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La tecnología, mamás y papás, no se va a ir a ninguna parte.

Nuestros hijos crecen


en la era de Internet y las redes sociales, y queramos o no, una parte importante
de su vida se desarrolla entre pantallas de WhatsApp, Instagram o Youtube. Cuando
la realidad digital convive con la analógica, saber compaginar exitosamente ambas,
con sus peligros y sus oportunidades, es un desafío para muchos padres que puede
afrontarse satisfactoriamente si se entiende “la época en la que están creciendo
nuestros hijos. No significa que les dejemos hacer de todo, pero su infancia no es
la nuestra ni nunca podrá ser la nuestra”, sostiene María Zabala, experta en
Ciudadanía Digital y fundadora de iWomanish.
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Para una mayoría de madres (el 70 %), la mejor edad para que los hijos e hijas
tengan un móvil se sitúa entre los 12 y los 15 años, según el estudio Tenemos Like,
una iniciativa del Club de Malasmadres y Movistar sobre la educación en tecnología,
las dificultades que se encuentran las familias al hacerlo (como la falta de
recursos y la presión social del entorno) y el conocimiento que tienen sobre el
mundo tecnológico que rodea a sus hijos. El informe, sobre una encuesta realizada a
3.230 madres, revela que casi la mitad de los menores de dos años ya hacen uso de
la tableta o el móvil de algún adulto para acceder a aplicaciones infantiles, y
siete de cada diez usan Youtube.

Convertirse en un ejemplo para los jóvenes no es fácil cuando hasta un 63% de las
madres admiten que les cuesta controlar el uso que hacen de las tecnologías, además
de existir un miedo generalizado por el mal uso que pueda hacerse de ellas. Para
Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres, “tenemos que ser conscientes de los
retos que esto supone para no caer en la prohibición por miedo a los riesgos, como
la sobreexposición en redes sociales, el uso abusivo de las pantallas o el llegar a
contenidos nocivos”. Una labor que ha de comenzar en la familia pero que debe
entenderse “como una responsabilidad social” en la que se hace necesario conocer
con qué herramientas se cuenta a la hora de controlar su exposición digital: en
2019, tan solo el 28 % de las madres afirma usar un control parental para gestionar
los contenidos y el tiempo de conexión de sus hijos.

Seis de cada diez madres optan solamente por limitar el tiempo de uso y conexión a
dispositivos de sus hijos, y aunque un 78 % de las participantes establece normas
domésticas para el uso de la tecnología, solo el 18 % las aplica a toda la familia
y un 60 % las restringe únicamente a los hijos. “Nosotros somos los adultos
responsables y tenemos que ser referentes”, añade Zabala. “Hay que aplicar un marco
de normas que sean para todos, aunque la autonomía de los hijos vaya creciendo de
forma gradual y ellos han de entender que las normas en casa las marcas tú”. Para
Laura Garaboa, miembro del equipo de Redes Sociales de la Policía Nacional,
“Internet es una ventana maravillosa al mundo, pero tenemos que tomar ciertas
precauciones, como las tomamos también en la vida real”, porque los peligros como
el grooming existen y están ahí. Estas son algunas de ellas:

· Privacidad: no publiques lo que no gritarías o enseñarías por la ventana.


· Contraseñas: preocúpate de hacer contraseñas creativas, que combinen
mayúsculas y minúsculas, y cámbialas habitualmente.
· Datos personales: si no se los darías a un desconocido por la calle, en la
Res tampoco. Cuidado con los que facilitas al, por ejemplo, descargar una app.
· Respeto: es la cara y cruz del anonimato en la Red. No lances a los cuatro
vientos lo primero que se te viene a la cabeza sin reflexionar antes.
· La huella digital: ¿nos gustaría que lo que va a publicar nuestro hijo pueda
leerlo dentro de 10 años alguien que lo entrevista para un trabajo?
· Acompañarlos en la Red: saber a quiénes sigues y admiran nuestros hijos en
Internet. Si conocemos a sus amigos en la vida real, no hay motivo para que aquí no
sea igual.
· Cuidado con el ciberacoso: en un contexto escolar real, el abusador ve la
reacción de la víctima y de los testigos, pero en Internet no, y eso puede hacer
que mida aún menos sus propias fuerzas, porque el límite es más difícil de
establecer.
· Haz un contratode uso con tus hijos, por el que se comprometan a controlar el
tiempo de uso, a comunicarle a los padres si se meten en problemas... Pero para
ello, lo primero de todo, antes de abrir el perfil del menor en redes sociales, es
generar un clima de confianza entre padres (e incluso profesores) e hijos para que
si es necesario acudan a ellos aunque les pueda dar vergüenza.

