Está en la página 1de 6

Evangelio según san Juan

Introducción
El cuarto Evangelio difiere considerablemente de los tres anteriores, tanto por su forma literaria cuanto por su
contenido. La tradición cristiana lo atribuye al Apóstol JUAN, a quien identifica con «el discípulo al que Jesús
amaba» (13. 23; 19. 26; 20. 2; 21. 7, 20), y hay varios indicios en el mismo Evangelio que corroboran esta atribución.
La obra fue concluida hacia el año 90, y tenía como destinatarios inmediatos a las comunidades cristianas de Asia
Menor.
El Evangelio de Juan gira en torno a un tema fundamental: Jesús es el Enviado de Dios, su Palabra por excelencia,
que vino a este mundo para hacernos conocer al Padre. Él no habla por sí mismo, sino que «da testimonio» de la
Verdad que escuchó del Padre (3. 11-13, 31-34), y toda su vida es una revelación de la «gloria» que recibió de su
mismo Padre antes de la creación del mundo (17. 1-5).
Con más insistencia que los otros evangelistas, Juan acentúa la oposición entre Jesús –la «Luz», el «Camino», la
«Verdad» y la «Vida»– y los que se niegan a creer en él, designados habitualmente con el nombre genérico de «los
judíos». Jesús no vino a «juzgar» al mundo, sino a salvarlo. Pero, por el simple hecho de manifestarse a los hombres,
él los pone ante una alternativa: la de permanecer en sus propias «tinieblas» o creer en la «luz». El que no cree en
Jesús «ya» está condenado, mientras que el que cree en él «ya» ha pasado de la muerte a la Vida y tiene Vida eterna.
A diferencia de los Evangelios sinópticos, que mencionan una sola «subida» de Jesús a Jerusalén, este Evangelio
habla de tres Pascuas celebradas en la Ciudad santa. Más aún, casi toda la actividad pública del Señor, se desarrolla
dentro del marco litúrgico de alguna festividad judía. En lugar de las parábolas del Reino utilizadas a manera de
comparaciones, tan características de los otros Evangelios, Juan se vale de breves y expresivas alegorías, como, por
ejemplo, la de la vid y los sarmientos y la del buen Pastor. También emplea diversos «símbolos» para referirse a la
persona de Jesús y a los bienes que él brinda a los hombres: en especial, el «agua» y el «pan» le sirven para hacer
una verdadera «catequesis sacramental» sobre el Bautismo y la Eucaristía.
El autor de este Evangelio vuelve constantemente sobre los mismos temas, desarrollándolos y profundizándolos
una y otra vez. En cada uno de esos temas está contenido todo el misterio de Cristo. Pero más que los «hechos» de
su vida, lo que le interesa y quiere poner de relieve es el «significado» que ellos encierran y que sólo la fe puede
descubrir. Desde esa perspectiva, Juan interpreta las obras y amplía los discursos de Jesús, como fruto de una larga
y profunda contemplación. Su objetivo fundamental es conducirnos a la Vida eterna, que consiste en conocer
al «único Dios verdadero» y a su «Enviado, Jesucristo» (17. 3). Con razón se ha llamado al Evangelio de Juan el
«Evangelio espiritual».
PRÓLOGO
Mientras que el Evangelio de Marcos se inicia con el bautismo del Señor y los de Mateo y Lucas se remontan a su
infancia, Juan va más lejos todavía y comienza hablando de su origen divino. En su Prólogo tan característico,
presenta a Jesús como la «Palabra de Dios personificada», que existía desde siempre junto al Padre y «era Dios» (1.
1-2). Esa Palabra trasciende infinitamente el mundo y la historia, pero a la vez es una Palabra «creadora»: «Todas
las cosas fueron hechas por medio de la Palabra», y en ella está la Vida que ilumina a los hombres (1. 3-4).
Y para revelarles el rostro invisible de Dios y hacerlos participar de su filiación divina, la Palabra eterna e
increada «se hizo carne» y vino a convivir con los hombres «como Hijo único» del Padre (1. 14). Es el Misterio de la
Encarnación: Dios tiene ahora un rostro humano. Al advertirnos que las tinieblas del mundo no recibieron a la
Palabra (1. 5, 11), Juan anticipa el tema del eterno conflicto entre la luz y las tinieblas, tan destacado en su Evangelio.
Más que una introducción, este admirable Prólogo como la obertura de una ópera es un resumen de todos los temas
contenidos en el resto del Libro.

