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William H. Bates
Sumario
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pudiera responder a las nuevas exigencias? La oftalm ología sostiene
hoy la opinión de que la naturaleza ni pud o ni lo hizo; y que, m ien
tras el proceso de civilización depende del sen tid o de la vista más
que de los restantes, el órgano visual está mal p rep arad o para sus
tareas.
G ran núm ero de datos parecen justificar esta conclusión. M ien
tras que existe la evidencia de que el hom bre prim itivo padeció poco
a causa de defectos de visión, cabe afirm ar con seguridad que, entre
las personas m ayores de veintiún años que viven en condiciones civi
lizadas, nueve de cada diez tienen u na visión im perfecta, y la p ro p o r
ción se increm enta a m edida que aum enta la edad; h asta que entre las
personas que han superado los cuarenta años de edad es casi im posi
ble encontrar u na persona libre de defectos visuales. Estadísticas vo
lum inosas prueban estas afirmaciones.
D urante m ás de cien años la profesión m édica h a estado buscan
do algún m étodo para com probar los estragos de la civilización sobre
el ojo hum ano. Los alem anes, para los que el asunto revistió vital im
portancia m ilitar, gastaron m illones de dólares p ara llevar a cabo las
sugerencias de los expertos, aunque infructuosam ente; y ahora la m ayo
ría de los estudiosos del tem a adm iten que los m étodos o tro ra apoya
dos ciegam ente com o salvaguardia fiable de la visión ocular de nues
tros niños han conseguido bien poco o nada. A lgunos tienen una
visión m enos dram atizada del asunto, pero sus conclusiones no son
precisam ente hijas de los hechos.
Al principal m étodo de tratam iento, p o r m ed io de lentes artifi
ciales que com pensan el erro r de refracción del ojo, se le exigía bien
poco; tan sólo que esos artilugios neutralizaran los efectos de las d i
versas condiciones para las que eran prescritos, co m o una m uleta
perm ite a un cojo cam inar. Se creía que a veces verificaban el progre
so de esas condiciones, pero hoy todo oftalm ólogo sabe que su utili
dad para este objetivo es, en el m ejor de los casos, m u y lim itada. En
el caso de la m iopía (corto de vista), ya en 1916 algunos oftalm ólogos
com prendieron que las lentes y todos los m étodos ordinarios a n u es
tra disposición «son de escasa o nula utilidad» para prevenir un in
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crem ento del erro r de refracción o el desarrollo de com plicaciones
m uy graves con las que aquélla está asociada a veces.
Yo he estudiado du ran te m ás de treinta años la refracción del ojo
h u m ano, y m is observaciones confirm an plenam ente esas conclusio
nes en lo referente a la inutilidad de todos los m étodos em pleados
hasta el presente para prevenir y tratar los errores de refracción. Me
vi arrastrado m uy p ro n to a pensar que el problem a es, en m o d o al
guno, insoluble.
'I odo oftalm ólogo con alguna experiencia sabe que la teoría de la
incurabilidad de los errores de refracción no cuadra con los hechos
observados. N o es infrecuente que tales casos se curen d e m anera es
p ontánea o que cam bien de una form a a otra. D urante largo tiem po
ha existido la costum bre o de ignorar esos hechos m olestos o de d is
culparlos dan d o explicaciones, y, afortunadam ente para aquellos que
consideran necesario sostener a toda costa las viejas teorías, la fu n
ción atribuida al cristalino del ojo en acom odación ofrece, en la m a
yoría de los casos, un m étodo de explicación plausible.
Según la teoría que la m ayoría de nosotros aprendim os en la es
cuela, el ojo cam bia su foco para ver a diversas distancias alterando la
curvatura del cristalino; y al buscar una explicación de la inconstancia
del error de refracción, teóricam ente constante, los teóricos en cuen
tran la solución en la ingeniosísim a idea de atribuir al cristalino capa
cidad para cam biar su curvatura no sólo para el objetivo de una aco
m odación norm al, sino tam bién para disim ular o producir errores de
acom odación. En la hiperm etropía (llam ada general, pero im propia
m ente, presbicia, aunque el paciente con tal defecto no puede ver con
nitidez ni a distancia ni de cerca) el globo ocular es dem asiado corto
desde el frente hasta la parte trasera, y todos los rayos de luz, tanto los
convergentes, que vienen de objetos cercanos, com o los paralelos, que
proceden de objetos lejanos, se concentran detrás de la retina en lugar
de hacerlo sobre ella. En la m iopía el globo ocular es dem asiado largo
desde el frente hasta la parte trasera, y m ientras que los rayos diver
gentes que provienen de objetos cercanos caen en u n p u n to sobre la
retina, los paralelos procedentes de objetos distantes no la alcanzan.
Se supone que estas condiciones son perm anentes; una congéni-
ta, la otra adquirida. Así, cuando personas que en un m om ento pare
cen tener hiperm etropía o m iopía, parecen no tenerlas en otros m o
m entos, o tenerlas en m enor grado, no es lógico suponer que hayan
sufrido un cam bio en la configuración del globo ocular. Por consi
guiente, en el caso de desaparición o de dism inución de la hiperm e-
tropia se nos pide que cream os que el ojo, en el acto de ver, tanto en
el p u n to cercano com o en el distante, aum enta la curvatura del cris
talino lo suficiente para com pensar, en todo o en parte, la visión pla
na del globo ocular. En la m iopía, p o r el contrario, se nos dice que el
ojo sale realm ente de su cam ino para producir la condición o para
em peorar una condición existente. En otras palabras, al asi llam ado
«m úsculo ciliar», al que se atribuye el control de la configuración de
la lente, se le reconoce una capacidad para producir un estado de
contracción más o m enos continuo, m anteniendo así co n tin u am en
te el cristalino en un estado de convexidad que, según la teoría, éste
debe asum ir sólo para ver de cerca.
Estas curiosas prestaciones pueden parecer antinaturales al p ro
fano, pero los oftalm ólogos opinan que la tendencia a entregarse a
ellas está tan arraigada en la constitución del órgano de la visión que,
en el ajuste de lentes, es habitual instilar atropina — las «gotas» con
las que está fam iliarizado todo aquel que ha visitado a un oculista—
en el ojo a fin de paralizar el m úsculo ciliar y asi, previniendo todo
cam bio de curvatura en el cristalino, sacar a relucir una «hiperm etro
pía latente» o librarse de una «aparente miopía».
Se piensa que la interferencia del cristalino da razón sólo de gra
dos m oderados de variación en errores de refracción, y esto sólo du
rante los prim eros años de vida. Para los posteriores o para aquellos
que acaecen después de los cuarenta y cinco años de edad, cuando se
supone que el cristalino ha perdido elasticidad en m ayor o m enor
grado, no se ha encontrado jam ás una explicación plausible.
La desaparición del astigm atism o, o el cam bio en su carácter,
presenta problem as aún más desconcertantes. Esta situación se debe
en la m ayoría de los casos a un cam bio asim étrico en la curvatura de
la córnea, lo que hace que los rayos de luz no lleguen a un foco en
pu nto alguno; y se supone que el ojo posee sólo una capacidad lim i
tada para superarlo; y con todo, el astigm atism o va y viene con tan ta
facilidad com o otros errores de refracción. Es bien sabido, tam bién,
que es posible producirlo de form a voluntaria. Algunas personas
pueden producir hasta tres dioptrías (una dioptría es el p o d er de e n
foque necesario para llevar rayos paralelos a un foco a un m etro o a
39-37 pulgadas). Yo m ism o puedo producir una y media.
Exam inando miles de pares de ojos al año en el New York Eye
and Ear Infirm ary o en otras instituciones, observé m uchos casos en
los que errores de refracción o se recuperaban de m anera espontánea
o cam biaban sus form as, y yo era incapaz de ignorarlas o de satisfa
cerm e a m í m ism o con las explicaciones ortodoxas, incluso donde
eran posibles tales explicaciones. Me parecía que, si una afirm ación es
verdad, tiene que serlo siem pre. N o puede haber excepciones. Si los
errores de refracción son incurables, no deberían recuperarse o cam
biar su form a de m anera espontánea.
C on el paso del tiem po llegué a descubrir que la m iopía y la hi
perm etropía, com o el astigm atism o, podían ser producidos a volun
tad; que la m iopía no estaba asociada, com o habíam os pensado d u
rante tanto tiem po, con el uso de los ojos en el p u n to cercano, sino
con la tensión para ver objetos distantes, m ientras que la tensión en
el p u n to cercano estaba asociada con la hiperm etropía; que ningún
erro r de refracción era jam ás una situación constante; y que era posi
ble elim inar los grados bajos de erro r de refracción, m ientras que los
grados más altos podían ser m ejorados.
En busca de luz para estos problem as, exam iné cientos de miles
de ojos, y, cuantos m ás hechos acum ulaba, m ás difícil resultaba re
conciliarlos con las opiniones aceptadas. Finalm ente em prendí una
serie de observaciones sobre los ojos de seres hum anos y de anim ales
inferiores. El resultado m e convenció a mi y a otros de que el crista
lino no es un factor en la acom odación, y de que el ajuste necesario
para la visión a diferentes distancias está afectado en el ojo, com o lo
está en la cám ara fotográfica, por un cam bio en la longitud del ó rg a
no, alteración que lleva a cabo la acción de los m úsculos en el exterior
del globo ocular. Igualm ente convincente fue la dem ostración de que
los errores de refracción, incluyendo la presbicia (rigidez, del cristali
no que ocasiona dificultad en la acom odación y retroceso del p u n to
cercano), son debidos no a un cam bio orgánico en la configuración
del globo ocular o en la constitución del cristalino, sino a un trasto r
no funcional en la acción de los m úsculos del exterior del globo o cu
lar, y, p o r consiguiente, pueden ser elim inados.
Al hacer estas aseveraciones soy plenam ente consciente de que
contravengo lo que prácticam ente ha sido enseñanza indiscutida de
la ciencia oftalm ológica d u ran te la m ayor parte de un siglo. Sin em
bargo, los hechos m e han llevado a mi propia conclusión, y tan lenta*
m ente que estoy sorprendido de mi titubeo inicial. Yo quería ser co n
servador y diferenciaba entre m iopía funcional, que yo era capaz de
elim inar o m ejorar, y m iopía orgánica, que, a contrapelo de la trad i
ción ortodoxa, acepté com o incorregible por un tiem po.
Capítulo 2
Retinoscopia simultánea
Oblicuo
superior
Esclerótica
para lejos, y a veinticinco centím etros y a una distancia m enor (es
más difícil leer a distancia m uy escasa), sino que un hom bre fue ca
paz de leer sin lentes. En todos estos casos, la retinoscopia dem ostró
que el aparente acto de acom odación era real, y fue llevado a cabo no
p o r alguno de los elaborados m étodos por los que se explica general
m ente este fenóm eno inconveniente, sino m ediante un ajuste exacto
del foco a la distancia requerida.
La elim inación de la presbicia (véase capítulo 16) debe ser aña
dida tam bién al testim onio clínico contra la aceptada teoría de la
acom odación. En la teoría de que el cristalino es un factor en la aco
m odación, tal cam bio habría sido m anifiestam ente imposible. El h e
cho de que el reposo para los ojos m ejora la visión en la presbicia ha
sido señalado p o r otros, y se ha atribuido al supuesto hecho de que el
relajado m úsculo ciliar es capaz de influir en el cristalino endurecido
d u ran te un período breve, pero m ientras que es concebible que esto
puede suceder en estadios tem pranos de la afección y p o r breves ins
tantes, no es concebible que se pueda obtener por estos m edios alivio
perm anente, o que los cristalinos, que son, según el dicho, tan «duros
com o piedras», puedan ser influidos, siquiera m om entáneam ente.
La acum ulación de hechos corrobora una verdad. Se prueba que
una hipótesis adm itida no es verdad si un solo hecho no está en a r
m onía con ella. Las teorías aceptadas acerca de la acom odación y de
la causa de errores de refracción exigen que una m u ltitu d de hechos
deba ser disculpada m ediante explicaciones. D urante m ás de treinta
años de experiencia clínica, no he observado un solo hecho que no
estuviera en arm onía con la creencia de que el cristalino y el m úscu
lo ciliar no tienen nada que ver con la acom odación y que los cam
bios en la configuración del globo ocular de cuyos errores de retrac
ción depende no son perm anentes. M is observaciones clínicas han
sido suficientes por sí solas para d em ostrar la verdad de esta opinión.
H an bastado asim ism o para m ostrar cóm o tam bién se pueden p ro
d ucir errores de refracción, y cóm o éstos pueden ser elim inados tem
poralm ente en pocos m inutos y de form a perm anente m ediante un
tratam iento continuado.
Capítulo 4
La variabilidad de la refracción
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guirlo. Pacientes con alto grado de m iopía e hiperm etropia tienen g ra n
des dificultades para acostum brarse a la corrección plena, y, co n fre
cuencia, nunca llegan a lograrlo. Los gruesos cristales cóncavos exigi
dos p o r m iopes d e alto grado hacen ver todos los objetos m u ch o m ás
pequeños de lo q u e son en realidad, m ientras que los cristales co n v e
xos los ag ran d an . Estas molestias son inevitables. Pacientes con un
alto grado de astigm atism o sufren algunas sensaciones m uy desagra
dables cuando se ponen gafas p o r prim era vez, razón p o r la que se les
advierte que se h abitúen a usarlas en casa antes de aventurarse friera.
Por lo general se superan esa dificultades, pero no siem pre; y sucede
a veces que personas que se encuentran m uy a gusto con sus gafas d u
rante el día son incapaces de aguantarlas de noche.
Todas las lentes contraen el cam po de visión en m ayor o m en o r
grado. Incluso c o n cristales m uy delgados, algunos pacientes son in
capaces de ver c o n nitidez si no m iran a través del cen tro de las le n
tes, con la m o n tu ra en ángulo recto con la línea de visión; no sólo d e
crece su visión si no hacen esto, sino que se producen a veces m olestos
síntom as nerviosos, tales com o vahídos y dolores de cabeza. P or eso
son incapaces de girar sus ojos librem ente en diversas direcciones. Es
verdad que los cristales están pulidos de tal m anera que es teó rica
m ente posible m ira r a través de ellos a cualquier ángulo, pero rara vez
ofrecen el resultado deseado.
La dificultad de m antener lim pios los cristales es u n o de los in
convenientes m enores que tienen las gafas, pero, sin em bargo, resul
ta m uy m olesto. En días de niebla y de lluvia la atm ósfera los e m p a
ña. En los días de calor, la transpiración del cuerpo puede tener un
efecto similar. En los días fríos, están em pañadas con frecuencia por
la hum edad de la respiración. Tan sujetas están cada día a la co n ta
m inación por sequedad y hum edad, tan expuestas están a la inevita
ble suciedad que produce el tacto de los dedos, que rara vez procuran
una visión absolutam ente nítida de los objetos m irados.
De igual m anera, los reflejos de luz fuerte provenientes de las len
tes son con frecuencia m uy m olestos, y eso puede resultar m uy peli
groso en la calle.
Soldados, m arineros, atletas, trabajadores m anuales y niños tie
nen gran dificultad con las lentes a causa de la actividad de sus vidas,
que no sólo lleva a que las gafas se rom pan, sino que m uchas veces las
po ne fuera de foco, especialm ente en el caso de lentes usadas a causa
de astigm atism o.
El hecho de que las gafas nos afean puede parecer un tem a m enor
que no m erece ser considerado aquí, pero la m olestia m ental no m e
jora ni la salud general ni la visión, y m ientras que hem os conseguido
convertir en virtud la necesidad de que algunas personas tengan que
usar lentes, existen todavía algunas m entes para las que llevar gafas
su pone una to rtu ra m ental y el verlas en otros dista m ucho de resul
tar agradable. Y ya no digam os el ver a un niño con gafas. Es algo que
llega a partir el corazón.
Hasta hace una generación se usaban las lentes sólo com o una
ayuda para la visión defectuosa, pero ahora se prescriben a un gran
n úm ero de personas que pueden ver tan bien o m ejor sin ellas. C om o
hem os expuesto en el capítulo 1, se cree que el ojo hiperm étrope es
capaz de corregir hasta cierto grado sus propias dificultades alteran
do la curvatura del cristalino, m ediante la actividad del m úsculo ci
liar. Se piensa que el ojo con m iopía simple no tiene esa capacidad
p o rque un increm ento en la convexidad del cristalino, que — se o p i
na— es todo lo que se consigue m ediante el esfuerzo de acom oda
ción, no haría sino increm entar la dificultad; pero la m iopía va acom
pañada generalm ente p o r el astigm atism o y se supone que esto se
puede superar en parte m ediante alteraciones en la curvatura del cris
talino. Así, la teoría nos lleva a la conclusión de que un ojo en el que
no existe erro r alguno de refracción casi nunca está libre de efectos
anorm ales de acom odación m ientras perm anece abierto.
En otras palabras, se asum e que el supuesto m úsculo de aco m o
dación tiene que llevar no sólo el peso norm al de cam biar el foco del
ojo para la visión a diversas distancias, sino tam bién el peso adicional
de com pensar errores de refracción. Tales ajustes, si se produjeran de
hecho, im pondrían una grave tensión al sistem a nervioso, y, para ali
viar esa tensión — a la que se atribuye un sin n ú m ero de p erturbacio
nes nerviosas funcionales— , asi com o para m ejorar la visión, se pres
criben las lentes.
Se ha dem ostrado, sin em bargo, que el cristalino no interviene ni
en el hecho de la acom odación ni en la corrección de errores de re
fracción. Por consiguiente, en ningún caso puede haber m otivo para
aliviar una tensión del m úsculo ciliar. Se ha dem ostrado tam bién que
cuando la visión es norm al no se da erro r de refracción, y los m úscu
los extrínsecos (o externos) del globo ocular están en reposo. Por ta n
to, en esos casos no hay que aliviar tensión alguna de los m úsculos
extrínsecos. C uando existe una tensión de esos m úsculos, las lentes
pueden corregir sus efectos sobre la refracción, pero son incapaces de
aliviar la tensión m isma. Al contrario, com o se ha expuesto, lo que
hacen es em peorarla.
Con todo, personas con visión norm al que llevan gafas para ali
viar una supuesta tensión m uscular se sienten a veces beneficiadas por
ellas. Tenem os ahí una ilustración palm aria del efecto de la sugestión
m ental, y unos cristales planos, si fueran capaces de inspirar la m ism a
fe, producirían idéntico resultado. De hecho, m uchos pacientes me
han dicho que se sentían aliviados de diversas molestias gracias a len
tes que eran, según mi com probación, simples cristales planos. U no
de esos pacientes era un óptico que se había graduado sus propias ga
fas y que no era un iluso en este sentido; sin em bargo, m e afirm aba
que cuando no las llevaba puestas sentía dolor de cabeza.
Algunos pacientes responden con tal p ro n titu d a cualquier su
gestión m ental que usted puede aliviar sus molestias o m ejorar su vi
sión casi con cualquier cristal que les prescriba. Me he encontrado
con gente hiperm étrope que llevaba gafas para m iopía con un gran
alivio; y gente sin astigm atism o que obtenía gran satisfacción con
lentes diseñadas para corregir ese defecto.
M uchas personas llegarán incluso a im aginar que ven m ejor con
gafas que dism inuyen claram ente su visión. Hace unos cuantos años,
un paciente al que yo le había prescrito lentes consultó a un oftalm ó
logo cuya reputación era m ucho m ayor que la mía y que le prescribió
o tro p ar de cristales y le habló en térm inos desdeñosos de los que yo
le había re cetad o . El paciente vino de nuevo a m i consulta y m e h abló
de cuánto m e jo r podía ver con el segundo par de cristales q u e con el
prim ero. E xam iné su visión con las nuevas gafas y llegué al resultado
de que m ie n tra s que las m ías le habían dado una visión de 20/20, las
de mi colega le capacitaban para ver sólo 20/40. El h ec h o sencillo era
que él había sido hipnotizado por una reputación m ay o r para pensar
q ue podía v e r mejor, m ientras que de hecho veía p eor; y m e costó
m ucho tra b a jo convencerle de que estaba en un erro r, a u n q u e al fin
tuvo que a d m itirlo cuando, al m irar al optotipo, c o m p ro b ó que con
las gatas nuevas podía ver sólo la m itad que con las antiguas.
C u an d o las gafas no alivian dolores de cabeza y otros síntom as
nerviosos, se supone que es porque no están graduadas de form a co
rrecta, y a lg u n o s profesionales y sus pacientes dan m uestras de un
asom broso g ra d o de paciencia y perseverancia en sus intentos m a n
com unados para llegar a la prescripción correcta. U n paciente que
sufría fuertes dolores en la base de su cerebro fue grad u ad o sesenta
veces por un solo especialista; adem ás visitó a otros m u ch o s o ftalm ó
logos y n eurólogos en este país y en Europa. Se sintió aliviado del d o
lor en cinco m in u to s gracias a los m étodos presentados en este libro;
al m ism o tiem p o , su visión se norm alizó tem poralm ente.
Es toda u n a suerte que m uchas personas a las que se han prescri
to gafas se nieguen a llevarlas, escapando así no sólo d e m ucha in c o
m odidad, sin o tam bién de m ucho daño para sus ojos. O tros, con m e
n or independencia m ental, con m ayor grado de espíritu de m ártir o
que han sido alarm ados de la peor m anera por los oculistas, se som e
ten a un grad o de to rtu ra innecesaria que a duras penas resulta c o n
cebible. U no de esos pacientes llevó gatas d u ra n te veinticinco años,
au nque no le evitaron padecer m olestias continuadas y rebajaron su
visión hasta tal p u n to que tenía que m irar p o r encim a de las lentes si
quería ver algo a distancia. Su oculista le aseguraba que debía esperar
las peores consecuencias si no usaba gafas, y recriminaba con severi
dad su hábito de m irar p o r encim a en vez de a través de ellas.
