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Cultura y Sociedad
Cultura y Sociedad
”Cultura y Sociedad”
Entre las razones que suelen darse para referir el conocimiento supremo
y el placer supremo a la teoría pura y desinteresada, reaparece siempre
este argumento. El mundo de lo necesario, del orden de la vida cotidiana
es inestable, inseguro, no libre -no sólo fáctica, sino esencialmente. El
manejo de los bienes materiales no es nunca obra exclusiva de la
laboriosidad y del saber humanos. La casualidad domina en este campo.
El individuo que haga depender su objetivo supremo, su felicidad, de
estos bienes, se transforma en esclavo de los hombres y de las cosas,
que escapan a su poder, entrega su libertad. La riqueza y el bienestar no
se logran y conservan por su decisión autónoma, sino por el favor
cambiante de situaciones imprevisibles. Por consiguiente, el hombre
somete su existencia a un fin situado fuera de sí mismo. El que un fin
exterior sea el único que preocupa y esclaviza al hombre, presupone ya
una mala ordenación de las relaciones materiales de la vida, cuya
reproducción está reglada por la anarquía de los intereses sociales
opuestos, un orden en el que la conservación de la existencia general no
coincide con la felicidad y la libertad de los individuos. En la medida en
que la filosofía se preocupa por la felicidad de los hombres -y la teoría
clásica antigua considera que la eudemonia es el bien supremo- no
puede buscarla en las formas materiales de vida existentes: tiene que
trascender su facticidad.
Así como el alma parece escapar a la ley del valor, lo mismo sucede con
la cosificación. Casi es posible definirla diciendo que todas las relaciones
cosificadas pueden ser resueltas y superadas en lo humano. El alma
funda una amplia comunidad interna de los hombres que se extiende a
través de los siglos. “El primer pensamiento en la primera alma humana
está vinculado al último pensamiento de la última alma humana.”(26) La
educación del alma y su grandeza unifican, en el reino de la cultura, la
desigualdad y la falta de libertad de la competencia cotidiana, en la
medida en que en ella aparecen los individuos como seres libres e
iguales. Quien ve a través del alma, ve, más allá de las relaciones
económicas, al hombre mismo. Cuando el alma habla se trasciende la
posición y valoración contingentes de los hombres en el proceso social.
El amor rompe las barreras entre los ricos y los pobres, entre los
superiores y los inferiores. La amistad mantiene la fidelidad aun con
respecto a los humillados y los despreciados y la verdad hace oír su voz
aun ante el trono de los tiranos. El alma se desarrolla, a pesar de todas
las inhibiciones y miserias sociales, en el interior de los individuos: el
ámbito vital más pequeño es lo suficientemente grande como para
poder transformarse en un ámbito anímico infinito. Tal ha sido la forma
como la cultura afirmativa en su período clásico ha ensalzado siempre al
alma.
En primer lugar, se contrapone el alma al cuerpo del individuo. Cuando
se la considera como el ámbito fundamental de la vida, puede querer
indicarse con esto dos cosas: por una parte, una renuncia a los sentidos
(en tanto ámbito irrelevante de la vida) y por otra, un sometimiento de
los sentidos al dominio del alma. Indiscutiblemente, la cultura afirmativa
adoptó esta última posición. La renuncia a los sentidos significaría la
renuncia al placer.Presupone la ausencia de la conciencia desdichada y
una posibilidad real de satisfacción. En la sociedad burguesa se opone a
ella, en medida creciente, la necesidad de disciplinar a las masas
insatisfechas. Una de las tareas fundamentales de la educación cultural
será la internalización del placer mediante su espiritualización. Al
incorporar a los sentidos al acontecer anímico, se los sublimiza y se los
controla. De la conjunción de los sentidos y del alma nace la idea
burguesa del amor.