Este el mejor y el más notable de los cuatro evangelios del Canon de 27 libros del Nuevo Testamento. Aunque
el autor no es nombrado en el texto, la tradición es unánime en designar al Discípulo Amado, o a San Juan
Apóstol, como su autor. Se usa el término "mejor" en referencia a la su alta calidad teológica, a su profundidad,
y a la claridad de conceptos, expresados con precisión y con un mínimo de palabras, evadiendo la tendencia
común de las repeticiones innecesarias de las narraciones hebraicas y arameas.
Es el último de los Evangelios, en el orden del tiempo, pues Juan lo escribió en su ancianidad, al final del siglo
I (aprox. año 90 D. de C.), cuando los otros evangelios de Mateo, de Marcos y de Lucas, ya estaban escritos
desde unos cuarenta o cincuenta años antes.
Por ese motivo es que Juan, observando ciertos vacíos importantes en ellos, intentó y logró mostrar
una imagen de Jesús y de su doctrina mucho más profunda y conceptualmente más acabada que el esfuerzo
meramente catequístico y anecdótico, de nivel básico, que habían efectuado los anteriores recopiladores de la
vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret.
En el Evangelio de Juan, el poderoso exorcista y sanador itinerante que atraía muchedumbres, y que
proclamaba para sí los títulos Mesiánicos de "Hijo de David", o de "Hijo del Hombre", en la terminología del
Profeta Daniel, o de Cristo, es decir, Ungido de Dios como Rey, Sacerdote y Profeta, -pero siempre y
esencialmente UN HOMBRE-, pasa a ser UNA ENCARNACIÓN DIVINA. la propia Deidad, o su Sabiduría
Creadora o su Verbo, Razón o Palabra Personificada, Inteligente y vivificadora, se ha hecho hombre. Y eso es
mucho más de lo que un semita o un judío podía concebir respecto de un enviado o mensajero de Dios.
Jesús Mesías (Masiaj es "ungido", en hebreo; Xristo en griego), como rey y salvador de su pueblo.
La historia de Israel estaba llena de ejemplos de Líderes carismáticos que fueron Jueces y Reyes de la nación.
Pero es algo demasiado novedoso el hecho de que determinadas afirmaciones de Jesús, tanto públicas como
privadas, insinúan que él NO ES DE ORIGEN HUMANO, QUE SALIÓ DE DIOS Y QUE A EL DEBE VOLVER (Juan
16,27-28), y que EXISTÍA DESDE ANTES DE LA FUNDACION DEL MUNDO (Juan 17,5 y 17,24), y que antes de
que Abraham existiera JESUS YA ERA (Juan 8,58). Y en otras partes de este grandioso evangelio, Jesús dice: YO
SOY DE ARRIBA, VOSOTROS SOIS DE ABAJO (Juan 8,23).
Y a las afirmaciones ya señaladas se agregaban otras, más interesantes e inquietantes, que relacionaban a este
Hijo del Hombre, con el Eheíeh ashr Eheíeh (Soy el que Soy) que habló con Moisés desde la zarza ardiente
(Éxodo 3,14). Decía: YO SOY LA VERDAD (Juan 14,6), YO SOY LA LUZ DEL MUNDO (Juan 8.12). NADIE VIENE
AL PADRE SINO POR MI (Juan 14,6), y EL QUE ME VE A MI VE AL PADRE (Juan 14,9), PUES EL PADRE Y YO
SOMOS UNO (Juan 10,30). Y no eran simples afirmaciones, pues poderes misteriosos se manifestaban en Cristo
para resucitar muertos, para multiplicar panes, caminar sobre las aguas, transformar agua en vino, y vino del
mejor.