D ado que las anom alías de refracción cam bian de co n tin u o de
día a dia, de hora a hora y de m in u to a m in u to , incluso bajo la in
fluencia de la atropina, la graduación exacta de las lentes resulta im
posible. En algunos casos, esas fluctuaciones son tan extrem as o ti
paciente es tan insensible a la sugestión m ental que no se obtiene ali
vio alguno de corregir las lentes, lo que se convierte, por necesidad,
en u na m olestia añadida. En el m ejor de los casos, apenas se puede
m antener que las lentes no son más que un sustituto m uy insatisfac
torio de la visión norm al.
Causa y tratamiento de errores de refracción
Tensión
¡¡ación central
1 ojo es una cám ara en m iniatura que coincide en varias de sus fun-
iones, m uy exactam ente, con la m áquina inanim ada usada en foto-
rafia. En un aspecto, sin em bargo, hay una gran diferencia entre los
os instrum entos. La placa sensible de la cám ara tiene la m isma sen-
ibilidad en cada parte; la retina del ojo, por el contrario, tiene un
unto de m áxim a sensibilidad, y cada una de las partes restantes es
teñ o s sensible en proporción a la distancia que le separe de ese p u n -
3 . Este p u n to de sensibilidad m áxim a se llama la fovea centralis, lite-
ilm ente, la «fosa central».
La retina, aunque es una m em brana extrem adam ente delicada
ue varía en grosor de unos tres m ilím etros a m enos de la m itad
e tal m agnitud, es altam ente com pleja. Se com pone de ocho capas,
se supone que sólo una de ellas es capaz de recibir im presiones v¡-
uales. Ese estrato se com pone de d im in u to s cuerpos com o varillas y
únicos que varían de form a, y están distribuidos de m anera m uy d í
ñente en sus diversas partes. En el centro de la retina hay una pe
ueña elevación circular conocida — p o r el color am arillo que tom a
i la m uerte y a veces tam bién en vida— com o la macula lútea, lite-
ilm ente, la «m ancha amarilla». En el centro de esta m ancha está la
>vca (fosa), una depresión profunda de color m ás oscuro. En el cen
o de esta depresión no hay varillas y los conos están elongados y
íuy ju n tos unos a otros. Los otros estratos, p o r el contrario, se to r
nan aquí extrem adam ente tenues o desaparecen, de m anera que los
conos están cubiertos con huellas apenas perceptibles de ellos. Más
allá del centro de la fosa, los conos se hacen m ás gruesos y n u m e ro
sos, y están entrem ezclados con varillas, cuyo núm ero aum enta hacia
el m argen de la retina.
La función precisa de estas varillas y conos no es clara, pero es un
hecho que el centro de la fosa, donde desaparecen prácticam ente to
dos los elem entos salvo los conos y sus células asociadas, es la sede de
la visión más aguda. A m edida que nos alejamos de esa m ancha, la
agudeza de la percepción visual decrece con rapidez. Por consiguien
te, el ojo con visión norm al ve de form a óptim a una parte de cada
cosa que m ira, y todas las partes restantes peor, en proporción a su
distancia del p u n to de visión m áxim a; y es un síntom a invariable de
todas las situaciones anorm ales, tanto funcionales com o orgánicas,
de que esta fijación central está perdida.
Esas situaciones se deben al hecho de que cuando la vista es n o r
mal, la sensibilidad de la fosa es norm al, pero cuando la vista es im
perfecta, por la causa que fuere, la sensibilidad de la fosa está dism i
n u ida de form a que el ojo ve tan bien o incluso m ejor con otras partes
de la retina. En contra de lo que se cree generalm ente, la parte vista de
form a ó ptim a cuando la visión es norm al es extrem adam ente peque
ña. Los libros de texto dicen que a unos seis m etros se puede ver con
el m áxim o de visión un área que tenga un diám etro de u n centím etro
y m edio, pero todo el que intente ver a esa distancia cada parte de in
cluso las letras m ás pequeñas del o p to tip o Snellen — y su diám etro
puede ser m enor de sesenta m ilím etros— igualm ente bien a la vez se
volverá de inm ediato m iope. El hecho es que cuanto más se aproxim a
el p u n to de visión m áxim a a un p u n to m atem ático, que no tiene área,
m ejor es la visión.
La causa de esta pérdida de función en el centro de la vista es la
tensión m ental, y dado que todas las situaciones anorm ales de los
ojos, orgánicas o funcionales, están acom pañadas de tensión m ental
tenias esas situaciones tienen que ir acom pañadas necesariam ente de
la pérdida de fijación central. C uando la m ente está bajo tensión, e
ojo suele volverse m ás o m enos ciego. El centro de la visión se vuelve
ciego prim ero, en parte o del todo, según el grado de la tensión, y si
ésta es bastante grande, toda o la m ayor parte de la retina puede v er
se im plicada. C uando la visión del centro de la im agen q u e percibi
mos ha quedado suprim ida en parte o del todo, una persona ya no
puede ver d e form a óptim a el p u n to al que está m irando; ve tan bien
o m ejor objetos no m irados de form a directa porque la sensibilidad
de la retina se ha hecho ahora aproxim adam ente igual en cada parte,
o es incluso m ejor en la parte externa que en el centro. De ahí que en
todos los casos de visión defectuosa una persona sea incapaz d e ver de
la m ejor form a donde está m irando.
Esta condición es a veces tan extrem a que una persona puede m i
rar un objeto desde lo m ás lejos que es posible hacerlo y, con todo,
verlo tan bien com o cuando lo m ira directam ente. En un caso, esto
fue tan lejos que una paciente mía p u d o ver sólo con el m argen de la
retina sobre el lado nasal. En otras palabras, no podía ver sus dedos
delante de su cara, pero podía verlos si los colocaba en el lado exter
no de su oio. Tenía sólo u n ligero error de refracción, m o stran d o que
m ientras que cada erro r de refracción está acom pañado p o r fijación
excéntrica, la tensión que causa una condición es diferente de la que
produce la otra. La paciente había sido exam inada por especialistas
en su país y en Europa que atribuyeron su ceguera a una enferm edad
del nervio óptico o del cerebro. El hecho de que la visión fuera recu
perada m ediante la relajación dem ostró que la condición se había d e
bido sim plem ente a tensión m ental.
La fijación excéntrica, incluso en sus grados m ás bajos, es tan a n
tinatural que puede producirse en pocos segundos u n gran m alestar
y dolor al in ten tar ver cada parte de un área de siete a diez centím e
tros de extensión a sesenta m etros o incluso m enos; o un área de dos
centím etros y m edio o m en o r en un p u n to cercano, igualm ente bien
a la vez. Al m ism o tiem po, el retinoscopio dem ostrará que se ha p ro
ducido un erro r de refracción. Esa tensión, cuando es habitual, lleva
a toda clase de condiciones anorm ales y está, de hecho, en el fondo de
la m ayoría de las m olestias oculares, funcionales u orgánicas. El ma-
testar y el d o lo r pueden estar ausentes, sin em bargo, en la condición
crónica; asi, es un signo estim ulante el que una persona com ience a
experim entarlos.
C uando el ojo posee fijación central, no sólo posee una visión im
pecable, sino que esta perfectam ente en reposo y se le puede usar de
forma indefinida sin fatiga. Está abierto y reposado, no se observan
m ovim ientos nerviosos, y cuando m ira a un punto distante los ejes vi
suales están paralelos. En otras palabras, no hay insuficiencias m uscu
lares. G eneralm ente no se conoce este hecho. Los m anuales afirm an
que las insuficiencias m usculares ocurren en ojos que tienen visión
norm al, pero yo nunca he visto tal caso. Los m úsculos de la cara y de
todo el cuerpo están tam bién en reposo, y cuando la condición es h a
bitual no hay arrugas o círculos oscuros alrededor de los ojos.
En la m ayoría de casos de fijación excéntrica, p o r el contrario, el
ojo se cansa enseguida, y su aspecto, ju n to con el de la cara, expresa
esfuerzo o tensión. El oftalm oscopio (in stru m en to con el que pode
m os ver el interior del ojo) revela que el globo ocular se m ueve a in
tervalos irregulares, de lado a lado, de forma vertical o en otras direc
ciones.' Los m ovim ientos son con frecuencia tan am plios que se
revelan m ediante la inspección ordinaria, y a veces son lo suficiente
m ente m arcados com o para asemejarse al nistagm o (una condición
en la que hay un m ovim iento llam ativo y m ás o m enos rítm ico del
globo ocular de lado a lado). Pueden notarse tam bién m ovim ientos
nerviosos de los párpados ora m ediante la inspección o rdinaria ora
m ediante el toque ligero del párpado de un ojo m ientras el o tro m ira
un objeto cercano o distante. Los ejes visuales nunca están paralelos,
y la desviación de lo norm al puede hacerse tan m arcada com o para
constituir la situación de estrabism o. Rojez de la conjuntiva y de los
m árgenes de los párpados, arrugas alrededor de los ojos, círculos os
curos debajo de ellos, y lagrim eo son otros síntom as de fijación ex
céntrica.
90
ción ayuda a veces a ob ten er resultados notables. Algunas personas
pueden leer en el acto todas las letras de la linea interior del optotipo
tras haberse capacitado para im aginar que ven perfectam ente negra y
distinta una letra. Sin em bargo, la m ayoría esta tan distraída por lo
que ve cuando h a m ejorado su v isión por m edio d e su im aginación
que pierde la letra. U na cosa es poder im aginar la visión perfecta de
una letra, y otra ser capaz de ver la letra y otras letras sin perder el
control de la im aginación.
En la m iopía a veces tiene éxito el siguiente m étodo. Prim ero m i
rar una letra en el pu n to en que m ejor se la ve. Luego cerrar los ojos y
recordarla. Repetir hasta que la m em oria es casi tan buena com o la vi
sión de cerca. C on el optotipo a una distancia de seis m etros, m irar a
una superficie en blanco a treinta centím etros o más de uno de sus
m árgenes y recordar de nuevo la letra. Hacer lo m ism o a quince y a
ocho centím etros. En el últim o punto observar la aparición de las le
tras en el optotipo, es decir, en el cam po excéntrico. Si la m em oria aún
es perfecta parecerán ser de un negro tenue, no gris, y las m ás próxi
mas al punto de fijación parecerán m ás negras que las m ás alejadas.
Reducir gradualm ente la distancia entre el p u n to de fijación y la letra
hasta que se pueda m irar directam ente a ella e im aginar que se la ve
tan bien com o se la recuerda. En ocasiones, al hacer esta práctica es
bueno cerrar y cubrir los ojos y recordar perfectam ente negra la letra
o un punto. El descanso y el control m ental obtenidos de este m odo
son una ayuda para conseguir control cuando se m ira el optotipo.
Al im aginar una letra perfecta, los que tienen éxito con este m é
to d o no son conscientes de ver al m ism o tiem po una im perfecta, y no
se distraen cuando su visión m ejora por m edio de su im aginación.
M ucha gente puede recordar perfectam ente con los ojos cerrados o
cuando m iran a un sitio donde no pueden ver la letra, pero tan p ro n
to com o la m iran com ienzan a estar tensos y a perder su m em oria.
Por consiguiente, com o la im aginación depende de la m em oria, no
pueden im aginar que ven la letra. En tales casos, tengo la costum bre
de proceder ciñéndom e de algún m odo a la m anera descrita en el ca
pítulo precedente. C om ienzo p o r decir:
«¿Fucile ver usted un pu n to negro en la parte inferior de esta le
tra y al m ism o tiem po, m ientras im agina perfectam ente el pu n to , es
capaz de im aginar que ve la letra?».
A veces son capaces de hacerlo, pero p o r regla genera] no suele
ser así. En esc caso se les pide que im aginen una parte de la letra, ge
neralm ente la inferior. C uando pueden im aginar esta parte derecha,
curvada o abierta, según el caso, están en condiciones de im aginar los
lados y la parte superior m ientras retienen aún el pu n to en la parte
inlerior. Pero incluso después de haber hecho esto, cabe que no p u e
dan aún im aginar toda la letra sin perder el punto. Puede que tenga
que engatusarlos acercando un poco el opto tip o y alejándolo luego,
ya que cuando se m ira a una superficie donde hay algo que ver la
im aginación m ejora en la proporción en la que se aproxim a el p u n to
donde la visión es óptim a, pues en ese p u n to los ojos están más rela
jados. C uando no hay nada especial que ver, la distancia no im porta,
pues no se hace esfuerzo para ver.
Para estim ular a las personas a im aginar que ven la letra parece
útil repetirles una y otra vez:
«Sin duda, usted no ve la letra. N o le pido que la vea. Lo que le
pido es que imagine que la ve perfectam ente negra y perfectam ente
distinta».
C uando una persona consigue ver una letra conocida con la ayu
da de su im aginación, puede aplicar el m ism o m étodo a una letra des
conocida, pues tan p ro n to com o es posible im aginar que cualquier
parte de una letra es perfectam ente negra se ve que toda la letra es n e
gra, aunque al principio la percepción visual de este hecho no d u re lo
suficiente com o para que una persona tom e conciencia de ello.
Al intentar distinguir letras desconocidas, se descubre que es im
posible im aginar de m odo perfecto a no ser que im aginem os la ver
dad, pues si im aginam os que una letra o una parte de ella es distinta
de la que es, la imagen m ental es nebulosa e inconstante, com o una
letra vista de m odo im perfecto.
Se puede interferir de m uchísim as m aneras en la im aginación.
Hay un m odo de im aginar perfectam ente, y existen infinitas m aneras
de im aginar de form a im perfecta. Kl m odo co rrecto es sencillo. La
im agen m ental de la cosa im aginada viene tan ráp id am en te com o el
pensam iento, y se la puede retener de una form a m ás o m enos co n ti
nua. Kl m o d o equivocado es difícil, la im agen acude lentam ente, es
variable y discontinua.
Esto se puede d em ostrar im aginando o recordando p rim ero una
letra negra lo m ás perfectam ente posible con los o jos cerrados, e im a
ginando después im perfectam ente la m ism a letra. P o r lo general, lo
prim ero resulta fácil, pero se descubrirá que es m uy difícil im aginar
que una letra negra con perfiles claros es gris con bordes borrosos y
aberturas nebulosas, y e s im posible form ar una im agen m ental de ella
que perm anezca constante d u ran te un apreciable lapso de tiem po. La
letra variará de color, de form a y de ubicación en el cam po visual,
com o sucede con u na letra cuando la vem os de m anera im perfecta; y
com o la tensión de la visión im perfecta produce m alestar y dolor, el
esfuerzo para im aginar de m odo im perfecto a veces producirá dolor.
Por contra, cu an to m ás se aproxim a a la perfección la im agen m ental
de la letra, tanto más fácil y rápidam ente viene y tanto m ás constante es.
Se han logrado algunas m ejoras m uy espectaculares p o r m edio
de la im aginación. Un hom bre, un m édico, que había usado gafas d u
rante cuarenta años y que sin ellas no era capaz de ver la C grande del
op to tip o a seis m etros, obtuvo alivio en quince m in u to s p o r el sim ple
m edio de im aginar que veía negras las letras. C u an d o se le pidió que
describiera sin visión ayudada la C grande, dijo q u e le parecía gris y
que la abertura estaba oscurecida por u na nube gris hasta tal extrem o
que tuvo que adm itir que tenía una abertura. Se le dijo que la letra era
negra, perfectam ente negra, y que la abertura era perfectam ente blan
ca, sin nube gris, y se le aproxim ó el op to tip o para q u e viera que asi
era. C uando m iró otra vez la letra a distancia, recordó de form a tan
viva su negrura que fue capaz de im aginar que la veía tan negra com o
la había visto de cerca, con la abertura perfectam ente blanca; debido
a eso vio la letra del o p to tip o perfectam ente negra y distinta. Del
m ism o m odo, consiguió leer la línea setenta, y así fue bajando en el
optotipo, hasta que en unos cinco m inutos p udo leer a seis m etros la
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línea que el ojo norm al suele leer a tres m etros. A continuación, se le
dio la tabla d e caracteres tipo diam ante para que* la leyera. Las letras
le parecían grises y no pudo leerlas. Se llamó su aten ció n sobre el h e
cho de que las letras eran en realidad negras, e im aginó de inm ediato
que las veía negras, y fue capaz de leerlas a veinticinco centím etros.
Este hecho llam ativo tiene una explicación sencilla: relajación.
T odos los nervios del doctor estaban relajados cu an d o él im aginaba
ver negras las letras, y cuando to m ó conciencia de ver las letras del
o ptotipo retenía aún el control de su im aginación. Así, no volvió a
forzarse y, en realidad, veía las letras tan negras c o m o las imaginaba.
El do cto r no sufrió una recaída y continuó m ejorando. A proxi
m adam ente un año después le visité en su consulta y le pregunté
cóm o le iba. Me contestó que su visión era perfecta, tanto de lejos
corno de cerca. Podía ver los autom óviles en la o tra orilla del río
H udson y la gente que iba en ellos, y era capaz de leer los nom bres de
los barcos del río para cuya lectura otras personas necesitaban un te
lescopio. Al m ism o tiem po, no tenía dificultad alguna para leer los
periódicos; y para probar la últim a parte de su afirm ación, sacó un
periódico y leyó en voz alta algunas frases. Yo m e quedé ató n ito y le
pregunté cóm o lo había conseguido.
«Hice lo que usted m e dijo que hiciera», respondió.
«¿Qué le dije que hiciera?», le pregunté.
«Me dijo que leyera cada día el optotipo y así lo hice; y q ue leye
ra cada día en una luz tenue letra pequeña, y así lo hice.»
O tro h o m b re q ue tenía un alto grado de m iopía com plicada con
atrofia del nervio óptico, y al que m uchos m édicos habían negado
toda esperanza, m ejoró hasta tal p u n to y con tal rapidez m ediante la
ayuda de su im aginación que un día perdió p o r com pleto el control
de sí m ism o en mi consulta. B landiendo un o p to tip o que sostenía en
su m ano, lo lanzó a través de la sala.
«¡Demasiado bueno para ser verdad!», exclame'). «No puedo creer
lo. La posibilidad de ser curado y el tem or al desengaño m e desbordan.»
Se le calm ó con alguna dificultad y se le a n im ó a continuar. Más
tarde era capaz de leer las letras pequeñas del o p to tip o con visión
94
norm al. Entonces se le dio letra pequeña para que la leyera. C uando
vio la tabla de caracteres tipo diam ante dijo q ue le resultaba im posi
ble leerlo. C on todo, se le dijo que siguiera el m ism o procedim iento
que había ayudado a su visión a distancia. Es decir, tenía que imagi
nar un p u n to sobre una parte de las letras pequeñas m ientras soste
nía la tabla a quince centím etros. Tras poner a p ru e b a su m em oria de
un p u n to algunas veces, consiguió im aginar que veía un punto p er
fectam ente negro en una de las letras pequeñas. Entonces se puso
nervioso de nuevo, y cuando se le preguntó qué le tu rb ab a, dijo:
«C om ienzo a leer la letra fina y estoy tan a b ru m a d o que pierdo el
autocontrol».
En otro caso, el de una señora con m iopía alta com plicada con
catarata incipiente, la visión m ejoró en pocos días d e 3/200 a 20/50.
En vez de bajar gradualm ente en el optotipo, dio u n salto de la línea
cincuenta a la línea diez. Se le acercó el op to tip o y se le pidió que m i
rara la letra O a siete centím etros, la distancia a la q u e ella la veía m e
jor, y que im aginara que veía un p u n to en la parte in ferio r de la letra,
y que la parte inferior era la m ás negra. C uando fue capaz de hacer
esto de cerca, se aum entó gradualm ente la distancia hasta que fue ca
paz de ver la O a noventa centím etros. Entonces situé el o p to tip o a
tres m etros y ella exclamó:
«¡Oh, doctor! ¡Es imposible! La letra es dem asiado pequeña. P er
m ítam e intentarlo prim ero con otra mayor».
Sin em bargo, en quince m inutos pud o leer la O pequeña de la lí
nea diez a seis m etros.
C a p it u lo 12
Deslizamiento y oscilación
C u ando el ojo con visión norm al m ira una letra ta n to de cerca com o
de lejos, la letra puede d ar la im presión de «palpitar» o de m overse en
varias direcciones, de lado a lado, arriba y abajo u oblicuam ente.
C u ando el ojo pasa de una letra a o tra en un o p to tip o o de un lado de
una letra a otro, n o sólo la letra sino toda la línea d e letras y todo el
op to tip o pueden d ar la im presión de moverse de lado a lado. Este
m ovim iento aparente se debe al deslizam iento del ojo, y se produce
siem pre en una dirección contraria a su m ovim iento.
Si u n o m ira a la parle su p erio r de una letra, ésta se encuentra bajo
la línea de visión y, p o r consiguiente, parece m overse hacia abajo. Si
se m ira a la parte inferior, la letra está sobre la linea de visión y pare
ce m overse hacia arriba. Si se m ira a la izquierda de la letra, ésta se ha
lla a la derecha de la linea de visión y parece m overse a la derecha. Si
se m ira a la derecha, la letra está a la izquierda de la linea de visión y
parece m overse a la izquierda.
I.as personas con visión norm al rara vez son conscientes de esta
ilusión y pueden tener dificultad en dem ostrarlo, pero en cada u n o
de los casos que m e ha tocado observar, al final siem pre lo han con
seguido, en un tiem po m ás corto o m ás largo. C u an d o la visión es
im perfecta, las letras pueden perm anecer estacionarias e incluso m o
verse en la m ism a dirección que el ojo.
Para el ojo es im posible fijar un p u n to d u ra n te más de una frac
ción de segundo. Al tratar de hacerlo, sobreviene la t cnsión y la visión
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decrece. Es fácil d em ostrar esto intentando reten er una parte de una
letra d u ran te un lapso apreciable de tiem po. Independientem ente de
cuál sea la calidad de la visión, ésta com enzará a obnubilarse o inclu
so a desaparecer m uy rápidam ente, y a veces el esfuerzo para retener
la letra p roducirá dolor. En el caso de algunas personas excepciona
les, puede parecer que se retiene un p u n to d u ra n te un considerable
lapso de tiem po y los sujetos m ism os pueden llegar a pensar que es
tán reteniéndolo, pero esto es sólo porque el ojo se desliza incons
cientem ente, siendo el m ovim iento tan rápido qtie parece que se ven
todos los objetos a la vez.
