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Ser fiel es como cualquier otro hábito que hay que trabajar

de continuo, para que se convierta en una virtud y estilo de


vida

El amor conlleva un compromiso que va más allá de un mero sentimiento


que se pueda desgastar o devaluar. La verdadera fidelidad es un acto de la
voluntad renovable, y no es el compromiso con alguien más, sino el
compromiso contigo mismo.
Definitivamente no se es infiel de la noche a la mañana. Es muy necesario
que te des cuenta que en todo momento se puede evitar serlo siempre
estés dispuesto a reforzar las columnas de toda relación: la
comunicación, evitar rutinas, respetar los acuerdos
previamente pactados, el crecer continuamente, tanto de
manera personal como en pareja y lo más importante: el
respeto y la admiración del uno por el otro.
Las eternas excusas: buscar a un tercero justificándote de la siguiente
manera: “es que ya no siento que haya amor, ya no hay romance, me
ignora, cada vez me aburro más, ya no cuida su aspecto, la casa es un
cuchitril”, etc. ¡qué tal! Primero, justifican la infidelidad, y segundo,
culpan a la pareja.
Aún hoy me llama la atención cómo la mayoría de los infieles
no tienen razón alguna para serlo: de repente en su trabajo, en la
calle y hasta en la iglesia alguien les lanza una sutil mirada, un piropo
respetuoso, una sonrisa coqueta, o simple amabilidad y eso basta para
abrir la puerta. Al parecer no se necesita más motivo, y hay quien está
dispuesto a poner en riesgo familia, empleo y amigos. Por eso hay que
cuidar mucho ese lenguaje corporal que lanzamos, pues no
sabemos la debilidad, el estado emocional o en qué condición
se encuentre el matrimonio de la otra persona.
Mucho se ha hablado de la infidelidad, sin embargo, hoy deseo enfocarme
en la fidelidad, en el lado positivo y luminoso de este valor, hermano de la
lealtad y del compromiso. La fidelidad es la virtud para dar cumplimiento
a una promesa.
Cuando dos personas se casan o deciden tener una vida en común se
prometen fidelidad y este es un acuerdo que implica una serie de
responsabilidades para poder fortalecer el vínculo. La persona fiel es
aquella que cumple con sus promesas y mantiene su lealtad aún con el
paso del tiempo y bajo diferentes circunstancias y cambios.
La fidelidad sí es posible. Muchos piensan que en una relación lo
mínimo que se espera es que la pareja sea fiel, cuando en realidad, no es
lo mínimo sino es lo máximo: pues para amar y ser fiel se necesita una
voluntad fuerte, de acero, porque la tentación está a la mano, pero
estoy segura de que esta no puede ser mayor que los valores, la cordura y
el amor por la familia. Se trata de volverse un poco más pensante y de
alguna manera “someter” mi sentir, es decir, pensar con la cabeza fría y
no dejarse llevar por el momento.
Ser fiel es como cualquier otro hábito que hay que trabajar de continuo
para que eventualmente se convierta en una virtud y estilo de vida:
• Reconoce tus debilidades y evita las tentaciones. Si te das cuenta
que sientes algún tipo de atracción por una persona diferente a tu pareja,
evítala y no propicies encuentros intencionales. Ten en mente que tienes
un compromiso y una maravillosa familia que te espera en casa y que cree
en ti.
• Piensa en las consecuencias. Enfríate, piensa y reflexiona ¿qué
pasará cuando seas sorprendido siendo infiel? No hay nada oculto bajo el
sol, aunque así parezca. No des por hecho la nobleza ni el amor de tu
pareja, hay muchos que por más que lo intenten no pueden superar una
infidelidad. Así que valdría la pena que te cuestiones si estás dispuesto a
perder la confianza y el amor de tu cónyuge; piensa en el dolor que
causarías a tus hijos y la imagen que ellos tendrán de ti. ¿Estás dispuesto a
arriesgar lo que has construido al lado de tu pareja con amor, esfuerzo y
dedicación?
• Usa tu criterio y sentido común y di no a la moda y si a la
congruencia. Luego sucede que principalmente entre los hombres se
“reten”, y hay muchos que, antes de que su hombría quede en tela de
juicio, prefieren ceder ante las presiones sociales. Ten criterio y aprende a
decir no. Sólo los verdaderos valientes saben decir “no” a la tentación sin
miedo a ser desaprobados por sus amigos. Un verdadero amigo no te
propondría algo que pudiera dañarte a ti o a tu familia, así que
analiza también esto: ¿estás rodeado de personas que se identifican con
tus valores y los de tu familia?
• Intercambia los papeles. ¡Empatía! Ponte en el lugar de tu pareja y
hazte las siguientes preguntas: ¿cómo te sentirías si descubres que estás
siendo engañado? ¿Qué te atrae realmente de esta persona? ¿Qué le está
faltado a tu relación?
• Vence la curiosidad. Tú estás en control de tus emociones y no
al revés. Nada es tan efímero como una aventura. Si de verdad necesitas
nuevas sensaciones y novedad en tu vida afectiva, háblalo con tu pareja y
juntos busquen satisfacer sus necesidades.
• Evita el desgaste. Ser infiel implica un gran desgaste emocional y esa
experiencia siempre se lleva todo remanso de tranquilidad en tu vida.
Recuerda: lo que no te da paz ¡no es Dios!
La infidelidad abre heridas casi imposibles de cerrar, aunque haya perdón
y nuevas oportunidades, nada será lo mismo. Una vez que se ha
fracturado la confianza, que se ha faltado con razón o sin ella al
compromiso adquirido en una relación, requiere de mucha voluntad para
volver al camino.
La próxima vez que sientas la tentación o que las cosas no van bien con tu
pareja, piénsalo más de una vez antes de ser infiel, pues la solución
difícilmente será conseguirte una aventura. Al contrario, le estás dando
entrada a una infinidad de problemas. Si reconoces ser débil en ese
sentido, busca y encuentra apoyo, el más importante: el de Dios, pues
muchas veces para no caer en la tentación se requiere de una gran
fortaleza sobrenatural, es decir, de un apoyo que va más allá de nuestra
razón y que únicamente la gracia de Dios y nuestra voluntad nos puede
llevar a decir no.

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