Esos milagros confirmaban las palabras que lo señalaban como el YO SOY o el Yahvé que habló con todos los
profetas (Éxodo 3,14-15). El Dios del Antiguo Testamento. Solo un Dios podía hacer lo que Jesús el Cristo hacía.
Que era más que un Hombre. Era una Emanación de Dios entre los Hombres, era el Emanuel de Isaías (7,14).
Ni la propia muerte podía vencerlo, pues el mismo resucitó de entre los muertos, y veía y oía lo que ocurría en
un cuarto sin estar presente, como cuando supo lo que Tomás había dicho en su ausencia: SI YO NO METIERE
MIS DEDO EN LAS HERIDAS DE SUS MANOS Y MI PUÑO EN SU COSTADO, NO CREERÉ QUE HA RESUCITADO
DE ENTRE LOS MUERTOS (Juan 20,25). De allí que cuando se le aparece a Tomás le repite sus propias palabras
y lo invita a meter los dedos y la mano en sus llagas, Y TOMAS DIDIMO NO PUEDE HACER OTRA COSA QUE
ARRODILLARSE Y DECIR: "SEÑOR MIO Y DIOS MIO" (Juan 20,27-28).
Como puede observarse, el Evangelio de san Juan contiene muchísimos más datos implícitos, que los que uno
podría esperar y prepararlos a la rápida para su oficio apostólico. Hay una sabiduría secreta en el texto que
vale la pena ser examinada, respetada y seguida. El Evangelio de Juan es para nutrir en profundidad a
la inteligencia del lector y alcanzar un nivel de maestría, o de la madurez en el Conocimiento del creyente,
nivel que en realidad está por encima de la fe.
Si, pues existe conocimiento interior especial para los cristianos, y conocimiento externo al cristianismo, para
los paganos. La Meta de ese conocimiento de los cristianos es el CONOCIMIENTO DE DIOS, y luego de alcanzar
la vida eterna por medio del conocimiento de Dios y de su Enviado (Juan 17,3), el discípulo debe alcanzar LA
UNION CON DIOS O LA UNION MISTICA con Cristo y con el Padre (Juan 17, 21 al 23).
Es el único Evangelio que nos transmite el propósito de Jesucristo de hacer de sus apóstoles unos VIDENTES
O PROFETAS, con poderes idénticos a los que tenían los adeptos de las escuelas de profetas del Antiguo
Testamento. En el capítulo primero, vers. 51 dice: DE AQUI EN ADELANTE VEREIS LOS CIELOS ABIERTOS Y A
LOS ANGELES DE DIOS QUE SUBEN Y DISCIENDEN SOBRE EL HIJO DEL HOMBRE. Tal como declara Jacob,
según Génesis 28,12; quien tuvo esa visión de ángeles que subían y bajaban sobre el sitio en que descansaba
su cabeza y su cuerpo.
El apóstol Simón Pedro adquirió ese poder, según consta en los Hechos de los Apóstoles, cap. 10,11 donde dice
que Pedro "… vio el cielo abierto y que descendía algo semejante a un gran lienzo, atado de las cuatro puntas,
era bajado a la tierra…etc.". Lo mismo ocurre con Juan, que actúa como Profeta de Dios al narrarnos las
visiones en que le fue revelado el Apocalipsis. Así el propio Pablo, en la Segunda Carta a los Corintios, cap. 12,
2 al 4, nos narra una experiencia celestial de esa clase.
El Evangelio de Juan es el único documento en el que nos pinta a Jesús resucitado y, SOPLANDO SU ESPIRITU
EN EL ROSTRO DE LOS ONCE APÓSTOLES FIELES, CREANDO A UNA NUEVA HUMANIDAD, a un nuevo Adam,
a su iglesia original, haciendo nacer hombres nuevos con ese gesto sacramental y misterioso (20,22) y desde