Por regla general, el deslizam iento del ojo con visión norm al no
es apreciable, pero el examen directo con el oftalm oscopio puede d e
m ostrarlo siem pre. Si se exam ina un ojo con este in stru m en to m ien
tras el otro m ira un área pequeña de frente, se ve q ue el ojo exam inado,
que sigue los m ovim ientos del otro, se m ueve en diversas direcciones,
de lado a lado y arriba y abajo en una órbita que suele ser variable. Si
la visión es norm al, esos m ovim ientos son extrem adam ente rápidos y
no van acom pañados p o r apariencia alguna de esfuerzo. Por el co n
trario, el deslizam iento del ojo con visión im perfecta es m ás lento,
sus desplazam ientos son m ás dilatados, y los m ovim ientos son d e
siguales y realizados con esfuerzo m anifiesto.
Tam bién se puede d em ostrar que el ojo es capaz de deslizarse con
una rapidez que el oftalm oscopio no puede m edir. El ojo norm al
puede leer catorce letras de la línea inferior de un op to tip o Snellen, a
una distancia de treinta o cuarenta y cinco centím etros, en una luz te
nue, con tal rapidez q ue parece que se las ve a todas a la vez. Sin em
bargo se puede d em o strar que para reconocer las letras en esas c o n
diciones es necesario hacer unos cuatro deslizam ientos a cada letra.
De cerca, si bien u na parte de la letra se ve m ejor, el resto se puede ver
lo suficientem ente bien com o para reconocerlo; pero a distancia, es
im posible reconocer las letras a no ser que u n o se deslice de la parte
superior a la inferior y de lado a lado. Hay que deslizarse tam bién de
una letra a otra, haciendo unos setenta deslizam ientos en u na frac
ción de segundo.
98
U na linea de letras pequeñas en el o p to tip o Snellen puede ser
m en o r a un m etro de largo p o r unos seis m ilím etros de alto, y si se re
quieren setenta deslizam ientos p o r fracción de segundo para verla
aparentem ente toda a la vez, se precisan varios m iles de deslizam ien
tos para ver un área del tam año de un fotogram a, con todos sus d e ta
lles de personas, anim ales, casas o árboles. Para ver dieciséis áreas de
fotogram a p o r segundo, com o hacem os al ver u n a película, se re
quiere una rapidez de deslizam iento que resulta difícil de im aginar.
No es sólo que el ojo y la m ente hum anos sean capaces de esta ra
pidez de acción, y esto sin esfuerzo o tensión, sino q u e sólo cuando el
ojo es capaz de deslizarse con esta rapidez están en reposo el ojo y la
m ente, y la eficacia de am bos se encuentra en su grado m áxim o. Es
verdad que cada m ovim iento del ojo produce un e rro r de refracción,
pero cuando el m ovim iento es corto, este error es m u y ligero. Por lo
general, los deslizam ientos son tan rápidos que el e rro r no dura lo su
ficiente com o para ser detectado por el retinoscopio, siendo dem os
trable su existencia tan sólo si se reduce la rapidez d e los m ovim ien
tos a m enos de cuatro o cinco por segundo. El p eríodo en que el ojo
está en reposo es m ucho m ás largo que aquel d u ra n te el cual se p ro
duce un error de refracción. En consecuencia, cu an d o el ojo se desli
za con norm alidad el erro r de refracción no es m anifiesto. C uanto
m ás rápido es el deslizam iento inconsciente del ojo, m ejor es la vi
sión; pero si uno intenta ser consciente de un deslizam iento dem asia
do rápido, se producirá tensión.
1.a visión norm al es im posible sin deslizam iento continuo, y tal
deslizam iento es una dem ostración palm aria del control m ental n e
cesario para una visión norm al. Se precisa u n perfecto control m en
tal para pensar en miles de cosas en una fracción d e segundo, y hay
que pensar p o r separado cada p u n to de fijación, p o rq u e es im posible
pensar perfectam ente y al m ism o tiem po en dos cosas o en dos partes
de una cosa. El ojo con visión im perfecta trata de conseguir lo im p o
sible m irando fijam ente a un p u n to d u ra n te un apreciable lapso de
tiem po, es decir, fijando la vista. C uando el ojo m ira u na letra ex tra
ña y no la ve, sigue m irándola en un esfuerzo por verla m ejor. Tales
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esfuerzos fracasan siem pre y son un factor im p o rtan te en la génesis
de la visión im perfecta.
En n uestra opinión, u n o de los m ejores m étodos para m ejorar la
visión es im itar de form a consciente el deslizam iento inconsciente de
la visión norm al y realizar el m ovim iento m anifiesto producido p o r
tal deslizam iento. T anto si se tiene visión im perfecta com o norm al, el
deslizam iento y oscilación conscientes son una gran ayuda y ventaja
para el ojo: n o sólo la visión im perfecta, sino tam bién la perfecta p u e
de m ejorar de este m odo. C uando la visión es im perfecta, el desliza
m iento realizado de m anera adecuada descansa el ojo tanto com o el
•<palmeo», y reduce o corrige siem pre el erro r de refracción.
El ojo con visión norm al nunca intenta reten er un p u n to m ás de
una fracción de segundo, y cuando se desliza co m o expusim os en el
capítulo 8, siem pre ve peor el p u n to de fijación previo. C u an d o deja
de deslizarse con rapidez y de ver peor el p u n to del que se ha desli
zado, la visión deja de ser norm al, y se im pide o se prolonga, o se in
vierte en ocasiones la oscilación. Estos hechos so n el principio básico
del tratam iento m ediante deslizam iento.
Para ver peor el p u n to de fijación previo, el ojo con visión im
perfecta tiene que m irar m ás lejos de él de lo que lo hace el ojo con vi
sión norm al. Si el ojo se desliza sólo unos seis m ilím etros, p o r ejem
plo, verá el p u n to de fijación previo tan bien o m ejor que antes, y en
vez de relajarse m ediante tal deslizam iento, su tensión se increm en
tará, no habrá oscilación y la visión m enguará. A unos doce m ilím e
tros puede ser capaz de soltar el p rim er p u n to y si no se retiene otro
p u n to m ás de u na fracción de segundo, el ojo se verá aliviado por tal
cam bio y p o d rá producirse la ilusión de oscilación. C uanto m ás b re
ve es el m ovim iento, m ayor el beneficio, pero incluso un m ovim ien
to m uy largo — tanto com o de unos noventa centím etros o m ás— es
una ayuda para aquellos que no pueden realizar u n o m ás corto.
Por otro lado, cuando una persona es capaz de un m ovim iento
corto, el m ovim iento largo reduce la visión. La oscilación es una
prueba de que el deslizam iento se hace adecuadam ente, y de que
cuando éste tiene lugar, la visión m ejora siem pre. Es posible deslizar
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se sin m ejoría, pero es im posible producir la im presión de oscilación
sin m ejoría; cuando se puede hacer esto con un deslizam iento largo,
existe la posibilidad de acortar gradualm ente el m ovim iento hasta
que una persona puede deslizarse de arriba abajo de las letras peque
ñas, en un o p to tip o o donde quiera, y m antener la oscilación. Más
tarde podrá ser consciente de la oscilación de las letras sin desliza
m iento consciente.
Independientem ente de lo perfecta que sea la visión, siem pre es
posible deslizarse y producir una oscilación d u ran te todo el tiem po
en el que se ve peor el pu n to de fijación previo. Incluso la diplopía y
la poliopia (visión doble y m últiple, respectivam ente) no im piden os
cilar con alguna m ejora de la visión. Por regla general, el ojo con vi
sión im perfecta es capaz de deslizarse de un lado del opto tip o a otro
y de un pu n to en la parte superior del opto tip o a otro p u n to en la
parte inferior, y está probado que en el p rim er caso el opto tip o pare
ce m overse de lado a lado, m ientras que en el segundo parece m over
se arriba y abajo.
C uando una persona sufre un fuerte grado de fijación excéntrica
puede ser necesario, a fin de ver peor cuando se desliza, utilizar algu
no de los m étodos descritos en el capítulo 8. De ordinario, sin em
bargo, la gente que no puede ver peor cuando se desliza a distancia,
puede hacerlo con facilidad de cerca, ya que la visión es m ejor en ese
p u n to, no sólo en la m iopía, sino a veces tam bién en la hiperm etro-
pía. C uando es posible producir la oscilación en el p u n to cercano,
cabe au m en tar de form a gradual la distancia hasta que puede hacer
se lo m ism o a seis m etros.
Tras descansar los ojos cerrándolos o «palm eando», el desliza
m iento y la oscilación suelen ser con frecuencia m ás eficaces. C on
este m étodo de descansar alternativam ente los ojos y luego deslizar,
personas con visión m uy im perfecta han conseguido a veces un alivio
tem poral o perm anente en algunas semanas.
El deslizam iento puede hacerse despacio o con rapidez, según el
estado de la visión. Al principio, es probable que una persona se sien
ta tensa si se desliza con excesiva rapidez, y entonces el p u n to del que
se ha deslizado no se ve peor y no habrá oscilación. A m edida que se
produce una m ejora, se puede au m en ta r la velocidad. Sin em bargo,
suele ser im posible realizar la oscilación si el deslizam iento tiene lu
gar m ás de dos o tres veces por segundo.
Por norm a, se puede hacer que una imagen m ental de una letra
oscile exactam ente igual que puede hacerlo una letra del optotipo.
Hay algunas personas en las que se da lo contrario, pero para la m a
yoría de la gente el balanceo m ental es m ás fácil al principio que la os
cilación visual. C uando consiguen oscilar de este m odo, les resulta
m ás fácil balancear las letras en el optotipo. A lternando el balanceo y
deslizam iento m ental con el visual se ha conseguido a veces un p ro
greso rápido. A m edida que la relajación se hace más perfecta, se pue
de acortar el balanceo m ental hasta que sea posible concebir y b alan
cear una letra del tam año de un p u n to en un periódico. Esto, cuando
es posible hacerlo, es más sencillo que balancear una letra grande, y
m uchos pacientes han sacado gran provecho de ello.
Todas las personas pueden corregir su grado de error de refrac
ción en parte o del todo (com o se ha dem ostrado con el retinoscopio)
al m enos du ran te una fracción de segundo cuando se deslizan y b a
lancean con éxito. Ese tiem po puede ser tan corto que una persona
no sea consciente de la visión m ejorada aunque pueda im aginarlo, y
así luego consigue más fácilm ente m antener la relajación lo suficien
te com o para ser consciente de la visión m ejorada. P or ejem plo, des
pués de m irar lejos del opto tip o , una persona puede m irar de nuevo
la C de tam año m ás grande y el erro r de refracción puede rebajarse o
corregirse du ran te una fracción de segundo, com o se ha dem ostrado
m ediante el retinoscopio. C on todo, tal vez no sea consciente de la
m ejora de la visión. Sin em bargo, im aginando que se ve m ejor la C
grande es posible prolongar el grado de relajación lo suficiente com o
para verla.
C uando el balanceo, m ental o visual, es eficaz, una persona p u e
de llegar a tener conciencia de una sensación de relajación que se m a
nifiesta com o una sensación de oscilación universal. Esta sensación se
transm ite a to d o objeto del que una persona es consciente. Es posible
im aginar el m ovim iento en cualquier parte del cuerpo a la que se d i
rija la atención. Puede transferirse a la silla en la que u na persona está
sentada o a un objeto de la estancia o de cualquier o tro sitio que se re
cuerde. El edificio, la ciudad, todo el m u n d o puede parecer que osci
la. C uando una persona tom a conciencia de este balanceo universal,
pierde la m em oria del objeto con el que la oscilación arrancó, pero
d u ran te todo el tiem po que es capaz de m antener el m ovim iento en
una dirección contraria al m ovim iento original de los ojos o al m ovi
m iento im aginado p o r la m ente, se m antiene la relajación. Sin e m
bargo, si se cam bia la dirección, sobreviene la tensión. Im aginar el
balanceo universal con los ojos cerrados es fácil, y algunas personas
consiguen hacerlo enseguida con los ojos abiertos. M ás tarde la sen
sación de relajación que acom paña al balanceo puede producirse sin
conciencia de la letra, pero el balanceo puede producirse siem pre
cuando una persona piensa en él.
El balanceo sólo puede fallar p o r una causa, y esa causa es la ten
sión. Algunas personas intentan con esfuerzo que las letras oscilen.
Tales esfuerzos fracasan siem pre. Los ojos y la m en te no hacen osci
lar las letras; se balancean p o r sí m ism as. El ojo p u ed e deslizarse vo
luntariam ente. Éste es un acto m uscular resultante de un im pulso
m otriz. Pero el balanceo viene espontáneam ente cu an d o el m ovi
m iento es norm al. No produce relajación, pero es u n a prueba de él;
aunque no tiene valor en si m ism o es, com o el p u n to , m uy valioso
com o indicación de que se m antiene la relajación.
Los siguientes m étodos de m ovim iento han resultado útiles en
varios casos:
N° 1
103
d) M irar alternativam ente las letras d u ra n te algunos segundos,
viendo peor la que no se m ira.
N° 2
a) M irar u na letra de tam año grande.
b) M irar una de tam año pequeño a larga distancia de la grande.
Entonces, ésta se ve peor.
c) M irar atrás y verla m ejor.
d) R epetir m edia docena de veces.
N°3
El deslizam iento según los m étodos indicados capacita a u na persona
para ver una letra en u na línea m ejor que las o tras letras, y, p o r lo ge
neral, para distinguirla a ráfagas. Para ver co n tin u am en te la letra es
necesario ser capaz de deslizarse de la parte su p erio r a la inferior y de
ésta a aquélla, viendo peor la parte que no se m ira directam ente, y
p roduciendo la ilusión de un balanceo vertical.
104
En caso de éxito, la letra parecerá m overse arriba y abajo, y la vi
sión m ejorará. Entonces se puede acortar el m ovim iento hasta que
sea posible m overse entre la parte superior y la inferior de la letra y
m antener el balanceo. Si el m étodo falla, descansar los ojos, «pal
m ear» e in ten tar de nuevo.
Tam bién es posible practicar cam biando de un lado de la letra a
un p u n to que se encuentre m ás allá del o tro lado, o de una esquina
a un p u n to situado m ás allá del otro ángulo.
N° 4
a) M irar u na letra a la distancia a la que se vea m ejor. En caso de
m iopía, esto será de cerca, a unos treinta cen tím etro s o m enos del
rostro. Deslizarse de la parte superior a la inferior hasta ser capaces de
ver peor alternativam ente cada una, cuando la letra parezca m ás ne
gra que antes y se produzca una ilusión de balanceo.
b) C errar los ojos y deslizarse m entalm ente de la parte superior
de la letra a la inferior.
c) M irar con los ojos abiertos una pared e n blanco y repetir b).
C o m p arar la habilidad para deslizar y oscilar m entalm ente, con la
habilidad para hacer lo m ism o de cerca de form a visual.
d) Entonces m irar la letra a distancia y deslizarse de la parte su
perior a la inferior. En caso de éxito, la letra m ejorará y se producirá
una ilusión de balanceo.
N°5
Algunas personas, en particular los niños, son capaces de ver m ejor
cuando alguien apunta a las letras. En otros casos, esto distrae. C u a n
do se com prueba que el m étodo de ap u n tar es eficaz se puede proce
der de la m anera siguiente:
105
a) Q ue alguien coloque la pu n ta del dedo siete o diez centím etros
por debajo de la letra. Q ue la persona que sigue el trata m ien to m ire la
letra y se deslice a la p u n ta del dedo, con lo que verá peor la letra.
b) R educir la distancia en tre el dedo y la letra; prim ero a cinco o
siete centím etros, después a cinco o dos y m edio, y finalm ente a uno
y m edio, procediendo cada vez com o en a).
N°6
N° 7
106
Personas distintas en contrarán m ás o m enos satisfactorios estos
diversos m étodos de m ovim iento. Si un m éto d o no resulta, habrá
que abandonarlo tras u n o o dos ensayos e in ten tar algo distinto. Es
una equivocación co n tin u ar la práctica de un m éto d o que n o obtiene
p ro n to resultados. La causa del fracaso es la tensión, y prolongarla no
es bueno.
C u an d o no es posible practicar con un o p to tip o , pueden utilizar
se otro s objetos. Se puede pasar, p o r ejem plo, d e una ventana de un
edificio distante a otra, de una parte de u na ven tan a a otra de la m is
m a ventana, de un coche a o tro o de una parte de un coche a otra,
produciendo en cada caso la ilusión de que los objetos se m ueven en
una dirección co n traria al m ovim iento del ojo. C u an d o se habla con
gente, se puede cam biar de una persona a otra o de una parte de la
cara a otra. C uando leem os el periódico o un libro se pu ed e pasar
conscientem ente de una palabra o letra a otra, o d e u na parte de una
letra a otra.
El deslizam iento y la oscilación, en cu an to q u e dan a la persona
un quehacer definido, son con frecuencia m ás eficaces que otros m é
todos para conseguir la relajación, y en algunos casos se h an logrado
resultados notables m ediante el sim ple procedim iento de m ostrar a
una persona que el fijar la vista dism inuye la visión y que el desplaza
m iento la m ejora. Una paciente mía, u na m uchacha de dieciséis años
con m iopía progresiva, consiguió m uy p ro n to alivio m ediante el des
lizam iento. C uando vino a m i consulta usaba un par de cristales tin
tados de am arillo pálido, con som bras a los lados. A pesar de esta
protección, la luz le causaba tal m olestia que sus o jos estaban casi ce
rrados y tenía gran dificultad para avanzar p o r la sala. Su visión sin
lentes era de 3/200. Le habían prohibido leer, no le perm itían tocar el
piano, y se había visto obligada a ab andonar la idea de ir al colegio.
Su sensibilidad a la luz se alivió en unos pocos m inutos m ed ian
te un tratam iento solar (descrito en el capitulo 24) sobre sus ojos ce
rrados. Se le sentó luego ante un optotipo y se le preparó para que
m irara lejos de él, descansara sus ojos y luego m irara a la C de tam a
ño grande. Su visión había m ejorado d u ran te u n a fracción de según-
107
do y, m ediante dem ostraciones frecuentes, se le hizo co m p ren d er
que todo esfuerzo para ver las letras rebajaba siem pre la visión. A lter
nando el m ira r lejos y volver luego a las letras d u ra n te una fracción de
segundo, su visión m ejoró con tal rapidez que en el curso de m edia
hora fue casi norm al al ver de lejos.
E ntonces se le dio la tabla de caracteres tipo d iam an te para que
leyera. El in ten to de leerlo en el acto le provocó u n d o lo r intenso. Se
le o rien tó para que hiciera com o en la lectura del o p to tip o , y en p o
cos m inutos, alternando el m irar lejos y luego m ira r la p rim era letra
de cada palabra a su vez, consiguió leer sin fatiga, m olestia o dolor.
Salió de la consulta sin sus lentes y era capaz de v er sin dificultad su
cam ino. O tro s pacientes se han beneficiado con la m ism a rapidez,
gracias a este sencillo m étodo.
C a p ít u lo 13
Ilusiones de color
109
pero en o tro pueden parccerle u na som bra de am arillo, azul o m a
rrón. Algunas personas siem pre ven rojas las letras negras; a otras, se
les antojan rojas sólo en ocasiones. A unque las letras son todas del
m ism o color, algunos pueden ver negras las letras de tam añ o grande
y am arillas o a/ules las pequeñas. Por regla general, las letras grandes
se ven m ás oscuras que las pequeñas, independientem ente del color
que parezcan tener. A m enudo aparecen colores diversos en la misma
letra, pareciendo tal vez negra una parte de ella, y el resto gris o de
cualquier o tro color. M anchas de negro o de co lo r pueden aparecer
en el blanco, y m anchas de blanco o de color en el negro.
110
tam año de los objetos. O tra persona con el m ism o grado de m iopía y
los m ism os cristales puede ver cosas sólo con la m itad o un tercio de
su tam año real. Esto indica que los errores de refracción tienen muy
poco que ver con las percepciones incorrectas del tam año.
Ilusiones de forma
Ilusiones de número
111
vía horizontal, y entonces el cuerpo seguía siendo uno. C u ando el
p u n to del alfiler estaba colocado debajo de una letra m uy pequeña, a
veces el p u n to se duplicaba m ientras que la letra seguía siendo una.
Ningún error de refracción es responsable de esos fenómenos; son
sólo trucos de la mente. Los m odos en los que se disponen las imáge
nes m últiples son innum erables. A veces están colocadas verticalm en
te, a veces de forma horizontal u oblicua y a veces en círculos, triángu
los, y otras form as geométricas. Su núm ero puede variar tam bién de
dos a tres, cuatro o cinco. Pueden ser estacionarias o cam biar nías o
m enos rápidam ente su posición. M uestran tam bién una variedad infi
nita de colores, incluyendo un blanco aún m ás blanco que el del fondo.
Ilusiones de localización
112
ilusiones de este tipo están las m áculas Untantes que aparecen con
tanta frecuencia delante de los ojos cuando la visión es im perfecta e
incluso cuando de ord in ario es buena. Se conoce científicam ente a
estas m áculas com o muscac volitantes o «moscas volantes», y aunque
no tienen im portancia real, pues no son síntom a de nada salvo de fa
tiga m ental, han atraído m ucho la atención y suelen alarm ar tan to a
la gente que m erecerán una extensa consideración en el capitulo I1).