Impulsadas por la demanda social, las charlas ofrecidas por los delegados de
Participación Ciudadana de la Policía Nacional han crecido un 93% (31.000 desde
septiembre de 2018 a junio de 2019). Las redes sociales se han convertido, de
hecho, en una oficina virtual de atención al ciudadano, hasta el punto de recibir
diariamente más de 4.000 menciones en redes como Twitter o Facebook.

Es importante recordar que, en el entorno digital, como en cualquier otro aspecto


de la vida, no existe una piedra filosofal que garantice que nunca vaya a pasarles
nada malo. Pero sí podemos tomar esas y otras precauciones, como recuerda María
Zabala: “Primero, hay que normalizar la tecnología; incorporarla al resto de la
educación que les damos a nuestros hijos. Darles ejemplo y hablar con ellos... El
mundo digital forma parte de su ocio; de lo que se trata es de evitar que sea el
único tipo de ocio. Y si además ese ocio digital puede estar relacionado con lo que
les gusta ya en el mundo analógico, mejor”.

Para esta experta, es importante que la autonomía vaya aumentando según van
creciendo los niños: al principio con la intervención de los padres, para luego ir
abriendo la mano poco a poco. “Se puede gestionar la wifi, por ejemplo, para que no
de señal de Internet fuera de un determinado horario, o proteger las tabletas o
videoconsolas para que no puedan conectarse a Internet cuando los adultos no están
en casa”.

El otro pilar, explica Zabala, tiene que ver con la información: “Tenemos que estar
informados, igual que en otros ámbitos, en función de lo que necesita tu hijo y de
su forma de ser. Todos piensan en lo que no quieren que hagan, pero no pensamos
tanto en lo que sí pueden hacer: aprender a programar o a practicar la ilustración
digital, si les gusta dibujar, a tocar un instrumento con tutoriales online, a
equilibrar su vida digital y su vida analógica...”. Si cada vez que nuestro hijo
pequeño usa la tecnología es solo para ver dibujos animados, puede que lo que ese
niño interiorice “es que pantalla es igual a yo solo, haciendo lo que yo quiero y
en silencio con mi dispositivo. No se trata de prohibir, sino de que sea una
experiencia compartida”, añade Zabala.La tecnología, mamás y papás, no se va a ir a
ninguna parte. Nuestros hijos crecen en la era de Internet y las redes sociales, y
queramos o no, una parte importante de su vida se desarrolla entre pantallas de
WhatsApp, Instagram o Youtube. Cuando la realidad digital convive con la analógica,
saber compaginar exitosamente ambas, con sus peligros y sus oportunidades, es un
desafío para muchos padres que puede afrontarse satisfactoriamente si se entiende
“la época en la que están creciendo nuestros hijos. No significa que les dejemos
hacer de todo, pero su infancia no es la nuestra ni nunca podrá ser la nuestra”,
sostiene María Zabala, experta en Ciudadanía Digital y fundadora de iWomanish.
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las pantallas
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El 77% de las madres con hijos entre tres y cinco años reconoce que estos usan
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Para una mayoría de madres (el 70 %), la mejor edad para que los hijos e hijas
tengan un móvil se sitúa entre los 12 y los 15 años, según el estudio Tenemos Like,
una iniciativa del Club de Malasmadres y Movistar sobre la educación en tecnología,
las dificultades que se encuentran las familias al hacerlo (como la falta de
recursos y la presión social del entorno) y el conocimiento que tienen sobre el
mundo tecnológico que rodea a sus hijos. El informe, sobre una encuesta realizada a
3.230 madres, revela que casi la mitad de los menores de dos años ya hacen uso de
la tableta o el móvil de algún adulto para acceder a aplicaciones infantiles, y
siete de cada diez usan Youtube.

Convertirse en un ejemplo para los jóvenes no es fácil cuando hasta un 63% de las
madres admiten que les cuesta controlar el uso que hacen de las tecnologías, además
de existir un miedo generalizado por el mal uso que pueda hacerse de ellas. Para
Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres, “tenemos que ser conscientes de los
retos que esto supone para no caer en la prohibición por miedo a los riesgos, como
la sobreexposición en redes sociales, el uso abusivo de las pantallas o el llegar a
contenidos nocivos”. Una labor que ha de comenzar en la familia pero que debe
entenderse “como una responsabilidad social” en la que se hace necesario conocer
con qué herramientas se cuenta a la hora de controlar su exposición digital: en
2019, tan solo el 28 % de las madres afirma usar un control parental para gestionar
los contenidos y el tiempo de conexión de sus hijos.