luego otorgándoles al mismo tiempo el poder de perdonar los pecados que mancharon al primer Adam.
Magistral es su primer capítulo con la doctrina del Verbo o del Logos, que siendo Dios se hace carne en medio
de la humanidad. Y es el que abre a la humanidad caída la posibilidad de pasar de la categoría de meras
criaturas de Dios al exaltado nivel de ser Hijos de Dios, que NO SON ENGENDRADOS DE SANGRE, NI DE
VOLUNTAD DE CARNE, NI DE VOLUNTAD DE VARON, SINO DE DIOS (Cap. 1,12-13).
Y eso involucra un nuevo nacimiento DEL AGUA Y DEL ESPIRITU, que permite al hombre entrar al Reino de
Dios y conocer directamente las realidades trascendentes (Juan cap. 3, 5).
El Evangelio de Juan es el único que nos habla de las bodas de Caná, y de la transformación de seis vasijas de
agua en vino. Y el único documento que nos dice que del pecho o del costado de Cristo, al ser herido por la
lanza de un soldado romano, brotó sangre y agua. Ese surgir de la sangre y del agua del pecho de Cristo es la
razón por la que, en la Santa Cena, el sacerdote antes de consagrar el vino lo mezcla con unas gotas de agua.
Es también el único evangelio que nos dice el texto completo del cartel que se escribió y se puso sobre su
cabeza: Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos, señalando la causa de su condenación.
Es el único que nos cuenta el episodio de la mujer adúltera perdonada por Cristo ante la multitud,
inmortalizando en aquel evento dos frases para el bronce: AQUEL QUE ESTE LIBRE DE PECADO, QUE ARROJE
LA PRIMERA PIEDRA. Y a la mujer ya perdonada, le dice: VETE Y NO PEQUES MÁS. Y el episodio del ciego de
nacimiento que nació ciego para gloria de Dios y no por sus pecados, como también es el único que narra la
muerte y resurrección de Lázaro.
Es realmente un Evangelio original, elevado, espiritual, en que los milagros no son solo manifestaciones de la
misericordia de Cristo, sino que son una forma de lenguaje de Dios, un signo o un gesto simbólico externo de
algo más profundo. Así la sanación del ciego le permite a Jesús hacer su discurso sobre la ceguera espiritual
de los líderes del pueblo judío. Pues existe una ceguera del alma que es más grave que la ceguera del cuerpo,
de allí la importancia del ver y del comprender espiritualmente las cosas y las personas.
Y la multiplicación de los panes permite a Cristo enseñar a los hombres que él es el Pan de la Vida, un alimento
de vida eterna, y entregar las bases de la doctrina eucarística, y entender mejor la última cena y su misterio o
sacramento.
Y suma y sigue. Es el único evangelio que registra palabras directas de Jesús desde la cruz hacia María, su
madre, y hacia Juan, el discípulo amado, haciendo a Juan Hijo adoptivo de María, y a María madre espiritual de
Juan. (Juan 19, 26-27).
Es un documento digno de estudio asiduo y profundo. Muy instructivo. Con un importante vínculo con las
doctrinas, se enseñaba la importancia del grano de trigo, su muerte y su resurrección en el seno de la tierra.
Justamente, en el capítulo 12, cuando se le informa a Jesús que unos griegos conversos querían hablar con él,