Las personas con visión norm al ven el sol blanco, el blanco m ás blan
co que existe, pero cuando la visión es im perfecta, el sol puede pare
cer casi de cualquier color del espectro: rojo, verde, p ú rp u ra, am ari
llo, etc. De hecho, personas con visión im perfecta han llegado incluso
a describirlo com o totalm ente negro. De o rd in ario , el sol poniente
suele parecer rojo, debido a las condiciones atm osféricas, pero en
m uchos casos esas condiciones no son suficientes para cam biar el co
lor, y m ientras sigue pareciendo rojo a personas con visión im perfec
ta, es blanco para personas con visión norm al. C u an d o la rojez de un
113
sol rojo es una ilusión y no se debe a las condiciones atm osféricas, la
im agen del sol en el vidrio esm erilado de una cám ara será blanco, no
rojo, y los rayos enfocados con un espejo ustorio tam bién serán blan
cos. Esto tam bién es aplicable en el caso de una luna roja.
Después de m irar al sol, la inm ensa m ayoría de las personas ven m an
chas negras o de color que pueden d u rar desde u n o s pocos m inutos
hasta un año o más, pero nunca son perm anentes. T am bién esos
p u n tos son ilusiones, y no se deben, com o se suele su p o n er, a cam bio
orgánico alguno en el ojo. Incluso la ceguera total que se produce
tem poralm ente a veces tras m irar al sol es sólo la talsa im presión o cu
lar de un fenóm eno sensitivo.
114
es posible ver perfectam ente el color de una letra o de una parte de
una letra sin reconocer cuál es ésta. Para cam biar letras negras al azul,
am arillo u o tro color se precisa una fatiga subconsciente para recor
dar o im aginar los colores en cuestión, m ientras que para alterar la
form a se requiere una tensión subconsciente para ver la form a en
cuestión. C on un poco de práctica, cualquiera puede aprender a p ro
d ucir ilusiones de form a y de color tensándose conscientem ente igual
que se tensa inconscientem ente; y cualesquiera q u e fueren las ilusio
nes producidas de este m odo, se com probará q ue tam bién se han
producido la fijación excéntrica y un error de refracción.
La tensión que produce poliopía es diferente, a su vez, d e la ten
sión que produce ilusiones de color, tam año y form a. Tras unos p o
cos ensayos, la m ayoría de la gente aprende a p ro d u c ir poliopía a vo
luntad. Fijando la vista o torciendo los ojos, si la tensión es lo
suficientem ente grande, se suele conseguir ver doble. M irando enci
m a de una luz o de una letra e inten tan d o verla tan bien com o se la
veía al m irarla directam ente, es posible p ro d u cir u na ilusión de algu
nas luces o letras dispuestas verticalm ente. Si la tensión es suficiente
m ente grande, puede haber hasta u na docena d e ellas. M irando al
lado de la luz o de la letra o m iran d o lejos de form a oblicua o hacia
cualquier ángulo, las im ágenes pueden ordenarse horizontalm ente o
de form a oblicua hacia cualquier ángulo.
Para ver objetos en la ubicación errónea, co m o cuando la p rim e
ra letra de u na palabra ocupa el lugar de la últim a, se requiere un in
genio de fijación excéntrica y una educación de la im aginación que es
inusual.
Los puntos negros o de color que se ven tras m irar al sol, y los co
lores extraños que el sol parece ad o p tar a veces, tam bién son el resul
tado de la tensión m ental. C uando uno llega a ser capaz de m irar al
sol sin tensión (véase capítulo 24), estos fenóm enos desaparecen de
inm ediato.
Las im ágenes consecutivas se han atribuido a fatiga de la retina.
Se opina que ésta ha sido tan sobreestim ulada p o r un determ inado
color que no puede percibirlo p o r m ás tiem po y q u e, p o r consiguien
115
te, busca alivio en el tinte com plem entario a este color. Si se cansa
m irando, p o r ejem plo, la C de tam año grande en u n optotipo, se su
pone que buscará alivio viendo la C blanca. Esta explicación del fe
nóm eno es m uy ingeniosa, pero escasam ente plausible. I.os ojos no
pueden ver cuando están cerrados, y si dan la im presión de ver en ta
les condiciones, es obvio que el sujeto sufre una ilusión m ental con la
que la retina no tiene nada que ver. Tam poco pueden ver lo que no
existe, y si dan la im presión de ver una C blanca e n una pared verde
donde no hay tal objeto, es obvio que la persona sufre una ilusión
m ental. La im agen consecutiva, de hecho, indica sim plem ente una
pérdida de control m ental, y tiene lugar cuando hay un erro r de re
fracción, porque esta condición tam bién se debe a la pérdida de co n
trol m ental. C ualquiera puede producir a voluntad una im agen co n
secutiva intentando ver la C grande bajo una tensión, pero uno puede
m irarla indefinidam ente con fijación central sin n in g u n o de esos re
sultados.
El que una persona con visión im perfecta tenga la sensación de
ver titilar a las estrellas no quiere decir que éstas titilen. En conse
cuencia, es evidente que la tensión que es causa del titilar difiere de la
que da origen al erro r de refracción. Si uno puede m irar u na estrella
sin intentar verla, ésta no titila, y cuando la ilusión de titilar se ha p ro
ducido, uno puede pararla, por lo general, «balanceando» la estrella.
Por otro lado, se puede hacer que los planetas o incluso la luna titilen
si nos esforzam os suficientem ente para verlos.
Las ilusiones de visión norm al incluyen todos los fenóm enos de fija
ción central. C uando el ojo con visión norm al m ira una letra de un
o p to tip o ve de form a óptim a el p u n to fijado, y to d o lo restante del
cam po de visión aparece con m en o r definición. D e hecho, todas las
letras pueden ser perfectam ente negras y distintas, y la im presión de
que una letra es m ás negra que las otras o de que u n a parte de u na le
116
tra es m ás negra que el resto es una ilusión. C o n todo, el ojo norm al
puede deslizarse con tal rapidez que parece que él ve sim ultáneam en
te toda una línea de letras pequeñas. Por supuesto que no existe tal
imagen en la retina. El oio ha visto por separado cada letra, y se ha de
m ostrado en el capítulo anterior que si se ven las letras a una d istan
cia de unos cuatro o seis m etros, seria im posible reconocerlas a no ser
que se hicieran unos cuatro deslizam ientos en cada letra. Para p ro
ducir la im presión de u na im agen sim ultánea de catorce letras, ha
habido que producir en la retina unas sesenta o setenta imágenes,
cada una con algún p u n to distinto del resto. Así se com prende que la
idea de que las letras parezcan todas iguales y se vean sim ultánea
m ente es una ilusión.
l eñem os aquí dos tipos de ilusión diferentes. En el prim er caso,
la im presión fijada sobre el cerebro está de acuerdo con la im agen
que hay en la retina, pero no está de acuerdo c o n la realidad. En el se
gundo caso, la im presión m ental está de acuerdo con la realidad, pero
no con la im agen que hay en la retina.
De ordinario, el ojo norm al ve el fondo de u na letra más blanco
de lo que es en realidad. Al m irar las letras de u n op to tip o ve estrías
blancas en los m árgenes de las letras, y al leer letra m enuda ve entre
líneas y letras, y en las aberturas de las letras, u n blanco más intenso
de lo que es en realidad. Las personas que no pueden leer letra m e
n uda tal vez vean esta ilusión, pero m enos claram ente. C uanto m ayor
es la claridad con la que se ve esto, m ejor es la visión, y si esto se p ue
de im aginar conscientem ente — podem os im aginárnoslo cuando la
visión es norm al— la visión m ejora. Si las líneas de letra m enuda es
tán cubiertas, entonces desaparecen las estrías interm edias. C uando
el ojo con visión norm al ve las letras a través de una lente de a u m e n
to, la ilusión no se destruye, pero la intensidad del blanco y negro
m engua. Con visión im perfecta, la ilusión p u ed e au m en tar en alguna
m edida p o r este m edio, pero seguirá siendo m enos intensa que el
blanco y el negro vistos por el ojo norm al.
Las ilusiones de m ovim iento producidas p o r el m ovim iento del
ojo y descritas con detalle en el capítulo an terio r deben ser c o m p u ta
117
das tam bién en tre las ilusiones de la vista norm al, y otro tan to hay
que decir de la percepción de objetos en una posición vertical. Esta
últim a es la m ás curiosa de todas las ilusiones. Independientem ente
de la posición de la cabeza y no obstante el hecho d e que la im agen en
la retina está invertida, nosotros siem pre vem os las cosas en posición
vertical.
C a p ít u lo 1 4
119
cauciones extraordinarias en nuestras casas, oficinas y escuelas para
atem perar la luz, tanto natural com o artificial, y para conseguir que
no dé directam ente en los ojos. Se utilizan de o rd in ario cristales a h u
m ados o ám bar, viseras y som breros provistos de visera para proteger
los órganos d e visión de lo que se considera un exceso de luz. C u an
do se da u na enferm edad real, no es infrecuente m an ten e r a la perso
na afectada, durante sem anas, meses y años, en dependencias oscuras
o con los ojos vendados.
Los argum entos en los que se ha basado este te m o r a la luz son de
lo m ás débil. Sin duda, es innegable que tales fuentes brillantes de luz
producen, a veces, síntom as fugazm ente desagradables, pero en lo to
cante a efectos patológicos definidos o daños p erm anentes derivados
sólo de la exposición a la luz jam ás he encontrado n in g ú n aspecto ne
gativo en el plano clínico ni en el experim ental. M i experiencia me
dice que la luz fuerte jam ás ha sido dañina de m o d o perm anente.
No es la luz, sino la oscuridad, el agente peligroso para el ojo.
Una exclusión prolongada de la luz dism inuye siem pre la visión y
puede producir graves condiciones inflam atorias. El tem o r universal
a leer o hacer trabajos delicados con una luz ten u e es, sin em bargo,
infundado. M ientras la luz sea lo suficientem ente fuerte com o para
que u n o pueda ver sin m olestias, esa práctica es inocua y puede re
sultar beneficiosa.
Se supone que los contrastes repentinos de luz son especialm en
te nocivos para los ojos, pero yo no he en co n trad o evidencia alguna
para sustentar tal teoría. Indudablem ente, las fluctuaciones repenti
nas de luz causan m olestias a m uchas personas, pero, lejos de ser le
sivas, han resultado beneficiosas en todos los casos que he observado.
Personas con visión im perfecta sufren grandes incom odidades a c o n
secuencia de los cam bios en la intensidad de la luz, pero la visión dis
m inuida es siem pre pasajera, y si se exponen persistentem ente los
ojos a estas condiciones, la vista se beneficia.
Prácticas tales com o leer alternativam ente c o n una luz p o ten te y
con una luz tenue o pasar de u n a estancia oscura a otra con fuerte ilu
m inación o viceversa son recom endables. Incluso fluctuaciones de
120
luz tan violentas com o las q ue se d an al ver una película, a la larga re
sultan beneficiosas para todos los ojos. Siem pre aconsejo a personas
con visión defectuosa q ue vayan con frecuencia al cine y que practi
quen la fijación central. Se habitúan enseguida a la luz oscilante, y
luego cualquier otra luz o reflejos les causan m enos incom odidad.
Se supone que el leer es uno de los males necesarios de la civiliza
ción, pero se piensa que evitando la letra m enuda y teniendo cuidado
de leer sólo en determ inadas condiciones favorables, se pueden m ini
m izar sus efectos dañinos. Se han llevado a cabo profundas investiga
ciones sobre el efecto de diversos tipos de letra en la visión ocular de es
colares y se han extraído norm as detalladas en cuanto al tam año del
tipo de letra, su som breado, distancia de las letras entre sí, longitud de
la línea, etc. Es posible que los niños se aburran con libros im presos en
un tipo de letra excesivamente pequeño, pero jam ás he visto razón para
suponer que tal tipo de letra dañara sus ojos o los d e cualquier otra p er
sona. Al contrario, la lectura de la letra m enuda, cuando es posible ha
cerla sin molestias, se ha dem ostrado siem pre beneficiosa, y cuanto m ás
tenue es la luz en la que se puede leer esa letra m enuda y más cerca de
los ojos se pueda tener, m ayor es el beneficio. C on esta medida se han
aliviado, en unos pocos m inutos o de repente, fuertes dolores de ojos.
La razón de esto es que no cabe leer con u n a luz tenue o con el
texto pegado a los ojos a no ser que éstos se en cu en tren relajados,
m ientras que se puede leer en una luz buena o a distancia un tipo de
letra grande, aunque los ojos estén en tensión. C uando se puede leer le
tra m enuda en condiciones adversas, m ejora am pliam ente la lectura
de la letra corriente en condiciones ordinarias. Con m iopía, puede
ser beneficioso esforzarse para ver letra m enuda p o rq u e la m iopía se
reduce siem pre cuando hay una tensión para ver objetos cercanos, y
esto ha contrarrestado a veces la tendencia a esforzarse al ver objetos
distantes, lo q u e se asocia con la aparición de la m iopía. Incluso el es
forzarse para ver letra tan m enuda q ue no es posible leer resulta be
neficioso para algunos miopes.
A las personas que desean preservar su visión ocular se les reco
m ienda con frecuencia q ue no lean en vehículos en m ovim iento,
121
pero dado q ue las condiciones de la vida m oderna hacen que m uchas
personas pasen una gran parte de su tiem po en vehículos en m ovi
m iento, y q ue m uchas de ellas no tienen o tro tiem po para leer, es
inútil esperar que nunca desatiendan tal recom endación. A fortuna
dam ente, la teoría de su efecto perjudicial no es sustentada por los
hechos. C u an d o el objeto m irado se m ueve con m ayor o m en o r rap i
dez. al principio siem pre se produce tensión y caída de la visión, pero
esto es pasajero, y la práctica term ina por m ejorar la visión.
P robablem ente no hay hábito visual contra el q u e se nos haya ad
vertido de form a m ás persistente que el de leer en postura yacente.
M uchas razones plausibles se han aducido para fu n d a m e n tar su su
puesta nocividad, pero es tan deliciosa la práctica q ue probablem en
te poca gente habrá desistido de ella por tem or a las consecuencias. Es
gratificante, p o r tanto, estar en condiciones de afirm ar que, según mi
experiencia, leer en postura yacente es m ás beneficioso que dañino.
C om o con el uso de los ojos en otras condiciones, es buena cosa ser
capaz de leer tum bado, y la capacidad para hacerlo m ejora con la
práctica. En posición erecta, con una buena luz proveniente de la iz
quierda, se puede leer con los ojos cargados de un considerable grado
de tensión, pero en una postura yacente, con la luz y el ángulo de la
página enfocados hacia el ojo desfavorable, no es posible leer si no se
está relajado. C ualquiera que pueda leer sin m olestias en postura ya
cente, probablem ente no tendrá dificultad alguna para leer en cir
cunstancias ordinarias.
El hecho es que la visión en condiciones difíciles es un buen en
trenam iento m ental. Es posible que al principio las circunstancias
desfavorables m olesten a la m ente, pero u na vez q ue ésta se haya ha
bituado a tales en tornos m ejora el control m ental y, com o conse
cuencia, la visión ocular. Advertir contra el uso de los ojos en condi
ciones desfavorables es com o decir a una persona que ha estado en
cama d u ra n te algunas sem anas y que tiene dificultades para cam inar
que se abstenga de hacer tal ejercicio. Sin duda, hay que echar m ano
de la discreción en am bos casos. El convaleciente no debe intentar a
las prim eras de cam bio co rrer un m aratón, ni la persona con visión
122
defectuosa in ten tar sin alguna preparación fijar la vista en el sol a m e
diodía. Pero así com o el inválido puede au m en ta r gradualm ente su
condición física hasta el p u n to de poder afro n tar una carrera de m a
ratón, de la misma forma el ojo con visión defectuosa puede ser educa
do hasta que todas las norm as a las que nos hem o s som etido durante
tan largo tiem po en nom bre de la «higiene ocular» sean transgredidas
no sólo de form a im pune, sino beneficiosa.
Optimos y pésimos
125
m uy defectuosa para la m ayoría de objetos restantes, m ientras que
personas con una visión m ucho m ejor según el o p to tip o eran inca
paces de detectar los barriles defectuosos. La fam iliaridad de estos d i
versos objetos hacía posible que los respectivos sujetos los m iraran
sin tensión, es decir, sin in ten tar verlos. De ahí q u e los barriles fueran
óptim os para el inspector y el ojo de la aguja y los colores de seda y de
telas fueran óptim os para la m odista. Por el co n trario , los objetos no
familiares son siem pre pésim os, com o se indicó e n el capítulo 4.
En otros casos no hay explicación para la idiosincrasia de la m en
te que convierte un objeto en un pésim o y o tro en un óptim o. T am
bién resulta im posible explicar p o r qué u n objeto puede ser un ó p ti
m o para un ojo y no para otro, o un ó p tim o en u n m om ento y a una
distancia, y no en otros. Entre esos óptim os inexplicables u n o en
cuentra a veces una determ inada letra de un o p to tip o . Un paciente
m ío, por ejem plo, era capaz de ver la letra K en Has líneas cuarenta,
quince y diez, pero no podía ver ninguna de las restantes letras de esas
líneas, au nque la m ayoría de pacientes habría visto alguna de ellas,
p o r la sim plicidad de sus perfiles, m ejor que una letra com o la K.
Los pésim os pueden ser tan llam ativos e inexplicables com o los
óptim os. La letra V es tan sim ple en sus co n to rn o s que m ucha gente
puede verla cuando es incapaz de ver otras en la m ism a línea. Con
todo, algunas personas son incapaces de distinguirla a cualquier dis
tancia aunque pueden leer otras letras en la m ism a palabra o en la
m ism a línea del optotipo. A su vez, algunas personas serán incapaces
n o sólo de reconocer la letra V en una palabra, sin o tam bién de leer
toda palabra que la contenga, y su pésim o rebaja su visión tanto para
ella com o para otros objetos.
Algunas letras u objetos se convierten en pésim os sólo en deter
m inadas situaciones. Una letra, p o r ejem plo, pu ed e ser u n pésimo
cuando está situada al final o al principio de una línea o de una frase
y no en otras partes. C uando se llama la atención del paciente sobre
el hecho de que una letra vista en una ubicación debería poder verse
— p o r lógica— tam bién en otras, a veces la letra deja de ser un pési
m o en cualquier situación.
126
Un pésim o, com o un óptim o, puede desaparecer y volver a apa
recer m ás tarde. Puede variar a ten o r de la luz y d e la distancia. Un
objeto que es un pésim o en una luz m oderada pu ed e no serlo cuan
do la luz aum enta o dism inuye. Un pésim o a seis m etros puede no
serlo a dos m etros o a nueve m etros; y con visión norm al en el cam
po excéntrico, un objeto que es un pésim o tal vez se pueda ver cuan
do se le m ira directam ente.
Para la m ayoría de la gente el optotipo es un pésim o. Si usted es ca
paz de verlo con visión norm al, es capaz de verlo casi todo en el m u n
do. Pacientes que no pueden ver las letras en el optotipo, a veces son ca
paces de ver con visión norm al objetos del m ism o tam añ o y a la misma
distancia. C uando se m iran letras que se ven de form a imperfecta o in
cluso letras que no se pueden ver de m odo alguno o que una persona
no es consciente de ver, aum enta el error de refracción. Es posible que
una persona m ire un cartón blanco vacío sin error de refracción algu
no, pero si m ira a la parte baja de un optotipo que le parece ser tan va
cío com o el cartón vacío, se podrá dem ostrar siem pre un error de re
fracción, y si se cubren las letras visibles del cartón se obtendrá el
m ism o resultado. En una palabra, el pésim o pueden ser letras u objetos
que la persona no es consciente de ver. Este fenóm eno es m uy com ún.
Ver el optotipo en el cam po excéntrico pu ed e ten er el efecto de
d ism inuir la visión hacia el p u n to m irado directam ente. Por ejemplo,
una persona puede m irar a distancia un área del papel pintado verde
y ver el color tan bien com o de cerca, pero si se coloca un op to tip o en
el que las letras o se ven im perfectam ente o no se ven de ninguna m a
nera en la proxim idad del área m irada, el retinoscopio puede indicar
un erro r de refracción. C uando la visión m ejora, el núm ero de letras
del op to tip o que son pésim os dism inuye y el n ú m ero de óptim os au
m enta, hasta que todo el op to tip o se convierte en u n óptim o.
U n pésimo, com o un óptim o, es una m anifestación de la mente.
Está algo asociado con el esfuerzo para ver, igual q ue un óptim o es algo
que carece de tal asociación. N o está causado por el erro r de refracción,
pero produce siem pre un error de refracción, y cuando la tensión ha
sido aliviada, deja de ser un pésim o y se convierte en un óptim o.
Capítulo 16
129
C u an d o el poder de acom odación ha decrecido hasta el p u n to en
el que leer y escribir resulta difícil, se dice que la persona tiene pres-
biopía o, popularm ente, presbicia. De ordinario, ta n to el vulgo com o
el m un d o científico piensan que esa situación es u n o de los inconve
nientes inevitables de la edad m adura.
A m enudo, el declive del poder de acom odación con u na edad
avanzada se atribuye al endurecim iento del cristalino, influencia que
se vería aum entada en los años de m adurez m ediante un achata-
m iento de este cuerpo y un descenso de su estatus refractivo, ju n to
con el debilitam iento o atrofia del m úsculo ciliar. T an regular es el
declive, en la m ayoría de los casos, que se han com pilado tablas que
m uestran la visión de cerca correspondiente a las diversas edades. De
esa situación se dice que se pueden prescribir lentes casi sin exam inar
la visión de una persona, o, a la inversa, que es posible calcular la
edad de u na persona, con un error m áxim o de u n o o dos años, te
niendo en cuenta sus cristales.
Según los núm eros poco optim istas de u na d e esas tablas, hay que
esperar que uno, a los treinta años, haya perdido no m enos de la m i
tad del poder de acom odación, que se habría reducido a un tercio a
los cuarenta años y sería prácticam ente inexistente a los sesenta.
