás elegir
la respuesta correcta.  Tendrás un intento para contestar los ejercicios y contarás con un
tiempo máximo de 1 hora.

Cuando concluyas, el sistema te mostrará la calificación que obtuviste, y  si tuvieras respuestas


incorrectas te presentará una breve explicación del porqué (retroalimentación).

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