Jesús dice: De cierto os digo, que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo, pero si muere,
lleva mucho fruto. Extraña coincidencia de alegorías, entre el uso de la imagen del grano de trigo y la
inminente entrevista con los griegos, y su propia muerte fructuosa.
Pues bien, Juan, sin ninguna influencia cultural, registra en su evangelio unas solemnes palabras de Jesucristo:
PORQUE HE "DESCENDIDO" DEL CIELO, NO PARA HACER MI VOLUNTAD, SINO LA VOLUNTAD DEL QUE ME
ENVIÓ. (Juan 6,38). Por lo tanto, Jesucristo, a los ojos de la cultura hindú es un AVATAR. Y no un avatar menor.
Pues en varios textos de Juan se insiste, DE DIOS YO HE SALIDO.
Es el único evangelio en el que se declara el poder liberador de la Verdad, pero que, además, esa Verdad no es
algo abstracto, sino que es Una Persona Viva, es el Hijo del Hombre o el Hijo de Dios, que, al ser conocido y
amado, libera al hombre de la mentira y del pecado como el gran esclavizador del alma del ser humano. Sus
palabras textuales son Y CONOCEREIS LA VERDAD Y LA VERDAD OS HARA LIBRES. (Juan 8,32). (Lo que no
deja de tener un eco casi psico-analítico en las palabras de Jesús). Y cuatro versículos más adelante afirma: SI
EL HIJO OS LIBERTARE, SEREIS VERDADERAMENTE LIBRES. (Juan 8,36). Y para que no quede duda acerca
de qué clase de libertad se trata, Juan agrega en el versículo 34 del mismo discurso del cap. 8: DE CIERTO, DE
CIERTO, OS DIGO, QUE TODO AQUEL QUE HACE PECADO, ESCLAVO ES DEL PECADO.
Por último, el Evangelio de Juan es el único en el cual Jesucristo declara abiertamente su carácter mesiánico
sin tapujos. Lo hace delante de la Samaritana, junto al pozo de Jacob, cuando ella le conversa acerca del mesías
que también los samaritanos esperan desde hace siglos, como los judíos. La mujer dice: "SE QUE HA DE VENIR
EL MESÍAS…CUANDO EL VENGA NOS DECLARARÁ TODAS LAS COSAS. JESÚS LE DIJO: YO SOY, EL QUE HABLA
CONTIGO". (Cap. 4 vers. 25-26 del evangelio de Juan).
Y esa directa declaración no deja de sorprender a los discípulos, por dos motivos. Primero por conversar cara
a cara con una mujer sobre esos misterios del Reino de Dios, que se consideraban sólo para tratarse en el
círculo interno de los apóstoles, de acuerdo con Marcos 4,11-12. Y por tratarse de una samaritana, una no
judía, miembro de un pueblo rechazado por los de Judá.
La actitud de Jesucristo indicaba una apertura del mensaje a la universalidad de los pueblos del mundo, cosa
que los discípulos se demoraron varios años en aceptar y promover, pues eran víctimas de la idea del
exclusivismo de la salvación. Y la declaración de Jesús Mesías delante de la samaritana no dejó de dar frutos,
pues ella fue la puerta que permitió que Cristo fuese ampliamente escuchado en el territorio de Samaria, según
atestigua el resto del capítulo cuatro del evangelio de Juan.
Este diálogo universalista registrado por Juan en el capítulo cuatro NO ES el único, pues en el Evangelio de
Juan, cap. 10,16 nos dice: TAMBIEN TENGO OTRAS OVEJAS QUE NO SON DE ESTE REDIL; AQUELLAS
TAMBIÉN DEBO TRAER, Y OIRAN MI VOZ; Y HABRA UN REBAÑO Y UN PASTOR.