Sin em bargo, hay m ucha gente que no encaja en ese cuadro. M u
chas personas de cuarenta años pueden leer letra m enuda a diez cen
tím etros, aunque, según las tablas, deberían h ab e r perdido tal poder
poco después de haber cum plido los veinte años de edad. Peor aún:
hay personas que se niegan a hacerse presbíopes. Oliver W endell
H olm es m enciona uno de esos casos en T heA utocrat o f the Breakfast
Table.
«Vive actualm ente en el Estado de N ueva York», dice, «un ancia
no caballero que, al percatarse de que su vista com enzaba a fallar, se
lanzó de inm ediato a ejercitarla en la letra m en u d a y, de ese m odo,
intim idó a la naturaleza para que no com etiera su habitual locura de
tom arse libertades m ás o m enos a los cuarenta y cinco. Y este caba
llero m ayor realiza ahora con su plum a las proezas m ás extraordina
rias, m ostrando que sus ojos deben de ser un par d e m icroscopios. Yo
130
debería ten er m iedo de decir cuánto escribe en la circunferencia de
m edio centavo, sean salmos o evangelios, o salm os y evangelios, si no
fuese porque considero esto m uy positivo.»
Existen tam bién personas que recuperan su visión de cerca des
pués de haberla perdido durante diez, quince o m ás años, y hay p er
sonas que, siendo presbíopes para algunos objetos, tienen visión
perfecta para otros. M uchos sastres, p o r ejem plo, son capaces de e n
hebrar una aguja sin gafas, y se puede d em ostrar con el retinoscopio
que enfocan con precisión sus ojos sobre tales objetos, y, sin em bar
go, no son capaces de leer o de escribir sin lentes.
Q ue yo sepa, nadie, salvo yo m ism o, ha observado jam ás la últi
m a clase de casos m encionada, pero los otros resultan conocidos para
todo oftalm ólogo con alguna experiencia. Se oye hablar de ellos en
los congresos de las sociedades oftalm ológicas, vienen incluso en las
revistas m édicas. Sin em bargo, es tal la fuerza de la autoridad, que
cuando se trata de escribir libros se ignoran los hechos o se les justifi
ca; y la m ayoría de los tratados nuevos que se publican repiten la vie
ja superstición de que la presbiopía es «el resultado norm al de una
edad avanzada». 1.a m ano m uerta de la ciencia germ ánica oprim e aún
nuestras inteligencias e im pide que dem os fe a la evidencia m ás pal
m aria de nuestros sentidos. La oftalm ología g erm ana sigue sacraliza-
da, y no se adm iten hechos que la desacrediten.
A fortunadam ente para aquellos que se sienten llam ados a defen
der las viejas teorías, la m iopía retrasa la llegada d e la presbiopía, y
una dism inución en el tam añ o de la pupila, que tiene lugar a veces en
la vejez, tiene algún efecto en cuanto a facilitar la visión de cerca. Por
consiguiente, es fácil desem barazarse de los m encionados casos de
personas que leen sin gafas con cincuenta o cincuenta y cinco años de
edad asum iendo que esos individuos deben de ser m iopes o que sus
pupilas son inusualm ente pequeñas. Si se observa a fondo el caso, es
posible que no sea tan sencillo, pues quizás se llegue a descubrir que
la persona, lejos de ser m iope, es hiperm étrope o em étrope, y que la
pupila es de tam añ o norm al. C on estos casos no h ay nada que hacer,
salvo ignorarlos.
131
T am bién se ha responsabilizado a los cam bios anorm ales en la
form a del cristalino de la conservación de la visión de cerca m ás ta r
de de la edad prescrita o de su recuperación tras haberla perdido; la
hinchazón del cristalino en u na catarata incipiente proporciona una
explicación m uy conveniente y plausible para la últim a clase de casos.
Un la presbiopía prem atura se ha asum ido «esclerosis acelerada» del
cristalino y debilitam iento del m úsculo ciliar; y si se observan casos
com o el de costureras capaces de enhebrar sus agujas cuando ya no
pueden leer el periódico, sin duda que se les en co n trará alguna expli
cación com patible con el p u n to de vista germ ánico.
La verdad acerca de la presbiopía es que no es «un resultado n o r
mal de la edad avanzada», puesto que cabe la posibilidad de preve
nirla y eliminarla. No es causada por un endurecim iento del cristalino,
sino p o r un esfuerzo para ver de cerca. N o está relacionada necesa
riam ente con la edad, pues se da, en algunos casos, a una edad tan
tem prana com o la de diez años, m ientras que en otros no se da n u n
ca, aunque la persona viva m uy adentrada ya en lo que se conoce
com o la edad presbiópica. Es verdad que el cristal ino se endurece con
el paso de los años, com o se endurecen los huesos y cam bia la estru c
tura de la piel, pero dado q ue el cristalino no interviene en la acom o
dación, este hecho es irrelevante. Tam bién, m ientras que en algunos
casos el cristalino puede volverse más plano o p erd er algo de su p o
der refractivo con el paso de los años, se ha observado que p erm ane
ce perfectam ente lim pio y sin cam bio alguno en su configuración
hasta la edad de los noventa. Puesto que el m úsculo ciliar tam poco es
un factor determ inante en la acom odación, su debilitam iento o a tro
fia en nada puede c o n trib u ir al declive del p o d er de acom odación.
De hecho, la presbiopía es sim plem ente una form a de hiperm e-
tropía en la que está afectada principalm ente la visión de cerca, a u n
que la visión de lejos, en contra de lo que se cree generalm ente, ta m
bién está dism inuida siem pre. La diferencia entre las dos condiciones
no siem pre está clara. C abe q ue u na persona con h iperm etropia p u e
da o no pueda leer letra m enuda, y que una persona en edad presbió
pica pueda leerla sin inconveniente aparente y que, con todo, tenga
132
visión im perfecta de lejos. En am bas condiciones, la visión en am bos
puntos se ha reducido, aunque la persona pueda n o ser consciente de
ello.
Se ha dem ostrado que cuando los ojos se esfuerzan para ver de
cerca, el foco está desplazado siem pre m ás lejos d e lo q ue estaba a n
tes; en uno o en todos los m eridianos. Por m edio de la retinoscopia
sim ultánea se puede d em ostrar que cuando una persona con pres
biopía intenta leer letra m enuda y no lo consigue, el foco está em p u
jado más lejos de lo que estaba antes de hacer el intento, indicando
que el fracaso estaba causado p o r el esfuerzo. Incluso la idea de hacer
tal esfuerzo producirá tensión, de form a que pueda cam biarse la re
fracción y p ro d u cir dolor, m olestia y fatiga antes d e que se mire la le
tra m enuda.
Además, cuando una persona con presbiopía relaja sus ojos ce
rrándolos o «palm eando», siem pre se hace capaz, al m enos por unos
instantes, de leer letra m enuda a quince centím etros, indicando de
nuevo que ese fallo previo era debido no a un fallo en los ojos, sino a
la tensión para ver. C uando se alivia de form a perm an en te la tensión,
queda elim inada perm anentem ente la presbiopía. Esto ha sucedido
no en unos pocos casos, sino en m uchos; y a todas las edades, hasta
los sesenta, setenta y ochenta años.
El prim er paciente al que curé de presbiopía fui yo m ism o. H a
biendo dem ostrado m ediante experim entos en los ojos de anim ales
que el cristalino no interviene en la acom odación, yo sabía que la
presbiopía tenía que ser rem ediable. Pero fui consciente de que no
podía esperar una aceptación m uy general de m is conclusiones revo
lucionarías. M ientras yo m ism o usaba lentes, m e aferraba a una c o n
dición supuestam ente debida a la pérdida del p o d er de acom odación
del cristalino.
Yo padecía entonces el grado m áxim o de presbiopía. N o tenia
poder de acom odación alguno y debía tener un ab u n d a n te eq u ip a
m iento de lentes porque con unas que m e p erm itían leer letra m e n u
da a unos treinta y tres centím etros, p o r ejem plo, n o podía leerla ni a
treinta ni a treinta y cinco. El retinoscopio ponía de m anifiesto que
133
cuando yo intentaba ver algo de cerca sin gafas, m is ojos estaban en
focados para lejos, y cuando trataba de ver algo a distancia, estaban
enfocados para cerca.
Mi problem a era, pues, el de en co n trar algo para invertir esta
condición e inducir a m is ojos a enfocar el p u n to que yo deseaba ver
en el m om ento en que quisiera verlo. C onsulté a varios oftalm ólogos
de fama, pero mis palabras les sonaban corno el lenguaje de san Pablo
a los griegos: locuras.
«Su cristalino es tan du ro com o u na piedra», decían. «Nadie pue
de hacer nada p o r usted.»
Entonces m e dirigí a un neurólogo. U tilizó el retinoscopio en mí
y confirm ó m is propias observaciones en cu a n to a la rebeldía de mi
acom odación, pero él no tenía ni idea de lo q u e yo podía hacer al
respecto. M e dijo q ue consultaría a algunos de sus colegas, y m e p i
dió q ue volviera al cabo de un m es. Así lo hice. M e dijo entonces que
había llegado a la conclusión de que había sólo u n h om bre que p u
diera curarm e, y ese personaje era el d o cto r W illiam H. Bates de
N ueva York.
«¿Por qué dice usted eso?», le pregunté.
«Porque usted es la única persona que parece conocer algo al res
pecto», m e contestó.
Entonces, poniendo toda m i confianza en m is propios recursos,
tuve la enorm e fortuna de encontrar un caballero no m édico q ue es
taba dispuesto a hacer lo que pudiera para asistirm e. El utilizó am a
blem ente el retinoscopio durante largas y tediosas horas m ientras yo
estudiaba mi propio caso y trataba de e n c o n tra r algún cam ino de
acom odación cuando deseaba leer, en vez. de cu an d o deseaba ver algo
a distancia.
Un día, m ientras m iraba un cuadro del P eñón de G ibraltar que
colgaba en la pared noté algunas m anchas negras. Im aginé que esas
m anchas eran las entradas de cuevas y que en esas cuevas había gente
que se m ovía p o r allí. C uando hice esto, mis o jo s estaban enfocados
para leer a distancia. Entonces m iré el m ism o cu a d ro a la distancia de
lectura, im aginando aún que las m anchas eran cuevas con gente en
134
ellas. El relinoscopio indicó que yo había conseguido la acom odación
y que era capaz de leer el letrero que estaba ju n to a la pintura. De he
cho, me ayudé durante un tiem po m ediante el uso de mi imaginación.
Más tarde com probé que cuando yo im aginaba las letras negras
era capaz de verlas negras, y que cuando las veía negras era capaz de
distinguir sus form as. M i progreso después de esto no podía califi
carse precisam ente de rápido. Fue seis meses antes de que yo pudiera
leer los periódicos sin ningún tipo de m olestia, y u n año antes de que
consiguiera m i actual radio de acom odación de tre in ta y cinco centí
m etros: de diez centím etros a cuarenta y cinco. P ero la experiencia
fue extrem adam ente valiosa, pues p o steriorm ente observé con sum a
atención cada síntom a en los dem ás pacientes con presbiopía.
P or fortuna para mis pacientes, rara vez h e necesitado tanto
tiem po para aliviar sus afecciones com o el que precisé para mí. En al
gunos casos se conseguía una corrección com pleta y perm anente en
unos pocos m inutos. Un paciente que había llevado gafas para pres
biopía d u ran te unos veinte años m ejoró en m enos de quince m in u
tos m ediante el uso de su im aginación.
En este últim o caso, cuando se le pedía al paciente que leyera los
caracteres tipo diam ante dijo que no podía hacerlo porque las letras
eran grises y parecían todas iguales. Le recordé q ue las letras estaban
im presas con tinta de im prenta y que no había n ad a m ás negro que
esto. Le pregunté si había visto alguna vez tinta d e im prenta. Su res
puesta fue afirmativa. ¿Recordó él lo negra que era? Sí. ¿Creyó que
aquellas letras eran tan negras com o la tinta q u e él recordaba? Sí, y
luego leyó las letras; y com o la m ejoría de su visión fue perm anente,
decía que yo le había hipnotizado.
En o tro caso, un presbíope desde hacía diez años m ejoró con si
m ilar rapidez con el m ism o m étodo. C uando se le recordaba que las
letras que no podía leer eran negras, respondía q u e sabía que eran n e
gras, pero que parecían grises.
«Si usted sabe que son negras y, con todo, las ve grises — le dije— ,
usted debe im aginarlas grises. Supongam os que im agina que son n e
gras. ¿Puede hacerlo?»
135
«Sí — dijo— . Puedo im aginar que son negras.» Acto seguido co
m enzó a leerlas.
Estos restablecim ientos extrem adam ente rápidos son raros. En
nueve de cada diez casos, el progreso ha sido m ucho m ás lento y ha
sido necesario echar m ano de todos los m étodos para o b ten er relaja
ción que se h an dem ostrado útiles en el tratam iento de otros errores
de refracción. En los casos de presbiopía m ás difíciles, la gente sufre
con frecuencia las m ism as ilusiones de color, tam añ o , form a y n ú m e
ro cuando tratan de leer letra m enuda, com o le sucede a la gente con
hiperm etropía, astigm atism o y m iopía cuando intentan leer a d istan
cia las letras de un optotipo. C u an d o intentan ver de cerca ni siquie
ra son capaces de recordar o im aginar una cosa tan sencilla com o una
pequeña m ancha negra, pero pueden recordarla perfectam ente cu an
do no tratan de verla. Su visión de lejos es a veces m uy im perfecta y
está siem pre por debajo de lo norm al, aunque ellos la consideren p e r
fecta, y, com o en el caso de otro s errores de refracción, la m ejoría de
la visión de lejos m ejora tam bién la visión de cerca. C on todo, inde
pendientem ente de la dificultad del caso y de la ed ad de la persona,
siem pre se ha conseguido alguna m ejoría, y si se co n tin u ab a el trata
m iento d u ra n te un tiem po suficientem ente prolongado se lograba la
visión norm al com pleta.
La idea de que la presbiopía es u na consecuencia norm al de la
edad es responsable de m ucha visión ocular defectuosa. C uando la
gente que ha alcanzado la edad de la presbiopía tiene dificultades para
leer suele usar gafas, con o sin consulta previa a los profesionales. En
algunos casos, es posible q ue la persona sea de hecho presbíope; en
otros, la dificultad puede ser algo pasajero, en lo q u e habrían pensado
m enos si fueran m ás jóvenes, y que habría desaparecido si se hubiera
dejado que la naturaleza siguiera su curso. Pero una vez que se ad o p
tan las gafas, en la m ayoría de los casos ellas m ism as producen la co n
dición que estaban llam adas a rem ediar, o, si existía ya, las lentes la
em peoran; a veces con sum a rapidez, com o sabe todo oftalm ólogo.
En ocasiones, en unas pocas sem anas el paciente constata que,
com o se señaló en el capítulo 5, ya no puede leer sin gafas la letra
136
grande que leía sin dificultad antes de com enzar a usarlas. En cinco o
diez años a p artir del m om ento de utilizar gafas suele desaparecer el
poder de acom odación del ojo, y si posteriorm ente la persona no pa
dece catarata, glaucom a o inflam ación de la retina, puede considerar
se afortunada.
Sólo en contadas ocasiones los ojos se niegan a som eterse a las
condiciones artificiales que se les im ponen, pero en tales casos p ue
den librar una asom brosa lucha contra ellas d u ra n te largos periodos.
Una señora de setenta años q ue había llevado gafas d u ran te veinte era
capaz aún de leer caracteres tipo diam ante y tenia buena visión de le
jos sin gafas. Decía que las lentes cansaban sus ojos y obnubilaban su
visión, pero que había seguido llevándolas a pesar de la constante
tentación d e tirarlas porque le habían dicho que las necesitaba.
Si las personas que observan que se van haciendo presbíopes o
que han llegado a la edad presbiópica, en lugar d e echar m ano de las
gafas siguieran el ejem plo del caballero m encionado por el doctor
Holnies y practicaran la lectura de la letra m ás m en u d a que en c o n
traran, la idea de que el declive del poder de acom odación es «un re
sultado norm al de la edad avanzada» fallecería enseguida de m uerte
natural.
Capítulo 17
139
mo recurso. Es cierto que m uchas personas se h an beneficiado de
ellas, pero, en el m ejor de los casos, la corrección del estrabism o es
sólo aproxim ada, y en m uchos casos la condición ha em peorado,
m ientras que rara vez se daba u n a restauración d e la visión binocular,
es decir, el poder de fundir en una las dos im ágenes visuales.
En realidad, la teoría de los m úsculos casaba tan poco con los
hechos q ue cuando se sugirió que el estrabism o era una condición
proveniente de errores refractivos — co n sid eran d o que la h ip erm e
tropía es responsable del estrabism o convergente y la m iopía del es
trabism o divergente— tal explicación tuvo una aceptación u n iv er
sal. T am bién se ha dem ostrado que esa teoría resulta insatisfactoria,
y la o p in ió n actual de los m édicos se divide en varias teorías. Una
atribuye la condición, en la gran m ayoría de los casos, a un defecto
no de los m úsculos, sino del su m in istro nervioso; y tiene m uchos
defensores. O tra pone el acento en la carencia de la llam ada facultad
de fusión, y recom ienda el uso de prism as u o tro s objetos para d e
sarrollarla. U na tercera afirm a que la anom alía es fruto de u na c o n
figuración errónea de la órbita, y, puesto que es im posible alterar
esta condición, aboga por operaciones tendentes a neutralizar su in
fluencia.
Para conseguir que alguna de estas teorías parezca consistente es
necesario justificar poco científicam ente m uchísim os hechos in có
m odos. El resultado incierto de operaciones de los m úsculos oculares
es suficiente para sospechar respecto a la teoría de que la condición se
debe a alguna anom alía de los m úsculos, y se han observado m uchos
casos de m arcada parálisis de u n o o m ás m úsculos en los q ue no se
daba estrabism o. Por otra parte, es posible que el alivio de la parálisis
no cure el estrabism o, ni la corrección del estrabism o la parálisis. Un
oftalm ólogo afam ado detectó tantos casos que n o m ejoraban con el
entrenam iento pensado para m ejorar la capacidad de fusión q ue re
com endó operaciones de m úsculos en tales casos. O tro, observando
que la m ayoría de los hiperm étropes no bizquean, se vio obligado a
adm itir que la hiperm etropía no causaba esa condición sin la coope
ración de otras circunstancias.
140
M ultitud de hechos atestiguan que el estado d e la visión no es un
factor im p o rtan te en la producción de estrabism o. Es verdad que éste
suele estar asociado con errores de refracción, pero algunas personas
bizquean con un ligerísimo error de refracción. También es verdad
que m uchas personas con estrabism o convergente tienen hiperm e-
tropía, m ientras que otros m uchos no. Algunas personas con estra
bism o convergente tienen m iopía. Una persona tam b ién puede ten er
estrabism o convergente en un ojo norm al y el o tro ser hiperm étrope
o m iope, u ojo ciego.
P or regla general, la visión del ojo torcido hacia d en tro es m en o r
que la del ojo que está derecho; con todo, hay casos en que el ojo con
la visión m ás pobre está derecho y el ojo con m ejo r visión, torcido.
C on dos ojos ciegos, am bos pueden estar derechos, o u n o puede es
tar torcido hacia dentro. C on un ojo bueno y o tro ciego, am bos ojos
pueden estar derechos. De ordinario, cuanto m ás ciego es el ojo, ta n
to m ás m arcado es el estrabism o, pero las excepciones son frecuentes;
y en casos raros, un ojo con visión casi norm al puede bizquear de fo r
ma persistente.
El estrabism o tam bién puede desaparecer y reaparecer de nuevo,
m ientras que un estrabism o convergente cam biará a estrabism o d i
vergente para volver después al anterior. C on el m ism o error de re
fracción, una persona tendrá estrabism o y otra no. Una tercera biz
queará con un ojo diferente. U na cuarta torcerá prim ero un ojo y
luego el otro. En una quinta, variará el grado del estrabism o. Una se
las arreglará bien sin lentes u otro tratam iento, y otra con esas ayu
das. Esas curas pueden ser m om entáneas o perm anentes, y las recaí
das pueden darse con gafas o sin ellas.
Por ligero que sea el error de refracción, la visión de m uchos ojos
estrábicos es inferior a la del ojo norm al, y p o r lo general no se logra
en contrar en la constitución del ojo u n a causa ap aren te o suficiente
para esta condición. Existen opiniones encontradas sobre si este lla
m ativo defecto de visión es el resultado del estrabism o o este últim o
es el resultado de aquél, pero la opinión pred o m in an te de que está al
m enos agravado por el estrabism o ha cristalizado en el nom bre dado
141
a esta condición, ambiyopia ex anopsia, al pie de la letra: « d ism in u
ción de la agudeza visual p o r desuso», pues se cree que la m ente su
prim e la im agen del ojo estrábico a fin de evitar la m olestia de una
doble visión. Sin em bargo, existen m uchos ojos estrábicos sin am -
bliopia, y se ha encontrado tal condición en ojos q u e jam ás h an biz
queado.
La literatura sobre el tem a abunda en la im posibilidad de cu rar la
am bliopía, y en los escritos populares se insta a las personas q ue tienen
niños a su cargo a que, si se dan casos de estrabism o, sean tratados en
edad tem prana a fin de que no pierdan la visión del ojo estrábico. Se
gún un oftalm ólogo em inente, de ordinario no se puede conseguir
m ucha m ejora en ojos am bliópicos después de los seis años de edad,
m ientras que otro dice: «La función de la retina nunca m ás vuelve a
ser perfectam ente norm al, incluso si se ha elim inado la causa del de
sarreglo visual». Con todo, es bien sabido que si se pierde en cualquier
período de la vida la vista del ojo bueno, con frecuencia la visión del
ojo am bliópico se hará norm al. Además, un ojo puede ser am bliópico
de m anera episódica. C uando el ojo bueno está tapado, el ojo estrábi
co puede ser tan am bliópico que casi no distinga la luz diurna de la os
curidad, pero cuando am bos ojos están abiertos, puede suceder que la
visión del ojo estrábico sea tan buena o m ejor que la del ojo 110 estrá
bico. Kn m uchos casos, la am bliopía cam biará de u n ojo al otro.