Seis de cada diez madres optan solamente por limitar el tiempo de uso y conexión a
dispositivos de sus hijos, y aunque un 78 % de las participantes establece normas
domésticas para el uso de la tecnología, solo el 18 % las aplica a toda la familia
y un 60 % las restringe únicamente a los hijos. “Nosotros somos los adultos
responsables y tenemos que ser referentes”, añade Zabala. “Hay que aplicar un marco
de normas que sean para todos, aunque la autonomía de los hijos vaya creciendo de
forma gradual y ellos han de entender que las normas en casa las marcas tú”. Para
Laura Garaboa, miembro del equipo de Redes Sociales de la Policía Nacional,
“Internet es una ventana maravillosa al mundo, pero tenemos que tomar ciertas
precauciones, como las tomamos también en la vida real”, porque los peligros como
el grooming existen y están ahí. Estas son algunas de ellas:

· Privacidad: no publiques lo que no gritarías o enseñarías por la ventana.


· Contraseñas: preocúpate de hacer contraseñas creativas, que combinen
mayúsculas y minúsculas, y cámbialas habitualmente.
· Datos personales: si no se los darías a un desconocido por la calle, en la
Res tampoco. Cuidado con los que facilitas al, por ejemplo, descargar una app.
· Respeto: es la cara y cruz del anonimato en la Red. No lances a los cuatro
vientos lo primero que se te viene a la cabeza sin reflexionar antes.
· La huella digital: ¿nos gustaría que lo que va a publicar nuestro hijo pueda
leerlo dentro de 10 años alguien que lo entrevista para un trabajo?
· Acompañarlos en la Red: saber a quiénes sigues y admiran nuestros hijos en
Internet. Si conocemos a sus amigos en la vida real, no hay motivo para que aquí no
sea igual.
· Cuidado con el ciberacoso: en un contexto escolar real, el abusador ve la
reacción de la víctima y de los testigos, pero en Internet no, y eso puede hacer
que mida aún menos sus propias fuerzas, porque el límite es más difícil de
establecer.
· Haz un contratode uso con tus hijos, por el que se comprometan a controlar el
tiempo de uso, a comunicarle a los padres si se meten en problemas... Pero para
ello, lo primero de todo, antes de abrir el perfil del menor en redes sociales, es
generar un clima de confianza entre padres (e incluso profesores) e hijos para que
si es necesario acudan a ellos aunque les pueda dar vergüenza.

Impulsadas por la demanda social, las charlas ofrecidas por los delegados de
Participación Ciudadana de la Policía Nacional han crecido un 93% (31.000 desde
septiembre de 2018 a junio de 2019). Las redes sociales se han convertido, de
hecho, en una oficina virtual de atención al ciudadano, hasta el punto de recibir
diariamente más de 4.000 menciones en redes como Twitter o Facebook.

Es importante recordar que, en el entorno digital, como en cualquier otro aspecto


de la vida, no existe una piedra filosofal que garantice que nunca vaya a pasarles
nada malo. Pero sí podemos tomar esas y otras precauciones, como recuerda María
Zabala: “Primero, hay que normalizar la tecnología; incorporarla al resto de la
educación que les damos a nuestros hijos. Darles ejemplo y hablar con ellos... El
mundo digital forma parte de su ocio; de lo que se trata es de evitar que sea el
único tipo de ocio. Y si además ese ocio digital puede estar relacionado con lo que
les gusta ya en el mundo analógico, mejor”.

Para esta experta, es importante que la autonomía vaya aumentando según van
creciendo los niños: al principio con la intervención de los padres, para luego ir
abriendo la mano poco a poco. “Se puede gestionar la wifi, por ejemplo, para que no
de señal de Internet fuera de un determinado horario, o proteger las tabletas o
videoconsolas para que no puedan conectarse a Internet cuando los adultos no están
en casa”.

El otro pilar, explica Zabala, tiene que ver con la información: “Tenemos que estar
informados, igual que en otros ámbitos, en función de lo que necesita tu hijo y de
su forma de ser. Todos piensan en lo que no quieren que hagan, pero no pensamos
tanto en lo que sí pueden hacer: aprender a programar o a practicar la ilustración
digital, si les gusta dibujar, a tocar un instrumento con tutoriales online, a
equilibrar su vida digital y su vida analógica...”. Si cada vez que nuestro hijo
pequeño usa la tecnología es solo para ver dibujos animados, puede que lo que ese
niño interiorice “es que pantalla es igual a yo solo, haciendo lo que yo quiero y
en silencio con mi dispositivo. No se trata de prohibir, sino de que sea una
experiencia compartida”, añade Zabala.

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