Autor

El autor es el apóstol Juan, “el discípulo que Jesús amó” (13:23 [ver nota allí]; 19.26, 20:2; 21:7,20,24). Él fue
prominente en la iglesia temprana pero su nombre no es mencionado en este Evangelio – lo cual sería natural
si él lo escribió, pero difícil de explicar de todos modos. El autor conocía bien la vida judía, desde haber sido
vista por referencias hacia las especulaciones mesiánicas (ver, por ejemplo, 1:21 y su nota; 7:40-42), hasta la
hostilidad entre judíos y samaritanos (ver 4:9 y su respectiva nota) y las costumbres judías, así como el deber
de la circuncisión en el octavo día, la prohibición de trabajar en el día de descanso (ver nota en el 7:22). Él
conocía la geografía de la Tierra Santa, ubicando Belem a 15 etapas (alrededor de dos millas) de Jerusalén
(11:18) y mencionando a Cana, una villa a la que ninguna de las escrituras anteriores conocidas se había
referido (2:1 [ver nota allí]; 21:29). El Evangelio de Juan tiene muchos toques que parecen reflejar colecciones
de testigos – así como la casa en Belem y llenándose de la fragancia de la jarra rota de perfume (ver 12:3 y su
respectiva nota). Escritores anteriores como Ireneo y Tertuliano dicen que Juan escribió este Evangelio, y toda
la demás evidencia concuerda (ver Introducción a 1 Juan: Autor).

Fecha

En general, dos perspectivas de la fecha de este Evangelio han sido defendidas:


La perspectiva tradicional lo ubica hacia el final del primer siglo, 85 d. C, o posterior (Ver
Introducción a 1 Juan: Fecha).

1. Recientemente, algunos intérpretes han sugerido una fecha más temprana, quizás tan temprano como
los 50s y no más tarde que los 70.
La primera perspectiva puede estar soportada en referencia a la declaración del Clemente de Alejandría
(murió entre el 211 y el 216) que dice que Juan escribió el suplemento de los relatos encontrados en los otros
Evangelios (Eusebio, La Historia Eclesiástica, 6.14.7), y por consiguiente su Evangelio es más nuevo que los
primeros tres. También se ha discutido que la teología cada vez más desarrollada del cuarto Evangelio indica
que se originó después.
La segunda perspectiva ha ganado puntos porque últimamente se ha sentido que Juan escribió
independientemente de los otros Evangelios. Esto no contradice la declaración del Clemente citada arriba. De
igual forma, quienes apoyan esta perspectiva señalan que la teología desarrollada no discute necesariamente
un origen tardío. La teología de los Romanos (escrita en el 57) está un poco desarrollada como en Juan.
Además, la declaración en el 5:2 de que allí “hay” (en vez de “había”) un estanque “cerca de la puerta de las
ovejas” puede sugerir un tiempo antes del 70, cuando Jerusalén fue destruida. Sin embargo, otros observan
que Juan en muchos otros lugares uso el tiempo presente cuando hablaba del pasado.

Destinatarios y Énfasis

El Evangelio de Juan es un poco diferente de los otros tres. Si los conocía o no (alguno de ellos) sigue siendo
discutido. En cada evento, su presencia de Jesús está descrita a su manera, resaltando asuntos que en los otros
Evangelios permanecen implícitos y poco desarrollados. El estilo literario de este testigo de Jesús también es
único entre los Evangelios; aquí el enfoque está en las “señales” de la identidad y misión de Jesús en discursos
teológicamente ricos y extensos.

Juan comienza con el anuncio profundo de que Jesús es el “principio” creativo de la Palabra de Dios encarnada
como un ser humano para ser la luz de la vida en el mundo. Luego de esto, viene la proclamación de que Jesús
es el Hijo de Dios, enviado por el padre para finalizar el trabajo del Padre en el mundo (ver 4:34 y su respectiva
nota). La gloria propia de Dios se hace visible en él (“El que me ha visto a mí ha visto al padre”, 14:9), y lo que
él hace glorifica al Padre. En él la verdad y la gracia completa de Dios se han mostrado a sí mismas. Una serie
repentina de aclamaciones con el “Yo soy” en los labios de Jesús hace eco a Dios nombrándose a sí mismo
en Éxodo 3:14, además, fortaleciendo el vínculo entre el Padre y el Hijo (ver 6:35; 8:12; 9:5; 10:7,9,14; 11:25;
14:6; 15:1,5).