La visión doble rara vez se da en el estrabism o, y cuando se da,
asum e con frecuencia form as m uy raras. C uando los ojos se tuercen
hacia dentro, la im agen vista p o r el ojo derecho, según todas las leyes
de la óptica, debería estar a la derecha, y la im agen vista por el ojo iz
quierdo, a la izquierda. C uando el ojo se tuerce hacia fuera, debería
suceder lo contrario, pero con frecuencia la posición de las im ágenes
está invertida, viéndose a la izquierda la im agen del ojo derecho en
estrabism o convergente y la del ojo izquierdo a la derecha, m ientras
que en el estrabism o divergente ocurre lo co n trario . Se conoce esta
condición por el nom bre de «diplopía paradójica». Además, personas
con visión casi norm al y con am bos ojos perfectam ente derechos
pueden tener am bos tipos de visión doble.
142
Todas las teorías sugeridas hasta el presente no consiguen expli
car los hechos precedentes, pero es cierto que en todos los casos de
estrabism o es posible d em o strar un esfuerzo, y que el alivio del es
fuerzo tiene com o consecuencia, en todos los casos, la desaparición
del estrabism o, así com o de la am bliopía y del erro r de refracción.
T am bién es verdad que todas las personas con ojos norm ales pueden
llegar al estrabism o m ediante un esfuerzo para ver. No es difícil de
conseguir, y m uchos niños se divierten con esta práctica, m ientras
que en los m ayores crea una preocupación innecesaria por tem or a
que el estrabism o m om entáneo derive en perm anente.
P roducir estrabism o convergente es relativam ente fácil. Los n i
ños suelen conseguirlo bizqueando para ver el final de la nariz. La
producción del estrabism o divergente resulta m ás difícil, pero, con la
práctica, hay personas con ojos norm ales que consiguen torcer un
ojo o am bos a voluntad. T am bién logran torcer cualquier ojo hacia
arriba y hacia den tro o arriba y hacia fuera, a cualquier ángulo d e
seado. De hecho, es posible producir a voluntad cualquier tipo de es
trabism o m ediante el tipo de esfuerzo adecuado. Suele darse una d is
m inución de la visión cuando se produce estrabism o voluntario, y
algunos m étodos aceptados para m edir el vigor de los m úsculos p a
recen m ostrar deficiencias sim ilares a la naturaleza del estrabism o.
Capítulo 1 8
145
sultó a un cirujano a tal fin. El cirujano» perplejo por encontrar tan
tos m úsculos aparentem ente defectuosos, pidió mi opinión sobre
cuál de ellos debía operar.
Yo m ostré a la señora cóm o em peorar su estrabism o y recom en
dé que el cirujano la tratara m ediante una educación del ojo sin prac
ticar una operación. El lo hizo asi y en m enos de u n mes la señora h a
bía aprendido a torcer hacia dentro, voluntariam ente, am bos ojos. Al
principio lo hacía m irando un pincel sostenido sobre el puente d e su
nariz, pero luego consiguió hacerlo sin pincel, y posteriorm ente apren
dió a producir a voluntad todo tipo de estrabism o. El tratam iento no
le resultaba agradable porque la producción de nuevos tipos de estra
bism o, o el em peoram iento de la condición existente, era doloroso,
pero el resultado del ejercicio fue un alivio com pleto y perm anente
tanto del estrabism o com o de la am bliopía. El m ism o m étodo ha re
sultado eficaz en otras personas.
Algunos individuos no saben si m iran a u n objeto a derechas o
no. Puede ayudarles o tra persona que m ire el ojo -que se desvía y que
les dirija para m irar m ás cerca en la dirección adecuada. C u ando el
ojo q ue se desvía mira directam ente a un objeto, la tensión para ver
es m en o r y, en consecuencia, la visión m ejora. C u b rien d o el ojo bue
no con una retícula opaca o con vidrio esm erilado se estim ula un uso
m ás adecuado del ojo estrábico, sobre todo si la visión de ese ojo es
imperfecta.
En el caso de niños de seis años de edad o m ás jóvenes, se suele
rem ediar el estrabism o m ediante el uso de atro p in a, instilando una
solución de un u n o p o r ciento en u n o de los ojos o en am bos dos ve
ces al día, d u ra n te varios meses, un año o más. La atro p in a crea al
n iño m ás dificultades para ver y hace que la luz solar resulte molesta.
Para superar este im pedim ento el niño tiene que relajarse, y la relaja
ción cura el estrabism o.
La m ejoría resultante de la educación ocular en casos de estrabis
m o y am bliopía es a veces tan rápida que resulta casi increíble. Los
que recojo a continuación son algunos de los m uchos ejem plos que
podría citar.
146
U na niña de once años tenia estrabism o vertical convergente del
ojo izquierdo. La visión de este ojo a distancia era de 3/200, m ientras
que para cerca era tan im perfecta que la niña era incapaz de leer. La
visión del ojo derecho era norm al tan to para lejos com o para cerca.
La niña usaba gafas cuando vino a mi consulta, p ero no obtenía be
neficio de ellas. C uando m iraba a un m etro de la C grande con el ojo
izquierdo la veía m ejor que cuando la m iraba directam ente, pero
cuando le pedi que contara m is dedos sostenidos a un m etro del o p
totipo. éstos atrajeron de tal form a su atención q u e fue capaz de ver
peor la letra grande. La im pactó el hecho de que cu an d o m iraba lejos
del op to tip o podía verlo m ejor o peor a voluntad, y se le pidió que
observara que cuando ella lo veía peor, su visión m ejoraba y cuando
lo veía m ejor, su visión decrecía. D espués de cam biar unas cuantas
veces del op to tip o a un p u n to situado a una distancia de un m etro y
m edio de aquél y ver peor el optotipo, su visión m ejoró hasta 10/200.
C on la práctica, su capacidad para cam biar y ver peor m ejoró tan
rápidam ente que en m enos de diez días su visión era norm al en am
bos ojos, y en m enos de dos sem anas había m ejorado a 20/10, m ien
tras que leía caracteres tipo diam ante con cada ojo desde una dis
tancia que iba de ocho centím etros a cincuenta. En m enos de tres
sem anas, su visión para ver de lejos era de 20/5 con luz artificial, y leía
a cinco centím etros reducciones de tipo fotográfico. Se hicieron los
test con am bos ojos ju n to s y con cada uno por separado. Tam bién
leía optotipos que no conocía con igual facilidad que los conocidos.
Se le aconsejó que continuara el tratam ien to en casa para evitar u na
recaída, y al cabo de tres años no se había producido ninguna. D u
rante el tratam iento en la consulta y cuando practicaba en casa se le
cubría el ojo bueno con una retícula opaca, pero en otros m om entos
no le era necesaria.
U n caso sim ilar es el de una m uchacha de catorce años que había
bizqueado desde su infancia. Le habían seccionado el m úsculo recto
interno cuando tenía dos años, pero seguía forzando el ojo hacia d e n
tro. La m uchacha se negaba a llevar un cristal esm erilado sobre su ojo
b ueno porque sus am igos le tom aban el pelo y pensaba que el cristal
147
resultaba m ás llam ativo que el estrabism o. Un día perdió sus gafas en
la nieve, pero su padre le consiguió inm ediatam ente o tro par. E n to n
ces dijo que estaba enferm a y que no podía ir a la escuela. Yo le dije a
su padre que su hija estaba histérica y que im aginaba estar enferm a a
fin de evitar el tratam iento. El insistió en que la niña continuara, y
puesto que ella no consideraba estar lo suficientem ente bien com o
para venir a verm e, la llam é p o r teléfono.
C on la ayuda de su padre, se le hizo co m p ren d er q ue debía co n
tinuar el tratam iento, y se puso a trabajar enseguida con tal energía e
inteligencia que en m edia hora la visión del ojo estrábico y am blió
pico había m ejorado de 3/200 a 20/30. Tam bién se hizo capaz de leer
letra m enuda a treinta centím etros. Volvió a la escuela llevando el
cristal esm erilado sobre el ojo bueno, pero siem pre que quería ver
m iraba por encim a de él. Su padre la acom pañaba a la escuela e insis
tía en que usara el ojo m ás pobre en lugar del m ejor. La niña acabó
por convencerse de que el cam ino m ás sencillo para salir de sus m o
lestias sería seguir m is instrucciones, y en m enos d e u na sem ana el es
trabism o estaba corregido y ella tenía visión norm al en am bos ojos.
Al com enzar el tratam iento era incapaz de contar sus dedos a u n m e
tro de distancia con el ojo m ás pobre, y en tres sem anas, incluyendo
to do el tiem po que ella había m algastado, consiguió la norm alidad
visual total. C u ando se le dijo que estaba curada, su principal p re o
cupación pareció ser la de si tendría que llevar el cristal esm erilado
m ás tiem po. Se le aseguró que no debería hacerlo a no ser que hubie
ra una recaída, que no llegó a producirse jamás.
En un tercer caso, una niña de ocho años había tenido am bliopía
y estrabism o desde la infancia. La visión del ojo derecho era de 10/40,
la del ojo izquierdo de 20/30. Las lentes no m ejoraban ninguno de los
ojos. Se sentaba a la niña a veinte pasos de un o p to tip o y se le cubría
con una retícula opaca el ojo derecho, el m ás pobre. Se le guiaba para
que m irara con su ojo m ejor la letra grande del o p to tip o y observara
su claridad. A continuación se le dijo que m irara a un p u n to situado
a un m etro de un lado del optotipo, y se llam ó su atención sobre el
hecho de que entonces ella no veía tan bien la letra grande. Se llevó
148
el p u n to de fijación cada vez m ás cerca de la letra hasta que la niña
apreció el hecho de que su visión dism inuía cu an d o ella m iraba sólo
a unos centím etros a un lado de la letra. C uando m irab a una letra p e
queña, advertía enseguida que una fijación excéntrica de unos centí
m etros rebajaba su visión.
U na vez que aprendió a increm entar la am bliopía del ojo m ejor,
se le cubrió ese ojo m ientras se le enseñaba có m o rebajar su visión en
el o tro ojo, o m ás pobre, aum entando su fijación excéntrica. Esto se
consiguió en unos pocos m inutos. Se le dijo que la causa de su visión
defectuosa era su hábito de m irar a los objetos con una parte de la re
tina dirigida a los m árgenes del verdadero cen tro de visión. Se le
aconsejó que observara directam ente al o p to tip o . En m enos de m e
dia hora se hizo norm al la visión del ojo izquierdo m ientras que el d e
recho m ejoró de 10/40 a 10/10. Su visión fue norm al al cabo de dos
semanas.
Capítulo 19
151
macéuticas se ha enriquecido con ellas, y resultarla difícil evaluar la
cantidad de torturas m entales que han ocasionado, com o lo ilustran
los siguientes casos.
A un clérigo que se sentía m uy m olesto p o r la aparición co ntinua
de m anchitas flotantes delante de sus ojos su oftalm ólogo le había d i
cho que eran síntom a de una enferm edad renal, y q ue en m uchos ca
sos de m olestia renal una enferm edad de retina pu ed e ser un prim er
síntom a. En consecuencia, acudía periódicam ente al especialista para
que le exam inara los ojos, y cuando, al cabo de un tiem po, el m édico
m urió, el clérigo buscó inm ediatam ente a o tro q ue le hiciera el exa
m en periódico. Su m édico de cabecera le dirigió a mí.
Yo distaba m ucho de ser tan conocido com o su oftalm ólogo a n
terior, pero sucedía que yo había enseñado a aquel m édico de cabe
cera a usar el oftalm oscopio después de que otros hub ieran fracasado
en el intento. Él pensaba, en consecuencia, que yo debía de saber m u
cho sobre el uso del instrum ento, y lo que el clérigo deseaba sobre
todo era d ar con alguien capaz de hacerle un exam en exhaustivo del
interior de sus ojos y de detectar al instante cualquier señal de enfer
m edad renal que pudiera hacer su aparición. Así, vino a m i y le reali
cé un exam en m uy cuidadoso de sus ojos. Él se fue feliz porque yo no
había encontrado nada incorrecto, pero volvía periódicam ente para
som eterse a un chequeo.
Sucedió que un día q ue yo estaba fuera de la ciudad se le m etió
una escoria en el ojo y fue a otro oculista para q u e se la extrajera.
C uando volví bien entrada la noche, le encontré sentado en el quicio
de mi puerta, esperando mi llegada. Su historia era digna de com pa
sión. El nuevo do cto r había exam inado con el oftalm oscopio sus ojos
y había sugerido la posibilidad de glaucom a, y describió la enferm e
d ad com o m uy traicionera, que podía dejarle ciego de repente y que
sería dolorosísim a. Le insistió sobre lo que el paciente ya había escu
chado con anterioridad acerca del peligro de enferm edad renal, sugi
rió que tam bién el hígado y el corazón podrían estar im plicados, y le
aconsejó que se som etiera a un exam en cuidadoso de todos esos ó r
ganos.
152
Yo hice o tro exam en general de los ojos del clérigo y me detuve
tam bién en su tensión. Le hice tocar sus globos oculares y com parar
los con los m íos para que pudiera ver p o r si m ism o que no estaban
endureciéndose com o u na piedra. Al fin conseguí tranquilizarlo.
En o tro caso en q ue intervine, un h om bre q u e volvía de Europa
por m ar estaba m iran d o unas nubes blancas c ierto día cuando m an
chitas flotantes aparecieron an te sus ojos. C o n su ltó al m edico del
barco, quien le dijo q ue el síntom a era m uy grave y que podía ser p re
cursor de ceguera, y que tam bién podía indicar u na dem encia in
cipiente, así com o otras enferm edades orgánicas y nerviosas. Se le
aconsejó que consultara a su m édico de cabecera y a un especialista
tan p ro n to com o desem barcara, com o asi hizo.
De eso hace ya veinticinco años, pero nunca olvidare el terrible
estado de nerviosism o y de terro r al que aquel se ñ o r había llegado
cu ando vino a verm e. Era peor aún que el del clérigo, que estaba dis
puesto siem pre a ad m itir que sus tem ores eran irracionales. Examiné
con sum o cuidado los ojos de este hom bre y llegue a la conclusión de
que eran absolutam ente norm ales. La visión era perfecta tanto de le
jos com o de cerca. La percepción del color, los cam pos y la tensión
eran norm ales, y con una lente de m ucho a u m en to no pude encon
trar opacidad alguna en el cuerpo vitreo. En una palabra, que allí no
había síntom a de enferm edad alguna.
Le dije al caballero que no había nada anorm al en sus ojos, y tam
bién le m ostré un anuncio de una falsa m edicina aparecido en un pe
riódico, que dedicaba un gran espacio a describir las terribles cosas
que podían seguir a la aparición de las m anchitas flotantes delante del
ojo si uno no com enzaba a tom ar a tiem po la m edicina en cuestión,
que costaba un dólar por frasco. Le hice notar que aquel anuncio apa
recía todos los días en los periódicos im portantes d e la ciudad, y p ro
bablem ente en otras ciudades; y q ue tenía que costar m ucho dinero, y
que, p o r consiguiente, tenía que reportar ingentes ganancias. Eviden
tem ente, tiene que haber m uchísim a gente que sufra este síntom a, y si
fuera tan grave com o se cree generalm ente, deberían darse m uchos
m ás ciegos y dem entes en la com unidad de los q u e realm ente hay.
153
Mi paciente salió de mi consulta algo confortado, pero a las once
— su visita anterior habia sido a las nueve— volvió de nuevo. Aún
veía las m anchas flotantes y se sentía m olesto. Exam iné de nuevo sus
ojos tan cuidadosam ente com o antes y tuve m otivos para asegurarle
de nuevo que no había nada m alo en ellos. Por la tarde no estuve en
mi consulta, pero m e dijeron que él había estado a las tres y a las cin
co. A las siete volvió de nuevo, trayendo consigo a su m édico de ca
becera, un viejo am igo mío. l.e dije a este últim o:
«¡Por favor! ¡Consigue que este hom bre se q u ed e en casa! Tengo
que cobrarle la visita porque está robándom e gran parte de mi tiem
po, pero es u na vergüenza quedarse con su d in ero cuando él no tiene
enferm edad alguna».
N o sé lo que mi am igo le dijo, pero el caballero no volvió.
Entonces no sabía tanto com o ahora acerca de las muscae voli
tantes; de lo contrario, les habría ahorrado innum erables desasosie
gos a los dos caballeros descritos. Pude decirles entonces que sus ojos
eran norm ales, pero que no sabía cóm o aliviarlos del síntom a, que es
sim plem ente una ilusión resultante de la fatiga m ental. Las m anchas
están asociadas en m uy buena m edida con visión ocular m arcada
m ente im perfecta, porque las personas con visión ocular im perfecta
se esfuerzan siem pre para ver; sin em bargo, personas cuya visión
ocular es de ord in ario norm al pueden ver esas m anchas a veces, p o r
que ningún ojo tiene visión norm al en todo m om ento. La m ayoría de
la gente puede ver las muscae volitantes cuando m ira al sol o a una su
perficie uniform em ente brillante, com o una hoja de papel blanco so
bre la que da el sol. Esto es porque la m ayoría d e las personas se es
fuerzan cuando m iran una superficie de este tipo.
En otras palabras, las m anchas no se ven salvo cu an d o los ojos y
la m ente están en tensión, y desaparecen siem pre en el instante en
que se alivia la tensión. Si u n o es capaz de fijar u n a letra pequeña en
un op to tip o m ediante fijación central, las m anchas desaparecerán
de inm ediato o dejarán de m overse, pero si uno intenta fijar dos o
m ás letras igual de bien a la vez, las m anchas reaparecerán y se m o
verán.
154
N orm alm ente, aliviar la tensión q ue causa las muscae volitantes es
m uy sencillo. En cierta ocasión vino a m i consulta un m aestro de es
cuela al que durante años habían m olestado estas m anchas. La visita
se debía a q ue recientem ente había em peorado m u cho su condición.
En m edia hora fui capaz de conseguir que su visión ocular, que había
sido ligeram ente m iope, se volviera norm al. Entonces desaparecieron
las m anchas. Reaparecieron al día siguiente, pero tras otra visita a la
consulta se sintió bastante aliviado. D espués de esto, el m aestro pudo
seguir el tratam iento en casa, y n o volvió a tener m olestias.
Un m édico que padecía constantes dolores d e cabeza y muscae
volitantes era capaz de leer sólo 20/70 cuando m iraba al optotipo,
m ientras que el retinoscopio m ostraba astigm atism o m ixto y él veía
las m anchas. C uando m iraba a una pared vacía o a un optotipo blan
co sin caracteres, el retinoscopio seguía m o stran d o astigm atism o
m ixto y aún veía las m anchas. Pero cuando recordaba una m ancha
negra tan bien com o él podía verla cuando m iraba a esas superficies,
entonces no había m anchas y el retinoscopio no indicaba error de re
fracción. En unos pocos días desaparecieron p o r com pleto el astig
m atism o, las muscae volitantes, los dolores de cabeza y la conjuntivitis
crónica (inflam ación de la conjuntiva del ojo). Sus ojos, que habían
estado parcialm ente cerrados, se abrieron de par en par, y la escleró
tica se volvió blanca y clara. C onsiguió leer sin m olestia alguna en los
trenes, y — cosa que le im presionó sobrem anera— consiguió velar a
sus pacientes durante toda la noche sin que al día siguiente notara
m olestia alguna en los ojos.
Capítulo 2 0
Tratamiento en casa
157
Los n ú m eros que hay encim a o al lado de las líneas de letras del
o p to tip o indican la distancia a la que una p erso n a con visión ocular
norm al debería leer esas letras. Asi, una visión de 10/200 significaría
que la C grande, que en un op to tip o de tam añ o están d ar debería
leerse a sesenta m etros, no se puede ver a u na dista ncia su p erio r a tres
m etros. Una visión de 20/10 significaría que la linea diez, q ue el ojo
norm al no suele leer de ord in ario a una distancia su p erio r a tres m e
tros, se ve al doble de distancia. Esto es un están d ar que alcanzan por
lo general las personas que han practicado con mi m étodo.
O tro m odo, aún m ejor, de exam inar la visión es com parar de c e r
ca y de lejos la negrura de la letra en una luz tenue y en una ilum ina
ción buena. C om o ya he explicado, con una visión perfecta la ilum i
nación o la distancia no alteran el negro. Parece tan negro de lejos
com o de cerca, y tan negro en una ilum inación ten u e com o en otra
buena. Por consiguiente, si el objeto n o aparece igual de negro bajo
todas estas condiciones, puedes saber que tu visión es im perfecta.
N iños m enores de doce años de edad que no h an usado lentes ge
neralm ente pueden corregir su visión ocular defectuosa con el m éto
do indicado arriba en tres meses, seis meses o un año. Adultos que no
han llevado gafas sacan provecho en un tiem po m uy corto — una se
m ana o dos— y si el m al no es m uy grave, puede desaparecer en un
plazo de tiem po com prendido en tre tres y seis meses. Sin em bargo,
niños o adultos que hayan llevado gafas tendrán m ás dificultad para
en contrar alivio, y, por lo general, tienen que practicar los m étodos
descritos en otro s capítulos de este libro para conseguir relajación.
Tam bién tienen que dedicar un tiem po considerable al tratam iento.
Es absolutam ente necesario descartar las lentes. N o se pueden to
lerar m edias m edidas si se desea alivio com pleto. N o intentes usar ga
fas de m enor graduación ni uses gafas para em ergencias. Es im proba
ble que las personas incapaces de prescindir absolutam ente de las
gafas puedan llegar a curarse p o r si mismas.
Los niños y adultos q ue han llevado gafas ten d rá n que dedicar
cada día una hora o m ás a practicar con el o p to tip o , y un tiem po adi
cional a practicar con otros objetos. Es bueno ten er dos optotipos,
158
para usar u n o de cerca, donde se le puede ver m ejor, y el otro a tres o
seis m etros. Resultará m uy útil pasar del o p to tip o cercano al distan
te, ya que la m em oria inconsciente de las letras vistas de cerca ayuda
a hacer resaltar las vistas a distancia.
C ontar con la ayuda de alguna persona con visión norm al será
una gran ventaja. De hecho, a las personas con defectos m uy acen
tuados les resultará m uy difícil, si n o im posible, curarse sin la ayuda
de un instructor. Para que sea una ayuda, el in stru cto r tiene que ser
capaz de sacar provecho personal de los diversos m étodos recom en
dados. Si su visión es de 10/10, debe ser capaz de m ejorarla hasta
20/10 o más. Si es capaz de leer letra m enuda a trein ta centím etros,
debe hacerse capaz de leerla a quince y a siete centím etros. Debe te
ner tam bién u n control suficiente sobre su m em oria com o para ali
viar y prevenir el dolor. U na persona con visión defectuosa tan to de
lejos com o de cerca no estará en condiciones d e prestar asistencia
m aterial alguna en casos extrem os, y nadie puede servir de ayuda en
la aplicación de un m étodo que él m ism o no haya utilizado con éxito.
Los padres que desean preservar y m ejorar la visión ocular de sus
hijos deberían an im ar a éstos a leer cada día el optotipo. Debería ha
ber u n op to tip o en cada familia. De hecho, si se usa de m odo correc
to, el op to tip o previene siem pre la m iopía y o tro s errores de refrac
ción, m ejora siem pre la visión incluso cuando ésta es ya norm al, y
siem pre resulta beneficioso en trastornos nerviosos funcionales. Los
padres deberían m ejorar su visión ocular hasta hacerla norm al, de
m odo que sus hijos no im iten m étodos equivocados para el uso de sus
ojos y no estén sujetos a la influencia de una atm ósfera de tensión.
T am bién deberían ap ren d er los principios de la fijación central, a fin
de poder enseñárselos a sus hijos.
Capítulo 21
162
C om o era im posible ab an d o n ar el sistem a educativo, se hicieron
intentos para reducir al m ín im o los supuestos m alos efectos de la
lectura, escritura y dem ás trabajos de cerca que aquél exige. Las d i
versas autoridades establecieron norm as cuidadosas y detalladas en
cu anto al tam añ o del tipo de letra que debía utilizarse en los textos
escolares, a la longitud de las líneas, a la separación en tre ellas, a la
distancia a la que habría q ue ten er el libro, a la can tid ad y disposi
ción de la luz, a la construcción de los pupitres, a cuánto tiem po se
pueden usar los ojos sin cam biar de foco, etc. Incluso se idearon so
portes faciales para m an ten er los ojos a la debida distancia del p u p i
tre y para im pedir el encorvam iento, considerado co m o causante de
la congestión del globo ocular, estim ulando, asi, la elongación. Los
alem anes, con su característica m eticulosidad, llegaron a utilizar
esos in stru m en to s de to rtu ra. C ohn nunca p erm itió que sus hijos es
cribieran sin uno, «ni siquiera cuando estaban sentados en el m ejor
p u p itre posible».
Los resultados de esas m edidas preventivas se dem ostraron d e
cepcionantes. Algunos observadores señalaron un ligero descenso en
el porcentaje de m iopía en las escuelas en las que se habían in tro d u
cido las reform as prescritas, pero en conjunto los efectos dañinos del
proceso educativo no se elim inaron en grado perceptible.
El estudio m ás am plio del tem a no hizo sino increm entar su difi
cultad, al tiem po que tendía a descargar a las escuelas de gran parte de
la responsabilidad que se les atribuía con an terio rid ad en la p ro d u c
ción de la m iopía. C om o señala la American Encyclopedia o f Ophtal-
mology, «la teoría de que la m iopía se debe al trabajo de cerca agrava
do p o r la vida de la ciudad y p o r los locales m al ilum inados, pierde
gradualm ente terreno a la vista de las estadísticas».
Por ejem plo, en una investigación realizada en Londres, en la que
se seleccionaron cuidadosam ente las escuelas p ara que revelaran
cualquier diferencia que pudiera surgir de las diversas influencias h i
giénicas, sociales y raciales a las que los niños estaban som etidos, se
co m probó que la proporción de m iopía en el edificio m ejor ilum ina
do del grupo era m ás alta que en otro donde las condiciones lu m ín i
163
cas eran peores, aunque los grados m ás altos de m iopía eran m ás n u
m erosos en el últim o grupo que en el prim ero.
T am bién se com probó que hay tanta m iopía en escuelas d o n d e se
hace poco trabajo de cerca com o en las que es m ayor la d em anda so
bre el p o d er de acom odación del ojo. Además, sólo u na m inoría de
niños co n trae la m iopía m ientras que todos están sujetos práctica
m ente a las m ism as influencias; e incluso en el m ism o niño, u n ojo
puede volverse m iope m ientras que el o tro sigue siendo norm al. En la
teoría según la cual la cortedad de visión se debe a influencias exter
nas a las q ue el ojo está expuesto es im posible explicar el hecho de
que, bajo las m ism as condiciones de vida, los ojos de diferentes p e r
sonas y los de u n m ism o individuo se co m p o rta n de m odo distinto.
La dificultad de reconciliar estos hechos con las teorías anteriores
ha dado origen a la tendencia a atrib u ir la m iopía a problem as here
ditarios. Pero ninguna evidencia satisfactoria h a logrado progresos
en este p unto; y el hecho de que los pueblos prim itivos q ue han teni
do siem pre buena visión ocular se vuelvan m iopes tan rápidam ente
com o cualesquiera otros cuando están som etidos a las condiciones de
vida civilizada, com o los alum nos indios en el I nstituto Carlisle, p a
rece ser prueba concluyente contra la sugerencia.
La frecuencia de la m iopía, lo insatisfactorio de todas las explica
ciones sobre su origen, y la ineficacia de todos los m étodos de p re
vención ha llevado a algunos escritores de prestigio a concluir que el
elongado globo ocular es u na adaptación fisiológica natural a las n e
cesidades de la civilización. C ontra esta visión cabe aducir dos argu
m entos irrefutables. U no es que el ojo m iope n o ve tan bien com o el
ojo norm al ni siquiera de cerca; el o tro es que el defecto tiende a p ro
gresar con resultados gravísim os, term inando co n frecuencia en ce
guera.
Si la naturaleza ha intentado adaptar el ojo a las condiciones civi
lizadas m ediante una elongación del globo ocular, lo ha hecho de una
m anera m uy lastimosa. Es cierto que m uchas autoridades asum en la
existencia de dos tipos de m iopía: u na fisiológica o inocua, y la otra
patológica. M as com o es im posible decir con certeza si u n caso dado
164
progresará o no, esta distinción, si fuera correcta, sería más im por
tante en el plano teórico que en el práctico.
A este estado de desesperanza y de contradicción nos han llevado
los desorientados trabajos de todo un siglo. Pero a la luz de la verdad
el problem a se vuelve m uy sencillo. Si se tienen presentes los hechos
señalados en el capitulo 6, es fácil com prender por qué fracasaron to
dos los intentos anteriores para prevenir la m iopía. T odos esos inten
tos tendían a rebajar la tensión del trabajo de cerca sobre el ojo, sin
m encionar para nada la tensión de ver objetos a distancia e ignorando
por com pleto la tensión m ental que subyace en la tensión óptica.
Existen m uchas diferencias entre las condiciones a las que esta
ban som etidos los hijos del hom bre prim itivo y las que padecen los
niños de las razas civilizadas d u ran te sus años de desarrollo, al m ar
gen de que estos últim os aprenden de los libros y escriben en el papel,
cosas que los prim eros no hacían. En el proceso d e educación, los n i
ños civilizados pasan cada día m uchas horas encerrados entre cuatro
paredes, al cargo de profesores que a veces están nerviosos e irrita
bles. Se ven obligados a perm anecer d u ra n te largos períodos en la
misma posición. En cuanto a las cosas que tienen que aprender, es
posible que se las presenten de una m anera q ue resulte excesivamen
te falta de interés. Y están bajo el aprem io co n tin u o de pensar en c o n
seguir notas y prem ios m ás que en la adquisición de conocim iento
por el valor que éste tiene en sí m ism o.
Algunos niños soportan m ejor que otro s estas condiciones. M u
chos son incapaces de soportar la tensión y entonces las escuelas se
convierten en el semillero no sólo de la m iopía, sino de todos los de
m ás errores de refracción.
Capítulo 22
167
clase, los niños que habían fracasado pedían a veces un segundo test,
y entonces sucedía con frecuencia que leían todo el optotipo con vi
sión norm al. Esto sucedía con tan ta frecuencia q u e la conclusión se
im ponía: de alguna form a la visión se m ejoraba leyendo el optotipo.
En una clase encontré a un m uchacho q ue en un principio pare
cía ser m uy m iope, pero que. tras recibir algunos ánim os, leyó todas
las letras del optotipo. La profesora m e p re g u n tó por la visión de
aquel niño, porque ella tenía la im presión de q u e era m uy corto de
vista. C uando le dije que la visión del niño era norm al, ella se m ostró
incrédula, y sugirió que el m uchacho po d ría hab er aprendido de m e
m oria las letras o que otro alum no le apuntaba. D ijo que el niño era
incapaz de leer palabras o cifras en la pizarra y d e ver mapas, planos
o diagram as en la pared y de reconocer personas al o tro lado de la ca
lle. M e pidió que hiciera un nuevo test con el m uchacho. Lo realicé
con sum o cuidado, supervisado p o r ella, elim inando las fuentes de
erro r que ella había sugerido. El niño leyó de nuevo todas las letras
del optotipo. Entonces la profesora escribió algunas palabras y cifras
en la pizarra y pidió al niño que las leyera. Él lo hizo con corrección.
E ntonces ella escribió nuevas palabras y cifras q u e él leyó igual de
bien. Por últim o, le pidió que le dijera qué hora m arcaba el reloj, que
estaba a siete m etros de distancia. Él lo hizo de fo rm a correcta.
En la clase se dieron otros tres casos sim ilares. En todos ellos, la
visión, que previam ente había sido m uy defectuosa para objetos dis
tantes, se hizo norm al en los pocos instantes dedicados a p o n er a
prueba sus ojos.
N o sorprende que la profesora, después de tal dem ostración, p i
diera que colocaran un op to tip o perm anente en el aula. Se orientó a
los niños para q ue leyeran al m enos una vez al día las letras m ás p e
queñas que pudieran ver desde sus asientos, con am bos ojos ju n to s y
con cada uno p o r separado, cubriendo con la p alm a de la m an o el ojo
no utilizado, pero cuidando de no presionar sobre el globo ocular. A
los que tenían visión defectuosa se les estim uló para que leyeran con
m ás frecuencia el optotipo, pero no necesitaron que les anim aran
una vez que com probaron que la práctica les ayudaba a ver la pizarra
168
y que cesaban los dolores de cabeza y otras m olestias causadas con
an terioridad p o r el uso de sus ojos.
En otra clase de cuarenta niños, todos en tre seis y ocho años de
edad, treinta de los alum nos consiguieron visión norm al m ientras se
exam inaban sus ojos. El resto lo consiguió m ás tarde, bajo la supervi
sión del profesor, m ediante ejercicios de visión a distancia con un o p
totipo. Aquel profesor había observado d u ran te quince años que al
com ienzo del curso, en otoño, todos los niños podían leer desde sus
asientos lo que se escribía en la pizarra, pero antes d e finalizar el c u r
so, en la prim avera, todos sin excepción se quejaban de que no po
dían leer la pizarra a m ás de tres m etros de distancia. Tras aprender
los beneficios que se pueden obtener m ediante la práctica diaria de la
visión a distancia con objetos fam iliares com o p u n to de fijación, este
profesor consiguió un op to tip o para su aula y o rie n tó a los niños para
que lo leyeran cada día. El resultado fue que d u ra n te ocho años n in
guno de los niños encom endados a su cuidado co n trajo una visión
ocular defectuosa.
El profesor de esta clase había atribuido el invariable deterioro en
la visión de sus alum nos d u ran te el año escolar al hecho de que su
aula estaba en la planta baja y de que la luz era pobre. Pero profeso
res con aulas bien ilum inadas tenían el m ism o problem a, y después
de que se in trodujo el op to tip o tanto en las aulas bien ilum inadas
com o en las de ilum inación pobre y los niños lo leyeran cada día, se
detuvo el deterioro de su visión ocular; adem ás, La visión de todos
m ejoró. La visión que había estado p o r debajo d e lo norm al m ejoró
en la m ayoría de los casos hasta hacerse norm al, m ien tras que los ni
ños que ya tenían visión norm al, calculada generalm ente en 20/20,
conseguían leer en 20/15 ó 20/10. Y no sólo se elim inó la m iopía, sino
que se m ejoró la visión de objetos cercanos.
A petición del que entonces era inspector d e las escuelas en
G rand Forks se introdujo el sistema en todas las escuelas de la ciudad
y se utilizó de form a continuada d u ran te ocho años. En ese tiem po, la
m iopía de los niños, que al principio era del seis p o r ciento, se re d u
jo a m enos del uno p o r ciento.
169
U nos años m ás tarde se introdujo el m ism o sistema en algunas
escuelas de la ciudad de N ueva York, con un total de unos diez m il n i
ños. Pero m uchos de los profesores descuidaron el uso del optotipo,
incapaces de creer que un m étodo tan sencillo y tan diam etralm ente
opuesto a la enseñanza anterior sobre el tem a pudiera conseguir los
resultados apetecidos. O tros guardaban los o p to tip o s en un arm ario
salvo cuando se necesitaban para el en tren am ien to ocular diario, por
tem or a que los niños los m em orizaran. Así, n o sólo tom aron sobre sí
una carga innecesaria, sino que hicieron cuanto p u d iero n para d in a
m itar el objetivo del sistem a, que es el de hacer q ue los niños se ejer
citen diariam ente en la visión a distancia con un objeto familiar.
Por contra, un considerable núm ero de profesores utilizaron con
inteligencia y perseverancia el sistem a, y en m enos de un año estuvie
ron en condiciones de presentar inform es d o n d e se ponía de m an i
fiesto que, de tres mil niños con visión im perfecta, m ás de m il habían
conseguido visión norm al p o r este m edio. A lgunos de aquellos niños,
com o en el caso de los de G rand Forks, se habían visto aliviados en
unos pocos m inutos. M uchos de los profesores tam bién m ejoraron;
algunos de ellos con m ucha rapidez. A veces, los resultados del siste
m a fueron nada m enos que asom brosos, pero al final la junta de ed u
cación y los especialistas de las gafas no pudieron ponerse de acuerdo,
y se abandonó gradualm ente el uso del o p to tip o para este objetivo.
En una clase de deficientes m entales donde el profesor había c o n
servado inform es de la visión ocular de los n iñ o s d u ran te años, se
com probó que su visión em peoraba de m an era uniform e a m edia
que avanzaba cada curso. Sin em bargo, tan p ro n to com o se in tro d u
jo el op to tip o com enzaron a m ejorar. Entonces vino un m édico de la
ju n ta local de sanidad que exam inó los ojos de los niños y les puso ga
fas a todos, incluso a aquellos cuya visión era absolutam ente buena.
El uso del op to tip o se hizo entonces discontinuo, pues los profesores
no consideraron o p o rtu n o interferir m ientras los niños llevaban las
gafas prescritas p o r un m édico.
M uy pronto, sin em bargo, los niños com enzaron a perder, rom per
o desechar sus gafas. Algunos dijeron que las lentes les producían dolor
170
de cabeza o que se sentían m ejor sin ellas. Aproxim adam ente en un mes
habían desaparecido la mayoría de las ayudas a la visión que la junta de
sanidad había sum inistrado. Los profesores se sintieron entonces libres
para reim plantar el uso del optotipo. Sus beneficios fueron inmediatos.
La visión ocular y las reacciones mentales de los niños m ejoraron a la
par, y enseguida m uchos de ellos pasaron a clases ordinarias, pues se
com probó que progresaban en sus estudios tanto com o los otros niños.
O tra profesora contó otra experiencia igual de interesante. Tenía
una clase de niños que no encajaban en otros grados. M uchos de ellos
iban retrasados en sus estudios, algunos eran unos haraganes recalci
trantes, y todos ellos tenían visión ocular defectuosa. Se colocó un
op totipo en un lugar del aula d o n d e todos los alum nos pudieran ver
lo, y la profesora siguió al pie de la letra m is instrucciones. Seis meses
después todos los niños, excepto dos, tenían visión norm al, y esos dos
m ejoraron definitivam ente, m ientras que el m ás incorregible y el m ás
haragán se habían convertido en estudiantes aceptables.
Para despejar cuantas dudas pudieran surgir en cuanto a la causa
de la m ejora observada en la visión ocular de los niños, se hicieron
test com parativos con y sin optotipo. En un caso, se exam inaron dia
riam ente, d u ra n te una sem ana, seis alum nos con visión defectuosa,
sin el uso del optotipo. No se produjo m ejora alguna. Entonces se co
locó de nuevo el op to tip o en su sitio y se dio instrucciones al grupo
para que lo leyera cada día. Al cabo de una sem ana todos habían m e
jorado, y cinco eran com pletam ente norm ales. Los resultados fueron
sim ilares con otro grupo de visión defectuosa. D urante la sem ana en
que no se había utilizado el o p to tip o no se notó m ejora, pero después
de una sem ana de ejercicios de visión a distancia con el optotipo, to
dos evidenciaron una m ejoría notable; y al cabo de un mes, todos te
nían una visión norm al.
A fin de que no pudiera haber la m enor duda acerca de la fiabili
dad de los inform es de los profesores, en algunos casos los directores
de las escuelas im plicadas pidieron a la ju n ta de sanidad que enviara
un inspector para exam inar la visión de los alum nos; y siem pre que
se hizo esto, se vio que los inform es eran correctos.
171
Un día viajé a la ciudad de Rochester, N ueva York, y m ientras es
taba allí visité al inspector de las escuelas públicas y le hablé de mi
m étodo para prevenir la m iopía. Él se interesó m ucho y m e invitó a
introducirlo en una de sus escuelas. Así lo hice, y al cabo de tres m e
ses m e enviaron un inform e m ostrando que la visión de todos los n i
ños había m ejorado, m ientras que un núm ero d e ellos había conse
guido una visión absolutam ente norm al en am b o s ojos. Sin em bargo,
m ás tarde el sistema tuvo el m ism o final que había tenido en la ciu
dad de Nueva York.
Mi m étodo se ha utilizado en otras m uchas ciudades, y siem pre
m ejoró la visión de todos los niños. M uchos de ellos consiguieron vi
sión norm al en el curso de unos pocos m inutos, dias, sem anas o meses.
Es difícil dem ostrar u na propuesta negativa, pero dado que este m éto
do m ejoró la visión de todos los niños que lo usaron, cabe concluir que
ninguno em peoró. Es, pues, obvio que debió prevenir la m iopía. N o se
puede decir lo m ism o de todos los m étodos para prevenir la m iopía en
la escuela probados con anterioridad. Todos los m étodos restantes se
basan en la idea de que el uso excesivo de los ojos en trabajo de cerca
produce la m iopía, y es patente que todos ellos han fracasado.
T am bién es obvio que el m étodo debe de haber prevenido otro s
errores de refracción, problem a al que antes no se prestaba atención,
pues se suponía que la hiperm etropía era congénita. Y hasta no hace
m ucho, tam bién se supuso que el astigm atism o era congénito en la
m ayoría de los casos. Sin em bargo, cualquiera qu-e sepa cóm o usar un
retinoscopio, puede d em ostrar en pocos m in u to s que am bas co n d i
ciones son adquiridas, pues in dependientem ente de lo astigm ático o
h iperm étrope que un ojo pueda ser, su visión se hace norm al siem pre
que m ira a una superficie en blanco sin tratar d e verla. T am bién se
puede d em ostrar que cuando los niños aprenden a leer, escribir, d i
bujar, coser o a hacer algo que les obligue a m irar de cerca objetos no
familiares, siem pre se produce hiperm etropía o astigm atism o hiper
m étrope. O tro tanto hay que decir de los adultos.
Los hechos indican con toda claridad que los niños necesitan,
an te todo, educación ocular. Para p o d er p ro g resar m ucho en sus
172
estudios, tienen que ser capaces de m irar de cerca y sin esfuerzo le
tras u objetos extraños. T am bién dem u estran los hechos que en to
dos los casos en los que se ha aplicado el m éto d o se conseguía el fin
m ed ian te el ejercicio diario de la visión a d istan cia con u n optotipo.
C u an d o h an m ejorado por este m edio su visión a distancia, los n i
ños siem pre son capaces de usar sin esfuerzo sus ojos en un p u n to
cercano.
Este m étodo obtenía m ejores éxitos cuando el profesor no usaba
gafas. N o es sólo que los niños im iten los hábitos visuales de un p ro
fesor que lleva gafas, sino que la tensión nerviosa de la que la visión
defectuosa es una expresión produce en ellos una condición similar.
En aulas del m ism o grado, con la m ism a ilum inación, siem pre se ha
co m probado que la visión de los niños cuyos profesores no usaban
gafas era m ejor que la de aquellos cuyos profesores las utilizaban. En
un caso exam iné la visión de niños cuya profesora usaba gafas y co m
probé que era m uy im perfecta. La profesora salió del aula para hacer
un recado, y cuando se m archó los exam iné de nuevo. El resultado
fue m ucho m ejor. C uando la profesora volvió, p reg u n tó por la visión
de un determ inado niño, que era m uy nervioso- C uando yo iba a
proceder a exam inarlo, ella se colocó en pie an te él y le dijo: «Ahora,
cuando el do cto r te diga que leas el optotipo, hazlo». El m uchacho no
podía ver absolutam ente nada. Entonces ella se puso detrás de él, y el
efecto fue igual que si ella hubiera salido del aula. F.1 niño leyó el o p
totipo entero.