Las palabras de Jesús a Nicodemo resumen de una forma agradable el tema central de este Evangelio: “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él crea, no se
pierda, más tenga vida eterna.” (3:16). Aunque los intérpretes han postulado una variedad de motivaciones
para la composición del Evangelio de Juan (así como para suplementar los otros evangelios, combatir alguna
forma de herejía, a oponerse a los seguidores continuos de Juan el Bautista), el mismo autor declara su
propósito principal en el 30:31: “Pero éstas se han escrito para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios,
y para que, creyendo, tengan vida en su nombre”:

Para conocer el énfasis completo del libro ver notas en 1:4,7,9,14,19,49; 2:4,11; 3:27; 4:34; 6:35; 13:1 -- 17:26;
13:31; 17:1-2,5; 20:31.

Esquema
Prólogo: La Palabra Encarnada (1:1-18)

1. El Comienzo del Ministerio de Jesús (1:19-51)


1. Testimonio de Juan el Bautista acerca de Jesús (1:19-34)
2. Los Discípulos de Juan siguen a Jesús (1:35-42)
3. Jesús llama a Felipe y a Natanael (1:43-51)
2. El ministerio Público de Jesús: Señales y Discursos (cap. 2-11)
1. Convirtiendo Agua en Vino (2:1-11)
2. Limpiando el Templo (2:12-25)
3. Jesús enseña a Nicodemo (3:1-21)
4. Testimonio Final de Juan el Bautista acerca de Jesús (3:22-36)
5. Jesús y los Samaritanos (4:1-42)
6. Jesús Sana al Hijo de un Noble (4:43-54)
7. La Visita de Jesús a Jerusalén en una Fiesta Anual (cap. 5)
8. Alimentando a los 5,000 y Jesús Aclama ser el Pan de Vida (cap. 6)
9. Jesús en la Fiesta de los Tabernáculos y Disputas Acerca de Quién es (cap. 7-8)
10. Jesús sana a un Ciego de Nacimiento (cap. 9)
11. Jesús es el Buen Pastor (10:1-21)
12. Conflicto en la Fiesta de Dedicación debido a la Identidad de Jesús (10:22-42)
13. El Levantamiento de Lázaro (cap. 11)
3. La Semana de la Pasión (cap. 12-19)
1. El Ungimiento de los Pies de Jesús (12:1-11)
2. La Entrada de Jesús a Jerusalén como un Rey (12:12-19)
3. Jesús Predice Su Muerte (12:20-36)
4. Creencias e Incredulidades entre los judíos (12:37-50)
5. Discursos de Despedida y Oración de Jesús (cap. 13-17)
1. En la Última Cena (cap. 13-14)
1. Jesús lava los pies de los discípulos (13:1-17)
2. Jesús predice su traición (13:18-30)
3. Jesús predice la negación de Pedro (13:31-38)
4. Jesús Consuela a sus Discípulos (14:1-4)
5. Jesús es el camino hacia el Padre (14:5-14)
6. Jesús Promete el Espíritu Santo (14:15-30)
2. Camino a Getsemaní (cap. 15-16)
1. El vino y las ramas (15:1-17)
2. El mundo odia a los discípulos (15:18-25)
3. El trabajo del Espíritu Santo (15:26; 16:15)
4. La pena de los discípulos se convertirá en Alegría (16:16-33)
3. La Oración de Jesús (cap. 17)
1. Por él mismo – para que sea glorificado (17:1-5)
2. Por sus discípulos (17:6-19)
3. Por todos los creyentes (17:20-26)
6. El Arresto y la Traición de Jesús (18:1-11)
7. Las Pruebas de Jesús ante los Oficiales Romanos y judíos (18:12-40)
8. La Crucifixión de Jesús (19:1-27)
9. La Muerte y Sepulcro de Jesús (19:28-42)
4. La Resurrección de Jesús (20:1-29)
5. Declaración acerca del Propósito del Evangelio (20:30-31)
6. Epílogo: Jesús comisiona a los discípulos (cap. 21)

También podría gustarte