A ctualm ente en las escuelas de los Estados U nidos de América
hay m illones de niños con visión deficiente. Esa condición les im pide
sacar pleno provecho de las opo rtunidades educativas que el Estado
proporciona, socava su salud y m algasta el din ero de los que pagan
im puestos. Si se perm ite que esa situación co n tin ú e, será un dispen
dio y un im pedim ento para esos niños d u ran te to d a su vida. En m u
chos casos, será una fuente de sufrim iento e infelicidad continuas. Y,
sin em bargo, prácticam ente todos estos casos p o d rían aliviarse y evi
tar el desarrollo de otros nuevos. Para ello basta u n tratam iento tan
poco sofisticado com o la lectura diaria de u n o p to tip o .
173
¿Por que se habría de obligar a nuestros niños a sufrir y a usar ga
fas por falta de esta sencilla m edida de alivio? N o cuesta casi nada. En
m uchos casos ni siquiera sería necesario ad q u irir optotipos, puesto
que se usan ya para exam inar los ojos de los niños. No supone casi
carga adicional alguna para los profesores; y adem ás, m ejorando la
visión, salud, disposición y m entalidad de sus alum nos, aligeran sus
trabajos. Y nadie puede sugerir que el optotipo cause daño alguno.
174
luán López, once años, 1 de enero de 1995
V.D. 20/30
V.I. 20/15
Mente y visión
177
los test necesarios, se habría com probado sin genero de d u d a que
am bas cosas se dan siem pre juntas, com o sucedía en un caso que fue
som etido recientem ente a mi observación. El sujeto era una m u ch a
cha joven con una visión ocular tan maravillosa q u e podía ver a sim
ple vista las lunas de Júpiter, hecho que se d em o stró cuando dibujó
un diagram a de esos satélites que se correspondía exactam ente con el
diagram a hecho p o r personas q ue habían utilizado un telescopio.
Su m em oria era igual de sobresaliente. Era capaz de recitar todo
el contenido de un libro después de haberlo leído, com o se cuenta
que hizo lord M acaulay, y aprendió sin profesor, e n unos pocos días,
tanto latín com o su herm ana, con seis dioptrías d e m iopía, había sido
capaz de estudiar en algunos años. Recordaba lo q ue había com ido en
un restaurante cinco años antes, retenía el n o m b re del cam arero, el
núm ero del edificio y la calle en la que se en co n trab a el local. R ecor
daba tam bién qué ropa habia llevado en aquella ocasión y cóm o ves
tían todas las dem ás personas que se reunieron. Lo m ism o le sucedía
con cualquier otro acontecim iento que despertara su interés de algu
na m anera, y una de las diversiones favoritas de su familia era p re
guntarle cual habia sido el m en ú y qué vestía la gente en d eterm in a
das ocasiones.
Se ha com probado que cuando la visión de dos personas es dife
rente tam bién la m em oria de am bas difiere exactam ente en el m ism o
grado. Dos herm anas, u na de las cuales tenía de o rd in ario una buena
visión, indicada p o r la fórm ula 20/20, m ientras q ue la otra tenía 20/10,
com probaron que el tiem po que les llevaba ap ren d er ocho versos de
un poem a variaba casi exactam ente en la m ism a p ro porción que su
visión. La herm ana cuya visión era 20/10 aprendía ocho versos del
poem a en quince m inutos, y la otra, cuya visión era sólo 20/20, nece
sitaba treinta y un m inutos para hacer lo m ism o.
Después de «palmear», la herm ana con visión o rdinaria aprendía
ocho versos m ás en veintiún m inutos, m ientras q u e la de 20/10 era
capaz de reducir su tiem po sólo en dos m inutos, u n a variación q ue se
encuentra claram ente den tro de los límites de erro r. En otras pala
bras, la m ente de la últim a estaba ya en una condición norm al o p ró
178
xim a a lo norm al y ella no podía m ejorarla de form a apreciable m e
diante el «palmeo», pero la prim era, cuya m ente estaba en tensión,
pudo relajarse m ediante el «palmeo», con lo que m ejoró su m em oria.
Incluso cuando hay diferencia de visión en tre am bos ojos de la
m ism a persona, es posible dem ostrar, com o señalam os en el capítulo
10, que se da la correspondiente diferencia en la m em oria, según que
se tengan abiertos am bos ojos o esté cerrado el m ejor.
No es posible forzar la m em oria m ás de lo q u e cabe forzar la vi
sión. N osotros recordam os sin esfuerzo, igual q u e vem os sin esfuer
zo, y cuanto m ás intensam ente intentam os recordar o ver, m enos ca
paces som os de hacerlo.
R ecordam os las cosas que nos interesan, y la razón por la que te
nem os dificultad para aprender ciertos tem as es q u e éstos nos ab u
rren. C uando estam os aburridos, nuestra visión o cu lar se deteriora,
siendo el hastío una condición de fatiga m ental en la que para el ojo
es im posible funcionar con norm alidad.
1.a m uchacha de ojos agudos m encionada con anterioridad en
este capítulo era capaz de recitar libros enteros si llegaba a interesar
se p o r ellos. Pero las m atem áticas y la anatom ía le disgustaban en ex
trem o, y no sólo no podía aprenderlas, sino q u e se volvía m iope
cuando se le presentaban a su m ente. Era capaz d e leer letras de seis
m ilím etros de alto a seis m etros de distancia con u n a ilum inación p o
bre, pero cuando le pedían que leyera núm eros d e dos o cinco centí
m etros de alto, en una buena ilum inación, a tres m etros, nom braba
im propiam ente la m itad de ellos. C uando le preguntaban cuántos
son dos m ás tres, ella decía cuatro antes de decidirse finalm ente por
el cinco; y d u ran te todo el tiem po en que ella estaba ocupada con este
tem a desagradable, el retinoscopio m ostraba que era m iope. C uando
le pedí que m irara al interior de mi ojo con el oftalm oscopio, no
pudo ver nada, au nque se requiere m ucho m en o r grado de agudeza
visual para observar los detalles del interior del ojo que para ver las
lunas de Júpiter.
C item os un caso opuesto al anterior. Una señora joven, corta de
vista, tenía verdadera pasión p o r las m atem áticas y la anatom ía, y
179
destacaba en estas materias. A prendió a usar el oftalm oscopio con
tanta facilidad com o la chica hiperm étrope había aprendido latín.
Vio casi de inm ediato el nervio óptico y observó que el centro era
m ás blanco que la periferia. Vio las líneas ligeram ente coloreadas, las
arterias, las m ás oscuras, y vio las leves rayas en los vasos sanguíneos.
Algunos especialistas nunca consiguen esto, y n in g u n o podría h acer
lo sin visión norm al. La visión de ella, por tanto, deb ió de ser tem p o
ralm ente norm al cuando hizo esto. Su visión para los núm eros, a u n
que no era norm al, era m ejor que para las letras
En am bos casos, la capacidad para aprender y la facilidad para ver
estaban unidas estrecham ente con el interés. U n a paciente que era
capaz de leer un reducción fotográfica de la Biblia y recitar al pie de la
letra lo que había leído, podía leer las lunas de Júpiter y dibujar a co n
tinuación un diagram a de ellas porque estaba interesada en esas cues
tiones, no podía sin em bargo ver el interior del ojo ni núm eros la m i
tad de bien que las letras porque estas cosas le ab u rrían . Pero cuando
se le sugirió que sacar u na buena nota en un p ró x im o exam en de m a
tem áticas sería una buena brom a que sorprendería al profesor que le
reprochaba siem pre su bajo rendim iento en m atem áticas, se desper
tó su interés p o r el tem a y se las ingenió para a p ren d er lo suficiente
com o para sacar un 8. En el caso de la otra paciente, las letras le a b u
rrían. N o estaba interesada en la inm ensa m ayoría de los tem as rela
cionados con las letras y p o r consiguiente estaba retrasada en esos te
mas y se había vuelto habitualm ente m iope. Pero cuando le pidieron
que m irara objetos que despertaban en ella u n interés enorm e, su vi
sión se hizo norm al.
C u ando u n o no está interesado, su m ente no está bajo control; y
sin control m ental no es posible aprender ni ver. N o sólo la m em oria,
sino todas las dem ás facultades m entales m ejoran cuando la visión
ocular se hace norm al. La experiencia dice que las personas curadas
de una visión defectuosa m ejoran en su capacidad para hacer su tra
bajo.
U n contable que frisaba los setenta años de edad y que había lle
vado gafas d u ra n te cuarenta años com probó q u e después de haber
180
conseguido visión norm al sin lentes podía trabajar con m ayor rap i
dez y precisión y con m en o r fatiga que en ninguna o tra época an te
rior de su vida. D urante tem poradas de m ucha actividad o cuando
andaba escaso de ayuda, trabajaba d u ran te algunas sem anas desde las
siete de la m añana hasta las once de la noche, e insistía en que se sen
tía m enos cansado p o r la noche tras la larga jo rn ad a laboral que por
la m añ an a al com enzar el trabajo. En tiem pos anteriores, aunque
siem pre trabajó m ás que nadie en la oficina, el trabajo le cansaba
siem pre m ucho. T am bién observó una m ejoría en su carácter. Al lle
var tan to tiem po en la oficina y saber tanto sobre los negocios, sus co
legas de trabajo le pedían consejo con frecuencia. Antes de que su vista
se hiciera norm al, aquellas interrupciones le resultaban m uy m oles
tas y a veces le hacían p erd er la calma. Después, en cam bio, no le p ro
ducían irritación alguna.
En o tro caso, se aliviaron síntom as de dem encia cuando la visión
se hizo norm al. U n m édico al que habían visto ya m uchos n eurólo
gos y oftalm ólogos vino a mi consulta no po rq u e tuviera fe en mis
m étodos, sino porque parecía que no le quedaba nada m ás por hacer.
T rajo consigo toda una colección de gafas que le habían prescrito d i
ferentes especialistas, y no había dos iguales. M e com entó que había
usado gafas d u ran te m uchos meses, sin provecho; que después las
había desechado y que aparentem ente no había em peorado. La vida
al aire libre tam poco le había servido de ayuda. P or consejo de algu
nos neurólogos em inentes, incluso había ab an d o n ad o la práctica de
la m edicina d u ran te un p ar de años para dedicar su tiem po a un ra n
cho, pero las vacaciones no le habían hecho bien.
Exam iné sus ojos y no encontré defectos orgánicos ni erro r de re
fracción. C on todo, su visión con cada ojo era sólo tres cuartos de la
norm al y padecía visión doble y toda clase de síntom as desagradables.
Solía ver a la gente cabeza abajo y diablillos bailando en lo alto de los
edificios elevados. Tam bién padecía otras ilusiones, dem asiado n u
m erosas com o para reseñarlas aquí. Por la noche, su visión era tan
mala que tenía dificultad para orientarse; y cuando cam inaba por
una carretera rural, creía ver m ejor cuando giraba los ojos a u n lado
181
y m iraba la carretera con el lado de la retina en lugar de hacerlo con
el centro. A intervalos variables, sin aviso y sin pérdida de la concien
cia, tenía ataques de ceguera. Éstos le causaban gran desasosiego, ya
que él era cirujano con historial am plio y lucrativo, y tem ía que p u
diera sobrevenirle un ataque m ientras operaba.
Su m em oria era m uy pobre. Ni siquiera podía recordar el color
de los ojos de alguno de sus familiares, aunque los había visto diaria
m ente d u ran te años. N i siquiera era capaz de acordarse del color de
su casa, del n úm ero de habitaciones que había en las diferentes p lan
tas o de otro s detalles.
El tratam ien to de ese hom bre resultó m uy laborioso, principal
m ente porque tenia una gran cantidad de ideas erróneas sobre la ó p
tica fisiológica en general y acerca de su propio caso en particular. Él
insistía en que había que discutir todo esto, y no conseguía beneficio
alguno a m edida que las discusiones avanzaban. D urante un largo
período de tiem po, el com entario y la argum entación nos llevaban
cuatro horas diarias. La lógica de aquel señor era m aravillosa, apa
rentem ente irrefutable, pero com pletam ente errónea.
Su fijación excéntrica era de un grado tan alto que cuando él m i
raba a un p u n to a cuarenta y cinco grados a un lado de la C grande
del optotipo, veía la letra tan negra com o cuando la m iraba directa
m ente. El esfuerzo que debía realizar era enorm e y producía m ucho
astigm atism o, pero el paciente no tenía conciencia de ello y era inca
paz de convencerse de que había algo anorm al en el síntom a. Si veía
la letra, argum entaba que debía verla tan negra c o m o era en realidad,
puesto que él no era daltónico. Al fin consiguió m irar lejos de u na de
las letras m ás pequeñas del o p to tip o y verla peor q u e cuando la m ira
ba directam ente. Le llevó ocho o nueve meses lograr esto, pero cu an
do lo hizo, el paciente dijo que parecía que le hubieran quitado un
gran peso de encim a. E xperim entó una m aravillosa sensación de ali
vio y de relajación en todo el cuerpo.
C uando se le pidió que recordara el negro con sus ojos cerrados y
tapados dijo que no podía hacerlo, y veía todos los colores m enos el
negro que se debe ver norm alm ente cuando el nervio óptico no está
182
som etido al estím ulo de la luz. H abia sido un entusiasta jugador de
fútbol en el colegio y al fin com probó que podía recordar un balón
negro. Le pedí que im aginara que alguien había tirado ese balón al
m ar y que la m area se lo llevaba m ar adentro, haciéndose cada vez
más pequeño, pero no m enos negro. Fue capaz d e hacerlo, y la ten
sión flotó con el balón hasta que, cuando este ú ltim o se redujo al ta
m año de un p u n to en un periódico, aquélla se desvaneció p o r co m
pleto. La m ejoría continuaba d u ra n te todo el ra to q ue el paciente
recordaba la m ancha negra, pero, com o no po d ia recordarla durante
to do el tiem po, le sugerí otro m étodo para conseguir alivio perm a
nente. C onsistía éste en em peorar de form a consciente su visión, plan
co ntra el que él protestó con notable énfasis.
«¡Santo cielo! — dijo— . ¿Acaso mi vista no es ya lo suficiente
m ente m ala com o para que la empeoremos?»
C on todo, después de u na sem ana de discusiones, consintió en
in tentar el m éto d o y el resultado fue m uy satisfactorio. Después de
haber aprendido a ver dos luces o más donde había sólo una esfor
zándose para ver u n p u n to sobre la luz m ientras a ú n intentaba ver la
luz tan bien com o cuando m iraba directam ente a ella, consiguió evi
tar la tensión inconsciente que había pro d u cid o su visión doble y
m últiple, y n u n ca m ás fue m olestado por esas im ágenes superfluas.
Del m ism o m o d o previno otras ilusiones.
Una de las últim as ilusiones en desaparecer fue su creencia de
que se requería un esfuerzo para recordar el negro. Su lógica en este
p u n to era irresistible, pero, después de m uchas dem ostraciones, se
convenció de que no hacía falta esfuerzo alguno para lograrlo; y
cuando com prendió esto, tanto su visión co m o su control m ental
m ejoraron al instante.
F inalm ente llegó a leer 20/10 ó más, y au n q u e tenía más de cin
cuenta y cinco años de edad, leía tam bién caracteres tipo d iam ante a
una distancia desde cinco hasta sesenta centím etros. Su ceguera n oc
tu rn a se habia corregido, sus ataques de ceguera d iu rn a habían cesa
do, y recordaba cuál era el color de los ojos de su esposa e hijos. Un
día m e dijo:
183
•^Doctor, le agradezco lo que usted ha hecho p o r mi vista, pero no
tengo palabras para expresarle la gratitud que siento por lo que ha he
cho p o r m i mente».
Algunos años después m e telefoneó para decirm e q ue n o había
sufrido ni una recaída.
T odos estos hechos avalan la conclusión de q u e los problem as de
la visión están asociados de form a m ucho m ás estrecha con la m ente
de lo que se supone en general, y de que no se resuelven po n ien d o d e
lante de los ojos unas lentes cóncavas, convexas o astigm áticas.
Capítulo 24
185
Descansar los ojos
«Palmeo»
Balanceo
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la cabeza y ojos con el m ovim iento de los hom bros. C u an d o se prac
tica el balanceo de form a fácil, continuada, sin esfuerzo y sin prestar
atención a los objetos que se m ueven, u n o co m p ren d e enseguida que
le relaja la tensión de los m úsculos y nervios. (R ecuerda, sin em bar
go, que cu an to m ás corto puedas hacer a la larga el balanceo, m ayor
será tu m ejoria.)
Los objetos estacionarios se m ueven al cam biar los grados de ra
pidez. O bjetos colocados casi directam ente frente a ti parecen m o
verse con la velocidad de un tren ultrarrápido, y d eberían ser m ucho
más borrosos. Es m uy im portante no intentar ver con claridad los
objetos vistos en m ovim iento rapidísim o.
Parece q ue el balanceo ayuda de m anera especial a las personas
que sufren tensión ocular d u ran te el sueño. Practicarlo cincuenta ve
ces o m ás justo antes de retirarse a descansar e inm ediatam ente des
pués de levantarse p o r la m añana ha evitado o aliviado con frecuen
cia la tensión ocular d u ran te el sueño.
M em oria
187
paz de recordarla, entonces deslízate conscientem ente de un lado de
la letra a o tro e im agina de form a consciente q ue la abertura es m ás
blanca que el resto del fondo. C uando haces esto, generalm ente la le
tra parece m overse en u na dirección contraria a la del m ovim iento
del ojo im aginado, y tú eres capaz de recordarla indefinidam ente.
La lectura diaria de pequeñas letras fam iliares a la m ayor d istan
cia a la que sea posible verlas es un descanso para los ojos, puesto que
el ojo está relajado, siem pre hasta cierto grado, m iran d o objetos fa
miliares.
Im aginación
188
ma línea de abajo e im agina que es m ás negra q u e la letra m ayor del
optotipo. Si puedes hacerlo, te capacitarás de golpe para ver las letras
de la últim a línea de abajo.
Centelleo y parpadeo
Fijación central
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consciente, y éste es a veces el cam in o m ás rá p id o y fácil para m ejo
rar la visión.
C uando u n o tom a conciencia de ver m ejor u n a parte del cam po
de visión que el resto, suele ser posible reducir el área vista de form a
óptim a. Si m iras de la parte inferior a la superior d e la C grande en un
op totipo y ves peor la parte no m irada directam ente que la parte lija
da, puedes capacitarte para hacer lo m ism o con la siguiente línea de
letras, y así te haces capaz de descender por el o p to tip o hasta que p ue
das m irar desde la parte superior a la inferior de las letras en la línea
más baja del o p to tip o y veas peor la parte no m irada directam ente.
En ese caso serás capaz de leer las letras.
Dado que es im posible ver objetos pequeños sin fijación central, la
lectura de letra m enuda, cuando es posible hacerlo, constituye uno de
los m ejores ejercicios visuales. Y cuanto m ás tenue sea la luz en la que
puedas leerla y cuanto m ás pegada a los ojos la tengas, tan to m ejor.
Tratamiento solar
La luz solar es tan necesaria a los ojos com o lo son el descanso y la rela
jación. Si es posible, com ienza el día exponiendo los ojos cerrados al sol.
Unos pocos m inutos cada vez ayudará. A costúm brate a la potente luz
del sol haciendo que caiga sobre los párpados de tus ojos cerrados. Es
bueno m enear ligeramente la cabeza de lado a lado m ientras haces eso.
Así evitarás la tensión. C uando te hayas habituado a la luz intensa, le
vanta el párpado superior de un ojo y mira hacia abajo para que el sol dé
en la esclerótica. Parpadea cuando lo desees o cuando pierdas el poder
de relajación. El tratam iento de sol nunca puede llegar a ser excesivo.
190
2. Sitúate a una distancia entre tres y seis m etros del opto tip o y
lee hasta d o n d e puedas hacerlo sin esfuerzo o tensión. Sobre cada li
nea de letras hay unos núm eros que indican la distancia. Sobre la C
grande figura el núm ero 200.* Por consiguiente, deberías leer esa C
grande a una distancia de sesenta m etros si tu visión es norm al.
3. Supongam os que sólo puedes leer a la distancia indicada h as
ta la línea quinta. Observa que la últim a letra de la línea es la R. Ahora
cubre con las palm as de las m anos tus ojos y recuerda la R. Si recuer
das que el lado izquierdo es vertical, el lado derecho parcialm ente
curvado y la parte inferior abierta, obtendrás con los ojos cerrados
una buena im agen m ental de la R. Esta im agen m ental te ayudará a
ver la letra situada justo debajo de la R, que es una T. Utiliza el m is
m o m étodo en cualquier línea donde la visión parezca fallar: observa
la últim a letra de la últim a línea que puedes leer, cúbrete los ojos con
las palm as de las m anos, consigue una buena im agen m ental de la ú l
tim a letra vista, y te resultará más fácil ver la que se encuentra justo
debajo de ella.
4. A hora, si m iras fijam ente la letra final, observarás que todas las
letras de la línea com ienzan a obnubilarse. Es b u en o cerrar ráp id a
m ente los ojos después de ver la letra final; ábrelos luego y desplázate
a la prim era cifra de la línea. Después, cierra los ojos y recuerda la p ri
m era cifra. C onseguirás leer todas las letras de esa línea cerrando los
ojos en cada letra.
T an sólo se requiere un m in u to para exam inar la visión con el
o ptotipo. Si dedicas cinco m inutos p o r la m añana a practicar con el
optotipo, te será de gran ayuda d u ra n te el día. Conserva tam bién un
inform e de cada exam en a fin de observar día a día tus progresos.
A nota la visión en la form a de u n a fracción, con la distancia a la que
lees la letra com o num erador, y la distancia a la que deberías leerla
com o denom inador. P or ejem plo, 20/20 es norm al; 10/20 es m enos
que norm al, y 25/20 es m ejor que norm al.
* Téngase presente que esos números, tanto en el optotipo como en este texto,
indican los pies de distancia.